La Espana Imaginada de Americo Castro
La Espana Imaginada de Americo Castro
La Espana Imaginada de Americo Castro
EUGENIO ASENSIO
LA ESPAA IMAGINADA
DE AMRICO CASTRO
n
Ediciones EL ALBIR, S. A.
Barcelona, 1976
NDICE GENERAL
INTRODUCCIN
1. Espaol, palabra extranjera
2. Gngora y la poesa rabe
3. El teatro espaol primitivo creacin de conversos
Abreviaturas de las obras ms citadas . . .
1. AMERICO CASTRO HISTORIADOR. REFLEXIONES SOBRE "LA REALIDAD HISTRICA DE ESPAA"
I.
Las fuentes espaolas de sus temas centrales
II. La teora historiogrfica. Origenes y originalidad
III. Historia como literatura. Literatura como
historia
IV. La Espaa hebrea y conversa
V. Espaa y el Occidente
2, LA PECULIARIDAD LITERARIA DE LOS
CONVERSOS
I.
Las genealogas improvisadas
Son los conversos un grupo aparte en la
II.
esfera de las letras?
III. El otro lado de la cuestin
IV. La adivinacin y sus lmites
V.
Fue converso el autor del Lazarillo? . .
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VI.
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ndice geogrfico
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ndice de nombres
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ndice general
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INTRODUCCIN
INTRODUCCIN
Mucnas cosas nos seducen en esta reconstruccin imaginativa del pasado: la fertilidad argumental, la habilidad sofstica, la genialidad con que impone forma a un material
heterclito de analogas fulgurantes, fragmentos poticos,
ancdotas representativas, datos singulares o citas literarias
asumidas como smbolo. Hasta el final no ceja nuestra admiracin por la brillantez del autor. Pero va en aumento la desconfianza ante sus procesos de historiar, ante la total arbitrariedad de sus interpretaciones, la frivolidad partidista con
que elimina de su exposicin el enorme caudal de datos,
testimonios, aspectos sociales que limitan o contraran su
tesis. Porque lo que Castro silencia y expulsa de su historia
es, a lo menos, tan sustancial e importante como lo que
incluye. Se queja del olvido a que los espaoles condenaron
su deuda con moros y judos. Por su parte, sin embargo,
rebaja o aniquila la aportacin de los pueblos que nos
legaron religin, lenguaje, leyes e instituciones, es decir, los
romanos y los germanos. Un pueblo es hijo de su pasado, de
todo su pasado. No hay experiencia traumtica, no hay
revolucin, por enrgica que sea, que le despoje de una
herencia cultural y espiritual interiorizada, hecha carne de
su carne. Igualmente causa asombro leer en las pginas de
un romanista afirmaciones tan desaforadas como sta:
"Desde hace mucho, me sorprende que se considere decisiva
la comunicacin con Europa, lo importado de ella, al examinar el problema de la cultura espaola"1.
Aqu tenemos al desnudo su posicin apriorstica. Muchas reflexiones y pensamientos de Castro son plausibles y
serviran de arranque en una investigacin seria. Tal como
estn, van mucho ms lejos de lo que autorizan los datos, y
falsean la historia. Cuanto no encaja en su esquema es
rechazado con hostilidad apasionada. Segn Castro, la invasin pacfica de las tierras reconquistadas por los cristianos
de ms all del Pirineo, la legin de pobladores, monjes,
hombres de espada y de pluma, juglares de gesta, constructores de iglesias, peregrinos y artesanos que ayudan a ver1
10
Para ilustrar esta semblanza, discutir tres interpretaciones de Castro, es decir, tres datos o complejos de datos, a
los que otorga valor simblico y utiliza como piedras sillares: uno referente a cristianos, otro a moros, otro a hebreos
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trascendental. Sus conjeturas, dadas como certezas, desembocaron en el folleto Espaol", palabra extranjera: razones
y motivos, Madrid, 1970. Resumir algunas de sus conclusiones. Conectando el nombre de cristianos que el Poema
del Cid y las crnicas dan a los que guerrean con los moros,
con la tarda aparicin, ms all del Pirineo, del nombre
tnico espaol, afirmaba: a) que los habitantes de la Pennsula "no supieron o no quisieron darse un nombre que a
todos los abarcase" y que "tenan como nombre comn,
desde el siglo IX, el de cristianos y nada ms", "fenmeno
sin anlogo en Europa", explicable porque en la zona cristiana exista un "dialectalismo poltico sin ms dimensin
comn que la fe religiosa"; b) que el ser espaol un provenzalismo probaba no tenan conciencia de formar parte de
un grupo humano, de "poseer una dimensin poltica...
impensable sin un nombre que la exprese". Naturalmente
esto confirmaba el no-europeismo de Espaa, nicamente
era concebible por el orientalismo que la impregnaba.
No hay la menor prueba de que los hombres del Norte
peninsular se llamasen cristianos, a no ser cuando luchaban
con el Islam. No conocemos un nico texto en que los
hombres de Espaa, al enfrentarse con franceses u otros
pueblos de la cristiandad occidental se apellidasen cristianos. En cambio llamaban cristianos a los que, como milites
Christi, combatan con los musulmanes, v.g. los francos y
caballeros de las Ordenes Militares que guerreaban en Tierra
Santa. El poeta del planto Ay Iherusalem pinta la cada de
la Ciudad Santa en 1244 llamando simplemente cristianos a
los defensores. Ejemplos: versos 58-9, "Valed, los christianos, / a vuestro hermanos"; verso 71, "Pocos son christianos, menos que ovejas"; verso 81, "Revenden christianos
muy bien la su sangre"; verso 96, "Veen los christianos a
sus fijos asar"3. Este apelativo sublimaba el combate, prestndole valor religioso de cruzada, donde la muerte purifi3
E . ASENSIO, Potica y realidad en el cancionero peninsular de
la Edad Media, ("Ay Iherusalem. Planto narrativo del siglo XIH"),
Madrid, 1970, pgs. 264-5.
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Dmaso Alonso seal como probable causa de tales semejanzas, de una parte la condicin humana que corre por
cauces de expresin parecidos; de otra, la situacin pareja
de los poetas, deseosos de renovar una tcnica agotada y
refrescar las dos tradiciones correspondientes, la greco-latina y la arbiga. Amrico Castro, no reparando en distingos
y sutilezas, dedujo de tales concomitancias una conclusin
exorbitante: "Los cristianos castellanos tardaron siglos en ir
asimilando la asctica, la mstica, los procedimientos de la
narracin y de la metfora potica, presentes en la literatura
de sus compatriotas moros: algn da se hablar de ello con
la misma naturalidad que decimos que Virgilio y Ovidio se
hallan presentes en la literatura del siglo XVI" 8 .
Dmaso Alonso, en Tradicin o polignesis, formul las
exigencias mnimas para poder afirmar que entre dos textos
A y B cuya relacin directa no est comprobada existe
un vnculo de parentesco. Castro, ms dado a tajar nudos
qu a soltarlos, proclam conexiones entre escritos de moros y cristianos sin ms argumento que la intuicin personal
o el 'palpito'. No concedi que entre universos mentales
lejanos y desemejantes pueden surgir expresiones anlogas
sin el menor vnculo genealgico.
A. CASTRO, La realidad... 1954, pg. 421.
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Espaa en su
historia
La realidad... 1954
La realidad... 1962
The Spaniards
"Espaol" palabra
extranjera
Les controverses
Legn
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Tras este reconocimiento entrar a analizar sus antecedentes bsicos tanto filosficos como literarios; el modo de
composicin; las lneas generales de su exposicin; el valor
de sus procedimientos historiogrficos. Me limitar a pocos
ejemplos, los cuales podran multiplicarse sin esfuerzo, pero
que acaso basten para explicarnos las contrapuestas actitudes, el entusiasmo y la hostilidad, de la crtica.
I. LAS FUENTES ESPAOLAS DE SUS TEMAS
CENTRALES
Con las pertinentes salvedades podemos admitir la declaracin de Castro de que escribe un libro "motivado por mis
ideas y no por las ajenas" (pg. 442). Lo que no quita para
que sus ms personales pensamientos crezcan en el subsuelo
fecundo de una tradicin. Un poeta espaol a quien, para
achicarlo, describan como imitador de otro, proclam orgullosamente: El autor "estuvo vivo y aprendi de todos
aquellos de quien tena que aprender, y tambin, y no
poco, de s mismo" 6 . La riqueza de cultura es tan importante para el historiador como la perspicacia interpretativa,
la capacidad de "inventar", de sacar a la luz problemas
latentes. Ambas cualidades complementarias campean en
nuestro libro, cuyo entronque con los pensadores del 98
puede fcilmente rastrearse.
De la generacin del 98 hereda desde el problema de
Espaa hasta las maas del ensayo como forma literaria;
desde los grmenes de numerosas ideas hasta el adversario
electivo respetado y combatido: Menndez y Pelayo.
Empezemos por el antagonista, ya que de nadie se aprende ms que de un adversario valioso con quien se dialoga
imaginativamente: muro de rebote contra el que arrojamos
la pelota de nuestras opiniones para que vuelva con nuevo
bro a nuestra mano. Porque, si nos paramos a pensar,
veremos que sin la Historia de los heterodoxos espaoles
6
Luis CERNUDA, Poesa y literatura, Barcelona, 1965, 2 a . edicin, pg. 224.
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habra sido muy diferente la obra de Castro. En un momento de exaltacin antigermnica, el entonces joven humanista
resuma as su posicin: "La civilizacin peninsular es romana de pies a cabeza, con algo de semitismo"7. Y en el
eplogo remachaba con ms vigor su concepcin de Espaa
como patria inaugurada por el romanismo, perfeccionada por
el cristianismo y consumada por el Renacimiento, poca de
plenitud. Frente a este papel preponderante de la latinidad
y el catolicismo, Castro concibe a Espaa como engendrada
en el dolor y gozo de la Reconquista por la convivencia, ya
tolerante, ya hostil, de las tres grandes religiones monotestas: cristianismo, mahometismo, judaismo. Pero cunto ha
aprendido de su contrincante con quien desde sus primeros
pasos literarios le vemos luchando obsesionado a brazo
partido! No slo aceptar la tesis de la pujanza y vitalidad
sin igual de la religin hispana que sirve de fundamento a la
sociedad, sino que aislando uno de la "legin de santos que
combaten por nosotros", segn frase de Menndez y Pelayo, forjar su Santiago autor de Castilla y Espaa. Otras
nociones seminales, lanzadas al paso por tal antecesor, fructificarn en Castro: la consideracin de nuestra cultura
como escasa en teora y enderezada a la prctica, la eliminacin del visigodo del nmero de los antepasados fecundos,
la exaltacin de Luis Vives. A veces una fugaz sugestin del
predecesor, como la de que la limpieza de sangre constituye
una de las claves de nuestra historia, ha dado inesperada
cosecha. Sino que las aserciones del catlico a machamartillo toman en el agnosticismo de Castro un sentido diferente.
Pedro Sinz ha enlazado con Menndez y Pelayo esta doctrina de Castro: "La historia hispana es, en lo esencial, la
historia de una creencia y una sensibilidad religiosa, y, a la
vez, de la grandeza, de la miseria y de la parlisis provocadas
por ellas"8. Con algn leve retoque el humanista santande7
MENNDEZ Y PELAYO, Historia de los heterodoxos espaoles, Madrid, 1946-7, I, pg. 372. Las referencias al eplogo, VIII,
pgs. 505-507.
s
La realidad pg. 128. Vide Pedro SINZ RODRGUEZ, Menndez Pelayo historiador y crtico literario, Madrid, 1956, pg. 116.
28
Vase la resea de Delio Cantimori, inserta en los juicios encomisticos recogidos por el editor mexicano en el folleto La realidad
histrica de Espaa Juicios y comentarios, Mxico, 1956, pg. 94.
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Basta leer, para percatarse, los dos primeros, "La tradicin
eterna" y "La casta histrica", que han dejado un luminoso rastro,
todava no extinguido, en la literatura y la historiografa. Figuran
recogidos en M. de Unamuno, Obras completas, ed. de M. Garca
Blanco, Madrid, Afrodisio Aguado, 1950, III, pgs. 3-44. Para ms
pormenores sobre la posicin de Unamuno, consltese P. LAIN
ENTRALGO, La generacin del noventa y ocho, cap. VI "Historia
sine historia," reimpreso en la Coleccin Austral.
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escritor tan poco propicio antes como Castro, acabar reconociendo la fuerza de lo religioso, han clamoreado esta casi
palinodia. Por mi parte creo que a esta confluencia con las
tesis de Morente o Menndez y Pelayo ha llegado, no
directamente, sino mediante el rodeo de sus lecturas sociolgicas; acaso de Emile Durkheim, de Max Weber. Sealemos cmo la obra capital de Durkheim se propone mostrar
que "casi todas las grandes instituciones sociales han nacido
de la religin", recalcando que "los mitos ms extraos
traducen alguna necesidad, algn aspecto de la vida, ya
individual, ya social" 19 . Lo que coincide con el papel que
Castro asigna a Santiago. Por otra parte, aunque nuestro
autor parezca hacer suya una concepcin religiosa, la desplaza lentamente hacia una significacin profana, la ampla
a la esfera laica. Tal ocurre con las nociones de creencia o
mesianismo. Creencia que primero (pg. 63) designa lo
religioso sobrenatural, ms lejos abarca "el horizonte vital
de la persona" (pg. 64), todo "vivir en un ms all" (pg.
163), confundindose con la esperanza, las aspiraciones, la
visin de un porvenir. Igual abuso hace de la nocin de
mesianismo, incluida en la ms amplia de creencia. En el
saco de la misma palabra van revueltas las cosas ms heterogneas.
No quiero rematar esta sucinta enumeracin de concomitancias sin anotar una simple curiosidad. Su nocin del
origen hebraico del pundonor espaol se encuentra previamente puesta por Valle-Incln en la boca del truhn Don
Estrafalario, al comentar los sanguinarios romances de ciego
que cuentan venganzas del honor conyugal, en el esperpento de Los cuernos de don Friolera. Don Estrafalario
asegura que son "una forma popular judaica, como el honor
calderoniano"20. Esta doctrina ha sido ampliamente desa19
Emile DURKHEIM, Les formes lementaires de la vie religieuse, Pars 1960, 4 a . edicin: pg. $ "Les mythes les plus etrangers
traduisent quelque besoin humain"; pg. 558: "presque toutes les
grandes institutions sont nes de la religin."
'"'Ramn del VALLE-INCLN, Obras completas (Madrid, 1944),
II, pg. 1705.
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ORIGINALIDAD
J. A. Maravall, en su ensayo Menndez Pidaly la historia
del pensamiento, se lamenta21 del raquitismo terico de la
historiografa espaola, ocupada casi por entero en la recoleccin y criba de materiales. Amrico Castro nos ofrece el
reverso de la medalla, el predominio del pensamiento sobre
el acontecimiento. Va y viene de los hechos a la doctrina
que los vincula y ordena en series valiosas. Sus lecturas
filosficas abrazan una vasta zona de escuelas y ramas de
cuya riqueza toma, con cierto eclecticismo, lo ms apropiado para su causa: como en el famoso Sueo donde
Dilthey imagina verse cercado de un tropel de filsofos que
tan pronto se agrupan como se distancian, nos sentimos
envueltos en doctrinas y sistemas, ya solicitados, ya repelidos. Mis lecturas en ese campo, escasas y llenas de lagunas,
no me consienten nombrar el origen de bastantes ideas, ni
me urge, adems, el perseguir hasta su manantial principios
casi mostrencos, incorporados al acervo de la historiografa
desde Vico a Herder y Croce. Por ejemplo, la afirmacin
repetida de que "no hay transferencia de ideas", de que "no
viajan con las caravanas" (pgs. 339, 576, etc.), podra
perseguirse hasta la Scienza nuova, donde se sostiene que
cada pueblo descubre independientemente sus instituciones
cuando est maduro para ellas; el concebir la historia de una
nacin como la de una persona o un alma nos llevara a
Michelet y ms all. Pero no son tiles para caracterizar a
nuestro historiador. Creo que lo singularizan mejor una
ausencia la del marxismo y doctrinas econmicas empa1
J . A. MARAVALL, Menndez Pidal y la historia del pensamiento. Madrid, 1960, pg. 91.
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Para Dilthey cada poca posea su fisonoma. Para Castro hay una unidad ms duradera: la vida de un pueblo
caracterizada por la permanencia de su morada vital. Para
formularla halla un precioso apoyo en Spengler, continuador de ciertos aspectos de Dilthey, y en Toynbee, rival y
rectificador de Spengler.
Oswald Spengler haba negado la unidad de la historia
humana, supuesto bsico de la historiografa cristiana y
luego de la romntica, para sostener la multiplicidad de
culturas. Culturas orgnicas, no en pura metfora sino en
exacta correspondencia, que pasaban fatalmente, lo mismo
que los organismos, por edades sucesivas: infancia, madurez
y senectud. Culturas independientes que tenan un estilo
propio, expresado en un simbolismo impenetrable para los
hombres de otra cultura, y un horizonte cerrado a la autntica comunicacin: no se influenciaban sino que, hasta en
los casos en que aparentaban plagiar formas sociales y
artsticas ajenas, las remodelaban y llenaban de contenido
nuevo. Para definir esta duplicidad, esta oposicin de sustancia y apariencia, invent el trmino de seudomrfosis.
Amrico Castro har del concepto un uso fecundo y peculiar, del vocablo un uso limitado y sobrio.
Splenger, transportando de la mineraloga un tecnicismo,
lo aplica a los problemas de la cultura arbiga:
Pseudomrfosis histricas llamo yo aquellos casos en que una
vieja cultura extraa yace sobre un pas con tanta fuerza an que
la cultura joven, autctona, no consigue respirar libremente, y no
slo no logra construirse formas expresivas puras y peculiares,
pero ni siquiera llega al pleno desenvolvimiento de su conciencia
propia. Toda la savia que asciende de las profundidades del alma
primigenia va a verterse en las cavidades de la vida ajena. Sentimientos jvenes cuajan en formas caducas .
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tianismo, segn Spengler23, fue vctima de la seudomrfosis, disfrazando con un antifaz escolstico sentimientos y
fe mgica. Los neoplatnicos recubren con textos de Platn
y Aristteles conceptos e ideas mgicas sistemticamente
falseados. En una palabra, la raz es distinta de la flor,
mediante un injerto que transforma y enmascara las tendencias profundas. Quiz este concepto de seudomrfosis sea la
ms brillante invencin de Spengler, que lo reclamaba como
su descubrimiento personal.
A semejanza de Spengler, Castro sostiene que numerosas
formas de vida, de lenguaje, instituciones hispanas cuya
apariencia es latina, cristiana, europea, son intimamente
orientales, son seudomrfosis de lo rabe y lo judaico. La
palabra seudomrfosis asoma por primera vez en la pgina
106 para designar los "paralelismos expresivos determinados por vivencias coincidentes" de rabes y espaoles, los
cruces semnticos. Reaparece en la pg. 263 para representar el carcter cristiano-islmico de su disposicin vital: "su
realidad, vista a cierta luz, aparece como una seudomrfosis". No volvemos a topar el vocablo, pero el concepto nos
acompaa en forma de sinnimos o de interpretaciones sin
nombre especial.
La palabra garbosa y evocadora que releva de parte de
sus cargas a seudomrfosis, es centaurismo, con su adjetivo
centurico, que no es mera variacin retrica, sino que se
ensancha a nuevas significaciones; menor destaque logra el
sinnimo de la biologa simbiosis. No se achaque al filsofo
o al historiador el uso de metforas, sino el abuso consistente en dar como realidades sus arbitrios expresivos, o en
cobijar bajo la misma imagen cosas distanciadas.
El centauro o mejor la "experiencia centurica" entra
en escena (pg. 231) para denominar el proceso por el cual
el hispano-cristiano hasta en su intimidad adoptaba hbitos
musulmanes, y se intensifica en la pg. 334 en la frmula
"simbiosis centurica". Significa, al aplicarse a unos versos
de Lope, la expresin conjunta "de lo perceptible del fenObra cit., III, pg. 286.
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es solidario del vivir desvivindose" (pg. 334). Esta desesperada retrica, y tal vez la ausencia total de humor, son la
marca de la poca en que se escribi el libro. Castro ha
incorporado a su ideario bastantes tesis de lo que podramos designar como preexistencialismo. Pero la nocin de
una libertad radical del individuo, de que existir es elegir
constantemente, de que la voluntad es una mquina incansable de opciones, est ausente de su obra, que apenas
concede al individuo o la sociedad una libertad tan condicionada por los barrotes de su morada vital, como la del
recluso libre de ir y venir por el presidio. Ya en la pg. 48 se
aparta de Dilthey en materia de caminos abiertos al hombre. Con todo, dentro de esta limitada opcin, Amrico
Castro ha sabido pintar las posibilidades de una situacin en
el momento de crisis, y los actos humanos en su paso de lo
posible a lo real. Esta pasin por comprender la novedad en
estado naciente le hace escribir pginas altamente dramticas.
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(Paris,
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lector del Nuevo Testamento se percatar de que su arquetipo es el contado en los Hechos de los apstoles31 que
Berceo, clrigo culto, deba manejar. Ignoro si el Islam, tan
enlazado con el cristianismo, ha tomado de ste tal estilo de
milagro.
El proceso de Castro para "orientalizar" nuestra literatura suele seguir esta pauta. Se cotejan dos textos, uno
hispano otro rabe, entre los que se vislumbran ciertas
analogas, ya de contenido, ya de tcnica, ya sobre todo de
actitudes poticas, reflejo de las vitales. De la mano del
hbil comentador nos sentimos dulcemente empujados a
conjeturar, si no un enlace histrico, una ntima afinidad.
La misma falta de noticias que los relacione nos sugiere
que manan de honduras de almas hermanas, de parentesco
espiritual. Las ms veces la similitud deriva sin embargo ya
de fuentes comunes, ya de la fatigosa monotona de la
naturaleza humana. Pongamos un ejemplo de lo ltimo.
Huizinga en su "Renacimiento y Realismo"32, comparando
una vieja saga de Islandia y una antigua tradicin islmica
de Arabia, not la gran semejanza de tcnica y efectos en
dos edades y tierras tan distantes. Ni por un momento
pens que la saga de Eric Skallagrimsson y la tradicin de
Mahoma en Medina se hubiesen influenciado mutuamente,
sino que dedujo simplemente: En ambas "lo importante es
registrar exactamente la memoria de acontecimientos especficos que aun se recuerdan con nitidez y se juzgan de
importancia. Ni el carcter nacional, ni el nivel de civilizacin determinan estas formas estrechamente relacionadas,
sino el propsito intelectual parecido".
Constituye el captulo sobre El libro de buen amor la
piedra sillar sobre la que alza su hiptesis arabizante y,
Hechos de los apstoles, cap. XII. La observacin ya haba sido
hecha por J. FRADEJAS LEBRERO, Berceo conocedor del Nuevo
Testamento, "Berceo", XI (1951), pgs. 187-192.
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S4
Ntese que equipara rabe y castellano en la misma condena. Comenta Baer: "Tal judo era mirado con sospecha por
sus correligionarios, como capaz de malsinar contra sus
hermanos". Ms adelante nos dar la razn: "El pietismo
judo, con su nfasis mstico, ahondaba el sentido de
extranjera implantado en la conciencia de un pueblo que
vive desterrado en tierras extraas, entregadas a formas
ajenas de culto" 41 .
Hasta Sem Tob, ya en la segunda mitad del siglo XIV si
exclumos el relato bblico publicado en la "Nueva Revista
de Filologa Hispnica", XIV (1960), pgs. 243-244, por
Mara del Carmen Pescador, "El Dio alto que los cielos
sostiene", el cual me parece anterior, aunque del mismo
siglo, no conocemos obras originales de hispano-hebreos:
slo traducciones hechas, ya para ignorantes de la lengua
sagrada, ya para magnates cristianos. Sem Tob, entrado el
siglo, compone en castellano sus Proverbios, obra de sabor
extico para un paladar castellano. Desusada cosa sera,
pues la obra fue traducida al hebreo y en la lengua santa
circul entre los judos espaoles hasta la expulsin42.
w
Ibidem, pg. 239. La versin inglesa reza: "Hebrew we need
not know: Castilian is our tongue, or Arabic./Reprobatesarethey".
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ALMERICH, La fazienda de Ultramar. Biblia rommiesa4a,e\ itinraire biblique en prose castillane du XHe sicle. Introduction, dition et notes par Mosh Lazar, Salamanca, 1965.
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Castro, sin profesar abiertamente esta teora,hace afirmaciones que mal pueden explicarse sin ella. Si Fernando el
Catlico, tras muchos aos de proteger a los hebreos, pas a
perseguidor, ello se debera a la sangre hebrea que por lnea
materna heredaba, ya que tan bruscos vaivenes arraigan en
el modo de ser de los conversos48. Si Teresa de Cartagena
en el siglo XV, y Teresa de Avila en el XVI, cultivan la introspeccin y la confidencia autobiogrfica, no ser porque en Espaa se repite un fenmeno comn por entonces a
la mstica occidental desde el Rin hasta Inglaterra o Italia,
enraizado en la devotio moderna y otros estilos de piedad,
sino porque en ellas aflora una tendencia privativa de la
sangre hebrea 49 . Y, saliendo de Espaa, si San Agustn
escribe Confesiones, si Montaigne mezcla su persona a los
Ensayos, la raz est en el semitismo del obispo de Hipona
(pero no sera San Agustn camita? , no viva en la
morada vital romana como Sneca o como Prudencio?) y en
que la madre del genial francs era una conversa espaola.
Anotemos de paso que el hebrasmo de Montaigne, como
factor esencial de su obra, no careca de predecesores: Julio
Cejador, que en su Historia de la literatura espaola, III,
pg. 129, observaba que Francisco Snchez y M. de Montaigne tienen mucho parentesco espiritual como lo tenan
por la sangre; Albert Thibaudetque,en un artculo de 1935,
atribua a la raza del autor de los Ensayos su movilismo que
le emparejara con H. Bergson. Implcitamente slo una fe
oscura en la fuerza de la sangre justificara el salto constante de la mera constatacin de la raza a la asignacin de
ademanes y modos de sensibilidad que supone tpicos de los
cristianos nuevos.
Semejante vinculacin causal de raza y mentalidad o
sensibilidad no es materia de fe; presenta vastas incertidumbres, no tan slo a la llegada sino a la partida. No tiene
Amrico Castro vocacin de genealogista y prefiere adivinar
la raga mediante indicios problemticos: profesin, aptitu48
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horizonte del cristiano viejo sentimientos simplemente humanos, demasiado humanos. Castro levanta la arquitectura
de su historia sobre hechos escasos, cuya funcin consiste
en representar a modo de ilustraciones la estructura esencial
de Espaa. Est tan seguro de su concepcin que frecuentemente no se para a corroborar ni la certeza de los hechos
ni su autntica significacin. En su mente son, posiblemente, intercambiables con otros muchos de igual signo. Una de
las afirmaciones menos convincentes para m es la de que la
estructura espaola no se modifica a partir de 1500. "Si los
rasgos fisonmicos cambiasen hasta el punto de no ser
identificables con los del presente retrato, habra entonces
que no adjetivar como hispnica la nueva fisonoma" (pg.
620). No seremos vctimas como Spengler, como tantos
otros, de una metfora biolgica? Castro supone que Espaa nunca conoci un momento de serena plenitud, que su
confrontacin belicosa o pacfica con otros pueblos o estilos de vida, que el descubrimiento, primero geogrfico,
luego mental, de Amrica, no alter hondamente su sensibilidad ni despert un nuevo espritu creador. Milagro sera
que un pueblo perdido en su solipsismo hubiese mantenido
un imperio que reclamaba constante poder de adaptacin a
nuevas situaciones. Misteriosa estructura que slo puede
revelarse en acciones y actividades, pero que no cambia con
ellas.
La parte final de La realidad est dominada por una
preocupacin: la de ensalzar al hispano-hebreo dndole el
papel de protagonista no tan slo en la esfera financiera o
mercantil, sino en los campos del espiritu, la cultura, la
literatura. Las exigencias de su tesis, reforzadas por su demasa polmica, le llevan a desacreditar despiadadamente a
los cristianos viejos. El cristiano, que pensaba ser la nacin,
se ve rebajado a mera casta polticamente dominante, pero
en situacin de "coloniaje espiritual" (pg. 580). Era la
Espaa cristiana "un pueblo que, cuando no conquistaba y
seoreaba, se senta extranjero en su propia tierra" (pg.
470), que "ignoraba el arte de producir y mover la riqueza", estril y "sin capacidad de crear cosas" (pg. 496), para
66
Si, para compulsar la cita, acudimos al Cancionero castellano del siglo XV reunido por Foulch-Delbosc (Nueva
Biblioteca de Autores Espaoles, t. 19, pg. 738), nos encontramos con que el trecho seleccionado forma parte de
una seccin De los sabios de Crdoba, estrofas 285 y 286.
Pero Castro ha descabezado la 285 que empieza as:
Non slo entre las muy buenas
cibdades es de contar
Crdoua, mas otra Athenas
es bien digna de llamar,
si de Sneca membrar
nos delecta e de Lucano...
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El labrador, viviendo en permanente situacin de inferioridad y desamparo, acechado por el hambre, se revuelve, no
contra el seor feudal o la iglesia inasequible a sus armas,
sino contra el hidalgo que no pecha, el propietario o dueo
de censos que vive en la ciudad, contra el hombre de la
mohatra es decir, el mercader, trapero, lencero que le fa
las mercaduras a pagar al agosto a precio de tasa, y le carga
precios excesivos y les echa en rostro la tacha social de la
que l tiene seguridad de estar exento: la de tener raga.
Seguridad que, alzando su estatura, le da una especie de
prestigio y aureola, una como nobleza natural. (No discutamos si esta seguridad se halla bien fundada, si no se basa en
la mera ignorancia de sus ascendientes lejanos). Ella com54
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Balust, pues la masonera de los bartolomicos y sus imitadores, caballeros andantes de la pureza, convirti a los
colegios en coto cerrado y descuid, en aras de su dama, los
requisitos intelectuales.
Castro alza el pedestal de los cristianos nuevos sobre el
rebajamiento de los viejos. Un tinglado de conjeturas le
sirve para traspasar a la "casta hispano-hebrea" los hombres
ms distinguidos. El autor del Lazarillo se ve incluido en los
conversos por un frase que, de tener el sentido hertico que
le asigna, no habra escapado a los inquisidores, mejores
telogos que nosotros: a mi me parece simple ponderacin
de la mala sombra, sin carga metafsica alguna65. A Miguel
Servet, el famoso heresiarca, y al Dr. Huarte de San Juan los
cuenta en los conversos acaso porque estudiaron medicina66 . No eran tan romos los cristianos viejos, ni siquiera
en materia de economa. Cristiano viejo era Martn Gonzlez de Cellorigo a quien me complazco en nombrar por
haber escrito una inteligente defensa de los conversos de
Portugal67. Los especialistas le estiman el ms eminente de
65
AMRICO C A S T R O H I S T O R I A D O R
73
74
actitudes. A veces escoge un fenmeno religioso, moral o artstico al que otorga un valor simblico porque hace patente
la intimidad del alma espaola. En torno a este problema
escribe pginas dignas de meditarse analizando, en sus capas
hondas, el Libro de Buen Amor o el Mi Cid. Para Castro son
abismales las distancias que separan a Espaa del Occidente.
Francia "matiza" nicamente la vida espaola medieval (pg.
163), pues las importaciones venidas de Francia no responden a fenmenos de tipo ntimo como las islmicas. Me temo,
sin embargo, que va demasiado lejos en su afn de singularizar a Espaa. Tomemos tres casos: uno relativo a la
actitud del espaol ante el trabajo; otro, a su intimidad
religiosa; otro, a su modalidad especial de integralismo artstico.
1. Castro estima el menosprecio del trabajo una actitud
caractersticamente espaola, ligada al desmesurado afn de
hidalgua. Los historiadores ms recientes no la creen tan
peculiar ni distintiva. Escribe por ejemplo J. H. Elliot,
obra cit, pg. 171:
Los empobrecidos hidalgos de Espaa no parecen ahora tan
diferentes de los descontentos hobereaux de Francia o de la
gentry de Inglaterra. Ni el desprecio del trabajo manual, sobre el
que los historiadores de Espaa son propensos a insistir, parece
ya una actitud nicamente de la Pennsula.
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queran elevar a los altares, donde aparece el Beatus Karolus, ornado de aureola, tocando el cuello a una figura que
tiene a su derecha y llevando una flactera alusiva a su
"virtud" que reza: Qui se humiliat exaltabitur13.
Se me dir que en la antigua Marca de los francos y en la
Navarra a caballo de los Pirineos entre Francia y Espaa
caban tales contaminaciones, mientras Castilla mantena
mejor su singularidad. La verdad es que Castilla desde muy
antiguo atribua a sus reyes poderes taumatrgicos. Alvaro
Pelagio el ilustre escritor gallego ms conocido por su De
planctu ecclesiae- a raz de la batalla del Salado, siendo
obispo de Silves, compone para Alfonso XI un tratado
intitulado Speculum regum. En uno de los apartados iniciales, al exponer cmo los reyes lograron sus dominios, nos
cuenta74:
Reges etiam Franciae et Angliae et reges deuoti Hispaniae, a
quibus descendis, habere dicuntur uirtutem super energmenos
et super quibuscum aegritudinibus laborantes, scut uidi cum
essem puer in auo nclito domino rege Sancio, qui me nutriebat,
quod a muliere daemoniata ipsum uituperante tenentem pedem
super guttur eius et legentem in quodam libello ab ea daemonem
expulsit et curatam reliquit. (Se dice que los reyes de Francia e
Inglaterra y los devotos reyes de Espaa, de que desciendes,
tienen virtud sobre los energmenos y los que padecen ciertas
dolencias, como yo vi, siendo nio, en tu abuelo el rey Sancho
que me criaba. Expuls un demonio de una mujer endemoniada
que le insultaba, mientras l tena el pie sobre la garganta de ella
y lea en cierto librito, dejndola curada).
de Carderera. Barcia la supone de hacia 1461. Vase V. CARDERE RA. Una estampa espaola del siglo XVI, "El arte en Espaa",
III, (1964), pgs. 41-46.
73
En El averiguador de 1871 y sobre todo de 1872 se cruz una
correspondencia sobre ese tema, en la que un annimo Sansn
Carrasco asegura que la virtud de curar lamparones no era exclusiva
de los reyes franceses sino que la compartan los de Aragn: da
vagas referencias al cronista Beuter y a un autor muy respetable del
XVI al XVII que no nombra {Averiguador, 1872, pgs. 116-117).
No vale la pena de rastrear sus citas.
74
Fre Alvaro PAS, Espelho dos res... texto e traducao de M.
Pinto de Meneses, Lisboa, 1955, I, pg. 54.
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AMERICO CASTRO H I S T O R I A D O R
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arenas del tiempo, dara su obra por bien hecha" 79 . Amrico Castro proclama esperanzado (pg. 63): "La unidad
vital de lo hispnico descansa en la continuidad interior
aqu puesta de manifiesto, y que es indiferente sea o no
vista con unanimidad. Los datos y los documentos completarn y enriquecern esta pintura, pero no conseguirn
borrar su perfil". Exegi monumentum... Radiosa esperanza
que no deja de sorprender a quien examina las ideas sucesivas del autor.
79
Ved MEHTA, Fly and tile Fly-bottie. Encounters with Contemporary British Philosophers and Historians, Penguin Books,
1965, pg. 124.
2 LA PECULIARIDAD LITERARIA
DE LOS CONVERSOS
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no contiene tal afirmacin o conjetura, sino que dice simplemente: "El enfoque lrico de un 'yo' que habla de s
mismo no aparece hasta... el Arcipreste de Hita..., aunque la
autntica confesin de la intimidad de una vida no ocurra
sino en Santa Teresa, inclusa tambin en la tradicin oralmente viva de la espiritualidad musulmana"15. Ni una palabra sobre la "casta", si bien para entonces Narciso Alonso
Corts, en su artculo Pleitos de los Cepedas ("Boletn
de la Real Academia Espaola" [1946], pgs. 85-110),
haba publicado las pruebas documentales de que Santa
Teresa, por su abuelo paterno sambenitado en la Inquisicin
de Toledo, descenda de linaje de conversos. En 1954, ya
enterado, escriba: "Acaba de descubrirse que la familia de
Santa Teresa de Jess era tambin juda. Santa Teresa ha
de considerarse como otra gran figura inclusa en la lnea
cristiano-oriental. Su especial autobiografismo me haba hecho pensar en conexiones islmicas o judaicas" (La realidad
histrica de Espaa, pgs. 539-540). Doce aos ms tarde
puntualizar el rasgo especfico que le indujo a sospechar:
"Teresa de Jess senta a Dios en su cuerpo, en sus sensaciones, en forma desconocida para los msticos europeos (esto
me hizo sospechar la presencia de un latente e inconsciente
semitismo, luego confirmado por los documentos" (Cervantes y los casticismos, pgs. 6-7). Note el lector que la
"tradicin oralmente viva de la espiritualidad musulmana"
se ha ido convirtiendo en "latente e inconsciente semitismo".
No es la invasin de los dominios espirituales por el
cuerpo un fenmeno ignorado por la poesa o la mstica
occidental. En la poesa, John Donne, el poeta metafsico,
nos ha dado un ejemplo relevante: "Her pur and and
eloquent blood / Spoke in her cheeks and distinctly
wrought / That one migth almost say, her body thought".
Lo que tal vez podra traducirse as: "su sangre pura y
elocuente / hablaba en sus mejillas, herva tan vehemente /
Obra cit, pg. 281, nota.
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Para que nadie asocie a Mena con "el linage... que pudo
con Jesucristo", advertir que los manuscritos todos divergen del texto del Cancionero general aqu copiado; escriben
"Juan de Luna" en vez de Juan de Mena -lectio difflciliory
por tanto preferible e intercalan la friolera de 12 versos
entre ganastes y porquel linage, con lo que toda posibilidad de identificar a Mena, o a Luna, con el linaje desaparece ^ i .
2. Don Amrico Castro, gozoso de contar con un converso ms entre los grandes escritores, dio por argumento de
cal y canto los improperios del Mariscal {Espaa en su
historia, pg. 575), relacionando con la prosapia "el nimo
desesperado y agresivo de aquel converso", secularizador de
"la asctica ms sombra". En la Edicin renovada de
Mxico, 1962, que nicamente abarca amplindola una
parte de la materia antigua ingiere a Mena entre los judos
conversos "portavoces del debera ser de la vida espaola"
(pgs. 81-91), que daban "al advenimiento de los Reyes
Catlicos un aire de profeca semtica que se cumple, de
Mesas que al fin llega" (pg. 90).
3. En su eruditsimo Juan de Mena poeta del prerrenacimiento espaol (Mxico, 1950), Ma Rosa Lida de Malkiel
aade un nuevo argumento para judaizar a Mena, "el malicioso cumplido de Antn de Montoro (Cancionero, ed.
Cotarelo, pg. 52), segn el cual cuando cre a Mena se
hallaba particularmente inspirado el Dios adorado en la
Sinagoga"33:
Al tiempo que fuistes compuesto, con gana
estaba el que loa la vieja sinoga.
4. Florence Street, en su ensayo La vida de Juan
Mena, lo ms completo que sobre la biografa del cordobs
32
Para los manuscritos vase MONTORO, Cancionero, ed. COTARELO, Madrid, 1900, pgs. 145, 336. Sobre el cancionero de la
Colombina, H. R. LANG, Communications ofSpanish Cancioneros,
pg. 96.
33
Obra cit., pg. 93, nota.
112
poseemos, a punto de discutir el valor de los datos aducidos, anticipa su conviccin: "El profesor Amrico Castro y
la Dra. M.a Rosa Lida han sugerido que Mena desciende de
una familia de conversos. Ninguna de las fuentes que he
examinado ofrece la menor evidencia de que hubiera sangre
juda en la familia"34.
5. Un ao antes de que Florence Street publicara su
artculo, el docto hebrasta Francisco Cantera Burgos, en
su Alvar Garca de Santa Mara. Historia de la Judera
de Burgos y de sus conversos ms egregios (Madrid,
1952), al comentar la gloria literaria del obispo Alonso de
Cartagena, escribe (pg. 492, nota 59): "En la Vida Beata
(cf. ed. Sociedad de biblifilos espaoles, Madrid, 1892), se
hace intervenir a Alonso de Cartagena como uno de los
dialogantes, siendo curiosa la respuesta que da a una alusin
mortificante de Mena: ' No pienso correrme por llamar los
hebreos mis padres. Sonlo por cierto y quirolo; ca si
antigedad es nobleza, quin tan lexos? Si virtud, quin
tan cerca? O si al modo de Espaa la riqueza es fidalgua,
quin tan rico en su tiempo? ' (pg. 146). La cita sirve,
adems, para comprobar cuan sin razn algunos eruditos,
como D. Americo Castro {Espaa en su historia, pg.
572), incluyen al famoso cordobs entre los conversos desesperados sin cmodo asiento en este mundo".
Enojoso es revisar las piezas del proceso, poco grato el
disentir de tan eminente estudiosa como la autora del Juan
de Mena, poeta del prerrenacimiento espaol. Pero quien
examine los pros y contras fallar el litigio, mientras no se
afloren nuevos datos, en favor de la parte que tiene por
cristiano viejo a Mena, el mayor poeta de nuestro siglo XV,
el cantor de la "virtuosa, magnfica guerra" contra los
moros de Granada.
Escasa fuerza hace la nica deposicin que declara converso a Juan de Mena, la del mariscal Ortiz de Estiga. Era
La opinin de F. Street es compartida y corroborada por
Claudio SNCHEZ-ALBORNOZ, Espaa, un enigma histrico, Buenos Aires. 1956, I, pgs. 558-559; II, pg. 268.
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pgs. 146-148.
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ma imperial, al pronstico visionario de una futura grandeza, es posible que haya atrado particularmente a algunos
conversos, entre los cuales no s por qu se incluye al poeta
Fernando de la Torre, doncel y guerrero. Es seguro que
tenga races en el Antiguo Testamento, puesto que el Nuevo
est cerrado a ansias de podero terreno. Pero estimarlo
aportacin tpica o nueva de los conversos equivale a nombrar a un ro caudaloso con el nombre de su ltimo afluente. Cuntas veces Europa haba soado el sueo del Imperio
y de la unificacin, apoyndose en una interpretacin del
Quinto Imperio pronosticado en Daniel. Las cruzadas primero y despus los discpulos de Joaqun de Fiore, con su
esperanza de la Tercera Edad del Espritu, haban incorporado nuevos elementos. Algunos visionarios del XIV prometieron al monarca francs todas las glorias: el imperio romano, la victoria contra los mahometanos y la liberacin del
pueblo cristiano, a la que seguir la conquista de Jerusaln43 . Un afluente poderoso del ro mesinico nace de la
literatura arturiana entroncando con las profecas de Merln. Recurdense los avisos que su ayo daba a Pero Nio: "E
si bien paras mientes, como biene rey nuevo, luego fazen
Merln nuevo. Dizen que aquel rey de pasar la mar, e
ganar la casa santa, e de ser emperador"44. Es curioso ver
cmo la fantasa novelesca se injerta en la literatura poltica
y, a travs de ella, en la accin. Y la fantasmagora arturiana
tuvo inesperadas derivaciones, influyendo tambin sobre las
laudes de Espaa y el planto por su perdicin. Pero seguir
estas sendas me llevara fuera de mi tema.
43
Vide Jean BIGNAMI-ODIER, Etudes sur Jean de Roquetaillade, Pars, 1952, pgs. 159-172. J. de Roquetaillade o Rupescissa
tuvo larga difusin en la Pennsula, fue alegado en las Germanas y
se incorpor a los profetas del sebastiansmo y el Quinto Imperio
portugus. Sobre su rastro espaol vase Jos M?POU, Visionarios,
beguinos y fraticelos catalanes, Vich, 1930, pgs. 289-307.
44
No vale la pena copiar el trozo entero que cualquiera puede ver
en Gutierre DAZ DE GAMES, El Victorial. Crnica de don Pero
Nio, Madrid, 1940, ed. de Juan de Mata CARRIAZO, pgs. 68-69.
Vase William J. ENTWISTLE, The Arthurian Legend m the Literature of the Spanish Pennsula, Londres, 1925, pgs. 55-60.
El profesor Sicroff, de Nueva York, public en la "Hspame Review" de Filadelfia [40-1 (1972)] un alegato encabezado Amrico Castro and his crides: Eugenio Asensio. El
plural "critics" no pasa de mera aagaza, ya que las 30
pginas se emplean en replicar a dos artculos mos ya viejos
y olvidados, los cuales salieron a luz en 1966 y 1967:
Amrico Castro historiador: Reflexiones sobre "La realidad
histrica de Espaa" y La peculiaridad literaria de los
conversos. El alegato est salpicado de irona y adobado
con una acrimonia inslita en las pginas de la docta y
comedida revista. Aunque la direccin de "HR" me brind
reiteradamente sus pginas, no me picaba la comezn de
replicar. En junio de 1972, fresca todava la tinta del escrito
de su discpulo, Amrico Castro entrevistado por "ABC"
pona sobre los cuernos de la luna a Sicroff, "quien ha
salido en mi defensa frente a los ataques indocumentados
de un erudito espaol". Al mismo tiempo fui informado de
que una editorial espaola haba solicitado de la "HR" el
permiso para traducir el artculo de Sicroff, el cual efectivamente ha salido a luz en espaol en una revista de provincias en octubre de 1972. La rpida promocin de un escrito
acadmico, destinado en apariencia a un pblico especializado, me hizo palpables los riesgos del silencio. Con desgana redact para la "HR" una contestacin, impresa en el
n de otoo pasado [40-2 (1972)]. Ahora, al revisardebidamente autorizado mi artculo polmico para el "Anuario de Estudios Medievales", me ha parecido conveniente
acortar las porciones combativas y ocasionales, y aprovechar el espacio para exponer sumariamente los motivos de
mis reservas y disentimientos frente a la nocin de la
122
historia espaola que campea en numerosas obras, constantemente renovadas y alteradas, del ilustre maestro recientemente fallecido1.
Sicroff me pinta hostigado por la ansiedad, desconcertado, y perseguido no por un espectro solo, como Macbeth,
sino por dos: el "espectro de una Espaa judaica" y el
espectro de la incapacidad terica de la cultura espaola
(pgs. 5, 17). Quin podra dejar de sonrer ante semejantes toques de melodrama? Sicroff me imputa "el tradicional antisemitismo" porque escribo de los hebreos que sus
actividades como cobradores de impuestos y como prestamistas les hacan impopulares en la Espaa medieval. No se
percata de que est atacando a su maestro mismo. Porque
me limitaba a copiar casi textualmente un prrafo del
hispanista Jean Serrailh, que como resumen y presentacin
de sus tesis antepuso a la versin francesa, Pars, 1963.
I. LA REALIDAD HISTRICA
Sarrailh abreviaba una opinin de Castro: "Ce fut la
colre populaire contre les percepteurs (= cobradores de
impuestos) et les usuriers (pourtant si indispensables) qui
imposa finalement la decisin de l'expulsion". La usura
hebrea es tan digna de estudio como las tropelas de los
estatutos de limpieza que Sicroff tom como asunto de su
tesis. Falta un trabajo de conjunto acerca de la usura y los
prestamistas judos en la Castilla medieval, asunto tcnico y
trgico a la vez. Entre tanto, el curioso puede recurrir alas
notas reunidas por Castro, y sobre todo por Snchez Albornoz 2 .
'El artculo de SICROFF, Americo Castro and his crtics: Eugenio Asensio, se cita siempre por el original ingls inserto en la "Hspame Review, 40 (1972).
2
Claudio SNCHEZ ALBORNOZ, Espaa, un enigma histrico,
2 tomos, Buenos Aires, 1956, II, pgs. 198-206. Los copiosos datos,
all reunidos, no concuerdan con las afirmaciones de Sicroff.
123
Sicroff se atiene a los dogmas de su maestro, que apuntala con algunas observaciones personales. A ellas dedicar
una respuesta en la seccin final del artculo. Como, sin
excesiva malicia, me atrevo a conjeturar que habla a ttulo
de vocero de una escuela o secta, por fuerza he de remontarme a su manantial, a la produccin historiogrfica de
Castro en su ltima etapa, produccin inaugurada para mi
propsito por Espaa en su historia (1948) y coronada por
The Spaniards (1971). Imposible para m atalayar el vasto
horizonte que abarcan sus libros siempre iguales y siempre
cambiantes. Indicio de estas variaciones puede ser la palabra
hidalgo, cuyo origen siempre atribuy a un calco semntico
del rabe o hebreo, aunque sucesivamente y con el mismo
entusiasmo intolerante le asign tres orgenes diferentes. El
lector navega por su obra dando bandazos entre el entusiasmo y admiracin por su fertilidad imaginativa, y el desencanto provocado por su arbitrariedad. Un mrito indudable
es el que ha forzado a los historiadores a repensar los
tpicos. En esta nueva lectura, sin la menor pretensin
sistemtica, voy a seleccionar unos pocos temas, guiado por
mis gustos e intereses personales. Historia de Espaa vista
desde el Sur, desde el pie de Sierra Nevada, suscita la fcil
oposicin de los hombres del Norte, que fueron en definitiva los que hicieron la nacin y consideran la araba como
un fenmeno perifrico, o a lo menos no sustancial. Historia orientada hacia el hombre heroico y el mito, historia
imaginativa y de intencin artstica, basada en un florilegio
de frases felices y en una librrima explicacin de textos
literarios, encanta y lastima a los profesionales de la desmitificacin y la estadstica. Es una criatura extraa en nuestra poca.
Mis reflexiones y divagaciones se agruparn en tres apartados; aspectos generales de la teora y prctica de Castro; el
occidentalismo fuerza dominante y estructurante de Espaa; discusin de ciertos datos simblicos en los que Castro y
Sicroff ven una prueba del radical semitismo de la vida
hispnica.
124
12 S
En estas y otras fantasas derrotistas del 98 y sus epgonos es fcil descubrir la semilla, acaso inconsciente, de
muchas elucubraciones de Castro. El lector no dejar de
reconocerlas rondando las imaginaciones de aquella generacin obsesionada por el problema de la decadencia nacional.
Tenan un arranque comn: el anhelo de sustituir la versin
oficiosa, si no oficial, de la historia de Espaa vista como
una continuacin del espritu romano y cristiano, por otra
interpretacin en que los semitas rabes o judos ofreciesen la clave de ciertos fenmenos oscuros y absurdos. Otros
pueblos sintieron idntico prurito. Hay historiadores de
Francia que, tras la romanidad, excavan las races celtas;
historiadores ingleses que exaltan la aportacin de los vikingos; rusos que, ms all del eslavismo y de Bizancio, indagan
los rasgos escitas y monglicos.
Este limbo de adivinaciones imaginativas cristaliza en La
realidad histrica de Castro, creacin en que los datos y las
imaginaciones avanzan al amparo de una retrica y un patetismo desatado, igual que los guerreros almorvides avanzaban precedidos de estruendo de tambores.
126
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128
late medieval Spain with his three faiths. The theoretical justification he seeks in concepts derived from romantic nationalism
(the idea of national genius). from Dilthey and the existentialism
is perhaps a supeifluous one .
Castro rechaza la teora de la continuidad nacional afirmando que la invasin arbiga ocasion una ruptura radical
con el pasado. Al quebrarse el engarce con el mundo visigtico y romano, Espaa adopt un nuevo programa vital, una
nueva escala de valores. Espaa naci de la trabazn y
osmosis del reconquistador cristiano con el musulmn al
que combata y admiraba, con el judo al que despreciaba y
a la vez necesitaba para tareas esenciales de tcnica, economa y administracin. Su modo peculiar de pensar, sentir y
obrar, su morada vital, muy adelantada para el ao 1000,
acab de constituirse en las simbiosis de los creyentes en las
tres religiones monotestas4. Este tringulo estructural aprision al espaol en un recinto de posibilidades e imposibilidades. A partir del ao 1492 Espaa dej de ser plstica y
maleable. Variaran los contenidos de su actividad Imperio, Amrica, italianismo pero no su modo de vivirlos. La
convivencia positiva y negativa de las tres castas ha plasmado el estilo especial de la vida espaola. La garra semita
marca la civilizacin, el pensamiento y hasta la poesa
espaola, archivo viviente de la nacin.
Para proyectar esta concepcin eligi Castro un modo
peculiar de historiar. Su historia retrata una dimensin
especial de la vida: en ella no cabe el hombre medio,
oscuro, ni la existencia cotidiana. Su historia va tejida con
las acciones de los hroes y los santos, de los genios y los
3
129
grandes malvados. Suena a paradoja que una historia estructural siempre acechada por el determinismo emplee un
material tan refractario como los hroes y los santos.
Santos y genios por definicin superan las barreras y los
prejuicios, escapan de la crcel de los hbitos, y viven, ms
que en el pasado o en el presente, en el futuro que ayudan a
crear.
Castro repele con desdn las "sectas utpicas omesinicas que basan sus creencias principalmente en la economa
o geopoltica" (The Spaniards, pg. 6). Abomina del marxismo. Ataca con bastante irritacin a Fernand Braudel, el
cual confa "un papel de actores en la historia humana a
elementos naturales y estadsticas de poblacin" (The
Spaniards, pg. 7). Se enfrenta agresivamente con los
historiadores espaoles en bloque, afirmando que "el espaol es el nico occidental cuya conciencia del pasado y
de s mismo es guiada por una historiografa que se basa
en principios falsos" (The Spaniards, pg. 20). A partir de
La realidad 54, ni siquiera perdona a Ortega y Gasset, a
quien debe tantos pensamientos e inspiraciones. Le combate por su teora de las minoras selectas, por no mencionar
el papel de los hispano-hebreos, por sostener que los rabes
no constituyen un ingrediente especial en la gnesis de
nuestra nacionalidad. Se comprende que Castro sintiese el
apremiante deseo de disociarse de su pasado y de su mentor. Un pormenor revela la tirantez de su polmica: condena a Espaa invertebrada por las conjeturas sobre lo que
habra sido de Espaa si sus germanos hubiesen sido ms
enrgicos y menos romanizados que los visigodos. "Una
historia fundada en un 'si esto o aquello no hubiera sido
como fue', sirve slo para escarceos verbales" (La realidad 62, pg. 42). Nos sorprende esta condenacin porque
parecidos horscopos de un pasado irreal e imposible constituyen un rasgo frecuente, casi caracterstico del discurrir
de Castro. Pondr algunos ejemplos. "Si los hispano-cristianos hubiesen intentado hacer lo mismo (= que Carlomagno,
abierto a la cultura romnica), no habran pasado de la fase
mozrabe, y la ola islmica los hubiera sumergido" (La
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como una seudomrfosis" {La realidad 54, pg. 263). Numerosas formas de vida, de lenguaje, instituciones hispanas cuya apariencia es latina, cristiana, europea, son seudomrfosis de lo arbigo y lo judaico. "Gracias a la mstica de
Santa Teresa y San Juan de la Cruz... salan a flor de vida
las lejanas y ocultas corrientes de la sensibilidad islmica"
{Ibidem, pg. 197). "Floreceran la asctica y la picaresca,
hijas gemelas de un judaismo hecho iglesia" (Ibidem, pg.
536). Ni la menor prueba acompaa a estas rotundas afirmaciones.
La seudomrfosis reviste de cara cristiana instituciones
que derivan de las aljamas y la vida hebraica. La Inquisicin
y la limpieza de sangre, a pesar de su apariencia cristiana,
son seudomrfosis, injertos sobre plantas judas. El converso molde el Santo Oficio e inocul en los cristianos viejos
la preocupacin por la "pureza de sangre" dominante en las
comunidades hebraicas: las responso de los rabinos espaoles, antes del siglo XV, a consultas que giran en torno al
honor familiar y de la comunidad corroboran esta hiptesis.
En suma, muchas cosas se explican ya como imitacin, ya
como reaccin, a instituciones y usanzas moras o judas.
Predomina en la relacin con el musulmn el juego de
challenge-and-response, reto-rplica, forma que populariz
Arnold Toynbee. Santiago es la rplica cristiana al Islam
blico, una especie de anti-Mahoma. Las Ordenes de Calatrava y Santiago son la contrafigura de los ascetas militares
que guarnecan las Rpitas musulmanas. Esta presentacin,
ms grfica que las escuetas analogas y paralelismos, presta
a los encuentros de pueblos un ritmo dramtico. Su valor
sugestivo supera a su utilidad, pues no pasa de ser un
principio de explicacin. Tomemos, por ejemplo, el papel
de Santiago en la que Castro llama, con frase de Pablo de
Santa Mara, "guerra divinal". A partir de 1200 decay la
importancia del apstol, patrn de la guerra santa contra el
moro. Qued subordinado a la Virgen Mara, cuyo estandarte precede y ampara a los cristianos en batallas decisivas de
la Reconquista: en la de las Navas de Tolosa, en la del Salado,
en la conquista de Andaluca por San Fernando y Alfonso el
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otras dos castas el trabajo tcnico y cultural. La contribucin hebrea a la artesana y el comercio est bien documentada por Fritz Baer, Die Juden im christlichen Spanien, II,
Berlin, 1936. Pero aun arrancando de hechos verdicos, se
puede construir un conjunto falso y desequilibrado mediante una conjuncin de silencios e hiprboles.
Podra compilarse un florilegio de hiprboles desaforadas
para expresar esta conocida verdad: que los hebreos en la
Edad Media monopolizaban la banca, es decir, la usura; que
dominaban el comercio y destacaban en la artesana, mucho
ms en el Sur que en el Norte de Espaa. "La historia de
Espaa se ha alzado sobre la economa judaica" {Realidad 54, pg. 475). "El cristiano hispano se enquist en su
ineficacia productiva de riquezas materiales" (Ibidem, pg.
475). "La incapacidad cristiana para utilizar los recursos de
la tierra" (Ibidem, pg. 478). "El cristiano se habitu ano
necesitar conocer la naturaleza y el manejo de las cosas" (Ibidem, pg. 583). Basta para medir la desmesura de semejante
retrica, el recordar la sobria verdad de que en Castilla y
Len, en Asturias y Navarra, el manejo de las cosas bsicas y
vitales, es decir, el campo y la cra del ganado, lo mismo que la
navegacin estaban desde siempre en manos de cristianos
viejos. Vizcaya, adems de las artes de marinera, dominaba
el laboreo del hierro y de las armas. La asociacin mental de
armera con cristiano viejo, haca que en Toledo se presumiese que los armeros eran de sangre limpia. Para qu
seguir? El vicio radical de Castro es la falta de respeto a los
datos, los cuales, manejados por una fantasa constructiva y
obedientes al libre juego de la retrica, acaban sirviendo al
mago de la palabra. Castro ha trazado una especie de
modelo de espaol muy diferente del de Ganivet. El de
Ganivet era estoico, resista las pasiones propias y las embestidas de la fortuna, sereno y sosegado. El de Castro es
romntico, vive para "consumirse y expresarse", "puro
mpetu y seoro no acompaado de inters por las cosas"
(Realidad 54, pgs. 47, 564). "Un pueblo que, cuando no
conquistaba y seoreaba, se senta extranjero en su propia
tierra" (Ibidem, 470). Si la casta seorial hubiese correspon-
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ralit du pass espagnol". Tienen "une obccation nationale et vieille de plusieurs sicles". El autor, vidente entre
ciegos, se irrita porque los historiadores espaoles no toman
en cuenta o no abrazan sus teoras y amenaza con llevar la
discusin a la calle, ms abierta que los laboratorios de
historia. "Peu importe que les historiens (subrayado irnicamente) se refusent toujours reconnaitre la vrit de l'histoire, car 1'opinin, ce que nous appelons le peuple accepte
ce qui pour certains savants demeure impenetrable". Tras
estas y otras lindezas poco ha de extraarnos el que bastantes historiadores, dispuestos a andar con Castro, si no a la
meta, una jornada del camino, hayan guardado silencio.
Castro, en su afn de orientalizar a Espaa, pinta una
vida castellana "tocada por la cultura de Europa y a la vez
ms anclada que nunca en la forma de vida hispanooriental" (Realidad 54, pg. 376). O con una frmula
enrgica dictamina en su introduccin a la versin francesa
de La realidad histrica, pg. XIX: "Je prendrai souvent
pour point de repre la vie francaise, parce qu'il n'y a rien
de plus proche gographiquement, et rien de plus loign
quant la forme de la ralit historique". De acuerdo con
este axioma, cuando esclarece fenmenos espaoles mediante paralelismos y analogas, alega situaciones sacadas de la
vida del Islam. Si quiere explicar que con Felipe II Estado e
Iglesia son consustanciales, compara al rey con al-Hakam II,
a sus obispos consejeros con los alfaques de Crdoba y los
rabinos de Amsterdam. Cualquier historiador sin prejuicios
alegara paralelos europeos: que en la paz de Augsburg,
1555, que precedi a la abdicacin de Carlos V, se proclam el principio "cuius regio eius religio", que Francia
estaba asolada por guerras de religin las cuales acabaron
con la persecucin de los hugonotes y la unidad de culto.
Analogas inservibles para quien profesa el dogma de que
Espaa es una aljama (Realidad 62, pg. 207).
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Y as tenemos la extraa paradoja de que el ms europeizado de todos los clrigos navarros, nativo de una tierra impregnada de cultura francesa y romana, cuya vida transcurri, cuando no conquistaba o aconsejaba a su rey, en viajes
a Roma y a Concilios, el que muri simblicamente a orillas
del Rdano, es ofrecido como paradigma y dechado del
integralismo castellano, de la vividura, de la morada vital
castellana entrelazada de orientalismo, y su obra es interpretada como conjugacin de la influencia europea con el
ascetismo islmico. La conclusin es forzosa: o la disposicin vital de Castilla diverga de la postulada por Castro, o
Castro no posee esos poderes de vidente, ese olfato para
rastrear los hombres inmersos en esa vividura.
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Las coplas festejan una hazaa reciente, sin trascendencia para la historia. Incidente local, celebrado en el
mbito de la ciudad, bajo el acicate de la actualidad, en un
cantar que se graba en las memorias, y la crnica recoge por
un acaso nico. La hazaa de Corraqun ocurri antes de
1173, de forma que la fecha del cantar ha de considerarse
anterior a 1200. Aunque algn abogado del diablo quisiese
interpretar el fue como un signo de que el protagonista
haba muerto, y de que las coplas son una especie de
endechas, estaramos dentro del siglo XII. Pero las palabras
del cronista son terminantes.
Estamos frente a un cantarcillo de tema guerrero pero de
tonalidad lrica, como si la emocin, poco habituada a
expresarse en puro lirismo, necesitase un elemento narrativo. Es de suponer que nunca tuvo ms que dos estrofas
simplicsimas, en que la msica y el movimiento intensifican la participacin comunal en el sentimiento de triunfo 1 4 . Pero no quiero internarme en la cuestin literaria,
remitiendo a los lectores al excelente trabajo de Rico.
14
La forma primitiva del paralelismo, dos estrofas simples y desnudas, reiteradas con variaciones de palabras rimantes o inversiones,
tiene una vida tenaz, mantenida igual en los estribillos canarios del
. XVI-XVII, que en el folklore vivo hasta ayer. A veces se complica
con una introduccin no paralela, y se prolonga con estrofas nuevas.
Tal estructura relativamente compleja ofrecen las endechas que Argote de Molina oy a los moros granadinos y nos conserv en su
Discurso sobre la poesa castellana, ed. de Tiscornia, Madrid,
1926, pgs. 38-39. Argote traduce los dsticos paralelos sin conseguir siempre guardar la rima. He aqu la introduccin y los dos
dsticos en la versin de Argote:
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Castro, con la mira de convertir a los hebreos en creadores de la prosa castellana, ha sembrado al viento un montn
de imaginaciones peregrinas. La ms peregrina fue el imaginar a los hebreos tratando de crear un imperio para Alfonso
X y otros reyes protectores suyos. "Haba soado el judo
en los siglos XIII y XIV con la posibilidad de dominar a
Castilla, la nueva tierra prometida" {Realidad 54, pg.
511). "La exaltacin de la grandeza del monarca fue obra
de judos (Ibidem, pg. 454). "Desde mediados del siglo XII
el horizonte del hispano-hebreo fue Castilla, animada de un
designio imperial" (pg. 456). "Como todo imperio necesita
un lengua de cultura, los judos siempre despiertos proponan una era alfons" (pg. 457). Para qu seguir? Prodigiosamente, conjetura tras conjetura, suposicin tras suposicin, va alzndose una arquitectura de adivinaciones gratuitas: que para los judos "el castellano se les impuso como
el idioma de su nica patria posible" (pg. 458); que los
judos "desligados del sentido de catolicidad cristiana de
que era ndice la lengua latina" fueron los responsables de
que Alfonso el Sabio organizase una enciclopedia del saber
redactada en castellano y no en latn. En las Reflexiones
haba yo alegado dos datos que hacen improbables semejantes conjeturas: el poema en que Todros Halevi Abulafia el
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Por tanto, en Francia el comercio y los trabajos manuales reputados viles y mecnicos derogaban y supriman la
nobleza, pero el crimen no. Y los pecheros que pagaban la
sobrecarga correspondiente a la exencin de impuesto de
los nobles, eran tericamente compensados por la prohibicin de trabajar, la cual les quitaba de en medio un posible
competidor. Galano razonamiento.
La nobleza de Francia se arrogaba privilegios ms exorbitantes que la de Espaa. Loyseau (pg. 32, punto 69) se
indigna de sus tropelas:
Qui en voudroit croire nostre menue Noblesse des champs,
elle s'attribue tant de privileges qu'il luy faudroit composer un
droit part en ce monde, et un Paradis a part dans l'autre: car
l'insolence des menus Gentil-hommes des champs est si grande.,
qu'il n'y a pas moyen de vivre en repos avec eux.. ce son des
animaux sauvages.
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Disraeli, el hebreo solfa ser conservador: nada ms conservador que el cortesano o el servidor de nobles. Cierto que
en el campo religioso estuvieron ms abiertos y disponibles
que los cristianos viejos, lo cual les vali los rayos de la
Inquisicin. Pero en el XV y en la primera mitad del XVI
tanto la critica del Estado como la condenacin de las
injusticias sociales acostumbran a salir de grupos no ligados
a los conversos, por ejemplo de los franciscanos, condenadores de la riqueza sustrada al pobre, y del Estado opresor.
Un franciscano, fray Antonio de Guevara, crea la fbula del
villano del Danubio, mito contra el Imperio. Y en la literatura de evasin el ms perdurable inventor fue Garcilaso de
la Vega, que despobl la ciudad y el mercado para poblar
las selvas de imaginarios pastores. A medida que avanza el
siglo XVI, el mestizaje de sangres y la identificacin ideolgica se intensifican, hasta tal punto que se necesita ser
zahori para discriminar entre la sensibilidad del cristiano
viejo y la del converso, cada da menos converso y ms
cristiano. La alienacin no es un rasgo privativo del converso, sino que segn muchos modernos constituye un
denominador comn de la creacin literaria. El hombre que
est fuera de su lugar y aspira a encontrarlo o recobrarlo ha
sido, desde la Odisea, el material preferido de la fantasa,
Tercer problema, el ms arduo e importante, es mostrar
de un modo convincente cmo los reflejos y reverberaciones de la sensibilidad peculiar del converso iluminan la
creacin literaria. Sicroff intenta ejemplificarlo con las figuras de Luis de Len y Mateo Alemn.
1) Luis de Len interpretado por Sicroff
Sicroff, para mostrar que la angustia del converso impregna tanto la vida como la poesa, atacando mi artculo
La peculiaridad publicado en el "Anuario de Estudios Medievales" (4[1967], 327-351 pgs.; aqu pgs. 87-117), explica la poesa Que descansada vida como si brotase de la
experiencia de los aos de crcel, y de la amargura por el
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Interpretacin totalmente inverosmil, pues ni la Inquisicin habra tolerado en tantas sucesivas ediciones invectivas contra Dios, ni Baltasar Gracin en su Agudeza y arte
de ingenio habra en el discurso LV encomiado esta fbula,
que parcialmente copia, como obra maestra de la alegora,
ni el jesuta Francisco Garau la reproducira en El Olim-
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Efectivamente D. Diego de Anaya, "De genere eligendo rum", ordena terminantemente que ninguno de los colegiales venga del linaje hebreo, "de genere Judaeorum", sin
que importe que la sangre sea remota o prxima, "in gradu
remoto aut propinquo"42.
Es imperdonable que Sicroff no haya estudiado de primera mano los textos bsicos: ni el Scrutinium Scripturarum de Pablo de Santa Mara, ni el Fortalitium fidei de
Alonso de Espina, ni el Lumen ad revelationem gentium de
Alonso de Oropesa, ni el Zelus Christi de Pablo de la
Cavallera; pero, al fin y al cabo, los latinnos plagados de
abreviaturas tienen la cascara amarga. Ms imperdonable es
que no haya ledo la Cathlica impugnacin de Fray Hernal Guevara sobre un negocio de Fray Agustn Saludo" (Madrid 13
aot 1600), "Bulletin Hispanique", 75 (1971), pgs. 263-306; y Gil
Gonzlez de Avila et les statuts de puret de sang, "Studia Hispnica
in honorem R. Lapesa", II, Madrid, 1974, pgs. 493-518.
41
42
'
Esta copiado el Estatuto XIV en Antonio DOMNGUEZ ORTIZ, La clase social de los conversos en Castilla en la Edad Moderna,
Madrid, 1955, pg. 57, nota 13.
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realizacin de un proyecto compartido por monarcas, favoritos, inquisidores, alta nobleza, jesutas, obispos y hombres
de negocios. Los viejos argumentos de la peligrosidad religiosa perdan su validez, pues los conversos terminaron
siendo fervorosos cristianos, tal vez ms fervorosos que los
cristianos viejos. Los reparos raciales carecan de sentido
una vez que los de linaje hebreo se haban cruzado con las
ms ilustres familias cristianas. Y sin embargo las inhabilitaciones y la deshonra aneja duraban y se extendan como
mancha de aceite.
Me gustara aportar algunos textos nuevos a la discusin
de dos aspectos, no ignorados aunque mal estudiados por
los historiadores. El primero es el carcter clasista quiero
decir de conflicto econmico y social que fue tomando la
lucha en torno a la limpieza. Abarca facetas positivas y
negativas. Positivas como la aspiracin de los labradores e
hidalgos pobres a la conquista del prestigio, poder y riqueza
que daban los puestos del Estado, la Iglesia, la Inquisicin.
Negativas como el odio o menosprecio hacia la burguesa
conversa, o el deseo de enrayar y hasta humillar a la nobleza,
a menudo maculada, presentando el mero hecho de ser cristiano viejo como una intrnseca nobleza. El segundo aspecto es el papel de los colegiales, encastillados en cargos de la
administracin, audiencias e inquisicin, los cuales hostilizaban, torpedeaban, hacan vanas las propuestas de reforma.
La base econmica de la animosidad entre labradores y
artesanos o burgueses entre cristianos viejos y nuevos
est pintada a lo vivo por un converso malsn o denunciador
de sus hermanos de raza. Se llamaba Enrique Nez, o
Anrique Nunes, y, segn Rvah 43 , antes de convertirse en
informador del rey de Portugal D. Joao III, haba sido en
Espaa empleado del inquisidor Lucero. Fue asesinado en
Valverde, cerca de Badajoz, por cristianos nuevos portugueses. Escondido en la ropa llevaba un papel para el monarca
43
1 . S. REVAH, Les marrones portugais et l'Inquisition au XVIe
sicle, separata de The Sephardi Heritage, London, pg. 492.
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ndice geogrfico
frica, 128, 130
Al-Andalus, 10
lava, 97, 175
Albis, 70
Alcal, 135
Alemania, 23, 89
Alemania Oriental, 178
Alhambra, 142
Almadn, 60
Amrica, 65, 69, 128, 150, 159
Amsterdam, 136
Andaluca, 15, 79, 131, 154
Angliae, 77
Antioqua, 55
Arabia, 46
Aragn, 1 1 , 7 6 , 7 7 , 145,147
Aragn, Corona de, 51
Asturias, 134
Athenas, 66
Atlntico, 23
Augsburg, 136
Avila, 68, 139, 140, 142
Avin, 54, 145
Azores, 153
Badajoz, 171
Bltico, 13
Barcelona, 163
Bearne, 11
Berlanga, 69
Bilbao, 153
Bizancio, 125
Bolonia, 137
Boston, 58
Burgos, 112
Cdiz, 153, 154
Calatrava, 131, 137
Cartagena, 172
CastUla (Castela), 14, 27, 39, 42,
43, 44, 52, 55, 6 1 , 71, 76,
77, 78, 7 9 , 9 0 , 9 1 , 116, 122,
130,133,134,137, 139, 142,
143, 144, 145, 146, 151,
158,172
Castilla la Vieja, 69
Catalua, 1 1 , 4 2 , 4 9 , 147
Celtiberia, 41
Cinco Villas de Navarra, 140
Compostela, 42
Crdoba,41, 51, 66,70, 75, 113,
135, 136, 142,156, 163
Constantinopla, 13-14
Constanza, 70
Cuenca, 60, 101
Danubio, 160
Delfinado, 72
Ecija, 51
El Acebo, 42
El Escorial, 127
Espaa, 8, 10,12, 13,14, 17, 23,
24, 27, 28, 30, 31, 34, 39,
41, 42, 43, 49, 50, 53, 58,
59, 60, 6 1 , 65, 66, 73, 74,
75, 77, 78, 79, 80, 82, 95,
96, 97, 98, 99, 101, 102, 107,
111, 112, 116, 121, 122,
123, 124, 125, 126, 127,
128, 130, 133, 134, 135,
136, 137, 138, 142, 143,
145, 146, 147, 148, 149,
150, 153, 155, 158, 159,
164, 168, 170, 171, 175,
178
182
LA E S P A A I M A G I N A D A DE A M E R I C O C A S T R O
Estados Unidos, 23
Europa, 9, 12, 14,28, 117, 136,
138,150, 151, 159
Extremadura, 69
Flandes, 61
Florencia, 17, 18, 163, 165
Florida, 70
Francia, 11, 13, 23, 6 1 , 74, 75,
76, 77, 78, 79, 116, 125,
130, 135, 136, 137, 143,
146, 147, 148, 149, 150,
151
Galicia, 43
Gibraltar, 89
Gotia, 41
Graecia, 39
Granada, 89, 112, 176
Guadalajara (Guadalaxara) 106,
158
Guipzcoa, 152, 153
Harvard, 93
Hispania, 1 3 , 4 1 , 4 2 , 7 7 , 128
Holanda, 159
Huesca, 11
Iberia, 41
Indias, 154, 164, 175
Inglaterra, 59, 130, 147, 148
Israel, 116
Italia, 13, 1 7 , 2 3 , 5 9 , 6 3
Jan, 177
Jerusaln (Ciudad Santa), 12, 25,
117
Lacio, 14
Len, 42, 134
Lisboa, 146, 152, 172
Madrid, 14, 25, 161, 165, 178
Malasia, 178
Mar Negro, 13
Medina, 46
Mediterrneo, 124
NDICE GEOGRFICO
Talayera, 170
Toledo, 42, 51, 53, 55, 71, 99,
106, 124, 134, 137, 158,
159, 162, 169, 170,
177
Tordesillas, 176
Tierra Santa, 12
Troya, 81, 94
Ula, monte, 153
Ultramontes, 126
183
Ultrapuertos, 72
Valencia, reino de. 106
Valverde, cerca de Badajoz, 171
Valladolid, 68,159,172,173,176
Viena, 159
Viena del Delfinado, 72
Vinaroz, 106
Vizcaya, 134, 152, 153
Zamora, 176
Zaragoza, 53, 63, 145
ndice de nombres
Abarbanel (Isaac), 156
Acrai (Gustavo), 162
Adn, 41, 176
Adefonsi Imperatoris (Chronica),
138
Aebischer (Paul), 11
Agraz (Juan), 113
Aguirre (Miguel de), 154
Agustn (San), 59, 92
Alatorre (Antonio), 108
Alba (Duque de), 61,91
Alberti (Len Bautista), 167
Alberto, prncipe, archiduque y
cardenal, 162
Alciato (Andrea), 176
Alderete, mdico salmantino, 176
Alemn (Cristbal), 89
Alemn (Jcome), 89
Alemn (Juan), fraile de la Orden de Sancti Spiritus, 89
Alemn (Justo), 89
Alemn (Mateo), 43,62,89, 108,
156, 160, 163, 164, 166
Alfio, 161
Alfonso X el Sabio, rey de Castilla, 42,52,54,55,75,76,79,
131-132, 134, 143, 144,145,
146
Alfonso XI, rey de Castilla, 77,
146
Alfonso Enrquez, rey de Portugal, 130
Al-Hakan II, emir de Crdoba,
136
Almerich, acaso arcediano de Antioqua, 55
Almirante (El), 91
Along (Roberto), 17
186
Azorn, 157
Baena (Juan Alfonso de), 113
Baer (Yitzhak, antes Fritz), 51,
53, 54, 134
Baltans (Fray Domingo de), 107
Ballesteros Gaibrois (Mercedes),
76
Barcia (ngel Mara de), 76, 77
Baroja (Po), 124, 125
Barrabs, 106
Barrionuevo (Jernimo de), 79
Bataillon (Marcel), 64, 91, 165
Baudelaire (Charles), 93
Beltrn de Heredia (Vicente), 53
Benito Ruano (Eloy), 51
Bension (Ariel), 29
Berceo (Gonzalo de), 44, 45, 46
Bergson (Henri), 59
Berindoaga (Pedro), 150
Bernardo (San), 98
Beuter (Pedro Antonio), 77, 79
Bignami-Odier (Jean), 117
Bivar Guerra (Luis de), 61, 158
Blecua (Jos Manuel), 107
Bleiberg (Germn), 60
Bloch (Marc), 78, 146
Bo (Cario), 24
Bonilla y San Martn (Adolfo),
70, 110
Brrelo (Camilo), 78
Braganza (familia), 6 1 , 158
Braudel (Fernand), 129
Brisac, almirante francs, 153
Brochier (Jean-Jacques), 92
Brunot (F.), 63
Burckhardt (Jacob), 24, 50
Burke (Kenneth), 93, 100
Calatrava (Orden de), 131
Caldera de Heredia (Gaspar), mdico sevillano, 79
Caldern de la Barca (Pedro, 98,
126
Calixto, 157
NDICE DE NOMBRES
Cid Campeador, 74, 81,98
Cincinnato, 152
Cirac Estepan (Sebastin), 60
Cisneros, cardenal, 135
Clio, 87
Colbert(JeanB.), 150
Coln (Cristbal), 95
Coll i Alentorn (Miquel), 11,13
Collazos (Baltasar), 152
Colngwood (R.G.), 38, 89
Conde-Duque. Vid. Olivares
Condestable (El), 91
Coronel (Diego), 107
Coroneles de Segovia, descendientes de Abraham Seor,
107
Corraqun (Sancho), 139, 140,
141
Cota (Rodrigo de), 114
Cotrelo (Emilio), 111
Cristo, 16, 42, 105, 106, 110,
177
Croce (Benedetto), 10,17,29,33
Cros (Edmond), 164, 165, 167
Chapelain (lean), 165
D'Ancona (A.), 17
Daniel, profeta, 117
Dante Alighieri, 74
Demdoco, 81
Daz de Games (Gutierre), 117
Diegarias, contador de los Reyes
Catlicos, 114
Dilthey (Wilhelm), 33, 34 35,
40,128
Discuros, 4 1 , 4 2
Disraeli (Benjamn), 160
Domingo, villano, 71
Domingo de Silos (Santo), 45
Domnguez Ortiz (Antonio), 24,
90, 168, 169, 174
Doni (Antn Francesco), 167
Donne (John), poeta, 99, 100
Dozy (Reinhart), 48
Duran (Manuel), 93
187
Drury (Elizabeth), 100
Durkheim (Emilo), 32
Dwornik (F.), 13
Egua (Miguel de), 94
Eliphat, 116
Elorduy (P. Eleuterio), 42
Elliot (J.H.), 71,74, 148
Emery (Richard W.), 51
Encina (Juan del), 16, 64, 102,
157
Enrique de Lorena, padre de Alfonso Enrquez, 130
Enrquez Gmez (Antonio), 60,
61 {Vid. etiam Zarate, Fernando)
Entwistle (William J.), 117
Erasmo de Rotterdam, 90, 108
Escarramn, 106
Escobar del Corro, inquisidor, 170
Escolano (Gaspar de), 97
Espina (Alonso de), 169
Espinosa (Benito), 159
Espinosa Maeso (Ricardo), 102
Estella (Fray Diego de), 164
Estrafalario (Don), 32, 124
Eva, 176
Faci (Bartolom), 115
Fadrique, maestre de Santiago,
158
Faria y Sousa (Manuel de), 151
Felipe II, 136, 153, 155, 170
Fernndez (Los), 90
Fernndez (Lucas), 16, 102
Fernndez de Oviedo (Gonzalo),
73
Fernando III el Santo, rey de
Castilla y Len, 131, 132
Fernando el Catlico, 7, 59, 70,
91, 158 (Vid. etiam Reyes
Catlicos)
Ficino (Marsilio), 167
Filoctetes, 93
Fiore (Joaqun de), 117
Fitero (Raimundo de), fundador
188
de la Orden de Calatrava,
137
Fontanini, 75
Foulch-Delbosc (R.), 66, 69,
101,110
Flaubert (Gustave), 93
Fradejas Lebrero (Jos), 46
Francesillo (Don), truhn, 177
Francisco I, rey de Francia, 78
Frank (Rachel), 23
Freud (Sigmund), 93
Friolera (Don), 32, 124
Fuertes Arias (Rafael), 70
Fugger (familia), 60
Furi Ceriol (Fadrique), 94, 108
Gabrieli (Francesco), 48
Gaetano (A. L. de), 148
Galds, Vid. Prez Galds (Benito)
Galfridus Anglicus, 52, 144
Gallardo (Bartolom E.), 79
Ganivet (ngel), 134
Garau (Francisco), jesuta, 166
Garca (Diego), 138
Garca Blanco (Manuel), 28
Garca Gmez (Emilio), 24, 47,
4 8 , 4 9 , 130
Garca Morente (Manuel), 31,
32,35
Garca da Orta, 60
Garca de Santa Mara (Alvar),
109,112
Garca de Santa Mara (Gonzalo), 62,63
Garcilaso de la Vega, 70, 113,
160, 162
Garibay (Esteban de), 178
Gelli (Giovan Battista), zapatero
florentino y comentador de
Dante, 64, 74, 75, 148
Gestoso Prez (Jos), 89, 164
Gil Vicente, 69, 102, 157
Gilman (Stephen), 24, 40, 93,
102, 104, 105, 107
Giner de los Ros (Francisco), 30
Giusto, 75
Glaser (Edward), 165
Godoy Alcntara (Jos), 127
Gmez de Tejada (Cosme), 162
Goncalves Pereira (Alvaro), 158
Gngora (Luis de), 14, 15, 108,
157
Gonzlez de Avila (Gil), 169
Gonzlez de Cellorigo (Martn),
72,73
Gonzlez Oll (Fernando), 137
Gracin (Baltasar), 73, 166
Granada (Fray Luis de), 61,164
Greco (El), 125
Green (Otis H . ) , 98, 126
Guadaa (Gregorio), 105
Guevara, cardenal, 168-169
Guevara (Fray Antonio de), 69,
152, 160
Guillen (Claudio), 89, 163
Gundisalvus, 138
Guttmann (Alien), 159
Guzmn, 114
Guzmn de Alfarache, 60, 165,
166,167
Hebreo (Len), 156
Hegel (G. W. F.), 29
Heidegger (Martin), 39
Henriques (Alfonso), tronco de
la casa de los Almirantes de
Castilla, 158
Herder (Johan G.), 33
Herrera (Fernando de), 113
Herrera (Gabriel Alonso de), 135
Homero, 81
Horacio, 92, 161
Hornik (M. P.), 115
Huarte de San Juan (Juan), 72
Huerga (Padre), 107
Huizinga (Johan), 24,46, 87
Ibn Arab, de Murcia, 45
Ibn Hazm, de Crdoba, 24, 48
Ilia, 104
Inocencio III, papa, 98
NDICE D E NOMBRES
189
190
NDICE DE NOMBRES
Paiva e Pina (Jorge), 163
Palacio y del Palacio (Jos Mara
del), marqus de ViUarreal de
lava, 97
Palacios Rubios (Juan Lpez de),
jurista y presidente de la Mesta, 135
Palatino, 176, 177, 178
Palau (Antonio), 163
Paloma, juda de Guadalajara,
158
Paracuellos (Juan de), tejedor,
106
Parducci (Amos), 167
Parker (Alexander A.), 106
Prmeno, 104
Paz y Melia (Antonio), 115,163
Pazzis (Magdalena de), 101
Pearce (Roy H.), 24, 40
Pedrarias, padre de Juan de Mena, 115
Pedro (San), 100
Pelagio (Alvaro), obispo de Silves, 77, 146, 147
Pellicer (Joseph), 78, 79
Perales (Juan Bautista), 97
Prez (Joseph), 133
Prez Galds (Benito), 31
Prez Gmez (Antonio), 158
Prez de Guzmn (Fernn), 66
Pescador (Mara del Carmen),
54
Pidal (Pedro Jos), 113
Pike (Ruth), 152
Pilatos, 106
Pina(Fernode), 163
Pinciano, 176, 177, 178
Pinta Llrente (Fray Miguel de
la), 97
Pinto de Meneses (M.), 77, 146
Pizao (o Picao) de Palacios
(Alvaro), 162, 163
Platn, 36
Pluto, 167
Plux, 42
Ponce de Arcos (Antonio), 42
191
Ponce de la Fuente (Constantino), 108
Portocarrero (familia), 161
Portocarrero (Pedro), del Consejo Real y del de la Inquisicin, 162, 163, 170
Pou (Jos Mara), 117
Poujol (J.), 62
Puente (Juan de), 78,79
Procter (Evelyn S.), 52,144,145
Prudencio, 59
Quevedo (Francisco de), 43, 64,
78,80,98,106,107,165
Quijote (Don), 30, 124, 166
Quintana (Manuel J.), 127
Quintanilla (Alonso de), Contador de los Reyes Catlicos, 70
Quiones de Benavente (Luis),
71
Quiroga (Gaspar), arzobispo de
Toledo y Gran Inquisidor,
162, 163, 170
Ramrez de Arellano (Rafael),
51, 163
Remont, arzobispo de Toledo, 55
Revah (I.S.), 19,60,61, 72, 102,
156, 157, 158, 168, 169,
170, 171
Rey (P.Esteban), 2 3 , 3 1
Rey Sabio. Vid. Alfonso X
Reyes Catlicos, 8, 16, 62, 70,
78, 107, 111, 114, 126 (Vid.
etiam Fernando el Catlico,
Isabel la Catlica)
Rezbal y Ugarte (Josef), 177
Ribera (Julin), 49, 130
Ricard (Robert), 164
Rico (Francisco), 132, 137 138,
139, 140, 141, 163, 167
Rodrguez (Toribio), hidalgo
montas, 107
Rodrguez de Figueroa (Juan),
175
192
NDICE DE NOMBRES
Talavera Fray Hernando de),
169-170
Tapia (Carlos de), 78
Teicher (J.L.), 109
Tellechea (J. Ignacio), 154, 155
Tellos de Meneses, 162
Teresa (Santa), 29, 30, 37, 43,
59, 68, 94, 96, 98, 99, 100,
101,131, 133,159
Teresa de Cartagena, 59
Thibaudet (Albert), 59
Thuau (Etienne), 148
Tiraqueau (Andr), 176
Tirso de Molina, 78, 106
Toledo (Don Juan de), 106
Toms de Aquino (Santo), 72
Torre (Alfonso de la), colegial
de San Bartolom de Salamanca, 57
Torre (Fernando de la), poeta,
117
Torrejoncillo (Fray Francisco
de), 88, 170
Torres Naharro (Bartolom de),
16, 17
Toynbee(Arnold J.), 18, 34, 35,
3 8 , 3 9 , 8 2 , 131
Trajano, 156
Uhland, 45
Unamuno (Miguel de), 7, 28, 29,
30,39,67
Urabayen (Flix), 124, 125
Uranio (Marsilio), 167
Uriel da Costa, 60
Usque (Samuel), 56
Valds (Diego de), 78, 79
Valds (Juan de), 28, 60
Valera (Mosn Diego de), 96,101
193
Valera (Juan), 58
Valla (Lorenzo), 62
Valle-Incln (Ramn del), 32,
124
Van Praag (J. A.), 164
Vasmer(Max), 13, 14
Veblen (Thorstein), 159
Velasco, 114
Velzquez (Diego de), 80
Vlez de Guevara (Luis), 78
Vicens Vives (Jaime), 137
Vicente Ferrer (San), 55
Vico (Giambattista), 10, 33
Vilar (Pierre), 73
Villamediana (Conde de), 168
Villanueva (Leonor de), bisabuela de Fray Luis de Len, 92
Villegas Selvagio (Alonso), 104
Violante, reina, mujer de Alfonso el Sabio, 54, 145
Virgen Mara, 42, 75
Virgilio, 15
Viterbo (Egidio da), 92
Vivas (Alonso), maestro de Campo, 70
Vivas (Dr. Luis), 70
Vives (Juan sic), mercader, 97
Vives (Juan Luis), 27, 62, 9 1 ,
95,96,97,98,101
Vives (Miguel), 97
Vives (Na), 97
Wareman (Pieter), 45
Weber (Max), 32, 94
Whitman (Cedric H.), 81
Wilson (Edmund), 58, 93
Zarate (Fernando), nombre utilizado por Antonio Enrqez
Gmez, 61
NDICE GENERAL
INTRODUCCIN
1. Espaol, palabra extranjera
2. Gngora y la poesa rabe
3. El teatro espaol primitivo creacin de conversos
Abreviaturas de las obras ms citadas . . .
1. AMERICO CASTRO HISTORIADOR. REFLEXIONES SOBRE "LA REALIDAD HISTRICA DE ESPAA"
I.
Las fuentes espaolas de sus temas centrales
II. La teora historiogrfica. Origenes y originalidad
III. Historia como literatura. Literatura como
historia
IV. La Espaa hebrea y conversa
V. Espaa y el Occidente
2, LA PECULIARIDAD LITERARIA DE LOS
CONVERSOS
I.
Las genealogas improvisadas
Son los conversos un grupo aparte en la
II.
esfera de las letras?
III. El otro lado de la cuestin
IV. La adivinacin y sus lmites
V.
Fue converso el autor del Lazarillo? . .
5
11
14
16
20
21
26
33
40
50
73
85
89
90
92
96
102
198
VI.
106
108
168
ndice geogrfico
181
ndice de nombres
185
ndice general
195
119
122
124
126
137
139
142
143
146
148
151
152
153
155
160
163
EL ALBIR UNIVERSAL
Obras de prxima publicacin
Manuel C. Daz y Daz, De Isidoro al siglo XI. Siete estudios sobre la vida literaria peninsular.
Jos Ma Lacarra, Estudios de historia urbana medieval espaola.
Eloy Benito Ruano, Los procedentes del problema converso.
Fray Justo Prez de Urbel, El Poema de Fernn Gonzlez.
Edicin, notas y estudio.
Miguel Gual Camarena, Economa, industria y comercio en
la Edad Media hispnica.
Alfonso Garca-Gallo, Las instituciones sociales en Espaa
durante la Alta Edad Media.
Claudio Snchez-Albornoz, Pginas polmicas.
Jos Luis Martn, Evolucin econmica de la Pennsula
Ibrica (siglos V-XI).
Carmen Batlle, Barcelona a mediados del siglo XV. Historia
de una crisis urbana.
Pierre Bonnassie, El trabajo en Barcelona a fines del siglo
XV.
Jos Luis Martn, Economa y sociedad en los reinos hispnicos de la Baja Edad Media.
Anthony Luttrell, Espaa y Oriente en el siglo XIV.
Mara del Carmen Cari, Pueblo y gobierno en la Castilla
medieval.
Jos Vives, Las andanzas y viajes de Pero Tafur, hidalgo
espaol.
Mario Del Treppo, La Corona de Aragn y el Mediterrneo
durante la Baja Edad Media.
Charles-E. Dufourcq, Espaa y frica durante la Edad
Media.
Fray Justo Prez de Urbel, Castilla en la Alta Edad Media.
Otras publicaciones de
Ediciones El Albir
Reproducciones facsimilares
LUCIO MARINEO SICULO, Crnica d'Aragn, Valencia,
Juan Jofre, 1524, 170 pgs.
MIGUEL DE MANUEL RODRGUEZ, Memorias para la
vida del Santo Rey Don Fernando III dadas a la luz con
apndices y otras ilustraciones..., Madrid, MDCCC, en la
Imprenta de la Viuda de Don Joaqun Ibarra, 4 + XXXVI
+ 574 pgs. y 1 grabado.
JUAN PABLO MRTIR RIZO, Historia de la muy noble y
leal ciudad de Cuenca, Ao 1929, En Madrid, por los
Herederos de la Viuda de P. de Madrigal, 8 + 328 pags.
P. ZACARAS GARCA VILLADA, Paleografa espaola,
Madrid, 1923, 2 vols., uno de texto y otro de lminas.
FRAY PRUDENCIO DE SANDOVAL, Antigedad de la
Ciudad y Iglesia Cathedral de Tuy..., Em Braga, Em casa de
Fructuoso Lourenco de Basto, anno 1616, 20 +406 pgs.
PEDRO RODRGUEZ CAMPOMANES, Dissertaciones Histricas de la Orden y Cavalleria de los Templarios..., en
Madrid, en la Oficina de Antonio Prez de Soto, calle de la
Habada, barrios del Carmen, ao de M.DCC.XLVII, 48 +
288 pgs.
JOS GODOY ALCNTARA, Ensayo histrico etimolgico filolgico sobre los apellidos castellanos. Madrid, Imprenta de M, Rivadeneyra, 1871, 280 pgs.
AGUSTN MARN DE ESPINOSA, Memorias para la historia de la ciudad de Caravaca. Imprenta de D. Bartolom de
Haro y Solis, Caravaca, 1856, 360 pgs.
BERNAB DE CHAVES, Apuntamiento legal sobre el dominio solar que... pertenece a la Orden de Santiago. [Madrid, 1740]. 2 + 213+ 16fols.