La Razón Ecológica Fernando Mires
La Razón Ecológica Fernando Mires
La Razón Ecológica Fernando Mires
Fernando Mires
de lo poltico, funcin que ya ha cumplido con creces, sino que adems en el espacio
regulativo, a saber, el de las Constituciones y Leyes, y no por ltimo, en las Convenciones
Internacionales.
En ordenes autoritarios es imposible cuestionar paradigmas pues los paradigmas
son partes de ese orden. Los portadores del saber ecolgico pudieron desarrollarse en un
orden que acepta, e incluso estimula las rupturas paradigmticas. Eso significa en breve,
que desde el comienzo hasta ahora, las nociones ecolgicas no podrn ser separadas de
los propios ideales democrticos desde donde surgieron. En trminos epocales debera
decirse que el ecologismo es parte de la revolucin democrtica de nuestro tiempo.
Moralistas y ecologistas
Fue quizs esa capacidad de autoelevarse de una instancia a otra, tan propia al
discurso ecologista, la razn que inspir particularmente en pases altamente
industrializados a determinados grupos culturales y sociales a manifestar su malestar
frente a modos de producir orientados predominantemente al saqueo y al pillaje de los
recursos de esta tierra. La mayora de ellos estaba guiado, en su protesta, por una actitud
universalista y moralista. Y siempre hay que contar que en cada orden hay personas que
no slo se mueven polticamente cuando sus intereses materiales inmediatos se
encuentran amenazados, sino que a partir de convicciones, fundamentos y principios que
son parte constitutiva de su identidad. Sin un mnimo de actitud altruista la vida social sera
slo un simple conglomerado de intereses y la prctica poltica sera imposible.
As se explica que sectores ms moralizados que politizados, muchos de ellos
portadores de fundamentos religiosos, y distanciados de los cursos de la poltica
tradicional, hubieran captado que existan adems otras formas de hacer poltica que no
dependan exclusivamente de los mecanismos peridicos de delegacin sino, adems,
abran posibilidades de protesta contra un orden de cosas: la llamada civilizacin
industrial, la que apareca en esos momentos como un edificio construido sobre falsos
fundamentos. Comenzaba a nacer as una protesta ecologista con fuertes vinculaciones
internacionales. Un movimiento global antes de que nadie hablara de globalizacin.
No hay poltica sin moral, se ha repetido tantas veces; aunque hay moral sin poltica.
Eso quiere decir, que la accin poltica se sirve de morales establecidas, pero las
transporta a otro espacios que no es el de la pura moral, lo que implicaba necesariamente,
que en su marcha hacia los espacios de la poltica, el movimiento ecolgico fuera dejando
en el camino a muchos de sus fundadores que no se resignaron a abandonar los mbitos
de la simple protesta moral.
La Ecologa y la Izquierda
La entrada de los movimientos ambientalistas en la antesala institucional deba
portar necesariamente consigo sino una ruptura, por lo menos una alta carga de tensin,
an no superada, con otra vertiente fundacional del movimiento. He de referirme en este
punto a un tercer grupo de actores, esto es, aquellos que venan de la llamada izquierda
no tradicional.
Particularmente las generaciones antiparlamentarias de los aos sesenta y setenta
se encontraban, justo en el momento en que la razn ecolgica comenzaba a
transformarse en razn poltica, viviendo un momento de despolitizacin gradual que
durante y despus de la explosin de los aos sesenta exista, antes que nada, en la forma
clima, pasaron a ser entendidos en directa relacin con sus usuarios: los humanos, y por
cierto, con los problemas que implica su administracin. La insercin de esa izquierda en
la ecologa, permiti, en sntesis, que el movimiento no cayera definitivamente en manos
de gurs pantestas, por un lado, o de tcnicos ecologistas por otro, facilitndose as el
camino de la politizacin del movimiento en su conjunto. Dicha politizacin se hizo sobre
todo manifiesta, cuando, a partir de una determinada fase de crecimiento discursivo, el
ecologismo pas, de la simple protesta, a la concertacin de medidas de accin, lo que
implicaba reconocer la pluralidad de intereses en juego que frente a cada problema se
hacan presente, aceptar la mediacin de instituciones estatales, incluso las
parlamentarias, y ajustar su prctica a sistemas jurdicos establecidos. No deja de ser
interesante que, evolucionando a partir de esa izquierda, y en contacto permanente con el
problema ecolgico, haya surgido una generacin polticamente institucionalizada que ha
hecho posible que el Estado no slo aparezca como representante de una poltica de
crecimiento y desarrollo; tambin como representante de intereses entrecruzados, entre
los cuales se encuentran los de los actores ecolgicos de nuestro tiempo.
parece escapar de sus esferas, apareciendo por doquier nuevas formas de organizacin. Y
si el esquema vertical con el Estado en la cspide no funciona, slo quedan dos
alternativas: o los actores sociales caen en el desorden ms catico en espera de que el
Estado alguna vez regrese, o crean formas inter-comunicativas que alteren la geometra
vertical de la sociedad-Estado. Una de estas formas de organizacin diagonal y
horizontal, est constituida por las llamadas redes de intercomunicacin social y poltica,
las que, ms all de las necesarias estructuras institucionales e incluso partidistas
clsicas, han sido las formas predilectas de organizacin ambientalista en los ltimos
aos. Gracias a la comunicacin reedificada, el movimiento ambiental ha logrado coordinar
acciones supranacionales, hasta alcanzar las ms altas cspides internacionales, donde,
detrs de las declaraciones que firman gobiernos se encuentra ese trabajo de hormiga
desarrollado por organizaciones no gubernamentales, grupos derecho-humanistas, e
iniciativas locales coordinadas.
mismo). De este modo, suele suceder que algunos ambientalistas asuman tericamente el
rol de abogados de tales grupos, es decir, hablar en nombre de ellos (los pobres, los
erradicados, las vctimas) pero sin ellos. Eso posibilita que en muchos situaciones los
abogados de la naturaleza s autonomizan de los representados que desean representar,
y terminan por recrear en su propio imaginario, formas simblicas de representacin que
substituyen a las reales Crame el lector: cuando escucho a determinados ecologistas
referirse de un slo plumazo a todos los pobres de la tierra; o cuando comienzan a hablar
del tercer mundo; y todava peor: cuando amontonan en una sola y minscula palabra
toda la miseria de este mundo; en esa palabra llamada Sur (en oposicin a un supuesto y
millonario Norte), presiento que esos ecologistas slo estn hablando de ellos mismos,
de sus propios nortes y sures internos, pero no de aquellos a los que dicen representar; en
todo caso: no estn hablando en nombre de la gente que vive ah, porque ah significa
referirse a un espacio ni virtual, ni ideolgico, ni imaginario.
El ah es siempre concreto, y la gente que ah vive lleva nombre y apellidos.