Las Torres Del Cielo

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A principios del siglo XI, la montaa de Montserrat es


un macizo rocoso con ermitas aisladas. All viven todos
aquellos que huyen del mundo buscando la paz o la
redencin. El monasterio de Santa Cecilia da refugio
espiritual a los pocos que se atreven a adentrarse en el
paisaje.
En el ao 1025, el abad Oliba toma una decisin que
trastoca el orden establecido: un pequeo grupo de monjes
se instala en una de las ermitas con la misin de sentar las
bases del monasterio de Santa Maria de Montserrat. Entre
ellos se encuentra Dalmau Savars, ex soldado del conde
Berenguer Ramon I, que se debate entre dos futuros
excluyentes: la espiritualidad transformadora del eremita
Basili contra el poder mundano de la Iglesia.
Coia Valls recrea con su magistral minuciosidad un
episodio fundamental de nuestra historia. Todo un
homenaje a la montaa de Montserrat y al mar que ocup
este territorio mgico en el despertar de los tiempos.

COIA VALLS

Las torres del cielo

Traduccin de
Juan Carlos Gentile Vitale

Ediciones B, S.A.

Ttulo Original: Torres del cel


Traductor: Gentile Vitale, Juan Carlos
Autor: Valls, Coia
2013, Ediciones B, S.A.
Coleccin: Histrica
ISBN: 9788466652773
Generado con: QualityEbook v0.63

A Montserrat, mi hermana.
La mejor herencia que me
podan dejar mis padres.

En este lugar y en el da de hoy, se abre una poca en la


historia del mundo y podemos decir que hemos asistido a
su origen.
Johann Wolfgang von Goethe
El mundo existe para llegar a un libro.
Stphane Mallarm

Prlogo
Monasterio de Ripoll, 1025
Podra haber parecido que incluso las sombras
dorman en el monasterio, pero una luz trmula
acompaaba los pasos del ltimo monje a travs del
dormitorio comunal. La claridad de la vela perfilaba su
rostro dotndolo de un aspecto inquietante; las facciones
eran fuertes y decididas, pero demasiado a menudo lucan
una sonrisa amarga que les restaba contundencia. Por el
contrario, el hbito, debajo del cual se ocultaba un cuerpo
musculado y an joven, se dilua en la oscuridad de la
estancia. Los hombres que yacan alineados y cubiertos en
aquella sala se haban retirado con el mismo respeto. As lo
exiga la Regla.
Como si la llama guardara en la memoria el trayecto a
recorrer, al llegar al lado del jergn exhal el ltimo
suspiro. El monje se dej caer a tientas. La vela de guardia,
que siempre permaneca encendida, quedaba lejos del lugar
que meses atrs le haban asignado, el ltimo rincn del
dormitorio. El silencio sepulcral solo se vea alterado por
el roce de las ropas contra los cuerpos de sus compaeros
de cenobio. El calor de julio ya reinaba en la estancia y
soportar la vasta arpillera sobre la piel era una dura
penitencia. Pero no haba ms remedio. Si no dorman

vestidos, no era posible estar siempre a punto y, siempre


que se daba la seal, los monjes tenan la obligacin de
levantarse sin ms dilacin y anticiparse los unos a los
otros para llegar puntuales al oficio divino.
El monje se deca que era el primer verano, que
tendra tiempo de acostumbrarse, dado que su decisin era
muy firme, pero los sueos de otros tiempos le volvan a la
memoria, cuando entre batalla y batalla se estiraba desnudo
sobre la hierba fresca a la orilla de los ros o sobre la paja
de los corrales. Y, adems, estaba aquel ruido que lo
acongojaba. La respiracin de algunos hermanos llenaba de
bufidos el dormitorio mientras lo engulla el agujero negro
de sus recuerdos.
Pero aquella noche la vela de guardia se apag despus
de una danza melanclica. El monje contempl cmo se
desvaneca la ltima centella y un intenso aroma a cera
qued suspendido por unos instantes hasta que el aire
nocturno que entraba por la tronera lo condujo a su rincn.
Aquel humo dulce y caliente lo oblig a frotarse la nariz
con desesperacin.
El hermano que se ocupaba de mantener viva la vela de
guardia deba de estar an ocupado por la visita de los
condes, y la Regla deca que la luz deba permanecer
encendida hasta la madrugada. Por unos instantes dud
sobre cul era su obligacin. Deba cruzar toda la estancia
para volver a encenderla, pero un grave inconveniente lo

disuadi de hacerlo. No tena fuego, ya que todas las velas


dependan de la principal. Encontr muy aventurado y
contrario a las normas dirigirse a la iglesia para
conseguirlo.
Le costaba convivir con todas aquellas reglas, con
personas que, al renunciar a la vida terrenal, parecan
abdicar de lo que haban sido. Pero, al mismo tiempo, lo
necesitaba. Cmo lo necesitaba! Deba reconocer que la
decisin de tomar los hbitos haba aportado tranquilidad a
su vida. O solo se trataba de un refugio, como el ave que
oculta la cabeza debajo del ala y permanece inmvil ante su
destino?
El sueo, adems, estaba muy cerca, relajaba sus
msculos siempre tensos, lo transportaba hasta territorios
que ya no le pertenecan, que quiz no volvera a pisar.
El monje se lav las manos en el surtidor y a
continuacin se sent a la sombra del claustro. Le agradaba
observar las formas de los capiteles y haba adquirido la
costumbre de reflexionar a partir de las sensaciones que le
transmitan. Pero, a veces, la piedra le devolva imgenes
hirientes, monstruos incomprensibles, rostros que lo
hacan estremecer.
A pesar de su actitud de plegaria, buscando la pureza
que anidaba en su corazn, procuraba mantener los brazos
separados del cuerpo para aprovechar la frescura an
percibible en aquella hora de la maana.

Mientras tanto, algunos de sus hermanos se paseaban


inquietos. El abad haba dado la orden de cerrar
provisionalmente una parte del claustro para el uso privado
de los condes, y los dems hermanos no podan dejar solo
al monje intruso, tal como hacan siempre que se les
presentaba la ocasin.
Uno de ellos, el padre prior, se le acerc con
indiferencia, aunque traa un mensaje del abad...
... os reclama en sus estancias y, adems, sin
demora.
No hay ningn motivo por el que me demore ms de
lo necesario.
El padre prior arrug la frente, pero no respondi a
unas palabras que consideraba impropias de la regla de
obediencia.
No he venido a hacer mi voluntad, sino la de Aquel
que me ha enviado aqu... dijo el prior en un murmullo,
recordando las palabras de Cristo.
El abad era responsable de aquella incorporacin
extraa al monasterio y l no era nadie para criticar sus
motivos. Al menos esta era la posicin que mantena entre
los hermanos.
Con la intencin de no saltarse el mandato atravesando
el claustro por la zona reservada a los condes, el monje
subi al piso superior para dirigirse a las estancias del abad.
No haba tenido ocasin de verlo demasiado, salvo en los

momentos de liturgia, y quizs era el momento de


plantearle sus dudas sobre la decisin de entrar en la orden
de los benedictinos. De los tres indicios que san Benito
haba tomado prestados de san Basilio, poner celo en el
oficio divino, en la obediencia y en las humillaciones,
cumpla bien los dos primeros, pero el tercero le
provocaba siempre una rebelin interna que le haca bullir
el orgullo.
Pero imaginaba la respuesta. Deba ser ms constante
en sus plegarias, esperar a que su alma se abriera a Dios.
Solo entonces podran hablar de ello.
Antes de llamar a la puerta, el monje vio a la condesa
apoyada en una columna. A pesar de su edad, mientras se
expona al primer sol cerrando los ojos, encontr an el
rastro de su belleza.
El abad lo esperaba sentado delante de una mesa llena
de pergaminos y papeles escritos. Su semblante no
auguraba un dilogo entre dos antiguos amigos.
Pasad, padre. Tengo una misin para vos!
Una misin? Qu queris decir? pregunt el
monje; aquellas palabras le recordaban el lenguaje de otra
poca; toda la paz que haba sentido rezando en el claustro
se desvaneci de golpe.
Quiero decir que nuestro Seor ha pensado en vos
para una misin ms importante que permanecer en este
monasterio.

Pero no era eso lo que habamos acordado! Debo


quedarme en el monasterio, purgar mis pecados. Tengo
que hacerlo as, tal como me indicasteis!
Al monje le salan las palabras de los labios como si
fueran una splica. Solo delante de aquella figura que
consideraba su padre y maestro, el nio que habitaba en l
se permita asomarse al exterior sin pesar. Ni el juez ms
severo habra encontrado ningn rastro de desafo o de
insolencia. Tampoco iban dirigidas nicamente al abad.
Necesitaba aferrarse con uas y dientes a lo que
consideraba el nico atajo posible para sobrevivir.
Lo s, pero ya no sois la misma persona a la que
conoc aos atrs, ni la que hace meses se arrastr hasta el
monasterio. Pensis que no me doy cuenta de las
dificultades que tenis para relacionaros con los otros
monjes?
No me lo han puesto nada fcil! respondi el
monje mascando las palabras, aunque me pas cinco das
en la puerta del monasterio soportando las afrentas y ya me
han ledo tres veces la Regla...
La arrogancia es vuestra fuerza dijo con enojo el
abad mientras enrollaba el pergamino que estaba
consultando, pero no pensis que os hago un reproche,
ahora no. Se puede servir a Dios de muchas maneras, y el
lugar donde os enviar ayudar a calmar vuestra alma
convulsa, os lo aseguro. Adems de que vuestro carcter

nos puede ser tambin muy til.


No entiendo qu me estis proponiendo!
Pero lo entenderis en seguida. Sentaos y
hablemos, habis de saber que no os pedir nada que no
est en vuestras manos.
A qu manos se refera el abad? Se preguntaba el
monje mientras bajaba lentamente la mirada y las observaba
como si no le pertenecieran. An conservaban su fortaleza;
de hecho, a muchos hermanos de la comunidad podra
vencerlos con un solo dedo.
La visita de los condes de Barcelona no ha sido
casual. Hace tiempo que les haba pedido que solucionaran
un antiguo conflicto comenz el abad a la vez que
ensayaba su pose ms convincente. Y vos tenis un papel
muy importante que jugar, un papel que satisfar vuestras
expectativas...
El monje se dej caer en la silla que le ofrecan.
Cuntas veces hara falta volver a comenzar? Por qu lo
pona de nuevo a prueba? Recoger las migajas del antiguo
orgullo y redibujarse era arriesgado, como una rfaga de
aire que revive el fuego aparentemente extinguido.
Sus ansias de aventura permanecan intactas y su
situacin en el monasterio se volva ms comprometida
cada da que pasaba...

Primera parte
Los orgenes

Ciertos lugares quieren decirnos algo,


o algo dijeron que no hubiramos debido perder.
Jorge Luis Borges

LIBRO I

1025

1
Antiguo condado de Manresa, 1025
Los tres monjes dejaron la proteccin de la umbra.
Seguan el trazado que conduca desde la ciudad de
Manresa, pero haban pasado la noche en un atajo, entre los
cuatro muros de una casa abandonada. El ruido de la lluvia
haba acompaado sus sueos, agitados por el cansancio de
tantas jornadas de viaje. Las mulas llevaban los hatos
cruzados sobre el lomo, y detrs se sentaban los jinetes,
separados solo por una manta de la piel caliente del animal,
pero Asar, el nico caballo de la expedicin, iba ensillado
y libre de cargas. El hombre alto y de ojos claros que lo
montaba haba dispuesto cruzadas sobre el pecho sus
escasas pertenencias.
Al amanecer el cielo distaba mucho de ser sereno,
pero la claridad ya permita descubrir el valle en toda su
extensin. Muy al fondo, una lengua de ro se ocultaba en
el centro, entre los rboles. La humedad era tan intensa que
escalofros repentinos recorran los cuerpos de los
hombres. Mientras tanto, la niebla se haba instalado sobre
la otra orilla, como si fuera la pared de un enorme castillo
que les cerraba el paso.
El caballo encabezaba la marcha y haba adoptado un
ritmo cansino. Se dira que tambin l quera ser partcipe

de los pequeos descubrimientos, pero el jinete tir de las


riendas con violencia. El animal no se sorprendi, haba
compartido demasiadas guerras dentro y fuera del campo
de batalla para desconocer el talante impulsivo y exigente
que aquel hombre albergaba dentro de su corazn.
Al darse cuenta del gesto repentino del monje que los
preceda, los otros dos hermanos, an medio dormidos
sobre sus mulas, lo imitaron de inmediato. La obediencia
prestada al superior era equivalente a la prestada a Dios. Y
era l, Dalmau Savars, quien comandaba la santa misin
que los haba llevado tan lejos de su monasterio. Deba
tener en cuenta la seguridad del grupo, regir aquella vida
nueva que, hasta el presente, solo les haba ofrecido das de
incertidumbre en su recorrido desde Ripoll.
Se haban encomendado a la plegaria de todos los
hermanos y del abad y esperaban que la oracin final del
oficio divino se hiciera en su memoria. Ellos no olvidaban
las horas prescritas a pesar de haber perdido de vista la
rutina y la seguridad del monasterio.
Maties, el hermano lego, se estremeci delante del
perfil ptreo que descollaba en la cima de la pared de
niebla. Saba que los compaeros de viaje se reiran de su
ocurrencia y no comparti la impresin de dragn dormido
que le transmita la visin de la montaa. Lleno de
inquietud, recorri con los ojos desorbitados las rocas que
se levantaban entre hilachas blancas, haciendo aicos el

paisaje dcil de campos de cultivo y pequeos cerros que


haban transitado desde Manresa.
Eso... es... Es nuestro destino? dijo, mientras el
labio inferior colgaba de su rostro como si estuviera a
punto de caer.
S, Maties, s. Eso es la montaa de Montserrat,
qu esperabas? respondi a media voz el hermano Sim.
Pero... insisti el monje sin parpadear.
Dios proveer, Maties, Dios proveer! intervino
de nuevo en su intento de tranquilizarlo, aun sabiendo que
sera estril; nadie otorgaba demasiadas luces a aquel
jovencito atolondrado, pero de espritu servicial.
Sin mirar atrs, ajeno a la conversacin de sus
compaeros de viaje, Dalmau Savars inspir
profundamente. Las dificultades haban presidido su vida;
poco importaran, pues, las trampas que le pusiera la
naturaleza, por mucho que la visin de la niebla invitara a
pensar en una pesadilla. Con rostro severo, como quien se
dispone a librar la batalla definitiva despus de medir las
fuerzas del adversario, golpe el vientre del animal para
que reanudara la marcha.
Haba tenido la misma ocurrencia que Maties. Un
dragn majestuoso que los desafiaba, eso era la montaa.
Por unos instantes, imagin que las ancas de Asar eran las
de aquel dragn que emerga de la niebla con intenciones
malignas. Pero la fuerza de un soldado consista en

continuar la lucha, pasara lo que pasase a su alrededor, y la


de un monje obedecer a sus superiores y no pecar de
arrogancia.
La voz del hermano Sim rompi aquellas
preocupaciones.
Quizs el Seor nos ha querido ofrecer la montaa
de Sin! Nuestro sacrificio ser a mayor gloria de su casa...
No dudo de que sabis ms que nadie de las
Sagradas Escrituras, hermano, pero me parece una
afirmacin osada respondi Dalmau, quien ya haba
recibido otras muestras durante el viaje de un saber que
rayaba en la desmesura.
Mientras recordaba el verdor de los valles altos y
plcidos o el ruido del agua que, despus del deshielo,
bajaba por las vertientes de las montaas, Dalmau pensaba
que deba avanzar mucho en la prctica del silencio. La
rebelda haba presidido la primera parte de su vida, pero
chocaba frontalmente con las enseanzas que, cargado de
paciencia, haba intentado transmitirle el abad Oliba.
Responder a las reflexiones de Sim contravena la
Regla cuando deca que hablar y ensear corresponda al
maestro. Pero siempre le pareca que las interpretaciones
del sabio monje iban un punto ms all de lo que un ser
humano poda asumir.
Algunas leguas ms tarde, llegado el momento de
despedirse del ro que les haba hecho de gua, el jinete

detuvo otra vez la expedicin. El Llobregat seguira su


curso surcando tierras ms dciles hasta verter en el mar,
pero el destino de los viajeros estaba cerca, aunque pudiera
parecer muy ilusorio. Despus de los caminos difciles que
los haban llevado desde Ripoll, comprobaron aliviados que
la escasa profundidad de las aguas les permita atravesar el
curso sin problemas.
Antes de dar aquel paso se detuvieron para comer algo
de pan y queso a la sombra de unos pinos. Sim ya estaba
dispuesto para leer algn pasaje de los salmos. Todos
haban encontrado adecuado que fuera l el encargado de
las lecturas durante el viaje, pero esta vez Dalmau tendi la
mano para pedirle el libro.
Lo har yo! dijo mientras Sim le pasaba el
opsculo entre sorprendido y enfurruado.
Maties se qued quieto, a la escucha; con la punta de
los dedos tocaba el queso que les haban dado en Manresa,
pero no se atreva a sacarlo del hato.
Como ciervo sediento en busca de un ro, as, Dios
mo, te busco a ti. Tengo sed de Dios, del Dios de la vida.
Cundo volver a presentarme ante Dios?
Era la hora sexta y las tres figuras se quedaron
sentadas en silencio junto al ro. El murmullo de sus aguas
invitaba al reposo. El monje lego, ms delgado y joven, no
pareca tan fatigado como el hermano Sim, que procuraba
disimular una mueca de dolor. Al bajar de la mula siempre

se protega los riones con las manos en el intento de


enderezarse.
Haca rato que Dalmau vigilaba con atencin la torre
de guardia, una construccin circular erigida en un pequeo
cerro. El antiguo soldado esperaba los primeros problemas,
pero confiaba en los documentos que le haba dado el abad
Oliba, el salvoconducto de los tres hacia una vida nueva.
Nos ir bien un descanso dijo Dalmau para
distraerse de la vigilancia y apiadndose de Sim, un
hombre al que l nunca habra elegido para llevar a trmino
aquella empresa, los animales tambin han hecho un gran
esfuerzo y nos espera una etapa muy dura. Comed y
preparaos. Yo, si no os molesta, me retirar un rato.
Nadie atendi a sus palabras. Bastante tenan con
reconocer aquellas partes de su cuerpo que parecan
quedarse cada jornada a lomos de las mulas. Aunque
estaban acostumbrados al trabajo diario, solo haban tenido
ocasin de descansar como corresponda en Manresa, una
miel huidiza para sus espaldas molidas. Dudaron mucho si
guardaban un pequeo trozo de queso para Dalmau, pero
Sim se impuso con un gesto a la voracidad de Maties.
Ajeno a aquella disputa mundana, el antiguo soldado
disfrutaba de sus instantes de soledad. Le costaba asumir la
responsabilidad de un encargo tan ambicioso. Pareca una
burla del destino que hubiera sido el escogido, ms an
cuando no se trataba de un hecho de armas sino, tal como le

haba asegurado su amigo Oliba, de una conquista


espiritual. Malhumorado y con una congoja que le lata en
las sienes, dio salida al desnimo que lo consuma.
No s cules son tus propsitos con mi humilde
persona, Seor! exclam cuando estaba bastante lejos
para que nadie lo oyera. No puedo entender los motivos
por los que me has negado, por segunda vez, formar parte
de una familia...
Al decir estas palabras, la voz del monje se quebr. De
buen grado habra roto a llorar, se habra puesto a gritar
para expulsar la violencia de las imgenes que lo asaltaban.
Solo lo detena el miedo a ser descubierto. El orgullo, y
tambin la santa obediencia, lo obligaban a tragar saliva, a
apretar los dientes en previsin de cualquier exabrupto. En
otros tiempos habra blandido su espada contra todo
aquello que se le pusiera delante, pero esta era una manera
de proceder que quera desterrar de su vida. Cuando su
mano derecha palp parte de la gruesa cicatriz que le
rodeaba el cuello, cada msculo del hombre se fue
disolviendo hasta perder todas las aristas, como un bloque
de hielo expuesto al calor del medioda.
El sol avanzaba con lentitud, pero ya se mostraba cruel
con los viajeros. El roce del viento contra las hojas y las
sombras movedizas que el astro dibujaba en el suelo le
provocaron un estado ms sereno. A su alrededor, los
pjaros hacan viajes a ras del agua en busca de alimento.

El monje se haba retirado cerca de una encina.


Pareca tan perdida como l en medio de los pinos, y
repos su mano sobre la corteza. Era spera, como sus
pensamientos.
No quera sentirse rechazado, quera imaginar cmo
corra la savia dentro de su tronco. Se plant delante y le
pidi permiso en silencio, despus la abraz hasta fundirse
con aquella criatura de Dios. Haba visto cmo lo haca un
pastor de sus montaas y, desde entonces, lo haba
considerado una forma de comunin, como pasar a formar
parte de la naturaleza. Quiz su amigo, el abad, lo habra
considerado una hereja.
Mientras dejaba que la corteza lo llenara de la paz tibia
que desprenda, se mantuvo con el cuerpo pegado al rbol.
El viento comenzaba a soplar en las cimas de Montserrat,
pero sus ojos cerrados no podan percibir cmo la niebla
se iba disipando y dejaba al descubierto sus extraas
formas.
De golpe lo asalt una sensacin desconocida, como
si una piel invisible borrara los contornos de los dos seres.
Su corazn sonri, incluso cuando se hicieron presentes
aquellas imgenes que tanto dao le hacan. Ahora, por
unos instantes, poda acogerlas sin dolor.
Cuando abri de nuevo los ojos, un petirrojo cantaba
muy cerca de l.

2
Es sorprendente el rumor del ro, a pesar de su placidez!
exclam el hermano Sim mientras esperaban el regreso
de Dalmau Savars.
Hace mucho que no sals del monasterio?
Por qu lo dices, Maties? Se lo vea enojado y,
cuando era as, tena la costumbre de tratar al monje joven
sin demasiada consideracin. Bien, quizs unos veinte
aos. Ingres muy joven.
No os molestis. Lo digo porque el rumor que os
no solo proviene de las aguas. Muy cerca de aqu, cauce
abajo, debe de haber un molino.
Cmo puedes estar tan seguro?
Mis padres tenan uno y acuda toda la gente de los
alrededores. Por desgracia, el ro se qued seco y la gente
acab buscando otras tierras ms frtiles.
Por eso tus padres decidieron que entraras a
formar parte de la Iglesia?
No es tan sencillo. El monje joven baj la
mirada; no lo haca a menudo, pens el hermano Sim.
Y entonces...?
Murieron cuando tena catorce aos y mi to dijo
que no poda alimentar ms bocas. Por suerte, conoca al
abad Oliba y le pidi que me aceptara en el monasterio...

Dalmau Savars interrumpi la conversacin al


acercarse de nuevo a la ribera, dejando al hermano Sim
con las ganas de saber cmo continuaba la historia de
Maties. El antiguo soldado pidi con insistencia que
marcharan pronto, y los monjes obedecieron pensando que
an deban descubrir el camino hacia el monasterio de
Santa Ceclia; al menos, aquella era la ruta que les haba
trazado el abad de Ripoll. Poco sospechaban que por la
cabeza de Dalmau pasaban otras ideas que excluan el
contacto con la comunidad benedictina de Montserrat.
Seguan un plano rudimentario que solo indicaba la
probable situacin de las ermitas en la montaa. Pero
debajo del pergamino haba un nombre: Guadvachet, sin
ms explicaciones. Los tres hombres cruzaron el ro y los
temores de Dalmau se hicieron presentes. Un grupo se
acercaba a caballo y en seguida les cerr el paso.
Sois los monjes que vienen de Ripoll?
Cmo lo sabis? respondi pronto Dalmau, que
no esperaba que conocieran su procedencia.
El hombre levant la mano derecha dejando al
descubierto la falta de dos dedos y despus rio, provocando
la hilaridad exagerada de los que lo acompaaban. Con la
misma mano, seal la torre de guardia.
Hay nueve como esta, de aqu a Manresa. Hace
tiempo que sabemos de vuestra llegada y tenemos rdenes
de guiaros hasta Santa Ceclia.

Os agradecemos mucho la intencin, pero la nica


gua que aceptamos es la de nuestro Seor, por tanto no
ser necesario.
Los hombres se miraron sorprendidos, y tambin los
monjes que viajaban con Dalmau Savars. Pero las palabras
sonaron tan firmes y decididas que el jefe del pelotn
orden que les abrieran paso. Maties advirti con claridad
una mueca de insolencia, pero no dijo nada hasta que los
dejaron atrs.
Por qu habis rechazado la proteccin que nos
ofrecan? Tendremos que encontrar el camino, solos, y
quiz se nos har de noche.
Ya tenemos proteccin, Maties. Dios est con
nosotros! Adems, no pasaremos por Santa Ceclia.
El abad Oliba nos dio unas rdenes muy claras
respondi de inmediato el hermano Sim.
Es muy cierto, pero tambin dijo que yo sera
vuestro gua y que me deberais obediencia. Ahora,
esperadme mientras hablo con aquel pastor.
Dalmau se acerc a una casa de madera donde un
joven arreaba las ovejas. Los dos monjes ni tan solo
miraron cmo se alejaba, pero enfilaron sus monturas en
direccin al cobertizo y las mulas se fueron acercando en
busca de sombra. Despus de la respuesta que haba
recibido, el hermano Sim se haba abocado a la lectura de
los salmos y pareca recitarlos con la esperanza de que las

palabras les mostrasen el camino de la montaa.


La figura del pastor conduca al rebao hasta un
cercado prximo y el perro que guiaba las ovejas se acerc
con curiosidad al recin llegado. El animal oli las
sandalias del monje, pero pronto oy un silbido y volvi
obedeciendo al lado de su amo.
No os preocupis por Melsa, ladra mucho pero
nunca ha mordido a nadie. Hace bien su trabajo, aunque no
est acostumbrada a encontrarse con extraos.
Que Dios sea contigo, joven dijo Dalmau. Un
nombre curioso, Melsa!
Cuando era pequea solo coma melsa, como los
gatos, y le qued este nombre.
El padre Dalmau esboz una sonrisa antes de
interrogarlo sobre lo que le interesaba.
Esta aldea, si no me equivoco, debe de ser
Guadvachet.
No os equivocis, no. Caray, qu caballo ms
elegante! Imagino que os dirigs al monasterio de Santa
Ceclia, verdad? Lo digo por el hbito que vests aadi
el chico al ver que el monje frunca el entrecejo.
No exactamente. Vers, nosotros venimos de
Ripoll... Tenemos la intencin de quedarnos en la montaa.
En la montaa? Con estos animales que trais?
Quiero decir... a vivir all? pregunt, incrdulo.
Dalmau confirm las dudas del chico con un leve

movimiento de cabeza. Los otros dos monjes permanecan


a la espera, a poca distancia, para seguir la conversacin,
pero Maties intentaba descubrir qu ocultaba aquella
actitud de extraeza del pastor, que gesticulaba
desmesuradamente. Al final el antiguo soldado intervino
con cautela.
Sabemos que esta montaa no est despoblada. En
las ermitas...
En las ermitas solo hay unos cuantos locos, con
perdn. La montaa es para las cabras salvajes. Adems,
dicen cosas... El chico no fue capaz de poner ms
palabras a todas aquellas historias que se explicaban sobre
un lugar tan singular.
No pasa nada, la gente habla de lo que no conoce, ya
se sabe. Pero t seguro que sabras indicarnos el camino
para llegar a alguna de ellas.
No es difcil dijo el chico despus de pensrselo
un poco. Si continuis por este mismo sendero,
encontraris un atajo a la izquierda, es el nico que hay de
aqu a Santa Ceclia. Pero el caballo no podr seguirlo,
aunque las mulas quiz s...
Te sorprenderas de los caminos que ha transitado
Asar!
S, claro. Ya lo entiendo. Cada uno debe honrar su
camino, eso es lo que dice mi madre. Id, id...
El joven se volvi seguido de su perra. Lo hizo como

si de pronto le hubiera entrado la prisa, como quien huye de


alguien que no est en sus cabales.
Dalmau pensaba que tena razn, que habran podido
resguardarse en el monasterio de Santa Ceclia, quiz
compartir con los hermanos benedictinos las oraciones de
vsperas y hacer noche a cubierto. Aquella comunidad no se
poda negar a acogerlos. Pero tena la certeza de que su
presencia no sera grata, que no era una buena manera de
comenzar su misin. No quera correr riesgos y ahora las
palabras del joven le haban herido el amor propio.
Haremos el resto del camino a pie anunci al
reunirse de nuevo con sus compaeros de viaje.
Seguiremos la senda que me han indicado, pero no ser
fcil.
No era su intencin, pero las palabras sonaron como
si los convocara a un exilio forzado. No se le ocurri nada
para recomponer una sentencia que ya pesaba sobre los
nimos del pequeo grupo.
Cuando haban salvado un fuerte desnivel, una de las
mulas perdi parte de su carga. El jabal que cruz el
camino espant al animal, con las dos patas levantadas
pareca fuera de control. Pero el susto no tuvo
consecuencias graves; el balance de prdidas se cerraba
con un saco de trigo estropeado, que Maties intentaba
recuperar con las manos, y una olla de fango hecha
pedazos.

Asar no entenda la dureza de aquel atajo. Sus patas


resbalaban sobre las piedras pequeas de los mrgenes. El
joven monje seal un pequeo molino que se alimentaba
del agua del ro y tambin una casa ms grande que pareca
una iglesia. Pero el hermano Sim tena bastante con seguir
el sendero y Dalmau susurraba al odo a su caballo para
tranquilizarlo.
Los tres pensaron en algn momento de aquel
recorrido que no llegaran a destino, pero Maties iba ms
all y su nico pensamiento era que las bestias no
resistiran mucho las condiciones de la montaa. Los
caminos apenas eran senderos, el suelo estaba lleno de
piedras y races que a menudo suponan una trampa
insalvable, las pendientes y los barrancos no ofrecan
ningn resquicio por donde pudiera transitar un animal
acostumbrado a recorridos ms benignos.
Eso, se dijo el joven monje mientras se frotaba el
tobillo que se haba torcido, si ellos mismos eran capaces
de soportarlo.
1 Actualmente, Monistrol de Montserrat.

3
La pequea comitiva vislumbr las humildes paredes de la
ermita al lmite de sus fuerzas. Las casas de Guadvachet
casi haban desaparecido entre el paisaje; la atalaya apenas
era una construccin ms que, desde las alturas, poda tener
muchas interpretaciones. Pero el ro an estaba
omnipresente, brillaba con los reflejos del ltimo sol y
marcaba el camino que los haba llevado hasta la montaa.
El ascenso se haba vuelto mucho ms duro de lo que
pensaban cuando decidieron no seguir el camino del ngel,
el habitual para ir al monasterio de Santa Ceclia, desde
donde se poda tomar una senda ms cmoda hasta Santa
Maria. Las mulas, ms acostumbradas a las tareas de
transporte y cultivo, resoplaban mostrando su cansancio,
pero Asar se dej caer al suelo cerca de unas matas de
retama. Dalmau pensaba que ya no era tan joven, que el
tiempo pasado en los establos de Ripoll haba calmado su
espritu combativo.
Preocupado, lo acariciaba como si le pidiera perdn
por arrastrarlo a un exilio que no mereca, a un final ajeno a
la gloria a la que solo l haba renunciado. El animal lo
miraba sin el rencor tan extendido entre los humanos y esto
debilitaba an ms el nimo del antiguo soldado.
Aguanta, compaero, ya hemos llegado. Me oyes?

Ya hemos llegado! No puedes dejarme ahora, eres todo lo


que me queda... le susurr apenas se asegur de que no
lo escuchaban sus compaeros de viaje.
Inmediatamente despus, con la cabeza gacha, pidi
perdn por su pecado. Se esforzaba por seguir la regla de
san Benito y esta no les permita tener nada en propiedad.
Estaba escrito que nadie deba decirlo ni tener nada como
suyo. Solo Dios saba cmo se esforzaba para ser un buen
monje, para practicar la obediencia y la humildad. Pero
demasiado a menudo caa prisionero de sus propias
contradicciones. Exigir al abad Oliba que le devolviera su
caballo para aceptar el encargo haba sido una muestra ms
del orgullo que an arrastraba.
Dalmau haba reflexionado mucho durante el viaje
sobre la misin que le haba confiado su amigo. Siempre
llegaba a la misma conclusin. Resultaba del todo
incomprensible que le pusiera una prueba semejante. Si ni
tan solo crea estar preparado para administrar su propia
vida, si se haba entregado a las reglas de otros para
encontrar su camino, cmo podra gobernar un
monasterio?
Como si el cielo quisiera dar tregua a los
pensamientos que lo mortificaban, Asar relinch mientras
se levantaba para avanzar resuelto hasta un charco de agua
que la mano del hombre haba excavado en el suelo. Muy
cerca haba unos troncos apilados al abrigo de un pequeo

muro y las cenizas de una hoguera reciente parecan indicar


alguna presencia humana en aquel sitio.
Si el Seor nos ha guiado con su sabidura, esta
debe de ser la ermita de Santa Maria. El abad Oliba deca
que era la ms prxima al valle y la que ocupaba un sitio
ms adecuado para fundar nuestro monasterio.
El hermano Sim y el monje lego escucharon aquellas
palabras en silencio. Mirando el terreno pedregoso que los
rodeaba, donde solo creca el romero, el tomillo y la
heptica, ninguno de los dos habra dicho que era bueno
para nada, pero les complaci el nimo alegre que pareca
haberse apoderado de Dalmau y le siguieron la corriente,
quiz porque tambin necesitaban creer en ello.
Maties us la tela de uno de los hatos para limpiar el
sudor que empapaba a los animales, pero solo consigui
una mezcla con el polvo y la tierra que se haba pegado a
sus cuerpos durante la ascensin.
No hemos trado un cepillo y necesitaremos mucha
agua si queremos ayudarlos dijo el joven monje, afligido
. Dnde pensbamos que venamos?
Aquella pregunta, ms una reflexin en voz alta que
otra cosa, hizo dao a sus compaeros, sobre todo a
Dalmau, que se senta responsable. Maties, lejos de esperar
respuesta, se retir hasta la puerta de la ermita con la
intencin de descargar las mulas. Sim dej por unos
instantes su libro de salmos para ayudarlo a disponer los

vveres en el interior de la capilla. Pero cualquiera que lo


conociese bien saba que aquellos versculos continuaban
sonando en su cabeza.
Era una construccin pobre de sillares irregulares,
solo la tronera en forma de cruz y la espadaa sobre la
fachada principal indicaban que era un lugar sagrado.
Maties toc las paredes y la mano le qued impregnada de
una arena arcillosa.
Al entrar, los dos monjes comprobaron que los
indicios de vida parecan prximos en el tiempo, a pesar de
que los escasos vveres y la sequedad de los mendrugos
invitaban a pensar que el lugar estaba abandonado. Pero el
olor era intenso, agrio y profundo; era casi imposible
quedarse all mucho rato.
Antes de que Sim tuviera tiempo de descubrir el
lecho que se extenda oculto entre otros trastos al fondo de
la pequea iglesia, surgi una figura de la nada.
Por el amor de Dios! Quin sois? Me habis
espantado! exclam el hermano Sim, retrocediendo un
paso.
El hombre era de baja estatura y las barbas blancas le
llegaban por debajo del ombligo, cubriendo un poco la piel
curtida y sucia. Un taparrabos era su nica vestimenta. Se
podra decir que incluso su venerable barba permaneci
inmutable delante de la presencia de Sim. Dalmau y
Maties se acercaron para saber a qu venan aquellos gritos.

Que la paz del Seor sea con vos dijo el antiguo


soldado cuando se recuper de la sorpresa. Somos
monjes benedictinos y venimos de Ripoll. Nos enva el
abad Oliba con una misin de suma importancia para la
Santa Iglesia...
Dalmau Savars interrumpi de golpe sus
explicaciones. Su sensacin era que aquel personaje no
entenda nada de lo que le deca. Detrs de unos ojos
pequeos, de un azul casi cristalino, pareca anidar la
locura. O tal vez, reflexion al entender la soledad que lo
rodeaba, solo haba perdido la costumbre de relacionarse
con los hombres. Algunas vidas de santos que se haban
retirado al desierto hablaban de seres que, a pesar de su
santidad, se sentan incapaces de vivir de nuevo en
comunidad.
No tengis miedo de nosotros. No queremos
echaros, de ninguna manera, y reconocemos el combate
solitario que libris aqu arriba aadi el monje mientras
con las manos procuraba acompaar las palabras con
movimientos plcidos que infundieran confianza a la
criatura inmvil.
Lo invitaron a salir al exterior, donde el antiguo
soldado prob diversas estrategias. Pero poco rato despus
una sola certeza se impona. La mirada del extrao no luca
ninguna sombra de temor. Continuaba sin hablar, pero sus
manos acariciaban el cuello del caballo, que lo dejaba hacer

como si se tratara de un viejo conocido.


Dalmau Savars sonri satisfecho. No haba nada que
temer, nadie poda engaar a Asar. Delante de aquel noble
animal, ni poder, ni riquezas, ni ninguna asechanza mundana
tenan validez.
Bajo las directrices de Dalmau Savars, se fue
configurando un espacio sagrado. Poco a poco, el sitio
inhspito que percibieron a la llegada se iba volviendo ms
amable para todos. El nico que pareca no darse cuenta era
el ermitao, en apariencia ajeno a todo lo que suceda a su
alrededor. Nunca aceptaba las comidas frugales que
comparta el pequeo grupo, ni tampoco los cnticos o la
recitacin de los salmos. Dalmau entenda que, para l, los
tres hombres con los que comparta la capilla eran unos
intrusos y, en todo caso, merecan la misma desconfianza
que le mostraban.
Nadie acertaba a descubrir cundo ni cmo se
alimentaba, aunque por su aspecto se poda adivinar que
aquel saco de piel y huesos necesitaba muy poca cosa. A
menudo desapareca sin dejar rastro y volva a su rincn de
la misma manera. Dalmau percibi que despertaba la
curiosidad del hermano Maties, como si le procurara una
secreta admiracin que al joven monje le resultaba muy
difcil ocultar.
Nada que ver con el desasosiego que la fantasmal
figura provocaba en el nimo del hermano Sim. Aquella

presencia que se mova con seguridad por la capilla lo


perturbaba y, como si se tratara de una influencia maligna,
cada vez que se lo cruzaba haca la seal de la cruz a
escondidas en el intento de protegerse de un peligro al que,
a pesar de que se lo pidieran, no habra podido poner
palabras.
Mientras tanto, los das pasaban sin grandes cambios y
los oficios marcaban las horas como en cualquier
comunidad benedictina. Los tres hombres se distribuyeron
las tareas ms urgentes: acondicionar la ermita para poder
dormir los cuatro, buscar agua y comida. Pasaban los das
entre rezos y trabajo, los pilares necesarios para no caer en
la ociosidad.

4
No era tarea fcil domesticar el trozo de tierra que el ms
joven de los nuevos habitantes de la montaa se obstinaba
en convertir en un huerto, donde plantar las semillas que
haban transportado desde Ripoll. Bajo la mirada de Sim y
mientras Dalmau inspeccionaba los alrededores, siempre
seguido a poca distancia por el ermitao, el esforzado
monje no se cansaba de desbrozar el terreno, desenterrar
piedras y amontonarlas cerca, en el intento de hacer un
lecho blando y fecundo para el cultivo.
Cuando ms abstrados estaban en aquella faena, un
rumor de voces lejanas los oblig a enderezarse. Se
miraron un momento, como si en el gesto buscasen la
seguridad de compartir una misma certidumbre. Despus,
concentraron toda su atencin en el lugar de donde
provena el murmullo.
Alabado sea Dios! exclam el hermano Maties.
Con gesto impaciente, se sec el sudor utilizando el
escapulario que llevaba durante las horas dedicadas al
trabajo manual. Despus, nervioso, se volvi a su
compaero.
Deja la azada y ve a buscar al padre Dalmau! Dile
que vaya a la ermita. Yo me adelantar. Espabila! dijo el
hermano Sim ante la actitud incrdula del joven y la

proximidad de los dos visitantes, los cuales, an con los


hbitos arremangados, sorteaban el ltimo tramo que los
separaba de la pequea edificacin.
Poco despus, quiz por primera vez, se sintieron
verdaderamente hermanados por una causa comn.
Olvidaron sus diferencias y, sin ningn acuerdo previo, se
alinearon delante de la puerta de Santa Maria. Como si en
secreto hubieran ensayado la puesta en escena de un
acontecimiento que antes o despus deba llegar, ninguno
de los tres monjes sali al encuentro de los recin
llegados.
Que el Seor sea con vosotros, hermanos! dijo
Dalmau cuando los tuvo al alcance de la mano.
Sin dejar de examinarlos, el antiguo soldado les
ofreci agua con gesto amable.
En l confiamos respondi el monje ms alto, de
piel extremadamente blanca, enrojecida por el esfuerzo de
salvar la distancia que los separaba del monasterio vecino
con el sol en su punto ms lgido.
No hubo ningn contacto entre las manos fuertes de
Dalmau y aquellas ms lechosas del monje desconocido.
La vasija de barro ni tan solo roz los hbitos de uno ni del
otro al aceptar la ofrenda. Se estudiaron en silencio unos
instantes. Entonces, el monje ms regordete y calvo dej
en el suelo el pequeo hato que llevaba a las espaldas y
tom la palabra...

Nos enva el abad, el padre Bonfill. De hecho,


esperbamos vuestra llegada; el abad Oliba nos lo hizo
saber. Habis recorrido un largo camino y os habamos
preparado alojamiento. Os creamos an en Manresa!
Agradecemos de corazn vuestra hospitalidad,
hermano...
Bernat, me llaman Bernat, y el monje que me
acompaa es el hermano Anton dijo, mirando al
personaje alto que se haba desentendido de la
conversacin y se esforzaba por registrar todo lo que poda
abarcar su vista.
Una vez hechas las presentaciones de una y otra parte,
Dalmau prosigui...
Como podis comprobar, y de hecho vuestro
compaero ya lo ha hecho, no ser necesario. Ya era tarde
cuando dejamos atrs Guadvachet y no queramos causar
ninguna molestia a la comunidad. Tiempo tendremos para
hacer esta visita, aqu arriba hay tanta faena! exclam el
antiguo soldado, deseando llevar la conversacin hacia un
tema menos trascendente.
Entonces... Es cierto que habis venido para
quedaros? Quiero decir, aqu, en la ermita... aadi el
monje observando el sitio con una mueca de menosprecio.
As ser, si esta es la voluntad de Dios concluy
Dalmau con gravedad desconocida.
A continuacin, despus del gesto solemne que

llevaba das ensayando, desenroll el pergamino que el


abad Oliba les haba entregado y lo mostr sin permitir que
lo tocaran. En la parte inferior del documento, las rbricas
de la condesa Ermessenda y de Berenguer Ramon I daban
fe de que todas las ermitas de la montaa de Montserrat
pasaban a manos del monasterio de Ripoll. Pero, esto no
era todo, tambin el monasterio de Santa Ceclia quedaba
bajo su jurisdiccin.
Los dos monjes empalidecieron al leer el ltimo
prrafo.
No tenamos estas noticias. Informaremos a
nuestro abad dijo el monje calvo, visiblemente
contrariado.
Sin cruzar ms palabras se volvieron deshaciendo el
camino que los haba llevado hasta Santa Maria.
Hermano Bernat! Os olvidis el hato! exclam
Maties haciendo el gesto de acercrselo.
Era para el bueno de Basili. Decidle que en Santa
Ceclia siempre ser bien recibido respondi el monje
sin detener la marcha, como si desaparecer de aquel paraje
fuera cosa de vida o muerte.
Basili, decs? Mira por donde lo nico que hemos
conseguido sacar en claro de este encuentro es el nombre
del ermitao coment el joven Maties en tono
resignado.
Nadie nos haba dicho que la misin fuera fcil o

estuviera exenta de dificultades, hermanos. Y, ahora,


volvamos a la faena!
Despus de pronunciar estas palabras, Dalmau Savars
guard el pergamino bajo el hbito y, dando una palmada en
los hombros de Maties, recogi el hato, desapareciendo en
el interior de la ermita de Santa Maria.
Pero no se qued demasiado. Atndose las faldas con
un cordel y sujetndose bien las sandalias, borde la
ermita. Al da siguiente de llegar haba descubierto una
vereda escarpada que llevaba a una pequea explanada desde
donde se vislumbraba el valle. Era un espacio que lo
ayudaba a respirar, como una balconada al mundo que
haban dejado atrs.
Aquel pensamiento lo sacudi. Tal vez consideraba la
opcin de oponerse a la soledad que la montaa le exiga?
Quizs, en el fondo de su corazn, el miedo a que los
precipicios feroces de la cima lo engulleran era lo que lo
llevaba hasta aquel escondite?
Las casas dispersas de Guadvachet se distinguan con
dificultad y los campos de trigo o de via se diferenciaban
por el color de las manchas que salpicaban el paisaje.
Mientras las rocas abultadas le guardaban la espalda,
recorri sus perfiles redondeados que parecan enfilarse
hacia el cielo.
Quiz la montaa sea la puerta de entrada, un
estadio intermedio entre el hombre y Dios, tal vez l podr

encontrarme... musit, levantando la barbilla tanto como


le fue posible.
Al atardecer, despus de rezar las completas, Dalmau
Savars no se retir al abrigo de la ermita donde sus
compaeros se entregaban a un reparador descanso. La
Regla obligaba al silencio a partir de aquel momento y, en
estricta observancia, ni el hermano Maties ni el hermano
Sim dijeron nada al ver cmo el monje atravesaba la
puerta.
Una brisa suave entre los rboles pona msica al
recorrido de la luna que cada da luchaba con las cimas para
presentarse a su cita. El astro se dibujaba tmidamente en
un cielo descolorido, como un lienzo despus de muchos
lavados. Los contornos se perfilaban a contraluz, pesados
como la humedad que poco a poco iba penetrando en sus
huesos.
El canto del autillo le produjo escalofros. El calor de
los brazos de su hijo rodendole el cuello, espantado por
aquel sonido nocturno que lo haba precedido todo y que
ahora quera desterrar, siempre acompaaba la cancin del
tierno pjaro. Tanto daba dnde se encontrara o con quin.
No! No se poda entregar a los recuerdos, no era el
mejor momento para resucitar el pasado. Necesitaba
mantener la cabeza fra. Quera corresponder a la confianza
con que el abad Oliba lo haba distinguido. Se lo deba, por
ms que aquel destino en la montaa viniera a cambiar de

pronto las bases de su acuerdo.


Ahora pensaba que siempre estara en deuda con el
hombre que lo haba sacado del agujero ms oscuro, que lo
haba desatado del infierno en que se haba convertido su
vida. La luz celeste se apiadaba de l durante las horas de
sol, pero al conciliar el sueo siempre resurgan los
fantasmas. Volvan los gritos, los llantos, la inevitable
certeza de que su mundo se acababa, que se haba acabado
para l, de hecho, mucho tiempo atrs.
Todo esto pasaba a veces a travs de pequeas
muestras de inocencia. Como en aquel instante, de la mano
del canto del autillo.

5
Cuando los monjes se levantaron al amanecer para alabar a
Dios con los rezos de la prima, el ermitao, de manera
inusual, segua formando parte de aquel bulto de ropas. Una
vez finalizadas las oraciones, Maties fue de puntillas hasta
su lecho y su inmovilidad lo alert. No era fcil saber si la
respiracin acompaaba a aquel cuerpo flaco, como
tampoco lo era distinguir el rostro del hombre entre el
cabello enmaraado que se enredaba con la barba.
El monje no se acerc ms, lo haca con cuidado y
senta los latidos del corazn en las sienes. Un gesto
repentino de Basili lo espant y retrocedi con un grito. A
punto de perder el equilibrio, falt poco para que tropezara
con el hato que los monjes de Santa Ceclia haban trado,
an sin abrir y justo al lado del hombre.
Sus compaeros, que observaban la escena desde muy
cerca, se giraron de espalda para disimular una carcajada
que habra molestado a Maties, pero que difcilmente
podan contener. La cara del joven monje reflejaba la
sorpresa del susto.
Ser mejor dejarlo descansar dijo Dalmau
Savars. Tiempo tendremos para reparar la grieta del
techo antes de las primeras lluvias.
Los tres salieron al exterior. El da no acababa de

abrirse, pero un olor a romero los reconfort. Aquel


momento de paz solo fue un espejismo. Como cada
maana, Maties fue hacia el terruo, donde ya haba
sembrado nabos y unas semillas de calabaza sin demasiado
resultado. Tan solo unos instantes ms tarde vieron que
agitaba las manos, como si se peleara con fantasmas
imaginarios.
Fuera de aqu... Fuera de aqu, os he dicho!
Un cuervo y dos garzas se elevaban ante las amenazas
del monje. Sus compaeros volvieron a mirarse, divertidos,
pero ninguno de los dos se atrevi a decir nada. Cuando el
bueno de Maties se present de nuevo en la iglesia tena un
ademn serio. Cogi unos trapos viejos y los destrip.
Pensaba encontrar la manera de espantar a los pjaros.
Mientras tanto, Dalmau Savars tom la palabra; afilaba una
rama gruesa con el cuchillo y ya la haba despojado de las
ramas ms menudas.
Ayer, cuando fui a buscar tomillo, me pareci ver
pisadas de jabals cerca de una poza. Haba de diferentes
medidas, quiz se trataba de una familia. Si pudiramos
cazar uno...
Puede resultar peligroso... Dios proveer y tendr
en cuenta nuestros sacrificios. Adems, qu sabemos
nosotros de cazar animales? pregunt el hermano Sim,
verdaderamente preocupado por las intenciones de su
compaero de cenobio.

No gran cosa, la verdad. Pero en otra poca a


menudo tuve que subsistir con lo que los bosques me
ofrecan. Y os puedo asegurar que no pasaba hambre, todo
se puede aprender.
Maties levant las cejas. Era verdad que las escasas
provisiones que haban trado con ellos se estaban
acabando, pero si aquel hombre sufra algn contratiempo
estaran perdidos.
No sufris por m, no correr ningn riesgo
innecesario aadi Dalmau, mirando al monje joven y
comenzando a afilar una segunda rama para sus propsitos.
Queris que os acompae?
No, Maties, esta vez no. Aqu sers ms til, estar
de vuelta a la hora sexta, tanto si tengo xito como si no.
Quin sabe, quizs hoy romperemos la monotona de la
sopa de tomillo que arrastramos desde hace das dijo con
tono amable.
Al ver que su compaero de aventuras se iba sin contar
con l, Asar relinch largamente. Una sacudida violenta,
que a punto estuvo de deshacer las riendas, atrajo su mirada
hacia el lugar donde estaba atado desde haca das.
T tambin quieres venir, amigo mo? pregunt
Dalmau mientras se acercaba para acariciarle el lomo.
Ya lo s, ya lo s, este no es un buen lugar para ti. Quiz
deberamos tomar una decisin, compaero.
Al decir estas palabras el monje se entristeci. No

quera separarse de su caballo, pero le estaba provocando


un sufrimiento intil. La montaa no era terreno propicio
para Asar. Seguro que en el pueblo encontrara a quien se
hiciera cargo de l y, de vez en cuando, podra ir a verlo.
Pero no conocan a nadie, salvo a aquel joven pastor que
los haba tomado por locos, y Santa Ceclia estaba
descartada. Como si el animal pudiera leer su pensamiento,
volvi a relinchar y a sublevarse, esta vez con ms
violencia.
Tranquilo, tranquilo, no pasa nada, Asar, tranquilo.
El joven Maties le trajo agua y se qued a su lado
mientras Dalmau desapareca montaa arriba. Mucho rato
despus, el antiguo soldado an oa los gritos del animal,
incapaz de comprender aquel espacio donde lo haban
confinado.
La vida se detuvo de repente sobre la pequea ermita.
Un trueno haba resonado en la montaa y, pocos instantes
despus, su correspondiente relmpago iluminaba las cimas
acentuando las tonalidades rojizas de las rocas. Los dos
monjes recogieron las hachas con las que cortaban lea y,
con los ojos puestos en el cielo, la preocupacin se reflej
en sus rostros. Al primer trueno sigui otro y un tercero,
solo unos instantes ms tarde, que trajo la tempestad.
Maties dej sueltos a los animales. Alarmados, araaban el
suelo con las patas. Cuando volvi a la iglesia sus ropas
estaban empapadas y el fango le cubra las sandalias. El

hermano Sim se resguardaba contra una de las paredes de


la ermita, convencido de que sus ruegos ayudaran al feliz
desenlace de aquel susto. Nunca lo haban espantado las
tempestades en Ripoll, pero ahora ya no haba ningn muro
que los cobijara, ni el techo de la ermita estaba en
condiciones.
Basili observaba la escena desde su rincn. La segua
sin decir nada, pero con un leve movimiento de cabeza
pareca desaprobar quin sabe qu. El hermano Sim lo
mir de reojo. A punto estuvo de reprobar su actitud, pero
apret con fuerza los labios al recordar que el ermitao
llevaba mucho tiempo en aquel sitio haciendo la vida que
agradaba a Dios. Solt aire por la nariz ruidosamente antes
de dirigirse al joven Maties, pero este ya tena preparadas
sus conclusiones.
Yo creo que Basili ola la tempestad y por eso no ha
salido de madrugada, como hace siempre.
Y quizs Asar tambin farfull Sim para no
reflejar an ms su inquietud.
Cmo decs?
Nada, cosas mas. Ojal acabe siendo solo una
tormenta de verano, en fin...
Pero el cielo pareca dispuesto a vomitar su ira y el
diluvio iba cogiendo intensidad. La cortina de agua era tan
espesa que haca intil mirar al exterior de la pequea
iglesia. En poco tiempo el agua se col por la grieta del

techo que pareca en peligro de carseles encima en


cualquier momento; tampoco la capilla pareca capaz de
engullir el agua que entraba a chorros por debajo de la
puerta. Todo era un fangal. A toda prisa, pusieron a salvo las
cosas que consideraban ms valiosas: ropa, utensilios de
cocina, herramientas del campo y el libro de salmos que,
juntamente con un cliz, cubrieron con las casullas
afelpadas que reservaban para el invierno. Los dos hombres
recorran el pequeo espacio, alterados, ante la
indiferencia de Basili, que segua sus movimientos ya
incorporado en el jergn.
Solo haba pasado un rato cuando el fragor que los
rodeaba se intensific. No era difcil imaginar la violencia
de los torrentes deslizndose montaa abajo mientras
arrastraban el fango y las piedras.
Qu es ese ruido? pregunt Maties,
protegindose la cabeza y sin saber adnde dirigir la
mirada.
Granizo! respondi brevemente el hermano
Sim.
Ninguno de los dos monjes osaba poner en voz alta la
preocupacin que sentan por el compaero que se haba
marchado de buena maana. Se limitaron a rezar en
silencio; era todo lo que podan hacer por l dado que salir
al exterior era un suicidio.
Por la estrecha ventanita que presida la parte frontal

de la nave rectangular, la luz intermitente de los


relmpagos trenzaba sombras inquietantes. Acurrucados, se
sintieron insignificantes ante la fuerza de la naturaleza.
Nunca una espera se les haba hecho tan dura, ni la
impotencia haba sido un sentimiento tan prximo a la
desesperacin.
No fue hasta bien entrada la tarde que la lluvia remiti
dejando un rastro de destruccin a su paso. En el exterior
de la ermita nada era igual, solo las montaas parecan
impasibles a la accin devastadora del temporal. En el lugar
del incipiente huerto que, con tanto cuidado y
perseverancia, haba proyectado el joven Maties se
amontonaban troncos descarnados con las races a la vista.
Las ramas y los guijarros campaban por todas partes. Entre
la rocalla yaca una ardilla destripada.
Ni rastro de Asar ni de las mulas. Y, a pesar de todo, a
pesar de que la encina vencida reposaba sobre las paredes
de la malparada ermita, una extraa paz invada el lugar.
Como si la sierra se despertara con pereza de una pesadilla,
las nubes que haban cubierto sus cimas desfilaban
silenciosas empujadas por el viento. El hermano Sim
alab a Dios ante la belleza del espectculo. Disipadas las
tinieblas, los pinos, clavados entre muros de roca,
resplandecan tocados por un sol tmido y nuevo. Todo
tena regusto de estreno cuando los pjaros volvieron a
cantar. Habra sido una visin perfecta y celestial, si

Dalmau hubiera aparecido de repente, sano y salvo. Pero no


fue as y los monjes miraban en todas direcciones
esperando el milagro.
Deberamos ir al pueblo a pedir ayuda o, tal vez,
acercarnos a Santa Ceclia...
S, es posible que le haya dado tiempo de refugiarse
en el monasterio respondi el hermano Sim,
contradiciendo con el tono el contenido de esperanza que
quera dar a las palabras.
Y si est herido en la montaa, y si...?
Por el amor de Dios, Maties!
No podemos quedarnos cruzados de brazos...
rezando! aadi el joven monje sin bajar la mirada.
Nuestro Seor nos pone a prueba cada da. No es un
buen momento para dudar de su misericordia.
Y si nos ha abandonado? Si esta desatinada
empresa no es ms que el deseo de expansin del abad
Oliba, una ridcula lucha por conquistar territorios?
Hermano Maties, ya est bien de blasfemias!
Aparecer... si esta es la voluntad del Altsimo aleg
tmidamente.
La fe no est reida con la accin. Rezar durante el
trayecto, pero saldr a buscarlo.
Mientras pronunciaba estas palabras, el joven monje
entr en la ermita para proveerse de una pequea hoz y un
bastn. Saba que no sera fcil abrirse camino entre los

senderos desdibujados por el efecto de la tempestad.


Hermano Sim! exclam, saliendo de inmediato
. Habis visto a Basili? No est en la ermita!
A cubierto de una sima, con una pierna estirada sobre
la roca y la otra flexionada sobre su cuerpo, Dalmau
Savars temblaba de fro. Con movimientos lentos se fue
arrastrando hasta la parte donde ya calentaba el sol. Se vea
incapaz de ponerse de pie y contempl su alrededor como
si hubiera acabado de nacer.
Aquellas rocas que lo aprisionaban proyectndose
hacia el cielo no se parecan al perfil de las montaas que
lo haban visto crecer. Era como si hubieran emergido de
las profundidades del vientre de la Tierra. Como si, una a
una, las piedras hubieran formado un tejido con vocacin
de llegar a la misma casa del Seor, a lo ms alto. Piedras
redondeadas, como las que tantas veces haba visto a las
orillas del ro, pero de naturaleza gigante.
Sabis qu pienso yo, Dalmau?
El monje, sobresaltado, levant la cabeza del suelo.
No era una voz conocida aquella que lo interpelaba por su
nombre. Como si se tratara de una aparicin, el ermitao lo
contemplaba justo delante de l.
Por el amor de Dios, Basili, me habis espantado!
No era mi intencin.
Pero... qu hacis aqu? Cmo me habis
encontrado? No os he visto pasar... iba diciendo el

monje, mientras miraba en todas direcciones para ver si era


capaz de aclarar aquella inesperada visita. Pensaba que no
tenais voz...
Cuando Basili sonri, el antiguo soldado pensaba que
tampoco conoca aquella expresin ms amable que ahora
le mostraba el hombre, visible a pesar de su barba tupida.
Por toda respuesta, se encogi de hombros.
Os preguntabais por la naturaleza de la montaa,
verdad? prosigui el ermitao unos instantes despus.
S dijo, an extraado y un poco incmodo por la
manera en que el extrao era capaz de leer incluso sus
pensamientos.
Os ensear algo.
Mientras se mova con agilidad entre los rastrojos, la
frgil figura iba en busca de alguna cosa de lo que pareca
tener noticia. Al encontrarla, exclam:
Venid. Quiero mostraros esta maravilla dijo
visiblemente emocionado.
No puedo, amigo. Me he torcido el tobillo cuando
intentaba encaramarme en la gruta.
El gesto de dolor del monje hizo que Basili
abandonara su hallazgo y fuera en ayuda de Dalmau. Al
llegar a su lado examin la pierna que el monje protega
con las dos manos. Despus le ofreci una robusta rama de
tejo indicndole que la apretara con fuerza entre los
dientes.

Os har dao, pero no hay otra manera. Al menos


aqu, con estas condiciones.
Entonces, todo el cuerpo de Dalmau se tens. Una
punzada lo atraves de arriba abajo. Afloj la fuerza con
que retena las ropas de su hbito y, al abrir los ojos, dijo:
Gracias. No s nada de vos, pero estoy seguro de
que el Seor os ha puesto en mi camino para mayor gloria
de su nombre.
An dolorido y apoyndose en su benefactor, el
antiguo soldado recorri el espacio que separaba el lugar
del hallazgo de la ermita.
Lo veis? Veis este fragmento de caracol de mar
incrustado en la roca? pregunt Basili.
Dalmau lo miraba incrdulo bajo la atenta vigilancia
del hombre.
Adnde queris llegar?
Hay ms, muchos ms. Si prestis atencin
encontraris, tambin, huellas de conchas.
Cmo han podido llegar hasta aqu, el mar queda
muy lejos...
El descenso de la montaa se hizo con lentitud. En
parte porque el monje an renqueaba, pero quizs aquel no
era el verdadero motivo. Lo cierto es que Dalmau no se
poda sacar de la cabeza el viaje de aquellas criaturas
marinas que descansaban en el lecho ptreo de la montaa.
Pens que eran demasiadas las cosas que no entenda, que

la sabidura era un bien escaso y el hombre estaba


condenado a vagar por la Tierra mientras la oscuridad lo
acechaba.
El carcter despierto y escrutador de Basili era un
descubrimiento sorprendente, dotaba de sentido las cosas
ms inverosmiles. El antiguo soldado tena mil preguntas
que le bailaban dentro, pero no se atrevi a hacerle ninguna.

6
Asar sorprendi el regreso del monje y el ermitao a la
pequea iglesia de Santa Maria. Cuando Dalmau oy el
relincho del animal, su fidelidad lo conmovi y el corazn
se le aceler. No pareca especialmente nervioso cuando
Basili los invit a seguirlos. La llegada de los tres a Santa
Maria provoc las aleluyas interminables del hermano
Sim, convencido de una intervencin divina por el poder
de sus rezos. Feliz con aquellas cavilaciones, los fue a
recibir con los brazos abiertos.
Dios y su madre la Virgen Mara sean loados!
Comenzaba a temer por vuestra... Pero estis herido?
pregunt al ver que Dalmau se quejaba del tobillo.
No es nada, de verdad... respondi el antiguo
soldado, mientras miraba en todas direcciones buscando al
ms joven de los monjes.
El hermano Maties! Dnde est el hermano
Maties? pregunt, sin dejar de mirarlo a los ojos,
visiblemente preocupado por aquella inesperada ausencia.
Me haba olvidado! Fue a Santa Ceclia o al pueblo,
no lo s con seguridad. Se ha puesto como loco al ver que
no volvais de vuestra caminata, no he sido capaz de
detenerlo...
Hace mucho? pregunt Dalmau.

No demasiado. El tiempo de...


Yo ir a buscarlo interrumpi Basili.
Ante la expresin de sorpresa del hermano Sim, que
por primera vez le oa la voz, el ermitao se escabull en
un santiamn.
Tal como haba sucedido en el encuentro con Dalmau,
la aparicin de aquel hombre de edad indeterminada
sorprendi al joven monje que, resoplando, salvaba como
poda el desnivel que los separaba de cualquier otra
presencia conocida en la montaa. Por ms que Maties
insisti, Basili no abri la boca. Ningn rastro de cansancio
se reflejaba en la espera plcida del ermitao en una curva
del escarpado y abrupto camino. La idea de que haba sido
un milagro acompa los pensamientos del monje, que
comenzaba a ver al hombre con otros ojos, al tiempo que
una punzada de temor le recorra el cuerpo.
Con Dalmau Savars limitado por las consecuencias
del accidente, el hermano Sim, muy a su pesar, debi
ocuparse de algunas tareas que interrumpan continuamente
los oficios religiosos. De poco serva que sus compaeros
le advirtieran de la dispensa de lugar que supona la faena
diaria, l quera asistir a las misas de la ermita, pero las
tareas a desarrollar para la supervivencia del grupo
presentaban una gran complejidad.
Otro susto los puso a prueba. Solo una de las mulas
haba vuelto por su cuenta a la ermita, el lugar que haban

convertido en su morada, pero la otra no haba tenido tanta


suerte. El hermano Maties la contemplaba con lgrimas en
los ojos y le acariciaba el vientre, espantando las moscas
que se reunan a su alrededor.
Has sido una buena compaera, siento mucho no
haber podido hacer nada por ti...
Tendremos que enterrarla. Si no lo hacemos es fcil
que atraiga a otros animales, podra ser peligroso dijo el
hermano Sim, dirigindose a Dalmau.
Los jabals y las cabras no comen carne, y dudo que
habiten otros animales en esta montaa. Ya tendremos
noticia de ello. Pero, ahora que lo pienso, nosotros...
No estaris pensando en comrnosla? pregunt
Sim, con una mueca de asco que le empequeeca an ms
los ojos.
Todas las miradas confluyeron en la persona de
Dalmau Savars. La mezcla de horror y esperanza se reflej
en las facciones cada vez ms demacradas de los presentes.
Vos habis dicho que no mereca este final,
hermano Maties. Pero quiz su sacrificio no haya sido en
vano.
Era una manera de verlo. Ciertamente, la mejor
manera, pero si lo decidan as no haba tiempo que perder.
Necesitaban ponerse a trabajar antes de que el calor echara
a perder la posibilidad que el destino les ofreca.
Dalmau Savars bajara a Guadvachet y hablara con el

pastor que haban encontrado cuando se disponan a subir a


la montaa. l sabra cmo hacerlo o conocera a alguien...
Uno tras otro, los monjes iban soando con intercambios
posibles; quizs una cabra, tal vez legumbres... Por unos
momentos fantasearon en torno a aquella mula muerta que
la tempestad haba empujado violentamente rocas abajo.
Pero Basili fue quien plante una solucin...
S cmo conservar la carne dijo brevemente.
Explicaos, buen hombre pidi Dalmau,
sorprendido por la seguridad que infundan aquellas
palabras.
Podemos utilizar salitre, lo hay en abundancia por
estos parajes. Yo me ocupar.
Toda la actividad del resto de la jornada gir alrededor
de aquel acontecimiento; solo los rezos siguieron su curso.
Eso s, con un nuevo impulso de alegra y esperanza, a
pesar de las quejas y muecas frecuentes del hermano Sim.
En las vsperas todos estaban exhaustos. Finalmente,
Basili haba aceptado que sera bueno dar aviso al pueblo,
que era demasiada la cantidad de carne para conservarla.
Dos campesinos fornidos que haban acompaado al pastor
hasta Santa Maria se marcharon bien cargados dejando la
promesa de una oveja que proveyera de leche a la pequea
comunidad. Tambin fueron ellos los que se encargaron de
enterrar los restos del animal. Basili, ayudado por el
hermano Maties, haba preparado la carne para que no se

corrompiera. Por primera vez el ermitao form parte de


una cena muy especial en torno a la hoguera.
Acostumbrados como estaban a espigar madroos,
buscar pequeos frutos de almez y completar la dieta con
avellanas, sopas de tomillo, t de roca y fresas, aquel plato
de carne les pareci el mejor banquete que haban probado
nunca. Pasadas las primeras reservas que los llevaban a
pensar en el animal que los haba acompaado desde su
salida del monasterio de Ripoll, todos se inclinaron sobre
el plato con deleite y silencio, mientras el hermano Sim
lea los salmos.
Recuperadas las fuerzas, y los nimos, haba que
seguir trabajando para hacer de aquel sitio un verdadero
espacio de culto. Salvo el pequeo llano que ocupaba Santa
Maria, el resto de la ladera era escarpado y difcil. El
ermitao, que pareca haber entrado en una poca de
armona con los recin llegados, los haba llevado hasta la
fuente donde l recoga el agua necesaria para mantenerse
fiel a su retiro. Era un charco pequeo y un poco
inconstante que obligaba a esperar mucho rato para llenar
un cntaro. La tempestad haba aumentado el caudal solo
durante un tiempo.
Haba que tallar un pequeo canal en la piedra para
conducir el agua y confeccionar un receptculo que la
acogiera. El hermano Maties se ofreci, no era la primera
vez que haba llevado a trmino una tarea semejante. Su

humilde procedencia le permita estar familiarizado con


faenas que para los dems eran del todo desconocidas.
As descubrieron la ermita de Sant Miquel, que se
encontraba deshabitada.
El joven monje desplegaba una actividad frentica.
Haba desbrozado una parte del trozo de tierra que envolva
Santa Maria y la trabajaba siempre que poda. Las semillas
tradas de Ripoll haban durado poco y con escasos
resultados, pero tenan los planteles con que los
obsequiaban los campesinos de Guadvachet. Nadie tena
dudas de que acabaran dando frutos con tanto empeo
como pona en las faenas del campo, pero era cuestin de
tiempo. Mientras tanto, Dalmau Savars no renunci a sus
paseos por la montaa. Desde que Basili le haba enseado
la presencia de los restos marinos en las rocas, los buscaba
con avidez y, en sueos, imaginaba cmo las aguas
ocupaban las montaas que haba convertido en su casa.
Pero y los guijarros? Cmo era posible que aquella
mezcla de arcillas rojizas y piedras redondeadas de todas
las medidas posibles se hubieran elevado formando unos
riscos de formas tan sugerentes? Solo Dios poda tener la
respuesta, solo poda ser obra de su mano.
Cavilando todos estos interrogantes, se encaram por
la ladera hasta ms all de la ermita de Sant Miquel. Desde
aquella altura an poda ver las casas dispersas de
Guadvachet, la torre de vigilancia y la humilde iglesia de

Sant Pere. Era su paisaje recurrente, pero de ninguna


manera se cansaba de contemplarlo. Le daba noticia de un
mundo que cada vez senta ms ajeno.
Llevaba un rato intentando distinguir alguna presencia
humana cuando vio una pequea nube de polvo que vena de
Manresa. Poco despus, unos caballos cruzaban el ro.
Entonces observ que en el pueblo tambin haba
movimiento. Los soldados de la torre de vigilancia parecan
haber detectado a los intrusos y, formando una nube de
polvo que avanzaba en sentido contrario, se dirigan a su
encuentro.
Todo suceda tan rpido y los hechos pasaban tan lejos
que no poda asegurarlo, pero ninguna casa del valle pareca
en peligro. Los jinetes invasores cruzaron de nuevo el ro
por la parte menos profunda, como si se retiraran hacia la
otra orilla antes de que los soldados de la torre los
persiguieran.
Trastornado por aquella visin de lo que quiz supona
el ataque de unos bandidos o una incursin sarracena, pero
sin tener ninguna certeza, Dalmau decidi, no sin
dificultades, que continuara su camino. Haba jurado ser
fiel a otra vida y deba aprender a controlar sus impulsos.
Mientras recorra aquella parte de la montaa vio que
no deparaba grandes sorpresas. Era bastante ms seca que
donde se haban instalado. Haba coscojas, pinos blancos,
romero, pero apenas se encontraban encinas y los robles no

crecan fuera de la umbra.


Sorteando las dificultades, camin en direccin norte
hasta encontrarse frente el monasterio de Santa Ceclia.
Anocheca cuando Dalmau se acerc protegido por la
abundante vegetacin. Los monjes de aquel cenobio tenan
una gran extensin de tierras cultivadas y unos establos
para las mulas.
Sinti envidia de su situacin de privilegio, y tambin
el deseo de presentarse all enarbolando los documentos
que el abad Oliba le haba confiado. Al ver las figuras de
unos hombres que salan de la iglesia, una slida
construccin que sin duda les daba la oportunidad de llevar
a trmino todas las exigencias de su ministerio, el antiguo
soldado se retir de nuevo al bosque.
Confuso, consciente de que en Santa Maria volveran a
preocuparse por su demora y no sera capaz de encontrar
ninguna excusa, escuch unos gemidos. No quera dar
crdito a lo que escuchaba, pero los haba distinguido en
seguida.
Andando entre una pared de rocas y tierra roja por un
pequeo paso, lleg a la entrada de una cueva. Pareca
profunda, pero an le dola el tobillo como para pensrselo
dos veces antes de aventurarse. Decidi esperar mientras
continuaba escuchando aquel inconfundible testimonio de
un hombre y una mujer haciendo el amor.
Cuando dej de or los suspiros, no tardaron en

escucharse los pasos de alguien que sala de la cueva.


Dalmau se ocult entre los rboles prximos.
Aunque no era ninguna sorpresa, la visin de aquellas
dos figuras lo dej paralizado. Eran apenas dos criaturas.
Ella tena un cuerpo delgado y se esforzaba en poner orden
a una cabellera de color avellana que le caa sobre el
hombro en una trenza medio deshecha. l, un chaval ms
joven que Maties, sala sonriente, persiguiendo a su pareja.
De complexin fuerte, daba la impresin de trabajar en el
campo por sus brazos robustos.
Quera caminar hacia atrs hasta desaparecer, pero su
torpeza lo hizo caer sobre una zarza. El grito alert a los
dos chicos; ella an lo abrazaba cuando encontraron al
padre Dalmau intentando incorporarse sin demasiado xito.

7
Al darse cuenta de que estaban siendo espiados, Ramon
cogi a Esther de la mano para retenerla, pero ella se solt
con decisin. La chica se acerc sin ninguna prevencin a
donde haba cado Dalmau. Cuando lo vio de espaldas sobre
la zarza, estall a rer antes de llamar a su compaero.
Pero si es un monje! dijo Ramon mientras le
recriminaba sus carcajadas.
Debe de ser de Santa Ceclia... respondi ella,
contenindose.
Imposible! Yo lo conocera.
Con la duda, Esther retrocedi hasta situarse detrs
del chaval. Tena razn, Ramon suba cada semana a Santa
Ceclia para llevar los encargos del monasterio. De haber
sido un monje del abad Bonfill, lo habra visto antes,
aunque no hubiera hablado con l.
Vayamos con cuidado. Quiz se trata de uno de esos
locos que se han instalado en Santa Maria le dijo Ramon
al odo, mientras le coga de nuevo la mano.
Si me ayudis a salir de aqu os puedo explicar
quin soy. La voz de Dalmau sala sin demasiada
conviccin; haca esfuerzos por levantarse, pero la ligera
pendiente lo mantena clavado a la zarza, haba el peligro de
que el arbusto cediera y se despeara montaa abajo.

Tiene razn, Ramon! No importa quin sea, no


podemos dejarlo as.
Las dudas del chaval no se desvanecieron. Haba odo
hablar de aquellos hombres a Cesc, el pastor, quien los
haba tratado como tres iluminados incapaces de atender
sus consejos. Claro que los consejos de Cesc tampoco
tenan fama de ser demasiado provechosos. Pero fue Esther
quien dio el primer paso para tirar de la mano que Dalmau
le ofreca.
Quieres ayudarme, Ramon? Yo sola no puedo con
l.
Con el esfuerzo de los dos consiguieron que el monje
saliera de la zarza. Pero cuando se les plant delante, a
pesar de que no estaba del todo incorporado, se alarmaron.
Era un hombre enorme; las anchas espaldas y sus rasgos
hablaban de una vida violenta, una impresin que se
acentuaba al vislumbrar la cicatriz del cuello, aunque
apenas se vea el inicio. Ramon pens que su aspecto era
ms prximo al de un soldado que al de un hombre de Dios.
He odo voces y he credo que alguien podra estar
en peligro dijo Dalmau, mientras pensaba que se debera
imponer alguna penitencia por aquella mentira.
Pues ya veis que no es as dijo el chaval, quien
por primera vez pareca cabreado.
Lamento molestaros. Mi nombre es Dalmau
Savars, pero me podis llamar padre Dalmau. Sois de

Guadvachet?
S, claro respondi la chica antes de que Ramon
le clavara el codo en las costillas. Aqu no se puede ser
de muchos lugares!
Qu tal os va en Santa Maria? De qu vivs?
Dalmau percibi una sonrisa oculta en los ojos del chaval;
pero la pregunta era pertinente y la respondi con
humildad.
Con la ayuda de Dios lo conseguiremos! l ha
querido premiar esta montaa con un lugar sagrado y es
nuestro deber seguir los designios de su voluntad. Pero
tambin vuestros vecinos nos ayudan... No habis odo
hablar de la mula que muri durante la tempestad?
Yo no he odo nada dijo Ramon, dudoso,
mientras Dalmau se daba cuenta de que intentaba engaarlo
sin demasiado xito.
Pero no lo entiendo Esther, con la inocencia
reflejada en el rostro, los interrumpi: si ya hay un
monasterio en la montaa, un lugar sagrado, como vos
mismo habis dicho, para qu necesitamos otros?
Esta cuestin no te la puedo responder. Solo Dios
sabe cmo debe llevar su ministerio.
Dalmau pens que por aquel camino no conseguira
hacerse amigo de los chicos. Llevaba demasiado tiempo
alejado del mundo y acabara hablando como el hermano
Sim, a base de citas y alegoras. Entonces entendi que la

mano de Dios haba tenido mucho que ver con la cada en la


zarza. Si no hubiera sido as, los chicos habran pasado por
delante de l sin prestarle atencin, pero Santa Maria los
necesitaba.
Por lo que he odo, t debes de ser el chaval que
sube cada semana las previsiones a Santa Ceclia...
Bueno, los monjes del monasterio cada vez
compran menos cosas al pueblo. Antes les llevaba huevos,
carne, verdura... Ahora solo cuando tienen alguna desgracia
en el huerto o los animales enferman. Pero no les ha salido
bien lo de las abejas, y les llevo miel y cera, adems de
vino para la misa y otras cosas que ellos no producen.
Podras alargar tus viajes hasta Santa Maria?
Necesitamos provisiones, y ms ahora que se acerca el
invierno.
Ramon se qued pasmado. Relacionarse con los locos
de la montaa no le haca demasiada gracia, pero tambin
era cierto que l no encontraba nada en aquel hombre que
le indicara que fuera un demente, incluso le pareca un
monje amable, mucho ms que los malcarados que
encontraba siempre en Santa Ceclia.
Eso es cosa de mi padre respondi el chaval.
Deberais entenderos con l. Y quiz no os sera difcil...
Conoce muy bien la montaa.
Cmo es eso? pregunt Dalmau.
Su compaero dudaba sobre qu respuesta deba darle

y Esther se meti dejando muy sorprendido al antiguo


soldado.
El padre de Ramon tambin vivi en la montaa,
cuando era joven!
Esther! Mi padre no quiere que se hable de ello, ya
ha tenido bastantes problemas!
Os aseguro que no dir nada. Todo lo que hablemos
entre nosotros ser como un secreto de confesin...
Se puede hacer eso? Quiero decir, tener un
secreto de confesin sin confesarse?
El hombre est hecho a semejanza de Dios y l nos
dice que podemos decidir nuestras acciones, siempre que
no sean una ofensa a su Gracia, Esther.
No te dejes enredar, los monjes tienen mucha
retrica dijo Ramon, mientras Dalmau pensaba cmo
ganarse del todo su confianza. No pareca fcil.
Caminaban por el sendero que llevaba a Santa Ceclia.
El antiguo soldado senta cmo se le hinchaba el tobillo,
que haba vuelto a castigar, y se apoyaba en los hombros de
los chicos. No poda evitar que le llegara el olor de sus
cuerpos jvenes, que an soltaban la fragancia del pecado.
Las imgenes de otra vida desfilaron por la mente de
Dalmau; por mucho que l se obstinaba en ocultarlas,
ponerles una barrera que no fueran capaces de vencer, ellas
se colaban por resquicios invisibles y le traan olores,
caricias y miradas.

Creo que tengo que descansar un poco dijo


cuando el corazn le dola tanto que pensaba que estaba a
punto de desmayarse.
Se sentaron en una roca desde la que se vea Santa
Ceclia. Dalmau se quedaba siempre maravillado ante
aquella hermosa iglesia, de una sola nave pero sin duda con
bastante amplitud como para albergar a los habitantes de
Guadvachet. No obstante, lo que le llamaba realmente la
atencin eran las dependencias del monasterio, tan
necesarias para su empresa. Un vallado de piedra exterior,
descubierto, pero con pequeas arcadas, que miraba al
ltimo sol deba de hacer la funcin de claustro.
Sin que nadie lo esperase, Ramon habl de su padre.
Fue una especie de ermitao cuando era joven.
Ahora dice que estaba equivocado, que l es un hombre de
mundo y que no le corresponda aquella vida. Adems de
que mi madre muri al nacer yo y supongo que se encontr
solo...
Me parece bien, Ramon. Cada uno debe saber
escoger su camino. Tu padre opt por vivir con sus
semejantes, tenindote a ti y haciendo feliz la memoria de
tu madre. Con seguridad, ella, a quien Dios tenga en su
gloria, estar orgullosa de aquella decisin.
No lo s dijo el chaval mientras su rostro se
ensombreca. Cmo se puede saber eso si el otro est
muerto? Quiz vosotros los monjes...

Lamento no poder responderte, Ramon dijo el


monje en voz baja, pero ten en cuenta que Dios tiene
muchas maneras de hacernos llegar sus designios. Si
interrogas el fondo de tu corazn, con toda seguridad
encontrars la respuesta.
Las imgenes vividas en el pasado se revelaron sin
ningn filtro y el semblante del antiguo soldado se
entristeci. El silencio acompa durante algunos
momentos a las tres figuras.
Dalmau quera consolar al chaval, hacerle ver que
estaba con l, pero dudaba de si se lo tomara mal. No
estaba acostumbrado a tratar con jvenes, aunque Maties
solo deba de tener un par de aos ms. Maties haba
ganado mucho durante aquel tiempo que llevaban en las
montaas, poco a poco se haca imprescindible y pareca
disfrutar de sentirse til.
Vendris al pueblo a hablar con mi padre?
Pues... no lo s, pero quiz s.
Mi madre hace unos quesos buensimos! Quiz le
podrais comprar algunos dijo Esther, que haba
escuchado en silencio la confesin de Ramon, pero ya le
quemaban las palabras en la boca.
Tambin hablar con tu madre...
Quiz sea mejor que os dejemos en Santa Ceclia y
volvamos a casa. Se est haciendo tarde.
No, por favor, llevadme a Santa Maria. Despus

podis volver por el otro camino, sois jvenes y en cuatro


zancadas habris llegado.
Ramon y Esther no entendan por qu se negaba a bajar
a Santa Ceclia, donde podran curarlo de sus magulladuras.
Pero la mirada de la chica fue suficiente para que tomaran
la decisin de acompaarlo. Al menos, Ramon tendra una
excusa para pasar tanto tiempo fuera de casa, y quiz su
padre acabara haciendo negocios con los locos de Santa
Maria.

LIBRO II

1027

1
Desde que el padre Dalmau se haba encontrado con los
dos chicos en la cueva, la llegada de Ramon a la ermita era
siempre motivo de alegra. Esta se manifestaba
especialmente en el rostro de Maties. No tanto por las
provisiones, los huevos frescos y un pastel que la madre de
Esther haca con cuajada, sino por las noticias de lo que
suceda ms all de aquellas montaas. A veces solo se
trataba del nacimiento de un nuevo cabrito o las
consecuencias de una plaga de langostas que haba asolado
los campos meses atrs. Los monjes iban a recibirlo como
criaturas y l, de buen grado, se deshaca en explicaciones.
Si bien el papel de Ramon como intermediario no
haba facilitado demasiado el contacto entre Santa Maria y
la poblacin de Guadvachet, los relatos del chaval haban
servido para que en el valle se viera de otra manera la
presencia de los monjes. No se cansaba de repetir que
haba encontrado una amistad y un inters sincero entre
aquellos hombres de los que todo el mundo haba
desconfiado desde el principio. El retraimiento de Dalmau
y la rigidez del hermano Sim tampoco ayudaban.
Mejorar las relaciones con el valle no acababa de
compensar la aspereza que encontraban en el monasterio de
Santa Ceclia. Dalmau los haba dejado al margen,

prescindiendo de una parte importante de los objetivos


marcados. Este comportamiento no haba hecho ms
fciles las relaciones entre el antiguo monasterio y los
monjes llegados a Santa Maria. El abad Bonfill no perda
ocasin de atacar a los nuevos habitantes de la montaa, sin
perdonar que desde Guadvachet se ayudara a la
supervivencia del proyecto. Su pronstico era que Santa
Maria de Montserrat sera tan efmera como una flor de
primavera.
Esta vez, la carga de provisiones que Ramon traa a
Santa Maria inclua dos gallinas encerradas en una jaula.
Me las ha dado Dela, la mujer del herrero. Su hija
est muy enferma, lleva tres das con fiebres altas y se va
poco a poco sin que nadie sepa los motivos. El capelln de
la parroquia fue a visitarla y ya le dio la extremauncin.
Dela est desesperada y me ha pedido que le hagis una
misa, que recis y la encomendis a Santa Maria.
Una tras otra las tres figuras se hicieron la seal de la
cruz sobre el pecho. Pero Basili, que lo haba escuchado a
cierta distancia, se acerc de inmediato.
De quin has dicho que es hija la nia enferma?
pregunt sin parpadear.
La pequea del herrero, solo tiene tres aos y...
No! El nombre de la madre, cmo se llama la
madre? lo interrumpi nervioso.
Dela.

Dela... pronunci como si hiciera memoria. Y


de quin es hija?
De Guisla, la viuda de Girard.
El ermitao deshizo el camino como si, de pronto, le
hubieran lanzado un cubo de agua fra encima. Nadie os
hacer ninguna pregunta al ver que el hombrecillo enfilaba
hacia la montaa buscando la soledad. Pero los monjes y
Ramon se encogieron de hombros ante el inters que haba
mostrado aquel hombre por una desconocida, tan poco
habitual era que manifestara sus sentimientos.
Las alabanzas de Ramon ante los progresos de Santa
Maria hicieron olvidar por unos momentos la triste noticia.
En el huerto, los ajos y las cebollas ya asomaban la nariz y
una gran mancha de verde tierno anunciaba que, si el tiempo
no se volva en contra, los guisantes acabaran dando frutos.
La pequea campana que el hermano Sim haba trado
desde Ripoll dentro de las alforjas de la mula llamaba a los
santos oficios con voz timbrada y alegre.
Y con esto queris convocar a misa? rea
Ramon, burln. Este ruido es incapaz de atravesar las
primeras encinas...
Por lo que el chaval saba, desde Guadvachet nadie
tena intencin de aventurarse a tomar el camino de la
Media Luna; haca tiempo que el valle contaba con una
pequea iglesia y, para las misas ms solemnes, la
costumbre deca que se celebraban en Santa Ceclia.

Solo Ramon asista en secreto a la misa. Incluso


cuando no llevaba los vveres, procuraba evitar la vigilancia
de Esther y se escabulla dentro de la vegetacin ms densa
que coronaba el terreno a espaldas de la Fuente Grande. No
demasiado despus, se lo poda ver en compaa de Maties
o paseando con el padre Dalmau, que a menudo aplazaba
alguna obligacin para atender a las visitas del chaval.
Esta vez, Ramon descubri que tambin el techo de la
pequea ermita haba sigo reformado y no quedaba ninguna
de las antiguas grietas que la amenazaban. El hermano Sim
no se haba cansado de decir hasta entonces que acabara
hundindose ante cualquier embate de la naturaleza y aquel
invierno que ya se despeda haba sido especialmente duro.
Pero de lo que se sentan ms orgullosos era del pozo
rebosante. No haba sido una tarea fcil picar la roca
durante largas jornadas. Incluso el hermano Sim se haba
dejado los riones en aquella empresa comunal. Las
caminatas hasta la antigua capilla de Sant Iscle para recoger
agua ya eran historia. Con la que recogan de la lluvia
podan dar de beber a los animales, regar el huerto y
refrescarse un poco despus de una jornada bajo el sol.
Soaban con que un da tambin brotara de la fuente del
claustro en el centro del monasterio.
Y este canal en la piedra lo habis hecho vosotros?
pregunt Ramon al admirar el surco tallado en las rocas
que facilitaba el aprovechamiento del agua en pocas de

lluvia.
Los tres monjes sonrieron, ufanos. Ramon pensaba
que aquellas manos endurecidas por el trabajo y la piel
curtida por el contacto con el sol y el fro les otorgaban un
aspecto muy diferente del que tenan a su llegada.
Curiosamente las diferencias ya no eran tan notorias, o
quiz solo era que sus ojos haban aprendido a mirarlos de
otra manera. Los envidiaba en secreto, eran lo ms prximo
a una familia que haba conocido. Su padre estaba ausente
durante largos perodos y difcilmente hablaba de nada.
El tintineo de la campanilla alej al joven de estos
pensamientos. Despus de desempolvarse los hbitos y
lavarse las manos, los benedictinos y Ramon acudieron a la
llamada del oficio. Una plegaria por la curacin de la
pequea se elevara entre aquellas montaas que parecan
conectar la tierra con el cielo.
Rezaban juntos con toda la solemnidad de la que eran
capaces cuando una voz se aadi al grupo. Los salmos
tomaron otra dimensin en boca de Basili. Uno a uno lo
miraron para escrutarse mutuamente en el intento de
entender qu suceda. El ermitao no solo conoca los
salmos, los cantaba! Lo haca con los ojos cerrados y la
mano derecha sobre la barba blanca que le reposaba sobre
el pecho. Dalmau sinti un escalofro y, tragando saliva,
sigui con un tmido murmullo aquella meloda que se
enfilaba por las paredes de la pequea capilla

esparcindose ms all de los muros. El resto se sum a la


plegaria con un hilo de voz.
Al acabar nadie dijo nada. Como si ponindole
palabras el encanto se pudiera deshacer, todos guardaron un
silencio que rezumaba felicidad.
Aquella misma noche la hija de Dela pidi algo para
comer y en las casas de Guadvachet todos tenan una sola
palabra en la boca.
Milagro!
Dos das ms tarde, despus de los rezos de la prima,
justo al amanecer, el hermano Maties sali con su mula;
como cada domingo desde haca ms de un ao. El sol de
primera maana cada da calentaba ms y la escarcha de los
caminos se refugiaba en lo ms oscuro de la montaa. El
trayecto era siempre el mismo, y el destino, las pequeas
capillas donde malvivan algunos ermitaos. Antes de la
llegada de los monjes de Ripoll a la montaa, Santa Ceclia
se ocupaba de ellos; pero, cuando Basili decidi quedarse
en Santa Maria, el abad Bonfill dio la orden de que se
desentendieran de ellos, de los dems habitantes de la
montaa.
Cuando regresaba de su cometido, un rumor de voces
hizo que se desviara del camino para mirar el valle.
Madre de Dios santsima! exclam al ver a un
grupo muy numeroso de personas que suban el difcil
camino de la Media Luna.

El joven monje dej el animal bajo un rbol y se


acerc a escondidas. No eran soldados, ni nada haca pensar
que tuvieran malas intenciones, pero todas las precauciones
eran pocas. La presencia de algunos nios lo tranquiliz.
Desde su escondite no poda entender aquella especie de
salmodia que iba cogiendo cuerpo a medida que se
aproximaban, pero habra jurado que recitaban alabanzas a
la Virgen. Al darse cuenta de que tan solo era gente del
valle, que sus armas eran velas, flores y canastos, en el
interior de los cuales se adivinaban panes y verduras, se
seren.
La modesta procesin tomaba el camino de Santa
Maria mientras Maties salivaba con placer. Sin duda la
gente de la zona quera sumarse a la alegra de la familia de
la nia y pedir a aquella incipiente comunidad que los
tuviera presentes en sus oraciones.
Pero entre ellos marchaba un hombre de mediana edad
y cabello pelirrojo. Haca el camino con intenciones muy
diferentes. Apoyndose en un bastn, que cada vez coga
con ms fuerza inyectndole la tensin en sus mandbulas,
no se le escapaba ningn detalle. Su objetivo era guardar en
la memoria todo lo que pudiera descubrir sobre la situacin
de los monjes.
Con tal de no levantar sospechas, tambin l se
arrodill en la ermita. Dej un cirio a los pies del altar en
una primera ceremonia de la luz que inundaba los ojos de

los presentes. Despus encorv las espaldas reculando


poco a poco para que nadie advirtiera su inters. Desde su
posicin apretaba los dientes ante cada muestra de gratitud.
Que la madre de Dios os bendiga! exclam Dela
entre sollozos.
No tengo riquezas, ni bienes, pero tengo mis manos
y mi oficio. Me gustara que me hicierais el honor de
aceptar la forja de una campana. Todos los vecinos se
sumarn trayendo el bronce de que dispongan. El ruido se
debe or por todo el valle y recordarnos que, por
intercesin de Santa Maria, mi hija ha escapado de la
muerte... aadi el herrero de Guadvachet, visiblemente
emocionado.
Pero todos hicieron un clamor conjunto. Queran
asistir a otra de aquellas misas cantadas que se haban
vuelto milagrosas para la salud de la nia.
Dalmau mir al ermitao. Dudaba de si le poda pedir
algo as, pero saba que sin su voz no sera lo mismo. Basili
lo haba entendido desde el principio y, sin mediar palabra,
asinti con la cabeza dando va libre a las pretensiones de la
improvisada procesin.

2
Eran muchos y, si no ponemos remedio, se sumarn
ms!
Tranquilzate, Lluc. Debemos mantener la cabeza
fra, de acuerdo? orden con suavidad el abad Bonfill.
Estos monjes de Santa Maria nos traern
problemas... insisti, enfurruado, Lluc, el hombre del
cabello pelirrojo.
No entiendo adnde queris llegar! interrumpi
una voz. Parece que estamos hablando del enemigo. Por
el amor de Dios, son monjes benedictinos, como
nosotros!
Despus de decir estas palabras, el hermano Anton se
levant del asiento en la improvisada reunin que presida
el abad. No aprobaba la misin de Lluc, ni tampoco la
actitud que haba tomado su superior desde el primer
instante. A pesar del revuelo, la sala capitular del
monasterio de Santa Ceclia permaneci en silencio unos
instantes.
Querido hermano, perdonad la impulsividad de
Lluc. Tanto tiempo con la nica compaa de su rebao...
Acaso insinuis que me lo invento? Yo solo he
hecho lo que me encargasteis y en seguida he venido a
informaros interrumpi el hombre ante el desconcierto

del abad, que no quera que aquella situacin se le escapara


de las manos.
Y se te recompensar. Acompaa al hermano Anton
al huerto y provete de lo que necesites sentenci
finalmente.
Pero... musit el monje que an segua de pie.
Una mirada de su superior lo hizo desistir. No era la
primera vez, y no sera la ltima, en que el voto de
obediencia lo haca claudicar ante una actitud que no
comparta. Aquel monje limosnero era recto y sabio.
Cuando lo precisaba la comunidad, o los habitantes de
Guadvachet, tambin ejerca de hospitalario. Conoca a la
familia de la nia y se alegraba de su curacin sin
importarle cmo se haba producido el milagro.
La estancia permaneci en silencio hasta que un
portazo dio fe de que las rdenes se haban cumplido.
Despus, el abad, intentando dotar a sus palabras de un tono
bien intencionado, reanud la reunin...
Escuchadme, hermanos, de ninguna manera me
interpretis mal. Mi misin es velar por nuestra
comunidad, como el buen pastor vela por sus ovejas y las
protege de todo peligro.
Los monjes seguan las palabras de Bonfill con
inters. Uno de los mayores cerraba los ojos y con la mano
proyectaba la oreja en direccin al abad.
De qu peligro habla? pregunt el anciano al

compaero que tena ms cerca.


Shhh! No pasa nada, despus os explico.
El abad agradeci con la cabeza la actitud del monje y
continu diciendo...
Me habis odo hablar mucho de nuestro fundador,
el abad Cesari. Gracias a su tenacidad y a las sucesivas
donaciones, Santa Ceclia ha llegado a ser un monasterio
capaz de servir a Dios y a las almas de Guadvachet. Hace
ms de cien aos los esposos Gumili y Pulcridia donaron
unas vias situadas en Les Momolelles, poco despus
tuvieron otras en el trmino de Vacarisses y muchas ms en
diferentes parajes. De esta manera hemos podido poner al
servicio del Altsimo posesiones y territorios, adems de
difundir su santa palabra. La comunidad ha crecido ad
maior gloria Deum. Ahora...
El discurso del abad se interrumpi mientras la
expectacin iba en aumento. Ninguno de los monjes se
atrevi a decir nada y esperaron pacientemente a que
prosiguiera...
... no sobreviviremos, si Santa Maria nos coge el
relevo.
Cmo pueden hacer eso tres monjes en lo alto de
una montaa? Sin tan solo...
No los subestimis! Detrs est el abad Oliba, y si
corre la voz de que se ha obrado un milagro... No quiero ni
pensarlo! concluy Bonfill.

Los comentarios en voz baja viajaron entre la docena


de religiosos que, sentados a lo largo de los muros,
siguiendo un riguroso orden de antigedad, prestaban
atencin a las palabras de su abad con desasosiego. El
murmullo dio lugar a la inquietud; la discrepancia entre
diferentes maneras de verlo hizo que el superior de Santa
Ceclia tomara de nuevo la palabra...
Esta actitud no nos llevar a ninguna parte.
Debemos estar unidos, hacer valer nuestra primaca en la
montaa. Qu hubiera sido de las capillas si nosotros no
las hubiramos cuidado ao tras ao? Cmo habran
resistido los ermitaos sin la caridad que Santa Ceclia les
dispensaba?
Pero, si sumamos esfuerzos, todo ser ms fcil.
Los seores de los castillos cada vez piden ms y el pueblo
cada da tiene menos recursos dijo un monje lego con
inocencia.
No has entendido nada de lo que he dicho
interrumpi Bonfill con tono adusto. Eres demasiado
mozo para tener memoria.
Yo solo... aadi tmidamente el joven.
Eras un chiquillo muerto de hambre y lleno de
piojos cuando tu padre vino a suplicar un techo y un
mendrugo de pan para el ms pequeo de sus siete hijos. Te
atragantaste con el bol de leche, recuerdas? pregunt el
abad sin esperar respuesta. Tuve que quitrtelo de entre

los dientes y recodarte que nadie te lo sacara.


Y yo os estoy agradecido, nunca olvidar lo que
habis hecho por m! Esta siempre ha sido mi familia y a
vos os he amado como a un verdadero padre.
Entonces, confa en m! Un padre siempre sabe lo
que es mejor para sus hijos.
La voz de Bonfill impona respeto. Con el
acaloramiento de la conversacin, su piel se haba
enrojecido y las venas infladas del cuello mostraban parte
de la clera que, a pesar de todo, se esforzaba por reprimir.
Nadie os pedirle ms explicaciones. Con la cabeza gacha,
la mayora de ellos esperaban lo que pareca ser una
sentencia.
El abad Oliba nos la ha jugado, nos ha vendido!
Tarde o temprano estos monjes que con tanta ligereza
calificis de inofensivos pueden apropiarse de aquello por
lo que hemos trabajado nosotros y los que nos han
precedido... Que descansen en paz aadi, inclinando
ligeramente la cabeza.
Faltaba poco para el toque de campana que llamaba a la
misa mayor de la iglesia y, como era costumbre, haba que
cerrar el captulo con la confesin pblica de los monjes
que deseaban acusarse. Ellos mismos se culpaban de las
faltas cometidas, o bien denunciaban a algn otro
compaero; en este caso, se deba omitir el nombre.
Justo en aquel momento, el hermano Anton regresaba

del huerto. Cuando ocup su lugar, se inici el examen de


conciencia. El primero en hablar fue el joven lego, al que
llamaban Gausbert, y a quien Bonfill haba increpado...
Ante Dios y mis hermanos me acuso de soberbia y
pido al Todopoderoso, y a mi comunidad, que me ayuden a
ser ms humilde y paciente.
Mientras tanto, el abad mir fijamente al hermano
Anton, el monje que haba intervenido en primer lugar a
favor de los hermanos benedictinos de la montaa. l era
otra cosa. Haba que atarlo corto; prefera no enfrentarse a
l, y mucho menos delante de la comunidad. Sacarlo de
escena siempre le daba buenos resultados. No era un pobre
hombre, como Gausbert; la suya era una familia noble, con
estudios, y los dems monjes siempre tenan en
consideracin sus palabras.
Anton se dio por aludido, pero aguant la mirada de su
abad sin mover un solo msculo.
En la iglesia de Santa Maria era la hora de comer. Los
tres monjes daban gracias a la Virgen por los presentes que
la gente del pueblo les haba llevado. Pero, muy
especialmente, por aceptar su presencia y dejar de
considerarlos una pandilla de iluminados. Sin embargo, la
curacin de la nia los llenaba de alegra y la fe de aquellos
hombres y mujeres haba conseguido conmoverlos.
Mientras Dalmau Savars rezaba los salmos, Basili se
acerc al grupo. La Regla no les permita hablar durante las

comidas y permanecieron en silencio. Al acabar, el


hermano Maties se dirigi con cautela al ermitao...
Puedo haceros una pregunta?
El hombre no respondi, ni tan solo dej de masticar
la manzana que se haba llevado a la boca. El joven monje
insisti...
Cuando Ramon habl de la madre de la nia, Dela,
me pareci que os mostrabais interesado. Acaso la
conocais?
Quiz respondi con desgana.
Maties no hizo ms preguntas, era obvio que no
sacara nada en claro. Ya se dispona a recoger las migajas
de pan para drselas a los pjaros cuando oy un ruido
extrao a poca distancia.
Habis odo algo? pregunt a sus compaeros,
que tambin se haban girado sobresaltados en direccin al
bramido.
A los pocos segundos se repiti, esta vez con ms
violencia. Los cuatro se levantaron a toda prisa y se
dirigieron a la pequea explanada justo detrs de la iglesita;
de all proceda el alboroto.
Por unos momentos pensaron que alguien quera
llevarse los animales, pero no advirtieron ninguna
presencia extraa. A pesar de todo, la mula se comportaba
como si librara la batalla de su vida, daba golpes a diestro y
siniestro o levantaba las patas de delante con la misma

decisin de quien se enfrenta a su peor enemigo.


Se har dao! exclam el hermano Sim,
visiblemente preocupado.
Algo la ha espantado, quizs algn gato salvaje...
dijo Dalmau Savars, buscando el motivo de aquel
comportamiento tan fuera de control.
Maties quera desatarla, pero acercarse al animal era
del todo imposible. Basili asista al espectculo sin abrir la
boca; cualquiera que lo observara habra dicho que no tena
sangre en las venas.
Debemos intentar ayudarla! grit el joven
monje, llevndose las dos manos a la cabeza.
Ahora no, ser intil cualquier cosa que hagamos
sentenci Basili, mientras revolva unas hierbas dentro del
comedero.
Las tres figuras se quedaron mirndolo a la espera de
una explicacin, pero, si la tena, no pareca dispuesto a
compartirla. Unos instantes despus el ermitao aadi:
Aqu tenis la causa exclam, mientras separaba
con pericia algunas hojas y races del forraje con que
alimentaban al animal.
Qu decs? pregunt Sim, que desconfiaba de
aquel hombre.
Es hierba topera, tambin se conoce como hierba
hedionda o higuera loca, incluso hay quien la denomina
higuera del infierno insista con las manos llenas de unas

hojas gruesas y pecioladas de color verde oscuro.


Pero si le he dado lo mismo que come cada da...
se esforz por disculparse Maties.
Ya hablaremos de ello anunci el antiguo soldado
. Qu podemos hacer por ella, Basili?
Esperar a que se tranquilice. En este estado sera
peligroso acercarse. Despus deberemos hacerla vomitar.
No fue nada fcil esperar, ni tampoco producirle el
vmito. Tal como indic el ermitao le hicieron tragar un
buen puado de sal disuelta en agua. Agotados y sucios
hasta el cuello de toda aquella pasta a medio fermentar, se
quitaron las ropas con la intencin de lavarlas en la alberca.
Cubiertos con una manta, se sentaron sobre el margen
construido delante de la iglesita.
Qu pinta! Si ahora nos visitara el abad de Santa
Ceclia, tendra motivos para propagar que hemos perdido
el juicio dijo, divertido, el ms joven de los monjes.
Todos soltaron una ruidosa carcajada; incluso Basili
mostr sus dientes. Eran ms blancos que los de los
propios religiosos. Pero que el hermano Sim olvidara su
prudencia natural sorprendi a los presentes...
Quin sois, en realidad?
A la espera de una incierta respuesta, nadie os
levantar la vista. Basili movi la cabeza con lentitud y las
palabras fueron poniendo msica al atardecer...
Habis visto alguna vez un guila?

Ante el silencio y el desconcierto de los presentes


Basili prosigui...
Esta ave puede llegar a vivir unos setenta aos, pero,
hacia los cuarenta padece un cambio muy profundo. Sus
uas se vuelven prietas y flexibles, le impiden agarrar a sus
presas. Tambin su pico, antes largo y puntiagudo, se
encorva apuntando hacia el pecho y pierde su mortal
eficacia.
Pero puede volar! interrumpi Maties.
Se le hace muy difcil. Sus alas envejecen y le
resultan demasiado pesadas, sobre todo por el grosor de las
plumas. Solo le quedan dos opciones: morir o enfrentar un
doloroso proceso de renovacin que durar ciento
cincuenta das. En su nido de la montaa golpear el pico
contra la roca hasta arrancrselo. Esperar con paciencia a
que le crezca de nuevo para quitarse una a una sus viejas
uas... Cuando le vuelvan a crecer se deshar de sus plumas
viejas. Despus de cinco meses, su proceso de renovacin
le habr devuelto la vida y atravesar de nuevo el cielo. Lo
he visto con mis propios ojos.
No entiendo qu nos queris decir con eso dijo
Maties, frunciendo el entrecejo mientras se poda leer la
fascinacin en su rostro.
Qu queris saber, exactamente?
No s... De dnde sois, desde cundo vivs aqu...
Soy un guila que se ha desprendido de todo aquello

que no la dejaba volar, Maties.


Bajo la luna creciente, que jugaba al escondite, las
caprichosas formas de la montaa an conservaban en su
parte alta alguna mancha de nieve. Basili fue desgranando
su recorrido y el proceso de transformacin
experimentado. Los monjes solo haban odo hablar alguna
vez de las ciudades que haba visto.
Acompaado por el canto de un grillo que anunciaba el
buen tiempo, record alguno de sus viajes. Se esforzaba
por hacerles sentir la bruma del atardecer sobre el Bsforo
mientras comparaba la cpula de la capilla palatina de
Aquisgrn con la de Santa Sofa de Constantinopla. Sus
ojos menudos y de un azul casi cristalino se humedecieron
cuando, retrocediendo en el tiempo, les habl de Guisla, la
abuela de la nia del pueblo que se haba salvado gracias a
la intercesin de Santa Maria...
Ellos me acogieron. Dela fue mi hermana de leche
concluy, tragando saliva.
Entonces... pregunt el hermano Sim, que no se
haba perdido ningn detalle.
No conoc a mis padres. Me recogieron cerca de la
Fuente Grande de Guadvachet y crec jugando con su hija.
Pero al cabo de unos aos ya no soport ms la vida en el
valle. Quera ver mundo, recorrer aquellas ciudades mticas
de las que hablaban las Sagradas Escrituras...
Y no los habis vuelto a ver? No tenis curiosidad

por saber qu fue de ellos, ni de vuestra hermana?


pregunt Maties con curiosidad.
El hombre movi la cabeza en seal de negacin. El
viento de la tarde casi haba secado las ropas y muy pronto
el sol solo sera un rastro de claridad que iba menguando.
Esta era mi intencin cuando me di cuenta de que ya
me pesaban las alas. Quera regresar y abrazarlos, decirles
que los haba aorado, pero dudaba de si me volveran a
recibir como a un hijo. Yo, que los consideraba mis padres,
mi familia... Por suerte, el otro da no me reconocieron.
Sub a la montaa para pensar en todo esto, y entonces
entend que poda ayudarlos ms desde aqu arriba, a medio
camino del cielo.
Y lo habis hecho! Habis salvado a la hija de
Dela! Seguro que Dios recibi vuestro canto como un
tributo que mereca recompensa.
Maties sonri de una manera tan abierta que el viejo
Basili no pudo reprimir una corriente de simpata hacia el
chaval y los nuevos habitantes de la montaa. Quiz su
periplo haba merecido la pena.

3
Tantas veces haba prometido que bajara a Guadvachet para
conocer al padre de Ramon que a menudo tena la
sensacin de haberlo hecho. Dalmau se senta atrapado en
un mar de dudas que tenan que ver con su ministerio, la
ms grande de las cuales era cmo poda poner en marcha
el encargo que le haba hecho el abad Oliba desprovisto de
recursos.
Las noticias de Ripoll exaltaban las iniciativas que
partan de su mentor. Reformaba iglesias y monasterios,
tena siempre alguna argucia para someter la voluntad de
unos condes demasiado independientes y beligerantes;
adems, los viajes del abad por Europa acentuaban la
sensacin de sitio olvidado que se comenzaba a sentir en
Santa Maria.
Haca tiempo que Dalmau Savars haba hecho
recuento de su capital, a todas luces escaso. El dinero se
estaba acabando porque, si bien la relacin con el pueblo
los haba ayudado a vivir sin angustias, no les resultaba
gratis. Por otro lado, el que todos comenzaban a llamar el
cenobio de Santa Maria an estaba compuesto por Maties,
el hermano Sim y l mismo, adems de aquel personaje
tan desconcertante de Basili.
Las relaciones con Santa Ceclia solo podan ir a peor,

dada la reaccin del monasterio vecino ante el inters de


los habitantes del valle por los monjes solitarios de Santa
Maria. Bonfill no perda ninguna oportunidad para provocar
el distanciamiento entre los dos cenobios y nunca aceptara
la dependencia de Ripoll que propugnaba la cesin hecha
por los condes de Barcelona al abad Oliba de toda la
montaa de Montserrat.
Dalmau pensaba que su manera de hacer las cosas,
evitando las agresiones y procurando no inmiscuirse en los
mecanismos de poder que regan aquellos territorios,
estaba fracasando. Y aquel da lleg a la conclusin de que
lo mejor para el futuro de Santa Maria era dejarse ver, salir
al mundo, satisfacer algunas de las expectativas que los
hombres y mujeres de Guadvachet haban puesto en los
monjes de la montaa. Deba demostrar que ellos tambin
eran capaces de atender las necesidades espirituales de los
menos favorecidos en un tiempo difcil que, segn todos
los indicios, iba a peor.
El primero en sorprenderse de aquella iniciativa fue
Maties, que se esforzaba en el exterior de la ermita por
adquirir destreza con el boj. Un arte que acababa de
descubrir gracias a una cuchara tallada en este material,
ofrenda de una mujer del pueblo en peticin de una misa.
Dalmau no haba ocultado en ningn momento que el
dinero trado de Ripoll se acababa.
Puedo venir con vos? pregunt abiertamente el

joven monje.
Puedes venir, claro, pero me gustara ms que te
quedaras. Que Dios me perdone, pero por la cabeza me
bailan pensamientos...
Qu queris decir?
No quisiera alarmarte, ni tampoco quiero que
hables de ello con el hermano Sim, pero me cuesta pensar
que el envenenamiento de la mula fuera fortuito.
Maties parpade tres o cuatro veces. Era un tic que
mostraba su inquietud y que por mucho que se esforzara
siempre acababa delatndolo. Como responsable de llenar
el comedero de las bestias, no poda estar ms de acuerdo
con aquella sospecha.
Quiz todo sean cbalas mas, pero el hermano
Sim desaparece demasiado a menudo entre sus salmos y
te necesito para que mantengas los ojos bien abiertos.
Como ordenis, padre Dalmau...
Lamentaba dejar a Maties a cargo de Santa Maria, pero
no era ms que otro sntoma de cmo iban las cosas, de la
precariedad que soportaba aquella empresa y de un
presentimiento que lo inquietaba.
Como si entendiera su decisin de bajar caminando a
Guadvachet, Asar se qued mirando con tristeza cmo el
antiguo soldado se aventuraba por el camino de la Media
Luna. No solo era que se negaba a pasar una vez ms por
delante de Santa Ceclia, tambin lo quera hacer como una

muestra de su modestia delante de los habitantes del valle.


A medida que se iba acercando a las primeras casas
observ que, tal como deca Ramon, las cosas cambiaban
cada da en aquel pequeo poblado y no precisamente a
mejor. El nmero ms grande de caballos se encontraba al
lado de la torre de vigilancia. En el resto de lugares
supuestamente habitados no se vea ninguno, ni tan solo en
el pequeo ncleo que rodeaba la iglesia de Sant Pere.
Pero, poco a poco, algunas personas, sobre todo
mujeres y nios, salan a su paso. La mayora se quedaba
mirando sin decir nada, otros pedan su bendicin y l se la
otorgaba, complacido. Sus rostros no reflejaban alegra ni
esperanza; le pareci que, todo lo contrario, rezumaban
tristeza. Una de las mujeres se le lanz por sorpresa a los
pies. Iba muy sucia y sus ojos luchaban por comunicar algo
incomprensible. Cuando Dalmau le dio la bendicin, la
mujer, lejos de dejarlo pasar, se aferr con todas sus
fuerzas a las piernas del monje.
Qu te pasa? No puedo hacer nada por ti si no me
lo dices.
La mujer no responda, pero segua aferrada como si
le fuera la vida en ello. Los nios, mocosos y esmirriados,
rean.
Es una loca! grit uno de ellos. Los soldados
mataron a su marido y se trastorn.
Dalmau observ que algunos de los chiquillos tenan

piedras en las manos y que quiz su presencia era lo nico


que los detena a la hora de lanzarlas contra aquella
desgraciada. Pidi ayuda a las dems mujeres que lo
rodeaban, pero ninguna de ellas dio un paso al frente.
Llevaos a Engrcia!
La presencia de un hombre mayor, pero an fuerte y
de maneras autoritarias, hizo que todos los congregados
reaccionasen con espanto. Dos mujeres se acercaron a la
suplicante y consiguieron soltarla de las piernas de
Dalmau. Al principio actuaron casi con violencia, pero
pronto la atrajeron con buenas palabras. El monje
contempl con tristeza cmo se la llevaban, le dola no
haber podido hacer nada por ella.
Ms tranquilo, acept la propuesta del hombre mayor
de marchar hasta la iglesia de Sant Pere. Sus sospechas
tenan fundamento. Ramon le haba hablado a menudo de su
padre, pero no obstante haba algo en aquel hombre que lo
haca sentirse inquieto.
Quiz me recuerde a m mismo... pens en voz
alta mientras el hombre, que caminaba un paso por delante,
se volva.
Cmo decs?
Creo que hablaba solo... dijo un poco
avergonzado por no saber controlarse.
No me extraa en absoluto... Esta montaa...
Vuestro hijo explica que vos vivisteis en ella unos

cuantos aos.
Ramon es un bocazas, pero es un buen chico... lo
dej en el aire, como si fuera una razn de peso por algo
que estaba pensando.
Nos ayuda mucho all arriba, de hecho alguna vez he
pensado que nos salv la vida.
No creis, padre Dalmau. O debera decir padre
prior? Ms bien lo que os salv la vida es vuestro dinero.
Ramon no podra subir demasiadas cosas a Santa Maria si
no fuera porque los campesinos reciben su recompensa en
metlico. En el valle no sobran los alimentos.
El padre de Ramon, al que todos llamaban Toms, se
qued en silencio unos segundos. Haban llegado a su casa,
junto a uno de los muros de Sant Pere. Delante de l corra
un pequeo arroyo de agua que provena de la Fuente
Grande. Tal vez por la duda de si deba presentarse como
prior del cenobio de Santa Maria, Dalmau no haba
respondido a su pregunta. El padre de Ramon tampoco
pareca un hombre de demasiadas palabras. Sus ideas salan
claras, contundentes, sin circunloquios...
Pero hasta vuestro dinero se acaba, no?
Cierto dijo Dalmau Savars a la expectativa.
Hablemos claro. El dinero no crece en los rboles y
cada da que pasa se acumula en manos de los seores de
los castillos y de los obispos sin escrpulos. La gente
sencilla necesita alimentar el cuerpo y tambin el alma. Lo

supe all arriba, en la montaa, se me revel con toda


claridad.
Cmo decs?
Fui testigo de algo muy especial. Si esto os espanta
podis creer que se trataba de un sueo, tanto da.
Yo no quera...
Ya os he dicho que me resulta indiferente, fue una
experiencia que me llevar conmigo a la tumba. Vivir all
arriba forma parte de una transformacin, es uno de los
estadios por los que hay que pasar...
Al observar que el antiguo soldado dibujaba una
sonrisa, el viejo lo mir con desconfianza, pero Dalmau
solo pensaba que haba escuchado antes aquellas palabras.
El padre de Ramon se lo tom mal.
Ya veo que me he equivocado de hombre. No
entendis ni una palabra de lo que os digo.
Perdonad! No era mi intencin ofenderos, os lo
digo con la mano en el corazn. Ms bien al contrario;
recordaba las palabras de Basili, el ermitao que
encontramos viviendo en Santa Maria. l tambin hablaba
de esta transformacin. Nos explic cmo el guila se
hiere a s misma para despus renacer... Pero seguid, os lo
suplico, no quera interrumpiros.
Despus de dudar unos instantes, el padre de Ramon
pens que no perda nada confiando en l.
La Iglesia est demasiado ocupada atesorando

riquezas y librando batallas en nombre de Dios! Los fieles


necesitan personas ntegras que los acerquen a la verdadera
esencia de la religin. El abad Bonfill de Santa Ceclia los
aterra con el castigo eterno, por no hablar de nuestro
capelln, que solo parece haberse acogido al ministerio
para beberse el vino de la misa.
An no he tenido el placer de conocerlo. Pero veo
que vos tambin sabis mucho de las necesidades
espirituales de vuestros vecinos.
S de seres humanos, padre Dalmau.
Segn he podido apreciar, os tienen miedo.
El hombre esboz una sonrisa, pero el monje
concluy que desde haca tiempo haba olvidado cmo
acaba aquel gesto.
Las cosas son difciles en el valle. Los seores
actan cada vez con ms violencia, ya os lo he dicho.
Sabis qu significa? Los hombres se acostumbran pronto
a obedecer, a quedarse dos pasos por detrs.
Y vos dais las rdenes.
Encuentro que vuestras palabras no son las de un
monje. Queris hablar verdades? Os dir que aquella
mujer se os ha lanzado a los pies porque ha sufrido lo ms
inconcebible. Su hijo y su marido fueron asesinados
delante de sus propios ojos. Se puede concebir un horror
ms grande?
Creedme. S de lo que me hablis respondi el

antiguo soldado, apretando los dientes.


Al viejo Toms no le pas desapercibido aquel gesto
que contena una gran dosis de rabia.
Permitidme que os invite a un vaso de vino en mi
humilde casa.
Hace tiempo que no bebo, pero lo har con gusto en
vuestra compaa.
El hombre fue hasta un estante donde colgaban
embutidos y pimientos. Haba tambin un jarro que plant
sobre la mesa. La casa era tan modesta que se poda
confundir con el interior de una ermita.
Mi hijo parece tener una disposicin especial a
perderse por Santa Maria...
Ya os he dicho cunto agradezco su colaboracin.
Su presencia nos da nimos en nuestra empresa.
Lo s, pero me da la impresin de que Ramon
piensa ir ms all y yo ya soaba con que me haran abuelo.
Esther ha venido a verme, de hecho viene muy a menudo.
Est confundida; cada vez que le habla de casarse mi hijo se
inventa nuevas excusas. Me comprendis?
Dalmau se qued pasmado. Haba imaginado a menudo
que el chaval se quedaba en el monasterio, que tomaba los
votos y se converta en su mano derecha. Quiz no era ms
inteligente que Maties, este tena una inteligencia natural,
pero Ramon era listo y se comportaba con humildad.
Adems, aprenda rpido lo que corresponda a cada

situacin y saba contenerse. Eran valores muy importantes


para su proyecto. Pero no esperaba que su padre se lo
planteara de una manera tan directa.
Y a vos os agrada esta posibilidad? Aprobarais
que Ramon entrara a formar parte del cenobio de Santa
Maria? dijo el monje mientras degustaba aquel vino,
mucho ms aromtico que el lquido aguado que el chaval
traa para la misa.
No demasiado, si he de seros sincero. Es el nico
hijo que tengo, y me quedara solo... Adems de que le he
cogido afecto a Esther, es una buena chica. Quiz no sea lo
que esperabais de m, padre, y es que me hago viejo...
El monje comenzaba a renunciar a su sueo de
convencer algn da a Ramon para que se quedara
definitivamente en el monasterio. Pero aquel hombre le
reservaba una sorpresa; su actitud sera motivo de reflexin
para Dalmau durante mucho tiempo.
No obstante, padre, tambin pienso que debe
decidir su destino, y si quiere entregar su persona a cambio
de estar ms cerca de Dios, no se lo reprochar, ni se lo
impedir, en ningn momento. Si lo pensamos bien, las
cosas irn a peor en este valle tan castigado por los
hombres, y quiz traer hijos al mundo no sea la mejor
opcin. Pronto necesitaremos espritus nobles con
conocimiento de las Sagradas Escrituras...
Vuestra actitud os honra, amigo mo. Dejadme que

os transmita mi admiracin.
No es eso lo que busco. Ms bien me gustara
recibir de vos la promesa de que tendris en cuenta las
relaciones con el pueblo, que nos ayudaris.
Pero mi poder es inexistente...
Vuestro poder, padre Dalmau? Pienso que os
subestimis y que esto afectar a la misin que os ha trado
hasta aqu.
La misin... El monje se extra de que usara ese
trmino. Qu sabis de la misin que nos ha trado hasta
Montserrat?
Ms de lo que imaginis, Dalmau, ms de lo que
imaginis.
Antes de que pudiera calibrar la importancia de
aquellas palabras, un hombre que recordaba bien entr en la
casa, levant la mano de tres dedos y se qued de pie
delante de ellos.
Qu noticias traes, Seraf? Puedes hablar sin
miedo.
Dicen que hay soldados sitiando el castillo de Sant
Pere de Sacama. La gente de Guadvachet est alarmada,
parece que el seor de Manresa no quiere abandonar el
castillo y los condes de Barcelona quieren tomarlo por la
fuerza. Tambin el abad Oliba se ha presentado all, despus
de un largo viaje desde Ripoll.
El abad Oliba, decs? Dalmau Savars abri los

ojos y tens el cuerpo, como una flecha a punto de ser


disparada.
Habis odo bien. De hecho ya tena noticias de ello
respondi Toms. Vuestro abad quiere hacer valer el
derecho de paz y tregua. Va en calidad de negociador, solo
espero que todo acabe bien.
Qu queris decir? sigui preguntando el monje,
cada vez ms nervioso.
Quiero decir que esta posesin que ahora entra en
disputa est al alcance de la mano. Y que el seor de
Manresa no se quedar de brazos cruzados, tiene sus
propios soldados. Pero estas cuestiones no llegan a vuestra
montaa, no?
El monje sali acompaado por los dos hombres.
Caminaba con una actitud ms abatida de la que haba
mostrado a la entrada de la estancia. En el exterior,
tampoco la gente se comportaba de la misma manera. El
respeto haba aumentado como si el hecho de permanecer
en aquella casa fuera suficiente para validar su figura.
Dadnos vuestra bendicin y rogad por nosotros,
padre pidi una chica que ayudaba a su madre tullida.
Dalmau Savars as lo hizo. Esther, oculta detrs de
unas caas, lo miraba desde muy cerca.

4
Castillo de Sacama
A pesar de que el invierno haba tocado a su fin, an se
vean algunas manchas de nieve en los mrgenes del
sendero. La comitiva haba forzado el paso durante aquella
jornada para llegar al castillo de Sacama, pero la noche
haba acabado imponindose. Lejos de encender las
antorchas para iluminar la suave pendiente que suba hasta
el acantilado, casi agradecan la oscuridad sin luna que caa
sobre el paisaje. Algunos de los jinetes encabezados por el
abad Oliba se haban adelantado para reconocer el terreno y
no rechazaban camuflarse entre las sombras.
Aquellos caminos de pinos y olivos no se mostraban
en absoluto amenazadores, pero la ambicin del seor de
Manresa haba trado la discordia al territorio. Su antigua
pretensin de recuperar la independencia del condado
reavivaba las luchas siempre que poda reunir algo
semejante a un pequeo ejrcito.
Desde Barcelona no estaban dispuestos a permitirlo y,
tanto el conde rey Berenguer Ramon como su madre, la
condesa Ermessenda, haban movilizado a sus hombres para
hacer frente a la revuelta. La toma del castillo se haba
consumado das atrs, pero las predicciones sobre la
ocupacin que llevaba a trmino aquel seor rebelde no le

otorgaban demasiado futuro. La ventaja militar y poltica de


Berenguer Ramon y de su madre decantaran antes o
despus la balanza.
El enemigo era buen conocedor de los escondites de
aquellos parajes, pero la condesa no haba tardado mucho
en reaccionar.
El abad Oliba, preocupado por las consecuencias que
implicaba aquella lucha, pensaba que ms vala no
subestimar al seor de Manresa. El religioso marchaba al
ritmo del resto de los viajeros. Se resista a las
recomendaciones de sus colaboradores para que dejara de
ir a caballo. Tena ms de cincuenta aos, incluso unos
cuantos ms, pero se senta lleno de vida, de proyectos que
no admitan demora. La paz en los condados era una
mxima imprescindible para llevarlos a trmino.
Siempre le preocupaba que su amistad con
Ermessenda degenerara y le impidiera ver cumplidos sus
sueos. Solo ella tena bastante poder sobre el conde de
Barcelona y, lo que era ms importante, dispona de
influencia entre los seores como para aumentar el miedo
y el respeto que causaba el abad de Ripoll a sus enemigos.
Haban hablado a menudo de ello, y su alianza era ms que
un juego de voluntades. Pero el abad no perda oportunidad
para extender y predicar sus leyes.
Sin embargo, haca tiempo que no se hallaba en medio
de un conflicto. Se conformaba con convocar a los actores

y a menudo recuperaba con palabras la paz perdida. En


aquella ocasin haba visto una oportunidad para conseguir
dos objetivos, uno de ellos largamente acariciado.
Esperaba que su presencia en Sacama aadiera un
nuevo triunfo de las asambleas de paz y tregua con las que,
desde haca muy poco, intentaba controlar a los belicosos
seores. La otra razn, y la ms importante para l, era
visitar a Dalmau, llevarle hombres y dinero, comprobar
cmo iba la misin que le haba encomendado. La suerte
del castillo no era, pues, su prioridad, aunque el
comportamiento del seor de Manresa poda acabar
afectando los viejos proyectos para su amada Montserrat.
Despus de un rato que al religioso se le hizo eterno,
los hombres que haban marchado por delante regresaron al
galope. Las noticias no eran buenas y todo indicaba que el
asedio al castillo, ahora a cuenta de los hombres de
Ermessenda, pasaba un mal momento. Por lo que haban
visto desde una cima prxima, mercenarios del seor de
Manresa tambin atacaban a Ermessenda al amparo de la
noche desde una de las laderas de la montaa. Si
conseguan hacerle dao, los que permanecan en el
interior del castillo podran salir y coger al ejrcito condal
entre dos fuegos.
El abad detuvo su caballo, indeciso. No estaba
dispuesto a aplazar demasiado la visita a Montserrat, pero
le habra gustado unirse a la condesa, rodear a los atacantes

y ser decisivo en la batalla. Sacudi la cabeza sin que le


importara la atencin extrema de sus hombres. Haca
mucho que haba abandonado aquellas prcticas y no
contaba con la gente adecuada. Por otro lado, los monjes
que llevaba a Santa Maria eran muy valiosos para sus
propsitos y no quera ponerlos en peligro.
Espole la montura haciendo que continuara su
camino a un ritmo ms gil. El resto de los hombres, no
ms de una docena entre monjes y guardias, lo siguieron
temerosos de que el religioso hubiera tenido una de sus
ocurrencias, donde pareca contar ms el objetivo final que
la propia vida de los que lo acompaaban. Pero la confianza
del abad se fundamentaba en un conocimiento profundo de
sus enemigos, y haca aos que saba de las debilidades del
seor de Manresa.
Levantad la cruz dijo ante la perplejidad de todos
los que lo acompaaban. Nos plantaremos delante y
haremos entrar en razn a este rebelde. No tengis miedo.
Dios est de nuestro lado y nadie nos har nada.
Pero estn luchando a las puertas del castillo,
eminencia. Quiz no sea el mejor momento... dijo el
monje de ms edad, un hombre que tena la confianza del
abad desde haca muchos aos.
Siempre es un buen momento para detener el
derramamiento de sangre dijo Oliba, mientras los
hombres disponan los caballos en cua para rodearlo

durante el resto del trayecto a los pies de la fortaleza.


Faltaba poco para llegar, pero los continuos recodos
del camino y el avance de la oscuridad les impedan
concretar la distancia. Pronto los ecos de la batalla
resonaron entre los rboles. Muy cerca, las flechas
silbaban en el aire surcando un escenario que resultaba
fantasmagrico solo con la luz de las antorchas. Los
bramidos de los soldados y el ruido de los caballos, que
parecan poder viajar de valle en valle de tan violentos que
eran sus relinchos, cautivaban an ms a los viajeros.
Alguno de los monjes se encomend a Dios antes de
secundar la orden del abad.
Ya giraban el ltimo recodo cuando unos jinetes
pasaron cerca de la comitiva sin prestarle ms atencin que
una mirada de sorpresa; era imposible saber si se trataba de
hombres de Ermessenda o de esbirros a sueldo del seor.
En la pequea explanada que rodeaba la fortificacin,
apenas una torre con murallas dispuestas en paralelo sobre
la roca, como muchas de las que jalonaban la frontera con
los sarracenos, una cincuentena de hombres luchaba sin que
se pudieran discernir los dos bandos en conflicto.
Pero el abad distingui bajo la cambiante luz de las
antorchas una pequea catapulta y, ms apartado, un
campamento donde deban de llevar a los heridos. Quin
estaba en condiciones de asegurar la victoria? Desde los
muros disparaban con arcos y dos grandes ollas que deban

contener aceite hirviendo se mostraban en las almenas.


Tambin se combata en los alrededores de la pequea
iglesia de Sant Pere Sacama, pero el castillo, el autntico
objetivo, resista sobre aquel risco natural de rocas donde
acababa la montaa.
Ahora s dijo de pronto el abad, mantened vivas
las antorchas y levantad bien la cruz. El pueblo hablar de
nuestra intervencin en el sitio de Sacama.
Todos los hombres pidieron a Dios que los dos
bandos se dieran cuenta de la gran cruz de madera que
elevaba la comitiva, y que no utilizaran las ballestas, si es
que disponan de aquel artefacto demonaco.
El efecto que produjo la hilera atravesando el campo
de combate, luces y sombras que se proyectaban sobre los
restos de una batalla agnica invadida por la oscuridad
creciente, fue tan inesperado como prodigioso. Los
hombres que luchaban en la explanada se quedaron parados
delante de aquella visin, las manos callosas se deshicieron
de unas espadas y lanzas que, por la violencia de la batalla,
parecan acabadas de salir de la fragua. Desde las almenas
del castillo, la figura del seor de Manresa seal perplejo
la cruz que abra paso al abad Oliba. No dud ni un instante
en dar la orden: el grupo que llevaba la cruz deba entrar
sano y salvo en la maltrecha fortificacin de Sacama.
El religioso, firme en su caballo como en los tiempos
en que l mismo haba tenido su propio condado, solo se

preguntaba dnde poda estar Ermessenda. No era propio


de la condesa esconderse de la lucha, ni pedir nada a sus
soldados que no estuviera dispuesta a secundar. Quiz la
madre del conde de Barcelona se estaba haciendo mayor,
como l mismo. De otra manera, no entenda cmo era
capaz de perderse un espectculo que ella misma haba
provocado.
Aquel domingo en Santa Maria los oficios y las tareas
diarias se sucedieron a un ritmo aparentemente normal.
Pero cualquier ruido llenaba de inquietud a los monjes. Las
noticias de la rebelin en un lugar tan prximo hacan volar
cbalas; con ms motivo an si el abad Oliba haba tomado
parte en el conflicto.
Quizs este fue el motivo de que los nervios jugaran
una mala pasada al joven Maties. Las molestias de
estmago y los vmitos no parecan remitir, y en aquel
estado no se vea con nimo de hacer el recorrido habitual
hasta las ermitas.
Descansa. Ir yo dijo Dalmau Savars.
Podramos esperar un poco. Me he tomado una
infusin de tomillo y supongo que se me pasar...
No te preocupes. Me ir bien un paseo, de hecho
hace das que deseo hacer una visita a las ermitas. De
verdad! aadi para parecer ms convincente, sin
demasiado xito.
Las provisiones de la semana ya estn preparadas,

solo hay que cargarlas sobre la mula.


Pero ya ha recuperado la vista ese animal?
No. An no. De hecho, por poco lo perdemos
respondi con cara de preocupacin. Basili dice que es
cuestin de tiempo, que solo se trata de una ceguera
transitoria. Ojal tenga razn. Aquella maldita hierba
hedionda! No me explico cmo fue a parar al comedero, os
aseguro que yo...
Lo s, Maties, lo s. Pero ahora no te hagas mala
sangre y descansa. Te ir bien. Cmo quieres que haga
efecto ese brebaje que te has tomado si no dejas de
preocuparte por todo? dijo Dalmau Savars, procurando
tranquilizar al monje.
Es muy mansa y valiente, si la llevis cogida se
dejar guiar. Lo siento concluy, mientras se pona la
mano en la boca y sala corriendo hacia detrs de la ermita.
El antiguo soldado hizo lo que Maties le haba
indicado y, una vez tuvo cargada a la mula, fue a informar al
hermano Sim de que se ausentara hasta las vigilias. Al
volver, no se lo poda creer. El animal haba desaparecido!
Lo primero que le vino a la cabeza fue que alguien la haba
robado, llevndose tambin la comida destinada a los
ermitaos. Para no alertar a sus compaeros, guard
silencio mientras coga una piedra y miraba en todas
direcciones y la pasaba de una mano a la otra. Recordaba su
destreza en el uso de la honda, como si necesitara la

seguridad y la valenta que rezumaba el entonces joven


Dalmau Savars.
Haca tiempo que se preguntaba quin quera
perjudicarlos. O, quiz, solo se trataba de un pobre
desgraciado que no tena con qu llenar la barriga... Este
pensamiento lo tranquiliz. Con la certeza de que no poda
haber ido demasiado lejos, se puso en camino. Subira tan
alto como le fuera posible para descubrir ms fcilmente al
ladrn. Cmo poda, si no, desaparecer una mula ciega?
El monje trepaba con agilidad, el enojo lo haca ir an
ms rpido entre rocas y torviscos.
Cuando te coja! iba diciendo entre dientes.
Solo al llegar arriba de un risco desde donde se
contemplaba el valle y Santa Maria, vio al animal. Por unos
momentos sus ojos brillaron de satisfaccin. El ladrn
pareca haber renunciado y la mula iba sola por el sendero
que suba al escondrijo de Santa Magdalena; pero por ms
que se esforzaba no consegua distinguir ninguna silueta
que la acompaara. Comenzaba a conocer bien la montaa y
pens en seguir sus pasos para escarmentarlo. Pero ya no
era aquel Dalmau.
Permaneci inmvil durante un buen rato. Con las
cejas arqueadas y la boca abierta segua el andar lento de la
mula ciega que haca el trayecto de memoria. En ms de
una ocasin pens en bajar corriendo, al descubrir una
curva o una roca en el camino, pero era tanta su fascinacin

que segua sin dar el paso.


Una paz reconfortante relaj su musculatura, an
evidente bajo el hbito, y la crispacin se diluy en un
estado de gratitud. La montaa tena algo especial, como si
el aire que se respirara proporcionara un bienestar difcil
de explicar. Se preguntaba si era el nico que lo senta, con
aquella intensidad que poda llegar a doler.
Dalmau Savars permaneci en el mismo lugar un
largo rato. El animal apareca y desapareca, se ocultaba de
su mirada en las curvas de la vereda y solo lo intua cuando
pasaba entre los almeces. Con su andar lento cruz el claro
que se abra en medio del bosque de encinas y sigui su
recorrido hasta desaparecer de nuevo en la senda que se
abra del otro lado.
Dalmau corri por entre los rboles con la idea de que
no se espantara, pero cuando la tuvo delante, y estaba
convencido de que saba de su presencia, el animal
continu impertrrito con la mano del monje sobre su
grupa.
Me permites que te acompae un trecho, verdad,
amiga? dijo mientras con la mano libre comprobaba si la
mula vea.
Quizs era una seal de cmo eran las cosas en aquella
montaa, una leccin que haba que aprender. Tal vez la
ceguera de los ojos poda convertirse en el smbolo de
otras cegueras ms graves, aquellas que no nos dejan ver la

verdad de las personas, las oportunidades que se nos


presentan, las respuestas que nosotros mismos albergamos.
El monje se preguntaba si de aquel suceso, en apariencia
tan intrascendente, se poda deducir el sentido de la vida.
Entregado a estas reflexiones, Dalmau Savars recit
en voz alta un salmo que haba rezado muchas veces, pero
le pareca que por primera vez cobraba vida...
Hacednos ver la claridad de vuestra mirada.
Antes de seguir caminando, la mula ciega se desvi
ligeramente de su recorrido. Oculto entre mostellares
haba un curso de agua y ella bien que lo saba. Los dos
bebieron con ganas aquella delicia lquida, y el monje,
cansado de brincar en busca de un ladrn inexistente, se
dej caer sobre una piedra. Pero su dureza le pareci como
un manto de musgo fresco. Se senta vivo, tena aquella
sensacin que deban de sentir los peces cuando, despus
de un tiempo en contacto con el aire, se volvan a zambullir
en el mar. Por unos instantes se qued inmvil, sus
sentidos se abran como una planta que recibe el sol
despus de una noche fra. Puso las dos manos sobre la
roca, y habra jurado que debajo de aquella costra de fango
y guijarros palpitaba la vida, una meloda suave capaz de
apaciguar la desazn.
Pero la mula, despus de golpear dos veces el suelo
con sus pezuas, decidi reanudar el camino. Esta vez no la
perdera de vista.

5
Dalmau Savars se mova, inquieto, en el rincn de la
ermita que l mismo se haba asignado. Ya haban tenido
lugar los maitines, pero la noche an era muy cerrada. A
pesar de eso, su cuerpo le negaba el sueo. Pensar que el
abad Oliba estaba tan cerca y que poda tener problemas en
aquella disputa por el castillo de Sacama haca bullir la
memoria de soldado que alimentaba su sangre.
De buena gana habra ensillado a Asar para cabalgar
toda la noche para ayudarlo, pero no era lo que se esperaba
de l, no era lo que le haba ordenado el abad Oliba. Al fin y
al cabo, no obstante los cambios que haba experimentado
su vida, an haca lo mismo que dos aos atrs: recibir
rdenes y cumplirlas.
Las palabras del viejo Basili le venan una y otra vez a
la cabeza y la imagen del guila lo persegua cuando cerraba
los ojos. No, l no se senta ligero, ni tampoco desprovisto
de todo aquello que lo anclaba a la Tierra. Tal vez su
sufrimiento haba sido en vano, quiz solo era una
transformacin ficticia aquella que, con la ayuda del hbito,
pugnaba por ocultar la gran cicatriz que le rodeaba el cuello
y las heridas que surcaban su espritu.
Intentando alejar las imgenes que lo torturaban, se
puso de pie de un salto y cogi la vela que arda en el

interior de la iglesia. Observ a los monjes y al ermitao;


parecan en paz. Quizs haba llegado el momento de
construir un monasterio, aunque fuera con sus propias
manos. Se senta responsable de aquella comunidad; eran su
familia.
Se calz las sandalias y, sin hacer ruido, fue a ver a
Asar. El animal lo recibi con curiosidad y se levant del
suelo, donde dorma. Dalmau reconoci aquel movimiento,
tan habitual de los instantes previos a las batallas de otro
tiempo.
Shhh! Tranquilo o los despertars a todos! dijo,
mientras le acariciaba el pelo negro y reluciente que
Maties cepillaba cada da.
El antiguo soldado dej caer la cabeza sobre su lomo
tibio. La oscuridad era absoluta y refrescaba. Despus de
ponerse una manta sobre los hombros protegi la llama con
las manos por miedo a que la brisa la apagara.
Otra imagen le vino a la memoria: pero aquella vela
quedaba muy lejos, all en el monasterio de Ripoll! Se
recogi junto al pozo, apoyando la espalda en el borde.
Cuando se acostumbr a la ausencia de luz, adivin una
estrella; ms tarde otra y, an, una ms pequea. Cmo
poda pensar que se encontraba rodeado de oscuridad? El
cielo estaba lleno de caminos de luz, una alfombra
refulgente que llevaba hasta los pies de un Rey!
Reconfortado, cerr los ojos y el sueo lo venci.

Al despertar, el sol an no haba asomado la nariz


entre las cimas y la penumbra dilua los contornos de los
objetos, l mismo era una figura sin sombra que pareca
formar parte de aquel lugar. Entonces, record el caracol
marino incrustado en las rocas. Era el rastro
incomprensible de las pisadas del mar en aquella montaa,
como las conchas adheridas a la mezcla que conformaba las
rocas.
Qu significaba todo eso? Basili no le haba vuelto a
hablar de ello, desde el da en que lo haba rescatado de la
cueva. Pero el mar quedaba lejos de la montaa de
Montserrat. Quizs en un tiempo remoto las cosas haban
sido diferentes. Quin poda saberlo? Su vida tambin se
haba escindido en dos partes que no se parecan entre s...
Al menos, eso era lo que quera creer.
Padre Dalmau, me he espantado cuando no os he
visto en la ermita! No os encontris bien? pregunt el
hermano Sim despus de acercarse de puntillas.
Perdonad, no era mi intencin.
Yo tampoco duermo demasiado bien... dijo el
monje con ojos cansados y cogiendo con fuerza el libro de
los salmos que siempre lo acompaaba.
Cuando amanezca bajar al pueblo, quiz tengan
noticias de lo que est pasando en Sacama.
Queris decir que deberamos acercarnos?
El padre Dalmau lo escuch sorprendido. Lo haba

dicho como quien no se atreve, quiz venciendo el miedo


que le causaba la violencia. El hermano Sim haba vivido
toda la vida en Ripoll; el abad Oliba era como un padre, el
nico que lo haba guiado en su paso por este mundo. Ahora
deba verse atrapado en una aventura incierta, con un
superior, si es que Dalmau poda atribuirse aquel papel, que
no acababa de iniciar nunca la empresa anunciada.
Coger a Asar, por si es necesario... No sufris, el
abad Oliba sabe lo que hace. Vos lo conocis mejor que
nadie.
Que Dios os escuche dijo el monje, mientras se
dispona para el toque de la hora prima.
El revuelo despert a Maties y Basili, pero nadie hizo
ningn comentario cuando Dalmau Savars prepar su
caballo para bajar al pueblo. La preocupacin se reflejaba
en el rostro de los presentes. Solo Asar se senta feliz.
Acogi la silla como si estuviera dispuesto a enfrentarse a
la carrera de su vida. Cuando el monje subi a la grupa, el
animal relinch mientras levantaba las patas de delante.
Todo ir bien dijo el antiguo soldado antes de
disponerse a partir, pero nadie supo si se lo deca a los
hombres que se quedaban a la espera o a su compaero de
tantas batallas.
Que Dios os acompae.
En l confo respondi Dalmau al joven Maties.
Sin pensrselo dos veces, parti en direccin a Santa

Ceclia, consciente de que no poda arriesgarse a bajar al


pueblo por el camino de la Media Luna. Ni tan solo dedic
una mirada al monasterio del abad Bonfill; el destino que se
haba asignado era la casa de Ramon. Pero el chico no
estaba y su padre pareca bastante trastornado.
Sucede algo?
El hombre neg con la cabeza sin levantar la vista del
suelo. El monje se acerc buscndole los ojos, pero Toms
pareca resistirse a compartir con l los motivos que le
procuraban un abatimiento tan profundo.
Seguro que os encontris bien?
Al ver que no sacara nada claro, insisti...
No soy de los que se meten en las casas de los
dems para husmear en sus vidas...
Pues entones, marchaos dijo en voz baja. Os lo
suplico.
Necesito hablar con vuestro hijo, podrais
indicarme...
No! volvi a interrumpir Toms.
Antes de dejar la estancia, Dalmau Savars mir por
todos lados para ver si encontraba alguna explicacin a
aquel cambio de actitud. Todo pareca guardar un orden
silente. De nuevo en la calle, Melsa sali a su encuentro y
lo olfate largamente. El monje le pas la mano por la
cola, que blanda contenta.
Acaso huelo a Asar? Dnde est tu amo?

Aqu mismo dijo el pastor.


Buenos das, Cesc! Parece que nos hemos hecho
amigos, con tu perra. Buscaba a Ramon, pero no est en su
casa. No lo habrs visto? Quisiera hablar con l.
Por el amor de Dios! Dnde queris que est?
Todo el pueblo est all!
Al ver la cara de desconcierto del monje, el pastor
aadi:
La madre de Esther est muy mal, segn dicen no
saldr adelante y la gente la quiere.
No tena ninguna noticia. Lo siento. Puedes
acompaarme?
A paso ligero, el monje y Cesc recorrieron la
distancia que los separaba de una casa de ladrillo al lado de
la Fuente Grande. El chorro de agua inundaba los
alrededores con su rumor intenso. Los pocos habitantes de
Guadvachet formaban un corro en el exterior mientras
comentaban el desafortunado incidente. Ramon estaba
sentado en el suelo con las manos en la cabeza.
Qu ha pasado? pregunt el monje. Vengo de
tu casa, tu padre no ha querido decirme nada.
No le respondi. Los ojos del chaval brillaban
enrojecidos y su cabello enredado le ofreca un aspecto
lastimoso. Los llantos y los chillidos se escuchaban
ntidos, a pesar de que era imposible saber quin los
profera. Alarmado, Dalmau atraves el umbral. En el

interior, una cortina separaba la estancia principal de


aquella otra donde tena lugar la confusin.
Muy cerca de la entrada haba un hombre bebiendo,
sentado sobre una pila de sacos. Dalmau domin el impulso
que lo llevaba a invadir an ms la intimidad de aquella casa
y se aproxim al desconocido. Este lo recibi con un
eructo agrio y una vaharada de vino le lleg ntida.
Sin pensrselo dos veces, el antiguo soldado
descorri la manta vieja y sucia que divida los espacios. El
espectculo era aterrador. Entre barreos y trapos, una
mujer desnuda de la cintura para abajo se baaba en su
propia sangre. Apoyaba la cabeza sobre la falda de Esther, y
esta lloraba mientras mantena enlazadas unas manos
inertes. La chica de Ramon tard en darse cuenta de que
una persona ajena haba accedido al recinto, pero en cuanto
vio a Dalmau abandon el contacto con su madre y se lanz
contra el monje con los ojos fuera de sus rbitas.
Fuera de aqu! Fuera de aqu! repeta una y otra
vez golpeando con sus puos el pecho de Dalmau, mientras
las otras mujeres intentaban tranquilizarla.
Qu pasa que no viene el mdico? pregunt una
joven que haba tomado el relevo de Esther; el cabello
largo y rizado le tapaba el rostro.
Han ido a buscarlo a Olesa! respondi alguien.
Dalmau se senta desfallecer a la vista de tanta sangre,
dudaba de si deba intervenir en aquel asunto reservado a las

mujeres. Entonces Esther solt otro grito; pareca capaz de


desgarrar el cielo con su dolor, si se lo propusiera.
Bendecidla, padre. Se nos va rog de pronto una
vieja que haba pasado desapercibida, sujetndolo por el
brazo; tambin tena las manos ensangrentadas.
Dalmau Savars palp la pequea cruz que llevaba
debajo del hbito. Como si le volvieran las fuerzas que
haba perdido, se arremang el hbito y apart del costado
de la cama a todos los que solo se lamentaban.
Traed agua y ms trapos limpios!
Pero qu os habis credo? Quitad las manos de
encima de mi madre, os he dicho que...
Espera! exclam la joven del cabello largo.
Podis ayudarla?
Espero que no sea demasiado tarde respondi
Dalmau, turbado por su inesperada decisin.
Delante de los ojos como naranjas de Esther y las tres
mujeres que se quedaron en la estancia, el monje actuaba
con rapidez y seguridad, como si no fuera la primera vez
que asistiera a una mujer en aquellas condiciones. Aquella
especie de embrollo de carne, que solo la intuicin poda
calificar como un ser humano, fue envuelto en unos trapos
y el mismo Dalmau cort el cordn que lo una a su madre.
Pero la sangre an tibia chorreaba sin parar y no pudo hacer
nada para salvarle la vida.
El sudor del monje se confunda con la sangre que lo

cubra todo, la humedad se volva pegajosa en las narices y


pensaba que se desmayara. Pero sac fuerzas para cerrarle
los ojos y rezar una oracin por su alma.
Lo siento... dijo en voz baja a la nica persona
que pareca dispuesta a escuchar sus palabras.
La joven de cabello rizado se qued mirndolo con
una pena infinita en el rostro.
Madre no quera vivir, nadie poda hacer nada por
ella. Vos habis querido darle una oportunidad, pero ya veis
que la ha rechazado dijo con un resentimiento que, segn
intua Dalmau, no iba dirigido a l; mientras tanto, abrazaba
a su hermana pequea.
Fue as como Dalmau Savars conoci a Magda, la
hermana de Esther, la hija de aquel borracho y de la mujer
muerta. Pasaran muchos aos antes de que pudiera
olvidarla.

6
Los momentos que siguieron a la bajada de Dalmau Savars
a Guadvachet fueron los ms tempestuosos de su alma en
transformacin. Atribuy muchas de sus sensaciones a la
llegada de la primavera, a los recuerdos que paseaban por
sus sueos. Sin que olvidara la actitud extraamente hosca
del padre de Ramon desde que el soldado de los tres dedos
le haba trado aquellas noticias de Sacama.
Das despus busc a Maties para darle instrucciones.
Tambin al hermano Sim, a quien quera preguntarle cul
era el libro de las Sagradas Escrituras donde figuraban unas
palabras que le venan continuamente a la memoria.
Tambin ansiaba tener con Basili una de aquellas
conversaciones sobre la naturaleza de la montaa, que
llenaban sus pensamientos con profundos misterios. Nada
de todo ello fue posible. Ninguno de los aludidos estaba en
la ermita ni en sus alrededores cuando despert con el sol
ya bien alto y un regusto amargo en la boca. No tena
excusa, pues, para no enfrentarse a las preocupaciones que
de verdad lo absorban.
Desde que haba sabido de la presencia del abad Oliba
a tan solo unas leguas de la montaa, la espera lo estaba
consumiendo. Le pareca del todo incomprensible que su
mentor viajara hasta aquellas tierras sin querer conocer de

primera mano lo que se coca en Montserrat. Pero las


jornadas se sucedan sin que tuviera ninguna noticia, por
mucho que preguntaba a Ramon; el chaval an no se haba
recuperado de la conmocin que le haba ocasionado la
muerte tan escalofriante de la madre de Esther.
Aquel asunto lo mantena en un estado de decepcin
que saba poco apropiado para un monje. Pero no lo poda
evitar. Iba hasta el primer recodo del camino que vena
desde Santa Ceclia con la esperanza de ver llegar a un
grupo de jinetes que llevara la cruz como estandarte. Saba
por Ramon que el abad Oliba haba vencido as las
reticencias del seor de Manresa a hacer las paces con la
condesa Ermessenda y su hijo. No obstante la primavera, a
pesar de que los das comenzaban a hacerse ms largos,
solo poda observar cmo la vegetacin de la montaa les
regalaba un nuevo perodo de bonanza.
Pronto florecera la potentilla y los rosales se
preparaban para su estallido. Los herrerillos ya soltaban los
po po que engalanaban la estacin de las flores y los gatos
salvajes estaban especialmente activos. El corazn de
aquella montaa lata con fuerza a travs de todas sus
criaturas, como si se ofreciera a enderezar la melancola
del monje.
Pese a la decepcin por el olvido en que los mantena
el abad, Dalmau Savars suba cada tarde por caminos y
veredas para conseguir ver la puesta de sol de un lugar que

acab bautizando con el nombre de Sant Jeroni, aquel


doctor de la iglesia constructor de monasterios.
En aquellas alturas intentaba que el cansancio actuara
como blsamo para su corazn. Este corra desbocado
cuando pensaba en la hermana de Esther, aquella Magda a
quien tuvo la oportunidad de acompaar en un momento tan
doloroso. No se poda quitar de la cabeza su mirada
profunda que tanto le recordaba a la nica mujer que haba
amado y haba perdido para siempre. Sin poderlo controlar,
un hormigueo se apoder de su piel, que se eriz en todo
su recorrido. Con movimientos lentos y los ojos cerrados,
pas la palma de la mano por el basto hbito que lo cubra.
El rastro de otras caricias lo llevaron a escenarios muy
distintos donde el pasado tena nombre de mujer. De
mujer... y de nio. Dos lgrimas tibias surcaron el rostro
del monje antes de pasar a formar parte del paisaje.
Como si el astro rey quisiera acompaar aquella
ternura imposible de recuperar, se desliz poco a poco
proyectando la sombra de las montaas sobre el valle. El
dorado sucumbi, dcil, al manto protector. Ante sus ojos,
la penumbra iba cubriendo lentamente los campos de vias
y olivos. Mientras la sombra avanzaba, la tierra pareca
descansar en su refugio.
Tambin los pequeos cerros perfilados en la lejana
sucumban sin prisa al abrazo del anochecer y, an ms all,
la opacidad se perda en el horizonte hasta desaparecer. La

noche esperaba complacida, baada en tonalidades violetas.


Emocionado por la magnificencia de la obra divina,
Dalmau Savars admiti que Dios era su nico interlocutor.
La voz que le deba ordenar los prximos pasos de la
empresa encargada por el abad Oliba, quiz porque
necesitaba un gran impulso para volcarse en la creacin que
le exigan, una prueba de que el mundo no solo se mova en
torno al sufrimiento que llevaba dentro.
Se lav la cara y las manos en la alberca mientras le
vena a la cabeza la imagen del surtidor del monasterio de
Ripoll. Tambin tendran uno igual en Santa Maria, aunque
tuviera que transformar los pensamientos de todos los
hombres y mujeres que rodeaban la montaa.
Pero lo que no necesitaba eran las imgenes
repentinas de Magda, su sonrisa, sus manos amasando la
harina para el pan, sus ojos, dotados de una luz que solo
poda pertenecer a aquellos parajes. Magda se haba
instalado en su corazn, quizs era su tentacin, la que Dios
le enviaba para comprobar su fuerza. Con los ojos an
entelados por el agua, Dalmau busc con la mano el trapo
que colgaba de un saliente de la alberca. No se sorprendi
nada al encontrarlo antes de llegar al lugar donde su
intuicin lo situaba, ni de sentir el tacto de unas manos al
cogerlo.
Ya ests aqu, Maties? Trabajas mucho en el
huerto. Algn da tendrs ms ayudantes, y esto ser un

monasterio de los que agradan y sirven al Seor y exaltan


su grandeza dijo mientras se secaba la cara.
No espero menos de ti, monje! Por qu otro
motivo te escog, sino? dijo alguien a sus espaldas.
Dalmau reconoci aquella voz, pero era tan inesperada
que se llev la mano libre al muslo en busca de su espada.
An lo haca cuando algo provocaba su sorpresa, quiz lo
hara siempre por muchos aos que pasara en la montaa.
La reaccin fue acompaada en seguida por una mirada
extremadamente despierta. Realidad o fantasma, aquella
era la voz del abad Oliba!
Habis venido! El religioso estaba delante de l,
con toda la magnificencia que recordaba, ya no tena
derecho a dudarlo. Dios sea loado!
Lo es, sin duda, de contar con hombres como vos.
Desde que entr en el valle de Guadvachet que todo el
mundo ensalza a los hombres santos que viven en la
montaa.
Es... Es una exageracin. No pensaban lo mismo
hace tan solo una luna. Nos tomaban por locos.
Los caminos del Seor son complejos, ya lo sabis.
Os debera ofrecer bebida y comida. Es muy largo
el trayecto que habis hecho para llegar a Santa Maria...
Ms largo ha sido este tiempo sin saber de vos y de
vuestros monjes de manera directa. Aunque ya me han
explicado las difciles decisiones que habis ido tomando,

como mantener una frrea independencia del monasterio


de Santa Ceclia.
El orgullo es uno de mis pecados, padre abad.
Quiz no sea orgullo, sino la fuerza de Dios que os
acompaa aadi el abad Oliba, mientras miraba a su
alrededor y distingua a Maties a escasa distancia; lo
recordaba cuando haba salido de Ripoll, casi un chiquillo,
pero ahora tena un aspecto mucho ms sano y maduro.
No tengo hambre, ni sed, pero me gustara sentarme con
vos y comenzar la conversacin que hace tiempo tenemos
pendiente.
Dalmau se apresur a sealar el banco de piedra que
Ramon haba construido delante de la ermita, con la
inestimable ayuda de Maties.
Los soldados y los monjes, an en sus cabalgaduras,
esperaban que alguien les ofreciera un lugar adecuado para
el descanso. Pero la ermita no pareca ofrecer demasiadas
comodidades. A pesar de los inconvenientes, el hermano
Sim les pidi que bajaran de los caballos para poder llevar
a los animales donde Asar permaneca atado. Dalmau
sonri cuando vio que aquel monje tan poco dado a la
accin arrastraba las riendas y cumplimentaba a los recin
llegados. Asar recibi a sus compaeros de especie con
numerosas muestras de alegra, mientras Maties reparta
agua procedente de aquel canal tallado en la piedra, del que
se senta orgulloso.

La estancia del abad Oliba y de su squito en Santa


Maria solo haba de durar una noche, pero los hombres
ayudaron en algunas tareas y los nuevos monjes que se
quedaran en el monasterio, del todo imprevistos,
comentaban las dificultades que tendran para compartir
tanta miseria. Acostumbrados a Ripoll, la iglesita,
remendada una y otra vez por sus habitantes, no les poda
dar cabida de manera satisfactoria; pero el abad tena
algunas ideas que, en buena medida, chocaban con las
intenciones de Dalmau.
Ya s que apenas tenemos un cobertizo y la ermita,
pero la solucin que proponis dara alas al abad Bonfill. Si
Santa Maria se debe convertir en un monasterio, sus
monjes no pueden dormir en otro cenobio insisti el
antiguo soldado.
Os entiendo, Dalmau, os entiendo. Pero quiz
pequis de soberbia. Para Santa Ceclia ms bien sera una
humillacin que los obliguemos a acoger a los nuevos
monjes mientras se hace un recinto ms adecuado.
Arriba y abajo con este tema, los dos amigos no
haban entrado an en lo ms importante. Dalmau Savars
se haba fijado bien en un personaje que acompaaba a la
comitiva. Lo miraba todo como si quisiera cambiar las
cosas de sitio.
Dejemos de hablar de estas minucias dijo de
pronto el abad. Ahora ya habis tomado contacto con la

montaa y habis establecido buenas relaciones con el


valle. Os dije aquel da que mi intencin era fundar un
monasterio, no reformarlo, ni tan solo reconstruirlo como
he venido haciendo en otros lugares. Tenis la oportunidad
de partir de nada, como los primeros cristianos! He trado
nuevos monjes; menos de los que quera, es cierto. Y
tambin bastante dinero para que comencis a hacer
realidad lo que espero que sea nuestro sueo compartido.
La que me peds es una empresa titnica! De
dnde sacaremos los obreros, las piedras, los artesanos...?
Y necesitaremos un maestro de obras. Por lo que s, no hay
nadie con estas caractersticas en Guadvachet.
Os equivocis exclam el abad, triunfante. Esa
persona que ha despertado vuestra curiosidad desde que
hemos llegado es el maestro de obras que os ofrezco, al
menos en un primer momento. Quizs algn da vuelva a
necesitarlo.
Las palabras del abad Oliba le parecieron enigmticas
al padre Dalmau. Aquel personaje se haba escabullido
detrs de la ermita, seguido de cerca por el bueno de
Maties, que comenzaba a sospechar de su intenso
escrutinio.
No podis tener un maestro de obras mejor,
Dalmau. Ha trabajado en numerosas iglesias, y siempre con
resultados sorprendentes; aparte que tambin pas unos
aos en Venecia, con el gran Pietro Urseolo. l mismo se

ha ofrecido con ilusin para esta empresa, a pesar de que


poda aspirar a hitos de ms renombre. Quizs habis visto
algn dibujo de la majestuosa baslica de San Marcos... l
particip en Su Majestad!
Cmo decs? respondi el monje, totalmente
fuera de juego por aquella noticia. Toda aquella historia de
Venecia le quedaba demasiado lejos. De la baslica de San
Marcos solo haba visto un dibujo en Ripoll y le haba
parecido una obra desmesurada. l se haba hecho otra idea,
ms prxima a los pequeos cenobios benedictinos que se
haban ido construyendo antes de la llegada del abad Oliba.
Hermano Andreu! El abad grit el nombre del
monje y este asom la nariz por detrs de la ermita,
sorprendiendo a la vez a Maties que sali por piernas.
A pesar de que tambin era un religioso, Dalmau
Savars no vea a aquel maestro de obras compartiendo las
penurias del cenobio, sus incomodidades. Tena aquel aire
de los que han viajado y visto otras costumbres; incluso su
mirada pareca ver las cosas de manera diferente. Pero se
dijo que deba tener fe en su amigo, que con el dinero que
haba trado todo cambiara. Santa Maria de Montserrat
sera real si la comunidad lo deseaba con fuerza.
Pero, y l... lo deseaba? Se fij bien en la actitud del
hermano Andreu. Mostraba aquello que ms odiaba de los
hombres, un orgullo y una seguridad sin duda consentidos
por su pericia... Cmo poda luchar contra eso? Cmo

poda luchar contra el reflejo de lo que l mismo haba sido


en otra poca.
A veces Dalmau albergaba la esperanza de que l solo
sera la avanzada de lo que vendra ms tarde. Pero ahora,
con la llegada del abad y todo lo que supona, los cambios
en la montaa eran inminentes. La soledad que le agradaba
paladear ya no sera tan fcil, sus obligaciones aumentaran.
Estaba preparado?
Qu te parece el terreno, hermano Andreu? Crees
que es posible construir el monasterio del que te he
hablado tanto?
Con la ayuda de Dios... y de los hombres... aadi
mirando a Dalmau de arriba abajo sin duda!
No dijo nada ms. Se alej para seguir su escrutinio
mientras Dalmau le deca con un movimiento de cabeza al
hermano Maties que lo dejara tranquilo. La enumeracin de
las virtudes de los monjes que se uniran al cenobio ocup
el resto de la conversacin, hasta mucho ms all de las
completas.
El hermano Sim resoplaba atendiendo a las
necesidades de los viajeros. Aquel da apenas pudo rezar en
solitario, ni seguir estudiando los salmos.

7
Dalmau Savars se rindi a la evidencia. Acomodar a los
recin llegados en la pequea ermita era del todo imposible
y, aunque fuera solo por una noche, tambin resultaba un
pobre alojamiento para el abad Oliba. Por otro lado,
renunciar, de un da a otro, a la vida tranquila que llevaban
hasta entonces, se le haca una montaa. Quin se lo
hubiera dicho unos aos atrs!
La mirada suplicante de Basili y las maldiciones del
hermano Sim acabaron de convencer al monje de que
sera mejor para todos dar el visto bueno a las sugerencias
de su abad.
Ha sido una inteligente decisin, amigo mo dijo
el abad Oliba, satisfecho. Tiempo habr para conciliar el
ritmo de unos y otros. Adems, aprovechar la estancia en
Santa Ceclia para intercambiar unas palabras con Bonfill.
Quiero dejar las cosas claras, no pienso permitir disputas
dentro de la misma comunidad benedictina.
Cuando entendi las verdaderas intenciones de Oliba,
ms preocupado por dejar las cosas claras al abad del
monasterio vecino que por encontrar un rincn cmodo
para pasar la noche, el antiguo soldado dibuj una
expresin de nio travieso en el rostro. Le costaba creer,
pero en presencia del abad siempre tena aquella sensacin

de proximidad. Quiz no haba grandes diferencias entre


oficios tan aparentemente distantes como servir a Dios y
servir a los condes o a los seores.
Al atardecer, despus de la oracin, los tres monjes y
el ermitao parecan posponer la hora de ir a dormir. Haba
esa mezcla de nerviosismo y melancola que se dejaba
penetrar por el aire an fro de una primavera incipiente.
Los fardos se amontonaban aqu y all y, sin
confesarlo en voz alta, la pequea familia tena la extraa
sensacin de que haban invadido su casa. Sobre el libro de
salmos, que reposaba al lado del hermano Sim, alguien
haba dejado otro. Basili haca rato que lo miraba.
Puedo hojearlo? dijo finalmente.
Claro que podis! Lo ha trado de Ripoll el
hermano Just.
El ermitao cogi el pliego de folios como quien
toma a un beb en brazos. El hermano Just le haba
parecido un monje tan vanidoso como sorprendido ante las
condiciones de vida que debera soportar en Santa Maria.
Pero el contenido del legajo hizo que lo olvidara todo. Sus
ojos se iban iluminando mientras recorra las anotaciones
de los mrgenes con las puntas de los dedos y, durante un
largo rato, avanz en la lectura, ajeno a lo que sucediera a
su alrededor.
Sim lo mir con atencin creciente. Aquel hombre
no solo saba leer, sino que tambin poda hacerlo en latn

e, incluso, pareca capaz de interpretar la msica que


contena el drama litrgico. El legajo temblaba entre las
manos de Basili mientras el monje permaneca muy cerca.
Lo llaman el Canto de la Sibila y lo cantan en la
noche de Navidad en el monasterio... Bueno, lo hacamos
en Ripoll... aadi el hermano Sim, sorprendido l
mismo por el arrebato de aoranza.
Basili asinti distrado, como si nada de lo que
pudieran decirle le resultara nuevo o sorprendente. An
continuaba con el libro en las manos y el monje entendi
que, de momento, no tena intencin de soltarlo.
Llegada la hora del silencio todos respetaron la Regla.
Tenan muchas preguntas e inquietudes que les provocaban
cavilaciones, pero esperaran la ocasin propicia. No les
cost coger el sueo, el da se haba hecho agotador y haba
que recuperar fuerzas para enfrentarse a aquella poca
nueva que haba anunciado el padre Dalmau con la
aquiescencia del abad Oliba.
De buena maana, antes de que nadie decidiera que ya
poda enfrentarse al nuevo da, se present el hermano
Sim con el rostro desencajado y las manos temblorosas.
Por el amor de Dios! Hermano Maties, padre
Dalmau!
Sim no se lo poda creer y, yendo de un lado a otro,
invocaba a todos los santos. A la vez, gritaba a sus
compaeros para que los acompaasen a ver los destrozos.

Nada de lo que haban plantado en el huerto segua en pie.


Ni la peor granizada habra sido tan devastadora.
No es posible. Ningn animal habra hecho un
estropicio semejante sin dejar pisadas, ni hacer ruido...
dijo Maties como quien piensa en voz alta y sin salir de su
asombro.
No, esto no es obra de un animal respondi
Dalmau Savars apretando los dientes. Esto es obra del
diablo!
Al or aquellas palabras, el hermano Sim se hizo la
seal de la cruz. El corazn le lata con fuerza y el jadeo de
su pecho delataba una respiracin inquieta.
No os alarmis, los diablos que ms deben
preocuparnos son los que tienen nuestra misma apariencia
concluy Dalmau mientras pensaba si el padre Oliba no
correra peligro.
La pequea campana con la que se convocaba a los
rezos de la prima no pareca la misma aquella maana. Su
taido, empujado por las manos de Sim, destilaba tristeza.
Despus de un desayuno rpido, los tres monjes y
Basili se pusieron manos a la obra. Nadie osaba compartir
con los dems las ideas que se le pasaban por la cabeza y
que ellos mismos se esforzaban en expulsar con tozudez.
Mientras Dalmau Savars desahogaba parte de su rabia
apilando los restos de las cebollas primerizas, los ajos y
tambin los guisantes que, al secarse, habran formado

parte del forraje de los animales, Maties intentaba


recuperar algunos brotes no tan echados a perder.
Djalo correr! Lo plantaremos todo de nuevo! Te
aseguro que repetiremos la operacin tantas veces como
sea necesario. Cueste lo que cueste, se har justicia!
El tono amenazante de Dalmau inquiet al hermano
Sim que, despus de pensarlo unos instantes, dijo:
No es de buen cristiano pagar con la misma
moneda. Dios, nuestro Seor, perdon...
Hablo de justicia, no de venganza lo interrumpi
el antiguo soldado, pero con el brillo de sus ojos
contradeca sus palabras.
La visita de uno de los hombres que haban
acompaado al abad Oliba result una bendicin para
Dalmau. Se lo reclamaba en Santa Ceclia, donde tendra
lugar una reunin en la sala capitular.
Sin perder tiempo, el antiguo soldado fue hasta el
pozo donde, adems de lavarse las manos y sacudirse la
tierra, procur ahogar parte de su furia. Cuando ya se
dispona a iniciar el camino hacia Santa Ceclia, Basili le
dijo:
Sed prudente, Dalmau. No tenemos pruebas.
El monje no respondi, ni tampoco dio ninguna
explicacin al hombre que haba venido a buscarlo. Este,
sin entender a qu venan las palabras del ermitao,
intentaba seguir por aquel difcil camino que llevaba a la

abada de Bonfill.
Al llegar a ella, el sol ya iluminaba la fachada de Santa
Ceclia, despus de levantarse desde el mar y vencer la
altura de la montaa. El padre Dalmau an no haba tenido
ocasin de ver el monasterio a aquellas horas; la luz de la
maana an acentuaba ms su posicin privilegiada.
Pero no poda quedarse embobado. Fue hasta el lado
de poniente y entr en la iglesia. Lo primero que le llam
la atencin fue que Bonfill haba engalanado el recinto
sagrado. A pesar de la austeridad de la Regla, la plata y el
oro parecan abundantes y en los rincones haba pequeos
ramos de flores, como si se quisiera homenajear al abad
Oliba con el fruto ms preciado de la nueva estacin.
Dalmau dudaba de que esto pudiera influir en el nimo
de su superior, pero la confirmacin le vino de la
conversacin que mantenan los dos religiosos.
Solo Dios merece nuestro homenaje... explicaba
Oliba mientras Bonfill asenta con expresin ausente.
Dado que el padre Dalmau ya haba llegado, comenz
uno de aquellos discursos que nadie se atreva a
interrumpir. El abad de Santa Ceclia tuvo que escuchar una
serie de cuestiones que, sin duda, ya saba, pero quiz no
esperaba las palabras finales...
... y de todo lo que he dicho podemos deducir que
no es mi intencin influir en la vida del monasterio de
Santa Ceclia. Pero sin duda tenis que saber que tampoco

permitir que se discutan las rdenes condales. Vuestra


independencia, abad Bonfill, depende del grado de
tolerancia que mostris hacia la comunidad benedictina de
Santa Maria de Montserrat, representada por el padre
Dalmau en calidad de prior...
Al escucharlo, Dalmau Savars tuvo el impulso de
negar sus merecimientos para aquella distincin, pero opt
por seguir otra va.
Y deben acabarse los ataques a Santa Maria! Todos
podemos vivir en paz, como hermanos que somos...
Acaso el padre Dalmau insina que se ha atentado
de alguna manera contra ellos o la ermita que ocupan?
respondi de inmediato Bonfill, despreciando en todo
momento los ttulos y cargos que el abad Oliba acababa de
establecer.
Hoy mismo, nuestro huerto ha sido arrasado, y de
una manera que no se puede atribuir a ningn animal...
Lo que exponis es de una extrema gravedad,
Dalmau! Tenis alguna prueba?
El antiguo soldado se volvi con humildad hacia el
abad Oliba. Basili ya se lo haba advertido, pero se resista a
no plantar batalla. La destruccin del huerto que Maties
sacaba adelante con tanto esfuerzo, deba tener una
respuesta.
Cmo se pueden tener pruebas cuando los ataques
tienen lugar a traicin, padre abad? Hace muy poco

intentaron envenenar a nuestra mula con artes que solo son


propias del demonio. De resultas de este hecho, el animal
ha quedado ciego! Ahora, encontramos el huerto arrasado,
hoy mismo...
Quiz la soledad de la montaa afecte el
entendimiento del padre Dalmau... replic con una
dulzura beatfica el abad Bonfill. No tenemos intencin
de intervenir en los asuntos de Santa Maria, pero, si
furamos los autores de esta accin que se nos atribuye, no
tendra ningn sentido que la llevramos a trmino con vos
en nuestro monasterio. Os marcharis pronto y, entonces,
lo podramos hacer sin arriesgarnos a vuestro enojo, no os
parece?
Oliba no respondi a aquella pregunta directa. El resto
de los monjes guardaba un silencio expectante, tal vez
sorprendidos por una disputa que no esperaban. Las
acusaciones eran muy graves, pero ninguno de los dos
abades pareca prestarle demasiada atencin. De otra
manera, habra sido motivo de una gran controversia.
Dalmau Savars an aadi algn agravio; la falta de
atencin a los ermitaos, los esfuerzos por poner al pueblo
en contra de Santa Maria... Pero el abad Bonfill era un
hombre instruido, que haba heredado la capacidad del
fundador de Santa Ceclia, el recordado Cesari, a la hora de
moverse por terrenos resbaladizos...
Padre Dalmau... comenz Bonfill con

condescendencia. Lo que explicis es como las historias


de viejas, no tienen ningn fundamento. El pueblo os adora
por vuestra actuacin en la muerte de Maria, la madre de
las nias. Demostrasteis una gran valenta y determinacin,
aunque quiz no era la tarea ms adecuada para un monje...
El abad Oliba tena la sensacin de que aquel conflicto
se le poda ir de las manos y decidi cerrarlo, aunque
dudaba de que no quedara resuelto en falso.
Pienso que los dos tenis que reflexionar sobre
este enfrentamiento intil. Es mi voluntad que los dos
monasterios convivan en paz, y os hago responsables. Vos,
padre prior, disfrutis de mi confianza para continuar con
vuestra misin, y vos, padre abad, tenis la oportunidad de
corregir errores, si es que se han producido.
Bonfill apret sus labios delgados y observ a su
comunidad. Ya era suficiente. Si continuaba la disputa
perdera autoridad entre sus monjes.
Sin duda os hemos de estar agradecidos por
administrar vuestra sabidura entre nosotros. Se
investigarn las acusaciones del padre Dalmau y, si hay
algn responsable, no dudar en castigarlo personalmente.
Nuestra comunidad no puede albergar a nadie contrario a
los deseos de pureza y obediencia en Cristo.
Cuando Dalmau Savars se dispona a volver a Santa
Maria, una figura se le lanz encima sin ningn miramiento.
Esther! Qu pasa? A qu vienen estos gritos?

Tranquilzate, por favor!


Que me tranquilice, decs? Cmo tenis el
descaro de...?
El antiguo soldado cogi las manos de la chica que
seguan golpendole el pecho. Las sujetaba con fuerza,
pero procurando no hacerle dao. Los dems monjes
retrocedieron, sorprendidos por el comportamiento de la
joven.
Quieres parar, por favor? Si no te calmas, no puedo
ayudarte.
Vos no me podis ayudar! Me os? No me podis
ayudar! exclam entre llantos.
Dalmau Savars la miraba de hito en hito. El tono de
aquellas palabras no responda a una rabieta sin
consecuencias. En cada sollozo, la expresin de la chica
contena nuevas dosis de menosprecio.
Estaris contento, no? Habis conseguido hundir
mi vida y acabaris destruyendo la de todos! grit,
soltndose de las manos del monje e interpelando a los
presentes.
Alertados por el revuelo, algunos religiosos de Santa
Ceclia salieron al exterior y, en unos instantes, tambin lo
hicieron Bonfill y el mismo abad Oliba.
Se puede saber qu pasa aqu? pregunt el abad.
Yo os dir qu pasa aqu respondi Esther con
los ojos desencajados: En el valle vivamos tranquilos

hasta la llegada de este hombre! Ha embrujado a mi


prometido y ha matado a mi madre...
El llanto no permita que la chica se explicara con
claridad. Dalmau se acerc a ella para sosegarla.
No me toquis! No se os ocurra ponerme las
manos encima!
Pero, Esther, eso que dices...
Eso es la verdad y quiero que todos se den cuenta!
Sabis qu habis conseguido? pregunt sin esperar
respuesta. Pues habis conseguido que se marchara mi
hermana, Magda. Ahora me quedar sola. Tendr que cuidar
de mi padre, que solo sabe beber.
A pesar de que todas las miradas estaban clavadas en la
figura de Dalmau, l no respondi a ninguna de las
acusaciones. Dej a la chica acurrucada bajo una de las
arcadas y desapareci dentro del monasterio. El abad de
Santa Ceclia fue incapaz de disimular una mueca de
satisfaccin.
Mientras dos monjes de Santa Ceclia llevaban a
Esther de vuelta a Guadvachet, Dalmau Savars sali al
pequeo claustro del monasterio en compaa del abad
Oliba.
Os pido perdn, padre abad. Quiz me haya
equivocado al exponer los hechos con tanta rudeza.
No, padre prior. De esta manera hemos puesto
sobre la mesa las bases de lo que ha de ser una buena

convivencia. Cuento contigo para conseguirlo... Pero ahora


tenemos que tratar otra cuestin.
Al antiguo soldado no le extra aquel cambio. El
abad siempre consideraba muchos asuntos a la vez.
Estoy a vuestro servicio, yo...
Dejemos de lado las frmulas. Quiero que vuelvas a
Santa Maria y busques una piedra para la ocasin. Ya he
hecho venir a un picapedrero de Guadvachet, espero que
seas capaz de convencerlo para que se quede ms tiempo y
te ayude a buscar hombres.
No os entiendo. Hombres, un picapedrero, una
piedra adecuada...
Es tan difcil de entender, Dalmau? Hoy
pondremos la primera piedra del futuro monasterio de
Santa Maria! Si quieres, solo se trata de un acto simblico,
pero estoy seguro de que har pensar a vuestros enemigos y
os dar prestigio en el pueblo. El maestro constructor que
te he trado es de los mejores que han trabajado para m...
Dalmau Savars no esperaba aquella decisin tan
precipitada. Haba pensado hacerlo a su manera, la
bsqueda de hombres, de una cantera que les suministrara
los bloques de piedra ms apropiados...
Pero la vida iba por delante y el nuevo prior se dejara
llevar. Quiz porque tena otras preocupaciones, una
sensacin de abandono, de prdida. No entenda que Magda
hubiera decidido marcharse dejando sola a su hermana con

el borracho de su padre.
Sobre todo, se estremeci al pensarlo, no entenda
que se marchara sin decirle nada, sin siquiera despedirse, a
pesar de que solo se haban visto un par de veces.
Mientras tanto, luchando contra el deseo de tomar el
camino de Barcelona, l deba buscar una primera piedra.
Segunda parte
La construccin
A pesar de que alrededor remacharon las lanzas como
tempestades de hierro, intil fue su juego e inocente de
heridas.
Alexander Pope

LIBRO III

1031-1032

1
La luz y la campana se haban convertido en dos amigas que
se desafiaban entre ellas, pero por mucho que los badajos
estuvieran pendientes para adelantarse, la claridad del alba
siempre consegua ser la primera. Comenzaba asomndose
por la roca de Sant Jeroni, como si le bordaran un
dobladillo transparente y luminoso, y muy pronto se
extenda por toda la cresta de Montserrat. Entonces, Santa
Maria y el valle de Guadvachet an quedaban bajo las
sombras, pero solo duraba unos instantes.
En seguida el mundo se volva brillante, los colores
dejaban de parecerse, los animales salan de sus cuevas y
madrigueras dispuestos a buscar su primera comida y los
hombres saban que el instante de penitencia al que
llamaban vida se dispona para un nuevo captulo.
Maties abra los ojos con la seal que aquel bordado
filtraba a travs de la mirilla y ya se quedaba al acecho del
repique de la campana. De buena maana siempre se
encargaba el hermano Sim, feliz porque el primer
momento de orden en el cenobio de Santa Maria pudiera
tener lugar gracias a su esfuerzo. Entonces el monasterio
se despabilaba, dejaba la proteccin de la montaa, de los
tejos, de los pinos, de los pequeos torrentes que lo
acunaban y los monjes hacan el trayecto desde el

dormitorio hasta la antigua ermita para comenzar con la


plegaria, rezos y cantos que demostraban una vez ms la
estima por el Ser Supremo de todos los habitantes de aquel
cenobio.
Sim, aunque el hermano Maties nunca lo habra
dicho, se haba acostumbrado rpidamente a la nueva vida
que las pretensiones del abad Oliba les haba
proporcionado. Pareca ms feliz cuantas ms obligaciones
tena que afrontar, y estas surgan por todas partes. Le
agradaba vigilar a los obreros, administrar el dinero y las
donaciones, mantener en perfecta disposicin los
utensilios/enseres necesarios para la misa.
Mientras tanto, Maties segua ocupndose del huerto,
al que dedicaba buena parte de su tiempo. A veces
confesaba que tena el hbito de detenerse para observar la
colocacin de una nueva piedra en los muros de la iglesia o
cmo los picapedreros trabajaban en la decoracin de la
espadaa, tallando aquel lado que coronaba la puerta
principal.
Pero aquel da el joven monje no se haba despertado
con las primeras claridades, ni tampoco con el sonido de la
campana que les haba fundido el herrero de Guadvachet. La
voz de Dalmau Savars se perdi sin remedio dentro de sus
sueos hasta que sinti que unas manos lo sacudan.
Claro que tenemos que recoger los nabos, ya estn
bien tiernos...

Maties, hermano Maties! Ya es hora de


levantarse...
Eh! Padre prior! Cmo es que... Por la santsima
Virgen, me he dormido! dijo al darse cuenta de la
situacin mientras parpadeaba varias veces.
Es preciso que te enmiendes. Al Seor no le
complacen los perezosos y tenemos una gran tarea por
hacer en esta montaa.
Claro, claro! Oh! Me disculparis, tendr que
confesarme...
S que estuviste hasta muy tarde terminando los
surcos donde ir el nuevo huerto. Pero me gustara que
pidieras ayuda cuando la faena exige tanto esfuerzo. No se
trata de dejarse la vida sino de compartirla y ayudarnos
entre todos.
No lo s. Disculpadme, pero no habra podido
dormir pensando que la faena no estaba concluida.
Ya lo entiendo. No obstante, tenemos unas normas,
nos regimos por la regla de san Benito. La oracin y el
silencio son tan importantes como el trabajo. Que no se te
olvide, porque no permitir que te vuelvas a dormir durante
las vsperas.
S, padre prior.
Maties agradeci con un gesto la comprensin de su
superior. El hermano Dalmau caminaba con una sonrisa en
los labios, como si nada humano le fuera ajeno, a pesar de

su dedicacin a los oficios divinos. El monje pensaba que


el antiguo soldado se haba convertido en un buen prior.
Nunca los reprenda en exceso por faltas cotidianas e
intentaba ayudar donde lo necesitaban, incluso cuando los
obreros reclamaban ms brazos para hacer funcionar la
gra.
El monasterio an no era una realidad. Si bien las
dependencias ya se utilizaban, an haba mucha faena en el
edificio principal, el espacio donde se renda culto a Dios
con todas las fuerzas que eran capaces de desplegar los
hombres. Pero los dormitorios, el pequeo claustro, los
establos, la sala capitular, se haban hecho realidad en
pocos aos. Que todas esas estancias fueran como
pequeas ermitas levantadas con piedras toscas y argamasa
no afectaba la alegra de los monjes que, desde el
comienzo, solo tenan ojos para la construccin de la
iglesia.
Desde aqu ofreceremos nuestras plegarias dijo
un da Dalmau, mientras todos se imaginaban en el interior
de aquel edificio sagrado que dara una nueva luz a la
montaa.
Pero el paso de los aos haba trado otras
obligaciones. Maties aprenda deprisa! Era l quien se
encargaba de preparar las pieles de las ovejas y cabras que
ponan a su disposicin para obtener pergaminos. Haba que
lavarlas bien con agua del pozo y, despus, ponerlas en

remojo dentro del tonel de madera que contena una mezcla


de cal para facilitar que la piel se despegara. No le
molestaba el hedor que desprenda haciendo que el
hermano Sim frunciera la nariz cuando pasaba cerca.
Maties se diverta con aquella expresin casi cmica, lejos
de la solemnidad que lo caracterizaba.
Cada jornada, el joven monje remova tres veces el
contenido, con una gruesa rama de tejo. A veces haba que
esperar una semana o diez das para tenerlas en
condiciones. Entonces, las tensaba en un bastidor de
madera que l mismo haba construido. Le gustaba
contemplarlas y reflexionar sobre su esencia. Lienzos
vrgenes que acogeran los ms diversos saberes, mapas
para dibujar historias, letras iluminadas que seran el
alimento de muchas almas a mayor gloria de Dios.
El abad Oliba quera que Santa Maria lo ayudara en la
enorme faena que supona la confeccin de nuevos libros,
ya que el monasterio de Ripoll se estaba convirtiendo en
uno de los ms famosos de la cristiandad tambin en ese
aspecto.
La Regla deca que el trabajo se deba repartir entre
todos los hermanos; si cada uno haca solo aquello que
mejor se le daba, la comunidad se resenta. A pesar de que
intentaba seguirla al pie de la letra, el padre prior saba que
los hombres no nacan con las mismas habilidades y haca
lo posible por negociar con Dios las tareas ms apropiadas

para cada uno.


Adems, el padre prior tena otras preocupaciones. El
hermano Andreu, el maestro de obras que haba venido con
el abad Oliba, haba comenzado bajo la mirada
desaprobatoria de Dalmau una carrera que tena el cielo
como destino. La espadaa deba coronarse con otra
campana ms pequea para no quedar por debajo de la altura
que finalmente tendra la iglesia. Cuando ya todos pensaban
que era suficiente, haba dado la orden de levantar an ms
las paredes y los picapedreros haban atacado una roca
prxima para conseguir unos buenos cascotes y verterlos
entre los sillares.
El padre prior haba asistido maravillado y dolido a la
derrota de la montaa. Por muy sagrado que fuera el
objetivo, senta dolor por aquellas piedras que lo
acompaaban durante sus paseos, como si los obreros
hirieran su naturaleza y aquello fuera un pecado del cual no
podra redimirse. Cada vez que observaba una huella marina
en la pared de la nueva edificacin se deca que tal vez era
el destino que Dios le haba reservado. Los siglos haban
esperado con paciencia aquel momento en que el mar
tambin renda homenaje a su Creador.
A pesar de todo, las diferencias con el hermano
constructor eran el pan nuestro de cada da.
Si levantis paredes an ms altas, el campanario
quedar muy por debajo de la iglesia.

Vos, padre prior, no habis viajado bastante para


saber de las nuevas formas de construccin que se
extienden por Europa. Pronto las iglesias sern altas como
robles y sus campanarios ya rivalizan con las torres de los
castillos, como en Sant Miquel de Cuix o en el Canig.
Los fieles vern en estos templos una escala de Jacob
capaz de conducirlos a la vida eterna.
Dalmau no respondi. Las virtudes del hermano
constructor en su oficio quedaban fuera de toda duda, pero
a veces se preguntaba si la oracin, el destino primordial de
la iglesia que se estaba construyendo, necesitaba un templo
tan grande. Deba reconocer que le gustaba rezar en las
ermitas, con los monjes cercanos y la sensacin de que
Dios estaba al alcance de la mano.
Cuando vio que Ramon llegaba a Santa Maria no se
extra en absoluto. Haca tiempo que no se perda ningn
episodio importante de la edificacin de la iglesia. En
ocasiones hablaban de su vocacin y el chaval dudaba si
quedarse en el pueblo y formar una familia con Esther o
entregarse a Dios. Dalmau saba que era inconstante, que su
actitud siempre despierta lo llevaba a maravillarse con cada
novedad que se presentaba ante sus ojos.
Has rezado tus oraciones? dijo antes de que
Ramon se dirigiera hacia las obras de la iglesia.
S, claro!
El joven pensaba que el prior se haba tomado muy

seriamente sus nuevas funciones. Ya pocas veces salan a


caminar por los alrededores, ni le hablaba de la montaa y
de los secretos que, segn l, ocultaba. Al menos, se
abstena de pedirle que lo acompaara.
Caminaron en silencio hasta la iglesia. Los obreros
dorman al abrigo de la antigua ermita y hacan mucho
ruido, adems de su comportamiento ms propio de una
taberna que del lugar sagrado donde trabajaban. Por este
motivo Dalmau haba decidido trasladar los oficios a la
cercana ermita de Sant Iscle.
Un da debers tomar una decisin... solt el
prior sin que lo hubiera previsto en ningn momento.
Lo s.
La frialdad de la respuesta qued oculta por las
rdenes de los obreros. Dalmau haba visto iglesias mucho
ms altas a pesar de las opiniones del hermano Andreu,
pero continuaba preguntndose qu sentido tena competir
con la naturaleza.
Por otro lado, el abad Oliba estaba puntualmente
informado de los progresos en Santa Maria y el prior
sospechaba de que alguien le haca llegar aquellas noticias.
Quizs el hermano Sim, siempre tan pendiente de la
obediencia a sus superiores, pero no encontraba qu poda
tener de rechazable el inters de su mentor por la obra que
l mismo haba promovido.
La confirmacin haba llegado haca pocos meses, con

aquella misiva que daba orden de cambiar el mtodo de


construccin de la iglesia. El bside se haba comenzado
con sillares irregulares, como los del resto de las
dependencias, pero el abad no quera que la futura Santa
Maria de Montserrat se pareciera a las dems ermitas y
reconvena a Dalmau, quien tena bastantes recursos para
que los sillares utilizados fueran regulares aunque hubiera
que dar faena a todos los picapedreros del condado.
Cuando pisaron la iglesia, haba algunos obreros
encima de la empalizada. Mientras reciban los nuevos
sillares, bromearon con el ruido chirriante de la gra.
Es como una mujer satisfecha.
Seguro que no. Es como la tuya cuando te vio por
primera vez.
Como el padre prior se acercaba a la pared donde
estaban trabajando, cambiaron los comentarios por
blasfemias.
Se lo pasan bien dijo Ramon con una sonrisa en
los labios.
Espero que acaben algn da respondi Dalmau
enfurruado.
Pero estis seguro de lo que queris? Si acaban y
segus la Regla al pie de la letra, quedaris aislados en la
montaa. El abad de Santa Ceclia siempre ha mantenido el
contacto con el pueblo.
Quiz la de nuestros vecinos no es la mejor manera

de servir a Dios, pero no la criticar...


Ya lo habis hecho, padre prior, pero no me habis
respondido.
Dalmau se qued en silencio. Poda decir que aquella
era una respuesta impertinente o tan solo le pagaba con su
misma moneda? Le pareci que la mejor opcin era no
responderle y se aproxim an ms al muro norte de la
futura Santa Maria; mirar el cielo siguiendo la solidez de
aquellos sillares le provocaba una gran satisfaccin. Por
muy altas que acabaran siendo las iglesias, el cielo eran tan
alto e inalcanzable que los sacrificios necesarios para solo
vislumbrarlo deberan ser sobrehumanos.
Las reflexiones de Dalmau Savars se interrumpieron
de golpe. El ruido haba sido bastante intenso para poner en
alerta a los monjes que trabajaban en las cocinas, pero el
prior lo haba odo encima de l, sin tiempo para
reaccionar. Fue Ramon quien se lanz sobre l, como si
empujara a una oveja rebelde. Los dos chocaron contra el
muro mientras los sillares estallaban contra el suelo a un
paso de distancia y solo los golpeaban algunos fragmentos
pequeos.
Al padre prior le dola un brazo y mostraba un ojo
ensangrentado. Por el contrario, Ramon solo se senta
perplejo por la rapidez de su reaccin.
Os encontris bien, Dalmau? Estis herido?
Sim lleg de inmediato y, ante el terrible espectculo,

haba olvidado incluso el respecto a su superior.


Los sillares haban hecho pequeos hoyos en el suelo
deshaciendo parte de la empalizada. Pero los obreros se
mantenan milagrosamente cogidos de los restos de la
estructura y descendieron poco a poco. El interior sin
techo de la iglesia haba quedado invadido por una
polvareda densa que haca toser a los reunidos. Mientras
tanto, un joven corra en direccin al valle como alma que
lleva el diablo.
Quiz me haya equivocado, quiz todo habra sido
ms fcil... se repeta Ramon en voz baja mientras volva
a Guadvachet.

2
Con las nuevas construcciones, muchas cosas haban
cambiado en Santa Maria. Dalmau Savars se esforzaba por
seguir la Regla en la planificacin del monasterio y hasta el
hermano Andreu saba que el respeto de esta norma era lo
ms sagrado. Sim, mientras tanto, no perda ninguna
oportunidad de hacerse escuchar y profundizar en la
observancia.
De esta manera, edificar dos dormitorios result
imprescindible. Maties y Basili ocuparon el de los legos
mientras que el resto descansaba cada noche en el
principal. El joven monje, aunque aoraba la compaa de
los dems miembros de la comunidad, no dudaba de que
sera una decisin temporal. El prior Dalmau ya lo haba
conminado a tomar los votos definitivamente y asumir la
posicin que se haba ganado a lo largo de los ltimos aos.
El sentimiento de Basili era muy distinto. Cuando los
tres monjes haban llegado a Santa Maria, desproveyndolo
de su soledad, los haba acogido con curiosidad y respeto.
Haba procurado ser uno ms a la hora de llevar a trmino
todas aquellas tareas necesarias para que el monasterio se
hiciera realidad algn da. Pero pensaba que su etapa en
Santa Maria no estaba lejos del final, incluso antes de los
hechos que precipitaron su salida.

El debate sobre la altura de la iglesia lo haba


concluido el abad Oliba en respuesta al requerimiento del
prior Dalmau. Quera que fuera notable, que se dejara ver
en la montaa, y la idea de la espadaa le haba parecido
muy poca cosa para sus propsitos. El hermano constructor
sonri con los ojos, grandes y despiertos cuando se habl
de ese tema, pero el antiguo soldado fue categrico, Santa
Maria de Montserrat ya tena sus torres, solo haba que
mirar aquellas rocas que formaban grandes verticales sobre
sus cabezas.
No tengo la autoridad de un abad, pero querra que
os pusierais de acuerdo! haba aadido dudando de la
respuesta de aquel monje que le hablaba cada da de la
magnitud de Santa Maria de Ripoll, de cmo la altura de sus
torres acercaba a los hombres a Dios.
S que soy un hombre modesto, padre prior, y os
debo obediencia. Aunque disiento, no me puedo oponer a
vuestros deseos respondi el hermano Andreu sin
abandonar la expresin crtica que a veces molestaba a
Dalmau.
Basili se senta muy ajeno a aquellas discusiones,
aunque el prior se las explicaba durante aquellas caminatas
que hacan por la montaa, ms escasas cada da que pasaba
ante la necesidad de la presencia de Dalmau en Santa Maria.
Cuando todo se precipit acababa la primavera. Las
jornadas eran ms calurosas y los obreros comenzaban a

trabajar poco antes del alba. El silencio que tanto amaba


Basili haca tiempo que era una quimera. Incapaz de
soportarlo, pasaba buena parte del tiempo en la montaa,
sin que nadie supiera exactamente adnde trasladaba sus
oraciones.
Como cada da, Maties an descansaba en su jergn,
con aquella pose feliz de quien ha cumplido con sus
deberes. Basili le dedic una sonrisa antes de coger el
fardo que llevaba durante sus ausencias. Pero, al levantarlo,
se dio cuenta de que haba algo fuera de lugar. Aquel trozo
de arpillera desgarrado por muchos lados a causa de las
rocas y las zarzas no tena el peso que la costumbre haba
grabado en la mente del ermitao.
Una expresin de pnico se dibuj en su rostro.
Confiaba plenamente en la discrecin de Maties, a pesar de
su juventud, pero la nica realidad era que su palanca haba
desaparecido y que no le sera fcil tallar otra de tanta
perfeccin y consistencia.
Hermano Maties! Despierta, por favor!
Ya es la hora de la plegaria dijo entre sueos el
joven monje, incapaz de reaccionar con las prisas que le
exiga Basili.
Espabila, por favor! Has tocado algo de mi fardo?
Maties se dio cuenta por el tono de la pregunta que el
asunto era importante. El ermitao no era un hombre que se
alterara fcilmente.

Tocar... No, cmo habra podido hacerlo! O...


Esperad, quiz s. El joven desvi la mirada, avergonzado,
ltimamente todo el mundo pareca tener quejas en su
contra. Uno de los obreros me pregunt ayer si tena un
poco de queso y, como ya era muy tarde, le di el vuestro.
Lo siento! La verdad es que pens en reponerlo en seguida,
pero el hermano prior ya haba cerrado la despensa. Pero
ahora ya estar abierta. Podis coger el que queris, y
seguro que ser mucho ms fresco.
Basili reflexion unos instantes. Los aos de
convivencia haban generado una gran confianza con los
monjes, siempre se repetan que todo era de la comunidad
y que el ermitao era uno de ellos. As lo haban tratado
siempre.
No es eso, Maties. No me importa el queso.
Tambin haba una palanca, una especie de bastn.
Recuerdas haberlo visto?
Ah! Ese palo tan pulido que llevis siempre? Pues
claro que lo vi. Si no recuerdo mal, lo puse unos instantes
sobre la cama y despus lo devolv al fardo... O quiz no...
Maties, por el amor de Dios, es muy importante!
Yo no hice nada respondi, asustado, el joven
monje ante el rostro demacrado de Basili.
Haz memoria, te lo ruego!
Podra ser que lo dejara olvidado...
Quin era este hombre al que le ofreciste el

queso?
Gualba, el capataz de la obra.
Sin ms palabras, el ermitao sali del dormitorio del
claustro y recorri la pared sur hasta la puerta de la iglesia.
Los hombres se disponan para la faena diaria, pero
aprovechando la ausencia del hermano constructor hacan
bromas obscenas mientras se pasaban una jarra de vino.
No es el mejor lugar para emborracharse dijo
Basili, sorprendindose a s mismo por el atrevimiento de
romper su norma de muchos aos, dejar que el mundo se
las apaara solo y dedicarse a Dios.
Ya has contado los restos de pan y queso podridos
que tienes en las barbas, ermitao? Trabajamos en una obra
para el Seor y l sabr perdonarnos los pequeos pecados.
Vuestra faena no os disculpa respondi Basili,
pero en seguida se arrepinti. Pero vosotros sabris
cmo queris pasar a la otra vida. Yo solo quiero saber
quin ha cogido un palo que guardaba en mi fardo, es
importante para m.
Ahora nos acusars de ladrones, viejo del demonio!
Qu tienes que decir t de nuestra faena? Acaso sabes
cunto tiempo hace que no veo a mi mujer y que este
exclam sealando a un obrero joven al que le faltaban
todos los dientes no conoce a su hijo y ya tiene tres
aos...
Solo quiero mi palanca, el palo pulido que alguien

me ha cogido mientras dorma.


Qu le decimos, compaeros? Quiz que vuelva a
chuparles los pies a los monjes con su lengua de viejo
llagado...
Basili se dio cuenta de que el capataz se haba quedado
mudo de pronto, pero no poda ver a sus espaldas. El prior
Dalmau haba hecho acto de presencia en la iglesia, seguido
muy de cerca por el hermano Maties. Los hombres que
haban ido embravecindose se dispersaron por la nave,
pero Gualba an permaneca delante del ermitao,
amenazndolo con su silencio, a pesar de la presencia de
los monjes.
Por lo que s, no tienes ninguna mujer, y si me
deshago de tus servicios, nadie sufrir en exceso dijo
Dalmau, dando un paso al frente mientras la pose
fanfarrona del capataz se tambaleaba.
Eso no es problema de los monjes, sois tan serios
que no se puede hacer una broma...
Se te paga por levantar una iglesia, no para hacer
bromas estpidas a un viejo.
Al or estas palabras de Dalmau, el ermitao perdi
toda la tensin que haba acumulado durante la discusin.
Saba que era viejo, que su tiempo haba pasado, pero la
presencia de los monjes en Santa Maria le haba devuelto la
satisfaccin de ser til, se esforzaba por guiarlos en aquella
montaa que, en realidad, apenas conocan. Pero ahora

aoraba su soledad, el destino que despus de tantas


tribulaciones haba podido escoger.
Solo lo habamos usado para calzar la gra pequea
dijo Gualba, mientras tenda la palanca de madera al
ermitao.
Basili la cogi sin mirarla; de hecho, sin mirar a nadie;
y sali al exterior seguido por Dalmau Savars. Mientras
tanto, Maties, un poco inquieto ante la naturaleza de
aquellos hombres a los que nunca haba entendido
demasiado, se qued en la iglesia esperando a que
apareciera el hermano constructor.
El prior se quit la capucha que lo cubra antes de
poner la mano sobre el hombro de Basili, quien se haba
quedado plantado mirando el claustro.
Algn da ser un monasterio como os merecis,
Dalmau.
Que se haga para mejor alabanza del Seor. Pero,
antes de que sea as, os queris marchar. Lo s desde hace
tiempo. Ya no somos aquellos cuatro hombres que
luchaban por sobrevivir y pensis que me habis enseado
todo lo que sabis, pero estis equivocado...
Por toda respuesta, el ermitao se gir hacia el padre
prior de Santa Maria. Tena los ojos hmedos, pero su
gesto era alegre, como si reconociera en Dalmau al
hombre que esperaba.
Debo seguir mi camino, pero no estar lejos.

Quizs en Les Magdalenes. Hay muchas piedras pequeas y


podra edificar un refugio, necesito muy poco...
Si os han ofendido las palabras de estos hombres,
no sufris. Yo mismo me encargar de que no vuelva a
pasar. Ese Gualba solo es un bocazas, no se lo tengis en
cuenta...
Habamos comenzado muy bien, Dalmau. No lo
estropeis.
No lo har respondi el prior, todava dudando de
si deba decir algo ms, expresarle el temor de que nada
sera igual sin l.
Basili dio dos pasos hacia el dormitorio de los legos.
Ya haba otros monjes que entraban y salan de las
dependencias que se reunan en torno al claustro. El
hermano Robert haba sacado un par de mesas al ala este y
se esforzaba por tener los tintes listos para continuar las
copias de un libro de misa que haba encargado el abad
Oliba. Le gustaba trabajar con aquellas primeras luces,
cuando los pergaminos se mostraban con toda su pureza,
sin el resplandor excesivo del sol.
l habra deseado que en Santa Maria tambin se
iluminara, que hubiera alguien capaz de dibujar bellas letras
capitulares, pero tambin era consciente de que nunca haba
tenido demasiada pericia y que ese tipo de artesano era
muy difcil de encontrar.
Just paseaba tarareando algn acorde que solo Basili

y l saban interpretar. El prior crey que haba encontrado


el motivo para oponerse a la marcha del ermitao, pero
antes de que saliera ninguna palabra de su boca vio cmo el
viejo se giraba de nuevo...
Vendr a cantar misa, un da a la semana. Ser
suficiente. Just tambin puede hacerlo, de hecho creo que
se siente un poco incmodo por no ser capaz de modular
como yo. Se sentir liberado, Dalmau.
No me diris qu es esa vara tan misteriosa que
siempre llevis con vos?
Ah, la palanca! La mir con desgana, como si la
hubiera olvidado. Algn da os explicar para qu sirve,
cuando llegue el momento.
El ermitao desapareci sin ms, pero Dalmau no tuvo
ocasin de pensar demasiado en l. El hermano Maties
vena a su encuentro con una cesta en las manos.
Ramon se ha excedido esta vez dijo mientras
levantaba el trapo que cubra los vveres y depositaba sobre
el murete del claustro tres quesos grandes, tocino fresco y
dos hogazas de pan. No lo entiendo.
Qu no entiendes, buen Maties?
Por qu ha dejado la cesta sin decirme nada. Vos
lo habis visto?
No, lo vi de lejos ayer cuando trajo las provisiones
para los obreros... Pero dices que ha trado todo eso?
Estaba en la despensa, con el resto!

Dalmau Savars dej a Maties con sus dudas. El


hermano constructor lo reclamaba en la iglesia y en
seguida vio que no eran buenas noticias. Una de las paredes
se haba agrietado y Gualba, el capataz, deca que muy
posiblemente la tierra haba temblado aquella noche. Ya le
haba pasado algo similar en una pequea ermita donde
haba trabajado muy cerca de Ripoll.
Puede llegar a ser peligroso para la obra; si
continuamos la construccin con una pared agrietada, la
iglesia podra caerse al poner el techo dijo el hermano
constructor.
Y qu solucin tenemos?
Deshacerla hasta la base de la grieta y volver a
levantarla.
Por el amor de Dios! exclam Dalmau, cabreado
. No hay manera de prever estas cosas?
Ignoris que el hombre no puede vencer la
voluntad del Seor? Quizs est intentando decirnos algo.
El otro da el accidente, hoy la grieta...
El prior fue hasta la pared estropeada e introdujo un
dedo; llegaba hasta cuatro pasos del suelo y, tal como
deca, tena mal aspecto.
Promet al abad Oliba que podra consagrar la
iglesia muy pronto record Dalmau en voz alta.
Pues es muy sencillo. Buscad ms hombres y un par
de picapedreros ms. Hay das que no tengo suficientes

piedras para levantar los muros, un solo hombre no puede


hacer la faena de tres.
Dalmau se retir a su estancia de trabajo. No le faltaba
el dinero, aquel mes incluso esperaba nuevas donaciones,
pero le resultaba difcil gestionarlo. Dudaba si el papel del
monasterio deba ser administrar bienes mundanos, pero si
no lo hacan la dependencia de Ripoll era total y las
exigencias que llegaban del abad Oliba an suponan ms
trastornos. En contra de su costumbre, Dalmau Savars se
qued mucho rato sentado, mirando el vaco, pensando que
de aquellos asuntos siempre se haba ocupado su mujer,
que l nunca haba sido un buen administrador, pero no
poda dejar siempre aquellos asuntos en manos de Sim.
Era un pensamiento habitual, que iba volviendo con
cada problema nuevo, pero, al menos, lo consolaba pensar
que algn da podran tener una verdadera comunidad.
Necesitaban monjes en el cenobio, y los necesitaban con
urgencia.

3
Otoo de 1031 (Barcelona)
Los ojos de Magda eran como una noche
desmenuzada. Posean una belleza que te pona muy cerca
del abismo, pero se esforzaba por ocultarlos detrs de su
cabellera negra, bajo aquellos rizos que tambin le cubran
los hombros como la hiedra abraza las piedras del camino.
Cuando quera descargar parte de su rabia, clavaba las
pupilas en un punto indeterminado de la cueva infecta
donde trabajaba. Imprima tanta fuerza en aquel gesto que
cualquiera se habra apartado de su trayectoria por miedo a
hacerse dao. Pero la joven no poda permitrselo. Pasados
unos instantes, antes de que remitiera la confusin,
concentraba todas sus energas en mostrar una apariencia
dcil y servicial.
La herida que an le supuraba en el hombro le
recordaba la conducta a seguir en muchas situaciones. Con
un azote tuvo bastante. Tener hambre y quedarte sin techo
eran los primeros sntomas de que debas tragarte el
orgullo, dejarte agarrar las nalgas por cualquiera de
aquellos hombretones a los que serva cerveza en la
taberna.
No basta con hacer la faena, desagradecida! No te
lo volver a recordar! Quiero que sonras a los clientes!

grit el dueo del local, despus de llevarla a un rincn y


levantarle la barbilla con brusquedad.
Ella apret los dientes y se apart mientras asenta
con la cabeza. Ya haca demasiado tiempo que pasaba, pero
no poda abandonar aquel trabajo; era lo nico que tena.
Adnde piensas que vas? Mrame cuando te hablo
o te aseguro que hoy dormirs al raso. Y, creme, no
tardars ni un da en suplicarme que te deje volver. Lo has
entendido bien? dijo aquel hombre; el aliento le heda a
cebolla y tena la piel grasosa y blanda.
As lo har respondi, tragndose la saliva que se
le acumulaba en la boca; poda mascar el asco y la
impotencia que senta.
Maldita estpida!
Magda se gir y aquel hombre se enfureci an ms.
El empujn hizo que la chica perdiera el equilibrio y cayera
sobre una mesa. Se incorpor con dificultad mientras
mostraba una mueca de dolor en su rostro. Los que beban
se quedaron mudos por unos instantes, pero cuando se
escuch la primera carcajada se sumaron muchas ms.
Protegindose las costillas con las manos, la joven
continu hasta el bidn de cerveza y, como si nada, llen
dos jarras. Magda no se haba recogido las faldas como
tena por costumbre para evitar las meadas y los vmitos
del suelo; tampoco se salv del hedor que desprendan. De
pronto era el guerrero que, despus de muchos combates,

camina imperturbable por el campo de batalla sin prestar


atencin a los despojos que pisotean sus pies. La joven
avanzaba sin ver la miseria y la lascivia que la rodeaba, su
corazn ya era solo un trozo de corcho, como aquellos que
las mareas devolvan a la arena.
Dej las dos jarras de cerveza que transportaba sobre
la superficie de madera. Hicieron un ruido seco mientras
se volcaban algunas gotas. Pero ella tambin escuch el
leve crujido de un escarabajo que poco antes corra ufano
por la mesa. Los hombres reclamaron ms bebida a gritos,
pero cuando Magda volva a buscarla una voz la dej
clavada.
Magda?
Aquella manera de hablar, la forma en que se le
diriga... Haca tanto tiempo que nadie la llamaba por su
nombre! En aquella taberna de mala muerte la conocan por
Paula, ninguna persona de su entorno haba odo hablar de
Magda.
Desprotegida, como una brizna de hierba tierna que el
primer sol deshiela, tembl de arriba abajo.
Habra dado cualquier cosa por escapar de aquella
situacin, cualquier cosa! Las lgrimas le enturbiaban la
vista y, cuando prest atencin a la figura que la reclamaba,
le pareci desdibujada como si saliera del interior de un
manto de niebla.
La joven no dijo ni una sola palabra, pero la vergenza

hizo que su mirada esbozara un ruego silente. Entonces se


volvi, pero en el pequeo recinto de la taberna no era
posible ocultarse. Quin era el hombre que se tomaba la
libertad de despertarla de su letargo? Magda no exista, y
esa era su nica proteccin!
Magda! Pero eres t? insisti el individuo,
levantndose del banco.
Yo no os conozco... Os equivocis! respondi
despus de reunir todo el valor de que era capaz.
Era difcil moverse entre la gente, recoger propinas
del fondo del escote y esquivar la mirada de aquel fantasma
del pasado que la escrutaba sin descanso.
Treme una jarra! grit ms tarde, hacindose
or en medio del barullo que invada el local.
Magda supo que no tena escapatoria. Si no plantaba
cara a aquel cliente, el patrn se dara cuenta. Y ya tena
bastantes problemas para conservar su trabajo en la taberna.
Cada paso que daba en su direccin aumentaba las
palpitaciones que senta en las sienes. Cuando se detuvo
delante, el hombre la cogi del brazo. Le quedaran los
dedos marcados; ya tena experiencia de ello.
Por favor, os lo ruego... dijo Magda, con un hilo
de voz.
Las miradas de la taberna, vidas de conflicto,
comenzaban a posarse en aquella disputa.
Est bien, hablemos cuando acabe la faena...

accedi la joven al ver que nada hara cambiar la opinin de


aquel hombre que tanto insista en escarbar en su vida.
Te esperar a la salida.
Cuando Magda termin, las campanas de la catedral de
Santa Eullia anunciaban las doce. Transitar por las calles
lgubres a aquella hora era poco aconsejable,
especialmente para una mujer sola. Solo tenan permiso los
que trabajaban de noche y los ladrones que se escabullan
entre las sombras. Hacer el pequeo trayecto que la
separaba del antro donde dejaba caer su cuerpo agotado era
uno de los peores momentos del da.
Los restos de las teas que an ardan en las farolas no
fueron bastante para iluminar aquel rostro que haba sido de
su confianza en otro tiempo. Pero haba reconocido la voz
del hombre de la taberna cuando esperaba que se hubiera
marchado en busca de una presa ms fcil. La joven se
acerc a l, el encuentro era inevitable.
Lo siento, he tenido que recogerlo todo y...
Por todos los demonios! Qu haces en este lugar
de mala muerte? En el pueblo creen que sirves en una buena
casa interrumpi el hombre.
As fue durante mucho tiempo. Os lo aseguro.
Estuve casi dos aos, pero me echaron.
Criatura! Qu pas?
Es muy largo, no tengo ganas de hablar de ello. No
me obliguis. De todo esto, no deben saber nada, en el

pueblo, ni en casa... Mi hermana.


La voz se le rompi. Eran demasiados recuerdos,
demasiado dolor contenido. Dos lgrimas resbalando cara
abajo fueron el preludio de un llanto amargo en los brazos
de aquel vecino de Guadvachet.
El otoo estaba avanzado, el fro ya extenda su aliento
glido por la ciudad. El hombre se quit la capa de lana y
cubri los hombros desnudos de Magda. Mientras tanto, un
gato sin cola se paseaba sin prisas. Ellos tampoco la tenan;
como dos ladronzuelos sin ninguna vctima a la vista se
adentraron por la calle de la prisin en silencio.
El gemido de la madera precedi la entrada de la
pareja en la casa. La escalera suba hasta llegar a un pasillo.
Solo la vela que quemaba sobre un taburete ofreca un poco
de luz al estrecho corredor. Magda busc en la bolsa que
llevaba colgada del cinturn y sac una llave. La hmeda
estancia albergaba un jergn, un bal y un banco
desvencijado, las paredes destilaban soledad.
Hablaron durante mucho rato. Aquel hombre deba
andar por la edad de su padre, pero siempre se haba
mostrado temeroso de Dios, trabajador y amable con ellas.
Magda se confi a l y, poco a poco, fue relatando los
hechos. Le habl de la familia a la que haba servido, de
aquella casa con caballerizas junto al palacio condal.
Ahora le pareca como si hubiera vivido un sueo! Meses
despus de llegar a Barcelona, el hijo del seor ya no

resisti por ms tiempo el hecho de tenerla cerca. Tambin


le explic la inquietud, el extrao sentimiento de culpa que
tuvo al escabullirse de su asedio, y el miedo que le
infundan sus amenazas.
Magda no se atrevi a relatar momentos de verdadera
humillacin, no dijo nada de cmo se presentaba a
medianoche en el cuarto destinado al servicio, de cmo la
obligaba a masturbarlo. Pero un da se haba negado a
seguir su juego y el heredero la haba acusado de robo,
aunque sin duda era l quien haba hecho desaparecer el
anillo de su madre.
Nadie dio crdito a las palabras de una criada y me
echaron de mala manera, pero antes me denunciaron por
ladrona.
La prisin haba hecho el resto...
Pens mil veces en volver al pueblo y otras mil me
ech atrs. No quera mostrar mi fracaso. Siempre he sido
una mujer demasiado orgullosa, pero, cuando tambin me
arrebataron el orgullo, no encontr la manera de recuperar
mi vida.
Rigobert la escuchaba y, de vez en cuando, le secaba
una lgrima o le ofreca un poco de agua que la ayudara a
tragarse toda aquella miseria.
Tampoco l dijo toda la verdad, no se atrevi. Las
cosas haban cambiado mucho en el pueblo durante
aquellos cuatro aos. Los campesinos, bajo la tirana de los

seores que cada vez les hacan pagar ms impuestos, iban


perdiendo prerrogativas. Ya no se celebraba el mercado
donde vendan libremente sus productos; era el seor quien
se beneficiaba de ellos a cambio de proteccin.
El miedo se haba ido instalando entre la gente, se
haba convertido en un ejrcito que avanzaba sin pausa,
arrasando todo lo que encontraba a su paso. No haba peor
veneno y los seores lo administraban con habilidad! Era su
arma, lo que los haca fuertes.
Por unos momentos dud en explicarle el regreso del
seor de Manresa a las cercanas de Guadvachet. Sin duda
estaban ms tranquilos sabindolo en Barcelona, pero
como todos los de su ralea destilaba un hambre de poder
insaciable. Verlo de nuevo en su condado no auguraba nada
bueno. Decan las malas lenguas que ahora quera construir
un castillo en la montaa de Montserrat. De esta manera
dominara el valle; se hara amo y seor de todo, tambin
de los que vivan en l.
Qu pensis? Os encontris bien? pregunt
Magda, viendo que el rostro del hombre se iba
entristeciendo en silencio.
Vienen tiempos difciles...
Hay algo que deba saber? Mi hermana est bien,
no? Hace tiempo que no s nada de ella.
S. Claro que s, est hecha toda una mujercita. No
la reconoceras! dijo con una media sonrisa.

Entonces?
El maldito Pon de Balsareny est tramando alguna
cosa. No se deja un puesto de consejero en Barcelona para
volver a Manresa si no esperas sacar mucho provecho de
ello.
Pero... qu tiene que ver con nosotros?
An no lo s. De lo que estoy seguro es que no nos
traer nada bueno, Magda. Esta gente no tiene escrpulos!
Entre unos y otros nos chupan la sangre, son como
garrapatas que viven de nuestro esfuerzo. No parar hasta
aduearse de la montaa! Pact durante el sitio de Sacama,
pero siempre ha sido muy astuto. Pienso que quiere
aprovechar que el abad Oliba tiene bastante faena en Ripoll
y con el obispado de Vic. Se ha comprometido tanto en la
restauracin de los grandes monasterios que no tendr
tiempo de intervenir en otros asuntos.
Magda se dijo que aquel hombre era ms listo de lo
que pensaba. Venda y compraba objetos y tambin
comerciaba con herramientas del campo, se vea de lejos
que tena la buena costumbre de escuchar a la gente.
Pero ya tendremos tiempo de pensar en ello.
Descansa, ha sido un da muy duro...
Ninguna de las dos figuras se dio cuenta de que la
claridad se extenda por la ciudad. Magda nunca haba
admitido que nadie se quedara en su cuarto, aunque
pareciera ms un nido de ratas que un hogar. Pero

durmieron el uno al lado del otro, protegidos por una


arpillera, con los pies y los prpados hinchados, del todo
ajenos a las idas y venidas de los carros, a los gritos de los
comerciantes y los ladridos de los perros que escapaban de
los juegos siempre malintencionados de los nios.
Solo el gusanillo en el estmago los alert del paso
del tiempo. Entonces Rigobert la mir con mucha dulzura y
le dijo:
Lo he pensado mucho. Yo vuelvo a Guadvachet,
quiz por poco tiempo, porque mis negocios me reclaman
aqu y all. Pero si quieres venir conmigo, podras hacer el
viaje protegida. Este no es lugar para ti.
Magda lo mir con los rojos an enrojecidos. Quizs
aquel hombre tena razn. Le haba trado noticias de casa y
tambin un poco de paz, aunque no saba bien qu se traa
entre manos.
No dijo nada, pero se apresur a hacer un fardo con
sus cosas. Poco ms que unos vestidos desgarrados y un
escapulario que le haba dado su madre poco antes de
morir.

4
El abad Bonfill se encontraba en el pequeo campanario del
monasterio de Santa Ceclia. No era su funcin, pero a
menudo sustitua al hermano que se ocupaba de esas tareas.
El taido de la campana se dejaba sentir en la montaa, pero
tambin llegaba ntido al valle, como siempre haba
sucedido. Las obras en Santa Maria haban impedido hasta
el momento que rivalizara con aquella otra campana que el
herrero de Guadvachet haba regalado al prior Dalmau. Ya
la haban colocado en el campanario, pero solo la tocaban
en ocasiones especiales, esperando que llegara el momento
de la consagracin de la iglesia, como si an no se acabaran
de creer la futura primaca del nuevo monasterio sobre
aquel territorio de frontera.
Pero el abad saba que no siempre sera as. La
voluntad de Dalmau Savars, el monje impuesto como prior
desde Ripoll, pareca indestructible y, a pesar de los
esfuerzos de Bonfill, los feligreses comenzaban a mostrar
su preferencia por Santa Maria de Montserrat. Algunas
donaciones esperadas haban ido a parar al nuevo cenobio y
la propia Ermessenda tomaba partido siempre que tena
ocasin a favor de los recin llegados.
La satisfaccin de extender el toque de campana por
todo el valle era cada vez menor y, da tras da, el abad se

despertaba con funestos augurios. Pero no haba previsto


que las complicaciones iran mucho ms lejos.
El abad de Santa Ceclia se dispona a bajar las
escaleras del pequeo campanario cuando mir
rutinariamente al horizonte, hacia el camino que traa desde
el pueblo. Lo que vio, una nube de polvo que solo se poda
levantar por el efecto de muchos hombres a caballo, lo
llen de inquietud. Las noticias sobre las correras del
seor de Manresa desde que haba vuelto de Barcelona
hacan estremecer el pequeo valle de Guadvachet.
Por otro lado, el abad Oliba estaba demasiado ocupado
en la reforma del monasterio de Ripoll para prestar
demasiada atencin a aquellos parajes. Bonfill se alegraba,
pero tambin era cierto que la ausencia de otro poder
eclesistico otorgaba una enorme responsabilidad a su
abada. Al menos, as haba sido desde haca generaciones.
No esper a tener noticia de la medida real de la
amenaza. Baj hasta el claustro y llam a captulo, pero
solo el hermano Anton respondi.
Vienen muchos hombres a caballo dijo Anton
con la preocupacin marcada en el rostro, sin prestar
atencin a que se adelantaba a las palabras del abad.
Los esperaba asinti Bonfill con gesto de
suficiencia. Disponed el dormitorio de los legos y
preparad las cuadras. Tambin tenis que llamar a los
monjes que hay repartidos por los campos. Queda

suspendida toda tarea que no sea atender a los invitados.


Anton no discuti la orden en ningn momento, pero
lo sorprendi la seguridad de las palabras del abad. En aquel
sitio tan apartado del mundo, las visitas no se anunciaban
con tan poca antelacin. No obstante, se dirigi a los
establos y comprob que hubiera paja fresca y agua para los
caballos; despus sali del cenobio para convocar a los
dems monjes. Por su parte, el abad Bonfill se arrepinti
en seguida de haber enviado a Anton fuera del monasterio.
Fue hasta la iglesia, muy oscura a pesar del pequeo haz de
luz que entraba a travs de la mirilla del claustro, y
encendi un par de antorchas. En seguida, unos reflejos
dorados se apoderaron del interior haciendo brillar el
rostro del Cristo que ocupaba el altar, una pintura que se
haba hecho durante los primeros tiempos del monasterio,
en la poca del abad Cesari, y que l veneraba.
Despus de dirigirle una mirada que se poda
perfectamente interpretar como un reproche, Bonfill fue
hasta las puertas de la iglesia y las abri de par en par. Solo
una persona poda convocar a tantos hombres a caballo en
aquellas tierras y quera recibirla segn su rango, el que l
mismo se otorgaba. Se situ debajo del umbral mientras
los cascos de los animales se volvan cada vez ms
prximos. Pero se mantuvo firme, pese a la enfermedad
que nunca haba confesado y que le iba encogiendo el
cuerpo.

Pronto tendr la forma de un enano, y entonces...


El espacio que se abra delante de la iglesia, aquel
dextro del abad Oliba que Bonfill siempre haba visto como
una ingenuidad, qued de pronto cubierto por el polvo. Los
caballos se resistan a detenerse y giraban sobre s mismos
tropezando contra el resto del grupo. El abad haca grandes
esfuerzos para no toser mientras los animales se agitaban
muy cerca de su figura inmvil. Le habra gustado decir que
aquella presencia iba en contra de las normas que haba
dictado Oliba sobre los lugares sagrados, pero an estimaba
su vida. Adems de que los ojos llorosos por el efecto del
polvo apenas le permitan ver a los invasores de su
monasterio y las piernas le flaqueaban.
Cuando se disip un poco la polvareda, el abad se
restreg los ojos con la tnica y pudo distinguir la figura de
Pon de Balsareny delante mismo de la iglesia. Los aos
pasados en Barcelona como consejero de los condes le
haban envejecido el rostro, pero su aspecto guerrero y
desafiante no haba perdido aquel aire feroz que tanto
terror impona a sus enemigos. Bonfill cogi con fuerza su
bculo, el nico signo de autoridad que en aquellos
momentos poda elevar.
Veo que los aos no pasan en vano, viejo amigo!
Cmo os encontris?
Feliz de recibir en este humilde monasterio al
seor de estas tierras.

Por lo que s, no habis ejercido demasiado bien


vuestras funciones durante este tiempo. El cenobio de
Santa Maria va camino de superar a Santa Ceclia.
La influencia del abad Oliba no puede tomarse a
broma, como bien sabis despus de aquel episodio en el
castillo de Sacama. Adems, los caminos que nos llevan a
Dios son inescrutables.
El seor de Manresa se qued mirando al viejo monje
con desconfianza. No le gustaban las citas bblicas, pero
vena dispuesto a entenderse con aquel abad, aunque en el
fondo de su corazn lo menospreciara.
Tenemos que hablar dijo mientras bajaba del
caballo y ordenaba a sus hombres que dieran de comer a los
animales.
Un grupo de monjes atemorizados comenzaba a llegar
desde los campos prximos. Anton era el nico que
mantena el mentn alzado, el nico que habra dado
cualquier cosa por escuchar la conversacin entre el abad
de Santa Ceclia y Pon de Balsareny.
Cuando Anton se levant para la oracin matinal
llova. Era bueno para la montaa, que atravesaba un largo
perodo de sequa, pero sobre todo para las cosechas de
otoo. Despert a los compaeros ms perezosos y se
concentr en el ruido de la lluvia. No era abundante ni
demasiado intensa, pero las gotas caan gruesas y deban de
dejar marcas muy evidentes sobre la tierra.

Poco a poco, un rumor creciente fue sustituyendo a la


lluvia. Se escuchaban voces y, muy pronto, unos cuantos
caballos relincharon sorprendidos por el revuelo que
provocaba aquella salida imprevista.
Anton olvid sus obligaciones, se dirigi al claustro y
entr en la iglesia. El seor de Manresa y su abad discutan
en la oscuridad, y no parecan ponerse de acuerdo.
Esa clase de acciones solo servirn para que el abad
Oliba vuelva a fijarse en la montaa... deca Bonfill
mientras en la explanada unos cuantos jinetes ensillaban los
animales.
Dejadme hacer, abad. Oliba est bastante ocupado
con sus reformas y somos nosotros quienes tenemos que
ocuparnos de la montaa. El castillo que proyecto traer
seguridad a todo el valle y la gente sabr reconocerlo.
No s si entendern que les hable de seguridad
quien solo trae destruccin y muerte respondi Bonfill,
desafiante; quiz primero deberais ganaros al pueblo...
Esos son vuestros mritos, pero a la vista est que
no llegan demasiado lejos.
Queris que disponga vuestro caballo, padre abad?
los interrumpi Anton provocando una mirada furibunda
de Pon de Balsareny.
No ser necesario. Quiero presidir la plegaria y
deberemos atender al resto de soldados mientras no
vuelvan los que parten hacia Santa Maria.

Ser bueno para todos vosotros, monje dijo an


el seor de Manresa ya en la puerta, mientras se diriga a su
caballo. La abada de Santa Ceclia volver a tener la
primaca en la montaa y el nuevo castillo har retroceder
cualquier pretensin de los otros condes.
El hombre siempre tropieza dos veces con la misma
piedra. Bonfill casi grit esa sentencia, pero el pequeo
grupo de jinetes ya tomaba el camino en direccin a Santa
Maria de Montserrat.
Mientras el abad Bonfill se dejaba llevar por el
hermano Anton, Pon de Balsareny cubra la distancia que
lo separaba de aquel molesto cenobio que haba venido a
trastocar el equilibrio de fuerzas en la montaa. Tal como
esperaba, los monjes del prior estaban en Sant Iscle y los
obreros an dorman en los jergones del dormitorio de los
legos. Sus informadores se revelaban eficaces.
La media docena de hombres que haba llevado hasta
Santa Maria seran suficientes. Con las espadas en las
manos entraron en el dormitorio para despertar a los
obreros y ponerlos en fila en el claustro. Atemorizados, los
obreros no daban crdito a lo que estaba pasando.
Lo dir solo una vez clam el seor de Manresa
. Esta obra est maldita y he decidido que no continuar
adelante. Os marcharis ahora mismo para no volver, si no
queris haceros merecedores de mi ira...
Antes de que pudiera continuar, Dalmau Savars,

seguido por Sim, Maties y el resto de monjes, entr en el


claustro. Haban odo la llegada de jinetes desde Sant Iscle
y la plegaria se haba interrumpido de inmediato.
Cmo tenis la osada de violar el monasterio?
grit el padre prior, mientras diriga la mano derecha a la
cintura sin encontrar su antigua espada.
Caramba! A quin tenemos aqu? Vos sois el
famoso padre Dalmau, pero yo soy el seor de estas tierras
y he decidido construir un castillo que d proteccin al
pueblo de Guadvachet.
La montaa no es vuestra, sino de la abada de
Ripoll, y su nico administrador es el abad Oliba, a quien
represento.
Pon de Balsareny esboz una sonrisa antes de indicar
a sus hombres que echaran a los obreros.
Me parece que tenis poco que decir, Dalmau. Ya
no sois un hombre de armas y el destino de la montaa lo
decidir yo.
Entonces tendris que llevarnos tambin a nosotros.
A ver qu piensa el abad Oliba al enterarse de que su
monasterio ha sido profanado de esta manera respondi
el prior Dalmau mientras se interpona con los monjes
entre obreros y soldados.
De verdad queris oponeros a mi voluntad?
Habis pensado que fuera de este cenobio vuestra
influencia es inexistente? Quiz queris poner en peligro a

las personas que amis...


La tensin adquiri su mxima expresin cuando los
soldados se aproximaron a los obreros. Dalmau rechaz la
mano que quera apartarlo del grupo, se daba cuenta de que
habra lucha y l no tena nada para defenderse.
En nombre de Dios, os ordeno que abandonis el
monasterio si no queris ser excomulgados ahora mismo!
Todos se giraron hacia la puerta de la iglesia. La
excomunin no era una amenaza que pudiera tomarse a la
ligera y tambin el seor de Manresa entorn los ojos para
distinguir la figura que se recortaba a contraluz sobre la
incipiente salida del sol. Dalmau haba reconocido en
seguida la voz cascada del abad Bonfill y la figura altiva del
hermano Anton.
Cuando el seor se dio cuenta de la situacin rompi a
rer.
Bonfill, viejo amigo, pensaba que nos habamos
puesto de acuerdo, que habais entendido la necesidad de
proteccin de vuestro pueblo.
Sois vos quien no entiende que los lugares sagrados
no se pueden profanar. Marchaos ahora, antes de que la ira
de Dios caiga sobre vosotros. El abad levant su bculo
para sealar a los soldados mientras estos daban un paso
atrs.
Pon de Balsareny vio que haba perdido la partida.
Sus hombres reculaban hacia la puerta del monasterio

mientras los monjes haban hecho una cadena en torno a los


obreros. Si no quera que el miedo de los soldados lo
dejara en ridculo, deba abandonar sus pretensiones.
Despus de todo, solo era una batalla. Habra otras y no
sera tan confiado.
Nadie ha dicho que los hombres de Dios no seis
valientes, pero en estos casos la valenta puede resultar
estpida, Dalmau. Esto no quedar as. Antes o despus,
construir mi castillo y muy pronto tendris noticias mas.
Cmo decs vosotros? Ah, s! Por mis obras me
reconoceris... Y no os agradar!
Despus de lanzar una mirada de odio al abad Bonfill,
el seor de Manresa rechaz el brazo del soldado que
quera ayudarlo a subir al caballo. La lluvia haba
escampado y un trozo de cielo azul y resplandeciente se
dejaba ver en la cima de Sant Jeroni.
Dalmau quiso acercarse al abad Bonfill, pero este
indic violentamente al hermano Anton que lo acompaara
de vuelta a Santa Ceclia.
El ritmo que impona Pon de Balsareny a su caballo
no era el ms adecuado para descender al valle por el
camino del ngel; los soldados se esforzaban por seguir su
paso, pero muchos de los animales se negaban a aquella
carrera frentica.
Al darse cuenta de que de continuar as llegara solo a
Guadvachet, tir de las riendas de aquel magnfico ejemplar

de casta sarracena para aminorar la marcha. Estaba furioso,


dolido con l mismo por no haber tenido la valenta de
cargar contra aquellos monjes indefensos. Pero an pesaba
en su alma la leccin de estrategia que le haba dado aos
atrs el abad Oliba en el castillo de Sacama.
Los aos de consejero en Barcelona, un premio a su
docilidad que pronto se haba convertido en un castigo, no
le haban hecho olvidar sus deseos. Quera provocar con la
fuerza suficiente a los condes de Barcelona para que
Manresa volviera a constituir un condado propio y la
necesidad de dominar Montserrat se le haca cada vez ms
evidente.
Pero deba ser inteligente. La sangre correra para
servir a sus propsitos y l se presentara como salvador,
como el nico capaz de garantizar la paz en el valle. Sus
amenazas contra Santa Maria no ayudaran, aunque aquella
era otra guerra y se haca imprescindible que la ganara lo
antes posible.
Detuvo del todo el caballo para esperar a sus hombres
y explicarles el plan, que se deba ejecutar con toda la
precisin de que fueran capaces. Poco despus, un grupo
de soldados sin estandartes entraba en Guadvachet con la
nica intencin de armar revuelo. Como si volvieran
borrachos de una batalla, fueron a dos casas y violaron a las
mujeres que les salieron al paso mientras los hombres
estaban trabajando en el campo. Antes de que reaccionaran

los soldados de la torre de vigilancia, el seor de Manresa


se dirigi a la casa de Ramon. El objetivo era su padre,
Toms.
Ya le tena ganas a aquel hombre que siempre le
recordaba el pecado de juventud de su hija. Se arrepenta de
haberles perdonado la vida, pero lo alarmaba an ms que
Toms se hubiera erigido en el caudillo de Guadvachet, lo
seguan a pesar de su posicin rebelde con el poder
establecido. Incluso un soldado de su confianza, aquel a
quien todos llamaban Tresdedos, se haba sentido atrado
por sus promesas de libertad.
Pon de Balsareny tambin habra dado muerte a
Ramon si se lo hubiera encontrado en casa, pero solo
estaba el padre, y este en seguida se dio cuenta de la llegada
silenciosa de su enemigo.
Ya es la hora?
Tu muerte qued pendiente hace muchos aos,
Toms, cuando raptaste a mi hija y te ocultaste con ella en
la montaa. Ms an, cuando le hiciste ese engendro que se
ha hecho inseparable de los monjes de Santa Maria.
Decidme solo una cosa... Ella es feliz?
Mucho ms de lo que habra sido contigo, una
serpiente que siembra la discordia en el valle.
Entonces ya puedo morir tranquilo.
La muerte nunca comporta la paz, sino el dolor.
El seor de Manresa sac su pual mientras el resto

de los hombres sujetaban a Toms. Este no grit al sentir


que la estrecha hoja se abra paso entre sus costillas.
Mientras agonizaba, la mirada se mantena fija en una
primitiva figura tallada en madera que descansaba en un
tabique.
Pero nadie advirti la paz que transmita aquella ltima
visin al padre de Ramon.

5
Magda y Esther tenan tantas cosas que contarse que la
primera noche juntas ninguna de las dos peg ojo. La vida
las haba fortalecido y, al mismo tiempo, les haba robado
buena parte de su inocencia.
Quiero orte decir que no volvers a marcharte,
Magda! Que nunca ms me dejars sola! pidi la ms
pequea de las hermanas mientras le rodeaba el cuello con
los brazos.
Te lo prometo! Y si un da nos vamos, lo haremos
las dos. De acuerdo?
No sabes cmo te he echado en falta! Recuerdas
que, de pequeas, jugbamos a aguantar la risa? Siempre
perdas! Parece que hayan pasado siglos desde que os
marchasteis t y madre.
Ella ya no poda ms, Esther. Ahora est en el cielo
y nos proteger...
En el cielo, dices? Ha pecado! Las personas que
hacen cosas como esas se consumen en el infierno! Las
dos sabemos que no fue un accidente. Se provoc la muerte
de la criatura, no quera ese hijo! Estaba harta de sufrir y
nos dej solas. Que Dios me perdone por este
pensamiento, pero a veces la odio.
No digas eso. Quizs haba llegado su hora, quiz...

Fue una cobarde! interrumpi Esther con una


mezcla de rabia y tristeza.
No soy nadie para juzgarla. Tenemos que mirar
hacia delante. Me oyes? No te hagas mala sangre. Piensa
en Ramon, l te quiere y ahora te necesita ms que nunca.
Me quiere, dices? Si fuera as ya tendramos un
par de criaturas! No, Magda, desde que llegaron esos
malditos monjes todo se ha ido al demonio. Se pasa el da
arriba y abajo, siempre est cansado y ltimamente no hay
quien lo aguante!
Es normal, la muerte de su padre lo ha trastornado.
Eran ua y carne.
No lo s, hay algo que no entiendo, Magda.
Se le pasar. Dale tiempo.
Tiempo, dices? Te parece poco... Llevamos aos
as y cada vez que atraviesa esta puerta lo siento ms lejos.
De acuerdo, de acuerdo, tranquilzate. Quiz
necesita un pequeo empujn dijo Magda con una
sonrisa maliciosa, mientras pellizcaba la mejilla de su
hermana.
No hay nada que hacer. La muerte de su padre solo
ha empeorado lo que ya no tena remedio. Lo he intentado
todo. Creme!
Magda la mir de hito en hito. Conoca bien aquella
expresin y tena la certeza de que su hermana ocultaba
algo.

No me mires as. T habras hecho lo mismo! No


quiero quedarme para vestir santos... dijo al sentirse
interrogada.
Pero de qu me hablas?
Tanto da.
Quieres hacer el favor de explicarte? Comienzas a
preocuparme.
Ya hace tiempo de eso. Fue antes de que
comenzaran las obras. Estaba celosa, quera que los monjes
se marcharan, que todo volviera a ser como antes... Pero no
sirvi de nada, despus llegaron ms y...
Esther! Qu hiciste? No puede ser tan grave!
Envenen la mula. Ya ves si soy estpida. No s qu
pretenda, solo quera que se largaran, que abandonaran la
idea de fundar un monasterio.
Magda la abraz, aliviada. Por unos momentos se
haba asustado; a pesar de la gravedad de lo que le
explicaba, quiz tena que ver con que haba sido injusta con
ella. Se preguntaba si poda ayudarla, reparar de alguna
manera aquellos aos en que se haba desentendido.
Se muri? pregunt mientras la tena en brazos.
Cmo dices?
La mula. Se muri?
No. Ramon me explic que la salvaron, pero
durante un tiempo se qued ciega. Todo el mundo hablaba
de ello, tena miedo de que me descubrieran...

En resumen, todo qued en nada, pues. Olvdate!


No lo entiendes, Magda. No lo entiendes... Me
sent mezquina! No tena a quin explicrselo, no saba qu
hacer y cuanto ms me esforzaba, ms grande era mi
decepcin. Es como si lo hubieran hipnotizado, me lo
giraron como un calcetn. Nos iba bien antes de que
llegaran esos malditos monjes! Sabes qu he llegado a
pensar?
Magda no respondi. La espantaba aquella desafeccin
que acababa de descubrir en su hermana. Con un gesto, la
invit a seguir.
Pienso que el tal Dalmau no es trigo limpio. El da
que muri madre no se comport como un monje. Y
cuando se quit el hbito para lavarse...
Qu?
No te fijaste? Tena una cicatriz alrededor del
cuello. A m me da mala espina.
Vaya, vaya! Pues s que tiene golpes inesperados.
Djamelo a m, hermanita. Quiz matemos dos pjaros de
un tiro, si desenmascaramos a esta persona a la que tanto
admira Ramon. Quin sabe! Quiz no todo est perdido...
A partir de aquel momento, Magda comenz a rumiar
la manera en que llevara a trmino su plan. Conoca bien a
los hombres y, al fin y al cabo, debajo de aquellas ropas
oscuras con casulla se ocultaba uno. Pondra en juego todo
lo que haba aprendido; quiz, finalmente, servira de algo

aquel calvario vivido en Barcelona.


Saba que para ir de caza, y obtener la tan deseada
presa, haba algo imprescindible: conocer a fondo a su
vctima. Este deba ser su objetivo! Buscara la mejor
manera de acercarse a l, de descubrir sus debilidades. Por
mucho que fuera monje, deba de tenerlas! Estaba dispuesta
a llegar hasta el final, vengarse en su persona por la
infelicidad de su hermana, por la suya propia...
Ciertamente no lo tena nada fcil. La comunidad
haca servir sus reglas y el aislamiento en el que vivan era
la base para llevar una vida de consagracin a Dios. Dios
era el principal obstculo!
A partir de la incorporacin de los nuevos monjes
venidos de Ripoll y desde el comienzo de las obras en el
monasterio, Dalmau bajaba en contadas ocasiones al
pueblo. Los recursos de los que los haba provisto el abad
Oliba y las donaciones de los feligreses eran suficientes
para construir el cenobio.
Magda esper celosamente su oportunidad. Era el da
de difuntos y en la pequea iglesia de Guadvachet la
campana repicaba con insistencia, pero solo la gente de
ms edad se acercaba a ella. Todo aquel que se vea con
nimos de subir a la montaa nutra la procesin, cada vez
ms numerosa, en direccin a Santa Maria. Algunos
movidos por la curiosidad y otros por la fe, caminaban bajo
un cielo que amenazaba tormenta.

Haba pasado muchas noches confeccionando el


vestido que lucira. No haba sido nada fcil conseguir la
tela negra de lino y, menos an, pensar en ella ms all de
la tnica que llevaba la gente del pueblo. Pero algo haba
aprendido durante su estancia como criada en aquella casa
noble de Barcelona.
Tena que ser astuta, captar la atencin del monje sin
descuidar las formas, mostrarse sensual sin ser estridente,
conseguir acentuar las formas sin caer en la provocacin.
El resultado fue impecable. Despus de cubrirse la cabeza
con un pauelo casi transparente que su hermana le at con
satisfaccin, fue hasta la casa de Ramon y le hizo saber su
intencin de acompaarlo.
Quin es? pregunt el joven, mientras asomaba
la cabeza por la nica puerta que divida la estancia.
Soy yo! Pero, Ramon... qu haces con esa hacha
en la mano?
La pregunta de Magda fue acompaada por un paso
atrs al ver que la mantena levantada con el rostro
desencajado.
Lo siento. No pretenda espantarte. Iba a cortar un
poco de lea...
A estas horas? Pensaba que podramos ir juntos al
oficio de difuntos que se celebra en Santa Maria. Esther no
se encuentra demasiado bien.
Al darse cuenta de que Ramon frunca el entrecejo,

aadi:
No sufras, no es nada importante. Ya sabes, cosas
de mujeres.
Los dos jvenes hicieron el camino en silencio. Los
hombres miraban a Magda repasndola de arriba abajo y las
mujeres tambin lo hacan, con envidia. Algunas
murmuraban en voz baja o daban un codazo a sus maridos
con la intencin de hacer menos evidente el hechizo al que
la joven los someta. Pero Magda no levantaba los ojos del
suelo, y si lo haca era para sonrer con discrecin. Su
objetivo era claro y nada la distraera.
Los cantos llenaron el pequeo espacio de la iglesia,
pero la alegra no se alojaba en ella. Desde el asesinato del
padre de Ramon los habitantes de Guadvachet se mostraban
nerviosos. Las desconfianzas hacan que antiguos vecinos
se evitaran, que los nios jugaran menos en la calle y
cualquier signo era interpretado como un peligro.
Dalmau Savars no haba hablado con nadie de su
conversacin con el seor de Manresa y los obreros haban
guardado un prudente silencio, temerosos de perder el
trabajo. Pero el prior no poda evitar sentirse culpable de la
muerte de Toms. Cuando finaliz la ceremonia se acerc a
la pareja y apoy el brazo sobre el hombro del joven.
Magda solo recibi un saludo amable.
Cmo ests, amigo? pregunt el monje.
Saldr adelante. No os preocupis.

Hace das que no te vemos por aqu. Todos te


echamos en falta...
Ramon no respondi. Unas ojeras profundas y oscuras
le cercaban los ojos y pareca mucho ms delgado bajo la
tnica. Agach la cabeza y permaneci un rato en la misma
posicin.
Por qu no te quedas con nosotros unos das? Te
distraers. Podremos salir a dar una vuelta, visitar a Basili
en Les Magdalenes...
Esther te espera en casa. No se encuentra
demasiado bien y le he dicho que la visitaras en cuanto
acabara el oficio interrumpi Magda, dirigiendo sus
palabras a Ramon.
No soy una buena compaa para nadie, creedme.
Prefiero estar solo, de verdad.
Justo cuando el joven haba caminado unos pasos
dejando al monje y a Magda con la palabra en la boca,
Maties apareci corriendo.
Qu alegra verte otra vez! Tengo que ensertelo
todo! Cuando veas lo que estamos haciendo no podrs
crertelo. He aprendido a tratar las pieles y...
Las palabras se fueron adelgazando a medida que los
dos se alejaban en direccin a los muros. Magda pens que
era su oportunidad de quedarse sola con el monje, pero l
la despidi cuando la joven se dispona a iniciar una
conversacin.

Hizo el camino de regreso sola y enfadada. Haba


perdido una buena oportunidad, pero habra otras.
En la montaa las cosas no fueron mejor. Dalmau
Savars observaba a los dos jvenes desde la distancia.
Aunque lo habra negado rotundamente, pensaba que no
quedaba nada del chaval que haba conocido. El esfuerzo de
Maties tuvo pocas consecuencias, ni tan solo las plumas de
oca que el hermano Robert haba convertido con maestra
en utensilios de escritura llamaron la atencin de Ramon.
No saba cundo lo volvera a ver y el antiguo soldado
pas a la accin. Quizs haba llegado la hora de decirle que
l tena parte de la culpa de su calvario, que haba tenido un
inquietante encuentro con Pon de Balsareny, que...
Ramon! grit con urgencia mientras Maties se
quedaba al margen, como si hubiera adivinado las
intenciones de Dalmau.
Decidme, padre prior.
A los dos nos ira bien compartir el dolor que
sentimos...
Me parece que eso no es posible. Cada uno debe
cargar con su propia cruz.
Ramon, escchame. A tu padre no le gustara verte
as. Me oyes? Era un buen hombre, y luch toda su vida
para conseguir que se viviera mejor en el valle.
Y vos qu sabis de mi padre!
Al darse cuenta de que haba alzado la voz, el joven se

puso a llorar. La tensin embargaba su capacidad de


dilogo.
Dejndose llevar por el monje se alej de miradas
incmodas y, cuando la distancia les otorgaba la intimidad
necesaria, se sentaron juntos sobre una roca.
Perdonadme. No s qu me pasa. No s qu quiero,
ni quin soy. No s qu tengo que hacer con el resto de mi
vida...
El llanto rompi, de nuevo, la voz del joven. Despus,
como quien necesita vomitar todo aquello que le haba
revuelto el estmago, comenz a hablar a oleadas:
No tuve tiempo de pedirles perdn. Estaba
demasiado enfadado, les dije cosas horrorosas...
De qu ests hablando, Ramon?
Me enga. Lo hizo para protegerme, lo s. Pero, si
me lo hubiera explicado, lo habra entendido, ya no soy una
criatura.
El joven hizo una pausa y se sec las lgrimas y los
mocos con la manga de la tnica. Despus, bajo la mirada
atenta del monje, prosigui:
Mi madre no muri cuando yo era pequeo. Mi
padre quiso hacrselo creer a todo el pueblo cuando se
present conmigo en brazos. Y l... l tampoco era un
santo. Solo un pobre desgraciado.
Pero, entonces...
Era... Eran unos fugitivos. Vivieron en la montaa

para ocultarse del mismo hombre que lo ha matado veinte


aos despus. Estoy seguro!
Esa es una acusacin muy importante, Ramon. No
s si tienes pruebas.
Me lo explic todo unas semanas antes de morir
dijo, bajando la mirada.
Escucha. No debes decirme lo que no quieras.
S que quiero! Ya no puedo ms. Ese mal nacido
tiene prisionera a mi madre...
El joven le explic con todo detalle la conversacin
que haba mantenido con su padre. La huida por amor
cuando solo tenan quince aos, cmo la montaa haba
sido el refugio de la joven pareja.
Mi madre era la nica hija del seor de Manresa, y
este nunca habra aceptado casarla con alguien que no fuera
de sangre noble. Cuando descubri que haba quedado
embarazada, quiso que perdiera la criatura. Finalmente
hicieron de una cueva su hogar. All nac yo. Pero cuando
solo tena cuatro meses nos encontraron y...
Un silencio pesado acompa sus palabras. Solo el
rumor del viento, que cada vez soplaba con ms fuerza
entre las ramas, os interrumpirlos. Entonces, tragando
saliva, el joven busc los ojos del monje. La mirada de
Ramon era de splica, de una ternura que conmovi a
Dalmau Savars.
Lo que os dir no es fcil... Mi padre me explic

cmo los hombres de Pon de Balsareny tenan orden de


llevar a mi madre a su casa y deshacerse de nosotros. Pero,
cuando uno de ellos levant la espada, una luz venida de no
se sabe dnde impact en el acero dispuesto a cortarme el
cuello y lo ceg. Al dejar caer la espada, la luz se reflej en
una pequea imagen de madera que haba tallado mi padre.
El humilde altar qued iluminado y los tres hombres
huyeron alarmados, llevndose a mi madre con ellos. Pero
antes amenazaron con que si mi padre la iba a buscar
acabaran la faena que haban comenzado...
Cayeron las primeras gotas y Ramon permaneci en
silencio un momento. Los relmpagos iluminaban el cielo
por el lado de Sant Jeroni.
Ya sabis el resto, padre prior. Toms, el hombre
que durante tantos aos me ha cuidado, nunca traicion la
promesa hecha a mi madre mientras la arrancaban
violentamente de sus brazos.

6
Despus de las oraciones de medianoche, Dalmau Savars,
prior de Santa Maria de Montserrat, continu mucho rato
con los ojos abiertos. A menudo la intensidad del da no era
suficiente para apaciguar a travs de un cansancio inevitable
las sensaciones recibidas. La vigilia se converta en la nica
opcin. Como la lechuza que observa el silencio de la
montaa, el padre prior persegua las sombras con la
esperanza de encontrar algunos retazos de luz.
Aquel nuevo espacio que los acoga, las paredes que
delimitaban el dormitorio comunal y el suelo sobre el que
se alineaban jergones y paja, an conservaba el olor de las
entraas de la Tierra. El monje la respir consciente de que
era testigo de un momento nico y se sinti un ser
privilegiado, un hombre que haba sido capaz de
sobreponerse a la crueldad que la vida poda traer aparejada
y dirigir una mirada clara a su entorno.
Con el paso de los aos, aquellos mismos muros se
iran impregnando de la pisada de la historia que all se
escribiera. Muchas velas seran los testigos mudos,
arderan cada noche dejando su aroma dulce y, poco a poco,
oscureceran las piedras. Pero no sera un castigo sino un
regalo, la constatacin de que el tiempo tambin sabe dejar
su huella sin dolor. Aunque iluminaran muertes, dudas,

revelaciones, quin sabe si traiciones...


En aquella oscuridad, en un rincn que Dalmau
Savars habra podido sealar con los ojos cerrados, una
concha formaba parte del tabique. Justo a un palmo del
techo, bajo una gran piedra roja.
La conjuncin de mar y tierra, la unin eterna de
dos fuerzas capitales para la vida, sus frutos que se nos
ofrecen en el mismo sitio. Quizs algn da los sabios
tengan respuesta para este milagro susurr, poniendo voz
a sus reflexiones.
Mientras tanto, le gustaba pensar que el mar tambin
se encontraba en comunin con la obra que estaban
construyendo, que aquella pisada tena un significado ms
all de las coincidencias. Si Santa Maria de Montserrat
gozaba del favor de Dios, la concha en la pared del
dormitorio era la mejor seal que poda recibir.
Pero la realidad siempre buscaba su lugar en las
meditaciones del monje, y los hechos de la vida inmediata
se atropellaban en su mente. A menudo se daba cuenta de su
tontera, pero ya era frecuente que despegara los pies del
suelo. Le molestaba que aquella realidad se obstinara en
beber de asuntos ajenos al monasterio. Ante los sucesos
que tenan lugar en el valle, ni tan solo la grieta que tanto
preocupaba al constructor y que haba obligado a rehacer la
pared de la iglesia le inquietaba en exceso.
Los ltimos y terribles acontecimientos pugnaban por

apoderarse de toda su atencin y, tambin, de sus plegarias.


Aunque no poda creer la muerte de Toms, que sospechaba
haba sido a manos del seor de Manresa. Ramon estaba
destrozado, pero el pueblo tambin haba perdido a la
persona que les haca de gua en los momentos difciles y
se encontraba sumido en el dolor. El miedo se manifestaba
sobre todo por las noches, cuando el silencio era total, las
claridades y el consuelo del hogar se ausentaban del
interior de las casas y los habitantes de Guadvachet
clavaban las puertas olvidando que la madera podrida ofrece
poca resistencia a la maldad.
Las dudas de si todo esto mereca la pena asaltaron a
Dalmau una vez ms a aquellas horas de la noche.
Escuchaba la respiracin plcida de Maties, quien desde la
marcha de Basili dorma con el resto del cenobio, y el
revuelo espiritual del hermano Sim, quien a veces era
capaz de recitar algn salmo, incluso cuando ya aparentaba
vivir en el ms profundo de los sueos. Entonces aoraba la
presencia del ermitao en el cenobio, aquellas noches de
vigilia que a menudo pasaban juntos hablando sobre los
valores cristianos o sobre los misterios de la montaa que
los acoga.
Dalmau deba preocuparse de la seguridad de la iglesia
de cara a la misa del domingo. Las obras se paraban el da
del Seor y aquella construccin albergaba los oficios al
aire libre. La comunidad esperaba que los habitantes de

Guadvachet se presentaran y todo indicaba que nada podra


detenerlos. Dela, la madre de la nia que se haba curado
milagrosamente, haba sido la artfice.
Si sucumbimos a las pretensiones del seor de
Manresa, perderemos nuestras propiedades y nos tendr en
sus manos para siempre! Es eso lo que queris? De
verdad pensis que si se sale con la suya y construye ese
castillo en la montaa tendr la ms mnima misericordia
de nosotros? Prefers vivir bajo su esclavitud que bajo la
invocacin de la Virgen Mara?
Estas eran algunas de las reflexiones que la mujer
haba difundido por el pueblo y ms all del valle, donde se
deca que alguien tambin se haba curado por intercesin
de los monjes de Montserrat, sin que se supiera quin era
ni cmo se haba producido el milagro.
Dalmau Savars los recibi con el corazn abierto.
Ansiaba que la nueva iglesia pudiera acogerlos, pero
mientras tanto aquella sensacin de obra en marcha, de
camino a recorrer, llenaba su nimo de sueos y confianza
en el futuro. El gento que se reuni vena tambin de otros
lugares, hombres y mujeres dispuestos a dar lo mejor que
tenan sin esperar el signo de los tiempos. Y todo a cambio
de las plegarias de los monjes, de promesas de una vida
mejor aunque no fuera de este mundo.
El prior de Santa Maria sinti la necesidad de
ofrecerles algo ms, quizs an impregnado de su vida

anterior, donde los asuntos mundanos haban tenido


siempre una fuerza apabullante, capaz de condicionar toda
una existencia.
Parte de los congregados partieron a la ermita de Sant
Iscle. Alguien haba hecho correr la voz de que los monjes
se reunan all para rezar a Dios en silencio y soledad
mientras se hacan las obras en el cenobio; la gente quera
homenajear tambin aquel espacio y llevaba cirios que se
multiplicaban en el altar de la capilla.
Cuando la misa haba comenzado en Santa Maria, dos
figuras se incorporaron a la ceremonia. Nadie habra
notado su presencia de no haber sido por la voz
inconfundible de Basili que, desde muy cerca de la entrada,
se haba sumado a los cantos. Al volverse, todos
descubrieron que Ramon acompaaba al ermitao. Llevaba
alguna cosa entre las manos, envuelta en un trapo.
Instintivamente, mayores y pequeos se apartaron hasta
abrir un pasillo. El joven camin hasta el altar con el rostro
tranquilo, como si la paz hubiera vuelto de golpe a su
corazn despus de la muerte de Toms. El hermano Sim,
que oficiaba la misa, enmudeci de mala gana a la espera de
alguna seal del prior que impusiera el orden necesario a
los oficios divinos.
Entonces, Dalmau Savars, antiguo soldado de
Berenguer Ramon, se aproxim a los recin llegados. El
joven sac el envoltorio y apareci la figura que sostena.

Era la talla de una Virgen con el Nio, la misma que su


padre haba perfilado en la cueva muchos aos atrs, tan
solo unas rocas ms arriba de donde se encontraban
reunidos en aquellos instantes. La imagen haba protegido a
la joven pareja durante el tiempo vivido en la montaa y
haba salvado al nio de una muerte segura. Ahora, muchos
aos despus, Ramon la devolva a su lugar de origen, a la
montaa de la que nunca deba de haber salido.
A mi padre le habra hecho feliz saber que la he
puesto bajo vuestra proteccin. Era su posesin ms
preciada.
El prior Dalmau mir a Ramon con una simpata que
pensaba ya olvidada. No poda existir mejor lugar en la
Tierra para aquella pieza nacida de las manos de Toms, el
hombre que haba dado su vida a cuenta de una justicia
desconocida en el valle de Guadvachet. Estaba convencido
de ello y, como si se tratara de una seal, todos los
presentes le rindieron homenaje mientras el joven la
depositaba en el altar, donde comenz a relucir con toda su
humildad.
Las donaciones a favor de los monjes de Dalmau
Savars se multiplican. Tenemos que hacer algo o
estaremos perdidos! Ser el declive de Santa Ceclia
exclam el padre Bonfill.
A pesar del gesto generoso que haba tenido con sus
hermanos benedictinos para hacer frente comn ante el

seor de Manresa, el abad de Santa Ceclia se dola de


haber perdido los privilegios otorgados muchos aos atrs
por la condesa Riquilda. Ya no se detena nadie a las
puertas de aquel monasterio que haba sido durante mucho
tiempo la referencia de la orden en Montserrat.
Nos engullir y no es justo! Si lo viera nuestro
fundador, el abad Cesari, a quien Dios tenga en su gloria, se
hara cruces!
El monje continu refunfuando mientras iba arriba y
abajo de la sala capitular con las manos levantadas al cielo.
Solo el prior del cenobio, su hombre de confianza,
escuchaba aquellas manifestaciones que provocaban un
desasosiego creciente en el abad Bonfill.
Necesitaramos un milagro para enderezar la
situacin.
Un milagro... susurr el prior como quien piensa
en voz alta.
Aquellas palabras haban sido pronunciadas poco a
poco, y Bonfill tuvo la sensacin de que su segundo las
paladeaba mientras le venan a la boca. Un brillo en los ojos
del prior puso sobre aviso al abad.
No te entiendo. Habla, por el amor de Dios!
No hay nada ms que decir. Como muy bien habis
anunciado, es precisamente eso lo que necesitamos. Y a fe
de Dios que si quieren un milagro lo tendrn!
El rato que precedi al inicio del captulo gir en

torno a aquella idea. Iba tomando cuerpo a medida que los


dos monjes le daban forma, como si trabajaran la masa para
poner el pan en el horno.
Un cuervo negro chillaba cerca de la ventana que daba
al valle. Aquel mal augurio precedi la entrada del hermano
Anton.
Lo que queris hacer es un sacrilegio! Nuestra
orden no merece que en su seno se discutan semejantes
conspiraciones.
Las dos figuras se quedaron petrificadas por la
aparicin inesperada del monje que los retaba mirndolos
de frente. A veces Bonfill vea en l una cierta semejanza
con Dalmau Savars, una manera desafiante de enfrentarse
al mundo, un cuerpo alejado del envaramiento que acababa
provocando la reflexin y la penitencia.
Estas no son maneras... quiso reprenderlo el
abad.
Cierto, no son maneras! Me confesar delante de
toda la comunidad interrumpi Anton. Claro que
debera aadir la blasfemia de esta intriga que acabo de
escuchar. Pero no os preocupis: tal como exige la Regla,
no har pblicos los nombres.
Basta de chchara! exclam el abad. Las
cosas no son tan sencillas como queris verlas!
Y eso os da derecho a jugar con la fe del pueblo?
A veces un mal menor puede...

A simular un milagro lo llamis un mal menor,


padre abad?
Os parece bien, pues, que desaparezca nuestro
monasterio? La gente cree lo que quiere creer y quin
mejor que la Iglesia para mostrarles el camino ms recto
se esforz en justificar Bonfill.
No quiero hacer ningn dao. Lo que he escuchado
aqu no saldr de mis labios, pero, a cambio de mi silencio,
permitidme que ingrese en la comunidad de Santa Maria de
Montserrat.
El rostro del abad Bonfill se demud. Los primeros
pensamientos le decan que aquello solo poda ser el
principio del fin, que despus de Anton habra otros. La
atraccin de formar parte de un nuevo proyecto, la
influencia del abad Oliba, las preferencias del pueblo...
Todo contribuira a olvidar la historia de santidad que haba
hecho destacar a Santa Ceclia durante ms de cien aos.
Pero, por otro lado, deshacerse de aquel garbanzo
negro que amenazaba con contagiar al resto de los
religiosos por la continua oposicin a sus superiores solo
poda ser una suerte. Con Anton lejos volvera la
tranquilidad al cenobio y nadie se opondra a sus planes,
fueran los que fuesen.
Dos das despus, al amanecer, dos monjes de Santa
Ceclia hacan el camino de Santa Maria. Anton an no daba
crdito por cmo haba sucedido, pero el hermano Bernat

haba interrumpido sus rezos, aquella oracin de despedida


del claustro, para comunicarle que lo acompaaba.
Dalmau Savars los recibi con sorpresa.
ltimamente, la vecina comunidad benedictina le daba
fuerzas. No olvidara el apoyo del abad Bonfill en su
enfrentamiento con Pon de Balsareny, que ya atribua a
una intervencin divina. Pero no entraba en sus clculos
completar el cenobio con monjes rebeldes.
A pesar de sus dudas, les abri los brazos en seal de
bienvenida y pidi a Maties que buscara la manera de juntar
dos jergones nuevos en el dormitorio.
Cada uno dijo la suya, de aquel episodio. Incluso
algunos lo interpretaron como un gesto de buena voluntad
de Bonfill, una manera de pedir perdn por la oposicin
que hasta entonces haba mostrado a la construccin del
nuevo monasterio.
Nadie pareca sospechar, ni tan solo el propio Anton,
que el hermano Bernat no haba tomado aquella decisin
por voluntad propia. Bajo la mscara de un afecto fingido,
palpitaba un propsito muy claro: vigilar de cerca todos los
movimientos e informar al abad Bonfill de lo que tena
lugar en Santa Maria de Montserrat.

7
El invierno comenzaba a hacerse sentir y con l tambin
llegaban otras sensaciones que a Dalmau Savars ya le
resultaban familiares. Aquellos seis aos en la montaa
haban sido inesperadamente felices. No por la ausencia de
problemas, que se multiplicaban con cada nueva jornada,
tampoco por falta de obligaciones y responsabilidades,
sino porque alguna cosa interior le deca que se haba
convertido en el mejor Dalmau posible, que la vida volva a
tener sentido cuando ya haba renunciado a ella.
Tena tantas ganas de que acabaran las obras del
monasterio! Necesitaba escuchar de nuevo la montaa,
cmo le hablaba de la grandeza de Dios y de su obra, cmo
lo haca sentir en comunin con la naturaleza. Solo los
momentos de soledad, que buscaba con deleite, lo
acercaban a la sensacin deseada. Lejos del ruido, las voces
se revelaban ms claras.
Cada da conectaba mejor con la manera de entender
la vida de Basili. Aquel hombrecillo, al que haba tildado de
chalado cuando apareci por primera vez al fondo de la
ermita, se haba convertido en providencial. No era solo
aquello que deca, tambin lo sacudan sus silencios o
aquella manera de mirar cuando iba ms all de lo que los
ojos muestran a simple vista.

Las visitas a la nueva morada de su amigo eran


frecuentes, y siempre haca el camino de vuelta renovado.
Esta vez, cuando se detuvo junto al bosque de tejos, no fue
solo para descansar. Despus de la ltima conversacin con
el ermitao, el encuentro con aquellos gigantes de
apariencia triste fue diferente. El monje pase la mirada
con reverencia por los troncos gruesos de corteza parda y
lisa. Con la palma de la mano, recorri la grieta que casi
rompa en dos uno de aquellos rboles tan antiguos como
el mundo.
Pareca una herida abierta, en el suelo reposaba la
costra. Pero la imagen no lo entristeci, al contrario.
Ahora conoca la capacidad de aquella especie para
regenerarse constantemente. Los impactos de los
relmpagos, las cadas de rocas o la accin de los animales
provocaban llagas que, por profundas que fueran, acababan
sanando.
Ahora lo entenda!
Este era el mensaje encubierto que, de manera
sencilla, sin pretensiones ni elocuencias, el bueno de Basili
haba intentado transmitirle. Haba pasado tiempo atrs,
cuando intentaba ofrecerle un blsamo que lo purificara,
que lo ayudara a comprender y a renacer.
Recordaba que tambin haba aadido:
Es altamente venenoso. Todo el rbol lo es, salvo la
carne de los frutos. Los pjaros lo saben y se alimentan de

la sabrosa pulpa roja, burlando el veneno del hueso.


Cunto tenemos que aprender de las criaturas de
Dios! Si furamos capaces de detenernos, de escuchar las
lecciones que la naturaleza nos regala... se dijo el monje
con una sonrisa en los labios en memoria de aquel
episodio.
Pero an faltaban unos meses para que florecieran. Lo
hacan a finales del invierno o al comienzo de la primavera.
Sus ramitas colgaban hurfanas, atentas.
Dalmau Savars se tumb en el suelo. Senta debajo de
l las races superficiales que se entrelazaban a su
alrededor. Las nubes tambin jugaban a dibujar formas
deshilachadas. Por unos momentos percibi que formaba
parte del universo, que era un todo con las montaas, los
ros, el cielo... Entonces, lo invadi una paz infinita.
Not de nuevo aquella sensacin que a veces lo
asaltaba. La montaa se haca or, emita un cntico capaz
de envolverlo. No se lo haba dicho a nadie. Quiz lo
habran tomado por un loco, pero no era la primera vez que
las vibraciones de las rocas lo estremecan. Hoy las
perciba ms fuertes, ms prximas.
Para los antiguos era un rbol sagrado, y los druidas
hacan bastones mgicos con sus ramas; despus los
utilizaban para adivinar el futuro deca el ermitao
durante los paseos que a menudo daban por la montaa.
Tambin se explica una leyenda segn la cual los plantaban

junto a los cementerios y sus races llegaban hasta la boca


de los cadveres, simbolizando la vida que penetra en la
boca de la muerte.
Aquella imagen hizo que el prior reaccionara. Por un
momento pens en el bastn del que Basili no se separaba
nunca. Quizs era de tejo? Abrira alguna puerta
inaccesible?
Un ruido precedido de un alarido agudo hizo que
abandonara aquellas cbalas. El monje se gir hacia el lugar
del que provena. No vio nada extrao, deban de ser
imaginaciones suyas. Pero algo le deca que no lo haba
soado. Que aquella voz...
Dios santo! exclam al ver el cuerpo inmvil de
Magda al final de una pendiente.
La joven yaca al costado de una roca. Por el rastro
que haba dejado en el suelo pareca haber rodado montaa
abajo. Dalmau Savars baj deprisa y corriendo. Pero
cuando la tuvo al alcance no os tocarla. Acaso estaba
muerta? Mir fijamente su pecho para comprobar si
respiraba. La larga cabellera que la cubra apenas se lo
permiti.
Hacindose la seal de la cruz elev una plegaria y le
apart el cabello de la cara con dedos temblorosos. Era tan
bonita! La visin hizo que volviera el rostro de su mujer,
reflejado en aquel valo inmaculado. Trag saliva, le puso
la mano en el cuello y, al notarle el pulso, se tranquiliz.

Dios sea loado! exclam mientras soltaba un


profundo suspiro.
Sin saber qu hacer, la sacudi con suavidad, pero no
despertaba. Despus puso ms energa, pero no hubo
ningn cambio. Dalmau Savars la cogi entre sus brazos.
Poda sentir su aliento tibio en la mejilla y el aroma de sus
cabellos morenos, un olor que ya crea olvidado. Las dos
lgrimas que resbalaban por sus mejillas acompaaron un
nico nombre...
Dnia!
Despus cerr los ojos y se encomend al Altsimo.
Le cubri las piernas que la tnica dejaba a la vista, pero no
pudo vencer la tentacin de palpar suavemente sus labios
carnosos. Entreabiertos, parecan ofrecrsele.
Imposible controlar la excitacin de su miembro bajo
el hbito. Por unos momentos pens en abandonarla y salir
corriendo. Pero tambin senta la necesidad de besarla con
toda la pasin de la que se saba capaz.
Magda solt un suspiro casi imperceptible y el
temblor de sus prpados hizo pensar al monje que quizs
abrira los ojos, pero la inmovilidad reapareci.
Magda! Por favor... exclam desde el fondo de
sus fuerzas en el intento de romper el hechizo.
Ella no respondi y la sacudi, nervioso, una y otra
vez. No, no era su Dnia, no la poda despertar del sueo
eterno y devolverla a su lado. Solo era una chica casi

desconocida que haba sufrido un accidente, solo eso...


Tena que recuperar la serenidad perdida, respirar,
dejar que el aire fro lo oxigenara. Recogi con gesto
amoroso el cuerpo de Magda y dej que reposara la cabeza
sobre su pecho. Entonces se puso en marcha.
Te llevar al monasterio. No te preocupes, cuidarn
de ti, tenemos agua y...
Como si sus palabras hubieran hecho de revulsivo al
letargo de la joven, esta se fue moviendo poco a poco hasta
amoldar su cuerpo al del hombre. Dalmau Savars, sudado,
aliger el paso.
En pleno descenso de la montaa, ya a la vista del
monasterio, Magda recuper el conocimiento.
Dnde estoy? Qu me ha pasado? pregunt,
desorientada.
El prior de Santa Maria la separ todo lo que daban
sus brazos. Antes de ser capaz de articular palabra, los ojos
de los dos se encontraron en una proximidad que l sinti
incmoda, frgil.
Tranquila, ya ha pasado. Debes de haberte cado
montaa abajo... Pero yo... yo te he encontrado...
Magda se aferr con fuerza a aquel cuello amplio,
vigoroso, y le palp la cicatriz. Mientras tanto, Dalmau
cerr los ojos rogando para que el camino se deslizara bajo
sus pies, porque aquella mujer no hiciera preguntas. Pero
Dios no lo escuch...

Qu os pas? dijo Magda con voz tierna,


mientras con la punta de los dedos le recorra el contorno
de aquella pisada imborrable y cruel.
Te parece que ya puedes caminar? respondi el
monje con una frialdad fingida.
Me hace dao el costado... Y me cuesta respirar
respondi la mujer acompaando las palabras con un gesto
de dolor, mientras se llevaba las manos a las costillas.
Quiz te hayas golpeado con la piedra. En seguida
llegaremos...
Pero adnde me llevas?
En el monasterio te cuidarn.
Por favor, te lo ruego, llvame a casa.
Antes de atravesar las primeras casas dispersas de
Guadvachet, Dalmau Savars se detuvo, indeciso. Saba que
presentarse con aquella mujer en brazos poda dar pie a
habladuras. De forma providencial, Melsa sali a
recibirlos. Su amo no poda estar lejos.
En cuanto Cesc, el pastor, apareci, Dalmau Savars le
explic la situacin y puso a Magda en sus manos, alegando
que en Santa Maria estaran preocupados por su demora y
deba regresar lo antes posible. De nada sirvieron las
splicas de la mujer para que la acompaara a casa, donde
podra reposar un rato y comer un poco de pan con
requesn fresco.
Observ con decepcin aquella figura negra que volva

a tomar el camino montaa arriba mientras el pastor


pensaba en la recompensa que se le haba ofrecido al
monje. Esperaba que tambin hubiera una rebanada para l.
Pero apenas delante de la casa, Magda le agradeci la
compaa y, con su hermana que ya la esperaba en la puerta,
desapareci en el interior.
Por el amor de Dios! No me digas que fue este
capullo el que te encontr y todo nuestro plan se ha ido al
traste!
No. No fue l, tranquilzate!
Esther luci una sonrisa maliciosa y sus ojos
brillaron, atentos.
Explcame cmo ha ido! Qu esperas?
pregunt, nerviosa, ante la actitud reservada de su hermana.
Pero Magda se mostraba ajena a la presin de la chica.
Como quien se relaja despus de un gran esfuerzo, exhal
un gran suspiro y se cogi la cabeza entre las manos.
Qu te pasa? insisti Esther. Por qu pones
esa cara de pocos amigos?
Me ha llamado Dnia...
No sabes lo que dices! Dalmau te ha llamado
Dnia? Por qu? Quiero decir...
Estoy
cansada
interrumpi
Magda,
incorporndose con un salto.
Adnde vas? No puedes dejarme as! Este plan lo
pensamos juntas, y me aseguraste que me devolveras a

Ramon, que desvelaras las verdaderas intenciones de ese


monje, que...
No es tan fcil como parece, sabes! Poda haberme
hecho lo que hubiera querido, estbamos solos y,
supuestamente, yo no habra recordado nada. Me cogi
entre sus brazos y me cubri las piernas. Solo el tacto de
sus dedos en los labios...
No me lo puedo creer!
Pues es tan cierto como que hay Dios!
No hablo de l, Magda! Hablo de ti! Es que no te
oyes? Me pregunto quin ha engaado a quin!
La hermana mayor se recogi el cabello y respondi,
huraa:
Ya te he dicho que estoy cansada.

LIBRO IV

1034

1
Los habitantes de Guadvachet, y tambin todos los del valle
que se extenda a los pies de la montaa de Montserrat,
vivan con la atencin puesta en el cielo.
No soplan buenos vientos decan los viejos.
Dios nos ha abandonado remachaban las mujeres.
Lo cierto es que las nubes se mostraban a menudo
sobre las cimas redondeadas de Montserrat levantando los
suspiros de la gente, pero haca meses que no descargaban
en el valle. Con una indiferencia que pareca estudiada,
impasibles a los lamentos del pueblo, las nubes pasaban de
largo, veloces sobre las cimas que resguardaban el
monasterio de Santa Maria. Ni tan solo una pequea
tempestad aliviaba la sequa de los ltimos tiempos.
Haba sido un ao muy duro para las cosechas. El
Llobregat no traa el caudal de agua suficiente y el molino
ya no trabajaba como antes; los sacos, incapaces de
llenarse con el poco trigo recolectado, seguan esperando a
cubierto. Tan solo un delgado chorrito manaba sin fuerza de
la Fuente Grande y los cntaros se eternizaban antes de
llenarse.
Era otro presagio funesto. Los habitantes de
Guadvachet haban vivido la amenaza de crecidas, pero
nunca haban visto menguar hasta semejante extremo un

manantial que brotaba de las mismas entraas de la Tierra.


Acostumbrados a su voz ruidosa y potente, al trajinar que
provocaba su caudal, contemplaban la agona como una
seal del cielo y se preguntaban por qu Dios les enviaba
aquel castigo.
Los ms esforzados intentaban coger agua del ro y
trasladarla hasta los campos, pero tambin el Llobregat
comenzaba a estancarse en el recodo de Guadvachet y los
mosquitos invadan las casas, haciendo dudar a sus
habitantes sobre el uso que haba que dar a ese lquido
amarronado y de olor ptrido. La primavera tocaba a su fin,
pero se despeda seca. Con ella, tambin lo hacan las
fuerzas de los hombres que, encorvados bajo un sol de
justicia, luchaban por abrir surcos en la rocalla de los
campos ms altos. La tierra, como el vientre de una mujer
yerma, era incapaz de dar frutos.
El hermano Anton acoga sin desfallecer a todos los
que llegaban implorando ayuda.
La palabra de Dios ser mejor acogida si va
acompaada de un trozo de pan y un vaso de leche. No solo
tenemos que saciar el hambre del alma, tambin hay que
tener cuidado del cuerpo, que es el templo de nuestro
Creador.
Este era el espritu con que el monje llevaba a trmino
la tarea que le haba sido encomendada al llegar a Santa
Maria de Montserrat. No lo entendi de inmediato.

Siempre haba querido trabajar en el scriptorium, iluminar


aquellas pginas de salmos, encuadernar pergaminos...
Estaba seguro de que tena aptitudes para hacerlo y,
tambin, muchas ganas de aprender, pero pareca que su
vida en el monasterio ira por otro lado. La primera leccin
vino de las manos del prior Dalmau y fue una gran prueba
de humildad.
Servir supone una donacin atenta, sin egosmo,
solcita, desinteresada, el olvido de uno mismo buscando
solo el bien del otro. Practicad con los pobres, hermano
Anton, con los que sufren. Practicad. Solo si veis a Cristo
en cada uno de sus rostros seris capaz de tratarlos como
merecen.
Y lo hizo una y otra vez, nadie poda decir que no
aprovechaba las oportunidades que se le ofrecan. Su tarea
de hospitalero se convirti en dar un poco de consuelo a
los pobres y peregrinos que a menudo llegaban al
monasterio en el lmite de sus fuerzas.
Tanto les lavaba los pies y les curaba las llagas como
intentaba calmar los escozores de su piel, chamuscada de
caminar bajo el sol, con ungentos hechos de hierbas que
l mismo recolectaba en la montaa. Aquella pobre gente
haba sufrido ms de lo que sus estmagos eran capaces de
rumiar. Su obligacin, cumpliendo la regla de san Benito,
era tratarlos con toda la dulzura del temor de Dios y el
fervor de la caridad.

Cuando el hermano Anton oy tintinear la campana


anunciando la hora novena, se apresur. No poda llegar
tarde al refectorio. Era l quien lea el captulo de la Regla
aquella semana a sus compaeros benedictinos. Apenas
haba hecho el gesto de quitarse el escapulario que llevaba
durante las horas de trabajo, cuando un hombre mal vestido
se lanz a sus pies.
Como un nufrago que se aferra a la nica madera que
flota en el mar, se cogi a las piernas del monje y suplic
con lgrimas en los ojos...
Mi mujer apenas puede amamantar al menor de mis
cinco hijos. Hace tres das que le tengo que llevar a la
criatura porque no tiene nimos para levantarse, las piernas
no le aguantan...
Tranquilizaos y levantaos, por favor interrumpi
el monje mientras lo ayudaba a incorporarse.
Antes de que pudiera entregarle los ltimos
mendrugos de pan y queso que le quedaban en las alforjas,
el hermano Bernat, el antiguo compaero de Santa Ceclia,
lo requiri con urgencia.
Se puede saber qu hacis? Acabaremos como
ellos! exclam, frunciendo las cejas.
No os entiendo. Qu queris decir?
Este hombre es un mentiroso! Si creis todo lo
que os explican y les dais de comer, pronto correr la voz.
De verdad queris convertir este lugar en un nido de

mendigos y ladrones?
El monje no tuvo tiempo de responder. Dalmau
Savars, que haba observado la escena desde muy cerca,
tom la palabra con determinacin.
Haced, hermano Anton. Y vos, hermano Bernat,
acompaadme a la ermita.
Pero... yo solo quera... Esta gente se las sabe
todas... En Santa Ceclia...
El prior de Santa Maria no se hizo atrs en su
propsito. Las palabras con las que Bernat intentaba
justificar aquella actitud se fueron extinguiendo en sus
labios transformndose en un gesto enfurruado. El
hermano Anton continu con su tarea mientras observaba
cmo los dos monjes se alejaban camino de Sant Iscle.
Pero nadie prest atencin a la sobriedad que en sus
rostros marcaba la importancia del momento.
Durante el recorrido permanecieron en silencio, cada
uno concentrado en sus motivaciones, rumiando las
palabras con las que procurara hacerse entender por el
otro.
Al llegar al lugar de plegaria, Dalmau Savars fue
consciente de que coga el testigo del abad Oliba. Haban
pasado nueve aos desde que l haba escuchado las
mismas palabras de aquel hombre que lo haba acogido en
el monasterio de Ripoll. Recordaba cmo, con rectitud y
amor, le haba mostrado un camino a seguir cuando el

mundo se hunda bajo sus pies.


Lejos de las formas de un soldado, que reprende a un
subalterno por una conducta tan alejada de las reglas, el
prior de Santa Maria se dispuso para la lectura divina. Solo
la pequea talla de madera colocada sobre el altar de la
ermita hasta que acabaran las obras en el nuevo monasterio
los acompaaba.
Dalmau Savars cerr los ojos concentrndose en las
recomendaciones del hermano Sim, quien durante todo
aquel tiempo lo haba instruido con sabidura y paciencia...
Las prisas no son buenas! Es preciso que sea una
lectura lenta, no tanto para querer adquirir nuevos
conocimientos, sino para asimilar lo que Dios dice a travs
del hombre que lee. Es l quien nos habla, quien nos
interpela, y nosotros lo hemos de acoger humildemente,
dispuestos a obedecerlo, a mejorar, a cambiar. Este es el
verdadero sentido de la plegaria.
Ante la mirada esquiva del hermano Bernat, el prior
adopt una actitud de recogimiento. Ocupando el menor
espacio posible, se repleg hasta empequeecerse tanto
como su cuerpo fornido le permita.
Con la Biblia que les haba dejado el abad Oliba en su
ltima visita en las manos, fue pasando pginas hasta llegar
al evangelista Mateo. El captulo escogido era el
veinticinco. Pas los ojos con diligencia por las bellas
iluminaciones que decoraban el texto, maravillndose de la

tarea que llevaba a trmino el scriptorium de Ripoll, y


sigui hasta encontrar el versculo treinta y cuatro.
Entonces inici la lectura.
Nada en su voz haca pensar en un tono fiscalizador,
sino ms bien en un estmulo fraternal que quiere ayudar a
la debilidad humana.
Y dir el Rey a los de su derecha: Venid vosotros,
los que mi padre ha bendecido, recibid el reino que se os ha
preparado desde la creacin del mundo. Porque tuve
hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de
beber, fui forastero y me recibisteis, anduve sin ropa y me
vestisteis, ca enfermo y me visitasteis, estuve en la crcel
y vinisteis a verme. Entonces los justos preguntarn:
Seor, cundo te vimos hambriento y te dimos de comer,
o sediento y te dimos de beber? O cundo te vimos
forastero y te recibimos, o falto de ropa y te vestimos? O
cundo te vimos enfermo, o en la crcel, y fuimos verte?
El Rey les contestar: Os aseguro que todo lo que
hicisteis por uno de estos hermanos mos ms humildes,
por m mismo lo hicisteis.
Al llegar al versculo cuarenta, Dalmau Savars cerr
el libro con respeto y lo dej sobre el altar. Ninguna de las
dos figuras hizo comentarios. Pasado un rato, que al
hermano Bernat se le hizo eterno, el prior pos su mano
sobre sus hombros y le dijo:
Desayunad y no os incorporis a vuestros deberes

hasta la plegaria de la hora sexta.


Muchos de ellos no se conocan, pero caminaban
codo con codo con el sentimiento de ser una sola alma.
Unidos en el dolor y la fe, todos aquellos hombres,
mujeres y nios, encaminaban sus pasos a Santa Maria de
Montserrat.
Algunos de los que formaban parte de la procesin ya
lo haban hecho aos atrs, cuando haba tenido lugar el
milagro de la hija de Dela, y tambin en otras situaciones,
cuando se invocaba tal o cual curacin. Pero por primera
vez el mal tocaba a todos por igual, todos eran vctimas del
mismo verdugo.
La falta de alimento se llevaba a los ms dbiles.
Sucumban a cualquier enfermedad y menguaba las fuerzas
y los nimos de los que an quedaban de pie. No haba
trabajo, nada que recolectar y muy poco para poner en el
plato, pero, indiferentes a la tragedia, los seores de las
tierras exigan los mismos tributos. A cambio les ofrecan
proteccin contra los sarracenos, pero los hombres y
mujeres sometidos dudaban de cul era el yugo ms cruel.
Formando parte de la comitiva, un grupo de mujeres
llevaba a peso a la esposa del tonelero. Solo haca tres das
que haba encontrado colgado a su marido en la barraca. El
chillido que ella profiri al descubrirlo haba dejado
helados a todos los seres que se encontraban cerca. Poco
ms tarde, todos rodeaban el cadver sin atreverse a

acercarse lo suficiente para quitarle la soga del cuello. Con


el vmito en la garganta, o doblegados hacia el suelo a
causa del horror, miraban a aquel hombre que solo por las
ropas recordaba a quien haban conocido. Su rostro
desencajado los observaba desde arriba como una mscara
grotesca y sin vida.
Muchas tragedias confesadas y ocultas se daban la
mano en silencio. Familias divididas que, en la bsqueda de
trabajo en un lugar menos castigado, no conseguan
reunirse nunca jams. Eran pocos los que volvan, con las
manos vacas; a la mayora la vergenza les impeda
reencontrarse con los suyos.
Juntos, recorran el camino escarpado, pasando entre
las rocas y buscando la sombra de las encinas, sorteando el
durillo y el lentisco. Todos llevaban el mismo ruego en los
labios: que el milagro de la lluvia les fuera concedido en
aquel lugar de santidad.
Magda, acompaada por su hermana y Ramon, tambin
formaba parte de aquella procesin. Desde el da del
incidente en la montaa, no haba visto a solas al monje;
todas y cada una de las excusas para provocar un encuentro
se haban ido al traste por algn motivo. La joven no haba
conseguido nada, ms all de algn saludo amable
preguntndole por su salud.
Pero lo que no estaba a su alcance, lo que nadie poda
impedir a Magda, era que cada domingo se pasara todo el

rato que duraba la misa con los ojos clavados en aquel ser
por el cual senta una mezcla de rabia, deseo y admiracin.
Como una ms, acompaaba su caminar con el rezo
comunitario, pero, mientras recitaba las letanas, su
pensamiento era presa de un recuerdo, el tacto de los dedos
que le haban presionado los labios durante solo un
instante.
Por primera vez, el cura del pueblo tambin quera
asistir. Caminaba apoyndose en los hombros de Cesc y se
esforzaba por hacer callar a Melsa, que ladraba entre los
arbustos, alarmada por un cambio de rutina tan inesperado.
An no haban llegado a Santa Maria de Montserrat
cuando la campana ya les daba la bienvenida. El herrero
sonri complacido; incluso Tresdedos dibuj una mueca de
satisfaccin.
Aquel domingo, la comunidad de monjes quera abrir
las puertas de la iglesia de par en par, pero con las
advertencias del hermano constructor ante la gran cantidad
de personas que llegaban, se decidi celebrar la misa al aire
libre. Era, pues, la propia montaa de Montserrat el
escenario que congregaba los clamores de los reunidos.
Apidate de nosotros, Virgen Mara, envanos la
lluvia que devuelva la vida a nuestros campos y rene a
nuestras familias implor de rodillas una vieja, con los
ojos puestos en el cielo.
Seor, apidate de este pueblo que te ama, como lo

hicistes con mi pequea rezaba en voz baja Dela,


mientras se esforzaba por no perder la mano de la nia.
Dalmau Savars sinti que el corazn se le encoga.
Elev la mirada y, ante la inmensidad de aquel santuario de
piedra que formaba la montaa y que los acoga se sinti
insignificante. Apoy la mano en la pared con el deseo de
sentir el canto de las entraas de la Tierra que a veces lo
confortaba. Dese escucharlo de nuevo con todo su
corazn, pero la piedra se mantena muda, inerte.
Entonces rezaron el padrenuestro juntos, con una sola
voz, con un solo sentimiento. Lo hicieron cogidos de las
manos y con los ojos cerrados. Los nios miraban a sus
padres y Melsa los miraba a todos porque, por unos
momentos, era uno solo. Solo el hermano Bernat observaba
escptico, solo l se encontr con otra mirada que lo
escrutaba incrdulo, la de un hombre pelirrojo.
Asar fue el primero en oler la lluvia mucho antes de
que se manifestara. La comunidad benedictina se retir
despus de la misa, para cumplir los deberes que les haban
sido encomendados. Pero los hombres y las mujeres
permanecieron en el lugar y se dispusieron a encender una
hilera de cirios al pie de la iglesia inacabada. Algunos
miraban con curiosidad las obras sin finalizar, las piedras
desmenuzadas esperando su lugar, las herramientas de los
obreros dispuestas para volver a la faena y el polvo. El
polvo que la sequa haba esparcido por doquier.

Madre, padre! Mirad! exclam un nio de pocos


aos.
El pequeo, boquiabierto por la sorpresa, mostrando
los pocos dientes que tena, les sealaba una pequea gota
de agua sobre el brazo.
La pareja se mir en silencio, pero a continuacin
observ el cielo sereno y luminoso. Entonces, una segunda
huella los impact en el rostro y, muy lentamente, la
tercera y la cuarta... Aquella gente permaneca en un
extrao silencio, como si no acabaran de creer lo que
estaba sucediendo, como quien aguanta la respiracin para
no romper el encanto. Si se trataba de un sueo, nadie
quera despertar.
Imitando el gesto del herrero, todos se arrodillaron
suplicando que no fuera un espejismo, que las nubes
dispersas que ocupaban el cielo se convirtieran en una masa
compacta y aquella primera seal de esperanza diera paso a
un aguacero.
No fue as. No estall ninguna tempestad en Santa
Maria ni en los alrededores. Siguiendo su ciclo natural, el
da y la noche se sucedieron con el cielo raso, despejado,
el sol luci sin nubes y las estrellas se hicieron presentes
con el ocaso. Pero, la lluvia finsima, de aquellas que ni
percibes pero te acaban empapando, acompa las horas de
oracin y trabajo durante cuatro venturosos das. Su caricia
tibia humedeci los campos y les dio nueva vida, sin hacer

ruido ni provocar turbulencias en el ro.


Los habitantes de Guadvachet daban gracias por el
milagro, que otorgaba a su historia un latido ntimo de furia
silenciosa.

2
La pequea sala capitular de Santa Maria de Montserrat era
uno de los orgullos de Dalmau Savars. Solo ver los
resultados finales, con aquellas mirillas ms grandes por
donde entraba el sol de media tarde y las regias columnas
que cerraban el espacio de cara al claustro, el antiguo
soldado sinti que sus esfuerzos merecan la pena. Le haba
costado convencer a Andreu, el hermano constructor, para
que no se tallaran figuras en los capiteles. Pero haba
ganado su opcin, los motivos naturales que iran
finalmente, no se cansaba de repetirlo, honraban el entorno
que los haba acogido.
A pesar de su complacencia, aunque eran ms propias
de un ejrcito en campaa que de una congregacin, a veces
aoraba aquellas reuniones del comienzo junto a la ermita,
sentados en piedras que haban desplazado con mucho
esfuerzo.
Ahora que ya no comparta con l las tareas del
monasterio, Dalmau haba descubierto que su manera de
entender el cenobio tena mucho que ver con Basili, con
aquella concepcin suya de lo que significaba realmente
entregarse a Dios. Obediencia, silencio, humildad, eran
virtudes que el viejo enarbolaba siempre que tena ocasin
durante sus conversaciones. Se trataba de tres pilares

importantes de la regla de san Benito, pero la diferencia


rayaba en la manera de vivirlas. Modesto, distante y, a la
vez, humanamente prximo, Dalmau no haba conocido
nunca a nadie capaz de honrar a nuestro Seor con tanta
dedicacin y consecuencia.
Pero, tal como le haba dicho el abad Oliba casi dos
aos atrs, los benedictinos tambin tenan otras misiones,
deban luchar por un mundo mejor, por preservar la cultura
de los antepasados, por conducir al pueblo por caminos de
santidad. A veces, para hacerlo, haba que implicarse muy
directamente en la vida; este aspecto haca dudar a Dalmau
Savars, siempre lleno de pequeas contradicciones que se
apoderaban de su entendimiento hasta que algn conflicto
en el monasterio haca que se olvidara de ellas.
A la vista de la sala capitular, el antiguo soldado
entenda que la belleza mundana no necesitaba nada ms
all de las formas puras que a menudo tenan ms cerca; las
formas que despertaban emociones antiguas, la mera visin
de la naturaleza, por ejemplo, eran capaces de imprimir un
ritmo diferente al corazn.
El hermano Anton fue el primero en obedecer la
llamada, pareca llevar la responsabilidad colgada en el
rostro y viva el sacerdocio desde el dogma, pero con un
espritu abierto y dialogante. Quiz por eso Dalmau le haba
ofrecido el cargo de suprior, aunque supona dejar de lado
al hermano Sim.

Las razones eran obvias para el antiguo soldado.


Necesitaba la sabidura y la templanza de Sim de cara a la
nueva etapa que estaba a punto de iniciar el cenobio, solo l
poda ser un buen maestro de novicios. Adems, con Anton
poda discutir ms abiertamente los asuntos materiales y
sus opiniones tenan muy en cuenta al resto de la
comunidad, las necesidades de cada uno.
Haba llamado a captulo... dijo Dalmau,
sorprendido ante la solitaria presencia del suprior.
Es cierto, padre Dalmau, pero todos tienen una
buena excusa. Quiero decir que el hermano constructor se
encuentra en estos instantes ayudando a los obreros en una
zona muy delicada del techo de la iglesia; el hermano
Maties no puede interrumpir la tarea si no quiere poner en
peligro el pergamino que est confeccionando; el hermano
Sim ha decidido bajar al pueblo para ver si es capaz de
influir en el capelln para que deje de ser un... Bueno, para
que deje de beber. Por otra parte, el hermano Bernat...
El suprior habra dicho que no tena idea de dnde
poda estar el monje que lo haba acompaado en su salida
de Santa Ceclia, pero Dalmau lo interrumpi.
De acuerdo, no es preciso que me expliquis dnde
est cada uno de los hermanos y quiz lo que tena que
decir sea mejor discutirlo entre nosotros...
El hermano Maties ha dicho que, si era importante,
volviera a buscarlo.

Siempre tan solcito, pero no, dejadlo correr. En


realidad quera anunciar un compromiso que tenemos esta
tarde. Me haban llegado noticias de que el abad Bonfill no
se encontraba bien, pero todo indica que su enfermedad ha
ido a ms. Ayer mismo fue sustituido por el hermano
Guillelmo.
Lo comentaba un obrero esta maana, pensaba que
lo sabais replic Anton, mirando el suelo de la sala
capitular, donde algunas plantas an se resistan a
desaparecer y se abran camino entre las junturas de las
losas.
La discrecin es una virtud, Anton, pero os necesito
tambin para que me informis de lo que vais oyendo, un
prior debe saber qu pasa a su alrededor.
Me hago cargo. Hace tiempo que no surgen
conflictos con Santa Ceclia y la lluvia de la semana pasada
ha tranquilizado los nimos de todos. Adems de que la
tarea de hostalero me ocupa todo el tiempo fuera de las
plegarias, las presiones de los seores cada vez se dejan or
ms en el valle. Pero no tengo excusa, la verdad es que no
le di demasiada importancia.
An est por ver que sea importante. En el abad
Bonfill hemos tenido una oposicin firme todos estos
aos, pero tambin es cierto que tom partido en un
momento difcil.
Siempre he credo que es un buen hombre, un tanto

ofuscado, si queris, y marcado por el orgullo.


Bien, el caso es que el nuevo abad me ha invitado al
acto de su nombramiento y quera compartirlo con el
claustro. Aunque no s si debo hacer acto de presencia.
Peds mi opinin, padre prior?
Quiz s... Dalmau se qued mirando a aquel
monje a quien todos en Santa Ceclia an consideraban un
traidor.
Yo ira, en vuestro lugar. Tenemos poco que perder
si damos un margen de confianza al nuevo abad. Tuve
ocasin de conocer de cerca a Guillelmo y no se signific
demasiado durante el mandato de Bonfill, quizs el suyo
sea un buen ministerio.
Vos me acompaarais? pregunt Dalmau, aun
sabiendo que pona al monje en un compromiso.
Si as lo ordenis!
Es ms una splica que una orden, con vos me
sentir bien acompaado en aquella cueva de intrigantes.
La reverencia y el silencio de Anton transmitieron al
prior su aceptacin.
Saldremos despus de comer continu Dalmau,
an sorprendido por el rostro inexpresivo con que su
compaero de cenobio haba acogido la propuesta.
Las dos torres del monasterio de Ripoll rozaban el
cielo, esbeltas y firmes a la vez. Representaban con creces
un sueo que el abad Oliba haba ido extendiendo por todo

el territorio. La estima que senta por Santa Maria del


Canig, por Sant Pere de Vic, por Sant Miquel de Cuix,
quedaba momentneamente deslumbrada por la iglesia con
siete bsides y transepto que haba merecido una nueva
consagracin.
Pero cuando observaba aquella refundacin, por la
magnitud que haba tomado no se poda calificar de otra
manera, el abad no bajaba la guardia. Era consciente de que
cada final supona un principio y los proyectos se
acumulaban en su celda del obispado de Vic. Desde la
Cerdaa al Roselln, desde Girona a Balaguer, todos
queran participar de su impulso. Mientras paseaba por la
nave central de Santa Maria de Ripoll, el abad Oliba tuvo la
necesidad de hacer balance de los ltimos aos.
Ciertamente su gestin de los asuntos de la Iglesia era
manifiesta, tanto que se poda permitir largos viajes y
ostentar varios cargos en abadas diferentes, pero su espina
era Montserrat. Nombrar a Dalmau Savars prior del
cenobio no haba tenido los resultados que esperaba. Las
noticias que llegaban de Santa Maria siempre albergaban
algn hecho inquietante, las quejas del monasterio de Santa
Ceclia, de los seores de aquellas regiones o,
sencillamente, las de Andreu, el hermano constructor, que
vea cmo todas sus iniciativas eran paralizadas por el prior
Dalmau.
La influencia del ermitao, aquel Basili de quien tanto

le haban hablado sus informadores, deba terminar. Pero


que se marchara del monasterio no le pareca del todo
definitivo. El abad Oliba dej que se acercara el hermano
Eldesind, el monje en quien ms confiaba y que lo estaba
siguiendo todo el rato arriba y abajo por la nave.
Os veo preocupado dijo el monje mientras el
abad Oliba se sentaba en uno de los primeros bancos.
Un poco cansado, quiz. Pero mi corazn est lleno
de agradecimiento a Dios por lo que estamos
consiguiendo. Quiz me duelo de que el prior Dalmau an
no haya puesto fecha a la consagracin de Santa Maria de
Montserrat.
Y si habis valorado en exceso las capacidades de
Dalmau Savars? Tal vez hayis interceptado su destino...
Da la impresin de que una empresa de tanta envergadura le
puede venir grande.
S que no me engao, amigo mo. Dalmau tiene la
ambicin suficiente, sabr honrar a Dios tal como hemos
proyectado, pero es un hombre influenciable y ese
ermitao le ha llenado la cabeza de pjaros.
Para eso habais designado al hermano Sim, como
gua espiritual e impulsor de las ideas que deban regir
Montserrat. Si me permits que os lo recuerde...
Es muy cierto, aunque no ca en la excesiva
dedicacin que Sim dispensa a sus estudios. Todo tiene un
equilibrio y no s si hemos sido capaces de encontrarlo.

El hermano Eldesind guard silencio. Nunca discuta


las reflexiones del abad y este le pareca el momento
menos propicio. Se sent con l en el banco y se hizo la
seal de la cruz mirando hacia el altar.
He pensado que sera bueno enviar nuevos monjes a
Santa Maria, darle la oportunidad a Dalmau de poder llevar
a trmino todo lo que tiene entre manos con una nueva
savia que lo motive. El hermano Maties fue un acierto en
este sentido.
Y el hermano Anton? El propio Dalmau lo escogi
como suprior y, por lo que sabemos, tienen el mismo
temperamento. Digamos que son hombres valiosos, pero se
cuestionan en exceso los motivos y las consecuencias de
su ministerio.
Pero quiz ese ser el talante de una nueva Iglesia,
hermano Eldesind. Nos acercamos a momentos de cambio
y hay un regreso a la esencia de nuestra Regla. Los reyes
quieren recuperar poder y tambin la nobleza que les da
apoyo; quiz deberamos volver a los monasterios, dejar de
influir tanto en la vida ordinaria y centrarnos en nuestra
misin ms espiritual.
Ya sabis quines son estos legos que enviaremos
a Montserrat? respondi Eldesind sin entrar en la
reflexin de su superior.
Que sea gente de Ripoll, alguien que destaque en el
scriptorium entre ellos, porque necesitamos ayuda para

todos los proyectos que tenemos en marcha.


El monje se levant dispuesto a retirarse. Le agradaba
obedecer los deseos del abad sin ninguna dilacin, quizs
era el motivo por el que haba durado tantos aos en su
cargo. No estaba del todo de acuerdo en la carrera que su
superior haba iniciado para convertirse en uno de los
scriptoriums ms destacados de la cristiandad, pero
tampoco le corresponda discutirlo.
Que no se olviden de recoger la carta para el prior
Dalmau, esta noche la redactar.
As se har, padre abad.
La enfermedad haba reducido la altura de Bonfill y
los acontecimientos lo haban apartado del crculo de
decisin. Permaneca en uno de los extremos de la sala con
aspecto resignado mientras segua la llegada del prior
Dalmau y la sonrisa del nuevo abad Guillelmo. Pareca que
este quisiera mostrar su aspecto ms beatfico, comunicar
al mundo que comenzaba una nueva poca. Al ver a Bonfill
apoyado sobre la pared del fondo, el prior de Santa Maria
sinti lstima por l. De seguro no haban coincidido en la
manera de hacer, pero los dos luchaban por lo que crean
justo y se haban entregado al ministerio en cuerpo y alma.
El abad Guillelmo rondaba la cuarentena, se mostraba
altivo en la silla de madera que se haba instalado para la
ocasin y su pose era la de un seor que recibe a sus
sbditos. Dalmau pens que despus de perder a Anton y

Bernat el pequeo cenobio ya no poda ser el mismo. El


propio Anton le haba informado de cmo el hermano
Bernat era uno de los apoyos de Bonfill y que haba vivido
desde pequeo a la sombra de su mandato.
Agradecemos la presencia de los hermanos de la
vecina comunidad de Santa Maria de Montserrat dijo
Guillelmo cuando los recin llegados se acomodaron entre
los presentes. Es mi deseo que a partir de este instante
haya un nuevo entendimiento entre los dos monasterios...
Dalmau Savars no respondi. Ms bien le pareca
obvio que dos comunidades benedictinas se entendieran,
sobre todo en aquellos tiempos, con los seores
cuestionando el papel de la Iglesia. Pero reconocer que
Santa Maria era un monasterio supona comenzar con buen
pie.
El abad Guillelmo continu su discurso, dirigido
sobre todo a los monjes que formaban parte de Santa
Ceclia. Como si quisiera marcar la diferencia con la etapa
anterior, hablaba del cenobio y de su alejamiento de Dios,
de la necesidad de recuperar la vida espiritual y dejar el
mundo para los que lo habitaban. El prior de Santa Maria,
aunque procuraba que el espritu de la Regla acompaara
sus actos, se rebelaba internamente contra esas palabras.
Mientras tanto, Anton haba ido retrocediendo entre
los monjes, situndose ms cerca del claustro. Haba
sufrido de los pulmones desde que recordaba y agradeca

los lugares ventilados. Lejos de sentir nostalgia de su paso


por Santa Ceclia, solo poda bendecir el momento en que
su decisin, aquel pequeo chantaje, lo haba llevado hasta
Dalmau Savars.
Un monje lego le sonri, pero estaba pendiente de su
prior. Tal como iban las cosas, no le extraara que quisiera
abandonar el monasterio lo antes posible.
Fue entonces cuando vio la sombra arrastrndose por
el otro lado del claustro. Al principio no le dio
importancia, pero un instante ms tarde volvi de nuevo la
vista. La sombra se desplazaba muy cerca de la puerta que
daba a la iglesia y desapareci dentro de ella.
El hermano Anton mir en direccin a Dalmau para
hacerle una seal, pero este mantena una animada
conversacin con el flamante nuevo abad. El captulo haba
concluido y, antes de la confesin comunitaria, los monjes
disponan de un rato para comentar las ltimas noticias de
las que haban sido informados. Desistiendo, pues, sali al
claustro. El sol ya descenda y una tonalidad anaranjada
cubra el monasterio. Extremando las precauciones, se
puso la capucha, no quera que nadie lo descubriera
registrando los rincones de su antiguo cenobio.
Unas voces conocidas parecan discutir en el interior
de la iglesia y, como ya haba hecho tiempo atrs, se
mantuvo en la sombra aguzando el odo a lo que all
suceda.

No podis hacerme eso, padre Bonfill! Ese no era


el trato! No tenis ni idea de las humillaciones que he
tenido que sufrir.
No levantis la voz o nos acabarn descubriendo!
exclam el antiguo abad, mirando hacia la puerta y
haciendo el gesto de acercarse los dedos a los labios.
Tanto me da que me oigan! Es ms, si no hacis
algo al respecto, ser yo mismo quien lo divulgue a los
cuatro vientos! sigui gritando el hermano Bernat fuera
de s.
Os habis vuelto loco. A quin pensis que darn
crdito, eh?
Prometisteis que me aceptarais de nuevo en Santa
Ceclia si cumpla mi misin. Incluso pensaba que me
tendrais presente cuando dejarais el cargo...
A vos? Por qu me debera fiar de un traidor?
Os he servido con diligencia, os he informado
siempre que me ha sido posible... Y ahora me dejis a mi
suerte. Hablad con el nuevo abad, ponedlo al corriente, an
puedo seros de gran utilidad!
No s de qu me hablis.
Cmo? Seris capaz de negarlo todo? Debamos
hacer un frente comn para...
Ciertamente vuestra estancia en la montaa os ha
trastornado, viejo amigo.
No podis hacerme eso! Si habis abandonado

vuestro propsito, haced que me vuelvan a admitir en este


cenobio, os lo ruego dijo el monje, buscando los ojos de
un interlocutor que pareca no tener ningn inters en
seguir conversando.
Eso me temo que no ser posible. Bien sabis que
tuve que hacer lo imposible para que os dejaran partir. La
familia benedictina debe permanecer unida...
No os lo ped yo, era a vos a quien interesaba mi
presencia en Santa Maria!
Lo siento, pero tengo que volver al captulo.
Con estas palabras el antiguo abad Bonfill daba por
acabada la conversacin. El hermano Anton se apresur a
abandonar el lugar por miedo a que lo descubrieran. El
corazn le lata con fuerza y una ltima sentencia lo hizo
estremecer.
Esto no quedar as! amenaz el hermano
Bernat.

3
Un da despus de la celebracin del solsticio de verano,
Maties se levant antes de los rezos de la prima. Algo no le
haba sentado bien y senta el estmago revuelto.
Protegindose el vientre con las manos, atraves el
dormitorio comunal hasta llegar al claustro. El sol an no
haba salido y el bochorno era intenso, pegajoso. Por entre
las columnas que dibujaban idnticas ventanas en el centro
vital del monasterio, los claroscuros se hacan presentes
dibujando los volmenes. Sin detenerse en aquel espacio de
plegaria dio gracias por una nueva jornada.
Una vez aligerado de su malestar condujo de nuevo sus
pasos al interior del cenobio, pero un relincho de Asar hizo
que cambiara de opinin. Con el tiempo haba aprendido a
reconocer las seales de aquel animal tan querido por la
comunidad. Adems de que la campana estaba a punto de
congregarlos para la oracin y, pensndolo bien, no
mereca la pena volver al jergn. Maties sali al exterior
por la puerta de la iglesia y rode las obras hasta plantarse
delante de las cuadras.
T tampoco has dormido bien, no? dijo al
caballo, mientras reposaba el rostro contra sus crines.
Pero este no se tranquiliz. Incluso despus de sentir
la presencia de Maties, sus relinchos continuaban cada vez

ms fuertes mientras golpeaba con las patas la madera de


las paredes de la estancia.
Te hars dao y me lo hars tambin a m! Qu te
pasa?
El monje mir a la mula que estaba atada muy cerca,
tambin ella haba perdido la serenidad que la caracterizaba.
Entonces inspeccion el espacio por si alguna gardua o
zorro, que a menudo rondaban por los alrededores, los
haba espantado, pero no vio nada fuera de lo comn.
Al atravesar la puerta explorando las inmediaciones
sinti un intenso olor de humo. En un primer momento no
le dio importancia. Aquella noche se haba celebrado en el
pueblo una fiesta que segua las costumbres atvicas de sus
habitantes. El agua haba vuelto a correr ro abajo y muchos
se haban baado a la luz de las hogueras mientras los ms
jvenes las saltaban con la conviccin de convocar la buena
suerte o de protegerse contra la desdicha.
Tambin les haba explicado Cesc, el pastor, que
preparaban una gran rueda con sarmientos que a la noche
siguiente haran girar encendidos. Pero, al contrario de lo
que se poda esperar, el tufo a quemado se intensificaba por
momentos.
Maties se restreg los ojos, incrdulo ante una
imagen tan inesperada. En un santiamn, la visin de las
llamas se hizo ntida. El viento del norte las empujaba
desde el camino de la Media Luna y las proyectaba ladera

arriba en direccin al monasterio. Sin pensrselo dos


veces, corri hasta la torre de la iglesia y se colg de las
cuerdas que hacan voltear las campanas. Lo hizo con el
corazn acelerado, con la pasin de quien se entrega a su
ltimo cometido.
No hicieron falta demasiadas explicaciones cuando
los monjes, y los obreros que dorman a cubierto cerca del
monasterio, se levantaron con el taido. El pnico se
apoder rpidamente de unos y otros. El hermano Sim fue
a buscar a Maties que pareca enloquecido...
Por el amor de Dios, tranquilzate y acompame!
Nuestro prior nos ha convocado en la sala capitular!
El rostro de Dalmau Savars estaba blanco como la
cera. Sus labios parecan hurfanos, paralizados, y sus ojos
pedan auxilio con una expresin casi infantil, inaudita en
l. No fue capaz de articular palabra para calmar la
inquietud de los monjes, ni tampoco reprender a los
obreros por las blasfemias que proferan. El suprior esper
a que se recuperara, pero, sin entender aquel inmovilismo
tan inusual en un hombre de accin, tom la iniciativa.
Padre prior, las llamas nos cierran el camino que
nos llevara al pueblo. Quiz lo ms conveniente sera que
nos dirigiramos a Santa Ceclia, si no se os ocurre otra
manera de escapar...
El antiguo soldado sacudi la cabeza, como si aquel
gesto fuera capaz de devolverlo a la realidad. Entonces, su

mirada volvi a cobrar vida.


La sugerencia del hermano Anton es la ms sensata.
No perdis tiempo, nada vale ms que la vida! exclam
el prior al ver que sus monjes se afanaban en cargar los
animales con los objetos que consideraban ms valiosos.
Adnde vas con esas pieles, Maties? pregunt el
hermano Sim al ver al monje cargado hasta la cabeza.
He pasado muchos das trabajando en ellas, y ya
estn a punto para hacer los pergaminos. No os preocupis,
yo las llevar.
Mientras tanto, los dems monjes ataron un fardo para
las biblias y los libros de lectura, el cliz y poco ms. No
haba tiempo que perder. Los obreros se haban escabullido
en cuanto se supo la noticia.
Ya estamos todos? pregunt el prior, apenas
iniciada la marcha.
Falta el hermano Just! respondi Maties. Ya
sabis que lleva tres das con fiebre, no podra hacerlo
solo...
Id a buscarlo y cargadlo sobre la mula, rpido!
Tirad lo que sea necesario.
Instantes ms tarde, Just, ayudado por el hermano
Anton y el hermano Bernat, descansaba sobre el lomo del
animal. Solo entonces la comunidad se puso en camino.
Los ojos del hermano Sim se vean enrojecidos y
llorosos, pero el humo no era la nica causa. El monje

record su llegada a Santa Maria aos atrs, cmo haba


aceptado aquel destino a regaadientes, cumpliendo
rdenes. Por su cabeza pasaron escenas vividas a lo largo
de los aos, sobre todo la memoria de los esfuerzos que
haba hecho para adaptarse a una nueva familia, a un entorno
salvaje...
Ahora, obligados por aquel fuego imprevisto, deban
abandonarlo todo a la suerte de las llamas. Esto le rompa
el corazn. Se puso en camino con desgana, arrastrando los
pies, y se gir unas cuantas veces para mirar lo que dejaban
atrs. Se preguntaba si la osada de formar parte de aquella
montaa sagrada se haba convertido en un pecado de
soberbia. S, tal vez, Santa Maria debera haberse protegido
de la influencia de los hombres y ser, tan solo, una ermita
humilde al amparo de las crestas que la acogan.
Pero, de golpe, un guirigay vino a romper sus
oraciones. Sobresaltado, se adelant hasta llegar a la altura
de los animales que encabezaban la hilera de monjes. Los
obreros que haban marchado un rato antes venan a su
encuentro bufando por el esfuerzo realizado y con el rostro
desencajado.
Deteneos! El fuego se ha extendido!
Estamos rodeados!
Debemos huir a la montaa! exclamaron los
hombres sin detener su carrera enloquecida.
Esperad! orden el padre prior.

Pero solo un hombre regordete, que ya no poda dar


un paso y peda agua con insistencia, advirti al padre prior
que ir a Santa Ceclia era perder el tiempo. Si no quera
acabar devorado por las llamas, las cimas eran la nica
alternativa posible.
Todas las miradas se clavaron en el prior de Santa
Maria. Todas menos una, el hermano Bernat ya haba
pasado a formar parte del grupo de hombres que corran en
la direccin opuesta.
El antiguo soldado elev la mirada al cielo, pero
ninguna revelacin vino a ayudarlo. El humo, cada vez ms
espeso, ms amenazador, fue la nica visin que se le
ofreca. Dalmau Savars no se senta capaz de guiar a su
pueblo, el macabro espectculo lo tocaba muy de cerca.
Necesitaban otro Moiss que los custodiara y protegiera de
aquel infierno y l habra querido desaparecer. Entonces,
record las palabras de Jess en el huerto de Getseman:
Padre mo, si es posible, aparta de m este cliz...
Contrayendo todos los msculos del cuerpo, solt un grito
que detuvo cualquier gesto. Dos lgrimas le rodaron por la
cara mientras pronunciaba esas palabras...
Si no puedes apartar este cliz sin que lo beba,
hgase vuestra voluntad!
Padre Dalmau, os encontris bien? pregunt el
suprior, mientras lo coga del brazo.
S, no os preocupis. No es nada. Apresuraos!

Marchemos a Les Magdalenes! Por el amor de Dios,


Maties, olvdate de las pieles y ayuda a tus hermanos!
Hermano Anton, id delante.
El monje obedeci de inmediato, como tambin lo
hizo el hermano Maties y el resto de la comunidad. Pero
una figura permaneca arrodillada en el suelo, ajena a la
desbandada. La capucha le ocultaba el rostro y solo el
fervor con que protega un libro bajo el hbito habra
podido delatar su identidad. Pensando que podra estar
herido o medio asfixiado por la humareda, Dalmau Savars
se acerc con dos zancadas.
Hermano Sim! Qu hacis aqu? Es que no me
habis escuchado? Reunos con los dems ahora mismo!
exclam Dalmau Savars mientras lo forzaba a
incorporarse y haca el gesto de llamar a algn monje
cercano para hacer efectiva la orden.
Vos no pensis acompaarnos, no? interrumpi
Sim, deteniendo el movimiento apresurado de su prior.
Lo pregunt con voz tranquila, como quien ya sabe la
respuesta que recibir a cambio.
Dalmau no respondi. Aquel monje recitador de
salmos lo miraba sin parpadear, tal vez era el nico que se
haba aproximado bastante a su alma hecha aicos como
para entenderla. Encima de la mula, el hermano Just estaba
semiinconsciente.
Asar y la mula no pueden salvar el desnivel, ni l

dijo mirando al monje que yaca desplomado sobre el lomo


del animal se encuentra en condiciones de saltar, ya lo
veis. No puedo dejarlo, soy responsable de todos y cada
uno de los miembros de la comunidad. Pero vos...
No me obliguis, Dalmau.
Aquellas palabras francas, desnudas, muy cerca de la
splica, desarmaron al hombre.
Sin que ninguno de los dos diera pie a continuar la
discusin, hicieron el camino de vuelta al monasterio.
Tiraron juntos de la mula que pateaba nerviosa. En cuanto la
dejaran se desembarazara del hermano Just con alguno de
sus enrgicos movimientos. Asar tena el pelo empapado
por el desasosiego y el intenso calor iba en aumento. De su
boca colgaba una baba espesa.
Perdname, amigo. Ha sido culpa ma. Querer no es
poseer... Corre, Asar, corre! exclam el monje,
mientras le propinaba un golpe en el anca para espolearlo a
abandonar el lugar.
Instantes despus desapareci detrs de la primera
curva del camino. En la lejana les pareci que escuchaban
la voz del hermano Anton llamndolos, pero solo fue una
impresin momentnea. Despus, el crujir de la madera, el
crepitar de la lea y las hojas, se hicieron omnipresentes.

4
Cerca de la villa de Agramunt, 1024
Aos atrs, cuando Dalmau Savars era el capitn de
las tropas que luchaban en la frontera para impedir nuevas
incursiones sarracenas, sus hombres le haban hecho una
promesa. Juraban una vez y otra que bajaran con l a tierras
del sultn, all del otro lado del Mediterrneo, donde los
espas de Ermessenda situaban a su mujer y a su hijo
desaparecidos. Le ayudaran a rescatarlos, aunque fuera a
costa de su vida.
Pero, mientras tanto, el soldado y sus hombres
recorran la frontera incansables, dando apoyo a los
pequeos castillos que la tachonaban para favorecer una
expansin hacia el sudoeste de los condados catalanes.
Desde Claramunt a Balaguer otorgaban proteccin a las
rutas que servan para llenar de agua los pozos y de
alimentos los silos y graneros. Adems, perseguan a
cualquier grupo de jinetes que por su actitud, o por las
armas que levantaban, pudiera servir de punta de lanza a
nuevos saqueos, como el tan recordado de Almanzor treinta
aos atrs, que haba llegado hasta la misma Barcelona.
En la ciudad condal se hacan todo tipo de cbalas
sobre la situacin del califato de Crdoba. Los ms
optimistas aseguraban que pronto estallara una guerra civil

y que el estado sarraceno se desmembrara, lo cual podra


favorecer las pretensiones catalanas de controlar nuevos
territorios.
Pero la realidad de Dalmau Savars era otra, marcada
da y noche por cabalgadas, por encuentros inesperados
que, de un momento a otro, podan suponer la muerte de
muchos de sus hombres. As, a pesar de que su mujer y su
hijo ocuparan la parte ms ntima de sus pensamientos, su
obligacin como soldado condal lo mantena pegado a la
realidad.
Como el da en que, habiendo salido temprano de la
villa amurallada de Montfalc se dirigan hacia las tierras
de Agramunt.
Mientras Dalmau y sus hombres beban de una fuente
que nadie esperaba encontrar, un soldado dio la voz de
alarma. Los tres hombres que se haban adelantado para
reconocer el terreno volvan al galope, una prctica que
tenan expresamente prohibida si no se trataba de
comunicar alguna noticia importante.
Subid a los caballos, y que nadie se mueva antes de
saber qu est pasando dijo Dalmau, mientras lanzaba al
suelo el recipiente para el agua que llevaba en sus alforjas.
Despus infligi un duro castigo a las ancas de Asar
para que el caballo ascendiera al pequeo cerro cercano.
Aquellas tierras se abran en grandes extensiones y, si te
situabas sobre alguna cima, era posible ver una notable

distancia. Los campos de cultivo se extendan por relieves


suaves, pero las casas dispersas a menudo quedaban vacas;
los campesinos se protegan de unos y otros en las villas
ms prximas.
Dalmau Savars esper con paciencia la llegada de
aquellos hombres, pero cuando los tuvo ms cerca
descendi de nuevo para ir a su encuentro.
Hay un campamento detrs de aquel cerro dijo
uno de los soldados incluso antes de detener la carrera de
su caballo.
Son muchos?
Hemos contado seis tiendas y no ms de veinte
caballos, pero van muy bien armados continu el soldado
. Tambin nos hemos desplegado para ver si haba rastros
en el suelo de un grupo tan numeroso y no hemos
encontrado nada. Todo indica, pues, que viajan en esta
direccin.
Dalmau reflexion brevemente sobre esas palabras.
Era el comienzo del otoo y la lluvia los acompaaba desde
haca das. Tena una confianza absoluta en sus hombres y
no dudaba de que, con los caminos enfangados, habran
encontrado fcilmente el rastro de la ruta que seguan.
Si pensis en atacar dijo otro de los hombres; se
lo vea mayor y cansado, pero esta impresin desapareca al
escucharlo, ms valdra esperar a la noche. No creo que
dejen ms de un par de guardias y ser fcil caerles encima.

Ser la mejor solucin respondi Dalmau.


Preparad las flechas incendiarias, y no perdis de vista los
caminos.
La misma tctica que en Montsons, pues?
pregunt el hombre mayor.
La misma! Llevan demasiado tiempo haciendo
incursiones por tierras de Cervera, asaltando y matando a
campesinos inocentes. Merecen un castigo ejemplar!
Nadie expres ninguna duda, nadie se estremeci al
recordar los hechos de Montsons, cuando haban cado por
sorpresa, en plena noche, sobre otro campamento
sarraceno. Los hombres de Dalmau se repartieron por el
terreno con la idea de controlar al mximo las salidas. El
cerro detrs del que se ocultaban era pequeo y cualquier
movimiento que no fuera recular a travs de una zona
pedregosa y difcil estaba cubierto por los vigas cristianos.
Dalmau utiliz las escasas horas que quedaban de sol
para limpiar su espada, aunque dudaba de que tuviera
oportunidad de desenvainarla. Como en otros momentos
similares, record a su familia, los hechos inesperados que
marcaron su desaparicin...
Las hayas eran los rboles que lo reciban cuando
volva a casa. Todo un bosque casi impenetrable rodeaba la
aldea de La Cot, donde Dalmau Savars haba instalado a su
familia. Lo haba tenido claro desde el principio, al casarse
con aquella mujer, la hija de un comerciante de Vic al que

haba conocido en Barcelona. La llevara muy lejos de sus


batallas, de aquellos lugares donde los hombres luchaban
entre s por sus creencias.
Aquel territorio entre volcanes cerca de Olot, lleno de
encinares, hayedos y robledales, le haba parecido el sitio
perfecto, aunque no tendra tantas oportunidades de verla.
Ella, Dnia, estuvo de acuerdo cuando sinti los rayos del
sol filtrndose entre las hojas de los rboles, cuando se dio
cuenta de que el paraso del que hablaban los libros
sagrados poda haber sido un espacio como aquel. Ms an
cuando su amor fue premiado con un nio pequeo y sano,
que creci libre hasta los cinco aos, persiguiendo ardillas
y lagartos por los caminos que los pocos habitantes del
lugar abran entre los madroos siempre hmedos.
La felicidad invada al soldado cada vez que visitaba a
su familia, incluso era capaz de olvidar las escenas de
muerte y destruccin que provocaban sus hombres en
tierras de frontera.
Aquella vida a espaldas de su mundo violento e
imprevisible de la que disfrutaba el capitn Dalmau Savars
fuera de los campos de batalla se trunc el da de Navidad
del ao del Seor de 1023. Volva a casa despus de
defender con xito el castillo de Boixadors de una
incursin sarracena, ilusionado por compartir con su
familia aquella fiesta tan sealada y soando con los paseos
que hara por el bosque con su hijo, ahora que haban

comenzado las primeras nieves.


Pero el soldado encontr casas vacas, muchas de
ellas con las puertas desfondadas y los interiores
quemados. Incapaz de entender lo que haba sucedido en su
ausencia, corri de casa en casa gritando los nombres de su
familia, pero un silencio glido fue la nica respuesta
inmediata a su ataque de locura.
Permaneci mucho tiempo sentado a las puertas del
que haba sido su hogar, con el corazn convertido en un
gran bloque de piedra que lo ahogaba. Aquel era un lugar
solitario y resultaba difcil que alguien se hubiera dedicado
a enterrar a los muertos. Tambin era posible que hubieran
decidido abandonarlo, quizs haba hecho un fro extremo y
todos estaban en Olot delante de un buen fuego.
Pero saba que no era as, que los habitantes de La Cot
estaban acostumbrados a soportar el fro, que nadie habra
dejado atrs de aquella manera sus hogares que tanto les
haba costado levantar.
Con su alma llena de reflexiones contradictorias,
Dalmau Savars no advirti que una mujer pequea y
delgada se haba quedado muy cerca y lo miraba con
lgrimas en los ojos.
Cuando reaccion ante su presencia, toda la fuerza del
soldado hizo levantar su cuerpo maltratado por la
incertidumbre y fue a su encuentro.
Dnde est mi mujer? Habla, por el amor de Dios!

Y mi hijo? Qu ha pasado? Por qu no hay nadie en las


casas?
Lo siento mucho, Dalmau! fue la nica respuesta
de aquella aparicin mientras lo miraba con los ojos
llorosos.
Conoca a Clara desde los primeros das, cuando l y
Dnia haban vivido felices en La Cot. El recuerdo de
aquella poca en que su mujer se haba quedado embarazada
hizo que volviera a hundirse y liberara los brazos de quien
los haba recibido al instalarse all.
Explcame qu pas... dijo a media voz mientras
caa de rodillas en el suelo.
Se los llevaron, Dalmau! Aparecieron de golpe
poco antes del amanecer, y no eran muchos, pero usaban
una violencia extrema. Los cogieron por sorpresa. Eso nos
ha dicho el pastor, que volva de las montaas y solo pudo
ocultarse a las afueras del pueblo. Desde entonces vaga por
el hayedo completamente loco, y es que tambin se
llevaron a su mujer y a sus tres hijos.
Os lo explic el pastor? A ti y a quin ms?
Quim est vivo? replic el soldado, ansioso por saber
ms, con la necesidad de saber hasta el ltimo detalle que
pudiera darle Clara.
S, mi marido est vivo, pero hace tiempo que cay
enfermo. Habamos ido a Olot a vender quesos y leche;
cuando regresamos tan solo estaba el pastor, gritando y

corriendo de casa en casa, como hacas t hace unos


instantes...
Dalmau la escuchaba desde el suelo y ella se arrodill
a su lado. Las lgrimas afloraron en sus ojos mientras la
abrazaba. Despus se dej llevar hasta la iglesia de Sant
Miquel, que los dos nicos habitantes del pueblo haban
convertido en su hogar. Quim yaca sobre un lecho de paja
y dos cabras rumiaban en un rincn.
El soldado se dej caer en el suelo y durmi un da
entero.
De eso haca ms de un ao, y la nica noticia que
haba tenido de su familia la explicaba un cautivo liberado
recientemente. Haba visto en Argel a una esclava de
cabello dorado como el bronce y con la expresin lejana de
los que han sufrido una gran prdida, la tristeza de saber
que ni tan solo el paso del tiempo podr consolarlos. El
hombre que la tena en venta haba repetido varias veces el
nombre de su mujer, Dnia, antes de adjudicarla a un
traficante de especias.
Ya han vuelto anunci un hombre que se plant
delante de Dalmau. Tal como pensbamos solo hay dos
guardias. Uno de ellos da vueltas al campamento y el otro
cuida los caballos. Estis seguro de que queris seguir la
misma tctica que en Montsons?
Claro que s! Acaso no entiendes lo que los
sarracenos hacen a nuestras criaturas? Da aviso de que nos

ponemos en marcha.
El soldado no respondi. Se haba asegurado de que
los soldados hubieran dispuesto el material necesario. Solo
de pensar lo que estaba a punto de suceder notaba como se
le erizaban los pocos cabellos que luca.
Los hombres avanzaron en silencio por el valle que
los separaba del pequeo cerro. Haban acordado rodearlo
en dos grupos de diez mientras el resto subiran las laderas
acompaados por Dalmau hasta situarse a la vista del
campamento. Haca tiempo que el sol se haba puesto en el
horizonte, la oscuridad y el silencio eran incapaces de
predecir cmo acabara la noche. Las seis tiendas que
haban dispuesto los sarracenos apenas eran crculos de
color iluminados por un tenue rayo de luna. Los soldados
sacaron las flechas del carcaj y las dejaron alineadas sobre
el suelo. Mientras tanto, al fondo de la ladera, dos figuras
se arrastraban para sorprender a los guardias que vigilaban
el campamento.
El olor se extender a muchas leguas... dijo el
mismo hombre que le haba avisado.
Estoy deseando sentirlo! respondi Dalmau,
mientras comprobaba cmo las flechas incendiarias se
haban calentado lo suficiente.
Los arqueros se apresuraron a introducir entre las
cuatro ramas, que conformaban las puntas, los trapos de
lana bien sujetos y empapados en aceite. Entonces, los

encendieron.
Deban ser rpidos, las flechas haran su papel y los
hombres que rodeaban el campamento les impediran salir
de las tiendas.
Pagaris por todo lo que habis hecho! dijo
Dalmau un momento antes de dar la orden definitiva a los
arqueros.
Las flechas surcaron el cielo poco despus de que
aquellos dos soldados eliminaran a los guardias. Apenas
rompieron el silencio hasta que se clavaron con un golpe
seco en las gruesas telas de las tiendas sarracenas. El
infierno se desat en su interior mientras los gritos
resonaban por todo el valle.
Los arqueros de la cima continuaron disparando hasta
que, desde la distancia, cada tienda se convirti en una bola
de fuego que deslumbraba la noche con su poder. Todos
saban que los sarracenos comenzaran a salir enloquecidos
y Dalmau Savars solo lamentaba no acompaar a los
hombres que acabaran con la vida de los ms resistentes.
Justo en aquel instante, cuando las antorchas
encendidas en que se haban convertido salan al exterior,
tuvo lugar aquel hecho inesperado. Entre las figuras en
llamas aparecieron otras ms menudas que corran sin
rumbo en todas direcciones. Los gritos llegaban ntidos
hasta arriba del cerro y uno de los arqueros se volvi hacia
su capitn con el horror en los ojos.

Tanto da! Es el castigo por las muertes que ellos


mismos han infligido.
Dar caza a los hombres que iban saliendo fue una tarea
fcil para los soldados, pero nadie os acercarse a las
figuras menudas que iluminaron los alrededores del
campamento en su huida desesperada. Muy poco tiempo
despus de haber comenzado todo, un olor a carne quemada
fue subiendo hasta arriba del cerro.
Muy buen trabajo! exclam Dalmau mientras
bajaba hacia el valle para felicitar a sus soldados.
Tal como haba pasado en Montsons, le informaron
de que algunos haban sido incapaces de reaccionar y
haban muerto en el interior de las tiendas. Los vencedores
de aquella desigual batalla apenas esperaron a que se
apagara el fuego para ir en busca de posibles tesoros. El
saqueo comenzaba.
Dalmau se sent en una piedra prxima, esperando que
se completara la faena. Tena la mirada perdida y, despus
de la tensin del ataque, cuanto lo rodeaba haba dejado de
interesarle.
Eran pocos los que aquella noche rean en el
campamento. Incluso alguno de los hombres se cubra la
nariz en el intento de protegerse del humo y de un tufo
aterrador.
No hay forma de sacarse de encima este maldito
hedor. Prefiero, mil veces, la sangre! exclam un

soldado mientras agitaba la cabeza con cara de asco.


Imagnate que hemos asado un cerdo y djate de
tonteras. A fin de cuentas estos sarracenos mal nacidos
son como bestias respondi otro sin tan solo mirarlo.
A m lo que ms me fastidia es que tambin se quemen
todas sus propiedades.
En eso llevas razn, hay poco que repartir.
Tendremos que conformarnos con esta quincalla que,
cuando se enfre y se pueda lavar, quiz servir para
engatusar a alguna zorra.
No est nada mal dijo el soldado mientras la
observaba hacindola girar suspendida de un bastn.
Dmela! La he encontrado yo! replic el otro,
dando un empujn a su compaero.
Espera, hombre! Me parece que tiene una
inscripcin.
Te he dicho que me la des! Ya nos conocemos!
An no habis tenido bastante jaleo? pregunt
Dalmau Savars alertado por la disputa de sus dos hombres
. Se puede saber qu os pasa?
Antes de que ninguno de los dos se atreviera a
responder, su cabeza vio el brazalete y alguna cosa en su
interior le hel la sangre. Con el horror reflejado en el
rostro se acerc para cogerlo.
Cuidado, seor! An quema.
Pero Dalmau no oy las ltimas palabras de su

subordinado. De hecho no las habra odo aunque se las


hubiera gritado al odo. Despus, con un movimiento
enrgico, cogi al hombre por el cuello y le pregunt,
mientras lo sacuda violentamente:
Dnde lo encontraste? Cmo puede ser?
Lo tena una mujer.
Llvame!
Seor...
He dicho que me lleves, ahora mismo!
A Dalmau Savars le pasaron muchas cosas por la
cabeza durante el trayecto hasta los restos de la tienda. Se
quera convencer de que solo se trataba de una broma del
destino, que...
Cuando tuvo delante los despojos de aquel ser
carbonizado dese la muerte ms que cualquier otra cosa.
La figura estaba doblada sobre s misma en el intil intento
de proteger a un nio. Sin dudarlo, Dalmau Savars, para
sorpresa del hombre que lo acompaaba, busc la mano del
nio. Un brazalete, con una inscripcin idntica a aquella
que haba hecho grabar para Dnia, colgaba de sus huesos
calcinados.

5
Valle de Guadvachet, 1034
Melsa ladraba con insistencia. No era fcil guiar el
rebao a toda prisa montaa abajo, pero la situacin lo
requera. Desde que Cesc haba descubierto el fuego, este
era su nico objetivo. Haba que llegar cuanto antes mejor,
resguardarse de l y dar aviso a la buena gente de
Guadvachet. Aunque la direccin del viento lo empujaba
hacia las cimas, algunos campos del pueblo estaban en su
trayectoria.
En su carrera frentica solo se detuvo unos instantes.
Habra jurado que la silueta de un hombre se dibujaba cerca
de las llamas. Pero, por mucho que grit, nadie respondi.
El pastor saba que, si se entretena ms, l y su ganado
correran un gran peligro y los resultados podran ser
dramticos. La rapidez con que se extenda la lengua de
fuego ms prximo lo decidi a continuar.
Cuando por fin lleg al pueblo, las campanas de la
iglesia ya avisaban del terrible suceso. Alertados por la
inequvoca seal, todo el mundo haba abandonado lo que
estaba haciendo. Las mujeres salan de las casas con la
masa de pan a medio amasar y las criaturas pegadas al
pecho. Los hombres lo hacan con el torso desnudo y las
azadas en la mano. Abandonaban los campos y el molino,

dejaban de picar el hierro candente de la fragua.


Maldiciones y splicas se mezclaban en los labios de unos
y otros y, mientras los ms ancianos imploraban la
misericordia de Dios, los pequeos corran regocijados
por el inesperado tintineo.
En pocos momentos todos los habitantes de
Guadvachet y alrededores se juntaron al lado de la pequea
torre. Curiosos y frenticos, se empujaban para escuchar
de primera mano lo que Cesc haba vivido tan de cerca. El
pastor, jadeando, trataba de hacerse entender...
He visto a un hombre! No he podido hacer nada por
l, tenemos que subir a ayudarlo repeta Cesc alterado y
con lgrimas en los ojos.
Lo que dices es una locura! Si cambia el viento, el
fuego nos asar como a pollos!
Mientras todos decan la suya, un nio descubri a
Lluc que, cojeando, se aproximaba por el camino. Su pelo
rojo estaba chamuscado, la cara era una mscara de holln y
se lamentaba de una herida en el brazo.
Por el amor de Dios! Qu hacas en la montaa?
le pregunt el herrero mientras se apresuraba a pedir
ayuda para atenderlo.
Haba ido a buscar tomillo y romero. Estaba
distrado... En un santiamn el fuego me ha rodeado, no
saba hacia dnde tirar... He pasado ms miedo que en toda
mi vida! Creedme, all arriba es un infierno!

Pero y los monjes? Los has visto? pregunt


Ramon con insistencia.
No. Ya os he dicho que yo...
Tenemos que subir a ayudarlos! Corren un gran
peligro! Es que no pensis hacer nada? pregunt
mirando cmo el resto de los convocados bajaban la
cabeza, impotentes.
Confiemos en Dios, Ramon. No te das cuenta?
Estn completamente rodeados, es imposible llegar al
monasterio...
Yo no pienso quedarme de brazos cruzados! Que
cada uno haga segn su conciencia!
Hicieron falta tres hombres para impedir que Ramon
llevara a trmino su propsito. Solo con un golpe que lo
dej atontado, consiguieron detenerlo. Esther se qued a su
lado, pero, aprovechando el momento de confusin, su
hermana se escabull en silencio.
Magda avanzaba decidida sorteando el desnivel con la
ayuda de un bastn y de todo su valor. Pero el humo le
cerraba el paso y el fuerte calor le encenda la piel.
Tosiendo, grit al cielo para obtener su favor y, como si
realmente su ruego hubiera sido escuchado, un brazo firme
la hizo recular. El rostro de Cesc apareci delante de ella
como si hubiera salido de la nada.
Callad! fue la nica orden que le dio.
Entonces la condujo de prisa y corriendo hasta una

roca y, con un gesto, le pidi que lo dejara hacer. Ante la


sorpresa de la mujer, el pastor arrastr una piedra
indicndole que lo siguiera. La oscuridad cedi al encender
una tea y, cogidos de la mano, caminaron por las entraas
de la montaa. Solo aquel reflejo anaranjado y movedizo
que iluminaba las paredes de una concavidad hmeda y
profunda. De vez en cuando, el chapoteo de una gota de
agua o el revoloteo errante de un murcilago daban fe de la
existencia de vida.
Magda vio la luz del da cuando ya pensaba que se
quedaran sin aire. Tampoco entonces tuvo tiempo de pedir
explicaciones. La vaharada de calor le abofete el rostro y,
entre matojos quemados, dirigieron sus pasos hacia el
monasterio que se adivinaba al fondo.
Solo se adverta una figura entre el humo. Magda
corri implorando que fuera Dalmau, pero el rostro
arrugado del hermano Sim resquebraj toda la alegra que,
por unos momentos, haba apaciguado su incertidumbre. El
hermano Just yaca en el suelo y la miraba sin dar crdito a
sus ojos. Cesc, unos pasos atrs, observaba la escena,
jadeando.
No fue necesario formular ninguna pregunta, ni
tampoco dar ninguna respuesta. El monje seal con el
dedo en direccin este y ella se dirigi obediente hacia all
con paso acelerado.
Al descubrir el perfil inconfundible del hombre, se le

lanz a los brazos. Pero l continu inmvil. Ajeno a las


lgrimas de la mujer, al sollozo que sacuda su pecho.
Dalmau! Soy yo! Dalmau, padre Dalmau!
No est, hija ma. Ya hace rato que dej de
responder a nuestras preguntas dijo el monje que la haba
recibido haca solo unos instantes.
El antiguo soldado se mantena hiertico, con la
mirada perdida en direccin a la montaa. El fuego de las
cimas centelleaba en sus pupilas dilatadas. Dalmau Savars
observaba cmo las llamas suban y exhalaban su ltimo
suspiro al toparse con la piedra desnuda, como si entre
ellas y el cielo el abismo fuera insalvable. Se dira que se
alejaban del lugar donde se encontraban los monjes, pero lo
cierto es que ardan bien vivas dentro del padre prior.
Mientras tanto, desesperada, Magda le besaba los
labios con la esperanza de que su contacto lo devolviera a
la vida.
Si alguien hubiera podido observar a vuelo de pjaro,
las miradas de Dalmau y Basili habran trazado una perfecta
lnea recta. El ermitao, desde el punto ms alto de la
montaa, tena los ojos clavados en el monasterio. Pero la
visin no era clara. La espesa humareda cubra buena parte
de la construccin y los lmites eran confusos. Mientras
esperaba que un golpe de viento le ofreciera la certeza que
intua, unas voces conocidas reclamaron su atencin desde
la parte baja de la pea donde haba trepado. Inici el

descenso con una agilidad que no pareca propia de un


cuerpo tan menudo, arrugado y flaco.
El primer monje que descubri al pie de la gruta fue el
hermano Bernat. Cuando lo tuvo cerca, se hizo un silencio
tenso y el benedictino desvi la mirada. Solo rompi a
llorar cuando Basili dio la espalda al pequeo grupo que, a
trancas y barrancas, se arrastraba hasta aquel paraje
escondido.
El hermano Maties intentaba controlar el ataque de
pnico del monje constructor, sobreponindose a su
dificultad para respirar. Detrs de l, el hermano Anton
cargaba a la espalda al hermano iluminador, que ya haca
mucho rato que se haba rendido a una situacin que
sobrepasaba sus fuerzas. Basili fue a ayudarlos y los cinco
se dejaron caer exhaustos al llegar a la gruta del ermitao.
El hermano Andreu vomit ruidosamente y, entre bilis del
color del holln, las oraciones del suprior fueron atendidas
y el monje recuper el aliento.
El agua de un pequeo pozo alivi el ahogo y, poco a
poco, la sensacin de pastosidad mengu en las bocas del
pequeo grupo. Los hbitos no eran ms que harapos, en
los miembros las heridas y quemaduras se exponan bajo el
lquido que Basili dejaba caer con cuidado.
No los habis visto, verdad? pregunt el
hermano Anton, dirigindose al ermitao.
No hizo falta decir ms, los dos saban muy bien a

quin se refera el suprior. Con un leve movimiento de


cabeza, Basili neg toda esperanza.
Que no estn aqu no quiere decir que...
El hermano Maties no se atrevi a acabar un
pensamiento que ni tan solo l crea posible. Los lamentos
del hermano Andreu justificaron su repentino silencio y el
monje se acerc para darle consuelo.
Avergonzado por su carrera en solitario, el hermano
Bernat trataba de no llamar la atencin mientras ayudaba a
sacar agua del pozo.
Ahora me toca a m, estimado Bernat dijo Basili,
cogiendo de sus manos el bol de barro que llevaba a sus
compaeros de cenobio.
Ante la sorpresa del monje, aquellas manos fuertes de
dedos largos y delgados cogieron el recipiente con el agua.
El ermitao comenz a lavarle los pies, como quien
rememora una escena sagrada, un episodio conocido por
los dos. En la ltima cena, Jess tambin haba convidado a
Judas y, con una delicadeza extrema, haba hecho lo mismo
mientras lo llamaba amigo en seal de perdn. Aquel
recuerdo hizo deslizar de nuevo dos lgrimas por el rostro
de Bernat.
El sol ya se pona y el cielo comenzaba a engalanarse
con las primeras estrellas. El suprior llam a la oracin y
todos obedecieron al instante. El rezo de las completas se
hizo con una devocin que conmovi al ermitao. Despus

la pequea comunidad se dispuso para el reposo. A pesar


del cansancio acumulado, ni el hermano Maties ni el
hermano Anton fueron capaces de pegar los ojos. Sufran
por la suerte de los tres monjes que no haban conseguido
emprender el ascenso. A pesar de saber que no podran
hacer nada por cambiar las cosas, se preguntaban si haban
obrado bien dejndolos a su suerte, si contradecir las
rdenes de su prior hubiera podido darles una posibilidad
de salir adelante...
Los rezos de maitines y laudes los hicieron los dos
solos, la caridad tambin era una regla a seguir y no les
pareci apropiado despertar a sus compaeros hasta la
salida del sol. Despus de la hora prima, el hermano Anton
tom la palabra.
En este momento, y con la ausencia de nuestro
estimado prior, me toca coger su relevo. Quiero que
continuis juntos y no os movis de aqu hasta que regrese.
Padre, dejadme que os acompae, por favor. Aqu
no hago nada, Basili se ocupar de todo y...
S que haces, estimado Maties, ms de lo que
piensas! Tu firmeza les sirve de alimento para el espritu.
No todo pasa por la accin, es lo que nos ha repetido
muchas veces el padre Dalmau, recuerdas? Di, lo
recuerdas?
De verdad tenis la esperanza de encontrarlos con
vida?

El hermano Anton no respondi, le falt valor para


mentir.
Todo se ha acabado! Nuestro proyecto ha sido
consumido por el fuego! Eso es lo que encontraris en
Santa Maria, cenizas y muerte! Nada ms!
Las palabras de Maties manaban descontroladas hasta
que un sollozo les puso punto final. Entonces se dej ir en
los brazos de quien, unos momentos antes, haba confiado
en l para infundir confianza a los otros tres monjes.
Si me permits, hermano Anton, quisiera mostraros
algo intervino el ermitao.
Claro! De qu se trata?
Deberais acompaarme y me gustara que tambin
viniera con nosotros el hermano Maties.
Sin aadir ms palabras, los dos monjes siguieron a
Basili. Unos momentos ms tarde ya volvan a trepar por
aquellos riscos de formas extravagantes. Al llegar al punto
ms alto, una pequea explanada se eriga como un balcn
construido sobre el vaco. Al fondo, una imagen los
estremeci de arriba abajo.
Dios mo! Cmo es posible? exclam el
hermano Maties hacindose la seal de la cruz sobre el
pecho.
Como si se tratara de una muralla invisible, a solo
unos pasos del monasterio el verde se mantena intacto.
Los matorrales y los rboles quemados se extendan en

torno a Santa Maria como un manto de duelo, en el centro


del cual an palpitaba la vida.

6
Pasaron tres das antes de que el padre Dalmau encontrara
suficientes nimos para considerar todos los hechos que
haban rodeado el incendio. Durante aquellas jornadas, los
monjes de Santa Maria haban examinado con mucho
cuidado los efectos que haba tenido el fuego. Los
resultados de aquella inspeccin sorprendieron a todo el
mundo.
A pesar de la virulencia de las llamas, los edificios y
el entorno del monasterio haban permanecido al margen
de su recorrido, incluyendo las cuadras y los huertos ms
prximos. El resto de la montaa estaba calcinada, pero en
algunos lugares el fuego, impulsado por un fuerte viento
del sur, haba pasado veloz, quemando solo de manera
superficial los rboles de races ms firmes.
Maties pensaba que madroos y plantas creceran
pronto y que los pinos, los robles y las encinas, salvo en
algunas zonas, encontraran la fuerza suficiente para
regenerarse. Pero algunos de los pequeos huertos que
haban conseguido instalar en las terrazas naturales de la
montaa eran irrecuperables y haba que volver a comenzar.
Dalmau Savars se levant con la cabeza clara, incapaz
de saber cunto tiempo haba dormido. El ruido de las
obras en la iglesia le transmiti una sensacin

tranquilizadora y fue en seguida hasta el claustro para


lavarse la cara. Ya del todo despierto, se dio cuenta de que
haba un vaco en su memoria, que no poda recordar nada
posterior a aquel instante en que haba decidido quedarse
con el hermano Just.
Pensaba que deba hacer algunas preguntas, pero
tambin confiaba que los recuerdos fueran volviendo poco
a poco. Cuando sali al exterior, a pesar del olor a madera
quemada que invada el aire y la visin de los primeros
rboles quemados a poca distancia, se dio cuenta de que la
montaa lo atraa ms que nunca.
Padre prior! exclam Maties al encontrarlo en la
fuente. Veo que os encontris suficientemente bien
como para levantaros, pero quiz sea prematuro...
Gracias, amigo mo. Qu alegra verte de nuevo!
Dime, cmo se encuentran los hermanos? Alguien se
hizo dao? Necesito que me expliques todo lo que pas!
La comunidad vuelve a estar reunida al amparo del
monasterio! Hemos rezado por vos...
Cmo me alegra esta buena nueva, estimado
Maties! Hoy volver al captulo; reflexionar juntos me har
bien, estoy seguro. Ahora ya s que todo fue un terrible
susto, tal vez un milagro. Necesito dar una vuelta, caminar
un poco...
No s si es buena idea. El terreno est en muy
malas condiciones y muchos de los senderos que habamos

abierto se han borrado.


Maties insisti Dalmau mirndolo a los ojos,
me encuentro bien, de verdad. Ahora solo quiero que me
digas si el fuego lleg a Les Magdalenes.
No, por suerte! Las rocas impidieron que las
llamas llegaran tan alto. Basili nos ayud durante la
ascensin final.
Celebro escucharlo dijo el prior, pero ya se haba
desentendido del monje y emprenda el camino de las
zonas altas.
Maties se qued mirando cmo se alejaba. Senta el
deseo de retenerlo, pero Dalmau le infunda cada vez ms
un respeto que lo llevaba a no contradecir sus decisiones.
Le habra gustado explicarle que el hermano Sim hablaba
de un milagro y que, extraamente, los habitantes de
Guadvachet desconfiaban esta vez de la intervencin divina.
En todo caso, la manera en que el fuego haba rodeado el
monasterio le pareca fuera de toda ley humana.
Siguiendo el que l mismo haba bautizado como
camino de Sant Jeroni, Dalmau Savars emprendi el
ascenso sin la alegra que lo asaltaba en otras ocasiones.
Entretenido en evaluar los efectos del incendio, se alej
bastante de la ruta como para encontrar un pequeo
torrente. A pesar del entorno calcinado, en los mrgenes se
podan ver algunas flores. Feliz por aquel descubrimiento,
busc la vista del monasterio, pensando si sera posible

desviarlo para aprovechar sus aguas cristalinas.


De pronto se vio perdido. Algunas zonas an
humeaban y, tal como deca Maties, se haban borrado
muchas referencias. Por suerte, las grandes piedras que
coronaban la montaa marcaban con claridad su ubicacin.
Si continuaba en lnea recta podra encontrar de nuevo el
sendero que conduca hasta Sant Jeroni, pero si giraba en
direccin norte ira a parar a Les Magdalenes.
Se dijo que aquella caminata hacia las cimas tena una
intencin oculta, que deba satisfacer el impulso de
dirigirse hasta la nueva morada de Basili. Pero tambin
senta miedo, como si el viejo ermitao tuviera que
reprocharle que no hubiera tenido suficiente cuidado de la
montaa que los dos estimaban.
Os habis arriesgado mucho viniendo hasta aqu
arriba, Dalmau, en vuestro estado! dijo una voz a la
espalda del prior. Este se dio cuenta de cmo deseaba el
encuentro, volver a or aquel tono suave y modulado que el
hombre imprima a sus palabras.
Necesitaba ver con mis propios ojos los efectos
del incendio! Pero cmo sabis de mi estado? Es cierto
que tuve algunos momentos de ausencia...
No os alarmis. Otros hombres han tenido
reacciones similares, ante una tragedia.
Pero no recuerdo nada! Poda haber puesto en
peligro la vida de mis hombres...

Olvidis que la vida de vuestros hombres est en


manos de Dios. Ya no sois un soldado, para tener esos
pensamientos.
Es muy cierto dijo Dalmau mientras bajaba la
cabeza, avergonzado. Quiz no llegar a ser un buen prior
para Santa Maria. A veces, mi espritu est en otra parte, y
adems ahora...
El ermitao no quiso indagar en el significado de
aquella frase interrumpida. Dudaba de cul deba ser su
actitud para recomponer las dudas que se haban apoderado
de su amigo. Le pas la mano por la espalda y continuaron
juntos hasta Les Magdalenes, sintiendo que su compaa
haca bien a Dalmau, que su mirada ganaba en confianza.
Una vez llegados, los dos hombres se esforzaron por
ascender hasta la roca que coronaba el lugar. Desde all se
poda contemplar el monasterio casi como si fuera un
pjaro e, incluso, buena parte del valle. Basili le mostr
aquel claro en medio de la montaa quemada, tan evidente
desde las alturas.
El fuego se extendi en direccin al monasterio,
rodendolo, como si no le interesara el resto!
Pero ya veis que cambi de ruta, quiz tema que su
accin pusiera punto y final a vuestra obra apunt a
continuacin Basili.
Creo que exageris. Santa Maria no es mi obra, ni
tampoco la del abad Oliba, por mucho que resulte

indiscutible su influencia. Desde que llegamos tengo la


sensacin de que Montserrat tiene sus propias leyes, que la
montaa es capaz de decidir su destino.
Lo que decs me confirma que habis entendido
algunas cosas. Montserrat es una de esas montaas sagradas
que nos conectan con la divinidad. Vuestra sensacin tiene
que ver con el poder de Dios, con cmo expresa su
voluntad. Cuando llegasteis pensaba que instalar un nuevo
monasterio era innecesario; la montaa ya nos pone en
comunicacin con el Altsimo...
Entonces, veis la montaa como un templo! No es
un sacrilegio?
Todo depende de cmo nos situemos. Las antiguas
culturas tambin consideraban las alturas como la
residencia de los dioses; entre otros, los egipcios, donde
comenz a construirse la manera de vivir que habis
escogido.
Los primeros monasterios!
Exacto! Pero no fueron los nicos. Los antiguos
persas lo llamaban alborj, los hindes tienen el monte
Meru y los rabes dan el nombre de Qaf a esa montaa.
Entre los hebreos se habla del Sina o del Moriah. De
hecho, se asocia al centro del mundo, al lugar donde se
puede acceder al conocimiento, a la verdad.
Pero es en las iglesias donde encontramos a
Cristo, por eso las construimos!

Lo veis como una cosa diferente, pero, qu es una


iglesia si no una montaa edificada por el hombre con el
mandato de Dios. Creo, Dalmau, que deberais profundizar
en estos elementos que os rodean, que necesitis estudiar
an los pilares bsicos del mundo que habis escogido.
Segn lo que decs, la construccin del monasterio
de Santa Maria no sera necesaria. Ya tenemos la montaa
para acercarnos al Seor.
Eso pensaba, pero cuando pude convivir con
vuestras ideas, cuando comprob la candidez y la bondad de
Maties, la fe de Sim, sin que fueran en ningn momento
un obstculo para sus propsitos, me dije que mereca la
pena. Quiz la montaa albergue mensajes divinos, pero no
seramos nada si los hombres no vinieran a interpretarlos.
Hablis de Sim y de Maties...
S, y no he dicho nada de vos. Ya suponis que lo he
hecho con una idea que me gustara compartir si no os
ofende...
Claro que no, ms bien deseo fervorosamente que
lo hagis!
Sois diferente, Dalmau. Quiz porque el trayecto
vital que se os haba asignado no tena en cuenta la
posibilidad de entregaros a Dios. Muchos diran que eso es
una mancha de la que no podis salvaros, pero yo pienso
que haber conocido la otra vertiente tan de cerca, haber
tocado la muerte y la incerteza tal como la viven los

hombres os da una gran ventaja.


Tal como lo explicis, estoy ms cerca de un
ermitao que de un monje. Yo escog este camino como
una huida, quera purgar mis pecados. Esta era mi primera
opcin, no entregarme a Dios.
Si Dios aspirara a la pureza de sus hijos no creo que
escogiera hombres para sus monasterios, habra hecho
bajar una corte de ngeles, no creis?
Siempre tengo una extraa sensacin cuando hablo
con vos, como si rozramos la hereja, pero despus me
dais fuerzas para continuar...
Lo celebro! De hecho, no albergo la intencin de
que tomis mis palabras como gua, solo expreso una
voluntad posible, aquellos pensamientos que van asociados
a mi manera de entender la vida.
Serais un buen prior, mucho mejor que yo!
Deliris, Dalmau! dijo el ermitao despus de
soltar una carcajada. Pero me demostris una gran estima
con vuestras palabras y creo que la calidez que transmits
me ayuda a perseverar en mi camino. Es por eso que he
reconsiderado mi opinin sobre la utilidad de los
monasterios; quiz la soledad no siempre es el mejor
rumbo a seguir.
El prior de Santa Maria sonri a escondidas. Se senta
muy cerca de aquel hombre que saba conjugar con tanta
sabidura las dudas humanas y los designios de Dios.

Tambin creo que exageris cuando no os


consideris digno de guiar a vuestros monjes... solt el
ermitao, mientras contemplaban las montaas ms all del
valle de Guadvachet.
Ni en mi vida anterior ni en la presente he hecho
bastantes mritos para merecer este destino que me
atribus.
S en qu pensis, Dalmau, pero muchas leyes son
producto de los hombres, a veces para dar salida a sus
propios miedos. Quizs haya otro camino a la santidad, el
que nos da la posibilidad de acercarnos a nuestros
compaeros de viaje. Desear su felicidad, hacerla posible y
disfrutar de la nuestra. No es necesario vivir la vida como
un sacrificio constante. La plenitud puede encontrarse en el
ayuno, pero el martirio no tiene una razn en s mismo,
pienso.
El prior no dio ninguna respuesta a aquellas palabras.
Saba el ermitao del sentimiento que durante todos
aquellos aos haba ocultado en su corazn? No poda
compartirlo; l mismo negaba su existencia. Magda solo
era una persona que le recordaba toda la felicidad que haba
vivido.
Pero otro asunto ocupaba su mente. Desde que haba
emprendido el camino sin hacer caso de la sensata
oposicin de Maties, un recuerdo repentino le ofuscaba a
la vez que se dilua cuando su pretensin era profundizar en

l.
Tambin he venido con la idea de preguntaros algo,
pero no s por dnde comenzar.
Comenzad, pues!
Pas durante el incendio. En algn instante pens en
vos, en el peligro de que el fuego llegara hasta vuestro
retiro. Ahora, cuando convoco este recuerdo, me veo
mirando hacia las cimas, como si entonces pensara que
sera posible veros a pesar de la distancia.
Esta preocupacin os honra y os doy las gracias!
Eso no es todo! En algn momento, mientras
miraba hacia las alturas cre que nuestras miradas se
cruzaban en algn punto a medio camino, recortando la
distancia que nos separaba. Creis que es posible?
Yo tambin estaba preocupado por vos, Dalmau.
Para m es una imagen tan ntida! Vuestros ojos
mirndome, como un blsamo para la inquietud que me
ahogaba!
Quiz vos mismo tengis que encontrar la
respuesta. Yo tambin mir en direccin a Santa Maria,
pero el humo no me permita distinguirla.

7
Cuando Tresdedos lleg a Santa Maria tena la intencin de
hablar de inmediato con el prior, pero no se atrevi a
interrumpir el canto de los salmos que los monjes llevaban
a trmino en el interior de la iglesia. Sorprendido por
cmo evolucionaban las obras del monasterio, se qued a
la espera.
Le resultaba difcil entender cmo aquellos hombres
podan pasar horas rezando y cantando, salmo tras salmo,
sin cansarse, sin acabar hartos! Qu sentido tena irse a
dormir con las gallinas si tenas que interrumpir el
descanso dos veces antes de la salida del sol?
No obstante, haba algo en aquella comunidad, en su
manera de hacer, que destilaba paz. Y era aquella paz la que
lo haba ido cautivando poco a poco, casi sin darse cuenta.
Pero l nunca haba dado ningn paso sin una recompensa a
cambio, siempre se haba vendido al mejor postor. Por
mucho que lo impresionara la vida de los monjes, saba que
nada podra cambiarlo.
La culpa de las sensibleras que me asaltan la tiene
aquel loco de Toms, que en paz descanse. Fue la nica
persona que me ha tratado con respeto sin que fuera a causa
del miedo... dijo Tresdedos sin percatarse, plantado
delante de la puerta de la iglesia.

El sol estaba casi en su cenit y, a finales de ao, se


agradeca el tibio calor que haca ms plcida la espera. Los
obreros iban a la suya, ajenos a lo que pasaba en la iglesia, y
nadie lo miraba. No era necesario hacerse el descredo, ni
tampoco el burln, aunque quiz le habra gustado.
Tresdedos se haba pasado la vida en la atalaya,
haciendo de mensajero para el seor de Manresa e
interviniendo en alborotos, tanto daba si eran muy
peligrosos. Era capaz de soportar heladas o de
chamuscarse, de no comer durante muchos das o de
hartarse hasta reventar.
Tena que retroceder mucho en el tiempo para
recordar la ltima vez que haba mirado aquellas montaas
sin escudriarlas. Conoca cada uno de sus escondites y, a
pesar de todo, ahora se le revelaban diferentes. Lo asustaba
aquella transformacin que tena lugar de da en da,
consciente tambin de que su aspecto impona cada vez
menos.
Queris algo? pregunt el padre prior al verlo
recortado en el umbral.
Cmo decs? el soldado se gir sorprendido.
Abstrado en sus pensamientos, no haba advertido que los
monjes ponan fin a la salmodia.
Siento haber interrumpido vuestras oraciones
dijo Dalmau con un cierto tono provocador.
Eso de rezar lo dejo para los monjes! Yo tengo

cosas ms importantes que hacer! se excus, nervioso.


Ya lo entiendo. Veamos qu noticias trais, pues.
Para ser exactos, tengo dos. Tresdedos mir a su
alrededor, desconfiado. Una buena y otra... Bueno, otra
no tanto, pero quiz...
Comencemos por la buena, si os parece.
He recibido el aviso de que dos monjes de Ripoll
vienen a ampliar vuestra comunidad. Estaris contento,
no?
Lo celebro de verdad! Siempre es motivo de
alegra ver cmo crece nuestra familia!
Y, por lo que parece, no vienen de vaco. Desde la
torre vecina nos han transmitido que traen dos mulas
cargadas hasta las orejas. Por cierto, hablando de
animales...
Decidme dijo el prior con semblante inquieto,
intuyendo que aquella pausa dara paso a la mala noticia.
Hemos encontrado a Asar.
Dalmau Savars sinti el latido de su corazn mientras
el soldado bajaba la mirada.
Se despe huyendo del incendio. Lo hemos
enterrado. No ofreca buen aspecto... aadi a media voz.
El monje movi la cabeza con movimientos lentos en
seal de aprobacin. Solo unos instantes despus tom la
palabra...
Ha sido la voluntad de Dios. A todos nos llega la

hora, pero me habra gustado que no fuera de esta manera,


poder acompaarlo en su trnsito. Dnde est? Me
gustara que me llevaseis.
S, claro! Le dimos sepultura muy cerca del ro; la
tierra es ms fcil de cavar. Pero ahora me esperan en el
pueblo. Y vuestros monjes tampoco estarn demasiado
lejos.
Los monjes. Me haba olvidado de ellos! Se me
ocurre que podemos hacer juntos el camino de regreso, si
no os molesta.
Pocas palabras cruzaron los dos hombres hasta llegar
al pueblo. Caminaban un poco maquinalmente y Tresdedos
se arrepenta de haber aceptado unas monedas de Magda a
cambio de procurarle un encuentro con el prior, que deba
parecer casual. Mientras tanto, Dalmau recordaba algunos
de los momentos compartidos con Asar, aquel fiel amigo
que lo haba acompaado durante tantos aos y al que no
volvera a ver nunca jams.
Tresdedos seal una zona cercana al ro, bajo la
ladera de la montaa que llamaban Rincn de los Vientos.
Lo encontraris en seguida. Ese caballo era un buen
ejemplar. Tuvimos que hacerle un buen hoyo!
Dalmau no tuvo tiempo de darle las gracias. Tal como
el soldado haba convenido previamente, Magda les sali al
paso en las primeras casas del pueblo. Tresdedos
aprovech para despedirse del prior con el pretexto de sus

tareas urgentes, pero sus palabras sonaron falsas. Por un


lado le saba mal haberle tendido aquella celada, pero su
lado ms canalla disfrutaba de verdad.
Que Dios sea con vos, Magda dijo el monje.
En l confo. Celebro veros recuperado.
El prior de Santa Maria saba que, antes o despus,
tendra lugar aquel encuentro. Si bien no consegua
recordar todo lo que haba sucedido durante el incendio,
tambin la presencia de la mujer se mezclaba con otros
episodios que lo inquietaban, llevaba un tiempo en que le
costaba discernir la realidad de las pesadillas. En ms de
una ocasin haba estado a punto de pedirle al hermano
Sim que lo ayudara a reconstruir los hechos, pero an no
se haba atrevido; una suma de pudor y malos ageros lo
detenan.
Ah! S, gracias! dijo el monje en el intento de
salir del paso.
Eso es todo? Gracias. Y ya est?
Perdona, yo...
Te crees que ests dando la absolucin a uno de tus
pecadores arrepentidos? Es eso lo que piensas hacer
conmigo? Para despus invitarme a marchar en paz,
quizs? aadi visiblemente contrariada.
El monje recul los dos pasos que ella haba avanzado,
no poda rechazar la intimidad que Magda planteaba. Por
qu le hablaba as? De dnde sala aquel despecho? A

pesar de sus esfuerzos, era imposible huir de la proximidad


que se estableca entre los dos cuando se encontraban, las
piernas le temblaban y la situacin se le iba de las manos.
Magda...
Vaya, vaya, parece que vamos bien.
Escucha, he venido a encontrarme con los nuevos
monjes que vienen de Ripoll. No entiendo de qu va todo
esto, pero si quieres podemos hablar con ms tranquilidad
otro da.
No, Dalmau, no. O debera decir padre prior? Hace
demasiado tiempo que espero, que desespero, dira. Yo
tambin soy parte de tu rebao. No lo decs as all arriba?
No leis en los Evangelios que el pastor debe dejar a su
rebao para ir a buscar a la oveja descarriada? Pues aqu la
tienes!
La voz de la mujer son amenazadora, desafiante. Su
ademn era de plantar batalla y no pareca que nada pudiera
detener sus objetivos.
Qu quieres? pregunt Dalmau, cada vez ms
consciente de que no haba escapatoria posible.
Quiero que me mires a los ojos. Quiero orte decir
que el da en que me encontraste en la montaa no me
deseaste tanto como yo. Quiero saber quin es Dnia y
quin te hizo la herida en el cuello! Te quiero a ti, Dalmau!
No tienes ningn derecho!
Eres t quien me lo debe otorgar? Quin te

piensas que eres, eh? Juegas con la gente, les haces pensar
que otra vida es posible... Pero qu sabes t y todos los
hombres como t lo que es la vida? En el fondo sois unos
cobardes!
Dalmau Savars no se lo poda creer. Crea tener
respuestas, senta la proteccin del hbito desde que haba
tomado los votos, pero ahora se encontraba claramente en
desventaja. Magda haba puesto el dedo en la llaga y poda
notar cmo sangraba la herida.
Acaso te ha comido la lengua el gato? O es que no
soy digna de...
Basta! Me oyes? Basta! exclam el monje
mientras coga el brazo de la mujer con fuerza.
Despus, intentando mantener la calma, prosigui:
No ests del todo equivocada, s que he sido un
cobarde. Pero si piensas que solo t sabes de la vida, te
equivocas un rato. Dnia era mi mujer, yo di la orden de
que quemaran el campamento donde la tenan presa. No
saba que estaba, pero eso no me exime de la crueldad. Mi
hijo tambin fue una de las vctimas.
Dalmau dirigi su mirada al ro. Bajaba muy lleno y se
oa trabajar el molino, pero sus ojos se haban empaado.
Ahora ya sabes qu clase de hombre soy.
Magda no saba dnde meterse. Con las dos manos
presionndose el estmago procuraba aliviar la sensacin
de nuseas.

No te eches atrs. Queras saber quin me hizo


esto, verdad? pregunt el monje, mientras se descubra
el cuello con gesto enrgico. Me lo hice yo mismo! Me
colgu de una soga.
Ante la expresin compungida de la mujer, Dalmau
cogi impulso; ahora era l quien la tena contra las
cuerdas.
Te gustara saber los detalles?
El silencio fue la nica respuesta.
Pues intentar no ahorrrtelos! Cuando volv a
casa, estaba destrozado. No poda desembarazarme de
aquella imagen que me persegua da y noche. Y el olor...
Sabes, verdad, qu olor hace la carne asada? Claro que lo
sabes! Pero si estuvieras condenada a recordar siempre que
es el olor de las dos personas que ms amas en el mundo...
La voz de Dalmau se rompi por unos momentos y
Magda hizo el gesto de aproximarse.
No. An no he terminado! Me at la cuerda al
cuello en la misma haya debajo de la cual los haba
enterrado, en aquel lugar donde habamos vivido los
mejores momentos. Donde haba dado sepultura a lo que
quedaba de ellos, apenas cenizas y huesos! Lo entiendes?
Pero la muerte era un castigo demasiado dulce.
Dalmau Savars hizo una pausa como si necesitara
tiempo para convocar las imgenes que se haba esforzado
en borrar. Poco a poco la rabia se iba extinguiendo. Con un

cansancio antiguo sigui contando cmo Clara lo encontr


medio muerto y cmo Quim, su marido, restablecido de
aquella enfermedad que lo haba tenido a las puertas de la
muerte, lleg corriendo para descolgarlo. Despus explic
la lucha por continuar viviendo en contra de su voluntad y la
compasin que despert en el abad Oliba, que lo acogi
bajo su proteccin.
Entonces, no pude elegir. Apenas consegua
mantenerme en pie sin que el dolor me atravesara. Aquel
silencio de los muros era nuevo para m, acostumbrado
como estaba al clamor de los campos de batalla. Muchas
noches pensaba que enloquecera, me despertaba en la
oscuridad, empapado de sudor, perdido.
Haca rato que las lgrimas atravesaban las mejillas de
Magda. Avergonzada por todo lo que haba dicho, por su
comportamiento que ahora le pareca infantil, se haba ido
sintiendo pequea e injusta.
No llores. Cmo podas saberlo? dijo mientras
le secaba las lgrimas. T no tienes la culpa. Es cierto, el
da que te encontr en la montaa, todo en m se removi.
Ella... Dnia tena el mismo cabello, cuando sent tu piel
tibia... Lo siento.
Un herrerillo dio saltitos delante de la pareja y, por
unos momentos, distrajo su atencin.
Debera ser ms fcil vivir dijo Magda, mientras
miraba cmo el animal emprenda de nuevo el vuelo.

LIBRO V

1036

1
La primavera de 1036 naci radiante. Las flores estallaban
en los mrgenes de los torrentes y arroyos despus de un
benfico perodo de lluvias, muchos rboles quemados
parecan renacidos y la luz iba perdiendo el manto triste del
invierno. Como si el fuego hubiera sido un blsamo para
muchas de las dudas y conflictos que planeaban sobre Santa
Maria de Montserrat, los tiempos que siguieron al incendio
supusieron la plena dedicacin a unos objetivos que todos
compartan ms que nunca.
Su prior se multiplicaba ayudando a ultimar la iglesia
de lo que ya denominaban monasterio. La comunidad que
resida en l, unida en su determinacin, no dud ni un solo
instante de la direccin sealada. Mientras tanto, se
esperaba con entusiasmo el otoo, aquella promesa del
abad Oliba de consagrar el nuevo cenobio era un gran hito
que les daba an ms fuerza. Si se quera llegar a esta fecha
con todo realizado la tarea era inmensa, casi sobrehumana.
Pero haba un hecho que llenaba de goce a Dalmau ms que
cualquier otro: nadie estaba dispuesto a renunciar a ello.
Con el abad Guillelmo, el monasterio de Santa Ceclia
se haba cerrado puertas adentro y las agresiones contra la
fundacin de Santa Maria de Montserrat ya se vean como
un mal recuerdo. El pueblo de Guadvachet celebraba la

proximidad de los habitantes del nuevo cenobio a sus


problemas, las misas y donaciones hacan crecer la
influencia de los hombres de Dalmau Savars.
La prudencia del prior se vea impulsada por la
capacidad de trabajo de los monjes. Dos nuevos, Ricard y
Pau, haban llegado de Ripoll y ya se hablaba de que faltaba
muy poco para alcanzar el nmero que todos deseaban.
Doce era la base necesaria para emprender aquel camino
con fuerza, aunque los diez existentes se pudieran convertir
en un centenar cuando se enfrentaban a la faena diaria.
Ante aquel tiempo de bonanza, Dalmau se vea
obligado a poner freno a las ilusiones de Just y de Andreu,
que ya comentaban si en un futuro no demasiado lejano
Santa Maria de Montserrat poda transformarse en abada.
En el fondo se complaca de aquellas predicciones,
consciente de que haban emprendido un camino largo, que
los hitos llegaran poco a poco, pero tambin que los
grandes objetivos mantenan la moral de la comunidad
otorgndole una fuerza difcil de contrarrestar.
Maties, mientras tanto, se haba convertido en la
persona que todos, sin excepcin, necesitaban. Haba sido
capaz de recuperar los huertos con la ayuda puntual de
Ramon, de poner orden en las tareas del scriptorium
mientras el hermano Robert se recuperaba de una grave
enfermedad; tambin coordinaba la ayuda que les ofrecan
desde el pueblo, un buen puado de brazos enrgicos que

completaron la dedicacin de los escasos obreros


cualificados. Este era uno de los principales problemas de
Dalmau Savars. Por mucho que enviaba emisarios a los
pueblos cercanos, las amenazas del seor de Manresa a
todo aquel que ayudara en la obra hacan que se cerraran las
puertas a su paso. Segn las palabras de Pon de Balsareny,
la iglesia se haba apoderado de un territorio que le
perteneca.
El prior cada vez tena menos oportunidades de
conseguir nuevos hombres. Los campesinos pagaban
altsimos tributos, tanto daba si las cosechas eran buenas o
si una enfermedad haba matado a todos los corderos. En
las casas necesitaban los brazos jvenes y capaces si
queran satisfacer las cuotas.
Entre tanto, los seores acumulaban riquezas y
elevaban el poder de las armas. El miedo se apoderaba del
antiguo condado de Manresa, y el abad Oliba, una vez ms,
lo miraba de lejos; sus empresas no le permitan prestar
atencin a las necesidades del nuevo monasterio y a sus
feligreses.
Es cierto que Oliba es el abad de este monasterio,
Dalmau, pero si queris alcanzar el camino que Dios os ha
marcado solo disponis de vuestras propias fuerzas.
Lo s, amigo Basili, lo s! Tambin entiendo que
cuento con los mejores. Doy gracias cada da por haberme
encontrado con Anton, Sim, Maties y el resto de hombres

que me acompaan. Pero el desafo continuo de Pon de


Balsareny merecera una respuesta, no solo por cmo trata
a Santa Maria, sino tambin por cmo esclaviza a su
pueblo.
Y vos quisierais ser el soldado capaz de levantarse
en armas y luchar contra la injusticia...
Nunca podr ocultaros nada? Ni tan solo tendr la
satisfaccin de que me escuchis y me tengis confianza,
aunque sea por complacerme?
Es eso lo que queris?
Quiero que la palabra de Dios suene con claridad y
con justicia en este territorio tan olvidado por todo el
mundo; es el ministerio que me han encomendado. Jess de
Nazaret fue un rebelde, pero la Iglesia a menudo hace servir
sus palabras para procurar la sumisin del pueblo.
Eso que decs os puede traer muchos problemas.
Incluso a vos. Lo sabis, verdad?
A veces reflexiono sobre las lecturas que da tras
da hacemos del Evangelio. Mateo dice: Bienaventurados
los perseguidos por causa de la justicia. No os parece
que, precisamente, estos perseguidos son los que
desenmascaran a los poderosos?
Pues me parece que vais por el buen camino.
Conversaciones como esta que haba tenido con el
ermitao durante un paseo de celebracin de la primavera,
mientras discutan sobre las caractersticas de las plantas

que iban encontrando o ponan nombres a las piedras que


coronaban la montaa, daban fuerza a Dalmau.
Aunque los acontecimientos en el monasterio exigan
la mxima atencin, la presencia de Anton en el cenobio lo
liberaba a la hora de buscar el consejo de Basili; a quien, en
el secreto de sus pensamientos, llamaba padre.
Era aquella la idea que ms se acercaba a su manera de
entender la misin de un abad. Haba una gran diferencia
entre el orden y la paz. Entre el dictador o el militar, que se
imponen con la fuerza del poder, y el hombre sabio, el
maestro o el profeta, que solo con su autoridad interior
convence a las conciencias.
El ermitao actuaba, los hechos siempre iban por
delante y su manera de entender la palabra de Dios tena
mucho que ver con un espritu natural que espantaba los
pensamientos ms rectos. Nunca haba conseguido llegar al
corazn del hermano Sim, a pesar de que era capaz de
combinar sabiamente rigor y dulzura, tal como deca la
Regla que se deba comportar un buen abad.
Dalmau saba que no era el nico que pensaba as.
Tambin Maties reconoca el magisterio del ermitao y lo
aoraba. Haba sido una presencia en la sombra, a menudo
silenciosa, que dejaba al descubierto tus debilidades y, con
la misma fuerza, te haca ver la bondad que anidaba en todas
las criaturas de Dios.
Pero el tiempo de Basili, y de esto era muy

consciente el prior, iba pasando. Las ltimas veces que


haba subido a Les Magdalenes lo haba visto ms dbil.
Ahora, como el mismo ermitao le haba dicho, era su
momento. Dalmau se esforzaba por no desaprovechar
cualquier situacin para seguir aprendiendo de su modestia,
de su desafeccin por las cosas, del arte de saber vivir en
libertad y con la confianza de los pjaros. No era una tarea
fcil de llevar a trmino en un cenobio, pero el prior pona
todas sus energas en no olvidar la vida sencilla, tan
prxima a la esencia, que haba surgido en aquella
comunidad al amparo de las montaas.
Cada instante que pasaba en compaa del ermitao
entenda que era necesario acercar a la comunidad a una
disposicin del alma diferente. Y, quiz por primera vez,
despus de su conversacin con Magda, senta que haba
conseguido renunciar a una seguridad interior a la que, en
otros tiempos, se aferraba como el nufrago que busca una
tabla de salvacin.
Sintindose ms libre, ms ligero, se despidi de
Basili y emprendi el camino de regreso al monasterio.
Las pequeas batallas de cada da cobraran de nuevo
importancia. Pero Dalmau Savars, prior de Santa Maria de
Montserrat, se enfrentara a ellas con fuerzas renovadas,
con la intencin de seguir trabajando en las relaciones
entre los hermanos y de estos con Dios, de crear un mundo
ms digno de ser vivido.

Esther abandon los fogones con el estmago


revuelto. Poco despus corra hacia el exterior de la casa
tapndose la boca con las manos. En cuanto la vio, su
hermana olvid las albndigas de migas de pan y tocino que
acababan de amasar. El caldo sigui hirviendo mientras
corra detrs de ella.
Despus de un vmito que la dej del color de la cera,
Esther se apoy en la pared de adobe. Lo ltimo que quera
era llamar la atencin y se alegraba de que el aire del norte
la fuera reconfortando poco a poco. Pero Magda no tard
en aparecer.
Hace das que me tienes preocupada. No te veo
comer y te ests quedando muy delgada. Quiz deberamos
ir a Manresa y que te visitara un mdico dijo la hermana
mayor levantando las cejas.
No es nada, se me pasar en seguida. Y ya sabes que
no creo en esos brujos que se hacen llamar mdicos
respondi Esther.
Eres igual que madre. Si quieres te preparar la
infusin de hierbas que ella nos haca.
No, de verdad, estoy bien. Vamos dentro y
terminemos de hacer la escudella, Ramon no puede tardar.
Ya sabes que si no tenemos la comida hecha coger un
trozo de pan y tocino y volver a la faena.
La sopa herva bajo la chimenea en el espacio central
de la casa y el olor a caldo se esparca por todas partes.

Solo un par de cortinas separaban la estancia en tres ms


pequeas. Detrs haba unos jergones de paja y un bal
donde dejaban la ropa. Esther y Ramon ocupaban la ms
espaciosa. Del otro lado, justo al lado de la puerta que daba
al huerto, dorma Magda. En aquel mismo lugar haba
muerto su padre poco antes de que la pareja decidiera
casarse.
Esther quera atizar las brasas del fuego, pero su
hermana no se lo permiti. Cogindola del brazo la oblig
a sentarse en un banco.
Descansa un poco, que lo har yo. An es muy
temprano. Por qu no hablamos un rato? Lo echo en falta.
A veces pienso que quiz yo sea la culpable... No quisiera
que mi presencia os causara ninguna molestia. Debera
marcharme y dejaros seguir con vuestra vida. Ganas no me
faltan, creme. Pero no quiero regresar a Barcelona, ya s
qu me encontrar.
No digas tonteras! Cmo se te ocurre algo
semejante! Esta tambin es tu casa y Ramon te adora, dice
que no le gusta dejarme sola, pero t siempre ests...
Pues no entiendo qu pasa, Esther. No te veo feliz.
Has tenido que luchar mucho, pero ya tienes la familia que
queras. Lo has conseguido! Pero mrame a m, quera
comerme el mundo y el mundo se me ha zampado! He
pasado los mejores aos de mi vida con el odio en el
cuerpo y persiguiendo fantasmas. Quera marcharme para

siempre de este valle y tuve que volver con el rabo entre las
piernas. T no has perdido el rumbo como me ha pasado a
m.
No lo s, Magda, no lo s. A veces pienso que
habra debido dejar volar a Ramon.
No le pusiste ningn cuchillo en el cuello! Fue l
quien...
Esther la hizo callar con una caricia y tom la palabra.
El humo que desprenda la olla haba ido espesando el aire
de la estancia.
Si quieres que te diga la verdad, an no s por qu
se ha quedado conmigo. Desde que mataron a su padre no
ha vuelto a ser el mismo. Pensaba que se le pasara con el
tiempo, quera creer que yo le hara olvidar todo lo que lo
atormenta. Pero sus aflicciones no vienen solo de la
muerte de su padre, estoy convencida.
La hermana mayor no respondi. Se haba propuesto
escucharla, pero no poda evitar la alarma que le producan
sus palabras. Ella tambin se haba dado cuenta. Algo no
marchaba, Ramon nunca comparta sus pensamientos. De
alguna manera, Magda se reconoca en sus silencios.
Ya ves que no he sabido cmo hacerlo. Vivimos
juntos, pero su corazn no late con el mo. A veces lo oigo
hablar en sueos, tanto llora como llama a su madre y,
cuando se despierta, dice que no se acuerda de nada.
Querrs decir que llama a su padre.

No! Siempre llama a su madre, a una mujer que ni


tan solo es capaz de recordar! Sabes qu pienso, Magda?
Pienso que Ramon nos oculta algo, y quizs ira ms all.
Sus preocupaciones son mucho ms importantes que
nosotros aadi sin esperar respuesta.
Magda quera decirle que exageraba, pero habra
traicionado a la verdad. Se acerc para abrazarla; lo haca
cuando ella era pequea, cuando intentaba protegerla de las
palizas de su padre, el final obligado en las noches en que
beba ms de la cuenta. Pero Esther segua tensa, sin
abandonarse a la estima que en el fondo deseaba. Se apart
la distancia justa para poder mirarla a los ojos y,
finalmente, su hermana murmur...
Espero un hijo.
Cmo dices? Esa es una gran noticia!
l an no lo sabe.
Y qu esperas para decrselo? Quizs ese hijo sea
la solucin a tus problemas, hermanita. No lo has
pensado? La noticia har que olvides sus preocupaciones,
te lo aseguro!
Dios te oiga, Magda!

2
El prior discuta con Anton sobre una donacin que se
haba planteado recientemente cuando el hermano Robert
entr en la estancia. Aquel hombre de tintas y pergaminos
se vea demudado; como otras veces en que los nervios lo
asaltaban, le costaba articular las palabras. Dalmau entendi
que lo reclamaba al scriptorium y se quera oponer, pero el
sudor que perlaba su frente lo acab de convencer.
As sea concluy enfadado. Pero no os
marchis, Anton. Volver en seguida.
El prior poda haber visto que el hermano Maties
estaba en un extremo del claustro, acompaando a un chico
desconocido, pero la donacin de aquella casa de campo a
mucha distancia de Montserrat lo pona en un compromiso
que no saba cmo resolver. Segua los pasos de Robert,
con el deseo de que aquella urgencia no le ocupara
demasiado tiempo.
E l scriptorium haba mejorado mucho durante los
ltimos meses. Bajo la supervisin del hermano Andreu,
las troneras se haban hecho ms grandes para aprovechar la
luz natural, y los bancos de trabajo ya no eran taburetes
inestables. Por otro lado, la llegada del hermano Ricard no
haba sido de gran ayuda. A pesar de los propsitos del abad
Oliba de enviar a un iluminador capaz de impulsar el oficio

en Montserrat, el nuevo monje era muy joven y un poco


torpe, apenas un aprendiz a quien a menudo haba que dar
indicaciones.
Maties an dedicaba mucho tiempo a confeccionar
pergaminos y en la estancia podan verse unas cuantas
pieles de ternera puestas a secar. El prior Dalmau saba que
ahora haba que rasparlas para eliminar las impurezas, un
proceso difcil; solo entonces comenzara la tarea de los
copistas, que haban acabado siendo el hermano Sim,
cuando no lo absorban sus estudios, y el mismo Robert.
Bien, ya estamos aqu, pero no tengo mucho
tiempo, hermano Robert.
Cuando veis lo que os mostrar lo tendris. Un
instante...
El monje fue hasta la mesa del fondo, donde
habitualmente guardaban las ltimas copias. Dalmau miraba
a su alrededor, admirando la perfecta disposicin de las
plumas de ave, con ganas de oler la tinta preparada en el
interior de los cuernos. El hermano Robert, sin destacar
por su pericia, conoca bien su oficio, y el abad Oliba tena
buenos motivos cuando lo trajo a Santa Maria. Un
scriptorium necesitaba una mente ordenada, conocedora de
las dificultades tcnicas que se podan presentar en el largo
proceso de confeccin de los libros.
Mirad! dijo mientras pona en las manos del
prior un pequeo volumen, un glosario de los que se usaban

para la doctrina.
Ya lo veo. Dalmau le dio unas cuantas vueltas en
las manos y, sin prestarle especial atencin, se lo devolvi
. De dnde lo habis sacado? No lo haba visto antes.
No, no, permitidme.
Robert cogi el libro, pero a continuacin lo hoje
delante de sus ojos hasta llegar a una de las pginas
interiores. Sin sorprenderse de cmo cambiaba el rostro de
Dalmau, busc otra. Despus lo deposit de nuevo en las
manos del prior.
Pero... Esta capitular es extraordinaria! Es eso lo
que me queris decir? Y la iluminacin de esta otra
pgina... No es normal encontrar un trabajo as en un
simple glosario! Haca tiempo que no contemplaba nada
semejante! De dnde lo habis sacado? Basta de
adivinanzas.
No os alteris. La respuesta no es sencilla. Ha
venido un chico con el libro en las manos; alguien le haba
dicho que se lo compraramos, pero, claro, yo he
comenzado a hacer preguntas...
Y... dnde est ese chico? Lo habis dejado
marchar?
Acabis de pasar muy cerca de l. Le he pedido al
hermano Maties que lo retuviera hasta saber vuestra
opinin. Yo creo que lo ha robado, pero el chico asegura
que el ejemplar no proviene de Santa Ceclia. No se me

ocurre otro lugar, a no ser que venga de ms lejos...


Vos qu pensis, realmente? lo interrumpi
Dalmau.
Sin duda, el que lo ha hecho es un iluminador fuera
de lo comn. Tambin resulta muy interesante que parece
un trabajo reciente, me atrevera a decir de hace pocos
meses. Con seguridad lo habis apreciado.
Dalmau observ con deleite una esplndida M
capitular. Comenzaba a entender lo que pasaba por la
cabeza del hermano Robert... Si dispusieran de un
iluminador como aquel, la tarea del scriptorium ira ms
all de las copias sencillas. A pesar de que solo eran
conjeturas, pens que no perda nada si tena una
conversacin con aquel chico.
Sali al claustro y pidi a Maties que continuara con
sus obligaciones. El portador del libro era muy joven, quiz
no tena ms de doce aos. Su aspecto no era enfermizo,
pero s esmirriado.
Sabes qu deca nuestro Seor de los ladrones?
Crey que si no comenzaba un poco fuerte no
obtendra nada. Y aquellas palabras fueron efectivas; el
chico le lanz una mirada entre el espanto y la indignacin.
No soy un ladrn! Bien, quiz s, en cierto sentido,
pero tengo hambre y mi familia muri el ao pasado. Antes
llevaba los corderos a pastar, pero ya casi no quedan
animales en el pueblo; el seor de Manresa se los llev

como tributo.
Su palidez pareca corroborar aquellas palabras. El
prior se dijo que ni tan solo un ladrn mereca pasar
hambre y se dirigi al hermano Robert, que no se haba
movido de su lado, para que fuera a buscar un pan y un poco
de queso. El monje obedeci, pero no sin esbozar una
mueca.
Escchame bien. No quiero hacerte dao, pero me
gustara devolver este libro a su propietario. Si me ayudas,
puedes quedarte una temporada con nosotros; a los obreros
les vendra bien un ayudante. Por cierto, an no me has
dicho tu nombre.
Aquel nio se lo pensaba, pero Dalmau lo tena cada
vez ms claro, solo era un chiquillo y adems estaba
alarmado y famlico. Despus de un rato en que pareca
sopesar las opciones, se decidi a responder, pero iba poco
a poco y el prior se impacientaba.
Soy de Marganell. Somos un pueblo con muy pocos
habitantes, no demasiado lejos de Guadvachet. Mis padres
murieron, ya os lo he dicho. Toda la culpa es del viejo Set.
Se llev al hijo del carpintero, mi nico amigo, y yo
pensaba... bueno, ya lo sabe... pensaba si correra algn
peligro, dado que se trata de un hombre esquivo y poco
amable...
El hermano Robert se haba propuesto que el chico
acabara de hablar, pero este, en cuanto vio que llevaba la

comida ofrecida, corri hasta sacrsela de las manos.


Dalmau esper a que recuperara el aliento despus de
llenarse la boca con un enorme trozo de pan.
Soy Llus, pero me llaman Perdut. Un da decid ir
hasta la iglesia para ver si Set tambin tena trabajo para
m; todos decan que mi amigo dibujaba muy bien y por eso
se lo haba llevado. Pero yo no s dibujar, solo sacar a los
corderos, y este hombre me ech... Por eso rob el libro.
Llevaba dos das sin comer nada...
El prior de Santa Maria no saba qu pensar. Si era
cierto lo que deca Llus, aquel libro era robado, pero a l
comenzaba a interesarle ms el otro chico, el que ayudaba a
ese extrao personaje de Set.
Dices que tu amigo sabe dibujar, pero este libro
solo se puede hacer en un scriptorium.
S? Pues debera ver lo que tiene montado el viejo
Set en Sant Jaume de Castellbell. l dice que ha sido
monje en un gran monasterio. En la capilla que ocupa,
cerca de Marganell, todo est lleno de cuernos de cabra
donde preparan la tinta, hacen colores con las hierbas de la
montaa y con piedras trituradas. Le dije si quera que lo
ayudara a hacer otras cosas ms fciles; yo s picar piedras;
pero es un hombre extrao...
Bien, te quedars con nosotros hasta maana,
podrs comer y dormir, pero al alba me acompaars a
devolver este libro a su propietario, entendidos?

Qu queris decir? Volver a Marganell? Pero es


muy lejos...
No sera fcil retener al chico. El prior encarg
expresamente a Anton que lo vigilara, le dijo que lo pusiera
a su lado en el dormitorio y que se atara con l por la noche
de manera que no pudiera escaparse.
Confiaba en que podra convencerlo, y si no era as,
iran de todas formas.
La mirada del hermano Robert brillaba de emocin
mientras Dalmau daba las rdenes. No deca nada, pero
esperaba que el tal Llus los ayudara a descubrir quin era
aquel joven capaz de competir en precisin con los
mejores artesanos y, tambin, de dnde provena el monje
misterioso que se dedicaba a confeccionar libros.
Haca mucho que Ramon no se enfrentaba a la faena
canturreando. Magda no se haba equivocado y la noticia de
la llegada de su primer hijo haba sido providencial.
Aquel da de comienzos del verano el hombre miraba
los olivos con satisfaccin. El campo que haba heredado
de su suegro ya no era el mismo de unos aos antes y
confiaba que diera la primera buena cosecha. Se haba
dejado los riones preparando la tierra, dado que la rocalla
montserratina tambin era abundante en el valle. No haba
sido fcil construir muros de piedra seca para que los
aguaceros no dejaran las races desprotegidas. Haba
labrado el terreno y arrancado las malas hierbas. Ahora

tena que hacer una poda ligera.


Antes de desmocharlas siempre recordaba las
enseanzas de su padre. Miraba el rbol de lejos para
obtener una forma uniforme y equilibrada. Entonces
eliminaba aquellas ramas que, meses ms tarde, podran
resultar un obstculo para la cosecha. Durante la operacin,
tambin tena presente facilitar la entrada del sol en el
interior del rbol.
Si es bueno para m, tambin lo ser para las flores
y los frutos dijo el hombre en el que se haba convertido
aquel joven dubitativo.
De pequeo, los troncos retorcidos de formas
fantasmagricas le llamaban poderosamente la atencin.
Jugaba a adivinar caras de ojos desorbitados o de bocas
famlicas dispuestas a engullir a quien se atreviera a
aproximarse. Ramon pens que llevara all a su hijo y,
juntos, trenzaran historias de personajes fantsticos.
Abstrado en estos pensamientos, lo sorprendi la voz
de Tresdedos, muy cerca de donde se encontraba.
Siempre te presentas por la espalda, t? Me has
asustado! dijo Ramon.
Actuar con sigilo forma parte de mi trabajo. Me ha
proporcionado muchos beneficios. Quizs, incluso, me ha
salvado la vida en alguna ocasin.
Hombre, pero ahora no ests en tu torre y...
Yo siempre estoy en mi torre, como t la llamas

interrumpi el soldado.
Ya veo que esta no es una visita de cortesa dijo
Ramon, dejando el hacha en el suelo y cruzndose de
brazos.
No pienses que para m es fcil. Aunque no te lo
creas, te aprecio. Tu padre era un hombre al que admiraba
mucho.
Ramon suspir y apret con fuerza las mandbulas,
aquel prembulo solo poda traer malas noticias.
Pon de Balsareny, seor de Manresa...
Bien que s quin es Pon de Balsareny!
interrumpi al esbirro.
De acuerdo, ir al grano! Me ha ordenado que te
dijera exactamente esto: Si antes de la vendimia no has
hecho honor a tu palabra, otro cuello tierno llorar bajo el
acero de una espada. Pero, esta vez, no habr perdn.
Tresdedos se volvi dejando al hombre temblando de
arriba abajo. Ni recordar las palabras de su padre
explicndole su propia historia le haba producido tanto
horror. Aquella amenaza iba contra su hijo! El nio an no
nacido sera sacrificado en recuerdo de un episodio
antiguo, aquella muerte de la que l mismo se haba librado,
milagrosamente, muchos aos atrs!
La rabia apareci de nuevo en su rostro, hasta no haca
mucho sereno y esperanzado. Se dirigi a un olivo viejo y
le clav el hacha con toda la fuerza de que era capaz. Una y

otra vez, el acero se encajaba en la corteza spera. El


hombre, furioso, soltaba un grito en cada embate. Cuando,
por fin, el rbol se parti con un crujido prolongado hasta
yacer sobre el suelo, Ramon rompi a llorar.
No quera volver a casa en ese estado; por nada del
mundo quera preocupar a Esther. Una vez recogidas la
azada y el hacha, hizo un montn con las ramas que haba
podado antes de la aparicin de Tresdedos y, con ellas a la
espalda, se dirigi hasta la Fuente Grande. Un par de
mujeres llenaban los cntaros, pero Ramon apenas las
salud. Puso la cabeza bajo el agua fra y se qued un
momento. Aquel chorro lleno de vida no lo confort;
cuando la realidad se vuelve ensordecedora, solo puedes
clamar verdades con gritos que te salen de las tripas.
Buenas tardes, amor mo. Buenas tardes, Magda
dijo el hombre, sacando fuerzas de flaqueza.
Despus abraz a Esther y le acarici el vientre que ya
mostraba un volumen considerable. Magda sonri antes de
guiar el ojo a su hermana. Ms que comer, aquel da
Ramon se trag todo lo que las mujeres haban preparado.
Con la excusa de haber olvidado las cuerdas, desapareci
de prisa y corriendo. Necesitaba pensar, acabar de una vez
por todas con aquella pesadilla que llevaba aos sufriendo
en silencio.
Por un momento tuvo la tentacin de subir al
monasterio y explicarle todo a Dalmau, pero haca mucho

que no lo vea. Tampoco tena ganas de escuchar sermones


ni de que le dieran palmadas en la espalda. No volvi en
toda la tarde. Tresdedos lo observaba caminar por campos y
veredas desde su atalaya con la desazn en el estmago.
Despus, lejos de la mirada del esbirro, el hijo de Toms
recorri el curso del ro como un alma en pena; de vez en
cuando se detena y lanzaba piedras o contemplaba la franja
de espadaas que se alineaban junto al agua luciendo un
verde exultante.
Hasta que la brisa del ocaso no pein el carrizo no
tom conciencia del tiempo transcurrido. Entonces,
mientras las aguas del ro brillaban bajo los ltimos soplos
del da, volvi a casa con paso firme. La decisin estaba
tomada.
Aquella noche pidi a su mujer que no encendiera la
vela. Quera hacerle el amor en la oscuridad. Ramon
recorri cada palmo de su piel con la punta de los dedos,
como si no quisiera olvidar nunca aquel trayecto. Le repas
con la lengua los pezones endurecidos y acarici con
deleite los pechos tensos por el sexto mes de embarazo.
Como quien bebe por primera vez despus de una travesa
por el desierto, mezcl su saliva con la de ella y la
respiracin se hizo ms rpida, entrecortada, urgente.
Esther intent taparle la boca.
Magda. Nos oir...
Olvdate de ella. Hoy t y yo somos las nicas

personas en el mundo, las nicas, amor mo le susurr al


odo.
La mujer no dijo nada ms, ni tan solo cuando al
penetrarla sinti que aquel hombre la amara siempre.
Tambin ella se entreg en cuerpo y alma y, sin hacer
preguntas, le sec las lgrimas que, mezclndose con el
sudor, le resbalaban por el cuello.

3
Ciudad de Manresa
Pon de Balsareny, a pesar de que los aos
comenzaban a pesarle, se obstinaba en ir cada semana al
mercado para cuidar sus intereses. Con el tiempo haba
conseguido que una buena parte de los campesinos de
Manresa le rindiera tributo a cambio de su proteccin. La
condicin de bastardo nunca haba sido un impedimento,
considerando los peligros que amenazaban el condado. Las
incursiones llevadas a cabo por los rabes en Manresa en
1003 an perduraban en la memoria de los ms viejos.
Ni tan solo el generoso perdn de la condesa
Ermessenda y del abad Oliba, cuando haban decidido
resolver el conflicto del castillo de Sacama dndole a Pon
un cargo en Barcelona, fue suficiente para cambiar su
naturaleza acostumbrada a la lucha. Llevaba mucho tiempo
con un nico proyecto, apoderarse de aquella ciudad de
nobles en decadencia.
Pero ahora se senta viejo, cada vez le costaba ms
subir al caballo, levantarse por la maana, hacer el amor
con las muchachas a las que pagaba esplndidamente sin
que, al fin y al cabo, le procurasen placer.
Tom la calle del Carme saludando a todos los que se
cruzaban en su camino. La mayora de los habitantes de

Manresa no saban nada de sus pretensiones al condado, de


cmo haba ido adquiriendo heredades con malas artes para
hacerse rico, ni de su ltimo proyecto, la lucha que haba
emprendido para apoderarse de la montaa de Montserrat,
donde quera construir un castillo para vivir hasta el final de
sus das. Para muchos de ellos era un comerciante, un
seor que colaboraba con sus vecinos, que pona a sus
hombres al servicio de los ms necesitados.
La muerte del conde Berenguer Ramon haba
comenzado a trastornar su pequeo universo. La nueva
heredera del condado de Osona, al cual injustamente
perteneca Manresa, era Guisla de Llu, una mujer
ambiciosa que no renunciara a ninguno de sus territorios a
pesar de establecer su residencia en Vic. El plan que Pon
haba tramado durante aos, que el condado de Manresa
volviera a ser independiente con l al frente, ya no pareca
una opcin posible.
Era as como haba surgido la idea de retirarse en
aquella montaa que identificaba con un tiempo feliz ya
desaparecido, cuando de pequeo haba vivido con su
familia en Balsareny, antes de que la nueva mujer de su
padre lo rechazara.
Al llegar a la calle Sobrerroca, Pon se detuvo a corta
distancia del palacio que haba comprado haca aos al
presbtero Planella. Ya no lo encontraba suficiente, pero
adems estaba harto de aquel papel que l mismo se haba

otorgado. Cerca de los sesenta aos, deseaba descansar en


las tierras de Montserrat, lo ms parecido que haba
conocido nunca al paraso del que se hablaba en los libros.
Tan solo se opona aquella comunidad de monjes que
estaba cambiando el tranquilo valle de Guadvachet, sobre
todo por el indmito e imprevisible carcter del prior
Dalmau Savars.
De mostrarse prudentes y temerosos, los campesinos
de la zona estaban empezando a ser capaces de defender sus
derechos, incluso de exigirlos. La prxima consagracin
del monasterio le daba muy poco margen para resolver el
conflicto. Despus, el abad Oliba habra vencido una vez
ms y aquel modesto cenobio sera indestructible.
Pero l an tena un plan, se dijo mientras cruzaba la
calle y traspasaba el umbral de su casa.
No esperaba la visita de su hija, Bernarda. La vea
poco y, con los aos, a pesar de que el vergonzoso episodio
de su huida con Toms, aquel pobre campesino de
Guadvachet, haba quedado atrs, haba perdido el deseo de
hacerlo. Sali a su encuentro en el patio de armas, con
aquella sonrisa altiva que luca cada vez que estrenaba
vestido o un nuevo anillo engalanaba sus dedos.
Caramba! Me has espantado! Todo bien?
Y vos? He odo que estabais enfermo, por eso...
Enfermo! Quin te ha podido decir algo
semejante!

Se escuchan muchas historias desde que Guisla de


Llu se ha instalado en Vic; sin duda no le resulta
agradable vuestro poder en Manresa.
Estoy preparado, hija. Y, quieres que te diga algo?
Estoy harto de todo esto, me aburre!
Qu queris decir?
Es muy sencillo, quiero largarme! Eso quiero
decir.
Pero...
No puedes entenderlo, Bernarda. T tienes
suficiente con mover el culo todo el da, con mostrarte con
tu Guifr y...
Nunca os ha agradado mi marido, verdad?
interrumpi la mujer, visiblemente contrariada.
Ya volvemos a comenzar con esa cancin? No
creo que pudieras encontrar nada mejor despus de tu
estpida huida, de volver un ao despus con el rabo entre
las piernas y dejando atrs a un mocoso y, todava ms
grave, tu honra como mujer. Guifr es un necio, pero
restableci el honor en mi casa.
Un necio que adems es el hijo del juez episcopal.
Y, si no recuerdo mal, vos no habis dejado de
aprovecharos de ello!
No pienso discutir contigo, ni tampoco tengo que
darte explicaciones. Me hago mayor y no tengo la
intencin de dejar este mundo sin haber conseguido algo

realmente importante.
Y vuestros planes de un condado independiente, las
ansias de poder que os han movido hasta hace muy poco?
Quitaos de la cabeza esa maldita montaa...
Vaya, vaya! Acaso te trae recuerdos
desagradables?
Por favor, padre!
La hija del seor de Balsareny pariendo un bastardo
en una cueva, como los animales. Si hubiera venido a
buscarte... Pero, mira por dnde, aquel pretendido milagro
nos vino bien. El salvaje se ha hecho mayor y lo tengo bien
cogido!
Ramon! El hijo de Toms? Mi pequeo perdido?
Qu le habis dicho?
No me dirs que ahora se te despierta el instinto
maternal, verdad?
Qu le habis dicho? repiti la mujer con
aspecto serio.
Le he hecho saber que se le ha acabado el tiempo,
que la montaa debe ser ma. Es el imperio sobre el que
deseo reinar! Quiero tener su dominio absoluto, que se me
implore misericordia, ser su nico seor dijo Pon de
Balsareny con ademn altivo.
Eso no est en vuestras manos. El monasterio...
Al demonio el monasterio! interrumpi furioso,
mientras se levantaba como si un resorte lo disparara del

banco en que se haba dejado caer haca tan solo un


momento. No tardar en venir, es tan majadero como su
padre. Tu Ramon har cualquier cosa con tal de proteger al
hijo que espera su zorra. Y a ti, claro!
Lo habis amenazado con hacerme dao?
El hombre dibuj una sonrisa por toda respuesta.
Bernarda dio por finalizada la conversacin. No quera
seguir hurgando en el pasado. De ninguna de las maneras
aceptara que el recuerdo de una poca desafortunada
perturbara una situacin que la complaca y que se haba ido
construyendo con muchos esfuerzos.
All vosotros! exclam la mujer en voz baja,
mientras cruzaba la puerta de salida.
Con estas palabras puso punto y aparte a su visita. Por
otro lado, la idea de que su padre consiguiera establecerse
en Montserrat le agradaba. Dudaba mucho de que se saliera
con la suya, pero si as fuera, era una forma de perderlo de
vista. No poda haber un mejor momento, entre los nobles
de la ciudad comenzaba a correr una idea: deshacerse de
aquel bastardo tan intrigante llamado Balsareny, recuperar
la iniciativa y acordar con Guisla de Llu una posicin de
privilegio para Manresa.
Ella haba hecho un buen matrimonio y su lealtad no
estaba en entredicho, al menos hasta entonces.
Todas estas preocupaciones que le hacan apresurar el
paso para volver a su mundo impidieron que Bernarda

prestara atencin a los ojos que la miraban fijamente desde


el otro lado de la calle. Haban pasado muchos aos, y ella
nunca haba tenido el ms mnimo inters en recuperar el
contacto con nada relacionado con aquella fallida pasin de
juventud. Toms haba sido una equivocacin muy grave,
fruto de una mujer joven y alocada, pero la haba pagado
con creces.
As, ninguno de los dos nunca llegaran a reconocerse.
Haca rato que haban pasado junto al monasterio de
Santa Ceclia y an continuaban por la ladera de la montaa
en direccin norte. Dalmau comenzaba a pensar si no se
haba equivocado emprendiendo aquel viaje a Marganell
con Llus. Pero el deseo de saber ms sobre el autor de las
imgenes poda vencer cualquier razonamiento.
A pesar de las dudas, aquel trayecto le daba la
oportunidad de conocer una nueva perspectiva de la
montaa. l siempre haba ido por los caminos altos, en
compaa de Basili, y nunca haban pasado de la cima de
Sant Jeroni. Ms all estaba la zona que llamaban Los Ecos,
un terreno difcil donde el mismo ermitao se haba
perdido en numerosas ocasiones.
Pero ahora pisaban un sendero bastante plano; el
romero, las siemprevivas y las madreselvas los saludaban
desde los mrgenes. La ruta permita distinguir las
pequeas poblaciones del valle. Pero si lo que se
vislumbraba al fondo era Sant Cristfol y muy pronto

veran las casas de Marganell, solo poda saberlo su


acompaante. Ramon le haba hablado en varias ocasiones
de estos parajes, y el prior saba que algunos de sus
habitantes haban asistido a las misas de Santa Maria.
Una vista muy diferente se tena al mirar hacia las
cimas. Ver en la lejana aquellas rocas que se levantaban
como agujas en direccin al cielo hizo que Dalmau se
detuviera con frecuencia, al menos hasta darse cuenta de
que Llus continuaba avanzando y l corra el riesgo de
perderse.
Mientras segua los pasos del chico lo asaltaba la
sensacin de que Montserrat era un mundo aparte y quiz
pareca inalcanzable para muchos. Su ministerio no deba
encerrarse en l a la espera de recibir la visita de los
desfavorecidos por la obra de Dios. Era necesario ir en
busca de aquello que, a pesar de su mundanidad, poda ser
importante para los propsitos de la orden benedictina.
Se tranquiliz pensando que daba el primer paso. Si
era verdad lo que sospechaba, el prestigio del incipiente
scriptorium de Santa Maria se hara sentir en el resto de la
cristiandad. Pero poco despus rebaj sus pretensiones, se
dijo que eran ms propias de un soldado que de un monje y
record la eleccin que haba hecho. Solo si abrazaba la
sencillez, la modestia y el trabajo podra ser til a sus
compaeros de cenobio.
Atravesaron en seguida las cuatro casas de Marganell,

donde solo un nio y algunos perros los miraron de lejos.


El camino continuaba en direccin norte y las piernas de
Dalmau flaqueaban despus de tantas horas. Pero Llus no
quera detenerse, se lo notaba acostumbrado a las largas
caminatas y a comer menos que un mosquito. El prior de
Santa Maria forz un descanso y sac el pan y las cebollas
que Maties le haba puesto en la bolsa.
Detrs de aquel cerro hay un sendero que sube a los
campos ms altos. En medio, encontraremos Sant Jaume de
Castellbell.
No haba odo hablar de esta ermita dijo Dalmau,
mientras obligaba al chico a aceptar media cebolla y un
trozo de pan.
Quiz no tenga ningn sentido. En Marganell tienen
una propia y dicen que el habitante de Sant Jaume se ha
instalado en ella sin permiso.
Cmo es que lo han dejado, entonces?
Parece que Set naci en el pueblo, pero vivi
muchos aos fuera. Lo llaman as porque fue el sptimo
hijo de una gran familia, pero no queda ninguno en
Marganell. l mismo dice que fue abad de un gran
monasterio...
Aquellas palabras despertaron an ms la curiosidad
de Dalmau. Si era verdad quizs explicara algunas cosas,
tal vez el glosario haba venido de muy lejos, y esto no era
lo que esperaba, ms bien frustrara su visita.

Pronto lo sabra. Llus no poda estarse sentado y


antes de acabar lo que tena en las manos ya se haba puesto
de pie mirando en direccin a lo que quedaba de camino. El
prior guard el pan para seguir mejor las zancadas firmes
de su acompaante, no sin preguntarse de dnde sacaba las
fuerzas.
Poco despus cogan el sendero anunciado y en
seguida vieron la silueta de una ermita al lado de una casa
de piedra. Una pequea espadaa sobre la puerta
completaba el conjunto, pero no haba rastro de la campana.
Llus corri hasta situarse delante y grit el nombre del
supuesto monje.
Set! Set! He venido con un monje, Set!
No lo deberas llamar padre Set?
Es l quien no quiere, siempre se queja de todo.
Dice que eso es harina de otro costal.
La puerta de la ermita continuaba cerrada y no se oa
ningn ruido proveniente de la casa. Llus dijo que nunca
permitan entrar en ella a nadie, que lo haba hecho una sola
vez gracias a su amigo. Pasados unos instantes se escuch
el ruido de un pestillo y un hombre mayor pero muy limpio
se plant delante de los visitantes.
Te haba dicho que no volvieras, Perdut! Qu has
venido a hacer aqu? El viejo no pareca dispuesto a
admitir la presencia de Llus.
Lo he trado yo. Soy Dalmau Savars, prior de Santa

Maria de Montserrat. Queramos devolverle este glosario.


Set cogi el libro con unas manos finas de dedos
largos. Su rostro reflejaba extraeza y el prior ya tena en
cuenta todas las opciones.
Marc! Ven de inmediato, Marc!
La aparicin de Marc confundi an ms a Dalmau.
Era un campesino como cualquier otro de la zona,
achaparrado y con las espaldas anchas como un buey. Solo
una expresin de inocencia que se poda leer en su rostro
adusto haca pensar que se trataba de un joven. Dalmau
Savars, despus de escrutarlo a conciencia, no le dio ms
de veinte aos. Pero por mucho que buscaba en l alguna
seal oculta, no pareca creble que fuera el artfice de las
maravillas que explicaba Llus.
El anciano levant los ojos hacia el prior como si lo
examinara, pero solo durante unos instantes; Dalmau no
tuvo tiempo de corresponder. Nadie se atreva a romper el
silencio que se haba establecido entre ellos.
No me habas dicho que este bravucn se haba
llevado uno de los glosarios interrog Set, poniendo de
manifiesto que haba ms libros como aquel en algn lugar.
Marc no saba qu decir. Daba la impresin de que su
boca se haba quedado sellada.
Aunque Dalmau quiso romper aquel momento de
incertidumbre, el viejo fue ms rpido. Lo cogi del brazo
con torpeza y lo condujo lentamente hacia la ermita,

mientras con un gesto indicaba a los chicos que esperasen


en la casa.
Os agradezco que hayis venido a devolverme el
libro, pero quiz buscis alguna otra cosa dijo en cuanto
entraron, mientras Dalmau comprobaba con una cierta
desilusin que era un espacio casi vaco con un pequeo
altar en la cabecera.
Yo no quisiera causar ningn conflicto. Veo que el
chico es un poco extrao, pero no me ha parecido que
tenga malas intenciones.
Que no tiene malas intenciones, decs! Cmo se
podra llamar entonces al robo de un glosario tan valioso?
Vos lo permitirais en vuestro monasterio? Todo el mundo
habla del prior de Santa Maria. Y lo describen muy bien,
como un hombre recto, honesto...
Habis odo hablar de m.
Su voz profunda y autoritaria, los brazos de un
guerrero y las maneras de un Salvador...
Lamento que hagan esta clase de comparaciones.
Pero el pueblo es as, Dalmau. Quieren hroes y
vos os habis convertido en uno con el paso de los aos.
Os aseguro que no es mi pretensin...
Lo imagino, sobre todo sabiendo quin est detrs.
El abad Oliba nunca habra colocado a alguien que no
siguiera sus reglas.
Creo que estis confundido en cuanto a nuestra

comunidad.
Nada de eso! No me confundo fcilmente. Sabis
que estuve a cargo de la abada de Montecassino en su
mejor poca, que el mismo emperador Enrique me llam a
su corte?
Dalmau comenzaba a pensar que aquel hombre estaba
medio chalado, pero no era el motivo que lo haba llevado
hasta Sant Jaume de Castellbell. Deba tranquilizar a Set y
ms tarde ya indagara si eran verdad sus afirmaciones.
Yo no he venido a molestaros, pero en el
monasterio nos sorprendi la precisin de las capitulares y
algunas de las pequeas iluminaciones que contiene el
glosario.
Claro que os han llamado la atencin! Son
extraordinarias, no es cierto?
Dira que es la obra de un buen artesano y me
gustara conocerlo, si no es un inconveniente para vos. El
trabajo parece muy reciente y no es comn encontrar un
iluminador tan valioso.
Set pareca albergar una profunda desconfianza. Se
hizo la seal de la cruz antes de arrodillarse delante del
altar. El prior hizo lo mismo, sin tenerlas todas consigo.
Aquel hombre no se rendira fcilmente.
Os veo muy interesado, pero Marc es mi ayudante y
no pienso desprenderme de l.
Y si os dijera que podis venir los dos a Santa

Maria? Por lo que me han explicado, en Marganell no os


tienen demasiada estima y pasarais los prximos aos con
nosotros. Tenemos un scriptorium y nos vendra muy bien
un poco de ayuda.
Set no dijo nada. Poda estar rogando al Seor que lo
guiara en aquella eleccin o buscando la manera de
escabullirse.
Perdut se ha ido de la lengua, verdad? Os ha dicho
que las habilidades de Marc no son de este mundo.
De verdad es Marc? A m me da la impresin de
que sois vos. Saba que arriesgaba mucho, pero no poda
evitar aquella sospecha.
Me alegra pensar que an hay alguien capaz de
considerar mi vala, pero vos no sois tan infalible como
pensis.
Desconcertado por aquellas palabras, Dalmau se irrit
por primera vez despus de mucho tiempo. A qu estaban
jugando? Tena ganas de sacar a Llus de all y salir de la
ermita para no volver nunca ms. No esperaba que el
monje, si lo era, porque comenzaba a dudarlo, se levantara
de golpe y comenzara a caminar hacia la puerta tropezando
con la bolsa que haba dejado en el suelo.
Virgen santa! Qu habis puesto en mi camino?
Entonces lo entendi con claridad. Lo haba engaado
todo el tiempo, el hombre era ciego. Le acerc la mano a
los ojos y Set tuvo una pequea reaccin, como si lo

oliera, pero el prior habra podido hacer un gesto violento


sin que el viejo lo notara.
Cmo habis sabido quin soy? Vos no veis!
Ahora entiendo que no echarais en falta el glosario!
Shhh! Hay secretos que solo puede saber el Seor!
Y me sorprende que digis eso. Acaso solo se puede ver
con los ojos?
En Santa Maria os ayudaremos! Podris vivir en
paz.
Creis que es paz lo que busco?
Todos buscamos la paz y ms si, como decs, habis
sido un hombre dedicado a Dios.
Me temo que ahora no tendris una respuesta, prior
Dalmau.
Pero la tendr?
Quiz maana. Os podis quedar en Marganell.
Ahora oscurecer y no podris emprender el camino. An
conservo la casa de mis antepasados. Es la nica manera,
hacer como el labrador aquel que nos explica Santiago.
El labrador?
Mirad cmo el labrador espera el precioso fruto
de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la
lluvia temprana y la tarda.
Pero...
No hay ninguna otra solucin. Ahora podis entrar
en la casa y llevaros a Perdut, antes de que desaparezca otro

libro.
Tena hambre... dijo Dalmau, pero se dio cuenta
de que el viejo ya no lo escuchaba.

4
El casern que Set posea en Marganell estaba en muy
malas condiciones. Tan solo una de las estancias mantena
el techo y la ruina amenazaba todo el conjunto. Pero Llus,
que no haba hablado durante el trayecto al pueblo desde la
capilla, encontr con facilidad un rincn donde instalarse;
sus ronquidos se dejaban or ms all de la casa.
A pesar de que una noche oscura ocupaba el cielo del
valle, Dalmau decidi hacer sus plegarias en el exterior.
Adems, necesitaba unos instantes de soledad, pensar en
aquella jornada tan extraa en sus tareas habituales. Las
sensaciones contradictorias que le provocaba Set se
haban visto aumentadas al acceder a la casa donde trabajaba
con Marc. Ni tan solo en Ripoll haba visto un orden
semejante. Sant Jaume de Castellbell era un pequeo
scriptorium donde cada utensilio tena su lugar, donde las
tareas propias del oficio se llevaban a cabo con gran
dedicacin y pericia. Observ con admiracin a Marc
despus de tener en sus manos las dos biblias que haba
hecho. Ya soaba con poder ofrecer libros semejantes al
abad Oliba.
Solo lo inquietaba que alguna cosa no marchaba del
todo en la pareja que formaban Set y su discpulo; el
exilio voluntario que supona vivir en aquel lugar, las

reticencias del viejo a que nadie entrara en la casa. Dalmau


se retir antes de que sus pensamientos lo confundieran,
pero cerr los ojos recordando las ltimas palabras que le
haba dicho a su mentor en Ripoll:
No os decepcionar, padre abad.
A pesar del tiempo transcurrido, aquella promesa an
le importaba. Solo haba hecho otra semejante en su vida, y
no haba podido cumplirla.
Pas la noche entre sueos extraos. Dnia y su hijo
salan de la tienda poco antes de dar la orden para lanzar las
flechas incendiarias, pero l cumpla con su deber y bajaba
el brazo igualmente, mientras miraba los ojos de su mujer.
Despus todo era oscuridad y un lamento que le creca
dentro sin poder asegurar que fuese suyo.
Despierto desde mucho antes de la salida del sol,
haba decidido que volveran temprano al monasterio. Ya no
esperaba aquella visita que le inund el corazn de
esperanza.
Padre Set! Habis venido! Eso quiere decir que...
Dejadlo en Set, si no os molesta. Solo quera
comprobar que sois tan tozudo como explican dijo el
viejo, esbozando una sonrisa.
Pero nos acompaaris a Santa Maria?
No, pero os har una promesa.
Una promesa?
S. Los hombres como vos, Dalmau, llenos de

energa, de sueos, no se dan cuenta, pero llega un


momento en que todo eso ya no tiene importancia.
Entonces solo nos podemos fijar en los que tenemos ms
cerca, son ellos los que deben conmovernos, los que
podrn continuar el camino.
Imagino que os refers a Marc. Estoy convencido de
que l se encontrara muy bien en el monasterio. Con el
tiempo podra decidir si quiere entrar en la Orden, no le
impondramos en ningn momento que tomara los votos...
Perdis el tiempo, prior. Bien, he de confesar que
en el fondo me gusta. Yo fui muy parecido en otra poca.
Pero mi hora est muy prxima y quiero vivir los ltimos
das a mi manera.
Dalmau Savars guard silencio. Haba motivos a los
que no se poda oponer, por mucho que rompieran sus
planes. Se dio por vencido y sigui escuchando a aquel
personaje. Le costaba entenderlo, pero, segn crea, la
sinceridad no era solo una apariencia.
Solo os puedo decir que quizs algn da, si l
quiere, si cuando yo falte desea continuar con el mismo
oficio...
Si es tan bueno como las pruebas demuestran, tiene
un don natural que tan solo Dios puede haberle otorgado.
Pero tambin ha de hacer lo que quiera. Es joven.
Yo me march de este valle porque me di cuenta de que mi
vida no tena sentido, que poda aspirar a ms... Y no lo

llamis ambicin...
No lo har. Aunque estarais bien en Santa Maria.
La ilusin alarga la vida y los monjes que la habitamos nos
hemos comprometido a ello; todo es posible an.
Ya veo que no lo entenderis nunca. O quiz s, si
os digo la verdad...
Perdonad, pero tengo que intentarlo lo
interrumpi el prior. Yo tambin tengo mis reglas y creo
firmemente que el talento de Marc no debera perderse.
Lo decidir l. De acuerdo? Y en su momento!
Set lo dijo mientras se levantaba del banco donde se
haban sentado. La conversacin tocaba a su fin, pero l no
pareca enfadado, no obstante el nfasis que puso en las
siguientes palabras:
Es mi hijo, Dalmau! Lo abandon para emprender
una aventura que me sali bien, pero el poco tiempo que
me queda quiero disfrutar de su compaa, sin ninguna
obligacin ms, sin tareas que nos quiten un solo instante.
Dios me bendijo alargando el momento de mi ceguera,
pero apenas he tenido dos aos para ensearle todo lo que
s sobre el oficio. An hay cosas que quiero compartir con
l. Solo as me morir pensando que todo ha valido la pena.
Lo entendis ahora?
Set haba hablado de espaldas al prior, como si le
costara oponerse a su influjo. El prior pens que era loable
aquella oportunidad que buscaba el viejo, haba tenido muy

poco tiempo para hacer de padre y se lo mereca, incluso si


el nico objetivo era perseguir su redencin.
Siento mucho haberos importunado comenz a
decir, pero Set se volvi de nuevo hacia l y lo mir
fijamente, como si a travs de aquellos ojos ciegos pero
brillantes y llenos de esperanza le pudiera transmitir lo que
senta.
No me habis importunado, padre prior. Me habis
hecho feliz! Ahora s que Marc tendr un lugar cuando yo
desaparezca y os dir otra cosa: dudo que abandone su
oficio. Ha entendido tarde su valor y me da la impresin de
que no habr nada que le pueda complacer ms que trabajar
en el scriptorium de un gran monasterio. Ahora debo
volver a casa.
Dejadme que os acompae. No entiendo cmo...
No ser necesario dijo Marc mientras sala de
entre los escombros.
Con su actitud, aquel joven se opuso con firmeza a
Dalmau Savars, quiz porque les estaba robando un tiempo
que corresponda a padre e hijo. Su gesto era rudo, pero
tambin rezumaba un fondo clido, como si toda la
conversacin que sin duda haba odo le hubiera
proporcionado motivos para continuar soando.
Llus apareci cuando se marcharon padre e hijo.
Sabas que eran familia?
Por toda respuesta, Perdut se encogi de hombros.

Sera un gesto que repetira durante mucho tiempo, pero


Dalmau tuvo una sensacin agradable, como si lo conociera
bien y supiera que no haba motivo para preocuparse.
Poco despus emprendan el camino de vuelta, llenos
de tristeza por no haber conseguido que los acompaasen,
pero tambin con el deseo compartido de llegar lo antes
posible a su casa, al monasterio que algn da podra contar
con el oficio de un iluminador extraordinario.
Ramon llevaba dos das en Manresa cuando decidi
que haba llegado el momento de poner en marcha su plan.
Alojado en un hostal de la calle del Carme vigilaba
constantemente el palacete de Pon de Balsareny. No le
haba costado entender que aquel hombre, quisiera o no, era
su abuelo, viva sin miedo y tomaba muy pocas
precauciones.
La espera tena que ver con las dudas que el paso
definitivo le provocaba. Tresdedos pensaba que la suya era
una causa perdida, y as se lo haba manifestado. Ahora se
daba cuenta de que tambin para el seor de Manresa era un
ser insignificante; ni tan solo se haba molestado en
reforzar la escasa guardia que protega su cueva.
Mientras permaneca al acecho en una esquina
prxima, se dijo que quiz su engao haba funcionado.
Pon esperaba a un hombre dcil, a un aliado forzoso y
atemorizado; poco ms o menos, el mismo que siempre
haba saltado al ritmo de su cuerda, con sus reglas.

El Ramon que paseaba abiertamente por Manresa ya


no tena miedo, haba desterrado cualquier sntoma que lo
afectara directamente. Y aquella era su ventaja, una baza
que los dems ni tan solo sospechaban.
La vigilancia le haba permitido saber cul era el
mejor momento para acceder al palacio de la calle
Sobrerroca. Por las noches, la ltima luz que dejaba de
bailar era la de Pon; guardando el edificio solo quedaba un
hombre bien armado que al ver salir la luna por encima de
los tejados se retiraba al interior y encenda un veln antes
de aparecer de nuevo en el umbral para sellar la puerta.
Aparentemente, el resto de sus hombres en la ciudad
dorma en una gran casa en las afueras, al cuidado de las
mercancas que su seor haba robado o cambiado a
comerciantes de frontera.
Fue el momento escogido. Se plant de espaldas al
guardin y se deshizo de l con un golpe en la nuca, tal
como Tresdedos le haba enseado en otro tiempo. Toms
siempre estaba presente en aquellas lecciones, le explicaba
que quizs algn da le seran tiles...
Despus de atar al centinela, subi por la escalera del
patio de armas. Su abuelo estaba en alguna habitacin detrs
de aquella puerta cerrada, pero l an conservaba mucho
del chico gil que corra por la montaa sin que ningn
rincn le resultara desconocido. Se colg de una de las
cuerdas que usaban para subir los bultos y con un ligero

balanceo se proyect sobre la ventana.


Aquel ruido despertara a su abuelo, pero no lo
esperaba, no sin que fuera de da y con el rabo entre las
piernas. A quin podra recurrir?
Pon de Balsareny oy el ruido. Su estancia estaba
casi a oscuras y el estofado de la cena, an digirindose en
su vientre, le impidi una reaccin rpida. Cuando el
cuerpo le dio una tregua, aprovech la tenue claridad que
vena de la calle para levantarse e ir hasta la puerta.
Necesitaba poner fin a su dolor de estmago, pero al acabar
bajara al patio de armas a ver qu estaba pasando. En
ningn momento se esperaba aquella sorpresa, apenas
abandonado su cuarto, en su propia casa.
Lo siento, pero no vais a ninguna parte, Balsareny!
El seor de Manresa, incapaz de entender lo que
estaba pasando, se llev las manos al estmago antes de
decir con toda sinceridad:
No podr aguantar! Y no es el mejor momento para
nuestro encuentro; el centinela debe de estar bien borracho
para dejarte pasar a esta hora.
Sin ninguna intencin de atender a los problemas de su
abuelo, Ramon le puso una daga muy fina en el cuello y lo
hizo recular hasta el centro de la estancia. Era grande, pero
la escasa ventilacin conservaba un hedor intenso a ropa
sucia y humedad.
No es el mejor momento para que vayis de vientre,

y quiz ya vuestros dolores no tienen ninguna importancia.


Cmo te atreves a darme rdenes, a entrar en mi
casa por la fuerza...? Es lo que has hecho? pregunt an
incrdulo, mientras intentaba recordar quin se haba
quedado de guardia aquella noche.
Habrais hecho lo mismo, si no llego a venir, segn
me comunic Tresdedos. Ir a mi casa y hacer dao a las
personas que quiero. Pero supongo que os lleg mi
respuesta.
S, celebro que hayas decidido explicarme qu hars
para que por fin podamos librarnos de esos malditos
monjes. Ya se me ha acabado la paciencia, chico! Pero tu
actitud es imperdonable. Ahora que me has encontrado,
baja esa daga para que podamos hablar. Nadie os har nada!
Sois tan vanidoso que os resulta imposible
entenderlo, pero esta daga es fundamental para mis
propsitos.
Pon de Balsareny retrocedi poco a poco, haba
apartado la mano derecha del estmago y buscaba la espada
que siempre dejaba al lado de la cama. Ahora comenzaba a
vislumbrar las intenciones de su nieto, pero no podra
contra l; an era un guerrero, y un Balsareny no perda sus
argumentos solo por el hecho de haber nacido bastardo. Lo
haba demostrado con creces. A pesar de todo, su orgullo
se vea disminuido por aquel dolor de tripa. Lo que ms
deseaba en aquellos instantes era poder retorcerse de dolor

en soledad.
Ramon adivin la intencin de su movimiento y se
adelant de un salto para coger la espada.
Ya no os tengo miedo. De pequeo, siempre ech
en falta tener un abuelo. Cuando mi padre me confes que
erais vos, procur entender vuestras razones, me cost
mucho reunir todo el odio que hoy me ha trado hasta aqu.
No me hagas rer! exclam el hombre con una
mueca burlona que dejaba a la vista los pocos dientes que le
quedaban en la boca.
Ramon lo mir con asco. Llevaba el pelo enmaraado
y las legaas se le juntaban en las comisuras de los ojos. La
camisola, que le llegaba hasta los pies, se recoga como un
fardo debajo de las manos con las que se protega el vientre
voluminoso. Con cada carcajada haca un movimiento
espasmdico subiendo y bajando alternativamente aquella
bola de grasa.
Red mientras podis! Jur ante la Virgen que
protegera a mi familia y no me echar atrs.
Hablas de esa ramera que tienes en el pueblo? De
esa desgraciada a la que has dejado preada? pregunt
Balsareny entre gorgoteos.
Hablo de mi esposa, de toda la gente a la que habis
envenenado y, tambin... de mi madre.
Tu madre, dices? De verdad todos estos aos te has
credo que... No puedo entender que seas tan estpido! Ya

me haban avisado de que tu padre te engaaba, y yo bien


que me he aprovechado, de este miedo tuyo tan
vergonzante...
Qu queris decir? La tensin con que Ramon
coga la daga mengu, los ojos reflejaban que haba perdido
su firmeza, que poda ser un objetivo fcil.
Crees que te has hecho un hombre, que puedes venir
a amenazarme en mi casa, pero eres igual de inocente que
tu padre, quizs an ms! l pensaba que te preservara de
cualquier mal con mentiras. Era un iluso si crey que nunca
lo sabras...
Qu es lo que tengo que saber? Hablad!
Yo no obligu nunca a Bernarda a volver de la
montaa. En el fondo me importaba muy poco lo que le
pasara despus de lo que haba hecho: dejarme en ridculo
delante de toda la ciudad. Pero vino a suplicarme que la
aceptara de nuevo. Y finalmente la acept. Sabes por qu?
Porque estaba dispuesta a negarte, porque si le encontraba
un buen marido podra poner a resguardo mi patrimonio y
quin sabe si aumentarlo. Le importaba muy poco lo que
pudiera ser de ti, como si te moras de hambre en una cueva
infecta. Ya no soportaba a tu padre. Lo entiendes ahora?
Has vivido toda tu existencia alrededor de una mentira!
El hombre volvi a rer sin parar, mientras un rictus de
desconcierto transformaba el rostro del chico. Con la
rapidez de un rayo, mil preguntas pasaron por la cabeza de

Ramon y, tambin, algunas respuestas. Quizs esto


explicaba por qu no le haba llegado ningn mensaje de su
madre, por qu Tresdedos nunca le haba transmitido una
noticia amable, una esperanza.
Pon de Balsareny se levant de golpe despus de
coger la jarra que haba sobre la mesa. Tan seguro de su
fortaleza que ni tan solo poda pensar que fallara, que se
encontrara antes con su propia espada atravesndolo sin
piedad.
No esperaba que quisierais acabar tan rpido la
conversacin dijo Ramon sin entender del todo por qu
haba adoptado aquel tono, ni tampoco que aquel fardo de
grasa estuviera herido de muerte.
Eres un asesino, como yo. Crees que eres mejor,
que con esta accin salvars a tu familia, pero...
Las palabras del hombre gordo fueron perdiendo
fuerza mientras Ramon tomaba conciencia de lo que estaba
pasando. El seor de Manresa se desplom ruidosamente
arrastrando todo lo que haba sobre la mesa. De su boca no
salieron ms palabras, pero sus ojos abiertos parecan
proferir una ltima y despiadada burla.
Ramon jadeaba a pocos pasos de l cuando media
docena de hombres entraron en la estancia. Fue la ltima
imagen. La noche acudi a sus ojos de la mano de los
esbirros de Balsareny, que se le lanzaron encima sin
encontrar resistencia. Era su momento de expiacin y

pens en el hijo que Esther llevaba en su vientre, nacera


libre, sin tener que mirar siempre atrs.

5
La noticia de la muerte de Ramon plane durante muchos
das sobre el monasterio de Santa Maria de Montserrat. El
prior se preguntaba continuamente si habra podido hacer
algo para evitarla; tal vez mostrarse ms prximo, implicar
a aquel joven en las tareas de construccin de la iglesia.
Procuraba rememorar viejos episodios, encontrar
respuestas que justificaran su extraa manera de proceder.
Dalmau Savars pensaba que el amor que senta por Esther
haba ganado la partida y no haba considerado conveniente
crearle ms dudas ni oponerse a su decisin.
Pero quien ms lo aoraba era Maties. A pesar de que
ya no compartan las tareas del monasterio, recordaba con
cario aquellos momentos. Ramon haba vivido largas
temporadas como si fuera un monje ms y, tan solo por la
tarde, cuando las formas comenzaban a desvanecerse,
regresaba a Guadvachet por el camino de la Media Luna.
El prior se dijo que los recuerdos ya solo importaban
porque a travs suyo podran honrar su memoria. Haba
pasado toda la noche despierto desmenuzando sus
pensamientos y ahora solo tena una salida: llevar a cabo
sus conclusiones. Sin duda, Ramon tena Dios a su vera,
pero l deba ocuparse de los que quedaban, llevar consuelo
a los que lloraban su prdida.

Al acabar la plegaria se dirigi instintivamente hacia


las cuadras, donde el hermano Pau barra el suelo. Era un
monje de cuerpo pequeo y silencioso, de hecho nunca
podas asegurar que lo habas visto, salvo en las horas de
oracin. Su idea era ensillar a Asar e ir a Santa Ceclia para
coger el camino del ngel.
Apenas atravesada la puerta se haba percatado de su
confusin. El caballo tan solo formaba parte de un pasado
con imgenes poderosas, tanto que a veces an oa sus
relinchos desde el dormitorio, aquellos que en otro tiempo
le hacan pensar que todo iba bien antes de adentrarse en un
sueo reparador. Pronto tambin sera muy semejante la
memoria de Ramon, imgenes, ruidos, instantes que se
haran presentes cuando menos lo esperabas. Dolido por su
debilidad, Dalmau renunci a llevarse ninguna de las mulas
que haba en los establos. La presencia de la muerte le
haba cortado de raz la urgencia desencadenada en su
corazn. Bajara a pie por el camino de la Media Luna,
convirtiendo el cumplimiento de su ministerio en uno de
aquellos paseos por la montaa que, segn crea, lo
acercaban a Dios.
Cuando ya haba emprendido la bajada su intuicin lo
hizo girarse. Una figura canija corra de manera extraa
detrs de l. La observ durante unos instantes y decidi
esperarla. Las largas piernas parecan a punto de romperse
cuando encontraban alguna piedra o giraban una curva. Pero

poco despus Llus caminaba al lado de Dalmau Savars.


De verdad que no os importa, padre prior?
Claro que no! Aprovecharemos para coger tomillo,
que est en su mejor momento. Pero, eso s, me esperars
en la puerta dijo, mientras lamentaba por unos instantes
no poder bajar solo al pueblo.
Llus vea a su hroe, por ms que Dalmau intentaba
sacarle de la cabeza aquella manera de pensar. Despus de
detenerse unas cuantas veces en los mrgenes, los dos
pasaron por el lado de la primera casa, algo alejada del
ncleo principal. Era la del herrero; escucharon los golpes
que haca el martillo sobre el yunque, quiz mientras daba
forma a una de aquellas azadas que tanto alababan los
habitantes del valle.
Al llegar delante de la casa de Esther, el prior indic a
su acompaante un banco de piedra cercano. Magda fue la
primera en recibirlos, pero en vez de entrar en la casa fue a
sentarse al lado del chico.
No entras conmigo? pregunt Dalmau, a quien
le habra gustado que el consuelo del cual era portador
tambin fuera para ella.
Es mejor que lo hagis solo. Me tiene muy
preocupada respondi Magda. A veces pienso que el
amor que haba en esta casa se ha convertido en cenizas. El
hijo que espera morir si sigue sin comer nada.
El prior hizo lo que la mujer le deca. La casa ya no

era tan modesta como la que haba visitado tiempo atrs. Se


notaba la mano de Ramon en la cal nueva en las paredes, en
la mesa pulida que haba delante del hogar. Esther
permaneca en la cama, vuelta hacia un rincn, como si el
mundo le fuera ajeno.
No necesito vuestras palabras de consuelo dijo
con toda la energa de que era capaz al sentir la presencia
de Dalmau.
Lo s, Esther! Pero, a veces, compartir la memoria
de los seres que hemos querido nos ensancha el corazn y
podemos respirar de otra manera. Debes esforzarte por
mirar con confianza hacia el futuro...
Futuro? Qu futuro? Ramon era todo lo que
tena! Me cost mucho convencerlo para que abandonara su
idea de tomar los votos, pero finalmente encontrasteis otra
manera de arrebatrmelo.
Ha sido la voluntad de Dios, pero, si quieres que te
diga la verdad, a m tambin me cuesta entenderlo. Quizs
algn da se nos revelar su propsito. Quin sabe si le
tena reservada una tarea ms importante, quiz.
No vivimos de los quizs, padre Dalmau dijo
Esther mientras se volva y lo miraba con los ojos
castigados por el llanto. Lo ms importante era quedarse
conmigo... y con su hijo...
Entiendo lo que dices. Creme, no siempre es
posible ver cumplidos nuestros deseos...

Una algaraba procedente del exterior salv al prior de


la nueva invectiva de Esther. Los gritos no eran prximos,
pero se dejaban or claramente incluso dentro de la casa.
Magda apareci en el umbral, asustada.
Vienen de casa del herrero! Dios mo, parece que
es su mujer la que grita!
Dalmau sali de la casa y deshizo de prisa y corriendo
parte del camino por el que haba venido. Llus y Magda lo
seguan a poca distancia, pero l solo tena ojos para la
escena que se desarrollaba muy cerca de la ladera de la
montaa.
El herrero estaba arrodillado en el suelo y Tresdedos
lo sujetaba por el cabello. Lo mantena inmvil, pero no
tanto porque hiciera servir la fuerza; una espada corta
dejaba caer aquel hilo de sangre que corra por el grueso
cuello del hombre. Detrs estaba su mujer con sus hijos,
suplicando piedad. Pero el jefe de los soldados que
guardaban la torre de Guadvachet pareca dispuesto a todo.
De qu lo acusis? Es un buen hombre! dijo
Dalmau an jadeante, sin entender nada de lo que vea.
Mirad a quin tenemos aqu! Es el prior de Santa
Maria, el hombre que tendr que salvar vuestras almas.
Sobre todo la tuya, bribn!
Nadie se merece que lo traten as, y menos an
delante de su familia. Soltadlo y hablemos. Os doy mi
palabra de que no intentar nada.

Dalmau lo haba dicho mientras cruzaba su mirada con


la del herrero, quien haba dejado de revolverse, pero la
espada an se mantena firme en su garganta. En aquel
instante lleg Magda. El prior la cogi con fuerza antes de
que se lanzara sobre Tresdedos. Mientras tanto, Llus,
horrorizado, quera acercarse a la familia del herrero, pero
los soldados le cerraron el paso.
Creis que me podis dar rdenes, monje?
Represento a la condesa de estas tierras y vuestro amigo
hace tiempo que no paga sus tributos. Vos no tenis nada
que hacer delante de mi autoridad.
Vuestra autoridad, decs? Quiz sea la nueva
condesa la que os pagar a partir de ahora, pero eso supone
un problema, verdad? Hasta ahora estabais a sueldo del
conde de Barcelona y, a escondidas, aceptabais el soborno
del seor de Manresa. Sin duda, vuestra pretensin es
cobrar al pueblo lo que habis perdido con la muerte
repentina de Balsareny.
Todos los presentes enmudecieron ante las palabras
de Dalmau Savars, incluso Tresdedos, a quien nunca le
haban expuesto las cosas con tanta nitidez. El soldado dej
en manos de sus hombres al prisionero y se encar con
Dalmau.
Ser mejor que volvis al monasterio, no quisiera
dejar a esta gente sin su referencia espiritual, y llevaos
tambin a vuestra puta, o pensis que no s qu pasa en el

valle? dijo Tresdedos mientras le acercaba la espada.


El instante en que el soldado mir a Magda, con aquel
gesto despectivo que Dalmau no olvidara, fue aprovechado
por el prior. Se movi a su espalda y sali temporalmente
de la posible trayectoria del arma despus de golpear la
pierna de Tresdedos, y este cay al suelo, pero no solt la
espada. Los soldados que custodiaban al herrero dieron un
paso al frente, interrumpido por el gesto de su jefe.
No, no, dejdmelo. Este monje se piensa que puede
burlarse de la autoridad... El hombre se levant para
lanzarse a continuacin contra el monje, pero Dalmau hizo
una finta que evit su ataque y Tresdedos cay nuevamente
al suelo enfangado que rodeaba la casa del herrero.
La nica autoridad es la que emana de Dios, y en su
nombre os ordeno que dejis en paz a esta familia. Si ha
cometido alguna falta, ser un tribunal quien lo dictamine.
El prior comenzaba a entender la dimensin de sus
acciones, haba provocado a aquel hombre delante de sus
subordinados, haba pecado de orgullo al pensar que poda
detener en solitario la que a todas luces pareca una
injusticia. Aquellos pensamientos hicieron que Dalmau
bajara la guardia durante un momento. Tresdedos se
incorpor con la fuerza de un gato salvaje y se le ech
encima, pero el prior de Santa Maria haba salido
victorioso de muchas situaciones ms peligrosas. Se retir
solo un palmo mientras la espada rasgaba su tnica,

suficiente para coger el brazo de su oponente y hacerlo


caer despus de una torsin imposible.
Mientras Tresdedos mascaba el dolor provocado por
un brazo que colgaba inerte, Dalmau recogi el arma que
haba quedado en el suelo. Los dos hombres que retenan al
herrero sacaron tambin sus espadas, pero el ataque dur
muy poco. El prior los esquiv con facilidad mientras los
golpeaba con dureza; ninguno de ellos quiso continuar la
lucha.
Despus de clavar la espada en el suelo, Dalmau
avanz en direccin al herrero, pero su familia ya lo
incorporaba. El hombre que haba donado la campana de
Santa Maria lo miraba con los ojos hmedos de
agradecimiento. Aunque se haba mantenido al margen,
Llus vio su oportunidad en aquellos momentos de
desconcierto y recuper las espadas de los soldados que
an estaban aturdidos.
Gracias, Llus! dijo Dalmau cuando el chico las
deposit a sus pies.
Pero el agradecimiento destilaba tristeza. No le
agradaba que lo hubiera visto luchar como un soldado,
quera ser su prior, un hombre que segua las consignas de
Dios, no las de los hombres.
Yo creo que hay que ponerse del lado de los
dbiles. Vos mismo me lo explicasteis. Recordis cuando
hablabais de lo que hizo Jess con los mercaderes del

templo? Los llam ladrones porque se embolsaban mucho


dinero a costa de exprimir la fe de la buena gente. Los
vendedores y los cambistas se aprovechaban de su fe y se
hacan de oro! No es tan diferente...
Dalmau no pudo evitar una sonrisa. Le gustaba aquel
chiquillo esmirriado, su ponderacin, su capacidad para
intervenir justo cuando se lo necesitaba, quizs el
aprendizaje de muchos aos viviendo a merced de su
inventiva.
Pero al intentar pasarle la mano por la mejilla sinti
que deba arrodillarse. El dolor atravesaba su costado,
donde la espada de Tresdedos haba encontrado la carne.
Magda se lanz a abrazarlo para evitar que se cayera al
suelo.
No os desmayis ahora, esperad a que se marchen
los soldados.
Los hombres de Tresdedos retenan ahora a su jefe,
quien quera ir contra el monje, aunque fuera con un solo
brazo.
Nos veremos otra vez las caras, Dalmau Savars.
Dar aviso a la condesa de que en sus tierras hay un monje
que se comporta como un mercenario.
Claro, Tresdedos, pero yo tambin hablar con mis
superiores de vuestros oficios como extorsionador y como
bandido. Quizs os valdra ms marcharos del valle sin
mirar atrs.

Dejadlo, Dalmau, dejadlo! Tenis que venir a casa,


os curar.
El prior se dio cuenta de que solo poda caminar
apoyado en los hombros de Magda. Pronto se aadi Llus,
pero usar a aquel chico como bastn pareca un sacrilegio,
como si de golpe se pudiera partir. Si el herrero haba
pensado en algn momento que sera til, se lo sac de la
cabeza al ver cmo su mujer lo llevaba a su casa.
Mientras tanto haban llegado tambin otros hombres
del pueblo armados con azadas y cuchillos. La familia del
herrero poda sentirse segura, al menos hasta que
Tresdedos se diera cuenta del golpe que para su prestigio
poda suponer aquel episodio.
Esther se levant de la cama al ver la sangre que
manchaba la tnica del monje. Entre las dos le curaron y
vendaron la herida con algunos trapos limpios que Magda
guardaba para el nacimiento de su sobrino.
Pensaba que un monje no deba comportarse de
manera contraria a la Regla dijo Esther cuando acabaron
de curarlo.
Esther!
Qu, hermanita? Aceptars que el hombre por el
que suspiras se bata contra tres soldados, pero no acepte lo
que los dems hombres solo calificaran como un regalo de
Dios?
El dolor hace que digas cosas sin sentido, pero el

prior no tiene la culpa de la muerte de Ramon.


Ahora es el prior, Magda? Ya no es Dalmau, aquel
que ocupa tus sueos?
Debo volver a Santa Maria dijo Dalmau Savars,
incorporndose con dificultad y cortando aquella
conversacin. De verdad que os agradezco mucho...
Eso s que lo reconozco interrumpi Esther.
Sois un hombre valiente y la familia del herrero os debe
mucho. A m solo me duele que no tratis a todos por
igual...
Magda y Llus lo sacaron de la casa, donde Esther
haba comenzado a llorar.
Cunto hace que est pasando esto? Quiero decir,
que Tresdedos se ha vuelto tan ambicioso... quiso saber
Dalmau.
Desde que muri Pon de Balsareny. La noticia
lleg en seguida a travs de las torres de vigilancia y
Tresdedos se volvi loco. Se pas muchos das borracho y
desde hace una semana se dedica a ir por las casas
exigiendo tributos que nadie puede pagar.
Enviar de inmediato un mensajero al abad Oliba. l
sabr qu hacer. Mientras tanto, ms vale que os cuidis los
unos a los otros. Si alguna familia no se siente segura,
puede subir al monasterio. Le transmitirs este mensaje al
herrero?
No ser necesario dijo Cesc, el pastor, que haba

escuchado la conversacin desde muy cerca. Los


hombres estn reunidos y harn turnos de vigilancia. La
mitad de los soldados de la torre eran camorristas y han
huido, ya no les interesa servir a un hombre que no les
puede pagar.
Cmo es eso? se interes Llus.
Desde que Guisla de Llu asumi el control, no
han recibido su paga. Quiz buscarn un lugar menos
conflictivo; Tresdedos los trataba como si fueran escoria.
Gracias, Cesc. Me avisars si pasa algo?
Claro que s.
La marcha de Cesc y la ausencia de Llus, quien por
unos instantes haba ido a ver si todos estaban bien en casa
del herrero, permiti que Magda y Dalmau se quedaran
solos.
Siento mucho que hayas escuchado estas tonteras
dijo el prior.
Ya no importa, Dalmau. S que en el valle se habla
de nosotros, pero yo no he hecho nada para que sea as.
Perdona si con mi actitud...
No es eso. An no lo entiendes? Hay muchas
tragedias en este mundo que nos destrozan por dentro, pero
quiz la ms intensa sea querer a alguien que no te
corresponde.
Yo nunca he dicho que no te quiera!
Entonces qu esperamos? Marchmonos juntos,

muy lejos! Otros continuarn tu tarea, o piensas que Santa


Maria de Montserrat solo es posible contigo al frente?
S que no soy imprescindible para la continuacin
del monasterio, pero es mi vida, la que he escogido, la que
quiero vivir hasta el final...
Creo que todo est dicho, pues.
Eres una mujer extraordinaria, Magda dijo
Dalmau mientras le coga las manos.
No digas eso! No lo digas! No me sirve de nada,
tengo un rival imbatible, no puedo luchar contra tu Dios y, a
pesar de saberlo, lo intento una y otra vez. Este es mi
pecado de amor.
Llus volva contento de la visita a la casa del herrero,
incluso le haban regalado un cuchillo recin forjado. Pero
lo sorprendi la huida de Magda, porque solo as poda
calificar aquella carrerilla que la mujer haba emprendido
despus de deshacerse de los brazos del prior.
Pero era un asunto que no le corresponda. l deba
atender a sus ideas, solo eso. Y en el monasterio ya deban
de estar preocupados por su ausencia. La luna haca tiempo
que haba abandonado el refugio inicial de la montaa.

6
Llus, el chiquillo que el prior haba trado de Marganell,
no tena suficientes ojos para mirar todo lo que suceda a
su alrededor. Iba de un lado a otro sin saber cmo poda ser
til o, al menos, procurando no estorbar las tareas que se
desarrollaban en el monasterio.
Unas semanas despus de hacer de aquel cenobio su
casa, an le resultaba extrao que lo llamaran por su
verdadero nombre. Ya no se acordaba de cuando le decan
Llus, y su mote, Perdut, iba siempre acompaado de un
bastonazo.
Deba reconocer que los hombres vestidos de oscuro
no eran, ni de lejos, tan huraos como l pensaba. Es cierto
que no poda hacer todo lo que sola, pero las atenciones
que reciba a cambio eran muy superiores a los sacrificios
y se senta protegido al lado del prior Dalmau.
Pero, aquel domingo de otoo, haba un nuevo
elemento de admiracin en las pupilas de color fango del
chico. A pesar del cansancio acumulado desde haca
muchas jornadas, nadie haba dormido la noche anterior. Se
esforzaban por hacer las tareas encomendadas como si cada
gesto fuera decisivo. Y quiz lo era. La consagracin del
monasterio de Santa Maria de Montserrat tendra lugar
aquel mismo da. La persona que la llevara a cabo sera su

artfice, el abad Oliba, y tambin, segn haba odo, el


obispo de Vic.
Los rezos de la prima fueron, como siempre, en
direccin a la salida del sol. La emocin mantena a los
monjes en un estado de euforia e inquietud que se
contagiaba fcilmente. Al acabar la plegaria, se
encaminaron, diligentes, a realizar los ltimos preparativos.
Pero Llus interrumpi la marcha del hermano Maties justo
antes de entrar en el refectorio.
Le pasa algo al hermano Just? pregunt en voz
baja para que nadie lo oyera.
Por qu lo dices?
Me ha parecido verlo llorar...
El monje le enred el pelo con un gesto juguetn.
Cmo hara para explicrselo? Quera que el chiquillo lo
entendiera. Lo mir con ternura y, esforzndose por
encontrar las palabras ms apropiadas, le pregunt:
Verdad que alguna vez has querido algo con todas
tus fuerzas?
S, claro! dijo Llus, sin dudarlo ni un momento.
Pinsalo bien. No me refiero a un trozo de queso o
a una loncha de tocino. Hablo de algo muy importante para
ti.
El rostro del chico se entristeci, perdi toda la
tensin que haba acompaado sus ltimas palabras.
Entonces respondi a media voz:

Me parece que s. Pero no hubo nada que hacer


aadi, bajando la mirada.
Lo siento mucho. Mira, el hermano Just hizo un
viaje muy largo, ms largo an del que has hecho t para
llegar aqu, mucho ms! Eso que ves no se parece al lugar
que nos encontramos. No ha sido fcil convertirlo en lo
que es ahora, ni para l ni para ninguno de nosotros. Lo
entiendes?
Es por eso que llora?
Llora porque est contento. Estuvo a punto de
perder la vida en el incendio que asol esta parte de la
montaa. Le cost mucho cantar de nuevo, que su voz
brotara lmpida. Para l era muy importante hacerlo,
aunque... Bueno, ya lo sabemos, que desafina un poco, pero
eso no es ningn obstculo a los ojos de Dios.
Ah! exclam Llus con la boca abierta.
Los dos se haban quedado atrs y Maties lo empuj
para que recuperaran el paso. El otoo se haca sentir, pero
el sol radiante no impeda que soplara el viento del
nordeste. Algunas hojas amarillas recorran el cielo hasta
encontrar un descanso muy lejos de su origen.
Vos tambin lloris cuando estis contento?
insisti el chico.
S, a veces. Y, si Dios quiere, t tambin lo hars
dijo el monje con una sonrisa en los labios. Y ahora
basta de chcharas y a trabajar, que tenemos faena para dar

y regalar!
Os puedo ayudar? pregunt como quien pide una
oportunidad.
Cmo le recordaba Llus a l mismo, al jovencito
torpe que haba sido un buen puado de aos atrs! Lo mir
de hito en hito. Pareca que las piernas le llegaran al cuello
y tampoco los brazos eran del todo proporcionados.
De acuerdo. Pero presta mucha atencin. Sgueme!
Juntos volvieron a la iglesia que haban abandonado
poco despus de la plegaria. Las entradas y salidas eran
continuas. Maties con gesto pcaro dijo:
Os he trado un ayudante, hermano Sim.
El monje no se lo poda creer. Estuvo a punto de
mandarlos a paseo. Cmo haba sido capaz de...? Pero, al
ver la sonrisa de oreja a oreja de aquel chiquillo, no se
atrevi. Despus de encomendarse a Dios para que le diera
paciencia, le hizo una seal con la mano y el chico se
desliz dentro de la estancia.
Llus se sinti importante por primera vez en su vida.
No se le peda que fuera a buscar agua a la fuente, ni
tampoco que recogiera los excrementos de los animales
para preparar el adobe de los campos, ayudara a pintar unas
cruces en las paredes de la iglesia. El solo hecho de
sostener unos boles con los pigmentos, de limpiar los
enseres y formar parte de aquella faena sagrada ya lo haca
feliz.

Puedo preguntaros por qu pintis tantas cruces,


hermano Sim?
Ya lo has hecho.
Cmo decs?
Digo que ya lo has hecho, ya lo has preguntado.
Yo...
De acuerdo, de acuerdo. Escucha, deben ser doce.
Es un nmero muy especial. Lo sabes, verdad?
Llus, sin respuesta, se encogi de hombros. Al
hermano Sim no le sorprendi. Mientras llevaba a cabo la
tarea encomendada, otros monjes preparaban los
instrumentos litrgicos, el incienso, el agua y todo lo
necesario para la consagracin de la iglesia. Pero Sim
haba encontrado su oportunidad y continu con la
leccin...
La luna gira doce veces alrededor de la Tierra,
verdad? Doce eran los apstoles, tambin los frutos del
Espritu Santo y las estrellas que los representan. Las
puertas de la Jerusaln celeste, tal como nos dicen las
Sagradas Escrituras, eran doce, igual que los frutos del
rbol de la Vida y las tribus de Israel. El nmero doce
representa una estructura completa, equilibrada, constituida
divinamente!
El prior de Santa Maria lo miraba apoyado en la puerta
con la mano protegindose el costado. A pesar de que su
herida mejoraba a buen ritmo, el revuelo vivido durante los

ltimos das le provocaba una cierta molestia. Observar


aquella escena lo complaca. Llus no osaba pestaear
delante de la declamacin del monje y, solo cuando el
hermano Sim tosi se interrumpi aquel monlogo sobre
el nmero doce. Entonces, el monje reanud su faena sin
abrir la boca. Siempre en compaa de Llus, coloc una
vela delante de cada cruz; ms tarde el mismo abad Oliba
las encendera. Tambin dispuso el aceite aromatizado con
romero para ungir los signos sagrados.
Todo estaba a punto. Y un rumor de voces anunciaba la
llegada de la gente de Guadvachet y los alrededores. La
comunidad los esperaba y les daba la bienvenida con la
emocin que merecan por tantas y tantas muestras de
afecto.
Andreu, el padre constructor, no poda disimular un
rictus de satisfaccin en su rostro; Anton se afanaba por
saludar a los monjes venidos de Santa Ceclia, que tambin
queran sumarse a un acto tan solemne.
Mientras tanto, Bernat procuraba pasar desapercibido,
avergonzado por el pecado que llevaba secretamente sobre
su conciencia.
Las carrerillas del hermano Maties, recogiendo los
presentes que la gente del campo les haba querido
obsequiar, siguieron durante un buen rato. Aunque ya haba
vivido muchas veces la misma situacin, la avalancha de
gente que cada vez vena desde ms lejos, siempre se

quedaba mirando los rostros, feliz por los que reconoca,


sorprendido por los que no haba visto nunca.
El hermano Pau y el hermano Robert, que no haba
sido capaz de quitarse las manchas de tinta de las manos,
tambin se esforzaban por ser tiles en todo lo que Dalmau
dispona. Y no era fcil disponer todas aquellas viandas en
las mesas que haban hecho para la ocasin, ni convencer a
los visitantes de que no todo el mundo tendra un lugar en
la iglesia.
Pero Llus no se haba encontrado con tanta gente en
toda su vida! Vagaba entre los visitantes como si acabara de
nacer hasta que su mirada se cruz con el rostro de Dalmau
Savars, justo en el instante en que cambiaba la alegra por
una expresin de profunda tristeza. Perdido por campos y
aldeas durante toda su vida, se haba acostumbrado a
traducir las expresiones, y la del prior le deca que la
presencia de las dos mujeres vestidas de luto sentadas en el
poyo le causaba una profunda inquietud.
Haba estado a punto de no reconocer a Magda y
Esther. La hermana mayor luca una cabellera negra que, a
pesar del pauelo con que se cubra, se derramaba por sus
hombros. Se dio cuenta de que dispensaba un extremo
cuidado a la otra mujer que la acompaaba. Esther pareca
mucho ms frgil que el da del ataque del herrero, hasta el
punto de que apenas poda caminar. El estado avanzado de
gestacin, y unas ojeras oscuras que empequeecan sus

ojos apagados, movan a la compasin.


Las dos hermanas parecan confusas ante aquel acto de
consagracin de la iglesia de Santa Maria de Montserrat.
Les daba la impresin de que en aquel lugar haba
comenzado la pesadilla, tiempo atrs, pero tambin
apreciaban el descubrimiento de una nueva manera de
enfrentarse a la vida. Haciendo de tripas corazn y como
homenaje a Ramon, asesinado a manos de los esbirros de
un personaje cruel y despiadado, haban decidido formar
parte de la celebracin.
Cuando el abad Oliba hizo acto de presencia en la
montaa, que todos ya denominaban sagrada, Llus sinti un
escalofro en todo el cuerpo. A la envergadura de aquel
hombre, de elegancia natural, se sumaba una indumentaria
que solo usaba en las grandes ocasiones. El abad avanzaba
con paso firme, marcando cada zancada con el bculo que
llevaba en la mano derecha. Una capa abierta y pesada
dejaba entrever la toga puntiaguda de color prpura. El sol
refulga sobre los hilos de oro con los que estaba bordada y
todos se arrodillaban a su paso, como si se tratara de otro
mesas. Dalmau Savars y Anton se adelantaron para
recibirlo. Detrs de ellos estaban el padre Guillelmo, abad
de Santa Ceclia, y el capelln de la iglesia de Guadvachet.
La solemne comitiva se detuvo a las puertas de la
iglesia y Llus corri a subirse al pozo, pues no quera
perderse ningn detalle.

Qu hacen? Explcanos! le pidi una mujer que,


de puntillas, asomaba la cabeza entre el gento.
No lo s. El abad da vueltas a la iglesia y moja la
pared, arriba y abajo con el agua que hemos preparado antes
con sal, ceniza y vino respondi el chico.
Esta juventud no entiende nada! exclam un
anciano. Han bendecido el agua para rociar los muros y...
El hombre sigui hablando, pero Llus no escuch lo
que deca, el canto del Veni Creator se dej or en la
explanada por encima de cualquier otra voz. Las dos
comunidades salmodiaban al mismo tiempo mientras el
hermano Bernat suplicaba el perdn en cada plegaria.
Despus fue el pueblo el que tom la palabra recitando las
letanas mientras se adentraba, poco a poco, en el recinto.
Desde la posicin que ocupaba el chiquillo, el rastro
de las ofrendas que pequeos y mayores depositaban a la
entrada teja una alfombra de colores; un mosaico de flores
y ramas verdes cubra la piedra desnuda. Aquella montaa
inslita nunca se haba vestido de primavera ya bien entrado
el otoo.
A pesar de que se esforzaba, Llus no poda abrirse
paso entre la gente. Los monjes cantaban el Benedictus y
algo pasaba en el altar, pero era imposible saberlo. El chico
levant la cabeza y una sonrisa pcara lo puso en marcha. El
recuerdo de otros tiempos en el castillo Marro, al que
estaban sometidos los habitantes de Marganell, fue

providencial. Tambin la iglesia de Santa Maria de


Montserrat tena una mirilla en el extremo del bside! Si
los soldados del castillo la utilizaban entonces para llevar a
cabo la vigilancia, l podra hacer lo mismo! Sin perder ni
un instante rode la iglesia y, con la agilidad de un gato,
trep hasta la abertura.
Perfecto! exclam, satisfecho.
Justo delante de l, se mostraba la escena principal.
Sin perderse detalle, sigui los movimientos del abad
trazando con el bculo las letras de los alfabetos latino y
griego sobre la tierra. Despus de repartir el incienso
sobre el altar, mir hacia atrs buscando a alguien, o quizs
algo.
El hermano Sim!
Aquel monje que le haba explicado el significado del
nmero doce era el escogido para hacerle entrega del
valioso incensario de plata trado de Ripoll. Visiblemente
emocionado, Sim continu esparciendo aquel delicioso
aroma por todo el recinto.
El rito de purificacin fue tan largo que Llus perdi
la cuenta de las veces que el abad rociaba el suelo y las
paredes del interior, de las oraciones en forma de prefacio
que se encadenaban con la msica de cantos y salmodias.
Ahora va hacia las cruces que hemos pintado en las
paredes! exclam de golpe el chico, y poco le falt para
que perdiera el equilibrio despus de hacer una arriesgada

contorsin que le permita ver ms adentro.


Finalmente, se ilumin el altar delante de su mirada.
Sobre las pilas de incienso en forma de cruz, colocadas en
el centro y en las cuatro esquinas, Maties, Just, Andreu,
Anton, Bernat, Pau y Ricard fueron encendiendo las velas.
Eran todos los monjes con los que haba compartido sus
das en el cenobio. Pero Llus observ que an quedaba una
sin encender.
Fue entonces cuando Dalmau Savars se abri paso
entre la gente y fue a buscar a aquella mujer embarazada y
vestida de negro que haba visto antes. Ella no se movi del
lugar en un primer momento, pero acept despus de que
su acompaante le susurrara algo al odo.
Mientras Esther haca el trayecto hasta situarse en el
altar, eran muchas las personas que se dirigan a ella o se
hacan la seal de la cruz a su paso. Con una mano
sujetndose el vientre y la otra abierta en direccin al
monje, encendi la vela, temblando.
Todos los reunidos se arrodillaron mientras el
versculo del Pentecosts Veni, Sancte Spiritus viajaba de
boca en boca.
La misa solemne se inici cuando el sol ya coronaba
el lugar y hasta mucho tiempo ms tarde, cuando ya algunos
de los que haban quedado en el exterior se haban atrevido
a coger un vaso de vino de las mesas, no se acabaron los
cnticos. Llus tampoco aguant tanto rato agarrado a la

pared y volvi delante de la iglesia. El abad Oliba fue el


primero en salir, avanzaba entre los hombres y mujeres
reunidos mientras los bendeca. Estos se iban instalando
por las inmediaciones del monasterio, en cualquier
promontorio que pudiera acogerlos. Perdut tena la
sensacin de que ya nadie usara aquel mote cuando se
dirigiera a l. Por unos instantes sinti un poco de
aoranza, pero saba que tan solo era un juego.
Despus se acerc donde estaban los monjes
repartiendo las viandas. En un primer momento acept un
trozo de pan con tocino que le ofreci Maties, pero en
seguida se puso a su lado para ayudarlo.
Era su nueva familia, aquella que lo llamaba Llus.

7
Hicieron falta muchos das y algunas noches para que el
cenobio de la montaa recuperara la paz perdida. Aquellos
acontecimientos haban trastornado a los monjes que,
cuando la Regla se lo permita, solo hablaban del bullicio
vivido durante la santificacin de la iglesia. Sin embargo,
las ofrendas que el abad Oliba haba trado desde Ripoll
eran un verdadero tesoro para su scriptorium.
El hermano Robert no se cansaba de hablar de la
excelencia que albergaba uno de los nuevos manuscritos.
Tiene ms de doscientos folios en pergamino y
rene saberes muy diferentes explic al hermano Sim,
mientras hacan el recorrido que los llevaba al claustro.
Me parece que de muy joven tuve la oportunidad de
verlo, all en Ripoll. Son cuatro libros, verdad?
S. Se llaman De Sole, De Luna, De Natura Rerum
y De Astronomia. Sabios como Isidoro, Plinio o Macrobio
nos muestran sus conocimientos del cielo y del mundo.
Con toda una vida no tendramos suficiente para
profundizar en las enseanzas que contienen!
Ante el inters mostrado por Sim, el hermano Robert
lo llev al scriptorium. Maties estaba preparando tinta y
los recibi con alegra, despus se sum a la
contemplacin de aquellas obras maestras.

Cmo puede ser que a alguien se le ocurriera algo


semejante? pregunt Maties.
Los dos monjes sonrieron ante su expresin de
extraeza. Los aos transcurridos no haban hecho perder la
inocencia al hermano Maties, ni tampoco la energa que
pona en aprender, en ser cada da ms til en todo lo que
se le encomendaba.
Cmo decs que se llama este aparato de agua con
el que miden el tiempo? sigui preguntando, ajeno a las
sonrisas cmplices.
Clepsidra, Maties. Y fue inventada en Mesopotamia
hace ms de tres mil aos respondi Sim. Muchos
monasterios la utilizaban para marcar las horas de oracin
durante la noche.
Madre de Dios santsima! exclam el monje
mientras observaba con atencin el grabado.
El hermano Robert, a menudo interrumpido por Sim,
le explic con paciencia el porqu de las marcas en la
pared interior de los dos recipientes colocados uno sobre
el otro. A continuacin le seal el pequeo orificio que el
de encima tena en la base; eso permita que el agua se
colara a una determinada velocidad y, por tanto, en un
tiempo fijo.
Podramos fabricar uno para los das que no hace
sol! exclam Maties.
Quiz s, pero me temo que ahora tenemos tareas

ms urgentes respondi, benvolo, el hermano Robert.


Ciertamente, la faena se multiplicaba. La
incorporacin de los hermanos Ricard y Pau haba supuesto
una nueva organizacin del cenobio. A ellos se les
encargaron tareas
en el
refectorio; tambin,
respectivamente, lavar la ropa y atender a los enfermos.
Adems, el hermano Pau limpiaba el establo. Ya eran diez
los monjes de Santa Maria de Montserrat, sin contar a Llus
que, segn deca el prior, formaba parte de la familia y
participaba activamente en la actividad monstica.
Dalmau Savars ejerca su ministerio las veinticuatro
horas y todo el mundo lo respetaba. A menudo deba
ausentarse para firmar documentos de donaciones o
compras importantes que lo obligaban a pasar unos das
fuera. Era entonces cuando el hermano Anton ocupaba su
lugar.
Pero aquella vez Dalmau Savars quiso prolongar un
da ms el regreso a sus obligaciones; pens en hacer una
visita a su amigo Basili. Lo necesitaba con urgencia, como
quien busca un rayo de sol que lo caliente del
entumecimiento del fro y la niebla. Saba que su compaa
le resultaba balsmica, no tan solo las sabias palabras que
lo ayudaban a reflexionar, tambin los silencios que le
reconfortaban el cuerpo y el espritu.
Con esa intencin, de regreso de Olesa, dej la mula
en Santa Maria. Ni tan solo entr en el refectorio donde la

comunidad tomaba la primera comida del da. No quera


interrumpir el silencio, ni tampoco que algn asunto
impidiera su marcha, como haba sucedido tantas veces.
Ech un vistazo a los establos, pero tampoco aquel da dej
que la aoranza por Asar lo retuviera ni un momento ms
de lo necesario. Con determinacin, cogi la capa y un
hatillo con comida y sali en direccin a Les Magdalenes.
Estaba seguro de que le vendra bien pisar aquella montaa,
escuchar de nuevo el viento entre los rboles y pensar solo
en lo que la naturaleza le pusiera delante de los ojos.
De lejos observ cmo las nubes bajaban poco a poco
cubriendo lo que Basili llamaba la Gorra, una montaa
redondeada que impona por su opulencia. Cuando esto
suceda, y esta roca quedaba cubierta, la tempestad era
segura. Se apresur y se detuvo apenas lo necesario para
decir sus oraciones y comer los higos secos que por el
camino le haban dado unos campesinos. Como si el cielo
se apiadara de l, las nubes interrumpieron su ascenso y,
cuando se encontraba cerca de la cueva que la gente del
pueblo llamaba de las Brujas, cambiaron su trayectoria de
manera inverosmil. Dalmau Savars no pudo reprimir una
sonrisa pcara al pasar por delante.
Quiz no sois tan malvadas como dicen!
Ms tranquilo, continu el ascenso. Habra dicho que
el universo entero conspiraba a su favor. El sol era tibio y
se filtraba entre aquella telaraa nublada como un velo

benefactor; el aire hmedo y el olor a tierra reanimaban al


monje.
Volvi a sentir aquel murmullo en las entraas de la
tierra, aquella vibracin que infunda vida a las piedras, pero
ya no le sorprendi. No tena una explicacin, pero de
alguna manera ya formaba parte de su universo ntimo, lo
transportaba a un estado de alegra que difcilmente podra
explicar con palabras.
Al llegar a la cueva de Basili jadeaba por el esfuerzo
realizado, pero su rostro estaba lleno de luz. El ermitao
estaba de pie contemplando las claridades que se
proyectaban desde el cielo.
Muy buenos das, Basili! exclam el monje.
l lo mir complacido. A pesar de que haca mucho
tiempo que no se vean, nada en el rostro del hombre haca
pensar que lo sorprenda aquella visita. Dalmau habra
asegurado, sin temor a equivocarse, que incluso lo
esperaba. Como dos viejos amigos, se sentaron cerca de un
pequeo hogar donde herva un recipiente con agua.
Un poco de t de cincoenrama? pregunt Basili
sealando las hojas que tena en la palma de la mano.
Un gesto con la cabeza fue la respuesta del monje a la
invitacin. El olor que desprenda lo llevaba de nuevo a
casa, a un tiempo antiguo. Muy cerca de ellos, apoyado en
la pared, reposaba aquel extrao bastn del que nunca se
haba desprendido el anciano de barba blanca. El prior de

Santa Maria pens que todo mantena su orden natural.


Os veo bien dijo Basili, al cabo de un rato.
Entonces, nada de todo lo que haba pensado el monje
durante su trayecto le pareci importante. Pensaba si a
veces era preciso hacer un silencio para dejar que el
corazn hablara, para escuchar aquello que solo las miradas
son capaces de transmitir. Quiz ms tarde le explicara la
llegada del abad Oliba para la consagracin del monasterio,
la incorporacin de los nuevos monjes a la comunidad, la
trgica muerte de Ramon, quiz...
Estis muy cansado? pidi el ermitao.
Por qu lo preguntis?
Tena ganas de llevaros a un lugar.
Nada me hara ms feliz!
Con poco ms que unos sorbos de agua y un puado de
piones, que Dalmau haba recogido en la parte baja de la
montaa, emprendieron la marcha.
Ya tenis el monasterio que querais, verdad?
pregunt Basili cuando llevaban un buen rato de camino.
El prior de Santa Maria de Montserrat sigui andando
en silencio.
Estimado Dalmau, en este mundo la felicidad nunca
es absoluta. Ponemos todas nuestras fuerzas al servicio de
un propsito y cuando llega... cuando llega descubrimos
que no es exactamente como lo habamos pensado. O los
cantos del pueblo desde aqu y cant con vosotros...

Decs que siempre es as, amigo mo?


Yo lo que digo es que resulta ms importante
saborear el trayecto que nos lleva a la consecucin de un
sueo y aprender de todo lo que encontremos.
He procurado ser fiel a los principios de austeridad
que adquir de vos, a servir a Dios segn la Regla y, a pesar
de todo, a menudo me asaltan dudas.
Eso os convierte en un sabio.
Os burlis de m?
No, Dalmau. Solo los necios no cambian de
opinin. Os dir ms, el sabio puede sentarse en un
hormiguero, pero solo el necio se queda sentado en l.
Dejad la mente en blanco, descansad!
Pero el monje segua sus pasos con pesadez. Quiz
tema que a su amigo se le acabaran los das, que sus
escapadas se espaciaran en el tiempo por las obligaciones
que comportara el nuevo monasterio, la soledad que
siempre acompaa las decisiones...
Ya estamos cerca, Dalmau. Os propongo parar un
momento y comer esos piones que me habis trado. As
le daremos tiempo al sol para ocupar un bonito lugar a
nuestra llegada.
Mientras hacan tiempo a la sombra de un tilo,
apareci una serpiente de debajo de unas piedras que
Dalmau haba movido para sentarse. Era vistosa y gruesa, de
no ms de dos palmos de largo. Sobre un fondo gris, un

zigzag de color negro le recorra la espalda hasta llegar a la


cabeza. Dalmau retrocedi al ver el morro levantado.
No os preocupis, nunca os inyectara su veneno, a
no ser que la molestaseis.
Ese animal fue la excusa para que Basili explicara al
monje una historia que a l le haban transmitido en
Constantinopla.
Segn las tradiciones de los pueblos se otorga
poder a unos animales o a otros. La serpiente es muy
importante y conecta a la perfeccin con lo que
hablbamos hace un rato.
No os entiendo.
Lo haris en seguida, Dalmau. Ella dijo sealando
al reptil muda su antigua piel, dejando atrs todo lo que
ya no le sirve. Si siguiramos su ejemplo, si nosotros
tambin furamos capaces de liberarnos de las pesadas
cargas que nos impiden avanzar con fluidez y libertad por la
vida, todo sera ms fcil. La serpiente nos ayuda a caminar
ms ligeros y nos ensea a aprender de los errores pasados
y honrarlos como sagrados. Nos muestra cmo
desprendernos de lo que ya no nos ocupa, para poder vivir
ahora y aqu, con presencia y conciencia.
Y los dems animales?
Veo que os interesa el tema dijo Basili,
amablemente.
Poco a poco y con las pausas necesarias para que

Dalmau fuera capaz de asimilar todas aquellas historias y


llevarlas a su vida, el ermitao le habl del tigre. De cmo
aquel animal les enseaba a caminar por la vida sin miedo,
sin rabia y sin adversarios; es decir, con valor, amor y
compasin. La manera con la que nos indica cmo encarar
el miedo y transformarlo en aliado, y nos ayuda a recuperar
nuestro poder personal.
En un momento de la conversacin, Basili le mostr
los claroscuros que proyectaban los rboles.
Lo veis? Igual que el pelaje del tigre, es muy
importante integrar la luz y la sombra. De esta manera
podemos aprender a ser humildes, valerosos y a tener
certezas.
El monje siempre se sorprenda de cmo su amigo
usaba los elementos de la naturaleza para abrir nuevos
caminos en su corazn. Como si tuviera el don de
pronosticarle las heridas, iba administrando los blsamos
necesarios de la manera ms sencilla.
Dalmau se esforzaba en guardar todas aquellas
enseanzas muy dentro de su corazn. Despus de una
pausa...
Recuerdo que hace muchos aos me hablasteis del
guila.
Tambin yo lo recuerdo, lo recuerdo como si fuera
ayer y ha pasado mucho tiempo, amigo mo. Hay otro lugar
en el mundo donde el guila es tambin un animal de poder,

el que nos ensea a volar alto, y a ver las cosas con una
mirada ms amplia y elevada, a ser ms libres. Eso nos
permite perdonar y permanecer en paz con uno mismo y
con el mundo que nos rodea, percibir la belleza que existe
por doquier. Si nos acercamos al cielo, encontramos el
sendero que nos lleva hacia la eternidad, all donde el
pasado y el futuro se juntan en el presente, all donde el
tiempo dura para siempre.
Despus de estas palabras la visin que los esperaba
se volvi sublime. La claridad del sol al atardecer ceg los
ojos del monje. La roca horadada que se mostraba delante
de ellos pareca una ventana directa al cielo. A travs de la
grieta de la piedra se colaba un haz de luz. Las dos figuras
permanecieron en silencio, saban que era un momento
nico, irrepetible y, cada uno a su manera, dio gracias a
Dios por aquella visin que les regalaba un instante de
eternidad.
Aquellos primeros tiempos de adviento despus de la
consagracin del monasterio de Santa Maria de Montserrat
se vivieron con especial devocin. El sentimiento de
formar parte de una nueva familia en la fe rezumaba en
todas sus manifestaciones. No hicieron falta demasiadas
palabras para que todos y cada uno de los monjes tomaran
conciencia de que aquel lugar confera un carcter especial
a los que lo habitaban.
La montaa fue cambiando sus voces a medida que los

primeros fros se dejaron sentir. Lejos quedaban los


chirridos de las cigarras, montonos y estridentes, el canto
de los grillos en las noches de verano o aquel otro, tan
alegre, de los cencerros del ganado que suba de los valles.
Los monjes aprendieron a descifrar el mensaje silencioso
de las nubes, el sonido inquietante del viento y las
imgenes que se recortaban en la niebla. La niebla como un
enviado del cielo que cubra las cimas y otorgaba a las
siluetas un toque de misterio o de solemnidad.
Aquellas proyecciones de piedra que los rodeaban se
convirtieron en los mejores campanarios de torre que
habran podido tener nunca. Eran ellas las que, desde una
verticalidad gloriosa, se erigan en verdaderos santuarios de
Dios. La naturaleza era ms poderosa que en cualquier otro
lugar y su infinitud y majestad provoc en los habitantes
del cenobio un profundo respeto y los ayud a entender las
virtudes que ocultaban la pequeez y la humildad.
Como en cualquier otro hogar, cada miembro deba
llevar a trmino lo que se le haba encomendado, aunque a
veces no fuera lo que ms le agradaba. Y, como en
cualquier otra familia, haba un espacio para hablar de todo.
Pero aquellos das un tintineo metlico acompaaba
sus oraciones. Al acabar la plegaria, el prior de Santa Maria
de Montserrat se protegi con la cogulla afelpada y sali al
exterior.
Dios os guarde! Veo que hoy habis madrugado

dijo el monje dirigindose al herrero.


Me gustara mucho que para Navidad la puerta
estuviera lista y las tempestades de los ltimos das no me
han permitido avanzar al ritmo que deseaba.
Os dejaris los riones, amigo! Ya os dije que...
Ya s qu me dijisteis, pero es mi manera de daros
las gracias por todo lo que habis hecho por m y por mi
familia. Solo espero conseguirlo; esto no es como herrar
caballos, ni tampoco como hacer una campana. El hermano
Sim lo tiene muy claro, pero...
Dalmau Savars le dio una palmada en la espalda y
sonri con complicidad. No haba sido una faena fcil
transmitir al bueno del herrero los smbolos de las
Sagradas Escrituras. Pero finalmente el hermano Andreu se
haba erigido en intermediario. Hicieron falta muchos
esbozos en tinta para interpretar lo que uno y otro queran.
Finalmente pareci que llegaban a un acuerdo y todos se
relajaron.
La puerta es muy importante! Es el paso del mundo
exterior, material, a otro muy diferente, al mundo espiritual
deca, una y otra vez, el hermano Sim cuando le
encargaron instruir al herrero.
No solo se trataba de adornar la pesada puerta de
madera de la iglesia. Lo que se le exiga iba ms all, pero
el monje no escatim esfuerzos ni el herrero paciencia,
poco acostumbrado como estaba a tener una vigilancia tan

estricta de su faena.
Las espirales de hierro cubran la madera,
representando el paso, la transicin y la evolucin de todo
el universo.
A pesar de la trascendencia de las conversaciones que
el artesano se vea obligado a escuchar y la aceptacin de
los postulados que predicaba el monje, a menudo las
reflexiones del hermano Sim volvan loco al pobre
herrero.
El pomo debe ser un crculo, de eso no hay ninguna
duda. Es la figura perfecta y, por tanto, debe ser el smbolo
que represente a Dios. Me entendis, verdad?
Me parece que s. De todas maneras, yo sabiendo
que lo queris redondo ya tengo suficiente.
Pero Sim no dejaba pasar ninguna oportunidad. Da
tras da procuraba aleccionarlo...
En el crculo no existe ni fin ni principio; como
pasa con la eternidad, uno de los atributos divinos por
excelencia. Pero sera posible que tuviera tres nudos?
Tres nudos, decs?
Como tres pequeos pomos en la anilla. De esta
manera, las tres unidades vendran a ser las personas de la
Santsima Trinidad. Un smbolo, tambin, del amor a la
familia.
Ver qu puedo hacer! exclam el hombre que
ya comenzaba a perder los nervios.

Seguro que quedar tal como la sois, hermano


Sim intervino el prior, intentando dar por acabado aquel
tira y afloja.
Como ni uno ni otro hicieron ningn comentario, ni
aflojaron las facciones, el prior decidi cambiar el rumbo
de la conversacin. El hijo que haba tenido Esther era el
mejor motivo...
Por cierto, cmo anda el bueno de Guillem?
Ese chaval tiene unos pulmones fuertes, se lo oye
llorar desde casa. Tiene ganas de vivir, el mocoso!
respondi el herrero, aliviado.
Y eso? Acaso no se encuentra bien? Hace un par
de semanas pareca un beb muy sano.
Y lo es!
Entonces?
Esther no siempre quiere amamantarlo. Ha
padecido unas fiebres que la han trastornado, a veces
parece que hubiera perdido el juicio. Magda ha venido en
varias ocasiones a casa, llorando...
La puerta puede
esperar, amigo
mo.
Acompaadme al pueblo!
El descenso hasta Guadvachet fue rpido. El herrero
no se atreva a entablar ninguna conversacin delante del
rostro adusto del monje, quien solo de vez en cuando se
secaba la nariz enrojecida por el fro o se frotaba las manos
con gesto nervioso.

Al llegar a casa de Magda y Esther tuvo bastante con


una mirada para hacerle saber que prefera entrar solo. El
buen hombre, sin refunfuar, desapareci.
En el interior reinaba el desorden. Magda tena mal
aspecto. El pelo enmaraado le caa sobre la frente y estaba
ms delgada. Guillem lloraba en sus brazos y Esther, con el
pecho descubierto, pareca perseguir algn insecto
imaginario.
Mirad a quin tenemos aqu! El prior de Santa
Maria de Montserrat nos honra con su presencia. Pues ya
lo veis, os ha salido trabajo! exclam Magda mientras
abra el brazo que le quedaba libre mostrando aquel
panorama desolador.
Me ha dicho el herrero...
Qu os ha dicho el herrero? interrumpi la
mujer. Os ha dicho, acaso, que estamos maldecidas?
Que el Dios al que servs nos castiga y que nunca parece
que tuviera bastante?
Magda, por favor...
Ahora me diris que me tranquilice, verdad? Pues
ya estoy harta de esta cancin! l se ha salido con la suya.
Levant la voz con la mirada desafiante en direccin al
cielo. Ramon se pudre bajo tierra mientras vos servs a
Dios desde vuestra montaa. Procurar impedirlo ha sido
nuestro pecado, pero ya hemos pagado con creces la
penitencia!

Eso que dices...


No, padre Dalmau zanj de nuevo la mujer.
Eso que digo no es un sacrilegio, se trata de su venganza!
Y vos, si de verdad me estimis, decidle a vuestro Dios o a
la Virgen de los milagros que devuelva a mi hermana al
mundo de los vivos, o que se la lleve! Prefiero verla
muerta que loca!
El paso de los das ira complicando la enfermedad de
Esther. La mujer se mostraba ausente y solo tena algunos
momentos de lucidez. Pocas semanas ms tarde, Magda se
haca cargo de manera definitiva de Guillem, sin que nadie
pensara que la situacin se podra revertir.
Durante mucho tiempo, atareada con el beb y su
hermana, obligada a trabajar la tierra, el monasterio le
qued muy lejos.

Tercera parte
El legado

de qu miedo provengo
y a qu miedo camino?
callado y ausente
observo a pjaros miedosos
ir y venir las horas y los silencios.
la calma se columpia en junco de azar
qu dios colg de un hilo minutos y sueos?
Francesc Garriga

LIBRO VI

1046

1
Los das comenzaban a tener la misma duracin que las
noches y Cesc pasaba el tiempo midiendo la velocidad de
las nubes o prestando atencin al viento que circulaba por
el valle. Segn decan, solo el pastor era capaz de escuchar
ese ruido, como el de una serpiente que se deslizara entre
los madroos.
Muy cerca de la casa de Cesc, el hijo de Esther se
levant de golpe y un escalofro recorri su cuerpo
menudo y alegre. Quiz fue la luz que se adivinaba en el
exterior, o un olor largamente esperado, pero Guillem tuvo
la certeza de que la primavera estaba al alcance de la mano
y que, con la llegada del buen tiempo, todo sera diferente.
Haba sido un invierno largo y duro. Los das
expiraban muy temprano y los atardeceres se hacan
eternos con la nica compaa de su madre. Magda, su ta,
se marchaba con la salida del sol y solo haca una escapada
al medioda, el tiempo justo para levantar a Esther, lavarla y
darle algo de comer. Despus, se marchaba de prisa y
corriendo. Haba que aprovechar la luz para ocuparse de las
tierras.
Cuando el mal tiempo no le permita permanecer en el
campo, iba hasta el molino, cerca del ro. A cambio de
ayudar en la molienda le daban unas monedas o un puado

de semillas que ella misma trituraba en casa para hacer pan.


Pero lo que no cambiaba eran sus advertencias a la salida de
casa.
No hagas enfadar a tu madre, Guillem. Ya sabes que
es como una criatura, que no tiene cabeza y cualquier
cambio la pone nerviosa.
S, ta.
Quiero que me lo prometas!
Te lo prometo, ta.
Y si pasara algo...
Si caen rocas de la montaa o hay una tempestad
con rayos y truenos tengo que salir corriendo y pedir ayuda
interrumpi Guillem con una sonrisa maliciosa.
Magda le enmara los rizos y pens que no le
molestaban aquellas bromas. Era un nio bastante
obediente y tena bien aprendida la cancioncilla que
siempre le soltaba; ms bien se la saba de memoria de
tanto orla. Diez aos eran muchos para escuchar a diario
que su madre necesitaba vigilancia.
Guillem bien que lo intentaba. Con todas sus fuerzas!
Pero, a veces, los ruidos que Esther haca con la garganta le
ponan los pelos de punta. Recordaba que cuando era ms
pequeo le hacan gracia, que rea cuando se sorba los
dedos hasta ponerse el puo entero en la boca, incluso
encontraba divertido que persiguiera pjaros imaginarios o
se pusiera de cuatro patas e hiciera hoyos en el suelo para

guardar mendrugos de pan. Le pareca el mejor compaero


de juegos e imitaba aquellos comportamientos, sus
muecas, que podan pasar de una carcajada histrica al
llanto ms desconsolado en cuestin de instantes.
No puedes seguir imitndola, Guillem! Ella es una
persona enferma. Debes hacer como si no la vieras. Si no la
gente pensar que tambin a ti se te ha ido la cabeza. Lo
entiendes?
Guillem tard mucho en comprender lo que su ta le
repeta una y otra vez. Desde entonces, muchas noches se
dorma tapndose los odos con las manos para no rerse
ante algn ruido raro o para no llorar mientras Magda
detena los intentos de su madre de hacerse dao. La locura
era algo difcil de digerir para un nio.
Por qu estaba enferma? Qu le haca dao? Por
qu no se curaba? Mil veces se haba hecho preguntas
semejantes y mil veces tambin haba soado que tena una
madre como la del resto de los nios del pueblo.
Pero aquella maana ni se le pasaron por la cabeza. Si,
tal y como pensaba, haba llegado la primavera, la tiita
debera cumplir su palabra! Ya tena diez aos y saldra a la
montaa con Cesc, aprendera el oficio de pastor y, un da
no demasiado lejano, l tambin tendra su propio rebao.
Finalmente, Magda no fue capaz de oponerse.
Sin hacer ruido, para no despertar a su madre, que an
dorma profundamente, sali al exterior y respir el aire

tibio de la maana. Despus, siguiendo sus juegos de nio


solitario, busc con inquietud el vuelo de alguna mariposa
o el rastro de una golondrina cruzando el cielo. Cuando,
por fin, vislumbr un jilguero que extraa con mucho
cuidado las semillas de un cardo, sonri feliz.
Entonces volvi a la habitacin de puntillas, y aquel
olor a rancio no le pareci tan profundo. Como cada da,
pas la palma de la mano por la zamarra que, segn le
haban explicado, llevaba su padre. Siempre la tena cerca.
Le gustaba que su tiita le hablara de l, de Ramon; en
Guadvachet decan que l se pareca bastante y eso lo haca
sentirse satisfecho.
Pobre madre! exclam con un suspiro casi
inaudible.
La mir con tristeza y el hilo de baba que colgaba de
la comisura de sus labios no le pareci tan repugnante
como otras veces. Con la punta de los dedos le acarici el
cabello fino y quebradizo; despus, a media voz, le dijo:
Tienes que portarte bien. Ya soy mayor y tengo que
ir a trabajar, no puedo ocuparme de ti todo el da. Ser
pastor, sabes? Y no te faltar nada. Te traer la leche de la
cabra ms blanca del rebao y aprender a hacer quesos!
Cada da vendr Dela, un ratito, y tambin el cura cuando
haya dicho misa, eso si no ha bebido demasiado. Ellos ya
saben que no te encuentras bien, y se preocupan por ti.
Pero debes prometerme que no los morders, ni tampoco...

Los ojos de Guillem se llenaron de lgrimas y la voz


se le rompi. Por unos instantes un parpadeo nervioso le
hizo pensar que tal vez lo haba odo, que haba entendido lo
que le haba dicho, pero un nuevo bufido puso fin al
espejismo.
Dos das ms tarde, Guillem, con un zurrn colgado
del cuello, esperaba al pastor en la puerta. No se poda
creer que pudiera correr por las montaas, ir arriba y abajo
solo con el cielo de techo. La hija de Melsa los
acompaaba; la perrita se haba muerto haca cinco aos,
pero haba dejado una camada tan lista como ella. Ahora era
Bruna la que manejaba los animales de Cesc con una
destreza innata.
El chico volva a casa reventado, pero siempre sacaba
fuerzas para explicar a la tiita cmo haban estado a punto
de cazar un conejo o la manera descarada con que una
ardilla se haba paseado muy cerca de ellos. Pareca otro;
incluso le haba cambiado el color de la piel.
En una de sus salidas, el pastor llev a Guillem al pie
del monasterio. Dalmau Savars no era para l ningn
desconocido, ya que los visitaba con cierta frecuencia y
siempre les traa manzanas o algn queso que el chico
coma con placer, pero la visin de aquella construccin en
medio de la montaa lo dej fascinado.
La iglesia de Santa Maria se levantaba esplndida entre
las modestas dependencias que completaban el cenobio, y

no le pas desapercibida la enorme campana. Saber que las


campanadas que escuchaba desde su casa cuando el viento
era favorable provenan de aquella mole de hierro fue su
descubrimiento del da; ahora ya le era posible aadir una
imagen al hechizador repiqueteo.
No le digas a tu ta que te he trado al monasterio,
de acuerdo? Si lo haces, tendremos problemas y quiz no
te dejar venir conmigo.
Pensis que me he vuelto loco? Lo que no
entiendo es por qu no me ha dejado venir nunca, ni tan
solo para ir a misa. Siempre asistimos a la iglesia del
pueblo y, cuando le pregunto, me dice que no son cosas
mas, que ella sabe lo que me conviene y basta.
Chico, las mujeres son muy extraas, ya lo irs
viendo!
Pero...
Mira, Guillem, yo no estoy aqu para hablarte sobre
las decisiones de tu ta, pero imagino que para ella es
difcil. El monasterio le trae recuerdos que quiz quiere
alejar de su vida. Cuando Esther se puso enferma Magda
subi hasta Santa Maria de rodillas, a la espera de un
milagro. Hizo que los monjes dijeran misas por tu madre...
Pero la Virgen no pareca escucharla y no volvi nunca
ms. Debes entenderlo.
Cesc no permiti que el chiquillo se acercara a ms de
una veintena de pasos. Guillem le suplic, pero de ninguna

manera accedi a que tuviera contacto con los monjes. Lo


haban dejado a su cargo y se senta responsable de l.
Pero el pastor no pudo impedir que aquel mundo
apenas entrevisto se quedara a vivir en la imaginacin del
nio. De da, mientras estaba en la montaa, Guillem
buscaba la posicin donde se encontraba el monasterio,
justo debajo de lo que ya todo el mundo llamaba Les
Magdalenes. Haba aprendido a medir el tiempo de una
manera extraordinaria y llegada la hora se separaba del
rebao y aguzaba el odo.
Qu haces? le pregunt Cesc cuando se dio
cuenta del extrao comportamiento.
Escucho.
Pero qu escuchas? Ahora mismo yo no oigo nada
que no sea el balido de los animales...
Shhh! Hoy el viento sopla de levante y casi no se
oye.
Guillem cerr los ojos y sigui con la cabeza el ritmo
de una meloda que al pastor se le escapaba. El ruido del
viento que corra por el valle solo era un juego infantil para
Cesc. Las largas estancias en la montaa lo haban
perpetuado y ya no se atreva a confesarlo a la gente del
pueblo.
Por unos momentos, el hombre dud de si el chiquillo
no estara chalado como su madre, pero la alegra se haba
instalado en sus facciones relajadas y la sonrisa que

dibujaban sus labios lo tranquilizaron.


Pero no las tuvo todas consigo hasta que l tambin
fue capaz de percibir los cantos de los monjes durante los
rezos de la sexta, cuando el sol estaba en el punto ms alto
del horizonte, o los cnticos de la nona, tres horas despus.
Si alguien los hubiera visto de lejos, no habra
entendido los movimientos que, dos veces al da, hacan
aquel par de personajes yendo detrs de los lugares ms
favorables, donde la resonancia de la montaa era mayor.
Se convirti en su secreto ms preciado y hasta Bruna
aprendi que durante aquellos ratos no le era permitido
ladrar.
Sant Miquel de Cuix
El abad Oliba tema el da del juicio, deseaba la vida
eterna con todo su fervor espiritual y haba tenido la
muerte presente en cada instante de su existencia. Quiz
por eso, por su acatamiento y respeto por la Regla, no se
rompi en mil pedazos al encontrarse muy cerca del paso
definitivo.
Los mdicos se lo advertan desde haca tiempo.
Aquellos viajes para cumplir los deberes de sus cargos
abaciales eran un peso demasiado grande. El cuerpo del
monje haba llegado al punto de inflexin en que
recuperarse de los excesos resultaba casi imposible. Pero,
cada vez, la pasin por las reformas sociales y religiosas,
los proyectos a largo plazo y su fortaleza natural, parecan

alejarlo de la muerte. La profundidad del infierno era para


los que hacan su propia voluntad, y el abad estaba seguro
de haber vivido al servicio de Dios, para enaltecer su obra.
Cuando sinti que la enfermedad volva a ponerse en
su camino, que ya no era uno de los tantos episodios
pasajeros, suba las escaleras de Sant Miquel de Cuix
rodeado por el magnfico espectculo de las montaas del
Conflent. Las actividades de los ltimos das, con la
valerosa visita a Sant Mart del Canig, que todos le
reprochaban, haba hecho menguar sus fuerzas.
Pero cmo poda desatender los deseos de su
corazn? Necesitaba contemplar una vez ms aquel
prodigio que se elevaba hacia el cielo gracias a la voluntad
indestructible de edificar all una nueva iglesia. Sant Mart,
como Sant Pere de Vic, Sant Salvador de Breda o su
estimada Santa Maria de Ripoll, dejaban a la posteridad su
ideal de lo que deba ser una iglesia. Las torres respectivas
situaban su obra mucho ms cerca de Dios.
Despus de la visita al Canig haba sentido en varias
ocasiones un profundo cansancio. Apenas coma porque
cualquier cosa que se llevara al cuerpo le produca una
angustia que duraba horas; su atencin por los asuntos del
monasterio tambin disminua, como si ya solo le
importara lo que lo esperaba ms all de la vida mundana.
Al caer la noche haba querido salir a contemplar las
estrellas, que coronaban el valle como si fueran las

pequeas almas de todos los que haba conocido. El abad


jugaba con esa posibilidad y, mentalmente, daba las gracias
a quienes, olvidando su vida personal, lo haban ayudado en
un trayecto difcil. Pero, a pesar de los obstculos, ya haca
tiempo que sus ilusiones se haban ido cumpliendo.
La escalera que preceda la puerta principal de Sant
Miquel de Cuix se convirti de pronto en su escalera de
Jacob. Mientras suba con dificultad creciente, crea ver
ngeles que pasaban a su lado; los que hacan el ascenso
sonrean, pero los que descendan parecan dudar de su
papel entre los hombres. El abad quiso comunicar a estos
ltimos la necesidad de sus obras en la tierra, pero un dolor
punzante le atraves el pecho.
Las estrellas se iban diluyendo bajo la influencia de la
luna que despuntaba detrs del Canig y, en aquel preciso
instante, le flaquearon las piernas. Su cuerpo qued sentado
en el peldao ms alto y las visiones anglicas se
transformaron por la conciencia de la profundidad de la
muerte.
Durante un rato se qued solo bajo aquel manto de
luces. Sorprendido porque la visin del cielo ya no fuera un
placebo suficiente para sus males. Senta la urgencia de
hacer llegar consejos claros y directos a sus
colaboradores. La imagen de Dalmau Savars
despidindolo la ltima vez demasiado lejos en el
tiempo aunque se hubieran escrito con frecuencia cruz

sus pensamientos mientras dejaba una estela de


preocupacin.
Pronto aparecieron algunos monjes de la comunidad
que lo llevaron a sus estancias y el instante qued
suspendido, como si los pensamientos fueran ya los nicos
capaces de llevarlo hacia Dios y sus acciones hubieran
concluido su ciclo en la tierra.
El revuelo que provocaba su enfermedad se acentu
despus de aquella ltima crisis. Vinieron mdicos de
Narbona y de Tolosa, incluso solicitaron al emperador que
enviara a un reputado sabio parisiense que, el abad lo saba,
no tena ninguna opcin de llegar a tiempo ni de curar sus
males ms importantes, la vejez y la necesidad de obedecer
al Altsimo en sus deseos, el trnsito final hacia una vida
ms plena.
Le pondremos caballos de refresco en las
principales ciudades dijo su asistente personal como si
las palabras fueran capaces de llenar con esperanza la
tristeza. Y me han dicho que es un hombre joven, quizs
en cuestin de una semana...
Me alegra vuestra fe en los hombres, amigo mo,
pero estoy cansado y debo entregarme al descanso eterno.
Ya solo l me puede dar lo que ms anso!
Padre abad! Y vuestras obras?
Estn en las manos de Dios y de quienes, como t,
han credo en su misericordia...

Si me permits... comenz el monje con una


cierta decepcin en los ojos. La congregacin quiere
veros, compartir con vos estos instantes de dolor.
Pues les diris que an no estoy muerto, que
tendrn tiempo para los cumplidos. Ahora mismo lo que
quiero son utensilios para escribir. Hay cosas que querra
expresar antes de que ya no sea posible. Y despus... Me
escuchis? Parecis ausente...
S, padre abad, perdonadme!
Despus os haris cargo de que algunas cartas
lleguen a su destino, sobre todo una... aadi el abad,
pensativo.
As ser, padre abad!
Lo celebro. Ahora marchaos y que me faciliten lo
que pido, pero que sea en seguida...
El prior...
S, quiz s, que sea el prior quien me traiga los
utensilios. De esta manera le dejar muy claro que no
quiero ninguna interrupcin.
Mientras el asistente se marchaba a toda prisa, el abad
Oliba ech un vistazo a la modesta estancia que le serva de
refugio cuando visitaba Sant Miquel de Cuix. Al principio
solo haba ordenado instalar una mesa y una silla, adems
de unos estantes donde colocar los devocionarios que
siempre lo acompaaban. Pero, ms tarde, al cumplir los
setenta, la comunidad le aadi una cama para que pudiera

recuperarse del largo viaje entre montaas que supona


siempre su llegada al monasterio.
Al mirar aquel jergn limpio sinti la necesidad de
dejarse ir, quiz de anticipar el descanso que el Seor le
haba predicho en las escaleras. Pero la tentacin lo
llevara a olvidar sus compromisos, aquellos que l mismo
se impona en un momento pleno de felicidad y de
inquietud a la vez.
La visita del prior fue ms corta de lo que el abad
pensaba. Quiz ya haba sido advertido por el asistente de
sus deseos, porque dej los utensilios sobre la mesa y dijo
que estara del otro lado de la puerta, por si necesitaba sus
servicios.
El abad Oliba se sent en la silla de roble y procur
mantenerse erguido. Las plumas de guila que le haban
trado para escribir eran perfectas, de acuerdo con los
magnficos artesanos que albergaba la comunidad de Sant
Miquel de Cuix.
Escogi la ms fina y la encar al pergamino. Ni tan
solo se dio cuenta de que las palabras salan solas, que
desde haca mucho tiempo haba sentido en lo ms
profundo de su corazn que aquella carta deba ser escrita...

2
Cuando Dalmau Savars descubri la pequea figura detrs
de la ventana del scriptorium frunci el entrecejo. En un
primer momento pens que se trataba de un mendigo y
sali corriendo al exterior para invitar al chiquillo a
ponerse a salvo del aguacero que caa. Solo cuando lo tuvo
delante se dio cuenta de que se trataba de Guillem.
Por el amor de Dios! Qu haces aqu? Entra en
seguida, ests empapado! Cmo se te ocurre salir de casa
en un da como este! exclam el prior de Santa Maria al
mismo tiempo que haca el gesto de sacarse el escapulario
de franela para ponrselo encima.
No! No puedo entrar, si mi ta lo supiera me
matara a bastonazos!
Me parece que ya no hay remedio, chaval. Puedes
escoger entre recibir bastonazos, como t dices, o seguir
aqu acurrucado y helado como un pollo. Me parece que
solo t puedes elegir la manera en que quieres morir dijo
el prior, aguantndose la sonrisa.
Guillem lo mir, temblando, sin saber muy bien qu
hacer. Despus se dej acompaar al interior de la estancia
donde otros monjes estaban entregados a su faena. Durante
un momento el desconcierto fue compartido, pero
mientras uno a uno reanudaban la tarea que los ocupaba, el

nio permaneca inmvil. Nunca en toda su vida habra


imaginado un espectculo semejante. Con expresin de
bobo en el rostro, segua el recorrido de una pluma de ave
en su transcurrir preciso y paciente. La luz que entraba por
una de las troneras pareca beatificar el trayecto mgico
que haca la tinta sobre el pergamino. El roce, casi
imperceptible, que acompaaba aquel movimiento de una
mano experta, le pareci uno de los sonidos ms
misteriosos que haba escuchado.
Dalmau Savars lo observaba, conmovido. Cmo le
recordaba a Ramon, su padre asesinado por el seor de
Manresa! Haciendo un esfuerzo para no poner en evidencia
lo que senta, el prior lo invit a acompaarlo a las cocinas.
Se secara cerca de los fogones y tomara un poco de leche
caliente.
Estoy bien, de verdad! No podra quedarme un
rato ms?
El prior no afloj la cuerda; tampoco le permiti
disfrutar demasiado tiempo de su fascinacin por el
claustro, ni lo dej detenerse delante de cada una de las
puertas que rodeaban aquel espacio. Guillem pareca un
beb intentando descubrir el mundo donde haba aterrizado.
Pero Dalmau Savars actuaba a contrapelo, esforzndose
por cumplir el deber que las circunstancias le imponan.
Ya en las cocinas, Bernat le dio leche y un trozo de
torta que haba sobrado del da anterior. Y solo cuando

remiti la tempestad, el prior acompa al chico hasta su


casa.
Con los pies cubiertos por el fango y un nudo en el
estmago, Dalmau esper junto al fuego a que Magda
volviera del molino. Cuando la mujer lo vio, el latido de su
corazn se aceler sin que pudiera hacer nada por
impedirlo.
Qu os ha trado en un da como hoy? Ni los
rebaos pueden salir a pastar, padre Dalmau!
El prior no respondi, se limit a mirar fijamente a
Guillem que, cabizbajo, tambin guardaba silencio.
Pasa algo? pregunt, alarmada, acercndose a
Esther por miedo a que ella fuera el motivo.
Tu hermana est bien, de hecho la veo mejor que la
ltima vez se apresur a decir Dalmau en el intento de
calmar a Magda.
Entonces? Es que os ha comido la lengua el gato?
Se puede saber el porqu de tanto misterio?
Soy yo, tiita. He ido al monasterio.
Cmo dices?
Me lo he encontrado en la puerta... intervino el
monje.
As me pagas todo lo que hago por ti? Es que no
ves que a tu madre le habra podido pasar cualquier cosa?
No te he dicho mil veces que no tienes nada que hacer all
arriba!

No la he dejado sola! La hija de Dela se ha quedado


con ella...
La hija de Dela, dices? Pero si hoy no podais salir
a la montaa, con Cesc, y me has dicho que... Lo tenas
todo pensado, ahora lo entiendo! Bribn!
Magda cogi de la oreja al nio y lo lanz sobre el
jergn que segua arrebujado en un rincn. Entonces sali
al exterior obligando a Dalmau a acompaarla. Pero fue l
quien tom la palabra...
Solo es un nio. No puede entender por qu le has
prohibido que venga al monasterio.
l no puede entenderlo, pero vos s! interrumpi
Magda, enfurecida.
La rabia es agotadora, Magda. Deberas...
Vos no podis decirme cmo tengo que sentirme!
volvi a interrumpir la mujer.
No quera...
Mirad, padre prior... Vos cuidaos de vuestros
asuntos, que ya tenis bastante faena. Yo cuidar de los
mos. Es decir, hacedme el favor de volver por donde
habis venido. Regresad a la montaa y a vuestras oraciones
y dejadnos en paz. Lo habis entendido bien? Porque si me
entero de que tenis alguna relacin con mi sobrino nos
veremos las caras y, creedme, no os agradar. Vuestro Dios
ya tiene lo que quera y la penitencia que nos ha sido
impuesta la estoy pagando con creces. Guillem no ser la

prxima vctima de vuestra ambicin. No os atrevis ni a


mirarlo!
Con estas palabras en los labios y con fuego en la
mirada, Magda entr de nuevo en la estancia dejando a
Dalmau de una pieza.
Las amenazas que profiri la mujer dieron frutos y
durante un tiempo Guillem no volvi a acercarse al
monasterio. Pero nada pudo hacer su tiita para devolver la
antigua luz al rostro del nio.
El pastor tambin not que las cosas haban cambiado.
Cuando le pregunt qu le pasaba, obtuvo por toda
respuesta.
Ms vale tener los pies en la tierra. Este es el
mundo que nos ha tocado vivir y basta.
Por mucho que insisti Cesc, el nio se neg tantas
veces como el pastor le propuso escuchar el canto de los
monjes, ahora que estaban escondidos en una umbra.
Semanas ms tarde, Magda se consuma en el esfuerzo
intil de romper el hielo.
No me gusta verte as, Guillem.
Me encuentro bien dijo el nio por toda
respuesta, sin mirarla a los ojos.
Pues a m no me lo parece. Deberamos hablar...
Te he dicho que estoy bien.
Escucha, hay cosas que no puedes entender. Debes
confiar en m.

Cmo quieres que entienda lo que no me explicas?


Por qu me sigues tratando como a un nio? Por qu me
tienes aqu, retenido? Me ahogo!
Pero cmo puedes decir eso? Cada da sales a la
montaa; es lo que queras, no?
Hblame de mi padre pidi Guillem sin hacer
concesiones.
Qu tiene que ver tu padre? No me ests
escuchando.
Los esfuerzos de Magda por encauzar la conversacin
resultaron estriles. Su sobrino ya no era una criatura y la
mujer, en el fondo de su corazn, saba que perda el
tiempo con aquel intento desesperado de retenerlo.
Procuraba dosificar las verdades, escoger las palabras
menos hirientes y ocultar todo el dolor que le supona
aquel recorrido por el pasado al que el chico la obligaba.
Pero Guillem exiga respuestas claras y contundentes.
No le servan los juegos de palabras, ni las medias tintas.
Acababa de descubrir sus alas y emprender el vuelo le
supona una necesidad imperiosa. Aceptaba, resignado, las
prohibiciones, pero no poda estar de acuerdo. Tampoco
pareca enternecerse por las tragedias de unas vidas segadas
de raz, ya haba llorado la desgracia de no haber conocido
a su padre en soledad, durante aos.
En un primer momento intent volver a la monotona
de su vida, a disfrutar de la compaa del pastor. Se esforz

por recuperar el gusto por dar saltitos entre las rocas, de


lanzar piedras a Bruna y esperar que las trajera de vuelta,
pero no poda sacarse de la cabeza aquella visin
interrumpida de otro mundo posible. Las preguntas sobre
aquello que haba visto se convertan en sueos que durante
la noche se trenzaban con la agrura de aquel espacio que
heda a enfermedad.
Magda observaba cmo la historia se repeta
irremediablemente. Solo era una cuestin de tiempo que
Guillem se lanzara a vivir su vida, tal como ella haba hecho
marchndose a Barcelona.
Aquel nuevo fracaso le pesaba en la conciencia,
observaba insensible cmo su cabellera, que haba
enloquecido a ms de un hombre, adquira el color de la
ceniza, muy lentamente.
Dios sabe que he cometido algunos errores en mi
vida, pero tambin es cierto que me ha sido otorgada la
gracia de una existencia larga. As, el paso del tiempo me
ha ayudado a entender que no me haba equivocado con vos,
que mi proyecto de fundar un nuevo monasterio en la
montaa de Montserrat, un lugar sagrado que pudiera
perdurar en estas tierras difciles de frontera, no sera una
empresa de resultados inciertos.
Muy pronto me llegaron noticias de la tarea que
llevabais a trmino en Santa Maria, de la proximidad que
habis establecido con los habitantes del valle y del trato

exquisito que dispensabais a los colaboradores ms


cercanos. Aunque a vuestra manera, cumpls con respeto
mis indicaciones y nunca hice caso de aquellas voces que
me inducan, a veces repetidamente, a retiraros el
privilegio de dirigir mi encargo. Pero saba y no me
preguntis por qu, hay preguntas para las cuales solo Dios
tiene respuesta que poneros al frente de una empresa tan
importante para m haba sido una decisin acertada.
Los primeros informes me demostraban que erais
capaz de desplegar una doble sabidura. Si conseguais
reconducir algunas actitudes, si el pasado que os persegua
dejaba de ser motivo para la afliccin de vuestro corazn, a
pesar de los hechos terribles que ocultaba, el resultado de
vuestra tarea poda comportar grandes beneficios para la
Iglesia.
Pensaba, sin miedo a equivocarme, como ya he dicho,
que los aos pasados al servicio de los condes de
Barcelona y vuestro conocimiento de realidades muy
diversas, os ayudaran a tener en consideracin las
necesidades espirituales del pueblo, a veces muy marcadas
por las ambiciones de los seores que, sabindose lejos y
sin nadie que los detuviera, no se resistan a dejar caer su
poder sobre los ms desfavorecidos.
Por otro lado, vuestra desgracia os confera un
objetivo de enmienda personal que, por lo que sabemos de
la historia de la Iglesia, ha sido capaz en otras ocasiones de

vencer las fuerzas ms oscuras. La voluntad indestructible


de paliar los efectos del incendio, con trabajo y oracin, la
prudencia que demostrasteis en la muerte de personas
estimadas, como Ramon o su padre, contribuyeron a
acentuar mi convencimiento por la eleccin que haba
hecho.
Dicho lo que precede, cuando Dios ha llamado a mi
puerta y sus designios parecen irrevocables, he tenido la
sensacin de que no poda marcharme de este mundo sin
dirigiros algunas palabras. Convencido como estoy de que
desde Santa Maria habis seguido las intervenciones en
iglesias y monasterios, tambin mis esfuerzos para ayudar a
construir un mundo ms digno, a imagen y semejanza de
nuestro Creador.
Pero tengo una pena en el corazn. Mis cargos
abaciales, el obispado que Dios tuvo a bien concederme y
la colaboracin continua con los condes para que la Iglesia
no quedara en segundo plano, no me han dejado tiempo para
ocuparme de Santa Maria. Sin duda en algn momento
habris pensado que no me importaba, que su fundacin y
todos los hechos que se han desarrollado a lo largo de
estos aos eran para m un asunto secundario.
Y nada ms lejos de mi nimo! He sido consciente de
los esfuerzos que vos y vuestros hermanos habis llevado a
cabo para acomodaros en un entorno hostil, y he sentido
cmo el Seor os bendeca con suficientes recursos como

para atraer a vuestros enemigos, consiguiendo a la vez la


estima del pueblo. Es por todo eso que os doy las gracias.
Pero tambin me ha parecido correcto advertiros. Son
muchas las voces que se levantarn en vuestra contra
cuando yo me rena con l, si es que me concede esta
gracia. Las maneras de hacer que yo he aprendido a ver
como virtudes que completaban las necesidades de vuestro
ministerio no tienen el mismo predicamento entre aquellos
llamados a sucederme.
No sera extrao, pues, que intentaran desproveeros de
vuestro priorato, que os declararan incompetente para un
cargo que, a sus ojos, debera tener ms proyeccin
espiritual y dejar de lado aspectos ms mundanos. Son los
nuevos tiempos que vienen. La Iglesia se mueve una vez
ms para quedarse detrs de los muros y querr poner al
frente de Santa Maria a alguien ms adecuado para esta
tarea.
Si esta prediccin tuviera lugar, no querra que
pensarais que vuestro ministerio debe considerarse un
fracaso. Los que servimos al Seor tenemos que estar
preparados para aceptar que nuestro tiempo ha pasado, que
son otros los que deben seguir la estela que nos marca.
Aceptadlo, pues. Adaptaos a los nuevos tiempos y transitad
con confianza el resto de vida que se os conceda.
Quizs os servir que os diga que me habis hecho
feliz llevando el peso de mi fundacin durante todos estos

aos. Incluso cuando vi que os oponais a que la iglesia de


Santa Maria tuviera unas dimensiones ms prximas a la
intencin que yo albergaba, cuando rompais vuestros votos
para ayudar al pueblo, el mismo que ha acabado ayudndoos
para concluir el sueo de un nuevo monasterio en
Montserrat.
Os deseo, desde la certeza de estos ltimos instantes,
que encontris aquello que buscabais en el seno de la
Iglesia, porque me da la impresin de que vuestro dolor se
ha podido diluir en el silencio y la soledad que, por
momentos, habis vivido en la montaa.
Vuestro afectsimo...
Abad Oliba

3
Magda?
Aquella voz conocida hizo que la mujer enderezara la
espalda y dejara junto al tronco la azada que sostena. Se
sec el sudor con el dorso de la mano y entorn los ojos
para escrutar la silueta que se le aproximaba a contraluz.
Cuando la tuvo cerca, no se lo poda creer...
Sois vos, Rigobert?
Una sonrisa franca fue la respuesta definitiva. Magda,
soltando un suspiro, se le lanz al cuello y l la acogi con
los brazos abiertos. Un viejo olor conocido la llev
muchos aos atrs y una lgrima tibia le resbal por la cara
mezclndose con el polvo.
Solo unos instantes despus, Magda tom conciencia
de que su comportamiento podra ser poco adecuado. Con
torpeza, se disculp mientras le limpiaba de tierra la tnica
azul de tacto exquisito.
No te preocupes. Tanto da! He pasado por tu casa,
el cura me ha dicho que te encontrara aqu.
La mujer desvi la mirada y un rictus de dolor le
contrajo las facciones que momentos antes se mostraban
alegres. Entonces baj la cabeza y se encogi de espaldas,
como si se avergonzara porque Rigobert hubiera
presenciado alguna de las desagradables escenas de Esther.

De verdad que lo siento mucho, Magda. Cuando me


march de nuevo de Guadvachet, tu hermana no se haba
recuperado, pero no poda imaginar que...
Fue de mal en peor. Ahora ya no nos reconoce.
Tenemos que atarla. Es la nica manera de asegurarnos de
que no se har dao... Ni se lo har a nadie aadi la
mujer, tragando saliva.
Debe de haber sido muy duro... Pero qu hacemos
aqu, bajo el sol? An falta mucho tiempo para la vendimia.
Vamos a casa y hablemos tranquilos. Te he trado agua de
rosas de Barcelona.
Muchas gracias, Rigobert. Os lo agradezco de todo
corazn, pero no es una buena idea.
A m me parece excelente! exclam el hombre
con una sonrisa de oreja a oreja.
Habis pasado demasiado tiempo fuera. Guadvachet
no es como la ciudad. Tengo un montn de trabajo! Tengo
que sacar los brotes que no sirven y no dispongo de bueyes
para labrar... Es preciso remover la tierra si no quiero que...
Est bien, est bien. No hablemos ms. Permite,
pues, que te ayude.
Ante la mirada incrdula de Magda, el mercader se
remang y cogi la azada.
Acaso os habis vuelto loco? No veis que esta no
es una faena para un hombre como vos!
Ah! No? Y por qu no debera serlo? Acaso soy

muy mayor?
Yo no he querido decir eso...
Mira, es cierto que te llevo unos cuantos aos, pero
no te estoy pidiendo nada ms que aceptes mi ayuda. Eso
es todo!
Magda fue relajndose, no estaba acostumbrada a
recibir un trato tan cordial. Poco a poco el tiempo la haba
endurecido, las prisas la llevaban de un lugar a otro sin ms
horizonte que sus propias inquietudes. Ya no recordaba la
ltima vez que un hombre la haba hecho sentir halagada.
Sin pensrselo, de manera puramente instintiva, mir
hacia la montaa. Con un cierto desafo en el gesto,
imagin entre la bruma el reino donde Dalmau Savars
llevaba a trmino su ministerio. Unos instantes ms tarde
aceptaba la invitacin del hombre que tena delante.
Por el camino que llevaba a la casa que Rigobert an
mantena en el pueblo se cruzaron con un par de mujeres
que iban a buscar agua a la Fuente Grande. Magda no fue
capaz de or lo que murmuraban a sus espaldas, pero sigui
con paso firme.
Las horas transcurrieron entre recuerdos del pasado y
relatos de uno y otro.
Aquella noche, antes de irse a dormir, Magda se
cepill el pelo y contempl su propia desnudez.
Ciertamente, no era la misma que serva las mesas en un
tugurio de mala muerte en Barcelona, pero sus pechos an

se mostraban firmes y conservaba una bonita cintura. Con


gesto provocativo, deposit unas gotas del perfume que le
haba regalado Rigobert detrs de las orejas. Despus,
asegurndose de que su hermana y Guillem dorman
profundamente, se hizo deslizar unas gotas sobre los
pezones y los esparci con movimientos lentos y
circulares. Una punzada en el sexo le confirm que an era
capaz de sentir.
T te lo pierdes, Dalmau susurr con los ojos
relucientes.
Dalmau Savars no esperaba que la inquietud volviera
a apoderarse de su alma aquel medioda. El prestigio del
monasterio iba creciendo y la vida espiritual de sus
miembros se haba estabilizado aos atrs, con su
consagracin. El conflicto con Magda por la vehemencia
de los deseos de Guillem pareca lo nico que poda nublar
el transcurso plcido de las estaciones, con el bosque de
encinas casi recuperado del desastre provocado por el
incendio.
Pero la presencia de un hombre a caballo que traa
noticias del abad Oliba, despus de tres aos sin tener
ninguna, no le pareci un buen augurio. No se engaaba. Al
leer aquella carta que el abad Oliba le haba escrito poco
antes de morir, el prior de Santa Maria entendi que nada
tena un final; tal como deca Basili, la vida iba
transformndose y nos dejaba muestras de su devenir

imprevisible. Incluso la muerte era un principio. La


desaparicin terrenal del abad comportaba cambios para los
cuales no se senta preparado.
Poco a poco se haba convencido de la escasa
influencia que tena en realidad su persona en el
monasterio. Nada habra funcionado sin la intensa
dedicacin de Maties a las necesidades materiales de cada
da, ni sin la pericia de Sim a la hora de conducir la vida
espiritual de sus hermanos de cenobio. No obstante, las
advertencias que le haca el abad sobre la debilidad de su
posicin ante las autoridades eclesisticas lo confundieron.
Haba llegado a la conclusin de que era prescindible,
pero no era suficiente. Leer que su tarea como prior de
Santa Maria poda tener los das contados lo consternaba.
Ya haba tenido noticias en otras ocasiones de los recelos
que despertaban sus orgenes, agravados por algunas
actuaciones desacertadas que haban ocultado su obra. El
abad Oliba siempre haba puesto por delante estos ltimos,
pero ya ocupaba otro lugar, y no tena dudas de que estara
muy cerca de Dios.
Las flores y las hierbas medicinales que el hermano
Maties haba plantado en el claustro crecan complacidas al
abrigo que les proporcionaban las piedras. Pero cada ao
haba que ocuparse de las ms frgiles, sacar los tallos
secos, replantar las que ya no tenan bastante fuerza para
regenerarse.

Dalmau se preguntaba qu deba hacer ante esa


tesitura, si la tempestad que se estaba formando alrededor
de su persona podra afectar a alguna otra del cenobio. Esta
reflexin lo acompa tambin al refectorio y apenas haba
escuchado la lectura de algunos pasajes del Gnesis, que
estaba a cargo del hermano Anton.
Ms tarde, mientras caminaba por el claustro con la
carta en las manos, se dijo que desde la consagracin haba
cambiado la vida en Santa Maria. Los nuevos monjes
contribuan a racionalizar la faena diaria y uno de los
aspectos que se haban favorecido con el aumento de
cenobitas era el silencio.
Los trabajos a los que cada uno deba an enfrentarse
eran duros y numerosos, pero estaban mejor repartidos, y
esto deba agradecerse mucho a la capacidad de Anton. Por
otro lado, saba que en el scriptorium se llevaba a trmino
una intensa actividad, que en las cocinas se preparaban las
conservas que les permitan soportar el invierno. Pero,
salvo algn ruido aislado de cazuelas que llegaba
amortiguado, el silencio era la norma en la que ms se
haba avanzado durante los ltimos aos.
Pero al prior de Santa Maria le costaba imaginar quin
sera elegido en el caso, muy probable, de su destitucin
que el abad Oliba apuntaba en la carta. Maties tena grandes
cualidades, pero su extrema bondad lo descartaba; Andreu
era un buen artesano sin dotes para el mando; Anton se

pareca demasiado al propio Dalmau y Sim nunca haba


demostrado otra virtud que la de su sabidura a la hora de
enderezar las almas perdidas. El resto de monjes
destacaban sobre todo por su modestia.
Se sent en un banco de piedra, meditabundo, incapaz
de decidir cul sera su prximo paso ni en qu direccin
deba dirigirlo. Llus haba salido de las cocinas con un
canasto de cebollas y las troceaba con un cuchillo mientras
algunos pjaros se acercaban a l, quiz por la costumbre
del joven monje de darles alguna cosa.
Aquella imagen lo reconfort. En el monasterio se
respiraba una paz que haba costado muchos esfuerzos,
pero estaba condenada a romperse en poco tiempo.
Mientras tanto se senta obligado a ejercer su ministerio y
necesitaba alejar las dudas.
Consciente de que solo el trabajo lo sacara de su
estado, Dalmau entr en las cocinas para coger otro
cuchillo y poco despus sali de nuevo al claustro con la
idea de ayudar a Llus.
Traa algo importante, el mensajero? pregunt el
joven mientras el prior se afanaba con la primera cebolla.
Qu te parecera si tuviramos un nuevo prior?
Hace tiempo que se me hinchan los dedos y ya no tengo las
fuerzas de antes, quiz sera bueno que alguien tomara el
relevo.
Necesitis las manos para ayudarnos en nuestras

oraciones, para pensar qu es lo mejor para el cenobio?


dijo Llus sin prestarle demasiada atencin, como si la
pregunta del prior solo fuera una posibilidad en la cual ni l
mismo creyera.
Nada es eterno, pero...
La melancola con que el prior dijo aquellas palabras
sacudi a Llus. Por primera vez dej lo que tena entre
manos y lo mir fijamente; su expresin mostraba
desconcierto, pero poco despus se dibuj una amplia
sonrisa en su rostro...
Claro! Es vuestra leccin de hoy, pero, por lo que
s, no os encontris mal y no acabo de entender por dnde
vais.
Antes de que Dalmau pudiera responder, el hermano
Maties entr en el claustro a travs de la puerta que daba a
la iglesia. Sin darle demasiada importancia, dijo que alguien
esperaba al prior delante del altar.
Quin es? pregunt Llus, molesto porque
interrumpieran la conversacin.
No lo ha dicho. Pero parece inofensivo, si queris
saber mi opinin.
Claro que s, hermano Maties. Vuestra opinin
siempre es bienvenida. Bien, voy a ver qu quiere este
visitante. Ms tarde acabaremos nuestra conversacin.
Id con Dios, padre prior.
La marcha de Dalmau hizo que Llus comenzara a

rumiar su extrao comportamiento, pero continu con su


tarea, sin preguntarse quin poda ser el visitante. Pocos
instantes despus volvi Maties, siempre dispuesto a
colaborar aunque no se lo pidieran. Los dos monjes
acabaron de pelar las cebollas del canasto. La presencia de
los pjaros haba menguado, convencidos de que aquellos
tubrculos no seran de su gusto.
La luz descenda y una franja de nubes haba entrado
por Les Magdalenes. El interior de la iglesia solo estaba
iluminado por dos pequeas velas que haba sobre el altar.
Los ojos de Dalmau recibieron con sorpresa aquella
oscuridad.
Alguien me reclama? dijo en voz alta, incapaz de
distinguir los rincones.
S, claro! Perdonadme, pero llevo horas caminando
y me he sentado por si tardabais.
La voz surgi de la nave lateral de la iglesia, donde
estaba el libro que el prior usaba para las misas. Por unos
instantes tuvo miedo de que fuera un ladrn, dado que ya
haba descartado la visita de algn enviado de la Iglesia. Sin
duda, no se habra presentado de manera tan modesta.
En seguida apareci aquella figura grande entre las
sombras. Las velas dejaban entrever los hombros anchos y
el rostro cobrizo de un campesino. Dalmau pens que los
soldados de Guisla de Llu habran cometido alguna
fechora, pero le extraaba no reconocer al hombre.

Me recordis?
La pregunta hizo que el prior se esforzara en hurgar en
su memoria. Haba algo que lo haca conocido, aquella voz
profunda, las escasas palabras. Pero era incapaz de ir ms
all.
Lo siento, pero mi vista comienza a fallar, con esta
luz...
No importa dijo el hombre, acercndose ms.
Soy Marc.
Marc?
S, vos me dijisteis hace aos que tendra un lugar
en el monasterio cuando faltara mi padre...
Sois Marc? El hijo de Set, el iluminador?
Os sorprende?
Muy gratamente, os lo aseguro. Por ms que vuestra
presencia en Santa Maria parece traer una noticia no
demasiado agradable.
Mi padre muri hace dos meses. Marc no pareca
poner demasiada emocin en sus explicaciones, pareca un
hombre fro y poco acostumbrado a relacionarse. Si no
he venido antes ha sido porque estbamos acabando una
Biblia y decid llevar el trabajo hasta el final, haciendo
honor a su memoria.
Una Biblia! Cmo es posible? No dudo de vuestra
pericia, pero...
Con mi padre no solo trabajbamos de sol a sol,

tambin me ense la manera de avanzar con ms seguridad


y destreza. Deba de ser verdad que sus viajes lo haban
llevado a los monasterios que siempre mencionaba...
Lo dudis?
No era muy amigo de los detalles, sobre todo si no
hablaba de su oficio. Cuando tocaba cualquier cosa que
hiciera referencia al trabajo del scriptorium se
transformaba.
Yo... comenz Dalmau, que an no sala de su
asombro ante aquella aparicin. Celebro vuestra
decisin, porque supongo que habis venido a quedaros, al
menos para comprobar si la vida en el monasterio puede
ser el camino al que os ha destinado nuestro Seor...
Si tengo que deciros la verdad, padre prior, haca
tanto tiempo que no sala de aquella casa... A veces pienso
que he olvidado todo lo que significa encontrarse lejos de
tintas y pergaminos.
Lo entiendo, claro. Por qu no vens conmigo? Os
presentar al hermano Maties, que os ayudar a instalaros.
Tambin podris saludar al hermano Llus! aadi
Dalmau como si pudiera ser importante para Marc.
Recordis aquel chiquillo que me acompa a Marganell?
Deca que era amigo vuestro...
Pero el recin llegado no respondi. Seal el
exterior de la iglesia y el prior entrevi una mula cargada
hasta las orejas. Sin evitar que una gran sonrisa le iluminara

el rostro dijo que alguien lo ayudara a transportar sus


cosas. Despus se adentraron en el corazn del cenobio.
Dalmau Savars pens que podan destituirlo de su
cargo, pero nadie le quitara la satisfaccin de haber
conseguido un artesano como aquel. Si todo iba bien, Marc
estaba destinado a dar un gran impulso al scriptorium de
Santa Maria de Montserrat.

4
Todos los domingos y festividades se multiplicaba el
revuelo en la cocina del monasterio. Quedaba lejos la
cuaresma, con las abstinencias que marcaba la Regla o
comidas frugales que se preparaban en un santiamn.
Ahora, por el contrario, cazuelas y peroles humeaban en
medio de la estancia y el aroma de los manjares se esparca
ms all de los muros.
Aquel espacio codiciado por todos los monjes del
cenobio en los das de fro resultaba incmodo al hermano
Bernat, casi insoportable. Pero nunca sali de sus labios la
ms pequea queja. Como en muchas otras prcticas,
encomendaba al Seor su sacrificio, confiando que la
penitencia sirviera para mitigar sus pecados el da del
juicio final.
Avanzaba el mes de julio y sus arcadas iban en
aumento. Cmo le habra gustado estar en el huerto
cultivando las verduras! Tanto le daba acarrear sacos de
harina, como los hermanos legos, o llevar a trmino las
siempre penosas tareas de limpieza y mantenimiento del
monasterio. Cualquier faena al aire libre habra servido para
ayudarlo a espantar a aquellos demonios que no lo dejaban
vivir.
Tambin envidiaba en secreto a los hombretones

sudados de piel cobriza que segaban la cebada de sol a sol o


tiraban de los bueyes en la llanura. Desde haca muchos
aos, su obediencia a la Regla era ciega. Se haba
convencido de que sus antiguas y deplorables obras no
merecan ninguna misericordia por parte de Dios ni de los
hombres.
Concentrado, pues, en desollar las liebres que le
haban trado por la maana temprano daba las indicaciones
pertinentes al hermano Llus, su ayudante.
Pon un par de troncos ms en las brasas, an tengo
para un rato. Cuando acabes, comienza a rallar el queso y
pica los ajos para el almodrote, por favor.
Llus, en cambio, disfrutaba de aquel tenderete de
viandas debidamente escogidas en relacin a los tiempos
litrgicos y estacionales.
Haciendo caso omiso a lo que se le haba pedido,
miraba de reojo al monje. De las cuatro liebres que
colgaban cabeza abajo de un travesao de madera, solo una
estaba dispuesta para ser troceada. En el gesto de quitar la
piel a la segunda Bernat dibuj una mueca de dolor e hizo
una pausa protegindose el brazo. Llus dud unos
instantes, pero despus, como quien no quiere la cosa, le
pregunt:
Hermano Bernat, queris que me ocupe yo de
estos animales?
Dios te lo pague. No s qu hara sin ti! Me queda

el consuelo de saber que cuando falte dejar la faena en


buenas manos.
No pensis en ello, an tenemos que ganarnos el
pan muchos aos! Y a m an me queda mucho por
aprender! exclam Llus quitando hierro al asunto.
Pero la verdad era que el hermano Bernat estaba muy
desmejorado. Aquel monje ms bien regordete, que haba
llegado de Santa Ceclia en calidad de espa, tena las
carnes magras y de sus cejas pobladas solo quedaban unos
cuantos pelos grises. Las veces que el hermano Llus, e
incluso el mismo prior, le haban pedido que fuera a la
enfermera para que le echaran un vistazo o, al menos, que
tomara la dieta destinada a los enfermos, se haba negado
enrgicamente. No quera ni or hablar de ello. Pero esta
vez quiz se haba sobrepasado...
Mientras preparas las liebres voy a buscar los
fideos y la leche de almendras en la despensa. Me parece
que me ir bien que me toque un poco el aire.
El monje encendi una lmpara para llevarla a la
lbrega estancia donde guardaban los vveres y cruz el
claustro mirando a lado y lado. Una vez fuera, solt un
bufido y se apoy en el muro de piedra. Solo entonces se
remang el hbito con gesto mesurado para que la basta
arpillera no irritara an ms las pequeas heridas alojadas
en la parte interior del brazo.
No le dio buena espina ver la zona hinchada y de color

rojo intenso y apret los dientes con enojo. Tal como


imaginaba, algunas de las heridas de las sanguijuelas haban
acabado infectndose. Debera aplicarse algn remedio y
limpirselas bien con agua de tomillo, si no quera que
empeorasen. Le asustaba verse forzado a dar explicaciones.
Haca mucho tiempo que llevaba a trmino aquella
prctica. Procuraba tenerlas siempre a mano, en el interior
de un frasco con agua. Las ocultaba en la despensa, detrs
de los sacos de sal, lejos de miradas inoportunas.
Cuando llova iba l mismo a buscarlas a los charcos
y, si no le era posible, peda a los proveedores del
monasterio que se las trajeran de cerca del ro. Eso s, a
cambio de algn barquillo, un dulce o un buen sorbo de
clarea.
Todo comenz una tarde en que ayudaba en la
enfermera. Se le ocurri al observar cmo los enfermos
mostraban un rostro ms sereno despus de que aquellos
animalillos viscosos les hubieran chupado la sangre.
Cuando lo prob en su cuerpo obtuvo la sensacin que
buscaba, la turbacin lo transportaba a una clida neblina
que haca ms soportable el da a da.
Pero no era el peor mal que subyugaba al hermano
Bernat aquel da de comienzos de verano.
Sin perder ms tiempo, el monje dirigi sus pasos
hacia otro lado del monasterio, cerca de las caballerizas.
Durante el rato que dur el trayecto se dijo que haba que

vigilar y se hizo el propsito de no recurrir a las


sanguijuelas durante un tiempo, al menos no hasta que las
heridas mejorasen.
La despensa estaba en la parte umbra de la montaa,
lejos del calor que desprenda la cocina y a resguardo del
sol; era la mejor manera de conservar los alimentos. Sin
embargo, facilitaba la tarea de aquellos hombres que traan
mercancas desde el pueblo con los animales cargados.
Una vez en el interior, Bernat encendi una segunda
lmpara y las deposit sobre un estante. En seguida se
dirigi hasta el rincn donde se guardaban los frutos secos,
pero ni tan solo tuvo tiempo de desatar el cordel del saco
de las almendras. A su espalda las llamas movedizas se
extinguieron una tras otra y la oscuridad se volvi absoluta.
El corazn le lata con fuerza al creer notar un aliento
en la nuca. Las piernas le flaqueaban y, con un hilo de voz,
dijo:
Hay alguien?
Sin duda, un ladrn se haba introducido en la despensa
mientras l trajinaba. Consciente de la oscuridad y de su
soledad, dese que cogiera lo que haba ido a buscar y lo
ignorara sin hacerle dao. Despus de unos instantes
eternos, una mano lo cogi por el cuello con fuerza.
Intent soltarse a tientas de aquella presin, sin
conseguirlo. Una carcajada reson en la estancia cuando ya
comenzaba a faltarle el aire.

Veo que estis bien servidos dijo la voz annima.


El monje tosi y se llev las manos al cuello.
No sufras, que no deseo tu muerte. Siempre que
cumplas tu palabra, claro.
Por mucho que se esforzaba, el monje no consegua
adivinar qu razones llevaban al hombre a obrar de aquella
manera.
Coged lo que queris! exclam mientras notaba
cmo el sudor le caa por la cara.
Lo que quiero no est aqu, traidor!
No s de qu me hablis, yo...
Por eso he venido a hacerte memoria, hermano
Bernat.
Lluc?
Veo que poco a poco vas recordando... Pensabas
que me podas utilizar y olvidarte de m, verdad? Pues eso
no es propio de un monje.
El hombre pelirrojo le segua hablando al odo y sus
palabras amenazadoras parecan haber sido estudiadas con
cuidado durante mucho tiempo.
Tuve que marcharme de Guadvachet. Despus del
incendio que provocamos juntos la gente hablaba y ya se
sabe...
Yo...
T me dejaste con el culo al aire! Eso hiciste!
Corriste a ocultarte como una rata entre tus hermanos,

mientras que yo por poco me aso. Y cmo me lo has


pagado?
Siento mucho que te hicieras dao balbuce
Bernat.
Lo sientes mucho, dices? Ahora s que lo sentirs
si no haces lo que te ordeno.
Qu quieres? No tengo nada que ofrecerte.
Ah! No? Pues no era eso lo que me dijiste hace
muchos aos.
No hay da que pase que no me arrepienta de ello.
Fuimos demasiado lejos, solo debamos espantarlos,
mostrar de lo que ramos capaces al abad Bonfill.
Necesitaba volver a Santa Ceclia, me senta engaado,
menospreciado...
Basta de chcharas! Estoy en la miseria y exijo que
se me pague mi trabajo. Tanto da si hace diez o quince
aos. Tienes una deuda, monje, y he venido a cobrrmela.
Te he dicho que cojas lo que necesites. En la
despensa hay comida para pasar todo el invierno.
Qu simple eres! Piensas que me marchar con un
saco de sal al cuello y otro de legumbres bajo el brazo?
Tambin hay tocino y ahumados...
Te he dicho que basta! Quiero el cliz y la patena
de plata.
Ests loco? Eso es imposible!
Seguro que encontrars la manera, tu vida est en

juego. Como tambin lo est la humillacin que tendrs


que padecer si me voy de la lengua. Estoy hasta la
coronilla!
Mientras Lluc deca estas palabras, el monje sinti
cmo un objeto punzante le haca una leve presin en el
estmago. Con la boca pastosa, y sudado de arriba abajo,
Bernat asinti. El encuentro sera al da siguiente despus
de las oraciones de maitines. Se veran a medianoche en un
lugar denominado el Rincn de los Vientos, muy cerca de
Sant Iscle.
Cuando, por fin, Lluc desapareci, el monje se
desmoron hasta quedar sentado en el suelo. Mientras se
haca la seal de la cruz, rompi a llorar.
Cesc intent mantenerse al margen del conflicto entre
Magda y el prior de Santa Maria. Para conseguirlo hizo
prometer al chico que lo obedecera, al menos hasta que a
su ta se le pasara el enfado. Poco a poco se iba
acostumbrando a ir acompaado y los das que Guillem no
suba a la montaa, a menudo porque no haba nadie
dispuesto a vigilar a su madre, lo aoraba muchsimo.
Tambin era consciente de que su naturaleza indmita
no tena suficiente con sacar a pastar el rebao. Necesitaba
correr, descubrir cosas nuevas, pensar que transgreda lo
que los mayores esperaban de l. Incluso el pastor, poco
acostumbrado a tratar con nios, de hecho poco
acostumbrado a tratar con nadie, salvo sus cabras y ovejas,

se daba cuenta de que el pequeo Guillem estaba


cambiando.
Forzado por las circunstancias, pero a la vez
complacido por saber dar respuestas a sus inquietudes,
intentaba descubrirle nuevos escondites o explicarle
historias relacionadas con la montaa. Solo as consegua
captar su atencin y que se olvidara del impulso que lo
llevaba hacia Dalmau Savars.
Pero antes de mostrarle el laberinto de cuevas por el
que haba llevado a Magda hasta Santa Maria el da del
incendio, Cesc explor nuevos corredores y algunos pasos
estrechos por donde an no se haba atrevido a adentrarse.
Cuando pens que no correran ningn peligro y, sobre
todo, que las galeras no los llevaran hasta el monasterio,
se dirigi con el rebao por un sendero que sala de Santa
Ceclia. Las cabras soportaban bien cualquier terreno, pero
Guillem vio en seguida que aquel camino tan duro no era
una eleccin habitual del pastor.
Cualquier da me llevaris por las rocas y entonces
no habr ninguna diferencia entre ellas y nosotros dijo el
chico, quejndose despus del segundo resbaln, mientras
sealaba dos cabras; los animales se asomaban sin miedo al
abismo para llegar a los brotes de hierbas ms tiernos.
Pensaba que eras capaz de eso y de mucho ms,
pero, tranquilo, porque te llevo a un lugar que te
sorprender. Cesc intentaba pincharlo, una estrategia que

siempre le sala bien.


Guillem no dijo nada ms. Continuaron la ascensin,
cada vez con ms dificultades, hasta que llegaron ante una
pequea gruta. Al fondo se vea un agujero al que el chico
se acerc sin demasiado inters. El pastor intentaba
recuperar las fuerzas mientras lo observaba.
Creo que podemos dejar aqu las cabras dijo
Cesc mientras lo coga de la mano. Me acompaas?
Adnde vamos? No me digis que queris entrar
por ese agujero?
Te sientes capaz?
Claro, pero puede ser peligroso. Al menos eso es lo
que me dice siempre Magda, que las cuevas son para los
roedores.
Yo te aseguro que no correremos ningn peligro.
Ahora bien, debes confiar en m y hacer todo lo que te
mande.
Del todo perplejo por las intenciones del pastor,
Guillem esper que pasara primero su acompaante; poco
ms tarde, al comprobar que no gritaba ni desapareca en
algn pozo, acept la mano que le ofreca. La cavidad daba
paso a un espacio ms grande que su casa, pero el suelo
resbalaba y las paredes estaban hmedas y, donde llegaba
ms luz, se podan descubrir retazos de moho, como en el
lavadero de la Fuente Grande.
Es muy posible que en tiempos de lluvias fuertes

esto est lleno de agua dijo el pastor, que se haba


propuesto responder a las curiosidades del chico.
La cara de Guillem mostraba su fascinacin, y esta fue
en aumento cuando Cesc le indic una grieta en la pared del
fondo. Poda pasar un hombre si se pona de lado, pero no
se imaginaba que el pastor se propusiera atravesarla. Al
darse cuenta sinti un escalofro. La tensin por la aventura
que estaban viviendo no le permiti reconocer el miedo
que senta.
Tal como te he dicho, conozco muy bien esta cueva
y, si me sigues, te mostrar algo que nunca has visto.
Yo os sigo, pero pensad que no me puede pasar
nada. Quin cuidara entonces de mi madre? dijo
Guillem mientras caminaban a travs del corazn de la
montaa.
Pronto se dio cuenta de que las paredes no solo
estaban hmedas, tambin tenan un tacto spero. Se llev
las manos a la boca y sinti su sabor salado, pero Cesc
pareca tener respuestas para todo.
Eso que notas es salitre, hay mucho dentro de la
montaa. Alguien me explic hace tiempo que salv la vida
de los primeros monjes, ya que les permiti conservar la
carne y otros alimentos.
Cmo sabis tantas cosas?
Quiz porque toda mi vida me he dedicado a
observar a los otros, pero ahora mismo estoy contento. T

me has ayudado a salir de mi letargo y, desde que vienes


conmigo, siento como si hubiera vuelto a nacer.
Eh, que el pequeo soy yo, y sois vos quien tiene
que salvarme de cualquier peligro! dijo el nio con un
punto burln en la voz.
Y lo har, no te preocupes. Pero, mira, observa la
sala a la que llegamos!
La grieta se haba prolongado ms de veinte pasos,
pero desembocaba en una enorme sala que hizo exclamar a
Guillem su sorpresa. Era tan grande como la iglesia de
Santa Maria y del techo colgaban formas extraas, por
todas partes se escuchaban ruidos secos y el chico temi
que hubiera algn animal al acecho. Se puso a las espaldas
del pastor.
No tengas miedo, caramba. El ruido que oyes es el
de las gotas que resbalan por esos caballetes invertidos. Es
el agua que los forma y, al secarse, van construyendo lo que
ves.
Tambin hay en el suelo dijo Guillem
sorprendido porque las mismas formas del techo tambin
se presentaban delante de ellos.
Las sustancias que tiene el agua hacen lo mismo en
la superficie de la cueva. No te parece sorprendente?
Quiz Guillem habra respondido algo, pero tanto l
como Cesc se quedaron parados a la escucha de otro ruido
que llegaba intenso y profundo. Lejos de proceder de algn

rincn concreto de la inmensa sala, llenaba el espacio y


pareca envolverlos a medida que iba creciendo. El chico se
lanz a los brazos del pastor sin que este respondiera para
tranquilizarlo.
Qu es eso? Quiz se oculta algn animal salvaje!
No hay ningn animal en Montserrat capaz de hacer
ese ruido. Debe de ser algn ro subterrneo y las paredes
amplan el sonido, como el eco en las montaas aadi
Cesc, aunque l mismo dudaba de esta explicacin.
Marchmonos! Tenemos que marcharnos,
corriendo!
Guillem ya se haba girado hacia la grieta por donde
haban entrado y tiraba del brazo del pastor, pero este se
resista y lo dej atrs. La grieta ya no le resultaba extraa
y saba que veinte pasos ms all llegara muy cerca de la
salida. Escuchaba los gritos de Cesc, quien deba de venir
detrs, pero pronto dej de orlo. El camino haba
cambiado, puesto que, lejos de continuar recto y llegar
hasta la sala pequea, se bifurcaba.
El chico mir atrs antes de decidir en cul de las dos
galeras se metera, pero a sus espaldas la oscuridad era
total. Solo distingua un punto de luz por una de las
bifurcaciones y corri hacia l sin pensrselo. En ningn
momento crey que estuviera perdido, solo esperaba ver de
nuevo a Cesc y que este lo condujera al exterior. El suelo
resbalaba cada vez ms y se cay varias veces.

La luz que le serva de referencia era engaosa.


Cambi la trayectoria de su huida hacia delante varias
veces, sin llegar a ninguna parte. Entonces, cuando sus ojos
comenzaban a verter las primeras lgrimas, escuch de
nuevo el ruido que tanto lo haba asustado. Quera gritar,
pero algo le deca que no era necesario, quiz porque el
sonido ahora le llegaba ms ntido y poco a poco fue
perdiendo el miedo.
Aquel fragor que se haba apoderado de la cueva
cuando an estaba con Cesc adquira de pronto una gran
suavidad. Es cierto que las paredes lo devolvan, pero eso
contribua an ms a distinguir que era una especie de
msica, muy alejada de los tambores, cuernos y otros
instrumentos a los que estaba acostumbrado. Aunque se
senta perdido, el chico se fue tranquilizando. No poda ser
nada malo, y pareca proceder de una de las galeras que
tena delante. De hecho cada vez se senta ms atrado por
l, ya no recordaba que el pastor deba de estar buscndolo.
Siguiendo el hilo de aquel sonido cada vez ms
difano, el chico se adentr an ms en la montaa. Ya no
senta miedo y haba llegado a la conclusin de que no solo
era una msica lo que atravesaba el interior de la montaa.
Por momentos le haba parecido que se aada una voz.
Nunca haba tenido ocasin de escuchar nada igual y
pensaba si haba descubierto un refugio de ngeles.
Recordaba que alguien, quizs el cura, le haba explicado

que los ngeles tambin se podan encontrar en la tierra y


que, incluso, tenan lugares donde se ocultaban hasta que
alguien los necesitaba.
Entonces encontr por fin el origen de la luz y, al
llegar a su encuentro, la visin rompi cualquiera de sus
previsiones.

5
Al mismo tiempo que los cnticos se extingui la msica.
Guillem continu atravesando diversas galeras en busca de
aquella luz; era cambiante, como pasa con la sombra de las
nubes cuando recorre un paisaje y oculta la intensidad del
sol. Mientras caminaba por el interior de la montaa, intua
que las leyes deban de ser diferentes de las que regan la
luz al aire libre.
Compartir aquel canto haba menguado sus miedos y
su paso era ms decidido. En seguida lleg a una sala que
no tena nada que ver con las anteriores. Se alegraba de
descubrir el origen de la luz; aquel chorro de intensa
claridad que descenda del techo brillaba como el chorro
de una fuente, pero muchas zonas quedaban en penumbra.
Guillem no encontr fcilmente a su interlocutor. Los
carmbanos de piedra hacan formas extraas, a veces
conectndose entre ellos, reuniendo en una misma columna
las materias que se solidificaban con la cada del agua,
impidiendo la visin completa del centro de la sala. Pas
entre algunas de las formaciones, siempre avanzando hacia
la base de aquel resplandor. El tacto de las piedras le
recordaba las babas de Bruna, suaves y dciles al tiempo
que un poco viscosas. Se frot la mano en su tnica con
gesto de asco, y entonces la msica volvi a escucharse.

La proximidad hizo que distinguiera mejor lo que


haba en el centro de la cueva. Era un trasto extrao para
Guillem, que nunca haba visto un rgano de ningn tipo, ni
tan solo los andamios que haban usado en Santa Maria para
construir la iglesia. El molino del ro era lo nico con lo
que era capaz de compararlo, pero de ninguna manera le
resultaba suficiente.
El chico atraves una nueva serie de columnas de
piedra antes de situarse muy cerca de aquel hombre que
permaneca sentado dndole la espalda. Cuando oy su voz
se tranquiliz; era la misma con la que se haba cruzado
durante los cnticos, y sonaba dulce, afable.
Pasa, Guillem! No s por qu, pero me haba
imaginado que eras t, una voz tan flexible an. Quiz
porque no hay demasiados nios de tu edad en el pueblo y
Dalmau ya me haba dicho que te gusta rondar por la
montaa.
Vos... comenz el chico con timidez. Vos
cantabais hace un momento!
S, y t me seguas. Me ha gustado mucho cuando se
han reunido nuestras voces y hendan esta maravilla natural
que Dios nos ha dado.
Sois Basili, el viejo de la montaa! Hay gente en
Guadvachet que os cree muerto!
Veo que t tambin me has reconocido y que ha
resultado efectiva la peticin que le hice al prior. Si

algunos ya piensan que estoy muerto, muy pronto ya no me


recordarn y me dejarn en paz.
Pero la gente an os recuerda! He odo hablar
muchas veces de vuestra voz durante las primeras misas
cantadas en Santa Maria, incluso mi ta, Magda, que es tan
poco de iglesias, lo ha mencionado alguna vez.
Ya me haban avisado de que eres un chico muy
espabilado respondi Basili sin prestar demasiada
atencin a aquellas noticias sobre su fama que corran por
el valle; despus aadi: Me parece que te has perdido!
Vos habis tenido la culpa! Hemos comenzado a
or la msica y, al principio, desde la sala donde estbamos,
la podamos haber confundido con la voz de un animal,
quejndose. Pero yo saba que era otra cosa. Entonces he
intentado que Cesc me siguiera, y no me ha hecho caso.
Quiz sea l el que se ha perdido.
Lo dudo, Guillem dijo el ermitao con una
sonrisa. El pastor conoce bastante bien las
bifurcaciones, al menos hasta donde ha llegado en su
bsqueda. Yo siempre intento no tocar cuando l est en las
cuevas, pero hoy ya haca demasiado tiempo y he sentido
una gran necesidad de venir hasta aqu y poner el hydraulis
en marcha. Quizs el Seor quera que nos encontrramos,
nada pasa porque s...
El chico haba perdido el hilo de tanta chchara, sobre
todo porque cuanto ms miraba el extrao artilugio que

tena delante ms sorprendente le pareca. Basili accion


una pequea palanca de madera y un sonido como de agua
hirviendo se escuch dentro del rgano. Entonces se sent
en el taburete que haba delante del andamio de madera y
piedras y puso las manos sobre los salientes. La msica
volvi mientras Guillem la escuchaba en silencio. Poco
despus, sin apartar las manos, se volvi hacia el chico y
este acogi como un regalo las primeras palabras del Ave
Mara que haba escuchado cantar en la parroquia.
Lo interpret como una seal. En seguida sus voces se
unieron en un cntico que se elevaba hacia aquel cielo de
piedra. Guillem casi poda or cmo sus voces viajaban
entre los carmbanos de piedra que el agua haba formado,
habra jurado que se retorcan antes de continuar un camino
de ida y vuelta. Como si la msica fuera capaz de fabricar
imposibles, tuvo la sensacin de que parte de aquellos
sonidos corran por las galeras de la montaa y, quiz, solo
quiz, llegaban hasta el lugar donde haba dejado a Cesc.
El ermitao se levant al final del canto y lo mir con
perplejidad. Pero Guillem quera que continuara.
Creo que ya est bien por hoy. Pero debes decirme
quin te ha enseado a cantar, tu voz es prodigiosa. Basili
esperaba en silencio una respuesta, la ternura que
transmita el chico lo conmova.
Mi madre cantaba, a veces, cuando yo era pequeo.
Ahora est loca!

Lo s, y lo siento por ti, pero seguro que tu ta te


trata muy bien.
No creis, Magda est siempre en el terruo y no
tiene demasiado tiempo para atenderme. Por otro lado, ya
soy mayor y s aparmelas solo; a veces, incluso, soy yo
quien tiene que ocuparse de ella. Hay noches que llega con
las manos destrozadas de trabajar con la azada y yo le
pongo el ungento que nos ha preparado la mujer del
herrero.
En este punto, Guillem se qued callado. Magda le
haba advertido que aquello era un secreto, que el cura no
vea bien aquellas prcticas. Segn deca, solo los mdicos
deban curar, y siempre que el Seor se lo permitiera.
Lo entiendo. Bien, quizs haya llegado el momento
de llevarte a casa, si no podran preocuparse mucho por ti.
No querrs que Magda se caliente la cabeza pensando
dnde puedes haberte metido?
Es Cesc quien estar muy preocupado por haberme
perdido dijo el chico, rindose. Pero ya le est bien,
por cagado! Si mi ta se entera de que me ha perdido de
vista, es capaz de matarlo.
No digas eso! El pastor hace una gran tarea
ocupndose de ti, y no queremos que le digan nada por tu
culpa, verdad que no?
No, claro.
Guillem no pareca demasiado convencido. Adems,

haca rato que le corra por la cabeza una pregunta:


Volveremos a cantar? Me dejar venir a visitarlo
cuando toca este... El hydau...
El hydraulis! Es un rgano de agua, pero la cueva
aumenta mucho sus posibilidades. No te parece fantstico
que sea la propia naturaleza la que nos ayude a hacer
msica?
S, claro respondi el chico sin entender muy
bien a qu se refera.
Algn da volveremos a cantar juntos, si eso te
complace, pero no s cmo lo ver tu ta.
Ella no sabr nada, os lo prometo. Ahora, adems,
tiene a ese hombre viejo que la ronda.
Un hombre?
S, un tal Rigobert. Lo conocis?
Y tanto que lo conozco!
Mientras Guillem y el ermitao estaban en la cueva
del rgano, Cesc se haba ido espantando cada vez ms.
Recorri muchas galeras y pequeas salas, incluso algunas
por las que no haba pasado nunca. Pero no encontr ni
rastro del chico. A pesar de que tema la reaccin de
Magda, sali de la gruta por donde haban entrado.
En el exterior, las cabras pasturaban libres y se haban
extendido en un radio muy amplio, pero su instinto les dijo
que era el momento de volver a casa. Apenas vieron que el
pastor arrancaba a correr montaa abajo lo siguieron con

entusiasmo.
Pero la bajada resultaba peligrosa hecha de aquella
manera, y ms si no controlabas dnde ponas los pies.
Cesc se cay muchas veces y cada vez se dejaba trozos de
piel en una rama o en las piedras y salientes que
obstaculizaban su carrera. Despus de aquella carrerilla,
lleg a casa de Magda con un aspecto lamentable.
Esther fue la primera en recibirlo. Lo detuvo en la
puerta y puso el dedo en una de sus heridas. Despus se lo
llev a la boca. El sabor de la sangre hizo que estallara a
rer dejando petrificado al pastor. Entonces Guillem
apareci detrs de su madre. Dirigi una amplia sonrisa al
pastor, con lo que quera representar que nadie saba nada
de su aventura. Cesc poda respirar tranquilo. Pero sus
heridas le borraron el gesto.
Qu os ha pasado? exclam Magda, que haba
acudido a tranquilizar a Esther.
Yo... Creo que me he cado y...
Dios mo! Cmo queris ocuparos de mi sobrino
si no sois capaz de ir por la montaa sin haceros dao?
Pasad y os limpiar esos desgarros.
No, no, no es necesario!
El pastor no se lo pens dos veces. Se volvi y
comenz a correr hasta encerrarse en su casa. No entenda
nada de lo que haba pasado con Guillem. Cmo haba
llegado antes que l? Acaso haba encontrado la salida? Y

no lo haba esperado? Era imposible! A menos que


alguien... Cesc se qued pensando en aquella posibilidad, la
nica que se le ocurra. Mientras tanto, las cabras buscaban
sin ayuda el camino de las cuadras y descubran que no
quedaba agua fresca en los pesebres.
Solo algunas de ellas se atrevieron a bajar solas hasta
el ro.
El hermano Bernat no pudo concentrarse en ninguna
de las lecturas que se llevaron a trmino aquel da, ni
tampoco el siguiente. Desde que se haba producido el
encuentro con Lluc, procuraba disimular su inquietud como
poda y se tragaba la comida sin ganas por miedo a levantar
sospechas. Tena la sensacin de que todos y cada uno de
los monjes estaban pendientes de l. El silencio no lo
ayud, vea rechazo detrs de cada mirada, pero tambin
habra encontrado un doble sentido en cualquier
comentario inofensivo. Mientras tanto, su cabeza rumiaba
cul sera la mejor manera de desenvolverse sin quedar
malparado ante el resto del cenobio.
Un par de veces estuvo a punto de confiarse a su prior,
de explicarle cmo haban ido las cosas, de suplicar su
perdn, pero no se atrevi. A ltima hora contempl la
posibilidad de hacerlo durante la confesin comunitaria.
Necesitaba con urgencia acabar de una vez por todas con
aquella pesadilla que lo volva loco.
Al final del captulo, al monje le sudaban las manos.

Bernat observaba cmo los otros monjes, preparados para


aquella prctica diaria, se acusaban de faltas frugales, como
algn mal pensamiento o haber envidiado tal o cual
pertenencia. Se imaginaba sus rostros desencajados al
escuchar su gran pecado, cmo en unos segundos pasara
de ser aceptado por la comunidad a convertirse en un ser
menospreciable.
Y si hablaba? Cul sera la penitencia que habra de
cumplir? No poda ni tan solo imaginar el castigo de la
expulsin de la orden. Qu sera de l si as lo decidan
sus hermanos? Adnde ira a su edad y con la poca salud
que le quedaba? A pesar de todo, cualquier cosa era mejor
que seguir consumindose detrs de un secreto que
amenazaba su cordura.
Se levant del asiento que le tocaba por antigedad.
Lo haban situado entre el hermano Sim y el hermano
Anton, suprior de Santa Maria de Montserrat. Entre
aquellos hombres fuertes y de irrefutable conducta an se
senta ms pequeo.
Durante los breves instantes en que permaneci de
pie, not cmo los ojos de jvenes y viejos lo escrutaban
con impaciencia. Lo hara! Estaba decidido a asumir el
rechazo y a cumplir con obediencia la pena que se le
impusiera. Pero sus labios cerrados no respondieron a la
orden que les daba.
Hermano Bernat, acaso queris hacernos

partcipes de alguna falta? dijo Dalmau Savars,


invitndolo a hablar.
Por mucho que se esforz, ninguna palabra suya
rompi el silencio de la sala y, sintindose desfallecer,
volvi a sentarse con gesto compungido.
Se le acababa el tiempo. Hacerse el enfermo solo
servira para aplazar algo que no tena freno posible.
Abatido, renunci al consejo del prior para que lo visitara
el monje enfermero y sigui con sus obligaciones en la
cocina.
La decisin definitiva la tom durante la preparacin
de la cena. Era una salida desesperada, pero acaso no era
ese su estado de nimo? Se le haba ocurrido de repente y
la consideraba la nica solucin posible. Se deshara de
aquel maldito sinvergenza antes de acabar siendo su nueva
vctima.
Si funciona con las ratas, tambin ser efectivo con
l. Qu es Lluc, sino una rata hedionda y asquerosa?
Decais algo, hermano Bernat? pregunt Llus al
percibir el murmullo de su compaero en las cocinas.
No me hagas caso, pensaba en voz alta. Sigue
troceando las calabazas, que voy a buscar unas ramas de
canela.
Tenis mal aspecto. Quiz deberais descansar.
Antes nos habis dejado a todos preocupados.
Lo har. Maana, lo har.

Con estas palabras el monje sali del claustro y, lejos


de ir hacia la despensa, se dirigi hacia la enfermera.
Sin demasiadas dificultades, el hermano Ricard le
proporcion una pizca del polvo blanco que codiciaba.
Tiempo atrs l mismo le haba sugerido que poda usarse
para proteger los alimentos; cualquier intento de eliminar
aquellos animales que estropeaban los sacos, zampndose
todo lo que encontraban a su paso, sera aceptable, por
mucho que tambin fueran criaturas de Dios. Pero su
advertencia haba sido clara...
No lo cojis con los dedos, es altamente venenoso!
Vigilad, no vaya a ser que tengamos un disgusto.
El monje enfermero manipul aquel producto con
gesto cuidadoso. A l le serva para tratar heridas que no
parecan sanar de ninguna otra manera. Pero el proceso
deba ser llevado a trmino por manos expertas, con dosis
precisas. Bernat temblaba como una hoja al llegar a la
cocina. Llevaba debajo del hbito el minsculo frasco. Un
antiguo olor a sofrito de cebolla y perejil lo devolvi al
ambiente cargado que respiraba a diario.
Bernat habra sido capaz de adivinar con los ojos
cerrados a qu estacin del ao corresponda uno u otro
aroma pasndose un da en la cocina. Pero, ahora, lo ms
importante, aquello que se haca verdaderamente urgente,
era decidir cmo hara para introducir la sustancia mortal
en algo comestible y, al mismo tiempo, conseguir que Lluc

se lo tragara.
Un par de manzanas, amarillas como el trigo, fueron el
anzuelo escogido. Su fragancia se dejaba sentir desde el
capazo que acababa de traer el hermano Pau y descansaba
junto a la puerta de la cocina. Bernat necesitaba introducir
el veneno sin dejar marcas evidentes en la fruta. Se
tranquiliz al pensar que la oscuridad de la noche sera su
mejor aliado. Pero cmo se desembarazara de las miradas
curiosas? Dnde poda quedar con Lluc si no quera que
nadie los descubriera? El tiempo jugaba en su contra, deba
pensar con rapidez, actuar.
El sol iniciaba su descenso manchando el cielo de
violetas y prpuras cuando la comunidad se reuni de nuevo
para las vsperas. Los temblores, que ni tan solo tuvo que
fingir de tan espantado como estaba, fueron excusa
suficiente para retirarse al dormitorio comunal antes de
cenar. Pero antes se apropi de la patena de plata de la
iglesia. El cliz lo desestim pensando que, por su
volumen, sera ms difcil de disimular si alguien se
cruzaba en su camino. Con mirada furtiva, mir la imagen
de la Virgen que presida el altar y, con lgrimas en los
ojos, pronunci unas breves palabras mientras se haca la
seal de la cruz sobre el pecho.
Os la devolver. Tened piedad de este pecador que
no ha sabido serviros...
Como si huyera del mismo diablo, desapareci del

lugar donde los monjes haran la ltima plegaria del da


despus de haber cenado.
Bernat realiz la operacin en la soledad de aquella
cmara de grandes dimensiones, que comparta pared con la
cocina aprovechando el calor de los fogones durante el
largo invierno. Un punzn afilado fue la herramienta de la
cual se sirvi para introducir el veneno en la pulpa carnosa
de las manzanas. Lo hizo con extremo cuidado para no
estropearlas y vigilando que las incisiones se repartieran
por la superficie. La imagen de Eva ofrecindole una
manzana a Adn lo estremeci. Centenares de veces haba
escuchado aquella lectura sagrada. Y siempre le
impresionaban las graves consecuencias de un gesto de
soberbia que haba llevado a la humanidad entera a la
muerte. Era el nico salario posible del pecado, pero ya era
demasiado tarde para echarse atrs.
Cuando los compaeros de cenobio ocuparon los
jergones de paja que labraban alineados el espacio de
reposo, Bernat fingi un sueo profundo. Con los ojos
cerrados not cmo el hermano Just se acercaba para
interesarse por su estado; aquel monje siempre le haba
parecido que ola a rancio, que en los surcos de su piel an
habitaba el holln en que se haba convertido la montaa
aos atrs.
Sintindose observado, el monje intent relajar los
prpados, pero le daba miedo no conseguirlo. Finalmente,

forz una respiracin ruidosa que quera simular un sopor


intenso. El olor a holln fue debilitndose y Bernat intuy
que haba conseguido su propsito.
Por prescripcin de la regla de san Benito, la
disposicin de los monjes no era azarosa, ni mucho menos
por voluntad individual. Era preciso que los ms jvenes
estuvieran acompaados por uno de ms edad; de esta
manera, caer en la tentacin de vicios privados se haca ms
difcil. Este era el motivo por el cual, ya haca diez aos, el
hermano Llus ocupaba un lugar junto a Bernat. Del otro
lado, estaba el bueno de Maties, quien se dej caer como
un saco despus de acomodar la paja, como tena por
costumbre. Los ronquidos y los bufidos aparecieron en el
tiempo en que se reza un padrenuestro.
Bernat apenas dispona de tres horas. A medianoche,
uno tras otro, los monjes se levantaran para cumplir con
los rezos de maitines.
Entonces, Dios lo quiera, todo se habr acabado
susurr el monje, persiguiendo la paz que tan
fervorosamente anhelaba.
Puso todos los sentidos en recorrer el espacio que lo
separaba de la puerta. Tema que alguien lo descubriera
saliendo del dormitorio, pero se escabull con el mismo
sigilo que un gato. De la cintura le colgaba una bolsa que
contena la patena de plata y las tres manzanas.
En el exterior se oan los grillos, ellos tambin

parecan inquietos. Su padre le haba explicado que cuando


el canto era pausado anunciaban una temperatura estable, en
cambio si era rpido anunciaban que el calor sera
inminente. Haca tiempo que no pensaba en aquel hombre
de baja estatura que haba muerto cuando l an era un
chiquillo. Bernat se horripil, como si el recuerdo se
convirtiera en un mal presagio, un pensamiento extraviado
propio de quien hace memoria de su vida antes de
despedirse de ella.
Todo ir bien, todo ir bien se repiti,
apresurando el paso.
Cuando gir en direccin a Sant Iscle la luna sali a
recibirlo. No estaba llena del todo, pero no le result
difcil completar con un trazo imaginario la blanca
circunferencia que baaba el valle. Hizo el esfuerzo de
llenarse los ojos con la paz que destilaba, pero su corazn
se obstinaba en latir ms fuerte a medida que se acercaba a
su destino.
Antes de emprender el ltimo desvo que lo llevara
ante Lluc, Bernat se detuvo. Hizo una plegaria breve
encomendndose al Altsimo, despus sac la nica
manzana que estaba sana y le clav los dientes. En aquel
mordisco imprimi parte del desasosiego y la rabia que lo
habitaba. Estaba preparado!
La silueta del mismo diablo apareci encima de una
roca. Al verlo, Bernat dio un nuevo mordisco a la manzana.

El condenado acort la distancia que los separaba en dos


zancadas. El nico ruido antes de que el hombre pelirrojo
lo interrogara fue el crujido de las piernas bajo sus pies.
Salvo esto, el Rincn de los Vientos se mantena en
silencio, tampoco l quera formar parte de aquella
conjura.

6
La presencia de Rigobert en Guadvachet supuso cambios
importantes en la vida de Magda. El mercader la ayudaba a
menudo en el campo y, con aquel reparto de faenas, no se
senta tan cansada al acabar el da. Tambin mostraba un
gran respeto por Esther, aunque se vea de lejos que no era
capaz de entender su manera de comportarse. Era un
hombre directo y sincero; pero, acostumbrado a vivir bien,
no siempre se haca cargo de las complicaciones ms
comunes, por mucho que se esforzara.
Su relacin con Guillem era distinta, a menudo
contradictoria, pero de esto no tena ninguna culpa. El
chico acept su presencia desde el comienzo, a veces
pareca que le hiciera gracia contar con una figura
masculina en la casa, y Rigobert, de una manera natural,
aprovechaba todo el tiempo posible para estar cerca de
Magda. A pesar de estos avances, cuando Cesc se dejaba
ver el rostro de Guillem se transformaba.
Era obvio que buena parte del tiempo lo pasaba en el
monasterio y el propio pastor haba reconocido que
muchos das lo dejaba temprano con los monjes. Despus
no lo volva a ver hasta que las cabras se cansaban de dar
vueltas por la montaa y Cesc decida que deban
emprender el descenso hacia el pueblo.

No puedo entenderlo deca Magda mientras


acoga con satisfaccin los cumplidos del mercader.
Nunca lo llev all arriba, y siempre me esforc porque no
se creyera demasiado lo que escuchaba en la iglesia.
Pero aoramos lo que no tenemos, aquello que
desconocemos. A menudo resulta ms efectiva la
prohibicin que el consentimiento para despertar el deseo
de hacer algo. Guillem es un chico muy espabilado, ya est
dejando de ser un nio, como t le dices. Y lo nico que
tiene la oportunidad de descubrir en esta montaa es el
monasterio. Le atrae un mundo que le parece diferente,
muy alejado de lo que ha visto en su casa.
La mujer agradeca esas reflexiones de Rigobert. Le
preocupaba su sobrino, y ms an desde que haba
comenzado a considerar la oferta del mercader. Quera que
se marcharan con l lo antes posible; de hecho, la estancia
en Guadvachet solo tena sentido por la enfermedad de su
padre, ya muy mayor, pero deseaba volver a su vida en
Girona.
Se haba instalado all despus de sus viajes porque
desde all poda continuar con los negocios. El pueblo solo
era un recuerdo, un conjunto de sentimientos antiguos que
le volvan muy de vez en cuando. Como los aos le iban
pesando, aprovechaba los contactos que haba hecho en otra
poca para formar a socios ms jvenes, capaces de
lanzarse a la aventura, como l mismo haba hecho aos

atrs. Su oferta haba sido muy clara desde el principio.


Me gustara darte otra vida, Magda. Tendrs todo lo
que mereces, y tambin Guillem. Me lo puedo permitir y
quisiera pasar los ltimos aos con una compaa como la
tuya. Te he amado desde nuestro reencuentro en aquella
taberna de Barcelona, pero entend que tu corazn estaba en
otra parte.
Ya no lo est. Eso te lo puedo asegurar.
No voy detrs de ninguna seguridad. He visto
mucho durante mis viajes como para saber que las certezas
siempre tienen un doble filo. Pero sera feliz si vinierais
conmigo, quiz llegaras a amarme y, si no es as, sers
libre de hacer lo que quieras. No perdemos nada
intentndolo.
Escchame bien, Rigobert. Parece que hubieras
llegado para salvarme de una vida dura y sin futuro. Te lo
agradezco infinitamente y lo apruebo, pienso que podra
amarte si eres todo lo que me has demostrado estos das,
pero tengo un sobrino que me necesita y debo contar con
l. Por otro lado, mi hermana precisa atencin, no puedo
abandonarla.
Hace tiempo encontr una salida para tu hermana!
Magda dud al or aquellas palabras. El comerciante
las pronunci tan seguro de l mismo que la hizo
estremecer. Por un lado, quera creerse todo lo que viniera
a continuacin, pero tambin saba que en el ltimo

instante podra temer que todo fuera una estrategia. Su


historia le haba hecho desconfiar de los hombres.
En Girona tengo amistad con las monjas del
convento de Sant Daniel. Me acogieron a los inicios de mi
aventura; como bien sabes, hui del pueblo cuando era joven
y no tena ni una migaja para llevarme a la boca. Estoy
convencido de que aceptaran quedarse con Esther. La
tendras muy cerca y estara bien atendida; t podras
dedicarte a Guillem.
Cmo puedes estar tan seguro de que la
aceptaran?
Pensaba decrtelo ms adelante, pero no me quiero
guardar ninguna carta. Envi un mensaje la semana pasada y
ya tengo la respuesta. Esther vivira muy bien en Sant
Daniel; si no me engao, necesita una vida tranquila y que
nadie la moleste. Ya tiene bastante con este mundo suyo
tan extrao.
Magda pens que no se equivocaba demasiado con
aquellas apreciaciones. Mientras tanto, Rigobert sac un
rollo que guardaba en su tnica y lo despleg en la mesa. La
letra era pequea y la mujer apenas saba distinguir algunas
letras.
Te creo. Y no me parece una mala solucin, pero
tendr que explicrselo a Guillem.
Lo entiendo!
Rigobert se march ms temprano que de costumbre.

Quizs era una de las cualidades que ms admiraba Magda.


Saba cul era su lugar y hasta dnde poda tirar la cuerda.
En definitiva, le transmita unas sensaciones tan nuevas que
se preguntaba si la alegra de verlo en casa o en los huertos
no era algo muy semejante a la estima que l esperaba.
Su ayuda haba sido fundamental para que pudiera
pasar aquella jornada en casa, ordenando el interior y
constatando, una vez ms, que Esther se haba convertido en
un ser ingobernable, que quiz la proposicin del mercader
era la ms sensata.
Su hermana se qued dormida despus de una crisis de
pnico que la haba mantenido encogida sobre s misma.
Magda necesitaba respirar y se sent en la puerta de casa.
El sol se estaba poniendo y Cesc no tardara en aparecer;
tema que en algn momento lo hiciera solo y le dijera que
su sobrino se haba quedado en el monasterio. Pero solo
era una de sus obsesiones y Guillem siempre volva a casa.
Las primeras en caer fueron algunas cabras. Siempre
se adelantaban a sus cuidadores, aquellos animales giles y
de espritu libre. Despus las siluetas de Guillem y Cesc se
recortaron a la entrada del camino de la Media Luna. Este
tena la costumbre de traer al chico hasta casa, donde
preguntaba rutinariamente cmo haba pasado el da Esther.
Haca tiempo que Magda se haba dado cuenta de su inters;
el pastor mostraba una estima especial por su hermana,
aunque la haba mantenido en secreto.

Mientras se preguntaba qu sentira Cesc ahora que


Esther era tan solo una sombra de la mujer alegre que haba
sido, Guillem lleg corriendo.
Hemos cogido fresas, Magda!
Lo dijo con entusiasmo. El pastor se qued unos
pasos atrs y le pregunt con un gesto que ella respondi
de la misma manera. Junt ambas manos y se las llev a la
mejilla. Esther dorma y Cesc saba muy bien cmo aliviaba
la situacin aquel hecho. El hombre se volvi con un
ademn triste que ya se haba convertido en el suyo propio.
Ya se ha marchado Rigobert?
S, Guillem. Hoy tena cosas que hacer. Te gusta
que est aqu?
Es... es divertido respondi el chico despus de
algunas dudas.
Escchame bien. Sabes qu me ha pedido? Quiere
que me case con l, que vayamos juntos a vivir a Girona.
S? Lstima que tengas que ocuparte de nosotros!
Y l no quiere quedarse en el valle? As siempre lo
tendras cerca.
Guillem, yo...
Voy a ver a madre dijo mientras entraba en la
casa, sin dar ms importancia a la conversacin.
Magda no lo sigui. Se haba quedado de piedra ante
su respuesta. Pero solo era un nio, por mucho que
intentara hacerse mayor a pasos de gigante. A pesar de este

pensamiento, no poda dejarlo as.


Antes no me has dejado acabar, Guillem. He
aceptado su propuesta y dado que, como bien has dicho,
tengo que ocuparme de vosotros, vendris tambin. Ser
una vida nueva, te agradar.
El chico limpiaba las comisuras de Esther, siempre
llenas de saliva cuando dorma. Se qued inmvil durante
unos segundos y Magda dud de si la haba escuchado.
Nosotros no vamos a ninguna parte.
Pero, Guillem, t no puedes decidir eso. Eres un
nio y debes hacerme caso, yo s qu es mejor para ti.
Te he dicho que no iremos a ninguna parte.
Trabajar y cuidar de madre, puedo atrasar mi entrada en
el monasterio unos aos.
Tu entrada en el monasterio! Quin te ha metido
esa tontera en la cabeza? Seguro que ha sido Dalmau!
Pues no. Lo he hablado con el hermano Sim, y l
piensa que tengo vocacin, que Dios me acoger entre los
suyos! Quizs encontremos una solucin para que madre
tambin venga con nosotros. Tienen una enfermera para
los enfermos... dijo finalmente el chico, como si se le
ocurriera por primera vez.
Me temo que eso no podr ser, Guillem.
T no eres mi madre! Si quieres irte con ese viejo,
puedes hacerlo.
El chico sali corriendo de la casa despus de lanzar

al suelo el trapo con el que secaba los labios de Esther.


Magda no esperaba aquella reaccin y se qued parada en
medio de la habitacin. Su primer impulso fue correr
detrs de Guillem y reirlo, pero no era su manera de hacer
las cosas.
Cuando atraves el umbral estuvo a tiempo de ver
cmo el chico comenzaba la ascensin por el camino que
llevaba al monasterio. An haba luz y estaba acostumbrado
a la montaa; pens que no haba ningn peligro.
Necesitaba decidir qu poda hacer con la actitud de
su sobrino. Quera ir hasta la casa de Rigobert y
explicrselo, pedirle consejos, pero tambin tena ganas de
hablar seriamente con Dalmau. Aunque no fuera l quien
haba metido esas cosas en la cabeza del nio, tena mucha
culpa de lo que estaba pasando.
Al final, se qued en la puerta de la casa buena parte
de la noche, esperando un regreso de Guillem que no se
producira. Cuando el sol despunt una nueva jornada las
lgrimas vertan de sus ojos.
Me alegra que no hayas perdido el hambre, Bernat!
Espero que no me vea obligado a hacer de esta manzana el
ltimo bocado que te lleves a la boca dijo Lluc con un
cuchillo en la mano.
El gesto amenazador del hombre pelirrojo no
consigui intimidar al monje. Algo en su interior haba
cambiado y el largo camino recorrido tena mucho que ver.

Se haba pasado buena parte de su vida con el miedo y el


remordimiento en el cuerpo y estaba dispuesto a llegar
hasta el final.
Era por eso que contemplaba aquel utensilio de cocina
con una media sonrisa que no quera hacer evidente. Se
pareca tanto al que empleaban en la cocina del monasterio
para matar al cerdo las vsperas de Navidad! Lo que no saba
aquel hombre mal nacido es que el xito final no siempre
pasaba por el uso de la fuerza. Aquella certeza hizo que
Bernat clavara un nuevo mordisco a la fruta y disfrutara de
la pulpa tierna en la boca.
Creme, no estoy para historias! exclam Lluc
mientras de un manotazo tiraba al suelo el resto de la
manzana. Se me acaba la paciencia! Has cogido lo que
te haba dicho?
Te he trado la patena de plata.
Quedamos en que tambin traeras el cliz!
T dijiste que lo trajera, pero no recuerdo habrtelo
asegurado. Deber ser en otra ocasin. No es tan sencillo...
Maldito monje! De acuerdo, me lo tomo como una
prenda, pero te doy una semana para traerme el cliz.
Entendidos?
As ser.
No me obligues a usarlo dijo con los dientes
apretados y haciendo brillar de nuevo el acero delante de
sus ojos. Una semana! Ni un da ms!

El monje pens que aquella cuenta de la vieja ya no


tena sentido. Le dijo que s antes de soltar la bolsa que
llevaba atada a la cintura.
Mientras tanto aguz las orejas: el canto de los grillos
se haba endulzado, era un rumor que acompaaba sin
interferir. Tal vez, como deca su padre, remita el calor,
pero a l le complaci pensar que aquellos bichos tambin
estaban atentos a una escena importante. Un hecho que le
reportara, de una vez por todas, la paz tan deseada. La
lentitud del monje, sumido en sus cavilaciones, sac de
quicio a su adversario. Lluc no las tena todas consigo y,
sin cumplidos, se apoder del saco con un tirn.
Qu traes? No querrs engaarme, verdad?
Por qu debera hacerlo? Ya tienes la patena que
queras, dame las manzanas! He tenido que fingir que estaba
enfermo para entrar en la iglesia sin que me vieran. Si no
como algo, el ruido de las tripas no me dejar dormir.
Mejor! As tendrs ms tiempo de pensar en la
manera de birlar el cliz! exclam el hombre con
socarronera.
Te he dicho que me des las manzanas! Con lo que
saques de la venta de la patena te podrs comprar tantas
como quieras.
No ests en condiciones de amenazarme, pedazo
de bruto! A m tanto me da lo que hagan tus tripas. Ms bien
procurara conservarlas dentro de la panza. Te juro por

Dios que si en siete das no me traes lo que te he dicho, los


zorros se darn un festn cuando encuentren tus vsceras
esparcidas por todas partes.
El monje pens que aquel hombre estaba loco. La luna
segua baando el valle y una estrella se descolg del
firmamento dibujando un trayecto luminoso y efmero.
Mientras tanto, los ojos de Lluc, ajenos a todo lo que no
fuera su pose amenazadora, ni tan solo parpadeaban.
Mira lo que hago con tu cena! dijo mientras
coga una de las manzanas del saco: Venga, ve y ayuna,
desgraciado! No es eso lo que hacen los monjes para
hacerse perdonar los pecados?
Bernat trag saliva y lo dej hacer. Delante de l, el
hombre pelirrojo se trag con fruicin el anzuelo servido.
Una y otra vez clavaba mordiscos en la fruta desafiando al
monje.
Tenas razn de quedrtelas! Haca tiempo que no
me llevaba nada a la boca. En otra vida, quin sabe, quiz
me haga monje! Me parece que vivs bastante bien dijo
Lluc antes de soltar una sonora carcajada.
Bernat se volvi, todo haba salido de la mejor manera
posible. Ahora haba que esperar a que el veneno hiciera el
efecto deseado. La corpulencia del hombre era lo que ms
le inquietaba. Y si todo quedaba en un dolor de barriga? Si
Lluc se salvaba, estara perdido.
La luna se haba situado a sus espaldas y su cuerpo

proyectaba una sombra frgil sobre el camino de regreso.


El monje record el generoso relleno de las manzanas; lo
haba introducido con cuidado y a conciencia.
Hay bastante para tumbar a un caballo murmur,
mientras decida sacarse de la cabeza aquellas cavilaciones
y esperar.
Antes de doblar por la curva, sinti la tentacin de
echar un vistazo, pero no se atrevi. A pesar de todo, poco
despus detuvo sus pasos. La risotada de Lluc se haba
amortiguado dando lugar a un silencio tenso.
El primer lamento no tard en aparecer. Primero se
dej or como el gaido de un animal herido, poco ms
tarde el gritero viajaba por la montaa, como haca el
cuerpo de un pastor pidiendo auxilio al ver al lobo. El
verdugo se encogi de hombros y cerr los ojos. El
espanto atravesaba su cuerpo delgado, pero no contena
ningn rastro de arrepentimiento.
Que se calle de una vez! exclam, llevndose las
manos a las orejas.
Bernat mir en todas direcciones por si apareca
alguien que auxiliara al moribundo, pero se tranquiliz al
no advertir ningn movimiento por los alrededores. Bien
mirado, quin poda hacerlo? Se encontraban bastante
lejos del monasterio y a aquella hora no habra ni un alma
despierta.
Como quien camina por una superficie quebradiza, el

monje regres hasta donde haba tenido lugar el encuentro.


Aquella criatura corpulenta gema igual que una parturienta.
Con el rostro contrado, el monje se aproxim an ms.
Los espasmos eran continuos y a cada sacudida sus
extremidades se tensaban y se aflojaban a un ritmo
frentico. Los ojos en blanco y la baba espesa que le caa
por la comisura de los labios le daban un aspecto
demonaco, como si estuviera posedo.
Bernat se hizo la seal de la cruz deseando un
desenlace rpido. Apret los puos con tanta fuerza que
sinti el dolor de las uas clavndosele en las palmas.
Entonces un ruido seco interrumpi los lamentos. La roca
con la que el hombre se golpe la cabeza despus de
incorporarse y caer sbitamente puso punto y final a la
agona.
Sin hacerse esperar, la sangre brot en abundancia. El
cabello de Lluc adquira una intensidad ms oscura y su piel
pecosa se tea de un rojo escandaloso.
El monje huy con el latido del corazn en las sienes.
Cuando ya le faltaba el aliento se dio cuenta de que se haba
olvidado lo ms importante.
La patena!
Con el horror de la visin se haba desentendido
completamente de ella. No poda dejarla all! Por unos
momentos consider la posibilidad de cambiar sus planes.
Tal vez convena al azar que, a los ojos de todos, pasara por

un robo de aquel desgraciado. Pero... ms vala no


arriesgarse. Si ataban cabos...
La angustia lo llev a retroceder hasta el cuerpo sin
vida de Lluc. Una vez all agarr el saco y comprob que
an estaba la tercera manzana y la patena. Despus de
recoger con cuidado los restos de la manzana que Lluc
haba escupido, los enterr debajo de la piedra.
El monje volvi a mirar la luna. Casi estaba en el
punto ms alto del cielo y eso indicaba que los rezos de
laudes comenzaran pronto. Si lo descubran fuera del
cenobio estaba perdido!
Con la bolsa en una mano emprendi una carrera
frentica hasta que se encontr a las puertas del
monasterio. No se le ocurra que pudiera surgir ninguna
complicacin. Quizs an estaba a tiempo de dejar el
objeto sagrado en su lugar. Cuando se dispona a empujar la
puerta de la iglesia, un ruido lo sobresalt.
Marc! Me habis dado un susto de muerte!
Perdonad, hermano Bernat. No quera... Pero pasa
algo? Qu...
El hombre que encantaba a todo el mundo con sus
ilustraciones incomparables lo interrogaba desconcertado.
Ah! Es eso! exclam Bernat mostrando la
patena. No poda dormir y he pensado que le haca falta
una buena limpieza. No hay nada como la sal para dejarla
como nueva!

Mientras el monje se deshaca en explicaciones


improvisadas, coloc la patena en el altar y se despidi del
artesano deprisa y corriendo. Agotado, solo deseaba entrar
en el dormitorio sin ningn otro encuentro inesperado. Si
fuera as, se excusara con un dolor de estmago ya que
Marc no asista a los oficios nocturnos.
Con este ltimo pensamiento se desempolv las
sandalias en el mismo claustro, pero el mal presagio
apareci como una revelacin y el monje sinti un sudor
fro que le corra por la espalda. Poco despus gritaba el
nombre de Marc como si le fuera la vida. Saba que su
carrera desesperada lo poda llevar hasta el horror. Sus
sospechas se confirmaron, la manzana que haba dejado
abandonada al sentirse descubierto estaba en las manos del
monje. Con los ojos como naranjas vio que no haba
llegado a tiempo para impedirle el primer bocado.
En nombre de Dios y de la Virgen, escupid eso!
Marc no acertaba a adivinar a cuento de qu le diriga
aquellas palabras. Desconcertado, se qued inmvil.
Es importante, os va la vida! Haced lo que os digo!
Mientras gritaba como un endemoniado, el hermano
Bernat golpe la ancha espalda del hombre hasta conseguir
que obedeciera. Cuando por fin se sali con la suya levant
la vista. La mayor parte de los monjes lo rodeaban, sin duda
alertados por los gritos que haba ido propagando en su
recorrido.

Durante un momento pase la mirada por cada uno de


ellos. Pero se detuvo en los tres que ms estimaba: el
prior, Anton y Llus, a quien dedic una sonrisa tristsima.
Entonces, sabindose perdido, desapareci en la oscuridad
de la noche.
Los esfuerzos que la comunidad entera hizo para
encontrarlo no dieron resultado. Bernat se haba
escabullido entre las encinas sin dejar ningn rastro. No
fue hasta la salida del sol cuando el grito desgarrador de
Maties convoc a todos los que an registraban la montaa.
El cuerpo inerte del monje se balanceaba suavemente
colgado de un tejo. Solo su hbito daba fe de que se trataba
del hermano Bernat. Aquel rostro abotargado no pareca
pertenecerle, pero ninguno de los presentes se atrevi a
decir ms que una oracin.
Fue Maties el primero en acercarse para desatarlo de
las cuerdas que deba de haber obtenido en los establos.
Unos pasos ms all los vmitos de Llus se dejaban
or con claridad. Mientras tanto, Dalmau Savars no
apartaba sus manos de la vieja cicatriz que le rodeaba el
cuello.

7
Necesito que te quedes con Esther hasta que yo regrese!
Magda irrumpi en la casa y, sin decir ni tan solo
buenos das, se plant delante de Dela con estas palabras.
La mujer del herrero se sobresalt; acababa de levantarse y
solo tena una preocupacin, preparar el rancho para las
gallinas. El sol an se ocultaba detrs de las cimas de
Montserrat, haca poco que la noche haba comenzado a
doblegarse y la luz era muy dbil.
Por el amor de Dios, criatura, qu te ha pasado?
Entra, tienes muy mala cara dijo Dela, dejando el perol
que tena en las manos y yendo al encuentro de la recin
llegada.
Pero Magda no pareca dispuesta a compartir su
desasosiego. Con los ojos an enrojecidos, se resista a
acompaar a aquella mujer al interior de la habitacin, que
desprenda un fuerte olor a sudor antiguo.
No lo entiendes, tengo que encontrar a Guillem!
No ha vuelto a casa.
El miedo de Dela a que el nio hubiera podido sufrir
un accidente se fue diluyendo a medida que Magda soltaba,
con cuentagotas, el verdadero motivo de su huida. Nada de
lo que le dijo la mujer del herrero hizo que cambiara de
opinin. Incluso se mostr huraa cuando Dela le apart de

los ojos las greas sin peinar.


Ya te lo he explicado! Ahora, por favor, ven y
qudate con Esther. Tengo que encontrarlo!
Ahora mismo voy, pero en tu estado quiz no sea
una buena idea que vayas sola, porque tu intencin es ir al
monasterio...
En qu estado, Dela? Soy responsable de ese
nio! Tan difcil te resulta entenderlo?
Pero, mujer, si, como crees, lo ms seguro es que
haya pasado la noche con los monjes...
Ah! Y te parece un buen lugar para un nio? An
no sabe lo que quiere! Yo le he dedicado los mejores aos
de mi vida...
Despus de pronunciar estas palabras, Magda rompi a
llorar a ms no poder. Poco a poco vomit entre sollozos
todo el dolor que se haba tragado en silencio y se dej
acunar entre los brazos de aquella mujer corpulenta y
cariosa.
El herrero, que haba permanecido todo el tiempo
sentado a la mesa sin abrir la boca, las miraba. No saba qu
hacer. Solo cuando el lloriqueo dulce de Magda hizo pensar
que lo peor haba pasado, tom la palabra...
Si te parece, puedo ir yo, al monasterio.
Gracias, de verdad, pero no puedo seguir de brazos
cruzados mientras las cosas van sucediendo a mi alrededor.
Debo hablar con... con el prior Dalmau dijo finalmente,

vacilando sobre el trato correcto para dirigirse al hombre


que tantas sensaciones contradictorias le provocaba.
Has pensado que podra estar en compaa de
Cesc? Pasan muchos momentos juntos...
No sabe nada, ya he hablado con l antes de venir
aqu. Ayer fue la ltima vez que lo vio. Haban encontrado
fresas, estaba contento... Yo lo estrope todo.
Magda se senta terriblemente culpable por lo que
haba sucedido y, al mismo tiempo, intentaba encontrar
argumentos que jugaran a su favor. Se esforzaba en
silenciar las voces que anteponan su propio beneficio a
cualquier otra cosa. Y, unos pasos ms all de su ascensin
al monasterio, volva a enardecerse convencida de que el
orgullo no tena nada que ver.
Los colores del cielo dieron una tregua a los
pensamientos que la embargaban. Las hilachas de nubes
delgadas se tean de colores violceos y rosados en la
lejana. El firmamento estallaba de luz y de cada herida al
velo que cubra las montaas se escapaba un resplandor
deslumbrante. Poco a poco, los contraluces de las crestas
fueron desvanecindose y la claridad despert las piedras
de su sueo nocturno; tal como lo hara una madre
afectuosa. Aquella caricia tibia la conmovi y apacigu su
preocupacin casi sin darse cuenta.
Las campanas de la iglesia llamaban a la hora tercia y
Magda pens qu diferente se mesuraba el tiempo fuera del

pueblo, en aquel lugar donde incluso la bruma se adormeca


sin prisas. Pero ella tena un nico objetivo y no estaba
dispuesta a que su voluntad se ablandara con escenas
idlicas. La vida era dura, muy dura, y refugiarse bajo un
hbito era algo de cobardes, se dijo animndose.
Mucho antes de encontrarse a la comunidad reunida en
oracin, Magda oy los cantos. Ciertamente no poda
desvelar su mensaje, no entenda ni pizca de latn, pero la
meloda de aquellas voces habra podido conmoverla, si se
hubiera entregado a la escucha. No. No caera presa de su
hechizo. Sin ninguna otra duda que la entretuviera su
propsito interrumpi la plegaria comunitaria.
Vengo a buscar a Guillem! exclam la mujer con
gesto desafiante.
Se hizo un silencio tenso en la iglesia de Santa Maria
de Montserrat. Todos los presentes clavaron sus miradas en
la mujer y, tambin todos ellos, hicieron el mismo trayecto
hasta coincidir en el rostro de su prior. Este,
desconcertado, permaneci inmvil unos instantes;
despus pidi a Anton que se hiciera cargo de los rezos e
invit a la mujer a abandonar el lugar.
Magda, de qu me hablas? Guillem en el
monasterio? No est aqu!
No he perdido el juicio, Dalmau. Solo quiero que
me devolvis a mi sobrino. Os prometo que me marchar
sin hacer ninguna escena, si es eso lo que verdaderamente

os preocupa. Pero, podis creerme, no pienso marcharme


de aqu sin l.
Te ha dicho Guillem que vena hacia aqu?
Conozco a Guillem como si yo misma lo hubiera
trado al mundo! Lo vi desaparecer montaa arriba. No
puede estar en ningn otro sitio, o sea que no intentis
embaucarme, porque esta vez no lo tendris fcil.
Magda, debes creerme, yo no te engaara...
No? interrumpi la mujer.
Cundo pas lo que dices?
Lo de engaarme? pregunt con rabia contenida.
Cundo lo viste desaparecer montaa arriba?
Dalmau Savars no quiso entrar en su juego y, por otra
parte, las palabras de Magda lo tenan preocupado de
verdad. Si no estaba en casa, ni con el pastor, ni tampoco en
el monasterio, tal vez se haba hecho dao, quin sabe si...
Te ayudar a buscarlo! exclam, nervioso,
mientras pensaba cul era el prximo paso a dar.
Os lo pido por lo que ms queris, no juguis
conmigo. Intento rehacer mi vida y, creedme, no me resulta
nada fcil. Guillem solo es un nio, no ha salido de
Guadvachet... No me lo quites tambin a l, Dalmau!
aadi Magda apelando directamente al hombre.
Mientras el monje intentaba convencer a Magda de
que l no tena nada que ver con la desaparicin de
Guillem, en Les Magdalenes dos personas ya se haban

puesto en marcha. Una de ellas luca una larga barba blanca,


la otra era un chiquillo de diez aos que caminaba unos
pasos por detrs. Por el camino oyeron el cuerno de Cesc,
anunciaba que algo no iba bien.
Basili y Guillem se miraron, pero no dijeron nada, ya
saban que el nio era la causa de todo aquel jaleo.
No quiero volver! No quiero que me lleven a
Girona, no quiero...
Sabes qu deca la madre de Dela, en paz
descanse? interrumpi el ermitao.
Cmo queris que lo sepa si yo an no haba
nacido? dijo Guillem, enfadado.
Pues deca: No me vengas con canciones. Pensaba
que t y yo tenamos un trato.
No lo entendis! Vos no conocis a mi ta, es
testaruda y cuando se le pone una cosa en la cabeza no hay
quien la haga cambiar de idea.
Cierto! No la conozco, pero ella tampoco me
conoce a m.
Por unos momentos, ajenos al alboroto y las
consecuencias que la huida del nio podan tener, Basili y
Guillem estallaron a rer. El ltimo tramo lo hicieron ms
ligeros, pero a medida que el momento de la verdad
llegaba, el nio aflojaba el paso.
Guillem, las dificultades no deben abatirnos, son un
motivo para aprender. Me entiendes, verdad? Confa en m

y confa en ti, tambin.


Haciendo de tripas corazn, el chiquillo asinti con la
cabeza y se coloc a la altura de su acompaante. Solo
cuando vieron a su ta sentada en el poyo delante del
monasterio se ech atrs, con los ojos desorbitados.
Es ella! exclam, tirando de la manga de Basili.
De acuerdo. La posibilidad de encontrarla aqu ya la
habamos previsto. Tranquilo.
Guillem lo mir como hara un cabrito buscando
calor.
Dale una oportunidad, Guillem.
Las palabras del hombre iban acompaadas por una
expresin dulce, y el azul de sus ojos pequeos invitaban a
hacerlo. Pero el nio sigui detrs de su tnica.
Est bien. Yo ir primero, pero cuando te llame
sers t quien d la cara. Entendido?
Ante el consentimiento del nio, Basili lo dej oculto
detrs de una roca y fue al encuentro de la mujer.
Que Dios sea con vos, Magda.
Ella lo mir con desconfianza.
Perdonad. Nos conocemos?
No exactamente...
Basili! exclam Maties al ver la inesperada
visita.
Toma! Veo que el tiempo es justo y no solo se la
toma conmigo respondi con una carcajada de oreja a

oreja que dej al descubierto aquellos dientes tan blancos


que todos admiraban.
No s cmo tomarme eso!
Bien, Maties, bien. El cabello blanco siempre ha
infundido respeto.
Ojal me quede.
Respeto?
Cabello! respondi Maties llevndose la mano a
una calva ms que evidente. Qu os trae por aqu? Nos
tenis muy olvidados!
El ermitao volvi a mirar a la mujer que no dejaba de
escrutarlo con curiosidad.
En primer lugar, decidle al pastor que ya puede
dejar de tocar el cuerno, ya no quedan lobos en la regin y
si sigue hacindolo se herniar.
Pero...
La frase que comenz Maties qued interrumpida por
la manera en que Basili mir a la mujer.
Qu sabis de Guillem? Lo habis visto? Est
bien? pregunt Magda que haca rato que se haba
levantado y, ahora, lo escrutaba a apenas dos palmos.
Guillem est bien. De hecho, podris comprobarlo
vos misma en unos momentos.
Magda mir en todas direcciones con impaciencia. Al
no verlo aparecer sigui interrogando a aquel desconocido.
Se puede saber qu significa eso?

Hermano Maties, informad a vuestro prior de que


estoy aqu y que no sufra por el nio, est conmigo. Y,
ahora, me agradara que vos y yo tuviramos una
conversacin dijo, dirigindose a Magda.
La mujer estuvo a punto de mandarlo a frer
esprragos, pero no se atrevi. Por un lado aquel hombre
era el nico que deba de saber de su sobrino y, por el otro,
su manera de hablar, aquella voz aterciopelada que deca
ms de lo que pronunciaban sus labios le causaba un
respeto desconocido.
Guillem estiraba el cuello desde su escondite, pero
las dos figuras desaparecieron cuando giraron en direccin
a las cuadras. El sol ya se dejaba sentir de verdad y todo
haca pensar que, en las prximas horas, caera sobre las
piedras sin clemencia.
No soy nadie para deciros cmo debis tratar a
vuestro sobrino. En efecto, no tengo ningn derecho y, sin
embargo, no es mi manera de hacer las cosas.
Si vuestra intencin es sermonearme, estis
perdido! Mirad, he odo hablar de vos y hay para todos los
gustos. Quiero pensar que no estis loco, pero no entiendo
qu tenis que ver con Guillem. O sea que decidme de una
vez dnde lo puedo encontrar! Se me est acabando la
paciencia.
Ya me lo dijo el nio que no sera fcil...
Si le habis hecho algo al nio, os juro que...

De verdad me creis capaz de algo semejante? Yo


no lo fui a buscar, fue vuestro sobrino quien apareci en
plena noche y hecho un mar de lgrimas. No le pregunt
qu le pasaba, esper a que l tuviera ganas de hablar de
ello.
Y, claro, entonces aprovechasteis para llenarle la
cabeza de pjaros!
Basili sonri tmidamente. No se atrevi a decirle que
aquel chiquillo era mucho ms maduro de lo que ella
pensaba, ni tampoco que le recordaba a l mismo cuando
era pequeo.
Magda, ahora ir a buscarlo, solo os pido que lo
escuchis sin prejuicios. A menudo nos resulta muy difcil
dejar de lado nuestras propias frustraciones...
No s qu os ha explicado Guillem, pero yo solo
quiero lo mejor para l!
Basili no aadi ninguna palabra a la afirmacin de la
mujer. Tan solo la mir fijamente durante unos instantes,
los suficientes para penetrar dentro de ella con una fuerza
que casi haca dao.
Indicndole que esperara, el ermitao se volvi y muy
poco tiempo despus apareci con el nio de la mano.
Magda los contemplaba, inmvil. De golpe, su sobrino
pareca mayor, algo haba cambiado. O, quizs, era que en
el fondo estaba satisfecha de su rebelda.
No hubo reproches, solo un abrazo muy largo y dos

splicas, no dichas en voz alta, que caminaban en direccin


contraria. Guillem quera continuar en Guadvachet, Magda
esperaba ansiosa el viaje que le haban prometido.
Cuando el viejo hizo el gesto de dejarlos solos, el
nio le pidi que no lo hiciera. Entonces, sus palabras
fueron claras:
Ta, te presento a Basili. Hace mucho tiempo, l
tambin vivi aqu Guillem sealaba el espacio donde
ahora estaba el monasterio. Pero eso fue cuando era un
lugar solitario. Canta muy bien y est seguro de que yo
tambin podra hacerlo, pero, claro, primero hay que
estudiar. Dice que el mundo es muy grande y que se puede
aprender en cualquier parte, incluso escuchando a los
pjaros...
Haba pasado un largo rato picando almendras y
cortando las pequeas cebollas que daba el huerto. Despus
lanz todo a la olla y fue a la despensa para procurarse una
buena cantidad de mostaza. La sopa resultante hara las
delicias de las bocas que tena a su cargo y alabaran sus
cualidades. Pero los mritos no eran suyos. Haba sido
Bernat el principal artfice de aquellas recetas.
Con la muerte del monje que haba asesinado a Lluc,
el hermano Llus se encontraba solo en las cocinas y
procuraba pasar por escrito las recetas que le haba
transmitido. Entenda que sus faltas haban sido muy graves,
pero no poda evitar aorarlo. A pesar del espritu

melanclico que lo acompaaba, la discrecin de su


antiguo compaero le permita hacer la suya sin que el
cenobio interviniera demasiado en las tareas diarias.
Desde que Bernat haba decidido colgarse de aquel
tejo, el prior Dalmau le haba prometido un ayudante y la
presencia de aquel chiquillo en el monasterio preocupaba a
Llus. Por lo que haba podido comprobar, se trataba de un
nio vanidoso y poco obediente, aunque todo el mundo
hablaba de su vocacin. Saba, en todo caso, que entre las
virtudes de Guillem no figuraban la discrecin ni la
paciencia.
No demasiado lejos de las cocinas, a las puertas de la
iglesia, Dalmau Savars intentaba llegar a un acuerdo con el
hermano Sim. Este haba defendido desde un principio la
incorporacin del chico, pero, segn pensaba el prior, se
valoraba en exceso la actitud soadora del recin llegado.
Aunque se senta desautorizado, el monje no quera que sus
argumentos se tomaran a la ligera.
He visto a Dios en su mirada y ya sabis que no
tengo por costumbre magnificar las cosas...
Yo no dudo de vuestra capacidad para descubrir un
alma limpia, hermano Sim. Pero la Regla nos dice que
cada poca de la vida y cada entendimiento exige un trato
apropiado. Guillem pasar un tiempo en las cocinas a cargo
del hermano Llus, l lleg muy joven a Santa Maria y
tambin era un chico poco acostumbrado a las

servidumbres que comporta nuestro ministerio.


Entonces, estis decidido a sepultar sus
capacidades, a interrumpir el desarrollo de su inteligencia!
Exageris, hermano Sim. Guillem tendr otras
faenas ms adelante, de momento necesita estar ocupado.
Sin duda, aorar a su madre y a Magda.
Sim no continu con sus quejas. No le agradaba salir
derrotado y, cuando intua que una discusin poda volverse
en su contra, se retiraba rpidamente. Haca tiempo que no
comulgaba con la manera de llevar el monasterio que tena
Dalmau.
Al prior, ms que la llegada de un nuevo miembro de
la comunidad, le preocupaban sus emociones. Pero
confesarse con el hermano Sim, escuchar sus citas
bblicas, no haba aliviado nunca las dudas de su alma.
Dolido por aquella imposibilidad, el prior tom una
decisin repentina. Se dirigi al scriptorium, donde el
hermano Maties se esforzaba por atender a todas las
necesidades de Marc para llevar a trmino los trabajos
pendientes. Pero la muerte del abad Oliba los haba dejado
sin destino conocido.
Buenos das, padre prior. Me complace
comunicaros que en un par de semanas tendr acabado el
primer cuaderno de la Biblia que querais enviar a Ripoll.
Hemos sabido algo del nuevo abad?
An no, Marc. Ya sabis que la Iglesia camina con

pasos lentos pero firmes.


Nunca lo he dudado respondi el iluminador
ocultando un gesto de decepcin.
Si no os molesta, me agradara que dispensarais al
hermano Maties por unos instantes.
Claro que no. Vos sois el prior de este monasterio.
Y tengo bastante material para trabajar el resto del da.
Maties obedeci sin hablar la orden de Dalmau. De
hecho, le agradeca cualquier oportunidad de salir del
ambiente de dedicacin extrema que se viva en el
scriptorium. Segn pensaba, Marc tena demasiadas
prerrogativas en el cenobio y se aprovechaba de sus
capacidades para vivir al margen de las normas. Pero l
nunca dira nada al respecto.
Me escucharais en confesin, hermano Maties?
dijo Dalmau en cuanto salieron del claustro, mientras el
monje se quedaba mirndolo con sorpresa.
Pero padre prior, yo...
Sois uno de los fundadores de esta comunidad, y mi
entendimiento me dice que puedo confiarme.
Claro que s, pero el hermano Sim o el suprior os
ayudaran con ms sabidura. Yo he pasado mi vida en
ocupaciones que no me han dado margen para profundizar
en las cosas del espritu.
Me agrada comprobar que la modestia contina
siendo una de vuestras virtudes, quiz por eso os he

escogido.
Si no me dais otra opcin... Pero permitid que lo
hagamos a mi manera. Os escuchar como vuestro hermano
de cenobio que soy, despus ya decidiremos si hemos de
poner a Dios de por medio.
Dalmau acept con una sonrisa la propuesta de
Maties. Se alejaron en direccin a la iglesia, donde la ligera
penumbra pareca un escenario mejor para las confesiones.
Sin duda, sabis que Magda se marcha del valle. Ha
aceptado convertirse en la mujer de Rigobert, el
comerciante.
Y vos sents que lo haga. Como si hubierais perdido
una oportunidad, quiz.
Vuestro conocimiento de los hombres no es tan
pobre como pregonis, Maties.
Intento estar al da de todo lo que afecta a mi
comunidad, padre prior. S que habis hecho un gran
esfuerzo en este caso, que en el fondo de vuestro corazn
an os estimis aquella otra vida que dejasteis atrs para
haceros monje. Yo nunca he tenido ninguna duda, solo me
recuerdo con el hbito encima.
Y siempre lo habis llevado con una enorme
dignidad, pero no s si es mi caso. La presencia de Guillem
en el cenobio ha hecho aflorar antiguos sentimientos, y os
aseguro que no todos son buenos.
Quiz Guillem llegue a ser un buen monje, pero, de

momento, solo es un nio. Pienso que se lo debe tratar


como tal, procurar que no pierda del todo el contacto con
su vida anterior. Eso incluye a Cesc, y s que esta
circunstancia no os agrada.
No le deseo ningn mal, al pastor, pero l piensa
que es una persona libre y yo ms bien lo veo como un
alma en pena, que ha pasado demasiado tiempo entre cabras
y ovejas... Me temo que sus enseanzas...
Cuida de su rebao, ms o menos como vos. No
todo el mundo ha sido llamado a grandes empresas. Sabis
qu se me ocurre? Maties levant de golpe la voz y el
prior le hizo un gesto para que la bajara: Santa Maria ya
es una realidad, quiero decir que, aunque necesita cada da
de nuestra intervencin, se trata de una obra concluida en
su materialidad. Pero eso es solo una parte del camino que
Dios nos ha trazado. Sin el abad Oliba, el monasterio
deber encontrar la manera de crecer, de honrar al Seor y
servirlo en este mundo.
Cmo puede hacerlo con un prior al que siempre
asaltan las dudas, hermano Maties?
Son vuestras dudas las que me hacen fuerte! Yo no
os he seguido hasta aqu para dirigir nada, ni tan solo para
sostener una conversacin como esta, pero vuestras
debilidades me ayudan a creer que tambin tengo
esperanza. Seguro que me entendis, en todo caso no s
decirlo de otra manera.

Dalmau guard silencio. Aquel punto de vista


confirmaba la estima que senta por el monje. Lo haba
acompaado desde el principio, cuando solo eran tres
hombres que viajaban con un destino lleno de
incertidumbres, y su opinin llenaba de significados el
sendero que quedaba por recorrer.
Pensis que habis perdido mucho, pero tambin
podis dar gracias a Dios porque haya sido as. Quiere
decir que alguna vez habis tenido la oportunidad de
disfrutar de ello... Perdonadme, quiz vaya demasiado lejos.
No, vuestra sinceridad no es vana y os agradezco
mucho esta conversacin. Quiz la necesitaba ms que una
confesin.
Maties no dijo nada ms. Por unos instantes se
quedaron mudos mirando el altar de la iglesia; el sol ya
haba pasado su cenit y una intensa claridad entraba por la
tronera. El momento de las palabras daba lugar a aquella
sensacin de compaa, de comprensin, que los dos
sentan.
Dalmau Savars pens durante unos instantes que
entrara alguien para pedir su intervencin y rompera aquel
instante feliz, pero ya siempre lo llevara encima, como un
regalo que la vida le otorgaba.
Fue Maties quien rompi el encanto. El monje no
contemplaba la inaccin como posibilidad y se levant
como movido por un resorte.

Caramba! Quiz Marc haya acabado algn color y


me necesite! Seguro que no se atrever a buscarme
sabiendo que estoy con vos. Me permits?
Ya podis marcharos, pero dejad que os manifieste
mi agradecimiento... Y... Hermano Maties!
S, padre prior.
Me ayudaris a encontrar un destino adecuado para
Guillem?
No tengis ninguna duda!
No la tena, amigo mo!

Libro VII

1053-1054

1
Al apagarse el verano, los das se deslizaban suaves en
Santa Maria de Montserrat. La plegaria de los monjes se
fusionaba con la voz de la naturaleza y se converta en un
himno al recogimiento que todos anhelaban. La luz iba
cambiando y de buena maana una frescura hmeda se
colaba por las narices. Como el terral anima a las hojas a
abandonar el rbol para volver a la tierra, el camino hasta el
adviento tambin invitaba a la reflexin, a rebajar la vanidad
y practicar la modestia. Estos eran los pensamientos que
acompaaban a Dalmau Savars durante sus paseos por el
claustro. Pero haba una cuestin an ms punzante. Haca
meses que haba recibido la noticia de su destitucin como
prior. Desde aquella misiva llegada de Ripoll, no haba
habido ninguna otra. Y ahora meditaba si deba hacerla
pblica, llevarla a captulo, pero antes necesitaba proveerse
de la serenidad suficiente. Aquel estropicio que lo
embargaba era demasiado fuerte y la paz que reclamaba en
sus oraciones no encontraba cobijo donde instalarse.
Se preguntaba qu haba hecho mal, por qu se lo
apartaba de su ministerio despus de tantos aos de
dedicacin absoluta. Pero a pesar de la desazn de sus
pasos al recorrer las cuatro galeras de aquel espacio de
ocio sagrado, no le fue concedida ninguna seal que

apaciguara su dolor.
Se senta solo, y percibi cmo los demonios de la
soberbia se ocultaban bajo cualquier pretexto, despertando
sensaciones extraas y ocultas.
Haba veces en que la intensidad de un momento era
tal que, antes de quedar atrs, comenzabas a aorarla. Y l
tena los das contados como prior de Santa Maria.
Por primera vez, el claustro se transform de paraso
en prisin. Las columnas que sostenan los arcos ya no
dibujaban ventanas al cielo, sino barrotes que lo
encarcelaban. El ahogo tom cuerpo y, de pronto, la
necesidad de salir para poder respirar se hizo inaplazable.
Sin vacilar, Dalmau Savars se dirigi a la enfermera
donde el suprior preparaba unas cataplasmas de col para
hacer ms soportables los dolores del hermano Just. Bajo
el umbral de la puerta detuvo sus propsitos.
En el interior, Anton calentaba las hojas verdes de las
hortalizas, despus las prensaba con conviccin antes de
envolverlas en un trapo. Qu saba l de todo eso? Nunca
haba dispuesto de tiempo para aprender un puado de
cosas que ahora se le revelaban como las verdaderamente
importantes. Conmovido por la pericia y el amor que pona
el monje en cubrir las rodillas de aquel hermano de salud
tan precaria, permaneci inmvil durante unos instantes.
Padre prior! exclam Anton al descubrir su
presencia.

Continuad, continuad... No quiero interrumpiros.


Vena a comunicaros que unos asuntos me mantendrn
fuera del monasterio hasta el anochecer. Os agradecera
que os hicierais cargo del cenobio en mi ausencia.
No os preocupis. Y que Dios os acompae.
En l confo respondi el prior haciendo de
aquella frmula gastada un verdadero ruego.
Antes de salir al exterior, Dalmau Savars visit todas
y cada una de las dependencias del monasterio. Necesitaba
comprobar con sus propios ojos que la vida segua su
curso, que la comunidad sala adelante en sus apuros
cotidianos.
El refectorio estaba vaco, pero el monje no pas de
largo. Imagin sin pesar cul sera el lugar que ocupara
cuando se hiciera oficial su destitucin. Tambin intentaba
adivinar el aspecto de su sucesor, aquel llamado a presidir
la mesa que tena justo delante. La visin de la sala
rectangular le pes como una losa y, tragando saliva, se
dirigi a las cocinas.
Llus canturreaba entre fogones. Aquel ladronzuelo de
biblias, esmirriado y reticente, haba sabido conservar una
alegra genuina que regalaba a manos llenas. Dalmau
siempre animaba a los monjes a pasar por la faena humilde
de las cocinas, necesaria para el buen funcionamiento del
cenobio. No tendra, pues, que aplicarse su propia
medicina? Antes de que el joven monje tuviera tiempo de

levantar la vista, el prior ya haba desaparecido.


No le quedaron ganas de entrar en el scriptorium y lo
mir desde la ventana. Sim repasaba pergaminos con
gesto adusto mientras Marc sacaba punta a una pluma de
oca y la observaba de perfil antes de mojarla en el
pigmento rojo que le ensuciaba escandalosamente las
yemas de los dedos.
Contra todo pronstico y, a pesar de que haca ms de
siete aos de su llegada al monasterio, el hijo de aquel
religioso ciego al que llamaban Set, no haba querido
tomar los votos. Deca que ya serva a Dios iluminando
bellas palabras para glorificarlo y, verdaderamente, su arte
pareca no ser de este mundo. La muerte del abad Oliba,
con la nueva poltica seguida en Ripoll, haba impedido que
sus obras fueran cada vez ms codiciadas.
Dalmau se dijo que lo ms admirable de aquel
hombretn de anchas espaldas y piel cobriza era el placer
que le procuraba su oficio. Marc no necesitaba ningn
reconocimiento. Disfrutaba con el trabajo bien hecho y eso
lo converta en un modelo a seguir.
Poda decir l algo semejante en relacin a la tarea
que haba llevado a trmino en el monasterio? Se haba
conducido como todos esperaban?
De repente vio que Maties se acercaba peligrosamente
a la tronera. Sin tiempo para responder a sus propias
preguntas y con temor a ser descubierto, el prior se volvi

y abandon el claustro.
Delante de la iglesia se hizo la seal de la cruz y
observ de soslayo la patena sobre el altar. Le resultaba
muy difcil desligar aquel objeto sagrado de la trgica
muerte de Bernat. l mismo procuraba que una vela ardiera
da y noche por la salvacin de su alma. Pero nadie poda
imaginar que se reconoca en aquella imagen del hombre
colgado. Se senta en deuda permanente con Dios por
haberle dado una segunda oportunidad; no obstante, a veces
lo viva como un pesado yugo, como quien arrastra una
condena que lo acompaar hasta el final de sus das.
Instintivamente, Dalmau Savars se protegi las manos
debajo del hbito y busc la silueta de las montaas que
todos llamaban Les Magdalenes. Por un instante tuvo la
tentacin de tomar el camino que lo llevara hasta su amigo
Basili. Pero no lo hizo, ni tan solo aquellas aristas
redondeadas obedecieron su grito silencioso. Un mar de
bruma las ocultaba por completo.
Saba que no era una buena idea aventurarse por ellas
y, bien mirado, tampoco se vea con nimos para hacer el
ascenso. El bosque de tejos sera un espacio ms amable;
siempre haba encontrado consuelo entre aquellos gigantes
antiguos capaces de vivir en barrancos y hondonadas de
montaa. Pero este no era el verdadero motivo; al menos,
no era el nico. En el fondo anhelaba visitar el lugar donde
reposaba Asar, quedarse un rato y compartir recuerdos.

Se puso en camino con una sonrisa desdibujada en los


labios. A poca distancia se cruz con Guillem, que volva
de la montaa.
Caray, chico, vas cargado hasta las orejas!
S! Me gusta ir a buscar lea, y esta arde bien. He
pensado que vendra bien en la reserva del monasterio. El
roble calienta bastante, es de las mejores maderas!
Sin duda, har un buen fuego.
Bueno, deberemos dejar pasar dos aos.
Ah! exclam el prior dndose cuenta de su
absoluta ignorancia sobre el tema.
Al contrario de la mayora, no es bueno taparla,
sabis? La lluvia ayuda a deshacer los nudos; solo
entonces est preparada. Hace un ruido diferente cuando la
golpeas y es ms ligera... Perdonad, me he dejado llevar.
Seguro que tenis faenas ms importantes que hacer que
escuchar tonteras aadi el joven ante la expresin
bobalicona del monje.
Dalmau Savars intent decirle que no, que realmente
no tena tareas ms importantes que hacer, que
seguramente haba muchas cosas que se le haban pasado
por alto, pero Guillem ya haba desaparecido detrs de los
haces. De golpe, pens que le habra agradado ser como
aquellos troncos de roble, permanecer a merced de la
lluvia, dejar que tambin a l le deshiciera los nudos que
ahora no lo dejaban avanzar, pero todo era una quimera.

An mir durante un momento los equilibrios que


haca el chico para no perder ni una ramilla y reconoci a
Ramon, su padre, en aquel andar. Cmo pasaba el tiempo!
Solo las rocas que protegan el monasterio permanecan
inalterables, en el valle el otoo remarcaba el verde que
vesta durante la primavera y se intua la calma de las
fragancias hmedas.
El prior continu atento a los signos de los rboles,
peinados por un viento que los desnudaba de manera
inexorable, como un amante enfebrecido. Cuando lleg a
su destino se sent sobre las piedras que un da haban
cubierto el cuerpo esbelto y valiente de su caballo.
Todo se ha quedado en agua de borrajas, amigo
Asar! He llegado tarde a tantas cosas, tambin a salvarte la
vida! No he encontrado demasiadas salidas para el amor que
me han inspirado mis semejantes, ni para disfrutar de las
pequeas cosas, siempre metido en empresas que ahora se
me desmenuzan entre los dedos. He llegado tarde y siento
que se me acaba el tiempo...
El legado recibido en herencia haba resultado
ingobernable para el nuevo abad de Ripoll, Pere Guillem.
Las reformas a los dos lados de los Pirineos, la intensa
correspondencia personal con monjes, reyes y estudiosos
de toda Europa, o la infinidad de misivas alabando la tarea
del abad Oliba sofocaron sus primeros aos. Todos los
mensajes coincidan en hacerle una sola demanda: que no

se extinguiera la influencia positiva de su predecesor en


una poca que se adivinaba cada vez ms convulsa.
El abad Guillem centr sus esfuerzos en deshacerse
de todos los compromisos y promesas que no casaban con
sus nuevos postulados de la Iglesia. Las voces que llamaban
a abandonar los asuntos mundanos y recluirse en la oracin
y el trabajo se abran paso tambin en los monasterios ms
emblemticos del aorado abad Oliba.
Eran otros tiempos, y la calma volva al monasterio de
Ripoll mientras Pere Guillem recordaba uno de los
objetivos que haba dado luz al comienzo de su ministerio.
Alguien deba ocuparse del cenobio fundado en tierras de
Manresa, dictaminar cul era su papel dentro de la Iglesia y
renovar a sus conductores. Deba poner fin a tantos aos de
ostracismo, con los vicios y desviaciones que comportaba.
Despus de considerar todas las posibilidades, le
haban dado el encargo a Gausfred de Tolosa, un hombre
alabado por la cpula eclesistica a causa de su rectitud,
aunque los monjes de Sant Mart del Canig, donde haba
sido suprior, siempre se quejaban por la rgida
interpretacin que haca de las Escrituras.
Cuando Maties lo vio por primera vez le vino a la
memoria la figura de Pon de Balsareny. Su ademn era
orgulloso, pero pareca capaz de transmitir confianza. Los
gestos bien estudiados se repetan a diestro y siniestro, a la
vez que se mezclaban con una mirada esquiva, como si, al

fin y al cabo, dudara de la misin que se le haba confiado.


La nica diferencia entre aquel enviado de la Iglesia y los
otros que haba conocido era la extrema pobreza que
mostraban sus ropas, un hbito de tela basta y tronada, una
cuerda sucia que lo cea a su cuerpo.
Aunque no era habitual en su alma alegre y optimista,
poco antes de descubrir a aquel enviado en la puerta de la
iglesia, Maties se haba permitido un mal pensamiento. La
visin de las hojas de la pequea encina que presida el
claustro, cubriendo el jardn con gastadas tonalidades
amarillentas, le haba recordado el paso de los aos. El
padre Dalmau y el hermano Sim, como muy pronto le
sucedera a l mismo, se encontraban muy cerca del
invierno de su vida.
La presencia de Gausfred de Tolosa, y de su ayudante,
Oriol, un monje joven de ojos redondos y saltones, que
siempre mostraba una expresin espantada, solo vena a
confirmar el augurio transmitido por las hojas de la encina.
Porque, a pesar de la pobreza impostada de sus ropas, algo
de su comportamiento delataba que su misin en Santa
Maria sera dolorosa para todos.
El hermano Maties instal a los recin llegados cerca
de la fuente del claustro y corri a dar aviso. La actitud de
recogimiento de Dalmau Savars, que rezaba arrodillado en
el suelo, hizo ms difcil su tarea.
Padre prior, tenis una visita...

Una visita, hermano Maties? Dalmau volvi muy


despacio de su recogimiento, como si la oracin lo hubiera
llevado demasiado lejos.
Pondra las manos en las brasas que es un enviado
de Ripoll, pero hay algo extrao, contradictorio, en su
actitud.
El prior se levant ayudndose del brazo de Maties.
Una sonrisa haba aflorado a sus labios.
Este mundo es extrao, amigo mo. Quiz ms all,
cuando nos encontremos en la otra vida, la que llaman
eterna, se nos mostrar una luz de la que no dudaremos.
Queris que les diga que habis salido a los
campos? Tendris ms tiempo para prepararos.
No ser necesario. Hace mucho que estoy
preparado, pero cada da me levantaba pensando que este
momento estaba muy lejos. Siempre lo pensamos cuando
lo que debe venir no se aviene con nuestros deseos, Maties.
Entonces, ha venido para cambiar las cosas?
Me temo que s. Pero nosotros no cambiaremos,
estoy convencido.
El monje se qued observando cmo Dalmau
caminaba lentamente hacia el claustro. Desde haca un
tiempo su prior haba cambiado. Las fuertes espaldas se
aflojaban y ya no transmita la firmeza de un hombre capaz
de vencer cualquier adversidad.
Mientras el ayudante estaba cerca de la fuente, quiz

dudando de si tena derecho a usarla, Gausfred de Tolosa


miraba los capiteles del claustro, todos ellos con motivos
naturales, plantas y frutos de la misma montaa que los
acoga, pero el ademn displicente acentuaba las arrugas de
su frente. El prior de Montserrat se le plant delante, en
silencio.
Vos sois el hermano Dalmau Savars.
Y vos sois un enviado de Santa Maria de Ripoll.
Soy ms que un enviado, ya que me han hecho prior
de este cenobio. Os agradecer, por tanto, que me
anunciis como tal ante la comunidad.
Me temo que habr que reunir el captulo.
Venga! Ya me haban advertido de que erais un
monje dado a la rebelda. Olvidis que es el mismo abad
de Ripoll, Pere Guillem, quien me enva, que es mi valedor
ante Dios?
No lo olvido, pero los monjes de este monasterio
no han sido consultados en ningn momento y, como
mnimo, merecen que se les informe correctamente.
Ser yo quien informe de vuestra actitud. Estis
obligado a obedecerme y mi orden es que se renan ahora
mismo en la iglesia todos los miembros de la comunidad.
No habr captulo hasta que no decida la nueva distribucin
de las tareas en el monasterio.
La ley de Dios debe poder conjugarse con el
respeto por unos hombres que han dado su vida por Santa

Maria de Montserrat y por la obra de Cristo concluy


Dalmau. Yo no ser el transmisor de una orden que me
parece injusta.
Cmo os atrevis a poneros en mi contra?
No lo hago, prior Gausfred, pero si tan claras tenis
vuestras atribuciones, podis hacerlo vos mismo, tal como
corresponde a nuestro ministerio. Tambin podis dirigir
vuestra solicitud al suprior, el hermano Anton, si as lo
deseis.
Crea haberme expresado con claridad. Las
funciones de los monjes de Santa Maria ya no tienen
validez, sea quien sea ese Anton. Por otro lado, volveremos
a hablar de este da, hermano Dalmau, y no os agradarn las
consecuencias.
Estoy a vuestro servicio.
Gausfred de Tolosa an no daba crdito a lo que estaba
pasando. Sus ojos destilaban una aversin profunda por el
inesperado contrincante, pero no esperaba que reaccionara
de esa manera. Antes de que se marcaran en su rostro las
dudas que lo invadan, dej de prestarle atencin y se
dirigi al monje que lo acompaaba.
Recorre todas las dependencias, Oriol, y llama a los
hermanos para una reunin en la iglesia.
Y si no los encuentro a todos?
Haz lo que te digo, de inmediato!
Dalmau se volvi para alejarse del recin llegado. No

quera permanecer a su lado, su manera de afrontar el


proceso le pareca insultante. Aunque pagara muy cara su
actitud, no le dara apoyo, por mucho que algunos lo
tildasen de soberbio.
Despus de reflexionar unos instantes, tom la
decisin de escuchar las palabras del nuevo prior. Cuando
lleg a la iglesia, solo faltaba Maties, pero ya haba contado
con ello. El resto de los monjes lo miraban con sorpresa y
algunos de ellos lo interpelaban directamente sin recibir
ninguna respuesta, salvo el gesto con que les reclamaba que
estuvieran atentos a Gausfred de Tolosa.
El discurso del prior venido de Ripoll fue muy breve.
Despus de declarar que se haca cargo del cenobio, dijo
que ms adelante convocara a captulo para dictaminar las
nuevas ocupaciones de cada uno. Los ojos de los reunidos
no podan ocultar su decepcin; la mayora consideraba que
el mandato de Dalmau mereca ms respeto. Entre ellos, el
hermano Sim se sinti especialmente dolido.
El viejo monje esperaba ser prior algn da, tal como
le haba prometido, segn su propia apreciacin, el abad
Oliba. Pensaba que todo su esfuerzo no haba servido de
nada, que la sabidura era motivo de admiracin, pero
resultaba fcil dejarla de lado, tal como demostraba la
fatuidad de aquel hombre. l tambin haba aprendido algo
de Dalmau con el paso del tiempo; no era suficiente tener
todas las respuestas si antes no llegabas al corazn de las

personas. Haca mucho que se preparaba para ejercer el


cargo de prior de Santa Maria de Montserrat, pero se daba
cuenta de que, aparte de la consideracin de sus
compaeros, era un monje como cualquier otro.
Mientras Dalmau reconoca con su presencia la
primaca de Gausfred y, a la vez, esperaba alguna reaccin
de Sim, otro tom la palabra:
No pretendo poner en cuestin las decisiones del
abad Pere Guillem, pero el prior Dalmau ha luchado
durante muchos aos para levantar este monasterio. Vuestra
actitud, prior Gausfred, solo merece mi menosprecio.
Sin duda, vos sois el suprior Anton dijo el recin
llegado mientras coga aire para dirigirse a la comunidad.
Esto que veis es lo que pasa cuando un cenobio no est
dirigido con humildad: comienzan a salir semillas podridas,
rebeldes a la obediencia que todos debemos a nuestros
superiores. Espero que todos lo tengis en cuenta. Y vos,
hermano Anton...
Anton a secas, por favor. Aunque siempre ser el
suprior de este monasterio, os agrade o no. Ninguno de mis
compaeros ha dicho nada en sentido contrario.
Os equivocis, hermano Anton. Santa Maria os
necesita... Dalmau se haba acercado al monje para
dirigirle aquellas palabras discretamente.
Entiendo la postura del cenobio, tambin la vuestra,
prior Dalmau, pero vos me habis enseado a ser digno de

mi ministerio. No continuar en Santa Maria.


Los comentarios entre los hermanos ocultaron el
llamamiento de Oriol para que escucharan al nuevo prior.
Anton se quit el hbito delante de ellos y abandon la
iglesia. Algunos admiraron aquel gesto, pero Dalmau y
Sim cruzaron las miradas preguntndose dnde poda
haberse metido Maties, temiendo una salida parecida, dada
la integridad que siempre haba mostrado.
Dalmau Savars no esperaba una reaccin inmediata
de aquel hombre que haba servido a Dios con una gran
humildad, pero sus pensamientos viajaron muy atrs en el
tiempo. Sinti aoranza por aquel da en que tres monjes se
aventuraron montaa arriba, por el camino que conduca a
una ermita ruinosa.
En todo caso, la vida era tal y como predicaba Basili,
un camino lleno de obstculos que solo ramos capaces de
salvar gracias a nuestras decisiones. Y cada vez que
cambibamos de atajo dejbamos atrs muchas vidas
posibles.

2
Ante la reaccin del hermano Anton los monjes de Santa
Maria se retiraron poco a poco, sin que gestos ni
murmullos alterasen ms an los nimos. Dalmau lo
agradeci en silencio mientras observaba el rostro del
nuevo prior. Aquel hombre ni siquiera pareca irritado; se
miraba las uas, sucias y descuidadas, a la vez que sus
labios reflejaban una sonrisa ms prxima al asco que al
enojo.
A pesar de que no haba sabido articular una respuesta
al desafo del suprior, se lo vea muy seguro de ganar
aquella batalla. Dalmau se dijo que era ms peligroso de lo
que aparentaba; era un ser calculador y fro, capaz de
esperar con tranquilidad que pase el cadver de sus
enemigos.
Muy sorprendido por los acontecimientos, sobre todo
por la sed de justicia que vea en su comunidad, sali al
claustro preguntndose cul era el fuego ms inmediato
que deba apagar. Buena parte de lo que estaba pasando era
culpa suya; tena que ver con las malas prcticas de su
ministerio, con cmo, dadas las dificultades para impulsar
el cenobio en aquella soledad de la montaa, haba
otorgado privilegios a sus monjes. Era tan consciente de
ello como que pensaba, al mismo tiempo, en la racin de

humanidad que contenan sus palabras.


El pueblo de Guadvachet tambin se haba ido
empobreciendo con los nuevos seores, los campesinos
tenan an ms presin que durante los tiempos de Pon de
Balsareny. Pero ahora no poda detenerse a rumiar las
causas. Con lo que estaba pasando en el monasterio, solo
poda actuar antes de que se pusiera en peligro la propia
existencia de Santa Maria de Montserrat.
El ex prior entr en la iglesia con paso decidido,
aliviado porque Gausfred de Tolosa y su ayudante ya no
estaban. Entonces, cogi el hbito de Anton, se lo colg
del brazo y se dirigi a los dormitorios.
Imaginaba que el suprior estara buscando algo que
ponerse y abandonar el monasterio, pero vio, sorprendido,
cmo Anton se haba sentado al borde de su jergn y
permaneca en silencio mientras se coga la cabeza con las
manos. Quiso sentarse con l, consolarlo en su afliccin,
pero no era el momento. Deba actuar, an, como si fuera
el prior de aquel cenobio.
Entiendo vuestra postura, Anton. Los hechos
demuestran que Gausfred de Tolosa no es la persona ms
adecuada para guiarnos. Pero debemos confiar en el Seor
y os prometo que har lo posible para que este monje
entienda la naturaleza de nuestra obra. Os pido, por la
confianza que nos hemos tenido durante todos estos aos,
que volvis a poneros el hbito. Hablar con el nuevo prior,

y esta vez ser una conversacin dura, aunque intentar no


olvidar mi condicin.
Anton no lo mir, y tampoco le sorprenda demasiado
la actitud de Dalmau. A pesar de su silencio, cuando alarg
la mano para coger el hbito que su superior y amigo le
extenda, dio la aprobacin que el antiguo soldado
esperaba.
Me esperaris sin complicar las cosas, Anton? O
quiz sera bueno que buscarais a Maties. Su fortaleza se ha
forjado entre nosotros, somos su familia y el peligro de
que pueda sufrir una ruptura debe de haberlo trastornado
bastante.
As lo har, padre prior.
El laconismo de aquellas palabras no evit que
sonaran confiadas, que otorgaran al hermano Dalmau el
nimo que necesitaba. Deba hablar con el nuevo prior,
llevarlo a su terreno, hacerle ver que la comunidad no
estaba en su contra, que solo precisaba un tiempo para
acomodarse. Pero se le presentaban dos problemas
difciles de resolver. Nunca haba sido un hombre de
grandes palabras y, lo que era ms grave, no se crea sus
propias propuestas. Si Gausfred de Tolosa era tal como se
haba mostrado en aquellos instantes, su derrota sera
inevitable.
Antes de ir en busca del nuevo prior, Dalmau pas por
la iglesia. Quera ver la talla de la Virgen que Esther haba

entregado a Santa Maria, como si rezndole una plegaria


pudiera coger fuerzas para lo que deba venir.
Mientras recorra el claustro vio a Sim que hablaba,
circunspecto, con Anton. En otro momento habra metido
baza, pero su misin era otra y solo albergaba la esperanza
de que el viejo monje no estropeara sus propsitos. Se
plant directamente en el umbral de la que haba sido su
habitacin, desde donde haba gobernado los destinos del
monasterio durante tantos aos. Ni tan solo haba pensado
en ordenar todos los asuntos que llevaba a su manera y que
estaban esparcidos por la mesa.
El primer vistazo al interior le devolvi una imagen
incomprensible. Era Maties, arrodillndose delante del
nuevo prior, besndole el anillo que engalanaba aquellas
uas sucias. Gausfred de Tolosa advirti su presencia y le
dirigi una mirada plcida, como si la postura de sumisin
del monje le compensara por todo lo que haba sucedido.
Entrad, Dalmau. Os esperaba.
Desconcertado, el ex prior cruz la habitacin hasta
situarse delante del recin llegado. Maties se haba girado
en sentido contrario y ya los dejaba sin tan solo levantar la
vista.
Celebro que tambin podis conocer las actitudes
piadosas de mis hombres... Dalmau no lleg a tiempo de
morderse la lengua; conservaba aquel lenguaje de otra vida
y pens que siempre sera un soldado; los habitantes de

Santa Maria, ms que su rebao, eran un ejrcito que segua


la obra de Dios.
Pero el nuevo prior fingi que no le haba prestado
atencin.
El hermano Oriol me ha dicho que ese monje
rebelde, Anton, quizs?, ha vuelto a ponerse el hbito y se
pasea tranquilamente por el monasterio. Veo que deber
dar la orden de que os lavis las orejas en profundidad, ya
que mi mandato choca contra el tapn de costumbres
ancladas en el vicio y la desobediencia.
De eso quera hablaros. Los monjes estn dolidos,
pero son fieles seguidores de la Regla que rige la
comunidad benedictina. Solo debis tener un poco de
paciencia, suavizar vuestros gestos durante unos das. Estoy
convencido de que en poco tiempo llegaris a estimarlos, y
ellos a vos, si sois justo... Recordad qu dice san Benito: el
prior, cuanto ms est por encima de los otros, tanto ms
solcitamente debe observar los preceptos de la Regla.
Vos me hablis de la Regla? Si habis gobernado
este cenobio como si fuera vuestro ejrcito de
mercenarios, fomentando el escndalo con vuestra ramera
y provocando discordias con las comunidades vecinas,
como la ms que centenaria de Santa Ceclia.
Dalmau no esperaba un golpe tan bajo, ni que las
informaciones del nuevo prior se revelaran tan alejadas de
la verdad de los hechos. Pens que sus mejillas deban de

haberse sonrojado por la rabia de aquella injusticia, pero la


imagen de Anton, cogindose la cabeza en el dormitorio y
la extraa actitud de Maties al abandonar la estancia
detuvieron su respuesta. Aquel hombre no jugaba limpio,
pero solo l estaba en disposicin de pararlo. Las palabras
siguientes de Gausfred de Tolosa redoblaron an ms sus
sensaciones.
Os har caso y ser condescendiente; ahora bien,
siguiendo el espritu benedictino, Anton ser perdonado a
la vez que se le retirar el cargo de suprior, un honor muy
ridculo, dado su comportamiento. Claro que no podr
librarse del castigo que merece! Ser azotado delante de
sus compaeros por el nuevo suprior, ad maior gloria
Deum!
Cmo os atrevis a impartir castigos? Habis
trado la discordia con vuestras maneras y ahora queris
derramar la sangre de los que deben servir a Dios y a este
monasterio!
Me sorprendis respondi Gausfred, exaltado.
Vens aqu hablando de la Regla y os repugna que se
aplique? Quiz cojis de ella lo que conviene a vuestros
asuntos personales...
La Regla solo puede servir a los hombres a partir de
una interpretacin sincera y generosa. No es una lanza en
ninguna batalla!
Pero es un escudo contra las tentaciones del

maligno, y una de ellas es la desobediencia a tus


superiores. Se har de esta manera, os agrade o no, a no ser
que queris ser merecedor del mismo castigo.
Es indignante y, adems, no se puede llevar a
trmino. Cmo queris que se castigue a s mismo?
Contina siendo el suprior, hasta que nombris a su
sustituto.
Eso est hecho, hermano Dalmau. Poco antes de
que aparecierais por la puerta de manera tan irreverente
para discutir mis decisiones acababa de ungir al hermano
Maties como suprior de Santa Maria de Montserrat.
El hermano Maties!
Es la voluntad del Seor que sea el brazo fuerte de
esta nueva etapa, que se convierta en el azote de todos los
vicios.
Estis loco! Pero vuestra arbitrariedad no quedar
as. Informar al abad Pere Guillem, y lo har en persona,
si es necesario.
Pues ya podis marcharos, Dalmau Savars. Me
ahorraris un quebradero de cabeza y haris un gran favor a
esta comunidad. Ahora, si me perdonis, tengo cosas que
discutir con mi ayudante.
El ex prior no se haba dado cuenta antes, pero el
hermano Oriol esperaba en el umbral el fin de la
conversacin. Su rostro mostraba indiferencia, como si
nada de lo que estaba pasando le afectara.

Consciente de que solo poda empeorar la postura del


recin llegado, Dalmau sali al exterior. La sangre le
herva. No poda entenderlo, pero su disposicin a arreglar
las cosas haciendo entrar en razn a Gausfred de Tolosa
haba sido un autntico desastre.
Otra perplejidad lo invada. No se imaginaba al bueno
de Maties azotando a nadie, ni tan solo a un animal en
defensa propia.
Solo Gausfred y Oriol, el monje que lo haba
acompaado desde Ripoll, fueron capaces de mirar
fijamente el torso desnudo del hermano Anton en medio de
la sala capitular. Pero, a pesar de que el fro se dejaba
sentir entre aquellas paredes, no era el antiguo suprior
quien temblaba como una hoja. Maties, solo unos pasos
ms all, haca grandes esfuerzos para que las piernas lo
sostuvieran. Sintiendo que el azar lo haba convertido en el
verdugo de la comunidad, recorri la estancia con la cabeza
gacha hasta coger el ltigo que aquel monje con ojos de
rana le ofreca.
Nunca habra podido imaginar que el voto de
obediencia lo hara llegar tan lejos. Pero ya era imposible
echarse atrs, las palabras de Dalmau haban sido muy
claras:
Si queremos enderezar la situacin, no debemos
oponer resistencia. Mientras est fuera necesito que
cumplis las rdenes del nuevo prior. Siento pediros esto,

yo no he sabido conducir a mi rebao y ahora todos


pagamos las consecuencias. Perdonad mi debilidad y
enalteced este cenobio con vuestra conducta ejemplar y el
sacrificio del hermano Anton. Hacedlo a mayor gloria de
Dios y de su obra.
El sol se pona, acompaado por los salmos que Sim
recitaba a media voz desde el lugar que le haban asignado,
ajeno a los momentos de confusin en que estaba sumido
el monasterio, como el preludio de una escena que ninguno
de los presentes olvidara. De nada le sirvi al hermano
Just pedir una dispensa por su delicada salud, ni al
hermano Llus refugiarse en las tareas de la cocina; aquella
tarde todo el mundo ayunara. As se haba anunciado y as
se llevara a trmino. Era imprescindible que toda la
pequea comunidad de Santa Maria fuera testigo del
castigo y, no obstante, escuchara las palabras de
arrepentimiento de boca de Anton. Los hermanos Llus y
Robert se preguntaban qu sentido tena aquella
humillacin pblica, ms all de saciar los delirios de
poder del nuevo prior. Estaban seguros de que si el abad
Oliba an habitara entre los vivos, nunca habra consentido
una situacin como aquella.
Veo que la lectura de los salmos os conforta,
hermano Sim dijo Gausfred al darse cuenta de que el
monje no tena ninguna intencin de apartar sus ojos de las
pginas sagradas.

El prior no obtuvo ninguna respuesta, salvo una mirada


breve de su interlocutor. No pareca que el viejo monje
estuviera dispuesto a aflojar la cuerda, ni tampoco a
presentar batalla. La segura interpelacin fue ms
contundente.
Por lo que veo sois un hombre de pocas palabras.
Yo le doy mucha importancia al silencio, tanto de la lengua
como del corazn. Ayuda a liberarse de los consuelos
fciles por parte de los... digamos, blandos prosigui,
paseando la vista entre los monjes. Esta clase de
personas creen ayudar a su hermano dndole estpidamente
la razn.
El hermano Robert cogi el brazo de Llus, que haba
hecho el gesto de replicar la reflexin de su superior.
Gausfred sonri complacido mientras el encargado de las
cocinas se morda la lengua. Pero no pensaba concederle
ninguna tregua, solo quera dejar claro que no pasaba nada
por alto.
Aprovechando que el hermano Llus tiene ganas de
compartir con nosotros sus pensamientos, le pedira que
leyera en voz alta el captulo XXV de nuestra Regla. Tal
vez, all encuentre las respuestas que anhela.
Durante los dieciocho aos que Llus llevaba de
monje, haba tenido la oportunidad de escuchar muchas
veces aquel captulo; siempre haba pensado que no estaba
escrito para ellos. A buen seguro, cuando san Benito

redact la Regla haba que reconducir al buen camino a los


monjes extraviados, las comunidades que abusaban de sus
privilegios. Est claro que en las familias tambin hay
problemas y diferentes maneras de ver las cosas, pero la
humillacin nunca haba sido su manera de proceder.
Si me dispensis, preferira no hacerlo. Tengo todas
las respuestas que necesito.
No. No os dispenso, hermano Llus. Y dad las
gracias de que no os acuse de soberbia dictamin el
prior con gesto adusto. Os agradecera que nos
recordarais las santas palabras y, de ahora en adelante,
observarais un mayor grado de humildad.
En la sala capitular el ambiente se haba enrarecido y
muchos sudaban bajo las tnicas, a pesar de la frescura que
llegaba de un claustro humidificado por la lluvia. El
hermano Robert, de quien tantas cosas haba aprendido, le
dirigi una splica silenciosa. Dejarse llevar por la clera
tendra consecuencias, era necesario mantener la promesa
hecha al prior Dalmau antes de que este emprendiera su
viaje a Ripoll. El monje de la cara pecosa cogi aire y se
dispuso a obedecer la orden; su voz haba perdido el color
de la inocencia.
Dice el captulo XXV: Al hermano que haya
cometido una falta ms grave se le apartar de la mesa
comn y del oratorio. Y ningn hermano le haga compaa
o le hable para nada. Est solo durante el trabajo que se le

haya encomendado, perseverando en el llanto de penitencia,


y recordando aquella terrible sentencia del apstol que
dice: entregad al que ha hecho eso en manos del diablo;
humanamente quedar destrozado, pero as la persona se
salvar en el da del Seor. Coma a solas en la medida y a
la hora que el abad juzgue conveniente. Nadie le bendiga al
pasar ni se bendiga la comida que se le da.
Excelente y adoctrinadora lectura dijo el prior, al
acabar.
Pero justo cuando Llus devolva el libro al hermano
Oriol y se dispona a volver a su lugar, Gausfred tom la
palabra de nuevo...
Tal vez si la complementis con el captulo XXVI,
tendramos una idea ms exacta de la voluntad de nuestro
estimado padre en la Iglesia.
Los movimientos del monje fueron lentos, tanto que
hasta la desnudez de Anton qued en segundo plano. Todos
teman que se agotara la paciencia de Llus y todo se fuera
al traste. Pero instantes despus el monje volvi a coger el
libro y, sin dejar de mirar a los ojos de Gausfred, recit de
memoria:
Si algn hermano sin mandato del abad se permite
relacionarse de cualquier modo con el excomulgado,
hablndole o pasndole cualquier recado, incurra en la
misma pena de excomunin.
Una vez dio por finalizada la lectura, sigui inmvil,

desafiante. De haber podido escucharse los latidos de los


corazones de los que lo acompaaban, se habra pensado
que se trataba de un repique de tambores en una batalla.
Pero haba que esperar que el repiqueteo fuera para
anunciar la retirada.
Como si lo hubiera adivinado, Llus abandon su
posicin y retrocedi, sometido a un silencio cargado de
amargura. Solo entonces Gausfred respir tranquilo.
Estimados hermanos en Cristo dijo el nuevo
prior, s que vosotros no tenis la culpa de todo este
desorden. Es posible que este lugar salvaje y aparentemente
alejado de la mano de Dios os haya llevado a una relajacin
de la Regla. Mi misin es hacer de Santa Maria un cenobio
modlico, un punto de referencia para toda la comunidad
benedictina. Y, no tengis ninguna duda, as ser.
Los monjes escucharon en silencio las palabras que
Anton mascaba una a una. No fue un gran discurso, tan solo
afirm el arrepentimiento de su falta y la aceptacin del
castigo que le sera infligido para poder expiar su culpa.
Suprior Maties, en nombre de Dios, ya podis
proceder reclam Gausfred.
Solo le faltaba frotarse las manos para hacer ms
evidente el placer que le produca la situacin.
Mientras se acercaba a aquel pecador y viejo amigo,
Maties aflojaba y volva a apretar el mango de aquel
instrumento de tortura con el que deba llevar a trmino los

azotes. Las tiras de cuero se balanceaban dciles a la


espera de cumplir su cometido. Finalmente lo lanz al
suelo y dijo con lgrimas en los ojos:
No puedo!
Todos los monjes soltaron un suspiro fruto de la
tensin, del miedo o de la liberacin. Pero tambin
temieron que la represalia fuera an ms despiadada y,
como si se tratara de un resorte que los empujaba en la
misma direccin, miraron con desasosiego a aquel superior
que les haba sido impuesto. El hombre, de pie, se mantena
aparentemente sereno, solo el color cambiante de su rostro
lo traicionaba de mala gana.
El camino que hemos escogido est sembrado de
dificultades, cosas duras que nos parecen imposibles de
cumplir, pero no son sino trampas con las que Dios pone a
prueba nuestra fortaleza. La carga se ha de llevar con
mansedumbre y obediencia, Maties. Es el demonio el que
ha hablado por vuestra boca. Expulsadlo lejos de vuestra
voluntad. Coged el ltigo y liberad a vuestro hermano de la
culpa.
Llevado por la ltima reflexin de Gausfred, el monje
se sec los mocos y lgrimas con la manga del hbito y,
hacindose la seal de la cruz sobre el pecho, volvi a
coger el ltigo. No fue capaz de mirar a su vctima, que lo
esperaba compadecindose de su sufrimiento. Ni una
migaja de rencor se habra podido leer en el rostro

cuadrado y franco del hermano Anton.


El primer azote apenas enrojeci la espalda del
hombre indefenso, pero provoc el estremecimiento de los
monjes de Santa Maria. El segundo son resuelto y firme,
as como el tercero y los siguientes. Maties, con los ojos
cerrados, pareca haber enloquecido. Como si solo en
aquel estado de trnsito fuera capaz de sobreponerse y
obedecer.
La atencin de Sim ya haca rato que se haba
apartado de los salmos y no daba crdito a lo que estaba
pasando. Just, con el cuerpo retorcido, rezaba el rosario
sin respetar el nmero de Avemaras que precedan al
padrenuestro, y los hermanos Andreu y Robert, con los
dientes apretados, maldecan la aparicin de aquel hombre
que haba trado el caos al cenobio. Mientras tanto, Anton
contena los gritos con el rostro contrahecho mientras la
sangre le resbalaba por la espalda.
Es suficiente dijo el prior como quien dicta
sentencia.
Pero Maties no se detuvo y otro azote desgarr la piel
ya lastimada de Anton.
He dicho que basta!
Aquella vez Andreu no esper a que el monje saliera
del abismo donde se haba hundido. Acercndose al
hermano Maties, impidi un ltimo azote que se perdi en
el aire.

3
Al principio, Guillem se haba sentido perdido. La noticia
de una vida futura en el monasterio haba hecho aicos su
existencia rutinaria, aquel eje que haba establecido con
Esther y Magda, por un lado, y Cesc, por otro. A pesar de
que le pareca una propuesta atractiva, lo espantaban
algunas de las normas que regan en Santa Maria.
Pero, con el paso del tiempo, todas aquellas dudas se
haban desvanecido. El prior Dalmau haba prometido a
Magda que no estara obligado a tomar los votos, que sera
su criterio, cuando lo tuviera formado, el que marcara su
paso por el cenobio.
Guillem se dio cuenta muy pronto de que sera capaz
de establecer un fuerte vnculo con algunos monjes; le
atraa la bondad de Maties, el alma un poco transgresora de
Llus, el rigor que siempre rezumaban las palabras de Sim.
Pero quien de verdad despertaba todos sus sentidos era
aquel hombre solitario de las montaas.
Nadie haba puesto obstculos a su amistad con Basili,
y eso le haba permitido establecerse durante largas
temporadas en Les Magdalenes. Incluso el hermano
Andreu, que sin duda aoraba su oficio, los haba ayudado
gustoso a edificar una pequea ermita de piedras y adobe.
Le cost entender que Dalmau Savars fuera sobre

todo un misterio. Magda haba insistido en que sera su


puntal en la comunidad, el hombre en quien poda confiar,
pero el prior siempre tena cosas que hacer o se limitaba a
darle consejos apresurados que, lo haba entendido ms
tarde, solo servan para silenciar su conciencia.
Ahora Guillem tena otras preocupaciones. La
felicidad de los ltimos tiempos, con aquella vida un poco
nmada entre Les Magdalenes y el monasterio, estaba en
peligro. Y el motivo era totalmente incomprensible para el
hijo de Esther, an demasiado joven para entender el paso
del tiempo y sus consecuencias.
Ante la falta de algunos alimentos bsicos y la
amenaza de un invierno prximo, haca das que intentaba
bajar a Santa Maria, pero el estado de Basili arrinconaba
siempre aquella necesidad. El ermitao llevaba dos noches
sin levantarse de su jergn y Guillem no se atreva a
marcharse demasiado lejos.
El primer da de diciembre la maana no se haba
presentado tan fra; un sol resplandeciente iluminaba el
valle de Guadvachet y Basili sali al exterior para
contemplar el monasterio desde lo ms alto de la pea que
les serva de cobijo.
El hermano Andreu, ante la debilidad de Basili, quien
ya no tena las mismas fuerzas para trepar por las rocas, les
haba construido una estructura de madera que llevaba hasta
un plpito improvisado, pero el ermitao no haba podido

acceder demasiado a l.
De verdad que os parece bien, Basili?
Claro que s! Y t deberas hacer la tuya. Hace
tiempo que me encuentro en paz con Dios y s que queras
visitar Santa Maria.
No tenemos demasiada verdura, y la gallina muri
hace dos semanas. Volver hoy mismo.
Ya me extraaba no verla rondando, pero pensaba
que se haba escapado. Este lugar es duro incluso para las
gallinas, no entiendo cmo puedes soportarlo.
No es cierto, yo me encuentro muy a gusto. Pero es
necesario que os pongis bien; as podremos volver a la
cueva.
Nada me gustara tanto como poder cantar de nuevo
contigo, Guillem, pero me da la impresin de que eso ya no
ser posible.
No...
S, lo s: No lo digis. Mira, Guillem, un viejo
como yo no te puede cortar las alas de esta manera. Te
aseguro que esperar a tu regreso, pero ahora mrchate sin
esperar ms. De paso me informas de cmo est Dalmau;
no entiendo cmo se ha pasado tanto tiempo sin subir. Me
tiene preocupado.
Guillem tambin pensaba que era extrao el olvido en
que los haba dejado Santa Maria. El prior los visitaba a
menudo para hablar con el ermitao y se podan pasar un

da entero discutiendo sobre la fe o descubrindose


mutuamente rincones de la montaa. l aprovechaba para ir
a la cueva y llenar las tripas de Montserrat con su voz y la
msica del hydraulis. Alguna vez haba pensado en
encender fuego en lo ms alto de la pea, la seal que haba
convenido con Dalmau si pasaba algo, pero le pareca que
sera provocar un susto, hasta ahora, innecesario. A pesar
de sus reparos, cogi el fardo que llevaba siempre y se
concentr en el descenso. Las lluvias de los ltimos das
haban dejado el terreno fangoso y lo ltimo que poda
permitirse en aquellos instantes era resbalar sin dar aviso a
Dalmau de cmo la vida del ermitao se estaba apagando a
gran velocidad.
A medida que se acercaba a Santa Maria no se sustrajo
de la fascinacin que le produca el monasterio. Basili se
lo haba explicado muchas veces, desde la pea grande de
Les Magdalenes, cmo era aquel terreno cuando solo
estaba la pequea ermita donde lo haban encontrado Sim,
Maties y Dalmau haca casi treinta aos.
Ahora poda contemplar la iglesia y las dependencias
que conformaban el cenobio, construidos con aquella
piedra pulida que a menudo brillaba con los rayos del sol.
Guillem no haba renunciado a ser monje algn da, pero
tambin haba recibido mucha estima y sabidura por parte
del ermitao. En algn momento se haba convencido de
que deba vivir cerca del anciano Basili, dejarse invadir por

sus enseanzas mientras fuera posible. Pero era un tiempo


que pareca acabarse.
A pesar de que poda haber entrado por las cocinas, se
dirigi a la iglesia. Desde all llegara con ms facilidad a la
habitacin del prior Dalmau. Ya en el interior, mientras
pisaba las losas con paso firme, una voz imperiosa lo
detuvo.
Vas muy de prisa, chaval! Qu has venido a
buscar? El claustro es solo para los monjes.
Guillem se qued parado bajo el umbral de la entrada.
No reconoca aquella voz, ni tena tiempo para demasiadas
explicaciones. Cuando se gir, la figura del hombre de
nariz prodigiosa que lo haba interpelado mostraba su cara
menos amable.
Sois de Santa Ceclia, quiz, que no me conocis?
Soy hijo de Guadvachet y tengo permiso para recorrer este
monasterio.
El monje lo examin de arriba abajo con desconfianza,
como quien se encuentra delante de un espcimen
desconocido. La seguridad que imprima aquella voz joven
y ntida no le agrad en absoluto. En el intento de
mostrarse superior, estirando el cuello tanto como le era
posible, cort de raz la impulsividad del joven.
No des ni un paso! No s qu dices! Ser hijo de
Guadvachet no te da derecho a nada, en este recinto
sagrado. Por otra parte, no vengo de Santa Ceclia. Soy el

padre Gausfred, el nuevo prior del monasterio.


Las ltimas palabras fueron pronunciadas como una
sentencia. Los brazos de aquel monje severo continuaban
abiertos, como si con aquel gesto quisiera abarcar los
dominios que lo rodeaban.
Guillem frunci el entrecejo antes de sacudir la
cabeza. A buen seguro que todo era una pesadilla, pero le
resultaba imposible ignorarlo. El entorno era real y, por
mucho que se esforz en reconducir sus pensamientos, el
hombre segua con la misma expresin adusta en el rostro.
El joven levant la vista por encima de los hombros de
quien osaba apropiarse de un cargo que no le perteneca.
Pero dnde estaban los dems monjes? Antes de que
alguien pudiera dar respuesta a su inquietud, Gausfred le
rompi los pensamientos.
Ahora que ya nos hemos presentado, te ruego que te
marches. Tengo mucha faena aqu. Vuelve a tu casa.
A mi casa, decs? Esta es tambin mi casa! Qu
es del prior Dalmau? pregunt con una mezcla de enojo
y preocupacin.
El hermano Dalmau no se encuentra entre nosotros.
No pienso marcharme de aqu hasta que no me
expliquis qu ha pasado! Os repito que Santa Maria de
Montserrat es mi casa y vos... Vos...
Ya veo que no me has entendido, joven. Aqu se
hace lo que yo digo.

Esta vez los ojos del monje relucieron de forma


perversa y una sonrisa maliciosa ensanch, ms an, las
aletas de su nariz hasta convertirlas en dos agujeros
enormes.
Sois vos quien no queris entender! Resulta que yo
no estoy sometido a...
Guillem! exclam el hermano Robert, que
acababa de salir del scriptorium y se diriga a las cocinas
para calentar un poco de agua para disolver los pigmentos.
Qu alegra, amigo mo! Ya pensaba que me haba
vuelto loco! Dnde est el padre Dalmau? Se encuentra
bien? Qu ha pasado?
Antes de que el monje abriera la boca, el nuevo prior
lo atraves con la mirada recordndole el voto de silencio
fuera de las horas que marcaba la Regla. Entonces, el
hermano Robert desapareci, indicndole con un gesto
mesurado que se marchara...
Pero... no lo entiendo... insisti el chico.
Ya te he dicho que tenemos faena. Entendidos?
Guillem ni tan solo respondi. Con dos zancadas se
plant en las cocinas. El rastro de fango que llevaba pegado
a las sandalias cruz el umbral antes de detenerse
repentinamente. Tampoco Llus ocupaba su lugar. Un
monje de ojos saltones pareca a cargo. Sin pensrselo dos
veces, volvi al claustro e interpel de nuevo a Robert,
sacudiendo con fuerza su hbito.

Por el amor de Dios! Qu est pasando?


Necesito hablar con el padre prior! No lo entendis?
Basili se apaga, tiene que subir conmigo para...
Escchame bien, Guillem, no tengo demasiado
tiempo para explicaciones. Haz lo que te digo, mrchate!
Confa en m. Coge lo que necesites de las cocinas y
desaparece. Esta sera la voluntad del padre Dalmau.
El rostro de Guillem pas de la inquietud al espanto.
Sus ojos abiertos y hmedos necesitaban que el monje
negara la terrible sospecha que, de pronto, lo haba
horrorizado.
Est... est muerto, verdad?
No! Lo siento, no quera... Ha ido a Ripoll a hablar
con el abad... Guillem, por favor. Dalmau volver pronto,
pero mientras tanto todo debe funcionar como si no pasara
nada. Ve a la despensa y coge lo que necesites...
La figura de Gausfred, acercndose, puso punto final a
la conversacin.
Monasterio de Ripoll
Buena parte de los pensamientos de Dalmau Savars
haban quedado prisioneros de unos hechos que en parte
ignoraba. A pesar de la dureza del viaje, el monje no se
sacaba de la cabeza a sus compaeros de cenobio. Se
preguntaba por las repercusiones que tendra la flagelacin
del hermano Anton y le preocupaba especialmente la
ejecucin del castigo a manos de Maties. Pero sus dudas

solo podan retrasar los propsitos que lo haban llevado


hasta Ripoll. Y era muy consciente de la trascendencia de
la misin que se haba impuesto.
La villa que recordaba haba cambiado mucho en
aquellos treinta aos. La iniciativa del abad Oliba para
reformar Santa Maria de Ripoll haba situado este
monasterio como uno de los ejes principales de la nueva
Iglesia. Segn explicaba el hermano Sim, el primer
episodio de la renovacin de la orden benedictina haba
tenido lugar en Cluny, poco ms que una abada perdida en
medio de la Galia en sus inicios. All se haba adoptado la
regla de san Benito y su influencia haba extendido las
nuevas ideas agrupando conventos y monasterios.
En Cluny se haba establecido la libre eleccin del
abad por parte de los monjes. Pero la Regla tambin
apuntaba que el abad deba pedir el consejo de hermanos
temerosos de Dios a la hora de nombrar al prior. Por qu
no poda ser igual en Santa Maria de Montserrat? Gausfred
de Tolosa haba sido escogido sin contar con la opinin del
cenobio, y la presencia de Dalmau en Ripoll hablaba del
error de juicio que arrastraba aquella decisin.
La villa que l conoca se haba convertido en una
poblacin extensa y bulliciosa que giraba en torno de su
iglesia. Pero lo que ms sorprenda al monje era la enorme
diferencia que haba entre la mole del monasterio
comparada con las casas que la rodeaban. No se poda negar

al abad Oliba que su ministerio haba trado respeto y


prestigio a la Iglesia, pero, segn pensaba Dalmau, aquellas
construcciones solo alejaban al pueblo de los que queran
conducirlo a la gloria de Dios. Quizs estaba muy influido
por el viejo ermitao, pero Basili le haba enseado desde
el primer momento que los hombres y las mujeres deban
sentir la proximidad de sus sacerdotes.
Por el contrario, la impresin que daba Santa Maria de
Ripoll, con aquellas torres poderosas y la imponente
iglesia de siete bsides, era que sus habitantes se situaban
ms cerca del cielo que de la villa trabajadora extendida
como una marea baja a sus pies.
Ahora que se acercaba el final, que se daba cuenta de
los cambios que comportaba el paso del tiempo, cada vez
crea menos en las empresas inmutables. Los seres estaban
condenados a luchar por lo que les pareca justo, pero
aquella apreciacin poda sufrir transformaciones muy
importantes, incluso antes de que llegaran a alcanzar los
objetivos que se haban propuesto. Un manto blanco
coronaba las torres gemelas de Ripoll. La nieve haba cado
con fuerza la noche anterior y el da se haba levantado gris,
un gris intenso de invierno que preocupaba al monje. Los
caminos se pondran intransitables si nevaba ms y l,
como haba comprobado en carne propia, ya no estaba para
hacer grandes viajes a lomos de un caballo y bajo los
rigores del fro.

Dalmau descabalg a las puertas de Santa Maria de


Ripoll y se esforz porque su cuerpo recuperara la dignidad
necesaria para la empresa que lo ocupaba. Deban de ser
muchas las visitas que se reciban porque el monje
hospitalario no le dio una especial importancia a sus
exigencias de conseguir una atencin inmediata por parte
del abad Pere Guillem.
Durante los dos das posteriores a su llegada, Dalmau
Savars recorri calles y mercados. Eso mientras no
reposaba del viaje al abrigo del claustro, consciente de que
la moratoria en el encuentro con el abad lo favoreca para
recuperar sus fuerzas. Ya no nev, pero el fro era intenso y
se haban formado copetes de hielo en los tejados. Aunque
el monje estaba muy convencido de la causa que quera
defender, en el fondo aoraba la vida en Santa Maria.
Especialmente en momentos difciles la familia debe
permanecer unida, pens con melancola.
Fue el domingo por la maana cuando Pere Guillem lo
llam a su presencia. Dalmau, tenso y a la vez esperanzado,
atraves dos alas del claustro hasta la sala donde el abad se
pona cada da a disposicin de los visitantes.
En aquellos momentos llova con fuerza y las losas
que pisaba salpicaban pequeas gotas hasta muy cerca de
las paredes del claustro. No fue fcil explicar al abad de
Ripoll el desastre que haba supuesto el nombramiento de
Gausfred de Tolosa como prior de Santa Maria de

Montserrat. Dalmau habl mucho rato, sorprendido por la


ausencia de ningn indicio de inquietud en su interlocutor.
No os conoca, pero, ciertamente, despus de esta
larga explicacin, me inclino a defenderos ante todos los
que, con sus consejos, me haban puesto en vuestra contra,
prior Dalmau. Me da la impresin de que hablaban desde la
ignorancia.
Quizs el error, si me permits, es que tampoco los
que han denigrado mi ministerio me conocen apunt el
monje, sin evitar una cierta sorpresa por la buena
disposicin del abad.
Este es el nico punto en el que pecis de ingenuo.
Ya que nos estamos sincerando mutuamente, he de
decroslo. En la Iglesia conviven hombres muy distintos;
algunos creen firmemente en la obra de Dios y lo honran,
otros miran ms por sus intereses. Y nosotros debemos
buscar un equilibrio que nos permita profundizar en la tarea
encomendada. Como bien sabis, resulta muy difcil
convencer a los ms poderosos si no te pones a su altura.
Perdonadme, pero, desde mi humilde opinin, es en
este momento que perdemos la fuerza de nuestro
ministerio. El poder corrompe si no lo ejerces desde la
humildad y el respeto, si no te pones al servicio de lo que
pide tu pueblo...
Pero el pueblo pide imposibles, hermano Dalmau!
Si nos ponemos de su lado, el orden natural de las cosas

cambia y el demonio se aventura a tentarnos.


Hablis de sueos? Dejadme que os haga una
apreciacin que aprend de un sabio compaero de cenobio,
el hermano Sim. Cuando se nos habla en las Sagradas
Escrituras de cmo Moiss condujo a su pueblo a travs
del mar, no se cambiaba el orden natural? Y con la
multiplicacin de los panes y los peces? S, quiz me diris
que son parbolas, maneras de explicar los beneficios de
recibir la gracia de Dios, pero en todo caso nos hablan de
cmo conseguir lo imposible, y para hacer as debemos
perseguir...
Veo que vuestra vida en tierras lejanas os ha hecho
pensar de una manera que se acerca mucho a la de los
primeros cristianos, pero ahora no podramos ayudar al
pueblo si no furamos capaces de enfrentarnos cara a cara
con los seores que proliferan por todas partes y que en
muchos casos asfixian a sus sbditos...
Y si fuera esta manera de hacerlo la que da alas a
sus transgresiones... Entendedme, ya s que fue en buena
medida el propsito del abad Oliba, al que Dios tenga en su
gloria: combatir la injusticia alcanzando poder y
administrndolo. Pero cuando la Iglesia se pone cerca del
poder corre el peligro de impregnarse de sus vicios y
caprichos.
Ay, Dalmau, me gusta hablar con vos, pero sois un
soador. A pesar de todo, ya me parece bien que algunos de

nuestros hermanos alberguen este espritu de pureza. No


puedo dedicaros ms tiempo, tendris que ir al grano con
lo que me queris pedir.
Solo queremos que las aguas vuelvan a su cauce,
padre abad. Hemos cumplido durante muchos aos con los
encargos de vuestro predecesor, hemos edificado un
monasterio en aquellas tierras de frontera y hemos
resistido el embate de las adversidades y de los poderosos.
Ahora solo aspirbamos a un poco de paz, intensificar las
tareas de nuestro scriptorium, cuidar de las almas que
confan en nosotros. Las acciones del prior Gausfred han
roto la concordia que Dios nos haba concedido.
Os entiendo y he de reconocer que os creo; adems,
tenis muy buenos valedores, igual que Gausfred de Tolosa,
por otra parte...
Cmo decs? Valedores, yo! Quin puede saber
lo que pasa realmente en el lejano cenobio de Santa Maria?
Os dir que al principio me dej aconsejar, pero
despus he querido ser ms justo y he pedido opinin. Un
rico comerciante de Girona me puso al corriente de la
magnitud de vuestra obra en la montaa de Montserrat...
Un rico comerciante?
S, y creo que lo conocis, se trata de Rigobert
Freire, natural de Guadvachet, el pueblo al que ofrecis
vuestros servicios, pero que vive desde hace tiempo en
Girona y es uno de nuestros suministradores.

Rigobert!
Me alegra de que os sorprenda, eso refuerza mi fe
en vos.
Dalmau se qued en silencio durante unos instantes.
Magda volva a entrar en su vida, a ayudarlo cuando ms se
haban complicado las cosas. Se lo podra agradecer
alguna vez? El padre Pere le puso la mano en la espalda al
darse cuenta de que el monje se haba ido muy lejos. Haca
tiempo que haba bajado de su plpito y hablaban cara a
cara.
S, padre abad!
Pero tendr un problema si quiero devolveros
vuestro priorato. Gausfred de Tolosa proviene de una gran
familia de ms all de los Pirineos y todos lo consideran un
hombre recto y fervoroso.
No, permitidme... Yo no pretendo que me devolvis
el cargo de prior. S que mi tiempo ha pasado, pero hay un
hermano del monasterio que siempre ha esperado este
momento, y tiene todas las cualidades que vos buscabais en
Gausfred. Yo solo quiero vivir el resto de mis aos desde
la obediencia a la Regla.
No dejaris de sorprenderme, Dalmau! Quin es
este hombre que merece ser prior tanto como predicis!
El hermano Sim. l tambin es un amante de las
Escrituras y ser capaz de dotar al monasterio de unas
normas justas que acomoden la Regla a las difciles

condiciones de la montaa. Por lo que hace a Gausfred, si


me dejis que os haga una sugerencia, la frontera con los
sarracenos se ha ido abriendo cada vez ms lejos y hombres
como l seran muy necesarios donde realmente haya
conflictos que resolver.
Es una lstima que no estis ms cerca, hermano
Dalmau. Quizs os cogera como mi ayudante, vuestros
consejos seran de mucha ayuda. Pero ya veo que no
queris salir de Santa Maria.
Si vuestra excelencia quiere consultarme algo
estar a vuestro servicio, pero os rogara que fuera desde
Montserrat.
Tranquilizaos, que as ser. Por otro lado, tampoco
queris ser el suprior? Sin duda los hermanos del
monasterio estaran de acuerdo.
Cualquiera en Santa Maria os dir que el actual
suprior, el hermano Anton, merece ese cargo por su
eficiencia. No puede haber nadie capaz de ayudar con ms
conocimiento al hermano Sim, sabe de los miembros del
cenobio y de sus necesidades.
Como si el abad quisiera aprovechar la compaa,
despus de aceptar sus sugerencias y dar la orden de
redactar un documento al respecto que pudiera enarbolar
ante el prior Gausfred, Pere Guillem le pidi que no
abandonara el monasterio hasta la primavera, que se
arriesgaba mucho a su edad viajando con aquel tiempo.

Pero Dalmau Savars no les hara nada semejante a sus


hombres; le habra dado la impresin de que los abandonaba
y, estaba seguro, poda ser la causa de una desgracia. Tema
por la seguridad de aquel hombre inconveniente y le saba
mal separarse durante tanto tiempo del viejo Basili.

4
En el transcurso de aquella noche muy prxima al adviento,
Guillem no pudo pegar ojo. La pas expectante por la
respiracin cada vez ms dbil de Basili. Tampoco era
capaz de expulsar los fantasmas surgidos durante su visita
al monasterio. Qu extrao motivo llev a la destitucin
de Dalmau Savars? Por qu el nuevo prior lo trataba
como si fuera un apestado? Qu se haba hecho de Llus?
Muchas preguntas lo asaltaban sin tregua y no llegaba
ninguna respuesta para tranquilizar su nimo.
Un escalofro lo hizo estremecer. Saba que no lo
provocaba el fro, pero instintivamente se levant para
atizar el fuego que arda al fondo de la estancia. Ausente,
removi las brasas y las centellas respondieron saltando
con alegra. Por un instante el joven tambin viaj con ellas
hasta un tiempo gozoso, cuando la montaa era un mundo
entero por descubrir. Entonces, para ser feliz solo haba
que saltar de piedra en piedra, perseguir un conejo o ayudar
a Bruna a recoger el ganado. Ms tarde, a ltima hora,
hacer un buen ramo de tomillo y llevarlo a casa.
El gesto de Guillem se congel con el recuerdo de su
madre. Haca tanto que no la vea!
Maldita enfermedad! exclam a media voz,
mientras un tronco aplastaba aquellas chispas y las devolva

a la mansedumbre de la ceniza.
Qu te pasa, Guillem?
La voz profunda del ermitao lo interrog desde el
jergn.
Perdonad. Lo siento mucho, de verdad. Os he
despertado?
No te preocupes, estimado Guillem. Tengo toda la
eternidad para dormir. En Santa Maria pasa algo que no me
has explicado, verdad?
No lo s con seguridad. Me han dicho que el padre
Dalmau est en Ripoll para tratar unos asuntos de gran
importancia, pero no tardar...
Le dirs que ha sido una buena compaa? Que all
arriba seguiremos con nuestros paseos y...
Eso ni lo pensis, Basili. En seguida se lo podris
decir vos mismo.
El ermitao sonri con dulzura. El joven trataba de
convencerlo, pero defenda con poca destreza esa
posibilidad.
Estimado Guillem, podra pedirte un ltimo favor?
El que queris! exclam mientras se arrodillaba
a su lado.
Quisiera que me ayudaras a llegar a la cueva, a
nuestra cueva. Recuerdas el primer encuentro?
Claro que lo recuerdo, por ms aos que pasen no
podr olvidarlo! Era solo un mocoso y me costaba creerlo.

Cuando os vi all tocando el hydraulis, sent una emocin


muy profunda! Nunca he experimentado nada igual...
Yo s susurr Basili, mientras una lgrima tibia
abandonaba sus ojos azules y se escurra por la barba.
El joven no hizo preguntas. El ermitao le haba
enseado a respetar sus silencios, a recibir del otro aquello
que buenamente le quisiera ofrecer de su intimidad.
Me llevars? pregunt de nuevo el anciano.
Maana iremos juntos. Tendremos que salir
temprano, ms vale que descansemos un rato, pues...
aadi volviendo de nuevo a su camastro.
Basili asinti con la cabeza y una sonrisa plcida le
ilumin el rostro.
Que Dios te bendiga! fueron sus ltimas palabras
antes de abandonarse a un sueo reparador.
Cuando el sol perfil las montaas que los cobijaban,
Guillem se levant para prepararlo todo. No sera fcil
hacer el trayecto hasta la cueva con las menguadas fuerzas
del anciano, pero si haca falta lo llevara a hombros.
Dispuso en el zurrn un buen puado de frutos secos,
aceitunas hervidas y dos trozos de queso. Despus se puso
la zamarra de su padre, que siempre lo acompaaba, y sali
al exterior con la calabaza que usaban de vasija. El hermano
Andreu haba canalizado el agua de la lluvia hasta una
cisterna, junto a la ermita, y estaba desbordante en aquella
poca del ao.

Guillem se trag el primer fro. Estaba seguro de que


solo la naturaleza era capaz de alimentar su espritu, de
curar los males del cuerpo y tambin del alma, de
vivificarlo o apaciguarlo como hara el mejor brebaje del
mundo. Se qued un rato paladeando aquella comida y
volvi al interior.
Al ver que el anciano no despertaba, se acerc con
cautela. Por unos momentos temi que la muerte lo
hubiera visitado aquella misma noche, tan profunda era su
quietud. Pero un jadeo sutil en el vientre del ermitao lo
convenci de lo contrario. Guillem haba odo hablar de los
santos; si de verdad existan, tendran aquella misma
expresin en el rostro. Con dulzura, le apret el brazo
esmirriado.
Basili, despertad, por favor, todo est a punto. Os he
calentado un bol de leche de cabra con un poco de miel, de
la que guardan en la despensa del monasterio.
El anciano acept agradecido aquel presente y se dej
cubrir el cuerpo con una piel ms pesada que su cuerpo
delgado, pero de sus labios no sali una sola queja. Antes
de abandonar el lugar, an se volvi para dedicarle una
ltima y atenta mirada. Entonces, como si de golpe la vida
le hubiera regalado una nueva dosis de energa, dio los
primeros pasos en el exterior.
Veo que no te has olvidado de la palanca! dijo
con una sonrisa de oreja a oreja, dndose cuenta de que una

buena parte de aquel instrumento sobresala del zurrn.


Sera imperdonable! respondi Guillem,
divertido.
Sabes qu pienso? No crees que Dalmau se huele
algo?
Puede ser! Pero por muchas cbalas que haga,
nunca acertar la utilidad de este viejo trasto!
Las dos figuras parecan haber recuperado parte del
valor de otros tiempos. Hicieron el primer tramo muy
lentamente, comentando historias relacionadas con el
instrumento de Basili, guardado con extremo celo durante
tantos y tantos aos. El ermitao le explic el episodio de
cmo haba ido a parar a manos de los peones durante la
construccin del monasterio.
Un poco ms y me los como! exclam el
ermitao.
Entre sonrisas y bufidos hicieron buena parte del
camino. Tal como pensaba Guillem, las fuerzas de su amigo
no eran inagotables y comenzaba a sufrir de verdad. El
joven no se atreva a proponerle lo que estaba pensando,
para que no se sintiera humillado, pero Basili le ley el
pensamiento...
Te sabra mal transportar un saco de huesos? No
quisiera que se nos hiciera de noche...
Guillem lo carg a sus espaldas con un cuidado
extremo y continuaron sin prisa, los dos sospechaban que

el trayecto de vuelta no lo haran juntos.


Una vez en la cueva, el anciano cogi la palanca y se la
entreg, con el gesto inconfundible de quien da el relevo.
Guillem la recibi con la misma reverencia con que
Moiss acept las Tablas de la Ley en la montaa del Sina.
Sin aadir palabras, deslizndose todo como en una
ceremonia. La paz y la armona de cada gesto impregnaron
de calidez el vientre hmedo de la Tierra. Aquel sencillo
ritual de poner en marcha el hydraulis los llev a un estado
de recogimiento compartido.
Como si hubieran ensayado durante mucho tiempo el
orden con que se llevara a trmino la despedida, Guillem
lo ayud a acomodarse en el jergn de paja y le cogi la
mano. No haba miedo en el azul lquido de los ojos de
Basili, solo gratitud, una disposicin total a dejarse morir.
El chico record unas palabras que le haba dirigido haca
mucho tiempo y que, entonces, no haba sido capaz de
entender.
No adquirimos sabidura a travs de nuestras
contemplaciones; contemplar ya es la gran virtud de los
sabios.
Y Guillem lo contempl durante un largo rato, hasta
que el tiempo dio seales de acabarse. Entonces le bes la
frente. Poco despus introdujo la palanca en la base del
rgano y toc como nunca haba hecho. Ni la catedral ms
grande del mundo habra acogido con tanta dignidad aquella

meloda.
Mientras la msica viajaba entre los carmbanos de
piedra, su llanto acompa el ltimo suspiro de Basili.
Estaba de nuevo a las puertas del monasterio de Santa
Maria de Montserrat. Pero le costaba creer, y solo tena
una certeza, la sensacin de haber envejecido diez aos en
aquel viaje. A pesar de las ropas de abrigo y las provisiones
que le haba dado el abad Pere, la dureza de los caminos
nevados no guardaba parangn con ningn otro momento de
su vida. Si no hubiera sido por el documento entregado por
el abad Guillem, que le haba permitido descansar a
menudo en sagrado, habra enfermado.
Sin darse cuenta, movindose por aquel espacio
familiar, lo nico que reconoca como propio, se encontr
en las cocinas. Junto al fuego se enter de una feliz
circunstancia... La casualidad haba hecho que el intruso del
nuevo prior se encontrara en Manresa, donde quera
estrechar lazos con los benedictinos de la ciudad. El calor
de los fogones y el vaso de leche de cabra que Llus puso
en sus manos lo reconfort, pero la alegra de ver de nuevo
a sus compaeros de cenobio superaba con creces
cualquier percepcin fsica.
Dalmau encaj manos y abraz cuerpos como pocas
veces se haba dado en el monasterio. Todos los monjes
hacan corro a su alrededor, y pareca que era la hora de
contar historias. En verdad, era lo que esperaban aquellos

hombres, una buena historia que compensara sus


sacrificios. El hermano Maties se deshaca en llanto,
emocionado ante el regreso de quien ms haba estimado
desde el comienzo de su aventura, arrepentido tambin por
su inocencia a la hora de aceptar el mandato que impona su
prior.
Por el amor de Dios! Dejadle un poco de espacio!
Si no puede respirar, seremos nosotros los que
acabaremos con sus fuerzas y no las penurias del camino!
grit Anton, capaz de desplegar sus nimos casi
indestructibles en cualquier ocasin.
Anton, sois un buen amigo, y el mejor suprior que
puede tener esta comunidad! No sabis cuntas veces he
pensado en vos durante el viaje, cmo he sentido en carne
propia los golpes que habis debido soportar.
Las palabras de Dalmau hicieron que el monje se
bajara la tnica para mostrar las heridas que el mismo
verdugo haba intentado curar con cataplasmas de
calndula. Pero Maties se estremeci. No poda olvidar
aquella accin injusta, aunque le hubieran explicado de
todas las maneras posibles que se trataba de un mal menor.
Anton tom de nuevo la palabra, deseoso de avanzar en
la resolucin de lo que se traan entre manos y olvidar las
cuitas pasadas.
Ya se lo he dicho en varias ocasiones al hermano
Maties. No es demasiado bueno manejando el ltigo. Me

habra dado ms miedo que el encargado del castigo


hubierais sido vos, padre Dalmau.
Todos rieron por aquella ocurrencia. La espalda del
suprior haca evidente que las heridas no haban sido
demasiado profundas. Dalmau quiso abrazar una vez ms al
hermano Maties, mientras sus ojos intentaban transmitir a
Anton el rayo de esperanza que le haba acompaado desde
Ripoll. Fue Sim quien se adelant entre los cuerpos de
sus compaeros para plantarse delante del recin llegado
con la pregunta que todos tenan en el buche.
Cmo ha ido? Habis conseguido vuestros
propsitos? Algunos pensaban que estabais muerto, que los
rigores del invierno haban derrotado a la justicia.
Me complace que seis vos quien lo plantee,
estimado Sim. Pero me extraa que dudis de la justicia
divina. Os dir continu Dalmau mientras se levantaba
para dirigirse a todos los presentes que el fro ha estado
a punto de vencer en esta batalla, pero el Altsimo nos ha
tendido la mano.
Los monjes se acercaron an ms. Algunos se
felicitaban y otros queran tocar a su prior, agradecidos por
el esfuerzo que haba realizado. Pero este tena unos planes
muy concretos, el viaje le haba dado la oportunidad de
pensar cmo ira todo al llegar a Montserrat. Y Dalmau lo
hara a su manera.
A pesar de la firmeza de la decisin, no poda dejarlos

as, sin hacerles un resumen del resultado final. Decidi


comenzar por lo que consideraba el punto ms importante
del trato establecido en Ripoll.
S que confiis en m, que habis sido capaces de
sacrificaros dando apoyo a una idea desatinada. Solo Dios
sabe cunto agradezco vuestra fidelidad. Ahora me
permitiris una ltima peticin. Y digo ltima porque yo no
continuar siendo el prior de este monasterio. Pero os
aseguro que el trato al que he llegado con el abad Pere
satisfar a todo el mundo.
La noticia nubl por unos instantes la alegra de los
monjes y Dalmau era consciente de que no poda
mantenerlos demasiado tiempo con el corazn en un puo.
Cogi del brazo a Maties para que se tranquilizara y a
continuacin expuso a los reunidos la primera parte de su
plan:
Habis dicho que el ex prior Gausfred de Tolosa ha
ido a Manresa, pero que volvera hoy mismo. Os pido que
me permitis reunirme a solas con el hermano Anton.
Concededme este ltimo privilegio y la misericordia de
Dios volver a reinar en este monasterio. Pensad que no lo
pido por m, que no desprecio a nadie de la comunidad,
solo quiero hacer justicia con los hermanos que ms se han
visto agraviados por la arbitrariedad del monje intruso.
El respeto que tenan por el padre Dalmau fue ms
fuerte que la curiosidad acumulada. Todos los monjes

fueron desfilando hacia la puerta, no sin antes hacer una


reverencia que en el caso de Llus fue acompaada por una
sonrisa. Pero antes de que nadie saliera de las cocinas el
hombre que haba arriesgado su vida para restablecer el
orden natural del cenobio habl de nuevo y, esta vez, lo que
dijo no sorprendi a nadie.
Vos tambin podis quedaros, hermano Maties.
La reunin transcurri a puerta cerrada. Mientras
Dalmau iba bebiendo a pequeos sorbos la leche de cabra
caliente, les informaba de cmo quera que fueran las
cosas. Nadie encontr ningn inconveniente, ms bien
alabaron la capacidad del que hasta entonces haba sido su
prior.
Gausfred de Tolosa no se apart en absoluto de sus
propsitos. Despus de la nona el hermano Maties fue
corriendo a tocar la pequea campana que los acompaaba
desde los primeros tiempos; haba vigilado el camino de la
Media Luna y ahora se dispona a jugar su papel. Tambin
Anton abandon la compaa de Dalmau para abordar al
intruso antes de que pudiera entrar en el cenobio.
Completamente ajeno a lo que estaba a punto de pasar,
Gausfred luca una gran sonrisa, adems de una tnica
nueva. La enorme nariz moqueaba por el fro, pero no
pareca importarle que aquel lquido llenara sus bigotes. La
visin del ayudante, con los mismos trapos que haba trado
desde el primer da de la llegada a Santa Maria, del todo

insuficientes, desvi por unos momentos el propsito de


Anton. Pero solo fueron unos instantes.
Buenas tardes, hermano Gausfred!
Hermano Anton! Cmo os atrevis? Ah, ya lo
entiendo, sois de esos que nunca tienen suficiente. Quiz
vayis en busca de un nuevo castigo.
Una vez ms os equivocis. Ya no sois nadie para
castigarme.
El intruso an mostraba su sonrisa, pero una sombra
de duda pas por sus pupilas. Se haba propuesto no
enfadarse con aquellos monjes rebeldes, mantener su
dignidad y cumplir con mano frrea su cometido, pero el
desafo iba demasiado lejos.
Ahora mismo os presentaris delante del suprior
Maties, quedaris bajo su custodia mientras pienso qu...
No podris pensar demasiado en este monasterio.
De hecho, el nuevo prior, y segn podis leer en este
documento, no sois vos, me ha dado la orden para que ni tan
solo atravesis la puerta de la iglesia. Tenis vuestras cosas
en este saco.
Gausfred dud de si deba dirigir su mirada hacia el
saco de arpillera que descansaba en el suelo o coger el
papel que Anton le extenda. Opt por comprobar con sus
propios ojos aquella impostura que le quera endosar
Anton. Porque solo poda tratarse de eso.
El contenido de la misiva hizo empalidecer al intruso.

Con una rapidez sorprendente para su volumen corporal


cogi el ltigo que llevaba en la cabalgadura. Pero su
ayudante fue an ms rpido ponindose en la trayectoria
del golpe.
Oriol cay de rodillas ante el azote, mientras Anton,
que no haba cedido un paso, se quedaba perplejo por la
reaccin de Gausfred. Entonces otra figura se recort en la
puerta de la iglesia. Era Llus, que haba seguido con
atencin la conversacin y ahora, decidido a intervenir,
levantaba un garrote que solo poda sostener con las dos
manos.
Ms vale que os marchis por donde habis venido.
De inmediato, Gausfred de Tolosa. Y podis llevaros a
vuestro ayudante.
No! La voz de Anton son firme desde el suelo,
donde atenda al monje de los ojos de rana. l se queda
en el monasterio.
El suprior se levant de golpe y fue hasta el hermano
Llus para arrebatarle el garrote, pero no tuvo ocasin de
usarlo. Cuando se volvi el sufrido caballo del intruso ya
trotaba alejndose del monasterio.
Aquella figura excesiva se bamboleaba encima, como
un barril mal atado.
En el interior del cenobio, Dalmau acompa a Maties
para que pudiera llevar a trmino la misin encomendada.
El hermano Sim estaba en el scriptorium buscando en las

Sagradas Escrituras alguna situacin que se pudiera parecer


a la que estaban viviendo. Mientras tanto Robert alisaba
unas pieles y Marc emprenda con pericia la iluminacin de
una pgina nueva.
Dalmau pensaba que el hijo de Set se hara monje
algn da y las negativas que haba recibido hasta entonces
no le quitaban el sueo. Era el artesano ms capaz que haba
visto nunca, y haba escogido consagrarse a Dios dando
vida a las santas palabras.
Cuando Sim prest atencin a la presencia de los dos
monjes, ya los tena delante. De entrada, se espant; quiz
porque, desconfiado por naturaleza, nunca acababa de ver
con claridad los planes de Dalmau. Devolvi el libro a la
estantera antes de coincidir con la mirada alegre del
hermano Maties.
Os traemos una gran noticia, hermano Sim!
Deba comunicrosla nicamente l, pero ya sabis
cmo es.
Dalmau lo dijo mientras golpeaba con estima la nuca
de Maties. Todos los aos que haban pasado juntos en
Santa Maria luchaban en su cerebro para dejar imgenes,
recuerdos de los buenos momentos, pero tambin de los
instantes difciles. El hermano Sim solo esperaba en
silencio, convencido de que ya poco le importaban las
cosas de este mundo. Su sorpresa fue mayscula.
Que yo ser el prior! Pero qu sentido tiene?

El sentido de la constancia en la adoracin de Dios,


del estudio de sus normas y consejos, de vuestra bondad...
Vos sois el smbolo de este monasterio, Sim!
respondi Dalmau sin albergar ninguna duda.
A los numerosos defectos que siempre he
encontrado en vos, deber aadir que sois un mentiroso.
No digis eso, prior...
Ay, estimado Maties, no s si estar a la altura.
El hermano Sim, nuevo prior de Santa Maria de
Montserrat, se sent con mucho cuidado en una silla, como
si le diera miedo que alguien se la quitara y acabar rodando
por el suelo.
Robert haba seguido trabajando, aunque las palabras
que escuchaba lo llenaban de satisfaccin. De improviso,
dej de lado la herramienta de limpiar los pergaminos y se
acerc a los tres monjes.
Os felicito, prior Sim!
Gracias, pero estaba pensando que podrais decirme
prior Desclot. Prior Sim suena un poco... Cacofnico...
El hermano Maties se gir hacia Dalmau. Sus miradas
indicaban que aquel viejo estudioso de los salmos no
cambiara nunca. Mientras tanto, Robert cogi por el brazo
al antiguo soldado y lo llev a un rincn.
No puedo callar por ms tiempo. Os lo quera decir
antes, pero estis muy cansado del viaje y...
Qu os preocupa, hermano Robert?

Se trata de Basili. Guillem nos visit hace dos das,


y por la preocupacin que mostraba debe de haber
empeorado.
Basili! Voy ahora mismo a verlo!
No es buena idea intervino Maties, para quien
nada era nunca ajeno. Ya ha oscurecido y debis
descansar. Maana os acompaar yo mismo, o el hermano
Llus...
Dalmau Savars mir hacia las troneras del
scriptorium, que el hermano Andreu haba agrandado por
consejo de Marc. El exterior ya era solo una mancha
oscura y Robert haba encendido las velas.
Tenan razn. No saba si podra superar los
complicados pasos que llevaban a Les Magdalenes. Maana
visitara a su amigo, y seguro que las novedades del
cenobio haran feliz por unos instantes el corazn cansado
del ermitao.

5
Desde las primeras campanadas que anunciaban los rezos
de la prima, la montaa de Montserrat guardaba silencio.
Poco ms tarde, Dalmau Savars se escabulla entre las
encinas que el paso del tiempo haba ido regenerando. An
llevaba dentro el fro soportado durante el viaje a Ripoll y
la ascensin era lenta, mientras la fatiga apareca en su
pecho. Sus pasos no parecan corresponder a los del mismo
hombre que se haba marchado de Santa Maria, apenas dos
meses antes.
No saba por qu, pero el silencio de la montaa no
era un buen augurio. Su intencin de subir a Les
Magdalenes en cuanto se haba enterado del estado en que
se encontraba Basili, haba sido cortada por los
compaeros de cenobio. Ahora lamentaba su flaqueza y, a
pesar de todos los inconvenientes que provenan de su
cuerpo, emprendi la subida con decisin.
El corazn le lata en las sienes, el fro le enrojeca la
nariz y un escozor incmodo le enturbiaba la vista. Pero
nada lo detendra. Cuanto ms avanzaba, ms urgencia tena
de llegar. El viento retumbaba entre las rocas y llamaba a la
desdicha. Aquel clamor era tan claro que deba cubrirse las
orejas si no quera angustiarse pensando que quiz llegara
tarde. Demasiado tarde, como en tantas otras ocasiones.

Sobreponindose a la desazn que lo invada, una


plegaria se aferraba a sus labios como un beb hambriento
al pecho de su madre.
No te he olvidado, amigo y maestro. No te vayas,
an tenemos que hacer muchas cosas juntos. Debemos
hablar de la montaa, recuerdas? Hay tantos lugares que
an no conozco. Me habas prometido acompaarme y s
que tan solo contigo ser posible. Esprame...
Al llegar al ltimo tramo un ruido conocido lo vino a
recibir. Mientras cerraba los ojos se le hel el sudor
debajo del hbito, justo en el instante en que el cuervo
rayaba de negro el cielo. Como un ttere al que se le cortan
los hilos sin contemplaciones, el cuerpo del monje se
dobl de golpe, antes de abandonarse a un llanto largamente
aplazado.
Un rato despus recuper la calma. Los ojos
enrojecidos de Dalmau vieron el resplandor de una concha.
Se acerc a la pared donde haba quedado incrustada, quin
saba desde cuntos aos antes, y la acarici con dulzura.
Por primera vez tom conciencia de hacerlo desde la
plenitud, no era solo el monje quien le recorra el
contorno, tambin lo haca el guerrero, el hombre; quera
abrazar todo su pasado, reconciliarse con l.
Dalmau Savars saba que lo aorara durante mucho
tiempo, pero tambin que Basili vivira en todos y cada uno
de sus recuerdos, que se hara presente en las cosas ms

inesperadas. Tal como pasaba en aquel preciso momento,


cuando a pesar de su inquietud lo atraa la fuerza de un lugar
que los dos haban compartido.
Una aguanieve finsima preaba de blanco las rocas y
guarneca los rboles de la montaa de Montserrat. El
monje no rehuy su contacto; al contrario, se entreg a l
sin reservas. Entonces pens en la madera de roble, en la
accin de la lluvia limndole los nudos hasta disolverlos, y
sigui bajo su efecto un momento ms.
Guillem!
Aquella reflexin sobre la madera lo llev a pensar en
el chico; tiempo atrs l le haba explicado el proceso de
preparacin de la lea en el monasterio de Santa Maria. A
buen seguro que Guillem an estaba en Les Magdalenes.
Con el impacto del paso del cuervo y la seguridad de que
se trataba de una seal inequvoca, se haba olvidado por
completo de l!
El monje saba muy bien la estima y el respeto que se
profesaban, de la gran influencia que Basili haba tenido
sobre el joven. l no se haba opuesto nunca a una relacin
tan estrecha. Era el mejor legado que poda ofrecer al hijo
de su amigo Ramon. Porque haba sido su amigo en una
poca difcil, le haba transmitido una esperanza necesaria
cuando el futuro se presentaba incierto y pleno de
obstculos.
Como si fuera la casita de un beln, la pequea ermita

que el mismo Dalmau haba consagrado tiempo atrs se


mostr delante de l. Solo el humo de una hoguera daba
vida al interior. Dalmau se adentr en ella sin romper el
silencio que reinaba, solo agitado tmidamente por la
crepitacin de la lea. La figura de Guillem inmvil y con
la palanca en las rodillas se recort al fondo de la estancia.
Que Dios sea contigo, Guillem dijo el monje sin
levantar la voz.
En l confo, padre Dalmau respondi el chico,
pero ni tan solo fue a su encuentro.
Al ex prior le provoc una pena infinita. Le habra
gustado abrazarlo, decirle que senta no haber estado a su
lado en un trance tan difcil y amargo, pero no se vio con
nimos. Algo se interpona entre l y la manifestacin de
afecto que le profesaba; a buen seguro, el recuerdo de
Magda tena mucho que ver.
Durante unos instantes las dos figuras siguieron la una
al lado de la otra, sin dirigirse ni una sola palabra. Fue
Guillem quien dio el primer paso...
Lo he enterrado en un sitio que nos gustaba a los
dos... El lugar donde nos conocimos, cuando yo solo era un
nio.
El monje no hizo preguntas. A pesar de que intentaba
adivinar de qu lugar poda tratarse, decidi esperar. Tan
solo repos la mano sobre el hombro del joven; quera que
se tomara su tiempo antes de invitarlo a seguir.

No sufri nada. Fue una muerte dulce, serena, tal


como era l.
Las lgrimas no tardaron en aparecer, pero un
parpadeo rpido les cerr el paso. No deban estar
presentes mientras le transmita aquel ltimo mensaje de
Basili...
Dijo que seguiris juntos, cuando os volvis a ver,
claro.
No habr que esperar tanto, Guillem! Su influencia
continuar entre nosotros. Santa Maria de Montserrat naci
con vocacin de continuidad, pero aunque hubiera hecho su
camino, nada habra sido igual sin l. Quiz tendramos una
gran edificacin, como tantas otras que ya se han extendido
por nuestro territorio y ms all. Pero se habra roto el
equilibrio...
El equilibrio, decs?
S. Creo que esta ha sido la clave. Basili ejerci su
magisterio sin ninguna pretensin de adoctrinar, desde la
ms absoluta humildad. No se dej arrastrar nunca por el
fanatismo y su espiritualidad asuma la flaqueza humana
desde la lucidez.
Pero l no era un pobre hombre! Era un sabio,
haba viajado mucho, saba de...
Estamos de acuerdo, Guillem, por eso mismo! A
menudo nos obcecamos con las ideas y solo somos
capaces de mirar en una sola direccin; luchamos movidos

por los propios miedos o dolidos por las heridas que no


hemos sabido restaar...
Dalmau hizo una pausa. El monje no hablaba de
quimeras, ni tan solo intentaba llevar a la conversacin la
sabidura de los libros; solo haca un repaso sereno de la
propia existencia. Guillem as lo comprendi y agradeci
aquella mano que segua reposando en su hombro. Los dos
saban que Basili tambin estaba presente.
Tendremos mucho tiempo para encontrar este
equilibrio del que me hablis. Quiz deberemos conjugar
mis soles y vuestras lunas sin romper la magia que nos
proporciona el cielo, sin perder de vista el sendero.
Aquellas palabras sorprendieron a Dalmau Savars. No
se correspondan con las del nio que haba acogido por
misericordia tiempo atrs. Se haba concentrado tanto en su
ministerio que desconoca al joven en que se haba
convertido.
Basili haba plantado su semilla en un alma an libre
de las ambiciones mundanas, en un terreno virgen y vido.
A buen seguro que haba tenido tiempo de sentirse
orgulloso. l tambin lo estaba, de su amigo el ermitao.
Dalmau haba propuesto volver al monasterio, pero
Guillem no quera hacerlo sin mostrarle la tumba de Basili
y otra cosa que, segn apuntaba, sera una autntica
sorpresa. Se pasaron la noche hablando. El chico quera
saber de cuando eran jvenes su madre y Magda, de los

motivos que haban impulsado a Ramon, su padre, a hacer


lo que haba hecho. Pero sobre todo pidi que le explicara
cmo era su abuelo, Toms, de quien haba odo historias
muy diversas.
Dalmau se avino a hacerlo y, como quien pasa las
cuentas de un rosario, fue recordando tiempos antiguos.
Mientras lo haca, el color de su voz adquiri matices
diferentes. A ratos le brillaban los ojos, en otros se le
nublaban a causa de recuerdos demasiado dolorosos.
De verdad fue mi abuelo quien tall la Virgen que
ahora est en el altar? pregunt Guillem con los ojos del
nio que nunca pudo ser del todo.
S, Guillem, s.
Y lo que dicen los viejos de Guadvachet? Ya
sabis, que una luz ceg al soldado del seor de Manresa y
salv a mi padre de morir bajo su espada...
Una mezcla de vergenza y pudor se interpona en el
fluir de las palabras de Guillem. Pero muy por encima
planeaba el deseo de saber, de construir un pasado que ni
siquiera Magda, siempre ocupada en sobrevivir, le haba
explicado por completo. Quera formar parte del milagro
que haba reunido aquellas existencias; su padre, Pon de
Balsareny, Basili, Dalmau... Todos ellos eran los artfices
de un camino del cual, por momentos, se le escapaba el
significado y lo mantena en tensin ante las respuestas del
monje.

Yo no creo en el azar, Guillem. La vida transcurre


entre dos luces, aquella que te cierra los ojos al nacer y
que, punzante como es, te hace llorar, y la ltima, la que te
abre a una vida nueva, ms plena y feliz...
Se hizo un breve silencio entre el monje y Guillem, la
memoria de Basili estaba presente. Los dos tenan la
sensacin de que estaba muy cerca, que la esencia de sus
enseanzas no los haba abandonado. Despus de tragar
saliva, Dalmau Savars continu:
En el recorrido entre ambas luces hay muchas otras.
A nosotros nos corresponde otorgarles un sentido o
pasarlas por alto. Dios pone continuamente seales a
nuestro alcance.
Basili dira que todo el universo se conjura para
presentarnos diversas opciones, pero la decisin es
siempre nuestra.
El ex prior de Santa Maria de Montserrat sonri con
dulzura. Senta que haba esperanza, que la nueva savia dara
frutos. Resguardados junto al fuego, los dos hombres se
entregaron finalmente a un descanso reparador. Sobre la
paja de Basili an se poda percibir el olor inconfundible
del ermitao, una mezcla de aromas, a humo, a hierbas y
frutos del bosque...
Llovi durante gran parte de la noche, pero al da
siguiente el cielo haba quedado hurfano de nubes y la
humedad intensa de la tierra mojada sorprendi a los dos

habitantes de la ermita en cuanto se despertaron. La


curiosidad del monje y la prisa de Guillem hicieron que se
pusieran en marcha de inmediato. El rastro de aquel tiempo
borrascoso permaneca en las charcas de agua que poco a
poco se convertan en grandes manchas de fango. Mientras
caminaban, el roce del durillo y el asfdelo baaba los
bajos de sus vestidos.
Dalmau Savars haba advertido la forma en que el
chico coga la palanca. No la haba dejado en toda la noche;
tampoco despus de dormirse con una sonrisa en los
labios. Pareca que el viejo le haba transmitido su
veneracin, tal vez se trataba de la nica pertenencia de
Basili. Por unos momentos haba pensado en preguntarle,
pero no se atrevi, al ver cmo la envolva con delicadeza
antes de introducirla en el zurrn. Solo la sac al llegar a la
entrada de la cueva.
Aquella cruz de madera clavada en un pequeo
montculo era la culminacin de la tumba construida con
tierra y piedras. Abajo descansaban los despojos del
ermitao y Dalmau pens con solo abarcarlo con la mirada
que no poda existir un lugar ms adecuado. No obstante,
saba que Guillem deseaba explicarse.
Por qu era tan importante esta cueva para l?
pregunt Dalmau despus de rezar una oracin por su alma.
El chico lo mir con el rabillo del ojo, incluso se
habra adivinado una expresin pcara en su rostro.

Era nuestro secreto acab diciendo, sin apartar la


mirada del lugar donde descansaba su amigo.
Perdona. No pretenda.
No! No os preocupis! Ha llegado la hora de
compartirlo. Me agradara que esperarais aqu, solo un
momento. Vos mismo sabris cundo debis entrar en la
sala grande de la cueva, solo deberis seguir esta galera y
obtendris la respuesta.
Dalmau Savars asinti con la cabeza y dispuso sus
huesos doloridos sobre el saliente de una roca. Desde all
observ cmo el joven se dejaba engullir con la palanca en
la mano por aquella caverna desconocida. Expectante, mir
a los lados por si descubra algn indicio que pudiera
explicar el enigma. Era uno de aquellos lugares que Basili
quera mostrarle? Instantes ms tarde abri mucho los ojos
y su rostro se ilumin. Haca tanto que no oa aquella
msica, el canto de tantas noches de insomnio, la compaa
de sus paseos solitarios, la prueba de que Dios estaba
presente tambin en el rincn ms olvidado! No se lo
poda creer, pero su amada montaa cantaba de nuevo!
Primero fue como un cosquilleo que le llegaba a
travs de las palmas de la mano sobre la roca, pero en un
santiamn la sensacin lo desbord. Como si la corteza de
la Tierra temblara contagiada por aquel canto, sinti que las
notas se elevaban en direccin al cielo. El monje se
pregunt qu tena que ver Basili con el milagro que volva

a presentarse en el interior de Montserrat.


Aturdido, atraves la galera por donde haba
desaparecido Guillem. Una antorcha encendida arda en la
pared dando una seal inequvoca de espacio habitado. A
medida que sus pies iban detrs del secreto, otros puntos
de luz salpicaban sobre las rocas desnudas, iluminando
trayectos hmedos, colores imprecisos...
Todo perdi importancia cuando Dalmau Savars se
encontr delante de la sala de grandes dimensiones que le
haba anunciado el chico. En el espacio central, Guillem se
perfilaba a contraluz formando parte de un desconocido
artilugio que ocupaba el centro de la caverna. El hijo de
Esther se mova llevado por una fuerza de races profundas,
cada accin suya con las manos y los pies insuflaba vida al
conglomerado de maderas, depsitos y tubos.
Sin detener aquel baile, el joven invit a Dalmau a
formar parte del prodigio. Cuando tuvo cerca a aquel
hombre an fuerte y de cabello blanco le mostr la palanca.
Juntos es ms fcil dijo Guillem mientras le
sealaba el fuelle por donde entraba el aire del exterior.
El monje crea vivir en un sueo. Mientras daba al
fuelle tal como le haban indicado, el aire se diriga hasta
un gran depsito de agua. Embelesado, observ cmo se
produca la presin necesaria para llenar los tubos
metlicos y dar voz a aquel extrao rgano.
Nunca haba escuchado un sonido tan preado de vida

que, agarrndose de las paredes del tero de la Tierra, se


elevaba con vocacin de eternidad.
Durante un buen rato Dalmau Savars se dej llevar
por un aturdimiento muy cercano a la embriaguez.
Finalmente, los dos hombres se abrazaron y permanecieron
un momento en silencio.
Guillem encontrara otro momento para explicar
cmo haba llegado all aquel trasto, las muchas
transformaciones que haba sufrido a lo largo de los aos
para conseguir un sonido que solo se poda calificar de
angelical.
Tiempo habra para compartir los conocimientos que
el ermitao le haba dejado en herencia y los proyectos que
anidaban en la mente del chico. Ahora, mientras an se
respiraba la msica y el latido estaba bien vivo en el
corazn de los dos hombres que ms estimaba, Basili deba
de sonrer complacido desde muy cerca.

6
Guillem no tena ninguna intencin de bajar a Santa Maria y
el antiguo soldado decidi quedarse con l hasta el da
siguiente. Sin embargo, se haba hecho tarde. El camino
que bajaba a Les Magdalenes, por mucho que en los
ltimos aos se usaba con ms frecuencia que antes de la
llegada de los monjes, cuando solo los pastores o algn
ermitao se aventuraban por l, an presentaba tramos
difciles.
A pesar de que la oscuridad invada el lugar y el viento
que se escuchaba por doquier no aconsejaba encender una
vela, los dos hombres se quedaron despiertos buena parte
de la noche. Dalmau apenas intua la silueta del chico, pero
no le era necesario aquel contacto visual para saber que no
haba ningn otro lugar en el mundo en que su presencia
fuera tan necesaria.
Contadme cosas de mi padre dijo Guillem
mientras tanteaba para ponerle en las manos un trozo de
queso que le haba trado un pastor das atrs.
Qu quieres saber?
En el pueblo dicen que era un hombre extrao, que
con el paso de los aos se haba vuelto solitario...
Tu padre no soport el peso de su pasado, Guillem.
Y vos? Segn me haba explicado Magda, tampoco

arrastris un pasado fcil.


No s si debo hablar de m, pero en mi caso la fe
me ha servido para continuar viviendo. Me di cuenta de que
poda ayudar a los otros, que an tena una tarea que
desarrollar en este mundo. A veces es suficiente con eso.
Un ruido que provena del exterior los puso en alerta,
pero el susto no dur demasiado. Dalmau recordaba
algunas noches en Les Magdalenes con el ermitao, a veces
acompaados por una intensa luz de luna. No era el caso. El
exterior an se mostraba ms oscuro que la caverna donde
yaca Basili.
Debe de haber sido el viento pasando entre los
robles...
Aorar mucho a Basili dijo el chico, como si
hubiera vuelto de golpe de una ausencia profunda.
Todos lo haremos. Era un hombre sabio. Pero me
habas preguntado por tu padre. He pensado mucho en l y
me duele que acabara sus das como un asesino. No
obstante, creo que lo hizo por ti y por tu madre, que tema
por vuestras vidas. Si bien tengo que condenarlo desde mi
religin, lo entiendo como hombre.
As pues, pensis que el que mata a un asesino
tambin debe recibir este nombre?
Me lo pregunto cada da desde entonces, Guillem.
Tu padre sufri mucho tiempo en silencio. Imagino que lo
horrorizaba la idea de que se repitiera la historia. El miedo

se convirti en una enfermedad que lo fue minando hasta


destruirlo.
El recuerdo de una muerte lo llev a la otra, quizs era
el momento de convencer al chico para que el ermitao
fuera enterrado en sagrado. Pero fue una certeza fugaz que
se fue desvaneciendo con el ritmo lento de la noche.
Podan los monjes de Montserrat darle una morada eterna
ms adecuada a sus ideas? Llegaran a compensar el amor
que Guillem haba puesto para ofrecerle aquel ltimo
refugio en la cueva?
Adems, le pas por la cabeza que Basili necesitara
yacer cerca de su rgano. El monje no consideraba
improbable volver a or la montaa, que cantara de nuevo
desde sus entraas. Se dijo que el Seor era todopoderoso
y que tal vez le agradara seguir escuchndolo.
Deberamos dormir. Si no bajis al alba, los monjes
se preocuparn. Y no quiero tener ms visitas corriendo
por Les Magdalenes aadi el chico con una sonrisa que
Dalmau no poda ver.
Era un buen propsito, dormir hasta que el ermitao
pasara a formar parte del sueo, un lugar donde estara
siempre presente. Pero la mezcla de tristeza y cansancio
era demasiado grande; los dos estuvieron en vela en
silencio hasta muy entrada la noche.
Dalmau pensaba en los motivos que le haba dado el
chico para quedarse una temporada en la montaa. Entenda

que Guillem quisiera honrar la figura de su maestro, pero


tambin que haba heredado algunos de los secretos que,
segn haba credo en otro tiempo, estaban destinados a su
persona. El monje siempre haba estado al lado del
ermitao, le haba permitido vivir en sagrado; de hecho,
habra accedido a cualquiera de sus deseos antes que ver
cmo se marchaba solo a Les Magdalenes.
Pero era una ley natural la que los haba conducido a
aquella situacin. Guillem tena toda la vida por delante, y
esta era una condicin que ya se le negaba al monje. Pronto
cumplira sesenta aos, una eternidad que agradeca a Dios,
y se encontraba con fuerzas para soportar lo que viniera,
pero ya no era el hombre valiente y dispuesto a todo de su
juventud.
Por muchas vueltas que le diera siempre llegara a la
misma conclusin. Se alegraba porque las ideas del
ermitao tuvieran una continuidad, pero tambin se senta
dolido con l mismo por haber abandonado a Basili en sus
ltimos momentos.
Guillem era su heredero, y en aquella decisin suya de
permanecer en la montaa estaba el espritu que siempre
acompaaba a su amigo muerto.
As, Dalmau se consolaba recordando la promesa que
le haba hecho el chico.
No os preocuparis por m, ahora? Estoy ms
cerca de lo que parece y bajar a menudo al monasterio.

Quizs algn da lo haga incluso para quedarme, pero an


no he decidido nada.
Lo observ entre la penumbra que ayudaba a dar forma
a alguna estrella. El chico dorma plcidamente, se lo vea
fuerte y capaz de llevar a trmino sus propsitos. Las
facciones del rostro eran muy similares a las de su padre,
Ramon, la mandbula firme y angulosa, la frente amplia y
aquellas manos de tendones marcados que ya haban
trepado por todos los rincones de la montaa. De golpe, se
dio cuenta de que la claridad creciente no la produca
ningn astro del cielo sino el inicio del da. Dalmau se
levant con mucho cuidado y dej caer su manta sobre el
cuerpo del chico. Despus de tantas emociones dormira
hasta que el sol se situara sobre la ermita. Y l tena un
lugar donde lo estaban esperando, aquel que haba escogido
para acabar su vida en paz.
Cuando el ex prior lleg a Santa Maria, poco despus
de laudes, se encontr a Maties a la puerta de la iglesia. Se
lo vea nervioso y sus ojos mostraban aquel tic
caracterstico que tanto lo defina. Se acerc con decisin
para coger a Dalmau del brazo.
Parecis cansado. Anteayer quera acompaaros,
pero pens que preferirais ir solo.
Sois un hombre sensato, hermano Maties. Os lo
agradezco. Pero cmo van las cosas en el cenobio?
Pues... salvo que estbamos preocupados por vos,

todo lo dems funciona esplndidamente.


Lo celebro. Yo no traigo buenas noticias de Basili.
Maties se detuvo poco antes de que entrasen al
claustro. Incluso el tic desapareci de sus ojos.
Lo siento, yo... S que era muy importante para vos.
Tendremos que ir a buscar su cuerpo.
No, Maties, al menos no de inmediato. Guillem se
ha erigido en sucesor de su obra y el bueno de Basili
descansa en paz donde l habra querido.
Aunque el monje no acab de entender las palabras de
Dalmau, tampoco dijo nada ms al respecto. Pocos
interpretaban la Regla con tanta sensibilidad.
Os dejo, pues. Querris descansar.
Creo que estar un rato en el claustro. Sentir su
latido me ir mejor que cualquier descanso.
Dalmau Savars se sent al lado del surtidor y
extendi las manos para que cayera sobre su piel aquella
agua fra y cristalina que siempre lo revitalizaba. Aquella
maana no haba pjaros en el recinto, pero se dijo que
quiz se haban reunido en torno a la cueva y velaban la
muerte del ermitao con sus cnticos. Despus cerr los
ojos, como si le ayudara a distinguir las seales de vida que
quera escuchar.
Era un ejercicio que le haba enseado Basili. Poco a
poco dejaba de lado los ruidos superfluos y escoga
aquellos que lo podan complacer. As, cuando consigui

aislar el sonido del agua vertindose sobre la pila de la


fuente, se dio cuenta de que Maties haba vuelto al
scriptorium. El roce de los enseres que utilizaba para
quitar las impurezas de los pergaminos se impona
claramente sobre otros sonidos ms lejanos. Llus
trasteaba en las cocinas, quiz tambin Pau. Mientras tanto,
presenta que Andreu trazaba algn plano imaginario en su
mente.
La presencia del prior Sim muy cerca de l se hizo
evidente por el aroma a incienso que siempre lo
acompaaba. Dalmau abri los ojos y le dedic una amplia
sonrisa.
Dudaba de si os habais dormido, pero ya veo que
no es as. Os quera decir que sois muy generoso, hermano
Dalmau, adems de un buen monje. Yo... dudo de si
mereca este honor.
Lo merecis, prior, merecis tener vuestra
oportunidad, por todo lo que hemos pasado en Santa Maria,
pero tambin porque no es correcto perpetuarse en un
cargo como este. Aportaris savia nueva, y sabia.
Dios os escuche. Quizs habra sido ms sensato
hacer prior al hermano Anton, que tanto ha sufrido, o al
hermano Andreu, un poco perdido desde que acab las
obras de la iglesia. De hecho, no entiendo cmo no ha
pedido marcharse para continuar ejerciendo su oficio.
Estos pensamientos os honran, prior Sim, pero vos

mismo me habis dicho en muchas ocasiones que un


cenobio necesita de todos sus miembros, que aquel
llamado a dirigirlo solo es la punta de lanza de un conjunto
de hombres que debe corresponder con sus rezos y su
trabajo...
Bueno, yo no s si dije exactamente eso de la
punta de lanza lo interrumpi el nuevo prior,
devolvindole la sonrisa con que lo haba recibido.
Me alegra que vuestro carcter se haya ido
dulcificando, prior Sim. Es muy cierto que es una
expresin ma, la de un soldado que hace muchos aos
emprendi una aventura contradictoria con su vida...
Yo no quera...
No, dejadme acabar. Yo siempre he confiado en
vuestra vertiente ms humana, aquella que rezumaba en las
situaciones difciles, que interpretaba desde el corazn las
enseanzas de Dios.
El prior no encontraba palabras para responder a la
sinceridad de Dalmau, pero le agradeca profundamente su
rectitud de espritu. Antes de que pudieran reanudar la
conversacin, el suprior Anton se present con la alarma
marcada en el rostro.
Me alegra que ya estis entre nosotros, hermano
Dalmau dijo de entrada, pero la urgencia que lo mova
era otra y se volvi hacia Sim: Padre prior, el hermano
Ricard ha vuelto del huerto con un buen tajo en la pierna,

creo que no es demasiado bueno con la azada y sangra de


manera abundante. Quiz deberais venir a verlo.
Yo? No s si soy el ms adecuado para curar
heridas. El hermano Dalmau podra acompaarnos, si no se
encuentra demasiado cansado.
Ser un placer hacerlo, ya lo sabis.
Los tres emprendieron el camino de la estancia que
Andreu haba dispuesto como enfermera, pero de hecho se
haba utilizado en pocas ocasiones. Dalmau Savars se dijo
que tena algunas ideas sobre las heridas fsicas y quizs era
el momento de llevarlas a la prctica.
Podra ser otro comienzo, dejar las heridas del alma al
nuevo prior y cuidar a los enfermos. El abad Oliba les haba
obsequiado algunos libros adecuados en sus visitas y
siempre contara con la ayuda del hermano Maties.
Ponerse en camino era lo que ms deseaba el joven
discpulo de Basili, no tanto para huir del dolor, sino para
iniciar la aventura que le permitiera entender el destino al
que haba sido llamado. De golpe, se senta como un pjaro
demasiado grande para permanecer en el nido; y ahora ya
saba que sus progenitores haban dado por finalizada la
crianza. Permaneci mucho rato observando el monasterio
desde las alturas, preguntndose dnde estara Dalmau y si
alguna vez conseguira la paz de espritu que siempre haba
buscado. El sueo de la noche anterior, del que vagamente
recordaba la sensacin, actu como un arrebato

sacudindole las plumas. Haba un lugar, a tan solo un da


de camino, del que Basili siempre le hablaba de una manera
muy especial. Haban planeado ir juntos, pero nunca se
haban dado las circunstancias para hacerlo.
Lo hicisteis expresamente, verdad?
Guillem lanz la pregunta al aire y repas todas las
veces que, por un motivo u otro, haban aplazado aquella
visita. Ahora vea con claridad que no le hacan falta
grandes preparativos para ponerse en marcha. Solo si era
capaz de soltar lastres podra elevarse por encima de sus
limitaciones.
Cuando el sol tibio de invierno ya se encontraba en su
punto ms alto, un pastor se cruz en su camino. Era un
chiquillo de, como mximo, trece o catorce aos y llevaba
una zamarra parecida a la suya, seguramente heredada de
vieja y grande que le quedaba. Tena las mejillas
enrojecidas por el fro, pero su andar despierto no daba
signos de padecer las inclemencias de un da tan riguroso.
Guillem se reconoci en el sonsonete que el chico haca
para llamar a las cabras y en los gestos con que las
convocaba y mantena bajo vigilancia.
Quedaban muy lejos los das en que el pastoreo era su
vida, pero a pesar de todo los recordaba con cierta
nostalgia. Quiz por eso no le extra aquella conversacin
del chiquillo con el perro pastor que lo acompaaba,
mucho ms peludo que la Bruna de Cesc. Apoyado en una

encina, Guillem esper a que lo descubriera...


Caray! Me habis asustado! Qu se os ha perdido
por estos mundos de Dios? dijo el pastor.
No sabra decirte, la verdad.
El chico frunci el entrecejo y lo mir de arriba
abajo, como si quisiera asegurarse de que aquel hombre no
era un loco. Pero despus de expulsar la idea de peligro
aprovech para iniciar una conversacin que Guillem no
saba cmo detener. El joven pastor era de Collbat, del
otro lado de la montaa, y se haba aventurado tan lejos en
busca de algn territorio virgen para sus cabras. El
discpulo de Basili iba haciendo que s con la cabeza
mientras comenzaba a inquietarse por el paso del tiempo.
Cuando le dio una tregua, mientras el pastor beba agua,
aprovech para despedirse.
Me parece que se me hace tarde, no querra hacer el
camino de noche sin conocer el terreno.
Disculpad! Como paso muchas horas sin hablar con
nadie, pues...
No pasa nada!
Por unos momentos Guillem estuvo tentado de
decirle que l saba mucho de llevar el rebao a pastar, pero
desisti con la certeza de que si le daba cuerda no habra
forma humana de quitrselo de encima.
Que tengis buen viaje, pues. Por cierto, adnde
me habis dicho que ibais?

Pues, no te lo he dicho. Pero ya que me lo


preguntas, quiz me podras ayudar.
Como era de esperar, el chiquillo no haba odo hablar
de un lugar tan extrao y, desconfiado como era, llam a su
perro y se volvi de inmediato.
Guillem sonri con la idea de provocar percepciones
similares a las que despertaba su maestro y, sonriente,
sigui caminando a buen paso. El viento soplaba de mar y
no le fue fcil salvar la fuerte pendiente que se interpona
entre l y el collado. El espeso follaje de las encinas
converta aquella senda sombra en un camino viscoso, un
par de tropezones lo pusieron en alerta. Proveyndose de
un bastn lleg hasta una gran gruta y desde all comenz el
ascenso.
Nunca haba visto la montaa de Montserrat de lejos y
desde las alturas; por unos momentos, la visin lo
trastorn. Pero el objetivo a conquistar an no estaba a su
alcance. Una fuente que brotaba entre las rocas saci su sed
y el vuelo de un par de vencejos lo devolvieron a la infancia
cuando intentaba imaginar cmo hacan para dormir en
pleno vuelo, tal como aseguraba el herrero de Guadvachet.
Con este pensamiento lo sorprendi un pequeo riscal con
dos rocas verticales separadas por una grieta.
Solo puede ser esto! exclam paseando la
mirada por la piedra desnuda.
A juzgar por las pisadas en la roca podra tratarse de

los restos de una torre de defensa, pero y si fuera verdad


lo que intua Basili? Y si, en realidad, aquel fuera el
mismo lugar donde muchos siglos antes se haba
construido un observatorio para mirar el cielo?
Guillem busc los grandes agujeros hurfanos, en los
que imagin que en otro tiempo descansaban las vigas, tal
como su maestro le haba dibujado con un bastn sobre el
suelo. Se sinti muy pequeo, muy pequeo, casi
insignificante, y aor la compaa de aquel hombre que le
haba enseado todo lo que saba. El hombre que haba
alimentado su espritu y despertado el anhelo de volar sin
perder el contacto con la Tierra. Con gran respeto se dej
penetrar por un silencio extrao. Si aquel lugar haba estado
destinado inicialmente a la madre Tierra y renda culto a la
luna y al padre cielo, l quera vivir all la experiencia de la
noche.
Le saba mal pensar que imponiendo un criterio se
abatan otros sin llegar a la esencia. El ermitao deca que
ms de mil aos antes de Cristo el culto a aquellas
divinidades haba sido barrido por otras religiones. Pero
los nuevos cultos no haban supuesto un gran cambio,
haban obrado con ms barbarie y menos sensibilidad que
los pueblos a los que consideraban primitivos.
Qu sentido tiene la luz sin las tinieblas? Y la vida
sin la muerte? se pregunt en voz alta estirado en el
suelo, mientras un grupo de nubes cambiaban la fisonoma

del cielo.
Entonces record el hydraulis. Los afanes de su
maestro por dotar el sonido de transparencia y profundidad
mientras le explicaba que aquel invento no haba sido
utilizado solo para hacer msica, sino especialmente para
uso militar, para dar la alerta y transmitir mensajes a
distancia.
Algunos lo empleaban para curar haba aadido
ms tarde Basili, al darse cuenta del desencanto que
reflejaba la mirada de Guillem.
En aquella poca era demasiado pequeo para
entenderlo, pero ahora la verdad se le revelaba difana.
Cualquier moneda alberga dos caras. El hydraulis era capaz
de hacer msica, curar o llamar a la guerra.
Lo ms importante no era decidir si tomaba el camino
del cenobio o se aislaba en una cueva, pens mientras la
sombra del ocaso lo acoga. Delante de l, la silueta de
Montserrat haca de madriguera al sol poniente. Se le haca
extrao aquel recorte salvaje de roca emergiendo del
vientre de la Tierra o, tal vez, de las profundidades del mar.
Parece un dragn dormido dijo en voz baja.
Imagin que aquella figura tena un propsito. Quiz
ponernos en alerta, o elevar la msica que hacen los
hombres hasta un espacio ms all de las nubes mientras la
bruma juega a trenzar mensajes para todos aquellos que se
atreven a descifrarlos.

A buen seguro, haba que alejarse de las hondonadas,


abandonar el abrigo de las grutas o del claustro. Poner
distancia para entender cul era el destino de cada uno.
O quiz no.

7
Julio de 1054
La serenidad que haba invadido Santa Maria a raz de
la toma de posesin del nuevo prior sorprendi a Dalmau
durante mucho tiempo. Como si de golpe y porrazo lo que
haban estado construyendo adquiriera un sentido que todos
entendan, las estaciones se alternaban sin grandes sustos y
las premisas de trabajo y oracin guiaban a los habitantes
del cenobio. No era poco en aquellos momentos, cuando,
tal como haba predicho el abad Oliba, la tendencia era
clausurar el espacio sagrado, a la vez que se intervena
menos en los asuntos mundanos.
Si bien las circunstancias hacan ms intensa la paz
que se viva en el monasterio, tambin daban tiempo al
hermano Dalmau para hacer un balance de su vida que no
siempre encontraba satisfactorio.
Las noches eran su principal enemigo. Cuando no
ayudaba en las tareas del campo, ni se le permita meter
baza a lo que se coca en el scriptorium; olvidado por el
hermano Anton, demasiado ocupado en interpretar los
designios del nuevo prior, Dalmau pasaba horas meditando
en el claustro o en el jergn. Tanto era as que sus vigilias
comenzaban a preocuparle.
Alguien haba dicho que pensamientos semejantes,

aquellos que ponan en cuestin la validez de una


existencia, se presentaban cuando se acercaba el final de la
vida. Pero, despus del bajn del ao anterior, cuando el
regreso del viaje a Ripoll y los cambios en el cenobio
haban menguado sus fuerzas, el cuerpo del ex prior ya no
haba dado seales de desfallecimiento. Ni siquiera cuando
pasaba las noches en blanco, pensando si Guillem estara
bien, si volvera pronto...
Ahora haca meses que no saba nada del hijo de
Esther. Haba ido por Navidad, contagiando con su alegra a
toda la comunidad, pero con el propsito de comunicarles
que tena la intencin de viajar durante unos meses, quiz
de visitar a su madre en Girona. Pero en ningn momento
haba dicho que se planteaba una vida futura fuera de
Montserrat.
En este sentido, Dalmau se haba sorprendido de la
fuerza que iba adquiriendo el entendimiento de Guillem
con el prior Sim. Segn le haba confesado este, el joven
se interesaba sobre todo por asuntos de fe y muy a menudo
le preguntaba cmo poda resolverse tal o cual problema
desde la perspectiva de las Sagradas Escrituras.
Consideraba importantes las opiniones de Dalmau, lo
alegraba que a veces se acercara a las visiones del
ermitao, pero la ambicin de Guillem era tener un
conocimiento completo de las posturas que interpretaban
la montaa. Y eso tambin inclua las que con ms claridad

se oponan a las enseanzas de Basili, como si necesitara


comprender todas las casillas del infernculo antes de
lanzar la piedra y comenzar el juego.
Por otro lado, las conversaciones con el ex prior
tenan ms que ver con el mundo que se encontrara durante
el viaje. El joven estaba ansioso por atesorar un
conocimiento preciso de lo que podra perderse si abrazaba
la vida religiosa.
Mientras Guillem ocupaba una parte de sus
pensamientos, las noches de Dalmau Savars tambin
planeaban sobre un ocano inquieto y tempestuoso. Haba
comenzado a percibir de nuevo aquella sensacin que lo
invada durante los primeros aos en la montaa. Entonces,
el silencio que reinaba en el lugar lo dejaba perplejo,
incluso rivalizaba con el ruido de sus propios fantasmas, a
menudo colocndolo en una situacin indefensa delante de
la magnitud de la obra de Dios.
Lo que le sorprenda ahora de sus vigilias no era la
presencia casi material de aquel silencio, sino la certeza de
un cambio que escapaba a su entendimiento. Lo haba
olvidado durante mucho tiempo, sustituido por el silencio
que impona la Regla, pero de pronto haba vuelto y
ocupaba sus das. El vaco resultante haca que los latidos
del corazn lo obligaran a adoptar un ritmo que haba
rechazado; lo conduca por los caminos de duda y
destruccin que an resonaban en su interior. A veces

pensaba que sera capaz de contemplarse desde afuera, de


verse dormido sobre el jergn mientras tenan lugar sus
reflexiones.
No dejaba de preguntarse cul era su funcin, ahora
que todo el mundo pareca satisfecho. Siempre haba
admirado el papel de maestro; de hecho, durante mucho
tiempo, haba intentado ejercerlo. Pero con ninguno de los
posibles discpulos haba tenido la oportunidad de
esforzarse. Maties era un proslito natural, incapaz de
tomar caminos equivocados; Llus se haba convertido en
un alumno que pona por delante la admiracin y el respeto,
pero al fin y al cabo su naturaleza lo impulsaba hacia una
extraa libertad interior; Guillem haba sido el ms rebelde,
buscaba trazar su destino, pero no sin antes recorrer todas
las veredas y oler las flores que se iba encontrando en los
mrgenes.
Entonces el silencio era una virtud necesaria de los
otros. Pero ahora ya no lo poda considerar de la misma
manera; si, tal como era su intencin, quera vivir
plenamente en el corazn de aquella comunidad, antes o
despus debera aceptar que era un discpulo de Cristo y, en
consecuencia, del prior que regentaba el monasterio. Segn
la Regla, le tocaba callar y escuchar, pero no se senta del
todo competente para ese sacrificio.
El prior se lo haba advertido en alguna ocasin. Sin
palabras, solo con una mirada de extraeza, despus de

sorprenderse de que la voz del antiguo soldado se


escuchara por encima de la de sus superiores.
La noche iba pasando como muchas otras. Senta la
respiracin dificultosa del hermano Just, incapaz de cantar
desde haca aos, y los ronquidos complacidos de Maties,
que ante la cojera de la mula haba labrado, solo, con la
fuerza de sus espaldas, el campo de coles. l se haba
limitado a hacer un recuento de los alimentos que
guardaban en la despensa, adems de hacer de lector
semanal. Aquellas haban sido las rdenes del prior Sim,
siempre condescendiente.
Se volvi en el jergn de cara a la tronera. A veces, en
plena noche, le llegaban olores de espliego o de hierba
luisa, entretena la vigilia reconocindolos y pensando en
sus formas y colores. Era una de las sensaciones posibles
dado que, salvo las noches en que haba luna llena y
ausencia de nubes, la oscuridad era casi absoluta, con la
nica excepcin de la vela que arda dbilmente a la entrada
del dormitorio.
Vencido por la intensidad de las propias cbalas,
Dalmau ya comenzaba a cerrar los ojos. Por unos instantes
pens si se haba quedado dormido y aquella claridad
marcaba el umbral de un sueo, pero las guardias
interminables vividas al acecho del enemigo lo haban
acostumbrado a distinguir perfectamente cules eran los
avisos a seguir.

La claridad que entraba por la tronera se haba


presentado de golpe, sin concesiones. Saba que la luna era
menguante, que an tardara en aparecer por detrs del
Rincn de los Vientos. En cualquier caso, no era posible
que iluminara la noche de esa manera. Las otras opciones
que se le ocurran que estuviera equivocado respecto de
las fases de la luna o que alguien hubiera encendido una
antorcha en el exterior no entraban en consideracin.
Despus del primer estallido, la luz pareca haberse
detenido sobre las cosas, pero sin bajar aquella intensidad
que todo lo abarcaba. Dalmau Savars parpade una y otra
vez y se levant poco a poco del jergn. Ninguno de sus
compaeros de cenobio pareca haberse dado cuenta de
aquel extrao suceso. Si en un primer momento haba
presumido que se trataba de un sueo o que el cansancio le
jugaba una mala pasada, ahora la visin era demasiado real,
el mundo se haba iluminado de golpe y l era el nico
testigo en aquella comarca.
No es posible dijo en voz baja recordando la
profunda oscuridad de haca solo un momento.
Sin decir nada a nadie, encamin sus pasos hasta el
claustro. El retazo de cielo que se vislumbraba sobre
columnas y arcadas era difano; pero la luna no se vea por
ninguna parte. Sin necesitar otra luz que aquella extraa
claridad, sali al exterior y, al ver el panorama que se abra
a sus ojos, se hizo la seal de la cruz sobre el pecho.

En el cuerno derecho de la constelacin de Tauro, una


estrella irradiaba una luz anaranjada, mucho ms brillante
que Venus. Era tanta su fuerza que incluso era capaz de
proyectar la sombra del monje sobre el suelo. Ms all, un
retazo frgil de luna sucumba indefenso a su poder. Por
unos momentos, el antiguo prior de Santa Maria de
Montserrat estuvo tentado de volver al dormitorio y dar la
alarma, pero la fascinacin lo mantuvo inmvil. Sin duda,
se trataba de un anuncio, pero ningn mal augurio se podra
presentar de una manera tan hermosa, con un aura tan
deliciosa.
Pase la mirada a su alrededor. Las luminarias
acariciaban el paisaje sin estridencias y la sensacin de paz
iba ms all de cualquier momento vivido hasta entonces.
Si estaba viviendo en el interior de un sueo, no quera
despertar!
Poco a poco, y con complacencia, recorri las
paredes que se haban transformado en monasterio despus
de esfuerzos sobrehumanos, los senderos que nacan a sus
pies y se perdan en la lejana o en un recodo al amparo de
los rboles. Despus levant la vista por los abruptos
senderos en zigzag al borde del abismo que conducan a las
cimas de Montserrat y se detuvo en Les Magdalenes. Las
comisuras de sus labios se elevaron con una sonrisa sobre
su barba gris. Tal vez Guillem tambin era testigo de aquel
prodigio.

Todos somos peregrinos errantes en busca del Gran


Misterio musit.
Solo entonces sinti el blsamo del verdadero
silencio. No era tan solo aquel que haba descubierto en la
primera estancia en el monasterio de Ripoll, cuando hua
de la confusin de los campos de batalla, de los llantos de
los moribundos. Tampoco el que lo haba engullido al
llegar a Santa Maria, donde el mismo hecho de respirar
pareca capaz de hacerlo trizas. Nada ms lejos de lo que
marcaba la regla de san Benito. No! Este silencio que la
luz del cielo le revelaba en plena noche naca de su interior,
cuando la imaginacin callaba y el espritu permaneca
pacificado y libre.
Por primera vez, y con total plenitud, ley
correctamente las seales que le eran dadas. Quera creer
que Magda tambin se haba reconciliado con el mundo y
reciba la misma luz como un blsamo. Por unos instantes,
le pareci or el canto de la Tierra, pero para l ya no
supona un misterio, sino un motivo de gozo y de
esperanza.
Una docilidad acogedora le hizo bajar la espada
definitivamente. Ya no era el soldado, ni tampoco el monje,
quien se entregaba en cuerpo y alma a aquella abundancia.
Dentro de l lata el corazn de un hombre capaz de abrazar
las grandezas y las miserias que le eran propias.
Despus de recorrer la cicatriz del cuello con la punta

de los dedos, entendi que aquella paz ansiada era posible,


aunque tuviera que compartirla con todo lo que haba
vivido.
Siguiendo el ejemplo de la naturaleza que lo rodeaba,
se dej invadir por la luz proveedora de esencias mientras,
al recordar el rostro sonriente de Basili, una lgrima tibia
le resbalaba por el cuello.
Tarragona, Prada de Conflent, Montserrat.
Enero de 2013

En el hmedo y mstico aire de la noche, y de tiempo en


tiempo, mir en perfecto silencio las estrellas.
Walt Whitman

Nota de la autora
La sensacin que con ms fuerza me llega al poner punto
final a la escritura de una novela tiene mucho que ver con el
final de un viaje. Alguna cosa parecida a haber conseguido
alcanzar la cima y, ya sin fatiga, mirar a lo lejos con cierta
satisfaccin. Entonces, una mezcla de nostalgia y felicidad
me lleva a rememorar el trayecto que durante tantos das y
tantas noches me ha hecho vivir dentro de la historia que ha
ocupado mis sueos.
En este paseo por una poca tan lejana como el siglo
xi me han acompaado rostros, gestos, manos... que han
sido fundamentales en mi singladura, el armazn que me ha
permitido ir construyendo la novela. Permitidme, pues, que
haga pblico mi ms sincero agradecimiento a algunos de
los compaeros de viaje que han enriquecido la experiencia
de escribir este libro.
Deca Borges que hay que ponerse a buscar por la
alegra de la misma bsqueda, no tanto por el hecho de
encontrar. Fue con este espritu que tuvieron lugar los
paseos por la montaa de Montserrat con los amigos Josep
Maria Llorach y Montserrat Joan Papasseit. l, bilogo y
autor, entre otros, de uno de los libros ms completos que
se han escrito sobre el espacio que me interesaba, El Parc
Natural de Montserrat (Valls, Cossetnia, 2009); ella,
estudiosa y comprometida con la naturaleza y las maneras

saludables de vivir desde la armona y la solidaridad. Su


ayuda ha sido fundamental para permitirme una mirada
diferente sobre los paisajes y localizaciones de la novela.
Asimismo, a la amiga Rosa Gatell, mi primera lectora.
Por su generosa dedicacin, por cada comentario siempre
inteligente, por todo el tiempo y estima que ha dedicado a
la novela. A Joan-Xavier Quintana i Segal, archivero de
Monistrol de Montserrat, por sus interesantes
puntualizaciones y por compartir conmigo su sabidura. Un
recuerdo muy especial para Josiane Brunet, responsable de
la Chapelle de la Trinit de Prunet et Belpuig. Sus sabias
palabras sobre el simbolismo de la puerta exterior de la
iglesia guiaron la obra de nuestro herrero en la novela.
A mis editores, Ernest Folch y Carol Pars, y a su
fantstico equipo de Ediciones B. Gracias por la confianza
incondicional, por el apoyo y por un trato exquisito.
Igualmente, no puedo olvidarme de mi agente literaria,
Sandra Bruna, ni de los amigos y amigas libreros, adems
de toda la gente que ha hecho posible que esta novela
llegue a tus manos, lector, lectora.
Por otro lado, nada habra sido igual sin mi compaero
de vida y literatura, Xulio Ricardo Trigo. Su maestrazgo y
amor han sido imprescindibles a lo largo del proceso de
escritura del libro que ahora tenis en las manos.
A estas alturas, permitidme una confidencia, un
recuerdo de infancia que sigue bien vivo y que me dibuja

una sonrisa en la cara cada vez que lo evoco. La primera vez


que, en la distancia, descubr la silueta de Montserrat,
viajaba en coche acompaada de mis padres y de mi
hermana. Recuerdo que acomodadas en el asiento de atrs
paramos nuestros juegos ante aquella visin. Un instante
despus, exclamamos: Parece un dragn dormido! Mi
padre respondi: Lo es, y poco ruido, no sea que se
despierte. Se hizo un silencio largo hasta que aquella
silueta se diluy en la bruma. Poco poda imaginar
entonces que acabara recorriendo su contorno con tanto
respeto y estimacin, que acariciara sus pliegues buscando
su materia prima.
La literatura es un arte de la imaginacin, pero
tambin de la incertidumbre. Los escritores nos
adentramos en territorios ambiguos en la bsqueda de un
poco de luz para nuestra mana de crear realidades que
puedan complementarnos. Por eso pienso que la ficcin
puede ser un buen punto de partida para transformar los
difciles momentos que nos ha tocado vivir.
As, desde hace tiempo, mi propuesta es vivir dejando
que la literatura nos enriquezca con sus infinitos matices.
Gracias por leerme. Sin todos vosotros nada sera
posible.
Coia Valls

Table of Contents
COIA VALLS
Prlogo
Primera parte
LIBRO I
1
2
3
4
5
6
7
LIBRO II
1
2
3
4
5
6
7
LIBRO III
1
2
3
4

5
6
7
LIBRO IV
1
2
3
4
5
6
7
LIBRO V
1
2
3
4
5
6
7
Tercera parte
LIBRO VI
1
2
3
4
5

6
7
Libro VII
1
2
3
4
5
6
7
Nota de la autora

Table of Contents
COIA VALLS
Prlogo
Primera parte
LIBRO I
1
2
3
4
5
6
7
LIBRO II
1
2
3
4
5
6
7
LIBRO III
1
2
3
4

5
6
7
LIBRO IV
1
2
3
4
5
6
7
LIBRO V
1
2
3
4
5
6
7
Tercera parte
LIBRO VI
1
2
3
4
5

6
7
Libro VII
1
2
3
4
5
6
7
Nota de la autora

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