Las Torres Del Cielo
Las Torres Del Cielo
Las Torres Del Cielo
COIA VALLS
Traduccin de
Juan Carlos Gentile Vitale
Ediciones B, S.A.
A Montserrat, mi hermana.
La mejor herencia que me
podan dejar mis padres.
Prlogo
Monasterio de Ripoll, 1025
Podra haber parecido que incluso las sombras
dorman en el monasterio, pero una luz trmula
acompaaba los pasos del ltimo monje a travs del
dormitorio comunal. La claridad de la vela perfilaba su
rostro dotndolo de un aspecto inquietante; las facciones
eran fuertes y decididas, pero demasiado a menudo lucan
una sonrisa amarga que les restaba contundencia. Por el
contrario, el hbito, debajo del cual se ocultaba un cuerpo
musculado y an joven, se dilua en la oscuridad de la
estancia. Los hombres que yacan alineados y cubiertos en
aquella sala se haban retirado con el mismo respeto. As lo
exiga la Regla.
Como si la llama guardara en la memoria el trayecto a
recorrer, al llegar al lado del jergn exhal el ltimo
suspiro. El monje se dej caer a tientas. La vela de guardia,
que siempre permaneca encendida, quedaba lejos del lugar
que meses atrs le haban asignado, el ltimo rincn del
dormitorio. El silencio sepulcral solo se vea alterado por
el roce de las ropas contra los cuerpos de sus compaeros
de cenobio. El calor de julio ya reinaba en la estancia y
soportar la vasta arpillera sobre la piel era una dura
penitencia. Pero no haba ms remedio. Si no dorman
Primera parte
Los orgenes
LIBRO I
1025
1
Antiguo condado de Manresa, 1025
Los tres monjes dejaron la proteccin de la umbra.
Seguan el trazado que conduca desde la ciudad de
Manresa, pero haban pasado la noche en un atajo, entre los
cuatro muros de una casa abandonada. El ruido de la lluvia
haba acompaado sus sueos, agitados por el cansancio de
tantas jornadas de viaje. Las mulas llevaban los hatos
cruzados sobre el lomo, y detrs se sentaban los jinetes,
separados solo por una manta de la piel caliente del animal,
pero Asar, el nico caballo de la expedicin, iba ensillado
y libre de cargas. El hombre alto y de ojos claros que lo
montaba haba dispuesto cruzadas sobre el pecho sus
escasas pertenencias.
Al amanecer el cielo distaba mucho de ser sereno,
pero la claridad ya permita descubrir el valle en toda su
extensin. Muy al fondo, una lengua de ro se ocultaba en
el centro, entre los rboles. La humedad era tan intensa que
escalofros repentinos recorran los cuerpos de los
hombres. Mientras tanto, la niebla se haba instalado sobre
la otra orilla, como si fuera la pared de un enorme castillo
que les cerraba el paso.
El caballo encabezaba la marcha y haba adoptado un
ritmo cansino. Se dira que tambin l quera ser partcipe
2
Es sorprendente el rumor del ro, a pesar de su placidez!
exclam el hermano Sim mientras esperaban el regreso
de Dalmau Savars.
Hace mucho que no sals del monasterio?
Por qu lo dices, Maties? Se lo vea enojado y,
cuando era as, tena la costumbre de tratar al monje joven
sin demasiada consideracin. Bien, quizs unos veinte
aos. Ingres muy joven.
No os molestis. Lo digo porque el rumor que os
no solo proviene de las aguas. Muy cerca de aqu, cauce
abajo, debe de haber un molino.
Cmo puedes estar tan seguro?
Mis padres tenan uno y acuda toda la gente de los
alrededores. Por desgracia, el ro se qued seco y la gente
acab buscando otras tierras ms frtiles.
Por eso tus padres decidieron que entraras a
formar parte de la Iglesia?
No es tan sencillo. El monje joven baj la
mirada; no lo haca a menudo, pens el hermano Sim.
Y entonces...?
Murieron cuando tena catorce aos y mi to dijo
que no poda alimentar ms bocas. Por suerte, conoca al
abad Oliba y le pidi que me aceptara en el monasterio...
3
La pequea comitiva vislumbr las humildes paredes de la
ermita al lmite de sus fuerzas. Las casas de Guadvachet
casi haban desaparecido entre el paisaje; la atalaya apenas
era una construccin ms que, desde las alturas, poda tener
muchas interpretaciones. Pero el ro an estaba
omnipresente, brillaba con los reflejos del ltimo sol y
marcaba el camino que los haba llevado hasta la montaa.
El ascenso se haba vuelto mucho ms duro de lo que
pensaban cuando decidieron no seguir el camino del ngel,
el habitual para ir al monasterio de Santa Ceclia, desde
donde se poda tomar una senda ms cmoda hasta Santa
Maria. Las mulas, ms acostumbradas a las tareas de
transporte y cultivo, resoplaban mostrando su cansancio,
pero Asar se dej caer al suelo cerca de unas matas de
retama. Dalmau pensaba que ya no era tan joven, que el
tiempo pasado en los establos de Ripoll haba calmado su
espritu combativo.
Preocupado, lo acariciaba como si le pidiera perdn
por arrastrarlo a un exilio que no mereca, a un final ajeno a
la gloria a la que solo l haba renunciado. El animal lo
miraba sin el rencor tan extendido entre los humanos y esto
debilitaba an ms el nimo del antiguo soldado.
Aguanta, compaero, ya hemos llegado. Me oyes?
4
No era tarea fcil domesticar el trozo de tierra que el ms
joven de los nuevos habitantes de la montaa se obstinaba
en convertir en un huerto, donde plantar las semillas que
haban transportado desde Ripoll. Bajo la mirada de Sim y
mientras Dalmau inspeccionaba los alrededores, siempre
seguido a poca distancia por el ermitao, el esforzado
monje no se cansaba de desbrozar el terreno, desenterrar
piedras y amontonarlas cerca, en el intento de hacer un
lecho blando y fecundo para el cultivo.
Cuando ms abstrados estaban en aquella faena, un
rumor de voces lejanas los oblig a enderezarse. Se
miraron un momento, como si en el gesto buscasen la
seguridad de compartir una misma certidumbre. Despus,
concentraron toda su atencin en el lugar de donde
provena el murmullo.
Alabado sea Dios! exclam el hermano Maties.
Con gesto impaciente, se sec el sudor utilizando el
escapulario que llevaba durante las horas dedicadas al
trabajo manual. Despus, nervioso, se volvi a su
compaero.
Deja la azada y ve a buscar al padre Dalmau! Dile
que vaya a la ermita. Yo me adelantar. Espabila! dijo el
hermano Sim ante la actitud incrdula del joven y la
5
Cuando los monjes se levantaron al amanecer para alabar a
Dios con los rezos de la prima, el ermitao, de manera
inusual, segua formando parte de aquel bulto de ropas. Una
vez finalizadas las oraciones, Maties fue de puntillas hasta
su lecho y su inmovilidad lo alert. No era fcil saber si la
respiracin acompaaba a aquel cuerpo flaco, como
tampoco lo era distinguir el rostro del hombre entre el
cabello enmaraado que se enredaba con la barba.
El monje no se acerc ms, lo haca con cuidado y
senta los latidos del corazn en las sienes. Un gesto
repentino de Basili lo espant y retrocedi con un grito. A
punto de perder el equilibrio, falt poco para que tropezara
con el hato que los monjes de Santa Ceclia haban trado,
an sin abrir y justo al lado del hombre.
Sus compaeros, que observaban la escena desde muy
cerca, se giraron de espalda para disimular una carcajada
que habra molestado a Maties, pero que difcilmente
podan contener. La cara del joven monje reflejaba la
sorpresa del susto.
Ser mejor dejarlo descansar dijo Dalmau
Savars. Tiempo tendremos para reparar la grieta del
techo antes de las primeras lluvias.
Los tres salieron al exterior. El da no acababa de
6
Asar sorprendi el regreso del monje y el ermitao a la
pequea iglesia de Santa Maria. Cuando Dalmau oy el
relincho del animal, su fidelidad lo conmovi y el corazn
se le aceler. No pareca especialmente nervioso cuando
Basili los invit a seguirlos. La llegada de los tres a Santa
Maria provoc las aleluyas interminables del hermano
Sim, convencido de una intervencin divina por el poder
de sus rezos. Feliz con aquellas cavilaciones, los fue a
recibir con los brazos abiertos.
Dios y su madre la Virgen Mara sean loados!
Comenzaba a temer por vuestra... Pero estis herido?
pregunt al ver que Dalmau se quejaba del tobillo.
No es nada, de verdad... respondi el antiguo
soldado, mientras miraba en todas direcciones buscando al
ms joven de los monjes.
El hermano Maties! Dnde est el hermano
Maties? pregunt, sin dejar de mirarlo a los ojos,
visiblemente preocupado por aquella inesperada ausencia.
Me haba olvidado! Fue a Santa Ceclia o al pueblo,
no lo s con seguridad. Se ha puesto como loco al ver que
no volvais de vuestra caminata, no he sido capaz de
detenerlo...
Hace mucho? pregunt Dalmau.
7
Al darse cuenta de que estaban siendo espiados, Ramon
cogi a Esther de la mano para retenerla, pero ella se solt
con decisin. La chica se acerc sin ninguna prevencin a
donde haba cado Dalmau. Cuando lo vio de espaldas sobre
la zarza, estall a rer antes de llamar a su compaero.
Pero si es un monje! dijo Ramon mientras le
recriminaba sus carcajadas.
Debe de ser de Santa Ceclia... respondi ella,
contenindose.
Imposible! Yo lo conocera.
Con la duda, Esther retrocedi hasta situarse detrs
del chaval. Tena razn, Ramon suba cada semana a Santa
Ceclia para llevar los encargos del monasterio. De haber
sido un monje del abad Bonfill, lo habra visto antes,
aunque no hubiera hablado con l.
Vayamos con cuidado. Quiz se trata de uno de esos
locos que se han instalado en Santa Maria le dijo Ramon
al odo, mientras le coga de nuevo la mano.
Si me ayudis a salir de aqu os puedo explicar
quin soy. La voz de Dalmau sala sin demasiada
conviccin; haca esfuerzos por levantarse, pero la ligera
pendiente lo mantena clavado a la zarza, haba el peligro de
que el arbusto cediera y se despeara montaa abajo.
Guadvachet?
S, claro respondi la chica antes de que Ramon
le clavara el codo en las costillas. Aqu no se puede ser
de muchos lugares!
Qu tal os va en Santa Maria? De qu vivs?
Dalmau percibi una sonrisa oculta en los ojos del chaval;
pero la pregunta era pertinente y la respondi con
humildad.
Con la ayuda de Dios lo conseguiremos! l ha
querido premiar esta montaa con un lugar sagrado y es
nuestro deber seguir los designios de su voluntad. Pero
tambin vuestros vecinos nos ayudan... No habis odo
hablar de la mula que muri durante la tempestad?
Yo no he odo nada dijo Ramon, dudoso,
mientras Dalmau se daba cuenta de que intentaba engaarlo
sin demasiado xito.
Pero no lo entiendo Esther, con la inocencia
reflejada en el rostro, los interrumpi: si ya hay un
monasterio en la montaa, un lugar sagrado, como vos
mismo habis dicho, para qu necesitamos otros?
Esta cuestin no te la puedo responder. Solo Dios
sabe cmo debe llevar su ministerio.
Dalmau pens que por aquel camino no conseguira
hacerse amigo de los chicos. Llevaba demasiado tiempo
alejado del mundo y acabara hablando como el hermano
Sim, a base de citas y alegoras. Entonces entendi que la
LIBRO II
1027
1
Desde que el padre Dalmau se haba encontrado con los
dos chicos en la cueva, la llegada de Ramon a la ermita era
siempre motivo de alegra. Esta se manifestaba
especialmente en el rostro de Maties. No tanto por las
provisiones, los huevos frescos y un pastel que la madre de
Esther haca con cuajada, sino por las noticias de lo que
suceda ms all de aquellas montaas. A veces solo se
trataba del nacimiento de un nuevo cabrito o las
consecuencias de una plaga de langostas que haba asolado
los campos meses atrs. Los monjes iban a recibirlo como
criaturas y l, de buen grado, se deshaca en explicaciones.
Si bien el papel de Ramon como intermediario no
haba facilitado demasiado el contacto entre Santa Maria y
la poblacin de Guadvachet, los relatos del chaval haban
servido para que en el valle se viera de otra manera la
presencia de los monjes. No se cansaba de repetir que
haba encontrado una amistad y un inters sincero entre
aquellos hombres de los que todo el mundo haba
desconfiado desde el principio. El retraimiento de Dalmau
y la rigidez del hermano Sim tampoco ayudaban.
Mejorar las relaciones con el valle no acababa de
compensar la aspereza que encontraban en el monasterio de
Santa Ceclia. Dalmau los haba dejado al margen,
lluvia.
Los tres monjes sonrieron, ufanos. Ramon pensaba
que aquellas manos endurecidas por el trabajo y la piel
curtida por el contacto con el sol y el fro les otorgaban un
aspecto muy diferente del que tenan a su llegada.
Curiosamente las diferencias ya no eran tan notorias, o
quiz solo era que sus ojos haban aprendido a mirarlos de
otra manera. Los envidiaba en secreto, eran lo ms prximo
a una familia que haba conocido. Su padre estaba ausente
durante largos perodos y difcilmente hablaba de nada.
El tintineo de la campanilla alej al joven de estos
pensamientos. Despus de desempolvarse los hbitos y
lavarse las manos, los benedictinos y Ramon acudieron a la
llamada del oficio. Una plegaria por la curacin de la
pequea se elevara entre aquellas montaas que parecan
conectar la tierra con el cielo.
Rezaban juntos con toda la solemnidad de la que eran
capaces cuando una voz se aadi al grupo. Los salmos
tomaron otra dimensin en boca de Basili. Uno a uno lo
miraron para escrutarse mutuamente en el intento de
entender qu suceda. El ermitao no solo conoca los
salmos, los cantaba! Lo haca con los ojos cerrados y la
mano derecha sobre la barba blanca que le reposaba sobre
el pecho. Dalmau sinti un escalofro y, tragando saliva,
sigui con un tmido murmullo aquella meloda que se
enfilaba por las paredes de la pequea capilla
2
Eran muchos y, si no ponemos remedio, se sumarn
ms!
Tranquilzate, Lluc. Debemos mantener la cabeza
fra, de acuerdo? orden con suavidad el abad Bonfill.
Estos monjes de Santa Maria nos traern
problemas... insisti, enfurruado, Lluc, el hombre del
cabello pelirrojo.
No entiendo adnde queris llegar! interrumpi
una voz. Parece que estamos hablando del enemigo. Por
el amor de Dios, son monjes benedictinos, como
nosotros!
Despus de decir estas palabras, el hermano Anton se
levant del asiento en la improvisada reunin que presida
el abad. No aprobaba la misin de Lluc, ni tampoco la
actitud que haba tomado su superior desde el primer
instante. A pesar del revuelo, la sala capitular del
monasterio de Santa Ceclia permaneci en silencio unos
instantes.
Querido hermano, perdonad la impulsividad de
Lluc. Tanto tiempo con la nica compaa de su rebao...
Acaso insinuis que me lo invento? Yo solo he
hecho lo que me encargasteis y en seguida he venido a
informaros interrumpi el hombre ante el desconcierto
3
Tantas veces haba prometido que bajara a Guadvachet para
conocer al padre de Ramon que a menudo tena la
sensacin de haberlo hecho. Dalmau se senta atrapado en
un mar de dudas que tenan que ver con su ministerio, la
ms grande de las cuales era cmo poda poner en marcha
el encargo que le haba hecho el abad Oliba desprovisto de
recursos.
Las noticias de Ripoll exaltaban las iniciativas que
partan de su mentor. Reformaba iglesias y monasterios,
tena siempre alguna argucia para someter la voluntad de
unos condes demasiado independientes y beligerantes;
adems, los viajes del abad por Europa acentuaban la
sensacin de sitio olvidado que se comenzaba a sentir en
Santa Maria.
Haca tiempo que Dalmau Savars haba hecho
recuento de su capital, a todas luces escaso. El dinero se
estaba acabando porque, si bien la relacin con el pueblo
los haba ayudado a vivir sin angustias, no les resultaba
gratis. Por otro lado, el que todos comenzaban a llamar el
cenobio de Santa Maria an estaba compuesto por Maties,
el hermano Sim y l mismo, adems de aquel personaje
tan desconcertante de Basili.
Las relaciones con Santa Ceclia solo podan ir a peor,
joven monje.
Puedes venir, claro, pero me gustara ms que te
quedaras. Que Dios me perdone, pero por la cabeza me
bailan pensamientos...
Qu queris decir?
No quisiera alarmarte, ni tampoco quiero que
hables de ello con el hermano Sim, pero me cuesta pensar
que el envenenamiento de la mula fuera fortuito.
Maties parpade tres o cuatro veces. Era un tic que
mostraba su inquietud y que por mucho que se esforzara
siempre acababa delatndolo. Como responsable de llenar
el comedero de las bestias, no poda estar ms de acuerdo
con aquella sospecha.
Quiz todo sean cbalas mas, pero el hermano
Sim desaparece demasiado a menudo entre sus salmos y
te necesito para que mantengas los ojos bien abiertos.
Como ordenis, padre Dalmau...
Lamentaba dejar a Maties a cargo de Santa Maria, pero
no era ms que otro sntoma de cmo iban las cosas, de la
precariedad que soportaba aquella empresa y de un
presentimiento que lo inquietaba.
Como si entendiera su decisin de bajar caminando a
Guadvachet, Asar se qued mirando con tristeza cmo el
antiguo soldado se aventuraba por el camino de la Media
Luna. No solo era que se negaba a pasar una vez ms por
delante de Santa Ceclia, tambin lo quera hacer como una
cuantos aos.
Ramon es un bocazas, pero es un buen chico... lo
dej en el aire, como si fuera una razn de peso por algo
que estaba pensando.
Nos ayuda mucho all arriba, de hecho alguna vez he
pensado que nos salv la vida.
No creis, padre Dalmau. O debera decir padre
prior? Ms bien lo que os salv la vida es vuestro dinero.
Ramon no podra subir demasiadas cosas a Santa Maria si
no fuera porque los campesinos reciben su recompensa en
metlico. En el valle no sobran los alimentos.
El padre de Ramon, al que todos llamaban Toms, se
qued en silencio unos segundos. Haban llegado a su casa,
junto a uno de los muros de Sant Pere. Delante de l corra
un pequeo arroyo de agua que provena de la Fuente
Grande. Tal vez por la duda de si deba presentarse como
prior del cenobio de Santa Maria, Dalmau no haba
respondido a su pregunta. El padre de Ramon tampoco
pareca un hombre de demasiadas palabras. Sus ideas salan
claras, contundentes, sin circunloquios...
Pero hasta vuestro dinero se acaba, no?
Cierto dijo Dalmau Savars a la expectativa.
Hablemos claro. El dinero no crece en los rboles y
cada da que pasa se acumula en manos de los seores de
los castillos y de los obispos sin escrpulos. La gente
sencilla necesita alimentar el cuerpo y tambin el alma. Lo
os transmita mi admiracin.
No es eso lo que busco. Ms bien me gustara
recibir de vos la promesa de que tendris en cuenta las
relaciones con el pueblo, que nos ayudaris.
Pero mi poder es inexistente...
Vuestro poder, padre Dalmau? Pienso que os
subestimis y que esto afectar a la misin que os ha trado
hasta aqu.
La misin... El monje se extra de que usara ese
trmino. Qu sabis de la misin que nos ha trado hasta
Montserrat?
Ms de lo que imaginis, Dalmau, ms de lo que
imaginis.
Antes de que pudiera calibrar la importancia de
aquellas palabras, un hombre que recordaba bien entr en la
casa, levant la mano de tres dedos y se qued de pie
delante de ellos.
Qu noticias traes, Seraf? Puedes hablar sin
miedo.
Dicen que hay soldados sitiando el castillo de Sant
Pere de Sacama. La gente de Guadvachet est alarmada,
parece que el seor de Manresa no quiere abandonar el
castillo y los condes de Barcelona quieren tomarlo por la
fuerza. Tambin el abad Oliba se ha presentado all, despus
de un largo viaje desde Ripoll.
El abad Oliba, decs? Dalmau Savars abri los
4
Castillo de Sacama
A pesar de que el invierno haba tocado a su fin, an se
vean algunas manchas de nieve en los mrgenes del
sendero. La comitiva haba forzado el paso durante aquella
jornada para llegar al castillo de Sacama, pero la noche
haba acabado imponindose. Lejos de encender las
antorchas para iluminar la suave pendiente que suba hasta
el acantilado, casi agradecan la oscuridad sin luna que caa
sobre el paisaje. Algunos de los jinetes encabezados por el
abad Oliba se haban adelantado para reconocer el terreno y
no rechazaban camuflarse entre las sombras.
Aquellos caminos de pinos y olivos no se mostraban
en absoluto amenazadores, pero la ambicin del seor de
Manresa haba trado la discordia al territorio. Su antigua
pretensin de recuperar la independencia del condado
reavivaba las luchas siempre que poda reunir algo
semejante a un pequeo ejrcito.
Desde Barcelona no estaban dispuestos a permitirlo y,
tanto el conde rey Berenguer Ramon como su madre, la
condesa Ermessenda, haban movilizado a sus hombres para
hacer frente a la revuelta. La toma del castillo se haba
consumado das atrs, pero las predicciones sobre la
ocupacin que llevaba a trmino aquel seor rebelde no le
5
Dalmau Savars se mova, inquieto, en el rincn de la
ermita que l mismo se haba asignado. Ya haban tenido
lugar los maitines, pero la noche an era muy cerrada. A
pesar de eso, su cuerpo le negaba el sueo. Pensar que el
abad Oliba estaba tan cerca y que poda tener problemas en
aquella disputa por el castillo de Sacama haca bullir la
memoria de soldado que alimentaba su sangre.
De buena gana habra ensillado a Asar para cabalgar
toda la noche para ayudarlo, pero no era lo que se esperaba
de l, no era lo que le haba ordenado el abad Oliba. Al fin y
al cabo, no obstante los cambios que haba experimentado
su vida, an haca lo mismo que dos aos atrs: recibir
rdenes y cumplirlas.
Las palabras del viejo Basili le venan una y otra vez a
la cabeza y la imagen del guila lo persegua cuando cerraba
los ojos. No, l no se senta ligero, ni tampoco desprovisto
de todo aquello que lo anclaba a la Tierra. Tal vez su
sufrimiento haba sido en vano, quiz solo era una
transformacin ficticia aquella que, con la ayuda del hbito,
pugnaba por ocultar la gran cicatriz que le rodeaba el cuello
y las heridas que surcaban su espritu.
Intentando alejar las imgenes que lo torturaban, se
puso de pie de un salto y cogi la vela que arda en el
6
Los momentos que siguieron a la bajada de Dalmau Savars
a Guadvachet fueron los ms tempestuosos de su alma en
transformacin. Atribuy muchas de sus sensaciones a la
llegada de la primavera, a los recuerdos que paseaban por
sus sueos. Sin que olvidara la actitud extraamente hosca
del padre de Ramon desde que el soldado de los tres dedos
le haba trado aquellas noticias de Sacama.
Das despus busc a Maties para darle instrucciones.
Tambin al hermano Sim, a quien quera preguntarle cul
era el libro de las Sagradas Escrituras donde figuraban unas
palabras que le venan continuamente a la memoria.
Tambin ansiaba tener con Basili una de aquellas
conversaciones sobre la naturaleza de la montaa, que
llenaban sus pensamientos con profundos misterios. Nada
de todo ello fue posible. Ninguno de los aludidos estaba en
la ermita ni en sus alrededores cuando despert con el sol
ya bien alto y un regusto amargo en la boca. No tena
excusa, pues, para no enfrentarse a las preocupaciones que
de verdad lo absorban.
Desde que haba sabido de la presencia del abad Oliba
a tan solo unas leguas de la montaa, la espera lo estaba
consumiendo. Le pareca del todo incomprensible que su
mentor viajara hasta aquellas tierras sin querer conocer de
7
Dalmau Savars se rindi a la evidencia. Acomodar a los
recin llegados en la pequea ermita era del todo imposible
y, aunque fuera solo por una noche, tambin resultaba un
pobre alojamiento para el abad Oliba. Por otro lado,
renunciar, de un da a otro, a la vida tranquila que llevaban
hasta entonces, se le haca una montaa. Quin se lo
hubiera dicho unos aos atrs!
La mirada suplicante de Basili y las maldiciones del
hermano Sim acabaron de convencer al monje de que
sera mejor para todos dar el visto bueno a las sugerencias
de su abad.
Ha sido una inteligente decisin, amigo mo dijo
el abad Oliba, satisfecho. Tiempo habr para conciliar el
ritmo de unos y otros. Adems, aprovechar la estancia en
Santa Ceclia para intercambiar unas palabras con Bonfill.
Quiero dejar las cosas claras, no pienso permitir disputas
dentro de la misma comunidad benedictina.
Cuando entendi las verdaderas intenciones de Oliba,
ms preocupado por dejar las cosas claras al abad del
monasterio vecino que por encontrar un rincn cmodo
para pasar la noche, el antiguo soldado dibuj una
expresin de nio travieso en el rostro. Le costaba creer,
pero en presencia del abad siempre tena aquella sensacin
abada de Bonfill.
Al llegar a ella, el sol ya iluminaba la fachada de Santa
Ceclia, despus de levantarse desde el mar y vencer la
altura de la montaa. El padre Dalmau an no haba tenido
ocasin de ver el monasterio a aquellas horas; la luz de la
maana an acentuaba ms su posicin privilegiada.
Pero no poda quedarse embobado. Fue hasta el lado
de poniente y entr en la iglesia. Lo primero que le llam
la atencin fue que Bonfill haba engalanado el recinto
sagrado. A pesar de la austeridad de la Regla, la plata y el
oro parecan abundantes y en los rincones haba pequeos
ramos de flores, como si se quisiera homenajear al abad
Oliba con el fruto ms preciado de la nueva estacin.
Dalmau dudaba de que esto pudiera influir en el nimo
de su superior, pero la confirmacin le vino de la
conversacin que mantenan los dos religiosos.
Solo Dios merece nuestro homenaje... explicaba
Oliba mientras Bonfill asenta con expresin ausente.
Dado que el padre Dalmau ya haba llegado, comenz
uno de aquellos discursos que nadie se atreva a
interrumpir. El abad de Santa Ceclia tuvo que escuchar una
serie de cuestiones que, sin duda, ya saba, pero quiz no
esperaba las palabras finales...
... y de todo lo que he dicho podemos deducir que
no es mi intencin influir en la vida del monasterio de
Santa Ceclia. Pero sin duda tenis que saber que tampoco
el borracho de su padre.
Sobre todo, se estremeci al pensarlo, no entenda
que se marchara sin decirle nada, sin siquiera despedirse, a
pesar de que solo se haban visto un par de veces.
Mientras tanto, luchando contra el deseo de tomar el
camino de Barcelona, l deba buscar una primera piedra.
Segunda parte
La construccin
A pesar de que alrededor remacharon las lanzas como
tempestades de hierro, intil fue su juego e inocente de
heridas.
Alexander Pope
LIBRO III
1031-1032
1
La luz y la campana se haban convertido en dos amigas que
se desafiaban entre ellas, pero por mucho que los badajos
estuvieran pendientes para adelantarse, la claridad del alba
siempre consegua ser la primera. Comenzaba asomndose
por la roca de Sant Jeroni, como si le bordaran un
dobladillo transparente y luminoso, y muy pronto se
extenda por toda la cresta de Montserrat. Entonces, Santa
Maria y el valle de Guadvachet an quedaban bajo las
sombras, pero solo duraba unos instantes.
En seguida el mundo se volva brillante, los colores
dejaban de parecerse, los animales salan de sus cuevas y
madrigueras dispuestos a buscar su primera comida y los
hombres saban que el instante de penitencia al que
llamaban vida se dispona para un nuevo captulo.
Maties abra los ojos con la seal que aquel bordado
filtraba a travs de la mirilla y ya se quedaba al acecho del
repique de la campana. De buena maana siempre se
encargaba el hermano Sim, feliz porque el primer
momento de orden en el cenobio de Santa Maria pudiera
tener lugar gracias a su esfuerzo. Entonces el monasterio
se despabilaba, dejaba la proteccin de la montaa, de los
tejos, de los pinos, de los pequeos torrentes que lo
acunaban y los monjes hacan el trayecto desde el
2
Con las nuevas construcciones, muchas cosas haban
cambiado en Santa Maria. Dalmau Savars se esforzaba por
seguir la Regla en la planificacin del monasterio y hasta el
hermano Andreu saba que el respeto de esta norma era lo
ms sagrado. Sim, mientras tanto, no perda ninguna
oportunidad de hacerse escuchar y profundizar en la
observancia.
De esta manera, edificar dos dormitorios result
imprescindible. Maties y Basili ocuparon el de los legos
mientras que el resto descansaba cada noche en el
principal. El joven monje, aunque aoraba la compaa de
los dems miembros de la comunidad, no dudaba de que
sera una decisin temporal. El prior Dalmau ya lo haba
conminado a tomar los votos definitivamente y asumir la
posicin que se haba ganado a lo largo de los ltimos aos.
El sentimiento de Basili era muy distinto. Cuando los
tres monjes haban llegado a Santa Maria, desproveyndolo
de su soledad, los haba acogido con curiosidad y respeto.
Haba procurado ser uno ms a la hora de llevar a trmino
todas aquellas tareas necesarias para que el monasterio se
hiciera realidad algn da. Pero pensaba que su etapa en
Santa Maria no estaba lejos del final, incluso antes de los
hechos que precipitaron su salida.
queso?
Gualba, el capataz de la obra.
Sin ms palabras, el ermitao sali del dormitorio del
claustro y recorri la pared sur hasta la puerta de la iglesia.
Los hombres se disponan para la faena diaria, pero
aprovechando la ausencia del hermano constructor hacan
bromas obscenas mientras se pasaban una jarra de vino.
No es el mejor lugar para emborracharse dijo
Basili, sorprendindose a s mismo por el atrevimiento de
romper su norma de muchos aos, dejar que el mundo se
las apaara solo y dedicarse a Dios.
Ya has contado los restos de pan y queso podridos
que tienes en las barbas, ermitao? Trabajamos en una obra
para el Seor y l sabr perdonarnos los pequeos pecados.
Vuestra faena no os disculpa respondi Basili,
pero en seguida se arrepinti. Pero vosotros sabris
cmo queris pasar a la otra vida. Yo solo quiero saber
quin ha cogido un palo que guardaba en mi fardo, es
importante para m.
Ahora nos acusars de ladrones, viejo del demonio!
Qu tienes que decir t de nuestra faena? Acaso sabes
cunto tiempo hace que no veo a mi mujer y que este
exclam sealando a un obrero joven al que le faltaban
todos los dientes no conoce a su hijo y ya tiene tres
aos...
Solo quiero mi palanca, el palo pulido que alguien
3
Otoo de 1031 (Barcelona)
Los ojos de Magda eran como una noche
desmenuzada. Posean una belleza que te pona muy cerca
del abismo, pero se esforzaba por ocultarlos detrs de su
cabellera negra, bajo aquellos rizos que tambin le cubran
los hombros como la hiedra abraza las piedras del camino.
Cuando quera descargar parte de su rabia, clavaba las
pupilas en un punto indeterminado de la cueva infecta
donde trabajaba. Imprima tanta fuerza en aquel gesto que
cualquiera se habra apartado de su trayectoria por miedo a
hacerse dao. Pero la joven no poda permitrselo. Pasados
unos instantes, antes de que remitiera la confusin,
concentraba todas sus energas en mostrar una apariencia
dcil y servicial.
La herida que an le supuraba en el hombro le
recordaba la conducta a seguir en muchas situaciones. Con
un azote tuvo bastante. Tener hambre y quedarte sin techo
eran los primeros sntomas de que debas tragarte el
orgullo, dejarte agarrar las nalgas por cualquiera de
aquellos hombretones a los que serva cerveza en la
taberna.
No basta con hacer la faena, desagradecida! No te
lo volver a recordar! Quiero que sonras a los clientes!
Entonces?
El maldito Pon de Balsareny est tramando alguna
cosa. No se deja un puesto de consejero en Barcelona para
volver a Manresa si no esperas sacar mucho provecho de
ello.
Pero... qu tiene que ver con nosotros?
An no lo s. De lo que estoy seguro es que no nos
traer nada bueno, Magda. Esta gente no tiene escrpulos!
Entre unos y otros nos chupan la sangre, son como
garrapatas que viven de nuestro esfuerzo. No parar hasta
aduearse de la montaa! Pact durante el sitio de Sacama,
pero siempre ha sido muy astuto. Pienso que quiere
aprovechar que el abad Oliba tiene bastante faena en Ripoll
y con el obispado de Vic. Se ha comprometido tanto en la
restauracin de los grandes monasterios que no tendr
tiempo de intervenir en otros asuntos.
Magda se dijo que aquel hombre era ms listo de lo
que pensaba. Venda y compraba objetos y tambin
comerciaba con herramientas del campo, se vea de lejos
que tena la buena costumbre de escuchar a la gente.
Pero ya tendremos tiempo de pensar en ello.
Descansa, ha sido un da muy duro...
Ninguna de las dos figuras se dio cuenta de que la
claridad se extenda por la ciudad. Magda nunca haba
admitido que nadie se quedara en su cuarto, aunque
pareciera ms un nido de ratas que un hogar. Pero
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El abad Bonfill se encontraba en el pequeo campanario del
monasterio de Santa Ceclia. No era su funcin, pero a
menudo sustitua al hermano que se ocupaba de esas tareas.
El taido de la campana se dejaba sentir en la montaa, pero
tambin llegaba ntido al valle, como siempre haba
sucedido. Las obras en Santa Maria haban impedido hasta
el momento que rivalizara con aquella otra campana que el
herrero de Guadvachet haba regalado al prior Dalmau. Ya
la haban colocado en el campanario, pero solo la tocaban
en ocasiones especiales, esperando que llegara el momento
de la consagracin de la iglesia, como si an no se acabaran
de creer la futura primaca del nuevo monasterio sobre
aquel territorio de frontera.
Pero el abad saba que no siempre sera as. La
voluntad de Dalmau Savars, el monje impuesto como prior
desde Ripoll, pareca indestructible y, a pesar de los
esfuerzos de Bonfill, los feligreses comenzaban a mostrar
su preferencia por Santa Maria de Montserrat. Algunas
donaciones esperadas haban ido a parar al nuevo cenobio y
la propia Ermessenda tomaba partido siempre que tena
ocasin a favor de los recin llegados.
La satisfaccin de extender el toque de campana por
todo el valle era cada vez menor y, da tras da, el abad se
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Magda y Esther tenan tantas cosas que contarse que la
primera noche juntas ninguna de las dos peg ojo. La vida
las haba fortalecido y, al mismo tiempo, les haba robado
buena parte de su inocencia.
Quiero orte decir que no volvers a marcharte,
Magda! Que nunca ms me dejars sola! pidi la ms
pequea de las hermanas mientras le rodeaba el cuello con
los brazos.
Te lo prometo! Y si un da nos vamos, lo haremos
las dos. De acuerdo?
No sabes cmo te he echado en falta! Recuerdas
que, de pequeas, jugbamos a aguantar la risa? Siempre
perdas! Parece que hayan pasado siglos desde que os
marchasteis t y madre.
Ella ya no poda ms, Esther. Ahora est en el cielo
y nos proteger...
En el cielo, dices? Ha pecado! Las personas que
hacen cosas como esas se consumen en el infierno! Las
dos sabemos que no fue un accidente. Se provoc la muerte
de la criatura, no quera ese hijo! Estaba harta de sufrir y
nos dej solas. Que Dios me perdone por este
pensamiento, pero a veces la odio.
No digas eso. Quizs haba llegado su hora, quiz...
aadi:
No sufras, no es nada importante. Ya sabes, cosas
de mujeres.
Los dos jvenes hicieron el camino en silencio. Los
hombres miraban a Magda repasndola de arriba abajo y las
mujeres tambin lo hacan, con envidia. Algunas
murmuraban en voz baja o daban un codazo a sus maridos
con la intencin de hacer menos evidente el hechizo al que
la joven los someta. Pero Magda no levantaba los ojos del
suelo, y si lo haca era para sonrer con discrecin. Su
objetivo era claro y nada la distraera.
Los cantos llenaron el pequeo espacio de la iglesia,
pero la alegra no se alojaba en ella. Desde el asesinato del
padre de Ramon los habitantes de Guadvachet se mostraban
nerviosos. Las desconfianzas hacan que antiguos vecinos
se evitaran, que los nios jugaran menos en la calle y
cualquier signo era interpretado como un peligro.
Dalmau Savars no haba hablado con nadie de su
conversacin con el seor de Manresa y los obreros haban
guardado un prudente silencio, temerosos de perder el
trabajo. Pero el prior no poda evitar sentirse culpable de la
muerte de Toms. Cuando finaliz la ceremonia se acerc a
la pareja y apoy el brazo sobre el hombro del joven.
Magda solo recibi un saludo amable.
Cmo ests, amigo? pregunt el monje.
Saldr adelante. No os preocupis.
6
Despus de las oraciones de medianoche, Dalmau Savars,
prior de Santa Maria de Montserrat, continu mucho rato
con los ojos abiertos. A menudo la intensidad del da no era
suficiente para apaciguar a travs de un cansancio inevitable
las sensaciones recibidas. La vigilia se converta en la nica
opcin. Como la lechuza que observa el silencio de la
montaa, el padre prior persegua las sombras con la
esperanza de encontrar algunos retazos de luz.
Aquel nuevo espacio que los acoga, las paredes que
delimitaban el dormitorio comunal y el suelo sobre el que
se alineaban jergones y paja, an conservaba el olor de las
entraas de la Tierra. El monje la respir consciente de que
era testigo de un momento nico y se sinti un ser
privilegiado, un hombre que haba sido capaz de
sobreponerse a la crueldad que la vida poda traer aparejada
y dirigir una mirada clara a su entorno.
Con el paso de los aos, aquellos mismos muros se
iran impregnando de la pisada de la historia que all se
escribiera. Muchas velas seran los testigos mudos,
arderan cada noche dejando su aroma dulce y, poco a poco,
oscureceran las piedras. Pero no sera un castigo sino un
regalo, la constatacin de que el tiempo tambin sabe dejar
su huella sin dolor. Aunque iluminaran muertes, dudas,
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El invierno comenzaba a hacerse sentir y con l tambin
llegaban otras sensaciones que a Dalmau Savars ya le
resultaban familiares. Aquellos seis aos en la montaa
haban sido inesperadamente felices. No por la ausencia de
problemas, que se multiplicaban con cada nueva jornada,
tampoco por falta de obligaciones y responsabilidades,
sino porque alguna cosa interior le deca que se haba
convertido en el mejor Dalmau posible, que la vida volva a
tener sentido cuando ya haba renunciado a ella.
Tena tantas ganas de que acabaran las obras del
monasterio! Necesitaba escuchar de nuevo la montaa,
cmo le hablaba de la grandeza de Dios y de su obra, cmo
lo haca sentir en comunin con la naturaleza. Solo los
momentos de soledad, que buscaba con deleite, lo
acercaban a la sensacin deseada. Lejos del ruido, las voces
se revelaban ms claras.
Cada da conectaba mejor con la manera de entender
la vida de Basili. Aquel hombrecillo, al que haba tildado de
chalado cuando apareci por primera vez al fondo de la
ermita, se haba convertido en providencial. No era solo
aquello que deca, tambin lo sacudan sus silencios o
aquella manera de mirar cuando iba ms all de lo que los
ojos muestran a simple vista.
LIBRO IV
1034
1
Los habitantes de Guadvachet, y tambin todos los del valle
que se extenda a los pies de la montaa de Montserrat,
vivan con la atencin puesta en el cielo.
No soplan buenos vientos decan los viejos.
Dios nos ha abandonado remachaban las mujeres.
Lo cierto es que las nubes se mostraban a menudo
sobre las cimas redondeadas de Montserrat levantando los
suspiros de la gente, pero haca meses que no descargaban
en el valle. Con una indiferencia que pareca estudiada,
impasibles a los lamentos del pueblo, las nubes pasaban de
largo, veloces sobre las cimas que resguardaban el
monasterio de Santa Maria. Ni tan solo una pequea
tempestad aliviaba la sequa de los ltimos tiempos.
Haba sido un ao muy duro para las cosechas. El
Llobregat no traa el caudal de agua suficiente y el molino
ya no trabajaba como antes; los sacos, incapaces de
llenarse con el poco trigo recolectado, seguan esperando a
cubierto. Tan solo un delgado chorrito manaba sin fuerza de
la Fuente Grande y los cntaros se eternizaban antes de
llenarse.
Era otro presagio funesto. Los habitantes de
Guadvachet haban vivido la amenaza de crecidas, pero
nunca haban visto menguar hasta semejante extremo un
mendigos y ladrones?
El monje no tuvo tiempo de responder. Dalmau
Savars, que haba observado la escena desde muy cerca,
tom la palabra con determinacin.
Haced, hermano Anton. Y vos, hermano Bernat,
acompaadme a la ermita.
Pero... yo solo quera... Esta gente se las sabe
todas... En Santa Ceclia...
El prior de Santa Maria no se hizo atrs en su
propsito. Las palabras con las que Bernat intentaba
justificar aquella actitud se fueron extinguiendo en sus
labios transformndose en un gesto enfurruado. El
hermano Anton continu con su tarea mientras observaba
cmo los dos monjes se alejaban camino de Sant Iscle.
Pero nadie prest atencin a la sobriedad que en sus
rostros marcaba la importancia del momento.
Durante el recorrido permanecieron en silencio, cada
uno concentrado en sus motivaciones, rumiando las
palabras con las que procurara hacerse entender por el
otro.
Al llegar al lugar de plegaria, Dalmau Savars fue
consciente de que coga el testigo del abad Oliba. Haban
pasado nueve aos desde que l haba escuchado las
mismas palabras de aquel hombre que lo haba acogido en
el monasterio de Ripoll. Recordaba cmo, con rectitud y
amor, le haba mostrado un camino a seguir cuando el
rato que duraba la misa con los ojos clavados en aquel ser
por el cual senta una mezcla de rabia, deseo y admiracin.
Como una ms, acompaaba su caminar con el rezo
comunitario, pero, mientras recitaba las letanas, su
pensamiento era presa de un recuerdo, el tacto de los dedos
que le haban presionado los labios durante solo un
instante.
Por primera vez, el cura del pueblo tambin quera
asistir. Caminaba apoyndose en los hombros de Cesc y se
esforzaba por hacer callar a Melsa, que ladraba entre los
arbustos, alarmada por un cambio de rutina tan inesperado.
An no haban llegado a Santa Maria de Montserrat
cuando la campana ya les daba la bienvenida. El herrero
sonri complacido; incluso Tresdedos dibuj una mueca de
satisfaccin.
Aquel domingo, la comunidad de monjes quera abrir
las puertas de la iglesia de par en par, pero con las
advertencias del hermano constructor ante la gran cantidad
de personas que llegaban, se decidi celebrar la misa al aire
libre. Era, pues, la propia montaa de Montserrat el
escenario que congregaba los clamores de los reunidos.
Apidate de nosotros, Virgen Mara, envanos la
lluvia que devuelva la vida a nuestros campos y rene a
nuestras familias implor de rodillas una vieja, con los
ojos puestos en el cielo.
Seor, apidate de este pueblo que te ama, como lo
2
La pequea sala capitular de Santa Maria de Montserrat era
uno de los orgullos de Dalmau Savars. Solo ver los
resultados finales, con aquellas mirillas ms grandes por
donde entraba el sol de media tarde y las regias columnas
que cerraban el espacio de cara al claustro, el antiguo
soldado sinti que sus esfuerzos merecan la pena. Le haba
costado convencer a Andreu, el hermano constructor, para
que no se tallaran figuras en los capiteles. Pero haba
ganado su opcin, los motivos naturales que iran
finalmente, no se cansaba de repetirlo, honraban el entorno
que los haba acogido.
A pesar de su complacencia, aunque eran ms propias
de un ejrcito en campaa que de una congregacin, a veces
aoraba aquellas reuniones del comienzo junto a la ermita,
sentados en piedras que haban desplazado con mucho
esfuerzo.
Ahora que ya no comparta con l las tareas del
monasterio, Dalmau haba descubierto que su manera de
entender el cenobio tena mucho que ver con Basili, con
aquella concepcin suya de lo que significaba realmente
entregarse a Dios. Obediencia, silencio, humildad, eran
virtudes que el viejo enarbolaba siempre que tena ocasin
durante sus conversaciones. Se trataba de tres pilares
3
Un da despus de la celebracin del solsticio de verano,
Maties se levant antes de los rezos de la prima. Algo no le
haba sentado bien y senta el estmago revuelto.
Protegindose el vientre con las manos, atraves el
dormitorio comunal hasta llegar al claustro. El sol an no
haba salido y el bochorno era intenso, pegajoso. Por entre
las columnas que dibujaban idnticas ventanas en el centro
vital del monasterio, los claroscuros se hacan presentes
dibujando los volmenes. Sin detenerse en aquel espacio de
plegaria dio gracias por una nueva jornada.
Una vez aligerado de su malestar condujo de nuevo sus
pasos al interior del cenobio, pero un relincho de Asar hizo
que cambiara de opinin. Con el tiempo haba aprendido a
reconocer las seales de aquel animal tan querido por la
comunidad. Adems de que la campana estaba a punto de
congregarlos para la oracin y, pensndolo bien, no
mereca la pena volver al jergn. Maties sali al exterior
por la puerta de la iglesia y rode las obras hasta plantarse
delante de las cuadras.
T tampoco has dormido bien, no? dijo al
caballo, mientras reposaba el rostro contra sus crines.
Pero este no se tranquiliz. Incluso despus de sentir
la presencia de Maties, sus relinchos continuaban cada vez
4
Cerca de la villa de Agramunt, 1024
Aos atrs, cuando Dalmau Savars era el capitn de
las tropas que luchaban en la frontera para impedir nuevas
incursiones sarracenas, sus hombres le haban hecho una
promesa. Juraban una vez y otra que bajaran con l a tierras
del sultn, all del otro lado del Mediterrneo, donde los
espas de Ermessenda situaban a su mujer y a su hijo
desaparecidos. Le ayudaran a rescatarlos, aunque fuera a
costa de su vida.
Pero, mientras tanto, el soldado y sus hombres
recorran la frontera incansables, dando apoyo a los
pequeos castillos que la tachonaban para favorecer una
expansin hacia el sudoeste de los condados catalanes.
Desde Claramunt a Balaguer otorgaban proteccin a las
rutas que servan para llenar de agua los pozos y de
alimentos los silos y graneros. Adems, perseguan a
cualquier grupo de jinetes que por su actitud, o por las
armas que levantaban, pudiera servir de punta de lanza a
nuevos saqueos, como el tan recordado de Almanzor treinta
aos atrs, que haba llegado hasta la misma Barcelona.
En la ciudad condal se hacan todo tipo de cbalas
sobre la situacin del califato de Crdoba. Los ms
optimistas aseguraban que pronto estallara una guerra civil
ponemos en marcha.
El soldado no respondi. Se haba asegurado de que
los soldados hubieran dispuesto el material necesario. Solo
de pensar lo que estaba a punto de suceder notaba como se
le erizaban los pocos cabellos que luca.
Los hombres avanzaron en silencio por el valle que
los separaba del pequeo cerro. Haban acordado rodearlo
en dos grupos de diez mientras el resto subiran las laderas
acompaados por Dalmau hasta situarse a la vista del
campamento. Haca tiempo que el sol se haba puesto en el
horizonte, la oscuridad y el silencio eran incapaces de
predecir cmo acabara la noche. Las seis tiendas que
haban dispuesto los sarracenos apenas eran crculos de
color iluminados por un tenue rayo de luna. Los soldados
sacaron las flechas del carcaj y las dejaron alineadas sobre
el suelo. Mientras tanto, al fondo de la ladera, dos figuras
se arrastraban para sorprender a los guardias que vigilaban
el campamento.
El olor se extender a muchas leguas... dijo el
mismo hombre que le haba avisado.
Estoy deseando sentirlo! respondi Dalmau,
mientras comprobaba cmo las flechas incendiarias se
haban calentado lo suficiente.
Los arqueros se apresuraron a introducir entre las
cuatro ramas, que conformaban las puntas, los trapos de
lana bien sujetos y empapados en aceite. Entonces, los
encendieron.
Deban ser rpidos, las flechas haran su papel y los
hombres que rodeaban el campamento les impediran salir
de las tiendas.
Pagaris por todo lo que habis hecho! dijo
Dalmau un momento antes de dar la orden definitiva a los
arqueros.
Las flechas surcaron el cielo poco despus de que
aquellos dos soldados eliminaran a los guardias. Apenas
rompieron el silencio hasta que se clavaron con un golpe
seco en las gruesas telas de las tiendas sarracenas. El
infierno se desat en su interior mientras los gritos
resonaban por todo el valle.
Los arqueros de la cima continuaron disparando hasta
que, desde la distancia, cada tienda se convirti en una bola
de fuego que deslumbraba la noche con su poder. Todos
saban que los sarracenos comenzaran a salir enloquecidos
y Dalmau Savars solo lamentaba no acompaar a los
hombres que acabaran con la vida de los ms resistentes.
Justo en aquel instante, cuando las antorchas
encendidas en que se haban convertido salan al exterior,
tuvo lugar aquel hecho inesperado. Entre las figuras en
llamas aparecieron otras ms menudas que corran sin
rumbo en todas direcciones. Los gritos llegaban ntidos
hasta arriba del cerro y uno de los arqueros se volvi hacia
su capitn con el horror en los ojos.
5
Valle de Guadvachet, 1034
Melsa ladraba con insistencia. No era fcil guiar el
rebao a toda prisa montaa abajo, pero la situacin lo
requera. Desde que Cesc haba descubierto el fuego, este
era su nico objetivo. Haba que llegar cuanto antes mejor,
resguardarse de l y dar aviso a la buena gente de
Guadvachet. Aunque la direccin del viento lo empujaba
hacia las cimas, algunos campos del pueblo estaban en su
trayectoria.
En su carrera frentica solo se detuvo unos instantes.
Habra jurado que la silueta de un hombre se dibujaba cerca
de las llamas. Pero, por mucho que grit, nadie respondi.
El pastor saba que, si se entretena ms, l y su ganado
correran un gran peligro y los resultados podran ser
dramticos. La rapidez con que se extenda la lengua de
fuego ms prximo lo decidi a continuar.
Cuando por fin lleg al pueblo, las campanas de la
iglesia ya avisaban del terrible suceso. Alertados por la
inequvoca seal, todo el mundo haba abandonado lo que
estaba haciendo. Las mujeres salan de las casas con la
masa de pan a medio amasar y las criaturas pegadas al
pecho. Los hombres lo hacan con el torso desnudo y las
azadas en la mano. Abandonaban los campos y el molino,
6
Pasaron tres das antes de que el padre Dalmau encontrara
suficientes nimos para considerar todos los hechos que
haban rodeado el incendio. Durante aquellas jornadas, los
monjes de Santa Maria haban examinado con mucho
cuidado los efectos que haba tenido el fuego. Los
resultados de aquella inspeccin sorprendieron a todo el
mundo.
A pesar de la virulencia de las llamas, los edificios y
el entorno del monasterio haban permanecido al margen
de su recorrido, incluyendo las cuadras y los huertos ms
prximos. El resto de la montaa estaba calcinada, pero en
algunos lugares el fuego, impulsado por un fuerte viento
del sur, haba pasado veloz, quemando solo de manera
superficial los rboles de races ms firmes.
Maties pensaba que madroos y plantas creceran
pronto y que los pinos, los robles y las encinas, salvo en
algunas zonas, encontraran la fuerza suficiente para
regenerarse. Pero algunos de los pequeos huertos que
haban conseguido instalar en las terrazas naturales de la
montaa eran irrecuperables y haba que volver a comenzar.
Dalmau Savars se levant con la cabeza clara, incapaz
de saber cunto tiempo haba dormido. El ruido de las
obras en la iglesia le transmiti una sensacin
l.
Tambin he venido con la idea de preguntaros algo,
pero no s por dnde comenzar.
Comenzad, pues!
Pas durante el incendio. En algn instante pens en
vos, en el peligro de que el fuego llegara hasta vuestro
retiro. Ahora, cuando convoco este recuerdo, me veo
mirando hacia las cimas, como si entonces pensara que
sera posible veros a pesar de la distancia.
Esta preocupacin os honra y os doy las gracias!
Eso no es todo! En algn momento, mientras
miraba hacia las alturas cre que nuestras miradas se
cruzaban en algn punto a medio camino, recortando la
distancia que nos separaba. Creis que es posible?
Yo tambin estaba preocupado por vos, Dalmau.
Para m es una imagen tan ntida! Vuestros ojos
mirndome, como un blsamo para la inquietud que me
ahogaba!
Quiz vos mismo tengis que encontrar la
respuesta. Yo tambin mir en direccin a Santa Maria,
pero el humo no me permita distinguirla.
7
Cuando Tresdedos lleg a Santa Maria tena la intencin de
hablar de inmediato con el prior, pero no se atrevi a
interrumpir el canto de los salmos que los monjes llevaban
a trmino en el interior de la iglesia. Sorprendido por
cmo evolucionaban las obras del monasterio, se qued a
la espera.
Le resultaba difcil entender cmo aquellos hombres
podan pasar horas rezando y cantando, salmo tras salmo,
sin cansarse, sin acabar hartos! Qu sentido tena irse a
dormir con las gallinas si tenas que interrumpir el
descanso dos veces antes de la salida del sol?
No obstante, haba algo en aquella comunidad, en su
manera de hacer, que destilaba paz. Y era aquella paz la que
lo haba ido cautivando poco a poco, casi sin darse cuenta.
Pero l nunca haba dado ningn paso sin una recompensa a
cambio, siempre se haba vendido al mejor postor. Por
mucho que lo impresionara la vida de los monjes, saba que
nada podra cambiarlo.
La culpa de las sensibleras que me asaltan la tiene
aquel loco de Toms, que en paz descanse. Fue la nica
persona que me ha tratado con respeto sin que fuera a causa
del miedo... dijo Tresdedos sin percatarse, plantado
delante de la puerta de la iglesia.
piensas que eres, eh? Juegas con la gente, les haces pensar
que otra vida es posible... Pero qu sabes t y todos los
hombres como t lo que es la vida? En el fondo sois unos
cobardes!
Dalmau Savars no se lo poda creer. Crea tener
respuestas, senta la proteccin del hbito desde que haba
tomado los votos, pero ahora se encontraba claramente en
desventaja. Magda haba puesto el dedo en la llaga y poda
notar cmo sangraba la herida.
Acaso te ha comido la lengua el gato? O es que no
soy digna de...
Basta! Me oyes? Basta! exclam el monje
mientras coga el brazo de la mujer con fuerza.
Despus, intentando mantener la calma, prosigui:
No ests del todo equivocada, s que he sido un
cobarde. Pero si piensas que solo t sabes de la vida, te
equivocas un rato. Dnia era mi mujer, yo di la orden de
que quemaran el campamento donde la tenan presa. No
saba que estaba, pero eso no me exime de la crueldad. Mi
hijo tambin fue una de las vctimas.
Dalmau dirigi su mirada al ro. Bajaba muy lleno y se
oa trabajar el molino, pero sus ojos se haban empaado.
Ahora ya sabes qu clase de hombre soy.
Magda no saba dnde meterse. Con las dos manos
presionndose el estmago procuraba aliviar la sensacin
de nuseas.
LIBRO V
1036
1
La primavera de 1036 naci radiante. Las flores estallaban
en los mrgenes de los torrentes y arroyos despus de un
benfico perodo de lluvias, muchos rboles quemados
parecan renacidos y la luz iba perdiendo el manto triste del
invierno. Como si el fuego hubiera sido un blsamo para
muchas de las dudas y conflictos que planeaban sobre Santa
Maria de Montserrat, los tiempos que siguieron al incendio
supusieron la plena dedicacin a unos objetivos que todos
compartan ms que nunca.
Su prior se multiplicaba ayudando a ultimar la iglesia
de lo que ya denominaban monasterio. La comunidad que
resida en l, unida en su determinacin, no dud ni un solo
instante de la direccin sealada. Mientras tanto, se
esperaba con entusiasmo el otoo, aquella promesa del
abad Oliba de consagrar el nuevo cenobio era un gran hito
que les daba an ms fuerza. Si se quera llegar a esta fecha
con todo realizado la tarea era inmensa, casi sobrehumana.
Pero haba un hecho que llenaba de goce a Dalmau ms que
cualquier otro: nadie estaba dispuesto a renunciar a ello.
Con el abad Guillelmo, el monasterio de Santa Ceclia
se haba cerrado puertas adentro y las agresiones contra la
fundacin de Santa Maria de Montserrat ya se vean como
un mal recuerdo. El pueblo de Guadvachet celebraba la
siempre de este valle y tuve que volver con el rabo entre las
piernas. T no has perdido el rumbo como me ha pasado a
m.
No lo s, Magda, no lo s. A veces pienso que
habra debido dejar volar a Ramon.
No le pusiste ningn cuchillo en el cuello! Fue l
quien...
Esther la hizo callar con una caricia y tom la palabra.
El humo que desprenda la olla haba ido espesando el aire
de la estancia.
Si quieres que te diga la verdad, an no s por qu
se ha quedado conmigo. Desde que mataron a su padre no
ha vuelto a ser el mismo. Pensaba que se le pasara con el
tiempo, quera creer que yo le hara olvidar todo lo que lo
atormenta. Pero sus aflicciones no vienen solo de la
muerte de su padre, estoy convencida.
La hermana mayor no respondi. Se haba propuesto
escucharla, pero no poda evitar la alarma que le producan
sus palabras. Ella tambin se haba dado cuenta. Algo no
marchaba, Ramon nunca comparta sus pensamientos. De
alguna manera, Magda se reconoca en sus silencios.
Ya ves que no he sabido cmo hacerlo. Vivimos
juntos, pero su corazn no late con el mo. A veces lo oigo
hablar en sueos, tanto llora como llama a su madre y,
cuando se despierta, dice que no se acuerda de nada.
Querrs decir que llama a su padre.
2
El prior discuta con Anton sobre una donacin que se
haba planteado recientemente cuando el hermano Robert
entr en la estancia. Aquel hombre de tintas y pergaminos
se vea demudado; como otras veces en que los nervios lo
asaltaban, le costaba articular las palabras. Dalmau entendi
que lo reclamaba al scriptorium y se quera oponer, pero el
sudor que perlaba su frente lo acab de convencer.
As sea concluy enfadado. Pero no os
marchis, Anton. Volver en seguida.
El prior poda haber visto que el hermano Maties
estaba en un extremo del claustro, acompaando a un chico
desconocido, pero la donacin de aquella casa de campo a
mucha distancia de Montserrat lo pona en un compromiso
que no saba cmo resolver. Segua los pasos de Robert,
con el deseo de que aquella urgencia no le ocupara
demasiado tiempo.
E l scriptorium haba mejorado mucho durante los
ltimos meses. Bajo la supervisin del hermano Andreu,
las troneras se haban hecho ms grandes para aprovechar la
luz natural, y los bancos de trabajo ya no eran taburetes
inestables. Por otro lado, la llegada del hermano Ricard no
haba sido de gran ayuda. A pesar de los propsitos del abad
Oliba de enviar a un iluminador capaz de impulsar el oficio
para la doctrina.
Ya lo veo. Dalmau le dio unas cuantas vueltas en
las manos y, sin prestarle especial atencin, se lo devolvi
. De dnde lo habis sacado? No lo haba visto antes.
No, no, permitidme.
Robert cogi el libro, pero a continuacin lo hoje
delante de sus ojos hasta llegar a una de las pginas
interiores. Sin sorprenderse de cmo cambiaba el rostro de
Dalmau, busc otra. Despus lo deposit de nuevo en las
manos del prior.
Pero... Esta capitular es extraordinaria! Es eso lo
que me queris decir? Y la iluminacin de esta otra
pgina... No es normal encontrar un trabajo as en un
simple glosario! Haca tiempo que no contemplaba nada
semejante! De dnde lo habis sacado? Basta de
adivinanzas.
No os alteris. La respuesta no es sencilla. Ha
venido un chico con el libro en las manos; alguien le haba
dicho que se lo compraramos, pero, claro, yo he
comenzado a hacer preguntas...
Y... dnde est ese chico? Lo habis dejado
marchar?
Acabis de pasar muy cerca de l. Le he pedido al
hermano Maties que lo retuviera hasta saber vuestra
opinin. Yo creo que lo ha robado, pero el chico asegura
que el ejemplar no proviene de Santa Ceclia. No se me
como tributo.
Su palidez pareca corroborar aquellas palabras. El
prior se dijo que ni tan solo un ladrn mereca pasar
hambre y se dirigi al hermano Robert, que no se haba
movido de su lado, para que fuera a buscar un pan y un poco
de queso. El monje obedeci, pero no sin esbozar una
mueca.
Escchame bien. No quiero hacerte dao, pero me
gustara devolver este libro a su propietario. Si me ayudas,
puedes quedarte una temporada con nosotros; a los obreros
les vendra bien un ayudante. Por cierto, an no me has
dicho tu nombre.
Aquel nio se lo pensaba, pero Dalmau lo tena cada
vez ms claro, solo era un chiquillo y adems estaba
alarmado y famlico. Despus de un rato en que pareca
sopesar las opciones, se decidi a responder, pero iba poco
a poco y el prior se impacientaba.
Soy de Marganell. Somos un pueblo con muy pocos
habitantes, no demasiado lejos de Guadvachet. Mis padres
murieron, ya os lo he dicho. Toda la culpa es del viejo Set.
Se llev al hijo del carpintero, mi nico amigo, y yo
pensaba... bueno, ya lo sabe... pensaba si correra algn
peligro, dado que se trata de un hombre esquivo y poco
amable...
El hermano Robert se haba propuesto que el chico
acabara de hablar, pero este, en cuanto vio que llevaba la
interrumpi el soldado.
Ya veo que esta no es una visita de cortesa dijo
Ramon, dejando el hacha en el suelo y cruzndose de
brazos.
No pienses que para m es fcil. Aunque no te lo
creas, te aprecio. Tu padre era un hombre al que admiraba
mucho.
Ramon suspir y apret con fuerza las mandbulas,
aquel prembulo solo poda traer malas noticias.
Pon de Balsareny, seor de Manresa...
Bien que s quin es Pon de Balsareny!
interrumpi al esbirro.
De acuerdo, ir al grano! Me ha ordenado que te
dijera exactamente esto: Si antes de la vendimia no has
hecho honor a tu palabra, otro cuello tierno llorar bajo el
acero de una espada. Pero, esta vez, no habr perdn.
Tresdedos se volvi dejando al hombre temblando de
arriba abajo. Ni recordar las palabras de su padre
explicndole su propia historia le haba producido tanto
horror. Aquella amenaza iba contra su hijo! El nio an no
nacido sera sacrificado en recuerdo de un episodio
antiguo, aquella muerte de la que l mismo se haba librado,
milagrosamente, muchos aos atrs!
La rabia apareci de nuevo en su rostro, hasta no haca
mucho sereno y esperanzado. Se dirigi a un olivo viejo y
le clav el hacha con toda la fuerza de que era capaz. Una y
3
Ciudad de Manresa
Pon de Balsareny, a pesar de que los aos
comenzaban a pesarle, se obstinaba en ir cada semana al
mercado para cuidar sus intereses. Con el tiempo haba
conseguido que una buena parte de los campesinos de
Manresa le rindiera tributo a cambio de su proteccin. La
condicin de bastardo nunca haba sido un impedimento,
considerando los peligros que amenazaban el condado. Las
incursiones llevadas a cabo por los rabes en Manresa en
1003 an perduraban en la memoria de los ms viejos.
Ni tan solo el generoso perdn de la condesa
Ermessenda y del abad Oliba, cuando haban decidido
resolver el conflicto del castillo de Sacama dndole a Pon
un cargo en Barcelona, fue suficiente para cambiar su
naturaleza acostumbrada a la lucha. Llevaba mucho tiempo
con un nico proyecto, apoderarse de aquella ciudad de
nobles en decadencia.
Pero ahora se senta viejo, cada vez le costaba ms
subir al caballo, levantarse por la maana, hacer el amor
con las muchachas a las que pagaba esplndidamente sin
que, al fin y al cabo, le procurasen placer.
Tom la calle del Carme saludando a todos los que se
cruzaban en su camino. La mayora de los habitantes de
realmente importante.
Y vuestros planes de un condado independiente, las
ansias de poder que os han movido hasta hace muy poco?
Quitaos de la cabeza esa maldita montaa...
Vaya, vaya! Acaso te trae recuerdos
desagradables?
Por favor, padre!
La hija del seor de Balsareny pariendo un bastardo
en una cueva, como los animales. Si hubiera venido a
buscarte... Pero, mira por dnde, aquel pretendido milagro
nos vino bien. El salvaje se ha hecho mayor y lo tengo bien
cogido!
Ramon! El hijo de Toms? Mi pequeo perdido?
Qu le habis dicho?
No me dirs que ahora se te despierta el instinto
maternal, verdad?
Qu le habis dicho? repiti la mujer con
aspecto serio.
Le he hecho saber que se le ha acabado el tiempo,
que la montaa debe ser ma. Es el imperio sobre el que
deseo reinar! Quiero tener su dominio absoluto, que se me
implore misericordia, ser su nico seor dijo Pon de
Balsareny con ademn altivo.
Eso no est en vuestras manos. El monasterio...
Al demonio el monasterio! interrumpi furioso,
mientras se levantaba como si un resorte lo disparara del
comunidad.
Nada de eso! No me confundo fcilmente. Sabis
que estuve a cargo de la abada de Montecassino en su
mejor poca, que el mismo emperador Enrique me llam a
su corte?
Dalmau comenzaba a pensar que aquel hombre estaba
medio chalado, pero no era el motivo que lo haba llevado
hasta Sant Jaume de Castellbell. Deba tranquilizar a Set y
ms tarde ya indagara si eran verdad sus afirmaciones.
Yo no he venido a molestaros, pero en el
monasterio nos sorprendi la precisin de las capitulares y
algunas de las pequeas iluminaciones que contiene el
glosario.
Claro que os han llamado la atencin! Son
extraordinarias, no es cierto?
Dira que es la obra de un buen artesano y me
gustara conocerlo, si no es un inconveniente para vos. El
trabajo parece muy reciente y no es comn encontrar un
iluminador tan valioso.
Set pareca albergar una profunda desconfianza. Se
hizo la seal de la cruz antes de arrodillarse delante del
altar. El prior hizo lo mismo, sin tenerlas todas consigo.
Aquel hombre no se rendira fcilmente.
Os veo muy interesado, pero Marc es mi ayudante y
no pienso desprenderme de l.
Y si os dijera que podis venir los dos a Santa
libro.
Tena hambre... dijo Dalmau, pero se dio cuenta
de que el viejo ya no lo escuchaba.
4
El casern que Set posea en Marganell estaba en muy
malas condiciones. Tan solo una de las estancias mantena
el techo y la ruina amenazaba todo el conjunto. Pero Llus,
que no haba hablado durante el trayecto al pueblo desde la
capilla, encontr con facilidad un rincn donde instalarse;
sus ronquidos se dejaban or ms all de la casa.
A pesar de que una noche oscura ocupaba el cielo del
valle, Dalmau decidi hacer sus plegarias en el exterior.
Adems, necesitaba unos instantes de soledad, pensar en
aquella jornada tan extraa en sus tareas habituales. Las
sensaciones contradictorias que le provocaba Set se
haban visto aumentadas al acceder a la casa donde trabajaba
con Marc. Ni tan solo en Ripoll haba visto un orden
semejante. Sant Jaume de Castellbell era un pequeo
scriptorium donde cada utensilio tena su lugar, donde las
tareas propias del oficio se llevaban a cabo con gran
dedicacin y pericia. Observ con admiracin a Marc
despus de tener en sus manos las dos biblias que haba
hecho. Ya soaba con poder ofrecer libros semejantes al
abad Oliba.
Solo lo inquietaba que alguna cosa no marchaba del
todo en la pareja que formaban Set y su discpulo; el
exilio voluntario que supona vivir en aquel lugar, las
llamis ambicin...
No lo har. Aunque estarais bien en Santa Maria.
La ilusin alarga la vida y los monjes que la habitamos nos
hemos comprometido a ello; todo es posible an.
Ya veo que no lo entenderis nunca. O quiz s, si
os digo la verdad...
Perdonad, pero tengo que intentarlo lo
interrumpi el prior. Yo tambin tengo mis reglas y creo
firmemente que el talento de Marc no debera perderse.
Lo decidir l. De acuerdo? Y en su momento!
Set lo dijo mientras se levantaba del banco donde se
haban sentado. La conversacin tocaba a su fin, pero l no
pareca enfadado, no obstante el nfasis que puso en las
siguientes palabras:
Es mi hijo, Dalmau! Lo abandon para emprender
una aventura que me sali bien, pero el poco tiempo que
me queda quiero disfrutar de su compaa, sin ninguna
obligacin ms, sin tareas que nos quiten un solo instante.
Dios me bendijo alargando el momento de mi ceguera,
pero apenas he tenido dos aos para ensearle todo lo que
s sobre el oficio. An hay cosas que quiero compartir con
l. Solo as me morir pensando que todo ha valido la pena.
Lo entendis ahora?
Set haba hablado de espaldas al prior, como si le
costara oponerse a su influjo. El prior pens que era loable
aquella oportunidad que buscaba el viejo, haba tenido muy
en soledad.
Ramon adivin la intencin de su movimiento y se
adelant de un salto para coger la espada.
Ya no os tengo miedo. De pequeo, siempre ech
en falta tener un abuelo. Cuando mi padre me confes que
erais vos, procur entender vuestras razones, me cost
mucho reunir todo el odio que hoy me ha trado hasta aqu.
No me hagas rer! exclam el hombre con una
mueca burlona que dejaba a la vista los pocos dientes que le
quedaban en la boca.
Ramon lo mir con asco. Llevaba el pelo enmaraado
y las legaas se le juntaban en las comisuras de los ojos. La
camisola, que le llegaba hasta los pies, se recoga como un
fardo debajo de las manos con las que se protega el vientre
voluminoso. Con cada carcajada haca un movimiento
espasmdico subiendo y bajando alternativamente aquella
bola de grasa.
Red mientras podis! Jur ante la Virgen que
protegera a mi familia y no me echar atrs.
Hablas de esa ramera que tienes en el pueblo? De
esa desgraciada a la que has dejado preada? pregunt
Balsareny entre gorgoteos.
Hablo de mi esposa, de toda la gente a la que habis
envenenado y, tambin... de mi madre.
Tu madre, dices? De verdad todos estos aos te has
credo que... No puedo entender que seas tan estpido! Ya
5
La noticia de la muerte de Ramon plane durante muchos
das sobre el monasterio de Santa Maria de Montserrat. El
prior se preguntaba continuamente si habra podido hacer
algo para evitarla; tal vez mostrarse ms prximo, implicar
a aquel joven en las tareas de construccin de la iglesia.
Procuraba rememorar viejos episodios, encontrar
respuestas que justificaran su extraa manera de proceder.
Dalmau Savars pensaba que el amor que senta por Esther
haba ganado la partida y no haba considerado conveniente
crearle ms dudas ni oponerse a su decisin.
Pero quien ms lo aoraba era Maties. A pesar de que
ya no compartan las tareas del monasterio, recordaba con
cario aquellos momentos. Ramon haba vivido largas
temporadas como si fuera un monje ms y, tan solo por la
tarde, cuando las formas comenzaban a desvanecerse,
regresaba a Guadvachet por el camino de la Media Luna.
El prior se dijo que los recuerdos ya solo importaban
porque a travs suyo podran honrar su memoria. Haba
pasado toda la noche despierto desmenuzando sus
pensamientos y ahora solo tena una salida: llevar a cabo
sus conclusiones. Sin duda, Ramon tena Dios a su vera,
pero l deba ocuparse de los que quedaban, llevar consuelo
a los que lloraban su prdida.
6
Llus, el chiquillo que el prior haba trado de Marganell,
no tena suficientes ojos para mirar todo lo que suceda a
su alrededor. Iba de un lado a otro sin saber cmo poda ser
til o, al menos, procurando no estorbar las tareas que se
desarrollaban en el monasterio.
Unas semanas despus de hacer de aquel cenobio su
casa, an le resultaba extrao que lo llamaran por su
verdadero nombre. Ya no se acordaba de cuando le decan
Llus, y su mote, Perdut, iba siempre acompaado de un
bastonazo.
Deba reconocer que los hombres vestidos de oscuro
no eran, ni de lejos, tan huraos como l pensaba. Es cierto
que no poda hacer todo lo que sola, pero las atenciones
que reciba a cambio eran muy superiores a los sacrificios
y se senta protegido al lado del prior Dalmau.
Pero, aquel domingo de otoo, haba un nuevo
elemento de admiracin en las pupilas de color fango del
chico. A pesar del cansancio acumulado desde haca
muchas jornadas, nadie haba dormido la noche anterior. Se
esforzaban por hacer las tareas encomendadas como si cada
gesto fuera decisivo. Y quiz lo era. La consagracin del
monasterio de Santa Maria de Montserrat tendra lugar
aquel mismo da. La persona que la llevara a cabo sera su
y regalar!
Os puedo ayudar? pregunt como quien pide una
oportunidad.
Cmo le recordaba Llus a l mismo, al jovencito
torpe que haba sido un buen puado de aos atrs! Lo mir
de hito en hito. Pareca que las piernas le llegaran al cuello
y tampoco los brazos eran del todo proporcionados.
De acuerdo. Pero presta mucha atencin. Sgueme!
Juntos volvieron a la iglesia que haban abandonado
poco despus de la plegaria. Las entradas y salidas eran
continuas. Maties con gesto pcaro dijo:
Os he trado un ayudante, hermano Sim.
El monje no se lo poda creer. Estuvo a punto de
mandarlos a paseo. Cmo haba sido capaz de...? Pero, al
ver la sonrisa de oreja a oreja de aquel chiquillo, no se
atrevi. Despus de encomendarse a Dios para que le diera
paciencia, le hizo una seal con la mano y el chico se
desliz dentro de la estancia.
Llus se sinti importante por primera vez en su vida.
No se le peda que fuera a buscar agua a la fuente, ni
tampoco que recogiera los excrementos de los animales
para preparar el adobe de los campos, ayudara a pintar unas
cruces en las paredes de la iglesia. El solo hecho de
sostener unos boles con los pigmentos, de limpiar los
enseres y formar parte de aquella faena sagrada ya lo haca
feliz.
7
Hicieron falta muchos das y algunas noches para que el
cenobio de la montaa recuperara la paz perdida. Aquellos
acontecimientos haban trastornado a los monjes que,
cuando la Regla se lo permita, solo hablaban del bullicio
vivido durante la santificacin de la iglesia. Sin embargo,
las ofrendas que el abad Oliba haba trado desde Ripoll
eran un verdadero tesoro para su scriptorium.
El hermano Robert no se cansaba de hablar de la
excelencia que albergaba uno de los nuevos manuscritos.
Tiene ms de doscientos folios en pergamino y
rene saberes muy diferentes explic al hermano Sim,
mientras hacan el recorrido que los llevaba al claustro.
Me parece que de muy joven tuve la oportunidad de
verlo, all en Ripoll. Son cuatro libros, verdad?
S. Se llaman De Sole, De Luna, De Natura Rerum
y De Astronomia. Sabios como Isidoro, Plinio o Macrobio
nos muestran sus conocimientos del cielo y del mundo.
Con toda una vida no tendramos suficiente para
profundizar en las enseanzas que contienen!
Ante el inters mostrado por Sim, el hermano Robert
lo llev al scriptorium. Maties estaba preparando tinta y
los recibi con alegra, despus se sum a la
contemplacin de aquellas obras maestras.
el que nos ensea a volar alto, y a ver las cosas con una
mirada ms amplia y elevada, a ser ms libres. Eso nos
permite perdonar y permanecer en paz con uno mismo y
con el mundo que nos rodea, percibir la belleza que existe
por doquier. Si nos acercamos al cielo, encontramos el
sendero que nos lleva hacia la eternidad, all donde el
pasado y el futuro se juntan en el presente, all donde el
tiempo dura para siempre.
Despus de estas palabras la visin que los esperaba
se volvi sublime. La claridad del sol al atardecer ceg los
ojos del monje. La roca horadada que se mostraba delante
de ellos pareca una ventana directa al cielo. A travs de la
grieta de la piedra se colaba un haz de luz. Las dos figuras
permanecieron en silencio, saban que era un momento
nico, irrepetible y, cada uno a su manera, dio gracias a
Dios por aquella visin que les regalaba un instante de
eternidad.
Aquellos primeros tiempos de adviento despus de la
consagracin del monasterio de Santa Maria de Montserrat
se vivieron con especial devocin. El sentimiento de
formar parte de una nueva familia en la fe rezumaba en
todas sus manifestaciones. No hicieron falta demasiadas
palabras para que todos y cada uno de los monjes tomaran
conciencia de que aquel lugar confera un carcter especial
a los que lo habitaban.
La montaa fue cambiando sus voces a medida que los
estricta de su faena.
Las espirales de hierro cubran la madera,
representando el paso, la transicin y la evolucin de todo
el universo.
A pesar de la trascendencia de las conversaciones que
el artesano se vea obligado a escuchar y la aceptacin de
los postulados que predicaba el monje, a menudo las
reflexiones del hermano Sim volvan loco al pobre
herrero.
El pomo debe ser un crculo, de eso no hay ninguna
duda. Es la figura perfecta y, por tanto, debe ser el smbolo
que represente a Dios. Me entendis, verdad?
Me parece que s. De todas maneras, yo sabiendo
que lo queris redondo ya tengo suficiente.
Pero Sim no dejaba pasar ninguna oportunidad. Da
tras da procuraba aleccionarlo...
En el crculo no existe ni fin ni principio; como
pasa con la eternidad, uno de los atributos divinos por
excelencia. Pero sera posible que tuviera tres nudos?
Tres nudos, decs?
Como tres pequeos pomos en la anilla. De esta
manera, las tres unidades vendran a ser las personas de la
Santsima Trinidad. Un smbolo, tambin, del amor a la
familia.
Ver qu puedo hacer! exclam el hombre que
ya comenzaba a perder los nervios.
Tercera parte
El legado
de qu miedo provengo
y a qu miedo camino?
callado y ausente
observo a pjaros miedosos
ir y venir las horas y los silencios.
la calma se columpia en junco de azar
qu dios colg de un hilo minutos y sueos?
Francesc Garriga
LIBRO VI
1046
1
Los das comenzaban a tener la misma duracin que las
noches y Cesc pasaba el tiempo midiendo la velocidad de
las nubes o prestando atencin al viento que circulaba por
el valle. Segn decan, solo el pastor era capaz de escuchar
ese ruido, como el de una serpiente que se deslizara entre
los madroos.
Muy cerca de la casa de Cesc, el hijo de Esther se
levant de golpe y un escalofro recorri su cuerpo
menudo y alegre. Quiz fue la luz que se adivinaba en el
exterior, o un olor largamente esperado, pero Guillem tuvo
la certeza de que la primavera estaba al alcance de la mano
y que, con la llegada del buen tiempo, todo sera diferente.
Haba sido un invierno largo y duro. Los das
expiraban muy temprano y los atardeceres se hacan
eternos con la nica compaa de su madre. Magda, su ta,
se marchaba con la salida del sol y solo haca una escapada
al medioda, el tiempo justo para levantar a Esther, lavarla y
darle algo de comer. Despus, se marchaba de prisa y
corriendo. Haba que aprovechar la luz para ocuparse de las
tierras.
Cuando el mal tiempo no le permita permanecer en el
campo, iba hasta el molino, cerca del ro. A cambio de
ayudar en la molienda le daban unas monedas o un puado
2
Cuando Dalmau Savars descubri la pequea figura detrs
de la ventana del scriptorium frunci el entrecejo. En un
primer momento pens que se trataba de un mendigo y
sali corriendo al exterior para invitar al chiquillo a
ponerse a salvo del aguacero que caa. Solo cuando lo tuvo
delante se dio cuenta de que se trataba de Guillem.
Por el amor de Dios! Qu haces aqu? Entra en
seguida, ests empapado! Cmo se te ocurre salir de casa
en un da como este! exclam el prior de Santa Maria al
mismo tiempo que haca el gesto de sacarse el escapulario
de franela para ponrselo encima.
No! No puedo entrar, si mi ta lo supiera me
matara a bastonazos!
Me parece que ya no hay remedio, chaval. Puedes
escoger entre recibir bastonazos, como t dices, o seguir
aqu acurrucado y helado como un pollo. Me parece que
solo t puedes elegir la manera en que quieres morir dijo
el prior, aguantndose la sonrisa.
Guillem lo mir, temblando, sin saber muy bien qu
hacer. Despus se dej acompaar al interior de la estancia
donde otros monjes estaban entregados a su faena. Durante
un momento el desconcierto fue compartido, pero
mientras uno a uno reanudaban la tarea que los ocupaba, el
3
Magda?
Aquella voz conocida hizo que la mujer enderezara la
espalda y dejara junto al tronco la azada que sostena. Se
sec el sudor con el dorso de la mano y entorn los ojos
para escrutar la silueta que se le aproximaba a contraluz.
Cuando la tuvo cerca, no se lo poda creer...
Sois vos, Rigobert?
Una sonrisa franca fue la respuesta definitiva. Magda,
soltando un suspiro, se le lanz al cuello y l la acogi con
los brazos abiertos. Un viejo olor conocido la llev
muchos aos atrs y una lgrima tibia le resbal por la cara
mezclndose con el polvo.
Solo unos instantes despus, Magda tom conciencia
de que su comportamiento podra ser poco adecuado. Con
torpeza, se disculp mientras le limpiaba de tierra la tnica
azul de tacto exquisito.
No te preocupes. Tanto da! He pasado por tu casa,
el cura me ha dicho que te encontrara aqu.
La mujer desvi la mirada y un rictus de dolor le
contrajo las facciones que momentos antes se mostraban
alegres. Entonces baj la cabeza y se encogi de espaldas,
como si se avergonzara porque Rigobert hubiera
presenciado alguna de las desagradables escenas de Esther.
muy mayor?
Yo no he querido decir eso...
Mira, es cierto que te llevo unos cuantos aos, pero
no te estoy pidiendo nada ms que aceptes mi ayuda. Eso
es todo!
Magda fue relajndose, no estaba acostumbrada a
recibir un trato tan cordial. Poco a poco el tiempo la haba
endurecido, las prisas la llevaban de un lugar a otro sin ms
horizonte que sus propias inquietudes. Ya no recordaba la
ltima vez que un hombre la haba hecho sentir halagada.
Sin pensrselo, de manera puramente instintiva, mir
hacia la montaa. Con un cierto desafo en el gesto,
imagin entre la bruma el reino donde Dalmau Savars
llevaba a trmino su ministerio. Unos instantes ms tarde
aceptaba la invitacin del hombre que tena delante.
Por el camino que llevaba a la casa que Rigobert an
mantena en el pueblo se cruzaron con un par de mujeres
que iban a buscar agua a la Fuente Grande. Magda no fue
capaz de or lo que murmuraban a sus espaldas, pero sigui
con paso firme.
Las horas transcurrieron entre recuerdos del pasado y
relatos de uno y otro.
Aquella noche, antes de irse a dormir, Magda se
cepill el pelo y contempl su propia desnudez.
Ciertamente, no era la misma que serva las mesas en un
tugurio de mala muerte en Barcelona, pero sus pechos an
Me recordis?
La pregunta hizo que el prior se esforzara en hurgar en
su memoria. Haba algo que lo haca conocido, aquella voz
profunda, las escasas palabras. Pero era incapaz de ir ms
all.
Lo siento, pero mi vista comienza a fallar, con esta
luz...
No importa dijo el hombre, acercndose ms.
Soy Marc.
Marc?
S, vos me dijisteis hace aos que tendra un lugar
en el monasterio cuando faltara mi padre...
Sois Marc? El hijo de Set, el iluminador?
Os sorprende?
Muy gratamente, os lo aseguro. Por ms que vuestra
presencia en Santa Maria parece traer una noticia no
demasiado agradable.
Mi padre muri hace dos meses. Marc no pareca
poner demasiada emocin en sus explicaciones, pareca un
hombre fro y poco acostumbrado a relacionarse. Si no
he venido antes ha sido porque estbamos acabando una
Biblia y decid llevar el trabajo hasta el final, haciendo
honor a su memoria.
Una Biblia! Cmo es posible? No dudo de vuestra
pericia, pero...
Con mi padre no solo trabajbamos de sol a sol,
4
Todos los domingos y festividades se multiplicaba el
revuelo en la cocina del monasterio. Quedaba lejos la
cuaresma, con las abstinencias que marcaba la Regla o
comidas frugales que se preparaban en un santiamn.
Ahora, por el contrario, cazuelas y peroles humeaban en
medio de la estancia y el aroma de los manjares se esparca
ms all de los muros.
Aquel espacio codiciado por todos los monjes del
cenobio en los das de fro resultaba incmodo al hermano
Bernat, casi insoportable. Pero nunca sali de sus labios la
ms pequea queja. Como en muchas otras prcticas,
encomendaba al Seor su sacrificio, confiando que la
penitencia sirviera para mitigar sus pecados el da del
juicio final.
Avanzaba el mes de julio y sus arcadas iban en
aumento. Cmo le habra gustado estar en el huerto
cultivando las verduras! Tanto le daba acarrear sacos de
harina, como los hermanos legos, o llevar a trmino las
siempre penosas tareas de limpieza y mantenimiento del
monasterio. Cualquier faena al aire libre habra servido para
ayudarlo a espantar a aquellos demonios que no lo dejaban
vivir.
Tambin envidiaba en secreto a los hombretones
5
Al mismo tiempo que los cnticos se extingui la msica.
Guillem continu atravesando diversas galeras en busca de
aquella luz; era cambiante, como pasa con la sombra de las
nubes cuando recorre un paisaje y oculta la intensidad del
sol. Mientras caminaba por el interior de la montaa, intua
que las leyes deban de ser diferentes de las que regan la
luz al aire libre.
Compartir aquel canto haba menguado sus miedos y
su paso era ms decidido. En seguida lleg a una sala que
no tena nada que ver con las anteriores. Se alegraba de
descubrir el origen de la luz; aquel chorro de intensa
claridad que descenda del techo brillaba como el chorro
de una fuente, pero muchas zonas quedaban en penumbra.
Guillem no encontr fcilmente a su interlocutor. Los
carmbanos de piedra hacan formas extraas, a veces
conectndose entre ellos, reuniendo en una misma columna
las materias que se solidificaban con la cada del agua,
impidiendo la visin completa del centro de la sala. Pas
entre algunas de las formaciones, siempre avanzando hacia
la base de aquel resplandor. El tacto de las piedras le
recordaba las babas de Bruna, suaves y dciles al tiempo
que un poco viscosas. Se frot la mano en su tnica con
gesto de asco, y entonces la msica volvi a escucharse.
entusiasmo.
Pero la bajada resultaba peligrosa hecha de aquella
manera, y ms si no controlabas dnde ponas los pies.
Cesc se cay muchas veces y cada vez se dejaba trozos de
piel en una rama o en las piedras y salientes que
obstaculizaban su carrera. Despus de aquella carrerilla,
lleg a casa de Magda con un aspecto lamentable.
Esther fue la primera en recibirlo. Lo detuvo en la
puerta y puso el dedo en una de sus heridas. Despus se lo
llev a la boca. El sabor de la sangre hizo que estallara a
rer dejando petrificado al pastor. Entonces Guillem
apareci detrs de su madre. Dirigi una amplia sonrisa al
pastor, con lo que quera representar que nadie saba nada
de su aventura. Cesc poda respirar tranquilo. Pero sus
heridas le borraron el gesto.
Qu os ha pasado? exclam Magda, que haba
acudido a tranquilizar a Esther.
Yo... Creo que me he cado y...
Dios mo! Cmo queris ocuparos de mi sobrino
si no sois capaz de ir por la montaa sin haceros dao?
Pasad y os limpiar esos desgarros.
No, no, no es necesario!
El pastor no se lo pens dos veces. Se volvi y
comenz a correr hasta encerrarse en su casa. No entenda
nada de lo que haba pasado con Guillem. Cmo haba
llegado antes que l? Acaso haba encontrado la salida? Y
se lo tragara.
Un par de manzanas, amarillas como el trigo, fueron el
anzuelo escogido. Su fragancia se dejaba sentir desde el
capazo que acababa de traer el hermano Pau y descansaba
junto a la puerta de la cocina. Bernat necesitaba introducir
el veneno sin dejar marcas evidentes en la fruta. Se
tranquiliz al pensar que la oscuridad de la noche sera su
mejor aliado. Pero cmo se desembarazara de las miradas
curiosas? Dnde poda quedar con Lluc si no quera que
nadie los descubriera? El tiempo jugaba en su contra, deba
pensar con rapidez, actuar.
El sol iniciaba su descenso manchando el cielo de
violetas y prpuras cuando la comunidad se reuni de nuevo
para las vsperas. Los temblores, que ni tan solo tuvo que
fingir de tan espantado como estaba, fueron excusa
suficiente para retirarse al dormitorio comunal antes de
cenar. Pero antes se apropi de la patena de plata de la
iglesia. El cliz lo desestim pensando que, por su
volumen, sera ms difcil de disimular si alguien se
cruzaba en su camino. Con mirada furtiva, mir la imagen
de la Virgen que presida el altar y, con lgrimas en los
ojos, pronunci unas breves palabras mientras se haca la
seal de la cruz sobre el pecho.
Os la devolver. Tened piedad de este pecador que
no ha sabido serviros...
Como si huyera del mismo diablo, desapareci del
6
La presencia de Rigobert en Guadvachet supuso cambios
importantes en la vida de Magda. El mercader la ayudaba a
menudo en el campo y, con aquel reparto de faenas, no se
senta tan cansada al acabar el da. Tambin mostraba un
gran respeto por Esther, aunque se vea de lejos que no era
capaz de entender su manera de comportarse. Era un
hombre directo y sincero; pero, acostumbrado a vivir bien,
no siempre se haca cargo de las complicaciones ms
comunes, por mucho que se esforzara.
Su relacin con Guillem era distinta, a menudo
contradictoria, pero de esto no tena ninguna culpa. El
chico acept su presencia desde el comienzo, a veces
pareca que le hiciera gracia contar con una figura
masculina en la casa, y Rigobert, de una manera natural,
aprovechaba todo el tiempo posible para estar cerca de
Magda. A pesar de estos avances, cuando Cesc se dejaba
ver el rostro de Guillem se transformaba.
Era obvio que buena parte del tiempo lo pasaba en el
monasterio y el propio pastor haba reconocido que
muchos das lo dejaba temprano con los monjes. Despus
no lo volva a ver hasta que las cabras se cansaban de dar
vueltas por la montaa y Cesc decida que deban
emprender el descenso hacia el pueblo.
7
Necesito que te quedes con Esther hasta que yo regrese!
Magda irrumpi en la casa y, sin decir ni tan solo
buenos das, se plant delante de Dela con estas palabras.
La mujer del herrero se sobresalt; acababa de levantarse y
solo tena una preocupacin, preparar el rancho para las
gallinas. El sol an se ocultaba detrs de las cimas de
Montserrat, haca poco que la noche haba comenzado a
doblegarse y la luz era muy dbil.
Por el amor de Dios, criatura, qu te ha pasado?
Entra, tienes muy mala cara dijo Dela, dejando el perol
que tena en las manos y yendo al encuentro de la recin
llegada.
Pero Magda no pareca dispuesta a compartir su
desasosiego. Con los ojos an enrojecidos, se resista a
acompaar a aquella mujer al interior de la habitacin, que
desprenda un fuerte olor a sudor antiguo.
No lo entiendes, tengo que encontrar a Guillem!
No ha vuelto a casa.
El miedo de Dela a que el nio hubiera podido sufrir
un accidente se fue diluyendo a medida que Magda soltaba,
con cuentagotas, el verdadero motivo de su huida. Nada de
lo que le dijo la mujer del herrero hizo que cambiara de
opinin. Incluso se mostr huraa cuando Dela le apart de
escogido.
Si no me dais otra opcin... Pero permitid que lo
hagamos a mi manera. Os escuchar como vuestro hermano
de cenobio que soy, despus ya decidiremos si hemos de
poner a Dios de por medio.
Dalmau acept con una sonrisa la propuesta de
Maties. Se alejaron en direccin a la iglesia, donde la ligera
penumbra pareca un escenario mejor para las confesiones.
Sin duda, sabis que Magda se marcha del valle. Ha
aceptado convertirse en la mujer de Rigobert, el
comerciante.
Y vos sents que lo haga. Como si hubierais perdido
una oportunidad, quiz.
Vuestro conocimiento de los hombres no es tan
pobre como pregonis, Maties.
Intento estar al da de todo lo que afecta a mi
comunidad, padre prior. S que habis hecho un gran
esfuerzo en este caso, que en el fondo de vuestro corazn
an os estimis aquella otra vida que dejasteis atrs para
haceros monje. Yo nunca he tenido ninguna duda, solo me
recuerdo con el hbito encima.
Y siempre lo habis llevado con una enorme
dignidad, pero no s si es mi caso. La presencia de Guillem
en el cenobio ha hecho aflorar antiguos sentimientos, y os
aseguro que no todos son buenos.
Quiz Guillem llegue a ser un buen monje, pero, de
Libro VII
1053-1054
1
Al apagarse el verano, los das se deslizaban suaves en
Santa Maria de Montserrat. La plegaria de los monjes se
fusionaba con la voz de la naturaleza y se converta en un
himno al recogimiento que todos anhelaban. La luz iba
cambiando y de buena maana una frescura hmeda se
colaba por las narices. Como el terral anima a las hojas a
abandonar el rbol para volver a la tierra, el camino hasta el
adviento tambin invitaba a la reflexin, a rebajar la vanidad
y practicar la modestia. Estos eran los pensamientos que
acompaaban a Dalmau Savars durante sus paseos por el
claustro. Pero haba una cuestin an ms punzante. Haca
meses que haba recibido la noticia de su destitucin como
prior. Desde aquella misiva llegada de Ripoll, no haba
habido ninguna otra. Y ahora meditaba si deba hacerla
pblica, llevarla a captulo, pero antes necesitaba proveerse
de la serenidad suficiente. Aquel estropicio que lo
embargaba era demasiado fuerte y la paz que reclamaba en
sus oraciones no encontraba cobijo donde instalarse.
Se preguntaba qu haba hecho mal, por qu se lo
apartaba de su ministerio despus de tantos aos de
dedicacin absoluta. Pero a pesar de la desazn de sus
pasos al recorrer las cuatro galeras de aquel espacio de
ocio sagrado, no le fue concedida ninguna seal que
apaciguara su dolor.
Se senta solo, y percibi cmo los demonios de la
soberbia se ocultaban bajo cualquier pretexto, despertando
sensaciones extraas y ocultas.
Haba veces en que la intensidad de un momento era
tal que, antes de quedar atrs, comenzabas a aorarla. Y l
tena los das contados como prior de Santa Maria.
Por primera vez, el claustro se transform de paraso
en prisin. Las columnas que sostenan los arcos ya no
dibujaban ventanas al cielo, sino barrotes que lo
encarcelaban. El ahogo tom cuerpo y, de pronto, la
necesidad de salir para poder respirar se hizo inaplazable.
Sin vacilar, Dalmau Savars se dirigi a la enfermera
donde el suprior preparaba unas cataplasmas de col para
hacer ms soportables los dolores del hermano Just. Bajo
el umbral de la puerta detuvo sus propsitos.
En el interior, Anton calentaba las hojas verdes de las
hortalizas, despus las prensaba con conviccin antes de
envolverlas en un trapo. Qu saba l de todo eso? Nunca
haba dispuesto de tiempo para aprender un puado de
cosas que ahora se le revelaban como las verdaderamente
importantes. Conmovido por la pericia y el amor que pona
el monje en cubrir las rodillas de aquel hermano de salud
tan precaria, permaneci inmvil durante unos instantes.
Padre prior! exclam Anton al descubrir su
presencia.
y abandon el claustro.
Delante de la iglesia se hizo la seal de la cruz y
observ de soslayo la patena sobre el altar. Le resultaba
muy difcil desligar aquel objeto sagrado de la trgica
muerte de Bernat. l mismo procuraba que una vela ardiera
da y noche por la salvacin de su alma. Pero nadie poda
imaginar que se reconoca en aquella imagen del hombre
colgado. Se senta en deuda permanente con Dios por
haberle dado una segunda oportunidad; no obstante, a veces
lo viva como un pesado yugo, como quien arrastra una
condena que lo acompaar hasta el final de sus das.
Instintivamente, Dalmau Savars se protegi las manos
debajo del hbito y busc la silueta de las montaas que
todos llamaban Les Magdalenes. Por un instante tuvo la
tentacin de tomar el camino que lo llevara hasta su amigo
Basili. Pero no lo hizo, ni tan solo aquellas aristas
redondeadas obedecieron su grito silencioso. Un mar de
bruma las ocultaba por completo.
Saba que no era una buena idea aventurarse por ellas
y, bien mirado, tampoco se vea con nimos para hacer el
ascenso. El bosque de tejos sera un espacio ms amable;
siempre haba encontrado consuelo entre aquellos gigantes
antiguos capaces de vivir en barrancos y hondonadas de
montaa. Pero este no era el verdadero motivo; al menos,
no era el nico. En el fondo anhelaba visitar el lugar donde
reposaba Asar, quedarse un rato y compartir recuerdos.
2
Ante la reaccin del hermano Anton los monjes de Santa
Maria se retiraron poco a poco, sin que gestos ni
murmullos alterasen ms an los nimos. Dalmau lo
agradeci en silencio mientras observaba el rostro del
nuevo prior. Aquel hombre ni siquiera pareca irritado; se
miraba las uas, sucias y descuidadas, a la vez que sus
labios reflejaban una sonrisa ms prxima al asco que al
enojo.
A pesar de que no haba sabido articular una respuesta
al desafo del suprior, se lo vea muy seguro de ganar
aquella batalla. Dalmau se dijo que era ms peligroso de lo
que aparentaba; era un ser calculador y fro, capaz de
esperar con tranquilidad que pase el cadver de sus
enemigos.
Muy sorprendido por los acontecimientos, sobre todo
por la sed de justicia que vea en su comunidad, sali al
claustro preguntndose cul era el fuego ms inmediato
que deba apagar. Buena parte de lo que estaba pasando era
culpa suya; tena que ver con las malas prcticas de su
ministerio, con cmo, dadas las dificultades para impulsar
el cenobio en aquella soledad de la montaa, haba
otorgado privilegios a sus monjes. Era tan consciente de
ello como que pensaba, al mismo tiempo, en la racin de
3
Al principio, Guillem se haba sentido perdido. La noticia
de una vida futura en el monasterio haba hecho aicos su
existencia rutinaria, aquel eje que haba establecido con
Esther y Magda, por un lado, y Cesc, por otro. A pesar de
que le pareca una propuesta atractiva, lo espantaban
algunas de las normas que regan en Santa Maria.
Pero, con el paso del tiempo, todas aquellas dudas se
haban desvanecido. El prior Dalmau haba prometido a
Magda que no estara obligado a tomar los votos, que sera
su criterio, cuando lo tuviera formado, el que marcara su
paso por el cenobio.
Guillem se dio cuenta muy pronto de que sera capaz
de establecer un fuerte vnculo con algunos monjes; le
atraa la bondad de Maties, el alma un poco transgresora de
Llus, el rigor que siempre rezumaban las palabras de Sim.
Pero quien de verdad despertaba todos sus sentidos era
aquel hombre solitario de las montaas.
Nadie haba puesto obstculos a su amistad con Basili,
y eso le haba permitido establecerse durante largas
temporadas en Les Magdalenes. Incluso el hermano
Andreu, que sin duda aoraba su oficio, los haba ayudado
gustoso a edificar una pequea ermita de piedras y adobe.
Le cost entender que Dalmau Savars fuera sobre
acceder demasiado a l.
De verdad que os parece bien, Basili?
Claro que s! Y t deberas hacer la tuya. Hace
tiempo que me encuentro en paz con Dios y s que queras
visitar Santa Maria.
No tenemos demasiada verdura, y la gallina muri
hace dos semanas. Volver hoy mismo.
Ya me extraaba no verla rondando, pero pensaba
que se haba escapado. Este lugar es duro incluso para las
gallinas, no entiendo cmo puedes soportarlo.
No es cierto, yo me encuentro muy a gusto. Pero es
necesario que os pongis bien; as podremos volver a la
cueva.
Nada me gustara tanto como poder cantar de nuevo
contigo, Guillem, pero me da la impresin de que eso ya no
ser posible.
No...
S, lo s: No lo digis. Mira, Guillem, un viejo
como yo no te puede cortar las alas de esta manera. Te
aseguro que esperar a tu regreso, pero ahora mrchate sin
esperar ms. De paso me informas de cmo est Dalmau;
no entiendo cmo se ha pasado tanto tiempo sin subir. Me
tiene preocupado.
Guillem tambin pensaba que era extrao el olvido en
que los haba dejado Santa Maria. El prior los visitaba a
menudo para hablar con el ermitao y se podan pasar un
Rigobert!
Me alegra de que os sorprenda, eso refuerza mi fe
en vos.
Dalmau se qued en silencio durante unos instantes.
Magda volva a entrar en su vida, a ayudarlo cuando ms se
haban complicado las cosas. Se lo podra agradecer
alguna vez? El padre Pere le puso la mano en la espalda al
darse cuenta de que el monje se haba ido muy lejos. Haca
tiempo que haba bajado de su plpito y hablaban cara a
cara.
S, padre abad!
Pero tendr un problema si quiero devolveros
vuestro priorato. Gausfred de Tolosa proviene de una gran
familia de ms all de los Pirineos y todos lo consideran un
hombre recto y fervoroso.
No, permitidme... Yo no pretendo que me devolvis
el cargo de prior. S que mi tiempo ha pasado, pero hay un
hermano del monasterio que siempre ha esperado este
momento, y tiene todas las cualidades que vos buscabais en
Gausfred. Yo solo quiero vivir el resto de mis aos desde
la obediencia a la Regla.
No dejaris de sorprenderme, Dalmau! Quin es
este hombre que merece ser prior tanto como predicis!
El hermano Sim. l tambin es un amante de las
Escrituras y ser capaz de dotar al monasterio de unas
normas justas que acomoden la Regla a las difciles
4
En el transcurso de aquella noche muy prxima al adviento,
Guillem no pudo pegar ojo. La pas expectante por la
respiracin cada vez ms dbil de Basili. Tampoco era
capaz de expulsar los fantasmas surgidos durante su visita
al monasterio. Qu extrao motivo llev a la destitucin
de Dalmau Savars? Por qu el nuevo prior lo trataba
como si fuera un apestado? Qu se haba hecho de Llus?
Muchas preguntas lo asaltaban sin tregua y no llegaba
ninguna respuesta para tranquilizar su nimo.
Un escalofro lo hizo estremecer. Saba que no lo
provocaba el fro, pero instintivamente se levant para
atizar el fuego que arda al fondo de la estancia. Ausente,
removi las brasas y las centellas respondieron saltando
con alegra. Por un instante el joven tambin viaj con ellas
hasta un tiempo gozoso, cuando la montaa era un mundo
entero por descubrir. Entonces, para ser feliz solo haba
que saltar de piedra en piedra, perseguir un conejo o ayudar
a Bruna a recoger el ganado. Ms tarde, a ltima hora,
hacer un buen ramo de tomillo y llevarlo a casa.
El gesto de Guillem se congel con el recuerdo de su
madre. Haca tanto que no la vea!
Maldita enfermedad! exclam a media voz,
mientras un tronco aplastaba aquellas chispas y las devolva
a la mansedumbre de la ceniza.
Qu te pasa, Guillem?
La voz profunda del ermitao lo interrog desde el
jergn.
Perdonad. Lo siento mucho, de verdad. Os he
despertado?
No te preocupes, estimado Guillem. Tengo toda la
eternidad para dormir. En Santa Maria pasa algo que no me
has explicado, verdad?
No lo s con seguridad. Me han dicho que el padre
Dalmau est en Ripoll para tratar unos asuntos de gran
importancia, pero no tardar...
Le dirs que ha sido una buena compaa? Que all
arriba seguiremos con nuestros paseos y...
Eso ni lo pensis, Basili. En seguida se lo podris
decir vos mismo.
El ermitao sonri con dulzura. El joven trataba de
convencerlo, pero defenda con poca destreza esa
posibilidad.
Estimado Guillem, podra pedirte un ltimo favor?
El que queris! exclam mientras se arrodillaba
a su lado.
Quisiera que me ayudaras a llegar a la cueva, a
nuestra cueva. Recuerdas el primer encuentro?
Claro que lo recuerdo, por ms aos que pasen no
podr olvidarlo! Era solo un mocoso y me costaba creerlo.
meloda.
Mientras la msica viajaba entre los carmbanos de
piedra, su llanto acompa el ltimo suspiro de Basili.
Estaba de nuevo a las puertas del monasterio de Santa
Maria de Montserrat. Pero le costaba creer, y solo tena
una certeza, la sensacin de haber envejecido diez aos en
aquel viaje. A pesar de las ropas de abrigo y las provisiones
que le haba dado el abad Pere, la dureza de los caminos
nevados no guardaba parangn con ningn otro momento de
su vida. Si no hubiera sido por el documento entregado por
el abad Guillem, que le haba permitido descansar a
menudo en sagrado, habra enfermado.
Sin darse cuenta, movindose por aquel espacio
familiar, lo nico que reconoca como propio, se encontr
en las cocinas. Junto al fuego se enter de una feliz
circunstancia... La casualidad haba hecho que el intruso del
nuevo prior se encontrara en Manresa, donde quera
estrechar lazos con los benedictinos de la ciudad. El calor
de los fogones y el vaso de leche de cabra que Llus puso
en sus manos lo reconfort, pero la alegra de ver de nuevo
a sus compaeros de cenobio superaba con creces
cualquier percepcin fsica.
Dalmau encaj manos y abraz cuerpos como pocas
veces se haba dado en el monasterio. Todos los monjes
hacan corro a su alrededor, y pareca que era la hora de
contar historias. En verdad, era lo que esperaban aquellos
5
Desde las primeras campanadas que anunciaban los rezos
de la prima, la montaa de Montserrat guardaba silencio.
Poco ms tarde, Dalmau Savars se escabulla entre las
encinas que el paso del tiempo haba ido regenerando. An
llevaba dentro el fro soportado durante el viaje a Ripoll y
la ascensin era lenta, mientras la fatiga apareca en su
pecho. Sus pasos no parecan corresponder a los del mismo
hombre que se haba marchado de Santa Maria, apenas dos
meses antes.
No saba por qu, pero el silencio de la montaa no
era un buen augurio. Su intencin de subir a Les
Magdalenes en cuanto se haba enterado del estado en que
se encontraba Basili, haba sido cortada por los
compaeros de cenobio. Ahora lamentaba su flaqueza y, a
pesar de todos los inconvenientes que provenan de su
cuerpo, emprendi la subida con decisin.
El corazn le lata en las sienes, el fro le enrojeca la
nariz y un escozor incmodo le enturbiaba la vista. Pero
nada lo detendra. Cuanto ms avanzaba, ms urgencia tena
de llegar. El viento retumbaba entre las rocas y llamaba a la
desdicha. Aquel clamor era tan claro que deba cubrirse las
orejas si no quera angustiarse pensando que quiz llegara
tarde. Demasiado tarde, como en tantas otras ocasiones.
6
Guillem no tena ninguna intencin de bajar a Santa Maria y
el antiguo soldado decidi quedarse con l hasta el da
siguiente. Sin embargo, se haba hecho tarde. El camino
que bajaba a Les Magdalenes, por mucho que en los
ltimos aos se usaba con ms frecuencia que antes de la
llegada de los monjes, cuando solo los pastores o algn
ermitao se aventuraban por l, an presentaba tramos
difciles.
A pesar de que la oscuridad invada el lugar y el viento
que se escuchaba por doquier no aconsejaba encender una
vela, los dos hombres se quedaron despiertos buena parte
de la noche. Dalmau apenas intua la silueta del chico, pero
no le era necesario aquel contacto visual para saber que no
haba ningn otro lugar en el mundo en que su presencia
fuera tan necesaria.
Contadme cosas de mi padre dijo Guillem
mientras tanteaba para ponerle en las manos un trozo de
queso que le haba trado un pastor das atrs.
Qu quieres saber?
En el pueblo dicen que era un hombre extrao, que
con el paso de los aos se haba vuelto solitario...
Tu padre no soport el peso de su pasado, Guillem.
Y vos? Segn me haba explicado Magda, tampoco
del cielo.
Entonces record el hydraulis. Los afanes de su
maestro por dotar el sonido de transparencia y profundidad
mientras le explicaba que aquel invento no haba sido
utilizado solo para hacer msica, sino especialmente para
uso militar, para dar la alerta y transmitir mensajes a
distancia.
Algunos lo empleaban para curar haba aadido
ms tarde Basili, al darse cuenta del desencanto que
reflejaba la mirada de Guillem.
En aquella poca era demasiado pequeo para
entenderlo, pero ahora la verdad se le revelaba difana.
Cualquier moneda alberga dos caras. El hydraulis era capaz
de hacer msica, curar o llamar a la guerra.
Lo ms importante no era decidir si tomaba el camino
del cenobio o se aislaba en una cueva, pens mientras la
sombra del ocaso lo acoga. Delante de l, la silueta de
Montserrat haca de madriguera al sol poniente. Se le haca
extrao aquel recorte salvaje de roca emergiendo del
vientre de la Tierra o, tal vez, de las profundidades del mar.
Parece un dragn dormido dijo en voz baja.
Imagin que aquella figura tena un propsito. Quiz
ponernos en alerta, o elevar la msica que hacen los
hombres hasta un espacio ms all de las nubes mientras la
bruma juega a trenzar mensajes para todos aquellos que se
atreven a descifrarlos.
7
Julio de 1054
La serenidad que haba invadido Santa Maria a raz de
la toma de posesin del nuevo prior sorprendi a Dalmau
durante mucho tiempo. Como si de golpe y porrazo lo que
haban estado construyendo adquiriera un sentido que todos
entendan, las estaciones se alternaban sin grandes sustos y
las premisas de trabajo y oracin guiaban a los habitantes
del cenobio. No era poco en aquellos momentos, cuando,
tal como haba predicho el abad Oliba, la tendencia era
clausurar el espacio sagrado, a la vez que se intervena
menos en los asuntos mundanos.
Si bien las circunstancias hacan ms intensa la paz
que se viva en el monasterio, tambin daban tiempo al
hermano Dalmau para hacer un balance de su vida que no
siempre encontraba satisfactorio.
Las noches eran su principal enemigo. Cuando no
ayudaba en las tareas del campo, ni se le permita meter
baza a lo que se coca en el scriptorium; olvidado por el
hermano Anton, demasiado ocupado en interpretar los
designios del nuevo prior, Dalmau pasaba horas meditando
en el claustro o en el jergn. Tanto era as que sus vigilias
comenzaban a preocuparle.
Alguien haba dicho que pensamientos semejantes,
Nota de la autora
La sensacin que con ms fuerza me llega al poner punto
final a la escritura de una novela tiene mucho que ver con el
final de un viaje. Alguna cosa parecida a haber conseguido
alcanzar la cima y, ya sin fatiga, mirar a lo lejos con cierta
satisfaccin. Entonces, una mezcla de nostalgia y felicidad
me lleva a rememorar el trayecto que durante tantos das y
tantas noches me ha hecho vivir dentro de la historia que ha
ocupado mis sueos.
En este paseo por una poca tan lejana como el siglo
xi me han acompaado rostros, gestos, manos... que han
sido fundamentales en mi singladura, el armazn que me ha
permitido ir construyendo la novela. Permitidme, pues, que
haga pblico mi ms sincero agradecimiento a algunos de
los compaeros de viaje que han enriquecido la experiencia
de escribir este libro.
Deca Borges que hay que ponerse a buscar por la
alegra de la misma bsqueda, no tanto por el hecho de
encontrar. Fue con este espritu que tuvieron lugar los
paseos por la montaa de Montserrat con los amigos Josep
Maria Llorach y Montserrat Joan Papasseit. l, bilogo y
autor, entre otros, de uno de los libros ms completos que
se han escrito sobre el espacio que me interesaba, El Parc
Natural de Montserrat (Valls, Cossetnia, 2009); ella,
estudiosa y comprometida con la naturaleza y las maneras
Table of Contents
COIA VALLS
Prlogo
Primera parte
LIBRO I
1
2
3
4
5
6
7
LIBRO II
1
2
3
4
5
6
7
LIBRO III
1
2
3
4
5
6
7
LIBRO IV
1
2
3
4
5
6
7
LIBRO V
1
2
3
4
5
6
7
Tercera parte
LIBRO VI
1
2
3
4
5
6
7
Libro VII
1
2
3
4
5
6
7
Nota de la autora
Table of Contents
COIA VALLS
Prlogo
Primera parte
LIBRO I
1
2
3
4
5
6
7
LIBRO II
1
2
3
4
5
6
7
LIBRO III
1
2
3
4
5
6
7
LIBRO IV
1
2
3
4
5
6
7
LIBRO V
1
2
3
4
5
6
7
Tercera parte
LIBRO VI
1
2
3
4
5
6
7
Libro VII
1
2
3
4
5
6
7
Nota de la autora