Ciencias Penales Desde El Sur Comisiones
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Ciencias Penales
desde el Sur
Comisiones
Ciencias Penales
desde el Sur
Segundo Congreso
Latinoamericano de Derecho
Penal y Criminologa
Comisiones
Ciencias Penales
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Segundo Congreso
Latinoamericano de Derecho
Penal y Criminologa
Comisiones
PRESIDENCIA DE LA NACIN
Zaffaroni, Ral E.
Ciencias penales desde el sur : Segundo Congreso Latinoamericano
de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones / Ral E. Zaffaroni ;
dirigido por Ral E. Zaffaroni. - 1a ed. - Ciudad Autnoma de Buenos
Aires : Infojus, 2014.
v. 1, 736 p. ; 23x16 cm.
ISBN 978-987-3720-17-8
1. Derecho Penal. I. Zaffaroni, Ral E. , dir. II. Ttulo
CDD 345
ISBN: 978-987-3720-17-8
1ra. edicin - octubre 2014
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho
Penal y Criminologa. Comisiones
Editorial Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nacin, Sarmiento 329,
C.P. 1041AFF, C.A.B.A.
Editado por la Direccin Nacional del Sistema Argentino de Informacin Jurdica.
Directora Nacional: Mara Paula Pontoriero
Directora de Ediciones: Laura Pereiras
Coordinadoras de contenido: Mara Rosa Roble - Cecilia Vanin
Responsable de diseo grfico: Gabriela Fraga
Correo electrnico: [email protected]
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El contenido de esta publicacin expresa solo la opinin de sus autores, y no necesariamente la del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nacin ni la de
sus directores.
Todos los derechos reservados. Distribucin gratuita. Prohibida su venta. Se permite la reproduccin total o parcial de este libro, su almacenamiento en un sistema
informtico, su transmisin en cualquier forma, o por cualquier medio, electrnico,
mecnico, fotocopia u otros mtodos, con la previa autorizacin del Ministerio de
Justicia y Derechos Humanos de la Nacin.
A u t o ridades de la A s o ciaci n
L atin o americana de D erech o P enal
y C rimin o l o g a ( A L P E C )
E. Ral Zaffaroni
S ecretari o s adj u nt o s
Gabriela L. Gusis
Roberto Carls
ORGANIZADORES
DIRECTOR
E. RAL ZAFFARONI
C OO R D I N A D O R E S
Martn g. degoumois
antonela c. ghezzi
gabriela l. gusis
COLABORADORES
patricia guzmn
prlogo
E. RAL ZAFFARONI
prlogo
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E. RAL ZAFFARONI(1)
XIII
E. RAL ZAFFARONI
La pobreza tambin es violencia, y nos plantea problemas especficos, frente a los cuales se nos impone esta comunicacin sur-sur como una urgencia,
es decir, la comunicacin entre los que padecemos estos problemas.
XIV
Por supuesto que esto no implica dejar de sostener y profundizar las relaciones con los colegas del mundo central, en particular porque afortunadamente muchos de ellos son conscientes de la situacin planetaria y nos
pueden ayudar a pensar; pero como es natural, cada cual otorga prioridad
a sus propios problemas, y mal podemos pretender que otros prioricen
nuestros problemas cuando no lo hacemos nosotros mismos.
Desde los pases centrales, nos llegan mensajes que corresponden a sus
intereses y problemas concretos, en este momento de la globalizacin
posterior a la cada del mundo bipolar de la Guerra Fra y la polvareda
del fin de la historia y de la teocracia de mercado, surgen en el centro en
este instante tendencias contradictorias y complejas. Los economistas nos
avisan que la riqueza se sigue polarizando, que se concentra en menos
manos, que la distancia entre ricos y pobres aumenta, no son buenas noticias porque anuncian perturbaciones.
No me cabe duda que hay crimen organizado, que hay terrorismo, pero
como siempre que hay malestar se busca un chivo expiatorio, y en este
sentido, aunque sea absurdo, se perfila una marcada tendencia a atribuir
todos los males al crimen organizado, al terrorismo, y se agregan los in-
prlogo
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migrantes del sur. El mundo central tiende a amurallarse. Por suerte cay
el muro de Berln, s, pero se alz un muro en el sur de Estados Unidos y el
Mediterrneo se cobra cientos de vidas de prfugos de la miseria.
XV
E. RAL ZAFFARONI
que le da prestigio al Estado, la respuesta no la pueden admitir los penalistas liberales porque no es racional. El xito se debe, en definitiva, digamos la verdad, a que la esencia de la pena fue, es y sigue siendo expiacin
y venganza. Los nicos que atribuyeron claramente, con todas las letras,
este objetivo, y lo pudieron hacer porque ellos haban renunciado directamente a todo componente racional, fueron los penalistas del nazismo.
XVI
prlogo
Ellas nos sealan un continente que sufre las consecuencias de cinco siglos de dominacin con un proceso de descolonizacin que an no termina, aqu por cierto nunca pudimos tranquilizar nuestra conciencia con
los argumentos de prevencin del norte, porque nosotros siempre fuimos
conscientes, como no poda ser de otro modo, de que no tenemos democracias consolidadas ni instituciones incorruptibles, hoy comenzamos
a sospechar que tampoco existen del todo en el norte, pero eso es otra
historia.
Cuando los tericos de los derechos humanos hablan de las tres generaciones de derechos humanos, en la tercera, en la ltima generacin,
colocan el derecho al desarrollo progresivo. Pero la historia nuestra de
los derechos humanos es exactamente inversa, el derecho al desarrollo
progresivo es para nosotros el primero de los derechos humanos, porque la primera condicin del desarrollo progresivo es la independencia, y esa fue la primera lucha de nuestros pueblos con los libertadores
a la cabeza.
El colonialismo no ha terminado, despus de esas luchas siguieron dictaduras sangrientas, siguieron movimientos populares de soberana, de
autonoma, ahogados en sangre muchas veces, y la lucha anticolonialista
contina hasta el presente. Las secuelas de esta lucha estn vivas en nuestra regin, y una de sus manifestaciones ms notorias son los niveles de
violencia que padecemos, inherentes a nuestras marcadas estratificaciones sociales.
El efecto de ellas sobre el poder punitivo siempre es directo: a mayor estratificacin, mayor selectividad del poder punitivo, o sea, mayor represin sobre las clases subalternas y mayor impunidad para los segmentos
hegemnicos. Esta selectividad se marca en toda la regin, solo que con
diferentes niveles de intensidad. Por ende, como hay diferentes niveles de
intensidad, el mapa de violencia de la regin tambin es dispar. Hay pases
con altas tasas de muerte violenta, hay otros con tasas mucho menores,
pero incluso en estos ltimos se observan concentraciones de muertes
violentas, por lo general, en zonas de habitacin precaria.
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XVII
E. RAL ZAFFARONI
En muy apretada sntesis, podra afirmar que los datos ms salientes, las
notas ms significativas respecto de nuestros poderes punitivos y de los
problemas que les son propios en este momento y en toda la regin, son
ms o menos los siguientes:
1. hay muy poca investigacin de campo seria y confiable sobre la violencia
criminal;
2. la publicidad de los medios de comunicacin en manos de oligopolios o monopolios mediticos es igualmente intensa en cuanto a incitacin a la venganza y a la represivizacin, con independencia de las tasas concretas de
muerte violenta;
3. lo anterior indica que las muertes en s mismas no interesan, sino que lo que
interesa es su manipulacin con objetivo poltico de mayor represin;
6. la coincidencia de reacciones policiales en defensa de sus mbitos de recaudacin con la incitacin pblica de los medios oligopolizados puede desestabilizar gobiernos y dar lugar a nuevas formas de golpes de Estado;
8. hay ejercicio desmedido de violencia policial, en muchos casos con ejecuciones sin proceso y desapariciones;
Infojus - Sistema Argentino de Informacin Jurdica
XVIII
10. existe predominio neto de presos sin condena, o sea, inversin de nuestros
sistemas penales;
14. se crean las vctimas hroes para aumentar la incitacin a la violencia y justificar
la sancin de leyes ms represivas y violatorias de garantas constitucionales e
internacionales;
prlogo
17. hay una carencia absoluta de programas de prevencin de muerte violenta con
base en la realidad;
18. existe resistencia a incorporar a los planes de formacin jurdica el entrenamiento en ciencias sociales, polticas y de la conducta;
20. y en general para toda la regin, es marcada la tendencia a la estigmatizacin de adolescentes de barrios precarios, a veces acompaada por estereotipos
negativos denigrantes, y a veces fomentando todo gnero de discriminaciones.
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XIX
E. RAL ZAFFARONI
Segunda iniciativa, hace muchos aos, casi 30, se llev a cabo con el apoyo y en el marco del Instituto Interamericano de Derechos Humanos una
investigacin que se llam Sistemas penales y Derechos Humanos en
Amrica Latina, de los que actuamos en esa investigacin hay varios
sobrevivientes que estamos ac, entre otros la profesora Lola Aniyar de
Castro; el profesor Nilo Batista; el director general del Instituto Latinoamericano de Naciones Unidas, Elas Carranza y creo que nadie ms, somos
pocos los sobrevivientes, pero bueno, estamos. Yo creo que es tiempo de
reeditar en cierto modo esa investigacin, no la propongo en este momento como un simple diagnstico sino que aspiro a que cada uno de los
investigadores, de aceptarse esta idea, extreme su imaginacin creadora
para proponer, junto al diagnstico, las soluciones que se ensayaron, las
que se pueden proponer y las que considere ms viables, prcticas y aceptables, es decir, demos vuelo a nuestra imaginacin para resolver nuestros
problemas. No nos quedemos en el diagnstico, porque si diagnosticamos la enfermedad, le ponemos un nombre cientfico y ah nos quedamos,
se nos muere el enfermo. Creo que hoy la facilidad en las comunicaciones,
la comunicacin electrnica, nos permitira realizar una investigacin de
esta naturaleza con muchos menores costos de los que tuvo hace 30 aos.
XX
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
prlogo
XXI
PRESENTACIN
Desde hace ms de una dcada desde el Poder Ejecutivo Nacional trabajamos, concebimos y utilizamos la poltica como una herramienta de
transformacin de la realidad, con un claro y contundente objetivo: el de
alcanzar un pas ms inclusivo para todos y todas.
Con ms de treinta aos de democracia en nuestro pas, hemos logrado
construir un sistema que se encuentra de pie mirando hacia el futuro, y
una generacin del bicentenario, cuyos representantes tenemos la firme
conviccin de que a travs del debate y de la discusin podremos cumplir
la finalidad propuesta.
En ese marco, es que en el mes de noviembre de 2013 hemos invitado desde el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nacin y la Asociacin Latinoamericana de Derecho Penal y Criminologa (ALPEC) a profesores, estudiantes, funcionarios y profesionales destacados de nuestra regin,
de Europa y de frica, a participar del Segundo Congreso Latinoamericano
de Derecho Penal y Criminologa. Generamos as un espacio donde predomin el conocimiento, la investigacin y el anlisis crtico de las polticas e
instituciones criminolgicas, siempre guiados por el propsito de fortalecer el Estado de derecho y la defensa de los derechos humanos.
El evento cont con los auspicios y la participacin de los organismos ms
importantes de nuestro pas que intervienen en la temtica jurdico-penal:
la Universidad Nacional de La Matanza (quien nos abri las puertas de
sus instalaciones para que all se desarrollara el encuentro), la Universidad
(1) Secretario de Justicia del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nacin.
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JULIN LVAREZ(1)
XXIII
julin lvarez
Creo que la popularidad alcanzada en esa oportunidad respondi tambin, por un lado, al prestigio que en el mbito del derecho penal a nivel
nacional e internacional ha alcanzado el Dr. E. Ral Zaffaroni, quien result
ser uno de los principales expositores en orden a su solvencia jurdica y su
sagaz mirada sobre la conflictividad del sistema de justicia penal; y por el
otro, a la necesidad planteada hacia fines del ao 2012 por nuestra Presidenta de la Nacin cuando interpel a toda la sociedad argentina a democratizar el sistema de justicia. Fue a partir de aquella puesta en visibilidad
de la problemtica y del requerimiento por ella efectuado, que nuestra
sociedad se ha concientizado y ha tomado cada vez mayor participacin
en la discusin sobre las herramientas y los modos en que esa democratizacin de la justicia debe darse.
XXIV
Considerando que el acceso a la informacin resulta esencial a fin de ampliar esa participacin ciudadana, logrando que cada vez ms miembros
de la sociedad intervengan en la toma de decisiones, es que editamos la
presente obra que compila las conferencias de todos los expertos que
disertaron en las distintas comisiones de trabajo que se llevaron adelante
en el Congreso.
Deseo que ello contribuya al proceso de transformacin social e institucional que estamos llevando adelante y, en ese contexto, a seguir fomentando la discusin que sirva de cauce entre la justicia que tenemos y la justicia
que queremos.
NDICE
NDICE
NDICE
Presentacin..........................................................................................................p. 3
Moiss Moreno Hernndez..................................................................................p. 7
Vera Malaguti .....................................................................................................p. 19
Daniel A. Erbetta................................................................................................p. 27
Keymer vila........................................................................................................p. 41
Patricia Faraldo Cabana.....................................................................................p. 63
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XXV
NDICE
XXVI
NDICE
Presentacin......................................................................................................p. 537
Gabriel I. Anitua................................................................................................p. 541
Mayda Goite Pierre...........................................................................................p. 549
Mximo Sozzo...................................................................................................p. 557
Juan C. Domnguez Lostal ............................................................................p. 567
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XXVII
Los debates
poltico-criminales
en la regin
presentacin
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presentacin
Hernndez concluy que tanto la delincuencia organizada como el terrorismo internacional pueden combatirse con medidas democrticas. Para
ello es necesario contar con una poltica criminal integral, coherente y
debidamente planificada, rediseando el derecho penal.
Malaguti detall los desafos del derecho penal en la regin apuntando
fundamentalmente a la necesidad de crear herramientas propias conformes a la realidad local. En ese sentido, expres que hay que trabajar en
polticas de convivencia y generar distintos paradigmas para producir
nuevas respuestas teniendo en cuenta que cada lugar, cada barrio, tiene una historia y que no es posible tener un paradigma de seguridad
pblica que viene de Israel o de otro pas, de los Estados Unidos, o de
Europa.
Asimismo, explic el problema de las polticas respecto de las drogas y
sostuvo que se cambi el enemigo polticoya que se pas de los narcotraficantes a los pequeos consumidores.
Erbetta centr su exposicin en la formacin y produccin de leyes penales y en el estado de la legislacin penal argentina. Expres que en
los ltimos aos se ha pasado del debate entre polticas abolicionistas y
reduccionistas, a hablar de la expansin del derecho penal, el derecho
penal de dos y tres velocidades, y hasta de un derecho penal del enemigo. Asimismo reconoci que esta regresin ya se advierte a nivel
legislativo y que el poder punitivo se ha extendido (agravamiento de las
penas, ampliacin de la facultades de investigacin de agencias policiales
y ejecutivas, entre otros).
Respecto de la reforma penal en nuestro pas, Erbetta consider que las
leyes se sancionan en conformidad con los reclamos de la sociedad, sociedad que la mayora de las veces se encuentra fuertemente influenciada
por los medios de comunicacin. De esta manera, en los ltimos aos se
han producido modificaciones parciales, originadas en intereses poltico
electorales o presiones transnacionales que han llevado a concluir que la
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1. Introduccin
Ahora bien, cuando se habla de poltica criminal, por lo general la atencin se centra en el derecho penal material. Aqu es donde se tratan los
diferentes tipos de delitos y penas, as como tambin los criterios para
su individualizacin. Es el campo donde comnmente se dan las primeras manifestaciones de la expansin penal o de la inobservancia de ciertos principios fundamentales caractersticos del derecho penal liberal y
democrtico. Adems, es el lugar donde se generan expresiones tales
como: derecho penal del enemigo, derecho penal de dos velocidades,
derecho penal autoritario, entre otras caracterizaciones.
Pero es claro que la poltica criminal no se limita solo al mbito del derecho penal sustantivo o material; aunque sea aqu donde se dan sus
primeras y decisivas manifestaciones. sta tambin se manifiesta y tal
vez de manera ms evidente, porque es donde los contenidos materiales
se hacen realidad en el campo del derecho procesal penal, y muy destacadamente en el sector de la ejecucin penal; mxime cuando se trata
de la aplicacin de ciertos mecanismos procesales o de medidas poltico-criminales frente a fenmenos delictivos tales como el de la llamada
En otros trminos, dado que el derecho penal material necesita del procedimiento penal para hacerse efectivo, cuando se habla de poltica criminal, el sistema procesal penal que es donde aquel puede alcanzar sus
objetivos no debe pasarse por alto. Por ello, se hace necesario considerar este aspecto importante del sistema penal; sobre todo en la regin latinoamericana de la actualidad, en la que se observa un movimiento amplio
de reforma procesal penal iniciado a fines del siglo XX y que, en efecto,
sigue una determinada tendencia poltico-criminal.
Ciertamente, esta tendencia de la reforma procesal penal es comnmente
caracterizada como de corte garantista. Porque en ella destaca la consideracin de los derechos humanos, tanto de los victimarios como de las
vctimas, segn exigencias del estado democrtico de derecho. Al menos
ese es el discurso que est detrs de ella.
Como es sabido, el movimiento de reforma de los sistemas de justicia penal en Amrica Latina se vincula con el proceso de transicin democrtica
que experimentaron algunos de estos pases; sobre todo del Cono Sur,
que en la segunda mitad del siglo XX tuvieron regmenes militares o gobiernos autoritarios. En ellos, el sistema penal fue utilizado de manera extrema como instrumento de sujecin y como mecanismo para consolidar
el poder. De ah que con el trmino de este tipo de regmenes se produjo
la necesidad de transformar los sistemas de justicia penal de manera que
sean humanizados.
Se consider que una de las vas adecuadas para ello era la implantacin
o el fortalecimiento del sistema procesal penal de corte acusatorio y oral,
por estimarlo como el sistema que mejor garantiza el respeto de los derechos humanos.
Con el tiempo, el movimiento de reforma fue adquiriendo una fuerza y
un ritmo imparables; del que Mxico tambin se ha visto arrastrado, a
pesar de que su proceso haya sido ms lento, dado su sistema poltico
y judicial.
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Pero cuando se habla de los debates poltico-criminales, no pueden desconocerse los otros factores que han influido en su determinacin. En
efecto, siguiendo lo sealado por el profesor argentino Jos Mara Rico,
inmediatamente despus de iniciarse el proceso de democratizacin de
los sistemas polticos y de justicia penal, aparecieron quienes de alguna
o de otra manera han aprovechado la coyuntura para impulsar un determinado tipo de poltica criminal, as como un determinado tipo de
sistema penal y procesal penal que no siempre se ajust a las realidades
nacionales. Por ello, se afirma que organismos internacionales claramente identificados han estado y siguen estando detrs de los procesos de
reforma del sistema penal. De ah que se observe una tendencia casi uniforme en ese movimiento de reforma. No obstante, frente a esa tendencia que, por cierto, no deja de tener partidarios por el impulso econmico con que cuenta, hubo tambin quienes insistieron en que la reforma
procesal penal de los pases de la regin deba disearse y desarrollarse
con los propios recursos nacionales sean humanos o de cualquier otro
tipo; as como tambin tomar en cuenta las propias realidades nacionales. Es decir, la reforma debe tomar en cuenta las necesidades y posibilidades de cada pas para que responda efectivamente a los problemas
de la regin.
10
De ninguna manera se cuestiona la importancia de la experiencia internacional de pases con realidades afines. Pues ella es til para alertar sobre
los aspectos que implicaron tropiezos o fracasos, para no incurrir en ellos
y orientar, en ese sentido, el proceso de reforma. Lo que resulta cuestionable es que, sin tomar en cuenta las realidades nacionales se quiera, sin
ms, imponer y trasplantar un modelo de justicia o de sistema procesal
que puede no ser compatible con la realidad del pas.
De acuerdo con lo anterior, habr que aceptar que tanto influencias positivas como nocivas han determinado la orientacin de las polticas criminales y los sistemas de justicia penal de la regin.
Seguramente, ninguno de nosotros podr negar la importancia de la tendencia que busca la democratizacin de los sistemas penales para que sean
ampliamente respetuosos de los derechos humanos. Por lo que, si existen
garantas de que ese objetivo se pueda lograr de mejor manera a travs del
sistema procesal penal acusatorio y los juicios orales, entonces habra que
Pero como al lado de la tendencia democratizadora tambin se han ido introduciendo ciertos criterios poltico-criminales que verdaderamente obedecen a una orientacin diferente por usar un eufemismo, se tendr
que procurar que dicho sistema acusatorio se mantenga fiel, al menos, a
los principios que le son caractersticos. Porque, en la realidad prctica,
ninguno de los sistemas procesales conocidos puede ser puro. Tal es el
caso de Mxico, en cuya reforma se destacan: a) la aplicacin de criterios
de oportunidad por el Ministerio Pblico; b) la aplicacin de mecanismos
alternativos de solucin de conflictos entre estos el de la negociacin
del delito y de la pena (plea bargaining) que, de pronto, dan la sensacin de que lo que se busca es despresurizar el sistema penal y, por ende,
hacer menos uso del derecho penal; que muy bien podra compaginarse
con la idea de la ultima ratio del derecho penal. Pero lo cierto es que ello
resulta engaoso, adems de que pone en entredicho la observancia de
principios y garantas propias del debido proceso penal.
Por otra parte, detrs de la tendencia democratizadora, tambin se encierran algunas actitudes oportunistas por parte de los sectores acadmicos
que hacen dudar sobre su autenticidad y legitimidad. Esto se observa,
precisamente, en lo referente a los juicios orales; pues de pronto se los
hace ver como una especie de panacea, con una gran cantidad de virtudes capaces de erradicar los vicios del actual sistema penal, dado que se
quiere lograr su implantacin a toda costa.
Pero, para quienes tienen una clara idea de las cosas, esa actitud despierta ciertas suspicacias. Sobre todo cuando en lugares que tienen una
aeja tradicin en la oralidad (como los Estados Unidos de Norteamrica
y la Argentina) no le hicieron tanta promocin. Por el contrario, en los
ltimos tiempos algunos juristas, incluso, se quejan de su falta de funcionalidad. En efecto, ante el enorme crecimiento de los sistemas penales
y la incapacidad de cumplir con sus objetivos, lo que ms promociona la
Unin Americana es la aplicacin del plea bargaining; que, como lo ha resaltado crticamente Schnemann,(2) tambin empieza a tener su marcha
(2) Schnemann, B., Temas actuales y permanentes del derecho penal despus del milenio,
Madrid, Tecnos, 2002.
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
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triunfal en sistemas europeos. La figura de los juicios orales ha sido fuertemente cuestionada porque su amplsimo uso, de alguna manera, ha
sido la causa de que el sistema procesal angloamericano se haya ido
desprestigiando.
En dicho sistema, los juicios orales solo se aplican en aproximadamente el
5% de los casos. En el 95% de los casos se los intenta evitar de manera de
resolver los casos a base de la negociacin o de alguna otra forma y, consecuentemente, sin observancia de los principios y garantas caractersticos
del debido proceso penal.
Adems de la situacin sealada, igualmente se observa, en contraposicin a su tendencia democratizadora, que el sistema de justicia penal
encuentra serios cuestionamientos respecto de su funcin. Parece inocua
frente al problema de la delincuencia y de la inseguridad pblica, sobre
todo frente a la llamada delincuencia organizada. Entonces, se sugiere
adoptar medidas poltico-criminales ms drsticas. sta es la posicin poltico-criminal ingenua por lo ineficaz de quienes optan por el camino
que contina endureciendo las medidas penales con el pretexto de que la
delincuencia organizada aumenta constantemente y cada vez se hace ms
violenta. A esta misma tendencia obedecen quienes insisten en ampliar las
potestades punitivas del Ministerio Pblico y de la polica, aun a costa de
limitar los mbitos de la libertad y de las garantas constitucionales.
12
4. El impacto de la globalizacin
e internacionalizacin en la poltica criminal y el derecho penal
Es innegable que hoy el mundo se caracteriza por la globalizacin, la
tecnologa de punta, los mercados comunes, la unidad de la moneda y
las telecomunicaciones. Incluso se vislumbra a nuestro planeta como una
(3) Moreno Hernndez, Moiss, Globalizacin e Internacionalizacin del Derecho Penal. Implicaciones poltico-criminales y dogmticas, Mxico, Ius Poenale, CEPOLCRIM, 2003, p. 369 y ss.
(4) Zaffaroni, E. Ral, La globalizacin y las actuales orientaciones de la poltica criminal,
Mxico, CEPOLCRIM, 1999.
(5) Zaffaroni, op. cit.
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
13
De este modo, el llamado crimen organizado se va convirtiendo en la regla y cada da los Estados tienen menos posibilidades de contenerlo, porque son ellos mismos vctimas de sus extorsiones. Los ms graves delitos
ecolgicos son cometidos por el propio poder econmico planetarizado
por la globalizacin.(8)
14
Ahora bien, es evidente que si el delito por las razones que sean experimenta cambios, si se internacionaliza, si trasciende las fronteras nacionales
y ramifica sus actividades en amplios mbitos de influencia; la poltica criminal y el derecho penal como medios de reaccin institucionalizados
tambin se internacionalizan. Las consecuencias de esa internacionalizacin son, en primer lugar, la crisis de ciertas medidas poltico-criminales y
penales; en segundo lugar, la crisis de principios fundamentales que han
dado sustento al concepto contemporneo de Estado-nacin; y, en tercer
(6) Ibid.
(7) Ibid.
(8) Ibid. Ver tambin: Zaffaroni, E. Ral, El enemigo en el derecho penal, Madrid, Dykinson,
2006.
lugar, la crisis de criterios y principios que han orientado a la poltica criminal y al derecho penal tradicionales de estados democrticos de derecho.
Lo anterior tambin se agrava si son igualmente tenidos en cuenta, adems de la delincuencia organizada transnacional y de otras formas de delincuencia propiciadas por la globalizacin, los llamados delitos de peligro
abstracto, de gran resonancia en las actuales sociedades de riesgo. stos
plantean la necesidad de considerar los bienes jurdicos supraindividuales,
colectivos o comunitarios as como la necesidad de anticipar la punibilidad de la conducta a la mera puesta en peligro de manera abstracta de
dichos bienes jurdicos, lo que lleva a una mayor expansin del derecho
penal y a la inobservancia de principios bsicos del derecho penal liberal y
democrtico. Entre los nuevos riesgos que enfrenta la sociedad y que tambin han tenido repercusiones en el mbito del derecho penal al grado
de hablarse ahora de un derecho penal del riesgo destacan aquellos
que se dan en el empleo de la energa nuclear, en la industria qumica y
para el medio ambiente, en la utilizacin de las tcnicas derivadas de los
progresos de la gentica, entre otros, que, sin duda, requieren de una
mayor atencin por parte de la criminologa.(9)
Por lo que hace a las caractersticas de la poltica criminal y del derecho
penal de la globalizacin, como lo ha sealado Zaffaroni, esta es ms
irracional y menos creativa respecto de otros momentos. Pero no es de
extraar esta decadencia, porque es sabido que cuanto ms irracional es
el ejercicio del poder, menor es el nivel de elaboracin discursiva con que
se pretende legitimarlo.(10)
(9) Hassemer, W., Riesgos y crisis del derecho penal moderno, en ADPCP, 1992,
pp. 235 y ss.; Cerezo Mir, Jos, Los delitos de peligro abstracto en el mbito del derecho
penal de riesgo, en Globalizacin e Internacionalizacin del Derecho Penal. Implicaciones
poltico-criminales y dogmticas, Mxico, Ius Poenale, CEPOLCRIM, 2003.
(10) Zaffaroni, E. Ral, La globalizacin y las actuales orientaciones..., op. cit.
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
15
16
Dentro de esa tendencia poltico-criminal existen incluso medidas extremas que se apartan totalmente de los lmites garantizadores propios de
sistemas penales democrticos y se ubican ms en los de sistemas autoritarios o totalitarios, tambin llamados del derecho penal del enemigo.
Tal es la tendencia que se encuentra en las medidas frente al terrorismo,
adoptadas por el gobierno de los Estados Unidos en 2001 detencin,
trato y juicio de ciertos no ciudadanos en la guerra contra el terrorismo a raz de la agresin del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y
Washington, seguida luego por los actos terroristas de 2004 en Espaa y
de 2005 en Inglaterra. sta se aparta de toda justicia de corte democrtico, pues desconoce los principios fundamentales y garantas propias
del derecho penal moderno bajo el pretexto de tratarse de terroristas.
Por otro lado, se opina que la delincuencia organizada, incluso el terrorismo internacional, tambin puede enfrentarse a travs de medidas democrticas. Para ello se requiere una poltica criminal integral, coherente y
debidamente planificada que no se limite solo a las medidas de represin
(11) Tirado Estrada, J. J., El EUROJUST: el paso definitivo hacia un nuevo marco de cooperacin judicial internacional en la Unin Europea?, en Criminalia, n 1, ao LXVIII, 2002.
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
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Bibliografa
Cerezo Mir, Jos, Los delitos de peligro abstracto en el mbito del derecho penal de riesgo, en Globalizacin e Internacionalizacin
del Derecho Penal. Implicaciones poltico-criminales y dogmticas. Mxico, Ius Poenale,
CEPOLCRIM, 2003.
Hassemer, W., Riesgos y crisis del derecho
penal moderno, en ADPCP, 1992, p. 235
y ss.
18
Schnemann, B., Temas actuales y permanentes del derecho penal despus del milenio,
Madrid, Tecnos, 2002.
Tirado Estrada, J. J., El EUROJUST: El paso
definitivo hacia un nuevo marco de cooperacin
judicial internacional en la Unin Europea?,
en Criminalia, n 1, ao LXVIII, 2002.
Zaffaroni, E. Ral, La globalizacin y las
actuales orientaciones de la poltica criminal,
Mxico, CEPOLCRIM, 1999.
Zaffaroni, E. Ral, El enemigo en el derecho
penal, Madrid, Dykinson, 2006.
VERA MALAGUTI(1)
Cuando hablamos de polticas criminales, estamos hablando de una torturante contemporaneidad en nuestro continente; estamos hablando de
Brasil, de mi ciudad, de un lugar especfico. Yo trabajo principalmente la
crtica a las polticas de seguridad pblica, enfatizando el concepto de lugar del inolvidable gegrafo afrobrasileo Milton Santos, muy poco ledo
en Brasil. l trabaja y habla de localizacin entendindola como momento
de inmenso movimiento del mundo aprendido en un punto geogrfico, en
un lugar. Por eso mismo cada lugar est siempre cambiando de significacin, gracias al movimiento social.
A cada instante, las fracciones que conforman la sociedad no son las mismas.
No se puede confundir localizacin con lugar: el lugar puede ser el mismo,
pero las localizaciones cambian; el lugar es un objeto o un conjunto de objetos, mientras que la localizacin es un haz de fuerzas sociales actuando en
un mismo lugar. Entonces, cuando estoy hablando de la localizacin, estoy
hablando especficamente de Brasil y de mi experiencia, as como del conjunto de movimientos sociales que estn ah conformando los problemas de
la poltica criminal en Brasil. No puede existir concretamente una poltica de
seguridad que no sea local, concebida a partir de sus movimientos sociales.
Brasil est muy aislado del resto de Amrica latina, no solo porque hablamos portugus, sino tambin por un conjunto de factores, que incluye
el factor comunicacional: un factor que no se reduce a la cuestin de la
lengua y que tiene que ver, ms bien, con el monopolio de los medios de
(1) Licenciada en Sociologa (Pontificia Universidad Catlica de Ro de Janeiro, Brasil). Maestra
en Historia Social (Universidad Federal Fluminense). Doctora en Salud Colectiva (Instituto de
Medicina Social de la Universidad del Estado de Ro de Janeiro). Coordinadora de Ciencias
Penales y profesora de Criminologa de la Maestra en Derecho (Universidad Cndido Mendes).
Secretaria General del Instituto Carioca de Criminologa en el que investiga los efectos de las
polticas contra las drogas y el avance de la violencia en las barriadas brasileras.
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19
VERA MALAGUTI
Brasil, que nos conduce a una hipottica relacin con los pases del norte,
ms que con los hermanos del sur.
Cuando hablamos de polticas criminales estamos tratando tambin el
motor de las polticas criminales y del objeto de la criminologa: el miedo.
Me refiero al miedo en el sentido que le otorga Pavarini, quien nos ha enseado que, para entender el objeto de la criminologa, primero tenemos
que entender la demanda por orden. Cuando intentamos comprender las
demandas por orden, observamos que los miedos cambian en diferentes
momentos histricos, en distintos momentos del proceso de acumulacin
de capital. Pero el miedo es siempre el motor de las polticas criminales.
Zaffaroni ha expresado que la Inquisicin con su miedo a los herejes, a
las brujas fue el primer discurso criminolgico. Y, si el objeto de la criminologa fuera siempre el mismo miedo, tendramos que creer todava en
brujas (aunque sabemos que no creemos, pero que las hay, las hay).
20
Las polticas criminales, las polticas de seguridad pblica, en Brasil se caracterizan por una permanencia histrica de un autoritarismo que viene no solo
de nuestras matrices ibricas inquisitoriales sino tambin de la violencia de
la colonizacin, la violencia de la esclavitud, que hasta hoy impone marcas
de poltica criminal con su legado autoritario, verticalizante y jerarquizante.
Y si hablamos de los perodos de democracia en Brasil, principalmente de
democracia en las polticas criminales, stos han sido hiatos en la historia
de mi pas. La gran historiadora del derecho, Gizlene Neder, ha abrigado
la hiptesis de que en la tradicin autoritaria ms especficamente, en
momentos de transicin del autoritarismo hacia estos hiatos democrticos, se imponen los mecanismos de control social autoritario, produciendo nuevos miedos y una actualizacin de los enemigos internos.
En el caso de Brasil, he analizado la poltica criminal de drogas y los efectos
en la juventud popular como el resultado de un desplazamiento del enemigo interno del perodo militar que, en ese entonces, era el subversivo,
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VERA MALAGUTI
las Unidades de Polica Pacificadora (UPPs), que fue vendido como la panacea curativa, como un remedio que curaba todos los males. Eso ha sido
introducido en algunos lugares de Amrica latina; no obstante, se trata de
la exportacin de un modelo que no tiene nada que ver con la memoria
del lugar. Porque recordemos que empec hablando de cmo el lugar y el
conocimiento de la historia y memoria del lugar son fundamentales para
que hagamos un derecho penal, una poltica criminal y una criminologa
que tengan que ver con la realidad latinoamericana.
El libro de Alessandro Petti es importante para comprender esta importacin de modelos para las favelas de Ro. La ocupacin militarizada de
las favelas de Ro de Janeiro hace que la vida de los pobres se convierta
en perodos de suspensin del tiempo, en perodos de espera, de larga
espera, de check points, de filas, de interrupcin de flujos, de velocidades.
Los palestinos van a tener, para circular en su propio territorio, en su propio lugar, un montn de check points, de filas que fluyen a una velocidad
completamente distinta de la de los europeos o israeles o de los pueblos
del norte, cuando se mueven. Una de las cosas que debemos discutir es
el mismo concepto de territorio, porque este gegrafo brasileo tiene un
concepto de territorio que nos remite a la memoria del lugar, al lugar como
una concentracin de movimientos sociales y no como un espacio fsico.
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No son datos inventados; esos son datos oficiales. Esos 5000 desaparecidos no son todos muertos, muchos reaparecen; hay investigadores que
estn intentando analizar esos datos, aunque todava son una caja negra.
No podemos afirmar que todos estn muertos, o han sido asesinados,
pero puedo afirmar que hay ah una cifra oculta que encubre una realidad
an peor que la letalidad oficial de los llamados autos de resistencia.
23
VERA MALAGUTI
3. La despenalizacin de, por ejemplo, el hurto, de los crmenes sin violencia fsica.
24
En el mbito de la ejecucin penal, en Brasil se ha agregado al paradigma de la privacin de libertad, el paradigma de la incomunicabilidad. La
comunicacin de los presos hacia afuera de los presidios se ha vuelto un
problema que ha hecho de la incomunicabilidad un plus respecto de
la privacin de libertad. El otro es la reedicin del aislamiento celular en
Brasil. Eso era una novedad en el siglo XIX, pero como en criminologa y
poltica criminal todo se recalienta, entonces luchamos por terminar con
el Rgimen Disciplinar Diferenciado, el RDD. Hay presos en Brasil que estn en aislamiento celular hace ms de 10 aos. Luchamos hoy contra la
revista ntima(2) de los familiares de los presos, ya que eso es extender la
pena hacia los familiares de presos. En nombre de la seguridad mxima,
las mujeres en Brasil pasan todo tipo de constreimiento para visitar sus
hijos, a sus hermanos. Yo creo que la revista ntima es una violencia contra
las mujeres. Y, a propsito, Rodrigo Duque Estrada, un joven profesor brasileo, est proponiendo el rgimen de numerus clausus en la ejecucin
penal: si un hospital no acepta ms enfermos que el nmero de lechos que
tiene, lo mismo debe suceder en la prisin. Si implantramos la poltica
de numerus clausus, cada vez que un preso ingresa, alguno con menor
potencialidad lesiva tiene que salir. se es un modo de salirnos de este
pantano en el que estamos: la sobrepoblacin carcelaria. Debemos, tambin, aumentar el apoyo fuera de la prisin para los que salen. Brasil es el
(2) Nota del editor: en Brasil se conoce por revista ntima al examen visual ginecolgico
y anal realizado a las visitas de los presos por parte de los encargados de seguridad cuyo
objetivo, segn afirman las fuerzas de seguridad, es evitar la entrada de drogas al presidio.
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Daniel a. Erbetta(1)
En el marco del tema que nos convoca, y con las limitaciones que impone
el tiempo acordado, intentar plantear algunas cuestiones vinculadas a
uno de los problemas poltico criminales de actualidad que, en verdad,
no solo constituye una preocupacin de la poltica criminal,(2) sino que
adems involucra la discusin sobre la funcin misma del saber jurdico penal y, por cierto, de la justicia penal en su conjunto.
Me refiero puntualmente al anlisis de los factores que alimentan y los
procesos que caracterizan la actividad de formacin y produccin de leyes
penales y, como su resultado, al estado actual de la legislacin penal argentina, ms especficamente, la necesidad de su reforma y actualizacin integral.
(1) Profesor titular en Derecho Penal (UNR). Profesor de Posgrado en varias universidades.
Docente investigador categora I. Director del Departamento de Derecho Penal y Criminologa y Director de la Carrera de Posgrado de Especializacin en Derecho Penal (UNR). Ministro de la Corte Suprema de Justicia de la provincia de Santa Fe. Miembro y coautor del
Anteproyecto de Reforma y actualizacin Integral Cdigo Penal, designado por el Ministerio
de Justicia y Derechos Humanos de la Nacin. Autor de libros y artculos de la especialidad.
(2) Se ha dicho que la poltica criminal es una categora problemtica y compleja, con una
ambivalencia funcional y cierta ambigedad ideolgica. As, se ha sostenido que es la
respuesta del Estado y, con ello, de sus poderes al fenmeno del delito. Pero, desde
esta perspectiva, los lmites y barreras se hacen difusos y se proyectan sobre aspectos
propios de otras polticas pblicas (de salud, salarial, etc.). Contemporneamente, se
sostiene que la poltica criminal es el resultado de la interdisciplinariedad del derecho
con la poltica. Sin embargo, en sentido estricto, podra decirse que su contenido y alcance est determinado por el qu, cmo y cunto derivar a la intervencin punitiva, lo
cual implica una serie de opciones previas consistentes en: (a) establecer las situaciones
conflictivas que revisten entidad suficiente para justificar y habilitar la intervencin penal;
(b) definir la dimensin y grado que queremos dar a la intervencin estatal a travs del
sistema penal; (c) evaluar los costos y beneficios de modo de no favorecer ms problemas o daos que los que queremos evitar; (d) conocer la capacidad real de respuesta del
sistema penal y, en especial, de la justicia penal para asumir el nuevo problema de modo
de no generar falsas expectativas.
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1.
27
daniel A. erbetta
2.
Antes de ello, pretendo justificar el inters de la opcin elegida: por
qu la necesidad de reorientar nuestra atencin hacia la legislacin
penal y los procesos de reforma?, por qu reflexionar sobre esta cuestin?
En primer lugar, porque esos procesos nos muestran la necesidad de hacernos cargo de un fenmeno preocupante que, ya por indiferencia o desprecio de los polticos siempre obsesionados por la coyuntura y de
los penalistas muchas veces perdidos en un peligroso reduccionismo
normativista, ha permitido que el resultado final de un producto como
las leyes penales haya quedado librado al azar o en manos de la improvisacin y el oportunismo social y poltico.(3)
En segundo trmino, porque la necesidad de reorientar nuestra atencin hacia la legislacin penal y su reforma es especialmente urgente en
un contexto como el actual, en el que la ley penal ha acumulado unas
funciones sociales diversas a las tradicionales, entre las que cabe citar la
asuncin por el Cdigo Penal del papel de cdigo moral de la sociedad,
su protagonismo en la progresiva juridificacin de cualquier conflicto o
dilema valorativos sociales y su utilizacin con fines excluyentemente
simblicos.
28
(3) Atienza, Manuel, Contribucin para una teora de la legislacin, en Roberto Bergalli
(coord.) Sentido y razn del derecho. Enfoques socio-jurdicos para la sociedad democrtica,
Barcelona, Hacer Editorial, 1992; Diez Ripolls, Jos Luis, La racionalidad de las leyes penales.
Prctica y teora, Madrid, Editorial Trotta, 2003; Diez Ripolls, Jos Luis; Prieto del Pino, Ana
Mara; Soto Navarro Editores, Susana, La poltica legislativa penal en Occidente, Una perspectiva comparada, Valencia, Tirant lo Blanch, 2005; Slokar, Alejandro, La reciente poltica
legislativa penal en Argentina, intervencin en el Seminario Internacional de expertos: La
reciente poltica legislativa penal en Iberoamrica, Mlaga, 2006.
Pero esta regresin no solo ha afectado a la poltica criminal institucionalizada sino que tambin ha proyectado sus efectos sobre el propio saber
penal.
No puede omitirse aqu que, en paralelo con aquella tendencia legislativa, se mueve en el plano terico la propuesta de un derecho penal del
enemigo, junto a una dogmtica penal que se desentiende de sus consecuencias y se desliza hacia un idealismo normativizante con capacidad
para racionalizar cualquier legislacin. Tanto es as que riesgo y expansin,
riesgo y enemigo, han pasado a ser las pretendidas ideas motrices del
debate sobre la modernizacin del derecho penal; ideas que se proyectan
sobre el derecho procesal penal con la flexibilizacin de garantas, la pena
negociada y la condena anticipada.(5)
Frente a esta descripcin, recobra vigencia la advertencia del maestro
Carrara cuando, hace ms de 150 aos, denunci al saber penal que se
limitaba a racionalizar cualquier decisin del poder punitivo para justificarlo, llamndolo la schifosa scienza,(6) porque su funcin no es legitimarlo
sino limitarlo o contenerlo.
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daniel A. erbetta
3.
Pero, qu ha pasado con el proceso de reforma penal en nuestro pas? Si
nos limitamos a las ltimas dcadas, creo que el mismo puede caracterizarse como un proceso bastante complejo y paradojal.
De un lado, representa un escenario donde es fcil verificar un cada vez
mayor distanciamiento entre una parte importante del discurso cientfico
y acadmico, y la poltica criminal formalizada en la produccin legislativa, esta ltima generalmente en consonancia con las demandas de la
ciudadana que, a la vez, se encuentra fuertemente influenciada en la cuestin criminal por los medios masivos de comunicacin.(7) De esta forma, la
prensa le impone al poder poltico los lineamientos de poltica criminal y
lo hace con total irresponsabilidad.(8)
Por otra parte, se han elaborado en el mbito y por requerimiento de
algunas agencias polticas, anteproyectos o proyectos de reforma respetuosos de la mejor tradicin y motivados en la necesidad de programar
un modelo constitucional de intervencin penal.
Sin embargo, paralelamente y lejos del valor que esos documentos tienen,
se han concretado en los ltimos aos numerosas modificaciones parciales,
asistemticas, inconsistentes, motivadas en sentimientos que no razonan,
en especulaciones poltico electoralistas o en presiones trasnacionales.
30
Finalmente, el proceso de reforma penal permite verificar, como ha sealado Slokar, que en contraste con la refinada sofisticacin dogmtica en el
mbito de la aplicacin del derecho penal (especial y concretamente en
la construccin terica del injusto culpable), lamentablemente se carece
de un discurso correlativo que permita asegurar la racionalidad en la toma
de decisiones legislativas penales, sobre todo en el actual proceso de elaboracin en cuya dinmica est presente, como se ha dicho, una serie
de rasgos negativos, fundados en una tendencia de mayor rigor punitivo
estrechamente vinculada a los sentimientos populares de miedo al delito.
4.
Si observamos la cartografa reformista, puede verificarse que la mayora
de las modificaciones parciales se han fundamentado en la exaltacin de
un discurso ideolgico de la seguridad ciudadana (segurismo), que focaliza la reformana en los delitos violentos y callejeros que ms preocupan
a la sociedad,(11) aunque tambin se hayan hecho concesiones a grupos
de presin en busca de reivindicaciones propias (leyes penales vinculadas
a cuestiones familiares), necesidades recaudatorias (leyes penales tributarias y previsionales) y a exigencias trasnacionales (como la sucesivas reformas en materia de drogas, lavado de activos de origen ilcito, asociacin
ilcita terrorista y financiacin del terrorismo; ms recientemente, trata de
personas y, nuevamente ahora, terrorismo y lavado).
la sancin de un nuevo Cdigo Procesal Penal en el ao 2006, quedando el CPP de la Nacin
solo como resabio del pasado.
(10) Cabe advertir que, a pesar de la adopcin de sistemas procesales ms adversariales y
proclives al modelo acusatorio, la reforma procesal penal no ha podido neutralizar la tendencia poltico criminal de expansin del poder punitivo y, con mayor o menor intensidad, tanto
a nivel nacional como provincial, se han hecho concesiones a reclamos de ampliacin de
facultades policiales y, bajo el pretexto de una supuesta eficacia, a la incorporacin generalizada de mecanismos de abreviacin, aceleracin y simplificacin de los procesos.
(11) Se trata de los delitos ms fciles de seleccionar por las agencias que operan la criminalizacin secundaria y por los que ms se amplifican por los medios, aunque se omita decir
que son esos delitos los que tienen como vctimas predilectas y mayoritarias a los sectores
ms pobres y subalternos de la sociedad.
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daniel A. erbetta
Las reformas son tantas y tan confusas que ya nadie sabe cuntas o qu
normas penales estn vigentes, tanto es as que, en algn momento y frente a la sucesin mensual de reformas penales, pudo comprobarse el dictado de fallos fundados en disposiciones que acababan de perder vigencia.
32
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daniel A. erbetta
Bajo ciertas condiciones, es ms favorable una pena perpetua que una temporal.(14)
La incorporacin de instituciones premodernas ajenas a la tradicin jurdica
argentina, ha degradado el principio de superioridad o aspiracin tica del
Estado. El delincuente superpeligroso deja de serlo cuando se asocia al Estado para delatar o cuando el Estado le encomienda cometer delitos para evitar
otros. Operativamente, el fracaso ha sido superlativo; ms recientemente, esos
institutos fueron causa de la nulidad del proceso por uno de los crmenes ms
graves de nuestro pas. Y no puede ser de otro modo porque todos mienten.
Lo grave es la resignacin tica de un Estado que se coloca al nivel del delincuente en el punto ms alto de confusin entre poder y delito. La ms grosera
ruptura tica de la imagen del Estado, que est destinado a diferenciarse de la
violencia y pasa a aceptar las reglas de esta.
5.
As las cosas, resulta fcil afirmar que la ley penal ha dejado de ser la ltima
ratio para ser prima o nica ratio, desde una visin cuanto menos, ingenua y jams comprobada que parte de la presuncin de la capacidad de
la ley penal para suprimir el delito.(15)
Pero, adems, la legislacin penal contempornea ha abandonado prcticamente la idea de un corpus o sistema, y ha favorecido la produccin
de leyes penales inexplicables, motivadas en muchos impulsos que, por
34
efectivice una contracautela, tal como lo prescribe la teora general de las cautelares. Ello no
afianza la justicia porque la justicia no se afianza con la investigacin preliminar y la sospecha
inicial sino con el juicio y la sentencia en tiempo razonable; tampoco tiene impacto en la
reduccin del delito y, con ello, en la cuestin compleja por cierto de la inseguridad. De
otra parte, si fuera un regulador de la seguridad/inseguridad, los niveles objetivos y subjetivos de seguridad deberan estar muy elevados porque en los ltimos doce aos la tasa de
encarcelamiento se ha ms que duplicado, manteniendo niveles intolerables (ms del 65%)
de encarcelamiento preventivo. Su utilizacin solo puede justificarse como neutralizacin
temporal (y mientras dure) de un riesgo procesal (de fuga o entorpecimiento probatorio).
(14) La ley 24.660, Ley de Ejecucin Penal (art. 17), habilita los beneficios por ejemplo de
salidas transitorias a los 15 aos de ejecucin en las penas perpetuas cuyos delitos admiten
libertad condicional y a la mitad del cumplimiento en las temporales que, se sabe, puede
llegar a 50 aos de encierro. Idntica situacin se proyecta en la escala penal de la tentativa
y de la complicidad secundaria.
(15) La vocacin iuspenalista de nuestros legisladores debera recordar ms a menudo al
maestro Carrara porque La insensata idea de que el derecho penal debe extirpar de la
tierra todos los delitos lleva a la ciencia penal a la idolatra del terror y al pueblo a la fe en el
verdugo que es el verdadero curandero el derecho penal. Del mismo modo, en Bases ideolgicas de la reforma penal, deca Soler que hay mucha gente que cree que cada vez que
se comete un delito se prueba una falla del cdigo pues ingenuamente supone que la ley
penal tiene por objeto suprimir el delito. Reaccionar con la ley es fcil. Basta tener el poder
de derogarla y poner otra; luchar contra los hechos y vencer, eso ya es harina de otro costal.
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daniel A. erbetta
6.
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Frente a este panorama que nos muestra un derecho penal ambiguo, voluminoso y de marcada vaguedad tan catico, arbitrario, incierto e ineficaz como el del Ancien Regime recobra vigencia la necesidad de recuperar la sensatez devolviendo al sistema de legislacin orden sistemtico,
claridad prescriptiva y racionalidad para reestablecer la seguridad jurdica.
Y ello es posible a partir de una revisin integral de la legislacin punitiva
y de su recodificacin y reduccin.
En este camino, desde la perspectiva de futuras reformas, debemos reafirmar la necesidad de hacer operativos los lmites y principios constitucionales que, vale recordar, no solo condicionan la actividad de interpretacin
y aplicacin de la ley propia de la funcin judicial,(17) sino tambin, y
(17) Dada la directa incidencia que este cuadro de situacin produce en el mbito de aplicacin judicial de la ley, hoy ms que ayer, adquiere superlativa importancia frente a la diversidad de criterios metodolgicos, la previa decisin valorativa sobre el sentido poltico de
la construccin dogmtica y los criterios de aplicacin de la ley, porque siempre ha habido
y habr modelos ms funcionales al poder (y a la racionalizacin de todas sus decisiones) y
modelos ms funcionales a los lmites.
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daniel A. erbetta
7.
Para concluir, y en consonancia con todo lo expuesto, me permito brevemente sealar que en la experiencia argentina del ltimo tiempo, frente
al desolador panorama provocado por el crecimiento geomtrico de las
reformas penales parciales, result destacable la iniciativa gubernamental
del ao 2005 de convocar una comisin independiente en el mbito del
Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, que al cabo de una labor gratuita de casi dos aos (2005/2006), concluy con la entrega de un material
que fue sometido a consideracin pblica de acuerdo al principio de
elaboracin participada de normas.
Los objetivos centrales del referido Anteproyecto pueden sintetizarse en
la adecuacin constitucional e internacional del texto vigente, su actualizacin tcnico-jurdica y la recuperacin de la proporcionalidad y coherencia en la respuesta punitiva.(22)
38
Por distintas vicisitudes, dicho Anteproyecto no alcanz estado parlamentario, ms all del amplio consenso que haba generado. Sin embargo, el 7 de mayo de 2012, por decreto presidencial 678, se dispuso la
creacin de una comisin para la elaboracin de Proyecto de Reforma,
Actualizacin e Integracin del Cdigo Penal, presidida por el profesor
(22) Erbetta, Daniel A., Fundamentos de la necesidad de la reforma: Filosofa y lineamientos
generales del Anteproyecto de Reforma integral del Cdigo Penal argentino, disertacin en
la Universit Roma III, Facolt di Giurisprudencia, 18 de octubre de 2006 (indito).
(23) En funcin del principio de legalidad, dicha metodologa (recodificacin) se impone para
garantizar la vigencia efectiva de aqul, as como la accesibilidad a la ley que es exigencia
del principio de culpabilidad. Pero la codificacin no es solo una derivacin de la legalidad
y el mandato de certeza sino que tambin se impone como tcnica legislativa por mandato
constitucional dirigido al Congreso de la Nacin (art. 67, inc. 11 CN, y actual 75, inc. 12 que
refiere a cuerpos unificados o separados). De este modo, el mandato constitucional no solo
faculta al Congreso nacional para legislar en materia penal sino que le impone una particular
metodologa. Finalmente, a travs de dicha tcnica se facilita la aplicacin de la ley y se pone
en evidencia las eventuales contradicciones o lagunas del cuerpo normativo.
Las propuestas que acabo de exponer tienen que ver con la conviccin de
que un sistema de legislacin penal axiolgicamente orientado a los principios fundamentales debe acercarse a una arquitectura normativa cercana a la realidad y caracterizada por el orden conceptual y la claridad. Una
estrecha relacin entre norma y realidad social es, de hecho, la premisa
para la construccin de un sistema legal que aspire a expresar una lgica
confiable y coherente, y con perspectivas de viabilidad. En ese camino, la
opcin legislativa por la intervencin penal solo ser legtima si esa intervencin est en grado de alcanzar los objetivos perseguidos y no resultan
disponibles otros modelos no punitivos de solucin eficaz del conflicto.(24)
Por su parte, la reforma integral y el mtodo de la codificacin constituyen
un punto de partida para cumplir con el mandato de certeza y para la bsqueda de un derecho mejor, ms claro, cognoscible y ordenado.
Pero, aun as, debemos advertir que no se trata solo de cambiar la ley.
Conjuntamente, ser necesario avanzar en las reformas organizacionales y
en los cambios culturales para tratar de superar o, cuanto menos, reducir
el nefasto inventario de un sistema penal altamente selectivo, que funciona cautelarmente a despecho del sentido constitucional, con una cifra
negra alarmante en muchos casos, con una actividad de los operadores
casi secreta y con permanente delegacin de funciones; y de un un procedimiento donde el protagonismo policial sigue siendo decisivo y donde
muchas veces se verifican groseras limitaciones de derechos y garantas.
Entre tanto pueda avanzarse en este camino, corresponder a todos los
operadores jurdicos en general y, especialmente, a los jueces como deber
funcional (esto es, a la llamada por Hassemer poltica criminal en lo pequeo), garantizar los espacios de libertad en una sociedad democrtica
y corregir o anular los efectos de cualquier exceso poltico legislativo.
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E. Ral Zaffaroni. En dicho decreto, y en el documento inicial de la comisin, se plante la urgencia de recodificar la normativa penal y se propuso
trabajar a partir de un documento comparativo entre las disposiciones
vigentes y el relacionado Anteproyecto 2005/2006.
39
Keymer vila(1)
1. Introduccin
Tradicionalmente, cuando se estudian las instituciones que conforman el
sistema penal se piensa en las policas uniformadas o preventivas, los tribunales y la crcel. Algunos tienen una visin ms panormica de la cuestin y consideran como parte del sistema penal tambin a otros actores,
como al legislador, los medios de comunicacin, etc.(2)
En el caso venezolano, si se parte de un enfoque jurdico-penal, ntimamente vinculado con el proceso penal, las instituciones que conforman al
sistema seran las siguientes: las policas preventivas (en tres niveles poltico-territoriales: municipales, estatales y nacional), un cuerpo especializado
en la investigacin de delitos, llamado Cuerpo de Investigaciones Penales,
Cientficas y Criminalsticas (CICPC), el Ministerio Pblico (MP) (director
de la investigacin y titular de la accin penal), los tribunales penales y la
crcel. Este trabajo tiene como objeto analizar al rgano encargado de
la investigacin de delitos en Venezuela, el CICPC, como parte de este
sistema. En primer lugar, se distinguir lo que es la prevencin de la investigacin, para separar en trminos conceptuales la funcin policial de la
(1) Abogado magna cum laude, Universidad Central de Venezuela (UCV). Mster Oficial en
Criminologa y Sociologa Jurdico Penal, Universitat de Barcelona (UB). Investigador de Sistemas Penales, Instituto de Ciencias Penales, UCV. Profesor de Criminologa, UCV y Universidad Catlica Andrs Bello. Colaborador del Observatorio del sistema penal y los Derechos
Humanos de la UB.
(2) Bergalli, R. (coord. y col.) et al., Sistema penal y problemas sociales, Valencia, Tirant lo
Blanch, 2003; Zaffaroni, E. Ral, En busca de las penas perdidas, Bs. As., Ediar, 1998.
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41
Keymer vila
Partiendo de ese vaco, surgen los siguientes interrogantes: si la investigacin del delito es considerada como una funcin policial ms el ejercicio
de actividades preventivas afectara la eficiencia de los rganos encargados de la investigacin? La discrecionalidad que caracteriza a las funciones
policiales patrullaje, prevencin, reaccin inmediata ante situaciones de
riesgo, debe tambin aplicarse a la investigacin penal?(4) En caso de
excesos en el cumplimiento de funciones policiales el organismo involucrado debe investigarse a s mismo? Hasta dnde debe llegar la intervencin policial en el marco del proceso penal? La intervencin policial en
la investigacin penal, puede ser interpretada como una intromisin del
Poder Ejecutivo en las labores del Ministerio Pblico?(5) Y la investigacin,
42
(3) Prez, R., La polica judicial en el Estado democrtico de derecho, en Polica y sociedad
democrtica, n 3, Bs. As., Editores del Puerto, 1998; Antillano, A. y Gabaldn, L., Conclusiones. Abriendo la Caja Negra: Conocer a la polica para cambiarla, La polica venezolana:
desarrollo institucional y perspectivas de reforma al inicio del tercer milenio, Caracas, Venezuela. CONAREPOL, 2007, t. II.
(4) Entendida tambin como pre-juicio, sumario, procedimiento preparatorio, instruccin,
investigacin preliminar o preparatoria. Ver Abreg, M., La instruccin como pre-juicio, en
Estudios sobre Justicia Penal. Homenaje al Profesor Julio B. J. Maier, Bs. As., Editores del
Puerto, 2005; Guariglia, F., Rompiendo paradigmas: la investigacin penal preparatoria en el
Cdigo Procesal Penal de la Provincia de Chubut, en Estudios sobre Justicia Penal. Homenaje al Profesor Julio B. J. Maier, Bs. As., Editores del Puerto, 2005; Binder, A., Introduccin al
Derecho Procesal Penal, Bs. As., Ad-Hoc, 1993.
(5) En Venezuela el MP forma parte de un poder autnomo respecto del Ejecutivo, Legislativo y Judicial, denominado Poder Ciudadano, el cual est integrado por tres rganos: el MP,
la Contralora General de la Repblica y la Defensora del Pueblo (art. 273, Constitucin de la
Repblica Bolivariana de Venezuela CRBV). El MP es tambin la nica institucin que a
su vez tambin forma parte del Sistema de Justicia (art. 253 CRBV).
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2. Contexto
43
Keymer vila
de este rgano pasa a estar a cargo del MP. Sin embargo, estos dos significativos avances se han visto severamente afectados por las recientes
reformas legislativas del ao 2012.
44
Las recientes reformas legislativas en esta materia, especficamente el decreto con rango, valor y fuerza de Ley Orgnica del Servicio de Polica de
Investigacin (LOSPI), el Cuerpo de Investigaciones Cientficas, Penales y
Criminalsticas y el Servicio Nacional de Medicina y Ciencias Forenses, cuyo
solo nombre da indicios de la calidad de la tcnica legislativa empleada,
que deroga la Ley del CICPC de 2007, junto a la ltima reforma del COPP,
ambas publicadas el 15 de junio de 2012, tienen en comn el intento por
mermar la direccin del MP sobre la investigacin penal. Sin embargo, la
deficiente calidad tcnica de ambos instrumentos en lo que a esta materia
se refiere, aunado a una lectura armnica y crtica de los mismos respecto
al resto del bloque normativo vigente, en especial con la Constitucin de
la Repblica Bolivariana de Venezuela (CRBV) y la Ley Orgnica del MP
(LOMP), afortunadamente, impide que las intenciones de esta reforma
puedan materializarse fcilmente. Sin embargo, trgicamente, a menos de
una semana de la publicacin oficial de la nueva legislacin, funcionarios
(7) vila, K.; La instrumentalizacin del delito: poltica, empresas de comunicacin e inseguridad. Sobre cmo la inseguridad logr posicionarse en el primer lugar de la agenda
pblica en Venezuela; en Espacio Abierto, n 2, Venezuela; LUZ, 2010, vol. 19, [en lnea],
http://www.revistas.luz.edu.ve/index.php/ea/article/viewFile/4639/4514
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
del CICPC asesinaron por error a uno de sus compaeros en una alcabala
ilegal,(8) perdiendo la nueva legislacin su efecto simblico inmediato.
45
Keymer vila
seguridad ciudadana o de carcter preventivo, que son propiamente funciones policiales, merecen ser analizadas y diferenciadas de las funciones
propias de la investigacin penal.
3.1. Funcin policial: la promiscuidad funcional
El poder penal del Estado se desplaza en buena medida hacia la instancia policial, siendo su actividad de mayor influencia sobre la vida de los
ciudadanos, en comparacin con la incidencia que pudiera llegar a tener
la instancia judicial. A la polica se le exige de todo. Esto en la prctica se
traduce en posibilidades y demandas infinitas de intervencin.(10)
El ordenamiento jurdico, en un intento de definir la funcin policial se
ha ocupado, fundamentalmente, de establecer hasta donde no debe
pasar la polica, antes que definir lo que debe hacer; sealando lmites,
restricciones, requisitos de actuacin vlida y salvaguardas sustantivas y
procesales a los poderes de polica, antes que establecer sus funciones y
atribuciones.(11) Esto es en s mismo un problema para poder comprender
claramente lo que debe hacer la polica.
Gabaldn entiende como funcin policial ... cualquier actividad encaminada a reducir la incertidumbre en una situacin de confrontacin entre
dos o ms actores o grupos sociales cuando los mecanismos de intercambio de significados se encuentran severamente afectados y existe la
propensin a una escalada de violencia.(12)
46
Este autor agrega que posiblemente la funcin policial es poco mencionada para definir a la polica, quizs porque esta resulta contingente y
lo esencial en esta institucin es la capacidad de aplicar la fuerza fsica.
De esta manera se define el carcter situacional, fctico, simblico (que
tiene que ver ms con la visibilidad, con la presencia fsica y la afirmacin
de autoridad en un territorio determinado), esencialmente preventivo
(ex ante) y de reaccin inmediata, no permanente sino temporal (coetnea), que tiene la funcin policial, y que son recogidas en la LOSPCPNB
(10) Santos, T., Polica y democracia en Venezuela, Polica y sociedad democrtica, n 3,
Bs. As., Editores del Puerto, 1998; Rusconi, M., op. cit.
(11) Rosales, E., La definicin constitucional de la funcin policial, La polica venezolana desarrollo institucional y perspectivas de reforma al inicio del tercer milenio, Caracas, CONAREPOL,
2007; Gabaldn, L., La funcin policial: aproximacin a un concepto, La polica venezolana:
desarrollo institucional y perspectivas de reforma al inicio del tercer milenio, Caracas, CONAREPOL, 2007, t. II.
(12) Gabaldn, L., op. cit., p. 260.
Estas ideas reafirman la diferenciacin que debe existir entre la funcin policial y la investigacin penal. No es bueno que la polica cumpla al mismo
tiempo, y en ocasiones con las mismas personas, las tareas preventivas y
de investigacin. Esta promiscuidad funcional(13) genera serios obstculos
para el desarrollo de un sistema eficiente y garantista de investigacin de
delitos. En primer lugar, tendencias autoritarias provenientes de la actividad
preventiva invaden a menudo las tareas de investigacin penal. En segundo lugar, las actividades preventivas arrastran a las funciones investigativas,
aumentando el nivel de autonoma en relacin con el necesario control que
deben asumir el MP y la funcin jurisdiccional sobre tales actividades.
Si bien en la realidad la distincin entre prevencin y represin es complicada, la lnea divisoria en ocasiones es tenue,entonces, dnde situar a la
prevencin y dnde a la represin? Por ms complicado que sea el intento
de separar ambas funciones, el ejercicio es necesario. Bustos adverta que
el difcil intento de separar prevencin de represin, se da solo en Estados
claramente democrticos; por el contrario, en todos los pases en que se
nota una tendencia hacia la doctrina de seguridad nacional, estos niveles
de diferenciacin se tornan difusos.(14) Entonces, si se quiere disear un
modelo distinto, ms garantista, no se puede pasar por alto este debate.
3.2. Funcin de la investigacin
En diversos eventos sobre la materia, incluso los acadmicos, en consultas nacionales a funcionarios policiales y del CICPC, as como en conversaciones informales con stos y con otros operadores del sistema, se
evidencia el trato indiferenciado que se les da a los trminos investigacin penal, investigacin criminal, criminalstica e investigacin tcnicocientfica. Esta ausencia de conceptos claros y compartidos respecto a
la investigacin penal, la distincin entre esta y las labores de apoyo
a la misma, podra traer dificultades prcticas respecto al desempeo
de estas labores y la adecuada distribucin de competencias entre las
distintas agencias intervinientes en esta fase del proceso penal. Si a esta
(13) Ferrajoli, L., op. cit.
(14) Bustos, R., La instancia policial, en El pensamiento criminolgico II. Estado y control,
Bogot, Colombia, Temis, 1983, p. 66.
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
(arts. 3 al 5, 8 y 34.2). Caractersticas que no son compartidas por la funcin de investigacin penal, la cual tiene su marco de accin en un momento posterior a la comisin del delito (ex post) (arts. 5 y 53.1 de la LOSPI).
47
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48
Tanto la investigacin criminal como la tcnico cientfica debern ser realizadas principalmente por el CICPC, as como por otros rganos que, previa formacin especializada, tengan competencias especiales en materia
de investigacin penal establecidas por ley.
En este sentido, se tiene un concepto marco que es la investigacin penal,
que se encuentra ms en el mundo del derecho y que apunta hacia la pena
formal que impone el Estado, auxiliada por dos subtipos de investigacin
de carcter ms fctico-emprico como son la investigacin criminal y la tc(15) Jimnez de Asa, L., La Ley y el Delito, 7a ed., Bs. As., Sudamericana, 1976; Montiel, J.,
Manual de Criminalstica 1, Mxico, Limusa, 2002; arts. 285.3 CRBV; 265 COPP; 34 LOSPI.
(16) Jimnez de Asa, L., op. cit., 1976; Montiel, J., ibid.; Arteaga, A., Derecho Penal Venezolano, 8a ed., Venezuela, Mc Graw Hill, 1997. Ver tambin art. 4.2 LOSPI.
INVESTIGACIN PENAL MP
INVESTIGACIN
CRIMINALSTICA
(CRIMINAL Y TCNICO-CIENTFICA)
CICPC y dems rganos especializados
LABORES DE APOYO
A LA INVESTIGACIN
POLICAS PREVENTIVAS
Por otra parte, es necesario resaltar que la investigacin de un delito concreto tiene una potencialidad para la afectacin de los derechos fundamentales, de all su relevancia jurdico-procesal.
En este sentido, los principios de la jurisdiccin penal deben regir no solo
en el juicio oral o en la ejecucin de lo resuelto, sino tambin en la fase instructora de averiguacin del hecho, aseguramiento de sus responsables y
recogida de elementos probatorios. Resulta lgico a todas luces que en
este perodo procesal concurran tambin los presupuestos de legalidad,
independencia y autonoma respecto del Poder Ejecutivo.
El papel que ocupa la polica en el mbito del proceso penal en modo alguno puede ser considerado secundario o accesorio, ya que constituye un
elemento esencial y determinante en su propia configuracin y desarrollo,
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
grfico 1.
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decisivo en el discurrir de la propia actividad jurisdiccional, de ah que necesariamente deba ser tratada en sus justos trminos, con la importancia
que tiene en el marco procesal penal.(17)
Hasta este punto puede apreciarse claramente la distincin entre funcin
policial y la funcin investigativa. La primera tiene un marcado carcter
preventivo-situacional, acta ex-ante o de manera coetnea al hecho definido como delictivo; la segunda entra en accin una vez ocurrido el hecho,
acta ex-post, marcando el inicio del proceso penal y la afectacin formal
de los derechos de los involucrados. La primera se encuentra en el mbito
de competencias del Ejecutivo, la segunda debera estar en el mbito del
Sistema de Justicia.
50
3. Posicin mixta actualmente vigente en Venezuela que mantiene la adscripcin orgnica en el Poder Ejecutivo y la funcional en el MP. Este modelo
trae consigo las siguientes desventajas: la potestad disciplinaria y de control
del MP es casi inexistente (la ltima reforma del COPP suprimi el poder disciplinario que tena el Fiscal General sobre el CICPC); existe un profundo retardo
en las investigaciones por diferencias entre ambas instituciones (problema gerencial); la subordinacin de hecho a las necesidades de seguridad ciudadana
y a labores preventivas, lo que se traduce en desvo de recursos y merma de las
funciones de investigacin.(21)
A continuacin, se har mencin de algunos argumentos a favor de la segunda posicin antes mencionada (la adscripcin orgnica y funcional del
rgano de investigaciones en el MP) como alternativa que busca un mayor
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
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control sobre este rgano. Los argumentos son muchos, por ejemplo: la
divisin y equilibrio entre los poderes del Estado; el MP forma parte de
un poder autnomo respecto del poder Ejecutivo y Judicial, lo que constituye una garanta para los derechos ciudadanos; en sintona con esto
ltimo, es evidente la necesidad de disminuir los poderes policiales y el
carcter blico del actual rgano de investigaciones.
Entre los obstculos para un cambio de paradigma sobre el rgano de
investigaciones se encuentra la formacin de los funcionarios, la cual es
marcadamente policial, con un arraigado espritu de cuerpo y una cultura
policial que resulta ajena a una institucin como el MP.(22) Ante ello surge
la siguiente pregunta son los poderes policiales y todo lo que ellos implican (cultura policial, poder y control poltico, etc.), el principal obstculo
para repensar al rgano de investigaciones?
A continuacin, se sealan algunos de estos poderes:
a. De criminalizacin: el interaccionismo simblico y las teoras del etiquetamiento han desarrollado extensamente la idea de la construccin del criminal a travs del sistema penal. En este sentido, la polica tiene un amplio campo de decisin, cumple a nivel particular y primario funciones de juez. La polica decide
quines son los sospechosos y en ese sentido el propio control policial resulta
un factor de criminalizacin, origen de criminalidad.(23) Es decir, la polica en el
marco de su papel dentro del sistema de represin e investigacin de delitos,
potencia estructuralmente el grado de selectividad propio de toda la poltica
criminal.(24)
52
policial. Zaffaroni explica que este proceso de policizacin es muy similar a los
procesos de criminalizacin. En el plano formal las instituciones policiales
manejan un discurso moralizante; pero en la realidad, como consecuencia del
rol que le asignan los medios de comunicacin (violencia, no intervencin judicial, solucin ejecutiva de los conflictos, machismo, insensibilidad, etc.), se le
exige al polica que su conducta sea la misma que la de un psicpata. Es as
como se da un ... proceso de deterioro al que se somete a las personas de los
sectores carenciados de la poblacin que se incorporan a las agencias militarizadas del sistema penal, consistente en deteriorarles su identidad originaria
y reemplazarla por una identidad artificial, funcional al ejercicio de poder de la
agencia.(25)
Sobre este particular, se puede sealar, por ejemplo, que para 2007, el
parque de armas del CICPC ascenda a 10.144. Predominaban en este las
pistolas (69%), seguido por las subametralladoras y fusiles. Exista en el
organismo una relacin de prcticamente una pistola o revlver por cada
funcionario (0,93%). Contaba con 699 patrullas urbanas operativas, en contraste solo con 7 unidades mviles criminalsticas y 119 furgonetas para
cadveres,(27) siendo estas dos ltimas las directamente relacionadas con
lo que debera ser su funcin: investigar delitos. En los ltimos aos, la dotacin de patrullas para este organismo ha incrementado notablemente
las cifras anteriores.
Entonces, cabe preguntarse si el rgano de investigaciones necesita todo
este arsenal blico; si este arsenal est relacionado con sus funciones de
investigacin; si debe el CICPC realizar patrullaje y dems actividades
que impliquen presencia ostensiva; si son necesarias las brigadas especiales o de respuesta inmediata dentro de este cuerpo; si el rgano de
investigaciones necesita todo este arsenal blico y si este arsenal est
relacionado con sus funciones de investigacin
A continuacin, ampliaremos alguno de estos interrogantes:
a. Sobre el patrullaje: desde finales de los aos noventa, se cuestionaba la decisin gubernamental de solicitar la intervencin del personal del rgano de
investigaciones en los operativos profilcticos antidelictivos, ya que esto
implicaba distraer en funciones impropias a un funcionario capacitado y competente de su exclusiva funcin de identificacin, persecucin, recoleccin de
pruebas e instruccin procesal.
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ferencia de lo que sucede con otras instancias del poder penal, genera un
riesgo de actuacin ilegtima mucho ms importante, no controlado y catico. En parte ello est relacionado con el entorno en el cual se desenvuelve
el ejercicio del poder que detenta la institucin policial, la calle.
53
Keymer vila
Hasta junio de 2012, el CICPC contaba con dos brigadas lite. Por un lado
estn las Brigadas de Respuesta Inmediata (BRI) y por el otro la Brigada
de Acciones Especiales (BAE) que sirven principalmente de apoyo a investigadores y tcnicos para resguardar su integridad fsica en caso de
allanamientos en lugares delicados, preservar el sitio del suceso en mbitos peligrosos, y el rescate de vctimas en secuestros y en situaciones
de rehenes. Actualmente, con la nueva ley se les hace un remozamiento
semntico, ahora se llaman Unidades Especiales de Apoyo a la Investigacin (art. 58 LOSPI).
54
En principio, estas brigadas no investigan, ya que sus integrantes no tienen formacin judicial. Adems, no reciben rdenes del fiscal, sino de sus
mandos internos, lo que pone de relieve que no son auxiliares del MP
como corresponde a un rgano de investigaciones penales. Estos grupos
tcticos como acertadamente se consagra en la disposicin transitoria
sptima de la LOSPCPNB deben ser ms bien una divisin dentro de
la estructura de la Polica Nacional, que le prestara apoyo al CICPC para
entrar en sitios peligrosos, allanamientos riesgosos, situaciones de rehenes o secuestros, y que durante el correspondiente operativo deben estar
bajo la supervisin y coordinacin del fiscal y del CICPC. Es decir, el factor
clave es la funcin, estas brigadas no investigan sino que abren paso a
los investigadores y tcnicos, y no deben formar parte de un cuerpo de
investigaciones.(29)
As entonces, ante los planteamientos de algunos defensores del empoderamiento del CICPC, quienes consideran que es una amenaza para
esta institucin pasar a ser un ente del MP (previo proceso de despolicializacin del organismo), nuestra posicin pudiera ser afirmativa respecto de
este traspaso. A su vez, sera necesario vulnerar el poder blico del CICPC
como tambin, fortalecer otras reas relacionadas con la naturaleza de sus
funciones de investigacin. A continuacin algunas cifras que legitiman
este planteamiento.
4.1.1. Muertes institucionales (los ajusticiamientos)
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
55
Keymer vila
Partiendo de estos antecedentes se procedi a la elaboracin del cuadro siguiente, en el que se cruza la informacin sobre casos de ajusticiamientos que ocurrieron entre los aos 2000-2007. La informacin que fue
recogida por el MP sobre el nmero de funcionarios, fue discriminada,
tambin, por cuerpo policial. Los datos fueron sistematizados por la Comisin Nacional para la Reforma Policial (CONAREPOL), los resultados
son los siguientes:
Porcentaje
Casos de
ajusticiamientos
Porcentaje
Promedio
de casos por
funcionario
Nmero
aproximado
de vctimas
Promedio aproximado
de vctimas
por funcionario
Policas
estaduales
58.178
54,18%
3714
60,48%
0,06
4197
0,07
Guardia
Nacional
32.800
30,55%
175
2,85%
0,005
198
0,006
Policas
municipales
10.944
10,19%
856
13,49%
0,08
967
0,09
CICPC
5458
5,1%
1315
21,4%
0,24
1486
0,27
Total*
107.380
100%
6060
98,67%
0,05
6848
0,06
Cuerpo
policial
Nmero de
funcionarios
56
Elaboracin y clculos propios con datos de la CONAREPOL (Silva/Hernndez, 2007:195; Antillano/CPDDHH, 2007:83) y de la Direccin de Derechos Fundamentales del MP.
* No se incluyeron los casos de la DISIP (hoy SEBIN), cuerpo que cuenta con el menor nmero de
casos registrados (80 = 1,32%), por no contar con el nmero de funcionarios que posee dicha institucin. En este sentido es necesario resaltar que el total definitivo de casos sera de 6140.
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(el primer lugar lo tienen las policas estaduales que los superan ms de
diez veces en nmero de funcionarios). Presentando los ndices ms altos
de casos y vctimas de ajusticiamientos por funcionario policial, no solo
respecto a cada uno de los otros cuerpos policiales, sino tambin del promedio general de todas las instituciones policiales.
57
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5. Consideraciones finales
5.1. La necesidad del cese de la promiscuidad funcional
58
Un paso importante que puede comenzarse desde ahora para un perodo de transicin hacia esta meta estara en la profundizacin, la garanta
y la materializacin de las potestades disciplinarias del MP sobre los funcionarios del CICPC, lo que ahora con los recientes cambios legislativos
se hace ms cuesta arriba, pero no por ello es imposible. Tambin, es
importante procurar la participacin de esta institucin en la formacin,
seleccin para su ingreso y otorgamiento de ascensos del personal vinculado con la investigacin penal.
Asimismo, el fiscal, para poder ejercer cabalmente su funcin de rector
de la investigacin penal, necesariamente debe tener conocimientos mnimos de criminalstica y medicina legal, aun cuando ello no implique necesariamente una especializacin formal. No se puede controlar y dirigir
lo que se desconoce.
Otra iniciativa significativa es la creacin de la unidad de criminalstica
del MP, que en principio trabaja solo casos de delitos por violacin de
derechos humanos, lo que constituye un primer ensayo para evaluar y
perfeccionar un real ejercicio de direccin de la investigacin penal. Esta
iniciativa permitira que en el desarrollo de las investigaciones penales
por violaciones de derechos humanos, se cuente con una unidad separada de los cuerpos policiales, permitiendo de esta forma que en las
mismas se respete el principio de imparcialidad.
Por ltimo, no se debe olvidar que la polica, los rganos de investigacin
criminalstica, el MP, los tribunales y el sistema penitenciario, son aparatos
represivos de control del Estado, que conforman un sistema integrado.
Ninguno de ellos es neutral como tampoco lo es el Estado, por lo cual de
los contenidos, de los valores e ideologa que tenga el mismo, depender
la direccionalidad del sistema penal. Una sola pieza del sistema no basta
para que el engranaje funcione. Lo esencial es tener claro que la meta es
avanzar hacia el Estado social de derecho y mermar y limitar cada vez ms
al Estado policial.
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Si un despolicializado rgano de investigaciones formara parte de un slido MP, desde el punto de vista orgnico, esa incorporacin sera asumida
por el funcionario de investigaciones, creando un verdadero sentido de
pertenencia al MP, y as el fiscal podra cumplir verdaderamente su funcin
de director de investigacin.
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Keymer vila
BIBLIOGRAFA
Abreg, M., La instruccin como pre-juicio,
Estudios sobre Justicia Penal. Homenaje al
Profesor Julio B. J. Maier, Bs. As., Editores
del Puerto, 2005.
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Venezuela, en La polica venezolana: desarrollo institucional y perspectivas de reforma al inicio del tercer milenio, Caracas, CONAREPOL, 2007, t. I, pp. 17/63.
Antillano, A. y Centro para la Paz y los Derechos Humanos de la UCV, Caractersticas de
la polica venezolana, en La polica venezolana: desarrollo institucional y perspectivas de
reforma al inicio del tercer milenio, Caracas,
CONAREPOL, 2007, t. I,
Antillano, A. y Gabaldn, L, Conclusiones.
Abriendo la Caja Negra: Conocer a la polica
para cambiarla, La polica venezolana: desarrollo institucional y perspectivas de reforma
al inicio del tercer milenio, Caracas, Venezuela.
CONAREPOL, 2007, t. II,
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Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
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(1) Catedrtica de Derecho Penal (Universidade da Corua, Espaa). Marie Curie fellow (Instituto Max Planck de Derecho Penal Internacional y Comparado de Friburgo, Alemania).
(2) Sobre la situacin y el estado de opinin en Argentina, ver Sel, J. M. del, La responsabilidad penal de la persona jurdica. Una visin favorable a su adopcin y un comentario crtico
al proyecto de ley, en Revista de Derecho Penal y Procesal Penal, n 2, 2012, pp. 201/230;
Vzquez, M. A., Una discusin rancia para la poca: responsabilidad penal de las personas
jurdicas s o no. La realidad Argentina, Revista Penal, n 30, 2012, pp. 134/145. Ambos, pero
sobre todo el primero, analizan con detalle la cuestin relativa a las sanciones. Ms antiguo,
es siempre de inters Baign, D., La responsabilidad penal de las personas jurdicas, Bs. As.,
Depalma, 2000.
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Se har foco en las sanciones para personas jurdicas; en la multa especialmente. Pero no se pondr particular inters en las dudas que plantea
su puesta en prctica, sino en su adecuacin y eficacia para cumplir los
objetivos que se le atribuyen en los documentos preparatorios del Anteproyecto: una mayor eficacia represiva en el mbito de los delitos econmicos y de los negocios () que posibilite neutralizar y, en algunos casos,
reparar las lesiones colectivas que producen gravsimos daos econmicos y sociales, regulando as un catlogo de consecuencias que apuntan
bsicamente a la prevencin y reparacin de los daos causados.
(3) Dez Ripolls, J. L., Las penas de las personas jurdicas, y su determinacin legal y
judicial: regulacin espaola, en Fernndez Teruelo, J. G. (dir.), Estudios Penales en Homenaje al Profesor Fabio Surez Montes, Constitutio Criminalis, Carolina, Oviedo, 2013,
pp. 195/196.
(4) No me resisto, sin embargo, a dejar constancia de que, en mi opinin, ni es necesaria ni
conveniente esta forma de responsabilidad, ya que incrementa el estndar probatorio sin
que se gane nada en trminos preventivos.
(5) Las prestaciones obligatorias vinculadas con el dao producido no tienen por qu consistir
en la entrega de una cantidad de dinero o de bienes al Estado, pudiendo estar integradas por
prestaciones de hacer o no hacer.
(6) Sobre las ventajas de esta pena para personas jurdicas, sigue siendo fundamental Fisse,
W. B., Community Service as a Sanction Against Corporations, Wisconsin Law Review 1981,
pp. 970-1017. Ver tambin Gruner, R., Beyond Fines: Innovative Corporate Sentences under Federal Sentencing Guidelines, Washington University Law Review, vol. 71, n 2, 1993,
pp. 292/295.
(7) El rgimen de corporate probation no se corresponde exactamente con la probation prevista para personas fsicas. En efecto, no es una alternativa al pronunciamiento de
la sentencia condenatoria ni a la ejecucin de la pena privativa de libertad, sino una sancin
que pretende asegurar que otra sancin se implementar completamente o que se tomarn
medidas internas adecuadas para evitar la reiteracin delictiva. Al respecto, ver Gruner, R.,
Structural Sanctions: corporate sentences beyond fines, en Lofquist, W.; Cohen, M.; Rabe,
G. (eds.), Debating Corporate Crime, Cincinnati, Anderson Publishing, 1997, p. 297 y ss.;
y Levin, M. H., Corporate probation conditions: Judicial creativity or abuse of discretion?,
Fordham Law Review, vol. 52, 1983, p. 638 y ss.
(8) Gruner, R., Structural Sanctions..., op. cit., pp. 143/145.
(9) Ver Heine, G., Sanctions in the field of corporate criminal liability, en Eser, A. (ed.), Criminal responsibility of Legal and Collective Entities, Freiburg, Max-Planck-Institut fr Auslndisches und Internationales Strafrecht, 1999, p. 241. Se trata de una de las sanciones propuestas
por la Recomendacin N R (88) 18, del Comit de Ministros del Consejo de Europa a los
Estados miembros, relativa a la responsabilidad de las empresas con personalidad jurdica
por las infracciones cometidas en el ejercicio de sus actividades.
(10) Ver la panormica ofrecida por Maglie, C. de, Letica e il mercato. La responsabilit penale delle societ, Giuffre, Milano, pssim, 2002.
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
En el art. 60 del Anteproyecto se recoge el catlogo de las sanciones aplicables a las personas jurdicas. En primer lugar aparece la multa la nica
sancin pecuniaria que se puede imponer a las personas jurdicas,(5) que
analizar en el apartado 3. A continuacin y en segundo lugar, se expone
la pena capital: la cancelacin de la personera jurdica. Luego, siguen una
serie de prohibiciones, medidas e inhabilitaciones que caben considerar
como sanciones privativas y restrictivas de derechos.
65
66
En cualquiera de los casos apuntados, la actividad ilcita ha de haber adquirido preponderancia en el conjunto de actividades de la persona jurdica;
pues, como indica el Anteproyecto: la cancelacin de la personera jurdica
solo proceder en el supuesto en que la persona jurdica tuviere como objetivo principal de comisin de delitos (art. 61.5). Si el ente se utiliza nicamente para la actividad delictiva no cabe duda de que se ha convertido en un
instrumento para la comisin de ilcitos penales y, simultneamente en una
asociacin delictuosa.(13) Ahora bien, si la actividad delictiva se lleva a cabo
de forma paralela a otra u otras de carcter lcito, es necesario determinar si
el volumen de esfuerzo y de dedicacin en medios materiales y/o personal
a la actividad ilcita es claramente superior al de las actividades lcitas que
sirven de cobertura o amparo. En estos casos, la falta de una actividad empresarial real determinar por lo general que el impacto social sea mnimo.
En resumen, no debera bastar la comisin ocasional de algn delito, o
incluso de varios, cuando dichos delitos constituyan accidentales desvia-
(11) Como la llam en su da Rush, F. L., Corporate Probation: Invasive Techniques for
Restructuring Institutional Behavior, en Suffolk University Law Review, vol. 21, Issue 1, 1986,
p. 85, en expresin que ha encontrado el favor doctrinal.
(12) Como ya proponan Baign, D., La responsabilidad penal de las personas jurdicas,
[en lnea] http://forodelderecho.blogcindario.com/2011/02/01594-la-responsabilidad-penalde-las-personas-juridicas-david-baigun.html, p. 262; o Nieto Martn, A., La responsabilidad
penal de las personas jurdicas: un modelo legislativo, Madrid, iustel, 2008, p. 315.
(13) Ver Faraldo Cabana, P., Asociaciones ilcitas y organizaciones criminales en el cdigo
penal espaol, Valencia, Tirant lo Blanch, 2012, p. 133 y ss.
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
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68
Se contempla, en la tercera posicin del catlogo de sanciones para personas jurdicas, la suspensin de actividades durante un mximo de un
ao, si es total; y de seis meses, si es parcial (art. 61.6 y 7). Teniendo en
cuenta que la suspensin de todas las actividades equivale de hecho a
la absoluta imposibilidad de seguir desarrollando el objeto social y, por
tanto, a la cancelacin de la personera jurdica; habr que emplear esta
sancin entendida generalmente como suspensin de algunas de las
actividades, solo en caso de necesidad de contener la continuidad delictiva de una entidad no manejable con el resto de las medidas. As se
apunta en el Anteproyecto, que indica que la suspensin total solo podr
imponerse cuando se empleare habitualmente a la persona jurdica para
la comisin de delitos (art. 61.6). La eficacia de esta sancin est condicionada a la inscripcin de la sentencia en el registro en el que consten los
estatutos y dems circunstancias de la vida social de la persona jurdica,
por lo que habr que librar los mandamientos oportunos.
En cuarto lugar aparece la clausura total o parcial del establecimiento;
tambin durante un mximo de un ao, si es total y, de seis meses, si es
parcial (art. 61.6 y 7). Aun aqu hay que tener en cuenta que la clausura
de todos los establecimientos equivale de hecho a la cancelacin de la
personera jurdica, por lo que habr que ser cauteloso en su aplicacin.
Aunque nada se dispone al respecto; si los locales y establecimientos cerrados pasaran a ser propiedad de terceras personas, fsicas o jurdicas, en
(15) Por ej., el italiano. Ver al respecto Maglie, C. de, Letica e il mercato. La responsabilit
penale delle societ, Milano, Giuffre, 2002, pp. 171/172.
las que no fuera apreciable una sucesin fraudulenta, habra que considerar extinguida la sancin.
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En quinto lugar aparece la publicacin total o parcial de la sentencia condenatoria a costa de la persona jurdica.(16) La comisin ha decidido, a mi
juicio correctamente, hacer uso de la publicidad como sancin.(17) Esta ha
demostrado tener efectos preventivos en mbitos como los fraudes a los
consumidores.
69
3. La multa
70
(19) Es famosa la cita atribuida al primer Barn Thurlow (1731-1806), quien habra preguntado
Did you ever expect a corporation to have a conscience, when it has no soul to be damned,
and no body to be kicked?. El autor que ms ha contribuido a popularizarla es Coffee, J. C.
Jr., No soul to damn: No body to kick: An unscandalized inquiry into the problem of corporate punishment, en Michigan Law Review, vol. 79, n 3, 1981, pp. 386/459.
ciones a las personas jurdicas por parte de los Estados miembros indican
habitualmente que se incluir en todo caso la multa, sin predeterminar su
naturaleza penal o administrativa, pudindose incluir a mayores otras sanciones.(20) Tambin en los ordenamientos europeos la multa se ha convertido en la sancin central y hasta obligatoria en muchos casos para personas jurdicas.(21) Como veremos, no faltan razones para ello. No obstante,
esta preferencia resulta llamativa si consideramos, por un lado, las crticas
negativas que un sector doctrinal ha formulado, ya que, al no resultar una
sancin intimidatoria ms adelante har referencia a los motivos, no
genera efectos preventivos. Por otro, el hecho de que el nivel de la multa se
haya mantenido tradicionalmente bajo sobre todo el de la impuesta por
un proceso penal redujo todava ms sus potenciales efectos preventivos.
3.2. Es la multa la pena ptima para las personas jurdicas?
Como he tenido ocasin de indicar, la multa se configura en los sistemas
penales generalmente como de aplicacin obligatoria, mientras que el
resto de sanciones son de aplicacin potestativa. De esta forma, el juicio
de necesidad de la multa ha sido realizado por el legislador; en cambio,
el del resto de las sanciones, por delegacin de aquel, debe ser llevado a
cabo por el juez o tribunal al analizar cada caso. Sumado a esto, los menores costes estatales que conllevan la ejecucin de la multa y la presuncin
de que tiene un gran potencial disuasorio considerando que la persona
jurdica, al igual que la fsica, hace elecciones racionales sobre la base de
un clculo de costes y beneficios(22) han llevado a la doctrina a afirmar
(20) Tales como la exclusin del disfrute de ventajas o ayudas pblicas, la prohibicin temporal
o permanente del desempeo de actividades comerciales, el sometimiento a vigilancia judicial;
y la medida judicial de liquidacin.
(21) Ver el excelente resumen de la situacin comparada que facilita la obra de Pieth, M. y
Ivory, R. (eds.), Corporate Criminal Liability. Emergence, Convergence, and Risk, Springer,
Dordrecht, 2011.
(22) Es un lugar comn en la doctrina. Ver por todos Chambliss, W. J., Types of Deviance and
the Effectiveness of Legal Sanctions, en Wisconsin Law Review 1967, pp. 705/719; Braitewaite,
J. y Geis, G., On Theory and Action for Corporate Crime Control, Crime and Delinquency, vol.
28, 1982, p. 302; Miller, E. H., Federal Sentencing Guidelines for Organizational Defendants,
en Vanderbilt Law Review, vol. 46, 1993, p. 203 y ss.; Paternoster, R. y Simpson, S., A Rational
Choice Theory of Corporate Crime, en Clarke y Felson, (eds.), Routine Activities and Rational Choice: Advances in Criminological Theory. Vol. 5, New Brunswick, Transaction Publishers,
1993; Ulen, T. S., The Economic Case for Corporate Criminal Sanctioning, en Lofquist; Cohen
y Rabe, (eds.), Debating Corporate Crime, Cincinnati, Anderson Publishing, 1997, pp. 119/141.
En contra de esta presuncin de que la persona jurdica se comporta como la fsica, resultan de
inters Ermann, M. D. y Rabe, G. A., Organizational Processes (not rational choices) Produce
most Corporate Crimes, en Lofquist; Cohen y Rabe (eds.), op. cit.; Laufer, W. S., Corporate
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72
Bodies and Guilty Minds, en Emory Law Journal, vol. 43, 1994, pp. 647/730; Metzger, M. B.
y Scwenk, C. R., Decision Making Models, Devils Advocacy, and the Control of Corporate
Crime, American Business Law Journal, vol. 28, 1990, pp. 323/377.
(23) Ver North, D. C., Institutions, Institutional Change and Economic Perfomance, Cambridge-New York, Cambridge University Press, 1990, p. 17.
(24) Ver Ortiz de Urbina Gimeno, I., El anlisis econmico del Derecho: mtodo til, o ideologa
nefasta?, en Courtis, C. (coord.), Observar la ley, Madrid, Trotta, 2006, pp. 324/325.
(25) Ver Grasmick, H. G. y Bursik, R. J., Conscience, Signficant Others, and Rational Choice:
Extending the Deterrence Model, Law and Society Review, vol. 24, 1990, pp. 837/861;
Piliavin, I.; Gartner, R.; Thornton, C. y Matsueda, R., Crime, Deterrence, and Rational Choice,
en American Sociological Review, vol. 51, 1986, pp. 101/119.
(26) Aqu citado a travs de Becker, G., Crime and Punishment: An economic approach, en
Becker, G. y Landes, W. (Eds.), Essays in the Economics of Crime and Punishment, New York,
Columbia University Press, 1974, pp. 1/54. Ver tambin Becker, G., The Economic Approach
to Human Behavior, Chicago-London, University of Chicago Press, 1976.
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
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74
Pese a la claridad terica de esta propuesta hay al menos dos aspectos que
resultan criticables. En primer lugar, supone asumir un doble rasero penal
que no compensa las desigualdades sociales, sino que las perpeta. En
efecto, en lo que respecta a la multa como pena ptima para las personas
fsicas, la conclusin es que los condenados capaces de pagar la multa
impuesta, por ms elevada que sea, se vern liberados de una condena
de prisin y de las consecuencias que esta supone. Es decir, no solo de la
privacin de la libertad, sino tambin de la estigmatizacin posterior a su
cumplimiento, esto es, de un efecto reputacional.(31) Adems, puesto que
se argumenta sobre la base del efecto posterior que la pena tiene sobre los
ingresos del sancionado y en la medida en que el coste esperado del delito
para un delincuente rico y uno pobre debe ser el mismo, se concluye que
es necesario establecer una probabilidad inferior de condena en el primer
caso que en el segundo. Es decir, el sistema penal tender a sancionar
menos al delincuente que antes de cometer el delito cuente con mayores
ingresos que al que tenga menos, considerando que el coste esperado de
la pena debe incluir tambin los ingresos perdidos como consecuencia de
la estigmatizacin a la que se ver sometido el condenado tras cumplir la
pena, y que sern mayores para el primero que para el segundo. Como
apunta Lott,(32) si los delincuentes pudientes sufren una mayor reduccin
en los ingresos y unos mayores costes de oportunidad perdidos como consecuencia de la pena de prisin, la teora de la pena ptima predice que
se enfrentarn a una probabilidad de sancin menor. Esta formulacin impersonal es engaosa, puesto que lo que se quiere decir es que el sistema
penal debe sancionar en menor medida a los ricos que a los pobres; si se
quiere obtener un sistema ptimo de penas. Slo los individuos incapaces
de pagar la multa han de ser condenados a pena privativa de libertad.(33)
(31) Incluso los estudios realizados por partidarios del anlisis econmico del Derecho apuntan a la existencia de un efecto persistente de la condena a pena de prisin sobre los ingresos y el empleo: el condenado tiene menores posibilidades de encontrar un trabajo tras
la condena, siendo ste, cuando lo consigue, de peor calidad y remuneracin que el que
tena antes. Ver Waldfogel, J., Does Conviction Have a Persistent Effect on Income and
Employment?, en International Review of Law and Economics, vol. 14, n 1, 1994, pp. 103/119.
(32) Lott, J. R. Jr., Do We Punish High Income Criminals Too Heavily?, en Economic Inquiry
vol. 30, 1992, p. 585.
(33) Posner, R. A., Economic Analysis..., op. cit., p. 363; y Posner, R. A Optimal Sentences,
op. cit., p. 413.
Una crtica ms general sugiere que la perspectiva adoptada desde el anlisis econmico del derecho prescinde de que el derecho penal es de por
s antieconmico. Como apunt en su da Frank von Liszt, la pena es un
arma de doble filo; tutela derechos por medio de la lesin de derechos.
La aplicacin de la pena impone a la colectividad costes elevados, no para
producir beneficios, sino para producir ulteriores daos al reo, a su familia y
a la propia colectividad; sin indemnizar el dao originalmente causado a la
vctima o a la colectividad. El derecho penal juridifica fenmenos y comportamientos sociales per se irracionales en cuanto a que son contrarios al paradigma del bien social y a sus reglas. Distinto ocurre en otros sectores del
ordenamiento, donde no est concebido para compensar el colosal desequilibrio econmico del sistema, completamente volcado del lado de los
costes. En el contexto del derecho penal ninguna eleccin, ni individual ni
institucional, se puede explicar completamente acudiendo solo a trminos
econmicos a travs de un anlisis de coste-beneficio; dado el profundo sentido tico que lo informa (la orientacin a valores es fundamental),(34)
por una parte, y las necesidades psicosociales de pena,(35) por otra.
A ello se aade que la aplicacin especular invertida de la ley de la oferta
y la demanda al Derecho Penal no es sostenible. Como seala Paliero,(36)
esta ley pretende explicar la distribucin en el mercado de bienes que
suponen una ventaja para los actores en el mercado para todos, tanto
para el productor como para los consumidores. Presupone adems un
modelo de comportamiento dirigido a incentivar las decisiones relativas a
los bienes, no a desincentivarlas. Por el contrario, la lgica que subyace al
(34) Como apuntan Lewin, J. L. y Trumbull, W. N., The Social Value of Crime?, en International Review of Law and Economics, vol. 10, 1990, pp. 271/284, el elemento normativo del
Derecho Penal debe ser siempre tenido en consideracin. Ver. tambin Dau-Schmidt, K. G.,
An Economic Analysis of the Criminal Law as Preference Shaping Police, en Duke Law
Journal, n 1, 1990, pp. 1/38.
(35) Sobre la necesidad social de pena ver Garland, D., Punishment and Modern Society,
Oxford, Oxford University Press,1990.
(36) Paliero, C. E., Leconomia della pena, en Rivista Italiana di Diritto e Procedura Penale
2005, p. 1372.
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Este planteamiento no hace ms que perpetuar el crculo vicioso de la delincuencia. Son siempre los mismos los que sufren el estigma de la prisin:
los pobres. Mientras que, quienes pueden permitrselo, sern sancionados
con multas no estigmatizantes cuya imposicin no tiene los mismos efectos que la prisin.
75
76
mercado de la pena es justamente la inversa: en este mercado se distribuye un bien negativo la pena que supone costes para todos y no
aporta ningn beneficio, ni pblico ni privado. Es un mercado cuya lgica
se orienta a deprimir y no a desarrollar sus propias dinmicas. Sobre
todo a desincentivar tanto la demanda de pena por parte del reo a travs de su comportamiento criminal, como su oferta por parte del Estado.
Cierto es que en este mercado hay un beneficio final, representando por
el mantenimiento del orden social gracias a la prevencin de los delitos.
Pero este beneficio no es cuantificable, ergo no es apreciable en trminos
econmicos. Para terminar, tanto el comportamiento del actor institucional como el de los actores individuales en este mercado es, al menos en
parte y en algn caso completamente, inelstico; es decir, insensible a
modificaciones en la cantidad y precio del bien ofrecido por el mercado
de la pena. Dicho brevemente, buena parte del comportamiento criminal no responde a los parmetros de una eleccin racional, como nos
indican los estudios dedicados a la tipologa criminal. Existen crmenes
pasionales, subculturas criminales que no responden a una racionalidad
econmica. En ocasiones, incluso los delincuentes racionales por excelencia, las personas jurdicas, actan de forma irracional. As ocurre cuando
la infraccin surge de la ignorancia o de la falta de capacidad tcnica u
organizativa de cumplimiento de la norma, con independencia del nivel
de la multa. A ello se suma que hay indicios de que la maximizacin del
beneficio puede no ser una explicacin adecuada del comportamiento
corporativo en absoluto, pues, por ej., el deseo de ascender de los gestores de nivel medio y alto y las luchas de poder entre grupos de accionistas
en empresas cotizadas son motivaciones importantes.(37)
En segundo lugar, sigue siendo difcil determinar el nivel ptimo de la multa. La mayora de los delitos imputables a personas jurdicas son delitos
socioeconmicos en sentido amplio, con una tasa muy baja de descubrimiento, y todava menor de persecucin y condena. La percepcin de la
amenaza que supone la imposicin de la sancin refleja la probabilidad
de que esta no se imponga. Hay que conocer y tener en cuenta este dato
a la hora de determinar el importe idneo de la multa, lo que explica que
siga existiendo una amplia controversia al respecto.(38) En cualquier caso,
(37) Ver Levin, M. H., Corporate probation conditions..., op. cit., p. 641.
(38) Ver Gruner, R. S., Structural Sanctions..., op. cit., pp. 147/148; Heine, G., Sanctions,
op. cit., p. 242 y ss.
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Estas son crticas habituales, repetidas hasta la saciedad por los comentaristas. Sin embargo, en mercados muy competitivos no resulta fcil para las
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excepcional en este sentido el trabajo de Vaughan, D., The Challenger Launch Decision, University of Chicago Press, Chicago, 1996. Por su parte, Paternoster, R. y Simpson, S., Sanction
Threats and Appeals to Morality: Testing a Rational Choice Model of Corporate Crime, en
Law and Society Review, vol. 30, n 3, 1996, p. 549 y ss., descubrieron que las consideraciones morales constituyen para administradores y directores una fuente importante de control
social, hasta el punto de condicionar los efectos de factores ms racionales. Solo en reas
en que se debilita la inhibicin moral predominan las consideraciones de tipo instrumental.
(45) Cuando la persona jurdica se resfra, estornuda otro. Coffee, J. C. Jr., No soul to
damn..., op. cit., p. 401.
(46) Ver Rush, F. L., Corporate Probation..., op. cit., p. 455.
(47) Ver sin embargo Coffee, J. C. Jr., Making the Punishment, op. cit., p. 6. En el sentido del
texto, al entender que la multa no hace ms que privar a los accionistas del enriquecimiento
injusto que experimentaron con el delito. Ver McAdams, J. B., The Appropriate Sanctions for
Corporate Criminal Liability: An Eclectic Alternative, en University of Cincinnati Law Review,
vol. 46, 1977, pp. 994/995. A ello apuntan tambin Kreiner Ramirez, M., The Science Fiction of Corporate Criminal Liability: Containing the Machine through the Corporate Death Penalty, en Arizona Law Review, vol. 47, 2005, p. 991 y ss; Maglie, C. de, Letica e il mercato, op. cit., pp. 347/348.
(48) Ver Kennedy, C., Criminal Sentences for Corporations: Alternative Fining Mechanisms,
en California Law Review, vol. 73, Issue 2, 1985, p. 455.
(49) Coffee, J. C. Jr., No soul to damn..., op. cit., pp. 401/402.
(50) Ibid., pp. 401/402; Levin, M. H., Corporate Probation Conditions..., op. cit., p. 639;
Orland, L., Reflections on Corporate Crime: Law in Search of Theory and Scholarship, en
American Criminal Law Review, vol. 17, 1980, p. 516.
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
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En mi opinin, el sistema de das-multa presenta algunas desventajas significativas en relacin con las personas jurdicas. En primer lugar, la cuota
diaria mnima, que se pretende que est al alcance de las entidades con
menos recursos, suele ser demasiado baja, lo que la convierte en poco
intimidatoria. Por su parte, tambin suele ser demasiado baja la cuota diaria mxima, que ni siquiera combinada con la extensin temporal mxima
resulta intimidatoria para las grandes empresas que dominan el panorama
internacional. Por ejemplo, en Espaa el importe de la multa penal para
las personas jurdicas oscila as entre un mnimo de 5400 y un mximo de
nueve millones de euros. Estas cifras pueden parecer bastante elevadas,
al menos en comparacin con las previstas en algunos pases,(55) pero tambin hay ordenamientos jurdicos que no prevn un lmite mximo, como
Inglaterra y Pas de Gales. Sin olvidar que hay multas administrativas de
importes que pueden ser muy superiores.
80
do, el valor del objeto o la cantidad defraudada o indebidamente obtenida, el monto de la operacin en infraccin, y por tanto no es susceptible
de modulacin por el juez o tribunal.
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Otras veces el importe inicial ya es indicador de una cierta capacidad econmica. Esto es lo que ocurre, por ej., cuando el delito de lavado de activos se castiga con una pena de multa de dos a diez veces el valor de los
bienes objeto del delito. Pues si la cuanta lavada es elevada si ha de
superar un determinado lmite, fijado en 300.000 pesos se trata de un
indicio, al menos indirecto, de que las ganancias procedentes del delito
son proporcionalmente elevadas.
(56) Ver Baucells Llads, J., Art. 52, cit., pp. 537/538.
81
(58) En su prembulo seala que las partes estn decididas a privar a las personas dedicadas al
trfico ilcito del producto de sus actividades delictivas y eliminar as su principal incentivo para
tal actividad.
82
(59) El art. 12 de la Convencin de las Naciones Unidas sobre la criminalidad transnacional organizada, de 12 de diciembre de 2000, se dedica al comiso del producto de todos los delitos que
abarca. Mientras que el art. 13 regula la cooperacin internacional para fines de comiso. La Convencin de Naciones Unidas contra la corrupcin, abierta a la firma en la Conferencia Poltica de
Alto Nivel celebrada en Mrida (Mxico) del 9 al 11 de diciembre de 2003, regula el comiso bajo
principios semejantes en su art. 31. En el marco del Consejo de Europa, destaca el Convenio de
Varsovia, de 16 de mayo de 2005, relativo al blanqueo, seguimiento, embargo y decomiso de los
productos del delito y a la financiacin del terrorismo, que recoge el anterior Convenio relativo al
blanqueo, seguimiento, embargo y decomiso de los productos del delito, hecho en Estrasburgo
el 8 de noviembre de 1990. Por su parte, la Recomendacin Rec. (2001) 11 del Comit de Ministros del Consejo de Europa, sobre principios directrices en la lucha contra el crimen organizado,
insiste en la importancia del embargo, comiso y confiscacin de las ganancias procedentes del
delito como medio de lucha contra esta delincuencia.
(60) As se afirma, entre otros documentos, en la Comunicacin de la Comisin al Parlamento
Europeo y al Consejo sobre Productos de la delincuencia organizada. Garantizar que el
delito no resulte provechoso, COM (2008) 766 final, Bruselas, 20/11/2008, p. 4.
(61) En lo que respecta a la normativa internacional, la primera alusin directa a la posibilidad de que los Estados permitan la confiscacin sin condena penal se encuentra en el
art. 54 de la Convencin de las Naciones Unidas contra la Corrupcin (aprobada en Mrida
en diciembre de 2003 y que entr en vigor el 14 de diciembre de 2005), segn el cual 1. Cada
Estado Parte, a fin de prestar asistencia judicial recproca conforme a lo dispuesto en el art. 55
de la presente Convencin con respecto a bienes adquiridos mediante la comisin de un
4. Conclusiones
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
83
84
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En segundo lugar, hay que tener en cuenta tambin que la sola imposicin
de una multa a personas jurdicas no traslada a la sociedad la idea de que
la conducta criminal es socialmente intolerable, sino que da la impresin
de que el delito es aceptable siempre que la empresa pague el precio,(66)
lo que disminuye la confianza de la comunidad.
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88
La discusin sobre
la democratizacin
de los sistemas
de justicia
PRESENTACIN(1)
Los cuestionamientos sobre el funcionamiento real del sistema de administracin de justicia en nuestro pas no son nuevos, en absoluto. Existen
desde hace dcadas voces que se alzan en sectores del propio seno del
Poder Judicial y en algunos mbitos acadmicos aunque, por supuesto,
con niveles poco audibles ya que el espritu corporativista, conservador
y muchas veces contra-mayoritario de algunos sectores enquistados de
aquel Poder, se encarg con xito de acallarlas.
A ello debe aunarse la crisis de legitimidad y la desconfianza que existe en
la poblacin en general con respecto a la actuacin de los tribunales de
nuestro pas, ciudadana que, por cierto, se encuentra ajena a lo que ocurre
al interior de las agencias judiciales, sea porque no existen mecanismos comunicacionales adecuados mediante los cuales puedan informarse sobre la
actuacin en concreto de los magistrados; sea porque no existe una cultura
de rendir cuentas sobre los fines perseguidos, los medios utilizados para
ello y los consecuentes resultados obtenidos; sea porque continan enraizadas prcticas de lgicas y lenguajes encriptados que tienen como corolario
evidente, obstaculizar la participacin social.
Sin embargo, las profundas injusticias provenientes paradjicamente del
sistema de administracin de Justicia, han puesto en crisis el statu quo imperante visibilizando la necesidad de un cambio que abre paso a una impostergable discusin social acerca del rol y la funcin de las agencias y operadores
judiciales.
(1) Por Martn G. Degoumois. Abogado (UBA). Secretario de Redaccin, Revista de Derecho
Penal, Ediciones Infojus, Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nacin. Colaborador tcnico-jurdico en el mbito de la Comisin para la Elaboracin del Proyecto de Ley de
Reforma, Actualizacin e Integracin del Cdigo Penal de la Nacin.
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
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presentacin
En este contexto se inscriben los artculos de los Dres. Julin lvarez, Javier A. De Luca, Mara Laura Garrigs de Rbori, Alejandra Gils Carb,
Alejandro Slokar y E. Ral Zaffaroni, quienes abordarn la cuestin desde
sus sagaces puntos de vista, ilustrndonos sobre diversos debates que se
vienen llevando a cabo.
As, a travs de la experiencia adquirida desde la Procuracin General de
la Nacin, Gils Carb detecta y seala numerosos puntos que ameritan
ser revisados tales como el carcter vitalicio de los magistrados; la falta de
control de su gestin y el seguimiento de su actividad; leyes procesales y
prcticas judiciales alejadas del pueblo; la persistencia del sistema inquisitivo en el mbito penal nacional; la necesidad de legislar sobre el principio
de oportunidad procesal; etctera.
Por otra parte, invita a cambiar el enfoque con que tradicionalmente se
concibi al derecho, considerando que debe abandonarse ese carcter
inmutable e intangible que se le ha atribuido, y en su lugar, considerarlo
como un acuerdo siempre revisable entre grupos e intereses en conflicto,
donde hay un equilibrio que es flexible, porque se adapta a la historia, a
la evolucin y a los cambios sociales.
92
Por su parte, De Luca seala que la democratizacin del sistema de Justicia implica un nuevo reparto del poder que genera resistencias en muchos
magistrados que no se resignan a ceder parte de su poder, perdiendo as
de vista su misin como instrumentos del bien comn.
Adems, sugiere como herramientas democratizadoras: la celebracin de
concursos abiertos y transparentes que permitan que los cuadros judiciales se conformen con personas de todos los estratos sociales y distintas
ideologas; polticas de gestin que eviten, entre otras cosas, el mtodo
de resolver los casos nicamente midiendo los tiempos polticos o sociales, y no los procesales; la rotacin permanente de los sujetos procesales;
la separacin de las funciones jurisdiccionales de las presupuestarias y
administrativas; el mayor acceso a la justicia de los sectores desaventajados,
y la participacin ciudadana en todos los estadios donde ello sea posible.
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
Garrigs de Rbori tambin reconoce la importancia de que los operadores judiciales provengan de diversos sectores sociales, ya que el sistema
jurdico y la realidad de la que aquel forma parte, se leen y se conocen
a travs de ellos y de su ideologa, y por ello sostiene que deben implementarse, sin demora, mecanismos que permitan un ingreso democrtico.
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E. Ral Zaffaroni
E. Ral Zaffaroni(1)
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
95
E. Ral Zaffaroni
Por otra parte, conoc tambin a la ltima generacin de viejos oficiales primeros, que nunca haban estudiado derecho o superado el primer ao, y
eran los mejores para la delegacin porque eran los que ms saban, porque para la labor cotidiana burocrtica no se necesita saber derecho, se necesita tener unos cuantos formularios en la cabeza y estar instruido para eso.
Para la burocracia, si se sabe teora del delito o no sabe teora del delito,
si se sabe teora del proceso o si se sabe cul es la naturaleza de la accin, todo eso es absolutamente innecesario; de modo que no veo por
ah la cosa.
Lo que si veo es el perfil del juez, y eso si es cierto porque como explicaba
la Dra. Garrigs, ese aprendiz va introyectando valores, no solo la forma de
hacer los formularios esos, sino valores. Si uno analiza la estructura de los poderes judiciales ve que hay jerarquas, as como las militares. Est el teniente
primero que es el secretario. Del teniente primero para abajo est la tropa,
y para arriba est la oficialidad. La diferencia es que la oficialidad se forma
entre la tropa: todo oficial y futuro teniente primero fue formado en la tropa.
Cuando se llega a teniente primero a secretario, se tiene que dar un salto cualitativo: mudarse a determinado barrio, practicar determinado deporte, tener determinado auto. El poder judicial es endogmico, y por regla general, el sujeto que ingresa queda viviendo en un gueto el resto de su vida.
96
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los movimientos nacionales y populares. Empezaron con nuestra independencia, liberales eran nuestros libertadores, solo que despus los asaltaron y les robaron el liberalismo el ttulo, entre tantas cosas que robaron
en el asalto, y lo arrastraron por el fango de la historia. Y bueno, San
Martn se dio cuenta que lo iban a matar y se fue un rato antes. A Bolvar,
un ratito antes lo mat la tuberculosis, sino lo iban a matar en un segundo
atentado. Monteagudo no lleg a tiempo y lo agarr la pualada en Lima.
Moreno sufri un extrao accidente en el mar.
97
E. Ral Zaffaroni
Fuera de ese supuesto, hay dos posibilidades: o el proceso de redistribucin de renta contina, como en Estados Unidos con el caso de Roosevelt,
y ah el judicial se acomoda, y algn ministro cambi el voto, y despus
otros eventos permitieron que Roosevelt recompusiera la Corte, o no se
acomoda, y hay que tomar alguna medida de destitucin, como fue el
juicio poltico a la Corte de Repetto en la Argentina en el ao 47. Tambin puede pasar que el proceso de redistribucin de renta regrese, que
haya una regresin poltica como pas con el advenimiento del nazismo
en Alemania, y el Poder Judicial, que haba resistido la redistribucin y que
provena del Imperio, recibi con aplausos la dictadura nazista, o como
pas en Chile, donde el Poder Judicial que haba resistido la redistribucin recibi con aplausos a Pinochet.
Son conflictos que siempre ha habido en los poderes judiciales, y mostrarlos de esta manera deja al descubierto que se trata de un poder que toma
decisiones polticas, que no sern partidistas pero son polticas en el sentido amplio del gobierno de la polis, y que se toman conforme a cierta concepcin del mundo, conforme a cierta mentalidad. Quien no tiene ideologa no puede integrar un poder judicial. Porque si no se tiene ideologa y no
se tiene una concepcin del mundo, lo mejor que podemos hacer, aunque
yo soy enemigo de las medidas de seguridad, es internarlo. Quien no tiene
ideologas es porque no tiene ideas.
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Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
tienen parientes o amigos jueces, y para tenerlas hay que prepararlos para
que puedan presentarse con xito a los concursos. Creo que esa es una
de las funciones importantsimas que pueden cumplir estas universidades.
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Los trminos justicia y democracia muchas veces pueden resultar indefinidos porque son demasiado generales. Es por esto que debemos comenzar precisando de qu hablamos cuando hablamos de la democratizacin
de la justicia o de la justicia democrtica.
Cuando hablamos de justicia nos referimos a la administracin de la justicia. Es decir, a la administracin que las personas intentan hacer de la solucin de los conflictos; que es algo distinto del valor supremo. Y cuando
hablamos de democracia, inequvocamente, nos estamos refiriendo a la
participacin del pueblo en las instituciones que le dan gobierno.
En nuestro pas no hay participacin popular en el sistema de justicia, ni
en la seleccin, nombramiento o remocin de los magistrados. Todos esos
procesos son llevados adelante por una minora de abogados calificada en
el marco de un sistema donde, tradicionalmente, se ha dado prevalencia
a relaciones de parentesco y de vnculos que impiden que los distintos
estratos sociales estn representados en la administracin de justicia.
Adems, una misma persona permanece en el cargo, por lo que adquiere
caractersticas monrquicas. Los cargos superiores, incluyendo el mo, son
vitalicios, algo que no se ve en la mayora de las constituciones modernas.
Los mismos magistrados asumen ese aire monrquico cuando se hacen
llamar Vuestra Excelencia o Vuestra Seora, expresiones alejadas
de los valores republicanos y de un sentido de servicio a la comunidad.
Adems,el academicismo pomposo y el lenguaje crptico, tambin presentes en muchos sectores de la administracin de la justicia, son sntomas
de oscurantismo.
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101
102
Si bien a partir del ao 1983 hubo un recambio importante en la administracin de justicia, a la que se sum un nuevo diseo del rgimen de
seleccin de magistrados e importantes reformas procesales, no se lleg
todava a dar ese salto cualitativo necesario para que exista un verdadero
puente de comunicacin entre la justicia y la sociedad. Para ello estamos
trabajando todos los das. Pero existen normas y prcticas judiciales que
obstaculizan el cambio. Por ejemplo, en el mbito no penal es muy relevante el predominio del escrito que mediatiza el vnculo entre el juez y la
realidad. En algunos fueros penales es el juez el que se mantiene alejado
y termina adoptando una postura indiferente ante problemticas sociales.
Un juez que no ve a las partes tambin es un juez que no da la cara.
Hay prcticas judiciales que estn asimiladas y que se repiten por inercia.
Una amiga abogada fue una vez con una clienta, una mujer golpeada, a
ver al juzgado el expediente donde estaba imputado el ex marido por las
lesiones. El empleado que le iba a dar el expediente, cuando ve la cara de
la mujer todava con las marcas de las agresiones, lo toma y le dice no,
usted no es parte. Porque la vctima en un sistema inquisitivo como el
que tenemos en la justicia nacional y federal no posee un rol relevante
en el proceso.
El formalismo al que seguimos atados, los plazos, las caducidades, las negligencias expresin de una burocracia exacerbada y la mala utilizacin
del principio de congruencia he visto numerosos dictmenes o fallos donde se dice el abogado no dijo, el abogado no controvirti hacen que
los juicios sean ganados por los que pueden pagar los mejores abogados.
El dictamen de un fiscal no debera regirse por estos factores, porque el
fiscal es el defensor del inters general de la sociedad y tiene que tener su
propia opinin. Tiene que tener un rol relevante a la hora de compensar
las asimetras.
Uno de los aspectos que ms revela el atraso del sistema de justicia en
cuanto a brindar un servicio a la comunidad es la subsistencia de un modelo inquisitivo en materia procesal penal en el sistema federal. Es llamativo
que en casi todos los pases de Latinoamrica, hace tiempo, se haya instalado el sistema acusatorio. As ocurre en Mxico la Constitucin federal
estableci la obligatoriedad del sistema acusatorio y se est discutiendo un
cdigo nico; Guatemala; El Salvador; Honduras; Nicaragua; Costa Rica;
Panam en proceso de implementacin; Repblica Dominicana; todo
el Caribe anglosajn desde siempre; Colombia; Ecuador; Per en
proceso de implementacin; Bolivia; Venezuela; Chile y Paraguay. A la
vez, en la Repblica Argentina ya se ha instalado el sistema acusatorio en la
provincia y la ciudad de Buenos Aires. En Crdoba, Salta, Jujuy, Tucumn,
Chaco, Catamarca, Santiago del Estero, Entre Ros y Mendoza estn en proceso de implementacin gradual. En Santa Fe comienza el 11 de febrero de
2014; en Chubut empieza en enero; en La Pampa, lo estn discutiendo en
el Parlamento con aprobacin prxima, al igual que Ro Negro y Corrientes.
Es decir, los nicos pases que no han implementado un modelo acusatorio penal en Amrica Latina son Argentina en el sistema federal, Uruguay, que tiene un proyecto en discusin parlamentaria, y Brasil, que tiene
reformas parciales y un proyecto en el Parlamento.
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Cmo puede ser que los derechos de una persona dependan del abogado
que pueda pagar?, cmo puede ser que una persona pueda perder sus
derechos por tener un mal abogado?
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Hoy sucede que la actuacin del fiscal est condicionada segn el juez
decida si este debe investigar o no. En algunas jurisdicciones se delega en
el fiscal el 90% de las causas; mientras que, en otras, se delega solamente
el 5%. Esta falta de definicin hace que, al fin y al cabo, no se dote a los
fiscales de la estructura necesaria para llevar adelante una investigacin.
104
El sistema acusatorio permite distribuir los casos entre fiscales especializados para casos complejos y por materia. En ningn pas de Latinoamrica ocurre lo que sucede ac: el mismo fiscal recibe las denuncias por
violencia de gnero, por estafas, por homicidios, por cheques en blanco,
por crmenes relacionados con el narcotrfico, y, adems, los investiga con
el mismo equipo, con la misma capacitacin, y solo con abogados. Lo
que hoy predomina en el resto de la regin es la multidisciplinariedad.
Tanto criminalistas como antroplogos, socilogos, trabajadores sociales,
ingenieros y contadores participan en la investigacin en los ministerios
pblicos fiscales modernos. Pero crear esas estructuras no tiene sentido
mientras no se defina quin va a investigar.
La reforma procesal permitira, adems, que la investigacin se realizara coordinando fiscales con fuertes organizaciones administrativas al servicio de las
metas de celeridad y eficiencia, con control de la gestin, con rendicin de
cuentas y planificando para posibilitar una asignacin estratgica de los recursos. Pero, sobre todo, para no dejar al Ministerio Pblico sometido a la versin
policial, porque contara con cuerpos propios de investigadores y peritos.
Esta reforma tambin brinda la posibilidad de articular una poltica de persecucin penal con otros actores para detectar las redes criminales, en
lugar de perseguir a los eslabones ms bajos de la cadena, y para informar
sobre esto a los hacedores de polticas pblicas.
Pese a la indefinicin de nuestro sistema procesal, durante mi primer ao
de gestin hemos utilizado todos los dispositivos que la ley habilita a la
Procuradora General para disear la poltica criminal, poniendo en marcha equipos altamente especializados para que asistan a los fiscales en
materias centrales. As lo hicimos, por ejemplo, al crear la Procuradura
de Narcocriminalidad, cuya actuacin este ao fue preponderante en los
graves conflictos que desat el narcotrfico en las provincias de Crdoba y
Santa Fe, donde los fiscales denunciaron a los propios jefes de las Policas
locales, posteriormente destituidos. Tambin lo hicimos con la Procuradura de Trata de Personas, que rescat a ms de mil vctimas en cinco aos;
la Procuradura de Lesa Humanidad, que tuvo una actuacin determinante
en los juicios donde se investigan las violaciones a los Derechos Humanos
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que hoy tenemos es una enorme cantidad de personas detenidas sin sentencia firme. Estas quedan estigmatizadas y sufren gravsimas violaciones
de derechos humanos en las crceles; aunque luego, en muchos casos, se
determine que son inocentes.
105
y que hoy nos permite decir que hay ms de 1000 personas procesadas y
420 condenas dictadas; el Programa de Violencia de Gnero (inaugurado
este ao) que revirti historias de impunidad porque aborda las causas
con la debida comprensin de los conflictos evitando la revictimizacin; la
Procuradura de Violencia Institucional a cargo de Abel Crdoba (creada
el mismo ao), que marc un antes y un despus de sus inspecciones a
las crceles y lugares de encierro; la Cmara de Casacin, que contribuy
mediante el impulso dado por su presidente Gustavo Hornos a travs de
la Comisin de Crceles; y, finalmente, la Procuradura de Criminalidad
Econmica (PROCELAC), que ha dado en este ao cifras inditas en la
lucha contra el lavado de dinero embargos por 87 millones de pesos,
aproximadamente; 11 inhibiciones generales; 5 intervenciones judiciales
de personas jurdicas; 257 medidas cautelares obtenidas embargando 137
automotores; 35 inmuebles; 26 cuentas bancarias secuestrando 59 armas
de fuego y cifras varias veces millonarias en efectivo, datos jams vistos en
el Ministerio Pblico y que causaron gran preocupacin a sectores que
tenan garantizada la pasividad.
106
Pero, al poco tiempo, comenz una transformacin de la estructura ocupacional: el asalariado dej de formar parte de un bloque porque el sistema
fabril dio paso a la irrupcin de los servicios. Tambin creci la informalidad
laboral por influencia de las leyes de flexibilizacin que fueron diseminndose en muchos pases. Se volvi entonces a un criterio de universalidad de
los derechos sociales, porque se advirti que dar beneficios al trabajador
no era suficiente para atender a las necesidades bsicas de muchos grupos.
Naci, por lo tanto, un derecho de las desigualdades, que es un instrumento de equiparacin y compensacin. Se empez a focalizar en los sectores
ms postergados para identificar cules son las barreras y remover esas pautas de neutralidad que constituan barreras de acceso y estigmatizaciones.
El derecho dej de ser entonces la mera enunciacin de lo que se debe y
de lo que no se debe hacer para concebir a las personas y a los conflictos
como dos trminos de una relacin y para comenzar a entender el conjunto de las relaciones sociales como algo conflictivo; abandonando ese criterio universalista del derecho de igualdad para todos, porque se advirti
que, en ocasiones, poda servir como instrumento de opresin.
As surgieron los derechos sociales. Estos son los derechos de preferencia, de no reciprocidad, de discriminaciones positivas. Porque lo que en
stos predomina es la solidaridad. En estos, el inters general mantener
la interaccin de solidaridades a travs de compromisos renovables asumidos por la sociedad pasa a ser una meta. El reconocimiento de un
conjunto de derechos ya no implica necesariamente la exclusin de otros.
La composicin de intereses no es la victoria de unos sobre otros, sino la
reafirmacin de la solidaridad.
Este derecho ya no es algo inmutable o intangible. Es un acuerdo, un compromiso siempre revisable entre grupos e intereses en conflicto. Hay un
equilibrio flexible, adaptable a la historia y a los cambios sociales y ya no
involucra una visin de la justicia con los ojos vendados y la espada en la
mano. Esta nueva justicia tiene los ojos bien abiertos para ver las desigualdades materiales, la falta de oportunidades y para buscar una compensacin basada en un acuerdo solidario. Esto es, en sustancia, una justicia
democrtica, una justicia para todos y todas.
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ALEJANDRO SLOKAR(1)
Discurrir sobre el par conceptual Poder Judicial/democracia, en su cumpleaos nmero treinta, en nuestro pas, creo que importa no solo enunciar deudas pendientes, sino tambin, y ante todo, denunciar a la Justicia
como parte de la injusticia en tanto mecanismo que genera y reproduce
en nuestra regin condiciones de desigualdad social.
Desde luego que el desempeo de los jueces en un determinado momento histrico depende siempre de realidades concretas, del nivel de
desarrollo de un pas, y tambin del lugar que ocupe ese pas en el sistema
econmico y poltico mundial.
Este, el de la democracia y el judicial, casi como cualquier tema, no puede
formularse de un modo abstracto, porque desde luego las ideas no existen
con prescindencia de los sujetos y de los procesos sociales que ocurren en
determinadas circunstancias, tanto econmicas insisto como polticas.
A mi modo de ver, el desarrollo del tema debera atender, cuanto menos,
cuatro factores fundamentales. El primero, el de la cultura jurdica dominante; el segundo, el de la formacin profesional, y lo digo en esta universidad;
el tercero, el de la organizacin judicial y los mecanismos del proceso; y un
cuarto y ltimo acerca de los patrones y las orientaciones polticas de las
asociaciones de jueces.
En principio, se podra decir que cualquier sociologa del Poder Judicial
desde un enfoque crtico o sea, analtico, pero tambin desenmascarador informa que los jueces se destacan por su conservadurismo, por su
(1) Juez de la Sala II de la Cmara Federal de Casacin Penal. Profesor titular de la Facultad
de Derecho (UBA) y de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de La Plata.
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alejandro slokar
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Qu se dice respecto a la primera? Se vincula a la formacin de la voluntad de la mayora por va de la representacin poltica, obtenida desde luego electoralmente. Y viene a cuestionar el perfil democrtico de la
intervencin judicial, debido a que, en primer lugar, los magistrados no
somos elegidos, y agregara fundamentalmente en tanto y en cuanto
ese contenido de actuacin interfiera con el poder poltico, sea Ejecutivo
o Legislativo. Creo convenir con todos que la legitimidad del Poder Judicial, dado ese carcter estructural no electivo, tiene por fuente la defensa
de los derechos vulnerados contra los poderes, formales pero tambin
privados, en el ejercicio de la proteccin de los ms dbiles frente a los
ms fuertes.
Y acerca de la pregunta de la capacidad? Esta habitualmente se dirige
a los medios de los que dispone la justicia para llevar adelante en forma
eficaz su actuacin, o sea en particular, los modelos de procedimiento y de organizacin frente a recursos humanos e infraestructura relativamente inelsticas. En ese orden, todo aumento exagerado de la demanda
de actuacin del judicial, podra se dice llevar a la frustracin de lo
que es la tutela judicial efectiva. Me cabe advertir en este aspecto cierta
tendencia que en algunos casos se denuncia como mcdonalizacin,
y que se relaciona con las pretendidas ventajas del ofrecimiento de reformas de carcter procedimental que vienen impuestas siempre de afuera
hacia adentro y, sobre todo, de arriba hacia abajo. Cuidado: porque lo
instrumental es solo un aspecto, y me atrevo a decir secundario.
Frente a esto, el protagonismo judicial es producto de un conjunto de factores que, desde luego, evolucionan histricamente, lo que cuanto menos
hace necesario una visin retrospectiva de la funcin de decir el derecho en el ltimo siglo y medio.
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alejandro slokar
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Claro que este calendario histrico rene cortocircuitos en nuestra Amrica Latina, porque los tres periodos analizados no se reeditan automticamente debido a que por empezar la estabilidad democrtica tuvo
lugar hace cinco o tres dcadas segn el pas y, en sus ciento cincuenta
aos de existencia, los pases sufrieron largos periodos de dictaduras. Y
ello explica que estos regmenes no tuvieran grandes problemas en salvaguardar la independencia de los jueces entendida solo desde una perspectiva clsica y liberal, ya que estaba garantizada su neutralidad poltica
y su tcnica pretendidamente asptica e impoluta poda ponerse, y se
puso, al servicio de cualquier dictadura.
En definitiva, quiero sealar que la independencia de los jueces en la matriz liberal es absolutamente compatible con regmenes no democrticos.
El control poltico es ejercido bsicamente por la exclusin de los jueces
de reas de conflicto polticamente importantes. Luego, tambin, por formas de disciplinamiento interno, cuando no de autocensura, dentro de
una estructura jerrquicamente dependiente. Esta estrategia garantiz al
poder judicial una supervivencia relativamente disimulada en muchos pases hasta el da de hoy.
Aunque cabe otra advertencia: esta matriz judicial aparece incubada en
facultades de derecho intelectualmente anquilosadas, dominadas por
Pero de alguna manera, tambin, de aquellos Jueces para la Democracia o Magistratura Democrtica de los albores de la democracia arribamos a esta Justicia Legtimacomo un nuevo paradigma que implique
la apertura a escuchar las voces de las comunidades y de las organizaciones territoriales de base, sean urbanas o rurales, para entenderlas e
interpretarlas cuando nos interpelan por Justicia, introduciendo una nueva
agenda de derechos. Ello implica la posibilidad de un Poder Judicial con
capacidad transformadora, que se alce contra los intereses sectoriales que
pugnan por mantener un status quo inequitativo que niega la vigencia de
los derechos de todos.
Entiendo que esa es la Justicia Legtima que reclama nuestro pueblo y
nuestra Amrica.
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Javier A. De Luca(1)
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Javier A. De Luca
No se vislumbra problema alguno mientras el sistema de justicia se mantenga dentro de su competencia de poner quicio, en los casos particulares
y concretos, all donde la aplicacin de la ley general produce serias lesiones a los derechos de los habitantes. Ese control debe ser muy preciso
y responsable, el ltimo recurso, para evitar que se confunda una lesin
constitucional con las diferencias de criterio polticas, que son producto
del juego democrtico.
116
(2) Se razona que como los miembros de la Justicia no son elegidos de manera directa por el
pueblo, entonces no lo representan; de modo que cuando los jueces fallan en contra de las
leyes, lo estaran haciendo contra el producto de la democracia, etctera.
(3) Porque toda la vida han existido jueces elegidos por el voto directo que fueron profundamente antidemocrticos y, viceversa, poderes elegidos por eleccin indirecta o de segundo
grado, como por ejemplo, los colegios electorales, que han realizado grandes contribuciones a la democracia.
Aquellas voces crticas aparecieron porque en el ltimo ao nuestro Poder Judicial les dio letra. En nombre de la independencia judicial, algunas
leyes dictadas ltimamente fueron declaradas inaplicables de oficio y sin
caso judicial concreto. En algunos casos, bajo la mascarada de acciones
de amparo de clase, donde atrs no exista ningn derecho concreto lesionado, sino vagas alusiones a determinados colectivos. Esas decisiones
judiciales fueron fulminadas por la crtica certera de los politlogos y juristas, por entender que el Judicial se haba colocado en la posicin de
supeditar a su ltima instancia la puesta en vigencia de las leyes.
La pregunta que qued flotando en el viento fue: en qu los afectaban
esas reformas? Y la respuesta vino de la simple verificacin de que ninguna
de todas esas reformas legales limitaban el poder jurisdiccional, ni restaban a los dems sujetos procesales sus potestades para peticionar, interpelar y reclamar lo que en derecho les corresponde. Los reales mviles
que haban motivado esas decisiones judiciales sobre la inconstitucionalidad, encontraron como nica explicacin comn la defensa de los intereses personales o privilegios de algunos miembros del sistema de justicia.
Y ah aparece el tema de esta charla.
Lo primero que salta a la vista es el aspecto ideolgico. La cosmovisin
de los miembros de los sistemas de justicia. La cuestin de los sectores
conservadores y profundamente refractarios a las voces de los sectores en
(4) Stuart Mill, en Sobre la Libertad, sostuvo: aun cuando la opinin tradicional no solo sea
verdadera sino tambin completamente verdadera, esta ser considerada como un prejuicio
por la mayora de los que la reciben, con poca comprensin o sentimiento acerca de sus
fundamentos racionales, a menos que se tolere que se la controvierta en forma vigorosa y
sincera. Y no solo esto, sino tambin en cuatro lugar, el significado mismo de la doctrina correr el riesgo de perderse o debilitarse y de verse privado de su efecto vital sobre el carcter
y la conducta. En Lerner, Max (comp.), Essential Works of John Stuart Mill, Bantam Books,
1965, p. 302. Citado por Bianchi, Enrique y Gullco, Hernn. El Derecho a la Libre Expresin,
La Plata, Platense, 1997, pp. 8 y 68.
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Es una visin del Poder Judicial como motor de la historia la que mantiene
viva la llama que inspir las largas y sangrientas luchas por las conquistas
de derechos, porque las nuevas generaciones son proclives a simplificar, a
banalizar y a olvidar los sacrificios de nuestros antecesores y, con ello, los
logros jurdicos y las instituciones del presente pierden su fuerza vital.(4)
117
Javier A. De Luca
desventaja en el reparto econmico y cultural. Es un asunto que solo se puede solucionar con aos de democracia, apertura mental y educacin pblica.
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Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
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Javier A. De Luca
ciales y distintas ideologas; las polticas de gestin que eviten entre otras
cosas el mtodo de resolver los casos nicamente midiendo los tiempos
polticos o sociales, y no los procesales; la rotacin permanente de los
sujetos procesales; la separacin de las funciones jurisdiccionales de las
presupuestarias y administrativas; el mayor acceso a la justicia de los sectores desventajados, y la participacin ciudadana en todos los estadios
donde ello sea posible.
En fin, hay mucho por hacer, pero si no se da el primer paso, difcil ser
llegar a algn lado.
Muchas gracias.
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Julin lvarez(1)
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Julin lvarez
Entendiendo entonces que hace ms de una dcada comenz el debate, este ao se produjo la profundizacin de la discusin con la sancin
de seis leyes estructurales, que discuten cuestiones de sentido comn:
cmo se ingresa al Poder Judicial?; cul es la estructura organizativa?;
se presentan declaraciones juradas? en caso que as sea, de qu modo?;
cmo funciona el rgano poltico del Consejo de la Magistratura?,
dnde ha de encontrar su legitimidad?, etc.
122
Paralelamente, se presentan otras cuestiones de fondo, que son las discusiones del propio sistema operativo, y que son las herramientas legislativas de las que se sirven los operadores judiciales. As es que el Dr. E. Ral
Zaffaroni preside la comisin de redaccin de un nuevo Cdigo Penal (el
vigente tiene ms de 90 aos), el Dr. Ricardo Lorenzetti preside la comisin
de unificacin del Cdigo Civil y Comercial, que tiene actualmente trmite
parlamentario y que estara prximo a sancionarse. La Presidenta fue tajante en trminos de aquella decisin poltica y de esta otra.
Existe adems un digesto jurdico que simplifica el sistema normativo argentino y lo hace de ms fcil acceso al conocimiento (y, por ende, contralor) de la poblacin: esto tambin es democratizacin de la justicia.
La Presidenta fue tajante tambin en otra definicin de importancia mayscula. Sostuvo que estos Cdigos no deben tratarse a libro cerrado,
sino que debe promoverse el debate social ya existente sobre la forma de
regir la vida diaria de los individuos (normativa civil) o sobre qu conducta
Pero, de cualquier forma, con todas estas herramientas sancionadas y vigentes, primero lo estructural, luego el derecho de fondo, despus viene
la discusin del derecho procesal; es decir, estamos discutiendo en todos
los rganos de debate sobre el Poder Judicial, la oralidad en los procesos civiles, pasar de un sistema inquisitivo a un sistema acusatorio en el
derecho penal. Dado esto, tenemos que discutir en forma ampliada y debatirnos introspectivamente acerca de qu hacen los operadores jurdicos
con este sistema operativo. Creo que ah radica en trminos polticos la
discusin sobre la democratizacin del sistema de justicia.
Pero siempre hablamos, desde este sentido, desde el sentido poltico, de
la necesidad de aclarar un sistema intrincado, oscuro, complejo, muchas
veces inentendible.
Quiero ir hacia la discusin que se postula a s misma como tcnica, esto
es, la razn terica por la cual ese sistema es intrincado, complejo y oscuro, cmo se fue dando en nuestra historia, y quiero hacerlo de la manera
ms resumida posible.
Qu es lo que sucede con nuestro sistema de justicia?
La primera cuestin que me parece central destacar es reconocer que el
siglo XX fue signado por el padre de la Teora del Derecho moderna, Hans
Kelsen, quien defini al derecho como una ciencia escptica que no hace
valoraciones morales, y ubic como concepto central del derecho a la norma jurdica.
A partir de Kelsen, es posible observar en cualquier biblioteca jurdica que
todos los textos de filosofa del derecho en la primera mitad hablan sobre
norma jurdica y, en la segunda mitad, hablan sobre sistema jurdico u ordenamiento jurdico. Es decir, primero se habla de la parte, hay que definir
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La discusin sobre el propio sistema operativo tiene dos aristas: una estructural, el impulso de los seis proyectos de ley; y una de fondo, en trminos de las herramientas que tiene el otro lado de la Justicia, que no
es el sistema operativo sino que son los operadores jurdicos, toda vez
que las instituciones se conforman por lo que hacen las personas que las
componen.
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Julin lvarez
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Ahora bien, el segundo rasgo central que tiene este texto es que incluye
a la lgica dentica, a la lgica normativa creada por von Wright, y es un
texto eminentemente lgico.
Y por qu es importante citar a estos autores cuando hablamos de
democratizacin de la justicia?
De manera preliminar, es importante sealar que Eugenio Bulygin fue
presidente de la Asociacin Internacional de Filosofa del Derecho, y su
influencia en todas las ciencias jurdicas, en todas las ramas del derecho,
fue notable; lo es Kelsen, como todos sabemos, y lo fue tambin Eugenio
Bulygin, profundizando la teora kelseniana.
Pero, puntualmente, debo sealar que en los ltimos tiempos entr en crisis el paradigma filosfico de la modernidad, con su abordaje de lo cientfico. Sin embargo, en el mbito de lo jurdico, al menos discursivamente,
sigue siendo hegemnico este modelo filosfico que se recuesta en lo
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cientfico, en la lgica, en la construccin de modelos tericos que pretenden una realidad adaptada a ellos o la invisibilizacin de lo que se aparta de ellos. Entonces, estamos con una matriz de pensamiento jurdico
que no permite atender nuestro nivel de complejidad actual. Un nivel de
complejidad que muestra un mundo globalizado, ciento por ciento
interrelacionado, con nuevas formas de comunicacin que no son las mismas que regan a los sistemas jurdicos de mitad o principios de siglo.
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Julin lvarez
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Estoy convencido de que la discusin que hay que dar dentro de la filosofa
jurdica hoy es la de cmo relacionar a ese sistema cientfico-explicativotcnico que se pretende avalorativo con el entorno. El entorno le pide al sistema estar vinculado, le explica al sistema que puede ser una ciencia, pero
en todo caso es una ciencia social que tiene que vincularse interdisciplinariamente con la sociologa, con la filosofa, y con todas las ramas que rigen
la conducta humana, porque no nos tenemos que olvidar que el derecho
regula la conducta humana, conducta que se da en trminos de libertad,
que se da intempestivamente, dira yo, de los seres humanos en nuestra
sociedad.
Dadas estas condiciones, creo que, y vuelvo al principio, esto es intentar
ir hacia lo ms oscuro de la discusin, lo ms difcil, lo ms tcnico de la
discusin, para comprender que no puede entenderse de manera aislada
de lo poltico. Creo que la base de la discusin democratizadora consiste
en este concepto que intentaba expresar al principio sobre la fusin entre
lo tcnico y lo poltico.
Una fusin que en el derecho penal en la Argentina hoy tiene asidero en la
escuela del Dr. Zaffaroni, tiene asidero en todos los penalistas que entienden que el saber y el poder son dimensiones necesariamente vinculadas
y ese vnculo no debe ser invisibilizado, porque si no, bajo el velo de la
normatividad se oculta justamente lo que no se puede decir que es la garanta de ese status quo, que reside justamente en garantizar las premisas
que se imponen desde otro lado o desde un sector pequeo.
La multitud que viene dando esta discusin da una esperanza muy fuerte
de que este proceso, para este nuevo bicentenario, para esta nueva etapa
que viene, la etapa de la posmodernidad, una etapa que todava no tiene
denominacin, ojal seamos nosotros, esta generacin del siglo XXI, esta
generacin del bicentenario, la que le ponga nombre, y ese nombre radique como eje central en la comprensin de que toda tcnica es tambin
poltica.
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Creo que en ese punto radica la discusin central sobre un tema que no
nos tenemos que olvidar que es un proceso, y como todo proceso requiere de un despertar de cientos y cientos de juristas, y cientos de miles de
argentinos en trminos generales que interpelen a estos juristas.
127
Desde mi punto de vista, la realidad y el sistema jurdico el sistema jurdico como integrante de la realidad y viceversa, se leen y se conocen a
travs de los operadores, y los operadores usan el sistema jurdico y leen
la realidad a travs de su ideologa, y esto no deja de ser un problema
poltico.
Por eso es tan importante pensar cmo se integran los poderes judiciales,
cmo se ingresa a los poderes judiciales, quienes son los jueces, quienes
son los operadores.
Cuando nosotros en la Asociacin Civil Justicia Legtima empezamos a discutir cmo podamos mejorar nuestra forma de trabajo, llegamos a sintetizar
la cuestin en dos grandes problemas: entendimos qu es lo que a la gente
le molesta de nuestra actividad, que es la demora prcticamente estructural
de cualquier trmite judicial; y tambin lo que la gente no sabe totalmente,
pero que nosotros no podemos ignorar, que es la delegacin de la que
hacemos uso y echamos mano, porque no hay manera de cumplir el requerimiento de trabajo judicial que cotidianamente conocemos y brindamos con
las estructuras que hoy tenemos y con la forma en la que hoy trabajamos.
Por ese motivo resulta interesante abordar la ley del ingreso democrtico.
Esta ley, pendiente de reglamentacin, fue sancionada el 31 de mayo de
este ao y formaba parte del paquete de leyes que el Poder Ejecutivo present al Poder Legislativo y este sancion, despus de que la Presidenta
anunciara en la conferencia con la que se inician las sesiones del Congreso
(1) Jueza de la Sala V de la Cmara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional.
Presidenta de la asociacin Justicia Legtima.
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que iba a proceder a mandar un paquete de leyes con inters de democratizar la justicia.
Todas estas leyes han tenido problemas y cuestionamientos, pero esta ley
an no ha tenido ningn amparo presentado que proveyera alguna medida cautelar que impidiera su funcionamiento.
Esta ley, recibida por la Corte Suprema de Justicia de la Nacin, autoridad de aplicacin, tiene que ser reglamentada. Segn la Acordada de
ese tribunal, dictada en agosto de 2013, se establece que: cuando sea
el momento de reglamentar, la Corte reglamentar el reglamento, y entre tanto, el mximo tribunal invita a los otros poderes y a los Ministerios
Pblicos a conformar una comisin interpoderes para llevar adelante el
sistema de ingreso democrtico por concurso.
Me parece excelente la iniciativa de la Corte, sera fantstico que todos los
organismos estatales recibieran la novedad del ingreso por concurso; me
parece llamativo, sin embargo, que la CSJN crea que el Poder Legislativo,
por excelencia el destinado a legislar, no haya pensado en esto.
130
aquellos que obtengan la calificacin necesaria para poder ingresar participarn de un sorteo, y el que tenga la suerte de salir sorteado sera quien
finalmente ingresara.
Y entonces, es muy diferente este sorteo del mtodo que tenemos hoy,
elegir a dedo?
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131
cuestiones de ortografa se supone que podramos pedirles a los postulantes; bueno, no es tan sencillo.
Entonces sugerimos: hagamos algn convenio. El Colegio de Escribanos,
por ejemplo, nos respondi: nosotros tenemos 500 computadoras bobas,
pero ustedes tienen que proveer las mesas y las sillas, que hay que alquilar,
y esto sale 20.000 pesos cada 500, por sesin. Y entonces nos encontramos con el problema del presupuesto. La Cmara no puede extenderse a
ese extremo, as que no podemos tomar el examen, porque no tenemos
presupuesto para tomar este examen, si no tenemos que tomarlo a mano,
y tomarlo a lo largo de todo el ao, porque calculamos 8000 personas
al igual que las que se anotaron en la Defensora General tambin se
inscribieron 2000 en la Cmara Laboral y no bajamos de esas cifras, que
son cifras muy importantes.
Por qu?
Porque el empleo pblico es un empleo muy requerido.
132
Si ustedes saben cmo trabajamos nosotros al interior de los poderes judiciales, lo primero que se me viene a la cabeza es pensar en el taller
medieval, uno ingresa a la oficina judicial y va aprendiendo en la tarea
por imitacin del otro, y va repitiendo los vicios, las costumbres y esas
cosas sin razn que hacemos en los trmites judiciales, que no tienen ninguna explicacin lgica pero siempre se han hecho as, y es la forma de
aprender el trabajo judicial. Igual que en el taller medieval, nos van delegando funciones del oficial que est por encima nuestro, y as vamos
ascendiendo en los cargos y vamos llegando finalmente a formar parte del
grupo de los jueces.
Me refiero a esto no sin atender a que hace ms de diez aos que nosotros tenemos concursos del Consejo de la Magistratura, los que han permitido, por ejemplo, que tres de las personas que estamos hoy sentadas
ac, estemos en nuestro cargo gracias a esos concursos. No lo ignoro, es
cierto que probablemente nosotros no estaramos hoy en los cargos que
estamos si no hubiera sido tal vez por los concursos.
Los concursos han permitido que hoy exista tambin Justicia Legtima,
porque la ideologa de Justicia Legtima no es una novedad entre nosotros, hace muchos aos que pequeos grupos de jueces se rebelan y
Pero volviendo al taller medieval que no deja de existir pese a los concursos lo que consagra ineludiblemente es la delegacin de funciones.
Porque la forma en que el aprendiz, no el asalariado, no el empleado, el
aprendiz del oficio, aprende precisamente el oficio, es subrogndose en
las tareas del superior para poder avanzar en su carrera a futuro. Y de esta
manera tenemos el quiebre entre el que detenta el ttulo y el que ejerce
la funcin.
Cmo podemos luchar contra esto?
Los concursos no garantizan que se elimine esta mala prctica, tampoco
la oralidad, aunque la oralidad la relativiza y la hace menos evidente, pero
tampoco la elimina por completo.
En el marco de pensar posibles variantes, habamos llegado a la conclusin de que tal vez lo que sera interesante es que para los cargos que son
administrativos en los poderes judiciales no habra que tomar estudiantes
de Derecho, tal vez esos cargos podran estar muy bien desempeados
por estudiantes de alguna otra carrera de Ciencias Sociales que tienen
complicada implicacin laboral, como los de Licenciatura en Historia, en
Sociologa, Literatura, entre otras.
El empleo del Poder Judicial, que ya dijimos que es un empleo importante y requerido, sera fantstico para todos esos colaboradores, que
haran una tarea administrativa que no podra recibir ningn tipo de
delegacin de tarea jurdica, y cortara entonces la posibilidad de que
los que estn obligados a realizar la tarea jurdica la descansaran en
esta gente.
En la ley de ingreso democrtico se prev la posibilidad de que el relator
o jefe de despacho, el colaborador directo con el responsable de las decisiones jurdicas, ese s, tenga la posibilidad de ser letrado eventualmente
o estudiante de Derecho, pero no va a formar parte del escalafn de la
carrera administrativa. Y esto podra ser una variable que probablemente
rompiera con la prctica perniciosa de la delegacin.
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muestran hasto sobre grupos de jueces, por decir, operadores de los sistemas. Muestras de hasto sobre la forma en que trabajamos y sobre el mal
servicio que prestamos; pero recin ahora somos suficientes como para
poder afrontar esto desde un nmero considerable que signifique alguna
posibilidad de cambio.
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Los debates
actuales sobre
el proceso penal
presentacin
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presentacin
Para l, la respuesta penal debe estar dirigida a casos graves, sobre todo
teniendo en cuenta que prcticamente en todos los pases de la regin la
pena es equivalente a la crcel, el encierro en pocilgas donde la gente
termina muriendo o recibiendo una violencia en muchos casos mayor que
la de los propios hechos que motivan este encierro. Por esos motivos
habr que buscar una solucin diferente, siendo la suspensin del proceso
penal a prueba uno de estos mecanismos.
138
As, concluy afirmando que el instituto permite tratar satisfactoriamente muchos casos de violencia de gnero a travs de la imposicin de
reglas de conducta que previenen fenmenos de violencia (...) Tanto es
as que muchas personas que invocan su calidad de vctimas se expiden
favorablemente y aceptan este mecanismo alternativo de resolucin de
conflictos.
Kreplak advirti sobre las diferencias entre la aplicacin de la norma procesal penal y su enunciado, resultando, de esta manera, que su aplicacin
sea confusa, traducindose en una desviacin de lo que prev la Constitucin y la legislacin, simbolizado en su mxima expresin por las garantas constitucionales que ordenan el debido proceso penal. Y para poder
dilucidar esta problemtica propone el anlisis de las dos instituciones
claves del proceso penal: el juicio abreviado y la prisin preventiva.
Reconoci que el principal problema jurdico y poltico en la actualidad radica en la relacin entre excepcin y regla, situacin que podr
revertirse colocando cada trmino en su justo lugar. Finalmente, seal
que el antdoto al respecto parece ser limitarse a la denuncia de desajus-
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presentacin
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1. Introduccin
El propsito de este trabajo es sealar las ideas surgidas de la experiencia
de la Reforma del Proceso Penal en Venezuela para que otros pases involucrados en la renovacin de este mbito eviten los tropiezos que se nos
han presentado a nosotros.
Como lo planteamos en una presentacin solicitada por la Universidad
Autnoma de Nuevo Len (Mxico), lo concerniente a la visin crtica de la
Reforma del Proceso Penal venezolana no tiene como propsito la diatriba
o el simple reproche hacia instituciones y personas responsables, dentro
de las cuales me cuento, sino que sirva de orientacin para los pases que
deben reformar su sistema procesal.
Advierto a quienes lo lean sobre la afliccin y desencanto que estas pginas representan para m, pues son producto de una labor amplia e intensa
de derecho comparado, de reflexin y creaciones legislativas originales,
en la que particip dilatadamente, que se han perdido ante la molicie del
foro (jueces, fiscales, defensores y abogados), la ignorancia y autoritarismo
que representan las contrarreformas legislativas y la jurisprudencia del Tribunal Supremo de Justicia, as como tambin de las rdenes del Ejecutivo
(1) Juez de Carrera. Magistrado Presidente de la Sala de Casacin Penal del Tribunal Supremo de Justicia. Profesor titular de la Universidad Pedaggica Experimental Libertador
(UPEL). Profesor de postgrado en las Universidades de Carabobo, del Zulia y Catlica Andrs
Bello. Corredactor del Cdigo Orgnico Procesal Penal. Miembro Directivo de la Comisin
de Implementacin del Cdigo Orgnico Procesal Penal (CICOPP).
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y la doctrina del Ministerio Pblico, que han desdibujado la carga principista del Cdigo Orgnico Procesal Penal (COPP).
Lo anterior es consecuencia de las caractersticas del rgimen poltico
imperante en Venezuela: un sistema acusatorio oral neutralizado por los
designios de gobiernos autoritarios. Este tipo de mandato prefiere un sistema inquisitivo en el cual el Ejecutivo, a travs de sus policas, tiene el
poder de instruir el expediente y determinar quin es culpable a travs
de las pruebas que, sin control o vigilancia alguna, realizan los rganos
policiales. El juez se convierte en auxiliar de los propsitos de la polica; es
decir, del Ejecutivo. La falta de voluntad poltica para implementar y basamentar financieramente el sistema acusatorio oral en Venezuela se debe,
fundamentalmente, a estas razones.
Por otra parte, como plantean algunos, pretender que la reforma procedimental penal modifique la forma de operar del sistema penal es ilusorio.
Sea cual fuere el procedimiento a utilizar, el sistema penal ser altamente
selectivo y conseguir a sus clientes en sectores marginalizados. Naciones caracterizadas por grandes desigualdades sociales producirn una
justicia penal altamente desigual. Y cambiar el proceso no implica una
modificacin en las estructuras sociales.
142
Hemos visto cmo, con algunas excepciones, la Reforma Procesal en Latinoamrica ha tenido grandes tropiezos, al extremo de frustrarse en algunos pases. Estos han sido aprovechados por sectores reaccionarios al
cambio para publicitar la idea de que es mejor quedarse con el sistema
inquisitivo escrito; o bien volver a l a travs de contrarreformas (lo que
est sucediendo en Venezuela). Tambin han sido aprovechados por sectores bien intencionados, pero que pretenden que la Reforma Procesal
modifique los propsitos del sistema penal; lo que, tal y como se explic
anteriormente, no es posible. Ante los obstculos de la implementacin
de la Reforma, este sector de opinin elige conformarse con el viejo sistema inquisitivo escrito. Esto representa una inseguridad ciudadana mayor a
la de los sistemas acusatorios orales y sus problemas de implementacin
de la que pareciera haberse olvidado o nunca haberse enterado, pues se
pone en juego la posibilidad de cambiar un fiscal y un juez de control por
un rgano policial incontrolado en la recoleccin del acervo probatorio.
Tambin, se dice que Latinoamrica debe buscar su propio proceso, porque
el que representa la Reforma es producto de culturas que nos son ajenas.
El debido proceso ha sido objeto de graves extravos que nos han devuelto al sistema inquisitivo escrito, violando normas procesales y constitucionales. De ellos, por razones de espacio, nos referiremos a los ms relevantes y a las nefastas consecuencias que estos han trado para el proceso
penal democrtico que se quiso implementar en nuestro pas. Antes, unas
palabras en relacin al nuevo texto del COPP:
Debemos abordar este tema comenzando por un somero estudio de las condiciones legales que rodearon la redaccin y aprobacin del nuevo COPP
que derog el texto de 1999. Los tres rganos de mayor relevancia en el
Estado venezolano son cmplices en la violacin flagrante de disposiciones
constitucionales; fundamentalmente de aquellas que prevn la reserva legal
propia del Poder Legislativo en lo que atae a la creacin de delitos y faltas, as como a las leyes procesales muy especialmente las que regulan el
proceso penal. Efectivamente, el Poder Legislativo le dio al Ejecutivo al
Presidente de la Repblica, en Consejo de Ministros, autorizacin para dictar decretos con rango, valor y fuerza de ley en las materias que se delegan.
Y, creado el decreto con fuerza de ley orgnica, se elev la consulta al tercer
cmplice: la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, rgano
que complacidamente le dio su bendicin en el mes de junio de 2012.
Debe observarse que la razn por la cual se dio esa facultad al Presidente
de la Repblica fue para remediar los problemas que causaron las lluvias
de diciembre de 2011. Pero la aprovech para legislar por decreto en infinidad de asuntos que nada tenan que ver con dichos fenmenos naturales y se lleg al extremo de dictar tipos penales y de decretar un nuevo
Cdigo Orgnico Procesal Penal. El actual texto no es una reforma, sino
un nuevo Cdigo, pero con alteraciones violatorias del debido proceso,
como ms adelante se precisar.
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Por una parte, el minucioso trabajo de Juan Mododell afirma que, entre
otras y muy bien fundadas razones, ni siquiera en el caso de la declaratoria
de estado de excepcin por parte del Presidente de la Repblica debieran
dictarse normas creadoras de delito, pues el art. 337 de la Constitucin
ordena que, aun en esta situacin, no pudiera suspenderse el derecho al
debido proceso, en conformidad con el principio de legalidad segn el
numeral 6 del art. 49 de la Constitucin: Ninguna persona podr ser sancionada por actos u omisiones que no fueren previstos como delitos, faltas
o infracciones en leyes preexistentes. Y leyes son los actos emanados
del rgano legislativo, puesto que es el que garantiza la preservacin de
las garantas ciudadanas en un Estado de Derecho.(2) Estos mismos principios son aplicables a las leyes procesales.
Por otra, Pedro Nikken, cuando se refiere a algunas notas preocupantes de la Constitucin del 99, advierte el peligro de darle al Presidente la
atribucin para dictar decretos con fuerza de ley sin otro presupuesto
que su juicio discrecional. Sin embargo deja a salvo de este enorme poder derechos humanos que pudieran violarse a travs de esta va y, para
ello, cita parte de lo resuelto por la Corte Interamericana de Derechos
Humanos en consulta que pronunci en estos trminos: que la palabra
'leyes' en el art. 30 de la Convencin significa norma jurdica de carcter general, ceida al bien comn, emanada de los rganos legislativos
constitucionalmente previstos y democrticamente elegidos, y elaborada
segn el procedimiento establecido por las constituciones de los Estados
partes para la formacin de las leyes.(3)
144
tribunales alegando el control difuso o ante el Tribunal Supremo planteando el control concentrado, no pasa de ser un acto intil. Tanto uno como
otro son rganos dciles manejados por el Ejecutivo.(4)
(4) Rossell, Jorge, Derecho Penal del Trabajo, Bs. As., Librera Rincn Barquisimeto, 2013, p. 78.
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La participacin ciudadana brinda a la administracin de justicia el carcter social que necesariamente debe estar presente en cualquier actividad que se desarrolle en una democracia ... social de derecho y de
justicia..., como se lee en el art. 2 de la Constitucin. A esa representacin del gremio de abogados debe recordrsele que el propsito de
la actividad jurisdiccional que se desarrolla a travs del proceso no es la
realizacin de la legalidad formal propia del positivismo; mejor dicho,
de la concepcin paliopositivista de la legalidad ligada a una estructura simplificada de la misma,(5) sino la ... realizacin de la justicia...,
como se consagra en el art. 257 de la Constitucin. Estos profesionales
del derecho son los mismos que desechan las formas alternativas de resolucin de conflictos y la justicia de paz, instituciones guas de la nueva
justicia pregonada por la Constitucin como soportes de la democracia
participativa.
Por ltimo, la participacin ciudadana a travs del jurado y del escabinado es garanta de una justicia equitativa y ajustada a las pruebas que se
realizan pblicamente. Pues un juez profesional, un burcrata de la justicia, podr ser manipulado por los factores internos (jueces superiores,
instancia disciplinaria) o externos (los otros poderes del Estado) para que
la decisin se ajuste a sus intereses. No sucede lo mismo con los ciudadanos, cuya profesin u oficio no es puesta en riesgo por el contenido de
la decisin.
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Segn el art. 286 COPP, el fiscal del Ministerio Pblico podr disponer
mediante acta motivada la reserva total o parcial de las actuaciones por
un plazo que no podr superar los quince das continuos, siempre que la
publicidad entorpezca la investigacin. De esta disposicin deben extraerse las siguientes conclusiones. En primer lugar, para negar el acceso
del investigado a las actas debe solicitarse la reserva antes aludida.
En segundo lugar, si el fiscal solo permite el acceso a las actas una vez que
el investigado es imputado: para qu estableci el legislador la formalidad de solicitar las reservas de las actas?
Por ltimo, estas reservas tienen un lmite de 15 das, ms una prrroga
que puede ser objetada por la vctima y el investigado ante el juez de
control. Mientras, la mantiene el Ministerio Pblico segn su soberano
criterio, sin necesidad de orden judicial, a travs de su doctrina. Una
violacin grave, cotidiana e impune del debido proceso.
(7) Brown, Sergio y Rosell, Jorge, Proceso inquisitivo escrito versus proceso acusatorio oral.
Bs. As., CIEDLA, 1996, p. 30.
Lo ms lamentable es la aceptacin por parte de los jueces de esa doctrina ilegal por temor a las acciones disciplinarias que pueda solicitar
contra ellos la Fiscal General de la Repblica quien ejerce un control
autoritario en su mbito que repercute en el rea judicial penal. Esto es
consecuencia de un poder judicial dbil y dependiente, lo cual especificar adelante.
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Dentro de los inconvenientes de la escritura, en el proceso nos encontramos con la eventual ausencia del juez durante la adquisicin de las
pruebas.
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En el proceso inquisitivo escrito era la polica la que realizaba las pruebas sin control alguno. No era que las preparaba para ser presentadas
en el juicio en presencia del juez, sino que las practicaba en su ausencia. Lgicamente, entonces, esas resultas probatorias deban constar por
escrito para que el juez las conociera. Luego, en el Tribunal, como todo lo
que deba probarse se probaba, el proceso se converta en simples trmites
burocrticos, en papeleos en presencia de funcionarios subalternos.
Hay una delegacin total de las funciones jurisdiccionales en lo tocante a la
adquisicin de los medios probatorios. El juicio escrito es la falsificacin de
un verdadero juicio, falsificacin que crece al amparo de la desconfianza y
la rutina.(11)
(11) Binder, Alberto, Introduccin al Derecho Procesal Penal, Bs. As., Ad-Hoc, 1993, p. 116.
Pero hay una consecuencia mucho ms grave de este sistema, dado que
todo consta por escrito en el expediente: los proyectos. Se supone que
son amagos o propuestas de sentencias que algn funcionario (casi
siempre estudiantes de derecho o asistentes graduados) prepara para ser
ledos por el juez con el objeto de su aprobacin, correccin o desaprobacin. Cosa posible debido a que est todo documentado y cualquiera
puede acceder a esa informacin probatoria. Pues bien, esos proyectos en muchos casos eran aprobados sin siquiera ser ledos por el juez.
El juez se converta en un burcrata irresponsable que dejaba en manos
de otras personas su delicadsima funcin. Por otra parte, si el juez tena
por lo menos el cuidado de leer los proyectos, su visin del asunto quedaba comprometida por las ideas que all se plasmaban.
Lo anterior es consecuencia de la delegacin de las funciones del juez:
delega su obligacin de adquirir las pruebas y luego su tarea de decidir
conforme a ellas, que a su vez causa la dependencia de ese juez al estar
sometido al criterio de funcionarios subalternos: policas y empleados judiciales.(12)
La oralidad no es un principio, sino una caracterstica del proceso. Resumiendo todo lo escrito hasta ahora, se trata de que el juez decide basndose en el conocimiento de los elementos probatorios obtenidos a
travs de la inmediacin (presenciando la realizacin de las pruebas). A la
inversa, en el sistema escrito, el juez decide basndose en las actas que
se levantan en relacin a las pruebas realizadas (conocimiento mediato).
La oralidad no es verbalidad. Verbalmente tambin declaran los testigos
en el proceso escrito. La diferencia es que de dicha declaracin en el proceso oral no se levantan actas; razn por la cual el juez ha de decidir
inmediatamente con base en lo que presenci. En el proceso escrito el
juez resolver cuando quiera, segn su conveniencia, con base en actas;
pues tiene el ayuda memoria llamado expediente. Es ms, podra encomendar la redaccin de la sentencia a un tercero; que, haciendo un eufemismo, se alude como proyecto.(13)
(12) Rosell, Jorge, La frustrada reforma procesal penal en Venezuela, en Constitucin, Proceso, Pruebas y Reforma Procesal, Caracas, Instituto de Estudios Jurdicos del Estado Lara,
Barquisimeto, 2012, p. 336.
(13) Rosell, Jorge, Acotaciones sobre sujetos procesales, en Tendencias del Derecho Procesal Moderno, Valencia, Funda-Academia, 2012.
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La oralidad fue vctima de una reforma realizada por la Asamblea Nacional, al incluir el art. 317 en el COPP que ordena efectuar registro preciso, claro y circunstanciado de todo lo acontecido en el desarrollo del
juicio oral y pblico. En principio esto deba hacerse mediante medios
de grabacin de la voz o videograbacin; pero como no se dot a los
tribunales de estos medios, se tuvieron que contentar con levantar un acta
firmada por las partes en donde se recoga lo acaecido en ese juicio oral
y pblico. Esto liquid la oralidad en el proceso penal, pues ya los jueces
comenzaron a decidir cmo lo haran en el sistema escrito: con base en
actas y no con lo presenciado en la audiencia.
Por otra parte, volvi el vicio de los proyectos, que encargan a un funcionario, casi siempre aquel que levant el acta, a realizar la sentencia.
154
Como antes se seal, La Asamblea Nacional elimina la participacin ciudadana. Pero, adems, desvirta las caractersticas bsicas del proceso
que se trat de implantar en Venezuela al ordenar volver al sistema escritural con todas las consecuencias negativas que este incluye. En este sentido, la inmediacin en la adquisicin de las pruebas para sentenciar no es
indispensable, pues el juez puede decidir con el acta en dnde se recoge
el acervo probatorio. Por otra parte, el acta reflejar la impresin que tuvo
quien la redact, que nunca es el juez, acerca de la prueba en cuestin y el
juez decidir segn esa impresin. El juez no estar obligado a decidir de
inmediato, como se establece en el COPP, sino segn arbitrio; pues tiene
el acta en cuestin con los elementos probatorios necesarios para hacerlo.
Esto, en caso de que el juez redacte la sentencia, pues el acta de todo lo
acaecido en la audiencia oral o juicio permitir que regrese el vicio del
proyecto, quedando la decisin en manos de un funcionario subalterno
del tribunal; como antes se explic.
2.6. La publicidad sometida al libre arbitrio del juez
Una de las formalidades esenciales del juicio a realizarse en la oportunidad de la audiencia oral es la de que debe efectuarse en forma pblica.
La falta de publicidad causa la nulidad de lo actuado; a menos que, por
razones de orden pblico o de proteccin de nios o adolescentes, u otra
causa prevista en el art. 316 COPP, se ordene realizarlo a puertas cerradas. Estas causales que privaban de publicidad al juicio oral estaban estrictamente especificadas en el texto procesal original. Pues la publicidad
es un principio bsico de una justicia democrtica, ya que le permite a la
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Entonces, si se moderniza el proceso mediante el sistema oral, se nos presentan los siguientes problemas: por un lado, este sistema no permite la
transcripcin de pruebas y alegatos, pues quien decide es quien presencia
el juicio o audiencia oral. Por el otro, un recurso de apelacin que connota
un reexamen integral de los hechos y del derecho significara, lisa y llanamente, repetir el juicio oral y pblico; entonces, segn Binding citado por
Brown, se tratara de una segunda primera instancia.
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(15) Brown, Sergio, Los recursos en el proyecto de Cdigo Orgnico Procesal Penal, Caracas,
Instituto de Estudios Jurdicos del Estado Lara. Barquisimeto. 1998, p. 235.
(16) Rosell, Jorge, Las desventura del COPP, en Libro Memoria de las XXXV Jornadas Domnguez Escovar sobre Ciencias Penales, Caracas, Instituto de Estudios Jurdicos. Barquisimeto, 2010, p. 418.
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pable, no ms. Esta es una exigencia del propio sistema del jurado
popular, porque sera un sistema de juicio directo del pueblo, equivalente
a una forma plebiscitaria en lo legislativo.(20)
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desgracia, pues tendrn que trabajar para conocerla y para aprender esa
otra forma de ejercer el derecho procesal penal.
La comunidad en general que ve en las garantas procesales una ventaja para la delincuencia. El ciudadano no pensar en la corrupcin y el
abuso policial que sufren el homicida, violador o atracador en libertad o
sus familiares, sino en el prejuicio inducido por los opuestos al cambio.
Comenzar a percibir en cualquier hecho cometido, luego de la entrada
en vigencia del nuevo sistema, la influencia negativa de la reforma. No
ver el aspecto positivo de que la detencin policial inmotivada ahora
no pueda producirse. Pues la detencin es posible a travs de una imputacin del Ministerio Pblico o porque la persona es sorprendida en
flagrancia.
Los medios de comunicacin que tienen el poder de crear matrices de
opinin consideran los prejuicios de la poblacin e imputan al nuevo sistema el aumento real o falso de la delincuencia, de manera que recogen
el sentimiento de la poblacin, as se basen en supuestos falsos, pues es
su objetivo vender el producto.
Las recomendaciones y estrategias, a fin de llevar a buen puerto la reforma, se podran concretar en lo siguiente:
La primera estrategia es dirigirse especficamente a cada uno de los sectores antes aludidos para dar a conocer las virtudes del nuevo proceso
penal teniendo en cuenta en la argumentacin los intereses que estos
crean en peligro. Ir a las Universidades y Colegios de Abogados, acercarse a los medios de comunicacin y a travs de ellos dirigirse a la comunidad.
Se deben crear tribunales para juicios simulados con expedientes archivados, repartiendo los roles de juez, fiscal, defensor, secretario, alguacil,
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testigos y expertos, segn se trate del caso real que se volver a enjuiciar
ahora a travs del nuevo proceso.
Comenzamos a realizar todo ello en la poblacin de San Antonio de los
Altos, cercana a Caracas, con la conformacin de la Comisin de Implementacin del COPP (CICOP), dirigida por quien inspir la nueva estructuracin de los tribunales penales, Rafael Rivas Sarmiento. En esa fructfera
labor servan de testigo personas que se ponan a la orden por parte de la
Asociacin de Vecinos. Por all pasaron los jueces penales y defensores de
toda la Repblica. No lo hicieron los fiscales del Ministerio Pblico, pues el
Fiscal General de esa poca no estaba muy convencido de las ventajas de
la reforma, o no las entendi; razn por la cual se perdi esa experiencia
para esos funcionarios.
La etapa de implementacin es tan importante como la de la redaccin de
la ley. Es necesario aprender haciendo; posibilidad que brindan estos
circuitos judiciales simulados en los que un grupo de facilitadores que a
su vez tuvimos un papel importante en la redaccin del COPP nos ocupamos con entusiasmo durante algo ms de un ao.
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Gustavo L. Vitale
Es decir, la respuesta penal debe reservarse para los casos demasiado graves. Todos sabemos que la va punitiva, en toda Latinoamrica, es prcticamente sinnimo de crcel, de encarcelamiento, de encierro en pocilgas
donde la gente termina muriendo o recibiendo una violencia en muchos
casos mayor que la de los propios hechos que motivan este encierro. Esta
respuesta punitiva debe ser, entonces, la ltima alternativa y en esto todo el
mundo coincide desde el discurso: solamente puede recurrirse a esta drstica alternativa cuando no es posible acudir a otras vas menos violentas.
166
Precisamente por eso, y sobre todo en pocas de consolidacin democrtica, es demasiado importante que se diversifiquen cada vez ms las
distintas respuestas frente a los fenmenos lesivos.
Para lograr que el discurso no sea solo eso y la implementacin de respuestas ms razonables que la crcel se convierta en una realidad, debemos
echar mano a medidas como la mediacin, la conciliacin, la reparacin
del dao, o, entre otros casos, los mecanismos de oportunidad procesal.
Ellos permiten, en muchos casos y por distintos criterios, no avanzar con
un proceso penal y buscar una solucin diferente, incluso para quien se
presenta como vctima de un delito. Y la suspensin del proceso penal a
prueba es, justamente, uno de estos mecanismos que permiten enfrentar
fenmenos lesivos de un modo ms preventivo que la respuesta carcelaria.
La suspensin del proceso a prueba posibilita no seguir adelante con el
enjuiciamiento penal, en casos de atribucin de ciertos hechos, no de los
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Tan lejos estamos de la mal invocada impunidad que, adems de la sealada condicin de no delinquir (con severas consecuencias para el imputado), tambin estn legalmente previstas condiciones que incluso tienen
incidencia preventiva en este problema de la imputacin de actos de violencia de gnero.
168
Con ese fin, pretende desconocerse incluso el rgimen legal de la suspensin del proceso a prueba, que habilita su funcionamiento para procesos
por delitos que estn reprimidos legalmente con penas cortas privativas
de la libertad (art. 76 bis, 1 prr., CP) o con penas no necesariamente cortas pero que permiten el dictado de una condena condicional (art. 76 bis,
4 prr., CP), y no lo habilita para procesos por delitos reprimidos con penas demasiado graves, que no permiten ser impuestas en suspenso.
Dentro de estas categoras legales hay algunos casos de violencia de gnero que permiten la suspensin y otros que no. Por ejemplo, un proceso
por el delito de violacin no habilita la suspensin a prueba, mientras que
un proceso por el delito de amenazas s la autoriza.
De manera que este discurso de gnero, es decir, su versin autoritaria,
viene pretendiendo que volvamos a implementar el superado e hipcrita
principio de legalidad procesal. Es decir, se pretende sostener que, en materia de gnero, no puede suspenderse el proceso a prueba porque todos
los posibles delitos de gnero tienen que juzgarse cuando es indiscutible
y hoy, indiscutido que en realidad no se van a juzgar nunca todos los
hechos probablemente punibles (ni siquiera todos los que se vinculen con
cuestiones de gnero). Es decir, por ms que tal discurso autoritario consiga que se denieguen todas las suspensiones a prueba en todas y cada
una de las causas por delitos de gnero, no podrn lograr el juzgamiento
de todos y cada uno de ese tipo de casos porque el invocado principio de
legalidad procesal es y fue siempre, sencillamente, irrealizable.
Esta versin autoritaria del discurso de gnero, intuyo, en lugar de guiarse
a partir del mandato supremo de igualdad ante la ley una de cuyas manifestaciones es la igualdad de gneros, procuran enfrentar el pensamiento
autoritario y discriminatorio machista con las mismas recetas autoritarias,
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170
(4) Expediente N 8796/12, Ministerio Pblico Defensora General de la Ciudad Autnoma de Buenos Aires s/ queja por recurso de inconstitucionalidad denegado en Legajo
de requerimiento de elevacin a juicio en autos Newbery Greve, Guillermo Eduardo s/inf.
art. 149 bis CP, 11/11/2013.
(5) Es lo que suceda con la llamada abjuracin de formali: la del que est declarado por
sospechoso de hereja con sospecha vehemente, o con la abjuracin de levi: la del declarado por sospechoso con sospecha leve. Vase Llorente, Juan A., La inquisicin, Madrid,
Alba, 1998, p. 167.
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Por estas razones, entonces, vale la pena que nos alertemos para tratar
de salvarnos de alguna manera de este discurso peligroso para el sistema
de garantas supremas. Un discurso que es un bumern; que a sus propios
sostenedores se les va a venir encima en cualquier momento. Cuando uno
crea un discurso detractor de garantas tiene al menos que saber que el
monstruo puede volverse contra su creador.
171
Gustavo L. Vitale
pueden imponerse al imputado sometido a prueba tienen un real contenido sancionatorio o coercitivo que procura funcionar como garanta de
cumplimiento, y ello nos aleja de toda posible idea de impunidad; e) porque los jueces deben aplicar antes que nada la normativa internacional
que obliga a recurrir a vas alternativas a la posible punicin (Directrices
sobre la Funcin de los Fiscales y Reglas Mnimas de Naciones Unidas
sobre las Medidas no Privativas de Libertad) y no existe ninguna norma
internacional que prohba la suspensin para estos casos (pues la Convencin de Belem do Par no lo prohbe en ninguna de sus disposiciones); f) porque as lo exige el principio de legalidad, ya que estas causas
no estn previstas en la ley entre las expresamente excluidas del instituto,
lo cual, de todos modos, no impedira aplicar la normativa suprema recin
indicada en el punto e).
172
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I.
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2.
Sin embargo, es posible problematizar este esquema. De hecho, es necesario hacerlo, porque la realidad suele demostrar una situacin bastante
ms compleja.
Las condiciones en las cuales la norma procesal penal se realiza demuestran una discrepancia fundamental con el enunciado de esas normas. Lo
que quiero decir es que incluso tratndose de normas adjetivas, de normas
de realizacin del derecho de fondo, su aplicacin resulta problemtica.
Basta reparar en las dos instituciones claves del proceso penal contemporneo para advertirlo: juicio y condena, pensarn ustedes. No: juicio
abreviado y prisin preventiva.
3.
174
La cifra, que es elocuente, de todos modos merece algunas observaciones. En primer lugar, que no se trata de una estadstica judicial la estadstica judicial que difunde la CSJN ni siquiera menciona el asunto, sntoma de debilidad del sistema de estadsticas judiciales, no de la irrelevancia
del tema, lo que se confirma simplemente ingresando al sitio respectivo
sino del rgano penitenciario nacional. Esto arroja varias consecuencias:
en primer lugar, que no se contabilizan los presos alojados en comisaras u
otras dependencias, incluso cuando lo estn por decisin judicial, todos o
casi todos presos sin condena, circunstancia que en algunas provincias resulta estadsticamente significativa y sin dudas arrojara variaciones a nivel
nacional. En segundo lugar, que no est claro de qu modo se contabilizan los presos con condena no firme, que desde una perspectiva jurdica
deberan considerarse como encarcelamiento preventivo, pero no es claro
que as lo sea en la estadstica confeccionada desde la perspectiva penitenciaria.
En materia de juicio abreviado, la estadstica judicial de 2012 arroja que
frente a un total de 1875 sentencias dictadas al trmino de un juicio oral
y pblico por todos los tribunales orales penales nacionales y federales
de todo el pas, se emitieron 3744 sentencias, producto de un acuerdo de
juicio abreviado, homologado judicialmente. Es decir, de este universo de
sentencias, el 66,60% proviene de juicios abreviados. El caso ms grfico
es el de los Tribunales Orales en lo Penal Econmico, en los que, frente
a 216 juicios abreviados homologados, se celebraron 27 juicios regulares,
88,90%. Nuevamente las observaciones que haran ms extrema la situacin: no se incluyen los acuerdos de palabra materializados en juicios formalmente ordinarios confesin a cambio de pedido de pena reducida,
desistimiento de todo o parte de la prueba, etc.. Adems, no se estn
tomando en cuenta otras formas de solucin anticipada o alternativa de
los asuntos, como por ejemplo, la suspensin del juicio a prueba.
4.
Cmo interpretar que las soluciones alternativas resulten ms frecuentes
que las principales, cuando se trata, ni ms ni menos, de dos de las principales cuestiones del proceso penal? Pero ms an: cmo interpretar
que frecuentemente las sentencias condenatorias, e incluso las sentencias
condenatorias derivadas de acuerdos de juicio abreviado, resulten motivo
suficiente de planteos excarcelatorios exitosos?
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175
ernesto kreplak
Entonces, tenemos esta distancia, esta cesura entre las normas procesales
que al mismo tiempo deberan ser una traduccin algo ms operativa de
las garantas constitucionales referidas al proceso penal y su realizacin
concreta. Frente a ella, entiendo que hay dos posibilidades para pensar.
176
Por un lado, considerar que esa cesura implica una suerte de desviacin
del ser efectivo, del modo en que las cosas de hecho ocurren en el marco
de un proceso penal, respecto del deber ser, de lo que la Constitucin y
la legislacin procesal prevn para tales situaciones. Esto es, una suerte
de desviacin, o incluso de corrupcin de los hechos respecto del derecho, simbolizado en su mxima expresin por las garantas constitucionales que ordenan el debido proceso penal. Esta posicin, que podra ser
identificada paradigmticamente en el Derecho y razn, de Luigi Ferrajoli,
conlleva una fuerte carga moral en beneficio de las normas.
El antdoto al respecto pareciera, sin embargo, limitarse a la denuncia de
desajuste y a los intentos permanentes por acercar el ser a las normas,
de terminar alguna vez con esa cesura. La idea de que la excepcin se
haya convertido en regla podra ser, desde esta perspectiva, revertida, colocando cada trmino en su justo lugar. Una suerte de regreso idlico al
paraso perdido de la normatividad plenamente eficaz. Sin embargo, hasta
el propio Kelsen reconoce que eso no existe, pues si la norma fuese perfectamente eficaz, lo que ocurre con las leyes naturales sera totalmente
superfluo como norma jurdica. Tambin Freud, autor bien conocido por
Kelsen, sostiene que si existe una orden o prohibicin es porque el hombre no se encuentra naturalmente dispuesto a realizar aquello que la ley
exige en esos casos.
Por el otro lado, quisiera mencionar a dos autores ideolgica y polticamente antagnicos y antagonistas, que en dos obras publicadas con solo
meses de diferencia entre s plantearon esta problemtica de la relacin
entre la regla y la excepcin, o de la relacin entre el derecho y la violencia
segn sus trminos, que son plenamente trasladables a este intento de
argumento en trminos asombrosamente coincidentes, aunque sin por
ello menguar en la disputa. Me refiero a Walter Benjamin y a Carl Schmitt.
Este ltimo, jurista maldito, bte noir del pensamiento poltico del siglo XX,
quizs famoso recientemente por las razones equivocadas: me refiero a
que, incluso con las precauciones y lmites con los cuales puede intentar
escindirse su pensamiento jurdico respecto del poltico, no ha sido divulgado, por lo que considero su ms interesante aporte, su notable estatura
como iuspublicista, ms all incluso de sus preferencias polticas; su afirmacin de la profunda politicidad de toda prctica jurdica a partir de
su teora de la decisin, necesariamente presente en todo pensamiento
jurdico y en toda aplicacin de una norma jurdica. Schmitt sostiene en la
Teologa poltica que todo pensamiento jurdico convierte la idea jurdica
nunca realizada en forma pura en otro estado fsico y agrega un elemento imposible de derivar del contenido de la misma, as como tampoco, al aplicarse una norma jurdica positiva general, del contenido de esta.
Cada decisin jurdica concreta contiene un elemento de indiferencia con
respecto al contenido de la norma porque la conclusin jurdica no emana
en su totalidad de sus premisas y el hecho de ser necesaria la decisin se
conserva como elemento determinante autnomo.(2)
Walter Benjamin, por su parte, coloca a la institucin policial, el brazo
ejecutor de la ley, como el punto paradigmtico en el que se revela la
indistincin en ltima instancia entre la violencia que funda el derecho
la violencia histrica que crea rdenes poltico-jurdicos, y la violencia
que conserva el derecho la que se ejerce, paradigmticamente, por el
Estado para conservar ese orden jurdico-poltico. La polica, dice, en
nombre de la seguridad, garantiza que all donde la regla no logra definir el derecho, se establezca y efectivamente ejerza aquello que el derecho, en el caso concreto, es.
Pero no quisiera perderme en las elaboraciones de estos dos autores
enormes. Podra hacerlo, pero creo que no sera del agrado de ninguno
(2) Aguilar, Hctor, Carl Schmitt, telogo de la poltica, Mxico, FCE, 2001, p. 36.
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5.
Volviendo a los desajustes fundamentales de la realidad del proceso penal argentino contemporneo, respecto de las reglas de garanta que el
discurso jurdico reconoce como pilares organizadores y legitimantes de
todo este dispositivo represivo, quisiera intentar no ya elevar una queja
para que algn grupo de iluminados lo resuelva, si no, en cambio, pensar
polticamente a qu puede deberse.
178
Entiendo que las magnitudes de presos preventivos y de juicios abreviados obedecen a la necesidad del proceso penal o de los operadores del
proceso penal de encontrar soluciones en tiempos idneos o legtimos.
Es decir, dentro de un perodo que pueda ser reconocido en alguna medida como una solucin a tiempo. Esto quiere decir que la temporalidad
propia de la normativa procesal penal es socialmente inaceptable si no se
encuentran soluciones alternativas que se aproximen a la temporalidad
social general.
En otros trminos: como sabemos, nuestro proceso penal nacional, de
corte inquisitivo, reformado o mixto, mantiene esencialmente sus caractersticas medievales y escolsticas. Ante ello, el desajuste con la subjetividad y la sociabilidad contemporneas, con los lenguajes y las prcticas
signadas por los medios masivos de comunicacin y lo tecnolgico, difcilmente podra ser mayor. Ese desajuste se expresa en varios aspectos:
sin dudas en el lenguaje, pero ms drsticamente an en la temporalidad.
La temporalidad implicada en nuestra subjetividad contempornea difcilmente soporta todava la nocin misma de proceso como para cargar
encima con un proceso signado por la experiencia vital de ocho siglos
antes. La experiencia vital contempornea del tiempo lisa y llanamente
carece salvo para los ilustrados judiciales y abogados que trasegamos
6.
Si esto est bien o est mal es irrelevante.
Lo relevante es que ocurre y que con ello hay que trabajar.
Las soluciones que se ensayen frente a estos desajustes deben tener en
cuenta la sentencia de Hamlet: Ah Horacio! Hay ms cosas en el cielo y
en la tierra de lo que imaginan tus filsofos.
Bibliografa
Bauman, Jrgen, Derecho Procesal Penal.
Conceptos fundamentales y principios procesales, Bs. As., Depalma, 1986.
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1. Introduccin
La solidez de las instituciones de justicia y del Estado de Derecho, en
cualquier pas, constituyen la base del buen funcionamiento de las instituciones polticas y de los procedimientos democrticos. Hay un vnculo
axiolgico y prctico entre la calidad del Estado de Derecho y la estabilidad poltica y el desarrollo econmico y social de la sociedad.
Esta correlacin de las sociedades y una creciente expectativa que se
vincula con estndares de mayor acceso a los sistemas de justicia y de
resolucin de conflictos es un derecho a la satisfaccin de expectativas
de derechos y garantas de la poblacin. Hoy da, el desarrollo debe
sustentarse en mayores niveles de equidad y de acceso de todas las personas a las oportunidades. Estas condiciones de equidad, participacin y
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181
Esta crisis de la justicia y su reforma se manifestaron en un proceso mundial de cambios y transformaciones de los sistemas polticos el desmantelamiento de los regmenes socialistas, la aparicin de un nuevo
orden poltico y el nacimiento de la globalizacin, por ejemplo, en el
cual la economa y las finanzas ocupan una atencin singular.
182
Lo cierto es que ambas categoras merecen tutelas los derechos humanos y la seguridad de las inversiones cada cual con sus matices. La
primera, por ser fundamento vital del Estado de derecho, y la segunda,
para la promocin de las inversiones y el consecuente desarrollo econmico de la regin. Hay un acuerdo comn respecto a que el proceso
de liberacin econmica que vive la regin, y Nicaragua, plantea relevantes exigencias de reformas legales e institucionales encaminadas a
asentar estratgicamente esos procesos y, a la vez, para hacer frente a las
mltiples desigualdades sociales heredadas y provocadas por modelos
econmicos desprovistos de un perfil humanstico en su esencia de funcionamiento.
Siguiendo con de la Cruz Ochoa, la reforma de los sistemas de justicia
ha sido estimulada en gran medida por actores internacionales econmicos, pases desarrollados donantes y otras instituciones internacionales.
Estas ocurren en el marco de la modernizacin del Estado y se ofrecen
como argumento los vnculos estrechos entre crecimiento econmico y
sistemas legales y de justicia eficaces, informalizados, accesibles, previsibles, entre otros. Esta cruzada internacional por la transformacin legal y
judicial llevada a cabo por muchas agencias internacionales no tiene en
cuenta las justificaciones y el sentido poltico de la reforma legal y de la
administracin de justicia judicial que deben tener en la regin y solo su
preocupacin econmica asume y promueve las reformas como cambios
tcnicos necesarios para una modernizacin adecuada del Estado y un
crecimiento econmico guiado por el mercado.(6)
(5) Ibid.
(6) Ibid.
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183
Esta tendencia de la reforma judicial desarrollada exclusivamente con lineamientos tcnicos y econmicos, y sin atender el tema de los derechos
humanos, debe generar una atencin y preocupacin particulares en la sociedad a nivel regional y nacional. Es decir, si el enfoque de la reforma de
la justicia est orientado a lo econmico, sin duda, este modelo de justicia
(economicista) determinar, queramos o no, el contenido de la reforma de
la justicia, el modelo y la funcin de las instituciones de la administracin
de justicia y su normativa orgnica, sustantiva y procesal. Esto sucedi en
el modelo econmico colonial, que para su seguridad estableci el modelo de justicia penal inquisitivo (europeo continental), como expresin
de dominio hegemnico de aquel momento histrico. Por su parte, hoy,
el modelo de mercado econmico de la globalizacin impone su propio
modelo de justicia penal a travs del modelo acusatorio con un fuerte
componente inquisitivo.
184
No existe ninguna duda de que la reforma del sistema de justicia, en especial la penal, debe garantizar la seguridad jurdica para el desarrollo econmico y, adems, asegurar que las normas no solo se apliquen, sino que
se exija su cumplimiento efectivo. En este sentido, el valor de la justicia
concebido como aplicabilidad o exigibilidad permite identificar violacin
al orden jurdico y sancionar al transgresor o reparar el dao a favor de
la vctima. Sin embargo, la reforma de la justicia tambin es vital para la
realizacin efectiva de la democracia y los derechos humanos no solo
para la creacin de un ambiente seguro para los negocios, recogidos en
buena parte de las Constituciones Polticas de la regin, pero sin posibilidad de realizarse. Los derechos humanos, como expresa Zaffaroni,(9) deben ser, ante todo, garantizados por los gobiernos y, en especial, por los
poderes judiciales nacionales. Los organismos internacionales, polticos o
jurisdiccionales, no son ms que reaseguros que operan cuando fallan las
garantas nacionales, pero jams pueden sustituir a estas.
No hay duda que la seguridad jurdica exige un sistema funcional, expedito, transparente e imparcial; sin embargo, no hay acuerdo en qu consiste
la imparcialidad y la rapidez del sistema de justicia. El estudio de la ONU/
PNUD ya citado pone de manifiesto el interesante dato de que ... la cultura jurdica centroamericana popular no as la del sector privado, aparenta inclinarse por cierta ausencia de orden y rapidez siempre y cuando
se asegure cierto nivel de justicia social, mientras que la misma cultura en
los pases desarrollados (y principales sedes de las empresas inversionistas) prefieren arriesgarse a la injusticia antes que soportar el desorden y el
atraso judicial.
3. Riesgos de la Reforma
de la Justicia en una soberana limitada
La regin pasa por un momento de transnacionalizacin de sus Estados y
cada vez son ms dependientes. Sus soberanas estn limitadas. Mediante
estos procesos, seala el profesor Andrs Prez Baltodano (Universidad
de Western, Ontario), que ... el Estado transfiere importantes cuotas de
poder a los centros transnacionales alrededor de los cuales se organiza la
globalizacin, adquiriendo niveles de inmunidad ante las sociedades de
estos Estados. Todo ello deteriora los poderes nacionales o bien, anula
(9) Cuarezma Tern, Sergio, La Posicin del Juez en Nicaragua. La Administracin de Justicia
como garante de los Derechos humanos en Nicaragua, Managua, UCA, 1996, p. 13.
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185
todo intento de construccin de un Estado originado del consenso contractual de la sociedad. La prdida del poder de los Estados es parte de la
globalizacin, reduce a los actores nacionales a la impotencia frente a los
problemas reales que se plantean en sus comunidades.
Para Zaffaroni, por su parte, la globalizacin, como momento de poder
mundial consecuente de la revolucin tecnolgica, presenta una serie de
contradicciones, pero el elemento ms notorio es la prdida de poder por
parte de los Estados nacionales.(10)
Bob Jessop, citado por Andrs Prez Baltodano,(11) plantea que el aparato estatal transnacionalizado sufre una prdida progresiva de unidad en
trminos de la coherencia vertical entre los diferentes niveles de organizacin, y de coordinacin horizontal entre las diferentes reas de actividad
estatal. En estas condiciones, el Estado pierde capacidad para promover
la integracin social y la formacin de identidades polticas nacionales. La
transnacionalizacin del Estado en la regin, adems, obstaculizar las posibilidades de desarrollo de verdaderas sociedades civiles fundamentadas
en estructuras efectivas de derechos ciudadanos. La transnacionalizacin
del Estado disminuye significativamente la capacidad de la poltica democrtica y de la participacin poltica organizada como fuerzas constitutivas
de la Nacin. La prdida de poder local crea normas y valores determinados por la racionalidad e intereses del poder transnacional que condicionan a los Estados nacionales debilitados e inducen a las sociedades a
aceptarlos como parte del progreso.
186
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El plea bargaining altera el sistema de legalidad y su vigencia (y, en consecuencia, el de seguridad) vinculado al Estado de derecho en el cual la
justicia se aplica, no se negocia. Bajo este sistema, el imputado o acusado
negocia en pie de desigualdad, ya que solo puede negociar su culpabilidad, nunca su no-culpabilidad. En este tema, lo que est en juego es la
respuesta jurdica ajustada a la legalidad, incompatible con la disponibilidad del proceso penal en manos de particulares (fiscal y defensor). No hay
que olvidar que la misin constitucional del Poder Judicial de la mayora
de los pases de la regin, y del nicaragense, es la tutela de los derechos
humanos mediante la aplicacin (y no la negociacin) de la ley (arts. 158 y
160, Constitucin Poltica). Conforme a este mandato constitucional, basado en la ley escrita, los particulares, en virtud del monopolio estatal,
no pueden ni deben disponer del derecho penal, ni de la consecuencia
jurdica penal, ya que este se aplica (o debera aplicarse) solo por jueces
y tribunales constitucionales en el marco de un proceso penal. En el derecho penal, la descripcin de las conductas delictivas (tipos penales legales) formaliza y delimita la justicia, pero esta solo puede realizarse en el
proceso penal, debidamente desarrollado y con el debido proceso legal;
solo as se puede condenar y remover la presuncin de inocencia.
190
No cabe duda de que la negociacin conduce a la privatizacin del proceso penal (de la justicia penal), y es, como expresa Amodio, una verdadera
y propia exaltacin de la autonoma de las partes.(24) Este criterio encuentra su fundamento conceptual en la existencia de una relacin horizontal
entre partes, de la que se originan derechos y obligaciones. El fiscal y el
defensor cuando negocian un delito por otro, o la responsabilidad del
acusado, o un privilegio a cambio de una informacin, estn realizando un
negocio de carcter privado que, segn Brown,(25) expropia a las partes
de sus especficos papeles y las reduce, en la mejor de los casos, al nivel
(23) Ibid., p. 59.
(24) Ibid., p. 75.
(25) Ibid., p. 50.
En Nicaragua, en el ao 2004, se llev a cabo una importante investigacin comparada sobre la negociacin en la justicia penal y la posicin del
juez.(26) El trabajo presenta anlisis sobre el plea bargaining system de los
Estados Unidos de Norteamrica, modelo que sirvi de base a otros institutos de los sistemas de tradicin jurdica continental europea como
son los supuestos del patteggiamento italiano, del procedimiento
abreviado costarricense y del acuerdo en el Cdigo procesal penal nicaragense. Igualmente, comprende la oportunidad reglada en la ordenanza procesal penal alemana, en el Cdigo procesal penal costarricense y la
prescindencia de la accin penal en el nicaragense.
La investigacin hizo un anlisis comparativo de legislaciones europeas y
anglosajonas a fin de determinar el papel hegemnico que las visiones de
los pases desarrollados ejercen sobre aquellos que, como las naciones
de Costa Rica y Nicaragua, presentan un esencial inters, sobre todo de
carcter econmico, para esos centros de concentracin de poder. Con
esto se esperaba extraer conclusiones vlidas y claras respecto al tema
central de la investigacin, el rol del juez en la justicia penal negociada, lo
cual requiri, adems, para su enriquecimiento, de fuentes doctrinarias de
legislacin, jurisprudencia y aportaciones crticas hechas por los autores
de la investigacin desde la funcin de la judicatura.
La investigacin establece que esta institucin no puede verse en forma
aislada de los factores que condicionan la reforma penal en Centroamrica y que tambin explican, en gran medida, el grado de uniformidad de
las legislaciones como de los organismos internacionales que impulsan
(26) Alvarado Chacn, Rosario y Morales Garca, Jorge L., La negociacin en la justicia penal:
la posicin del juez estudio comparado (Alemania, Costa Rica, EEUU, Italia y Nicaragua),
Managua, Grupo Cvico tica y Transparencia, 2004.
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su gestin. En Nicaragua, pese a que no exista una necesidad apremiante para instaurar una reforma penal en virtud de la mora judicial los
ndices de retardo de justicia en causas con detenidos haba disminuido
del 12% en diciembre de 1999, al 4% en diciembre del 2000 en juicios
ordinarios; y del 50% al 7% en el mismo perodo en juicios especiales de
adolescentes.(27)
Como era el caso de otros pases de la regin, en lo que respecta a Costa Rica, ella s contribua a los abanderados de la gestin de la reforma,
al contar con un Cdigo de instruccin criminal con ms de un siglo de
vigencia; sin embargo, son las razones ideolgicas las que pesaron ms
en impulsar la reforma que en el tipo de reforma que se impuls.
192
(27) Corte Suprema de Justicia de la Repblica de Nicaragua, Sala de lo Penal, Memoria (1996-2000),
Managua, Corte Suprema de Justicia de la Repblica de Nicaragua, 2001.
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La naturaleza econmica de la reforma de la justicia penal permite entonces comprender el papel que le toca jugar a instituciones como la polica,
un rol, en este caso, de cuidar la libre circulacin de bienes y capitales, una
polica no como medio sino como fin de la economa globalizada, de la
tutela del trfico de capital y mercanca en y entre territorios, y no como
una institucin para la prevencin del delito y garante de la seguridad
ciudadana, sino para proteger el capital de la concentracin de la miseria
(o los vagos, los ociosos).
Para esta misin de tutelar la mercanca, la polica necesita garras suficientes. Estas no son otras que las extensas facultades que la legislacin procesal penal le confiere a dicha institucin en detrimento de la seguridad
de las personas, sobre todo de aquellas sometidas a la pobreza y marginalidad. As, podemos apreciar una polica que controla, sin ningn tipo de
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La reforma de la justicia penal estaba concebida para la defensa de los derechos y garantas de la persona sometida al proceso y la democratizacin
del proceso penal. Para esto, se apostaba a la derogacin del modelo inquisitivo y se optaba por un modelo acusatorio que representaba mayor
garanta que el anterior, as lo expres la solitaria e importante sentencia
N 20/2009 de la Sala de lo Penal de la Corte Suprema de Justicia de Nicaragua: Uno de los lineamientos centrales que inspir a la reforma procesal
penal en nuestro pas, es la de conseguir que en la tramitacin de todas
las fases del procedimiento penal se respeten los derechos fundamentales
o garantas constitucionales de las personas objeto de juzgamiento penal,
pues sin lugar a dudas el procedimiento inquisitivo establecido en el cdigo
de instruccin criminal derogado se caracterizaba por que se desarrollaba al
margen del respeto de estas garantas constitucionales o al menos con una
muy reducida aplicacin, a pesar de estar consagrados expresamente en la
Constitucin Poltica y en los Tratados y Convenios Internaciones suscritos
por Nicaragua.
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4. Consideraciones finales
Todo lo anterior, nos da la sensacin, como dice Zaffaroni, de que todo
est al revs y de alguna manera parece que as es, conforme a nuestras
pautas todo parece estar al revs,(35) o, como dijo Eduardo Galeano si
(35) Zaffaroni, E. Ral, El Curso..., op. cit.
La justicia es un presupuesto para los derechos humanos y para el desarrollo econmico. No dudamos que no solo es factor de impulso, sino
tambin factor para el desarrollo de la economa, pero cierto es que una
reforma como la que hemos sealado, orientada a este ltimo aspecto,
para crear condiciones de confianza en la inversin y desarrollo econmico de nuestras sociedades, crea un desbalance como el apuntado a lo largo del trabajo, ya que los derechos humanos de la persona quedan fuera
del propsito de la misma, expuesta, sin duda, al impacto que supone una
justicia diseada exclusivamente para el impulso de la economa. El reto
es el equilibrio, una reforma para ambos supuestos, para la proteccin de
los derechos humanos de la persona y para garantizar un marco de seguridad a la economa para el desarrollo de la regin y de Nicaragua.
El desafo es sin duda maysculo: hacer que la reforma de la justicia se
oriente, en consecuencia, a transformar las bases de legitimidad sobre las
cuales funciona. Ello supone un cambio sustancial en las relaciones con la
sociedad, un encuentro con la persona y su desarrollo, diseada dentro
de una estrategia a largo plazo y dirigida fundamentalmente a producir un
cambio en el comportamiento y en la estructura de pensamiento, entre los
cuales los sujetos econmicos juegan un importante papel. Tal perspectiva
constituir un cambio cultural de primera magnitud con respecto a los esfuerzos de la justicia emprendida en la regin y, en especial, en Nicaragua.
Bibliografa
Barboza Moreira, Jos C., La Transaccin
Penal Brasilea y el Derecho Norteamericano, en Revista de la Asociacin de Ciencias
Penales de Costa Rica, n 17, 2000.
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Sin embargo, los tres Estados a los que me refer anteriormente la han
echado a caminar. Al igual que lo que ha sucedido en el Estado de
Mxico, el Ministerio Pblico se ha convertido en el fabricante de todas
las pruebas para que el juez de garantas pueda vincular a alguien al
proceso.
Pero lo hacen de forma enredada, y hay tantas audiencias durante todo
el da que llegan a una salida alternativa porque no pueden llevar a todos
con el juez de garantas, de manera que se llega a la impunidad. As, el
Ministerio Pblico ms que Ministerio Pblico Fiscal se convierte en
un juez de garantas porque es el que le va a acomodar todas las cosas al
juez de garantas; quien en ocasiones ni llega, precisamente porque no
puedo cuadrar el crculo, por lo que el otro, muchas veces, tampoco puede resolver y entonces no se avanza.
Sin embargo, como ya se dijo, el primer problema es que, por dificultades econmicas, no se pueden cuadrar las salas y, al mismo tiempo, hay
municipios en el propio Estado de Mxico donde las salas estn ms que
integradas. Pero sucede lo mismo: todo se queda ah, porque son tantos
los delitos que hacen falta crceles y, fundamentalmente, que la gente
se prepare. En esa preparacin seguimos funcionando. Es una verdadera
pena que simultneamente estemos con el procedimiento escrito y con el
proceso oral, aunque solo sea en la ejecucin.
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La importancia
de la vctima
en la poltica criminal
contempornea
PRESENTACIN
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presentacin
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Luego, Perano expuso sobre la situacin de la vctima en el proceso penal desde el punto de vista del positivismo y de la criminologa crtica.
Manifest que vctima y victimario son, para el positivismo, figuras incompatibles porque ambas tienen ubicaciones distintas en la sociedad:
la libertad y la crcel. Mientras, la criminologa crtica nos ense que
el sistema penal acta sobre sectores vulnerables y, de ese modo, sobre
las vctimas de un sistema econmico, social, psicolgico, etc.; es decir,
sobre las vctimas de una forma de construir el poder debiendo poner
la mirada en las vctimas que el propio poder punitivo estatal o el sistema
penal (en sentido amplio) produce. Perano finaliz su exposicin expresando que el desafo de la criminologa crtica hoy, en relacin al tema
de la vctima, es poner la mirada en las vctimas que el propio poder punitivo estatal o el sistema penal (en sentido amplio) produce, y reafirm
su hiptesis incluyendo cifras de delitos y de faltas o contravenciones de
la provincia de Crdoba.
Bernal Acevedo centr su exposicin en la experiencia recogida en Colombia, en el marco de la ley 975/05 denominada Justicia y Paz. Explic
que es una normativa especial que busca el cese de la violencia imperante
en el pas y el juzgamiento de los responsables, y aclar que no se trata,
en sentido estricto, de una amnista. Centrando su exposicin en la participacin de las vctimas en este proceso penal, afirm que no solo es poco
representativa, sino que, adems, la posibilidad de obtener tutela para sus
derechos a la verdad, justicia y reparacin estn reducidos.
Por su parte, Nio efectu una crtica a uno de los discursos poltico-criminales reinantes en la actualidad: la denominada sociedad del riesgo.
Remontndose a esos efectos 27 aos atrs, a los orgenes de esta denominacin y a la construccin por parte de Beck del otro como enemigo.
Y seguidamente, explicando su recepcin por parte las llamadas teoras
de la imputacin objetiva, afirm que este discurso siempre alienta el expansionismo punitivo que criticamos quienes deseamos conservar el principio de subsidiariedad o de extrema o ultima ratio como delimitador del
poder punitivo estatal. De esta manera, el autor finaliz sosteniendo que
la importacin, por parte de la doctrina penal, de la idea de la sociedad
de riesgo ha servido para fundamentar y justificar la reaparicin de un derecho penal del enemigo en el que se comprueba el reforzamiento de
la sociedad de clases, con todos los fenmenos y epifenmenos que la
acompaa; como tambin que su introduccin en el marco de la imputacin objetiva conduce a desdibujar los mrgenes de la criminalizacin
primaria y, por consiguiente, ensancha las posibilidades de decisionismo y
arbitrariedad a la hora de la criminalizacin secundaria.
Finalmente Larrandart se refiri a cuestiones sobre el rol de la mujer en el
derecho penal y a qu tradicionalmente se ha considerado como desviacin femenina. Comenz haciendo un recorrido por los pensamientos de
los principales autores a lo largo de la historia, recordndonos sus distintas concepciones sobre la naturaleza de la mujer y su tutela en el campo
jurdico. En ese sentido explic que existen sectores del feminismo que
no advierten que, con esa postura, no se lograr una mayor proteccin de
las mujeres, pues los delitos de los que son vctimas no son denunciados,
por distintos motivos, por ellas. Finalmente Larrandart aconsej la bsqueda de alternativas, no aumentar las penas y advirti el peligro de la
victimizacin de la mujer ya que se podra reforzar el rol tradicional y su
considerada debilidad intrnseca, obteniendo consecuencias contrarias a
las que deben promoverse desde un verdadero feminismo.
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Julio Virgolini(1)
Me han pedido que desarrolle algunas ideas en relacin al rol o a la importancia que la vctima tiene o ha asumido en el marco de la poltica criminal,
abarcando con ello el sistema penal en general y el derecho penal en
particular y algunos de los nudos problemticos que esa figura expresa.
Entonces, la primera pregunta que surge es: si el mbito del derecho o
del sistema penal es el lugar adecuado para hablar de la vctima, o si en
cambio el mbito es el de la poltica social, ya que en primer lugar, la vctima de un delito o como generalmente se la define desde el derecho
procesal: quien acredita ser el sujeto pasivo de alguna accin tpica antijurdica y culpable (definicin que en general solo puede afirmarse luego del
proceso), es la persona o el grupo respecto del cual, en la mayor parte
de los casos, el Estado no ha cumplido con uno de sus deberes esenciales,
especficamente con su prestacin de seguridad.
Ciertamente, vengo sosteniendo desde hace tiempo que con relacin a
los ciudadanos, el Estado debe absolver por lo menos dos grandes prestaciones. Una es la prestacin elemental de seguridad, de proteccin contra
afectaciones ilegales y violentas de sus derechos subjetivos, la cual segn
su insuficiencia o ineficacia abastece las demandas sociales difusas de penalidad, de aumentar las fuerzas visibles y operativas de polica, patrulleros,
vigilancia y control que pronuncian todos aquellos que se sienten vctimas
reales o potenciales por la amenaza de una criminalidad cotidiana y ubicua.
(1) Abogado (UBA). Doctor (UBA). Profesor titular de Derecho Penal en la Facultad de Derecho y profesor de Criminologa en la carrera de Especializacin en Ciencias Penales (UBA).
Autor de numerosos artculos sobre Derecho Penal y Criminologa en Argentina, Uruguay,
Italia, Espaa, Venezuela, Costa Rica y Brasil.
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Julio Virgolini
Por otra parte, una prestacin ms importante y abarcativa que es la prestacin de ciudadana, que se expresa en la funcin estatal por excelencia
que es la de proveer a todos los habitantes de las condiciones mnimas
necesarias para que puedan aspirar y gozar del ejercicio de todos los derechos que la Constitucin les ofrece: alimentacin, vivienda, trabajo, educacin, todo ello con miles de etcteras. El incumplimiento de esta prestacin de ciudadana es lo que transforma a las personas en no-ciudadanos,
porque en los hechos carecen del derecho a la salud, a la vivienda, a la
educacin, a la esperanza o al futuro, y eso los transforma en las primeras
vctimas de la configuracin concreta de las relaciones sociales, econmicas y polticas. Y esta es una victimizacin que excede a esta intervencin
pero que es necesario sealar como importante: es claramente un problema de poltica social, un problema de poltica tout court, y no ya de
poltica penal.
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pueda ser resuelto de una manera distinta. Salidas reparatorias o conciliatorias, en general, no existen o son sumamente restrictivas y generalmente
ineficaces. Entonces, me parece que el lugar de la vctima dentro del mbito de la poltica criminal y del proceso penal no es claramente el lugar
adecuado para desarrollar el tema en la amplitud que tiene.
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Sin embargo, es claro, all s tiene un lugar, existen, hay reclamos y pedidos, hay actividad, hay asociaciones, hay ONGs que reclaman por un lugar
cada vez ms amplio dentro del mbito del sistema penal.
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Julio Virgolini
determinada manera, con determinados y confusos fines, y en consecuencia con determinados y frecuentes malos resultados.
Tambin esto es el reflejo de la criminologa positivista, en el sentido de
que esta distribuye el mundo criminal entre orden y transgresin, entre
bueno y malo y, en lo que a esta exposicin interesa, entre vctimas y victimarios. Esta dicotoma expresa, en realidad, una profunda antipata por el
criminal cuya maldad o antisocialidad es evidente, pero rechazado o despreciado como sea, el centro del pensamiento penal no es la vctima sino
el criminal. Esa vieja concepcin criminolgica est imbuida de una fuerte
antipata respecto del delincuente, con el cual no podemos acordar absolutamente nada, ni podemos siquiera escucharlo, porque el criminal y el
crimen constituyen un fenmeno que carece de toda dignidad, por lo que
queremos librarnos lo ms rpido y lo ms sencillamente posible de ellos.
Entonces, tanto a nivel del discurso como en el de las prcticas de la criminologa positivista, al criminal lo eliminamos, lo matamos, lo segregamos,
lo destruimos, lo quebramos a travs de los procedimientos y dispositivos
de control punitivo que son bsicamente la crcel o el cadalso, y tambin
a travs del tratamiento o de algunas formas de tratamiento con penetrantes dinmicas desocializadoras.
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Esta es una situacin en la que las reglas legales se encuentran tensionadas hacia la superacin de los lmites retributivos, los lmites de la proporcionalidad abstracta o terica entre el crimen y el castigo, porque en
general siempre se pide un poco ms, de castigo, tratamiento, es decir,
una segregacin ms precisa y extendida. Por lo general, lo anima un espritu retribucionista, a veces, disfrazado de reeducacin o resocializacin,
pero que tiene que ver, fundamentalmente con la necesidad o el impulso
de ejercer alguna forma sutil o violenta de venganza; ya deca Durkheim,
que la pena entendida como una reaccin pasional, es en el fondo una
venganza, y que la esencia de la pena es bsicamente una venganza racionalizada, burocratizada, suavizada y enmascarada a travs de los procedimientos objetivados del derecho penal.
Sin embargo, el derecho penal tiene otra posicin respecto delo antes
dicho, que a mi juicio es la ms importante, que es el derecho penal
como sistema de lmites. Deca Franz von Liszt hace muchsimos aos
algo que sigue, desde mi punto de vista, teniendo vigencia pero que a
la gente no le gusta escuchar o le cuesta comprender: el derecho penal
es la carta magna del delincuente.
Esa pretensin de pena del Estado tiene lmites, porque el derecho penal es tambin, junto o por encima de su programacin criminalizadora,
un cuerpo de lmites, un conjunto de garantas, un sistema de barreras al
poder de castigar. Un cuerpo de garantas de no punibilidad por fuera de
ciertos mrgenes, es decir, un conjunto de defensa en el mbito del derecho procesal; un lugar donde el poder del Estado que se vale del derecho
penal para expresar su poder de orden y castigo debe tambin detenerse
gracias a ese mismo derecho penal.
Por lo que, en realidad, la verdadera historia del derecho penal, la mejor
historia, es la de las garantas, que requiere una condicin que la sociedad
debe asumir, y que no lo hace o lo hace con dificultad: consentir una cierta
impunidad posible. Digamos que este conjunto de garantas en realidad
permite la impunidad porque hay barreras que ni siquiera la conviccin de
los jueces sobre la culpabilidad de un acusado puede transponer. Hay entonces una cierta impunidad que debe consentirse, que incluso es deseable, no solo por el argumento remanido de que si no fuera as estaramos
todos presos por algn motivo, porque nadie se salvara de nada. Sino
adems porque esta impunidad es deseable para no consentir el error.
Se dice a menudo que es mejor un culpable libre que un inocente preso,
pero cuando se dice esto a veces se lo hace muy livianamente en el sentido de que es una especie de paradoja, un juego de palabras muy bonito. Pero yo, que llevo muchos aos en esto y estuve sucesivamente en la
profesin, en la justicia, luego en la profesin, nuevamente en la justicia y
finalmente en la profesin, he visto todo, aunque casi siempre hay cosas
que me sorprenden. Uno casi siempre piensa que nada le queda por ver
pero siempre sale algo nuevo, asombroso, sorprendente y vergonzoso. Y
en esta experiencia en la que he visto todo, o casi todo, he visto condenas
injustas, a prisin, incluso a una prisin perpetua impuesta a un inocente.
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Qu significa eso? Significa que el delincuente est inerme frente al poder punitivo, que el Estado tiene mucho ms poder que l y que el criminal es el dbil frente a un Estado que ejerce su violencia de manera formalmente legtima. Carnelutti deca que el peor y ms brutal delincuente,
cuando est preso y sometido a juicio es un ser dbil y necesitado de
piedad y de alivio. Hay una diferencia enorme entre el delincuente cuando
ejerce su poder de violencia y de maldad, y el delincuente cuando se encuentra frente al juicio y a su acusador, frente a la pretensin de pena que
lleva adelante el Estado.
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Julio Virgolini
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Por un lado, una desconfianza hacia el Estado, que por su propia naturaleza
de artefacto de poder tiende siempre a la desmesura, a imponerse ms
sobre las libertades individuales, a utilizar en demasa el ejercicio del poder
coactivo que caracteriza su existencia como tal. El Estado, lo deca Max
Weber a comienzos del siglo pasado pero es as desde siempre, se caracteriza por la pretensin al ejercicio monoplico de la fuerza (legtima), y esto
en el lenguaje clsico es el poder de la espada; que se expresa sobre todo
en el ordenamiento normativo que regula y autoriza el empleo de la fuerza
estatal: el derecho penal y todas las normas e instituciones que lo secundan, que son las que en conjunto expresan la violencia de la dominacin.
Ese poder genera desconfianza, temor y tambin dolor e injusticias, por lo
que debe reconocerse preeminencia a la visin de un derecho penal de lmites y garantas, que es la versin del derecho que debe y puede limitar el
poder de la espada y que asegura un espacio de libertad a los ciudadanos.
Por otro lado, tenemos la desconfianza hacia la vctima, no en el sentido de
menospreciarla ni retacear de ninguna manera sus derechos, cuya legitimidad nadie discute, pero s el hecho de que el derecho penal debe ser tan
En general, esto choca con un neo punitivismo que est cada vez ms
en boga desde hace varios aos, que ha colonizado el pensamiento de
muchos doctrinarios y sobre todo el de muchos jueces, logrando fallos
que se conjugan en el patrn comn de la necesidad de dejar de lado
algunas garantas del derecho penal, especialmente, en temas conflictivos
y de difcil resolucin como los de drogas, delitos econmicos, lavado de
dinero, violencia de gnero, etc.; y todo ello bajo la premisa de que deben flexibilizarse algunos criterios de interpretacin dogmtica y ciertos
requisitos de prueba en el proceso. Estas tendencias afectan los criterios
comunes sobre la prescripcin, la cosa juzgada, la tipicidad, el alcance de
las mismas garantas constitucionales, que sufren una crisis cuando se trata
de delitos atroces y brutales o de victimarios ya juzgados por los medios
de comunicacin y la opinin pblica. Sin embargo, aun cuando se trate
de delitos de una tremenda atrocidad, considero que el estndar de las
garantas y de lmites no se debe disminuir, por ms atroz que sea el delito
y malvado el sospechoso, este tiene que gozar de las mismas garantas
que en los casos corrientes o menos graves.
Entonces, ac se ponen en evidencia dos posiciones, que quizs son caminos o vertientes distintas de un mismo drama humano y que me atrevo
simplemente a sealar de manera muy sucinta. Una es la necesidad del
mantenimiento de las garantas en todos los casos, a pesar de que los
variados y mltiples movimientos de las vctimas y el peso de la opinin
pblica (y publicada) que aboga por una mayor, ms extendida e intensa
punibilidad. El tema toca de algn modo lo que en el mbito del derecho
penal ha sido histricamente su discusin central, la de las funciones o las
finalidades de la pena, que todava no se ha zanjado y quizs no se zanje
nunca, pero en la que, en general, estamos ms o menos de acuerdo en
que las finalidades de la pena no son la pura retribucin, el puro hacer
sufrir, y que al sufrimiento innegable de la pena hay que administrarle
alguna racionalidad, limitacin, alguna utilidad.
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La otra situacin es mucho ms difcil y dolorosa: es el caso de las catstrofes humanitarias que ha sufrido la humanidad, no solo en Latinoamrica
que nos es ms cercano sino en el resto del mundo; las masacres, las tiranas, los conflictos armados, la explotacin y la matanza de poblaciones
civiles, etc., que conocemos muy bien; ha sucedido en toda la historia y no
cesan y contra lo que podra esperarse del proceso aparentemente civilizatorio y de la globalizacin de la cultura, aparecen por doquier con cuotas de salvajismo cada vez mayores. Y all es donde el derecho penal, que
es saludado por los juristas como el instrumento diseado para reducir la
violencia se ve impedido, se muestra inadecuado y dbil para contener lo
que se presenta como un ejercicio irracional del poder poltico.
De hecho, me parece que esto convierte a la cuestin estrictamente penal
y jurdica de la retribucin y del castigo, en estos casos, en un fantasma
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Es posible hacerse una pregunta cuya respuesta quizs sea solo descriptiva, escpticamente descriptiva, la pregunta de por qu en estos casos tan
terribles de violaciones gravsimas contra los derechos humanos rompemos la ley formal y las garantas se quebrantan o disminuyen.
Es posible que eso suceda porque, en realidad, no es posible reconocer la fragilidad e inestabilidad de los fundamentos de toda la civilizacin
occidental, edificados sobre la base de una mscara que bajo discursos,
constituciones, leyes, tratados, declaraciones de derechos, cultura y buena voluntad, oculta que el poder poltico, que la dominacin poltica es
esencialmente un poder de muerte, y que este poder de matar es el que
se desborda en cada ocasin en que las vacilaciones y las fisuras de esa
mscara fantasmal le dejan espacio.
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
Como los delitos de lesa humanidad y las graves violaciones de los derechos humanos constituyen la expresin de un poder de muerte, de la
suprema ilimitacin de ese poder que no es posible admitir ni soportar, es
necesario destruir por todos los medios esa expresin que ha conmovido
los fundamentos de nuestra civilizacin; la visin de la muerte tiene que
ser destruida, por lo tanto para los autores de ese desborde no hay impunidad posible, no hay garantas, no hay lmites.
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Jorge Perano(1)
A pesar de que todos sabemos que criminologa y victimologa van estrechamente de la mano son dos caras de una misma moneda; si hay una
temtica que la criminologa crtica ha descuidado o en la que an no ha
realizado estudios sistemticos, esta es la victimologa.
Los dos grandes paradigmas del pensamiento criminolgico cada uno
con sus correspondientes diferencias fueron el positivismo y el paradigma crtico.
Histricamente, el positivismo criminolgico se ha caracterizado por dividir la sociedad en delincuente y no delincuente o, lo que es igual, entre
vctima y victimario, a partir de su anlisis biolgico y antropolgico. Para
ello utiliz el mtodo derivado de las ciencias naturales: el empirismo.
Este mtodo y la utilizacin de la crcel como laboratorio para la elaboracin de su teora le permitieron ubicar al victimario dentro de la prisin y,
por consiguiente, a la vctima fuera de ella.
Desde la perspectiva dogmtica jurdica, el positivismo se vali de elaboraciones legales y de interpretaciones dogmticas peligrosistas basadas
especficamente en las caractersticas de las personas y no en lo que ellas
hacan. De esa manera, tambin se consolidaba el denominado derecho
penal de autor, doctrina que siempre est agazapada a la espera de la
instrumentacin de polticas criminales de ley y orden, tan conocidas en
nuestro continente, y tambin en el mundo entero.
En relacin con lo anterior, al positivismo criminolgico le pertenece
la idea de la victimologa positivista. En efecto, si para la criminologa
(1) Docente de la Ctedra de Criminologa, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la
Universidad Nacional de Crdoba. Defensor Pblico Oficial en la Justicia Federal de Crdoba.
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Jorge Perano
El sistema penal operaba de esta manera: vctima y victimario se desconocan mutuamente. Esa forma procesal o judicial de aparente resolucin de
conflictos es lo que en definitiva debe ser modificado por la criminologa crtica, como ya hace tiempo viene pregonando el movimiento abolicionista.
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Jorge Perano
Con la crtica pasamos a estudiar el sistema penal en su totalidad teniendo en cuenta sus dicotomas: igualdad de la ley/selectividad del sistema
penal; ontologa del delito/construccin social del delito; consenso acerca
de los valores elegidos como dignos de proteccin dentro del sistema
penal/intereses econmicos y polticos que definen qu delitos protegen
sus intereses; el sistema penal resuelve conflictos sociales/la presencia de
cifras negras cada vez ms altas como ndice de que solo son delitos las
acciones atrapadas por el segmento policial y finalmente encarceladas.
Adems cambia la concepcin de victimologa. De la mano de la criminologa crtica pensamos que, entre muchas otras cosas, las vctimas tambin
estn dentro de la prisin. O mejor dicho, la crtica nos ense que el
sistema penal acta sobre sectores vulnerables y, de ese modo, sobre las
vctimas de un sistema econmico, social, etc.; es decir, sobre las vctimas
de una forma de construir el poder.
Desde hace un tiempo relativamente corto ha quedado claro la importancia de notar la existencia de vctimas que el propio sistema penal produce;
sea este sistema penal formal previsto por los instrumentos legales y
que sabemos es meramente simblico ya que acta en una parte nfima
de eventos, o bien sea el sistema penal informal/paralelo/subterrneo
el que acta al margen de la ley; an cuando su accin se haya iniciado
por mecanismos legales, tal como es el caso de abusos policiales, muertes
y heridos que se producen en el interior de los penales.(6)
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Jorge Perano
Otro diario del mismo grupo editor, Da a Da, del 26/08/2012; inform que,
durante el ao 2010, de las 37.900 causas tramitadas solo fueron apeladas
110 de las cuales solamente 10 han sido confirmadas por el poder judicial.
Este matutino tambin public que en la provincia de Crdoba durante el
ao 2010 haba un detenido por el Cdigo de Faltas cada 13 minutos.
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En este sentido, Loic Wacquant sostena que el estado operaba penalmente sobre personas de extrema vulnerabilidad social; es decir, sobre
vctimas de un sistema econmico, social y poltico concreto. Sobre estas vctimas, nunca habl el positivismo criminolgico, ni en su vertiente antropolgica, biolgica, gentica, sociolgica, etc. El autor francs
claramente escribi: el nmada urbano es categorizado como un
delincuente (a travs de ordenanzas municipales que declaran ilegales
las acciones de mendigar o de estar tendido en la calle, por ejemplo) y
tratado como tal; dejar de pertenecer a los sin techo apenas se le coloca tras las rejas. La construccin legal de la situacin de quien no tiene
hogar como instinto de supervivencia, socaba sus derechos, lo reduce a
un no ciudadano y facilita su enjuiciamiento penal. La penalizacin funciona como una tcnica para la invisibilizacin de los problemas sociales
que el Estado, como palanca burocrtica de la voluntad colectiva, ya no
puede o no quiere tratar desde sus causas, y la crcel acta como un
contenedor judicial donde se arrojan los desechos humanos de la sociedad de mercado.(9)
Quiero reiterar por qu entiendo que en la inmensa mayora de los casos de detencin por contravenciones, por no decir en todos, estamos
hablando de vctimas y, por lo tanto, debera ser objeto de estudio de la
victimologa desde una perspectiva crtica. Podemos advertir claramente
que, si existe una institucin policial abocada casi ntegramente a controlar los barrios urbanos marginales, seguramente encontrar que esas
personas cometen alguna de la vastsima y enorme gama de conductas
que contiene el Cdigo de Faltas ntese que tomar una cerveza en la
vereda ya es considerada falta. Pero, al mismo tiempo, casi con certeza, esas conductas son ejecutadas de la misma manera por personas que
viven en otros barrios de la ciudad de clase media o alta. Sin embargo,
solo quienes son sometidos a un proceso contravencional son vctimas de
(9) Wacquan Loic Castigar a los pobres. El gobierno neoliberal de la inseguridad social, en
Revista Economa, Sociedad y Territorio, XII (39), 2012, pp. 25/26.
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Entiendo que las personas que son encarceladas por faltas o contravenciones estn sometidas a un no derecho, con muchas anulaciones de los
derechos establecidos constitucionalmente (derecho de defensa, principio de legalidad, de lesividad) que la convierten en una vctima de la desaforada actuacin punitiva estatal.
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Jorge Perano
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Tambin en ese camino a transitar se deber propiciar la real y verdadera participacin de la vctima en la resolucin de los conflictos, hayan
sido o no definidos como delitos, y es ah en donde debemos trabajar
ms en pos de la disminucin del uso del sistema penal para abordar
los conflictos. La produccin de datos serios es un insumo fundamental
para llevar adelante cualquier poltica criminal o poltica pblica que se
quiera realizar. En este sentido, es de vital importancia conocer los datos
estadsticos que, hasta hace poco tiempo, produca el Sistema Nacional
de Informacin Criminal.
Ya est hartamente demostrado que recurrir de manera permanente a la
institucin carcelaria como medio de solucin de los conflictos sociales
no es solucin. La victimologa, desde la perspectiva crtica, debe brindar
un aporte importante a los fines de poder buscar una respuesta tendiente
a mediar en el conflicto entre vctima y victimario, a procurar soluciones
Por ltimo, quiero hacer mos los aportes de muchos cientistas sociales
cuando refieren que es necesario generar espacios de dilogos entre el
mundo acadmico y los medios de prensa, y la sociedad en general, para
poder transmitir los efectos predadores que generan las polticas de ley y
orden y, consecuentemente, la necesidad imperiosa de dar otro rumbo a
los conflictos sociales; sean estos definidos como delitos o contravenciones incivilidades.
El modelo tradicional positivista solo genera mayor segregacin y aumenta las distancias entre la vctima y el victimario, al asumir expropiar el estado del conflicto planteado. Reitero, el nico camino mnimamente democrtico es, primero, la visibilizacin de quienes son las vctimas que hoy
est produciendo el mismo sistema penal y, luego, intentar la devolucin
de la palabra a la vctima.
Es un camino en el que estamos involucrados todos aquellos quienes anhelamos una sociedad un poco ms democrtica, o lo que es igual, deseamos
una sociedad con menos utilizacin del poder penal y policial. Entendemos
que es la nica esperanza y que esta tambin ir de la mano de una fuerte
revolucin cultural. En este sentido, finalizo con una parte de un poema,
Vientos de pueblo, de Vctor Jara: la estrella de la esperanza, seguir
siendo nuestra. Detrs de esa esperanza estamos caminando y no estamos
de brazos cruzados.
Bibliografa
Agamben, Giorgio, Estado de excepcin, Bs. As.,
Adriana Hidalgo, 2004.
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conjuntas, a generar un acercamiento y dilogos entre ambos. No estamos negando una problemtica concreta, lo que estamos intentando sostener es que el abordaje de esa problemtica debe ser, necesariamente,
plurisectorial, debe contemplar la voz de la vctima con un protagonismo
real. Algunos le llaman destecnificacin del conflicto.
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Los procesos penales adelantados en Justicia y Paz han permitido establecer el contexto del accionar de los grupos ilegales paramilitares y
de algunos desmovilizados individuales de las FARC, sus estructuras de
mando, su georeferenciacin, las directrices polticas y los patrones de
macrocriminalidad. En Colombia, se desmovilizaron 31.663 integrantes de
los grupos armados ilegales a nivel nacional, de ellos fueron postulados a
la Ley de Justicia y Paz 4162,(3) y en la actualidad se han versionado 2431,
se han hecho 1126 imputaciones, se han formulado cargos a 282 y se han
proferido a la fecha 14 sentencias y 11 incidentes de reparacin judicial.(4)
Respecto a los delitos confesados con antelacin a 2005 tenemos: masacres (1046), homicidios (25.757), reclutamientos ilcitos (1618), desaparicin forzada (3551), desplazamiento forzado (11.132), extorsin (1168),
secuestro (1916), violencia sexual (96), tortura (773), entre otros. Frente a
las vctimas, la Fiscala, al 31 de marzo de 2012, registr un total de 386.069
vctimas quienes no participan automticamente en el proceso de justicia
y paz, pues se requiere de una acreditacin de su calidad que implica ser
(3) Postulados se refiere a aquellas personas que hayan pertenecido a un grupo armado
organizado al margen de la ley (GAOML), y que hayan decidido desmovilizarse o bien dejar las armas, de manera individual o colectiva, y hayan solicitado su postulacin, punto de
partida para el inicio judicial del proceso. Con el arribo de la lista de postulados a la Fiscala
General de la Nacin de Colombia se activan unas competencias para iniciar la investigacin
tendiente a establecer los presupuestos que sustentaran la formulacin de cargos.
(4) Ver [en lnea] www.fiscaliageneral.gov.co. Gestin de la Unidad Nacional de Fiscalas para
la Justicia y la Paz al 01/12/2012.
De estas estadsticas podemos sacar un clculo preocupante de la efectividad del proceso penal que nos deja un sin sabor. De los desmovilizados solo el 10% en el proceso y de las vctimas registradas, solo el 12%.
Ahora bien, de los procesos iniciados con imputacin, que son 1126, es
nfima la cantidad de sentencias proferidas y no alcanzan a sobrepasar el
1%. Tambin podemos obtener un porcentaje que apenas sobrepasa el
1% respecto a quienes siendo desmovilizados, no fueron postulados y,
por lo tanto, no participan en el proceso de justicia y paz por considerarse que su delito nico fue el de pertenencia al grupo ilegal al margen
de la ley; sin olvidar que, de los cabecillas de las AUC, los quince ms
representativos fueron extraditados a los Estados Unidos una semana
despus de su entrega, lo que hace que sus procesos judiciales en Colombia sean lentos por las diligencias de versin libre, las audiencias de
control de garantas y ante los Magistrados de conocimiento que deben
hacerse en transmisiones satelitales, lo que afecta sustancialmente los
derechos de las vctimas.
Desde una perspectiva de la participacin de las vctimas en el proceso
penal, debemos sealar que no solo es poco representativa, sino que,
adems, la posibilidad de obtener tutela para sus derechos a la verdad,
justicia y reparacin estn reducidos. En muchos casos, tambin, las vctimas estn invisibilizadas en el proceso penal especial, entre ellas las que
no han relacionado los postulados en sus versiones, las que el ente acusador no ha identificado, o las vctimas directas e indirectas que no se han
acercado a la justicia transicional, cuyo porcentaje es altsimo dependiendo del delito (82,15%, por ejemplo, frente a la violencia sexual).(5)
(5) Oxford Committee For Famine Relief, Violencia sexual en contra de las mujeres en el contexto del conflicto armado colombiano. Colombia 2001-2009, OXFAM, 2010 Este informe
realiza un estudio en 407 municipios con presencia de Fuerza Pblica, guerrilla, paramilitares
u otros actores armados en Colombia, y en l se estim en 17,58% la prevalencia de delitos
de violencia basada en gnero VBG. Durante estos nueve aos, 489.687 mujeres fueron
vctimas directas de violencia sexual. Un promedio de 6 mujeres cada hora han sido vctimas
directas de este tipo de violencia. Anualmente, en promedio, 54.410 mujeres fueron vctimas
directas de algn tipo de violencia sexual: 149 diariamente. El 82,15% de las 489.687 mujeres
vctimas de algn tipo de violencia sexual, es decir, 402.264 mujeres, no denunciaron los hechos. El 73,93% de las mujeres considera que la presencia de los grupos armados en dichos
municipios constituye un obstculo a la denuncia de los actos de violencia sexual.
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235
Referimos que los procesos penales adelantados en justicia y paz han permitido establecer el contexto del accionar de los grupos ilegales y que se
trata de una ley especial cuya base est en la confesin que se constituye
en fuente directa de informacin. Por lo tanto, si no se confiesan todos y
cada uno de los hechos delictivos, sern excluido de la justicia especial y
sern sometidos a la justicia con penas hasta de cincuenta aos de prisin.
En tal sentido, es relevante el pronunciamiento de la Sala de Justicia y Paz
del Tribunal Superior de Medelln en el que se tomaron varias decisiones,
como excluir a los postulados el Bloque Cacique Nutibara del proceso de
Justicia y Paz,(6) y sealar que no hubo ausencia del Estado y de las Fuerzas
militares en los crmenes cometidos por este bloque y en el accionar de los
paramilitares, lo que conllev a ordenar investigar a varios generales y al
expresidente lvaro Uribe Vlez. Igualmente, se compulsaron copias por
prevaricato por omisin a la ex-fiscal General de la Nacin, Vivian Morales,
y a varios de sus delegados, adems de enviar comunicacin a la fiscala
de la Corte Penal Internacional para la evaluacin y seguimiento que se
adelanta de la situacin de graves violaciones a los derechos humanos y al
Derecho Internacional Humanitario. Los postulados fueron excluidos porque no se desmantel el bloque y no se expuso toda la verdad, adems
se sigui delinquiendo a travs de las bandas criminales (Bacrim) que son
una suerte de desmovilizados activos con otro nombre. Respecto a las vctimas reconocidas en este proceso, se le declar su condicin de tal y por
lo tanto pueden acudir a la reparacin e indemnizacin con preferencia en
la Unidad de Atencin y Reparacin de la ley 1448 de 2011.
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(6) Tribunal Superior de Medelln, MP. Rubn Daro Pinilla, Auto del 04/10/2013.
(7) Uprimny, Rodrigo, Justicia transicional sin transicin? Verdad, justicia y reparacin para
Colombia, Bogot, Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad, 2006.
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238
(8) Derechos de las vctimas. Las vctimas tienen derecho a la verdad, la justicia y la reparacin integral. La definicin de estos derechos se encuentra desarrollada en la ley 1448 de
2011. Para estos efectos las vctimas tendrn derecho a participar de manera directa o por intermedio de su representante en todas las etapas del proceso a las que se refiere la presente
ley, de conformidad con lo dispuesto en la ley 1448 de 2011 (art. 6, ley 1592, Congreso de
la Repblica de Colombia, de 2012, que modific el art. 6 de la ley 975 de 2005).
(9) Art. 35, ley 1448 del Congreso de la Repblica de Colombia, de 2011, establece que (...)
para tales efectos, las autoridades que intervengan en las diligencias iniciales, los funcionarios de polica judicial, los defensores de familia y comisarios de familia en el caso de los
nios, nias y adolescentes, los Fiscales, Jueces o integrantes del Ministerio Pblico debern
suministrar la siguiente informacin: 1. Las entidades u organizaciones a las que puede dirigirse para obtener asesora y apoyo. 2. Los servicios y garantas a que tiene derecho o que
puede encontrar en las distintas entidades y organizaciones. 3. El lugar, la forma, las autoridades y requisitos necesarios para presentar una denuncia. 4. Las actuaciones subsiguientes
a la denuncia y los derechos y mecanismos que como vctima puede utilizar en cada una de
ellas. Las autoridades deben informar a las mujeres sobre derecho a no ser confrontadas con
el agresor o sus agresores. 5. Las autoridades ante las cuales puede solicitar proteccin y los
requisitos y condiciones mnimos que debe acreditar para acceder a los programas correspondientes. Las entidades y/o autoridades que pueden brindarle orientacin, asesora jurdica o servicios de representacin judicial gratuitos. Las instituciones competentes y los derechos de los familiares de las vctimas en la bsqueda, exhumacin e identificacin en casos
de desaparicin forzada y de las medidas de prevencin para la recuperacin de las vctimas.
8. Los trmites y requisitos para hacer efectivos los derechos que le asisten como vctima.
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240
(13) Corte IDH, Caso Cesti Hurtado vs. Per, sentencia del 29/09/1999. Tambin ha sealado la Corte Interamericana que los Estados deben adoptar las medidas necesarias, no
solo a nivel legislativo, administrativo y judicial, mediante la emisin de normas penales y el
establecimiento de un sistema de justicia para prevenir, suprimir y castigar la privacin de
la vida como consecuencia de actos criminales, sino tambin para prevenir y proteger a los
individuos de actos criminales de otros individuos e investigar efectivamente estas situaciones (vese Corte IDH, Caso masacre de Ituango vs. Colombia, sentencia del 01/07/2006).
(14) Corte Suprema de Justicia de Colombia, Sala de Casacin Penal, Auto Rad. 34.634,
19/01/2011, M.P: Fernando Alberto Castro Caballero. Sobre el principio de tutela efectiva,
Corte IDH, Caso de las Palmeras vs. Colombia, sentencia del 06/12/2001.
(15) Umbarila Rodrguez, Jos Ignacio, Compendio del derecho de las vctimas del delito y de
la violencia, Editorial Gustavo Ibez, Bogot, 2013. El autor afirma que: Analgicamente,
se revictimiza con la desacertada poltica criminal en su manifestacin legislativa, particularmente, con la expedicin de leyes transicionales que privilegian a los violentos sin adoptar
medidas eficaces en procura del restablecimiento el derecho de las vctimas, p. 313.
Estamos asistiendo a una transformacin en las tensiones entre los derechos de las vctimas frente a los del postulado. El derecho penal, la dogmtica y los sistemas procesales se fundamentaban en el sujeto activo del
delito olvidando la vctima, este desnivel se ha venido compensando mediante la participacin de la vctima en el proceso penal. No se trata de
excesos, como podra pensarse al punto de temer que la balanza se torne
desequilibrada para el procesado, se trata de obtener un equilibrio, una
ponderacin de derechos tanto para la vctima como para el procesado.
Como se ha afirmado con frecuencia, se trata de una preocupacin por la
vctima en el nuevo milenio.
Hoy da la vctima posee formalmente las mismas facultades que tiene
un sujeto procesal incluso acusador, al punto de tener labores de investigacin y de solicitar medidas de aseguramiento,(18) adems de impugnar
(16) Corte Suprema de Justicia de Colombia, Sala de Casacin Penal, Auto Rad. 36.125,
31/08/2011, M. P. DR. Sigifredo Espinosa Prez. Que retoma lo afirmado en el Auto Rad.
32.022, 21/09/2009: Tambin la Sala, en el auto antes citado, reconoci que la complejidad de la reconstruccin de los hechos por virtud de la degradacin del conflicto y la barbarie de los mtodos utilizados en la ejecucin de las conductas (descuartizamiento, fosas
comunes), sumado a las dificultades de huella histrica de muchos hechos, por deficiencias
en el registro civil (nacimientos, defunciones), en los registros notariales y mercantiles, por
los permanentes movimientos de las comunidades desplazadas, entre otras y tantas dificultades, obliga a exmenes de contexto y a la flexibilizacin de los umbrales probatorios,
no solo respecto de la comprobacin del relato del postulado, sino, sobre todo, del dao
causado, el que deber acreditarse con medios propios de la justicia transicional.
(17) Corte Suprema de Justicia de Colombia, Sala de Casacin Penal, Auto. Rad. 34.547,
27/04/2011, M.P: Mara del Rosario Gonzlez de Lemos. Respecto a la conveniencia de la
creacin de una comisin de la verdad, ha afirmado la Corte Suprema que ha sido partidaria
de ella: Para ahondar en la barbarie que en el pas ha desencadenado el fenmeno paramilitar, con el propsito de crear un espacio desprovisto de las formalidades y las consecuencias de los procesos judiciales, en el que tanto los perpetradores como sus vctimas puedan
encontrarse a fin de exponer sus versiones sobre lo acontecido, las motivaciones de sus actos
y la profundidad de sus prdidas, todo con miras a la reconciliacin nacional.
(18) La ley 1453 de 2011, en su art. 59, que modific el art. 306 del CPP, consagra expresamente la permisin de la controversia pertinente y, en tal sentido, la fiscala, el Ministerio Pblico,
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cualquier decisin que se tome en audiencia preliminar o de juzgamiento sin que medie el limitante de un inters solamente referido a la reparacin econmica. Respecto al alcance de los derechos de las vctimas,
es prolfica la jurisprudencia de la Corte Constitucional;(19) y por ltimo,
frente a la Ley de Justicia y Paz, la Corte Suprema de Justicia en sus
providencias(20) ha relacionado el desarrollo jurisprudencial siguiendo el
derrotero fijado por la Corte Constitucional en Colombia, entendiendo
que la vctima y su derecho a la verdad, justicia y reparacin son el centro
medular de dicha ley.(21)
Se indica por la Corporacin que poseen una tutela especial ante la gravedad de los crmenes que han sufrido por el abandono del Estado, en
la vctima o su apoderado, y la defensa, podrn exponer sus argumentos, y una vez escuchados, el o la Juez de control de garantas tomar la decisin. Incluso, es tal la posibilidad de
controversia que la vctima o su apoderado/a podr solicitar directamente la imposicin de
la medida de aseguramiento si la fiscala no lo hizo.
242
(19) Corte Constitucional de Colombia, sentencia C-454/06. Sobre el particular tambin pueden
ser consultadas las sentencias C-740/01; C-1149/01 en las que el acceso a la verdad aparece
as ntimamente ligado al respeto de la dignidad humana, a la memoria y a la imagen de la
vctima; SU-1184/001; T-1267/01 y C-282/02. Entre otras las sentencias C-293/95 y C-228/02,
sentencias T-443/94 y C-293/95, sentencia C-412/93, sentencia C-209/07 en esta providencia
se hace un resumen de la forma como ha discurrido la jurisprudencia en materia de los derechos de las vctimas. Especial mencin se hace de las sentencias C-580/02 (por la cual se
estableci que el derecho de las vctimas del delito de desaparicin forzada de personas y la
necesidad de garantizar los derechos a la verdad y a la justicia, permitan que el legislador estableciera la imprescriptibilidad de la accin penal, siempre que no se hubiera identificado e
individualizado a los presuntos responsables); C-004/03 (garanta jurdica con que cuentan las
vctimas para controvertir decisiones que sean adversas a sus derechos); C-979/05 (derecho de
las vctimas a solicitar la revisin extraordinaria de las sentencias condenatorias en procesos).
(20) Corte Suprema de Justicia de Colombia, Sala de Casacin Penal, Auto Rad. 3464, 19/01/2011,
M. P: Fernando Alberto Castro Caballero. En el mismo sentido, Auto Rad. 34.634, 19/01/2011,
M. P: Fernando Alberto Castro Caballero. Auto de segunda instancia, radicado 26.945,
11/07/2007, entre otros.
(21) Corte Suprema de Justicia de Colombia, Sala de Casacin Penal, Auto. Rad. 30.955,
09/02/2009. En la normativa contempornea, sin duda, las vctimas tienen una especial ubicacin, pues si la modernidad construy el diligenciamiento penal para rodear de garantas
y derechos al procesado, la legislacin de Justicia y Paz coloc a aquellas como eje central
de su accionar, para quienes debe reconstruirse la verdad de lo acontecido, en cuanto hasta
ahora solo han percibido el dolor de la muerte, el desplazamiento, la violencia sexual y la
desesperanza producida por la soledad en la que los abandon el Estado, en cuya reivindicacin hay que aplicar justicia como aporte a su duelo, y para quienes hay que garantizar la
reparacin con todos sus componentes, erigindose en los destinatarios de la verdad que se
encuentre a partir de las confesiones de los desmovilizados, de suerte que esa es tal vez una
de las tareas ms importantes para mitigar su sufrimiento: la reivindicacin de su intimidad
personal y familiar, la recuperacin de la vergenza y la dignidad arrebatadas por la impotencia que provoca el silencio y la desventaja humillante.
bsqueda de mitigar su padecimiento, tutela de sus derechos que se deben garantizar tanto en el proceso ordinario como en el de Justicia y Paz.(22)
de
Justicia
de
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Las amnistas, en materia de Derecho Internacional Humanitario, de Derecho Internacional de Derechos Humanos, y de Derecho Penal Internacional, han sido rechazadas cuando se trata de crmenes internacionales y
graves violaciones a los derechos humanos. As, el Protocolo II a los Convenios de Ginebra que la consagra una vez se produzca la cesacin de
hostilidades dentro de un conflicto armado interno, es interpretado en
el sentido de ser inoperante cuando se trata de graves violaciones a los
derechos humanos, tal como lo hizo el Comit Internacional de la Cruz
Roja. Louis Joinet,(24) en el informe sobre las leyes de amnista de 1985,
acepta la amnista si no se otorga a autores de graves violaciones a los derechos humanos.(25) Igualmente, el Comit de Derechos Humanos de las
Naciones Unidas ha rechazado este mecanismo tratndose de crmenes
internacionales,(26) posicin que tambin ha asumido la Comisin Interamericana de Derechos Humanos(27) y ha sido afianzada por el Consejo de
Seguridad de Naciones Unidas y por la Oficina del Alto Comisionado de
(24) El Informe Joinet recoge cuarenta y dos principios tomados del Derecho Internacional
de los Derechos Humanos, del Derecho Internacional Humanitario, de la jurisprudencia de
los tribunales internacionales, de la costumbre internacional, de las experiencias asumidas
en diferentes latitudes y de los principios de derecho que se ocupan de la obligacin de los
estados de administrar justicia conforme al derecho internacional, los que en suma se concretan en los derechos a la verdad, a la justicia y a la reparacin de las vctimas.
(25) Vase E/CN.4/Sub.2/1985/16/Rev.1) Estudio sobre la legislacin de amnista y sobre su
papel en la proteccin de la promocin de los derechos humanos.
(26) ONU, Comit de Derechos Humanos. Observacin General N 20 (1002) y N 31 (2004).
U.N. Doc. HRI/GEN/1/Rev.7.
(27) Corte IDH, Caso Barrios Altos vs. Per, sentencia del 14/03/2001.
Como referimos en el primer aparte, frente a la impotencia investigativa, en medio del conflicto armado colombiano, se establece como
mecanismo el cese a las hostilidades y el acuerdo para el sometimiento
a la justicia. Conflicto armado interno en Colombia que hasta mayo de
2011 ha dejado aproximadamente tres millones setecientos mil personas
desplazadas, ms de diez mil desaparecidos, y miles de masacres entre
otros delitos. De ellos, una nfima parte han sido judicializados; nfima
parte que nos deja paralizados frente a la dimensin de la violencia y
la necesidad de ejercer acciones de no repeticin y bsqueda de la no
impunidad.
En este sentido, se ha indicado que es positivo que la Ley de Justicia y Paz
no sea una amnista, y ha permitido a miles de vctimas en el pas conocer
la verdad de lo sucedido al escuchar las versiones libres de manera directa
o en transmisin, y participar en las diligencias judiciales en la bsqueda
de la reparacin. Tambin es un punto positivo que de las confesiones
se hayan derivado nuevas investigaciones a travs de la compulsa de copias a la justicia ordinaria, hecho que sin el proceso penal no hubiera sido
(28) Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, Informe del Secretario General de las Naciones Unidas sobre la Misin de Observacin en Sierra Leona, S/1999/836. Oficina del Alto
Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Instrumentos del estado
de Derecho para Sociedades que han salido de un conflicto. Amnistas. Naciones Unidas.
HR/PUB/09/1.
(29) Corte Constitucional de Colombia, sentencia C-370 de 2006, M.P. Manuel Jos Cepeda
Espinosa. La afirmacin segn la cual dicha ley concede una amnista, no es de recibo. ()
Por lo que hace a la supuesta concesin de un indulto, tampoco se encuentra alguna de las
normas contenidas en la ley acusada disponga que la pena con la cual culmine un proceso
iniciado contra los miembros de los grupos armados ilegales que decidan acogerse a esa ley
una vez impuesta por sentencia judicial, deje de ejecutarse. Es decir, no contiene la ley 975
de 2005 una disposicin que exonere al delincuente del cumplimiento de la sancin penal.
Si bien es verdad que se le hace objeto de un tratamiento jurdico menos riguroso que el
existente en el Cdigo Penal si se cumplen por el infractor unos requisitos determinados
en relacin con las vctimas y por la colaboracin con la administracin de justicia, lo cierto
es que, aun as, no desaparece la pena. () Tampoco establece la ley acusada una amnista
o indulto velado, habida cuenta de que el concepto de alternatividad penal (art. 3), as como
las caractersticas de este instituto, parten de la base de que el juez impondr, en la sentencia, la condena ordinaria que correspondera a los delitos demostrados.
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posible. Se han ordenado a la fecha 1124 compulsas de copias a polticos, 1023 a miembros de las fuerzas militares, 393 a servidores pblicos,
y 12.869 a terceras personas y desmovilizados, para un total de 12.869. Lo
preocupante es que no se tienen mayores resultados investigativos con
sentencias en la justicia ordinaria.
3.2. Participacin de las vctimas
en las versiones libres de los postulados
246
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Refiere esta decisin resaltando que la Corte no duda en sealar que las
graves conductas cometidas por los paramilitares deben enmarcarse,
primordialmente, dentro del contexto de crmenes de lesa humanidad,
pues el ataque perpetrado contra la poblacin civil adquiri tales dimensiones de generalidad y sistematicidad que alter de manera significativa
el orden mismo de civilidad, implicando el desconocimiento de principios
fundamentales del orden social imperante. Los asesinatos, torturas, masacres, desapariciones, desplazamientos forzados, violaciones, y en fin las
mltiples violaciones sistemticas a los derechos humanos confesadas hasta el momento por los desmovilizados, y no dejan duda que se configuran
las caractersticas esenciales que delinean los delitos de lesa humanidad.
248
(31) Corte Suprema de Justicia de Colombia, Sala de Casacin Penal, Auto Rad. N 33.301,
11/03/2010, M.P: Alfredo Gmez Quintero.
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La legislacin penal interna colombiana consagra la prescripcin de la accin penal en un tiempo igual al mximo de la pena prevista en la ley,
si se trata de pena de prisin que no podr ser inferior a cinco aos ni
superior a veinte, salvo que se trate de genocidio, desaparicin forzada,
tortura, homicidio de miembro de una organizacin sindical legalmente
reconocida, homicidio de defensor de derechos humanos, homicidio de
periodista y desplazamiento forzado, casos en los cuales, ser de treinta
aos. Existen tambin disposiciones especiales frente a delitos sexuales y
delitos que comenten los servidores pblicos.(33)
La Corte Constitucional frente a los crmenes internacionales, en particular
frente a la desaparicin forzada, se inclin por las recomendaciones de la
imprescriptibilidad del Derecho Penal Internacional, del Derecho Internacional de los Derechos Humanos y del Derecho Internacional Humanitario.
(32) Corte Suprema de Justicia de Colombia, Sala de Casacin Penal, Auto Rad. 33.039, 16/12/2010,
M. P: Jos Leonidas Bustos Ramrez.
(33) Arts. 83/86, Cdigo Penal colombiano, ley 599 de 2000.
En sentencia que estudia la constitucionalidad de la ley 707 del 28 de noviembre de 2001, por medio de la cual se aprueba la Convencin Interamericana sobre Desaparicin Forzada de Personas,(34) la Corte considera
que el alcance de esta disposicin constitucional no es absoluta, que ella
depende del valor de los intereses protegidos mediante la accin penal;
es decir, dependiendo del delito en favor de erradicar la impunidad en
especial de aquellos delitos que son de difcil prueba y, en tal sentido,
es posible extender el trmino de prescripcin hasta la imprescriptibilidad aplicando el test de proporcionalidad, concluyendo que prevalece
el inters de erradicar el delito de desaparicin forzada y en reparar a las
vctimas. Como consecuencia, la imprescriptibilidad de la accin por el
delito de desaparicin forzada, no resulta contraria a la Carta Poltica, con
la precisin que si el delito est consumado, los trminos de prescripcin
de la accin empezarn a correr una vez el acusado haya sido vinculado
al proceso. As la Corte, afirma Cardona Chaves, privilegia la lucha contra
la impunidad, y con ella, los derechos de las vctimas en un escenario de
conflicto con instituciones tradicionales del derecho penal que implican
garantas, como la prescripcin, lo que disminuye la importancia de las
mismas que otrora era incuestionable.(35)
Ahora bien, respecto al principio de cosa juzgada, la legislacin colombiana lo consagra constitucional(36) y legalmente,(37) consagraciones que han
sido relativizadas o flexibilizadas bajo las disposiciones internacionales de
derechos humanos. La Corte Constitucional tiene una lnea jurisprudencial definida respecto a considerar viable demandar la relativizacin de la
garanta del non bis in dem, en tanto que constituye un motivo plausible
a la luz de los valores fundamentales que se pregonan en la Constitucin
Poltica, asociados a la dignidad humana.(38)
(34) Corte Constitucional de Colombia, sentencia C-580 de 2002, M.P: Rodrigo Escobar Gil.
(35) Cardona Chaves, Juan Pablo, Derechos de las vctimas y de los postulados: tensiones en
el proceso de justicia y paz, Giz, Bogot, 2001, p. 29.
(36) Art. 29.4, Constitucin Poltica de Colombia,.
(37) Art. 8, Cdigo Penal colombiano.
(38) Corte Constitucional de Colombia, sentencia C-554 de 2001, M.P: Clara Ins Vargas Hernndez. En idntico sentido, sentencia C-004 de 2003, M.P: Eduardo Montealegre Lynett.
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Para tal aplicacin la Corte Constitucional desarrolla el alcance de la norma constitucional del art. 28 que expresamente consagra la prohibicin de
imprescriptibilidad para las penas, no as de la accin penal.
251
252
Respecto a la facultad que tiene la vctima en el proceso penal, es menester resaltar que las tendencias hacia la proteccin de las vctimas que asume la Corte Suprema de Justicia y la Corte Constitucional colombiana han
conllevado a la regulacin legal de estos derechos otorgando un plano
ms amplio de intervencin a las vctimas, de manera directa o mediante
su representacin legal, en el proceso penal ordinario y con mayor razn
en el especial de justicia y paz. As, por ejemplo vale la pena resaltar la
ltima de las disposiciones legales (ley 1453/11) en la que se otorga la
posibilidad a la vctima hacer la peticin de la medida de aseguramiento
en caso de que la Fiscala no lo solicite. En este sentido la jurisprudencia
ampla el marco legal para solicitar las medidas cautelares, toda vez que si
la vctima tiene la posibilidad de solicitar la medida de aseguramiento, con
mayor razn, debe tener la de la medida cautelar.
3.6. Vigencia de la Ley de Justicia y Paz
El marco de aplicacin de esta ley ha sido punto de tensin respecto a
la articulacin de los derechos de las vctimas a la verdad, justicia y reparacin, frente a la legalidad estricta y a la retroactividad de la ley penal.
(39) Corte Suprema de Justicia de Colombia, Sala de Casacin Penal, Auto Rad. 28.040,
23/08/2007, M.P: Mara del Rosario Gonzlez.
(40) Art. 18, ley 975 de 2005. .
(41) Corte Suprema de Justicia de Colombia, Sala de Casacin Penal, Auto Rad. 30.360, 08/09/2008,
M.P. Yesid Ramrez Bastidas, y Auto Rad. 33.257, 24/03/2010, M.P: Javier Zapata Ortiz.
La controversia se suscita respecto a conductas realizadas con posterioridad a la vigencia de la ley 975 de 2005. La Corte Suprema, al dirimir el
recurso de apelacin en la declaratoria de incompetencia de la magistratura de control de garantas, no imparti la aprobacin de la imputacin
parcial que la Fiscala realizara por conductas ejecutadas el 28 de febrero
de 2006 en el proceso adelantado contra Omar Enrique Martnez Ossias,
alias Maicol.(42)
En materia de tensin de derechos entre vctimas y victimarios, aplicar
exegticamente lo dispuesto en el art. 72 de la Ley de Justicia y Paz referente a su vigencia, dejara a las vctimas en una incertidumbre frente
a la justicia ordinaria. Sin embargo, la Corte Suprema no encuentra esta
tensin de derechos en la medida que existe una poltica criminal especial de justicia restaurativa hacia el logro de una paz sostenible que
estableci un lmite temporal, mxime cuando la Corte Constitucional
declar la exequibilidad del art. 72 de la ley 975 de 2005.(43) Igual postura se mantuvo en el caso de Walter Ochoa Guisao(44) a pesar de hacer
referencia en el mismo provedo que para la fecha del auto, la Fiscala
tena documentados 7197 hechos ejecutados despus de la vigencia de
la mencionada ley. Conductas que tendrn que judicializarse por la va de
la justicia ordinaria y no la especial.
Esta posicin de vigencia temporal de esta ley fue fijada como una lnea interpretativa de dicha regla segn la cual los hechos cobijados por la ley 975
de 2005 son los cometidos durante y con ocasin de la pertenencia al grupo
armado siempre y cuando hayan ocurrido antes del 25 de julio de 2005.(45)
(42) Corte Suprema de Justicia de Colombia, Sala de Casacin Penal, Auto Rad. 30.999,
24/02/2009, M.P: Alfredo Gmez Quintero.
(43) Corte Constitucional de Colombia, Sentencia C-1199 de 2008, M.P: Nilson Pinilla. Providencia citada en el Auto de la Corte Suprema en el caso de examen, Auto 30.999, op. cit., p. 64.
(44) Corte Suprema de Justicia de Colombia, Sala de Casacin Penal, Auto Rad. 33.610,
13/05/2010, M.P: Alfredo Gmez Quintero.
(45) Corte Suprema de Justicia de Colombia, Sala de Casacin Penal, Auto Rad. 36.103,
04/05/2011, M.P: Mara del Rosario Gonzlez de Lemus. En igual sentido, vase Rad.
30.999, 24/02/2009; Rad. 31048, 09/03/2009 y Rad. 31.539, de julio de 2009. En Auto Rad.
36.163, 26/05/2011, M.P: Alfredo Gmez Quintero, indic textualmente la Corporacin
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253
Sin embargo, la ley 1592 del 3 de diciembre de 2012, en su art. 30, estableci una ampliacin de la vigencia de la ley 975 de 2005, en la que seal
que se aplicara frente a hechos cometidos nicamente con anterioridad
a la fecha de su desmovilizacin. La ltima desmovilizacin colectiva fue
el 10 de marzo de 2006. Ahora bien, frente a las desmovilizaciones individuales que se han dado es por parte de la guerrilla, indica que se aplicar
nicamente a hechos ocurridos con anterioridad a su desmovilizacin y en
todo caso con anterioridad al 31 de diciembre de 2012. Los delitos hasta
la fecha indicada y, los posteriores a estos dos marcos temporales fijados
en esta ley, entraran a la jurisdiccin ordinaria. Por ltimo, la vigencia de
la ley 975 de 2005 inicialmente fue por siete aos, es decir, hasta el 25 de
junio de 2012, a escasos dos meses de cumplirse este plazo, se insiste en
mantenerla vigente y fue prorrogada hasta 2018 y ampliaron la cobertura
a quienes hayan delinquido entre 2005 y 2012.
3.7. La pena alternativa
254
nos indicar que se trata de una pena justa, cuando son crmenes que se
constituyen en graves violaciones a los derechos humanos y menos an
que posea legitimidad material. En definitiva, leyes que hacen irrisoria
la consecuencia jurdica a hechos tan reprochables y que afectan la dignidad humana, tanto la prevencin general como la retribucin justa y
la prevencin especial, se desfiguran y pierden su sentido. Adems, se
transmite al conglomerado social que entre ms deplorable sea la conducta punible realizada, las consecuencias de la misma son menos gravosas y, por el contrario, el Estado brinda apoyo a todos los niveles para que
se reincorporen a la sociedad, mientras que delitos como el homicidio,
hurto, y otros son castigados con la privacin de la libertad por varios
aos en establecimientos que no tienen la infraestructura necesaria para
ayudar a su reinsercin.
En la dogmtica actual se discute sobre el derecho penal del enemigo y a
estas leyes especiales como la Ley de Justicia y Paz, se le ha denominado,
la ley penal del amigo. Lo cierto es que no podemos hablar de proporcionalidad, necesidad o razonabilidad como principios de la sancin penal
de pena alternativa o reducida, como tampoco de las funciones retributivas y preventivas. A lo sumo, lo nico que podemos indicar es que es una
pena simblica que surge de una decisin poltica de negociacin, desarme y sometimiento a la justicia de actores armados ilegales en bsqueda
de cesar la violencia, conocer la verdad de lo sucedido y evitar que vuelva
a suceder.
3.8. Criterios de priorizacin y seleccin
Estos criterios han surgido como un mecanismo de ponderacin entre la
aplicacin de las normas, en particular de Justicia y Paz, frente a la necesidad de obtener resultados en el menor tiempo posible con sentencias
de impacto en las que se establezca la verdad de los crmenes cometidos
por los postulados y la responsabilidad de los autores y partcipes.
Ante la magnitud de los crmenes cometidos, las estructuras criminales
organizadas y la dificultad de investigar todos y cada uno de los delitos,
pensar en imputar y acusar por el conjunto total de delitos que haya cometido cada uno de los postulados no es posible y que ello equivaldra
a una tesis maximalista que es inalcanzable en la prctica. Por ello, la Fiscala General de la Nacin estableci una directriz de seleccin y priorizacin con la finalidad de obtener sentencias en el menor tiempo posible
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255
en una sociedad que clama por saber la verdad y lograr la justicia frente
a la impunidad, en la que han establecido dos componentes: un criterio
subjetivo referidos a la calidad de los victimarios y de las vctimas, y otro
objetivo referido a la criminalidad de sistema, sin dejar de analizar los
criterios complementarios de factibilidad, necesidad, viabilidad, impacto
social, entre otros.
Tambin se han utilizado otros mecanismos para agilizar los procesos
como las imputaciones parciales en bsqueda de disear una estrategia
de priorizacin por mximos responsable y tipos de delitos. Con ello, la
fiscala busca la efectividad de la justicia para recuperar la confianza objetividad en la determinacin de los criterios de priorizacin.(46)
La ley 1592 de 2012, por medio de la cual se reforma la ley 975 de 2005,
introduce criterios de priorizacin de casos que tienen como objeto concentrar esfuerzos para investigar aquellos hechos cuyas vctimas resulten
ms vulnerables y perpetrados por actores que hayan tenido una posicin jerrquica dentro de la organizacin criminal; de igual forma, el criterio de priorizacin apunta a que los crmenes sean aquellos que hayan
tenido un impacto dentro de la sociedad. en este contexto, el Fiscal General de la Nacin dispuso priorizar cuatro delitos: desaparicin forzada,
desplazamiento forzado, violencia basada en gnero, y reclutamiento
forzado; cuyas investigaciones y documentaciones deben establecer los
patrones de macro criminalidad dentro de una macro estructura encabezada por los mximos representantes de las organizaciones ilegales
armadas.
256
(46) FGN, Memorando 008, 22/05/2006; Memorando 73, 07/10/2008; Circular del 16/10/2008
que consagra la directriz para dinamizar el proceso; Memorando 70, 16/10/2008 referido
a la desaparicin forzada; Memorando 48, 10 /07/2009; Memorando 57, 15/10/2008 y 74,
19/11/2009 en el que se determinan criterios de priorizacin por la calidad o importancia
de la vctima; Memorando 3, 19/02/2010 en el que se desarrolla la estrategia de regionalizacin para la investigacin, y la directriz 0001/2012 en el que se establecen los criterios de
priorizacin.
Todo ello conlleva a que la tensin de derechos entre las vctimas y victimarios no est resuelta de manera sustancial, dada la impunidad latente,
inaceptable frente a crmenes que atentan contra la humanidad.
Bibliografa
Ambos, Kai, La parte general del derecho penal internacional. Bases para una elaboracin dogmtica, Trad. de Ezequiel Malarino,
Bogot, Temis, 2005.
Ambos, Kai (coord), Seleccin y priorizacin
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de crmenes internacionales. Un estudio comparado, Bogot, Deutsche Gesellschaft fr
Internationale Zusammenarbeit (GIZ) GmbH,
2011.
Balln, Rafael, Los males de la guerra. Colombia 1988-2008, Bogot, Temis, 2010.
Bernal, Gloria y lvarez, Nhora, Aprendizaje significativo de la Ley de Justicia y Paz,
Bogot, Colombia, GTZ, 2009.
Bernal, Gloria, La violencia basada en gnero en el conflicto armado, en Bernal, Gloria
(comp.) Visibilizar la violencia basada en gnero, Bogot, Deutsche Gesellschaft fr Internationale Zusammenarbeit (GIZ), 2011.
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
Los derechos de las vctimas en la justicia transicional en Colombia, deambulan en la incertidumbre del proceso penal para arribar a una verdad
a medias, porque no se contextualiza en su verdadera dimensin; a una
justicia no retributiva, enmarcada en la negociacin bajo la compensacin
de una pena irrisoria; una reparacin ms simblica que real; y en la inexistencia de acciones de no repeticin porque an persiste la violencia.
257
Oxford Committee For Famine Relief (OXFAM), Violencia sexual en contra de las mujeres en el contexto del conflicto armado colombiano. Colombia 2001-2009, 2010.
Ramelli Arteaga, Alejandro, Jurisprudencia
penal internacional aplicable en Colombia, Bogot, Deutsche Gesellschaft fr Internationale
Zusammenarbeit (GIZ) GmbH, 2011.
258
LUCILA LARRANDART(1)(2)
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
259
LUCILA LARRANDART
En 1692 el Cabildo resolvi fundar la Casa de Recogimiento, cuya directora fue Juana de Saavedra. ste fue un lugar de retiro de la nobleza noble,
de las hurfanas virtuosas y pobres, y de castigo para las personas que con
su mal ejemplo escandalizaran a la sociedad. Funcion hasta 1702.
260
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
que hicieran abandono del hogar conyugal. Recin en el ao 1888 se dispuso derogar una disposicin que determinaba la norma a seguir en los
casos en que los maridos reclamaban el auxilio de la fuerza para reintegrar
al hogar a sus mujeres, disponiendo que, en lo sucesivo, no se diera curso
a ninguna orden de captura o depsito solicitada por la curia o por los
maridos por ser los tribunales civiles la nica autoridad competente para
tomar estas medidas. Los comisarios, entonces, a pedido de los maridos,
podan vigilar a la mujer solo en casos urgentes, dando cuenta a la jefatura
para impedir la salida de la ciudad hasta que la autoridad judicial resolviera dentro de los tres das hbiles de formulada la consulta.
261
LUCILA LARRANDART
262
Una autora italiana, Marina Graziosi, expresa que, desde el comienzo del
siglo pasado, la presencia femenina y su regulacin en el derecho penal
comenzaron a ser de inters para los juristas. Uno de los aspectos era el
control de la esfera de la sexualidad en la definicin y construccin de
delitos tales como adulterio, aborto, estupro, seduccin o infanticidio. Es
decir, delitos especficamente connotados por el sexo femenino. De otra
parte, muchas veces se ha puesto en duda la imputabilidad de la mujer.
Por ejemplo, Carmignani propona para la mujer la hiptesis de atenuacin, disminucin y hasta exclusin de la imputabilidad, acudiendo al antiguo principio de la infirmitas sexus el impedimento debido al sexo.
Sprangerber afirmaba la falta de libre albedro de las mujeres. Segn este
autor, la conciencia de la ley no se encontraba en el sexo femenino en el
mismo grado que en el sexo viril por las particulares propiedades de su
cuerpo, las actitudes limitadas de su espritu y de otras circunstancias de
educacin y de costumbres. As, en el delito de adulterio art. 118 CP,
hoy derogado haba diferencias segn el gnero. Pues para reprimir a
la mujer que cometiera adulterio bastaba con una sola relacin adltera.
En cambio, al marido se lo sancionaba si tena manceba dentro o fuera de
la casa conyugal. Es decir, para que el hombre fuera considerado adltero se requera una situacin de permanencia.
Analizando las disposiciones, vemos que la tutela de la vida quedaba
descartada con la sola comparacin entre la punicin del aborto y la punicin del infanticidio o del abandono por causa de honor. Si la mujer
consenta el aborto era sancionada con pena de 1 a 4 aos. En cambio,
si esperaba que naciera y lo mataba para ocultar la deshonra, tena nada
ms que hasta 3 aos de prisin. Pero ms conveniente para su honor le
resultaba tener el hijo, no inscribirlo y abandonarlo antes de que tuviera
3 das. Es decir, era ms grave decidir no ser madre que serlo y matar o
abandonar al nio.
En general, las organizaciones de mujeres han puesto mayor nfasis en
la mujer como vctima del hombre. As se propugnaron reformas que las
Creo que se ha estado trabajando a partir del rol asignado. Por eso detectamos que los temas tratados desde el feminismo y desde el derecho son
los mencionados; tanto para el anlisis como para la propuesta legislativa.
Asimismo, en los enfoques de gnero y en relacin a aquellos conflictos
en que la mujer aparecera como vctima, existe una tendencia a reconducir los conflictos al derecho penal pensando que la amenaza de pena
podr operar como prevencin. En los enfoques de algn sector del feminismo no se tiene en cuenta que no se lograr una mayor proteccin de las
mujeres al aumentar la represin o la indeterminacin de las conductas de
las que resultan vctimas, pues los delitos de los que son vctimas son los
que forman el mayor porcentaje de la cifra negra. Son las propias mujeres
las que no denuncian ante la posibilidad de una nueva victimizacin o para
no agravar el conflicto.
La espaola Elena Larrauri cree que el discurso feminista oficial presenta tres
caractersticas. En primer lugar, simplifica excesivamente la violencia contra
la mujer en las relaciones de pareja, al presentar este delito como si la subordinacin de la mujer fuera causa suficiente para explicar esa violencia.
En segundo lugar, en ocasiones, reacciona de forma excesivamente determinista, como si la desigualdad de gnero a la que atribuye el carcter de
causa fundamental tuviera capacidad de alterar por s sola los ndices de
victimizacin de las mujeres, ignorando otras desigualdades.
En tercer lugar, finalmente, confa y atribuye el feminismo al derecho penal la ingente tarea de alterar esta desigualdad estructural, a la que se ve
como responsable principal de la victimizacin de las mujeres. Considera
que, por un lado, esto impide entender en toda su complejidad el fenmeno de la violencia sobre la mujer, lo que puede dificultar la adopcin
de polticas sociales ms efectivas, y por otro, tal simplicidad tambin es
aconsejable porque es fcil de rebatir y puede, a la larga, restar credibilidad a las teoras feministas.
Asimismo, destaca que quien se opone al enfoque penal pareciera que
fuera porque no se toma en cuenta suficientemente el dolor de las vctimas, de modo que cualquier discusin pretende zanjarse apelando a la
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
263
LUCILA LARRANDART
extrema gravedad del problema o al nmero de mujeres muertas, recurriendo con ello a la equvoca identificacin de que solo quien est a favor
de penas ms severas defiende los intereses de las mujeres.
Alberto Bovino considera que el modelo penal represivo no atiende a los
intereses de las vctimas. Especialmente cuando se trata de hechos tales
como las agresiones sexuales. Seala que el sistema de administracin de
justicia penal no solo es sexista sino que, adems, se ha revelado como
una de las formas ms inequitativas, irracionales, violentas e injustas de
control social formal de las que dispone el Estado. A su vez, advierte sobre
los peligros que entraa el recurso al derecho penal estatal para tratar de
evitar su aplicacin en todos los casos en los que no resulte estrictamente
necesario.
Adems, agrega que, ms all de otros problemas, no hay que negar la
absoluta inutilidad de la crcel para cumplir con los diversos fines que se
les ha asignado histricamente. Aun cuando se trate mejor a los presos
no es cuestin de tratarlos mejor o peor la historia de la prisin es la
historia de sus fracasos.
264
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
Un estudio de Fleitas Ortiz de Rosas informa que de 1997 a 2009 las mujeres representan el 14% del total de las vctimas de homicidios. Durante
el mismo perodo, 5681 mujeres fueron vctimas de homicidios y 36.230
de hombres. Esto nos seala que los hombres son el principal grupo de
riesgo, y que no haba una particular violencia contra las mujeres.
265
LUCILA LARRANDART
Muchas gracias.
266
Luis F. NIO(1)
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
267
Luis F. NIO
268
Ms all del falso lugar comn el de tomar como detonante de sus reflexiones la catstrofe nuclear de Chernobyl, ocurrida en abril de 1986, por
(2) La prestigiosa doctrina coincide en advertir la relacin entre la hipertrofia del Derecho
Penal evidenciada en gran nmero de pases con elevadas tasas de progreso tecnolgico e industrial y las valoraciones relativas al incremento del riesgo inherente al progreso
tecnolgico, traducidas legislativamente en una significativa anticipacin y extensin de la
tutela de los bienes jurdicos tradicionalmente protegidos por el Derecho penal (vida, salud,
seguridad); cuya consecuencia es una incriminacin de hechos en s mismos insignificantes,
agravada por las dificultades de carcter tcnico y poltico del mbito parlamentario para
disear tipos precisos y determinados (Palazzo, Francesco, Principio de ultima ratio e hipertrofia del Derecho Penal, en Arroyo Zapatero Luis y Berdugo Gomez De La Torre Ignacio
(Dir.), Homenaje al Dr. Marino Barbero Santos in memoriam, Ediciones de la Universidad de
Castilla-La Mancha, Ediciones Universidad Salamanca, Cuenca 2001, p. 431 y ss.).
(3) Ferrajoli, Luigi, El populismo penal en la sociedad del miedo, trad. de Andrea Catoira y
Alessia Barbieri, en AA.VV., La emergencia del miedo, Bs. As., Ediar, 2012, p. 37.
(4) Beck, Ulrich, La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad, Bs. As., Paids Bsica,
1998.
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tener su oportuna cita en el prefacio bajo el epgrafe Dadas las circunstancias, lo cierto es que Beck err diametralmente al vaticinar, desde
ese mismo proemio, lo que l denomin con ostentosa exornacin el
final de los otros; as como al entender que la sociedad de clases fue
sustituida por la sociedad del riesgo.
269
Luis F. NIO
del terico nacional socialista Carl Schmitt y su concepto del enemigo recobrara inusitada relevancia en las discusiones de poltica internacional.
Paralelamente, en nuestro mbito de estudio, juristas como el actual
profesor emrito de Bonn, Gnther Jakobs cumplen en anunciarnos
que el Derecho Penal del enemigo es una realidad que a todos conviene
reconocer para evitar que se expanda hasta alcanzar a los buenos ciudadanos coyunturalmente sometidos a proceso. Ante lo cual, otros penalistas, biempensantes en todo el sentido de la expresin, intentan mitigar
nuestro desasosiego convocando a pensar en un Derecho Penal de dos o
tres velocidades.
Lo cierto es que uno de los pilares de la nueva era preconcebida por Beck,
el supuesto final de los otros, se ha derrumbado estrepitosamente.
270
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
271
Luis F. NIO
en las llamadas teoras de la imputacin objetiva introducidas en la dogmtica penal como mecanismos tericamente correctivos de la tipicidad
legal, presenta ngulos inquietantes desde la ptica del penalismo garantista y para cualquier interesado en la poltica criminal. Desarrolladas
a partir de conceptos pertenecientes a las tipicidades culposa y omisiva impropia, tales teoras parten de visualizar unas sociedades altamente
tecnificadas y annimas, en las que la creacin o aumento de un riesgo
desaprobado aparece como ncleo de la imputacin. Luego, ms all de
la artificiosa reconduccin de la idea de aumento de riesgo para un bien
jurdico a casos de clara tipicidad dolosa toda vez que el tipo objetivo
de la doctrina no finalista dominante se presenta como nico e idntico
para el delito doloso y para el culposo, las dificultades prcticas aparecen cuando se trata de mensurar la magnitud del riesgo permitido en cada
actividad, su aumento o su conversin en riesgo desaprobado. A ello se
suma la tendencia a espiritualizar el resultado de peligro a travs de las
figuras de peligro abstracto, que, toda vez que representan la punicin
del peligro de un peligro, permiten conjeturar el extremo inadmisible en
trminos de seguridad jurdica de una tentativa de tales ilcitos; lo que
conducir a sostener la punicin del peligro del peligro de un peligro, en
un alejamiento escandaloso del principio de lesividad, que en la lnea
inaugurada por Johann Birnbaum, retomada por Franz von Liszt, mantenida hoy por Winfried Hassemer y, con mayor nfasis por Bernd Schnemann reclame el dao o peligro concreto para el bien jurdico como
presupuesto de cualquier persecucin penal, tal como lo hacen en nuestro
medio Zaffaroni, Alagia y Slokar.(12)
272
La ms importante de todas estas objeciones, a mi criterio y sin perjuicio del resto, es la inversin de la frmula propia del estado de derecho
democrtico y social, que impone al legislador penal un programa forzosamente fragmentario, un sistema discontinuo de ilicitudes toda vez que
a partir de categoras tales como riesgo permitido, deber de cuidado y
rol de garante, y de su generalizacin respecto de todo el mbito pasible
(12) Zaffaroni E. Ral; Alagia, A. y Slokar, A., Derecho Penal. Parte General, Bs. As., Ediar,
2006, pp. 374/376. Tal como aqu se sostiene, afirman los autores que en las ltimas dcadas, con el pretexto de que vivimos en una sociedad de riesgos, se multiplican en el mundo
los tipos de peligro que adelantan el momento consumativo a etapas muy previas a la lesin, aadiendo que solo hay tipos de lesin y tipos de peligro y que, en estos ltimos,
siempre debe haber existido una situacin de peligro de lesin en el mundo real, vale
decir que en cada situacin concreta debe establecerse si hubo o no peligro para el bien
jurdico y, en caso negativo, no es admisible la tipicidad objetiva.
Lo expresado hasta aqu permite sentar tres tesis en el mbito que nos
compete, a saber: a) la importacin, por parte de la doctrina penal, de la
idea de la sociedad de riesgo como superadora de categoras dentro de
la especie humana otros, extraos o enemigos en lugar de verificar tal
mecanismo positivo, ha servido para fundamentar y justificar la reaparicin
de un derecho penal del enemigo; b) en un plano ms general, al contrario
de la declamada democratizacin hipotticamente emergente de la sociedad del riesgo; se comprueba el reforzamiento de la sociedad de clases,
con todos los fenmenos y epifenmenos que la acompaan la selectividad en la criminalizacin primaria y secundaria; c) y, por ltimo, la
introduccin y generalizacin de la idea de riesgo en el marco de la imputacin objetiva conducen a desdibujar los mrgenes de la criminalizacin
primaria y, por consiguiente, ensanchan las posibilidades de decisionismo
y arbitrariedad a la hora de la criminalizacin secundaria.
En esas variaciones claramente antiliberales en el recto sentido del trmino cabe detectar el factor poderoso e irracional del miedo ya que
nos transforma en vctimas potenciales de los mltiples riesgos que, al
percibirlos como inminentes, nos impulsa a sustituir lo dir con palabras de Luigi Ferrajoli el sustrato simblico de la democracia es decir, el sentimiento comn de igualdad y solidaridad por el simblico de
los regmenes populistas y autoritarios.(13) Parafraseando al inolvidable
Alessandro Baratta, pues vale meditar en la vigencia de su pensamiento; la
historia de la dominacin en la formacin social capitalista, ms que ser la
historia del dominio y de la conservacin del dominio de ciertos individuos
sobre otros, es la historia de una progresiva alienacin de la subjetividad
por parte del sistema poltico social.(14)
Nada ms y muchas gracias.
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
273
Luis F. NIO
BIBLIOGRAFA
Baratta, Alessandro, Notas para una teora
de la liberacin, en Revista Poder y Control,
n 1, Barcelona, 1987.
Beck Ulrich, La sociedad del riesgo - Hacia
una nueva modernidad, Bs. As., Paids Bsica, 1998, p. 11 y ss.
De Grazia, Alfred, A cloud over Bhopal. Causes, consequences and constructive solutions,
India, Kalos Foundation for India, 1985.
Ferrajoli, Luigi, El populismo penal en la sociedad del miedo, trad. de Andrea Catoira y
274
El delito
y la violencia
en Amrica Latina
De izquierda a derecha: Juan Pegoraro (Docente e investigador del Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, UBA), Fernando Tocora (Profesor de
postgrados en Derecho Penal y Poltica Criminal en diversas Universidades de Colombia),
Pedro R. David (Juez de la Sala II de la Cmara Federal de Casacin Penal de la Repblica
Argentina), Hans-Jrg Albrecht (Director del Instituto Max-Planck para el Derecho Extranjero
y Derecho Penal Internacional de Friburgo, Alemania), Germn Aller (Secretario del Instituto
Uruguayo de Derecho Penal de la Facultad de Derecho de la Universidad de la Repblica del
Uruguay), Rosa Mavila Len (Congresista por Accin Popular-Frente Amplio de Per).
presentacin
Podemos afirmar que existen diversas y complejas causas para la violencia y el delito, como por ejemplo la desigualdad econmica, la exclusin
social, la tradicin cultural, la debilidad del estado de derecho, la falta de
una buena educacin, el mal planeamiento urbano y el crecimiento acelerado de las ciudades, entre otras.
De igual manera, podemos afirmar que coexisten distintos tipos y expresiones de violencia. En efecto, cada pas de la regin posee caractersticas
y causas distintas; incluso en un mismo Estado, las causas pueden variar
en sus distintas regiones.
Al respecto, los Dres. Pedro R. David, Fernando Tocora, Germn Aller,
Rosa Mavila Len y Hans Jrg Albrecht intentan hallar explicaciones a distintas cuestiones relacionadas con la temtica de este captulo en base a
las experiencias en sus respectivos pases.
David comenz su exposicin narrando las experiencias recogidas mientras
ocup el cargo de juez del Tribunal Penal Internacional de la ex Yugoslavia
(TPIY) en los casos Lukic and Lukic y Periic, que muestran un panorama internacional sobre la violencia. Expres que en un escenario donde la ONU
ha recorrido el mundo para implantar los derechos humanos fundamentales
en Amrica Latina, los Estados siguen estableciendo pautas de violencia
inclementes o apoyando organizaciones delictivas de enorme poder.
Finalmente, apel a algunos datos estadsticos para luego reflexionar sobre cules han sido los problemas fundamentales del delito, no solamente en Amrica Latina, sino tambin en otras regiones del mundo, llegando a la conclusin de que el terrorismo de Estado y la violacin de los
derechos humanos a manos de estructuras organizadas de poder han causado muchas ms vctimas que las guerras convencionales.
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
277
presentacin
Advirti que, a todo ello, hay que sumarle el agravamiento de las condiciones sociales y econmicas, las que, desde hace ya varios aos, estn
incidiendo en el delito, haciendo que estos sean ejecutados con odio,
con rabia, con una percepcin justa o injusta de que se padece la injusticia por las condiciones de privilegio de otros. En su explicacin sobre
las razones que llevaron a esa situacin aclar que, en el origen de la delincuencia, no solamente nos encontraremos con la falta de alimentos,
sino que percibiremos una carencia espiritual de la solidaridad, expresada en la agresin de las vitrinas o escaparates llenos e inalcanzables.
Ante este panorama revel que, en la ciudad de Cali, la respuesta del
gobierno local fue la aplicacin de medidas restrictivas de negacin,
de limitacin, de control vertical, en la que no se dialoga; en la ciudad de Medelln se aplicaron polticas inspiradas en una intervencin
integral, que ha involucrado a los propios actores para que participen,
concierten y controlen la gestin pblica. No son medidas verticales autoritarias, sino horizontales que invitan a la comunicacin y al dilogo;
mientras que en la ciudad de Bogot se tomaron medidas de uno y otro
tipo, aprecindose diversidad de resultados en las tres polticas pblicas
descriptas.
278
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
Continu explicando que la realidad demuestra que la violencia del delito no se contrarresta con la pena ni se logra una prevencin satisfactoria,
sino que los delitos crecern, sobre todo los que se ejecutan con ms
violencia. Ante esta situacin, el Estado aumenta su respuesta con mayor
represin, que es violencia pura. As, lo que se logra es que se sumen la
violencia del delito a la violencia del Estado sin lograr alcanzar el resultado
buscado: reducir el delito y asegurar la paz social.
279
presentacin
280
Pedro R. David(1)
(1) Juez de la Sala II de la Cmara Federal de Casacin Penal de la Repblica Argentina. Juez
Ad-Litem del Tribunal Penal Internacional para la Ex Yugoslavia.
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
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Pedro R. David
El primero, el caso Lukic and Lukic, que acaba de ser objeto de un film y
como tal acaba de ganar un premio importante en el Festival de Cine de
San Sebastin de 2013.
282
Me toc juzgar el caso junto a los jueces Christine Van den Wyngaert y
Patrick Robinson, donde se constat un episodio donde los delitos de lesa
humanidad se mostraban en toda su desnudez. Un grupo de 69 personas
de religin musulmana, todos miembros de la misma familia y sus amigos,
fueron concentrados en una casa de Visegrad, rodeados por las fuerzas paramilitares que prendieron fuego a la casa, y con fusiles exterminaban a los
que lograban salir. Murieron all todos, desde los nietos recin nacidos de
tres meses, hasta los ancianos de noventa. Solamente pudo salvarse con
terribles quemaduras una sola testigo del juicio, la nica que pudo dar fe
de ese terrible episodio. Se llamaba Zehra Turjaanin, que acaba de ser
personificada en la pelcula de la que les acabo de hablar, y que se titula
Una historia para aquellos que no pueden contar ms historias y ha ganado
las Palmas de Plata en Mallorca en 2013. Cuando Zehra Turjaanin consigue
salvarse de las llamas, acude a los primeros soldados serbios que encuentra
en el camino y les pide que la maten a balazos, porque ha perdido todo.
Cuando nos narra esto no habla servo-croata, sino francs. Y cuando le preguntamos por qu habla francs en vez de su lengua natal nos dice: porque he sufrido tanto que no puedo hablar ms mi lengua natal, la lengua
que es morada, cultura, cobijo, vida.
Pensemos en nuestra regin, en Amrica Latina, donde muchas civilizaciones originarias han perdido su lengua originaria. Pensemos en muchas
civilizaciones que perdieron el cobijo de sus lenguas, que es la morada
de la cultura y de la transmisin histrica. Zehra Turjaanin representa
para m el grave problema de la violencia, especialmente desde los poderosos Estados que hoy se ha perfeccionado a tal punto que pequeos
aviones no tripulados, drones que parecen colibres, pueden perseguir
annimamente a las personas en cualquier parte del mundo y terminar
con sus vidas.
La pregunta que me hice frente a Zehra Turjaanin y a todas las vctimas
fue qu poda hacer el Tribunal Penal Internacional para los crmenes de la
ex Yugoeslavia para devolverles algo de su paz desde nuestras sentencias,
cuando ya haban perdido todo lo que tenan sobre la tierra con respecto
a su familia, sus amistades y todo lazo de solidaridad, de fraternidad, de
amor, en manos del Estado o de guerras entre Estados.
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Pedro R. David
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Finalmente, y tambin por mayora con voto en disidencia del juez Moloto,
fue condenado en calidad de superior art. 7(3) del Estatuto, por no
prevenir y/o sancionar los delitos cometidos en Zagreb que a continuacin
se detallan:
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Y de all la enorme responsabilidad frente a la vctima que tienen los jueces. Felizmente, la Repblica Argentina es uno de los pocos pases donde
el terrorismo de Estado ha sido combatido frontalmente, y an lo sigue
siendo a pesar de todas las dificultades.
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Fernando Tocora(1)
(1) Doctor en Derecho y Ciencias Polticas (Universidad Santiago de Cali - Colombia). Postgrado en Poltica Criminal (Instituto de Derecho Comparado, Universidad de Pars). Profesor
de pregrado de Derecho Penal (Universidades San Buenaventura, Libre de Cali y Central de
Tulu, Colombia). Profesor de postgrados en Derecho Penal y Poltica Criminal (Universidades
de Medelln, Libre de Pereira, Norte de Barranquilla, Libre de Cali y otras, Colombia).
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Violencia e inseguridad
en las ciudades latinoamericanas
(2) Wacquant, Los, Parias Urbains, ghettos, banlieues, tat, Pars, La Dcouverte, 2007, p. 5.
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As se dispone a coronar dar golpes, en el viejo lenguaje subcultural de la delincuencia. En la nueva usanza lingstica, coronar es dar
un golpe de poder, llegar a un resultado, servir para algo, contra las profecas de que no servs para nada, sos escoria y todo aquel lenguaje
positivista de la mala vida.
As, los jvenes van encontrando un camino. Un camino que puede ser
corto, un atajo a la muerte, pero que se sientan, que encuentren una identidad, que hagan algo importante, entre lo que pueda estar morir salvando a su madre con la paga del encargo homicida. Todo esto, en un
escenario de descomposicin que pelculas como Rodrigo D: no Futuro
de Carlos Gaviria, y otras de cineastas colombianos, han tratado absorventemente como un remolino del que no pueden escapar. Se va formando
as una cultura de la violencia, de la muerte, en la que ser sicario es ser
heroico, en la que Pablo Escobar es un Dios, en la que coronar un encargo es un xito y una posibilidad de ascenso en la carrera criminal, en la
que todo puede quedar de pronto en negro y all acabarse todo, incluso
aquella desazn o melancola llamada malpa.
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El rescate de la vctima fue auspiciado en gran parte por los abolicionistas y, desde otros flancos de las posiciones crticas, por los realistas de
izquierda. Hoy tiene lugar en el centro de la literatura crtica, del mismo
modo que lo tiene otro tema hasta hace poco tiempo impensado para la
criminologa de izquierda: el de la seguridad. La atencin a la seguridad
se desarrolla dentro de un enfoque de la seguridad de los derechos, o de
la seguridad del ciudadano, porque ciertamente no es solo un problema
de percepcin, de miedo, sino que tambin es una realidad de atentados
generalmente intraclasistas y de incertidumbres que estn haciendo de
las ciudades lugares todava ms asfixiantes, solitarios e impersonales. En
la ciudad se empez por masificar todo y ahora cada quien est abriendo
su agujero virtual para meterse de cabeza y elegir mejor la sintona de su
soledad.
En el mundo global, la circulacin de mercancas, de capitales, de mano de
obra adquiere una intensidad y fluidez para lo cual las fronteras nacionales
constituyen un obstculo. Las empresas transnacionales adquieren poderes supranacionales que han llevado a la minimizacin de los derechos
de los trabajadores amenazando con la propia supervivencia del derecho
laboral. De otro lado, la supresin de millones de puestos de trabajo, que
hoy tiene en crisis a los pases europeos y a los mismos Estados Unidos,
desdibuja los conceptos de ejrcito de reserva y de proletariado, y
lanza a los excluidos a alternativas de economa informal estigmatizada
muchas veces como ilegal y a actividades criminalizadas particularmente, de trficos ilegales (droga, contrabando, seres humanos, armas,
y hasta de rganos humanos). La mendicidad abierta, o encubierta en
actividades callejeras como limpiar un parabrisas o cuidar vehculos parqueados en las calles en una especie de raqueteo masivo (si no pagas tu
carro, aparecer rayado o desvalijado), se disemina por todos los rincones
de las ciudades.
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que despus de aquella fase romntica que quiso crear un rebelde con
causa, la criminologa crtica debi ajustar su aproximacin al fenmeno
delincuencial y retomar su rol de denuncia, de deconstruccin de discursos legitimadores de polticas autoritarias y totalitarias entre ellas, por
ejemplo, las que incurren en el olvido relativo de la vctima: se trata de un
tema que adjetivamos de relativo porque de todos modos se encarg de
reivindicar los llamados (por las vctimas) delitos de cuello blanco o de
abusos de poder, o de violaciones de derechos humanos.
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Este es un marco histrico que no se puede desconocer cuando se abordan temas como el de esta presentacin. Existe un agravamiento de las
condiciones sociales y econmicas que, desde tiempos lejanos, han incidido en el delito. No se trata de recaer en una tesis simplemente economicista, en un reduccionismo econmico, pero tampoco de borrar de
la realidad algo que est muy presente en los casos de nuestros pases.
Incluso, se puede advertir que, en los niveles que ha alcanzado la violencia
de nuestras ciudades y en la rabia e irracionalidad de tantos actos criminales, se advierten componentes polticos: son crmenes ejecutados con
odio, con rabia, con una percepcin justa o injusta de que se padece la
injusticia por las condiciones de privilegio de otros.
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Dentro de esa perspectiva, la distribucin al detal de la droga en los mercados locales est a la orden del da y constituye uno de los focos de
violencia ms importante. Amrica Latina es hoy una regin que se ha
sumado al mercado mundial del consumo. Luego de que se satisface la
demanda internacional ya no solo de los Estados Unidos, sino ahora
tambin de Europa, incluida la de los pases del este, con el excedente
de produccin se empiezan a crear mercados locales, para los cuales se
implementan redes de distribucin a lo largo y ancho de las ciudades. All
se manifiesta una vez ms el conflicto territorial, esta vez como un conflicto por el mercado; por ello se fijan lmites, fronteras, que se han dado a
llamar invisibles y que, prcticamente, se vuelven murallas que no pueden
ser rebasadas ni por equivocacin. Los medios han reseado casos de
jvenes, y aun de nios, que han muerto por traspasar esas fronteras, sin
importar si lo hicieron para invadir el territorio de alguna banda con fines
mercantiles o no. La desconfianza se vuelve total y expresa el sentimiento
de disgregacin, de aislamiento entre bandas que, aunque como grupos
tenan una funcin integradora, se convierten en enemigas de las dems
por demarcacin territorial y rivalidad en los negocios.
La poltica en materia de drogas sigue desbordando a la comunidad internacional y esto que sucede ahora e intensifica la violencia y la inseguridad
de nuestras ciudades es una muestra del absurdo de esas polticas, que
han terminado por sembrar ms caos y ms violencia. Hay un factor de
geopoltica que se expresa en la flexibilidad de los actores y de las rutas
de la droga. Una vez destrudos los dos grandes carteles de la droga en
Colombia (Medelln y Cali), asumen sus posiciones diversos carteles de
menor poder (llamados cartelitos por los medios y la polica), pero no
por ello desvencijados o de inermes organizaciones. Bajan su perfil porque
entendieron que la arrogancia y las altas pretensiones de invadir todas las
esferas y tomar el poder del Estado hizo perder a dos grandes organizaciones de traficantes que terminaron muertos, extraditados a draconianas
crceles norteamericanas y, al mismo tiempo, doblando la cerviz en procesos penales de sometimiento. Esta expansin hacia abajo de los traficantes
empuja a la apertura de los mercados domsticos, cuyas redes se crean
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que aventurar en los comercios ilegales, de mercancas legales pero irregularmente comercializadas (bisutera, artculos domsticos, cosmticos)
o de aquellas de tenencia prohibida (drogas, armas, productos plagiados)
y que estn penalizadas severamente.
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reclutando jvenes de los respectivos barrios. Esos jvenes abren los mercados con sus conocidas prcticas de impulsadores en las puertas de los
colegios, en los centros nocturnos de diversin o en los espacios pblicos
de las localidades. Sus clientes son otros jvenes de la clase media que
tienen curiosidad por lo prohibido, porque a pesar de la jurisprudencia de
la Corte Constitucional que despenaliz el consumo de estupefacientes en
1994, se sigue en gran parte percibiendo como algo rechazado socialmente.
296
Para 1986 Cali tuvo una tasa de 60 que ya era alta, pero 8 aos despus (1994) con el ascenso del Cartel de Cali pas a tener 124, y luego
con la cada de sus capos baj a 86. La ciudad estuvo tomada por el
cartel y la inseguridad que se viva no tena precedentes. Los jvenes que
salan con sus novias podan verse intimidados por los secuaces, revlver
en mano, para dejarse llevar sus novias, que terminaban siendo violadas
y eventualmente muertas. Los polticos estaban contentos porque ahora
no tenan mucho trabajo para conseguir fondos que financiaran sus campaas sino que los mafiosos prdigamente contribuan con ellas. Esto llen la ciudad de violencias y el dao fue haber dejado como legado una
cultura o incultura de violencia y de muerte. Los Rodrguez y sus socios
compraron unos equipos de futbol, fungiendo de mecenas del deporte y
contribuyeron en otros rubros de las actividades sociales, buscando imagen de filntropos.
Los sicarios que el cartel de Medelln haba comenzado a adiestrar tambin
fueron preparados por el de Cali que, aunque reivindicaba su preferencia por la compra de las conciencias, cuando tena que valerse de ellos,
lo haca porque esas son y han sido las reglas implacables del negocio.
A nivel nacional, los carteles tomaron buena parte del Congreso y para
1991 ao en que se vota la constituyente, y cuando la mayor parte del
pas ya resenta el terrible dao que estas organizaciones estaban causando y perciba la impotencia de la justicia colombiana por enjuiciarlos
logran imponer la clusula prohibitiva de la extradicin. Es en ese contexto que se dan esa cifras exacerbadas de criminalidad. Si bien cuando cae
el cartel se piensa ilusamente que las aguas retornarn a su cauce, vendr
lo que ha sido una regla de la dinmica en este tipo de crimen: la pugna feroz por el negocio, por las rutas que el cartel controlaba llevando la
droga sobre todo, al este de los Estados Unidos.
En esa dinmica no existen abandonos: mucha gente vive del negocio y
no se los puede dejar en el aire; alguien debe remplazar las cabezas y el
negocio (como el show) debe continuar. Si esto no sucede pacficamente, ha de suceder a sangre y fuego. El negocio se fragmenta y aparecen los
llamados cartelitos, que no son tan diminutos pero que tampoco tienen
el poder de los dos grandes. Estos cartelitos se preocupan por guardar un
bajo perfil, porque saben que lo que los perdi a aquellos fue su ambicin, su ostentacin y su arrogancia. La vocacin econmica del trfico de
drogas de la regin est trazada.
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2. La carrera criminal
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De all, la carrera criminal puede avanzar a un nivel ms, el crimen organizado, en el que hay toda una burocracia: departamentos de seguridad,
oficinas internas de abogado, asesoras (consiglieri,(7) polticos a sueldo).(8)
Como puede verse, la carrera criminal tiene sus caminos y se puede llegar
bien alto. Varios de los contralores nacionales mencionados fueron serios
aspirantes a la presidencia. Entonces, la violencia de Colombia y, en particular, la de estas dos ciudades tiene una coordenada temporal de vieja
data entroncada en nuestro viejo conflicto armado, y una coordenada espacial de haber sido la sede central de los dos primeros grandes carteles
de la cocana en Amrica y, probablemente, en el mundo.
Todo esto nos dej una estela de violencia que todava hoy nos sacude,
pero no es solamente la estela del crimen organizado sino tambin la de
los grandes actores del conflicto armado. Estas violencias se cruzan, se
entrelazan, se fusionan y crean sinergia.
En las experiencias colombianas ms notorias, las polticas de seguridad
y/o convivencia arrojan unos resultados significativos. Miremos los casos
de Cali y Medelln, las dos sedes de los antiguos y poderosos carteles
de la cocana, y aadamos el caso siempre importante de la capital de
Colombia.
La respuesta del gobierno local de Cali, la tercera ciudad de Colombia, de
alrededor de tres millones de habitantes, cont con el apoyo del gobierno
(6) As se denomina a los asaltantes de personas que salen del banco y son marcados previamente por un espa de la banda.
(7) Santofimio Botero, famoso poltico colombiano que aspiraba a la presidencia de la Repblica, ex Senador y ex Ministro, es un caso tristemente clebre de consiglieri, hoy preso por
el asesinato de Luis Carlos Galn.
(8) Es el caso de cuatro Contralores Generales de la Repblica que estuvieron presos por
esas conexiones. Con la toma de esta institucin, la mafia tena un poder extorsionador de
buena parte de los altos funcionarios de la administracin pblica.
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Por otro lado, hay polticas como las que se implementaron para la ciudad
de Medelln, inspiradas en una intervencin integral, que han involucrado
a los propios actores para que participen, concierten y controlen la gestin
pblica. No son medidas verticales autoritarias sino horizontales, e invitan
a la comunicacin y al dilogo.
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por cada 100.000 habitantes (h/cmh), tasa superior a la que hoy padece
San Pedro Sula de Honduras que es de 169,30: la primera en la regin
latinoamericana.
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Dentro de la poltica de integracin-participacin, el Centro de Desarrollo convoc a mujeres cabeza de familia, jvenes, adolescentes, infantes,
afrocolombianos, indgenas, campesinos, discapacitados, LGBT, interesados y localizados en la comuna, para impartirles mdulos de formacin y
recibir los testimonios acerca de sus necesidades sentidas. Es as como se
va construyendo una poltica participativa de la comunidad que no solo las
empodera sino que evita que la gran corrupcin pblica se quede con los
dineros de los contribuyentes.
stas son polticas afirmativas de dignificacin de los seres humanos, no
solo porque implican prestaciones materiales, sino porque comportan rasgos de humanidad y de ciudadana para con las personas excludas.
Lo anterior no quiere decir que deban descartarse polticas que comprendan medidas de polica, de represin y de control social en general.
Pero las medidas de fondo son las que reducen cada vez ms los afrentosos abismos de la desigualdad social. Atacar las oficinas de cobro y las
(10) Zornoza Bonilla, Juan Antonio (Grupo de Investigacin Gestin y Polticas Pblicas territoriales), Anlisis de las polticas de inclusin social en Medelln estudio de caso: Moravia
2009, Medelln, 2012.
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Esta poltica, si es que as se la puede llamar con propiedad, es supremamente lineal y corresponde a una versin postindustrial de los movimientos retributivos ms primitivos. Autoritariamente se pregona desde el
plpito poltico no vamos a tolerar nada, algo que se puede desdoblar
en el enunciado: nosotros s: nosotros, los buenos no vamos a tolerar
ms acciones de los malos, as sean los meramente mal educados, porque
no hay incivilidad pequea como se lee en propagandas oficiales en el
metro de Pars. El que no tenga buenas maneras, el que no sepa comer
en la mesa no importa que no siempre tenga que comer y que cuando
logre poner el pan en su mesa lo consuma con desbocado deseo ha comenzado ya su carrera criminal. Ha demostrado su desviacin y el Estado
no debe tolerarlo.
As se abre paso una tesis comn en nuestro medio sobre la intolerancia
como gran causa del delito. Las personas ya no aceptan nada y reaccionan
violentamente frente a lo que consideran una mala mirada, un pisn, un
rumor, etc. A los medios le gusta esa tesis y la manejan a discrecin. No
observan lo que estructural y dinmicamente sucede en la sociedad y en
la ciudad, que no es tan simple como un acto de intolerancia, sino que
hunde sus races en la dialctica del conflicto social, en la poltica coyuntural prohibicionista de la droga, en la alta corrupcin pblica que desangra
el erario pblico desde donde se pueden desarrollar muchas polticas
sociales, en la exclusin y las desafiantes desigualdades.
Bibliografa
Vicepresidencia de la Repblica y Observatorio del Programa Presidencial de los Derechos Humanos y DIH, Dinmica reciente de la
violencia en Cali, Bogot, 2013.
Wacquant, Los, Parias Urbains, ghettos, banlieues, tat, Pars, La Dcouverte, 2007.
Zornoza Bonilla, Juan Antonio (Grupo de Investigacin Gestin y Polticas Pblicas territoriales), Anlisis de las polticas de inclusin
social en Medelln estudio de caso: Moravia
2009, Medelln, 2012.
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to, ellas pueden ser ciertas total o parcialmente, y puede haber problemas
interpretativos, pero est claro que, en definitiva, la real criminalidad en su
mayor parte no es abordada por el sistema penal; ni siquiera es conocida.
Por tanto, solemos manejarnos con tramos reducidos de la criminalidad,
fruto de la selectividad penal negativa, discutible en cuanto a la representatividad de la criminalidad oculta, no tratada o desconocida, que es al fin
la mayor franja de criminalidad y que esa s integra la mayor parte de la
criminalidad real.
Hecha esa salvedad, est claro que el delito es una violencia contra una
vctima y es la contrariedad al derecho de una democracia, por lo menos
en tanto y cuanto la construccin del delito contenga ese disvalor jurdico
y cultural, que refrenda la validez y legitimidad de ese tipo penal.
La violencia ha sido inmanente a la condicin humana y la sociedad es
violenta. No ha habido poca sin su presencia, pero s etapas con diversa
intensidad de ella: la barbarie, la conquista, la Inquisicin, la guerra, la
revolucin, la dictadura, que han estado presentes en Latinoamrica, dejando una huella indeleble en su historia.
El derecho se ha instaurado por la violencia, como la independencia, la
Repblica y la democracia en nuestros pases, las que en ocasiones se han
preservado tambin mediante su espordico empleo.(2)
El derecho ha asumido que la violencia debe limitarse y por eso ha regulado su uso justificndola acotadamente a travs de institutos tales como
la legtima defensa, el estado de necesidad y el cumplimiento de la ley.
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que implique violencia fsica y, en ocasiones ,con tal envergadura que conlleva una violacin a la dosimetra de las penas.
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Pero hay otros aspectos igualmente importantes. Al decir de Hegel, desde su teora absoluta de la pena, la violencia del delito es contrarrestada
por la pena que restablece el derecho, dado que son dos violencias que,
segn el autor de referencia, se neutralizan, puesto que el delito lesiona
al derecho y la pena lo restituye. Por su parte, las teoras de la prevencin
general y la prevencin especial negativas pregonan la intimidacin como
disuasin para inhibir futuros delitos.
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debera reflexionarse crticamente sobre ella para revertirla o, cuando menos, sujetarla a la democracia.
La percepcin de la sociedad del riesgo ya no es solo dogmtico-penal y
sociolgica, sino de toda la ciudadana. Desde que Ulrich Beck, en 1986,
describi la Risikogesselshaft o sociedad del riesgo se divulg una realidad incontrastable, dada por la percepcin social del riesgo propio del
obrar humano y su diferencia de los peligros provenientes de la naturaleza.
Los peligros tienden a ser mayormente controlados por el hombre, pero
los riesgos, que son fruto suyo, aumentan incesantemente, reproduciendo
la Asinaria o Comedia de los asnos del comedigrafo romano Plauto,
cuando hace 2200 aos, en un dilogo entre sus personajes el Mercader y
Lenidas (el esclavo), puso en boca del primero: Lupus est homo homini,
non homo, quom qualis sit non novit (el lobo es el hombre para el hombre, no hombre, cuando desconoce quin es el otro), es decir Homo
homini lupus (el hombre es un lobo para el hombre).
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Lo dicho est tan vigente ahora como antes. Nada destruye ms al hombre que el hombre. Y hay un derecho penal del riesgo, como ha expresado Cornelius Prittwitz en Strafrecht und Risiko, que se manifiesta con
el adelantamiento de la barrera punitiva y su incremento, pretendiendo
anticiparse a los riesgos y convirtiendo as en delito los riesgos per se, con
lo cual se difumina el rol del derecho penal apartndoselo de su posible
misin de limitar el poder punitivo del Estado. Lejos de ello, este poder
punitivo estatal se incrementa transformndose en la expresin oficial de
la violencia, tanto mediante el brazo policial como del judicial-penal y de
todo otro ejercicio vertical e injusto del poder.
Es imperioso reducir la violencia del Estado, la social y la penal concretamente, apostando a una pacificacin parecida a la reclamada desde los 90
por Richard Quinney y Harold Pepinski en The way of Peace, publicado
en el libro Criminology as a Peacemaker.
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Primero fue la norma moral a travs de la religin y la creencia en la divinidad. Luego, la norma tica apareci inicialmente como derivada de la moral, pero se separ de ella y se complement con la deontologa. Despus
naci la norma de derecho, que hoy conocemos en tanto coaccin jurdica. Los mecanismos inhibidores de la violencia a travs del derecho no son
suficientes, ni tan siquiera apropiados para impedir la violencia, as como
tampoco lo fue la moral religiosa cuando se pretendi imponerla mediante violencia, como en el caso del Santo Oficio durante la Inquisicin.
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Montesinos en la Base Naval del Callao, aparentemente se habra superado la macro corrupcin y estaramos en un nuevo contexto de micro corrupcin. Y eso no es as porque la ideologa de la corrupcin est vigente,
permanece, se encuentra viva, se cuela en la mentalidad cotidiana, en la
ideologa de la viveza y en la de sectores mayoritarios de la clase poltica.
Ello se expresa en el Congreso de la Repblica, donde dos proyectos de
ley se obstaculizan sistemticamente: el que plantea la imprescriptibilidad de los delitos vinculados a la corrupcin el mismo que implica una
modificacin constitucional y al que se oponen los partidos tradicionales
permanentemente; as como el que plantea considerar un doble plazo
de prescripcin, es decir, que se adicione un mayor plazo de prescripcin
a los delitos contra la administracin pblica el que tambin recibe oposiciones que argumentan que ello viola la presuncin de inocencia.
Estamos, paradojalmente, ante un escenario en el cual las garantas del
proceso penal, la dogmtica y la ejecucin penal liberal se utilizan para
fundamentar la legitimidad de un derecho autoritario y populista que no
representa el paradigma de un proyecto de pas genuinamente liberal y
democrtico. Y eso lo hemos visto tambin en el debate de la mal llamada
Ley de Muerte Civil, que postula la imposibilidad de que quien ha robado
al pas pueda volver a trabajar para el Estado. La oposicin tajante de los
partidos tradicionales argumenta que eso implicara una agresin al derecho constitucional al trabajo, cuando la norma no prohbe que los agentes
puedan trabajar en cualquier actividad, sino que plantea que los macro corruptos que han robado sistemticamente al Estado, que tienen capitales
en parasos fiscales, que constituyeron asociaciones ilcitas para delinquir,
no puedan volver a ejercer cargos polticos o cargos administrativos en el
gobierno. Hay un saldo poltico y una memoria histrica que evaluar a lo largo de las ltimas dcadas en nuestros pases. Los que sufrimos las dos modalidades de terrorismo, y los que tuvimos una corrupcin sistmica desde
el corazn mismo del Estado, estamos en una suerte de estadio de trnsito
hacia un orden democrtico en el que an la criminologa de la intolerancia,
las leyes basadas solo en criterios de seguridad y orden, los proyectos de
democradura o de dicta blanda que estn implcitos en el populismo
penal, estn vigentes y pretenden tener hegemona en la poltica criminal.
Dos paradigmas recorren no solo Amrica Latina, sino todo el planeta.
Como dice el Dr. Zaffaroni: uno es el de la seguridad ciudadana entendida
bsicamente como poltica represiva; el otro es el sealamiento terico
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y dogmtico de la necesidad de luchar contra la criminalidad organizada, con el que se busca legitimar la hiperinflacin penal desde una visin
autoritaria y populista. En una reunin convocada por el ex premier con
los partidos polticos, se fijaron las metas gubernamentales que se concibieron como tareas urgentes en materia de seguridad ciudadana. El enfoque que fue llevado al evento por el Ministerio del Interior, fue el de la
policializacin. Se postul que hay necesidad de comprar ms patrulleros
inteligentes y cmaras de video vigilancia; de instalar ms comisaras; de
que hayan ms operadores policiales que cuiden a los sectores vulnerables y frenen la violencia urbana en las calles; de controles de ingreso
ms eficientes en los establecimientos penitenciarios; de bloqueadores
de comunicacin de los internos y de ms crceles. Pero no se advirti que
requerimos una poltica criminal preventiva orientada al infractor primario,
y trabajo en formas de seguridad ciudadana basadas en la propia comunidad y en la gestin local y regional. En el Per, la apuesta fundamental
de gasto en el presupuesto pblico para el ao 2013 en materia carcelaria
es la construccin de dos establecimientos penitenciarios. Ello porque el
hacinamiento existe y se profundiza pues entran diez internos y salen dos,
en una poltica criminal que implica mayores penas y, simultneamente, el
recorte del acceso de los internos al beneficio penitenciario. La prioridad
poltica est en la bsqueda de mayor infraestructura logstica y recursos
humanos y no en el enfoque preventivo que, a mi juicio, es el central. En
esta visin de seguridad ciudadana que tiene un enfoque de policializacin, el Ministerio del Interior plante la aplicacin de sanciones a todas
las municipalidades que no presentaran su plan de seguridad. Seguridad
de papel, en tanto que el tema de fondo es que el ciudadano de a pie, la
ciudadana que recorre las calles, que est preocupada en la noche porque
sus hijas lleguen a la casa despus de la universidad o del trabajo no sean
agredidas ni asesinadas, no se compromete con la seguridad ciudadana
porque la asume solo como una funcin policial y no tiene confianza ni en
los operadores de la polica, ni en los de la justicia criminal.
Cuando el ciudadano de Amrica Latina vea que las polticas pblicas
de seguridad ciudadana van a garantizar de verdad la integridad fsica y
la posibilidad de circulacin, principalmente en las reas vulnerables de
la ciudad, all s se va a comprometer con un proyecto comunitario que
implique una coordinacin adecuada de los gobiernos locales, polica y
sistema penal. Un elemento importante a considerar es una reforma de la
polica que signifique una reingeniera integral y enfrente a la corrupcin
policial, fenmeno que caracteriza a casi todo el sistema policial de nuestra Amrica. Un segundo elemento tiene que ver con la puesta en marcha
de polticas de coordinacin real entre la polica y los gobiernos locales,
regionales, y tambin con el gobierno nacional. No se trata de polticas de
coordinacin interinstitucional coyunturales, sino de programas con ejecucin presupuestal, orientados especficamente al mbito del desarrollo
urbano, al control de reas pblicas vulnerables, a la incorporacin de los
jvenes desocupados esos que han desertado de las escuelas y de los
colegios por caresta, pobreza de los padres, familias disfuncionales y
que apuntan a una verdadera inclusin, como la sustentada por el maestro Elas Carranza. La seguridad ciudadana tiene que superar el mito, la
creencia ilusa, de que la hiperinflacin penal va a hacer descender la tasa
de criminalidad. Hace poco en mi pas se publicaron dos normas: una ley
que modifica el Cdigo Penal, el Cdigo Procesal Penal, el Cdigo de
Ejecucin Penal, el Cdigo de los Nios y Adolescentes, y crea registros y
protocolos con la supuesta finalidad de combatir la inseguridad ciudadana; y otra ley que modifica toda esa normatividad, cuyo nomen iuris es la
Ley contra el Crimen Organizado, la ley 30.077 del 20 de agosto de 2013.
Estas normas acumularon alrededor de 60 proyectos de ley presentados
en la Comisin de Justicia del Congreso de la Repblica, que fueron aglutinados en un nico dictamen donde solo haba una norma en este conjunto de proyectos que planteaba desbloquear los mecanismos de acceso
a beneficios penitenciarios, tratando de que los profesionales psiclogos
que trabajan en los tratamientos en las crceles no tuvieran que acudir
obligatoriamente a las audiencias. Todo el resto de los proyectos en este
contexto punitivo estaba orientado al incremento de penas, incluyendo
a las de los trasgresores jvenes. En tal sentido, se ampliaron las escalas
mximas de pena e, incluso, en un primer momento se busc aminorar la
edad de imputabilidad de los jvenes desde los catorce aos; adems, se
redujo significativamente el acceso a los beneficios penitenciarios.
Ante ello, sigue vigente el derrotero de la crtica: antes que penar hay que
prevenir, desarrollando polticas de tratamiento desadictivo orientadas
principalmente a la criminalidad primaria.
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2. Secret and covert investigative measures which once had been confined to intelligence services become part of criminal procedural law from the 1970s on.(4)
As (abstract) offences of endangerment overlap widely with so called transaction (and at the same time victimless) crime, proactive and secret gathering of
information serves to compensate for the lack of victim reports and information
coming from victim-witnesses.
324
4. A fourth line develops in the form of new surveillance and monitoring strategies
which are implemented for individuals assessed to present particular risks of
getting involved or to relapse in serious crime (Gefhrder). It is in particular
soccer hooligans, persons affiliated with terrorist or extremist groups and sexual
(4) Secret investigation were introduced in Germany the first time end of the 1960s authorizing wiretaps for domestic intelligence agencies and for law enforcement agencies (selected
serious criminal offences, since 1974 also for the investigation of drug trafficking). However,
it was in 1992 (Law on Combating Drug Trafficking and other Forms of Organized Crime) that
an amendment of the criminal procedural code systematically regulated secret investigation
measures which had been practiced in terrorist and drug trafficking cases well before a formal
statutory basis had been introduced
(5) Kinzig, J., Neues von der Sicherungsverwahrung ein berblick ber den Stand der
Gesetzgebung, Strafverteidiger 22(2002), pp. 500/504; Kinzig, J., Das Recht der Sicherungsverwahrung nach dem Urteil des EGMR, in Sachen M. gegen Deutschland, Neue Zeitschrift
fr Strafrecht 30(2010), pp. 233/239.
Criminal law thus becomes increasingly part of a social defence mechanism as well as part of general security policies which seek to optimize
effective protection against dangerous sexual offenders, school shooters,
terrorists and mafia organizations. In particular since 9/11 the integration
of criminal law and criminal justice into a general architecture of security
has gained momentum. Critics of this process point to the significant and
adverse changes which come with a criminal law that does not primarily
pursue justice and proportional punishment of criminal offenders within
the framework of a fair trial but which seeks to maximize security and contain risks. Placing emphasis on security is associated with the widening
of criminal law in general, violation of minimum standards when it comes
to the creation of new criminal law (harm principle), politicization and an
instrumental use of criminal law (effectiveness) which runs counter the rule
of law approach.(6) Political discourses in the field of criminal law reform are
dominated by security gaps and how to close perceived security gaps
through adding new criminal offence statutes, widening police powers in
the investigation of threats to security and streamlining the exchange of
information and intelligence between police, law enforcement and security/intelligence forces. The persisting emphasis on security gaps is a characteristic of criminal policies which are focused on prevention of extreme
violence and therefore are confronted with phenomenon of high impact
and low probability. These phenomenon of high impact and low probability, when occurring, result regularly in the questions: (1) could an act
of extreme violence have been prevented, (2) how such an act could have
been prevented and (3) who was responsible for not preventing the act.(7)
(6) Hassemer, W., Sicherheit durch Strafrecht, hrr-Strafrecht 4/2006, pp. 130/143; Stratenwerth,
G., Das Strafrecht im Schnittpunkt ffentlicher und privater Interessen, en Schweizerische
Arbeitsgruppe fr Kriminologie (Ed.), ffentlich - Privat. Neue Aufgabenverteilung in der
Kriminalittskontrolle?, Zrich, 2006, pp. 15/26.
(7) See in this respect for example Commission on Terrorist Attacks Upon the United States,
The 9/11 Commission Report, Washington, 2004, p. xv, How did this happen, and how can
we avoid such tragedy again?; Creutzfeld, M. et al., Bericht der Kommission GutenbergGymnasium, Erfurt, 2004; Intelligence and Security Committee Report into the London Terrorist Attacks on 7 July 2005, London, March 30, 2006.
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
offenders who attract increasingly long surveillance periods. The core elements
of such surveillance strategies consist of classifying such persons at risk into
risk groups and assigning risk-adjusted control measures, based mainly on police (public order) laws. Recently, satellite based surveillance of sexual offenders
released from prison has received particular attention in this respect.
325
Hans-Jrg Albrecht
326
Security points in modern society to risk, threats and trust. Security refers
to a basic human need(8) and expresses a complex socio-political leading
idea,(9) which already in the 1970s and 1980s was an object of intensive research (back then called quality of life research). In the concept of security it is recognized that in fact security does not correspond with the total
absence of losses and damaging incidents. In fact, security is raised as an
issue in particular in those fields where it is evident that death and injuries
are common by-products of risky activities (for example motor vehicle traffic). Essentially, security follows not only from trust that risks will not turn
into damages, but in particular from trust that the consequences of risks
(in terms of damages) can be coped with by society and the individual victim.(10) At the core of security normative structures are located which define
what kind and which degree of security can be expected, how security is
achieved and how failure of security measures is dealt with.
(8) Maslow, A. H., Motivation und Persnlichkeit, Olten, 1977.
(9) Kaufmann, F. X., Sicherheit als soziologisches und sozialpolitisches Problem, 2 ed., Stuttgart, 1973; Kaufmann, F. X., Normen und Institutionen als Mittel zur Bewltigung von Unsicherheit, Die Sicht der Soziologie, In Bayerische Rckversicherung (Ed.), Gesellschaft und
Unsicherheit, Karlsruhe, 1987, pp. 37/48.
(10) Stein, B. D.; Tanielian, T. L.; Eisenman, D. P.; Keyser, D.; Burnam, M. A. y Pincus, H. A., Emotional and Behavioral Consequences of Bioterrorism, Planning a Public Health Response,
Milbank Quarterly 82(2004), pp. 413/455.
Concepts of security have changed over the last decades.(11) A move away
from a comprehensive concept of social security (which is the very basis of
personal freedom) to a concept of public security can be observed. However, today security is rather equaled with (and narrowed down to) effective
protection from (extraordinary) dangers (in particular organized crime, drug
trafficking, terrorism and other crime considered to threaten the very basis
of a stable society and the foundation of the state). The emphasis on extraordinary crime comes with a move away from the prevention of concrete
dangers or result crimes and regular investigation of concrete suspicion to
the prevention of risks and the targeting of precursors of such extraordinary
crime. This is expressed in criminal offence statutes that penalize for example the up-or downloading of instructions to make explosives, the attendance of terrorist training courses, forming a and belonging to a terrorist
group and the like. The move towards risks and threats and away from results of human acts comes also with an emphasis on collecting intelligence
and exploiting the apparent information tsunami emerging as a result of
advanced information technology and mentioned in the 2008 Future Report of the European Commission.(12) Comprehensive information systems
and sophisticated methods of data mining shall enable law enforcement
to identify dangerous individuals and groups before major damage occurs.
The emphasis on security brings with it also a change in perspectives on
criminal punishment. With security the victim and in particular the potential victims move to the center of criminal policies. The offender, once at
the center of rehabilitative criminal law is sidelined.(13) Criminal law based
prevention in the form of punishment endorses penalties which provide for
incapacitation and deterrence.
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328
Since the 1990s violence and in particular sexual violence receive particular
attention in Europe and North-America. Criminal policies are focused on
prevention of serious sexual crime, especially sexual crimes committed by
repeat offenders and offenders released from prisons. The Belgian Dutroux case has evidently had a significant impact on the development of
sexual crime policies.(18) School shootings and suicide bombings have also
driven attempts to identify violence prone individuals. Extreme violence as
expressed in suicide bombings or serial murder represent low probability
high impact incidents.(19) Such incidents which result in extreme impacts
are associated with strong feelings of insecurity and fear. They do not affect
security but they have a significant effect on feelings of insecurity. Graph
1 accounts for causes of death in Germany in 2009. It is clearly visible that
stranger to stranger murder does not play a significant role in explaining
premature death in Germany. However, this type of murder attracts much
more attention than other risks which apparently are much more important
in explaining risks to life and health. It is evident that we will not die from
what we fear most but rather from something we do not care about.
Graph 1: Causes of Death Germany 2009
16000
13368
14000
12000
9571
10000
8000
6000
4152
4000
2000
0
81
Stranger to
stranger
homicide
706
Homicide
total
619
Suicide
Motor
traffic
accidents
Labor
accidents
Other
accidents
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A discourse on conflicts between effective law enforcement and security on the one hand and privacy and freedom on the other hand can
be observed everywhere. The discourse deals with strategic questions
of security in modern society and in particular also with the problem of
what role criminal law should play in the pursuit of security. Criminal law
evidently is assigned increasing relevance and responsibility in the pursuit of security. The function of criminal law moves towards enforcing
security; criminal law becomes an element in a new architecture of security.(21) The changing role of criminal law (and criminal procedural law) is
justified with eminent and extreme dangers and risks (dread risks) posed
by criminal networks and international terrorism. Herewith, changes in
the concept of security emerge, which results in definitions of security
narrowing security down to security from serious crime and in particular
violence. Moreover, the concept of security is moving towards an integration of internal and external security, blurring the boundaries between
military and law enforcement, external and internal intelligence agencies
and intelligence agencies and agencies of law enforcement.(22) The core
problem in the process of weighing security against freedom and privacy
concerns that a basic condition of freedom in fact is security. Insofar, no
contradiction between security and freedom can arise: without security
there will be no freedom. Basic and human rights can be enjoyed only in
a secure environment. But, security seen from this perspective must be
understood as a wide concept, including alls aspects of security, in particular social security. The discourse must therefore address questions of
what kind of security is pursued and which dangers and risks in fact are
threatening security.
(20) See Ross, J. E., op. cit., 2008 for a discussion on the relevance of normative and political
discourses for international comparative analyses.
(21) Hassemer, W., Sicherheit durch Strafrecht, HRRS 7 (2006), pp. 130/143.
(22) See Krau, D., Menschenrechte zwischen Freiheit und Sicherheit, In Sessar, K. (ed.), Herrschaft und Verbrechen. Kontrolle der Gesellschaft durch Kriminalisierung und Exklusion.
Berlin, 2008, pp. 49/69
(23) Koops, B. J., Technology and the Crime Society, Rethinking Legal Protection, TILT, en
Law & Technology Working Paper, n 010/2009, Tilburg University, 23/03/2009, pp. 3/4.
(24) German Federal Constitutional Court Decisions, vol. 65, p. 1.
(25) German Federal Constitutional Court 1 BvR 256/08, 02/03/2010, N 218.
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The discourse on the need for data to be used in preventing dangers and
to strengthen law enforcement is closely associated with the assessment of
threats which justify the use of secret surveillance and investigation techniques. Threat assessments are subject to problems that are linked to low
probability and high impact crimes. Extreme violence (for example terrorist acts, serial murder, etc.) is rare, but the impact, if such violence occurs, is extremely high. Decisions in this field therefore are associated with
extreme political risks. If investigations are not launched then a significant
political fallout will be the consequence in case an incident in fact takes
place. If investigations are launched (which might affect many persons who
are not presenting any risk), then material and immaterial costs are associated which cannot be justified with having prevented extreme violence.
3.5. Proportionality
Legal discourses then place the focus on proportionality of secret investigative measures. Secret investigations, for example wire taps, carry a risk
for procedural rights of suspects and other persons falling under secret
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last resort principle allowing secret surveillance only if other investigation measures have either failed or would result in a disproportional burden for law enforcement agencies. Further restrictions can be established
through the prohibition of extending surveillance to persons privileged
because of professional confidentiality (lawyers, priests, physicians, therapists, but also member of parliaments) and through the inadmissibility of
evidence not related to an index offence (for which secret investigations
had been authorized). There exist differences as to whether conversations
may be taped indiscriminately or whether those parts relevant for criminal investigations may be recorded (the latter bringing with it more costs).
As secret surveillance is unknown to the suspect (and other persons who
are affected by the measure), a minimum standard should require that the
suspect (and other persons) will be notified about secret measures which
had been applied in order to allow for a judicial review procedure after
the facts. German criminal procedural rules foresee that information stemming from secret investigation techniques must be deleted after a judicial
decision has become final and has to be earmarked as a result of secret
investigation. Another element in the implementation of the proportionality principle concerns establishment of transparency by publication of
statistics which account of the practice of secret surveillance and investigations. However, the situation in Europe demonstrates significant variation
in the willingness of states to publish statistics of the use of wiretaps or
other secret investigation measures. Most states which publish data focus
on telecommunication surveillance, but do not report on other secret investigation techniques (for example undercover agents, informants, data
mining). Moreover, a trend towards requiring evaluation reports which investigate the benefits of secret measures in terms of their contribution to
prevent serious crime, clearing cases and bring offenders to justice can be
observed. So, for example the telecommunication traffic data retention
directive 24/2006 has requested an evaluation report to be submitted 2010
in order to be able to assess the results of the use of retained data.(27)
3.6. The core areas of basic rights (privacy and freedom)
The discussion on proportionality of secret investigation measures is
strongly associated with the question of whether a core area of privacy and
(27) See Report From the Commission to the Council and the European Parliament, Evaluation Report on the Data Retention Directive (Directive 2006/24/EC), Brussels 18/04/2011,
COM (2011) 225 final.
liberty exists which may never be penetrated by law enforcement agencies. The German Federal Constitutional Court has ruled that such a core
area exists and that safeguards have to be established which assure that
the core area is not infringed upon through secret investigation measures.
However, the Federal Constitutional Court in principle acknowledges the
necessity of secret investigation techniques. But, in a series of decisions
the Federal Constitutional Court has dealt with the questions of the limits
of secret investigation and has set more restrictive conditions.(28) In particular, the court ruled that a complete and all around surveillance is not
tolerable; electronic surveillance of private premises and wire taps may not
invade the core area of privacy.(29) Protection of the core of privacy must
be implemented also through interrupting surveillance as soon as conversations concern most intimate issues. Capability to interrupt surveillance
can be ascertained only if surveillance is carried out not automatically but
under the supervision of police officers. This request increases the costs of
surveillance significantly.(30) Several landmark decisions in the field of secret
surveillance have initiated a reform process which resulted in cutting back
the possibilities of secret surveillance. This can be demonstrated in the
development of electronic surveillance of private premises. Immediately
after the Federal Constitutional Courts decision on the absolute protection
of the core area of privacy in 2004, the number of cases where such surveillance was implemented dropped significantly (see graph 1).
In particular law enforcement agencies voiced critic with respect to the restrictions placed on secret surveillance.(31) Up to now only little is known about
how the protection of the core of privacy is implemented in practice.(32)
(28) Decisions of the Federal Constitutional Court, vol. 109, pp. 279; Federal Constitutional
Court, Neue Juristische Wochenschrift 2005, p. 2603; Decisions of the Federal Constitutional Court, vol. 100, p. 313; 109, p. 279; 2 BvR 581/01 as of April 12, 2005; Federal Constitutional Court 1 BvR 256/08, february 3, 2010.
(29) Federal Constitutional Court, decision as of may 11, 2007, 2 BvR 543/06; Federal Constitutional Court Neue Juristische Wochenschrift 2005, p. 2603.
(30) Baldus, M., berwachungsrecht unter Novellierungsdruck. Zu den legislativen Auswirkungen des Verfassungsgerichtsurteils zum Groen Lauschangriff, In Schaar, P. (Ed.), Folgerungen aus dem Urteil des Bundesverfassungsgerichts zur akustischen Wohnraumberwachung,
Staatliche Eingriffsbefugnisse auf dem Prfstand. Bonn 2004, pp. 9/27.
(31) Graf, S.; Thiede, F.; Merkel, C. y Winkler, S., Agnes. Auswirkungen gesetzlicher Neuregelungen auf die Ermittlungspraxis der Strafverfolgungsbehrden, Abschlussbericht, Wiesbaden 2008, S. 30, 48.
(32) See in this respect Bundestags-Drucksache 16/12081 16, Wahlperiode 02/03/2009, Antwort der Bundesregierung auf die Kleine Anfrage der Abgeordneten Gisela Piltz, Sabine
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Hans-Jrg Albrecht
336
Particular attention has been paid to the question of whether telecommunication providers may be obliged to implement and maintain technology which allows interception of communication at the request of
law enforcement agencies. In this respect, it is especially the question
of costs resulting from providing technology and manpower fort the
purpose of law enforcement. In Europe (and elsewhere), the states have
rather opted to let telecommunication providers bear the costs for implementing the general capacity for interception while only costs of individual cases of interceptions are reimbursed. In general however, an obligation to bear the costs for implementing capacity for interception could
be justified only if it could be assumed that telecommunication carries
a particular risk of contributing to (serious) crime. Such a risk is difficult
to establish as many technologies and service providers (involuntarily)
contribute to crime. Telecommunication provider enable communication over a distance, but do not increase the risk of serious crime in any
significant way. European Constitutional Courts have in fact ruled that
there should be a reasonable distribution of costs incurred through telecommunication surveillance and that telecommunication providers may
Leutheusser - Schnarrenberger, Dr. Max Stadler, weiterer Abgeordneter und der Fraktion
der FDP Drucksache 16/11945 Kernbereichsschutz bei technischen berwachungsmanahmen.
(33) Saetnan, A.R.; Dahl, J.Y. y Lomell, H.M., Views From Under Surveillance. Public Opinion in a Closely Watched Area in Oslo. Norvegian Centre for Human Rights, Oslo, 2004,
p. 19.
not be forced to bear the costs alone.(34) The private sector is of course
interested in complete reimbursement of costs caused by surveillance
and argue on the basis of the fundamental right to property (enshrined
in constitutions and international human rights instruments) and with respect to distortions in conditions of competition due to differing legal
frameworks in the European Union. Similar concerns had been raised
with respect to significant variation in legal obligations to monitor money
laundering in financial institutions.(35) Estimates on costs associated with
the implementation and maintenance of technology suited to intercept
communication vary largely, ranging from significant amounts(36) down to
neglectible investments.(37)
3.9. Combining investigative techniques:
secret investigation, deception and procedural fairness
Sometimes, deception is added to secret investigation techniques sometimes. This results in challenges for procedural fairness and the question
of whether evidence obtained in this way should be admissible in a trial.
So, for example conversations of pretrial detainees (either in the cell or
in visitor rooms) might be monitored and taped. Or, a suspect might be
triggered into a conversation with another person unaware of police listening to the conversation. An undercover police officer can carry out covert
interrogation, leaving the suspect unaware of disclosing relevant information to law enforcement. Also, buy and bust operations carried out by
undercover police or informants combine deception with secret investigation. Such strategies have been developed especially in the investigation of
(34) Austrian Constitutional Court, decision as of 27/02/2003, Az. G37/02, p. 2; French Constitutional Court, decision N 2000-441, DC as of december 28, 2000.
(35) PricewaterhouseCoopers, Anti-Money Laundering Current Customer Review Cost Benefit
Analysis, London, 2003; Reuter, P. y Truman, E. M., Chasing Dirty Money. The Fight Against
Money Laundering, Washington, 2004; Yeandle, M.; Mainelli, M.; Berendt, A. y Healy, B., AntiMoney Laundering Requirements, Costs, Benefits and Perceptions, London, 2005.
(36) Nuno Alvaro, A., Entwurf eines Rahmenbeschlusses ber die Vorratsspeicherung von
Daten, die in Verbindung mit der Bereitstellung ffentlicher elektronischer Kommunikationsdienste verarbeitet und aufbewahrt werden, oder von Daten, die in ffentlichen Kommunikationsnetzen vorhanden sind, fr die Zwecke der Vorbeugung, Untersuchung, Feststellung
und Verfolgung von Straftaten, einschlielich Terrorismus, Committee for civil liberties, justice and security, European Parliament work document, january 21, 2005.
(37) KPMG Informatie Risk Management, Onderzoek naar de opslag van historische verkeersgegevens van telecommunicatieaanbieders, Amstelveen, november 2004; Extended Impact
Assessment, {COM(2005) 438 final}, Brussels, september 21, 2005.
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337
Hans-Jrg Albrecht
drug trafficking.(38) It is therefore not surprising that the debate on procedural fairness dates back to the 1970s. Since that time, cases of deceptive
and secret methods of investigation have been brought before Supreme
Courts and the European Court on Human Rights.(39) The questions
raised concern the principle of nemo tenetur as well as procedural fairness and the limits following from these standards for the application of
secret and deceptive methods. Constitutional courts in Europe as well as
the European Court on Human Rights have ruled that law enforcement
agencies in face of particular investigation problems coming with new
forms of (organized) crime have a legitimate interest in using deceptive
and secret methods for obtaining information and evidence.(40) However,
in particular the European Court on Human Rights has placed such investigative techniques under a set of restrictions which (in the case of buy
and bust through undercover police) concern the degree of suspicion,
the seriousness of the alleged criminal offence, the extent of investigation problems, the crime proneness of the suspect as well as the degree
of influence exerted by undercover police.(41)
338
Despite the widely voiced demand for evaluation studies in the field of
secret investigation measures empirical research is merely available.(42)
Research has dealt with undercover policing, also in a comparative
perspective;(43) however, this type of research is not focused on systematically collecting data on practices and results. Another line of research
emphasizes the relationship between punishment and surveillance, in particular on the basis of theoretical assumptions put forward by Foucault.
This type of research is theoretical and qualitative and is evidently not
(38) See Eberth, A., Mller y E., Schtrumpf, M., Verteidigung in Betubungsmittelsachen,
5 ed., Heidelberg, 2008, p. 190.
(39) See for example European Court of Human Rights, Bykov v. Russia (application no.
4378/02), judgement as of march 10, 2009.
(40) Federal Constitutional Court, Strafverteidiger 1985, p. 17; European Court on Human
Rights, decision as of February 5, 2008, 74420/01, Neue Juristische Wochenschrift, 2009,
p. 3565.
(41) See Eberth, A.; Mller, E. y Schtrumpf, M., op. cit., 2008, p. 194.
(42) Albrecht, H.-J., Rechtstatsachenforschung zum Strafverfahren empirische Untersuchungen zu Fragestellungen des Strafverfahrens zwischen 1990 und 2003, Neuwied, 2005.
(43) See for example Fijnaut, C. y Marx, G.T. (Eds.), Undercover, Police Surveillance in Comparative Perspective, The Hague, Boston, 1995.
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340
15000
10000
5000
2000
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2002
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2004
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2006
N Proceedings
2007
2008
2009
2010
2011
2012
N Surveillance Orders
76
70
62
60
50
40
33
30
12
5
6,5
Ita
N
et
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N
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Ze
al
an
d
17
9
US
A
10
15
20
Source: Albrecht, H.-J; Dorsch, C.; Krpe, C.: Rechtswirklichkeit und Effizienz der berwachung
der Telekommunikation nach den 100a, 100b StPO und anderer verdeckter Ermittlungsmanahmen. Freiburg 2003.
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The evaluation report of the European Commission on the use of telecommunication traffic data after implementing traffic data retention, published
in April 2011,(54) demonstrates also huge variation between the member
countries of the European Union. Differences in counting procedures and
differences in the definition of traffic data might contribute to variation. But,
it is obvious that despite the acceptance of the same principles and normative standards different practices emerge. Proportionality tests and the
balancing of security and privacy evidently result in different conclusions.
342
Research then has shown that particular problems arise out of deficits in
judicial oversight. The data that are available demonstrate that under current conditions judicial supervision and control of secret investigation do
not take place. The main reasons lie in the problem that the judiciary is not
in a position to make adequate judgments about the necessity to launch
covert investigative methods, to assess the depth of penetration of privacy
needed to generate necessary information and that judicial resources are
too limited to control thoroughly covert investigative methods. The law
enforcement policies that are implemented are policies initiated by police
and public prosecution services. Insofar not only the role of the investigative judge must be strengthened (which essentially is dependent on the
extent of resources vested in judicial control) but a combination of ex ante
and post facto legal and political controls must be implemented effectively in order to ensure accountability with respect to the use of secret
investigative methods.
Telecommunication surveillance and data mining result in extensive numbers of persons falling into the reach of surveillance. When wire taps are
applied some 1400 conversations (and individuals involved) are registered
on the average. The request of traffic data for a defined geographical location results in an average of 300 individuals present in that location and
with that possibly subject to further police investigations.
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On the basis of Foucault's perspective of the modern prison which is considered to be a physical panopticon implementing regimes of discipline,
electronic forms of surveillance today sometimes are understood as digital
panopticons. The possibility of the state to access those personal data
which are generated through various ways according to these assumptions
is a main vehicle for encouraging self control.(61) Self control follows from
the knowledge that acts and movements may be observed and may result
in the detection of criminal acts (down-and uploading illicit material etc.).
(59) Ross, J. E., The Place of Covert Surveillance in Democratic Societies, A Comparative
Study of the United States and Germany, en The American Journal of Comparative Law
55(2007), pp. 493/579.
(60) Stanley, J., The Surveillance-Industrial Complex, How the American Government Is
Conscripting Businesses and Individuals in the Construction of a Surveillance Society, en
American Civil Liberties Union New York, 2004, p. 3.
(61) Ventura, H. E.; Miller, J. M. y Deflem, M., Governmentality and the War on Terror, FBI Project CARNIVORE and the Diffusion of Disciplinary Power, en Critical Criminology 13(2005),
pp. 55/70.
Criminal law increasingly turns towards security as a primary goal. This results in criminal law becoming part of a general architecture of security, losing its proprium in terms of standards and principles and adjusting to a
global risk society by switching the focus to the future instead of responding to the past. Part of the transformation and adjustment concerns the
introduction of measures of secret surveillance. Secret surveillance techniques have been developed for the investigation of so called transaction
crime. Such techniques gained momentum after 9/11 and the proliferation of counter terrorism strategies. Transaction crime like drug trafficking are characterized through the absence of crime victims and witnesses who would provide for information on criminal offences and possible
suspects. Normative restraints placed on open investigation techniques
contribute to the resort to secret (and proactive) investigation measures.
Secret investigation measures point to various political, legal and theoretical discourses among which balancing of security and privacy as well
as proportionality issues stand out. Secret investigation measures overlap
with surveillance based on telecommunication technology as well as deceptive tactics. Wire taps, retrieval of telecommunication traffic data and
retention of traffic data for the purpose of criminal investigations play a
key role in debates on how much access the state should have to personal
data generated in the private sector. In Germany, the course of legislation
on the criminal procedure since the 1970s points to the widening of law enforcement powers in the field of secret investigation measures. However,
the Federal Constitutional Court has cut back these powers and insisting
(62) FORSA, Meinungen der Bundesbrger zur Vorratsdatenspeicherung, 27, bis 28, mai
2008, [on line] www.forsa.de. The survey shows that approximately 10% of the interviewees
avoided telecommunication if they assumed traffic data would be retained. Half of the respondents declared they would (after implementation of traffic data retention) initiate contacts
to certain institutions (drug counseling, etc.) not through mobile phones or the internet but
through other channels.
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345
Hans-Jrg Albrecht
on strict proportionality and the doctrine that the core of privacy (and the
right to liberty) may not be infringed upon. Secret investigative measures
express also a trend towards convergence of repression and prevention.
Secret investigations are proactive and serve at the same time to enforce
criminal law and to provide for security through preventing dangers. With
that, the borderlines between law enforcement, public order police and
intelligence services became blurred as are blurred the lines between concrete investigation measures and general surveillance. Criminological and
socio-legal research on secret investigation and surveillance is only beginning to be implemented. While secret investigation tools like wire taps
and retrieval of traffic data are increasingly and widely applied, data mining and electronic surveillance of private premises (in Germany) are rarely
used. This reflects not only differences in legal requirements but also a
sometimes symbolic character of procedural law reforms which widen the
scope of secret investigations
346
Los sistemas
de encierro
y la penologa
contempornea
De izquierda a derecha: moderador: Mariano J. Villagra (Ex Coordinador del Programa Nacional
de Trabajo en Crceles del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos), Mara del Pilar Prieto
(Jueza de la Sala IV de la Cmara en lo Penal Centro Judicial Capital de la Pcia. de Tucumn), Ana
C. Morum (Profesora de Derecho Penal y Criminologa, UASD, Repblica Dominicana), Sergio
Delgado (Juez de la Sala III de la Cmara de Apelaciones del Fuero Penal Contravencional y de
Faltas de la CABA), Pablo Galain Palermo (Investigador activo del Sistema Nacional de Investigadores de Uruguay) y Carlos E. A. Japiass (Secretario General Adjunto de la Asociacin
Internacional de Derecho Penal).
PRESENTACIN
El uso excesivo de la prisin, con los efectos negativos que ello produce,
es un problema constante en los debates de los ltimos aos. El perjuicio
que produce la pena a los imputados, a sus familiares y a sus allegados y
los resultados negativos que, en definitiva, vuelven a la comunidad son
motivo suficiente para intentar reducir su uso.
Como agravante se percibe que, en la mayora de los pases de la regin,
se estn produciendo recortes fiscales. Esa reduccin se intensifica en los
sistemas penitenciarios, situacin muy grave teniendo en cuenta el vertiginoso crecimiento de la poblacin carcelaria.
Dentro de este contexto, Ana Cecilia Morum, Sergio Delgado, Pablo Galain Palermo, Carlos Eduardo Adriano Japiass y Mara del Pilar Prieto nos
dieron sus visiones, basadas en las experiencias recogidas en sus respectivos pases, sobre los sistemas de encierro y la penologa contempornea.
Morum sostuvo que el verdadero sentido y objetivo de las crceles es reformar conductas mediante el tratamiento de manera profesional de
las patologas y trastornos y educar y rehabilitar a los internos para su
reinsercin en la sociedad.
En ese sentido explic el nuevo modelo de gestin penitenciaria de Repblica Dominicana compuesto por 17 centros de correccin y rehabilitacin y 17 crceles del sistema tradicional, en el que la correccin y la rehabilitacin estn basadas en el respeto por los derechos fundamentales
de los privados de libertad. Con la nica intencin de mejorar la crcel y
que esta cumpla con el objetivo de reeducar. Detall luego los importantes avances alcanzados. Morum sostiene que este nuevo modelo es
una luz que tenemos dentro de la oscuridad (...) En un sistema penitenciario sano todo se fundamenta en la educacin. Ella finaliz su exposicin
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
349
PRESENTACIN
afirmando que ante la evidente derrota que nos han presentado los sistemas de encierro, la cura de una sociedad enferma es el tratamiento y la
asistencia profesional.
Delgado centr su exposicin en las causas por las que, segn su criterio,
se pueblan las crceles del pas. En primer lugar afirm que en Argentina
los imputados por delitos a los que puede corresponderle una pena de
cumplimiento efectivo son detenidos y permanecen encerrados hasta que
reciben su condena. l sostuvo que la duracin exagerada de la prisin
preventiva equivale a una pena sin juicio que hoy es tolerada legalmente
porque hemos pervertido la legislacin, mejor en este aspecto, que nos
leg la mismsima dictadura militar.
350
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
351
ana c. morum(1)
Por los aos 90, el maestro E. Ral Zaffaroni afirmaba que si queremos
reemplazar la prisin por alternativas a la misma debemos detener el aumento en el nmero de celdas y de crceles.
Desde la ptica judicial, las codificaciones de Iberoamrica han introducido institutos novedosos que tienen como objetivo la desjudicializacin
de los casos en los tribunales para que todos los asuntos que se ventilan
en las fiscalas no necesariamente lleguen a juicio. En este sentido, hemos
logrado importantes avances que son acordes con el momento histrico
que vive Latinoamrica con lo relativo al tema penitenciario.
En Repblica Dominicana implementamos hace unos aos el Cdigo Procesal Penal y con este hemos logrado una serie de conquistas, entre las que
podemos mencionar los siguientes institutos: 1. La suspensin condicional
de la pena; 2. La suspensin condicional del procedimiento; 3. El perdn
judicial; 4. La conversin de las multas; 5. Las condiciones especiales de
ejecucin; 6. El cumplimiento de la pena en el extranjero; 7. La libertad condicional; y la ms reciente, 8. Los tribunales de tratamiento bajo supervisin
judicial. Este es un proyecto avalado por el Poder Judicial, la Procuradura
General de la Repblica, el Consejo Nacional de Drogas, el Ministerio de
Salud Pblica y la Oficina Nacional de Defensora Pblica, apoyados por la
Comisin Interamericana Contra el Abuso de Drogas (CICAD-OEA).
Entendemos que las crceles an son un mal necesario, sostenemos que
su verdadero sentido y objetivo se encuentra en reformar conductas, es
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
353
ana c. morum
decir, en tratar de manera profesional las patologas y los trastornos y, fundamentalmente, en educar y rehabilitar a los internos para su regreso y
reinsercin en el medio libre.
En la Repblica Dominicana, en nuestra condicin de pas subdesarrollado, hemos tratado de sobreponernos a esa dura realidad y hemos
construido un modelo de gestin penitenciaria acorde con los requisitos fundamentales de la norma sustantiva con una visin distinta, en el
que la correccin y la rehabilitacin estn basadas en el respeto por los
derechos fundamentales de los privados de libertad, con la nica intencin de mejorar la crcel y que esta cumpla con el objetivo de reeducar.
En esta poca, observamos cmo pases del rea viven un proceso acelerado
de prisionizacin, producto del aumento aplastante de la delincuencia, de la
violencia y del crimen. Nuestro querido maestro Don Elas Carranza, afirma:
que el incremento de estos fenmenos obedece fundamentalmente a la
falta de justicia social y a la iniquidad que existe en nuestras sociedades.
354
Ante todo esto, los mecanismos alternativos de cumplimiento de condena se convierten en el instrumento ms saludable y menos traumtico,
porque lo punitivo est dirigido al encierro como tal, sin tratamiento y,
violento, entonces, el encierro se convierte en un crimen igual o peor al
que cometi el infractor o se convierte en un sistema de venganza social
que llena de odio al privado de libertad.
La crcel tiene sus inicios aproximadamente hace dos o tres siglos y, hasta
la fecha, ha sido un mal necesario, fundamentalmente, cuando la pena de
muerte y otros mtodos inhumanos de ejecucin de penas han ido desapareciendo; sin embargo, no puede ser la ultima ratio, sino que antes de
recurrir a ella debemos poder hacer uso de estos mecanismos alternativos
con el objetivo de aportar una justicia restaurativa que siempre pueda garantizar la convivencia social en armona y respeto por la ley, entre todos.
En la Repblica Dominicana, la Procuradura General de la Repblica, adems de sus funciones habituales de Jefe del Ministerio Pblico, tiene bajo
su dependencia y supervisin a la Escuela Nacional Penitenciaria (ENAP), a
la Direccin General de Prisiones, al Nuevo Modelo de Gestin Penitenciaria y a la Oficina Coordinadora del Nuevo Modelo de Gestin Penitenciaria.
En los CCR hay 11.000 internos, 10.500 hombres y 500 mujeres y en el Sistema Tradicional hay aproximadamente 13.000 hombres, porque ya no hay
mujeres en el sistema tradicional.
El Nuevo Modelo de Gestin Penitenciaria, que tiene a su cargo los Centros
de Correccin y Rehabilitacin (CCR), presenta una tasa inferior a un 3% de
reincidencia, por lo que la reinsercin a la sociedad es de un 90% aproximadamente. Sin embargo, estos nmeros chocan con nuestra realidad de
pas subdesarrollado con un ndice alarmante de analfabetismo, desercin
escolar, cientos de nios tirados en las esquinas como pedigeos, mulas de drogas, con un ndice alto de desempleo, un aumento escandaloso
de la violencia intrafamiliar, del trfico de drogas, de la corrupcin a todos
los niveles. Adems de la existencia de una marcada brecha y desigualdad
social, que cada da aumenta como bola de nieve; este logro es realmente
una luz en medio de esta oscuridad que nos arropa como sociedad.
Los CCR desarrollan todos los programas de rehabilitacin de los privados
de libertad establecidos por la ONU. Se tiene claro que en un sistema penitenciario sano su accionar se fundamenta en la Educacin, por lo que la
accin educativa en las prisiones solo tiene sentido si es parte de un plan
mayor al que ella le sirva.
Los programas de educacin del personal que labora dentro del Nuevo
Modelo de Gestin Penitenciaria, y el que se aplica a los internos, est
basado en:
1. Derechos humanos;
2. Anticorrupcin;
3. Lucha antidrogas;
4. Educacin medioambiental.
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
355
ana c. morum
356
Sergio Delgado
Sergio Delgado(1)
El consenso extendido en los tribunales que aplican el derecho en la Argentina en forma concreta es que la pena se anticipa con la prisin preventiva. Por eso se mete presa a la gente. No hay otra explicacin por la cual
se dicten la cantidad de prisiones preventivas que se dictan, que duran el
tiempo que duran, y sin ninguna vinculacin con las necesidades procesales en la totalidad de los casos.
Me refiero a que en todos los casos en los que se encierra cautelarmente
a las personas no existe ninguna vinculacin entre el dictado de la prisin
preventiva y la posibilidad real de que alguien pueda obstruir o eludir el
accionar de la justicia; al menos eso ocurre en todos los casos entre los
innumerables que se conocen directamente en la prctica profesional,
en la labor jurisdiccional, en el mbito acadmico o en los que narra la
crnica periodstica. Aun cuando no existe indicio de que fuera a obstruirse la investigacin, y aun cuando no existe temor alguno de que se
intentar eludir el accionar de la justicia, ello en modo alguno impide el
dictado de la prisin preventiva que, despus de todo, solo adelanta la
ejecucin de la segura pena privativa de la libertad. Esto es lo que ocurre
en la realidad.
En el ao 1987 muchos docentes de la Facultad de Derecho de la UBA
colaboramos con el intento de reforma del Cdigo de Procedimientos
en Materia Penal de la Nacin, liderado por Julio B. Maier y por Alberto
Binder, cuyo proyecto traa una clusula muy razonable para la regulacin
(1) Abogado (UBA). Profesor de Elementos de Derecho Penal y de Derecho Procesal Penal (UBA).
Director Acadmico del Centro de Estudios de Ejecucin Penal del Departamento de Derecho
Penal y Criminologa de la Facultad de Derecho (UBA). Profesor de la Licenciatura en Seguridad
Penitenciaria de la Facultad de Derecho (Universidad Nacional de Lomas de Zamora). Juez de la
Sala III de la Cmara de Apelaciones del Fuero Penal, Contravencional y de Faltas de la CABA.
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
357
Sergio Delgado
En siete aos como juez nacional de ejecucin penal nunca orden la captura de nadie que viniera condenado a una pena de cumplimiento efectivo. Y no porque antes los hubiesen detenido los tribunales orales.
358
Es cierto que hay un hiato procesal que hace que sea el tribunal oral el que
debera ordenar la detencin si llegara a estar en libertad alguien condenado a pena de cumplimiento efectivo.
Pero la verdad es que los que estn en libertad arriesgando condenas de
cumplimiento efectivo se cuentan con los dedos de la mano, y cada uno
es un escndalo. Si no es Carrascosa es el padre Grassi, y de cada uno de
esos casos se conoce nombre y apellido del imputado en todo el pas, son
parte de una intensa campaa meditica, y cada uno es un tema muy difcil
de tratar para cualquier tribunal. Los que estn imputados en la Argentina por delitos que pueden irrogar una pena de cumplimiento efectivo,
sin excepcin, son detenidos por la justicia de instruccin y permanecen
encerrados hasta que reciben su condena, salvo que antes o al tiempo de
serles impuesta ya hayan purgado un tiempo suficiente para agotarla, o
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
359
Sergio Delgado
Aun as, cuando la Comisin Interamericana seal que era una ventaja tener esa norma denostada por los medios como la ley del 2x1 y
criticada por todos los comunicadores de la prensa escrita, radial y televisiva, finalmente fue derogada por nuestro Congreso, triste ejemplo de
una democracia que, lamentablemente, nos deja en una situacin normativa peor que la que haba durante la dictadura.
360
No soy tonto y s que durante la ltima dictadura tuvimos centros clandestinos de detencin, haba desaparecidos y presos detenidos a disposicin del Poder Ejecutivo sin opcin alguna de recuperar su libertad
saliendo del pas como lo autoriza, para el caso de estado de sitio, la
ltima oracin del art. 23 CN (que se abrogara expresamente durante ese
siniestro gobierno).
Estbamos muchsimo peor que hoy, no tengo duda alguna, pero me limito a sealar una irona: fjense qu disparate: el ministro de justicia de Jorge Rafael Videla poda proponer una norma procesal mejor y, ciertamente,
ms democrtica que la que hoy logramos tener vigente.
Por el art. 5 de la ley 25.430 se derog el art. 7 de la ley 24.390 que haba
sido considerado un avance en la direccin correcta. Se incorpor el art. 9,
que pretende controlar los abusos en materia de prisin preventiva pero
cuyo texto es letra muerta: establece que el Consejo de la Magistratura
debe llevar un registro en el cual deben ser asentados los casos de prisio-
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
nes preventivas que han superado los dos aos de duracin por los jueces
y que anualmente se va a publicar un informe al respecto. Alguien ley
el informe del Consejo de la Magistratura de la Nacin sobre las prisiones
preventivas que superan los dos aos? Hace nueve aos que se derog el
inc. 7 de la ley 24.390 y no ha habido tiempo de confeccionar tan crucial
informe sobre las prisiones preventivas abusivas.
361
Sergio Delgado
362
Me consta que al no aceptarse una propuesta fiscal para un juicio abreviado, siempre est presente la amenaza implcita de que, de resultar condenado en el juicio, al imputado le va a ir mucho peor. El fiscal, siempre en
estos casos, pide ms pena durante el debate que la que est dispuesto a
acordar si se acepta el juicio abreviado.
En verdad no se trata de una amenaza: es el pronstico de un hecho futuro
que va a ocurrir de modo indefectible.
Esto hace que en los juzgados de ejecucin penal estemos trabajando con
una sustancia venida de una justicia que opera de un modo profundamente inmoral y corrupto, porque no hay normas que autoricen esta prctica
extorsiva, tolerada e, incluso, estimulada por los tribunales orales y por los
tribunales federales siempre que llevan a la prctica juicios abreviados y
que, reitero, no est reglada y, por ello, es ilegtima.
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
Ah tenemos tambin otro grave problema de derechos humanos: tribunales terriblemente reacios a aplicar criterios racionales en materia de
prisin preventiva de repente suscriben notables plenarios, democrticas
concepciones en materia de prisin preventiva, para aplicar en estos casos, generando el horror y el escozor de la Presidenta.
363
Sergio Delgado
El art. 207 del actual CPP establece que el sumario tiene que durar solo
cuatro meses, pero ahora a contar desde la indagatoria. Trampa terrible
que tolera la existencia de procesos en los cuales no se individualiza al
imputado, como estos anmalos procedimientos de la justicia misionera
que andaba investigando a la gente vctima del atentado ocurrido en la
Asociacin de Mutuales Israelitas Argentinas (AMIA). Y procesos de este
tipo son comunes en todos los juzgados federales. Tolerados por todos
los tribunales de superintendencia federales. Procesos en los cuales se
indagan con intercepciones telefnicas vida y obra de decenas de personas con la excusa de combatir el trfico ilcito de drogas, investigar a las
vctimas del atentado ocurrido en la AMIA, o lo que fuere.
364
El trmino previsto en el art. 207 del actual procedimiento penal, correctamente ledo, debiera ser computado a partir de producida la individualizacin de la imputacin. Si existe una imputacin contra una persona
concreta, el CPPN dice claramente que debe serle comunicada esa imputacin para que pueda ejercer la defensa desde el primer momento.
Pero adems de eso, debe aceptarse que ese trmino, una vez vencido,
perime. El ritual establece que se produce su perencin. No existe la posibilidad de prrroga de ese plazo una vez vencido. Aunque lo dice expresamente el art. 163 CPP, no ha sido interpretado as en ninguna oportunidad.
Yo creo que debemos recurrir a estos instrumentos, tomar en consideracin la norma de la ley 24.660 que fija que est regulado el cupo de
alojamiento carcelario y, por supuesto, las buenas prcticas penitenciarias
Lo dijo en los considerandos, no en la parte dispositiva. En el considerando 41 del fallo se les dice a los jueces que deben adoptar decisiones concretas de libertad cuando reciban informacin del servicio penitenciario
bonaerense de que no hay condiciones adecuadas de alojamiento, por
ejemplo, cuando la persona est alojada en una comisara. No se lo dice
tan claramente en la parte dispositiva.
El fallo Verbistsky gener una bisagra en la curva de crecimiento de la
poblacin carcelaria existente por entonces, y origin una reduccin marcada de la poblacin carcelaria de all en adelante. No gener decisiones
que lo invoquen expresamente, ni mucho menos algn fallo que ordene la
libertad de nadie por haberse superado el cupo de alojamiento de algn
establecimiento. Aunque dio un buen argumento para ordenar la libertad
por razones de cupo. Pero motiv, junto con la reforma de la legislacin en
materia de excarcelaciones provincial, que se invirtiera la tendencia creciente de la poblacin carcelaria provincial.
Yo creo que el problema de la superacin del cupo carcelario ptimo tiene
que ser enfrentado de modo urgente. Hay un consenso muy contundente
sobre este tema (el relativo al sencillo hecho de que no puede ser superado el cupo de las crceles).
El cupo o cantidad de plazas de alojamiento penitenciario disponibles
debe establecerse partiendo de normas mnimas en lo relativo a la prevencin del hacinamiento. En cuanto a las condiciones, por as decirlo, hoteleras del alojamiento. Pero el cupo de plazas de alojamiento disponibles
tambin tiene que tener un correlato con la verdad de la vida en la prisin.
Si vamos a tener a la gente procesada presa por seis aos, no puede tolerarse una crcel en la que no se pueda trabajar, estudiar ni hacer otra actividad.
Entonces, el cupo de alojamiento tiene que estar correlacionado con las
plazas de trabajo y de estudio y las posibilidades reales de suministrar
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
365
Sergio Delgado
Yo disiento profundamente con la lectura que hace el consejero del documento que aprob el propio Consejo de la Magistratura de la Ciudad y con
la interpretacin que hace Marcos Salt de las necesidades de la ciudad.
366
Yo creo que tenemos una serie de instrumentos sobre los que hay mucho
consenso para poder trabajar con ellos, y las normas que permiten hacer
este trabajo estn ya sancionadas. Es cuestin de poner el foco poltico en
la puesta en marcha de ciertas normas.
Por ejemplo, la legislacin que regula la duracin de la prisin preventiva y
la que establece la necesidad de no superar los cupos carcelarios a la que
hay que reglamentar estableciendo una proporcin mxima razonable de
plazas penitenciarias destinadas a procesados sobre la poblacin total de
la crcel.
Por qu tiene que haber un 60% de procesados en las crceles federales
argentinas si pareciera que la media razonable internacional no supera
el 30%?
Establezcamos como pauta que no debe haber ms de un 30% de procesados sobre la poblacin total de condenados del sistema.
Administremos regionalmente los recursos. Las crceles federales
estn mal ubicadas para prestar el servicio que prestan a los detenidos
por los tribunales federales y ordinarios de la Capital Federal y del Gran
Buenos Aires.
La Nacin no est pudiendo prestar el servicio que debe en el interior del
pas, con tribunales federales alojando a su poblacin carcelaria hacinados
en cuarteles de la Gendarmera o de la Prefectura Naval, en alcaldas o delegaciones de la Polica Federal, en lugares ubicados fuera del mbito del
Servicio Penitenciario Federal o en crceles provinciales en condiciones
que tampoco son las ms adecuadas.
Hay toda una agenda abierta por trabajar que se puede establecer tambin por va reglamentaria. Pueden ser los jueces los que establezcan esto
a travs de acordadas de gobierno de la jurisdiccin dictadas por los distintos tribunales o puede ser el Consejo de la Magistratura.
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
367
Sergio Delgado
Sobre el tema reglamentario en materia de crceles, tenemos una triste historia reciente en la Argentina. Este tema, el relativo al dictado de los reglamentos necesarios para el funcionamiento jurisdiccional, se reprogram cuando
se cre el actual Cdigo Procesal Penal. Se pens que la Cmara Nacional
de Casacin Penal iba a cumplir la funcin de tribunal de superintendencia
de los tribunales penales federales de todo el pas, y adems iba a dictar los
reglamentos necesarios para el mejor funcionamiento en esta materia.
Pero todas estas disposiciones fueron publicadas con veto parcial, antes
de la reforma Constitucional de 1994 (pese a que no exista la inslita posibilidad de aprobar la parte restante de los proyectos desechados parcialmente, siempre que tuvieran autonoma normativa y cuando su aprobacin parcial no alterara el espritu ni la unidad del proyecto sancionado
por el Congreso, que hoy autoriza el art. 80 CN) y, desde entonces, desde
que fueran parcialmente derogados de modo inconstitucional, en mi
opinin por el decreto que promulg parcialmente las normas de implementacin, no estn vigentes. La Corte Suprema de Justicia de la Nacin
argument explcitamente que se haba atentado contra sus atribuciones
y sus competencias originarias al sacarles la funcin reglamentaria y de
superintendencia para asignrselas a un tribunal inferior.
368
Carlos E. A. Japiass(1)
1. Introduo
Um dos temas recorrentes no sistema penal brasileiro o das ms condies carcerrias, em estabelecimentos penitencirios superlotados e que
apresentam constantes e graves violaes aos direitos humanos.
Ao lado disso, o Brasil tem apresentado um aumento importante do nmero de pessoas submetidas ao sistema penal, seja pela privao da liberdade, durante o curso do processo penal ou em consequncia de condenao criminal, seja pela imposio de penas ou medidas alternativas.
Seja como for, no Brasil contemporneo, a punio identificada com a
imposio de pena privativa da liberdade e, em que pese haver hoje mais
pessoas submetidas a penas e medidas alternativas do que encarceradas,
isto no mudou a perspectiva social em relao punio.
Neste contexto, o sistema penitencirio brasileiro tem sido objeto de
constantes e severas crticas, inclusive internacionais, muito se tem relacionado o aumento expressivo do contingente carcerrio no Brasil, nos
ltimos vinte anos, com a adoo de polticas neoliberais, que teriam gerado excluso social e, por consequncia, criminalizao da pobreza.
Diante deste quadro, convm questionar se o que acontece no Brasil
inevitvel e, ainda que seja, se h alternativas s dramticas condies do
sistema penal brasileiro, para adequ-lo ao sculo XXI.
(1) Profesor de Derecho Penal de la UERJ y de la UFRJ. Profesor del PPGD/UNESA. Secretario General adjunto de la Asociacin Internacional de Derecho Penal (AIDP) y Presidente del
Grupo Brasileo de la AIDP.
(2) La traduccin al espaol, de la Dra. Laura Elbert, se puede ver [en lnea] http://www.
infojus.gob.ar
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
369
Carlos E. A. Japiass
Uma outra ressalva preliminar que deve ser feita diz respeito ao fato de que
o Brasil, com seus elevados indicies de criminalidade e importante aumento
dessas taxas nas ltimas dcadas,(5) tem assistido ao incremento bastante
370
(3) O sistema penitencirio superlotado e viola direitos humanos desde o seu incio. A
ttulo ilustrativo, apesar da primeira Constituio brasileira (1824) prometer cadeias no s
seguras, mas, tambm, limpas e bem arejadas, e prescrever a separao dos rus conforme as suas circunstncias e a natureza dos seus crimes. Diante da disparidade entre o que
dispunham a Constituio, o Cdigo Criminal do Imprio e a realidade carcerria, iniciou-se
um movimento no sentido de reformar o aparato prisional herdado da era colonial, sendo
tal bandeira empunhada pela Sociedade Defensora da Liberdade e Independncia Nacional
j em 1831 e, posteriormente, encampada pelos Poderes Pblicos. Como, apesar disso, a situao pouco se alterou, ao longo do sculo XX, os projetos para o estabelecimento de uma
lei penitenciria que disciplinasse a matria e evitassem as violaes aos direitos do presos
se sucederam (Projeto de Lei de Execuo Penal (1933), Projeto de Lei de Execuo Penal
(1956) e Projeto de Cdigo Penitencirio (1963) e Projeto de Lei de Execuo Penal (1970), at
a Lei de Execuo Penal (lei 7210/1984). Sobre vide Japiass, Carlos Eduardo Adriano; Souza,
Artur de Brito Gueiros, Curso de direito penal, Rio de Janeiro, Elsevier, 2012, p. 48 e seguintes.
(4) Sobre o tema, vide Cintra jr., Dyrceu Aguiar Dias, A jurisdicionalizao do processo de execuo penal - o contraditrio e a ampla defesa. Revista brasileira de cincias criminais, n 9,
So Paulo, RT, p. 115/132.
(5) Segundo o Escritrio das Naes Unidas para Drogas e Crime, o Brasil tinha, em 2010,
uma taxa de 22,7 homicdios por 100.000 habitantes, a terceira mais elevada da Amrica do
Sul. Somente a ttulo de comparao, a Argentina tinha 5,5 homicdios (dados obtidos em
Com isso, desenvolveu-se uma violncia sistmica, isto , relaes violentas entre funcionrios da administrao penitenciria e presos, originando-se nos agentes estatais bem como nos internos. Da mesma forma, a
prpria relao entre os indivduos privados de sua liberdade no raro
marcada pela prtica de atos violentos.
Neste ambiente de violaes de direitos, as condies de higiene so
muito ruins, tanto como h insuficiente oferta de trabalho e de estudo.(6)
Dentro deste quadro, permanecem os mesmos desafios histricos da execuo penal e do sistema penitencirio brasileiro: reduzir a superlotao
carcerria, melhorar as condies penitencirias e tornar efetivo um sistema de direitos dos presos.
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
371
Carlos E. A. Japiass
Os restantes mantm percentual entre cem e duzentos pontos percentuais, como por exemplo, na Europa, Macednia (197%), Srvia (133%),
Chipre (133%), entre outros. Na Amrica Latina, Uruguai (157%), Argentina
(143%), Peru (123%), Mxico (101%) e Panam (100%).(9) No Caribe, o Haiti (161%). Na sia, Afeganisto (145%) e Vietnam (126%). Na Oceania, a
Nova Zelndia (154%). Na frica, as Seichelles (151%), Angola (146%), So
Tom e Prncipe (104%) e Burkina Faso (100%).
372
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
373
Carlos E. A. Japiass
Outro ponto diz respeito ao fato de que o Estado brasileiro tem feito um
esforo muito grande de construo de estabelecimentos penitencirios.
por esta razo que, em 2003, havia 211.255 vagas nos estabelecimentos
penitencirios brasileiros e, em 2010, 298.275 vagas. Ao mesmo tempo,
a taxa de encarceramento aumentou muito. Em 1995, havia 95,5 presos
por 100.000 habitantes. Em 2003, 181,6 presos por 100.000 habitantes, em
2010, 259,17 presos por 100.000 habitantes, at atingir 287,31 em dezembro de 2012.
374
Pode-se fazer referncia a trs medidas que seriam necessrias e que talvez sejam as respostas mais bvias ao desafio que o sistema penitencirio
impe: construo de novos estabelecimentos penitencirios, a adoo
de medidas legais para reduo do contingente carcerrio e a conscientizao da gravidade da situao.
Como j foi mencionado, tem havido a construo de prises, mas tal
inciativa no tem sido suficiente para reduzir a superlotao carcerria
diante do aumento acelerado do nmero de pessoas privadas de liberdade no Brasil.
No que se refere a inovaes legislativas que reduzam contingentes carcerrias, nas ltimas duas dcadas perodo caracterizada pela acelerada
expanso penitenciria brasileira foram adotadas medidas desencarceradoras importantes no mbito da poltica criminal, quais sejam:
1. Lei 9714/98, que possibilita a substituio de penas privativas de liberdade pelas restritivas de direito ou pecunirias para infraes cometidas sem violncia
com grave ameaa com pena de at 4 anos e o ru no for reincidente;
2. Lei 9099/99, prevendo possibilidade de transao penal, suspenso condicional do processo nas infraes de menor potencial ofensivo;
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
5. Medidas necessrias
para lidar com a situao carcerria
375
Carlos E. A. Japiass
Nesse sentido, as penas alternativas no foram capazes de reduzir contingentes carcerrios e nem sequer reduzir o ritmo de crescimento da populao carcerria. Como dito acima, parece, portanto, que, ao invs de haver
desencarceramento de indivduos com a adoo de penas alternativas, estaria ocorrendo no Brasil, uma ampliao do controle penal. Ou seja, indivduos que, no passado, talvez no fossem submetidos a nenhuma sano
ou mesmo restrio penal, passaram a ter impostas medidas alternativas
priso, enquanto que o encarceramento segue em altssimas taxas.
376
Isto posto, ser de grande valia refletir sobre algumas caractersticas que
so encontradas na execuo penal no mundo e verificar se algumas delas
podem ser utilizadas no Brasil neste momento.
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No entanto, tomada de conscincia e modificao, em sociedade, da maneira com que a resposta penal entendida e adotada no parece factvel
a curto prazo e, por isso mesmo, ainda que necessria e urgente, no
dever gerar resultados de imediato.
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Carlos E. A. Japiass
Significa dizer que todo prisioneiro tem direito a condies de deteno conforme a dignidade humana, inclusive de no estar em um estabelecimento
suprelotado. Esta deciso foi baseada no trabalho do CPT e deu origem a
uma srie de outras decises fundamentadas no trabalho do Comit.(18)
378
De maneira geral, a jurisprudncia europeia em matria de execuo penal tem tratado de dois aspectos fundamentais: medidas contra a tortura,
tratamento desumano, cruel ou degradante e durao razovel do processo, previstos respectivamente nos artigos 3 e 6 da Conveno Europeia
de Direitos Humanos.
Considerando que o Protocolo Facultativo Conveno das Naes Unidas contra a tortura e outras penas ou tratamentos cruis, desumanos ou
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Seja como for, parece que diante da situao calamitosa nas prises brasileiras parece indicar a necessidade de estabelecimento de alguma forma
controle externo das prises, como talvez seja o controle internacional.
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Carlos E. A. Japiass
Dentre as diversas atuaes in concreto do assistente jurdico nos estabelecimentos penais, pode-se destacar sua contribuio para uma adequada execuo da pena privativa de liberdade, de modo a reparar erros
judicirios, evitar prises desnecessrias, diminuir o nmero de internaes e preservar a disciplina com o atendimento dos anseios da populao carcerria.(23) Pode, ainda, suprir as falhas da defesa, percebidas
no decorrer do processo, interpor pedido de habeas corpus para sanar
constrangimento ilegal liberdade e propor reviso criminal quando do
surgimento de provas novas de inocncia do condenado ou nas outras
hipteses da lei (artigo 621 do CPP). Pode requerer a aplicao da lei
nova mais benfica aps o trnsito em julgado da sentena que aplicou a sano penal e realizar a defesa quando do procedimento para
apurao da falta disciplinar. Tem, tambm, a possibilidade requerer o
livramento condicional ou a progresso para regime menos severo e
encaminhar reivindicaes de transferncia de estabelecimento penal,
visitas especiais, quanto salubridade do ambiente, quanto qualidade
da alimentao, pedidos de autorizaes de sada (seja do tipo permisso ou do tipo sada temporria), indulto, comutao, remio, trabalho
extra-muros, dentre outros.
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(28) Dados obtidos em: http://portal.mj.gov.br/data/Pages/MJD574E9CEITEMIDC37B2AE94C6840068B1624D28407509CPTBRNN.htm, com acesso no dia 2 de maro de 2014.
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Carlos E. A. Japiass
Diante de uma relao como esta, quase oito vezes pior que a considerada adequada, evidentemente que as relaes no crcere tendero a violaes dos direitos do preso.
Ademais, alm da necessidade de adequar o nmero de funcionrios,
preciso assegurar formao inicial e continuada, para que haja profissionais mais habilitados a desempenhar suas funes, respeitando regras e
direitos e sem recorrer violncia com a mesma facilidade com que tem
ocorrido.(29)
Um outro problema parece ser o pequeno prestgio social e a m remunerao dos funcionrios penitencirios parece estar tambm na raiz do
problema e que precisa ser enfrentado o quanto antes.
Por fim, um ltimo aspecto, que aqui ser apenas referido, mas que merece uma anlise mais detida por parte do sistema de justia criminal: utilizao de inovaes tecnolgicas no sistema de penas, como no caso
do monitoramento eletrnico, previsto nas leis 12.258/10 e 12.403/11 e
ampliado pela jurisprudncia.
382
Partindo das justificativas encontradas nos pases em que o monitoramento eletrnico foi introduzido, pode-se determinar um triplo objetivo para
a utilizao de tal sistema, a saber: 1) combate superpopulao carcerria; 2) reduo dos custos advindos do encarceramento; e 3) diminuio
do risco de reincidncia criminal, contribuindo para a ressocializao do
condenado.(30)
Na prtica, os braceletes ou tornozeleiras eletrnicas tm sido utilizados para
evitar a priso do indivduo que espera julgamento, do condenado a uma
(29) Fvrier, Franois, A Escola Nacional da Administrao Penitenciria, em Revista Eletrnica de Direito Penal, vol. 1, Rio de Janeiro, UERJ, 2013, pp. 74/80.
(30) Iglesias Ro, Miguel A.; Prez Parente, Juan A., La pena de localizacin permanente y su
seguimiento con medios de control electrnico, disponvel em http://www.juridicas.unam.
mx/publica/librev/rev/dconstla/cont/20062/pr/pr21.pdf. Acesso em: 11/10/2007.
Registre-se que a adoo do monitoramento eletrnico pode ser feita, basicamente, por meio de dois sistemas: 1) o front-door, e 2) o back-door.(31)
A variante front-door busca evitar o ingresso do condenado na priso, podendo consistir em uma pena principal ou em uma alternativa execuo
da pena privativa de liberdade, alm de aplicar-se a casos de suspenso
condicional da pena e prestao de servios comunidade. Por sua vez,
o modelo back-door pressupe uma reduo do tempo do condenado
na priso por meio da substituio do perodo restante a ser cumprido
no crcere pelo monitoramento eletrnico, de forma a proporcionar uma
readaptao gradual do presidirio ao meio extramuros.
necessrio frisar que, a despeito de no se poder afastar por completo o argumento financeiro (que foi utilizado, inclusive, durante a votao
da lei sobre o monitoramento eletrnico francs),(32) nos pases europeus,
prevalece a ideia de que as medidas penais devem ser escolhidas no
apenas pelo seu aspecto econmico, mas, precipuamente, por sua utilidade social.
Ademais, a acolhida do monitoramento eletrnico justificada por sua
potencialidade preventiva. A retirada do condenado do contato carcerrio, bem como os benefcios advindos do trabalho e da manuteno
de uma vida social e familiar, concorrem para a diminuio do risco de
recidivas.
Seja como for, a adoo de novas tecnologias e, em particular, a adoo
do monitoramento s parece fazer sentido se significar oposio a priso
e nunca a liberdade.
Se ocorrer, e isto parece bem possvel no caso brasileiro, a oposio entre
monitoramento e liberdade, a situao tende a somente se agravar.
Significa dizer que o monitoramento pode ser til se implicar nas hipteses de liberdade e no ampliar a restrio de direitos.
(31) Ibid.
(32) Ibid.
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pena curta de priso, ou, ainda, daquele que esteja prestes a cumprir a totalidade da pena privativa de liberdade. Em alguns casos, o dispositivo utilizado para menores e aos chamados multirreincidentes. Por isso, tal medida foi
vista como idnea a evitar os efeitos dessocializadores da priso, permitindo
ao indivduo conservar ou restabelecer uma vida social e profissional.
383
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7. Concluso
O que se pretendeu demonstrar no presente artigo o que o modelo penal brasileiro, com ampliao dos contingentes carcerrios e, mais ainda,
do nmero de pessoas submetidas a penas e medidas alternativas, parece
ser insustentvel.
Certo que, nunca na antes histria brasileira, houve um conjunto de regras
protetivas dos direitos dos presos, decorrentes de documentos internacionais, da Constituio Federal e da legislao penal e de execuo penal.
Esse conjunto legal, todavia, no foi capaz de, por si s, modificar a realidade penitenciria.
Sendo assim, modificaes na execuo penal e no sistema penitencirio
so absolutamente necessrias e urgentes.
Ressalte-se que a situao do Brasil no decorre de nenhuma inevitabilidade estrutural, mas sim de escolhas nacionais, que, provavelmente s sero realmente modificadas com uma mudana cultural quanto punio
e ao encarceramento.
Assim, futuro da priso no Brasil depende, para que a realidade carcerria
brasileira seja melhor que a atual, de uma atualizao, afastando a ideia
do nothing works e a ideia de que a priso ser sempre pssima, assim
como a naturalidade com se convive com a misria prisional.
384
Mis aos de docencia universitaria, sumados a los que ejerzo la Magistratura, ms de los del ejercicio libre del derecho penal, pasilleando los
labernticos despachos judiciales en mis aos mozos, los calabozos de las
comisaras y la maloliente humedad de las crceles, me dieron la posibilidad de la doble mirada, de la imagen 4D, y as palp desde siempre
la realidad de esas mazmorras y de los seres humanos all encerrados. Por
esa doble funcin pude y lo sigo haciendo descender al barro, caminar el territorio y hacer de este mtier una real militancia.
En todos los encuentros, en congresos como este, en jornadas, en cursos,
nos juntamos, disertamos o escuchamos los discursos sobre el Deber ser,
coincidiendo con ese pensamiento. Nos encontramos razn y escuchamos
a los maestros con reverencia y a veces hasta elaboramos sesudas recomendaciones de reformas al sistema represivo dirigidas a quienes ni las piden, ni
las necesitan y por eso en eso quedan: en sesudas recomendaciones.
Hoy no quiero hablar del deber ser, creo que lo hacemos en demasa.
Quiero hablar de praxis, del aqu, del ahora, de mi lugar, de mi sentir, moldeado por el tiempo y cmo ese tiempo, siempre moldeador de arcilla al
decir de Jos Mart, fue intensificando nuestros eternos interrogantes de
por qu, para qu, cmo, dnde, cundo.
Y no solo intensific mis cuestionamientos, sino que exigi a mi compromiso la continua dedicacin para encontrar las debidas respuestas. Cunto
aprend de mis alumnos y cunto ms aprend de mis presos! Uno de ellos,
que dramticamente me peda le diera trabajo, me deca: Soy maestro,
(1) Jueza de la Sala IV de la Cmara en lo Penal, Centro Judicial Capital de la Provincia de
Tucumn. Docente encargada de la Ctedra de Criminologa de la Facultad de Derecho y
Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Tucumn (UNT).
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mndenme a alfabetizar a la montaa, a los lugares ms escarpados, donde solo se puede llegar por el aire, no me tengan aqu sin hacer nada, donde s por qu entr pero desconozco para qu. Ese para qu debera
detener por un instante de reflexin las manos y el sentido del poder de
decisin y repensar la solucin para no morir, inertes, en el intento, como
el macho cabro que cuando queda su cornamenta atrapada en un zarzal
sigue empujando para liberarse sin dar un paso atrs. Ello lo lleva, inevitablemente, al fracaso de su salida, a la muerte.
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ha surgido la sospecha, el imputado, su familia, su casa, su trabajo, son inquiridos, requeridos, examinados, desnudados, a la presencia de todo el
mundo...
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y a ellos se les fue dando diversas soluciones hasta que apareci el Estado,
apoderndose del conflicto y estandarizndolo, aplicando penas idnticas
a hombres diversos en sus devenires y circunstancias y esas salidas y digo
salidas porque no son soluciones lo son para legitimar esa apropiacin.
Ha llegado la hora de imaginar otras posibilidades que limiten la respuesta
punitiva como inicio del sendero hacia el reconocimiento del fracaso de la
crcel tradicional, porque aunque si bien soy consciente en cuanto a que no
podemos dar respuesta a todos los conflictos sociales, tambin estoy segura de que la crcel y el castigo institucional tal cual estn planteados hoy
en pleno siglo XXI no sirven en ningn caso. No es el purgatorio al que se
somete al hombre en conflicto en el encierro, no tienen que realizar ciertas
acciones para lograr el cielo, es directamente el infierno. El filsofo argentino Jos Ciuro sostiene que en las puertas de las penitenciaras debera
decir Infierno y como es el infierno de all solo podrn salir demonios...
388
menor si descriminalizramos figuras tales como las lesiones leves, los homicidios culposos, etc. Y si logrramos reducir el abuso de la prisin preventiva y generramos condiciones verdaderas y eficaces de reinsercin
postpenitenciarias, las crceles empezarn a sobrar.
Para cerrar, quiero hacer propias unas palabras de Pierre Canat: El porvenir ser del pas que mejor comprenda el inmenso problema de la pena;
aquel en que el hombre se muestre ms comprensivo, ms justo frente a
sus semejantes, es decir, ms abierto a todas las miserias de otros y, por
este hecho, ms inclinado a tender la mano ms decidido a no rechazar a
priori a nadie.
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(1) Doctor en Derecho. Investigador Senior del Instituto Max Planck para el Derecho Penal
Extranjero e Internacional e Investigador Activo del Sistema Nacional de Investigadores de
Uruguay. Becario postdoctoral Marie Curie de la Unin Europea.
(2) CIDH, Informe 86/2009, Caso 12.553 Fondo. Jorge, Jos y Dante Peirano Basso vs. Repblica Oriental del Uruguay, 06/08/2009 [en lnea] http://www.cidh.oas.org/
annualrep/2009sp/Uruguay12553.sp.htm. En curiosa defensa del Estado uruguayo el comisionado venezolano Freddy Gutirrez justific la duracin de la prisin preventiva en el
caso concreto y sostuvo que el derecho interno tiene supremaca frente al derecho internacional de los derechos humanos. Ver Castex, Francisco, El plazo razonable de la duracin
de la prisin preventiva desde la ptica de la Corte IDH (Corte Interamericana de Derechos
Humanos). El caso Peirano, en Pastor, Daniel (dir.), El sistema penal en las sentencias
recientes de los rganos interamericanos de proteccin de los derechos humanos, Bs. As.,
Ad-Hoc, 2009, p. 149 y ss.
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derechos fundamentales de las personas privadas de libertad y el cumplimiento de los fines de la seguridad ciudadana. Como se puede ver desde
el punto de vista de la poltica criminal, la situacin es grave porque el
sistema procesal penal uruguayo se basa casi exclusivamente en la pena
de privacin de libertad y en la prisin preventiva obligatoria para todas
las personas que se ven sometidas por segunda vez a un proceso penal.(9)
Es tan grave la situacin en Uruguay, que cuando el legislador quiso acabar con la barbarie y el anacronismo del sistema confundi el instituto
procesal prisin preventiva con el instituto material pena y promulg la
ley 17.726 de alternativas a la prisin preventiva compuesta por penas
sustitutivas a la prisin, como el trabajo en beneficio de la comunidad o
por equivalentes funcionales a la pena como la reparacin del dao,(10)
como si estas figuras fueran una opcin vlida para un instituto procesal
cautelar que solo tiene sentido y legitimidad en cuanto existan los motivos procesales que exijan mantener al procesado privado de la libertad
hasta la sentencia de condena. La confusin en Uruguay es tan grande
que el legislador propone esta ley de alternativas a la prisin preventiva,
desconociendo que la nica alternativa a la prisin preventiva es la libertad. Por su parte, los jueces penales que poco inters tienen en enmendar este error aplican aquella medida cautelar segn la cantidad de pena
prevista para el delito que se investiga, de modo que la utilizacin de la
prisin preventiva y su duracin dependen del monto de la pena previsto en el tipo penal aparentemente realizado por el presunto autor del
supuesto delito que se investiga. Los fiscales no representan una mejor
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(9) El art. 71 CPP (Cdigo del Procedimiento Penal) invierte la regla procesal en cuanto dice:
(Procesamiento sin prisin). No se dispondr la prisin preventiva ni se mantendr el arresto
del inculpado cuando se tratare: A) De faltas. B) De delitos sancionados con penas de suspensin o multa. C) De delitos culposos, cuando fuere presumible que no habr de recaer
en definitiva pena de penitenciara. A este aspecto hay que agregar que el sistema procesal
penal uruguayo es la rara avis del continente, en cuanto continua aferrado a un sistema inquisitivo, escrito y lento en el que el mismo juez que investiga y procesa es el juez que dicta
la sentencia de la condena. Adems, es la polica dependiente del Ministerio del Interior la
duea de la investigacin en sus primeras etapas, a tal punto que el juez solo toma conocimiento de lo que la polica le comunique. Es decir, las irregularidades al fair trial nacen
ya desde las primeras indagaciones policiales y continan con la figura de un nico juez
inquisidor. Al momento de la ejecucin de la pena, nuevamente la polica del Ministerio del
Interior asume toda la responsabilidad junto al instituto nacional de rehabilitacin, tambin
dependiente del Poder Ejecutivo. En este sistema no existe ninguna autoridad encargada de
ofrecer garantas a los privados de libertad, con la excepcin del Comisionado Parlamentario para las Crceles, es decir, un funcionario dependiente del Poder Legislativo.
(10) Galain Palermo, Pablo, La reparacin del dao como tercera va punitiva?, en Dardo
Preza, El Proceso Penal Uruguayo, Montevideo, FCU, 2005.
opcin, pues solicitan generalmente los procesamientos con prisin preventiva basados en normas de neto corte fascista como el art. 3 de la ley
15.859 de 1987 que permite aplicar la medida cautelar cuando el hecho,
a juicio del magistrado, hubiera causado alarma pblica. Cabe decir
que esta norma proviene de la democracia y es muy utilizada por la Administracin de Justicia del Uruguay, que vulnera sistemticamente el art.
27 de la Constitucin.(11) De esta forma, en el sistema penal uruguayo, la
prisin preventiva se relaciona con la posibilidad de excarcelar, la cual es
tasada por el legislador de forma general y objetiva y se abusa de ella en
base al mero juicio de los magistrados, con independencia de las causales procesales que taxativamente admiten y permiten un proceso con
el indagado privado de libertad. Hasta este punto de oscurantismo llega
el sistema penal uruguayo que no sujeta la prisin preventiva a razones
de cautela procesal, que viola el principio de inocencia porque la aplica
como adelanto de pena y persigue fines penales materiales en lugar de
procesales. Como se ve el Uruguay ha agravado el dilema que aquejaba a Francesco Carnelutti en relacin al sistema procesal penal que
castiga para luego averiguar si podra haber castigado, pues utiliza
a la prisin preventiva como regla y no como excepcin. En 2005 la ley
17.897 conocida como Ley de Humanizacin del Sistema Penitenciario
fue muy criticada por crear instrumentos que facilitaban el acceso a la
libertad de los que estaban privados de ella y el Ministro del Interior, Jos
Daz, que impuls el cambio, sufri consecuencias polticas y un ataque
severo de los medios de comunicacin. El gobierno, por su parte, perdi
10 puntos de apoyo en un mes.(12) Esta ley ofreci una serie de medidas
orientadas a mejorar las condiciones de la reclusin y nuevas instituciones que permitieran cambiar el sentido de la poltica criminal en materia
del castigo. La ley de oficio previ un rgimen excepcional de libertades
anticipadas y provisionales aplicables por nica vez para quienes no hubieran cometido delitos graves (homicidios, lesiones gravsimas, rapia
agravada, copamiento, extorsin, corrupcin, proxenetismo, trfico de
estupefacientes, delitos econmicos) y que hubieran cumplido un tiempo
(11) Art. 27: En cualquier estado de una causa criminal de que no haya de resultar pena de
penitenciara, los jueces podrn poner al acusado en libertad, dando fianza segn la ley.
Cabe decir, que este artculo tambin limita la prisin preventiva, violando normas internacionales suscritas por Uruguay, pero en el mbito poltico y social en un pas acostumbrado a
las consultas populares, jams se ha planteado su modificacin.
(12) Ver [en lnea] http://www.equipos.com.uy/noticia/visiones-sobre-la-inseguridad-y-las-formasde-combatir-la-delincuencia/ (Equipos Mori, 2013).
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(14) Art. 26: En ningn caso se permitir que las crceles sirvan para mortificar, y s solo para
asegurar a los procesados y penados, persiguiendo su reeducacin, la aptitud para el trabajo
y la profilaxis del delito.
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Esta mesa debate sobre los sistemas de encierro y la penologa contempornea, que han sido considerados histricamente como las consecuencias
naturales a la comisin de un delito, en mi opinin, no solo para Uruguay
sino en general. El camino de la penologa no pasa por el encierro como
regla general, sino por mecanismos que tiendan a la recomposicin de las
relaciones sociales; por ello, el inters de nuestro legislador y de la academia debera concentrarse en las alternativas a la pena clsica de privacin
de libertad en el sentido de la justicia restaurativa o de un sistema de justicia retributivo que admita los encuentros y desviaciones del procedimiento
tradicional. El encierro debe de ser la ultima ratio y solo para aquellos casos
que as lo requieran por motivos de prevencin con el lmite de la proporcionalidad. Ahora bien, para que el sistema penal represivo, por ejemplo en
Uruguay, admita esta posibilidad tendra que acontecer una revolucin cultural y un cambio en la forma de entender la relacin entre un Estado tutelar
y paternalista con unos ciudadanos que todo lo esperan de aquel. Los uruguayos se acostumbraron histricamente a depender del Estado de bienestar desarrollado a principios del siglo XX, a quien todo se le exige pero
todo se le tolera, como si el Estado fuera una entelequia positiva preocupada por el bien comn.(15) Y en ese error permanecen un siglo despus,
de modo que una reforma penal exitosa primero requiere de una reforma
social en el modo de ver el mundo. En Uruguay tendra que acontecer un
cambio cultural para que los individuos comprendan el valor que tiene asumir la responsabilidad por sus errores de forma voluntaria y a pensar que
una conducta delictiva no lesiona nicamente una norma penal, sino que en
primer lugar provoca un dao a otra persona. Esta es la forma necesaria de
pensamiento para lograr una orientacin del sistema penal que considere a
los individuos como actores sociales cuya relacin se rompe o resquebraja a
causa del delito. Las formas restaurativas como la reparacin, la mediacin
o la conciliacin solo son posibles si se asume un punto de partida basado
en la asuncin voluntaria de responsabilidad y en la predisposicin a reparar
el dao causado ya sea material o simblicamente. De este modo, la aceptacin voluntaria de la responsabilidad ocupa un lugar de mucha mayor importancia hasta dejar paso a las formas de encuentro entre autor y vctima
con el objetivo de llegar a acuerdos de reparacin que traigan no solo la paz
jurdica, sino tambin la paz social. Si este punto de partida no es asumido,
(15) Doyenart, Juan C., Como el Uruguay no haba, Montevideo, Fin de Siglo, 2013.
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Una vez dicho esto y de haber denunciado el sistema penal y penitenciario de Uruguay por contravenir los derechos humanos, permtaseme
entonces prescindir de ahondar en el sistema poltico criminal uruguayo.
En su lugar me gustara especular sobre el tema de las alternativas posibles a un sistema construido sobre las bases del encierro y la violacin
sistemtica y continua de los derechos de quienes estn sometidos a un
proceso penal y de los discursos legitimadores basados en la proteccin
del riesgo y el miedo. Vase que el miedo difcilmente pueda ser el vaso
comunicante de las relaciones sociales basadas en la solidaridad y la
convivencia pacfica; por eso, se requiere de un cambio de paradigma
que permita volver a confiar en el otro y pensar que cada uno es capaz
de asumir responsabilidad y reparar el dao causado. Entoces, la pregunta es: cmo podemos desde nuestra rea de conocimiento construir en
nuestras sociedades un sistema penal racional y realista que admita una
orientacin hacia la recomposicin de las relaciones sociales? Tngase en
cuenta que aunque parte de la doctrina solo legitime y exija una funcin
preventiva al derecho penal, este no puede ser concebido en su esencia
y fundamento como un medio de prevencin ilimitado del delito, sino
como un medio de reaccin al delito limitado por la ley cuyo paradigma
es la Constitucin.(22) El objetivo del derecho penal no es la evitacin de
las lesiones (o de la puesta en peligro) de los bienes jurdicos que protege
(22) Galain Palermo, Pablo, La reparacin del dao en un sistema penal funcional a las necesidades de la poltica criminal, en Montserrat Hoyos (ed.), Garantas y derechos de las vctimas especialmente vulnerables en el marco jurdico de la Unin Europea, Valencia, Tirant lo Blanch, 2013.
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normativa penal al momento de la determinacin de la pena, sino considerar principalmente la reafirmacin de la normativa constitucional. El fin
de la pena tampoco puede prescindir de las necesidades de las vctimas
y los derechos de los autores en la resolucin de su conflicto, y es all, siguiendo esta lgica, por donde pueden hacen su ingreso las alternativas o
los equivalentes funcionales a la pena.(24) Pero esto no significa el ingreso
a un campo de resolucin horizontal de los conflictos sociales relacionados con el derecho penal. A nivel terico, en la mediacin o conciliacin
entre autor y vctima generalmente hay una actuacin (previa y posterior)
de control y homologacin por parte del juez, como sucede en Alemania
o del fiscal,(25) como sucede en Portugal.(26) Por otra parte, si se considera
el modelo alemn de suspensin condicional del proceso a cambio de
la reparacin (153a StPO Cdigo de procedimiento penal alemn) aqu
la vctima ni siquiera participa de un acuerdo entre el fiscal y el abogado
defensor, a diferencia del modelo portugus en el que puede participar la
vctima (art. 281 y ss. CPPP).(27) Esto indica que, aun en el grupo de alternativas a la pena que siguen la lgica de la negociacin, el Estado no cede
ni delega funciones, sino que contina con la concentracin del poder y
que sigue ejerciendo las sanciones en un contexto de resolucin vertical.
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(24) Galain Palermo, Pablo, La reparacin del dao a la vctima del delito, Valencia, Tirant lo
Blanch, 2010.
(25) Jung, Heike, Mediation: Paradigmawechsel in der Konfliktregelung?, en Schwind/Kube/
Khne (Hrsg.), Festschrift fr Hans Joachim Schneider zum 70. Geburtstag am 14, november
1998, Berln, de Gruyter, 1998.
(26) Lamas Leite, Andr, A Mediao Penal de Adultos. Um Novo Paradigma de Justia? Anlise Crtica da Lei n. 21/2007, 12 de junho, Coimbra, Ed. Coimbra, 2008; Galain Palermo, Pablo,
Mediao penal como forma alternativa de resoluo de conflitos: a construo de um sistema penal sem juzes, Da Costa; Aires y Joo Antunes (eds.), en Estudos em Homenagem
ao Prof. Doutor Jorge De Figueiredo Dias, vol. III, 2010.
(27) Galain Palermo, Pablo, Formas de consenso que permiten la suspensin del proceso
penal en Alemania y Portugal, en Revista del Ministerio Pblico, ao 27, n 106, 2006.
(28) Galain Palermo, Pablo, La reparacin del dao a la vctima del delito, op. cit.
(29) Christie, Nils, Conflicts as Property, en British Journal Criminology, 17, 1977, pp. 1/15.
(30) Albrecht, Hans-Jrg, Sistemas de sanciones penales: presente y futuro, Hacia la unificacin del Derecho Penal. Logros y desafos de la armonizacin y homologacin en Mxico
y el mundo, Mxico, Inacipe, 2006.
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En cuanto a la adopcin de un sistema de alternativas al encierro, en mi opinin, hay preguntas fundamentales que debemos hacernos al momento de
legitimar las alternativas a la pena, tales como: Qu alternativas a la pena
permiten solucionar el conflicto penal desde un punto de vista fctico y tambin normativo? Cules seran las alternativas a la pena ms eficientes en el
caso de sujetos capaces de culpabilidad, que puedan cumplir con la funcin
motivadora y de control social del sistema penal? Est dispuesto el sistema
penal a abandonar su orientacin paternalista y tutelar para aceptar que
los justiciables puedan asumir voluntariamente las formas y procedimientos
para la resolucin del conflicto? Cunta autonoma se puede devolver a
las partes involucradas en el conflicto y a la sociedad en general sin que
ello resienta la funcin de control social encomendada al derecho penal?
Podemos tener un sistema penal que para algunos delitos funcione sin el
contralor de un juez? Y si esto fuera posible, debe el juez desaparecer de la
escena o debera permanecer como una mera figura de garanta de las instancias procedimentales en las que autor y vctima componen su conflicto?
4. A modo de conclusin
No existe una poltica criminal que garantice el xito desde un punto de
vista emprico y de las consecuencias sociales que toda sancin trae aparejada. Una orientacin poltica criminal correcta es aquella que limita la
aplicacin de la pena privativa de libertad a los casos en que ella sea estrictamente necesaria e imprescindible por razones de merecimiento y/o
necesidad. De esta forma, se limita el recurso de la pena privativa de libertad a los casos necesarios y se protegen a los ciudadanos de su abuso por
parte de un sistema penal peligrosista que hace uso y abuso de la prisin
preventiva y de la crcel hasta convertirla en una forma de dominacin
social contra determinados miembros de la sociedad. Por otro lado, una
orientacin poltico criminal realista para la realidad latinoamericana que
es reclamada por autores como Zaffaroni, es aquella que tiene que admitir
las alternativas al encierro que permitan recomponer las relaciones sociales que en nuestro mbito estn cada vez ms rotas. As, ganan terreno
las formas de negociacin o acuerdo entre el autor y la vctima dentro del
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El fracaso de polticas criminales, como la uruguaya que est basada principalmente en la privacin de libertad como pena y como adelanto de
pena (prisin preventiva), obliga a la bsqueda de alternativas que permitan al derecho penal ir ms all de la bsqueda de la paz jurdica. La
alternativa exige concentrar la atencin en la bsqueda de la paz social
recomponiendo las relaciones sociales rotas, reparando a la vctima,
permitiendo al autor asumir la responsabilidad voluntariamente, etc. sin
descuidar que esas formas alternativas sean tambin capaces de lograr
la paz jurdica cosa juzgada mediante una sentencia de homologacin,
fines del castigo, funcin de control social, etc.. El camino, entonces,
no puede ser otro que el de desarrollar un sistema que admita los equivalentes funcionales a la pena. En Uruguay, la reforma del sistema penal
tiene que ser inminente para adaptarlo a los compromisos internacionales
suscritos por el pas en materia de derechos humanos.
(36) Galain Palermo, Pablo, La reparacin del dao como equivalente funcional de la pena,
Montevideo, Universidad Catlica del Uruguay/Fundacin Konrad Adenauer, 2009.
Bibliografa
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
409
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de Amrica Latina, en Albrecht Sieber y
Simon Schwarz (eds.), Criminalidad, evolucin del derecho penal y crtica al Derecho
penal en la actualidad, Die Gegenwart der
Kriminalitt, der Spitzengeschwindigkeiten
und Strafrechtskritik, Bs. As., Editores del
Puerto, 2009.
410
Los nuevos
tipos penales
De izquierda a derecha: moderador: Francisco Figueroa (Docente de la Ctedra del Dr. Javier
A. De Luca en la Facultad de Derecho, UBA), Jorge Buompadre (Vicedecano de la Facultad de
Derecho, Ciencias Sociales y Polticas de la Universidad Nacional del Nordeste), Omar Palermo
(Ministro de la Suprema Corte de Justicia de Mendoza) y Carlos Julio Lascano (Profesor Titular de Derecho Penal Parte General de la Universidad Nacional de Crdoba).
presentacin
PRESENTACIN(1)
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
413
presentacin
una cuestin de poltica criminal y que su interpretacin es una labor complicada. Adems destac la reaccin legislativa frente a cualquier hecho
de conmocin social. Para ello, cit a modo de ejemplo el caso Marita
Vern. Explic tambin que, previamente a las absoluciones dispuestas
en la referida causa, la ley de trata dorma en el Congreso. Sin embargo,
luego de ese suceso, al poco tiempo, se sancion la nueva Ley de Trata
de Personas. Con ello, quiso decir que las reformas legislativas funcionan
como un parche que soluciona un problema social.
Asimismo, hizo explcita su oposicin a la consideracin que la nueva ley
hace del abuso en tanto circunstancia agravante, pues entiende que sin
abuso no hay trata. Sin embargo agreg que, bajo anlisis, esta ley tambin castiga los casos en los que la prostitucin es consentida. Propuso, a
modo de cierre, que nos formulramos la pregunta sobre el significado de
la prostitucin ajena.
414
Luego, trat asuntos relacionadas con la culpabilidad por defectos de organizacin: el principio de confianza en organizaciones donde las decisiones son verticales. Tambin explic las consecuencias de las decisiones
tomadas de manera horizontal en las empresas. Por ltimo, se refiri a la
relacin de responsabilidad entre las casas matrices y las filiales.
Luego de las exposiciones, el pblico fue invitado a transmitir sus inquietudes a los panelistas. La mayora de las preguntas estuvieron relacionadas
con el tema tratado por el Dr. Boumpadre, originando una intensa y profusa discusin entre el pblico, el expositor y los propios asistentes. Para
finalizar, tambin el Dr. Palermo respondi algunas preguntas.
OMAR PALERMO(1)
Muy buenas tardes. Agradezco a la organizacin de este evento tan importante por la invitacin: el placer de estar en esta Universidad maravillosa donde he tenido la posibilidad de estar unos meses atrs en otro maravilloso congreso, como este, que fue el de Democratizacin de la Justicia,
y el placer de compartir el panel con colegas tambin del interior del pas
y con amigos que estoy encantado de encontrar ac, muchas gracias.
Yo creo que en la legislacin penal actual, y no solo la legislacin actual, si
uno toma en cuenta el diseo poltico criminal que ha tomado, por ejemplo, la Procuracin General de la Nacin, que al fin y al cabo el Ministerio
Pblico Nacional es quien tiene la tarea de disear y ejecutar la tarea de
un Estado de derecho, uno advierte cules son los rumbos por los que
anda esa poltica criminal.
Una poltica criminal que apunta, fundamentalmente, a fortalecer a los
sectores ms vulnerables, la poltica criminal en materia de lo que se ha
hablado, en materia de trata de personas, en materia de violencia de gnero, apunta a la proteccin de sectores vulnerables pero que tambin
apunta a sectores que son menos vulnerables.
La poltica criminal, por ejemplo, en materia de lesa humanidad, la poltica criminal tambin en materia de criminalidad empresaria, y en materia
de criminalidad organizada. Yo me voy a referir a este ltimo supuesto,
al fenmeno poltico criminal que recae sobre sectores que son menos
vulnerables, a los cuales al sistema penal le cuesta llegar, y sobre ese
tema, sobre el tema que tiene que ver con la criminalidad contra el orden
(1) Ministro de la Suprema Corte de Justicia de Mendoza. Profesor titular por concurso de la
Universidad de Cuyo. Doctor en Derecho, Universidad Pompeu Fabra, Barcelona. Ex Fiscal
Federal en delitos de lesa humanidad.
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OMAR PALERMO
416
Hay una tendencia que dice claramente que no. Es la tendencia que ha venido dominando el debate entre nosotros, en una especie de muestra del
predominio del pragmatismo anglosajn, prejuicio anglosajn, de cmo
todo el sistema penal, ltimamente en materia procesal penal sobre todo,
est orientado hacia el sistema anglosajn; esto no sera ms que una expresin de esa manifestacin que nos est involucrando a todos.
Adems, el sistema de responsabilidad penal de las personas jurdicas de
algn modo supondra una subversin del anclaje terico de la dogmtica, una subversin de los conceptos de la teora del delito. Habra que
inventar una teora del delito ad hoc para las personas jurdicas con lo cual
este sera el contra argumento que justifique su punibilidad.
Y en tercer lugar, bueno, se dice que realmente no hay necesidad poltico
criminal en este mbito en la medida en que tenemos el derecho administrativo sancionador, el cual tendra la suficiente fuerza expresiva para
prevenir las conductas que surgen del mbito empresarial.
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OMAR PALERMO
Entonces, irresponsabilidad organizada, insuficiencia de la responsabilidad a la persona individual, si es que esto es as, y en tercer lugar, es
suficiente la sancin administrativa? Sera el tercer argumento poltico criminal por el cual se discute si corresponde o no la responsabilidad de la
persona jurdica. Si la sancin administrativa es suficiente o es necesaria
toda la fuerza expresiva de la pena, toda la fuerza comunicativa de la pena,
para castigar a las personas jurdicas.
Claro, esto tiene problemas. Las personas jurdicas tradas al proceso penal
tienen problemas en su relacin entre el proceso administrativo que se sigue
contra ellas. El proceso penal tiene problemas en materia de ne bis in idem,
por lo cual es difcil la discusin, pero, en todo caso, dejo planteados los tres
argumentos para la discusin: la irresponsabilidad organizada, la insuficiencia
o no de la responsabilidad individual de las personas fsicas de responder a
la persona jurdica, y la insuficiencia o no de la sancin administrativa, si realmente es necesaria una pena que justifique la sancin a las personas jurdicas.
418
Ese es un modelo posible que tiene problemas en la medida en que la persona jurdica no responde por un hecho propio, responde por un hecho de
otro. Tiene problemas cuando el hecho es cometido por un inculpable o
cuando el hecho es cometido por un subordinado, que no expresa, de algn modo, la voluntad de la empresa, de manera que sera difcil atribuirle
a la persona jurdica el hecho de otro, que adems no es expresivo de la
semntica de la persona jurdica.
Entonces, en general, est dominando el sistema de culpabilidad por defecto de organizacin. El hecho propio de la persona jurdica es su propio
defecto de organizacin, es culpabilidad del sistema de la persona jurdica, culpabilidad sobre todo en la existencia de deberes de vigilancia.
Para decirlo en trminos finalistas, la culpabilidad de la empresa radicara
en el poder organizarse de otro modo, o sea: en lugar del poder obrar de
otro modo, el poder organizarse de otro modo sera el fundamento de la
culpabilidad penal de la empresa.
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OMAR PALERMO
Cules seran esos deberes de vigilancia del superior respecto del inferior?
Por lo menos requerirle medidas de control, informacin, controlarlo y a
la vez hacer un protocolo de informes del superior al inferior, es decir:
control hacia abajo e informe de abajo hacia arriba.
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JORGE BUOMPADRE
JORGE BUOMPADRE(1)
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JORGE BUOMPADRE
Pasaron otros cuatro aos desde la sancin de esta ley, y tuvo que suceder un episodio judicial para generar una nueva reforma penal en materia
de trata de personas: nuevamente el caso Marita Vern fue el motivo
disparador. El 11/12/2012, la Sala 2 de la Cmara Penal de Tucumn dict
sentencia absolutoria a favor de los 13 imputados por el secuestro de Marita. El fallo provoc, como era de suponer, un generalizado repudio social.
Su repercusin fue potenciada a travs de los medios de comunicacin. El
26/12/2012 sin prdida de tiempo, se promulg la ley 26.842, cuyas reformas a la ley 26.364 modificaron en forma sustancial el delito de trata de
personas y otras figuras vecinas relacionadas con la prostitucin, tal como
se podr apreciar ms adelante, cuando abordemos estas cuestiones.
424
(4) Mara de los ngeles Vern, Marita, fue secuestrada el 03/04/2002 en la ciudad de San
Miguel de Tucumn. Este suceso dio lugar a uno de los procesos judiciales con mayor repercusin en los ltimos aos en Argentina.
(5) Conocida como Protocolo de Palermo, la Convencin fue firmada el 12/12/2000 y aprobada mediante la ley 25.632 de 29/08/2002.
Antes de ello, sin embargo, creemos conveniente hacer una breve exploracin histrico-legislativa sobre los vaivenes, marchas y contramarchas
que ha tenido el delito de trata de personas en nuestro pas as como de
diversas figuras relacionadas con la prostitucin desde su incorporacin
al digesto punitivo en el ao 1968.
Segn nos relatan algunas investigaciones histricas, antes de que la Argentina se convirtiera en un Estado federal, ya existan en todo el territorio
del Ro de la Plata organizaciones de proxenetas dedicadas a la trata de
blancas y al negocio de la prostitucin. Basta con recordar la triste Sociedad Israelita de Socorros Mutuos, Varsovia, conocida posteriormente
como Zwi Migdal, organizacin criminal que lleg a administrar ms
de 2000 prostbulos a lo largo y ancho del territorio nacional.(6) Para esa
poca, rega en todo el pas el sistema reglamentario de la prostitucin,
que implicaba su legalizacin como cualquier otra actividad sometida al
contralor del Estado.
Podemos ver que el fenmeno del trfico y explotacin de seres humanos
no es nuevo en Argentina, es ms antiguo de lo que creemos. Represe en
que la expresin trata de blancas ya fue utilizada en la Conferencia de
Pars de 1902 con el fin de diferenciarla del comercio de esclavos negros
de gran desarrollo en la Europa del siglo XIX.(7)
El 17/12/1936 se sancion la Ley 12.331 de Profilaxis,(8) an vigente,
que prohbe en todo el territorio nacional el establecimiento de casas
o locales en donde se ejerza la prostitucin o se incite a ella (art. 15).
(6) Para mayores antecedentes sobre la historia de la prostitucin en Argentina y de las organizaciones criminales dedicadas a la trata de blancas, ver Schnabel Ral A., Historia de la
trata de personas en Argentina como persistencia de la esclavitud, [en lnea] www.mseg.
gba.gob.ar.; Londres, Albert, El camino de Buenos Aires. La trata de blancas, Bs. As., Libros
del Zorzal, 2008; Levy, Larry, La mancha de la Migdal. Historia de la prostitucin juda en la
Argentina, Bs. As., Norma, 2007; Trochon, Yvette, Las rutas de Eros. La trata de blancas en el
Atlntico Sur, Argentina, Brasil y Uruguay (1880-1932), Bs. As., Taurus, 2006.
(7) Baucells Illads, Joan, El trfico ilegal de personas para su explotacin sexual, en Ruiz
Rodrguez, Ramn; Rodrguez Mesa, M. Jos (coords.); Inmigracin y sistema penal: retos y
desafos para el siglo XXI, Valencia, Tirant Lo Blanch, 2006, p. 175. Ver tambin: Prez Alonso,
Esteban, Trfico de personas e inmigracin clandestina (Un estudio sociolgico, internacional
y jurdico-penal), Valencia, Tirant Lo Blanch, 2008, p. 99 y ss.; y un resumen de la evolucin de
la denominacin trata de blancas en Fierro, Guillermo Julio, Ley penal y derecho internacional, vol. 2, Bs. As., Astrea, p. 10 y ss.
(8) BO, 11/01/1937.
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JORGE BUOMPADRE
Una nueva reforma en 1999 modific el escenario de los delitos sexuales. La ley 25.087 introdujo cambios significativos en el Ttulo III del CP,
especialmente en cuanto a los delitos relacionados con la prostitucin.
Respecto de la trata de personas, en un texto no muy satisfactorio, se
limit a penalizar la trata internacional de mayores y menores de edad con
fines de prostitucin. Si bien la Argentina emerga como un pas orientado
a la lucha contra la trata de personas, estaba muy lejos de las exigencias
normativas internacionales.
426
Sin embargo, creemos que ciertos aspectos en la nueva normativa merecen un tratamiento ms especfico y detenido. Nos referimos a la modalidad de trata introducida ex novo por la ley, en estrecha vinculacin con
los medios comisivos que actan como manifestacin agravatoria de la
conducta: la armonizacin e interpretacin de los conceptos violencia y
explotacin empleados en la ley, as como de otros trminos previstos
en otras recientes leyes de reforma, por ejemplo, las expresiones gnero y aprovechamiento (leyes 26.791 y 26.847) que, a nuestro ver, necesitan de una adecuada interpretacin; la problemtica del consentimiento
y su relacin con el bien jurdico tutelado y, finalmente, las modificaciones
operadas en los delitos relacionados con la prostitucin.
Por razones de espacio, no se har un estudio dogmtico de las distintas
formas de explotacin previstas en la nueva ley. Nuestro trabajo se circunscribir a la problemtica planteada por la nueva modalidad de trata con
fines de explotacin sexual.
3.1. Una nueva modalidad de trata. Los medios comisivos
La ley 26.364 consider al Protocolo de Palermo al entender la trata
como la ... captacin, transporte y/o traslado ya sea dentro del pas,
desde o hacia el exterior, la acogida o la recepcin de personas mayores de dieciocho aos de edad, con fines de explotacin, cuando mediare
engao, fraude, violencia, amenaza o cualquier medio de intimidacin o
coercin, abuso de autoridad o de una situacin de vulnerabilidad, concesin o recepcin de pagos o beneficios para obtener el consentimiento
de una persona que tenga autoridad sobre la vctima, aun cuando existiere
asentimiento de sta.
Como puede verse, la frmula regulaba una modalidad de trata de mayores de edad. La trata de menores de dieciocho aos, a pesar de compartir
la misma definicin que la de los mayores, fue dispuesta de forma diferente, con el agregado de que puede cometerse, adems, bajo la modalidad
de ofrecimiento de la mercanca, dejndose a salvo en forma expresa
que el consentimiento del menor, en estos supuestos, careca de todo valor
desincriminatorio.
La reforma de la ley 26.842 implic un cambio de gran calado. No solo decant un nuevo concepto de trata, sino que adems distorsion el sistema
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esenciales y los pocos puntos de contacto que entre ellas existe respecto
del delito de trata de personas.
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JORGE BUOMPADRE
Vale decir que, como se puede apreciar claramente, el tipo bsico del
art. 145 bis incorporado por la ley 26.842 prev una nueva modalidad de
delito de trata de personas: la trata voluntaria de mayores de edad (de
18 aos). Esta nueva clase de trata, extraa tanto para nuestros precedentes
legislativos como para los antecedentes internacionales, necesita de una correcta interpretacin. Una primera mirada permite avizorar una notoria contradiccin pues, mientras que por un lado excluye de la figura bsica los medios fraudulentos, violentos o abusivos que caracterizaban, precisamente,
la figura derogada, e identifican al concepto internacional de trata, y, en el
tipo legal en vigencia, son circunstancias de agravacin; por otro lado,
establece la inoperatividad del consentimiento de la persona interesada.
428
Frente a este nuevo escenario, entonces, debemos preguntarnos si es posible concebir una modalidad de trata con el consentimiento del interesado o titular del bien jurdico protegido.(9) De acuerdo a la normativa
internacional que la Argentina ratific Protocolo de Palermo, la trata
de personas solo es posible en un marco situacional en el que predominan los medios fraudulentos, violentos o abusivos. Estos medios comisivos
son inherentes, consustanciales al concepto de trata; de manera que el
consentimiento solo podra perder toda eficacia desincriminante cuando
concurrieren, precisamente, tales medios comisivos. En otros trminos, no
es posible concebir una situacin de trata con el acuerdo del titular del
bien jurdico protegido. Por lo tanto, si media el consentimiento de la
persona interesada, quiere decir que, para la trama del convenio, no existi ningn medio, elemento o factor con las caractersticas sealadas que
(9) Hablamos de interesado o titular del bien jurdico protegido, por cuanto nos parece
una contradiccin insalvable hacer referencia a una vctima que presta su acuerdo para una
determinada conducta o relacin.
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
429
JORGE BUOMPADRE
430
Esa fue la voluntad del legislador de 2008. Si su finalidad hubiera sido otra,
entonces no habra tenido ms que dos opciones: ubicar la figura bajo
otro ttulo existente, o crear un ttulo nuevo Delitos contra la integridad
moral o contra la dignidad personal; o, como lo hizo el legislador espaol
con la LO 5/2010 al incluir al CP el Ttulo VII bis, De la trata de seres humanos; por ejemplo. Nada de esto se hizo, por lo que la trata de personas
continu siendo un delito de peligro contra la libertad individual.
La nueva reforma de la ley 26.842 no signific tampoco ningn cambio
significativo en este sentido, puesto que la figura de trata de personas
(art. 145 bis) continu bajo el mismo Ttulo V del CP, al igual que en la
normativa derogada. Por lo tanto, no queda otro camino que seguir sosteniendo la idea de que la voluntad del legislador ha sido la misma que antes. Pues, pudiendo acudir a las opciones antes mencionadas, no lo hizo.
No tenemos ms opcin que concluir que la voluntad legislativa ha sido
no erradicar la trata de personas de entre aquellos delitos que afectan o
ponen en peligro la libertad individual de los seres humanos.
Debido a que la libertad es un bien jurdico de carcter individual, disponible por su titular, no existe ningn obstculo que impida sostener que
el consentimiento del sujeto pasivo posea plena relevancia desincriminatoria. Pensemos en el trfico de personas con fines de explotacin sexual,
en el que el sujeto pasivo presta su consentimiento para su traslado al
extranjero, en donde ejercer la prostitucin.(15) En esta situacin no podra afirmarse que la conducta del traficante pone en peligro la libertad
sexual del sujeto pasivo porque se trata, precisamente, de un bien jurdico
(14) Dez Ripolls, Jos Luis, El objeto de proteccin del nuevo derecho penal sexual, en
Delitos contra la libertad sexual, Estudios de Derecho Judicial, Madrid, Consejo General
del Poder Judicial, 1999, p. 219. En este trabajo afirma que La libertad sexual se configura
como una concrecin de la libertad personal, autonomizada a partir de la variable atinente
a la esfera social en la que se desenvuelve, la propia de los comportamientos sexuales. Ello
coincide con otros objetos de proteccin de nuestro Cdigo, como la libertad ambulatoria
o la libertad de conciencia, que tambin se sustraen al rgimen general de proteccin de la
libertad personal a travs de los delitos de coacciones y amenazas.
(15) Esta situacin queda enmarcada en el nuevo art. 145 bis, cuyo ltimo prrafo posibilita la
comisin del delito aunque mediare el consentimiento de la vctima.
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431
JORGE BUOMPADRE
Lo mismo ocurre con el art. 145 bis al no incluir ningn elemento que permita inferir una lesin o un peligro para la dignidad humana. Sobre todo si se
considera que los medios comisivos que podran tener entidad para apoyar
fundadamente una tesis segn la cual el bien jurdico protegido en el tipo
bsico de trata de personas es la dignidad humana. Sin embargo, han sido
recogidos en el subtipo agravado, previsto en el inc. 1 del art. 145 ter.
Este texto aumenta la penalidad en una escala de 5 a 10 aos de prisin
cuando mediare engao, fraude, violencia, amenaza o cualquier otro medio de intimidacin o coercin, abuso de autoridad o de una situacin de
vulnerabilidad, o concesin o recepcin de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre la vctima.
432
En el marco de estos lineamientos, creemos que una interpretacin restrictiva del tipo bsico previsto en el art. 145 bis, sumada a la variable del
bien jurdico protegido, impone exigir, como mnimo cuando el traslado, el ofrecimiento, la captacin, la recepcin o el acogimiento del titular
del inters protegido, se concreta con su consentimiento, la puesta en
peligro de ese tal bien jurdico, que no es otro, segn nuestro ver, que la
libertad de la persona humana. De otro modo, no estaramos ms que en
una modalidad de realizacin, colaboracin, promocin, de trfico migratorio ilegal (art. 116, ley 25.871).
(16) De Len Villalba, F. J., Trfico de personas e inmigracin ilegal, citado por Guardiola
Lago, Mara Jess, en El trfico de personas en el derecho penal espaol, Navarra, Thomson
Aranzadi, 2007, p. 142.
Como venimos exponiendo, en el art. 145 bis no se percibe en modo alguno una pista que nos conduzca hacia un desvalor de accin exigible
relacionado con la afectacin de la libertad o de la dignidad del titular del
bien jurdico protegido, salvo que se piense que el indicio de ese desvalor
se encuentre en los fines de explotacin del traficante. De esa manera,
estaramos introduciendo la presuncin de (peligrosidad ex ante un bien
jurdico difuso, como lo es, ciertamente, la dignidad humana; adems de
predicable de innumerables figuras delictivas) que todo trfico de personas con fines de explotacin sexual es trata; puesto que dicha conducta pone en peligro ciertos derechos del sujeto pasivo, aun cuando, en
el caso concreto, no suceda tal cosa.
Sostener que la dignidad humana es el bien jurdico protegido en los
supuestos de trata voluntaria de mayores de edad, no es otra cosa que
un artilugio discursivo para evitar una interpretacin restrictiva de un tipo
legal que convalida los principios directrices como los principios de
mnima intervencin y de proporcionalidad de un derecho penal pluralista y democrtico. Pero con el peligro de que la proteccin exagerada del bien jurdico produzca una confusin con criterios de moralidad y,
consecuentemente, una regresin a la proteccin de la moral sexual colectiva.(17) Si el rgimen al que se somete voluntariamente la persona es de
prostitucin y la persona es mayor de edad, entonces resulta muy difcil
(17) Alonso lamo, Mercedes, Proteccin penal de la dignidad? A propsito de los delitos
relativos a la prostitucin a la trata de personas para la explotacin sexual, en Revista penal,
n 19, 2007, p. 12, [en lnea] www.uhs.es/revistapenal. Hay que aclarar que, en el citado trabajo, la autora se inclina por la dignidad personal como el bien jurdico prevalente en los
delitos de trata de personas con fines de explotacin sexual y en los delitos relacionados con
la prostitucin; de manera que plantea una crisis del modelo liberalizador, si se considera a
la libertad sexual como el bien jurdico prevalente en estos delitos.
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Insistimos, en los casos de trata involuntaria, ninguna de las acciones tpicas podra concretarse sin el auxilio de alguno de los medios especficos previstos como los que fundan el subtipo agravado en el art. 145 ter.
No resulta lgicamente posible un supuesto de trata forzada, violenta
o abusiva con el consentimiento del sujeto pasivo. Ni tampoco un
caso de trata voluntaria, de mayores de edad, con el empleo de tales
medios. Pareciera que el legislador, al redactar el precepto penal en cuestin, o no dijo todo lo que tena pensado decir, o dijo ms de lo que
debi haber dicho.
433
JORGE BUOMPADRE
que precisamente por la voluntariedad de la prestacin se vean afectadas su dignidad o su libertad sexual.(18)
Podra argumentarse que, en estos casos, no resulta nicamente afectada
o puesta en peligro la libertad sexual del sujeto pasivo, sino tambin
su dignidad como ser humano. Pues en la situacin de trfico, la conducta
va acompaada del empleo de medios violentos, engaosos o abusivos
que convertirn el delito de trata de personas en un delito pluriofensivo,
cuya comisin vulnerara una pluralidad de bienes jurdicos, que lograran
dotar de mayor legitimidad a la intervencin penal.(19)
Pero, como vimos, la trata de personas es un delito contra la libertad personal que es el bien jurdico preponderante. Entonces, tal interpretacin no sera posible, por la simple razn de que los medios comisivos
que anulan o restringen la voluntad de la vctima estn previstos para la
modalidad agravada, no para la figura bsica del art. 145 bis que regula,
como antes se dijo, un raro delito de trata voluntaria de mayores de edad,
circunstancia que excluye toda posibilidad de explotacin y, por ende, del
propio tipo delictivo.
434
Ciertamente, la dignidad humana podra estar en juego, podra verse afectada en las conductas de trfico. Podra suceder lo mismo con otras tantas
conductas delictivas que tambin revelan situaciones en las que la persona es considerada una cosa o una mercanca. Represe en la violacin
sexual, en el secuestro extorsivo, en la sustraccin de menores o venta
de nios, en los casos de violencia de gnero; inclusive se podra pensar
algo similar en los delitos migratorios). Sin embargo, a nadie se le ocurrira
sostener que son delitos pluriofensivos. La dignidad humana solo se ver
perturbada cuando el autor haga uso de medios engaosos, violentos o
abusivos, que anulan o degradan la voluntad de la persona convirtindola
en un mero instrumento del sujeto activo, para lograr la explotacin de la
vctima, por s mismo o por terceros. Pero, no se advertir lesin alguna de
la dignidad humana en aquellos comportamientos en los que la persona
adulta se vea involucrada en una accin de contenido sexual como consecuencia de la expresin de su libre voluntad.(20)
(18) Maqueda Abreu, Mara Luisa, op. cit.
(19) En este sentido, Baucells Llados, Joan, op. cit., p. 187.
(20) Se cita en doctrina una sentencia del Tribunal Supremo espaol, en el que afirma que
siendo mayores de edad quienes a la prostitucin se dedican, y hacindolo libremente, es
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435
JORGE BUOMPADRE
Como sostiene Muos Snchez, un concepto muy extendido en la doctrina es que la idea de dignidad humana no es un bien jurdico especfico y
diferenciado, sino que constituye una sntesis de la totalidad de dimensiones fsicas y espirituales especficas de la persona humana, que inspira y
fundamenta todos los derechos fundamentales. As, sigue diciendo este
autor, un atentado a la dignidad humana solo es posible a travs de la
agresin a alguno de los derechos fundamentales en que aquella se manifiesta. Martn Gracia expresa que la dignidad humana no es ningn bien
jurdico (...) la dignidad humana es un atributo totalizador, una sntesis de
la totalidad de dimensiones fsicas y espirituales especficas de la persona
humana (...) todo bien jurdico de carcter personalsimo: vida, integridad
fsica, salud personal, libertad, honor, etc., es reconducible finalmente a la
dignidad de la persona. Pero la dignidad de la persona no puede ser
un bien jurdico del que pueda deducirse el contenido de injusto especfico de un determinado comportamiento punible.(23)
436
El art. 318 bis del Cdigo Penal espaol Delitos contra los derechos de los
ciudadanos extranjeros, introducido en el Ttulo XV bis por la LO 4/2000
prev delitos relacionados con el trfico ilegal y la inmigracin clandestina
de personas, sobre el que la doctrina ha discutido intensamente la problemtica del bien jurdico. Se ha dicho que la tesis de la dignidad como bien
jurdico protegido solo sera asumible en la medida en que todo trfico
ilegal o inmigracin clandestina conllevare la reduccin de la persona a la
categora de cosas y su comercializacin. Ninguno de los elementos que
configuran la definicin del tipo bsico presupone abuso o cosificacin, ni
ninguna implica, necesariamente, peligro para la dignidad. Entender que
toda migracin ilegal conlleva la degradacin del inmigrante, supone desconocer las mltiples modalidades en que una persona puede ejecutar su
proyecto migratorio. Inmigrar no es sinnimo de trata de blancas, ni de jugarse la vida en El Estrecho, ni necesariamente lleva aparejada la explotacin laboral, ni el sometimiento a situaciones de cuasiesclavitud.(24)
(23) Gracia, Martn Luis, citado por Alonso lamo Mercedes, Proteccin penal de la dignidad? A propsito de los delitos relativos a la prostitucin a la trata de personas para la
explotacin sexual, Revista penal, n 19, 2007, p. 4, [en lnea] www.uhs.es/revistapenal. Y,
en sentido semejante, seala Diez Ripolls que el concepto de dignidad personal es poco
adecuado para caracterizar un bien jurdico (Diez Ripolls, El objeto de proteccin del nuevo derecho penal sexual, en Delitos contra la libertad sexual, Madrid, Estudios de Derecho
Judicial, Consejo General del Poder Judicial, 1999, p. 242).
(24) Martnez Escamilla, Margarita, La inmigracin como delito. Un anlisis poltico-criminal,
dogmtico y constitucional del tipo bsico del art. 318 bis CP, Barcelona, Atelier Libros Jurdicos, 2007, p. 60 y ss.
No parece lesionarse o ponerse en peligro la libertad sexual de una persona mayor de edad si existe consentimiento para el ejercicio de la prostitucin, aun cuando sea objeto de trfico. La cosificacin o mercantilizacin
de la persona humana presupone el empleo de ciertos y determinados
medios que implican su colocacin en una situacin de dominio, de control y sometimiento, que anulan o limitan su capacidad de libertad para
decidir o autodeterminarse libremente en su vida sexual. Y esos medios
no son otros que aquellos que se caracterizan por su naturaleza violenta o
forzada, engaosa y abusiva. Esto permite sostener la idea de que para la
configuracin de la trata no es suficiente con el solo fin de explotacin.
Es necesaria la concurrencia de medios violentos, fraudulentos o abusivos,
que incidan en la capacidad de voluntad del sujeto pasivo; pues son elementos inherentes y consustanciales a su concepto.
Por lo tanto, no resulta imaginable una modalidad de trata voluntaria de
persona mayor de edad, la nica clase de trata que puede concebirse,
es la trata involuntaria o sin el consentimiento de la vctima. Si el sujeto
pasivo, mayor de edad, presta su consentimiento para ser trasladado a un
pas extranjero, o hacia nuestro pas, por terceras personas, para ejercer la
prostitucin, no parece que se est afectando o poniendo en peligro con
tal conducta su libertad sexual,(25) lo cual nos permite inferir que el consentimiento del titular del bien jurdico tiene plena eficacia desincriminatoria.
El delito de trata de personas implica, en su propia esencia, la instrumentalizacin del sujeto pasivo para el logro de ciertas finalidades. Presupone una
vctima en una situacin de dominio o sumisin, que solo es posible anulando o limitando su voluntad de decisin. Y nada de esto se puede lograr
sin el empleo de aquellos medios especficos que poseen la potencialidad
necesaria para la consecucin de tales resultados. Estos son los procedimientos fraudulentos, violentos o abusivos, esenciales al concepto de trata.
No resulta imaginable la anulacin de la voluntad de una persona con su
consentimiento. Es decir, sin la utilizacin de procedimientos engaosos,
violentos o abusivos. Sin embargo, esta situacin se describe en el nuevo
(25) En este sentido, Prez Cepeda, Ana Isabel, Las normas espaolas, cuestiones generales,
en Garca Arn, Mercedes (coord.), Trata de personas y explotacin sexual, Granada, Comares, 2006, p. 181. Con respecto a esta opinin, hay que aclarar que la autora entiende que, en
estos casos en que concurre el consentimiento del inmigrante y no concurre ningn medio
que limite su libre autodeterminacin, falta el mayor contenido o lesividad del injusto para
el bien jurdico; es decir, el peligro concreto para la libertad sexual que expresa el elemento
esencial del tipo agravado: explotacin sexual, por lo que debera aplicarse el tipo bsico.
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JORGE BUOMPADRE
art. 145 bis. Cmo se puede lesionar o poner en peligro la libertad de una
persona que ha prestado el acuerdo o el consentimiento para la realizacin de la conducta sin que el autor haya empleado medios tendientes a
degradar o anular su voluntad? Estos procedimientos coactivos o abusivos configuran el escenario de sometimiento caracterstico de la trata.(26)
Es posible imaginar el delito de trata de personas con el consentimiento
del sujeto pasivo mayor de edad cuando el aspecto que singulariza esta
modalidad criminal es, precisamente, la cosificacin e instrumentalizacin
de la persona?
Una situacin de trfico presupone ausencia de libertad en el sujeto pasivo. No se puede hablar de trata en libertad. Los medios comisivos
aun cuando no estn expresamente previstos en la ley, como en nuestro
caso el art. 145 bis son de la esencia del concepto de trata, toda vez que
solo con su empleo se puede llegar a generar la situacin de dominio,
control y sometimiento del sujeto pasivo. Dicho de otro modo, es solo a
travs del empleo de tales medios engaosos, violentos o abusivos
que se puede llegar a anular o limitar la voluntad o libertad de la
persona humana.(27)
438
La trata con consentimiento aunque viciado de la vctima solo es imposible en los casos de personas menores de edad; ya que la ley reconoce que no pueden consentir vlidamente someterse a las finalidades de
explotacin perseguidas por el traficante. La hiperproteccin de la ley, al
convertir la situacin de trata de menores de edad en un subtipo agravado, con la necesaria consecuencia de un fuerte incremento penolgico, se
justifica no solo por el grado de injusticia que se aprecia en este tipo de
situaciones, sino por la preexistente situacin de vulnerabilidad en que se
encuentran estos grupos de riesgo.
Sin embargo, la ley establece la misma receta dogmtica para el delito de
trata de mayores y para el de menores de edad. La nica diferencia es que,
(26) Pomares Cintas, Esther, El delito de trata de seres humanos con finalidad de explotacin laboral, en RECPC, 13/15/2011, [en lnea] www.criminet.ugr.es. Esta autora cita el
art. 2.4, Directiva 2011 y art. 4 b) Convenio del Consejo de Europa para la lucha contra el trfico de seres humanos, del 16/05/2005, que sealan que el consentimiento de la vctima de la
trata ante una explotacin, prevista (posible) o consumada, no ser vlido cuando se utilicen
procedimientos que anulan o doblegan su voluntad. Por tanto, no hay delito de trata si hay
consentimiento vlido de la persona (mayor de edad) que es captada, trasladada o acogida.
(27) Esto es algo aceptado en la doctrina (Garca Arn, Mercedes, Trata de personas y explotacin sexual, Granada, Comares, 2006, p. 233).
Por ltimo, una interpretacin distinta a la que venimos sosteniendo podra generar una confusin de insospechables consecuencias con el delito
de inmigracin ilegal previsto en el art. 116 de la ley 25.871. Pues, tanto
este como el delito de trata de personas previsto en el art. 145 bis, pueden
ser cometidos con el consentimiento del sujeto pasivo en el primero es
requisito implcito esencial al tipo con el propsito del autor de lograr
una finalidad concreta: en el delito migratorio, un beneficio de carcter
econmico(28) y, en la trata, la explotacin de la persona, que tambin puede ser de contenido econmico por ej. si se persigue la explotacin de
servicios sexuales ajenos. Represe en el hecho de que, para el nuevo
art. 145 bis, solo hay trata si se realiza algunas de las conductas tpicas con
el propsito de la explotacin de la persona por ej. la sexual, sin que
importe si el sujeto pasivo consiente su traslado con el fin de dedicarse a
la prostitucin en el pas, en donde no est regulada como una actividad
laboral lcita pero tampoco est prohibida. En estos casos, se podra afirmar que estamos ante una hiptesis de explotacin de la persona, aunque
no exista peligro alguno para la libertad sexual del inmigrante irregular?
Respecto de una frmula legal, de parecidas caractersticas, del derecho
extranjero se ha subrayado que la trata de personas vendra a ser un supuesto especial de trfico ilegal de personas, en el que lo determinante
no es la entrada o la residencia ilegal, sino la forma en la que se favorece
el trnsito de la persona. En la medida en que se exige que la conducta
se realice mediante violencia, intimidacin, engao o abuso de situacin
de vulnerabilidad de la vctima, se pone de manifiesto que entre la persona que favorece el trnsito y la persona objeto debe darse una clara
situacin de desigualdad. Esta situacin es la que, en ltima instancia,
permite ver a la persona que entra en el pas como un objeto de trfico
o de comercio, es decir, como una mera mercanca. El propsito de explotacin puede ser, ciertamente, un elemento fundamental en este tipo
de conductas, pero la principal diferencia con respecto al trfico ilegal de
(28) Buompadre, Jorge Eduardo, Trata de personas, migracin ilegal y derecho penal, Crdoba, Alveroni, 2009, p. 115. El concepto de explotacin sexual refiere a toda actividad dirigida a la obtencin de beneficios econmicos. Garca Arn, Mercedes, Trata de personas,
op. cit., p. 231.
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(31) Para mayores detalles sobre esta cuestin, ver Buompadre, Jorge Eduardo, Violencia de
gnero, femicidio y derecho penal. Los nuevos delitos de gnero, Crdoba, Alveroni, 2013,
p. 20 y ss.
(32) Ley 26.847, art. 148 bis: ser reprimido con prisin de 1 (uno) a (cuatro) aos el que aprovechare econmicamente el trabajo de un nio o nia en violacin de las normas nacionales
que prohben el trabajo infantil, siempre que el hecho no importare un delito ms grave.
Quedan exceptuadas las tareas que tuvieren fines pedaggicos o de capacitacin exclusivamente. no ser punible el padre, madre, tutor o guardador del nio o nia que incurriere en
la conducta descripta.
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Resulta un contrasentido imaginar una explotacin bajo la modalidad abusiva, violenta o engaosa, con el consentimiento de la persona mayor
de edad que ha decidido, libre y voluntariamente, ejercer la prostitucin.
Por lo que, si el sujeto activo hubiera empleado un medio coactivo o abusivo por ej., imponer coercitivamente el ejercicio de la prostitucin
con la finalidad de obtener un lucro, el hecho se desplazara a la modalidad agravada del segundo prrafo del art. 127.
442
(35) En este sentido, Rodrguez Mesa, Mara Jos, El Cdigo Penal y la explotacin sexual
infantil, en Estudios Penales y Criminolgicos, vol. XXXIII-2012, [en lnea] http://www.usc.es/
revistas/index.php/epc/search/titles
(36) [En lnea] http://lema.rae.es/drae/?val=oficial
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que, por la otra el art. 127 prohbe que una persona mayor de edad a disponga como mejor le plazca de su libertad sexual, castigando su propia
explotacin sexual?
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merecen ser protegidos la educacin, por ejemplo, sino que significan un grave atentado a su dignidad personal.(37)
Por lo tanto, se puede concluir en que el art. 148 bis describe una situacin
de aprovechamiento econmico abusivo de un menor de edad. Esta
conducta, si bien no requiere para su consumacin de la concurrencia de
medio comisivo alguno con potencialidad para doblegar la voluntad de
la vctima, se muestra como una accin abusiva por la sola condicin de
minoridad del sujeto pasivo modalidad delictiva que justifica, por esa
sola razn, la intervencin punitiva del Estado.
3.4. La explotacin de la prostitucin ajena. Proxenetismo. Rufianismo
En forma paralela a las modificaciones introducidas al delito de trata de
personas, el legislador intervino tambin en ciertas figuras que tienen relacin con el fenmeno de la prostitucin. Impuso reformas de gran calado a los delitos de proxenetismo y rufianismo, previstos en los nuevos
arts. 125 bis y 127 CP, con sus respectiva agravantes.
3.4.1. Proxenetismo
El art. 125 bis establece una pena de cuatro (4) a seis (6) aos de prisin
para quien promoviere o facilitare la prostitucin de una persona, aunque
mediare el consentimiento de la vctima. A su turno, en el art. 126 se regulan las circunstancias agravantes, establecindose la pena de cinco (5)
a diez (10) aos de prisin, si concurriere alguna de las siguientes circunstancias:
444
1. Engao, fraude, violencia, amenaza o cualquier otro medio de intimidacin o coercin, abuso de autoridad o de una situacin de vulnerabilidad,
o concesin o recepcin de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre la vctima.
Sin perjuicio de la psima redaccin(38) del nuevo art. 125 bis,(39) el precepto merece la ms encendida crtica puesto que, al tiempo de desestimar
el consentimiento del titular del bien jurdico tutelado, sin distinguir entre
mayores y menores de edad, da relevancia en los hechos al castigo
del ejercicio de la prostitucin de mayores de edad.
La aplicacin de una pena a la promocin o al favorecimiento del ejercicio
voluntario de la prostitucin de una persona mayor de 18 aos de edad,
sea por ofrecimiento de un tercero proporcionar el lugar: tercera locativa o por pedido del propio sujeto prostituido, sin que en la realizacin
de las conductas tpicas el autor haya empleado algn medio que anule
o limite la voluntad o libertad del sujeto pasivo en el proceso de toma de
decisin, vulnera el principio de reserva o de autonoma personal establecido como principio cardinal del Estado de Derecho en el art. 19 CN.
El bien jurdico protegido en el delito de proxenetismo previsto en el
art. 125 bis, es la libertad de autodeterminacin sexual de la persona titular
de ese bien jurdico. De manera que la intervencin penal estar vedada
cuando la conducta de promover o facilitar el ejercicio de la prostitucin
ajena no lesione o ponga en peligro la libertad sexual de la persona interesada. Es el caso de la prostitucin ejercida por una persona mayor de
edad, que ha decidido dedicarse a dicha actividad en forma libre y voluntaria. Qu inters jurdico se puede lesionar o poner en peligro en aquellos casos en los que un tercero facilita presta un local o un departamento a otro para que ejerza all la prostitucin, ms an cuando la cesin
del inmueble haya sido la respuesta a un propio pedido del interesado?
(38) El legislador insisti en mantener la utilizacin de trminos tan vagos y ambiguos como
promover y facilitar.
(39) Vase la crtica respecto del delito de corrupcin de menores (art. 125 CP), en el que
se utilizan los mismos verbos promover y facilitaren De Luca Javier A. y Lpez Casariego, Julio, Delitos contra la integridad sexual, Bs. As., Hammurabi, 2009, p. 147 y ss.). En un
mismo sentido, Mir Linares, Fernando, Poltica comunitaria de inmigracin y poltica criminal en Espaa, Proteccin o exclusin penal del inmigrante?, RECPC, 2008, [en lnea]
www.criminet.es.
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Una conclusin similar se puede extraer del anlisis del art. 127 (rufianera)
introducido por la reforma de la ley 26.842, cuyo texto establece la pena de
cuatro (4) a seis (6) aos de prisin para el que explotare econmicamente el ejercicio de la prostitucin de una persona, aunque mediare el consentimiento de la vctima. Los agravantes pena de cinco (5) a diez (10)
aos de prisin se aplicarn cuando:
1. Mediare engao, fraude, violencia, amenaza o cualquier otro medio de
intimidacin o coercin, abuso de autoridad o de una situacin de vulnerabilidad, o concesin o recepcin de pagos o beneficios para obtener
el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre la vctima.
446
2. El autor fuere ascendiente, descendiente, cnyuge, afn en lnea recta, colateral o conviviente, tutor, curador, autoridad o ministro de cualquier culto
reconocido o no, o encargado de la educacin o de la guarda de la vctima.
Como antecedente, la explotacin de la prostitucin ajena estuvo tipificada en la ley 17.567 sancionada en 1968 con el castigo a una forma parasitaria de vivir del ejercicio de la prostitucin de otra persona, explotando
sus ganancias. Pero, a diferencia del texto que rigi durante la vigencia de
la ley 25.087 de 1999 derogada por la actual reforma de la ley 26.842,
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Pero tambin se trata del mismo argumento artificioso que anteriormente hemos criticado utilizado para justificar la penalizacin de la trata voluntaria de mayores de edad y todas aquellas otras situaciones en las que
la persona prostituida decide por s misma, no solamente desplazarse de
un sitio a otro con la ayuda de un tercero, para trabajar en la industria del
sexo, sino tambin cuando decide voluntariamente ejercer la prostitucin
y entregar sus ganancias a otra persona. Poner todos los huevos en una
misma canasta dificulta el anlisis y genera confusiones muchas veces insalvables. Pues presuponer, ante todo desplazamiento de una persona de
un lugar a otro para ejercer la prostitucin, que la voluntad ha estado condicionada por factores de distinto signo que anulan o limitan la libertad
de decisin y eleccin implica adems de una notoria confusin entre
(41) En un mismo sentido, Rodrguez, Alberto Daunis, Sobre la urgente necesidad de una
tipificacin autnoma e independiente de la trata de personas, en InDret, Revista para el
Anlisis del Derecho, n 1, 2010, [en lnea] www.indret.com; Gmez Tomillo, Manuel, Derecho
penal sexual y reforma legal. Anlisis desde una perspectiva poltico criminal, en RECPC,
2005, [en lnea] criminet.ugr.es, y Maqueda Abreu, Mara Luisa, Hacia una nueva interpretacin... op. cit.
(42) Vase una detallada explicacin de estos factores, en Gimnez-Salinas Framis, Andrea;
Susaj, Gentiana; Espada, Laura Requena, La dimensin laboral de la trata de personas en Espaa, en RECPC, 2009, [en lnea] www.criminet.es
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Si de algo estamos seguros es de que la persona que ejerce la prostitucin no solo es persona, sino que tambin tiene derechos, como cualquier
otra, por ms reprochable que sea su actividad desde el sensible y difuso
prismtico de la moralidad. No sera lgico hablar de explotacin sexual
cuando la finalidad del sujeto activo es lucrarse con el libre ejercicio de la
prostitucin entre adultos.
No se debe perder de vista que la frmula legal en anlisis, por su particular estructura, podra comprometer seriamente el principio constitucional
de igualdad, puesto que como habremos de convenir todas las personas ciertamente tambin las que ejercen la prostitucin sin factores
violentos o engaosos que la condicionen o determinen, tienen el derecho de disponer de su patrimonio (y de su cuerpo) como mejor les plazca,
sin ninguna intervencin del Estado.(46) Tal vez se pueda discutir la justificacin de la intervencin penal en estos casos si enfocamos el problema
desde una perspectiva de gnero. Pero claro, segn el espejo desde el
que se mire, ser otro tema para otra discusin.
450
(46) En igual sentido, Gmez Tomillo, Manuel, Derecho penal sexual y reforma legal. Anlisis
desde una perspectiva poltico criminal, en RECPC, 2005, [en lnea] criminet.ugr.es; y, Gimbernat Ordeig, Enrique, Prlogo a la Dcima Edicin del Cdigo penal, Madrid, Tecnos, 2004.
Gimbernat Ordeig, en el comentario al art. 188 introducido por la LO 11/2003 (que castiga a
quien se lucre de la prostitucin ajena practicada libremente entre personas adultas), dice lo
siguiente: la prostitucin, como tal, no constituye delito alguno en el Cdigo Penal, que solo
castiga a los terceros que cooperan con aquella cuando es ejercida por menores de edad o
incapaces, o por mayores de edad sometidos a violencia, intimidacin o engao () como la
mayora de las personas que ejercen ese oficio son mujeres, este retroceso a la legislacin anterior a 1995 solo puede entenderse como una plasmacin de la idea de que la prostitucin
es una actividad degradante que convierte a la mujer en un mero objeto para la satisfaccin
sexual de los hombres y que, por consiguiente, hay que castigar penalmente a quien coopera
con ella. Pero frente a esta idea hay que decir que uno de los principios bsicos del derecho
penal democrtico es que, en el mbito de la sexualidad, la intervencin punitiva solo est
justificada cuando se trata de acciones cometidas contra menores (que no pueden manifestar
un consentimiento vlido) o cuando, si se trata de un mayor de edad, no acta espontneamente porque aquel se ha prestado bajo coaccin, que el Estado no es quin para tutelar
a una persona adulta que, libremente, puede hacer con su cuerpo lo que le venga en gana
tambin, y por supuesto, convertirse en una mujer-objeto que se dedica a la prostitucin,
y disponer de sus ganancias tambin como le plazca, y que es una perversin del derecho
penal pretender imponer principios morales sean de la religin catlica o de la ideologa
feminista no compartidos por esa persona adulta y responsable, criminalizando a su entorno: la forma de vida que han decidido llevar libremente un hombre y una mujer mayores de
edad debe ser respetada por todos, tambin por los nuevos gestores de la moral colectiva.
Por ello, esta ampliacin de los delitos relativos a la prostitucin debe ser derogada.
BIBLIOGRAFA
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
451
JORGE BUOMPADRE
Martnez Escamilla, Margarita, La inmigracin como delito. Un anlisis poltico-criminal, dogmtico y constitucional del tipo bsico
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de inmigracin y poltica criminal en Espaa,
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Pomares Cintas, Esther, El delito de trata
de seres humanos con finalidad de explotacin
452
Carlos J. Lascano(1)
1. Introduccin
En los ltimos tiempos, en la vida econmica de los distintos pases y en
el trfico comercial internacional, la actuacin de las empresas muchas
de ellas multinacionales, organizadas preponderantemente bajo la forma de sociedades o asociaciones con personalidad jurdica incursionan en
diversos delitos socio-econmicos que Bernd Schnemann agrupa bajo el
rtulo de criminalidad de la empresa.
Los espacios de impunidad que suelen originarse han suscitado la justificada inquietud de encontrar nuevas soluciones que la dogmtica penal
tradicional que est basada en categoras del delito ms apropiadas
para la proteccin de los clsicos bienes jurdicos individuales, especialmente los derechos patrimoniales difcilmente poda brindar, tanto en
lo referente al derecho material como al proceso penal, en este ltimo
respecto del mbito de la prueba.
Se plantea, as, una evidente tensin entre un derecho penal que est edificado sobre los cimientos de una responsabilidad individual de las personas fsicas y los requerimientos poltico-criminales propios de la delincuencia empresarial que postulan castigar con penas no solo a los directivos de
las corporaciones y a los ejecutores materiales de los delitos cometidos en
(1) Profesor titular de Derecho Penal, Parte General (UNC) y Miembro de nmero de la Academia Nacional de Derecho de Crdoba.
(2) Exposicin efectuada en el II Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa
que fue realizado en la Universidad Nacional de La Matanza, 5, 6 y 7 de noviembre de 2013.
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carlos j. lascano
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Bernd Schnemann seala que en la criminalidad de empresa se presentan problemas particulares de imputacin, sobre todo por la escisin (tpica en la empresa) de responsabilidad y accin, en tanto y en cuanto la
accin delictiva es realizada por una persona fsica, que no es en el fondo
el verdadero responsable o, al menos, no es el exclusivo responsable del
obrar delictivo; y problemas con los elementos de prueba que puedan
acreditar los extremos objetivos y subjetivos del tipo penal que se analice
en contra de aquellas personas que ocupan los cargos jerrquicos ms importantes de una corporacin (presidente, vicepresidente, gerentes). Estas
dificultades probatorias tienen su vertiente en el hecho de que toda persona fsica acta para una empresa econmica, es decir, para una unidad
organizada que est determinada por el fin econmico al que sirven uno
o varios establecimientos, a su vez, coordinados entre s. Por otro lado,
en el mbito de la criminalidad en la empresa tambin ser un obstculo
importante; entre otros, la dificultad probatoria de los elementos tpicos
de la figura delictiva que se pretenda atribuir.
Una empresa consiste en una unidad organizada de modo descentralizado para lograr una finalidad econmica. En dicha estructura jerrquica
Por su parte, Juan Mara Terradillos Basoco ha expresado en una obra que
constituye un clsico en la materia: la descentralizacin de las decisiones,
caracterstica organizativa de la empresa actual, comporta el riesgo, con
palabras de B. Schnemann, de convertir la organizacin de la responsabilidad () en la organizada irresponsabilidad.
En efecto, en tales estructuras se produce un desplazamiento de la responsabilidad hacia los sectores inferiores del organigrama, ya que solo
estos llevan a cabo por s mismos la conducta tpica. Ello tiene como efecto un notorio menoscabo de la eficacia preventiva de la norma penal,
cuyos mrgenes de intervencin se reducen en un doble sentido: hacia
arriba, porque los directivos no realizaron el hecho tpico; hacia abajo,
porque los ejecutores materiales quedarn frecuentemente al margen de
la condena, dada la confluencia de diversos factores como el desconocimiento de las consecuencias de su propio modo de actuacin fruto de
la divisin de trabajo y de la parcelacin de la informacin en la empresa; la escasa capacidad de resistencia frente a la actitud prodelictiva del
grupo por parte de quien, como regla, est obligado a obedecer dentro
de una escala jerarquizada; la eficacia autoexculpatoria de quien siempre
puede alegar que acta de un modo altruista en inters de la empresa;
la alta fungibilidad de los miembros que ocupan las escalas inferiores de
la organizacin.
Parece obvio que el empresario responder como autor cuando haya realizado la accin tpica con dominio del hecho, o en los casos de comisin
por omisin, que son los que aqu interesan, que haya omitido la realizacin del comportamiento exigido habiendo tenido la posibilidad de evitar
el resultado tpico.
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
Por tal motivo, se debe tener en cuenta lo manifestado por Bernardo Feijoo
Snchez: cuando nos enfrentamos a la criminalidad de empresa, la imputacin objetiva a los integrantes de la empresa pasa por la imputacin
objetiva del hecho a la organizacin empresarial. Por ejemplo, en un delito
de lesiones imprudentes, es la empresa la que tiene que haber creado un
riesgo no permitido que se ha concretado en lesiones a la salud de los
consumidores o de un trabajador.
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Sin embargo, otros autores admiten esta posicin de garante solo en los
casos de empresas peligrosas, concepto que la jurisprudencia maneja en
sentido muy amplio. Lo que ocurre es que, cualquiera que sea la respuesta que se adopte y parece claro que no se puede afirmar con carcter
general que la empresa sea fuente de riesgo habr que acudir en todo
caso al examen de cada supuesto concreto.
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Sostiene el catedrtico de Bonn que el criterio moderno para la imputacin jurdico-penal es la competencia, sea que la relacin entre el autor
y el bien se defina de modo negativo el deber de no daar, o bien sea
que adems exista una relacin positiva el deber de configurar plena o
parcialmente un mundo en comn.
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demostrado que los delitos impropios de omisin no son delitos de infraccin de deber, en el sentido de que en ellos la autora se funde en la infraccin de un deber especial extrapenal. Los razonamientos de Schnemann,
desarrollados como se ha visto a lo largo de aos en mltiples trabajos,
han encontrado la aprobacin esencial de muchos autores.
Concluye Demetrio Crespo: No se nos oculta la cuestionabilidad dogmtica y necesidad de concrecin ulterior que implica la propuesta de
Schnemann, a la que no cabe acogerse in totum, como tampoco las importantes crticas que se le han dirigido; (...) casi todas las propuestas contemporneas en torno a la fundamentacin de la posicin de garante en
el mbito empresarial suponen como no poda ser de otro modo concreciones en este mbito de representaciones generales sobre la comisin
por omisin que incorporan en no pocos casos elementos provenientes
de evoluciones doctrinales de distinto signo (...). No se pretende una total
'desnormativizacin' del problema, pues a nadie escapa que el criterio del
dominio sobre el fundamento del resultado tambin es un criterio normativo, sino solo seguir una pauta restrictiva no-niveladora en la solucin del
mismo.
4. Delegacin de funciones
460
5. Conclusiones
En relacin a un sistema jurdico dado debemos ver cmo se podra articular la responsabilidad penal por omisin de los directivos de empresas a
la luz de la regulacin vigente.
La legislacin penal argentina carece de una clusula de equivalencia en
la Parte General que permita extender al empresario la responsabilidad
por los hechos de los dependientes. Similar posicin encontramos en el
Anteproyecto del ao 2006.
En consonancia con la opinin de Jos Daniel Cesano, en su aporte al
libro homenaje a Enrique Bacigalupo que recientemente ha publicado
Hammurabi, entendemos que lo sealado anteriormente es plausible
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porque la inclusin de tal frmula no soluciona los problemas constitucionales que presenta la responsabilidad por omisin impropia frente a
la garanta de legalidad del art. 18 CN, y particularmente, del principio
de lex stricta; por el contrario, el criterio opuesto a dicha clusula tiene
la ventaja de mantener la punicin de la comisin por omisin dentro de
lmites razonables.
Por ello, la solucin viable sera establecer en la Parte Especial, dentro de
un ttulo sobre los delitos socio-econmicos, una disposicin que permita
fundar para esos casos la posicin de garante del empresario por hechos
delictivos de esa naturaleza cometidos dentro del seno de la empresa por
sus dependientes.
Dicha responsabilidad solo podra derivar del deber de mantener bajo
control determinadas fuentes de peligro cuando el resultado lesivo por el
hecho del subordinado est ligado al giro propio de la actividad econmica y del proceso productivo de esa empresa.
462
Debern contemplarse las competencias residuales del empresario delegante, cuyo incumplimiento lo har responsable penalmente de las conductas de los subordinados en que ha delegado funciones, por su omisin
de control.
Bibliografa
Crespo, Eduardo D., Fundamento de la responsabilidad en comisin por omisin de los
directivos de las empresas, en Serrano Pie-
Multiculturalidad
y pueblos originarios
PRESENTACIN
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
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PRESENTACIN
adelantada, sino en sus distintas capacidades para explotar cada tecnologa con miras al progreso de toda la poblacin, surgiendo as sociedades deformadas estructuralmente desde su nacimiento, que crecen
con esas distorsiones y son incapaces de superarlas a travs del simple
funcionamiento del sistema, porque la prosperidad misma, al reforzar el
vnculo externo de dependencia, se vuelve factor de atraso.
Finaliz su exposicin manifestando que, en lo que hoy es territorio de
la Repblica del Paraguay, los guaranes constituan una gran nacin,
gozando de un elevadsimo grado de civilizacin, razn por la cual realiz un vasto recorrido por su rgimen jurdico, el cual les aseguraba su
propia convivencia.
Paladines comenz su debate explicando que la conquista de Amrica
an no ha terminado. Este proceso inacabado se traduce en el poder
punitivo a travs de tres tipos de mestizajes: el cultural, el biolgico y el
tecnolgico.
Continu manifestando que el derecho es un artificio europeo, es una
creacin del mundo civilizado es su expresin que ve a los americanos como salvajes, como una clara prolongacin del frica.
Realiz una distincin entre lo que denomina sociedad (la cultura occidental) donde el valor principal es la libertad y la nocin de progreso est
ligada a acumular capital, y comunidad (lo indgena, lo latinoamericano) donde el principal valor es la solidaridad que implica una cierta
renuncia a la libertad.
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1. Introduccin
Los tres objetivos que persigue el hombre han sido siempre el saber, la belleza y la justicia, aunque podamos disentir con alguno que observa mejor
dichas finalidades, en buena hora mejor para el pensamiento. Alguien ha
dicho el saber es poder, pero tambin debemos deducir que el poder
es una suma de dinero ms armas. Estos ltimos son los reales y verdaderos pilares que se han presentado en toda la historia.
El problema de los pueblos originarios no puede escapar ni eludirse, o
mejor dicho, no se rige por otras normas que las conquistas de los distintos pueblos en la historia de la humanidad.
Las sociedades humanas no transitan de una etapa a otra de la evolucin
por una nica va, sino por dos vas distintas. La primera, mucho ms rara,
corresponde a la aceleracin evolutiva, que activa a un pueblo en el curso
de un proceso civilizatorio, configurndolo como una sociedad autnoma,
(1) Doctor en Derecho cum laude de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de Asuncin,
Paraguay. Profesor de Derecho Penal y Derecho Internacional.
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(2) Nuestro concepto de dos vas de trnsito evolutivo, una acelerativa, la otra meramente
actualizadora o incorporadora, que constituye una alternativa terica a los conceptos de desarrollo desigual y combinado y de la nocin de desarrollo del subdesarrollo de A. Gunder
Frank (1967), aunque no se confunde con l.
Surgen, as, sociedades deformadas estructuralmente desde su nacimiento, que crecen con esas distorsiones y son incapaces de superarlas a travs
del simple funcionamiento del sistema, porque la prosperidad misma, al reforzar el vnculo externo de dependencia, se vuelve factor de atraso. Conviene recordar en este sentido que la condicin correspondiente a la dependencia y al subdesarrollo no impide que, como empresas econmicas,
estas formaciones florezcan como unidades prsperas. Al contrario, muchas de las colonias implantadas en Amrica por la incorporacin histrica
configuraron algunas de las empresas ms ricas que se conocen en toda la
historia econmica mundial. Es verdad que solo son ricas para los ncleos
cntricos que las explotaron y para los agentes internos de la dominacin,
pero no para s mismas y menos todava para su poblacin global.
El grado de prosperidad de Brasil y Hait en el siglo XVII, por ejemplo, era
muchas veces superior al de las colonias pioneras de la costa oriental de
Estados Unidos. Nadie poda dudar que el modelo econmico lucrativo
y exitoso era el de las grandes plantaciones tropicales, impulsadas por el
brazo esclavo, y no el de aquellos ncleos pauprrimos de inmigrantes
que vivan sobre todo de exportar alimentos para las plantaciones azucareras las cuales no podan producirlos porque se ocupaban en rubros
mucho ms valiosos.
La historia del derecho paraguayo se divide en tres perodos: el perodo
precolombino, que llamamos preferentemente guarantico, por ser la de
los guaranes la raza indgena predominante en la provincia del Paraguay.
El perodo errneamente denominado indiano, que se llama as por la
creencia de que se haba llegado a las Indias; ambos perodos formaron
parte de la Corona de Castilla y luego de la Espaa unificada, tuvieron su
desarrollo desde el descubrimiento hasta la independencia y abarcaron
el derecho peninsular, las leyes de Indias y las dictadas en Amrica con
vigencia en el Paraguay.
Por ltimo, tenemos el perodo nacional que se extiende desde la independencia a la fecha, que a su vez, comprende dos etapas separadas
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Otra circunstancia a contemplar es la secular oposicin entre los encomenderos y los jesuitas, oposicin que desde Ruiz Daz de Guzmn hasta
Azara, y desde Lozano, Guevara hasta Charlevoix y Techo, se refleja en sus
crnicas, no siempre concordes, de la vida y costumbres de los guaranes.
Esto nos obliga a una discriminacin que a veces debe ser bastante exhaustiva para separar la verdad del inters y evitar toda parcialidad, siempre perniciosa para la ciencia. No hay que olvidar, observa Magalhaes, que
los indios no tienen historiadores; su historia la hemos escrito nosotros y
desde nuestro punto de vista.
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3. Formas jurdico-culturales
3.1. El sistema numeral
Hasta hace poco se crea, de acuerdo con una informacin superficial,
que los guaranes solo conocieron cuatro adjetivos numerales: pete (uno),
mocoi (dos), mboap (tres) e irund (cuatro). Pero hoy es un extremo comprobado que podan contar hasta sumas considerables mediante ingeniosas combinaciones numerales.
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5. Ciencias y arte
En materia cosmogrfica, los guaranes crean en el geocentrismo, no teman
a los eclipses, conocan buen nmero de constelaciones y dividan el ao,
que llamaban ara-guidye, en dos estaciones y doce meses lunares. En sus
conocimientos de botnica, dice Barboza Rodrguez, los guaranes superaban a los europeos del medievo. La clasificacin binaria (gnero y especie),
que tanta fama dio a Linneo, ya la conocan los guaranes. Igual progreso en
el orden zoolgico. Es por dems sabido que el guaran, despus del griego
y del latn, es el idioma que ha dado mayor nmero de palabras cientficas
a la nomenclatura biolgica en general. En cuanto a sus conocimientos de
medicina, basta recordar, para neutralizar las afirmaciones de Guevara, que
ningn pueblo de la tierra ha entregado a la ciencia tantas plantas medicinales como el pueblo guaran. Hacan un uso adecuado de los depurativos,
astringentes, febrfugos y antispticos. Las afirmaciones precedentes son de
Moiss S. Bertoni, el ilustre sabio, a quien no hemos rendido an toda la
justicia que merece.
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4. Religin
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Los guaranes sobresalieron en las industrias, especialmente en la cermica, que era una industria domstica a cargo de la mujer. Conocieron
la explotacin industrial del algodn, caraguat, la madera, la hierba, la
mandioca, el maz, etc., sin descuidar la agricultura, que era su labor principal. Los autores superficiales juzgan de su capacidad en agricultura por
los instrumentos con que trabajaban sus chacras, sin tener en cuenta otros
aspectos ms cientficos, como el cultivo de las plantas. As, de los guaranes hemos recibido, segn anota Bertoni, veinte de las principales plantas cultivadas en la agricultura universal, tales como el zapallo, el man, la
mandioca, la batata, la papa, el algodn, etctera. Conocan la hibridacin, el medio de conservar absolutamente pura una variedad obtenida
por seleccin y la manera de conseguir frutas sin semillas.
Sus construcciones eran de madera, como lo eran de piedra entre los
incas, concorde con el medio fsico. Es interesante el relato que hace
Schmidl de la fortaleza de Taver. Las Ruinas de Ipir, halladas en el Departamento de Concepcin por el General Samaniego y los montculos
(vy-chov) de Pindoti, descritos por Leopoldo Bentez en su excursin
con Colman y Rojas, estn todava en espera de un estudio cientfico que
desentrae sus misterios.
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Un antecedente que habla bien alto de la cultura e inventiva de los guaranes es el kambaris, cuyo diseo puede verse en Bertoni, aparato hecho a
base de caucho, madera, cuero, mica pulverizada, arena fina y fragmentos
de hueso, armado en un tronco de palmera. Era un dispositivo de telfono
sin hilos, que instalado en malocas o incursiones progresivas, serva para
la comunicacin a larga distancia.
El antroplogo Bach, que tuvo oportunidad de examinar este aparato entre los indios del Amazonas, dice que distante una milla, y siempre en la
direccin norte-sur, haba una maloca que lo tena, mi gua dice me
permiti ver funcionar el aparato. Con prolongado intervalo dio en l con
un mazo forrado de caucho y piel dos golpes, los cuales servan de llamada. Al poco rato, el aparato contest con un solo golpe, dado por el de la
maloca prxima. Comenz entonces una larga conversacin en un idioma
que no pude comprender.
Este antecedente le hace decir a Jones, el bigrafo de Edison, que mucho antes que este sabio perfeccionara el aparato de Bell, los indios de
la Amrica del Sur haban inventado un rstico instrumento que les serva
para ese objeto.
7. Escritura
Segn Bertoni, los guaranes conocieron dos formas de escritura: ideogrfica, de mucho parecido con los jeroglficos, la una, y seudoalfabtica, en
que la idea y la palabra no se exteriorizan en un signo, sino en un pequeo
objeto, que era una semilla, un diente, una piedrecita, un trozo de fibra,
etc. Esta ltima, del tipo de los quipus incaicos, es la que se utilizaba para
la correspondencia servida por el parejara o pareha, palabras que significan alfabeto y correo.
Una prueba de la primera forma de escritura son las inscripciones en piedras y urnas funerarias que nos dejaron los guaranes en la isla de Maraj,
en la desembocadura del Amazonas. Tambin las hay en Baha, en el antiguo Tucumn, en las Misiones Argentinas, en el Alto Uruguay, en la provincia del Guair, en San Ignacio-min, en el cerro de Yarigua. A propsito
de este cerro, cuenta Wisner de Morgenstern que se encontr en dicho
lugar una piedra de gran tamao grabada con signos que nadie acertaba
a descifrar, lo que dio motivo para que el dictador Francia, en marzo de
1834, la sometiera a examen de varios sacerdotes, los ms ancianos del
pas. Dichos sacerdotes informaron que tales signos les eran completamente desconocidos, que habran sido esculpidos en poca muy lejana y
que se asemejaban a la lengua hebraica. La opinin general, sin embargo, es que dichos signos guardan semejanza con los jeroglficos egipcios,
tanto que Bertoni, que los ha estudiado, ha encontrado entre ochenta de
ellos una similitud casi perfecta.
8. Lengua
La ms importante de las formas jurdico-culturales es la lengua. Las palabras no existen en vano, son siempre la expresin de un concepto, de
una mentalidad. De ah que sirvan, ms que ningn elemento grfico, para
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valorar las ideas, los sentimientos y las costumbres de un pueblo. Y el pueblo guaran posea un idioma rico en palabras y en giros propios, flexibles,
dulces y expresivos. De todas las lenguas americanas, es la que ha tenido
mayor difusin en el continente, hablada a manera de lengua internacional entre pueblos guaranes, guaranizantes, y extraos. Fue la lengua diplomtica del Atlntico. La toponimia de Amrica est llena de palabras
guaranes. A todo lo cual hay que agregar el dato interesante de que no
es una lengua muerta. Se habla en el Paraguay, Corrientes, Misiones, Entre Ros y parte del Brasil y de Bolivia. An ms, hasta ahora gravita sobre
la lengua castellana con sus aportes de americanismos, que en su mayor
porcin son de origen guaran.
9. Costumbres y carcter
El ayuno y el sueo eran dos instituciones, ms que higinicas, msticas.
Al enfermo se le tena en una hamaca bajo dieta hdrica, sin moverse ni
hablar, y jams se le daba de comer si no peda. Ayunaba la mujer mientras duraba el embarazo. El varn, antes de ser consagrado guaranihara o
con motivo del nacimiento de un hijo. Ayunaba toda la parentela cuando
el recin nacido padeca de alguna dolencia. Ayunaban el avar y el pay
(mdico) antes de intentar una evocacin o iniciar una cura.
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res; con una de ellas inici el parentesco con mi familia, Leonor, que tuvo
una hija llamada rsula. En definitiva, si los guaranes fueron vencidos
fue por el herosmo, los varones y por el amor, las mujeres.
10. Antropofagia
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mos a ningn cronista que afirme haber presenciado este acto alimenticio,
pero s a muchos que para afirmarlo les basta con el testimonio ajeno.
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Abya Yala es el nombre dado al continente precolombino por las etnias kuna
de Panam y Colombia antes de la llegada de Cristbal Coln y los europeos.
Desde Bertoni se conoce con el nombre de Guarania la vasta extensin de
tierra ocupada por los guaranes en su expansin poltica, tnica e idiomtica. Su denominacin en idioma guaran era Yv-Guaz (tierra inmensa).
Desde siglos atrs, las invasiones guaranes se hicieron sentir en varios sectores del imperio incaico, que se vio obligado a defender sus tesoros de
oro y plata de los invasores que los codiciaban. A este propsito de conquista respondi el gran xodo guaran, que se llev adelante bajando por
el Paran y remontando por el Paraguay y el Pilcomayo. Los guaranes llegaron a enfrentarse con las primeras avanzadas incaicas. Cabe sealar que
el estado de guerra en el que los espaoles encontraron a los chiriguanos
e itatines contra los indios de Charcas no es sino un episodio de esa lucha
secular de hegemona, la cual se explica y se justifica teniendo en cuenta la
importancia de la raza guaran y la extensin de su dominio.
12. El Territorio
Desde Bertoni se conoce con el nombre de Guarania a la vasta extensin de tierra ocupada por los guaranes en su expansin poltica, tnica
e idiomtica. Era ms vasta que la del imperio romano. Segn palabras
de uno de los cronistas, abarcaba mil leguas de largo; de ancho, muchas
ms, o en otros trminos, ms de la mitad del continente americano.
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13. La poblacin
La zona arriba descrita era una de las ms pobladas de Amrica. Se calcula
en 35.000.000 dicha poblacin, que no cede en nmero a la poblacin
atribuida a los imperios incaico y azteca. Las partes ms pobladas eran las
Antillas, Tierra Firme y Amazonas. Un autor antiguo citado por Couto de
Magalhaes dice que los indios de esta ltima regin eran tan numerosos
que parecan enjambres de mosquitos.
En la regin del Guair, que comprende entre los paralelos 20 y 29, desde el Ro Paraguay hasta el meridiano 53, habitaban 2.000.000 de indios,
lo que no es exagerado si se tiene en cuenta lo que dice Blas Garay sobre que los mamelucos llevaron de las misiones 300.000 indios. Solo los
chiriguanos de Santa Cruz de la Sierra, entre el Guapai y el Mapayo, podan armar 20.000 hombres. Cuando Alvar Nez, segn se lee en los comentarios, sali a batir a los guaicures, llev una vanguardia de 10.000
guaranes. El sistema de las emigraciones en masa, que los guaranes
adoptaban en el desarrollo de sus conquistas, es un indicio de peculiar
estrategia, pero tambin de densidad de poblacin. La comparacin de
la poblacin actual con la existente cuando fue el descubrimiento acusa una verdadera tragedia demogrfica, pues, segn Bertoni, no hay ms
de milln y medio de indgenas en toda la Amrica del sur. Actualmente,
en el Paraguay existen, segn el ltimo censo, 39.000 indios, incluidos
los del Chaco, que son los ms numerosos y los propiamente guaranes
que se encuentran en la regin oriental. Estos indios son ciudadanos
paraguayos desde la poca de don Carlos Antonio Lpez y no gozan
actualmente de una eficaz proteccin del Estado.
14. La raza
Entre las diversas razas, algunas totalmente extinguidas, que poblaban el
continente en los das del descubrimiento, una de las ms importantes
por su nmero y calidades fue la raza guaran. Sus calidades eran ms de
cultura que de civilizacin, ms de orden intelectual y moral que material,
sin ser tampoco nada despreciables las de este ltimo orden. Y son estas
calidades las que explican su vitalidad, a pesar de las vicisitudes que ha sufrido, y su participacin ponderable en la formacin de las nacionalidades
sudamericanas, especialmente en la del Paraguay.
Los guaranes presentan una gran diversidad de tipos y costumbres, que
dificulta su estudio y caracterizacin. Esto es la secuela de sus continuas
emigraciones, de su radicacin en tierras dispares y de su cruzamiento con
razas de usos y religin diferentes. Generalmente, eran de mediana estatura, lampios, pero de larga cabellera, e inquietos; sin embargo, haba
entre ellos hombres altos como los itatines, bajos como los tape, barbudos como los guarayos y los yayus, y pacficos como los mbya, muy apegados a la selva en que vivan. Algunos eran polgamos y otros mongamos;
habitaban casas sinoicas o bien casas individuales, pero siempre sin puer-
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tas; algunos convivan con sus muertos, enterrados en el tapihi, y otros los
enterraban fuera, pero siempre en urnas de barro.
Pero tal diversidad es, sin perjuicio de la unidad de la raza, comprobada
mediante las alianzas que los guaranes celebraron para realizar sus conquistas o para defenderse de un peligro exterior, y con la persistencia de
ciertos rasgos antropolgicos (ndice-ceflico, forma craneana, ngulo facial, ndice nasal, etc.) y otros caracteres que los distinguen de los dems
amerindios. Los guaranes eran idnticos en todas partes, dice Azara, por
ms distantes que estuvieran unos de otros. Humboldt y los que han tenido oportunidad de tener contacto con los Caraibe-Guaranes durante la
conquista y despus, estn de acuerdo en decir que se trata de una raza
inteligente, avasalladora y hermosa, la ms hermosa de Amrica.
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Entre las naciones guaranticas prominentes que integraban esa comunidad cabe citar, por va de ilustracin a: los chirip, radicados cuando la
conquista en la regin del Guaira; a los tobatines del Paraguay y del Brasil;
a los omoguas del Amazonas; a los chiriguanos, que se extendan en su
ocupacin desde las primeras estribaciones de los Andes hasta Charcas,
lindando con los Caracares; a los itatines, que ocupaban ambas bandas
del Ro Paraguay, lindando con el Matto Grosso al norte y con el Jeju al
sur; a los carios, nacin que ocupaba la parte central del pas aledaa
a Asuncin, limitando al norte con los itatines, al este con los cerros de
Ybyturuz, al oeste con el Ro Paraguay y al sur hasta el Tebicuary; los
Avambya, cuyo mbyasa o dominio propio de ellos se extenda desde
los cerros nombrados hasta el Atlntico; los paranae, descendientes de los
paranaigua, en las Misiones, entre el Tebicuary y el Paran; los tupinamba,
que tenan su capital a cien leguas de la actual Ro de Janeiro, los charras
y querandes en el Ro de la Plata.
Ahora bien, dentro de esta gran comunidad federativa haba federaciones menores que se formaron a impulso de factores externos e internos, como el clima, la naturaleza de la regin dominada, las preferentes
ocupaciones de sus habitantes, las nuevas costumbres adquiridas por el
cruce con los pueblos sometidos, el carcter, el espritu de conquista,
etc. En ese caso, estn los mbya y los tape, unidos por su mansedumbre
y alta moralidad; los chiriguanos y los itatines que fueron aliados en sus
luchas con las tribus del Alto Per; Los paranaigua y los carios, los ms
inquietos y emprendedores de la raza.
Cada regin, tet, estaba dividida en tribus, que por efecto de su radicacin
en las tierras conquistadas iban adquiriendo nuevos nombres y costumbres, pero sin perder su filiacin tnica y lingstica. Son las llamadas parcialidades. As, la nacin de los chiriguanos comprenda tres parcialidades:
ihvtupue, condorillo y chiquiaca. Las parcialidades ms importantes de
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los itatines eran los guarambar, los tarei, los pitu y los curupaiti. La nacin
de los avambia comprenda varias parcialidades, entre ellas los guebis, los
ihvitihrugu, los tarum, los arecay. Los mahom eran la parcialidad ms
destacada de los paranes, como los mongolas de los carios. Todas estas
parcialidades, si bien autnomas, pues tenan su cacique propio, estaban
unidas y federadas bajo un gobierno principal.
Las parcialidades se dividan a su vez en distritos o comunas llamados
amonda o tapandi, que comprendan a su vez las tava, algunas populosas
y otras de no menos de cuarenta familias, y los tapi, que eran las aldeas
o casas individuales. La tava era la ciudad guaran donde residan ordinariamente las autoridades, pero tambin reducto fortificado, en previsin
de posibles ataques enemigos. La circundaban dos y hasta tres palizadas,
levantadas con gruesos troncos de rboles y fosos profundos, segn los
peligros a que estaba expuesta. Regularmente, se compona de una plaza
cuadrangular rodeada de amplias cabaas que servan de vivienda y de
depsito de provisiones para el invierno y para la guerra. La ubicacin de
la tava mayor, que haca de capital, Mbaevera-Guaz, y que se cree exista
o existe en las selvas vrgenes del Amazonas, es un secreto que los guaranes, inclinados por su carcter a la reserva, han mantenido y mantienen
con invencible empeo. A esta ciudad oculta tambin la llamaban Kotika,
que quiere decir literalmente casa en la selva.
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El Consejo de Ancianos (nhimugav) era una institucin basada en el profundo respeto que los guaranes profesaban a los hombres de edad, considerados en el orden moral como la figura cumbre de la colectividad. En
las comidas, se les serva en primer trmino, y luego a los dems. Eran no
solo respetados, sino respetables, porque no constituan una carga para
la sociedad.
Los guaranes, con excepcin de los chiriguanos, eran generalmente longevos, algunos centenarios, como en el caso comprobado por Azara de
un indio que tena 120 aos. Eran ordinariamente flacos, gracias a su sobria alimentacin; con pocas canas, enhiestos y con un vigor mental y fsico extraordinario, pues a los 90 aos todava daban hijos para la tribu.
Las funciones de este cuerpo consultivo consistan en asesorar al ruvich
en el cumplimiento de sus deberes y en conseguir la unanimidad en las
decisiones plebiscitarias.
La Asamblea (amanday) era la reunin de todos los miembros hbiles
de la colectividad, citados mediante tambores y trompetas, o por el parejhara, segn se trate de una convocatoria de amonda, de tribu o de
naciones. Estaba prohibido a los nios asistir a la Asamblea. La reunin
se celebraba en la plaza cuadrangular de la tava principal. Sus atribuciones eran las de una asamblea en las democracias puras, ms soberana,
si se quiere, que las convenciones representativas. Su poder, por tanto,
era ilimitado. Poda tratar todos los asuntos sometidos o no a su consideracin, pero los motivos de una convocatoria consistan generalmente
en una declaracin de guerra o en un cambio de jefatura. El cacicazgo
era en principio una institucin hereditaria, pero si el mburuvich, por
su conducta inadecuada en el gobierno o por su falta de aptitudes, no
ofreca las garantas requeridas para el xito, se le remova sin contemplacin alguna.
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Otra caracterstica de la democracia guaran es la personalidad reconocida a la mujer en la vida pblica. La mujer guaran era la mujer poltica por
excelencia. Intervena en las deliberaciones de la Asamblea siempre que
no estuviese en estado de lactancia o con hijos menores, formaba parte
del Consejo de Ancianos y poda llegar a ser mburuvich o avar. En este
caso, que se ha visto entre los mbya, reciba el nombre de kuambay. Por
lo dems, es conocida la participacin que la mujer, como animadora de
su marido y de sus hijos, tuvo en las grandes conspiraciones de los guaranes contra el poder espaol. Las mujeres participaban tambin en las
contiendas guerreras acompaando a sus hijos para defenderlos, pues los
nios combatan desde los quince aos. Si no llegaba a ser avar, poda
formar parte de su coro como sacerdotisa o maga, en cuyo caso, segn
refiere el Padre del Techo, deba reunir el requisito de la castidad. Tambin
muchas mujeres se han destacado por su elocuencia como predicadoras,
unas veces en contra y otras en favor de la religin de Cristo, durante la
evangelizacin de los jesuitas.
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La mujer tena intervencin en la guerra, que era siempre total, pero sin ser
una amazona. Mucho tiempo se crey incluso el mismo Bertoni, en la
existencia de las amazonas, organizacin guerrera femenina que tena
su asiento, decan, en un lugar llamado Yakaniba, donde las encontr
Orellana en su exploracin del Maraon. Los nicos hombres con quienes
tenan relacin, unos das por ao, eran los kuakara, nombre que llev
a Bertoni a pensar que las amazonas eran de raza guaran. Pero desde
Ganda, el gran investigador argentino y gran amigo del Paraguay, que
public su libro sobre la materia en 1929, la existencia de las amazonas es
considerada un mito.
Entre los guaranes no exista el sufragio ni conocan el juego de la mayora y minora de nuestro sistema de gobierno. En las asambleas nunca
17. La penalidad
Pese a ser un guerrero autntico, el guaran era en su vida privada un hombre tranquilo, que difcilmente se enardeca hasta perder su acostumbrada
serenidad. Jams se irrita ni lo domina la clera, deca Azara del guaran
de su poca. Era duro con sus enemigos, pero benvolo con sus congneres de raza y de familia. Si alguien lo ofenda o lo agreda, rara vez haca
uso de sus armas de guerra, que eran el arco y la flecha, la lanza, la onda, el
itamar (piedra de combate) podemos interpretar que la cancillera brasilea Itamarat significa lugar donde existen muchas piedras de combate
y las mazas llamadas tuka y tukape, porque las reservaba para sus enemigos. Las cuestiones personales sola resolverlas a puetazos en una
lucha casi siempre espectacular, en la cual, el que se consideraba vencido
daba la espalda y se retiraba sin decir una palabra. Era una muestra de
valor y de destreza, una especie de duelo reglamentado, en la opinin de
Nordenskield, profundo conocedor de las costumbres de los chiriguanos.
Los guaranes no conocieron la plaga del alcoholismo, que lleg con los
europeos. Entre los guaranes no haba bebedores solitarios. El kaui fuerte era un brebaje de fiestas, prohibido para nios. La bebida nacional no
pasaba de ser un mosto de frutas, y las fermentaciones de mandioca o
batata rallada y de maz o algarrobo molido, contenan poco alcohol.
No usaban narcticos, eran reservados para los avar y pay en sus evocaciones. Parcos en fumar y tomar mate, daban preferencia al uso de la
hierba y del tabaco como medicina.
Estos antecedentes explican la escasez de homicidas. Tambin, la ausencia de crceles, innecesarias en todo sistema de drstica penalidad y en
la vida de guerra permanente que los guaranes llevaban. Tampoco haba
entre los guaranes un servicio de polica, en el sentido moderno, por-
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se votaba. Cada uno poda emitir su opinin, que desde luego se haca
con toda libertad, pues los guaranes eran grandes oradores y tenan el
orgullo de serlo. Se formaban bandos que se disputaban la verdad con
vehemencia en una controversia que duraba das, hasta que, agotada la
discusin, el mburuvich recababa la opinin de los ancianos. Esta opinin importaba una decisin que era acatada por todos. As se llegaba
a la unanimidad, punto que, unido a la igualdad pues todos pueden
aspirar a los ms altos cargos sin otros requisitos de idoneidad que el
valor y la elocuencia, dan a la democracia guaran rango y originalidad.
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El destierro como pena poda ser individual o colectivo, voluntario o forzoso. El guaran disconforme poda abandonar el tet en cualquier momento y radicarse en otra parte. Tambin poda hacerlo, por causas intestinas o cualquier parcialidad. En otras ocasiones, la expatriacin era un
castigo. Ejemplo de lo primero es la disputa a propsito de un papagayo
hablador entre los hermanos Tup y Guaran, relatada por el padre Guevara, y de lo segundo, el caso de los pirapei en el Alto Paran, precitado
por Bertoni.
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19. La esclavitud
Los guaranes, como pueblo conquistador por excelencia, se imponan
por la fuerza. De ah la esclavitud (tapiia) y la servidumbre (mboy), dos
instituciones bien diferenciadas en la organizacin guaran. El tapiia
trabajaba para el amo en las rudas faenas del campo, y el mboya, en
los servicios domsticos como agregado de familia. Si los vencidos se
sometan de buen grado, quedaban, sin perder sus costumbres, como
vasallos. Es el caso de los guayanas, que fueron sometidos por los paranaigura; los arauko, por los karai-guaran, y los chae, por los chiriguanos, pero sin dejar de observar en la convivencia la distancia de clase,
pues no se conceba que un chiriguano pudiera estar a las rdenes de
su vencido o que una chiriguana pudiera tener amores con un chae.
Pero, si entre los vencidos haba alguien que se destacara por su valor,
el prisionero escapaba de la servidumbre para caer bajo el rito de la
antropofagia.
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18. La eugenesia
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21. La mayoridad
Entre los guaranes, la mayoridad no se determinaba por los aos cumplidos, como entre los incas (diecisis aos), sino por el desarrollo corporal y
aptitudes del individuo. Su capacidad para casarse y para tomar parte en
las asambleas dependan de su consagracin como guerrero, guaranijhra,
palabra que deriva de guarini, combatir, o del guaran, y significa confederado.
Ordinariamente, gracias a los duros ejercicios fsicos a los que estaba sometido desde la infancia, el guaran acceda a la condicin de soldado a
los quince aos. Formaban parte de su educacin militar el manejo del
arco y de las dems armas de guerra. El arco tena un promedio de dos
metros de altura y estaba hecho de madera dura, lo que dificultaba su
manejo, tanto que, en trminos de Bertoni, ninguno de sus visitantes extranjeros supo tender un arco mediano de su numerosa coleccin. Tambin deba aprender, antes de ser proclamada su mayora de edad, la
resistencia al hambre, al cansancio y a las enfermedades; la urucuizacin,
hecha con una pasta de uruc y palma, como defensa contra la intemperie y las sabandijas, y la escarificacin, prctica corriente para familiarizar
al prvulo con el espectculo de la sangre y capacitado para soportar en
silencio el dolor.
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El guaran, cuando se refiere a sus hijos legtimos, dice che rai o che rayi,
segn sea varn o mujer. Ipicue dice el hombre de su primognito, y la
mujer, membikuimbae. Tratndose de un hijo natural, el padre le llama
che rai ocara, hijo de casado. Al hijo adulterino se le llama mendare raiembi, o sea tenido fuera del hogar, o mitarei, nacido de la nada.
27. Contrato
La voz ee, que significa idioma y tambin palabra, la cual tena
entre los guaranes una importancia jurdica extraordinaria. Dar su ee,
era consentir, comprometerse a cumplir algo, y se consideraba una ofensa
grave decir de un individuo que su palabra no vala nada (eerei). De ah
que al contrato se le llamara eeyoapi; al abogado, eengara, y al acto
de contratar, oeeyoapi, temimbota-yoya, que entraa una alusin a la
paridad con que deben actuar las partes. Del distracto decan yuavi.
Contratos conocidos entre los guaranes eran la compra (yo-gua, yemugueru), la venta (emumee), la permuta (embieco-via), sociedad
(iviporanoo), la donacin (mbaemeerei), el mandato (tembiyocuai), el depsito (ongatu), la prenda (hepimee-ranga), el uso (pur), el prstamo
(poruc), la locacin (yepur). Al acto de pagar llamaban tepikuemee, y al
de cobrar, tepikue-gueru. Salario se deca, aporepi, precio del trabajo. Al
acto de comerciar, en general, le llamaban em.
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El acto matrimonial, que se llamaba mend, era eminentemente consensual y no estaba sujeto a rito alguno. Pero daba lugar, en cambio, a ceremonias preparatorias que eran de rigor. El varn deba probar su condicin
de combatiente y ofrecer a la novia una dote (mendarep). Nordenskield
dice que el novio debe hacer su pedido a la madre de la novia y servir durante un ao en la casa, pero sin tener relacin con su prometida. La novia,
que ante todo tena que ser pber, deba pasar por terribles pruebas, dice
Guevara, para estar en condiciones de casarse. Salvo la de probar la sangre de sus enemigos, resultan verosmiles las prcticas que describe este
autor, entre ellas, la de estar bajo ayuno en una hamaca durante tres das,
la de someterse a duros trabajos, rapado el pelo, y la de verse obligada a
bajar los ojos, como enseanza de fortaleza y de recato. Luego, se la dejaba al arbitrio de los agoreros, quienes vaticinaban, a base del vuelo de las
aves y segn su calidad, el carcter futuro de la novia.
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de guat (caminar). La situacin jurdica de la concubina guaran no era comparable con la de la esposa (mendre), pues no formaba parte de la familia
legtima, y su papel no iba ms all de la procreacin.
Pero no ocurra lo mismo con sus hijos, que eran, ms que de ella, del padre. Los guaranes tenan la creencia patrilineal de que la raza se perpeta
por los varones y no por las hembras, consideradas como mero auxiliar en
el juego de la fecundacin. El padre, decan, pasa el hijo por el cuerpo de
la madre. De ah la tendencia, muy guarantica, a la equiparacin entre el
hijo legtimo y el hijo natural.
2. En materia de inmuebles, no se conoca la propiedad particular absoluta y permanente. La tierra era de quien la cultivaba y por el tiempo del cultivo, pues
al dejar de explotarla perda el titular su derecho eventual de dominio. Poda
ser trabajada por otro, que por ese acto se haca dueo de la finca. El factor
dominante en la adquisicin del derecho de propiedad sobre un inmueble,
considerado como res nullius, no era, pues, la ocupacin, sino el trabajo, tal
como hoy se enuncia en las doctrinas socialistas ms avanzadas.
3. Los guaranes practicaban un comunismo sui gneris que admite tres cla-
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ses de propiedad: la del ova mbae, que era ordinariamente la del mburuvicha, avar o persona expectable de la parcialidad; la del tava-mba, que
era como la propiedad comunal de nuestros das, y la del tupa-mba, que era
como una especie de fondo comn de reserva y previsin puesto a nombre
y proteccin de Dios.
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Otro rasgo interesante es la administracin de este patrimonio. En la propiedad privada, el titular dispona libremente de ella. En la propiedad comunal,
son el mburuvich y dems magistrados de la tava los que la administraban.
Pero en la propiedad del tupa-mba no haba administrador alguno. Lo lgico hubiera sido encargar esta administracin al avar, pero no. Cada uno
extraa del depsito comn lo que necesitaba, sin excederse nunca.
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Jorge V. Paladines(1)
Muchas gracias. Tratar de ser lo ms breve posible, pues en quince minutos es difcil poder sintetizar esta exposicin.
Si tuvisemos que intitular esta breve exposicin la llamaramos El
derecho penal y la Conquista de Amrica. La Conquista de Amrica es un
proceso inacabado, inconcluso, que an no ha terminado, el cual se manifiesta de algunas formas, incluso culturales. De ah, se recalcan las ideas
del profesor Benigno Rojas Va, que ha concluido su exposicin usando la
metfora del mestizaje. A partir de esta idea, precisamente, el derecho
latinoamericano es fruto, aparentemente, del mestizaje; sin embargo, el
derecho que tambin devino de los barcos se presenta como una forma
de racionalizar del comportamiento social indiano.
El proceso inacabado de la Conquista de Amrica mantiene mltiples manifestaciones de dominacin que no solo tienen que ver con la invasin
de la Corona Espaola. Este proceso se mimetiza en el poder punitivo a
travs de tres tipos de mestizajes: el cultural, el biolgico y el tecnolgico.
Por una parte, se habla de un mestizaje cultural que tiene mucha incidencia en la construccin filosfica de la dogmtica penal, naturalmente de
corte europeo; por otra parte, se habla de un mestizaje biolgico, como la
expresin ms grosera y nefasta que se ha develado en algunos discursos
criminolgicos. Finalmente, el mestizaje tcnico o tecnolgico se presenta
(1) Licenciado en Derecho summa cum laude (Universidad de Guayaquil). Mster en Derecho
Constitucional (Universidad Andina Simn Bolvar, UASB). Maestra en Ciencia Poltica (Facultad
Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) - Ecuador). Profesor en la Universidad Andina
Simn Bolvar (UASB) y en el Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN). Asesor de la Comisin
de Justicia y Estructura del Estado en la Asamblea Nacional de la Repblica del Ecuador.
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Jorge V. Paladines
El derecho se presenta, entonces, como una expresin del mundo civilizado. Lo civilizado es lo racional, lo que divide (no une) al mundo en tres
grandes continentes, tal como lo mantuvo la antropologa africanista de
ver al planeta desde lo civilizado, lo brbaro y lo salvaje. Los civilizados son
Europa, los brbaros son Asia, mientras los salvajes, frica. De ah que a
los americanos el mundo civilizado nos haya estigmatizado como salvajes, como una clara prolongacin del frica. Nuestra etnicidad nos es de
occidente, sino de oriente.
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Desde la Gesellschaft, cules seran las grandes caractersticas de Europa como sociedad? Quisiera aclarar que estas caractersticas no deben
tomarse en un sentido peyorativo para nosotros los latinoamericanos y
viceversa.
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Jorge V. Paladines
en lugares para que no signifiquen un estorbo para los jvenes, para quienes estn en las edades econmicamente activas en trminos de biopoltica,
para quienes pueden acumular capital simblico. Incluso hasta los nios no
son visibles en el espacio pblico, pues las generaciones en edad de reproduccin no se reproducen, tal como nos reproducimos los latinoamericanos,
tal vez a veces, hasta de forma precoz.
Los ancianos o los nios, o las personas que no forman parte del crculo
de la produccin, y que en trminos etarios importan socialmente poco
por su edad, son relegados del espacio pblico. En la comunidad, aunque
sean personas adultas mayores, estn con nosotros, pues generalmente
no los abandonamos. Este es un valor, por supuesto. No estoy diciendo
que la comunidad necesariamente sea mejor que la sociedad, o viceversa.
Se trata de dos connotaciones distintas a partir de ejemplos muy simples.
Por lo tanto, a partir de lo que se entiende por comunidad y sociedad, de
cmo se comporta la Gemeinschaft y la Gesellschaft naturalmente, cmo
se estructura el derecho de la comunidad a partir de las concepciones
fundamentales de la sociedad?
504
El derecho es una construccin de la sociedad, de la Gesellschaft. El mismo Max Weber posicionaba desde sus tipos ideales a la sociedad racionalizada a partir del valor de la libertad. As, nosotros (la Gemeinschaft)
estaramos en el ltimo eslabn de los tipos ideales, donde solo gobierna
lo afectivo y la emocin por si acaso. En la sociedad se articulan vnculos a travs de los intereses. Esta quiz sea otra forma de ver al derecho
desde una especie de rational choice jurdico. Asimismo, en la sociedad
el tiempo es lineal; por ende, no se puede perder tiempo porque the
time is money. El tiempo desde Popper a Kuhn hace ver a la sociedad
como un tren de alta velocidad. El tren llega a las 03:45:38 hs. y a esa hora
est, aunque un segundo antes no lo veamos en una lnea a menos de un
kilmetro. En la comunidad el tiempo es ms heurstico. Si nos reunimos
entre amigos nuestras conversaciones giran en torno a lo retrospectivo,
siempre tendemos a abrazarnos y recordar. Quiz en Europa haya tambin
comunidades dentro de las sociedades, de ah la gran diferencia tambin
entre los comportamientos de Italia y Alemania.
La Gesellschaft sobre la cual se articula este modo de ver el derecho tuvo
una influencia filosfica determinante en la construccin de la dogmtica
penal. Podra decir que desde la filosofa de la ilustracin hasta los mismos
grandes pensadores que estimularon el desarrollo de la dogmtica penal,
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Jorge V. Paladines
relaciones sociales en el espacio pblico colonial, eran verdaderos manuales de exclusin. As fue relegada a inicios del siglo pasado la presencia de comunas, comunidades, pueblos y nacionalidades indgenas del
centro de la ciudad de Quito, debido en gran medida al notorio xodo
del campo a la ciudad para volver al Tiangues del que fueron desterrados siglos atrs.
Indudablemente, si hemos de hallar una grosera criminologa positivista
es precisamente en los captulos o libros contravencionales que legislaron
(amordazaron) las costumbres de los habitantes que no guardaron ni reprodujeron los comportamientos citadinos de corte europeo. No obstante, similar fenmeno puede tambin encontrarse en la parte dogmtica de
nuestros cdigos penales, donde se silenci normativamente al indio pero
de forma ms elegante.
Esta omisin se desprende de la misma teora del delito. Tal es as, que
precisamente la parte ms dbil, dentro de los avances que se han dado
en la dogmtica penal, es la que trata sobre la culpabilidad. Es el punto
ms dbil de la dogmtica penal, sin embargo, se nos presenta como una
posicin de la modernidad. Cuando se ha tratado de enfocar tericamente las diversas costumbres ancestrales desde la culpabilidad se lo ha hecho tambin desde un discurso tutelar.
506
Hablar de la inimputabilidad del indio como lo ha mencionado el profesor Jos Hurtado Pozo del Per o del error de prohibicin culturalmente
condicionado puede ser un gran avance. Sin embargo, su abordaje terico
puede partir de un peligroso discurso tutelar, que es divulgado como un
gran favor que les estamos haciendo a los indgenas para que no sean
imputados porque yerran en la comprensin de la ilicitud de las normas
estructuradas por la sociedad. En el ms radical de los casos, parecera
que habra que tratar a indgenas incluso desde las neurociencias, como si
tuvieran algn problema cerebral para entender lo que la norma no pudo
introyectar en su comportamiento.
Otra vez, la hermenutica de los blancos para interpretar la realidad
de los indgenas. Aunque no creo que haya intenciones racistas en la
construccin de alternativas jurdico-dogmticas, por ejemplo, del error
de prohibicin, parecera que no hay ms recurso que usar el lenguaje
concesivo o residual de los callejones de la culpabilidad. Dicho en otras
palabras, las realidades de los pueblos ancestrales o los restos de los
pueblos ancestrales no tuvieron siquiera una pizca de influjo en las
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Jorge V. Paladines
totalmente el mundo del indio para adaptar el proceso del castigo al mundo del blanco. Los ritos de la semntica y prctica penal en nada se le parecen a las formas de solucin de conflictos de los pueblos ancestrales, en
donde incluso hasta los sueos son medios de prueba. No estoy diciendo
que las reglas del debido proceso (obviamente occidentales) deben relativizarse hacia una radical posicin desde lo diverso en la cultura aborigen.
De lo que se trata en la crtica es de reconocer que en los restos de los
pueblos aborgenes existen todava formas comunitarias para solucionar
el conflicto, y que aunque parezcan inusuales o poco convencionales son
prcticas que debemos al menos comenzar a dialogarlas frente a los
paradigmas de la justicia occidental, ya que ningn principio del derecho
occidental est grabado en piedra.
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Aparece entonces ligado al proceso judicial cierta infraestructura de poder, que es nada ms y nada menos que una forma de imponer una cultura
sobre la otra. Es muy difcil ver entonces una construccin que entienda el
sentido del derecho asumiendo las realidades de los pueblos indgenas,
toda vez que las infraestructuras jurdicas son eminentemente europeas.
La Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires es ms parecida al Reichstag que a los edificios de Tenochtitln; la Corte Suprema de
Justicia de Lima tiene dos leones en su entrada, algo ms parecido al arte
barroco egipcio-francs que a Machu Picchu.
En fin, el edificio de la Corte Suprema de Justicia de Colombia y algunas
universidades y facultades de derecho manejan un sentido infraestructural
donde lo simblico, al igual que el uso de las palabras para la litigacin
oral, refleja la imposicin de una cultura sobre la otra hasta en el mbito
judicial. Metodolgicamente, tal vez estas reflexiones (de tipo ms etnogrfico) nos ayuden a observar que el mundo occidental tienda a reproducir bajo esquemas tecnolgicos procesos de conquista.
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Finalmente, ya en el plano operativo de la justicia indgena o de las diversas formas de justicia ancestral, se presentan al menos cinco confusiones,
que yo creera que estn distorsionando el sentido del dilogo intercultural entre estas formas ancestrales con la funcin del derecho penal, mejor
dicho, de los saberes penales como bien seala el maestro Zaffaroni.
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Jorge V. Paladines
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Reprochar como tortura formas que en las comunas y comunidades indgenas son interpretadas como una reincorporacin a la comunidad es
abandonar el debate sobre la penalidad convencional que ha mantenido Occidente, toda vez que no se debe descartar jams que la pena de
encierro es en s la ms aberrante forma de tortura que ha mantenido y
mantiene el mundo civilizado. Por el contrario, el encierro o la crcel es
inexistente en la justicia indgena, en cuyo caso la pena ms agrave es la
expulsin de la comunidad.
Sin embargo, en Ecuador hay un reconocimiento de todas las competencias desde el mbito constitucional (desde el art. 171), para darle atribuciones materiales a los diversos sistemas de justicia indgena, con el
perdn de emplear la nomenclatura luhmanniana de sistemas. Desde
nuestra Constitucin de la Repblica, las comunas, comunidades, pueblos
La quinta confusin, finalmente, es una deuda moral de los derechos humanos sobre la lectura del conflicto indgena. La actual moral jurdica de
los derechos humanos no reconoce, como un imperativo categrico, las
realidades del conflicto y sus diversas soluciones en los pueblos indgenas.
Tengo que decirles que hasta el mismo relator de Naciones Unidas para
Pueblos indgenas, James Anaya, no ha podido responder en el mbito de
lo que es la competencia material, es decir, qu temas debera conocer la
justicia indgena, que desde mi punto de vista son todos.
En ese sentido, sobre los restos de los pueblos aborgenes debo decir
que tal vez haya aqu un punto de discrepancia con algunos de ustedes
la justicia indgena es un constructo, es un proyecto de la modernidad. No
se puede hablar de un reconocimiento. Muchas de las prcticas ancestrales que encontramos como justicia indgena son impostadas desde la
cultura occidental.
El fuete ante la comunidad, que es una prctica muy comn en los pueblos
andinos centrales de Ecuador y tambin de Per, es la misma picota pblica que termin de aplicarse en Europa entre los siglos XVII y XVIII, solo
que ac la migramos folclricamente a nuestra Amrica Latina, a nuestra
Amrica india, bajo esta forma. El fuete lo hacan, lo cometan, los espaoles hacendatarios contra nuestros indgenas. Sin embargo, esa realidad
qued impostada a manera de una cultura del castigo sobre nuestros pueblos indgenas.
He ah, entonces, que el papel de entender las realidades de nuestros
indgenas es verdaderamente un proyecto de la modernidad, es algo revolucionario. Este mismo papel nos hara creer que no necesariamente
todos caminos de la justicia nos conducen a Roma, pues hay veces que la
justicia nos lleva por los caminos del Inca.
Muchas gracias.
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En trabajos anteriores hemos sostenido la idea de que el modelo foucaultiano sobre el poder y la sociedad, biopoltica, es posible de apreciar
en el tratamiento que los Estados latinoamericanos han dado a sus pueblos originarios. Las necesidades de acumulacin capitalista han hecho
imperiosa la administracin y control de la nuda vida del indgena en
trminos tales que la regulacin local ha ido adecuando el derecho propio
indgena al mercado globalizado y a la transnacionalizacin, instaurndose as un neo colonialismo persuasivo y tentador. Un neocolonialismo que
no reconoce, sino que tolera al indgena en la medida en que respete los
lmites que han sido impuestos por la cultura dominante, esto es, un otro
indgena no real. Ahora, cuando traspasa estos lmites, cuando el indgena
de las chuspas y morrales, el artesano, el orfebre, el recolector de piones
reclama sus tierras antiguas por cauces no institucionales, aplica castigos
corporales a sus miembros, o deja a un nio en el altiplano mientras va a
buscar a los animales retrasados y el nio se pierde y muere, la respuesta
penal se torna intolerante, y en ocasiones violenta, independientemente
de que el discurso pblico considere o no justificadas estas conductas.
En la base de esta tolerancia represiva hacia el indgena se encuentra la
idea de que este es un anormal, idea que se remonta a las races del positivismo criminolgico imperante en la primera mitad del siglo XX, y que
marc profundamente el trato hacia el indgena latinoamericano. Toms
Guevara, rector del liceo de Temuco, uno de los mayores defensores de
los indgenas a principios del siglo XX, que denunci el despojo de tierras
(1) Abogada. Doctora en Derecho. Postgraduada en Criminologa (Universidad de Salamanca, Espaa). Investigadora de la Universidad Central de Chile y profesora de la Universidad
de Valparaso.
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1. Presentacin
513
y disenta de las formas de asimilacin oficial, sostena la inferioridad intelectual y moral del indgena respecto del hombre adelantado, indicando que su actividad cerebral es restringida; no posee la facultad de reflexionar demasiado, porque se fatiga i distrae, i por lo tanto, de producir
concepciones complejas. Es susceptible, pues, de recibir cierto grado de
cultura, pero la olvida con facilidad. La influencia tenaz de las costumbres
de sus antepasados lo arrastra a la vida brbara.
No es de extraar entonces que, cuarenta aos ms tarde, el criminlogo Medrano Ossio repitiera ideas similares para sostener la inimputabilidad del indgena aludiendo a una inferioridad social y racial, lo que fue
denunciado por Lpez Rey y Huscar Cajas quienes, adems, especialmente este ltimo, sealaban que estas posturas estaban basadas ms en
sentimientos e intereses propios que en razonamientos cientficos. Sobre
todo en aquellos que vean en el indgena una incapacidad para asimilar
el modelo de la cultura dominante, fuere por su alcoholismo, por su criminalidad o por su analfabetismo, dado que su inters no pareca ser otro
que continuar manteniendo al indgena como mano de obra barata, segn denunci coincidentemente y ms o menos en la misma poca Carlos
Maritegui, quien daba al indgena la condicin de explotado en el proceso productivo, al igual que el campesino. Preso del mensaje simblico
que realizaba la prensa, en Chile, el pueblo apoyaba estas ideas y daba
su vena a la pacificacin de la Araucana en donde, preparando la llegada
de colonos, y facilitando el camino a los ya llegados, el Diario El Mercurio
publicaba una seguidilla de artculos, mes a mes, en el que daba cuerpo a
las ideas de anormalidad y salvajismo del indgena.
514
Fue as como el despojo de nuestros pueblos originarios, especialmente en el cono sur, cobr sentido ante el no indgena, privndoles no
solo de sus tierras, sino tambin de su cultura, sus costumbres y su derecho propio. La subsistencia de algunos de ellos en varias regiones de
Latinoamrica, su reconocimiento constitucional y de sus mtodos propios de resolucin de conflictos ha sido fruto de sus lidias y no meras
caridades de los poderes gobernantes.
En este trabajo se pretende demostrar que la respuesta punitiva por parte
del Estado de Chile para las demandas territoriales indgenas mapuche,
y la consiguiente criminalizacin de sus comunidades, ha provocado un
hermetismo en las comunidades ms afectadas y la recuperacin de su
derecho propio ante la desconfianza que les provoca el sistema de justicia
Asimismo, se pretende demostrar que las formas de Az Mapu que se advierten responden ms bien a la idea de mecanismos de autocomposicin
o de un sistema sancionatorio con escasos atisbos de procedimiento, que
vara de una comunidad a otra, en donde existe una consecuencia jurdica
a la infraccin, pero no responden al concepto de derecho penal.
Hemos realizado un pequeo trabajo en terreno en la zona de Malleco
y Cautn, que cuenta con entrevistas a comuneros y operadores del sistema penal. Por razones de tiempo solo me referir a lo que se observ
y convers con comuneros que fueron considerados, a juicio de nuestros
expertos, representativos de algunas comunidades por su condicin de
autoridad que pudieran aportar datos relevantes. Fue as como primeramente nos dirigimos a los lof(2) de Temulemu (Traigun), Kurrache y Temucuicui (Ercilla), Yeupeco (Padre las Casas) y Muco Bajo (Lautaro). En todos
estos lof la criminalizacin ha sido muy fuerte; en casi todos ellos se ha
aplicado la ley de conductas terroristas a sus autoridades ancestrales y
han tenido procesos de desarrollo de violencia sucesivos. El lof Temulemu
inici su criminalizacin a principios de 2000 con la aplicacin y posterior
condena por delitos de terrorismo de los lonkos(3) Juan Pichn y Aniceto
Norn, cuya causa fue vista hace poco en la CIDH por infraccin al debido proceso. Hoy en da quien ejerce autoridad es el hijo del fallecido
lamngnem(4) Pichn. Tras larga lucha, el lof Temulemu recuper buena parte de su territorio, tiene cierto grado de autonoma y la ejerce a travs de
la administracin por parte de la comunidad de la escuela y del proceso
productivo de la misma.
En el lof Temuicui y sectores aledaos, tambin la criminalizacin ha sido
constante. Varios de sus miembros (werkenes) han sido procesados por
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2. El Az Mapu
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propio Az Mapu, sus propias costumbres, su propio sistema, pero respetan principios esenciales: el Yam y el Gen. Yam significa respeto y ha sido
interpretado por algunos historiadores como un continente de normas de
respeto a la tierra (Yam Mapu), al agua (Yam ko), al fuego (Yam Ktxal), al
aire (Yam Krrf), a los animales (Yam Kullin), a las montaas (Yam Mawiza), a las aves (Yam Urrm), a las serpientes (Yam Filu), entre otros.
A partir de estas ideas resulta fcil comprender que no pueden establecerse grandes diferencias entre infracciones civiles y penales. Todas rompen
el equilibrio en mayor o menor medida, por ello es que se aprecian mecanismos preventivos de la violencia y que se manifiestan al primer atisbo de
conflicto. En la comunidad mapuche, la primera medida es conversar entre
las partes afectadas, cualquiera que sea el tipo de transgresin. As ha sido
desde tiempos antiguos y contina sindolo. Segn da cuenta Guevara,
antes de entrar a las vas de hecho, se propiciaba un arreglo y exista una
especie de tarifa de composicin para todos los crmenes. En la actualidad, la avaluacin estandarizada del dao se ha perdido, pero mantienen
el mecanismo preventivo, y frente a la pregunta como resuelven un conflicto entre comuneros, en las comunidades de Malleco ms golpeadas por
el conflicto territorial y la criminalizacin, tanto el kimche del lof Temuicui,
Ercilla, como la uke(6) del lof Kurrache, el comunero Tralcal del lof Lleupeco, el lonko y el werken irripil del lof Muco bajo de la comuna de Lautaro, responden que primeramente conversan entre ellos. En este sentido,
puede uno apreciar que, entre ellos, la punicin opera como ultima ratio.
Asimismo, en el pueblo de Galvarino, el concejal nos da cuenta que tambin la gente conversa entre s, pero que se han perdido las instituciones
propias y que la gente ms bien ante un conflicto acude a la autoridad
oficial y se realizan las denuncias correspondientes.
Con ms o menos diferencia se aprecian mecanismos autocompositivos
del conflicto. En el sector de Ercilla, lof de Temuicui y lof Kurrache, los
asuntos primero se conversan, mirndose a los ojos, cara a cara como
enfatiza la comunera Cayul.
(6) uke: madre.
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El Gen son las entidades superiores dueas de todas las cosas, incluso
de nosotros mismos (Gen che), cuyo significado puede compararse a las
obligaciones/sanciones para la transgresin al Yam.
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Todos los comuneros de estos lof coinciden en que no es correcto entregar todos los conflictos a la justicia chilena, primeramente deben resolverlo ellos, pues no confan en el Estado. Y eso lo aprenden desde pequeos,
y cmo no, si son blanco de la punicin no solo legal sino tambin ilegal.
Tenemos un adolescente en la crcel de CholChol, acusado de homicidio
de un parcelero, que lleva un ao y dos meses en prisin preventiva. Otro
adolescente, a quien con infraccin de ley, se le est aplicando la ley de
conductas terroristas. Hace menos de una semana atrs, en el sector de
Chequenco, Ercilla, cercana a los lof donde hemos realizado entrevistas,
en el marco de un allanamiento, resultaron heridos una mujer y dos menores, uno de ellos de 11 aos, con siete balines en el cuerpo, que corresponden a armas institucionales de carabineros, quienes sealaron a la
prensa que los nios los atacaron primero.
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Por eso, no es de extraar que las prcticas del Az Mapu pervivan en estos
sectores, con mayor o menor intensidad, pero en silencio, al margen completamente del Estado, quien ignorante de las mismas, insiste en punir y
criminalizar. Un werken nos comenta: si uno recurre a la justicia winka(7) no
va a haber justicia porque nosotros somos los enemigos del Estado chileno, cmo le vamos a pedir justicia a ellos mismos?. En similar sentido se
manifest el lonko heredero de Temulemu, quien seala que no es posible
acudir primeramente al Estado porque les ha criminalizado; y en la misma
lnea, la comunera del lof Kurrache declar: a ningn mapuche le gusta
mucho andar en la justicia, manchar nuestro apellido () nuestros abue(7) Winka: as es como se refiere el mapuche a quien no pertenece a la comunidad, generalmente el hombre blanco.
los siempre nos dijeron eso, que tenemos que cuidar mucho el apellido
porque es muy mal visto en el pueblo mapuche, por ejemplo, que llegue
una patrulla de carabineros, donde una familia, mientras que Jos Tralcal
ha dicho: debemos volver a lo nuestro no podemos llegar a pedirle
justicia a nuestro propio enemigo, porque hoy en da ya no es convivencia
pacfica, ahora pasa a ser enemigo.
Respecto de las infracciones al Az Mapu, antiguamente, y segn dan cuenta algunos comuneros y autoridades entrevistadas, ellas podan dividirse
en delitos individuales y delitos colectivos. Los delitos individuales son los
que comete un comunero en contra de otro comunero, sea dentro de la
misma comunidad o de distintas comunidades, pero que afectan intereses
propios. Delitos colectivos son los que comete un comunero o comunidad
en contra de otra comunidad, es decir, que afectan los intereses de toda
la comunidad. Observamos entonces que para ellos, ya desde tiempos
ancestrales y mucho antes que entre nosotros, exista la nocin de bienes
jurdicos individuales y bienes jurdicos colectivos. Un delito colectivo sera, por ejemplo, envenenar el agua que alimenta a otra comunidad, robar
la cosecha comunitaria.
Esta concepcin difiere completamente de la sostenida por algunos autores antiguos, segn los cuales se castigaban el robo, el adulterio, el asesinato, la traicin y el maleficio, pero con otros componentes. Guevara, por
ejemplo, seala que, en mapuche, toda la concepcin de los delitos gira
en torno a la propiedad, como eje central, restndole valor a la vida. Se es
propietario de la tierra, de las mujeres y de los hijos. Y por ello, por ejemplo, no se castigaban el parricidio de la mujer ni de los hijos, mientras que
s se castigaba el adulterio porque era un atentado contra la propiedad
del hombre sobre la mujer (y no un atentado contra el orden de la familia).
Del mismo modo, los robos, que usualmente eran considerados delitos
graves cuando se producan al interior de la comunidad, dejaban de ser
ilcitos cuando se producan fuera de la misma, en donde ms bien se
reportaban como una especie de recuperacin. Es ms, segn el mismo
Guevara, cuando el robo se ejerca contra los espaoles, la opinin pblica lo aceptaba como hecho digno de celebrarse.
Las ideas de Guevara han sido refutadas modernamente por autores argentinos y algunos chilenos, quienes estiman que se tratara de afirmaciones
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3. Infracciones
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Otras conductas graves son las que tienen relacin con el abuso de cierta
condicin o podero, y por ello son graves los delitos que se cometen
contra ancianos y nios. Segn comentan, ellos no tienen abuso sexual
infantil, ese es un mal que afecta al winka, pero si se produjera, dicen, no
dudaran en castigarlo severamente. Otras conductas que perciben como
delictivas es el maltrato a la mujer o a otros miembros de la familia, debido a la importancia que esta tiene en la cultura. La violencia intrafamiliar
entonces, no es tolerada en la cultura mapuche, y entre sus causas se encuentran las mismas que en otros sectores de la sociedad: alcohol, celos.
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La reciprocidad viene dada por el hecho de que quien maloquea simplemente est devolviendo lo que recibi, lo que permitira reestablecer el
equilibrio roto. Como nos cuenta el werken del lof Muco bajo, si esta persona que va a hacer un maln a una casa y no logra entendimiento con una
familia o a lo mejor lo reciben mal y le pueden pegar inclusive () tiene
todo el derecho l y su familia si es una persona que tiene hermanos, primos, tos, familiares en ir a la casa y maloquear. Al mismo tiempo se respeta el principio de proporcionalidad, pues: tienen que pelear anciano con
anciano, mujer con mujer, joven con joven, se agarran a pelear y tambin
hay un protocolo, tambin es feo, que un joven le pegue a un anciano, es
muy feo, y todos lo indican con el dedo ese le peg y lo miran mal a uno.
El maln tiene tambin algo que refuerza la propia identidad bajo la ley
mapuche: se produce como una lucha de fuerzas entre la gente, se equiparan las fuerzas del mapuche, el que aguanta o no, si este mapuche yo le
gane la pelea o no le gane la pelea, por el hecho de yo pelear me respeta,
aunque pierda o gane por el hecho de pelear, de defenderme, la ley mapuche ya soy una persona digna de respeto.... Incluso, en tiempos antiguos, el winka se gan respeto maloqueando, como nos cuenta el lonko
irripil.
522
El ayllarewe est formado por nueve guillates, cada uno de los cuales
contiene a su vez cuatro lof, cada uno con su lonko. De esta forma, un
aillarewe estara formado por treinta y seis lonkos, que antiguamente se
reunan y transmitan oralmente el Az Mapu, designando a tales efectos un
hueipife, que es una especie de relator de la ley acordada entre los lonkos
de ese ayllarrewe (Jos Tralcal). Hoy en da, la ley mapuche se transmite a
travs de la familia y los ms ancianos.
5. Procedimiento
No se observa un procedimiento establecido para la investigacin ni la
sancin; sin embargo, lo relatado por el lonko de Temulemu respecto a la
ocasin en que resolvi un delito de lesiones citando a los involucrados,
sus familias y testigos, nos recuerda al antiguo Txaftun Lonkon, que era un
procedimiento mediante el cual se pona a los acusados frente a sus testigos en una especie de comparendo de prueba donde, con testimonios
de manifestacin de la naturaleza, y en el que los Gen y los Yam operaban
como una especie de amonestacin psicolgica para el espritu, se producan las confesiones.
El procedimiento es oral, y a diferencia de otras comunidades latinoamericanas en donde se pueden apreciar ciertos pasos, no se guarda ningn ritual, como en Ecuador, donde en algunas comunidades se aplica el
ltigo, la ortiga y el bao de agua fra en rdenes sucesivos, y en las que
el bao de agua fra, por regla general, opera, a mi juicio, como una especie de bautismo del purificado con la ortiga.
En el lof de Temulemu se nos relata que a veces, durante lo que podramos llamar etapa de investigacin, se puede acudir a una sorteadora
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Es muy importante recalcar que en el Az Mapu el origen del poder de juzgar es divino, proviene del Gnechen (Dios) quien la ha entregado primeramente al pueblo, a la comunidad, a los Aillarewe y a los otros pueblos,
lo que podra dar una nocin, como advierten algunos autores, de una
especie de jurisdiccin internacional.(9)
523
(vidente) para que ella diga donde se encuentran, por ejemplo, los animales robados. Este mecanismo procesal viene tambin de antao y se
llama Inarrumen, que consista en indagar los hechos a travs de terceros,
considerados especialistas por sus dotes de clarividencia (machis, adivinos, sorteadores). Cuando se ubica a los animales, se va a la casa de esas
personas y se las maloquea, quitndoles los animales.
6. Sanciones
En cuanto a las sanciones, cabe indicar que en la mayora de los comuneros entrevistados se advirti la idea de reinsercin del sujeto a la comunidad. Con el mecanismo preventivo descrito anteriormente la conversacin, se busca ms bien que el sujeto reconozca su error y lo enmiende.
Cuando no da resultado, se aplican otro tipo de sanciones, como el aislamiento, que en nuestro derecho sera tal vez una sancin ms informal,
pues para nosotros no priva de ningn bien jurdico. Para el mapuche es
importante porque su identidad reside en el colectivo.
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8. Reconocimiento oficial
El mayor problema que tienen los indgenas reside en las propias constituciones, ya sea por ausencia de reconocimiento caso chileno, ya sea
porque se quedan en meras declaraciones de principios. Estas constituciones, que al menos en el caso chileno han sido impuestas por la fuerza
de las armas y hechas, como ha dicho entre nosotros Guzmn D'Albora, a
pedir de boca de las oligarquas, desconocen la existencia de la especificidad indgena.
A partir de entonces se genera la problemtica en materia penal sobre
cmo resolver este punto, especialmente en aquellos casos en los que el
No obstante y en el mbito de la teora del delito, en todas ellas se encuentran presentes la tipicidad y antijuridicidad del acto que realiza el indgena. Categoras como la inimputabilidad, el error de prohibicin y el
error de comprensin culturalmente condicionado, han sido sustentadas
con ms o menos fuerza, incluso por los penalistas y criminlogos ms
progresistas. Aqu, entonces, es donde se abre el debate entre lo dogmticamente correcto y lo poltico criminalmente viable.
Lo dogmticamente correcto, en mi opinin, es sostener que ellos
realizan ejercicio legtimo de su derecho, es decir, habra una exclusin
de la antijuridicidad. Esta opinin, que causa escozor entre los penalistas
especialmente chilenos, con honrosa excepcin del profesor Guzmn
DAlbora, se ve ensombrecida por los lmites que se establecen tanto a
nivel internacional como nacional, a lo que no me referir por razones de
tiempo.
Lo poltico criminalmente viable parece inclinarse ms bien por una simple exclusin de la culpabilidad, y que encuentra apoyo en las cultural
defences norteamericanas hasta llegar al error de comprensin culturalmente condicionado. Todas ellas extraen del mbito del injusto la cuestin de la diversidad y lo dejan entregado a una valoracin en cuanto al
sujeto simplemente, olvidndose del hecho.
No deja de parecerme esto ltimo una mirada vertical del asunto, que
parte de la constatacin de un Estado y una legislacin hegemnicas,
que abre poco a poco sus puertas, pero en la que los derechos de los
excluidos quedan supeditados a la escala de valores dominante. A pesar
de que yo misma, optando por lo poltico criminalmente viable, he acogido la idea del error de comprensin culturalmente condicionado del
profesor Zaffaroni.
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indgena cae bajo la legislacin oficial. En Chile, por ejemplo, esto ocurre
siempre, pues no se reconoce valor a los propios mecanismos de resolucin de conflictos; mientras que en otros pases como Colombia y Ecuador
sucede cuando el indgena comete delito fuera de su territorio. En materia
penal, nuestro atrasado reconocimiento va siguiendo la senda de otras
legislaciones, aparentemente ms avanzadas, reconociendo en la ley indgena la posibilidad de considerar la costumbre indgena como antecedente para aplicar una eximente o atenuante de responsabilidad penal. Solo
la costumbre, no sus sistemas de resolucin de conflicto.
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9. Conclusiones. Propuestas
No tengo muy claro si es bueno o no que el Estado de Chile intervenga
en estos reconocimientos. Desde mi modesta percepcin intercultural y
despus de haber conversado con mapuche criminalizados, hay varios
que me han indicado que no quieren que el Estado les reconozca sus
sistemas, porque, en sus propias palabras, si el Estado interviene y crea
tribunales indgenas, sern sus tribunales, con sus leyes, y no con las
nuestras.
No obstante ello, me parece que al menos, por respeto al principio de
ne bis is idem, debera haber un reconocimiento a estas distintas formas
de resolucin de conflicto, de manera tal que no se permita a un indgena cuyo conflicto ha sido resuelto por su comunidad solicitar justicia
chilena.
De todas formas, el primer paso a dar es hacer la consulta correspondiente a estos pueblos. Sentarse, como dicen ellos, a conversar.
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Tomar partido
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Bolivia: 2009. La mayora de las reformas y de los nuevos textos constitucionales modifican el concepto de unidad nacional; enfatizan la idea de
que ella no se logra por medio de la homogeneizacin de las diferentes
culturas, sino acentuando las diferencias y dndole ms valor a todas las
formas del pluralismo. Muchas de las cartas polticas definen a sus naciones como pluritnicas y pluriculturales.
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Las reformas han sido muy dismiles y, en este sentido, las nuevas constituciones de Bolivia y Ecuador han dado un salto cualitativo en la materia.
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Ni el cdigo penal argentino ni los cdigos procesales penales han incorporado los estndares constitucionales e internacionales de reconocimiento de la diversidad cultural. A la vez, hasta la fecha no se ha diseado
una poltica criminal que refleje el contenido social de raigambre intercultural. Esto es parte del desafo an pendiente.
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No podemos olvidar que otra de las funciones del derecho es la produccin, conservacin, transmisin de ideologa y la construccin de la
conciencia del dominado. Tampoco podemos olvidar que los efectos de
ese discurso se extienden ms all del simple control social que se consigue con la promocin de conductas por medio de la amenaza de la violencia, que el control social o dominacin incluye la formacin de la conciencia del sujeto de derecho.
Es por ello que hacer efectivos estos derechos y volvernos realmente un
Estado intercultural implica, sencillamente, ponerle fin a la idea de soberana punitiva.
Terminar con aquella ilusin supone, a su vez, reconocer ciertos derechos
especficos a los pueblos indgenas por su calidad de tales y cuyos titulares
son aquellos mismos pueblos como colectividades.
Este reconocimiento requiere, tambin, el abandono de las teoras liberales que sustentaron no solo la creacin del propio Estado, sino todas las
polticas institucionales a lo largo de nuestra historia.
Comprender las implicancias del reconocimiento constitucional de la
preexistencia tnica y cultural nos permite dimensionar las resistencias a
su efectiva implementacin.
De esta forma, entendemos que nos encontramos en condiciones de afirmar que se trata de un conflicto esencial y exquisitamente poltico.
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El desafo
de la criminologa
en el siglo XXI
De izquierda a derecha: Gabriel I. Anitua (Defensor Pblico oficial ante los Tribunales Orales
en lo Criminal), Mayda Goite Pierre (Decana de la Facultad de Derecho de la Universidad de La
Habana, Cuba), Juan Carlos Domnguez Lostal (Representante del Instituto Latinoamericano
de las Naciones Unidas para la Prevencin del Delito y el Tratamiento del Delincuente), Mximo
Sozzo (Profesor Titular Ordinario de Sociologa y Criminologa y Director de la Maestra en
Criminologa de la Universidad Nacional del Litoral) y moderador: Gabriel Bombini (Profesor e
investigador en Derecho Penal y Criminologa de la Universidad Nacional de Mar del Plata).
presentacin
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presentacin
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GABRIEL I. ANITUA
GABRIEL I. ANITUA(1)
(1) Doctor en Derecho (Universidad de Barcelona). Magster en Sistema penal y problemas sociales (Universidad de Barcelona). Diploma de Estudios Avanzados en Derecho Penal (Universidad del Pas Vasco). Abogado y Licenciado en Sociologa (UBA). Becario predoctoral del Gobierno Vasco, en la UPV de San Sebastin (1997-1999), y post-doctoral de la
Fundacin Humboldt, en la Johann Wolfgang Goethe de Frankfurt (2004-2005). Actualmente
trabaja como Defensor Pblico oficial ante los Tribunales Orales en lo Criminal y como profesor adjunto regular de Derecho Penal y Criminologa en la Facultad de Derecho de la UBA.
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GABRIEL I. ANITUA
Lo que quera compartir como segunda reflexin es esto que tiene que ver
con el componente poltico de ese campo y los discursos de y sobre l.
542
No reflexionar ms sobre la discusin presente y futura de las criminologas en punto a su competencia, o de cmo se define la criminologa.
Ello no es un tema menor, es importante, y algunos de los mejores profesores en mi casa de estudios han dedicado casi toda su produccin terica a discutir sobre el estatus epistemolgico: si es una ciencia, si no lo es,
de qu se ocupa, de qu se debera ocupar. Quiz como una suerte de
solucin de esos problemas labernticos, y saliendo por arriba o por abajo de esa cuestin, dir que todos los que se han ocupado de aspectos
que engloba la cuestin criminal son criminlogos. Incluso aunque no
les guste, aunque rechacen ese adjetivo. De hecho, mi maestro y mentor
Roberto Bergalli tambin rechaza, se enoja incluso, si le decimos que
es un criminlogo, un jurista que se acerca al saber sociolgico para reflexionar sobre el sistema penal, las consecuencias, sobre lo que hace el
sistema penal. Para l, la criminologa es ese saber producido a fines
del siglo XIX (la criminologa positivista) y no es eso lo que l y muchos
de nosotros hacemos, ciertamente (en esa idea, la criminologa debera
quedar en el arcn histrico donde se guard a la frenologa o la demonologa). En efecto, no puede ser esa criminologa aquella ciencia
sobre el crimen comprometida con la racionalidad de los expertos
positivistas, la que deba utilizarse en el siglo XXI, sino que debe ser el
campo de la sociologa jurdico-penal o sociologa del control penal.
Sin embargo, al ocuparse de lo que se ocupaban, tanto esas denominaciones como las que se quieran dar en el futuro coinciden en ese campo
polivalente, para el cual sigue valiendo la expresin criminologa. Sigue
siendo til, como nos recordaba Lolita Aniyar hace poco tiempo, porque
En general, esa relacin con la poltica tiene que ver con un desafo optimista, con una propuesta de cambio que es lo que justifica la poltica, que
siempre es o debe ser esperanzada. La poltica nos acerca ciertos cantos,
pero tambin la poltica remite a ciertos desencantos.
Reflexionar polticamente sobre y desde la criminologa implica pensar en
las consecuencias, hacer uso de la cautela, de la precaucin, incluso del
miedo. El miedo, de hecho, estuvo relacionado con el surgimiento mismo
de la reflexin poltica, pensemos en Hobbes. Y tambin, por tanto, con
la reflexin jurdico-penal, incluso criminolgica, desde el comienzo de la
modernidad, de las formas polticas que an nos rigen en este siglo XXI,
el Estado y de las formas econmico sociales que nos rigen, el mercado.
El miedo aparece, desde entonces, asociado a propuestas, a discursos, a
discusiones, a prescripciones, pero tambin a prcticas esencialmente peligrosas, manipuladoras. Pero el miedo tambin ha tenido y tiene alguna
utilidad. Puede serlo si se usa sobre todo ligado a la responsabilidad.
Principalmente, y hasta el momento, he hecho algn tipo de investigacin
de tipo histrica, es decir, me he ocupado del pasado de las criminologas,
y tambin formul algn tipo de descripcin del presente. Pero en este
caso, frente a la convocatoria de este Congreso, me dije: caramba, hay
que pensar acerca del futuro.
Pensando en qu poda llegar a decir, me interpelaron mis hijos uno de
cuatro aos y la otra de siete y me hicieron reflexionar filosficamente.
Yo no tengo convicciones religiosas, no creo en la trascendencia, pero me
hicieron reflexionar sobre la muerte, sobre la vida, cuestiones filosficas,
porque me preguntaban especficamente qu iba a pasar con ellos cuando yo no estuviera.
Frente a esa interpelacin tom conciencia de que, de alguna forma y
espero que dentro de muchsimo tiempo seguimos vivos despus de la
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estratgicamente ese lugar existe (tanto acadmica como mediticamente) y usarlo servir para prestar con mayor eficacia a la discusin necesariamente poltica que debemos obligarnos a presentar en el futuro. Y a
esto es a lo que quera referirme, a los desafos en el sentido ms bien de
lo externo, de las consecuencias de esos discursos y prcticas dentro del
campo de la criminologa y la poltica criminal. Por cierto, no es novedoso
relacionar a la criminologa con la poltica o con la poltica criminal, como
ha dicho Maida antes.
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GABRIEL I. ANITUA
muerte. No vivos, en verdad, pero con cierto grado de responsabilidad despus de la muerte. En este caso, frente a mis hijos me siento responsable
y me pregunt qu va a ser de ellos cuando yo no est. Y, ms all de lo
que les contest para tranquilizarlos, tom conciencia que yo no voy a estar,
pero de alguna forma voy a estar, o al menos va a haber alguna consecuencia de los actos que yo haga en vida respecto a ellos y a todos los habitantes
de esta sociedad en la que incido.
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Por el contrario, prestar atencin a las consecuencias puede ser una buena
forma de adoptar y aumentar un enfoque crtico. De hecho, al hablar de
consecuencias no estoy inventando nada, sino que me hago un poco cargo del llamado paradigma antietiolgico. Esto es, de aquello que forma
una caracterstica definitoria de la misma criminologa crtica.
La criminologa es tan abierta porque tiene esa virtud o defecto de indefinicin, de poder inventar su propio horizonte. Algo que no parece
que puedan hacer siquiera las disciplinas especialmente comprometidas,
como la medicina o el derecho. Y esta reflexin sobre el horizonte, que es
reiteradamente mencionado por Zaffaroni, ya trae aparejada una visin de
futuro, de mirar hacia delante. Tal forma de expresarse sobre la cuestin
del objeto o de lo que le da contenido y unidad a un saber viene de la
filosofa en general. Es aquello hasta donde puede llegar a la vista el sentido a partir de esa disciplina y sus problemas. Lo cierto es que tambin la
criminologa tradicional ha inventado sus horizontes. Ms que inventarlo
incluso se puede decir que los ha robado o los ha tomado prestados de
otras disciplinas: la medicina, la sociologa, el derecho, el urbanismo, la
Esta es una reflexin necesaria de la poltica y de la poltica criminal, especialmente vinculada a la responsabilidad social. Una responsabilidad que
obliga a que las prcticas y los discursos relacionados con esas prcticas
obren con cautela. Aqu tampoco estoy siendo original, estoy intentando
aplicar categoras que ha popularizado recientemente nuestro maestro
Zaffaroni.
Zaffaroni es el primero que habla de una criminologa cautelar, o que piensa en una futura utilidad de estos saberes mltiples para obrar con cuidado, para ser cautelosos. Cuidadosos porque no solo las prcticas, las
polticas criminales directamente, sino tambin los discursos que justifican
que en gran medida son en algn caso construidos por esas prcticas,
pero que a la vez construyen o le dan condiciones de posibilidad a esas
prcticas deben asumir esa tica o esa responsabilidad que nos aporta
la criminologa cautelar. Esto que nos obliga tambin a ser, entre otras
cosas, rigurosos, serios, arriesgados pero asumiendo ese riesgo con seriedad. Para eso, resultar urgente a esta criminologa poltica la necesidad
de hacer investigaciones empricas para describir, ms o menos cuidadosamente, algunas realidades sobre las que se pretende incidir. La poltica
est destinada a cambiar una realidad, pero para hacerlo debe conocerla,
sopesar relaciones de fuerzas, condiciones de posibilidad.
Esa necesaria investigacin vinculada al momento emprico tambin est
en relacin con los discursos que la posibilitan, que le dan inicio, y aquellos
que van a ser su natural consecuencia y van a inspirar polticas. Muchas de
las investigaciones son dependientes de ese campo disciplinar en el que
se inspiran, en el que se han formado sus autores. Los psiclogos irn por
un lado, los mdicos, los socilogos, los juristas, los historiadores. Todos
ellos, no obstante, van a tener que tener tambin un punto de contacto
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GABRIEL I. ANITUA
Esto puede ser que, otra vez volviendo al aspecto interno de las criminologas, dispare objetos hacia campos imposibles de abarcar. En este sentido,
quiz una deformacin como jurista, entiendo que es fundamental adoptar actitud cautelosa de reflexionar sobre un objeto de la criminologa, de
esa cuestin criminal, de ese campo vinculado con el derecho penal o ese
campo jurdico penal.
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La palabra criminologa y la palabra criminal, comparten una etimologa con la palabra discriminar. Crimen viene de sealar, de signo. Ese
signo de Can que fue la primera marca o consecuencia del delito en el
discurso bblico. Una marca, entonces, que es la caracterstica, la marca de
fbrica de lo penal, de lo que es materia objeto de la cuestin criminal. Y
en dos lugares diferentes que son especialmente sealados por la criminologa. Por un lado, la consecuencia directa de la pena, del castigo, que
era en los tiempos modernos anteriores a estos ltimos doscientos aos
efectivamente marcar el cuerpo, sealarlo, producir un estigma (stigma es
la voz griega que significa tatuaje, es decir, tatuarle en su cuerpo, hacer
visible esa marca de la criminalidad con efectos varios hacia el futuro). Pero
tambin algo que es previo y sealado por la criminologa, esa coincidencia con esos cuerpos marcados, incluso en forma previa a ser atrapados
por la pena: la selectividad. La marca, por lo tanto, caracterstica de la
criminologa o la cuestin criminal es una marca de la desigualdad, se marcaba (y se marca, ahora sin hierros, pero con efectos igualmente imborrables) para producir polticamente un sujeto diferente e inferior, un desigual
como inferior. Y tambin son aquellos desiguales, aquellos diferentes pero
vistos como inferiores, los que van a ser luego inferiorizados, los que son
seleccionados estructuralmente por los sistemas penales del mundo, pero
particularmente de Amrica Latina. En Amrica Latina hoy nos caracteriza
el problema del hiperencarcelamiento, un problema que es latinoamericano y que muchas veces decimos que es un problema global, que
Estados Unidos tambin encarcela mucho e incluso que los Estados
Unidos encarcelaba mucho o encarcel mucho en un momento y en un
contexto diferente. Pero es hora de asumir nuestros problemas. Si hablamos del siglo XXI, los que encarcelan ms y con mayor velocidad son
Advertir ello debe estar de la mano con la actitud de cautela, tener cuidado con esa funcin de proponer un futuro con menos violencia. Claramente, la idea rectora de la poltica debe de ser la de reducir las violencias, las
violencias interindividuales, pero tambin o principalmente las violencias
practicadas por las propias polticas, las violencias del Estado. En ese sentido, parece fundamental actuar en estrecha relacin la criminologa, o las
criminologas, con la poltica criminal y el derecho penal, con funciones
mltiples de cautela frente a estos fenmenos que intentamos estudiar,
acerca de por qu nuevas leyes, no solo penales de fondo sino tambin
procesales penales, dificultan reducir o, incluso, no aumentar desmesuradamente el nmero de personas castigadas. Esas leyes siempre surgen, en
principio y ms all de la orientacin poltica de cada quien, con objetivos
bien intencionados: las polticas en general tienen buenas intenciones,
pero producen dolor.
Tener cuidado es advertir, desde los mbitos de las criminologas del peligro, sobre seguir utilizando esa herramienta en lo que hace a la criminalizacin primaria, pero tambin en lo que hace a la criminalizacin secundaria. Y es aqu donde resulta fundamental pensar en polticas ya no solo
legislativas sino polticas de aplicacin, de organizacin de las instituciones del sistema penal: polica, crcel, pero sobre todo jueces y operadores
de la justicia penal. Con esto quera relacionar, efectivamente, la poltica
criminolgica con necesarias propuestas de reforma de nuestros sistemas
judiciales y de cambios culturales en sus actores, jueces, fiscales, abogados; principalmente destinada a reformas culturales para que acten cautelosamente. En todo caso, que acten, porque efectivamente a lo que
quera llegar es a la idea de que algo hay que hacer.
El qu hacer? es una pregunta esencialmente poltica, y de tradicin
de izquierda de la poltica, porque si algo caracteriza a las polticas de
izquierda tiene que ver con la bsqueda de la igualdad y tambin la de la
libertad. Y qu hacer para lograr esto es la pregunta histrica de la poltica
y tambin de la criminologa de izquierda (estoy pensando en el Qu
hacer con la ley y el orden? de Jock Young y John Lea).
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nuestros pases: Brasil, Chile, Uruguay, Argentina. En ellos, hoy, el crecimiento del nmero de presos es mayor que en los Estados Unidos. En los
Estados Unidos, claro, era difcil que siguiera creciendo, pero es importante tomar en cuenta este dato para hacernos cargo del futuro de nuestros
encarcelamientos.
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GABRIEL I. ANITUA
Reconocer la violencia en las formas de orden existentes permitir pensar si ella es capaz de ser eliminada o reducida y hasta dnde.
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El gobierno significa el uso de la fuerza o la coaccin, al menos desde que es tal en las sociedades modernas. Y tambin en las actuales,
que a pesar de todo continan sindolo, esta violencia se hace evidente
para todos e insoportable para algunos ya que se mantiene el modelo
de reaccin y defensa del orden impuesto. Esto conlleva los problemas
irresolubles de la propia ley penal, si ella pretende ser solamente el orden
reactivo y, por tanto, la violencia justificada. Si el derecho es fuerza se debe
elaborar la doctrina jurdica de ejercicio limitado de esta que funcionar
en lo procedimental, pero encontrar sus lmites en la utilizacin poltica
concreta. Si en esta utilizacin no hay nada que lo legitime otorgando un
contenido material y un intento de realizacin de gobierno distinto al de
la exclusin y al de la fuerza, no podr ser realmente ms que un adorno
del gobierno de la violencia. La principal precaucin o cuidado en estas
materias, que son las nuestras, radica en que para alejarse realmente de la
violencia y la discrecionalidad, el gobierno debe dejar de parecerse a ellas
y a sus instituciones paradigmticas, como la polica, la judicatura y la prisin. No es casual que estas agencias sean, y seguirn sindolo hasta que
la poltica encuentre formas mejores de gobierno, el objeto de atencin
de las criminologas del futuro.
Hablar aqu de desafos de la criminologa significa hablar de la violencia, de los debates polticos criminales, de la vctima, de los sistemas de
encierro, de la prisin preventiva. Por ello, creo que los desafos de la criminologa son desafos claros.
El problema est en cmo la criminologa va a contribuir en el enfrentamiento eficaz de esos desafos y en la determinacin de propuestas metodolgicas vlidas; en lograr que se pase de discursos a efectos concretos
de cmo lograr esos fines. Ello, con la conciencia de que no ser posible
resolver la cuestin criminal sin una lucha por un clima de convivencia y
armona entre las sociedades, y por una disminucin sensible por supuesto de la inequidad y la desigualdad social.
El siglo XXI nos ha trado una expresin significativa: la sociedad de riesgo.
Todos los das repetimos que vivimos en una sociedad de riesgo, como si
fuera un slogan parecido al que en su da enarbol la criminologa crtica
cuando, hablando del positivismo jurdico, dijo: nada funciona.
Los medios de comunicacin son un baluarte importante en la construccin de esa sociedad de riesgo, en eso que el profesor Zaffaroni llama
de manera espectacular la criminologa meditica.
El trnsito, entonces, de la poca industrial a la denominada poca de
riesgo o sociedad de riesgo es un trnsito autnomo, y annimo tambin,
que se caracteriza por la transformacin del basamento de las ciudades
o de las sociedades que eran tradicionales e industrializadas que pasan
a tener una nueva concepcin de modernidad; y en esa modernidad
est la sociedad de riesgo. Por lo tanto, en este momento tenemos que
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tener una visin social distinta tanto de los fenmenos, como respecto
de cmo actuar y cmo ser. Debemos dudar permanentemente del conocimiento, debemos cultivar el escepticismo metdico en contraposicin a la repeticin de los actos que sirvieron como cemento de esa
sociedad tradicional y que hoy, por supuesto, como hemos dicho, han
perdido su estructura.
Debe existir, entonces, un movimiento que marque, desde lo social, los
mecanismos sociopolticos que vayan a tomar cuerpo, y a formar el diseo
y la promocin de las normas penales.
La seguridad, convertida en uno de los temas de ms actualidad, ha desplazado la atencin que los especialistas le venan confiriendo a la prevencin. El temor al delito, por tanto, ha impulsado un desplazamiento
en el centro de la atencin terica y de la ejecucin de programas para
satisfacer las necesidades y exigencias sociales de una denominada tranquilidad ciudadana.
En ese entramado, el derecho penal tambin est convocado a un conjunto de reformas, de replanteos, de modificaciones profundas, que tienen
como modelo el tradicional esquema de ese derecho penal clsico que
debe seguirse transformando.
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Hoy el derecho penal y sus retos lo colocan ante nuevas y variadas formas delictivas, llamadas no convencionales o de nuevo tipo, que
rompen tambin con los paradigmas y, por lo tanto, requieren de un
replanteo en los modos de enfrentamientos a esa delincuencia denominada no clsica.
Por ello, las clsicas figuras delictivas para las que estuvo diseada la dogmtica ceden, cada da, sus espacios a figuras diferentes; es en torno a
esos cambios y al desarrollo de nuevas sociedades que las figuras delictivas han ido adoptando las ms variadas formas, alejndose de la estructura tradicional.
Ante este reto, redisear una poltica criminal efectiva requiere de las instituciones del llamado derecho penal clsico ese que algunos dicen
que sigue manteniendo las estructuras clsicas de tipicidad, antijuricidad
y culpabilidad, las que ahora deben ser pensadas desde el prisma de su
funcin poltico criminal. Ello nos obliga a retomar la idea del sistema del
andamiaje jurdico, en el que el pensamiento sistemtico y problmico
Qu debe hacer, entonces, la criminologa? La criminologa debe consolidarse y generar nuevos retos capaces de interpretar el control social
de una manera diferente. Es necesaria, tambin, la identificacin de los
problemas criminolgicos a nivel local para que las propuestas sean diferenciadas, aun cuando pertenezcamos a un mismo entorno social. El
Caribe, por ejemplo, es muy diverso. All nos encontramos dominicanos,
portorriqueos y cubanos; no hay duda de que nos une la salsa, pero sin
embargo somos diferentes en su catamiento y tenemos que tener metodologas distintas. Por lo tanto, hay que hacer una metodologa general
pero con alternativas particulares capaces de enfrentar la globalizacin y
sus consecuencias.
La globalizacin es humana y creativa para los fuertes, y sumamente inhumana para los dbiles. Provoca, entonces, una polarizacin sin precedente que nos obliga a adoptar un nuevo enfoque en el campo de la
criminologa.
La bsqueda de ciertos efectos de poltica criminal y la satisfaccin de
algunas necesidades puntuales de protagonismo social del derecho penal
actan como comunes denominadores de todos estos intentos; intentos
estos que no pretenden generar un retroceso en el terreno ganado, sobre
todo en lo que respecta a la necesidad de la intervencin mnima del derecho penal esa intervencin mnima que parecera estar solo en las clases
de derecho penal de los profesores universitarios.
Nuevas instituciones, entonces, aparecen en la palestra: el derecho penal
del enemigo, la contraposicin entre minimalismo y maximalismo penal;
en lo sustantivo, la conformacin de tipos penales distintos, tipos de consumacin anticipadas, problemas de participacin, responsabilidad penal
de las personas jurdicas. En lo procesal, nuevas y modernas tcnicas de
investigacin, frmulas premiales que sirven de cobertura legal para ampliar la intervencin del Estado en mbitos donde el derecho clsico ya no
hubiera podido hacerlo, el arrepentido, la declaracin de coimputado, los
agentes encubiertos, la infiltracin policial, la vigilancia electrnica y las
intervenciones de las comunicaciones privadas, todo para combatir una
determinada sociedad de riesgo y la inseguridad ciudadana.
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La criminologa debe regir segn el mecanismo de denuncia que demuestre lo inadecuado de la globalizacin como se concibe hoy en da, poniendo al descubierto su relacin directa con el aumento de los factores
crimingenos, no solo en el sur casi siempre olvidado, sino tambin
en ese poderoso norte.
Por ello, no se trata de parcializar el problema de la intervencin penal, sino de ensear un programa integral de poltica criminal, haciendo
un estudio cientfico de las distintas formas de la criminalidad organizada, para realizar planteamientos apropiados de prevencin segn sus
particularidades.
Concretamente, en lo que respecta a la organizacin criminal, en el futuro la lucha contra las organizaciones criminales, los mecanismos de
imputacin comprendidos en la violencia colectiva, la responsabilidad
organizativa, la actitud criminal de grupos y sus vinculaciones con la criminalidad de empresa.
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Urgencias hay muchas: la proyeccin de un medioambiente sano, la proteccin de los grupos vulnerables, la proteccin de la economa para
que sirva para que todos podamos vivir en un mundo medianamente posible. La lucha por la dignificacin del ser humano. Esas seran nuestras
urgencias. Y hacia all debe tender la criminologa.
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MXIMO SOZZO(1)
1.
La primera idea tiene que ver con la nocin misma de criminologa y parte, de algn modo, primero de lo que me sugiri el ttulo del panel y, en
segundo lugar, de una ancdota reciente. Hace poco tiempo, estaba cenando con dos intelectuales formados en el campo de la antropologa y la
sociologa respectivamente. Ambos trabajan sobre temas relacionados con la cuestin criminal, utilizando vocabularios tericos provenientes
de estos dos campos del saber; ambos se dedican a hacer investigacin
emprica sobre temas vinculados a la cuestin criminal y son referentes importantes en el debate acadmico en la Argentina. Los dos, a lo largo de
la conversacin, diferenciaban sus perspectivas de hecho, uno de ellos
lo hizo recientemente incluso en un texto que acaba de publicar de lo
que, supuestamente, la criminologa implicara. En sntesis, ambos decan: nosotros no hacemos criminologa. Al preguntarles qu entendan
ellos por criminologa, me devolvieron ambos una visin de la criminologa
extraordinariamente tradicional, muy similar a la que se poda encontrar
en tratados y manuales de derecho penal en Amrica Latina hace 25 aos,
y fuertemente ligada a la matriz positivista en torno a la cual se fund la
(1) Profesor titular de Sociologa y Criminologa y Director de la Maestra en Criminologa de
la Universidad Nacional del Litoral.
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Yo creo que hay distintas razones que explican este tipo de persistencia de
una visin muy tradicional del significado de esta expresin. Una de ellas
es el fuerte legado cultural de la era de oro de la criminologa positivista
entre 1880 y 1940. Otra de ellas es, seguramente, la falta de institucionalizacin de la criminologa en tanto algo diferente de aquella matriz
decimonnica en el mundo acadmico argentino algo que podemos
ver tambin en los otros pases de Amrica Latina: unas pocas materias
optativas en algunas carreras de derecho y ciencias humanas y sociales
(Sociologa, Psicologa, Trabajo Social), unos pocos investigadores o grupos de investigacin dedicados a tiempo pleno a estos temas, unas pocas
carreras de postgrado en la materia.
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dilogo. Esto se aleja mucho, por supuesto, del ideal de la disciplina cientfica construido en la matriz positivista del siglo XIX.
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El campo de la criminologa es complejo y polivalente porque las perspectivas tericas que lo habitan y los mtodos de indagacin que se utilizan
son muy diferentes entre s, pero adems, como deca antes, porque los
problemas que se piensan tambin son problemas distintos. Si hacemos
ese mismo ejercicio con esas dos revistas que acabo de mencionar, vamos
a encontrar artculos sobre el delito desprofesionalizado de los jvenes
marginales de las ciudades contemporneas sobre la trata de personas
como un delito transnacional en el contexto actual, sobre las representaciones sobre el rol y funcin de los trabajadores penitenciarios, sobre la
violencia policial, etc., o sea, una marea de problemas, un conjunto extraordinariamente amplio y heterogneo de cuestiones. Estamos muy lejos de aquello que soaron los criminlogos positivistas cuando pensaron
en la expresin criminologa.
Todos esos problemas son de algn modo re-enviables a algo que podramos llamar la cuestin criminal, para usar una expresin que en espaol
se utiliza muy frecuentemente, especialmente en los ltimos aos. Es una
expresin que se us (desconozco si realmente fue inventada all) a mediados de los aos 1970 en el crculo de los criminlogos y penalistas crticos italianos que fundaron, justamente, la revista La Questione Criminale,
para pensar una manera de plantear el problema que les interesaba de un
modo alternativo a cmo lo planteaba justamente los saberes tradicionales
tanto la criminologa positivista como el derecho penal tradicional en
el contexto italiano. La cuestin criminal era una expresin que esos
criminlogos crticos pensaron para generar una puesta en cuestin de
eso que se denomina criminal o delictivo de hecho, el parentesco con
la nocin de cuestin social del siglo XIX es muy importante. En el
marco de los esfuerzos por definir en esa literatura de fines de los 70 y
comienzos de los 80 qu es la cuestin criminal, la nica manera que,
creo yo, de algn modo subsiste exitosamente hasta la actualidad es pensarla como un rea con lmites difusos de actores, discursos y prcticas;
como una cuestin ligada al tema de cmo se juega aquello que llamamos delito en las sociedades contemporneas. Es un rea de confines
mviles, difusos, flexibles, que para poder ser abordada necesita de un
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dilogo constante con las producciones intelectuales de los diversos campos de las ciencias sociales. Pongo un ejemplo: un tema muy debatido
en la criminologa contempornea, para muchos autores y desde muchas
perspectivas, es cmo los reclamos de castigo de los movimientos sociales estn impactando en la legislacin y la justicia penal. Es un tema muy
interesante que atraviesa distintos movimientos sociales, desde los movimientos preocupados por el medioambiente hasta el movimiento de mujeres. Ahora, cmo podemos construir investigacin sobre ese problema,
sin de algn modo construir un dilogo con la literatura contempornea
sobre los movimientos sociales? Es, sencillamente, imposible. Por eso, los
confines de aquello que la cuestin criminal es se vuelven difusos, es
un conjunto de problemas que no puede no tener como reflejo un campo
de saber que es complejo y polivalente. Esto tambin sucede desde el
punto de vista de las orientaciones polticas. En este sentido, este campo
de saber est tambin atravesado por conflictos y batallas. Eso, de vuelta,
nos puede gustar ms, nos puede gustar menos, nos gustara que sea
colonizado por determinada orientacin poltica afn a nuestras propias
preferencias, pero no es as.
2.
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La segunda idea que querra plantear en esta presentacin tiene que ver
con algo que est vinculado a mi propio trabajo de investigacin y que se
me present como una conexin evidente cuando pensaba en el ttulo del
panel. En lneas generales, desde hace ms de una dcada estoy muy interesado por el problema de la traduccin de los vocabularios tericos en
los discursos penales y criminolgicos del centro a la semiperiferia o a la
periferia y tambin en los viajes entre estos contextos, que se producen
en el marco de las estrategias y prcticas de control del delito.(2) Es un
tema que ha generado mucho debate en los ltimos aos.
Produjo, inicialmente, mucho debate en el nacimiento de la criminologa
crtica en Amrica Latina que construy una mirada extremadamente crtica acerca del pasado criminolgico que le adjudicaba un rol importante
a la adopcin acrtica, para recordar a Rosa del Olmo, al consumo poco
(2) Sobre esto, ver: Sozzo, Mximo (ed.), Reconstruyendo las criminologas crticas, Bs. As., AdHoc, 2006; Melossi, Dario, Sparks, Richard y Sozzo, Mximo (eds.), The travels of the criminal
question, Hart, Oxford, 2011; Sozzo, Mximo, Viajes culturales y cuestin criminal, UNES, Caracas, 2013 (en portugus, Viagems Culturais e Questao Criminal, Ro de Janeiro, Revan, 2014).
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Los productos traducidos han sido siempre objeto de cambios, han sido
objeto de creatividad e inventiva local. Podramos tambin ver esto en
distintos ejemplos del pasado, pero me interesa ms bien pensarlo en
esta presentacin con ejemplos del presente. En la actualidad, constantemente se estn produciendo traducciones criminolgicas en Amrica
Latina. Daba el ejemplo de la lectura de Wacquant, que me parece muy
interesante: mucha gente en Amrica Latina lee el presente de la inflacin
penal en nuestra regin utilizando las categoras de Wacquant, exportndolas en forma acrtica a contextos en los que pueden resultar bastante
paradojales. Una operacin que el mismo Wacquant ha promovido en un
artculo del ao 2003, por ejemplo, en el que piensa el caso de Brasil y,
prcticamente sin ninguna mediacin, construye una idea de que lo que
est pasando en aquel pas es lo mismo que lo que est pasando en los
Estados Unidos. Algo as como que los brasileos, para ser duros con el
delito, estaban esperando la importacin de las ideas norteamericanas,
que es algo un poco difcil de acordar ya que hay una vieja historia de
dureza penal en Amrica Latina que no requiere ni discursos ni tcnicas
construidas en los Estados Unidos.
Pero me parece que reflexionar sobre el rol de las traducciones es algo
muy relevante para quienes hacemos investigacin social en este campo
del saber. Las traducciones son un rasgo que nos va a acompaar y nos
va a seguir acompaando. Pero, rescatando un poco el espritu de esa
frase de Rosa del Olmo que recordaba hace un rato, sera indispensable
que estemos ms dispuestos a generar metamorfosis de aquello que traducimos a partir de algo que no sea simplemente nuestras intuiciones. Y
me parece que aqu est el punto en el que esta idea se conecta con el
ttulo de este panel: uno de los desafos cruciales es generar un encuentro
no empirista con el momento emprico en Amrica Latina. La nica manera en la que las traducciones dejen de ser consumo poco digerido de
Bibliografa
Melossi, Dario, Sparks, Richard y Sozzo,
Mximo (eds.), The travels of the criminal
question, Hart, Oxford, 2011.
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Voy a tomar como punto de inicio el primero de los trminos, los desafos. Los desafos que tenemos, hoy en da, desde nuestra oficina de
ILANUD para los convenios celebrados de Argentina en la ciudad de La
Plata.
Nosotros abordamos los siguientes temas: reformulacin de los sistemas
penitenciarios mediante la participacin activa y directa con los actores
que trabajan los sistemas, tanto privados de libertad como funcionarios
penitenciarios.
A modo de ejemplo, el domingo prximo iremos a la Provincia de
Entre Ros con el Director General de ILANUD, Lic. Elas Carranza, para
firmar un convenio con dicha provincia a los fines de poder colaborar, mediante nuestras acciones, con el Poder Judicial de Entre Ros donde, a su
vez, recorreremos el sistema carcelario y trabajaremos para contribuir a reformular los planes de estudio y la formacin de los funcionarios penitenciarios. A su vez, el jueves estaremos en La Pampa para ayudar a evaluar
el programa de formacin policial, as como tambin para brindar clases a
las personas que forman los cuerpos policiales.
Pero siempre sin perder de vista que el punto central de todo nuestro
trabajo es el cmo realizar acciones para trabajar directamente con los
recursos de la propia comunidad, como un garante de la seguridad humana de los habitantes, sin que importe el lugar y forma pero de manera
sostenida y permanente.
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Pero en este trabajo en particular me gustara centrarme en los temas referidos a reformas en el orden carcelario, en el orden de las instituciones
de encierro, porque, como dira Serrat: Entre esos tipos y yo hay algo
personal.
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Con el Lic. Roberto Santana, de Repblica Dominicana, quien desarroll muy rpidamente y de manera magnfica su propuesta educativa,
podemos tener similitudes y diferencias en algunos puntos, pero lo que
tenemos en claro es que en los lugares donde nosotros trabajamos, los
derechos humanos se respetan o haremos todo lo posible para que se
respeten; sin olvidarnos jams que las caras que tiene esa hydra, que es la
colonizacin y su aspecto econmico, nos ha generado que muchas de las
crceles de nuestra Latinoamrica estn privatizadas por empresas transnacionales que son las que fijan las modalidades, y que estamos comprando programas totalmente deplorables de lugares que han renunciado, por
ejemplo, a algunos elementos que nosotros consideramos claves.
Venden capacitacin sobre el hombre-mercanca y el hombre sin soberana para quien lo ha privado de su ms y mayor preciado bien, que es la
libertad.
En base a esto, y desde mi punto de vista, el actual desafo de la criminologa latinoamericana es resistir. Resistir y recordar tener memoria un
momento donde hemos perdido no solo a los mencionados, sino tambin
a otros que han quedado en el camino. Algunos compaeros de ustedes
a quienes conocen, conocan o conocieron, que quedaron en el camino y
no por violencia, sino porque la vida tiene un final insoslayable y a veces
nos convoca. As, puedo traer al vasco Beristan y sus hermosos trabajos.
A Elas Neuman, compaero de formacin. Los compaeros salvadoreos
que fueron asesinados, como Emilio Sandoval, Alfonso Reyes Echanda y
otros tantos. Cada uno de esos sufrimientos y pensamientos son parte de
nosotros, de nuestra historia.
Retomando el eje rector de nuestro trabajo, que es el desafo, queremos sealar el cmo trabajamos con la polica.
Tenemos un simple elemento de base: la polica debe ser educadora igual
que la persona que ocupe la funcin penitenciaria, y no un trabajador disminuido y en cierto modo soslayado. Digno en la defensa de sus propios
derechos y de los derechos de aquellos a quienes sirve en su accin de
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Desde el ao 77 prcticamente dcada del 80 y a cinco aos de habernos desarrollado en ese instituto donde yo tena ms o menos el mismo
tiempo que Elas, a dos aos de estar, empezamos experiencias que son
lo que llaman buenas prcticas. Pero esas buenas prcticas se sustentaron en el respeto a los valores culturales, y en el anlisis de qu comunidades integraban la poblacin carcelaria, en cualquiera de sus elementos:
cmo, quines, cmo se trabaja. All tenemos un pequeo triangulito, que
en realidad se lo debemos en parte a Jimnez de Asa a quien tuve el
placer de conocer en la Universidad de Buenos Aires en unas clases que
daba, no en forma acadmica ya que en ese momento no tena una pertenencia a una unidad acadmica, sino que haca una presentacin de
casos con otros representantes de la Repblica Espaola en el exilio. Por
otro lado, l, como algunos psicoanalistas, tuvo una profunda implicancia
en un libro maravilloso que marca el psicoanlisis criminal, donde analizan
vectores que todava no estn desarrollados.
Respecto a qu es subjetividad, es aquello que est por debajo de nosotros y que de algn modo, en determinados momentos, nos marca
en forma permanente, pero va cambiando con el juego de los tiempos.
Es evidente que es mucho ms que lo que llamamos el dispositivo del
psiquismo, o como lo quieran denominar en sus mltiples acepciones.
Antes, prcticamente ya lo escriban algunos autores africanos e italianos como Albert Memmi o a travs del Retrato del colonizado, de Frantz
Fanon, en sus discusiones con Lacan y Mannoni. Sobre ese intento de hacer sentir que haba algo que en ese entonces se llamaba instinto, despus se llamaron pulsiones, y podemos seguir tomando las distintas acepciones, cuando, en realidad, marcaba justamente el efecto de impacto del
control social punitivo represivo.
Teniendo estos conceptos y experiencias, pudimos trabajar en los lugares
donde se produjeron reformas, transformaciones a lo ya instituido y cristalizado y esto nos impulsa a buscar nuevos desafos en los programas que
tenemos ahora vinculados a la polica, a los penitenciarios y penitenciarias
a travs de un esquema bsico retomando a Jimnez de Asa que es
el derecho a la palabra, a ser escuchado, y a disentir.
Quiz el hecho de haberme desayunado de la violencia que desarroll el
terrorismo que ocup el Estado, no el terrorismo de estado, porque nadie
los eligi como Estado, en el bombardeo de Plaza de Mayo, que me toc
presenciar porque era delegado de la Escuela Industrial de la CGT, y tena 15 aos. Fueron 350 muertos, 2000 heridos, de los cuales no sabemos
cuntos sobrevivieron; para recordar eso y sin haber abierto causa, 50 aos
transcurrieron. En el 2005, un gran presidente de este pas, que fue Nstor
Kirchner, por primera vez, hizo recordar el bombardeo de Plaza de Mayo
y los fusilamientos de junio del 56. Otra gran expositora que estuvo ac,
Lucila Larrandart, tuvo el valor de asumir las denuncias del asesinato de la
primera vctima del proceso militar, una vez instituido.
Estimados colegas, cuando nos dicen, por ejemplo, en los programas
de privatizacin siempre empiezan con algo, una hermosa campaa
meditica todo lo que se hace es malo, es igual que con los telfonos,
con los trenes, con la explotacin del petrleo, con todo, y con nuestra
propia formacin nos dejamos, a veces, hasta bastardear en algunas cosas, como suponiendo que se sabe ms. Y entonces, recurrimos a importaciones, espurias, indebidas, y s lo que digo y me hago responsable de
cada cosa que digo, y prcticamente tratamos de que si tenemos la pelota
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frente al arco, para qu vamos a hacer el gol si se van a enojar los adversarios, y la tiramos afuera. Nosotros tenemos la mala costumbre de tirarla
adentro y tratar de hacer goles, desgraciadamente mucho menos de los
que nos merecemos. O no, a lo mejor lo merecemos, porque los trabajos
comunales universitarios, que es ese ttulo que dio el compaero, nos permitan la prevencin en el sentido de cumplimiento de derechos y de resultado de trabajos sobre las vulnerabilidades, que son dos: la psicosocial,
que tiene toda la especie humana por su nacimiento y sus condiciones de
autovalimiento, y las otras que son las que describen Zaffaroni y Mariela
Puebla, de la vulnerabilidad socio-penal
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Compaeros, yo no los voy a aburrir ni a cansar con esto. Podramos hablar de las experiencias que no son experiencias, siempre fueron programas en las villas de emergencia de la ciudad, en las villas de emergencia
en la provincia de Buenos Aires, en la provincia de Chubut, del trabajo
tambin en Brasil, con otra de las grandes prdidas que fue Antonio Carlos Gmez da Costa, quien nosotros pensbamos que iba a ser un sucesor de Paulo Freire. Voy a parecer otra gran ilustre, nuestra gran folklorista
ya desaparecida, solamente fsicamente, Mercedes Sosa, al decir que nosotros, en ILANUD no olvidamos nuestros muertos pa que naide quede
atrs. Pero convocamos a los vivos que estn en estas disciplinas a que
nos ayuden a retener esos campos que son de seres humanos. Y a renunciar al terror, por qu? porque el miedo sirve, el miedo nos ha salvado;
yo recuerdo una frase de un ilustre compaero que una de las veces, uno
de los chicos que estaba con l en una situacin muy crtica, le dijo: yo
nunca tuve miedo, y un mdico argentino le dijo: qu confusin, yo
siempre tuve miedo.
Lo que no hay que tener es terror, porque el terror paraliza, pero a veces
tambin justifica. Cuando justifica, justifica valores y legitima prcticas. Ese
es el desafo de la criminologa del siglo XXI.
Nuevas perspectivas
en la dogmtica
jurdico penal
PRESENTACIN
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presentacin
Seguidamente, Guzmn DAlbora centr su ponencia en la relacin existente entre derecho penal y discriminacin. Para ello, partiendo del anlisis
de una clusula agravante que se incorpor hace poco tiempo al Cdigo
penal chileno, y luego de explicar y objetar los distintos sistemas a travs
de los cuales distintos pases regulan penalmente la cuestin, sostuvo que
lo importante es el fundamento por el cual debe sancionarse la discriminacin, y que este fundamento debe buscarse en la filosofa del derecho.
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All, dijo, encontraremos un fundamento ideal, consistente en la diversidad, en el derecho a ser distinto a los dems; y otro real, relacionado
con la intolerancia y que sirve para explicarnos la proximidad de odio y
discriminacin en los delitos de instigacin, como tambin ciertas teoras
objetivas sobre la naturaleza de la discriminacin en la dogmtica penal
que quieren adscribirla a un problema de antijuridicidad, y para entender
la conveniencia de emplear una formula amplia para regular los motivos
discriminatorios, es decir, una frmula conceptual y no casuista.
Como corolario de todo lo expuesto, Guzmn DAlbora concluy que este
tipo de agravantes pertenece a la teora de la culpabilidad, y entendiendo
la misma como reprochabilidad de motivos, es en ella donde deben ser
considerados.
Hernndez comenz su exposicin reconociendo que es necesario que
Amrica Latina desarrolle su propia poltica criminal y su propia dogmtica
penal. Para lograr esto los pases de la regin deben ponerse de acuerdo
Este desarrollo de la dogmtica penal y de la poltica criminal debe intervenir procurando evitar que se desborde, o que se introduzcan en nuestras legislaciones penales criterios, instituciones, mecanismos y prcticas
que no siempre son compatibles con las realidades sociopolticas, culturales y jurdicas latinoamericanas. Ante esta afirmacin, Hernndez pone
como ejemplo lo que ha sucedido con el desarrollo de ciertos fenmenos
criminales transnacionales (terrorismo internacional) que, si bien es un
problema realmente grave, no se trata de un fenmeno propio de Amrica Latina.
Respecto a la correlacin entre la dogmtica penal y la reforma del procesal penal, Hernndez sostuvo que la tendencia es que los nuevos sistemas
procesales penales respondan a las exigencias de Estados democrticos
de derecho. Por ende, estos nuevos sistemas se regirn por ciertos principios fundamentales que ponen lmites al poder penal estatal y garantizan
los derechos de los individuos frente al ejercicio de dicho poder, reconociendo que el sistema procesal que mayormente se acomoda a tales
exigencias y se sustenta en los principios sealados es el sistema procesal
de corte acusatorio.
Hernndez finaliz su exposicin afirmando que los penalistas y los procesalistas serios deberan ocuparse de aportar criterios para reorientar los
sistemas procesales, atendiendo a sus ms altos objetivos en la realidad
latinoamericana, para que ellos no se conviertan nuevamente en mecanismos para abusar del poder estatal.
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La agravacin que se aadi al Cdigo Penal dice: cometer el delito o participar en l, motivado por la ideologa, opinin poltica, religin o creencia de la vctima, nacin, raza, etnia o grupo social al que pertenezca, su
sexo, orientacin sexual, identidad de gnero, edad, filiacin, apariencia
personal, o la enfermedad o discapacidad que padezca. As se legisla hoy,
con mala tcnica y con frmulas sumamente casusticas. Ya voy a volver
sobre esto para que ustedes vean la importancia que tiene tambin la
tcnica legislativa en el problema de la discriminacin.
Esta ley surgi en Chile prcticamente sin antecedentes; solo se conoca
una falta, el trato discriminatorio contra indgenas, que era una ley especial sobre proteccin de los indgenas y que fue una de las primeras que
se aprobaron en democracia. Haba, adems, una ley sobre libertad de
informacin y ejercicio del periodismo, en la que se consideraba un delito la realizacin de publicaciones o transmisiones a travs de medios de
comunicacin social que estn destinadas a provocar o promover el odio,
la hostilidad contra personas o colectividades en razn de su raza, sexo,
religin o nacionalidad. Eso era lo ms prximo que tenamos a la idea de
la discriminacin de inters penal.
En la legislacin extranjera, sin embargo, por lo menos desde fines de
los aos 80, ya se conocan varios sistemas para enfrentar esta cuestin:
Otro sistema consiste en describir delitos propiamente dichos de discriminacin. Tal el caso del Cdigo francs, que contempla la discriminacin en
el otorgamiento de ciertas prestaciones o servicios por parte del Estado,
principalmente.
Y por ltimo, otro sistema consiste en acuar ciertos delitos de esos que
Edward Kern llamaba hace 100 aos delitos de expresin, que estn
contemplados en la ley chilena, que regula la libertad de informacin, sealando como delitos a la instigacin pblica al odio y a la intolerancia.
Pues bien, estos sistemas que pueden, a su vez, combinarse entre s
y tornarse ms ricos a travs de este mutuo comercio, presentan todos algunos problemas, algunos inconvenientes o algunas objeciones de
carcter dogmtico. Particularmente, los sistemas que regulan delitos de
discriminacin propiamente dichos convierten la discriminacin en una
agravacin objetiva fundada en un mayor injusto de otros delitos.
Y el problema es que resulta sumamente difcil reconocer que all realmente hay un bien jurdico ofendido. Normalmente, se dice que lo que se
afectara en esos delitos discriminatorios o en esas agravaciones objetivas
discriminatorias sera la dignidad humana, aunque otros dicen que es la
igualdad de las personas. Pero resulta que, por un lado, en los delitos la
dignidad humana no puede considerarse un bien jurdico y que, como vamos a ver enseguida, tampoco entra en causa para nada en los actos que
se cometen por motivos discriminatorios; y que, por otro lado, la igualdad
entre las personas es un principio de justicia y una garanta constitucional
e internacional, es decir, puede ser, tal vez, fuente de objeto valorado, de
bienes jurdicos, pero constituye valor puro y no un bien jurdico.
Yo creo, para no ocuparme de los otros sistemas y sus inconvenientes, que
la forma correcta de determinar cul es la naturaleza de la discriminacin
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Este fundamento en la discriminacin, en el reproche que merece la discriminacin, yace en la idea de humanidad, pero no como principio terico sino como principio prctico; no es la idea abstracta de la humanidad,
sino que es la concrecin de la idea de humanidad. Efectivamente, la
humanidad en la filosofa del derecho. Maier, por ejemplo, nos presenta
a la humanidad como idea, como valor puro, como algo que exige que
nosotros, al mirar al hombre, prescindamos de las infinitas posibilidades
que constituyen nuestro ser social y no dejemos en l ms que su dignidad eminente, como hablaba el profesor Sez Capel.
Su dignidad eminente se dira que es de Kant y en realidad es cristianismo; su condicin de ser librevolente, pero eso ya no es cristianismo
en sentido estricto, es un fin en s mismo, no un medio para fin. Pero en
ese sentido, es decir en su puro significado teortico, lo nico que conoce
la dignidad humana es una igualdad bsica entre todos los hombres, y
esa igualdad no es, en absoluto, tocada por los actos discriminatorios. El
hombre, si necesita el reconocimiento de su dignidad, y aqu miremos la
Porque esa diversidad es lo que nos hace hombres, lo que nos constituye
como tales, y la que nos permite reconocernos a cada uno de nosotros
en la diversidad del otro como hombre. De modo que, cito aqu una muy
hermosa frase de Goethe, los poetas y los verdaderos artistas, no los que
pasan por artistas. Chile, por ejemplo, es un pas que dice ser el pas de
los poetas, pero la verdad es que tenemos muchos poetastros.
De la misma manera en que los poetas y los verdaderos artistas, para ser
tales, tienen que nacer (de ah, el poema de Neruda: Para nacer he nacido, he tenido que nacerme a m mismo), as tambin el hombre, para percibirse en su esencial humanidad, tiene que conocer y convivir con otros
que son diferentes. Nuestra propia naturaleza, fjense, nos impone, nos
dicta diversidad.
En esto, por lo tanto, la idea de la humanidad, de la dignidad humana en
que se encapsula la humanidad, tiene otro papel. Es eso que el poeta espaol Juan Ramn Jimnez llama la igualdad eterna que ata por dentro
lo diverso, en un racimo de armona sin fin (bueno, ah tienen un verdadero poeta...). Por eso es que, desde este fundamento real de la discriminacin como objeto de consideracin real, son equivocadas las alusiones
a la dignidad del hombre o al principio de igualdad. Esto es muy usual
en los colegas espaoles, que los consideran objetos de la tutela, bienes
que se ven afectados por los actos discriminatorios.
Algo, repito, que es constitutivo de nuestro ser o sea, de nuestra dignidad, algo que es un atributo medular de nuestra personalidad no
puede ser confundido con un bien jurdico. Los bienes jurdicos pueden
referirse a ese atributo, pero no deben confundirse con la dignidad del
hombre como tal.
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Y creo que, a la luz de lo que he dicho, la idea de que con los actos discriminatorios se ofende la igualdad entre las personas debe entenderse bien
descartada. La ofensa que hay, si es que podemos hablar de una ofensa
en el acto discriminatorio, es la del derecho de cada persona a ser distinta
de las dems. Ello se expresa muy bien entiendo que est vigente en
el art. 11 de la Constitucin de la Ciudad Autnoma de Buenos Aires, que
reconoce y garantiza el derecho a ser diferente, no admitindose discriminaciones que tiendan a la segregacin por razones o con pretexto de raza,
etnia, orientacin sexual, edad, religin, ideologa, opinin, nacionalidad,
caracteres fsicos, condicin psicofsica, social, econmica, o cualquier otra
circunstancia que implique distincin, exclusin, restriccin o menoscabo.
Difcil expresar, salvo por la cuestin lingstica que est muy casuista y
se puede recurrir a una frmula conceptual mejor, la idea que acabo de
expresar, de que aqu el atentado es al derecho de cada individuo a ser
diferente.
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Y la intolerancia, a su vez, hunde sus races en esta relacin de odio: discriminacin, intolerancia, odio. Es muy til tenerlo presente para el manejo
legislativo y doctrinal de la discriminacin, por algo los colegas argentinos
cuando se ocupan del problema de la discriminacin lo hacen a propsito
de esa agravacin que tiene el homicidio de delinquir por odio racial o
religioso. Y digo que es conveniente tener presente esa relacin porque si
son infinitas las circunstancias personales o sociales de un individuo o de
un grupo de individuos que pueden motivar el trato discriminatorio que l
reciba por parte de otros, eso se explica porque son tambin mltiples las
manifestaciones o clases de la intolerancia, primero, y del odio que est
por debajo, despus.
El odio Mguez Lpez lo llama as, esa ira en conserva que est ah
como por estallar o contenida. Esa actitud enconada o iracunda de quien
no consigue descargar su impulso destructivo puede traducirse en muchas formas de odio: religioso, poltico, profesional, racial, familiar, sexual.
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muy peligrosa porque nos puede hacer despear el carro hacia el derecho
penal de autor.
Yo creo que eso no necesariamente tiene que ocurrir as. Hay, adems,
una razn adicional para considerar los motivos y seguirlos valuando en
la teora de la culpabilidad y no postergar su consideracin para la teora
de la pena, como hacen algunos pases como Alemania, por ejemplo.
Y es que siendo la motivacin una especie de causalidad que pasa a
travs del vehculo psquico, como la defina Arthur Schopenhauer, a los
motivos.
Esa consideracin es la que permite engarzar el juicio normativo en que
consiste la culpabilidad entendida como reprochabilidad, es decir, un deber ser, y por otro lado, la consideracin emprica de los hombres que
no nos movemos como homnculos, como hombres medios, sino como
hombres concretos de carne y de hueso que sufrimos y actuamos segn
motivos.
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EDGARDO A. DONNA(1)(2)
(1) Abogado (Universidad de Mendoza). Doctor en Derecho Penal (Universidad de Mendoza). Doctor honoris causa (Universidad de Mendoza). Director de la especializacin en Derecho Penal del postgrado de la Facultad de Derecho, UBA. Profesor de las Universidades de
Rosario, Mar del Plata, Trelew, Baha Blanca y Mxico (CEPOLCRIM). Profesor titular Universidad de Belgrano. Exprofesor titular de la Universidad de Lomas de Zamora.
(2) El presente texto refleja la transcripcin de la exposicin realizada por el autor en el
Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa, celebrado en la Universidad de La Matanza, durante los das 5, 6 y 7 de noviembre de 2013.
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EDGARDO A. DONNA
En esta significacin, la libertad es una idea trascendental pura que primeramente no contiene nada tomado de la experiencia, recalco este prrafo:
nada tomado de la experiencia. Con lo cual no hay ninguna discusin con
respecto a los seores de la neurociencia que dicen esto y cuyo objeto,
en segundo lugar, tampoco puede ser dado en ninguna experiencia de
manera determinada. La cita es ms larga, pero dejo ac.
588
(3) El concepto positivo de la libertad crea ese tercer conocimiento, que no puede ser, como
en las causas fsicas, la naturaleza del mundo sensible (en cuya nocin vienen a juntarse los
conceptos de algo como causa en relacin con algo como efecto), solo que aqu no puede
manifestarse enseguida en qu consiste tal conocimiento, que nos indica la libertad y del que
a priori tenemos una idea, as como tampoco puede hacerse comprensible todava la deduccin del concepto de libertad a partir de la razn pura prctica, y con ella, la posibilidad de
un imperativo categrico. Para ello hace falta an dar algunos pasos previos. Kant, Immanuel,
Fundamentacin de la Metafsica de las Costumbres, Madrid, Alianza, 2002.
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EDGARDO A. DONNA
Pero yo tengo que tener una persona con atributos que a priori decido
que es libre, porque en la prctica, desde Kant para ac, hemos decidido
que en la experiencia no se prueba eso. Y realmente el derecho penal,
desde Reinhard Frank hasta hoy da, no ha modificado mucho el sistema,
ha inventado el siguiente sistema: la culpabilidad. Cuando se estudia la
culpabilidad, nosotros presumimos que todos somos normales, y eso es
lo que deca Frank, se presume, y si quieren puedo citar ms autores, pero
no quiero caer en la cosa de citar autores que molesta.
La idea del derecho penal es esta: todos nos consideramos normales,
hasta cundo? Hasta que alguien da la voz de alerta y dice guarda, este
seor es inimputable y lo metemos en el 34 del Cdigo, y el que est
en el art. 34, inc. 1 del Cdigo decidimos que no es libre. Por qu no es
libre? Porque tiene alguna enfermedad que no le permite comprender la
criminalidad del acto o alguien dice: ojo, atencin, este seor actu con
error. Pero si ustedes se fijan, el sistema es: regla/excepcin, regla/excepcin, regla/excepcin.
Entonces, est muy bien que los neurlogos digan lo que dicen, porque
causalmente tienen razn, y est muy bien que los juristas digan lo que
digan, mientras el sistema que tenemos nosotros sea de imputacin a sujetos libres con excepcin. Y por lo tanto la discusin carece de sentido, y
carece de sentido que yo ahora empiece a hablar de conectores cerebrales porque no entiendo nada, ms all de lo que todo el mundo puede
haber ledo.
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Es ms, tendra que haber ac, si vamos a tratar el tema, un neurlogo que
nos explicara por qu dice esto. Entonces est muy bien que ellos sigan
tratando lo que tienen que tratar y est muy bien que digan que el hombre no es libre porque causalmente no lo es, esto fue definido por Kant y
sigui en Hegel y sigui hasta ahora, y sigui en otros autores si uno lee
a Welzel tambin dice esto, porque son sistemas de imputacin.
Entonces uno puede discutir si la libertad existe o no, pero es una discusin vana, para m, porque vamos a terminar diciendo palabras que no
tienen sentido. El problema est, en este camino de la Crtica de la razn
pura y la Crtica de la razn prctica, dnde unimos ambas cosas? Hay
serios puntos para unir esto, por ejemplo cuando ellos, los neurocientficos,
me traen pruebas fehacientes de que un sujeto no comprende. Ah s tengo que tomar lo que ellos me dicen, pero son casos particularsimos.
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591
EDGARDO A. DONNA
Esto es lo que yo quera decir en estos pocos minutos que tengo, como
una especie de introduccin a una discusin que tiene que surgir tarde o
temprano, y demostrar que el derecho penal acta as, por ms discursos
que hagamos. Presuponemos que todos somos normales hasta que alguien dice: guarda, este no es normal, este es inimputable, que tambin
es una creacin normativa, tambin.
Entonces yo veo gente que se pone a estudiar qu es un psicpata, adems que nadie sabe lo que es eso, pero est estudiando derecho, el derecho tiene que preguntarle al otro lo que es eso, usted no sabe nada de
eso, no se meta en eso. Bueno, esto es lo que quera decirles, muchas
gracias.
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burguesa para ser ms exacto, en esa poca, para luchar contra los principios de la monarqua absoluta, as nos encontramos con grandes juristas y
pensadores, que ustedes los conocen tanto o mejor que yo.
Pero en un momento determinado del siglo XIX, cuando estos ya no le
fueron tiles al poder, sino que, al contrario, resultaron molestos al poder,
convino dejar que el poder punitivo tenga su aparicin en forma mayor.
Como cada tanto ocurre en la historia, era conveniente que no hubiera
tantos librepensadores que consideran la libertad, y todos ellos, gracias a Enrico Ferri, pasaron a integrar un grupo, aunque no era del todo
homogneo, pero que llam la Escuela Clsica (porque crean en la libertad, el libre albedro, en toda una serie de principios).
Entonces si llevamos a sus extremos, tengamos cuidado, porque los investigadores en neurociencia son tan absolutos que pretenden regular la
moral. Algunos neurocientistas norteamericanos han sostenido que la violencia est en el lbulo frontal, pero eso no significa que uno decide cometer un hecho antijurdico, sino que eso es la sinapsis que se produce en
su sistema elctrico del cerebro, la que hace que l piense, que l quiera,
pero en realidad no obra.
594
Yo creo que uno de los grandes avances del siglo XX ha sido la Declaracin
de los Derechos del Hombre de Pars, de las Naciones Unidas de 1948, que,
en su artculo primero, define lo que es persona y los derechos de igualdad que todos tenemos.
Si pasamos a ser cerebros va a haber mejores o peores cerebros, pero
ya no vamos a tener, esa es mi preocupacin, un derecho penal autor, un
derecho penal de acto, sino un derecho penal de autor.
El profesor Hassemer le daba rienda suelta a esto y deca que eran cuestiones de problemas de ciencias y que los penalistas no debamos preocuparnos por este tema. Hirsch dice todo lo contrario.
Ahora bien, por qu aparece todo este rollo de las neurociencias pretendiendo decir que no existe el libre albedro; por supuesto que neurocientistas como Singer nunca vieron la libertad en un cerebro. Claro, yo tampoco la vi nunca, yo no hago cerebros, pero nunca va a encontrar la libertad
en un cerebro, eso es un absurdo.
Me parece un dj vu a la criminologa italiana de Garfalo, de Lombroso, de Ferri. Cuando concluy toda esta ola de positivismo que nos llev
en parte al Holocausto, gracias a Hans Welzel por un lado, y a Giuseppe
Betiol, por el otro, aquel que luch contra la peligrosidad en el derecho
penal, de alguna manera se termin con ese derecho penal de autor.
Hoy parece que todos estos principios estn cambiando y yo creo que ms
all de lo que pensemos, tenemos que ver cules pueden llegar a ser los resultados, no por nosotros que ya somos viejos, sino por nuestros hijos, o por
nuestros nietos. Yo no quiero que mis hijos vivan con un derecho penal autoritario y, por supuesto, yo no voy a hablar sobre lo que no conozco en materia
de neurociencias; s he consultado algunos neurocientistas en Buenos Aires y
lo que todos me han dicho es que esto est en veremos, est en principios,
no es una cosa total y absolutamente cierta, as se me ha asegurado.
Pero yo creo que debemos ser muy serios en este tema, muy cuidadosos,
y a m me gustara leerles una frase, que por supuesto no tiene que ver
con las neurociencias, fue una frase que el profesor Albin Eser dijo en el
Congreso de Profesores de Derecho Penal de Berln de 1999 al contestar
las palabras de Gnther Jakobs, sobre el derecho penal del enemigo.
Eser, en una corta frase, dijo que una cosa es proponer sistemas cientficos,
por muy coherentes que puedan ser en s mismos, y otra cosa es pensar en
las consecuencias que ellos pueden acarrear, y esto no es menos importante en el marco de la responsabilidad cientfica. Citndolo al profesor
Eser, respondo con ello a las neurociencias que pretenden reemplazar los
conceptos de culpabilidad en materia penal: tengamos cuidado de sus
consecuencias. Muchsimas gracias.
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Yo creo que el mundo est cambiando, y los penalistas que todava creemos en el viejo derecho penal liberal, estamos empezando a ser molestos
a los poderes de turno, y esta no es una cosa que se me ocurre. Si ustedes
analizan cmo es la situacin mundial, hoy en da, del concepto de terrorismo, los problemas serios y econmicos que tiene la vieja Europa, y si ustedes analizan la proyeccin del Cdigo Penal del Reino de Espaa, desde
1995, en que se estableci el Cdigo Penal de la democracia, y ven lo que
hace 15 das present el Consejo de Ministros a propuesta del Ministro de
Justicia Ruiz Gallardn, la reforma del Cdigo Penal, se van a dar cuenta
que volvemos a un viejo derecho penal que ya creamos que no exista.
595
Marco A. Terragni
Marco A. Terragni(1)
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Marco A. Terragni
En cuanto al ltimo carcter, de haber guardado coherencia con la declaracin inicial, los Estados particulares deberan haberse reservado la facultad de dictar los cdigos de fondo y de forma; lo que no ocurri.
598
3. Solucin
Lo que s puede ocurrir es que la justicia deba expedirse ms frecuentemente sobre estos puntos, pues si bien el imputado se beneficia con las
posibilidades que brindan las nuevas instituciones procesales, la vctima
tiene la legtima expectativa de que se aplique sin cortapisas la ley de
fondo y que quien lo ha agredido sufra la sancin que el Cdigo Penal
anuncia.
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A la vista no hay una solucin, resulta impensable una reforma constitucional que le atribuya al Estado nacional la potestad de regular el procedimiento penal de todas las jurisdicciones del pas o, al revs, que le
conceda a los Estados locales la posibilidad de dictar sus propios cdigos
penales.
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(1) Licenciado en Derecho (Universidad Veracruzana). Doctor en Derecho (Universidad de Bonn, Alemania). Doctor honoris causa (Instituto Nacional de Ciencias Penales,
INACIPE). Profesor de Derecho Penal y de Poltica Criminal (INACIPE), Instituto de Investigaciones Jurdicas de la Universidad Veracruzana (Universidad Nacional Autnoma de Mxico),
Universidad Autnoma Metropolitana (UAM), Universidad Panamericana (UP), Universidad
Iberoamericana (UIA); entre otras. Coautor de diversos proyectos de Cdigos Penal y de
Procedimientos Penales.
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Creo que la anterior cuestin plantea el que nos preguntemos sobre cul
es la funcin del derecho procesal penal o de los sistemas procesales penales, tanto en trminos generales como en la regin latinoamericana. Si
entendemos que el sistema procesal penal no es ms que un instrumento
para hacer realidad los objetivos del derecho penal sustantivo, entonces
en este caso, definitivamente no se puede dejar a un lado al derecho penal material, pues aquel no tendra razn de ser. Sin embargo, con este
movimiento de transformacin que estn experimentando los sistemas
procesales en Amrica Latina se ha ido introduciendo una serie de criterios que son ajenos a nuestras realidades; en virtud de ello, tambin
se afirma que ahora la dogmtica penal ya no va a tener funcin alguna,
porque con el sistema procesal acusatorio y oral, as como con la llamada
teora del caso y otros mecanismos que se van introduciendo, ella va a
quedar relegada, y yo creo que esa idea es totalmente equivocada.(2) Pero,
para ello, nuevamente habra que replantearnos qu tanto la dogmtica
penal est en condiciones de mostrar, sobre todo en sistemas procesales
de corte democrtico, su capacidad para proporcionar criterios de solucin de los problemas concretos.
604
El equvoco sealado, que se observa sobre todo entre las nuevas generaciones de quienes se ocupan del derecho penal y procesal penal en la regin latinoamericana, puede obedecer, por una parte, a que no se reconoce la vinculacin que debe existir entre dogmtica penal, poltica criminal
y proceso penal; pero, igualmente, a que no siempre se tiene presente el
objetivo central o la funcin de la dogmtica penal, ya que con frecuencia
se asume la actitud que en los ltimos tiempos ha sido fuertemente
cuestionada en el mbito europeo, de cultivar la dogmtica penal solo
como lart pour lart, es decir, como la dogmtica por la dogmtica,
sin importar sus implicaciones poltico-criminales o prcticas, es decir, sin
plantearse si las elaboraciones tericas tienen o no alguna aplicacin prctica para la solucin de problemas concretos en el mbito de la justicia
(2) Por supuesto, si tenemos una clara idea de la funcin que la dogmtica penal puede jugar.
Adems, habr que reconocer que en los sistemas procesales tradicionales del mbito latinoamericano la dogmtica penal poca influencia ha tenido en las decisiones poltico-criminales;
situacin que ahora habr que superar.
Pero, por supuesto, tambin los hay quienes, sin desconocer la funcin de
la dogmtica penal y sin negar la importancia que las construcciones sistemticas pueden tener, en sus desarrollos tericos toman como punto de
referencia las realidades latinoamericanas, as como las realidades en que
dichas elaboraciones dogmticas tuvieron lugar, para que su aplicacin
en al mbito de la poltica criminal y del sistema penal de la regin tenga
mayor viabilidad y utilidad. Y si bien en el mbito de la poltica criminal y
del derecho penal existen problemas que son comunes a todos los pueblos del mundo, as como elaboraciones tericas y prcticas que tienen la
pretensin de cierta aplicacin universal, en el diseo y desarrollo de los
programas poltico-criminales y de los discursos tericos deben tomarse
en consideracin tanto el contexto social y cultural de los pueblos de la
regin como sus valores que, aun cuando tengan un contenido variable y
contingente, la condicionalidad histrica hace que con el tiempo se vayan
impregnando de ciertos contenidos atemporales e imperecederos. Por
ello, la dogmtica penal como cualquiera otra disciplina debe cultivarse sabiendo por qu o para qu dentro de una determinada realidad.
Si lo dicho anteriormente se refiere a los tericos de la poltica criminal y
del derecho penal, es claro que cuando se trata de quienes aplican la ley
a los casos concretos, como jueces y ministerios pblicos, el problema se
hace ms evidente, es decir, en ellos la vinculacin entre derecho penal,
derecho procesal penal y dogmtica penal se hace an ms difcil; lo que
sin duda obedece a que en ellos no parece an prevalecer el conocimiento de las elaboraciones tericas y de su importancia para la funcin que
desarrollan y para la solucin de problemas concretos; o, conocindolas,
no se sabe cmo aplicarlas. Eso se ha observado al menos en Mxico con
relacin al sistema procesal penal tradicional (de corte mixto), pero que
parece complicarse an ms con el nuevo sistema procesal penal de corte
predominantemente acusatorio y oral, cuya orientacin, implicaciones y
dems rasgos caractersticos apenas empiezan a conocerse.
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De acuerdo con los discursos tericos y los desarrollos de la poltica criminal y penal de los ltimos tiempos, la tendencia es que los nuevos sistemas
procesales penales respondan a exigencias de Estados democrticos de
derecho y, por ende, se rijan por ciertos principios fundamentales(3) que
tienen la funcin de limitar el poder penal estatal y garantizar derechos
de los individuos frente al ejercicio de dicho poder; afirmndose que el
sistema procesal que mayormente se acomoda a tales exigencias y se sustenta en los principios sealados es el sistema procesal de corte acusatorio(4).Por esa razn, en la regin latinoamericana, donde haba prevalecido
la influencia de sistemas jurdicos romano-cannico-civilistas de Europa
occidental, se ha dado en los ltimos tiempos un amplio proceso de reforma procesal o judicial, pero ahora obedeciendo a la influencia de otros
modelos jurdicos, como el Common Law, en el que sobresale el sistema
angloamericano,(5) as como atendiendo a otros intereses. Este proceso
de reforma recibe un fuerte impulso desde que el Centro de Estudios de
Justicia de las Amricas (CEJA)(6) se dio a la tarea de apoyar a los Estados
de la regin en los procesos de cambio de sus sistemas judiciales (1999).
Han avanzado en este sentido, con fortalezas y debilidades, Argentina,
(3) Como el de legalidad, de previo y debido proceso, de equilibrio entre las partes, de presuncin de inocencia, in dubio pro reo, non bis in idem, de la verdad objetiva o material, de
oralidad, de publicidad y de concentracin, entre otros.
606
(4) Ver Pellegrini G., Ada, El modelo acusatorio de instruccin procesal penal como garanta de los derechos humanos, versin castellana de la conferencia publicada en Temas de
Derecho Procesal. Memoria del XIV Congreso Mexicano de Derecho Procesal (noviembre de
1994), Mxico, Instituto de Investigaciones Jurdicas de la UNAM, 1996; Armenta Deu, Teresa,
Principio acusatorio y derecho penal, Barcelona, Bosch Ed. 1995; Garca, Luis M., Juicio oral
y medios de prensa, Bs. As., Ad-Hoc, 1995; Sosa Arditi, E. y Fernndez, J., Juicio oral en el
proceso penal, Bs. As., Astrea, 1994; Binder, A. M., Introduccin al derecho procesal penal,
Bs. As., Ad-Hoc, 2002, p. 100 y ss.; Islas, Olga y Ramrez, Elpidio, El Sistema Procesal Penal en
la Constitucin, Mxico, Porra,1979.
(5) Pero deber tomarse en cuenta los rasgos distintivos que diferencian al procedimiento
penal anglosajn (Common Law) de aquellos de Europa Continental o de Amrica Latina
que tienen un entronque en los sistemas romano-civilistas. Adems, debe sealarse que en
torno al modelo de jurados tambin ha habido expresiones de juristas diversos que, igualmente nos muestran sus fortalezas y debilidades. As, Cooper, H. H. A., El ocaso del juicio
oral en los Estados Unidos de Norteamrica, en Revista Mexicana de Prevencin y Readaptacin Social, n 5, sept.-oct., 1972, p. 63 y ss.; Hendler, Edmundo S., El Derecho penal en los
Estados Unidos de Amrica, Mxico, INACIPE,1992.
(6) Que tiene entre sus objetivos: a) que los sistemas judiciales sean rpidos en resolver las
cuestiones que les son planteadas; b) que sean eficaces en el control del crimen; c) que sean
respetuosos de las garantas judiciales y repriman a quienes vulneren derechos humanos;
d) que controlen la corrupcin; e) que contribuyan a la legitimacin del sistema democrtico;
entre otros. Ver Sistemas Judiciales, publicacin semestral del Centro de Estudios de Justicia
de las Amricas - CEJA, ao 2, n 3, Bs. As., 2002, p. 12 y ss.
En virtud de que en la legislacin procesal penal existen algunas categoras procesales que tienen estrecha vinculacin con categoras del derecho penal material, surge la necesidad de compaginarlas. As sucede, por
ejemplo, con los requisitos materiales de las categoras que tienen que ver
(7) Para mayores datos sobre el desarrollo y funcionamiento de estos sistemas procesales, vase Sistemas Judiciales, publicacin del CEJA, 2002, p. 18 y ss.; tambin, Maier,
Julio B., Derecho procesal penal argentino, t. 1, [vol. b], Bs. As., Hammurabi, 1989,
p. 416 y ss.; Atilio Falcone, R. et al., El nuevo proceso penal en la provincia de
Buenos Aires, Bs. As., Ad-Hoc, 2000; Binder, A M., op. cit.; Gonzlez lvarez, Daniel (comp.),
Reflexiones sobre el nuevo proceso penal, San Jos, Mundo Grfico, 1996; Maier, Julio B.,
Ambos, Kai y Woischnik, Jan (coords.), Las reformas procesales penales en Amrica Latina,
Bs. As., Ad-Hoc, Instituto Max-Planck, 2000; Ambos, K., Breves comentarios sobre la reforma
judicial en Amrica Latina, en Poltica Criminal, n 2, 2008; Barrientos, C., Evaluacin de
la reforma procesal penal en Guatemala, en Revista de Ciencias Penales de Costa Rica,
n 49; Zaffaroni, E. Ral (coord.), El proceso penal. Sistema penal y derechos humanos,
Mxico, Porra, 2000; Riego, C. y Duce, M., Introduccin al nuevo sistema procesal penal,
Santiago de Chile, Universidad Diego Portales, 2002; Baytelman, A., y Duce M., Evaluacin de
la reforma procesal penal: estado de una reforma en marcha, Santiago de Chile, Universidad
Diego Portales, 2003; Gonzlez, D. y Dallanese, F., Alcances prcticos de la reforma procesal penal en Costa Rica, en Revista de Ciencias Penales, San Jos, 2003; Tocora, F., La
reforma procesal penal en Amrica Latina, en Captulo Criminolgico, vol. 3, n 4, octubrediciembre, 2005; Osorio, L. C., El sistema acusatorio en la experiencia colombiana, Mxico,
INACIPE, 2008; Moreno Hernndez, Moiss, Retos de la implementacin de la reforma constitucional en materia de justicia penal 2008, en Cultura constitucional, Cultura de libertades,
Mxico, SETEC-SEGOB, 2010, p. 135 y ss.
(8) Vase el Diario Oficial de la Federacin del 18/06/2008 en que se publicaron las reformas
constitucionales que precisan las bases del nuevo sistema procesal penal. Actualmente, la
reforma se encuentra en proceso de implementacin, el cual enfrenta ciertas dificultades
derivadas de las caractersticas propias del sistema poltico y de gobierno que Mxico tiene,
que permite la existencia de una jurisdiccin federal y una local, as como la presencia de ms
de treinta Cdigos Penales y de Cdigos de Procedimientos Penales; esa diversidad de Cdigos posibilita, a su vez, la existencia de diversos criterios sobre los alcances de contenidos
de la Constitucin, as como dificulta la armonizacin legislativa. Por ello, el Congreso discute ya la generacin de un Cdigo de Procedimientos Penales nico para toda la Repblica.
(9) Cuando surgi la Constitucin an vigente, se estableci las bases para el sistema procesal de corte acusatorio, pero su implementacin no fue lograda cabalmente en la legislacin
secundaria.
(10) De todos modos, el Estado mexicano tambin se ha involucrado en este movimiento,
porque su sistema procesal que se dise en la Constitucin solo haba cambiado a medias.
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Ahora bien, ya sea que se trate de elementos del tipo penal o de elementos del delito, en ambos casos habr que acudir a la teora del delito(11) y,
por tanto, a la dogmtica penal, sobre todo si se quiere contar con criterios
consistentes respecto de los contenidos y alcances de cada una de las categoras sustantivas. Lo anterior quiere decir que el Ministerio Pblico, desde
que establece su estrategia de investigacin (teora del caso) tiene que
fijarse como objetivo el recabar elementos probatorios para demostrar la
existencia de los requisitos materiales necesarios para el ejercicio de la accin penal y, en su caso, para posteriores resoluciones judiciales, incluyendo
la sentencia; papel que, igualmente, asumir el defensor en el ejercicio de
su propia funcin para contrarrestar las pretensiones del Ministerio Pblico.
Pero cuando se hace uso de la expresin teora del caso(12) esta no debe
(11) Que no debe confundirse con lo que se llama teora del caso en el nuevo lenguaje
procesal.
(12) Sobre este y otros nuevos conceptos y sus alcances, vase, por ejemplo, Baytelman,
Andrs y Dulce, Mauricio, Litigacin penal, Juicio oral y prueba, Mxico, Fondo de Cultura
Econmica e INACIPE, 2004; Blanco Surez, Rafael et al, Litigacin estratgica en el nuevo
proceso penal, Santiago de Chile, LexisNexis, 2005; Nataren N., Carlos F., y Ramrez Saavedra, Beatriz E., Aspectos relevantes de la litigacin oral en el nuevo proceso penal acusatorio, Coleccin Vanguardia en Ciencias Penales 4, Mxico, IFP, Ubijus, 2008; de los mismos,
Litigacin oral y prctica forense penal, Mxico, Oxford, 2009; Gonzlez Obregn, Diana
Cristal, La teora del caso en el procedimiento penal acusatorio mexicano, en Cultura
Constitucional, Cultura de Libertades, Mxico, SETEC-SEGOB, 2011, p. 143 y ss.; asimismo,
Elas Urquides, Gabriel, Teora del caso y elementos substanciales del delito en la etapa
Cuando se afirma que en el nuevo sistema procesal penal acusatorio predomina el aspecto prctico sobre el terico,(13) es decir, se coloca por encima de las habilidades tericas las habilidades prcticas de la litigacin,
pues estas ltimas son consideradas el nico modo de comprender cabalmente sobre juicio oral y prueba,(14) o que los objetivos del proceso
penal han cambiado, porque ya no es la bsqueda de la verdad material
lo que interesa, restndole con ello importancia no solo a la dogmtica
penal sino incluso al propio objeto de estudio de esta, es decir, al derecho
penal material, ello no puede significar ms que un desconocimiento o
desvo de las cosas. En otras palabras, dicha opinin es atribuible a una
equivocada forma de ver las cosas, as como a un cierto desconocimiento o falta de claridad respecto de la funcin que corresponde al propio
proceso penal y a la dogmtica penal. La realidad es que en el proceso
penal no se puede desplazar al objeto de la dogmtica penal ni a esta
misma, por ms que estemos ante una actividad eminentemente prctica,
pues no puede desconocerse que el proceso penal y todo el sistema procesal penal se han diseado precisamente para determinar si en el caso
concreto existe delito o no y si hay un culpable o no, as como para hacer
realidad los contenidos y los principios en que se sustenta la legislacin
preliminar del nuevo proceso penal mexicano, en Cultura Constitucional, Cultura de Libertades,
op. cit., p. 87 y ss.
(13) Baytelman, Andrs y Dulce, Mauricio, op. cit., p. 11; resultando incluso demasiado exagerado decir que quien no sabe litigacin no puede hacer teora, y que el jurista que no
sabe litigacin, simplemente elabora teoras abstractas, intelectuales, que no responden a la
realidad, a los problemas y a los valores para los que dichas normas fueron diseadas (p. 13).
(14) La reforma constitucional mexicana parte de la base de que en el nuevo proceso penal
tambin debe buscarse la verdad material y no solo la verdad formal, si bien aquella no
tiene que ser vista como una verdad absoluta, ni como una verdad que se obtenga a toda
costa. En este sentido, Francisco Muoz Conde afirma que en realidad, la bsqueda de la
verdad material sigue y seguir siendo el objetivo principal del proceso penal, en tanto se
trate de la determinacin de hechos de fcil constatacin emprica, en La bsqueda de la
verdad en el proceso penal, Bs. As., Hammurabi, 2003.
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penal. Todo ello obliga a que necesariamente se vinculen de manera estrecha las cuestiones del derecho procesal penal con las cuestiones del
derecho penal material, as como tambin con las elaboraciones de la
dogmtica penal que se ocupan de explicar sistemticamente los contenidos de este ltimo.
Por lo tanto, si se atiende a los objetivos del proceso penal que la doctrina procesal ha ido precisando con el tiempo, entre los que destaca la
bsqueda de la verdad material, se puede concluir que aquella posicin
carece de sustento, ya que el sistema procesal penal es solo un instrumento que, en definitiva, est al servicio de los objetivos del derecho penal. Y
eso es as porque el derecho penal no puede alcanzar sus objetivos por s
mismo, sino que para ello requiere de un instrumento o medio, que es precisamente el procedimiento penal; por lo que el proceso penal no surge
como un fin en s mismo sino para los fines del derecho penal, y de ah que
tambin surja la necesidad de precisar el modelo procesal que pueda posibilitar que esos objetivos, sobre todo los objetivos poltico-criminales de los
principios en que el propio derecho penal se sustenta, se alcancen de mejor
manera. Por ello, si el modelo procesal acusatorio es el que est en mejores condiciones de lograrlo, entonces habr que impulsarlo y desarrollarlo
de modo que no abdique de su fundamental funcin, de acuerdo con las
bases establecidas en la Constitucin.(15)
610
Ahora bien, si uno de los objetivos centrales del proceso penal es la bsqueda de la verdad material, y no solamente la formal, es evidente
que ese objetivo se pone en entredicho o pierde inters, cuando otra de
las ideas que prevalece en el nuevo sistema procesal es que los procedimientos penales se desarrollen de manera ms rpida para dar pronta solucin a los conflictos penales, aplicando para ello salidas alternas,
mecanismos alternativos de solucin o procedimientos abreviados, aun a
costa de ciertos derechos y garantas procesales. Con ello, adems, se trata de prescindir de los juicios orales, no obstante haber sido estos una de
las principales banderas para apoyar la reforma procesal; es decir, ahora
se procura evitar que el mayor nmero de casos llegue a los juicios orales, a pesar de que es la fase del proceso donde adquiere ms inters la
(15) Pues, como deca Roxin, el procedimiento penal constituye en cierta forma el sismgrafo de la Constitucin, ya que toda reglamentacin de esta materia tiene su base y su
marco en la ley fundamental. Ver: Roxin, Claus, Strafverfahrensrecht, 22. Auflage, Mnchen,
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613
Proceso
y Derecho Penal
De izquierda a derecha: Marcelo A. Riquert (Presidente de la Asociacin Argentina de Profesores de Derecho Penal), Jos A. Buteler (Profesor en las Universidades de Crdoba, Buenos
Aires y Nacional de Rosario), Jos H. Carren Herrera (Presidente del Instituto de Estudios
del Proceso Penal Acusatorio, INEPPA, Mxico), Geraldo Prado (Docente de la Universidad
Federal de Ro de Janeiro, Brasil), y su traductor, y Pablo D. Vega (Juez del Tribunal Oral en lo
Criminal y Correccional N 17 de Capital Federal).
PRESENTACIN
presentacin(1)
(1) Por Mara ngeles Ramos. Abogada (UMSA). Especialista en Derecho Penal (UB). XI Curso
intensivo de Posgrado Sistema Penal: Cuestiones Fundamentales (UBA). Doctorado en
Ciencias Jurdicas en curso (UCA). Secretaria de Cmara efectiva del Tribunal Oral en lo
Criminal 27 (CABA). Ayudante de la materia Delitos contra la Integridad Sexual dictada por
el doctor Javier Augusto De Luca (UBA).
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PRESENTACIN
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PRESENTACIN
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1. Introduccin
La obligacin del Estado de proveer la seguridad jurdica a los individuos,
a travs de la aplicacin efectiva del derecho penal material y el derecho
penal adjetivo a los casos concretos, ha constituido el termmetro que
permite establecer si la procuracin y administracin de justicia, as como
la ejecucin de sanciones, son eficientes en un pas, de ah que tratadistas
como Vicenzo Manzini referan analticamente que el derecho penal es el
termmetro de la libertad poltica.(3)
En el caso del Estado mexicano, el sistema poltico imperante desde que
concluy el movimiento revolucionario iniciado en el ao 1910 ha propiciado una severa crisis, la cual persisti hasta el ao 2012, que colaps gravemente las diversas funciones que desarrollan los sectores o segmentos
que integran el sistema de justicia penal.
(1) Presidente del Instituto de Estudios del Proceso Penal Acusatorio, A. C. (INEPPA,
Mxico). Miembro fundador de la Asociacin Latinoamericana de Derecho Penal y Criminologa (ALPEC). Profesor de Derecho Penal y Procesal Penal en el Instituto Nacional
de Ciencias Penales (INACIPE), de la Escuela Libre de Derecho de la Ciudad de Mxico
e Instituto de Formacin Profesional de la Procuradura General de Justicia del Distrito
Federal.
(2) Este artculo cuenta con la colaboracin del Dr. Hctor Carren Perea, Miembro de
la Asociacin Mexicana de Derecho Penal y Criminologa (AMPEC). Profesor de Derecho
Procesal Penal en la Divisin de Estudios de Posgrado de la Universidad Nacional Autnoma
de Mxico y en el INACIPE.
(3) Langle, Emilio, La Teora de la Poltica Criminal, Madrid, Reus, 1927, p. 14.
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La crisis anteriormente sealada se advierte a partir de finales de la segunda dcada del siglo pasado, ya que los principios rectores, criterios
supremos sobre los que descansa un Estado democrtico de derecho, los
cuales tambin se desprenden de los contenidos de la Constitucin Poltica de los Estados Unidos Mexicanos vigente desde el ao 1917, no fueron
la base ideolgica de la legislacin que regulaba la actuacin de todo el
sistema de justicia penal mexicano, lo que daba lugar a dos situaciones
antagnicas, a saber:
a. Una Constitucin que desde el punto de vista formal se ajustaba en sus contenidos a la orientacin filosfico-poltica propia de un Estado social y democrtico de derecho.
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Esta modificacin a la norma suprema representa, por su parte, el antecedente de la reforma constitucional que sufre el art. 16 prr. 3 en el ao
de 2008, en el que por segunda vez desaparece la figura procesal cuerpo
del delito, al establecer que: No podr librarse orden de aprehensin
sino por la autoridad judicial y sin que preceda denuncia o querella de un
hecho que la ley seale como delito, sancionado con pena privativa de
libertad y obren datos que establezcan que se ha cometido ese hecho y
que exista la probabilidad de que el indiciado lo cometi o particip en
su comisin.
De igual forma, el art. 19 de la Constitucin fue modificado, estableciendo
que: Ninguna detencin ante autoridad judicial podr exceder el plazo
de setenta y dos horas, a partir de que el indiciado sea puesto a su disposicin, sin que se justifique con un auto de vinculacin a proceso en el
que se expresar: el delito que se impute al acusado; el lugar, tiempo y
circunstancias de ejecucin, as como los datos que establezcan que se ha
cometido un hecho que la ley seale como delito y que exista la probabilidad de que el indiciado lo cometi o particip en su comisin.
Ahora bien, y no obstante que la crisis del sistema de justicia penal en
el Estado mexicano fue severa y que las reformas parciales fueron insuficientes para enfrentar con eficacia el fenmeno delictivo, constituyen
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junto con las reformas a los cdigos procesales de los Estados de Nuevo
Len, Estado de Mxico, Chihuahua y Oaxaca, un referente de la multicitada reforma al sistema de justicia penal y de seguridad pblica del
18/06/2008, la cual se caracteriza por ser una reforma penal integral ya
que comprende la modificacin de los artculos 16, 17, 18, 19, 20, 21, 22,
73 fracciones XXI y XXIII, 115 fraccin VII y 123 apartado b) fraccin XIII
de la Constitucin Poltica de los Estados Unidos Mexicanos, y que por
su naturaleza, objeto y finalidades, puede llegar a afirmarse que es la ms
reforma ms importante que se realiz en los ltimos 40 aos en materia
penal y procesal penal.
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(7) As, el Cdigo Penal para el Estado de Mxico establece en su art. 23 lo siguiente: La
prisin consiste en la privacin de la libertad, la que podr ser de tres meses a vitalicia, entendindose por esta una duracin igual a la vida del sentenciado, y se cumplir en los trminos
y con las modalidades previstas en las leyes de la materia.
(8) Por su parte, el Cdigo Penal para el Estado de Chihuahua establece en su art. 32: La prisin consiste en la privacin de la libertad personal. Puede ser temporal o vitalicia, segn lo
disponga este Cdigo. En el primer caso, su duracin no ser menor de seis meses ni mayor
de setenta aos. En el segundo caso, se denominar cadena perpetua o prisin vitalicia, y
consiste en la privacin de la libertad personal por todo el tiempo de vida del responsable
del delito. Su ejecucin se llevar a cabo en los establecimientos o lugares donde disponga
la autoridad ejecutora de las sanciones penales en el Estado, conforme a lo dispuesto en
la legislacin correspondiente, en la resolucin judicial respectiva o en los convenios celebrados.
(9) De Lardizbal y Uribe, Manuel, Discurso sobre las penas, Mxico, Porra, 1982, p. 85.
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del Hombre, perdiendo de vista que en la actualidad es casi generalizada la prohibicin de penas perpetuas, con particular nfasis en el
mbito de la jurisdiccin penal,(10) lo cual deviene de la incidencia e
interpretacin dogmtica del derecho internacional de los derechos humanos en el desarrollo del derecho constitucional y de las legislaciones
domsticas. Quiz hubiera sido necesario enfatizar esta situacin en las
reformas penales parciales, y prohibirla de manera expresa como lo han
hecho diversos pases latinoamericanos en sus textos constitucionales,
para concluir de plano este debate infundado: Constitucin Poltica de
Colombia (art. 34); Constitucin Poltica de la Repblica de Costa Rica
(art. 40); Constitucin de la Repblica de El Salvador (art. 27); y, Constitucin Nacional de la Repblica Bolivariana de Venezuela (art. 44).
628
Por otra parte, en los contenidos de los cdigos procesales que han implementado el proceso penal acusatorio, se observa una diversidad de criterios respecto del nmero de etapas que deben conformarlo; asimismo, en
determinar quienes deben ser considerados sujetos procesales y, a su vez,
quienes sern partes procesales; en cuanto a instituciones como la accin
penal privada, se constata que su tratamiento no se ha contemplado en
todas las legislaciones que han adoptado el proceso penal acusatorio, lo
que evidencia nuevamente el descuido sobre la posicin que tiene la vctima en nuestro sistema de justicia penal mexicano, pues como ... parte
procesal (tercero interviniente y no simple coadyuvante), puede y debe ir
el ofendido al proceso penal, ya que razones de economa y conveniencia lo
imponen, pero su accionar adolece de regulacin precisa, le hace falta una
determinacin exacta de la eficacia de su instancia.(11)
Acerca de los criterios de oportunidad, cuya base legal la encontramos
en el art. 21 Constitucional: prr. 7, algunos cdigos plantean para su
procedencia tres supuestos art. 196 del Cdigo Procesal Penal para el
(10) Ver Melndez, Florentn, Instrumentos internacionales sobre derechos humanos aplicables a la administracin de justicia. Estudio constitucional comparado, Mxico, Fundacin
Konrad Adenauer, A. c/ Miguel ngel Porra, 2004, p. 83.
(11) Ver Briseo Sierra, Humberto, Accin privada y accin pblica en el proceso penal de
los pases latinoamericanos, en Revista de la Facultad de Derecho de Mxico, n 37, 38,
39 y 40, Mxico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico, diciembre-enero, 1960, t. X,
p. 795.
(12) Asociacin Internacional de Derecho Penal, Revue Internationale de Droit Pnal. Les Mouvements de Rforme de la Procdure Pnale, op. cit., pp. 905/909.
(13) Artculo 16: Los poderes judiciales contarn con Jueces de control que resolvern, en
forma inmediata, y por cualquier medio, las solicitudes de medidas cautelares, providencias
precautorias y tecnicas de investigacin de la autoridad, que requieran control judicial, garantizando los derechos de los indiciados y de las vctimas u ofendidos.
(14) De acuerdo a lo que establece el art. 4 de la Ley General de Vctimas (publicada en el
Diario Oficial de la Federacin el 09/01/013), tambin tendrn dicha calidad los grupos, comunidades u organizaciones sociales que hubieran sido afectadas en sus derechos, intereses o
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Si bien se ha llegado a afirmar y establecer en diversas legislaciones penales adjetivas que las providencias precautorias tienen presupuestos y
caractersticas comunes a las medidas cautelares, como lo son la apariencia del buen derecho (fumus boni iuris), y el peligro de retardo (periculum
in mora), debemos esclarecer que aquellas no se someten a un mismo
rgimen de procedencia.
Mientras que las medidas cautelares se dirigen a evitar la materializacin
de un riesgo de frustracin para los fines del proceso penal por ejemplo
asegurar la disponibilidad del imputado en juicio y en los dems actos
procesales en los que se requiera su presencia, las providencias precautorias se fundamentan en la proteccin de una persona determinada, y el
motivo que las justifica es el riesgo que representa para su vida o integridad fsica o psquica.
Lamentablemente, durante mucho tiempo, las legislaciones penales adjetivas no establecieron un catlogo especfico de medidas cautelares,
encontrndose desperdigadas a lo largo de los textos normativos; situacin que contribuy a la confusin de considerar a las providencias precautorias como medidas cautelares, tal es el caso del Cdigo Federal de
Procedimientos Penales, que en su art. 141 bis, persiste en englobar como
medidas de proteccin a favor de la vctima u ofendido determinadas medidas cautelares de carcter real, como el aseguramiento de bienes para
reparar el dao causado por el delito.
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Ante esta situacin irregular, destaca lo manifestado por el Dr. Jos Ovalle
Favela en el sentido de que la: ... uniformacin de la legislacin procesal
penal ya se encuentra vigente en Mxico ya que el Decreto de reforma a
la constitucin de junio de 2008 no solamente contienen (sic) bases constitucionales sino que tiene una legislacin procesal penal, nunca varios
artculos tuvieron la extensin que tienen ahora, ya con las bases comunes
est la uniformacin.(16)
Para un mayor anlisis, es innegable que con motivo de la reforma constitucional de 2008 se ha llevado a cabo, aunque de manera parcial, una
segunda alternativa consistente en la armonizacin de las legislaciones
procesales que implementaron el proceso penal acusatorio en los Estados que forman parte de la Federacin. Lo anterior se debe al hecho
de que la Comisin Nacional de Tribunales Superiores de Justicia de los
Estados Unidos Mexicanos (CONATRIB), encarg a una comisin integrada por juristas ... que, en estrecha colaboracin con jueces y magistrados, integraran un Grupo de Trabajo para la elaboracin de un Cdigo
Modelo del Proceso Penal Acusatorio para los Estados de la Federacin
(en adelante Cdigo Modelo CONATRIB), que adems de responder a la
obligacin constitucional de realizar las adecuaciones correspondientes
en su legislacin estatal, diera a los jueces y magistrados una herramienta
y un marco de reglas comunes para definir su propio proceso de transicin, adems de garantizar un cuerpo normativo que realmente equilibrara las posiciones de Procuraduras, Tribunales, Defensoras Pblicas y
Policas. Con la ventaja de aprovechar las experiencias de los Estados que
ya habran implementado total o parcialmente la reforma.(17)
Para cumplir con la encomienda: ... el grupo de trabajo inici por seleccionar como punto de partida las normas, que a su juicio, representan las
(16) Ovalle Favela, Jos, Intervencin en el Panel 7: Es viable contar con una legislacin
procesal penal nica en Mxico? Cules seran los obstculos?, en Memoria del Congreso
Nacional de Derecho Procesal Penal: Hacia la Armonizacin de la Legislacin Procesal Penal,
Mxico, Secretara Tcnica del Consejo de Coordinacin para la Implementacin del Sistema
de Justicia Penal, 2010, p. 192.
(17) Comisin Nacional de Tribunales Superiores de Justicia de los Estados Unidos Mexicanos, Cdigo Modelo del Proceso Penal Acusatorio para los Estados de la Federacin,
Mxico, CONATRIB y Fondo Jurica, 2009, p. 24.
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No obstante lo anterior, en virtud de que las vas antes mencionadas fueron consideradas solo de manera parcial en los procesos de reforma, para
lograr la implementacin del proceso penal acusatorio, surgi la necesidad de acudir a una tercera alternativa, la unificacin de la legislacin
procesal penal entendida como la expedicin de un solo ordenamiento
aplicable en todo el territorio nacional,(19) la cual no constituye una novedad en el Estado mexicano, pues desde la dcada de los cuarenta del
siglo pasado, el Dr. Ral Carranc y Trujillo ya planteaba su implementacin. De la misma manera, al celebrarse en la Facultad de Derecho de la
Universidad Nacional Autnoma de Mxico el Primer Congreso Mexicano
de Derecho Procesal y las Segundas Jornadas Latinoamericanas de Derecho Procesal (los das 14 al 18 de febrero de 1960), en cuya deliberacin
acadmica se arrib, entre otras importantes conclusiones, a considerar
(18) Comisin Nacional
op. cit., p. 27.
de
Tribunales Superiores
de
Justicia
de los
(19) Ferrer Mc-Gregor, Eduardo y Snchez Gil, Rubn, Codificacin Procesal Penal nica en la
Repblica Mexicana a la luz del sistema acusatorio, Mxico, Secretara Tcnica para la Implementacin del Sistema de Justicia Penal, 2012, p. 107.
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Inclusive, el Dr. Niceto Alcal-Zamora y Castillo manifest que si la Federacin tuviera la facultad de dictar los cdigos tanto penales como civiles
no se afectara el federalismo mexicano, ya que ... la solucin federal
responde esencialmente al propsito de borrar divergencias y no al de
crearlas de manera artificial y perturbadora, cual en el caso de los cdigos
procesales sucede; a facilitar la convivencia de las entidades federativas
y no a complicar su existencia multiplicando sin necesidad alguna textos
legislativos reducibles a uno.(21)
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Si bien el mencionado anteproyecto ya no se corresponde con las exigencias del proceso penal actual, constituy en su momento: ... uno de
los esfuerzos ms serios que se han hecho para tratar de ajustar la regulacin del proceso penal a las garantas constitucionales y a los convenios
internacionales sobre derechos humanos, as como para aprovechar las
enseanzas aportadas por la experiencia y la teora del proceso penal.(28)
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Mxico Retos y Perspectivas de contar con un Cdigo de Procedimientos Penales nico para toda la Repblica Mexicana, evento que se llev
a cabo los das 5 al 7 de mayo de 2010.
En este Congreso, el Dr. Jos Barragn, especialista sobre el estudio del
Federalismo en Mxico, manifest que: ... ante la enorme y grave problemtica que se est presentando en materia de crimen organizado, existe
una fuerte corriente de opinin, que se est mostrando favorable a la conveniencia de consultar sobre las posibilidades constitucionales de caminar
hacia la unificacin de la legislacin penal, de manera que las leyes que de
ahora en adelante se vayan aprobando, tengan efectivamente el sello de
leyes federales, o legislacin de los Estados Unidos Mexicanos, que es el
nombre oficial de nuestro sistema federalista. Que las posibilidades de la
unificacin penal existen y son reales, y que el fundamento Constitucional
para que se llevara a cabo la unificacin de la legislacin procesal sin afectar
el federalismo, lo constituyen el art. 13 fraccin II del Acta Constitutiva de
la Federacin Mexicana del 31/01/1824, as como las facultades y atribuciones que actualmente se regulan en el art. 89 fraccin VI (de la Constitucin
Poltica de los Estados Unidos Mexicanos), siempre y cuando exista una
perturbacin de la paz y el orden pblico (supuestos en los que como lo
menciona el autor, no se puede negar se encuentra el Estado mexicano).(30)
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Previo al proceso de unificacin de la legislacin procesal penal en el Estado mexicano, no obstante la importancia que para el pas representa
una reforma de carcter penal integral, y que sin duda llevar a la transformacin de las instituciones que conforman el sistema de justicia penal en
el mbito federal y local, tuvieron que pasar ms de tres aos para que el
Ejecutivo federal (22/09/2011), presentara a la Cmara de Diputados del
Congreso de la Unin, la iniciativa con Proyecto de Decreto por el que se
expide el Cdigo Federal de Procedimientos Penales.
Posteriormente, el 2 de octubre del ao 2012 y 5 de febrero del ao 2013,
representantes de los grupos parlamentarios del Partido Verde Ecologista,
como de los Partidos Accin Nacional y de la Revolucin Democrtica,
(30) Barragn, Jos, Conferencia: Hacia la unidad en materia de legislacin penal sin menoscabo de nuestro Federalismo, en Memoria del Congreso Nacional de Derecho Procesal
Penal op. cit., pp. 201/227. Nota: Lo sealado entre parntesis es aporte de los autores.
Ciencias Penales desde el Sur. Segundo Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa. Comisiones
Ante esta situacin y bajo el argumento de enriquecer el trabajo legislativo con opiniones tcnicas y la participacin de expertos, autoridades,
profesionales y representantes de la sociedad civil, la Comisin de Justicia
del Senado de la Repblica celebr el 07/02/2013, el acuerdo por el que
se aprob la convocatoria y metodologa para la celebracin de cuatro
Audiencias Pblicas respecto de las iniciativas presentadas en torno a la
expedicin de un Nuevo Cdigo de Procedimientos Penales.(31)
637
b. Por lo que toca a la propuesta presentada por los senadores Roberto Gil y
Manuel Camacho, representantes de los partidos Accin Nacional y de la Revolucin Democrtica, la misma trastoca parmetros constitucionales relativos
al Sistema acusatorio, adversarial y oral. Adems de que no solo desarrolla un
procedimiento penal basado en el sistema tradicional escrito, sino que la regulacin en cuanto a la investigacin resulta altamente ineficaz.(34)
c. nos parece que la soberana del Congreso de la Unin est llamada a regular con la claridad que el derecho penal demanda. En primer trmino, el
arraigo se debe analizar para revisar los mrgenes tan amplios que otorga la
Constitucin para su uso. En segundo plano, se debe revisar la intervencin
de comunicaciones privadas por elementos de seguridad pblica, pues la
desaparicin de la Secretara de Seguridad Pblica Federal disloca las facultades que tenan sus elementos respecto este tema arts. 8 fraccin VII y 10,
fraccin XII, de la Ley de la Polica Federal. En tercer lugar, se debe reflexionar sobre la publicidad de las audiencias, en este sentido nuestra opinin es
que la publicidad de la audiencia est vinculada con el carcter republicano
del proceso penal y que su limitacin constitucional debe atender a razones de
peso, tasadas por el legislador.(35)
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que, por un lado, ayudara a contrarrestar los distintos modelos procedimentales aprobados en las entidades y, por el otro, que acelerara el proceso de
implementacin de un nuevo sistema de justicia en todo el pas.(40)
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Para dar cauce a este objetivo, fue necesario reformar el art. 73 de la Constitucin Poltica de los Estados Unidos Mexicanos, el cual establece las
facultades que tiene el Congreso de la Unin para legislar en diversas
materias que contribuyan a fortalecer el Estado Democrtico de Derecho
y el orden jurdico nacional, por ejemplo: la expedicin de leyes sobre la
condicin jurdica de los extranjeros fraccin XVI; el establecimiento
del servicio profesional docente (fraccin XXV); el establecimiento de contribuciones (fraccin XXIX); la expedicin de leyes en materia de seguridad
nacional, estableciendo los requisitos y lmites a las investigaciones correspondientes (fraccin XXIX-M); entre otras.
En el mbito jurdico-penal, basta recordar las facultades otorgadas al
Congreso de la Unin desde la publicacin de la Constitucin de 1917,
para establecer los delitos y las faltas contra la Federacin y fijar los castigos que por ellos deban imponerse. Asimismo, no debemos dejar de
observar el engrosamiento progresivo de dichas facultades con motivo de
la reforma integral del 18/06/2008 y enmiendas parciales al sistema de justicia penal mexicano, entre ellas, la destinada a crear una Ley General del
Sistema Nacional de Seguridad Pblica (fraccin XIII), as como la expedicin de leyes especficas para prevenir, sancionar y erradicar delitos como
la trata de personas y la privacin ilegal de la libertad en su modalidad de
secuestro (fraccin XXI).
Es claro que para la administracin federal actual un aspecto central en
materia de seguridad y procuracin de justicia es lograr la plena y efectiva
colaboracin entre federacin, entidades y municipios. Asimismo, debe
fortalecerse la colaboracin entre las instituciones de seguridad pblica y
de procuracin de justicia y finalmente entre el Ministerio Pblico, policas
de investigacin y peritos.(42) Por ello, tanto en el Pacto por Mxico (Compromiso 79), como en el PND, se plante legislar respecto de un Cdigo
de Procedimientos Penales nico para todo el pas, con la finalidad de
establecer elementos procesales homogneos y congruentes con el establecimiento de un proceso penal acusatorio y oral.
(42) Este aspecto constituye una de las estrategias planteadas en el PND 2013-2018, de cara
a la modernizacin de nuestro sistema de justicia penal.
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procedimental penal, y as poder cumplir con el fin ltimo de responder a las peticiones planteadas por la sociedad mexicana, la cual reclama
acuerdos responsables en materia de procuracin y administracin de justicia, as como de la ejecucin de las sanciones.
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la sociedad mexicana requeran que se llevara a cabo su precisin o aclaracin, mxime que el poder legislativo es la cara de nuestro sistema de
justicia penal.
Entre los temas que debieron debatirse y que fueron puestos a consideracin por diversos diputados, encontramos los siguientes:
a. El relativo al ingreso de una autoridad a lugar sin autorizacin judicial;
b. Revisin de las actuaciones en la investigacin que no requieren autorizacin
previa del Juez de Control;
mvil tambin denominada geolocalizacin, tomando en consideracin
la resolucin de la Suprema Corte de Justicia de la Nacin en la Accin de
Inconstitucionalidad 32/2012, por la cual valid las normas que sustentan este
tipo de tcnicas de investigacin respecto a delitos considerados graves;
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El camino para la vigencia del nuevo Cdigo Nacional de Procedimientos Penales se prolongar en el tiempo, siempre y cuando no rebase el
18/06/2016, que es la fecha lmite que estableci el Constituyente para la
entrada en vigor del proceso penal acusatorio en todo el Estado mexicano.
Por ltimo, eliminar las discrepancias funcionales que se vayan presentando de cara a la simplificacin procesal requiere de la orientacin y asesoramiento de autnticos procesalistas, a fin de que los cambios que a travs
de su anlisis crtico y constructivo, sufra el nuevo Cdigo Nacional de
Procedimientos Penales no resulten improvisados, como lo fue el proceso
legislativo que le dio origen. Lo anterior representa un arduo trabajo para
aquellos que lleven a cabo las enmiendas correspondientes, quienes no
deben eludir su responsabilidad en torno a los debates y discusiones que
se planteen sobre este compromiso nacional, concibiendo al derecho procesal como una herramienta al servicio del hombre, el cual, nos recuerda
Fernando de la Ra ... desciende de la torre ideal de los conceptos para
mezclarse con la realidad de la vida, sin temerle al polvo del camino; que
comprende la significacin social del proceso y se afana por restaurar el
equilibrio de las partes superando las diferencias econmicas; que quiere
despojarse del formalismo porque lo importante es el juicio; que entiende
que sin libertad no hay justicia, y por eso busca perfeccionar los instrumentos prcticos que la aseguren.(45)
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GERALDO PRADO(1)
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GERALDO PRADO
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penales, tcnicas que son fruto de las experiencias de la denominada lucha antimafia en Italia y contra el terrorismo y el trfico de drogas en los
Estados Unidos de Amrica.
(4) Martins, Rui Cunha, Ponto Cego do Direito: The Brazilian Lessons, 2 ed., Ro de Janeiro,
Lumen Juris, 2011.
(5) En Ro de Janeiro est en curso el procedimiento penal objetivando averiguar las circunstancias en que el albail Amarildo de Souza supuestamente fue torturado y asesinado
por policas militares que investigaban el trfico de drogas en el Barrio de Rocinha (antigua
Favela da Rocinha, en la Zona Sur de la ciudad), [en lnea] http://g1.globo.com/rio-de-janeiro/noticia/2013/10/justica-decreta-prisao-de-mais-pms-do-caso-amarildo.html, consultado
el 04/11/2013.
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La tesis de esta comunicacin es la de que la permanencia y predominancia de elementos autoritarios, consolidados histricamente en la cultura
brasilea, constituyen la razn de base, a la que se suman naturalmente
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Identificar este escenario de permanencias autoritarias es, pues, fundamental para comprender la opcin metodolgica y poltica de parte de los
estudiosos brasileos en defensa de principios en procesal penal caros a
la democracia; principios que rara vez se concretan en la experiencia cotidiana del funcionamiento de nuestro sistema de justicia penal brasileo.
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Sobre este aspecto es ilustrativo el caso de la compaera del lder comunista Luis Carlos Prestes, Olga Benrio, a la que la dictadura de Vargas entreg embarazada a los nazis tras la decisin de su extradicin. A pesar de
que la ley brasilea la vedaba expresamente,(13) el Supremo Tribunal Federal brasileo en juicio del que participaron algunos de nuestros ms
reconocidos juristas, como Carlos Maximiliano, y que cont con la opinin
pblica favorable de Clvis Bevilqua, autor del Anteproyecto de Cdigo
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(11) Pinheiro, Paulo Sergio, Prefcio obra de Anthony W. Pereira, en Pereira, A. W., Ditadura e represso: o autoritarismo e o Estado de Direito no Brasil, no Chile e na Argentina,
San Pablo, Paz e Terra, 2010, p. 9. No hay en eso nada de extraordinario cuando se compara
esa experiencia con aquellas investigadas por Otto Kirchheimer: Durante la poca moderna, cualquiera que sea el sistema legal que predomine, tanto los gobiernos como los grupos
privados han tratado de allegarse el apoyo de los tribunales para sostener o cambiar la balanza de poder poltico. En forma disfrazada o no, los problemas polticos se presentan ante
los tribunales para ser confrontados y sopesados en las balanzas de la ley, por mucho que los
jueces se inclinen a evadirlos, puesto que los juicios polticos son inevitables. (Kirchheimer
O., Justicia Poltica: empleo del procedimiento legal para fines polticos, Mxico, Unin Tipogrfica Editorial Hispano Americana, 1961, p. 48).
(12) Kehl, Maria Rita, Tortura e sintoma social, en O que resta da ditadura, San Pablo,
Boitempo, 2010, p. 124.
(13) El episodio, que en otros trminos se repetir a lo largo de la historia judicial brasilea,
demuestra que la falacia consiste en creer en la predominancia de un positivismo jurdico de
cuo estrictamente formal-legal siempre funcional al poder poltico de inspiracin autoritaria. Esta modalidad de paleo positivismo fue abandonada en pro de los anhelos de seguridad y orden pblico o de combate a los enemigos..
Si esto hubiera sido estudiado de forma interdisciplinaria, los procesalistas brasileos habran observado junto a nuestros antroplogos e historiadores que la creciente interiorizacin y presencia de la justicia criminal
en el territorio brasileo a lo largo del siglo XIX resultaron de la poltica de
fortalecimiento del poder central y las alianzas en conjunto con las elites
agrarias.(15)
Se opt por la institucin del orden judicial, por la va de la conversin
de agentes de polica en magistrados vinculados polticamente a los gobernantes locales y, tambin, por la expansin de las crceles pblicas,
expresin de la poltica de contencin de las disidencias y punicin de
esclavos rebeldes.(16)
El dominio de la ideologa racista que mereci atencin de representativos juristas y pensadores y provoc intensos debates, de modo especialmente significativo en las vsperas de la abolicin de la esclavitud no
puede ser desconsiderado cuando se tiene en cuenta la cobertura normativa penal colocada a disposicin del poder en las primeras dcadas de la
joven Repblica (perodo hoy denominado Repblica Vieja, finalizado con
el golpe de estado de 1930).(17)
(14) Godoy, Arnaldo Sampaio de Moraes, A histria do direito entre foices, martelos e togas:
Brasil 1935-1965, San Pablo, Quartier Latin, 2008, pp. 26/27 y 49.
(15) Ver Rocha Junior, Francisco de Assis do Rego Monteiro, Os recursos criminais julgados
pelo Supremo Tribunal de Justia do Imprio - o liberalismo penal de 1841 a 1871, en Biblioteca Histria do Direito. Curitiba, Juru, 2013; Flory, Thomas, El juez de paz y el jurado
en el Brasil Imperial, 1808-1871, en Control social y estabilidad poltica en el nuevo Estado,
Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1981.
(16) Maia, Clarissa Nunes et al., Histria das prises no Brasil, Ro de Janeiro, Rocco, 2009, vol. I-II.
(17) Schwarcz, Lilia M., O espetculo das raas: cientistas, instituies e questo racial no Brasil
1870-1930, San Pablo, Companhia das Letras, 1993; Alonso, Angela, Ideias em movimento: a
gerao de 1870 na crise do Brasil Imprio, San Pablo, Paz e Terra, 2002.
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Sin duda, recuerda el socilogo, cuanto mayor el consenso entre las elites civiles-militares sobre el funcionamiento de la dictadura, mayor el grado de continuidad autoritaria en el funcionamiento de la democracia.(20)
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Muy probablemente, esta hiptesis esclarece las razones por las que la
brutal dictadura brasilea perdur ms que la argentina y chilena, a pesar
de haber registrado un nmero menor de muertos y desaparecidos.
Es relevante citar que, despus de 1990, Brasil conoci un incremento
poco comn de leyes penales que ampliaron de manera significativa el
tiempo de encarcelamiento de las personas, dificultaron el acceso a la libertad y definieron variadas modalidades de delitos, acentuando la presencia del poder penal en los ms diversos sectores de la sociedad.(21)
(18) La Ley del Vientre Libre es del 28/09/1871. El sumario policial fue instituido por la
ley 2033, del 20/09/1871 y entr en vigor el 28/11/1871.
(19) Pinheiro, op. cit., p. 13.
(20) Pinheiro, Paulo Sergio, Prefcio obra de Anthony W. Pereira, en Pereira, op. cit., p. 14.
(21) La Ley de los Crmenes Hediondos (ley 8072/1990) es solamente el ejemplo ms visible
de esas prcticas.
En el mismo perodo, los grandes centros urbanos vieron surgir el fenmeno de las milicias, que actuaban violentamente en busca del dominio
territorial y econmico de reas perifricas.
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La falta de habilidad de las autoridades brasileas para lidiar con los conflictos contemporneos que expresan un difuso malestar social, la impele
a recurrir, permanentemente, a prcticas autoritarias. Las recadas seran
cmicas, si sus consecuencias no fuesen trgicas.
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Desde el ngulo de la dogmtica del proceso penal,(23) por lo tanto, los juristas brasileos inicialmente tendieron a no reconocer autonoma al saber
procesal penal en el marco del derecho penal cuando tomaban por objeto
de anlisis el conjunto de prcticas heredadas de las Ordenaciones del
Reino de Portugal e, incluso, aquellas instituidas despus de 1822; como
es el caso del referido Cdigo de Proceso Criminal del Imperio y de los
Cdigos de Proceso Penal de los Estados (Provincias), tras la proclamacin
de la Repblica y la Constitucin de 1891.
(22) Bourdieu, Pierre, O senso prtico, 3 ed., Petrpolis, Vozes, 2013, p. 12.
(23) No cuesta recordar que la dogmtica procesal penal tiene en comn con la dogmtica penal el hecho de ser ambas el sistema de conceptos construido para describir el derecho penal
[y procesal penal], como sector del ordenamiento jurdico que instituye la poltica criminal.
(...) del Estado, el programa oficial de retribucin y de prevencin de la criminalidad, Santos
Juarez, Cirino Dos, Direito Penal. Parte General, 4 ed., Florianpolis, Conceito Editorial, 2010,
pp. 71/72.
(24) Sobre el advenimiento del mtodo cientfico en el mbito de procesal penal, por el
ngulo descubierto por los juristas afiliados a la concepcin tcnico-jurdica en Brasil: Grinover,
Ada P., Teoria Geral do Processo en O processo em evoluo, 2 ed., Ro de Janeiro, Forense Universitria, 1998, p. 4.
(25) Hassemer, Winfried. Histria das Ideias Penais na Alemanha do Ps-Guerra, Faculdade de
Direito de Lisboa, Lisboa, 1995, p. 31.
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las antiguas prcticas autoritarias, de matriz inquisitoria, y el nuevo proceso penal, incluso despus de promulgada la Constitucin de 1988.
Una concepcin de sistema acusatorio que convive con poderes judiciales
para definir el objeto del proceso e investigar las pruebas es reelaborada
y difundida.
Por ms que un proceso regido por el principio dispositivo, como norma el proceso civil, fuese en teora incompatible con esta acumulacin
de poderes en manos del juez, la teora unitaria del proceso emprenda
diligente esfuerzo para adaptarse a las circunstancias y dar fundamento a
las prcticas procesales.
De este esfuerzo haba nacido el discurso cientfico del proceso penal
brasileo. Su reelaboracin, con nfasis en la definicin de la responsabilidad penal de los acusados, hasta hoy orienta los textos jurdicos que
inspiran a los profesionales en las ms variadas reas de actuacin.
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(26) El ncleo de la idea fue desarrollado por Hlio Tornaghi, con fundamento en un
proceso en el que las partes se encontraban en posicin de igualdad, excluida la eficacia
de la presuncin de inocencia para demarcar el campo de incidencia de poderes probatorios. Tornaghi, Hlio, Instituies de Processo Penal, Ro de Janeiro, Forense, 1959,
vol. IV, p. 231.
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En este sentido, la lucha trabada en el campo jurdico-procesal opone posiciones jurdicas fragilizadas de los grupos y clases sociales vulnerables al
poder penal acumulado, que se expresa sea preventivamente por medio
de prisiones provisorias y otras medidas cautelares, sea en carcter definitivo por la expansin del encarcelamiento.
La realidad desafa un nuevo esfuerzo interpretativo de la doctrina procesal penal, apunta hacia el fenmeno de la aglomeracin cuntica de
poder(29) en las manos de los sujetos procesales que renen tareas preventivas que con alguna frecuencia caen en el abuso, en un creciente derecho penal y procesal penal preventivo.
Para ello, es indispensable y condicionante superar la etapa estrictamente
tcnico-jurdica del proceso penal con mentalidad autoritaria.
Antonio Cavaliere(30) profesor titular de Derecho Penal de la Universidad
de Npoles subraya, por ejemplo, que el tecnicismo jurdico dominante en la poca fascista y en la pos-guerra [en Italia] exclua la crtica orientada a valores y principios del objeto de la ciencia jurdico-penal.
En este contexto de impermeabilidad del derecho en relacin a la poltica es comprensible la permanencia y fomento de la actitud metdica
autoritaria mencionada por Cavaliere;(31) algo que puede ser fcilmente
detectado en el caso brasileo.
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En el artculo Campo jurdico y capital cientfico...,(32) rescat antiguas reflexiones que, bajo la generosa influencia de Mirjan Damaska,(33) buscaron
demostrar cunto de disputa (poltica) de (constitucin) sentidos cubre el
(29) Expresin empleada por Bernd Schnemann acerca de la red de persecucin penal establecida en los marcos de las llamadas Leyes de Lucha contra la criminalidad, en Alemania.
Schneman, Bernd, La reforma del proceso penal, Madrid, Dykinson, 2005, p. 30.
(30) Cavalieri, Antonio, Las garantas del procedimiento en la experiencia italiana: desde la
instruccin a las investigaciones preliminares, en Los derechos fundamentales en la instruccin penal en los pases de Amrica Latina, Mxico, Porra, 2007, p. 180.
(31) Cavalieri, Antonio, ibid..
(32) Prado, Geraldo, Campo jurdico e capital cientfico: O acordo sobre a pena e o modelo
acusatrio no Brasil - a transformao de um conceito, en G. Prado, R. C. Martins, L. G.
Grandinetti de Carvalho, Deciso Judicial: A cultura jurdica brasileira na transio para a
democracia, San Pablo, Marcial Pons, 2012.
(33) Damaska, M., Las caras de la justicia y el poder del Estado, Editorial Jurdica de Chile,
2000.
En primer lugar, se trata de definir el estatuto jurdico de los sujetos procesales. La tarea consiste en comprender qu son derechos, deberes y
poderes de las partes y del juez conforme el calificativo acusatorio que,
reitero, no se beneficia de designaciones acusatorio e inquisitorio,
ampliamente usadas por la doctrina brasilea bajo la inspiracin de una
formacin jurdica autoritaria.
La actuacin judicial en el proceso penal est condicionada por la superioridad jerrquica de la presuncin de inocencia en relacin a los dems
principios procesales penales.
En la actualidad, no tiene ningn sentido perpetuar la digresin terica
sobre si existe una verdadera presuncin de inocencia o si es el caso
hablar de presuncin de no culpabilidad.
En efecto, se parte de la admisin de que el procedimiento penal es una
pena, conforme destaca Cavaliere, para que el proceso sea modelado de
manera que reduzca al mximo los efectos perversos de las intervenciones
producto de las investigaciones y de los poderes coercitivos.(36)
Citando a Cavaliere, la presuncin de inocencia no puede excluir cualquier intervencin sobre los derechos del imputado: caso contrario, sera
(34) A propsito: Muscatiello, Vincenzo Bruno, Il processo senza verit, en Verit e Processo Penale, a cura de Vincenzo Garofoli - Antonio Incampo, Miln, Giuffre, 2012, p. 87 y ss.,
especialmente, pp. 92/95..
(35) Das antes de la charla, el 05/08/2013, fue sancionada la ley 12.850, que dispone sobre
organizacin criminal y busca definir algunos mtodos invasivos de investigacin: colaboracin premiada, captacin ambiental e interceptacin de las comunicaciones, accin
controlada, infiltracin policial y violacin de confidencialidad.
(36) Cavalieri, op. cit., p. 185.
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Pretendo, sin embargo, subrayar tres aspectos que, en mi opinin, reflejan tendencias contemporneas que la doctrina procesal penal no debe
ignorar: el papel de los sujetos procesales; la correspondiente estructura
procedimental y la expansin de las formas negociadas de adjudicacin
de responsabilidad penal(34) que se valen, con frecuencia, de mtodos invasivos de investigacin de informaciones.(35)
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En efecto, Bernd Schnemann asevera que la transformacin de las formas de criminalidad, principalmente en los ltimos veinticinco aos en
Alemania, han generado reacciones difciles de desenredar y que ponen
en relieve un tipo de proceso penal caracterizado por el fortalecimiento
de las posiciones procesales de poder de las autoridades de prevencin,
como referido al costo de las posiciones del investigado y de la defensa.(41)
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considerando el evidente contraste entre la afirmacin terica de los derechos y la realidad inquisitoria del proceso.(46)
La mentalidad inquisitorial domina la disputa de sentidos que es trabada
en la doctrina y en los tribunales sobre significado y alcance de la amplia
defensa. Esto es particularmente grave porque, como destaca Palazzo, los
derechos individuales desempean en el origen el papel de lmite.
Es inevitable, pues, repensar el estatuto jurdico de los sujetos del proceso para, tomando en consideracin el concreto desequilibrio de poderes, rever los presupuestos tericos de todas las categoras procesales;
en particular de aquellas que son decisivas cuando el tema es la libertad
(medidas cautelares, prueba y sentencia).
En el contexto mencionado no hay oposicin entre igualdad y legalidad. Al revs, la estructura legal del proceso penal debe ser concebida
de modo que asegure que el desequilibrio real entre poderes procesales, que toman la forma de situacin jurdica, encuentre en los derechos
fundamentales del imputado su lmite o su necesario dispositivo de contencin.
Luigi Ferrajoli destaca que la igualdad es la base de los derechos fundamentales, pues corresponden a todos para satisfacer el valor de identidad
y la condicin de ciudadano de cada persona.(47)
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5. Consideraciones finales
Sin duda que este cuadro indica un aspecto singular del funcionamiento
del poder penal en Amrica Latina, particularmente en Brasil.
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Como destaca el profesor argentino, hasta qu punto debemos desconsiderar el papel del discurso penal como condicionante de las conductas que
convierten personas en cadveres? Las palabras matan, advierte Zaffaroni.(55)
Bibliografia
Aguilar Fernndez, Paloma, Polticas de la
memoria y memorias de la poltica, Madrid,
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Bourdieu, Pierre, O senso prtico,. 3 ed.,
Petrpolis, Vozes, 2013.
Cavalieri, Antonio, Las garantas del procedimiento en la experiencia italiana: desde
(55) Zaffaroni, E. Rul, La palabra de los muertos, Bs. As., Ediar, 2011, p. 8.
(56) Pinheiro, Paulo Sergio, Prefcio, en Anthony W. Pereira, Ditadura e represso, op. cit., p. 13.
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Nuestra Corte Suprema de Justicia de la Nacin hizo lugar y le dio tratamiento especfico a un recurso de habeas corpus correctivo que present
el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). As, en la causa Verbitsky
expresamente refiri como precedente un fallo del ao 2004 de la Corte
Interamericana: Instituto de Reeducacin del menor vs. Paraguay-Condiciones de detencin en el Establecimiento Panchito Lpez en donde interpret ese Tribunal Interamericano, con todo el peso de su obligatoriedad,
el carcter absolutamente excepcional de la prisin preventiva, fundado en
el principio de inocencia y los principios de necesidad y proporcionalidad.
All, con la elaboracin dogmtica importante y seria, nuestra Corte, citando tambin la intervencin de Naciones Unidas, y el reconocimiento de la
provincia de Buenos Aires en la audiencia previa de que el 75% eran presos
sin condena, afirm que no obstante el sistema de facultades reservadas
por las provincias en orden al proceso, debe haber un mnimo, el cual debe
uniformarse detrs de los estndares constitucionales y convencionales, es
Por supuesto que no hace falta explicitar que est consagrado expresamente en la Convencin Interamericana en su art. 8, prr. 2, y tambin en
el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Polticos, pero lo cierto es que
conden a Paraguay por flagrante violacin de la garanta all impuesta.
Nuestra Corte Suprema, como bien se seal, ha establecido el principio
de excepcionalidad de la prisin preventiva.
La Constitucin de mi provincia Crdoba dice expresamente que
debe ser una medida excepcional, pero no obstante ello, el anlisis de las
decisiones que imponen prisiones preventivas en Crdoba, ya sea durante
la investigacin penal preparatoria o sea de la Cmara de Acusacin, como
asimismo del Tribunal Superior por va de Casacin, son aterradoramente
distintas y no tienen nada que ver con el principio de excepcionalidad.
Se sostiene, en esas instancias, el concepto de que supeditar a la escala penal el delito imputado constituye una presuncin cuando se excede el mnimo o se supera el mximo, y ello se ha ido traduciendo burocrticamente, y de manera acrtica, por los fiscales y los jueces con el
consentimiento, o bien, en algunos casos, con los silencios o posiciones
no debidamente combativas de los defensores penales, que condicionan
de esta manera la libertad durante el proceso a la cuanta de la pena, en
abstracto, o al pronstico de pena del delito que se le imputa.
En la prctica, no obstante el estndar interpretativo sentado por la Corte
Suprema, sigue imperando un criterio de imponer la prisin preventiva,
en base a una probable condena por tipos penales, que tiene en cuenta
las respectivas escalas punitivas que no han sido objeto de discusin ni de
confrontacin, y que desde el punto de vista normativo no acepta el menor anlisis, lo cual viola y vulnera abiertamente el principio de inocencia.
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Entonces, veo que casi todos, o todos, los jvenes tienen menos arraigo
en esas tradiciones absolutamente vinculadas a la prisin durante el proceso, con base y en mrito del tipo de delito que se imputa. Cabe sealar que el sistema sustantivo penal, la parte especial de las reformas del
Cdigo Penal argentino, se disea, en no pocos casos, estableciendo escalas penales en el que su mnimo, violando el principio de proporcionalidad, es elevado y superior a la procedencia de la condena de ejecucin
condicional; lo cual es utilizado como fundamento indebido en la imposicin de la prisin preventiva.
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En un sistema, como decan mis predecesores, en que se busca el contradictorio, donde las disposiciones del art. 8 de garantas judiciales de
la Convencin dice expresamente que el acusado debe ser comunicado
previa y detalladamente de la acusacin, en el centro medular de la confrontacin, que es la discusin final en el debate.
Si no hay acusacin, la defensa tcnica se debilita a extremos intolerables,
entonces con qu argumentos confronta, cmo se defiende. En orden a su
responsabilidad penal, si una vez agotada la produccin de la prueba no
acusa el rgano competente, no tiene de qu defenderse. Y en orden a la
individualizacin de la pena es la peticin fiscal la que limita cuantitativa y
cualitativamente el alegato de la defensa.
Debe adivinar la estructura racional, forma y significado de la utilizacin de
la sana crtica racional y/o la valoracin de las pautas de individualizacin
de la pena?
Se obliga a la defensa a conjeturar sobre futuros argumentos? Es claramente contrario a la eficacia de los actos defensivos el no saber de qu
tiene que defenderse.
Se obliga a la defensa a un soliloquio en el que debe anticipar qu puede
definir el tribunal, una vez superada la valla de ser imparcial y neutral condene o individualice la pena en un monto superior a la peticin fiscal, no
obstante la peticin de absolucin del Ministerio Pblico
Es recin por sentencia del 17/04/2004, en la causa Mostachio Gabriel
s/ Homicidio Culposo, cuando la CSJN sienta doctrina que afirma la nulidad de una sentencia de condena que no est precedida por una acusacin.
Sin embargo, en autos Marcilese (CSJN 15/08/2002) sent el criterio
contrario, dando as marcha atrs a lo sostenido por la misma Corte en el
caso Tarifeo (28/12/1989).
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Ms all de un sistema acusatorio y de los arts. 116 y 120 CN, lo que est
en juego es el derecho de defensa, es decir, la defensa tcnica.
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Jos A. Buteler
No obstante esa enfatizacin del sistema acusatorio, es decir, de confrontacin de partes y de jueces neutrales e imparciales al momento de dictar
sentencia, la jurisprudencia claramente dominante en relacin al pedido
de monto de condena (a mi criterio, contradictoriamente) sostiene que los
jueces no estn, al momento de fijar la pena, condicionados ni limitados
por la peticin fiscal; de este modo se legitima la facultad de Tribunales de
Juicio de imponer una pena mayor.
Aqu el criterio de la Corte ha expresado en la sentencia del caso Amodio,
que ha seguido esa lnea de interpretacin contraria al sistema acusatorio,
afectando gravemente a la defensa tcnica en la etapa de la discusin
final.
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Es otro de los puntos lgidos de confrontacin de los principios y garantas consagrados en el referido Convenio, la legislacin de los Estados
partes y la interpretacin que proporciona el ejercicio de la jurisdiccin en
ese mbito respecto de la garanta consagrada en el art. 8, prr. 2, inc. h):
Derecho a recurrir el fallo ante el juez o tribunal superior.
Aqu vale tomar como referencia, en este proceso de reelaboracin de la
interpretacin y aplicacin del llamado doble conforme, lo sentado por
la Corte Interamericana en el caso Mohamed vs. Argentina, sentencia
del 23/11/2012.
En el caso, y en vigencia del viejo Cdigo Procesal Penal, esencialmente caracterizado por lo escritural, el Juzgado Nacional Correccional N 3
absolvi el 30/08/1994 a Oscar Alberto Mohamed del delito de homicidio culposo. El 22/02/1995, la Sala Primera de Apelaciones en lo Criminal
y Correccional, revocando la sentencia anterior, lo conden a tres aos
de prisin. Interpuesto el recurso extraordinario federal, el Tribunal de
Apelacin rechaz la impugnacin. Posteriormente, la defensa tcnica interpuso un recurso de queja que el Mximo Tribunal de la Nacin desestim.
Y en tal sentido se pronunci ese Tribunal Interamericano, mediante sentencia, que segn lo dispone all mismo, de por s, constituye una forma de reparacin. Haciendo lugar al reclamo del actor, orden: ... adoptar las medidas necesarias para garantizar al seor
Oscar Alberto Mohamed el derecho a recurrir del fallo condenatorio,
de conformidad con los parmetros convencionales establecidos en el
art. 8.2.h de la Convencin Americana y adoptar las medidas necesarias
para que los efectos jurdicos de referida sentencia condenatoria, y en especial su registro de antecedentes queden en suspenso hasta que se emita una decisin de fondo garantizando el derecho del seor Oscar Alberto
Mohamed a recurrir del fallo condenatorio.
Del estudio de la doctrina de ese fallo, se deriva razonadamente que en
caso de absolucin dictada por el tribunal de juicio, una posterior decisin de condena dictada por Tribunal Casatorio torna imposible el cumplimiento del principio contenido en el art. 8.2.h de la Convencin, pues
ha sentado en forma debidamente fundada una interpretacin que obliga
a los Estados vinculados en el ejercicio de la jurisdiccin, en el sentido de
que el recurso extraordinario federal y el recurso de queja no son eficaces,
ni suficientes para cumplir el debido significado y alcance de esa garanta .
Esta cuestin necesariamente se vincula como punto de partida en el anlisis de las afirmaciones del Dr. Maier. En su obra concluye sosteniendo con
base en slidos fundamentos que el derecho de recurrir ante un Tribunal
Superior es exclusivamente una garanta consagrada a favor del imputado
y su defensa tcnica.
Tambin constituye un material de gran valor para ir construyendo el andamiaje dogmtico, analizar y determinar en forma precisa lo que significa
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Por su parte,cuando el caso lleg a los estrados de la Corte IDH. El Tribunal Supranacional sostuvo: la Corte concluy que el sistema procesal
argentino que fue aplicado al Seor Mohamed no garantiz normativamente un recurso ordinario accesible y eficaz que permitiera un examen
de la sentencia condenatoria en los trminos del art. 8.2.h) de la Convencin Americana y tambin constat que el recurso extraordinario federal,
y el recurso de queja no constituyeron recursos eficaces para garantizar
dicho derecho.
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la proscripcin de persecucin penal mltiple.Este camino ya ha sido recorrido por la CSJN en la causa Polak Gabriel al dictar la sentencia con
fecha 15/10/1998. Es necesario hacer referencia, en ese proceso evolutivo,
a la sentencia Arregues s/ Recurso de Queja (octubre de 2013), Sala 1
de la Cmara de Casacin penal de la provincia de Buenos Aires: se
manifiesta de esta manera el principio constitucional ne bis in idem que
veda un doble juzgamiento con respecto a un mismo hecho delictivo, pero
tambin que se erige como un reaseguro contra una nueva persecucin
penal.
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Por ley 26.551, el Estado Nacional adecu los tipos penales all contenidos de acuerdo a la decisin de la Corte Interamericana, produciendo
modificaciones esenciales que compatibilizan conforme mandato de la
Corte IDH en esa causa; la defensa del honor con la libertad de expresin,
como valor asegurado por la Convencin.
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Concluyo as mi sencillo aporte a este Congreso, rindiendo un sincero reconocimiento a sus organizadores y a todos los colaboradores que hicieron posible este evento acadmico.
Pablo D. Vega
Pablo D. Vega(1)
(1) Profesor de Derecho Penal en la Facultad de Derecho (UBA). Juez del Tribunal Oral en lo
Criminal y Correccional N 17 de Capital Federal.
(2) Ver Beling, Ernst von, Derecho Procesal Penal, Madrid, 1943, p. 2.
(3) Binder, Alberto M., Derecho Procesal Penal, Tomo I, Hermenutica del proceso penal,
Bs. As., Ad-Hoc, 2013, p. 109.
(4) Ver Ferrajoli, Luigi, Derecho y Razn, Teora del garantismo penal, Perfecto Andrs Ibez,
Alfonso Ruiz Miguel, Juan Carlos Bayn Mohino, Juan Terradillos Basoco y Roco Cantarero
Bandrs (trads.), Madrid, Trotta, 1995, p. 537.
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Ejemplo claro de cuanto se viene diciendo resulta ser la legislacin procesal penal nacional que consagra un sistema de enjuiciamiento criminal
denominado mixto, por combinar principios propios de una epistemologa autoritaria (etapa instructoria) con otros que resultan ser rectores
de un modelo garantista clsico (el juicio propiamente dicho).
Pero, emulando a Adam Schaff, me pregunto qu ha muerto y qu sigue
vivo de la epistemologa inquisitiva en las prcticas judiciales materializadas diariamente en el mbito penal?
No creo que la respuesta a tal interrogante pueda ensayarse vlidamente
bajo el limitado recurso de examinar el mero programa normativo sobre la
materia, pues ha de ser poco discutible que las disposiciones legales son,
en muy buena medida, lo que los jueces dicen que son.(7)
Mas, entonces, asumir decisiva importancia el perfil del juez procurado
por el Estado por cuanto mucho dependern de l los contenidos asignados a los programas normativos mediante la labor exegtica que despliega la judicatura. As, mientras que en una democracia constitucional se
erige en piedra angular de la jurisdiccin la funcin de velar por la supremaca constitucional, el perfil del juez burcrata le niega toda capacidad
creadora. En efecto, destaca Zaffaroni que (s)u aplicacin de la ley es
mecnica: elevarse hasta un principio constitucional y menos an hasta
el de una convencin internacional para derivar de l una consecuencia
diferente de la letra de la ley de menor jerarqua, es pecado o pretensin
de dictadura de los jueces;(8) y justamente tal (gouvernement des juges)
ha sido el argumento usado siempre por todos los polticos franceses para
rechazar el control de constitucionalidad de las leyes.(9)
(7) Acerca de la polmica acerca de si los jueces crean derecho, vase Carri, Genaro,
Notas sobre derecho y lenguaje, Bs. As., Abeledo-Perrot, 1968, p. 79 y ss.
(8) Zaffaroni, E. Ral, Estructuras Judiciales, Bs. As., Ediar, 1994, p. 273.
(9) Zaffaroni, E. Ral, op. cit., p. 43.
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Esta bsica caracterizacin permite advertir con nitidez los ntimos vnculos que entrelazan el proceso con el derecho penal, y aunque nadie discute aquellas bondades, su reconocimiento suele limitarse como, de ordinario, parece ocurrir con el derecho al mbito meramente acadmico
pues no siempre se trasluce en los programas normativos locales, como
as tampoco en muchos de los operadores de la justicia penal.
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En la alternativa epistemolgica que supone el modelo inquisitivo, la verdad a la que se aspira es la llamada verdad sustancial o material, es decir,
una verdad absoluta y omnicomprensiva en orden a las personas investigadas, carente de lmites y de confines legales, alcanzable con cualquier
medio ms all de las rgidas reglas procedimentales. Este modo de perseguir la verdad degenera en juicio de valor, ampliamente arbitrario de hecho.
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Por el contrario, la denominada verdad procesal o formal, alcanzada mediante el respeto de reglas precisas y relativa solo a hechos y circunstancias perfilados como penalmente relevantes, no pretende ser la verdad,
sino una verdad ms controlada en cuanto al mtodo de adquisicin y
ms reducida en cuanto al contenido informativo que cualquier hipottica
verdad sustancial. Pero, estamos los jueces en condiciones de aceptar
tales lmites? Podemos acaso despojarnos de esa imagen en cuya virtud
nos hallamos ms prximos a la verdad?
Sin dudas, el modelo adversarial (acusatorio) le quita protagonismo al juez,
lo cual, va de suyo, parece algo ciertamente natural teniendo en cuenta
que se trata de un sujeto procesal que no ha de ser protagonista del conflicto. Su poder (facultades, funcin) se encuentra limitado por la controversia jurdica y fctica presentada por las partes, y habr de ser entre
estas verdades relativas que debe decir (decidir) cual ha de ser el derecho
aplicable al caso. En esta dinmica, el conocimiento no surge de ninguna
intuicin especialmente desarrollada que lo coloca mucho ms prximo
(10) En este sentido, ver Binder, Alberto M., op. cit., p. 105.
(11) Foucault, Michel, op. cit., p. 79.
Cun distinta resulta ser la explicacin acerca del origen del conocimiento
derivada del modelo inquisitivo; compatible, claro est, con aquella imagen de un juez iluminado que, por caracteres inherentes a su funcin,
le permite contemplar una verdad que trasciende a las propias partes.
No puedo dejar de consignar cierta analoga con la teora platnica del
conocimiento. Me refiero a la teora de que el saber socrtico es la reminiscencia, cuya idea central es la consciencia de que la verdad de lo existente
reside en el alma. Veamos cmo lo explica Jaeger: Platn nos permite
contemplar las reflexiones que le llevaron al reconocimiento de que exista
una fuente espiritual de certeza cientfica, distinta de la experiencia sensible (). Para acercarse a la naturaleza de esta intuicin interior, Platn recurre al mundo de ideas del mito religioso. Y como los griegos no pueden
representarse ninguna intuicin sin el objeto real y como, por otra parte, el espritu del hombre por ejemplo, el del esclavo de la indagacin
geomtrica anterior no ha visto ni sabe todava nada semejante, Platn
interpreta la existencia potencial del conocimiento matemtico en el alma
como una visin comunicada a este por una vida anterior.(13)
Aquella alma expulsada del topos uranos y encorsetada en la materia del
mundo sensible identifica la realidad con las meras sombras efmeras de
las verdades eternas (ideas) que a aquellas proyectan desde el mundo suprasensible. Solo la experiencia anterior de haber participado del mundo
de las ideas le permite tomar consciencia, mediante la reminiscencia, de
la verdad de las cosas. Por lo tanto, el conocimiento no es algo que se
aprehende desde afuera sino que se desarrolla a partir de la intuicin
(12) Ibid., p. 22.
(13) Jaeger, Werner, Paideia, Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 2000, pp. 557/558.
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Desde tal perspectiva, el conocimiento no forma parte de la naturaleza humana, sino que es lucha, combate; en definitiva, el resultado del combate.
Por lo tanto, el conocimiento es una invencin y no tiene origen.
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interior que toda alma tiene acerca de las ideas que haban sido contempladas en el topos uranos; especialmente la de los filsofos lo que lo lleva
a afirmar que el Estado ideal es aquel en el que mandan los filsofos.
Tal vez por ello nos recuerde Foucault que Occidente ser dominado por
el gran mito de que la verdad nunca pertenece al poder poltico, de que,
como Edipo, el poder poltico queda enceguecido, de que el verdadero
saber es el que se posee cuando se est en contacto con los dioses o
cuando recordamos las cosas, cuando miramos hacia el gran sol eterno o
abrimos los ojos para observar lo que ha pasado.(14)
Parece claro que el juez penal suele asumir un rol preponderante que
lo lleva a desconfiar de las partes y que se basa en aquella idea de que,
como los filsofos de Platn, se encuentran mucho ms prximos a la
verdad y, por ende, esa verdad que su especial intuicin les permite advertir o contemplar, debe prevalecer por sobre el inters de las partes,
factor que determina la reconfiguracin inquisitorial de los nuevos sistemas adversariales.
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Es que el fenmeno confiscatorio del rol de vctima y del propio conflicto, mediante la aparicin de la figura del procurador como representante
del soberano, del rey o del seor, hace aparecer una nueva nocin: la infraccin. En efecto, explica Foucault que (m)ientras el drama jurdico se
desenvolva entre dos individuos, vctima y acusado, se trataba solo del
dao que un individuo causaba a otro. La cuestin consista en saber si
haba habido dao y quin tena razn. A partir del momento en que el
soberano o su representante, el procurador, dicen: Yo tambin he sido
lesionado por el dao resulta que el dao no es solamente una ofensa de
un individuo a otro sino tambin una ofensa que infringe un individuo al
Estado, al soberano como representante del Estado. Se sustituye de esta
manera la nocin de crimen, la vieja nocin de dao por la de infraccin.
La infraccin no es un dao cometido por un individuo contra otro, es una
ofensa o lesin de un individuo al orden, al Estado, a la ley, a la sociedad, a
la soberana, al soberano. La infraccin es una de las grandes invenciones
del pensamiento medieval.
He aqu entonces que la propia genealoga del acceso a la verdad dentro
del sistema de enjuiciamiento criminal parece permanecer hasta hoy da
como resistencia ante cualquier intento por tornar operativo un modelo
(14) Foucault, Michel, op. cit., p. 59.
As, puede apreciarse que ante una coincidencia entre fiscala y defensa
ante, por ejemplo, el carcter insignificante de la afectacin al bien jurdico
de que se trate no determina la culminacin del proceso mediante el dictado de un sobreseimiento (o cualquier otro pronunciamiento remisorio),
sino que ha de ser el tribunal de juicio quien determine si realmente concurre aquella causal de atipicidad aun cuando no exista conflicto alguno
dada la ausencia de contradiccin entre las partes. Podra mencionar muchos ms ejemplos que la prctica jurisdiccional de nuestros tribunales
resuelve en forma inquisitiva por colocar al juez por encima de la peticin
de las partes, lo que lo hace fallar ultra o extra petita.(15)
Pero este mismo fenmeno tambin se refleja en el modo en que opera el juez al incursionar dentro del mbito del derecho penal de fondo,
relativizando dos principios axiales de un modelo de Estado constitucional
y democrtico de derecho: el de lesividad y el de culpabilidad. Veamos.
La matriz inquisitiva trae consigo cierta identificacin entre el juez y la vctima porque precisamente el magistrado interviene, en definitiva, para descubrir una verdad que coloca al propio Estado como el verdadero damnificado de la lesin. Tal coyuntura lleva a una redefinicin del concepto
de lesin, pues ya no ser la concreta afectacin al bien jurdico emanada
de la conducta tpica desarrollada por un individuo contra otro, sino que
habr de ser la desobediencia a la norma dictada por la autoridad lo que
pone de relieve la permanencia del concepto de infraccin (a la norma o
al deber) del que nos alertaba Michel Foucault.
(15) Un muy singular ejemplo de cuanto se dice lo es la idea, muy comn y ordinaria por cierto, de que el tribunal puede individualizar una respuesta punitiva incluso mayor a la solicitada
por la fiscala o, incluso, por la querella.
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Va de suyo que tal perspectiva genera, a la vez, una relativizacin del concepto de bien jurdico que propicia un modelo punitivo que reacciona no
ante conflictos entre partes sino ante manifestaciones de desobediencia a la
normativa del Estado; es decir, que los conflictos lo son entre los ciudadanos
y el Estado.
Pero tambin y as lo hube esbozado aquella identificacin entre el
juez y la vctima prioriza la evaluacin del injusto (es decir, la determinacin del hecho punible, o bien, del mal a erradicar) en desmedro de la
culpabilidad en tanto estrato analtico del concepto de delito que establece un puente personalizado entre el ilcito y la pena.
En efecto, dada la inevitable diferencia existente entre los seres humanos y la constante mutabilidad que es de su esencia, la teora del delito
siempre ha necesitado de un puente entre el ilcito y la pena, el cual est
configurado por la categora dogmtica de la culpabilidad.
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Sin embargo, la perspectiva sustancialista y su identificacin con la vctima, al priorizar la gravedad del injusto, relativiza aquel singular puente con
la pena que implica la culpabilidad y termina por retribuir (talionalmente)
aquella gravedad mediante una mayor o ms severa habilitacin de poder
punitivo. En definitiva, la individualizacin del quantum de la respuesta punitiva ha de reducirse a una operacin retributiva de un mal especialmente determinado, lo que despersonaliza casi por completo al autor, quien
no parece aportar nada relevante a la hora de evaluar la magnitud de la
reaccin. Tal vez por ello, puede apreciarse cierto dficit en las sentencias
condenatorias en lo que a la graduacin de la pena refiere.
Ms all de la negacin a la antropologa constitucional que esta perspectiva supone, la administracin de penas sin atender a las particularidades
del autor lleva a la judicatura a incurrir en cierta desproporcin y a exceder,
tal vez sin quererlo, el grado de culpabilidad por el injusto, lo que bien
me recuerda aquella frase de Tolstoi en su obra Resurreccin cuando su
protagonista concluye que si en el mundo hay justicia no ha de ser por los
jueces, sino muy a pesar de ellos. Muchas Gracias.
Bibliografa
Beling, Ernst
Madrid, 1943.
von,
Binder, Alberto M., Derecho Procesal Penal, Tomo I, Hermenutica del proceso penal,
Bs. As., Ad-Hoc, 2013.
Carri, Genaro, Notas sobre derecho y lenguaje, Bs. As., Abeledo-Perrot, 1968.
(17) Zaffaroni, E. Ral, Alagia, Alejandro y Slokar, Alejandro, op. cit., p. 656.
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En consecuencia, siguiendo a nuestro autor, la culpabilidad es el juicio necesario para vincular en forma personalizada el injusto a su autor y, en su
caso, habr de operar como el mximo indicador de la magnitud de poder
punitivo que puede ejercerse sobre este.(17)
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Marcelo A. Riquert(1)
1.
Esta breve intervencin, en el marco de un panel que propone como tema
la vinculacin entre el proceso y el derecho penal, focalizar exclusivamente en las llamadas tcnicas especiales de investigacin o medios extraordinarios de prueba, con la sencilla pretensin de llamar la atencin
sobre la necesidad de reflexionar acerca de lo que se admite como excepcin a lo general porque, en momentos en que lo excepcional se expande
al punto en que comienza a ser comn, llenamos bibliotecas y ocupamos
porciones enormes de la discusin acadmica sobre el debido proceso, el modelo acusatorio y sus ventajas sobre el inquisitivo, el sistema de
garantas procesales. Mientras tanto, el legislador avanza incesantemente
reconociendo emergencias y estableciendo nuevos institutos para lograr
una investigacin ms eficaz que, literalmente, arrase con todo aquello
que con tanto detalle nos esmeramos en delinear en torno a plasmar un
proceso penal conforme al baremo constitucional.
2.
Simplificando, podra decirse que los conflictos generados en una sociedad globalizada, en general, han mostrado a los penalistas divididos en
(1) Profesor titular regular de Derecho Penal, Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Presidente de la Asociacin Argentina de Profesores de Derecho Penal.
(2) Dado que el presente texto es una versin escrita de la intervencin oral en el panel
Proceso y Derecho Penal del II Congreso Latinoamericano de Derecho Penal y Criminologa, realizado en la Universidad Nacional de La Matanza el 07/11/2013, se ha prescindido
de todas las citas correspondientes al aparato dogmtico en que se basa la presentacin.
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Marcelo A. Riquert
dos. Por un lado, quienes postulan la suficiencia del derecho penal clsico
o tradicional el derecho penal nuclear de la escuela de Frankfurt. Por
el otro, quienes afirman la necesidad de avanzar hacia un nuevo o moderno derecho penal, provisto de un desarrollo dogmtico que adapte
la teora del delito aggiornndola a las necesidades de una realidad en
la que el delito comn realizado por una persona fsica y que daa por
lesin efectiva a un bien jurdico individual convive con el delito no convencional perpetrado por personas de existencia ideal o por el crimen
organizado y que pone en peligro bienes jurdicos macrosociales.
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incluso, algunos casos de criminalidad comn singularmente conmocionante como secuestros extorsivos con homicidio resultante se van encolumnando hasta conformar una larga hilera de situaciones emergenciales habilitante de excepciones, tan larga, que se aplican a un universo de
casos grande, que hace que lo comn sea virtualmente lo excepcional.
3.
Si dejamos por un momento de lado la genrica mirada sobre el gigantesco movimiento de reforma procesal latinoamericano, ese que ha provocado el abandono del viejo modelo continental europeo de corte inquisitivo,
ya sea el puro o el mitigado (que llamamos mixto), evolucionando hacia
otro de corte acusatorio en que las funciones de investigar y juzgar estn
separadas, la imparcialidad del juzgador garantizada, as como la igualdad
de armas, el abandono del escriturario por la oralidad y varios etcteras
ms. Si nos apartamos de esta visin macro y bajamos a la letra chica, el
panorama puede cambiar sustancialmente. Veamos.
Se puede iniciar un proceso penal mediante una denuncia annima? S,
se puede. Se dir que no es formalmente una denuncia, que solo constituye una simple notitia criminis. Pero, en definitiva, una investigacin
comenzar con ella. Aclaro que, a cada uno de los interrogantes subsiguientes, se brindar una respuesta tendencial sintetizada, como sta, claramente apuntando a la consideracin del objeto de esta intervencin. Es
decir, reconociendo que hay matices u objeciones pero que, finalmente, el
interrogante tiene una contestacin afirmativa (o negativa) segn se considere el rgimen especial o el comn.
Se puede iniciar un proceso penal mediante una denuncia con identidad reservada? S, se puede. En este caso, incluso, con mayor amplitud y
claridad que en el anterior ya que el denunciante se conoce, pero no se
hace constar quin es. Eventualmente puede ser convocado. Esto vara
bastante segn el ordenamiento procesal que se considere.
Esa denuncia puede ser corroborada mediante delatores premiados
(arrepentidos)? S, puede. Se negocia con quien de nada se arrepiente
sino que solo busca mejorar su propia situacin, la reduccin de pena o
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Marcelo A. Riquert
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4.
Bien, este es el panorama en el marco de la legislacin argentina en
materia de medios extraordinarios de prueba, donde se observa adems
un preocupante incremento de su adopcin en los cdigos procesales
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Marcelo A. Riquert
Gafisud
BRA
PAR
URU
VEN
BOL
CHI
Agente encubierto
Entrega vigilada
Arrepentido
o delator premiado
Vigilancia electrnica
Sistema de recompensa
N.E.
N.E.
N.E.
N.E.
N.E.
N.E.
Proteccin de testigos
Referencias:
BRA: Brasil - PAR: Paraguay - URU: Uruguay - VEN: Venezuela - BOL: Bolivia - CHI: Chile
X: Tiene el instituto.
N.E.: No expresamente para estos delitos (aunque no necesariamente los excluya).
En blanco: No hay regulacin interna del instituto.
5.
Observaciones adicionales. En el caso del sistema de recompensas a cambio de informacin, que no se regule expresamente para el lavado de
activos no quiere decir que no se use ampliamente para otros delitos. Lo
mismo sucede con el sistema de proteccin de testigos. Se ha resaltado
la columna de Uruguay atendiendo a la nota de especificidad con la referencia, porque se trata del Estado que no tena incorporados estos institutos hasta la sancin de la legislacin especfica sobre lavado siguiendo
la recomendacin de GAFISUD (ley 18.494 de 2009, mod. de la ley 17.835
sobre Control y Prevencin de Lavado de Activos y Financiamiento del
Terrorismo).
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6.
Naturalmente, lo mencionado, a ttulo de simple ejemplo, permite advertir que el tema presentado ofrece un universo de problemas particulares
enormes. Cada uno de ellos excede en su consideracin individual la pauta temporal permitida en este panel. Por eso, mi intencin no ha sido otra
que el modesto llamado de atencin anunciado en el inicio.
En momentos en que la excepcin parece ir transformndose en la regla,
que a fuerza de sucesivos reconocimientos de emergencias que nunca
se terminan, nuestros procesos penales van sufriendo incesantes deformaciones, sin restar importancia ni dejar en el olvido la general preocupacin acerca de la reforma latinoamericana y su masiva migracin al sistema
acusatorio o la bsqueda de su profundizacin instalando mayor oralidad
desde etapas tempranas de la investigacin. Si queremos tener un panorama realista de cmo juzgamos a nuestros imputados o cmo llevamos a
cabo la investigacin de los delitos, parece atinado dirigir la mirada y algo
de nuestro tiempo de reflexin hacia estos institutos que conglobadamente llamamos medios extraordinarios de prueba o tcnicas especiales de
investigacin.
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