Kant Emmanuel - Filosofia de La Historia - Que Es La Ilustracion
Kant Emmanuel - Filosofia de La Historia - Que Es La Ilustracion
Kant Emmanuel - Filosofia de La Historia - Que Es La Ilustracion
"""-1
Imtnanuel Kant
FILOSOFA DE LA HISTORIA
QU ES LA ILUSTRACIN
Traduccin
Emilio Esti
y Lorenzo Novacnssa
2 2 6116 -HU!'<\
C.Uf(~
'2008
CARONTE
FILOSOFA
(1~
ndice
Carontc Filosofa
dirigida por Carlos Turres
Kanr, Immanud
Filn:;ufa de b hbwrhL ~ '. ed.- La Plata: Terramar, 2004.
163 p. ; 20x I 4 cm. - (Camntl' Film:ofa}
ISBN 'IS/-1187-18-1
F!LOSt!FA DE LA HJSTORIA
33
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Pb:a Italia l 37
190{) b Piara
Td' (54-221) 4B2-0429
Dsef1u: Curra[
Aymad Pcuahissi
ISBN: 987-l!S?-!S-1
1732 lngresJ en el
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FILOSOFA DE LA HISTORIA
QU ES LA ILUSTRACIN
1
~
sujetos
singulares, por la confusi6n e irregularidad que impera en ellos, podra conoceTse, sin cmbargo 1 como un desarrollo constan.temcnte pro~
dd gnero huma;
no en su totalidad. Lo mismo acontece, por ejemplo, entre los
matrimonios, los nacimientos de ctlos originados, y las muertes: ro#
dos son acontecimientos en los que la libre voluntad del hombre tiene muy grande influjo y no parecen, por eso mismo, son1ctcrsc a regla
alguna que permitiese calcular de antemano la detenninacin del
nmero de los mismos. Sin embargo, lt.Js grandes pases tienen estadsticas anuales que demuestran que tambin esos hechos tmnscu<mesJvrl. aunque lento, de disposiciones originarias
f F!LOSOF:\ DE LA 1-!l:,'TOR!:\
[7
rrcn segn leyes naturales, tan constantes como las incesantes variaciones armosft~ricas, que no se pueden predeterminar en los casos sin~
gul~res, "::mquc en el todo mantienen el crecimiento de las plantas,
la dtrcccmn de las aguas y otros hechos naturales, en un curso unifor~ne e ininterrumpido. Los homhres, individualmente considerados, e
mc!uso los pueblos enteros, no reparan que al seguir cada uno sus
propias intenciones, segn el panicular modo de i1ensar, y con frecuenna en mutuos conilictos, persigw.:n, sin advertirlo, como si fuese
un hilo conductor, la intencin de la Naturaleza y que trabajan por
su fom.cnto, aunque e Uos mismos la desconozcan. Por otra parte, si la
conocieran, poco les importara.
Puesto que los hombres no tienden a realizar sus aspiraciones de un
modo meramente instintivo, como los animales, ni tampoco segn un
plan concertado en sus. grandes lneas, como ciut'ladanos racionales del
mundo, parece que para ellos no sera probable ninguna historia con~
forme a un plan (como, por ejemplo, lo es para Ias abejas y castores).
N\~ podernos disimular cierta indignacin cum1(lo vemos su hacer y
pa~lecc::r. re~trcscn.mdo en el gran escenario del mundo; y cuando aqu 0
a!l1 advertimos Cierta aparente: sabidura de algn individuo, encontramos que, en definitiva, visto en grandes lneas, todo estA entretejido
po~r la torpeza, h~ _va~1idad pueril y, con frecuencia, por b maldad y el
afan d~ destTuccon Igualmente pueriles. Por fin no sabemos qu conCCl~to formarnos de nuestro gnero, tan infatuado de su preeminencia.
Et filsofo no puede sacar, en este caso, sino la siguiente indicacin: ya
que p<:ua el hombre y su juego, vistos en grandes trazos, no puede dar
por supuesto ningn f>rofJsiw racionalJ>ropio, tendrcl que investigar si
no le es posible descubrir una intencin de la Naturaleza en semejante
abst~rda marcha de !as cosas humanas. Ella posibilitara una historia,
conforme con determinado plan de la Naturaleza, en criaturas que, sin
embargo, se conducen sin propio plan. Intentaremos hallar un hilo
conductor para tal histori<.1, pues dejamos a !a Narura.Ic:a la tarea de
producir el hombre capaz de concebirla de acuerdo con dicho hilo con~
ductor. As, ella produjo un Keplcrr que someti las rbims excntricas
de los planetas, de un moJo inesperado, a leyes determinadas, y un
Newton, que explic esas leyes mediante una causa universal de la
Naturaleza.
JS
It..-t)..!:\NUEL KANT
Primer principio
las disposiciones nawrales de una criatura esun clcsrirwdns a desarrollarse alguna vez de manera comj>lcta y confonne a
Tanto la observacin externa como la interna, o diseccin, cmnprueban ese principio en todos los animales. Un rgano, que no ha de ser empleado, o
una disposicin que no alcance su fin constituyen una contradiccin,
dentro de la doctrina tcleoh:gica de la Naturaleza. En efecto, si renun~
chiramos a dicho principio, ya no tendramos una Narumle:a regular,
sino caprichosa 1 y una desoladora contingencia [Ungcfahr] recn1pla:ar{a el hilo conductor de la ra:n.
Segundo principio
En el hombre (entendido corno la lmic1 criatura racinnal de la tierra) las disosicioncs originarias, que se refieren al uso de la razn, no se
desmTolhm com[Jletamente en el individrw, sino en la esJ>ecie. La raz6n de
una criatura consiste en la facultad de ampliar bs reglas e intenciones
del uso de rodas las fuerzas m<'i.s alh dd instinto natural, y en sus pro~
ye:ctos no conoce lmite. alguno. Pero ella ntisma no acta instln~
tivamenrc: necesita ensayar, ejercitarse e instruirse, para sobrepasar de
un modo continuo y gradual la int.eligencia de !os dcmt1s. Lm::go, cada
hombre tendra que vivir un tiempo desmedido, para llegar as a apren~
dcr cmo debe hacer un uso completo de rodas sus disposiciones origi~
narias o, si la Naruralc.za slo le ha asignado una vida de breve dura~
ci6n (como realmente ocurre), ncccsitar<'i una serie de generaciones,
quiz interminable, que se transmitan unas a las otras la ilustracin
alcanzada, hasta llevar las simientes depositados en nuestra especie al
grado de desarrollo adecuado plenamente a la intencin de la Natura~
lcza. Y este momento, por lo menos en la idea del hombre 1 tiene que
ser la meta Je sus afanes; porque, de otro modo, las disposiciones naturales tendran que ser consideradas, en su mayor parte, corno vanas y
carentes de finalidad. Tal cosa anula todos. los principios prcricosi y
tambin la Naturaleza, cuya sabidura tendra que servir de axioma
para la apreciacin de todas las Jem<ls formaciones, slo en el hombre
despenara la sospecha de ser un juego pueriL
lDEA DE UNA !HSTOR!t\ UNIVERSAL .
f f!LOSCWt\ m
LA HlSTORlA
!Y
Tercer principio
20
htM/\NUEL KANT
Cuarto principio
21
Quinto principio
Sexto principio
FlLOSOFt\ DE LA Hb!ORI;\
Sptimo principio
El
del
de una cons!irucin civil ;erfecra
del)rohlenw de una relacin legal exterior entre los Estados y no
ser
sin eso ltimo. De qu servira trabajar para una cons~
1
:El papel que el homhrt' d~sempea es, pues, muy artificiaL Nada sabemos acerca
de la constucin y nawralc::a de los habitantes de otros planetas.
pliscmos bil:n csa rnisin de la Naturall'ta,
nosotros
misrnos, porque nos daram.os una jerarqua no inferior a la de nuestros vecinos en
d edificio dd tntmdo.
entre stos cada individuo akance plenamente el
destino en e! curso de su vida; pero entre nosotros no ocurre asf: slo el gnero
puede esperarlo.
24
lM}.MNUEL KAt'-<T
y a la
<lemttt, segn leyes 1 de la voluntad solidaria. Por fantstica que pueda
ser esta idea 1 y aunque se haya tornado risible en un abare de Saint
j FlL0.'i0FiA
DE LA WSTORlA
25
lMMA:-:UEL KANT
F!LOSOFA PE LA HISTORIA
27
Octavo principio
Podemos considtoar los lineamientos generales de la historia de la es{Jecie
humana como fa realizacin de un plan oculto de la Naturaleza destinado a
producir tma constitucin poltica interiannente pe1j"ecw, Y~ con este fin,
tambin J>erfecw, desde elJUnto de vista exterior; pues tal es la tinica condi~
ein por la cual la Naturaleza puede desmmllar toiLI las dis{lllsiciones de la
humanidad de un modo acabado. Este principio es consecuencia del an~
terior. Advertimos que tambin la filosofa pcxira tener su milenarismo
(Chiliasmus): la idea que, aunque desde muy lejos, nos forjamos de l,
1
28
IMMA~UEL KANT
oficios, principalmente, en el comercio, y con ello el Estado manen las relaciones exteriores el debilitamiento de sus fuerzas. Pero
esa libertad avanza gradualmente. Cuando al ciudadano se le impide
que busque el bienestar segn te plazca -con la nica reserva de que
emplee medios compatibles con la libertad de los dem;s- se obstaculiza la vitalidad de la actividad general y con ello las fuerzas del todo.
Por eS(\ cada vez se suprimen con mayor frecuencia las limitaciones
del hacer y omitir personales y se otorga universal libertad de religin.
De tal suerte, la ilustracin emerge poco a poco, aunque entrernezclada
con ilusiones y quimeras, entendindosela como el gran bien a que
debe tender el gnero humano, utilizando con ese fin hasta las intenciones egostas del engrandecrniento de los dominadores, a pesar de
que stos slo entiendan las propias ventajas. Pet:o tal ilustracin, y
con ella cierta participacin cordial con el bien, que el hombre ilustra~
do no puede impedir cuando lo ha concebido perfectamente, tcndnn
que ascender poco a poco a los tronos e int1uir sobre los principios de
rrohirorrro. Aunque, por cjcmplo los actuales gobernantes del n1.undo
no tienen dinero para los esrablecrnientos pblicos de educacin ni,
en general, para nada que concierna a un mundo mejor, porque todo
est calculado de antemano para la guerra futura, enconrran.n ventano impedir, por lo menos en este aspecto, los esfuerzos del puebk\
por dbiles y lentos que sean. Por ltimo, la guerra misma no slo ser3
poco a poco muy artificiosa y de inseguro desenlace para ambos encmi~
gos, sino tambin una empresa muy arriesgada por la postracin que la
pblica siempre creciente (una nueva invencin) impondn'n al
Estado) puesto que la amortizacin de la misma se pierde de vista.
At1dase tambin la influencia que cualquier comnoci6n en un Estado
ejerce sobre todos los otros, debido a la trama tan ceii.ida que la industria extiende sobre esta parte de la tierra. Dicha influencia es tan noraque los Estados se sienten obligados a ofrecerse como rbitros dew
bido al peligro que los amenaza, y fuera de toda consideracin jurdica.
Tales circunstancias preparan desde lejos un gran cuerpo estatal futuro, del que no encontramos"ejempl o alguno en el mundo pretrito. A
pesar de que semejante cuerpo poltico existe por ahora en estado de
muy grosero proyecro, comienza a despertarse~ por as decir!of un sentimiento en todos los miembros del mismo: el inters por la conservacin del todo, lo que permite esperar que, despus de mucbas revolu1
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1
Noveno principio
1
1
El inrcnw
de elaborar la historia universal del mundo segn un
plan de la Nawraicza
a la perfecra unificacin civil de la especie
humana, se debe considerar como posible y ventajosa Jwra dicha intencin
natural. Querer concebir una historia segn la idea de la marcha que el
rnundo tendra que seguir para adecuarse a ciertos fines racionales constituye, en apariencia, un proyecto extrao y extravagante: semejante
intencin slo producira una novela. Sin embarg(\ esa idea podra ser
perfectamente utilizable! si admitimos la posibilidad de que la Naturaleza no procede sin plan e intencin final, incluso en el juego de la
libertad humana. Y aunque seamos demasiado miopes como para pe#
nctrar en el mecanismo secreto de esa organizacin, tal idea podra
servirnos, sin embargo, de hilo conductor para exponer, por lo menos
en sus lineamientos generales y como sistema, lo que de otro modo no
sera ms que un a.rrregado sin plan de las acciones humanas. Si partimos de la historia griega, por ser la nica que nos conserva todas las
otras hisroras que le son anteriores o contempon1neas, o por lo menos
la nica que bs atestigua;' si perseguimos la influencia que ejerci
sohre la formacin o deformacin del cuerpo poltico del Jmeblo roma~
no, que absorbi al Estado griego, y la influencia de dicho pueblo sobre los
quienes lo destruyeron a su vez, hasta llegar a nuestra
'Slo un niblico ifusmulu, que ha perdurado sin interrupcin desde el comienzo de
la histmia antigua hasta nosouos, pwxlc garantizar la autenticidad de la misma.
Fuera de l, todo es terra incognta; y la historia Je !m pueblos que en su vida no
participaran dd mismu, !'tlo :;e puede iniciar en la prx:a que entraron en ese crw
culo. Tal cosa ocurri6, por eje1nplo, con d pueblo judo, cuyas noticias aisladas
hubiesen merecido pnco cn:dito sin la traduccin griegn del;; Biblia, realizada en
ia poca de los Ptolomcns. A partir de aqu (una \'ez que ese comienzo lw)Yl sido
bien cstah!ccido) podem.os avanzar a lo largo de los relatos histricos. Slo cnn la
primcw p<igna d~: (ucdides (dict: Hume} comienza roda historia vcrdadew.
30
JMMAX'UEL KANT
poca, y, si al mismo tiempo, aadimos eJ>isdicame:me la historia poltica de otros pueblos, ml como la conocemos a travs de esas naciones
ilustradas, descubriremos la marcha regular seguida por nuestro continente (que alguna vez, verosmilmente, dictar leyes a las restantes
panes del mundo) en la mejora de su constitucin poltica. Prestemos
atencin, ademts, a las diversas constituciones civiles, y a las relaciones estatales: stas 1 en virtud del bien que aqullas contenan, sirvieron durante cierto tiempo a la elevacin y dignificacin de los pueblos (y junto con ellos, a la de las artes y las ciencias); pero, al no
carecer de defectos, esas constituciones se volvieron a derribar. No
obstante 1 siempre qued algln germen de ilusttacint que se desarrollaba a travs de cada revolucin, preparando as d grado siguiente y
ms alto del mejoramiento. Creo que de este modo descubriremos un
hilo conductor, que ni.J s6lo nos servin para la mera aclaracin del
juego, harto confuso, de las cosas humanas o dd arre poltico de prever las futuras variaciones producidas en ese campo (utilidad ya ..:le
otro modo derivada de la historia del hombre, aunque haya sido concebida como el relato Je acciones inconexas de una iibertad sin resino tambin que ese hilo conductor (lo que no podramos esperar con fundamento sin suponer un plan de la Naturaleza) nos abrin
una consoladora perspectiva parad futuro. En ella la especie humana
se nos presentad, en remota lejana, elcv<indose a una condicin en
la que las simientes depositadas por la Naturaleza puedan desarrollarse por completo y llegar a cumplir su determinacin aqu en la tierra.
Una justificacin semejante -o mejor, Providencia- de la Naturaleza no
constituye, en modo alguno 1 un motivo despreciable para la eleccin
de un particular punto de vista en la consideracin Jel mundo. En
efecto de qu servira ensalzar h1 magnificencia y sabidura de la creacin en el reino irracional de la Naturaleza, y recomendar la observacin de la misma, si la parte que corresponde a la gran escena de la
suprema sabidura, la que: contiene los fines de todas las dem;s -la
historia del gnero humano- debiese seguir siendo una objecin ince~
san te, cuya visin nos obligara a apartar los ojos con Jis:gusto 1 puesto
que dudamos Je encontrar en ella una intencin plenamente racional, por lo que la esperamos en otro mundo?
Se interpretara mal mi propsito si se creyera que pretendo rechazar la elaboracin de ta ciencia histrica [lliswrie] propiarnente dicha,
PE:\ PE UNA HISTORIA UNIVERSAL..
f ftLOSOFfA DE LA HISTORIA
3!
consiste en el
La
de edad. l mismo es cHIItalllc
de servirse
!784.
32
iMMANUEL 1-:.>\NT
ll!~OR!A
IR
1
1
1
1
{MMANUEL KANT
uso ;blico de la razn siempre debe ser libre, y es el nico que puede
producir la ilustracin de los hombres. El uso f>rivado, en cambio) ha de
ser con frecuencia sevcnunente limitado, sin que se obstaculice de un
modo particular el progreso de la ilustracin. Entiendo por uso pblico
y ante
la propia razn, el que alguien hace de clh.:t 1 en cuanto
la totalidad del pblico del mrmdo de lecwres. Llamo uso privado al
empleo de la razn que se le permite al hmnbre dentro de un puesto civil
o de una funcin que se le confa. Ahora bienr en muchas ocupaciones
concernientes al inters de la comunidad son necesarios ciert()S meca~
nismos por medio de los cuales algunos de sus miembros se tienen que
cc~mportar de modo meramente pasivo, para que, mediante cierta unahacia fines pblicos o, ai nH.>
nimidad artificial, el gobierno los
nos, para impedir ia destrucci6n de los rnismos. Como es natural, en
este caso no es permitido razonar, sino que se n.ecesita obedecer. Pero
en cuanto a esta parte de la !11<1quina se la considera miembro de una
comunidad ntegra o, incluso, de la sociedad cosmopolita; en cuanto
se la estim.a en su calidad de docto que, mediante escritos, se dirige a un
puo,co en sentido propio 1 puede razonar sobre todo, sin que por ello
pade:Gmlas ocupaciones que en parte le son asignadas en cuan ro micm~
pasivo. As, por ejcrnplo 1 sera muy peligroso si un oficial, que debe
obedecer at superior, se pusiera a argumentar en voz aha, estando de:
servicio, acerca de la conveniencia o inutilidad de la orden recibida.
Tiene que obedecer. Pero no se le pu;;dc prohibir con justicia hacer
observaciones, en cuanto docto, acerca de los defectos (id servicio
rnllitar. y presentarlas ante d juicio del pblico. El ciudadano nn se
puede negar a pagar los impuestos que le son asignados, tanto que una
censura impertinente a esa carga 1 en el momento que debe pagarlo1,
puede ser castigada por escandalosa (pues podra ocasionar resistencias
generales). Pero, sin embargo, no actuar en contra dd deber de un
ciudadano si, como docto, manifiesta pblicamcnre sus ideas acerca de
la inconveniencia o injusticia de tales impuestos. De la misma manera,
un sacerdote cst obligado a ensear a sus catecmenos y a su comuni~
dad segn el smbolo de la Iglesia a que sirve, puesto que ha sido athni~
tido en ella con esa condicin. Pero, como docto, tiene plena libertad,
y hasta la nlisinr de comunicar al pblico sus ideas -cuidadosan1ente
examinadas y bien intencionadas- acerca de los defectos de ese simbo~
es decir, debe exponer al pblico las proposiciones relativas a un
E.'i LA !LUSTRACIN
22611 fi
-WJM
l5
En esto no
que
tuctortes, referidas a la
provocar en l
y a la
<g'"'"
de ccmcien-
sean
bocar en la etc-rnizacin de la insensatez.
de la
Pero una sociedad cch:si<'istica tal, un snodo
(como la llaman los holandeses) no
una clf!ssis de
que
credo
cada uno de sus tniem~
que es atsolutfll1.1en
eternizarse?
que excluira para ,"'''""'"
nulo e inexistente, aunque
es, en s nlismo, sin
por el poder supn.:mo 1 el congreso y los rmis. solernncs tratados de pa::.
para poner a la "'" """"'
no se
Una
sus conocimientos (so~
en ia condicin de que le sea
protn(>
de errores y, en
bre todo los muy
36
1Mh\A01UEL KANT
f F!tOSOFiA DE LA
H!SlOR!A
37
38
1F!LOSOFfA nE LA H!STU!U.'\
.l9
Cfr.
ENGEL,
f fiLOSOFA
DEL\ HISTORIA
41
b.1l.{ANUEL Ki\NT
43
de los ca,
no m::;u:to:e, porque no aparecen invaria.hl,m:erte
a an1bos
ractcres que
se puede poner, con ""'"'''ldod en la base de bs restantes
Esta
Tambin los negros, los
o los americanos tienen sus pro~
pcrS<)n:alcs, familiares
pero
de la misma
3. Con
de lo que en general pertenece a la e.slJecie humana
en la
de los blancos no hay otra cualidad caracterstica necesariamente hereditaria; )' lo mismo ocurre con las dems.
1
Entre nosotros, los blancos, existen muchas propiedades hereditarias que no pertenecen al carcter de la especie. Mediante ellas distin~
guirnos las familias e incluso los pueblos entre s pero ninguna de esas
cualidades se transmiten infaliblemente, sino que los individuos que es,
tn afectados por ellas tambin engendran 1 al cruzarse con otros que
carecen de dicha propiedad distintiva, hijos de la clase de los blancos.
En DinamarG1 1 por ejemplo, domina el color rubio 1 mientras que en
Espaa (y ms an en los pueblos blancos del Asia) predomina el color
moreno (con sus consecuenci as: color de Ios ojos y del cabello). Aun,
este ltimo color se puede heredar sin excepcin dentro de pueblos
aislados (como acontece entre los chinos 1 a los cuales los ojos azules les
provocan risa) porque entre eHos no se encuentra ningn rubio que al
engendrar pudiera transmitir su color. Pero s alguno de esos morenos
tuviese una mujer rubia, engendrar hijos morenos o rubios, segn que
domine uno o otro aspecto, y tambin a la inversa. En ciertas familias
existe la tisis pulmonar, ciertas deformacion es, la locura, etc., como
propiedades hereditarias; pero ninguno de esos innumerable s males
hereditarios es infaliblemente heredado. Como es naturat sera preferi~
blc evitar cuidadosame nte tales alianzas1 por poco que se atienda a la
s~1lud de la casta familiar pero, sin embargo, yo mismo he comprobado
muchas veces que un hombre sano casado con una mujer tuberculosa
puede engendrar un hijo que se asemeje al padre tanto por los rasgos
del rostro como por la salud y otro que se parezca a la madre siendo,
como ella~ enfermo. Tambin he encontrado en el matrimonio de un
hombre cuerdo con una mujer que wmbin lo era, pero que perteneca
a una familia afectada de locura hereditaria 1 que entre varios hijos nor,
males, slo uno era demente. Aqu hay transmisin herediraria 1 pero
44
lMMANUEL KANT
el carcter
se consen.Yr inlalb!cm,;n
''"'"'''"con la negra y a la inversa,
los m:.tltlros;
el rnesti::o
y con la americnna el rnestizo
El
1
americano
versa.
con la negra
el negro
y a la in,
menor
pero
5, Consideraci n
la
de la
QC11C1ilCI1ll
ncccsarit!mentc
i&ricndo en la
hurnana
caracteres que, en
M,,.,,,n,,,, y hasta hereditarios a lo
de !as
no
esas
dentro de las clases hurna~
nas cam<:.tcrizadas por el color de la
que se~1n nccesnriame nre he~
gzalmllllte llamativa la drcunstan.ci a de que este ltimtJ
46
lJ..tMA;-..:UEL KAN:T
F!l.O::l(Jf'A DE LA Hb"TOR!A
47
ttil1gt:nt.e y qu;,; no
tiene
puede ser efecto ele
una causa diferente de las simientes y c!i:;ptlS!Cltmt:s que residen en la
misrna.
En
si aceptara caracteres
de impresiones mnrim''''''
re;; y cue, sin
a ser
me serfa imposible
aq<aellas cuatro diferencias de color son, entre las de:md:s
heretlttu:o>s y mmsmirdas
de
modo
ser la causa de
fue m del hecho de que
su caracterstica diversidad 1 de
modo que no
pudiese nacer un
mcsrzo, sino que tenga que resultar infaliblemente. Sin
dada
la diversidad de las
tal hecho no
ser conccSlo si adrnitimt1S que en la simiente de una
nica)' [Jrime,
ra tienen que haber residido necesariamente las disposiciones hacia
toda esa
de
a f(n de que sea adecuada al graclual
pol,lami:ntode las diferentes
del mundo,
entender
dl,;pclS>:ic>nc>s se desenvolvieron ocasionalmente y,
di,;esamllm:c, naciendo asi diferentes
de hombres
que 1 en lo sucesivo, tuvieron que inuodudr Je modo necesario su car:ktcr detertninado en el cruzamiento con las otras cL1scs. Eso se debe
a que tal carcter pertenece a la posibilidad de la propia existencia, es
a la
de la propagacin
por eso, se tiene
que derivar la disposicin necesaria y primera, implcita en la estirpe
del
Tales cualidades --que son infalibles y se heredan hasta en
el cruzamiento con las otras clases, produciendo mestizos- nos obligan
a la conclusin de que derivan de una sola
porque sin ello no
entenderamos la necesidad de la transmisin especfica.
lo que se hereda infaliblemente en las
ciases de la
hum<mtl, Jmede
la denorninacin de una raza hunuk
na en [Jarticular.
Es cierto que las cualidades que pertenecen esencialmente a la especie misma, es decir, que son comunes a todt)S los hombres con1o tales,
se heredan infaliblemente; pero puesto que en esn): no radica ninguna
di.en2!1:ia entre los hombres, no se las consideran en la divisidn de las
razas. En
considerarnos (cfr. 3) los caracteres fsicos -por
cierto los hereditarios- mediante los cuales los hombres se distinguen
en.trc s (sin diferencia de
pues de ese modo se fundamenta un<.l
divisin de la especie en clases. Pero tales clases slo se han de lhunar
razas cuando aquellos caracteres se transmiten infalibLemente a la espe,
de (tanto dentro de una misrna clasc com.o en el cruzamiento con
todas las dem~is). Por tanto el concepto de raza contiene, en primer
el concepto de una estirpe cornn \\ en segundo trmiiwj el ca#
nkter necesariamente
de la diferencia de clases, entre los des~
ce:ndientes. Sobre estos ltimos fijamos con seguridad las razones dife~
renciales que nos permiten dividir la especie en clases, las cuales, en
1
1
1
48
ES!....\ !LUSTRr\C!>:!
Fn.osoFiA m: !.A
HISTORIA
49
nfaliblememe _
Tal es la definicin que, en realidad me he propuesto ofrecer en
este tratado; lo dc1mls puede ser considerado cmno perteneciente a una
intencin accesoria o como mero aadido que puede aceptarse o
rechazarse. Slo tengo por probado el primer punto y, aJenu1s, en cuanto
principio, lo considero utilizable para la investigacin de la historia
natural, porque es capaz de un expcrfmcnro que puede conducir con
seguridad la aplicacin de aquel concepto. Sin eso, sera vacilante e
inseguro.
Si hombres diversamente configurados fuesen puestos en la circunstancia de mezclarse, habra una poderosa presuncin -cuando ese cruzamiento es n1cstizado- de que ellos pertenecen a razas diferentes; pero
si tal producto en su mezcla, siempre es mestizado, aquella presuncin
se convertid. en certeza. Y al contrario: si en una sola generacin no se
produce mestizaje, podemos esrar seguros de que ambos padres de la
1
Al print:ipio, ctmndo tan slo se ret1an ame los ojos !os caracteres surgidos de la
comparndn (la semejanza o la diferencia), las clases de las criamws se agrupaban
bajo un gnero. Pero, cuando despus se an:ndi al origen, se tmo que mostrar si
aquellas ch1sct> eran otras mnms diferentes est>ecies o slo ra;;:as. El lobo, el zorro, el
chacal, la hiena y d pcrro domstico constituyen distinrns clases de animales cua~
dnpedos. Si se admite que cada una de ellas ha necesitado tener un origen espe~
da!, sern especies; pero si se considera que han podido nacer de una sola estirpe,
slo ser;n razas dentro de la especie. En la historia naturnl (que slo se ocupa de la
generacin y del origen), !a es[h?cie y el gnero son en s rnismos indistintos. En la
descripcin de la N:numleza, que trata simplemente de la comparacin de las notas, se conserva esa diferencia. Lo que aqu se denomina es[Jecie, alhi se tendra que
llamar raza.
50
[MMANUEL KA~T
misma especit\ por diferentes que en apariencia puedan ser, perrenccen1 sin embargo. a una y Ia misma raza.
Slo he admitido cuatro razas en la especie humana; no porque es~
tuviese por completo seguro de que no podra haber vestigios de otras,
sino porque lo que yo exijo como carcter de una mza, es decir, la
generacin mestizada, slo se jJrotlucc en ellas1 lo cual no se puede probar suficientemente con ninguna otra clase humana. En este sentido.
en su descripcin de las poblaciones monglicas, Pallas dice que la
primera generacin de un ruso con una mujer de este ltimo pueblo
buriate) produce de inm.ediato beHos nios; pero no anota si en
stos no existe en absoluto ningn vestigio de origen calmquico. Sera mu;r raro que el cruzamiento de un mongol con un europeo borrase
pnr complero los rasgos caractersticos del primero, puesto que fliempre
los hailamos1 con mayor o menor claridad, en el cruzamiento de
mongoles con poblaciones ms meridionales (probablemente con indios) y tambin con chinos jmmnesest malayos, cte. Pero [a peculiaridad
monglica se refiere~ con propiedad, a la figura, y no al color. '{ hasta
ahora la experiencia ha mostrado que slo ste tiene cankter de raza,
es decir, de una infalible transrnisin especfica. Tampoco .se puede es~
mblecer con certeza si la figura cafre de los papas y de los otros is!ciios
anlogos a dlosl que habitan las islas del Ocano Pacfico denotan
alguna raza ~1articular, puesto que todava no conocemos el producto
de su mc"z.da con blancos. Se ditCrendan suficientement e de los nenros
,
<::>
por la barba espesa y ensortijada.
1
Nota
Cierras teoras actuales admiten algunas simientes muy peculiares.,
detwsiradas originariamente en la primera y comn estirpe humana, h1s.
cuales llegaran hasra las diferencias raciales ahora existentes. Semejantes teoras se apoyan por completo en la infalibilidad de la rransmi~
sin espcdfica1 lo que toda experiencia confirma para las cuatro razas
mencionadas. Quien considere y crea que este fundamento explicativo
constituye una innecesaria multiplicacin de los principios de la histo~
ria natural, y quien estime que se podra prescindir perfectamente bien
esas particulares disposiciones de la Naturaleza -puesto que aceptaDEFINICIN DEL CONCE!'TO DE UNt\ RAZA HUMANA
f F!L()SOFL\
DE LA HL:iTORIA
51
riamente hereditarias.
La finalidad, en una organizacin, constituye el fundamento un~
versal del que inferimos la existencia de equipos originariamente pues~
tos con esa intencin en la naturaleza de una criatura. Si ese fin s6lo
fuese alcanzado tardamente, concluiramos en simientes innatas. Ahora
bien, ninguna raza, como la de los negros, pn1eba tan claramente esta
conformidad a fin, constitutiva de su peculiaridad. Pero el ejemplo que:
d~ aqu podemos derivar lmicamente nos justifica presumir por ;:malo~
gta que, al menos, ocurre lo mismo con las dem<"is razas. En efecto,
ahora sabemos que la sangre humana se vuelve negra por estar sobrecargada de flogisto (tal como lo podemos observar en el lado inferior
de un cogulo). Ahora bien, el fuerte olor de los negros, que no pueden
evitar por limpieza algumlt proporciona un motivo para conjeturar que
su piel elimina mucho flogisto de la sangre y que la Naturaleza r.iene que
~1aber o.rg~ni;,ado esa piel de tal modo que en ellos la sangre se pueda
desflogzstnar por medio de la piel, en una medida muy superior a la
que acontece en nosotros~ pues la mayor parte de las veces esa funcin
corresponde a los pulmones. Pero los autnticos negros residen en re~
giones en las que el aire est muy "flogistizado'\ debido a los espesos
bosques y a los lugares cubiertos de cinagas; tanto que, segn los rcla~
tos de Lind) los marinos ingleses que remontaban, aunque slo fuese
durante un daj el ro Gambia, para ir a comprar can1e, tenan peligro
de muerte. Por tanto, sera un dispositivo muy sabiamente acertado de
la Naturaleza el haber organizado la piel de tal modo que la sangre -al
no poder desagotar por los pulmones semejante cantidad de flogistose pueda desflogistizar en los negros mucho me:1s poderosamente que en
nosotros. Luego, la sangre tena que transportar un exceso de flogisto a
la terminacin de las arteriast es decir, bajo la piel misma. Tiene que
haber una sobrecarga y, por eso, tena que aparecer de color negro
aun~ue -c~mo es natural- en el interior del cuerpo sea roja. Por lo
demas, la drvcrsa organizacin de la piel de los negros y la nuestra es
notable, incluso al tacto.
1
52
l)-tM:\NUEL Kt\NT
53
costas, o tal vez llevados por los hielos del Ocano Glacial. Pero el
agua de dicho ocano, al helarse continuamente, tiene que desprender
enormes cantidades de aire sutil, lo que hace presumir que la atmsfera
est all m.s saturada que en cualquier otro lugar. Por eso la Naturaleza
se l1<1 cuidado de antemano de su desprendimiento, por medio de la
organizacin de la piel (puesto que la atmsfera aspirada no exhala
suficientemente el aire sutil de los pulmones). En efecto, se pretende
hab-er comprobado una sensibilidad cutnea mucho menor entre los
americanos originarios, que qub:- fuese consecuencia de aquella orga~
nizacin, conservada en climas mo.s clidos una vez que, por su dcsa~
rrollo, se hubiese convertido en diferencia raciaL En esos climas no
falta materia para el ejercicio de esta funcin, pues todos los medios de
nutricin tienen implcita cierta cantidad de aire sutil, que puede sCr
recogido por la sangre y expelido por el camino mencionado.
El lcali voltil es una materia que la naturaleza tiene que exhalar de
la sangre. Para esa segregacin ella debi depositar en los descendien,
tes de la primera estirpe ciertas simientes hacia la organizacin espe8
cial de la piel. En la aurora de los tiempos del desenvolvimiento de la
humanidad, esa estirpe quiz~ encontrara su residencia en alguna re#
54
lMM:\NtJEL KANT
55
ven en un pueblo borran por completo las otras. Por es0 no podemos
admitir que una anterior mezcla de las diferentes razas) dada en ciertas
proporciones) pueda reponer ahora la estructura de la estirpe humana.
En efecto, de orro modo, los mestizos, engendrados por un cruzamiento
desigual, se volveran a descomponer, tambin ahora (como ocurri en
la prirnem estirpe) en los colores originarios. Tal descomposicin acontecera por las propias generaciones, cumplidas en diferentes climas;
pero ninguna de las experiencias realizad<Js hasta ahora permiten pre . .
sumir tal cosa. Todas esas generaciones bastardas se conservan, en su
propagacin ulrcrior con tanta permanencia como [as razas de cuya
mezcla han surgido. Cul fuera la estructura de la primera estirpe humana (segn la cualidad de la piel) es algo que ahom resulta imposible
adivinar. Induso el carcter del blanco slo constituye el desenvolvimiento de una de las disposiciones originarias que, al lado de otras, se
encuentran en L
1
"Rczcnsion ::u johann Gottfried Hcrdcrs Ideen zur Geschicte der Mens.c;heit", 1785.
56
lMMANUEL Kt\NT
57
lMMANUEL KANT
tambin el influjo de los astros sobre ella, promete -segn le pareceuna oaran influencia sobre la historia de la humanid;_-d, una vez que
aquel influjo sea conocido con mayor rigor. En el captulo que trata de
la divisin de las tierras y los mares, la estructura terrestre se presenta
como fundamento explicativo de la diversidad de la historia de los
pueblos. "Asa es tan coherente en costumbres y usos porque, de acuer~
do con el suelo 1 tiene tambin la forma de un todo. El pcquci'io mar
Rojo, al contrario, divide las costumbres y, m~s an, el pequeo golfo
Prsico. Los numerosos lagos 1 montaas y ros, as como la r.ierra firme,
no sin fundamento, ocupan en Amrica una gran extensin bajo clima
templado; y la estructura del Viejo Continente fue establecida por la
Naturaleza en relacin con la morada del hombre, de un modo difc~
rente a la del Nuevo ?vfundo." El segundo libro trata de las organizado~
nes terrenales. Comienza por el granitl\ sobre d cual ha actuado la !u::,
el calor, el aire enrarecido y el agua. Quiz<'i por eso, el slex se rranst()r~
m en calcreo, en el cual se formaron los primeros seres vivientes del
mar, es decir, los tnoluscos. La vegetacin comienza despus ... Compa~
racin de la estructura del hombre con la de las plantas, y del amor
sexual del primero con las flores de las ltimas. Utilidad del reino ve~
getal con respecto del hombre. Reino animaL Variacin del mismo y
del hombre, segn los climas. Los del viejo mundo son imperfectos.
"Las clases de criaturas se amplan cuanto rm.s se alejan del hombre; n
medida que se le aproximan disminuyen ... En todos hay una forma
principal y una estructura sea semejante ... Tales rnlnsiros no ton1an
inverosmil la tesis segn la cual en las criaturas marinas, en las plantas
y, quiz:::, hasta en los llamados seres inanimados, domine una y la mis~
m a disposicin hacia la organizacin~ slo que en estado infinitamente
grosero y confuso. A la mirada del Ser Eren10, que ve todo en conexidnl
la fomu1 de una partcula de hielo en el momento en que se engendra y
el copo de nieve que se configura en ella tienen una relacin amloga a
la de la formacin del embrin en el cuerpo materno. El hombre es una
criatura inrennediaria entre los animales, o sea que es la forma tnos
expandida posible. En ella se renen wdos los caracteres de wdos los
gneros que se hallan en torno de l. y constituye el conjunto ms dcli~
cado. A partir del aire y del agua veo llegar1 por asf decido, a los anima~
les; desde las alturas y los abismos avanzan hasta el hombre y se aproxi~
man 1 paso a paso 1 a su estructura." Este libro concluye con las siguientes
St1RRE EL LIBRO IDEAS PARA UNA FILOSOI:f,\ ..
f FtLOSOF[A DE LA !!!STOR!A
59
60
iMMANUEL KANT
obra de arte, ante semejante beneficio, por rneJio de! cual nuestra es;
lleg a ser humana, permiridnos detenernos con
y
;lS::mtbrada mirada. Vemnos cmo la nueva
de fuerzas coF
menz6 con la csuuctura erguida de la hum.anidad y cmo por ella~ nicamente, el hombre fue hornbre."
En el cuarto
el autor
desarrollando el mismo punto. "Que
le falt a la criatura semejante al hombre (d mono} para ser hombre?
Y por que ste Hcg a serlo! Por la configuracin de la
propia
de la
por la
interna y externa h<Jcia el
perpendicular... el mono tiene todas bs panes del ccret>ro
que d hOnbre posee; pero la forma dd cn1neo est situada hacia atrs,
debido a que su cabeza se
desde otro ngulo y a que no fue
hecho para la rnarcha
Y por ello, todas las
actuaron de otro modo ... "Mira hacia el cido) oh
y ~tlgrate al
conttomphtr tu inmensa ventaja, unida por el Creador dd tnundo a un
oriJ1CDI'O tan simple como el Jc tu
erecra ... Elcv;1do sobre la
tierra y sus hierbas, ya no dominad
sino el
Con la marcha
cr;twJa, el hornbre
a ser una criatura artstica; pudo
Hbrcs y artsticas ... slo con esa situacin
se nn1d:11o
clero lertguaje humano ... Terica'/
la razn S()lo es algo
mlnHirith consiste en aprender la
y direccin de !as ideas y
rat:ul.ta,lles, por medio de
cuales el hombre fue formado de acuerdo
con su organizacin y modo de vivir." Y
la libert<1tL "Ei hombre
es el primer ser libre: de la creacin: est erguido." El pudor "se tuvo
11
que
tempranamente por la
ergu.b Su naturaleza
no est sometida a ninguna cxtrarla
! Por su posi~
cin
y no por otra razn ... Fue fonnado para la humanidad su
estado Je
su amor sexual, su
y arnor maternal: todo
const:intye un
para la humanidad 1
de- b fonnacin er~
las reglas de la
y de ia verdad se fundarnentan sobre la
misnu1
del hombre 1 y t.ambtCn ella iG educa [bildet]
para la prosperidad. La
estt en la suprcrna humanidad. El cnconado animal tiene sensaciones
Dios elev ai hombre de
mi modo que, aun sin quererlo ni saberlo) vislumbra las causas de las
cosas. De ese
te encuerara a Ti, oh
conjunto de todas
las cosas. Y la
produce la esperanza y la fe en la inmortalidad."
De estos temas trata d quinto libro. ~<Desde las piedras a los cristales~
SOBRE El UBR\) li.JEAS PARt\ UNA FlLOYOFiA / F!LClSOFiA DE LA lHSTORIA
61
de stos a los metales~ desde los metales al reino vegetal, desde aqu al
animal y, finalmente, al hombre, vemos cmo se acrecienta la forma de
la organizacin. Al mismo tiempt\ se diversifican las fuerzas e impulsos
de las criaturas, y por fin todas se renen en la estmctura del hombre,
en la medida en que sta puede abarcarlas ... ~~
"A travs de la serie de seres. advertimos una semejanza de las formas principales, que se van aproximando cada vez ms a la estructura.
hun1ana,- as como vemos tambin que se le acercan, poco a poco, las
fuer::as e impulsos ... A cada criatura se le ha asignado cierta duracin
de vida, de acuerdo con el fin de la Naturaleza que ella debe secundar.
Cuanto m<'is organizada es una criatura, tanto m;;ls entran en la constitucin de su estructura los reinos inferiores. El hombre es el compendio del mundo: b cal, la tierra, las sales, los ;;leidos, el aceite y el agua,
h1s: fuerzas de la vegetacin, de las excitaciones: y de la sensacin, se
r~ncn org/nicamente en l. Esto nos lleva a admitir un reino invisible
de las fuerzas y tenemos que postular una serie creciente de ellas. Dicho
reino est< en las misrnas rigurosas conexiones y trnsitos que los obser~
para probar la
vados en la serie visible de la creacin. Y esto es
inmortalidad del alma y como si fuese poco, para demostrar la perdu~
racin de la totalidad de las fuerzas eficientes y vivientes de la creacin
universaL La fuerza es imperecedera, aunque el instrumento se pueda
descomponer." "Lo que lleva a !a vida, lo que otorga vida a todo lo
viviente, vive; lo que acta, acta eternamente en eterna conexin.''
Tales principios no se disocian "porque no es ste el lugar de hacerlo".
Sin embargo, "en la materia vemos tantas fuerzas semejantes a las espi~
rituales, que una total oposicin y contradiccin de ambas naturalezas,
concebidas como absolutamente diversas entre s -espritu y materia~s rnuy improbable, aunque parezcan contradecirsen. '~Ningn ojo ha
visto siinientes reformadas. Es incorrecto hablar de epigncsis~ pues
parecera que !os miembros crecen desde fu.era. Hay una formacin (g~
nesis); existe el efecto de fuerzas intenws. La Naturaleza dispone de
gran cantidad de ellas, y al configurarlas, las torna visibles. Nuestra
alma racional no forma el cuerpo: es el dedo de la divinidact la fuerza
org<inica quien lo hace.>~ Ahora bien, esto significa: 11 1) La fuerza y el
rgano se vinculan del modo rm'is ntimo posible; pero no son una y la
misma cosa. 2) Toda fuerza acta en armona con su rgano, puesto
que ella se lo ha procurado para que se manifieste y asimile a su esen~
62
lMMt\NUEL KANT
11
F!LOSOFIA DE LA H!STORI:\
63
IMMh~UEL KA~T
f FILOSOFA DE LA
H!STOR!t\
6S
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l;!Mr\~UEL Kp\),;T
UN.-\ FIUJSOfiA .
j FH.OSOFfA
OS L\ Hl~TOFJA
67
68
lMMANUEL KANT
modo, tal metafsico quisiera adaptar todas las cosas a su propio crite,
rio, digno de una infecunda y escolstica abstraccin. El autor de la
reseii.a puede encontrar semejante violenta polmica muy de su agra~
do; pues en ese punto se halla en completo acuerdo con el pastor: su
propia resea es la mejor prueba de ello. Pero como cree conocer
bastante bien los materiales para una antropologa y tambin algo
del mtodo que se debe emplear en un intento como ste~ que es el de
establecer una hisroria de la bumanidad en la toralidad de sus determinaciones, est convencido de que tales materiales no se deben bus~
car en la metafsica o en el gabinete del naturalista, ocupado en com,
parar el esqueleto del hombre con el de las otras especies animales.
Pero este tipo de consideracin, menos que cualquier otro, podra
llevar a pensar que el hombre est destinado para orro mundo. Seme,
jante destino slo se puede encontrar en sus acciones, puesto que en
ellas se revela el carcter. Tambin est convencido que el seii.or
Herder nunca tuvo la intencin de proporcionart en la primera parte
de la obra (que slo contiene la presentacin del hombre) concebido
como un animal dentro del sistema general de la Naturaleza y, por
tanto, como un JJrodromus de las futuras ideas) los n1ateriales reales
para una histora del hombre, sino que slo ofreci pensamientos que
pueden llamar la atencin de los fisilogos extendiendo sus poste,
riores investigaciones, en la medida de lo posible -por lo general slo
las refiere a una interpretacin mecnica de la estructura animal-, a
la organizacin que posibilita en tales criaturas e luso de la razn. En
este punto, le atribuy a esas investigaciones una importancia que
hasta entonces no haban tenido nunca. Quien participe de esa op~
nin no necesitar (como exige el pastor en la pgina 161) demostrar
que la razn humana sea posible en otra fonna de organizacin: tal cosa
es tan poco susceptible de ser entendida como si alguien estableciera
que ella nicamente es posible en la forma actual. Tambin el uso
racional de la experiencia tiene lmites. Cierto que sta nos puede
indicar que algo posee una u otra constitucin; pero jam<is nos podra
ensear que no Jntdiera ser de otro modo. Por otra parrel ninguna ana~
loga podra llenar el inmenso abismo entre lo contingente y lo nece~
sario. En la resea dijimos: ~<La pequeez de las diferencias -si se com~
paran los gneros segn la semejanza que tienen entre s- constituye
una consecuencia necesaria, dada la tan grande diversidad dentro de
1
69
lMZ..lA0:1...iEL KANT
71
lMMANUEL KANT
FJLOSOFL\ DE LA HISTORIA
73
d:
v:o
74
IMM:\NUEL Kt\NT
76
lMMANUEL KANT
77
dicho
1
K:mt se
irnicanwmc, a s mismo, ya que el principio mencionado se
encuem.ra en "lJe,) de una hiswria universal desde el punto de vista cosmopolita".
dd
78
79
81
82
{}.!M:\1\:UEL f.:ANT
gritos, silbidos, cantO$ y otras actitudes ruidos<~s (a menudo parecidos a oficios religiosos} perturban la parte pensante de la connmidad. En efecto, no vcu otro tnvil
para esto, fuera de la voluntad de man.:star la propia existencia en torno de e !los.
COM!WZO VElZOSMtL DE LA H!STORlA HU)..-!At-::\
f F!LC>SOFA DE LA
tH~TOR!.>\
83
~!
;
poco a poco produjeron un enjambre de inclinaciones superfluas y hasta antinaturales, con lo cual se lleg a la voluptuosidad. Quiz fuera
mezquina la ocasin para renegar de los mpulsos naturales; pero el
xito alcanzado por el primer ensayo. a saber, el cobrar conciencia de
la propia razn -entendida como facultad capaz de trascender los lmites que encierran a los animales- fue muy importante y decisivo para el
modo de vivir del hombre. S hubiese habido algn fruto que desatara
la tentacin por su semejanza con otros agradables, ya gustados ante~
riormenre; si, por aadidura~ se agregara el ejemplo de algn animal
que por naturaleza encontrara agrado en semejante satisfaccin que,
en cambio! le sera nociva al hombre, dotado de un instinto natural de
repulsin hacia tal fruto, la razn habra encontrado un primer motivo
para entrar en conflicto con la voz de la Naturaleza (lll 1). No obstan~
te contradecirla, pudo hacer el intento originara de una eleccin que,
por ser primaria, verosmilrnente no se adecu a la fuerza depositada en
ella. El dao pudo ser todo lo insignificante que se quierdi pero no cabe
duda de que esa experiencia abri los ojos de los hombres (v. 7). Dentro de s mismo descubri una facultad pam elegir un modo de vivir, en
vez de quedar ligado a uno solo~ como los animales. Al agrado inme~
dato que le debe haber producido la advertencia de esta ventaja, le
habr seguido imnediatamentc angustia e inquietud. Cmo el hom~
bre, que todava no conoca las cualidades ocultas ni los remotos efec~
tos de cosa alguna, iba a actuar de acuerdo con esa facultad reciente~
mente descubierta? Estaba, por as decirlo, al borde de un abismo, pues
junto a los objetos singulares de sus deseos, indicados hasta entonces
por los instintos, se abra una infinidad de otros objetos que no saba
cmo elegir. Pero una vez conocido tal estado de libertad, le fue impo~
sible retroceder a una condicin de servidumbre (bajo la dominacin
del instinto).
Aliado dd instinto de nutricin, por el cual la Naturaleza conserva
al individuo, se halla, como el ms importante, el instinto sexualf mediante el cual ella cuida la conservacin de la especie. Tan pronto como
la razn despert se puso a probar, sin tardanza, su influencia sobre ese
instinto. El hombre encontr tempranamente que la excitacin sexual
-que en los animales descansa en un impulso pasajero y en gran parte
peridico- era capaz de ser ampliadof e incluso aumentado, por la imaginacin~ cuya actividad se mueve con mayor moderacin, pero al mis1
84
IMMANUEL KANT
mo tiempo con impulso ms duradero y uniforme, cuanto m.s sustrados se hallan los objetos a los sentidos. De esta suerte se evita la saciedad, que est implcita en la satisfaccin de un deseo meramente ani~
111aL Luego, la hoja de parra ( v. 7) fue el producto de una exteriorizacin
de la razn mucho ms importante que lo mostrado por el primer grado
del desarrollo de la misma. En efecto, el hecho de convertir una inclinacin en algo ms fuerte y duradero, porque su objeto se sustrae a los
sentidos, muestra la conciencia de cierta dominacin de la razn sobre
los apetitos, y no solamente -como ocurra en el primer paso- una
facultad de servirlos en menor o mayor grado. La resistencia fue el arti~
ficio que condujo al hombre de las excitaciones meramente sensibles a
las ideales de los meros apetitos animales, al amor. Del mismo m<xlo,
lo elev desde el sentimiento de lo slo agradable, al gusto por la belleza, nicamente extendido al comienzo a los seres humanos, pero despus a la naturaleza tambin. La decencia, que es la inclinacin que
provoca en otro el respeto hacia nosotros mismos! mediante el decoro
(es decir, ocultando lo que podra incitar el menosprecio), y que es el
fundamento peculiar de roda verdadera sociabilidad, constituy adems el primer signo de la formacin culta del h01nbre, en cuanto cria,
tura moral. Pero cuando un comienzo modesto da una direccin com~
pletamente nueva al modo de pensar, hace poca, y es ms importante
que la interminable serie de las ampliaciones de la cultura que surgen
del mismo.
El tercer paso de la razn, una vez que se hubo mezclado con las
primeras necesidades inmediatamente sensibles, fue la reflexiva expec,
racin de lo futuro. Esta facultad de no gozar slo el instante presente de
la vida, sino tambin de actualizar el tiempo por venir. con frecuencia
muy alejado, constituye el signo ms decisivo de la preeminencia hu,
rnana: la de preparar su destino conforme con fines remotos; pero, al
mismo tiempo, es la fuente inagotable de los cuidados y aflicciones
acarreados por b incertidumbre del futuro, cosa de que fueron dispensados todos los animales (v. 13-19). El hombre, que deba alimentarse
a s mismo a su mujer y a sus futuros hijos, vio la dificultad siempre
creciente del trabajo; la mujer previ los sufrimientos deparados por la
Naturaleza a su sexo y, adems, los que le impondra el varn, m~s
fuerte que ella. Ambos previeron con temor algo que yaca en el fondo
del cuadro, ms all de las penas de la vida, y que inevitablemente
1
85
alcan:a a todos los animales, sin que se den cuenta de ello, a saber, la
muerte. Por eso, les pareci que deban rechazar el uso de la razn y
convertirla en crimen, taque les haba causado tantos males. Quiz<'los
aientuba una sola perspectiva consoladora: la de vivir en la posteridad~
que acaso viviese mejor, o tambin ta de buscar alivio a los sufrimicn~
ros en d seno de una familia ( v. 16-20).
El cwuto "/ltimo paso de la ra::6n elev al hombre muy por encima
de la sociedad animal: consisti en concebir (aunque oscurmnente)
que consEitua, en sentido propio, el fin de la Naturnlcza, de manera
que nada de lo que vive sobre la tierra poda hacerle competencia . La
primera vez que le dijo a la oveja: la Naturaleza no te ha dado la piel que
llevas
ti misma, sino Jx.ra m, quinindosela y revistindose con ella
(v. 2I ) el hombre tuvo conciencia de un privilegio que por esencia
ten fa sobre todos lns animales. De acuerdo con eso, ya no era un com#
pai1ero de los mismos dentro de la creacin, sino que los consider
medios e instrumento s puestos a disposicin de la propia voluntad,
para que sta
sus arbitrarias intenciones. Semejante representacin incluye (aunque oscuramente ) el pensamiento opuesto, es decir,
que al hombre no le es lcito decir algo semejante de ningn hombre,
sino que lo debe considerar como un asociado que pmticipa por igual
de los dones de la Naturaleza. Esta circunstanci a prepar desde lejos
L:1s limitaciones que la razn deba imponer en lo futuro a la voluntad,
con respecto a la convivencia entre los hombres [Mitmenschen]. y que
son necesarias, ms que la nc!tnacin y el amor, para el establecimiento de la sociedad.
De este modo, d hombre se puso en un plano de igual&1d con todos
los seres racionales, cualquiera fuese la jerarqua de los mismos {m, 22):
ingres en un punto de vista de acuerdo con el cual es fin para s mis~
mo, y vindose apreciado como tal por ttxlos los dem<S nadie podra
emplearlo como medio para otro& fines. En esto, y no en la razn con#
siderada como si1nple instrumento para satisfacer las ms diversas in~
dinaciones se encuentra el fundamento de la ilimitada igualdad entre
los hombres, la cual se extiende hasta los seres superiores, que los a ven~
tajaran incomprmll;lcmentc por dones naturales, aunque ninguno de
dios tendra derecho por ello a gobernarlos caprichosnmente o a iinpe~
rar sobre hJs mismos. Luego, este p<1SO se vincula con una simultnea
sefxlracin, que excluye al ser humano del maternal seno de la Natura~
1
36
lt.L\lA;-.;UEL Kr\I"T
Advertenci a
F!l. OSOFA
DE LA Hb'TC!R!A
87
ron que nacer males y, lo que es peor, trat;lndose de una razn cultiva~
da, vicios por completo extrmlos al estado de ignorancia, es decir de
in~cencia. Por tanto, desde el punto de vista moral, el primer paso para
sahr de esa condicin consisti en una cada, cuyas consecuencias, des~
de el punto de vista fsico, fueron una multitud de males jams conoci~
dos Yque afectaban a la vida; por tanto, constituyeron un ca..'Higo. Lue~
go, 1~ historia de la Naturaleza comienza con el bien, puesto que es obra
de Dws; la historia de la libertad, con el mal, pues es obra del hombre. En
semejante cambio hubo una prdida para el individuo, que en el uso de
su libertad slo mira a s mismo; pero hubo ganancia para la Naturale~
za, que dirige hacia la especie el fin que ella se propone con el hombre.
Por eS(\ ei individuo tiene tnotivos para atribuir a su propia culpa todo
el mal que padece y todas las maldades que ejercita; pero, como miem~
bro de un todo (de una especie), tiene razn en admirar y alabar la
sabidura y finalidad de la ordenacin [Zweckmassigkeir].
De esta manera, se pueden conciliar entre s y con la razn ciertas
afirmaciones del famoso J.~J. Rousscau, en aparencia contradictorias y
tan frecuentemente mal interpretadas. En sus escritos sobre la Influen~
cia de las ciencias y sobre la Desigualdad de los hombres, muestra con
exacta precisin el inevitable conflicto de la cultura con la naturaleza
del gnero humano, entendido ste como una especie fsica en la que
todo individuo podra realizar plenamente su destino. Pero en el Emi~
lio, en el Comrato social y en otras obras, trata de volver a solucionar un
problema ms grave: el de saber cmo debiera progresar la cultura para
que se desarrollen las disposiciones de la humanidad que pertenecen a
su destino, entendida como especie moral, sin que sta entre en contra~
diccin con aqulla, es decir, con la especie naturaL Puesto que la cul~
tura, segn los verdaderos principios de una educacin simulnlnea del
hombre y del ciudadano, todava no ha comenzado en sentido propio y
mucho menos concluido, de tal conflicto nacen todos los males reales
que oprim.en la vida humana y todos los vicios que la deshonran;l ya
1
Para proporcionar slo algunos ejemplos de este conlicro entre los esfuerzos de
la humanidad por alcanzar su destino moral, por una parte, y su invariable abe~
Jiencin a las leyes puestas en su naturaleza en vistas a la condicin rstica y animal, por otra parte, aducir los siguientes casos:
La Naturaleza ha fijado entre los diecisis y los diecisiete aos la poca de la mayo~
88
MMANUEL KANT
ra de edad, es decir, tanto la del impulso como !a del poder de engendrar la espe~
de. A esta edad el adolescente que vive en ruJo estado de naturaleza llega a ser,
literalmente, un hombre, pues tiene el p1..1der de mantenerse a s msmo, de engendrar su espe'Cie y tambin de sostener la prole y su mujer. Todo eso resulta l"Jci! p(r
la simplicidad de las necesidades. Dentro de una condicin cultivada, en cambio,
se requieren muchos medios que deb('n ser adquiridos, tanto los que se refieren a la
habilidad como a las circunstancias externas favorables. De tal modn esa t.:poca, al
menos desde el punto de vista civil, se retarda por trmino medio en m:ls de diez
aos. Por supuesto, la Naturaleza no ha variado el nwmcnto dl'" b madurez de
acuerdo con ese progreso del refinamiento social, sino que sigue ob::;tinadameme
la ley que ha depositado en el hombre, tendiente a su conservacin en tanto gne~
ro artimal. De aqu surge la inevitable violencia que las costumbres imponen a los
fines naturales, y stos a aqullas. En efecto, desde el plinto de visw de la Natura~
teza, el ser humano se conviene en hombre a cierta edad, aunqut' visro desde la
perspectiva civil (en la que, sin embargo, no deja de ser hombre nmural) slo es un
adolescente e incluso un nio, pw:.sto que se puede llamar as a alguien que, en
virtud de su edad (en la condicin civil}, no se puede mann:ner a s mismo y me~
nos an a su prole, aunque posea el impulso y ia capacidad de engendrarla, siguiendo el llamado de la Naturaleza. Porque sta no ha puesto en las criaturas vivientes
ciertos instintos y facultades para que sean combatidos y sofOcados. Por tanto, In
disposicin de la Naturaleza no se propzma como mera la condicin civil. sino
slo la conservacin de la especie humana en tanto gnero animaL Luego, el esG\do civilizado se puso inevitabletncnte en conflicto con las inclinaciones naturales,
y slo una const"itucin civil perfecta (fin supremo de la cultura) podra anular
semejante conflicto. Por lo comn ese intervalo se llena, acrualrnente, con vicios,
que le acarrean al hombre todo gnero de m.iserias.
Otro ejemplo que prm:ba la verdad de la proposicin segn la cual ht Naturaleza
deposit en nosotros dos disposiciones concurrentes a dos fines diverS(lS -a saber,
una disposicin a la humanidad, entendida como especie animal, y otra a la humanidad como especie moral- es el proporcionado pnr Hipcratcs: ttrs long,a, vira brevis.
Las ciencias y las artes podran haber avanzado mucho ms mediante una inteli~
gencia adiestrada en e!bs, poseedora del pleno uso de In madun:z de juic!n, adqui~
COMIENZO VEROSfMIL DE LA H!STORI:\ HUMANA / F!LOS(JfA DE LA HtSTOR!A
89
El trmino de la historia
El comienzo Jel ::;iguiente perodo fue ste: el hombre pas de una
poca de indolencia y pa: a otra de nahajo )' discordia, la cual constitu~
y d preludio de su unin en sociedad. Tambin en este punto tenew
mos que volver a dar un gran salto y transportar al hombre, de golpe, a
la pt'Jscsin de animales domsticos ''l de plantas que, para nutrirse, l
mismo pudo multiplicar por m.cdio de semillas y plantaciones (1v, 2).
Sin embargo, el trnsito de la salvaje vida de cazador, propia de la
prilncra fase, a la segunda, producida despus de la espordica recolec;
cin de semillas o fmtas, debe haber sido muy lento. En este punto
debi iniciarse la discordia entre los hombres 1 que hasta entonces ha-
rido por d lemu ejercicio y la conquista Je- los conocimienros, que lo que genera~
dones .:ntera:-:; de doctos pueden hacer en ese sentido, con tal que <tqueHa imdi~
gtnda
en su jun:nil fuerza espiritual el mismo tiempn abarcado por esas
gent:racitmes junws. Ahora bien, con n:specm a la duracin de la vida del hom~
brc, la Naturale:a se hn decidido por un punto de vista distinto al del fomento de
las ciencias. En efecto, cuando la inteligencia ms feH:: t:st;i al borde de los mayores
descubrim!cnws que su hab!idad y cxperiendZt permitiran esperar, sobreviene la
ancianidad, se torna axtica y tkne que ceder su puesto a una segunda gt:nerad6n
(la cual debe volver a cmpe:ar dt'sdt: d /\HC y recorrt:r una vt:z 1mis la towlidad Jd
trecho que ya h:-lbb sido transitado): dt~ ese IU(Kio se aade un palmo al progreso
de la cultura. Por t:so, b marcha de la especie humana hada el logro de su total
destino pan:ce estar inct:santt:n1ente interrumpida y expuesta al continuo peligro
de n.c;ter en la antigua rusridd;ld. No sin razn se lamentaba el filsofo griego: es
ww lchtima tener <fHC morir, justamente cuando se em{,czalut a ver cmo se deba vivir.
Un tercer ejemplo pw:dl" estar prupnrcionado por la clesigw!ldad entre los hombres;
no, por cierto, la referida a las dmes naturales o de la fortuna, sino a la del derecho
humano 1.tnivcrsaL Rousseau tiene mucha raz6n al lamentarse de esa desigualdad;
pero no se b
separar dt: la cultura m:mras sta progrese, por as decirlo, sin
(!o que ts inevltablt: durante cierro tiempo). Sin embargo, la Naturaleza no
haba dctt'rminadu ai hombre a w[ desigualdad, puesto que d!a le dio libertad y
razn para que esa liberwd slo Sl' limitara por su propia lcgnlidad univasal y ex~
lt:rna, qw:.' se denomina derecho ciril. Por s mismo d hombre se debe elevar sobre la
rusticidad de sm
naturales y, al levantarse por encima de ellas, tratar
de no uupezar contra las mismas, Tal habilidad slo se puede adquirir tardamente
y
dt: tnuchos intentos fr;~c:1saJos. Entre tanto, la humanidad gime bajo los
males que por inexperiencia se causa a s misma .
90
lM~lAi~UEL L\~T
f flLC)SOFA
DE L.:\ HbTO!Ur\
91
Los beduinos :lrabes se llaman todava hijos de un antiguo jeque, fundador de esa
estirpe (cm~lO Bcni Halcd y otros}. Tal jeque no es en modo a!guno .seilor de ellos y
no puede CJCrccr sobre los mismos ninguna arbitraria violencia. En efecto, trat<lndosc de un pueblo de pastores que jams posee una propit"C!ad inmobiliaria que
tendra que legar, cnda familia puede separarse muy f<icilmente de la estirpe, cuan~
do no le agrada seguir pe:rten0ciendo a ella, para reforzar otra.
92
lMMANUEL KAl\lT
fin de toda libertad y el surgimiento del despotismo de poderosos tiranos. Por una parte, trat~ndose de culturas apenas incipientes, la suntuosidad sin alma de la ms abyecta esclavitud se mezcl con todos los
vicios propios de una condicin salvaje. Por otra parte, el gnero hu~
mano se alej sin resistencias del progreso que la Naturaleza le haba
prescripto, consistente en el desarrollo de las disposiciones al bien. Por
eso se torn indigno de su existenca, entendida como especie destina;
da a dominar la tierra y no a gozar, como un animal, o a caer en una
servidumbre propia de esclavos (v. 17).
Observacin final
El hombre que piensa siente cierto pesar, que se puede trocar en
desazn morat desconocida por el que no piensa. Nie refiero al sen ti~
miento de descontento ante la Providencia, es decir, a lo que rige el
curso del mundo en su totalidad. Al considerar la multitud de males
que presionan tan pesadamente sobre el gnero humano y que (al pa~
recer) no ofrecen esperanza de mejoramiento, surge ese modo de sen~
tir. Pero es de extrema importancia estar contenw con la Providencia (a
pesar de que nos haya prescripto tan penoso sendero sobre !a tierra); en
parte, para cobrar valor en medio de las penalidades; en parte, para no
perder de vista nuestra propia culpa -que quiz sea la nica causa de
todos estos males- en vez de descargarla sobre el Destino, que es un
modo de desaprovechar el auxilio que viene del propio mejoramiento.
Hay que confesar que los mayores males que oprimen a los pueblos
civilizados derivan de la guerra, y no tanto de las presentes o pasadas,
como de los preJ)arativos incesantes y siempre crecientes para la futura.
A este fin se aplican todas las fuerzas del Estado y todos los frutos de la
cultura, que podran emplearse para el incremento de la civilizacin.
En muchos lugares se violenta bestialmente a la libertad, y el maternal
cuidado del Estado por sus miembros individuales se transforma en un
despiadado rigor de exigencias. Esa dureza se justifica por el temor de
peligros exteriores. Pero esta cultural es decir, el estrecho vnculo de
las clases de una comunidad, que permite el fomento del mutuo bienestar, la poblacin e incluso el grado de libertad que an resta, a pesar
de someterse a leyes que mucho la limitan, son bienes que se podran
COMIENZO VEROS!MJL DE LA II!STOR!A HUMANr\ / fJLOSt)FfA DE LA HI:;,"TQR!A
93
rfamos con las meras necesidades naturales. En esa poca dominara una
integral igualdad entre los hombres, una pa:: permanente; en una pala~
el puro goce de una vida dcspn.:ocupnda, consumida en d ensueo y
la pereza o en retozones juegos infantiles. Semejante anhelo torna muy
excitantes los Robinsones y los viajes a las islas del sur; pero, en general,
demuestran ei tedio que el hombre lrensante siente dentro de una vida
civilizada, cuando en eHa slo buscad goce, por estitnario como lo valio~
so. Si la ra::n le recuerda que debe darle valor a la vida m.edinnte la
accin, le opone el contrapeso de ia pereza. La nulidad del deseo de retor~
nar a esa poca de sirnplicidad e inocencia queda suficienteme nte mos~
trad:a por lo que nos ensea la anterior exposicin del estado originario:
el hom.bre no se pudo mantener en l porque no le bastaba; luego, no
estara dispuesto a retomar al mismo. Por tanto, debe ilnputarse a s mis~
mo y a su propia eleccin la actu~1l condicin de pcnalid~~ties.
Una exposicin semejante de la historia le sed. provechosa y til al
hombre. Lo instruye y mejom al mostrarle cmo no debe culpar a la
Providencia por los males que lo oprimen; le seala que tampoco es
justo atribuir su propia falta al pecado original de sus primeros padres,
mediante lo cual la posteridad habra heredado una inclinacin a tales
transgresiones (pues las acciones voluntarias no podran implicar algt)
que se herede} Dicha exposicin muestra, en can1bio1 el pleno dcre~
choque asiste al bmnbre para reconocerse a s mimo como autor de lo
hecho por aqullos y que debe imputarse a s mismo la culpa de todos
los nmlcs surgidos del abuso de la razn, puesto que puede rencr lcida
conciencia de que en las misnHts circunsranci as se comportara de idn~
rico mocio, de tal manera que el primer uso que habra hecho de la
razn hubiese sido la de abusar de ella (aun contra la inJicacin de la
Nmumleza} Si admitimos que este punto se haUa justificado moral~
mente, una ve:: realizado el balance del mrito y la culpa, tampoco los
males propiamente fsicos dejaran un excedente a nuestra ventaja.
Y el resultado de una antiqusima historia de la humanidad, investi~
gada por la filosofa, es ste: contento con la Providencia y b march<1
de los asuntos humanos en su totalidad. sta no va del bien al mal, sino
que se: desarrolla gradualment e de lo peor a lo m.ejor1 segn un progreso
del que caJa uno participa en la med.h.t de sus fuerzas. La misma Naru~
raleza llama a esta colaboracin .
95
cuan~
Llamamos teora a un conjunto de rcghts aun de las
univer~
do stas -entendidas como principios- son pensadas con cierta
salidad Y~ adems, cuando cst<'i.n abstradas de la multitud de condicio~
no
nes que influyen necesariamente en su aplicacin. En
denominamos prctica a cualquier ocupacin sino a la efectuacSn
un fin, pensada como consecuencia de ciertos principios metdicos
representados en generaL
Una teora puede ser rodo lo completa que se quiera; pero entre ella
y la pnctica se exige que haya algn miembro intermediario que sirva
de enlace y trnsito, pues al concepto del entendimiento que contiene
por medio
la regia se tiene que aii.adir un acto de la facultad de
se somete o no a la
de la cual el prctico sabe distinguir si
no siempre se le puc"tkn propor~
Como, a su vez, a la facultad de
a lo
subsumirse
debiera
ella
que
las
a
donar reglas,
infinto), podrn darse tericos que jams sean
Tal es el caso, por
porque carecen de la facultad de
mdicos y juristas que conocen biet~ su tcnica, pero que si deben dar
que
un consejo no saben cmo conducirse. Pero tambin es
ocurra que, aun cuando exista ese don, las premisas sean dcfe<:n.tosas,
Es decir: si la recra es incompleta y la integracin de la misma slo
el mdi~
acontece por ensayos y experiencias que se acomodan a
co, el agricultor o el financista pueden y deben, a partir de esa
abstraer nuevas reglas para completar la teora. Cw:mdo sta resulta
engai.osa en la pn'ictica, el motivo de tal cosa no reside en elb, sino en
[a inexistencia de una teora suficiente, que el hombre habra debido
aprender a partir de la experiencia. Y qu sera una teora verdtdcra,
1
"ber den Gemein~pruch: 'Das rnag in Jer Thcoric richtig &e in, raugt abcr nicht
en sep~
fr die Praxis'." Publicado por prilnera vez en d Berlinischcn
ticmbre de 1793.
ACERCA DR REFRAN:
97
si
no fuese capa: de
por s misrno y, en cuanto maes~
tro, de
en proposiciones universales? Por
tanto, nada se podr~. exigir en nombre de un mdico terico 1 de un
auricu!tor y de otros profesionales sernejantes; pues, nadie se pue:dt.!
pas;Jr por pr;kticarnente versado en alguna ciencia, si desprecia
la n::ctra. En ese caso, ocurre simplemente que quien la desdeiia ignora
su profesin, sobre todo si cree poder llegar m<ls lejos que lo que le
permitira la
mediante ensayos y experiencias hechas a tientas y
no reunidos en cienos principios (que propiamente constituyen lo que
llam.amos teorfa) o sin pensar en el todo de su ocupacin (to cuat
cuando se procede metdicarnente, se. denomina sisteJna).
Sin
es ln<is tolerable que un ignorante considere en su pre;
sunta
que la teora es intil y superflua, que ver que un cxper~
tole concede un valor escolar
ejemplo 1 para ejercitar la inteligcn~
da), mientras afirma que en lo pnkt.ico pasa una muy otra cosa: que
cuando trasladamos la teorfa ele la escuela al mundo nos percatamos de
que
ideales vacos y ensueos filosficos; en una palabra:
que lo que se puede or con
en la teora carece de toda validez
paru lo
(Con frecuencia se expresa lo mismo as: esta o aque~
!la
in
pero no in hyJothesi.) .f\hora bien, sera
emprico o el arriltero quisieran prescindir, res~
pe:cthamente, de la mee:inica general o de la teora matetmitica del
de las
alegando que las reoras 1 aunque sutiles, en
la prctica carecen de validez -puesto que 1 rrmrndose dd ejercicio, la
experiencia aconseja resulwdos distintos a los de la teora (pues 1 si a la
prirnera se !e afiadc la teora de la friccin y a la segunda la de la resis~
tenda del aire, por tanto, si a la teora se le agrega tTl.ayor cantidad aun
de teora, conct.wdaran perfectamente bien con la experiencia)-. Pero
la circunstancia vara fundmncntalmente segn se trate de una teora
que concierne a los objetos de la intuicin o de una teora en la que
stos s~.:'ilo son representados por conceptos (es decir, objetos de lamatemtica o la
Estos. lrrnos tal vez sean pensados completa~
mente y
(por parte de la razn}; pero quiz no puedan
ser
en cuyo caso serul meras
vacas, de !as que no se po~
dra hacer uso
en lo pnkrico, o slo un empleo perjudicial de
ellas. En tales casos! ese
prcJverbio sera justo.
Pero en una teora
sobre el conceno del deber, el recelo que
1,
f!LO;;OFL\ PE L\ Hl>!OR!A
i)i)
fururos). Por motivos que surgen del tratamient o mismo los ttulos de
las p~1rtcs expresan la relacin entre Ia teora y la pn.ctica en lo moral.
en el
y en d derecho intemacional.
1
11
Antes de
;:tl punto que en realidad est:: en litigio acerca de si
el ernpleo {'le uno y d misrno concepto puede regir para la teora o la
prctit:a, tengo que comparar mi doctrina -tal como la he presentado
en otra parte- con b idea que el sei'or Garve tiene de ella, para ver si
de ese m.odo nos llegamos a entender.
A) De un modo provisiona l y a modo de introducci n, he explicado la moml como una ciencia que no nos ensea a ser fdices sino a ser
dignos de ta felicidacL 1 No por eso he sido tan descuidado como pam
indicar a los hombres que, en lo concernie nte a la obediencia del deber, deban renlindar a su fin natur;Jl, la felicidad, que es propio de ellos.
1
' "Vcrsuche bt~r ver::;chiedne (h:genstf:inde aus: der Moml und Litcmtur" (Ensayo
<Kerca de difcn:mes
referidos a l:t moral y la lireratura), por Ch. G:1rve. Pri~
mera parte, p;'igin:1s lll ~ 1l6. A las discusiones que csn: digno hombre !leva a mis
pnop<JSciones, con el fin
de ponerse de acuerdo conmigo, las denomino
ob,iec.'ones y no aUU[!C$, que: com.o afirmaciones despectivas estimularan un;1 defensa
para la cual :;tt.' no es d
adt:cuado, ni csr;j t'ntTo de mis inclinaciones.
1
El
de b
de ser feliz constituye una cualidad de la persona qut descansa en la propia voluntad dd sujern, confrme a la cual una r,nn que legislara
universahne me ( talU\) para ia naturak::a como para b libre voluntad} concordara
con rodos los fines dt: esa wr::;ona. Por wnro, se diferench1 por con1pleto de la habilidad de procurarse
pues uno no es: digno de sta, ni del talento que la Naturaleza le
lwmbre para alcanzarla, si poseyese una voluntad que no concuerda
con la nca que
a una !egsladn universal de la razn, y si tal voluntad
no
estar contenida en ella (es decir, si se opone a !a moralidad).
100
h1MA}JUEL KANT
10
f FH.050f.ir\ DE
IUSTOUr\
101
no es ms que la limitacin de la voluntad a la condicin de una legislacin universal, posible mediante la mxima aceptada. Su objeto o fin
puede ser el que se quiera. (por tanto, tambin la felicidad); pero hemos
de prescindir totalmente de ella o de cualquier otro fin. Por tanto trattntlosc: de la cuestin acerca del jJrincijJio de la moral- la doctrina
del bien sum:mo, como nico fin de una voluntad determinada por ella
y adecuado a sus leyes, puede ser completamente descuidada y dejada a
un lado (porque es episdico). Cmo mostraremos despus, cuando
tratemos el punto que propiamente est en litigio, no consideramos
esa cuestin, sino slo la que se refiere a la moral universaL
b) El seor Ciarvc expresa estos principios del siguiente modo: ~~el
virtuoso jarns podn. ni deber perder de vista esa perspectiva (!a de la
propia felicidad) pues, de otro m(xlo, carecera del medio de pasar al
mundo invisible, en el que estamos convencidos de la existencia de
Jir d<: dh1, pu<:sto que slo la ley constituye d fundamento de determinacin del
fin. Per-:1 nn todo fin es moral {nulo es, por ejemplo, el de la propia felicidad): para
serlo dt:bc tener cadcter d,:sinrercsado. La necesidad de un fin ltimo, propuesto
por !a ra::n pura y capaz de abo1rcar en un principio a la totalidad de todos los fines
(un bien que, en d mundo, sc:1 supremo y posible por nuestra cooperacin), cos~
rituye una nec~:sidad dt' la voluntad desimen:sada, que se desborda, pasando por
t'lKima de la obst:nadn de la ley formal, hasta llegar a la prtxluccin de un obje~
ro (el bien supremo). Tal determinacin de la voluntad es de ndnle particular, a
saher: se fundamenta media me la idt.a de la totalidad de los fines, de ml modo que,
cuando cswmos en cierta relacin mora! con las cosas del mundo, tenemos que
obedecer, en todos los casos, a la ley moral; y el deber aade adem.s: hay que
actuar con Hxlas las fucr::as para que exista semejante relacin {la de un tnundo
adecuado al fin tico supremo). De esre modo, el hombre se piensa en analog:l
con !a divinidad, puesro que dla, aunque subjetivamente no necesite ningun;1
cosa exterior, nn puede ser pensada como cerrada en s mismn, ya que se determina
al producir,_. snpremo hicn fuera de ella misma. A semejante for::osldad necesariJ
[Nottn.:ntii~i!} (que para el hornbre es deber) nosotros slo podcmns represcmarb
en el ser supn:mo como exigt:.nda !Bedrfnisl moral. Por eso, tratndose del hombre, el mvil que yace en la idea th: bien supremo, posible en el mundo por su
cooperacin, no es el de la propia felicidad asf intentada, sino slo esa idea, en ten~
dida como fin en s nsma; es decir, el mcvil se halla en su persecucin en cuamo
deher. No conricn,; la perspectiva de la pura felicidad, sino ciena proporcin entre
dla y la dignidad dc:l sujeto, cualquiera sea. Pero una determinacin de la vol un~
tad que se !imita a s misma y que pone como lmite de su intencin a la condicin
de pertcnt>cer a ral todo, no es inreresada.
Dios y de la inmortalidadr conviccin que es, sin ernbargo, absolut:xmente necesaria, segn esta teora, para proporcionarle finneza )'
dez al sistema monlln. Finalmente, resurne con brevedad la suma de bs
afirmaciones que me atribuye de este modo: "De acuerdo con aquel
principio, el virtuoso aspira incesantemente a ser digno de la felicidad;
pero en cuanto es verdadenunentc virtuoso jams a ser felizn. (En csrc
caso, la expresin en cuanto [in so [e1n} contiene una ambigedad que
es necesario cancelar en primer trmino. Puede significar: en el acw
en cuyo caso -puesto que el hmnbre como virtuoso se sornetcra al
deber- esa proposicin concuerda complcramcnte con tni teora. Pero
tambin significara esto: si el hombre es en general virruoso, cmnque
no dependa del deber ni lo contradiga, no deber referirse de ningtln
modo a la felicidad y semej1nte aseveracin contradice nbicrrarncntc
mis afirmaciones.)
Estas objeciones slo son equvocos (pues no las debemos considc~
rar como interpretaciones erradas)t cuya posibilidad tendra que extra~
arnos si no aclanramos suficientemente el fenmeno de la propensin humana a seguir su habitual pensamiento en la
de
ideas ajenas introducindolo en la interpretacin de estas ltimas.
Al tratamiento polmico del mencionado principio moral le sigue
una dogmtica afirmacin de la proposici6n opuesta. El sei'ior Carve
aroumenta
analticamente de este modo: "En el orden de los concenos,
o
la percepcin y la diferencia de los estados, por el cual unf.Js. tienen
prelacin con respecto a otros, debe preceder a la eleccin de alguno
de ellos y, por tanto, a la predeterminacin de ciertos fines. Pero un
estado que es preferido frente a otros tipos, al hacetse presente y ser
percibido por un ser dotado de conciencia de s mismo y de su estado,
es un buen estado. La serie de tales buenos estados constituye un concepto universatsimo, expresado por la palabra felicidad. u Aderntls dice:
"Una ley supone motivos; stos dan por supuesta la diferencia, anteriormente percibida, entre un esta<.:Io peor y otro mejor. Esta difer-crKa,
as percibida, constituye el elemento diferencial del concepto de la
felicidad, etc." Afirma ms adelante: "De la felicidad, entendida en d
sentido ms general de la palabra, nacen los motivos de toda
y,
en consecuencia, tambin los de la obediencia a la ley moraL Tcngc1
que saber que algo es bueno en general~ antes de poder preguntar si la
realizacin de los deberes morales pertenecen a la rbrica del bien. E!
1
l 03
!04
c.sre punto
voluntad) es en s buena o mala, siendo indiferente
de vista.
El referirme a cierto fin dado, y preferirlo a cualquier otro
la misma ndole constituye un estado compamtivamente mejor, a
den~
tro del campo de la felicidad (que jmns puede ser otra cosa que mera~
mente condicionada, mientras que ser digno de ella es
que la razn
reconoce como bien). Cuando aiguno de rnls fines entran en
con la ley moral del deber, prefiriendo a sabiendas este w'nu.u,
do no ser meramente mejor sino bueno en s mismo.
necc a un campo por entero diverso! que no
relacin
con los fines que se me puedan ofrecer (por tanto con b suma de los
mismos, o sea la felicidad), y lo que constituye el fundamento de determinacin del arbitrio no es la materia del arbitrio (un
puesto
como su fundamento}, sino la simple forma de la
universal de
sus mximas. Luego no podramos decir, en modo a 'liUilu,
dcre como felicidad al hecho de preferir un estado a
efecto, en primer lugar tendra que estar seguro de que no obro en
contm de mi deber;: despus de eso, me estar plenamente permitido
mirar por la felicidad en cuanto pueda conciliada con rni estado mo#
mlmente (no fsicamente) bueno. 6
Por cierto, es necesario que la voluntad tenga un
pero ste:
no ser cierto objeto propuesto, referido como fin al sentimiento
sino la le)' incondicionada misma. La disposicon por la cual la vol un . .
tad se siente bajo ella como dependiendo de una obligacin
incondicionada, se llama sentimiento moral, y ste no es causa, sino cfccro
1
La felicidad contiene todo (y tambin nada ms) que lo que !a Naturaleza nos ha
procurado; la virtud, en cambio, lo que slo el hombre se puede dar o quitar a sf
mismo. Si, por el contrario, dijsemos que, al apartarse de la ltima, el ser humano
se acarrea recriminaciones y -desde el punto de vism moral puro- censuras n s
mismo; es decir, si afirm;:ramos que se ocasiona una insatisfaccin que
tor~
narlo infeliz, diramos algo que en todos los casos podemos conceder. Pero de tal
insatisfaccin moral~pura (que no brota de consecuencias de la accin, desventa~
josas para el hombre, sino de la mera ilegalidad de la misma) :s<.)o es capaz el vir
tuoso o el que est en camino de serlo. Por consiguiente, la insatisfaccin no es
causa de la virtud, sino el efecto de ser virtuoso, y la razn que mueve hacia esta
condicin no se puede derivar de esa infelicidad (si queremos llamar asi al dolor
que brota de una mala accin).
f>
ACERCA DEL
105
107
lOS
lMMANUEl KANT
ltima, hubiese pensado, por ejemplo, del siguiente modo: "Si espon~
tneamente devuelves a los verdaderos propi.etarios el
que
tienes, es verosmil que sea recmnpcnsada tu honradez; o, si no ocu~
rriera eso, conquistars una buena y extendida fama, que te ser muy
productiva. Pero todo esto es demasiado incierto. En
tambin
hay muchos reparos para detentar lo que te fuera confiado con el fin de
salir de aquella estrecha situacin: pues, al hacer un rpido uso de ese
dinero te volveras sospechoso. En efecto,
y por qu caminos
hubieras llegado tan rpidamente a mejorar tu situacin:' Pero, si lo
usaras lentamente, tu miseria se seguira acrecentando,
el punto
de que el prstamo ya no te socorrera." Por tanto, de acuerdo con b
mxima de la felicidad, la voluntad oscila entre mviles; ella se debe
decidir por alguno, porque tiende al xito y ste es ncieno. La volun~
rad exige tener una buena cabeza para desatarse de !as apreturas ele las
razones en pro y en contra y no engaarse en d clculo de
En cambio, cuando la voluntad se pregunta:
es, en este caso, el
deber!, no aplaza en absoluto una respuesta que se cht por s misma,
sino quef en el acto, est segura de hacer lo que debe. lncluso cuando
en ciertas circunstancias el deber no
para cllat siente espanto por
tener que trabar relaciones con un c:ilculo Je
que podran
surgir de su infraccin, aun cuando todava no hubiese elcogiclo.
El hecho de que esta diferencia (que como mostramos antes, no es
tan sutil coma el seor Garve piensa, sino que est escrita en el alma
del hombre con gruessimos trazos en extremo legibles) se
total~
mente cuando se la lleva a la accin, contradice a la propia experiencia.
No me refiero como es natural. a la que expone la
de las m;'ixi~
mas que brotan ele uno u otro principio, pues eso prueba, dcsgrac:ia:damentc, que la mayor parte de las veces la mxima fluye de lo tJltimo
(del inters), sino que considero la experiencia -que slo puede ser
ntima- segn la cual sabemos que ninguna idea eleva ms el alma
humana, animndola hasta el entusiasmo, que la de un espritu que
venera el deber sobre todas las cosas, en lucha con los innurnerables
males de la vida y con sus ms brHiantcs tentaciones, mostrando que es
capaz de triunfar contra ellas mediante una pura intencin mor.1l (con
hacerlo). La circunstan~
derecho admitimos que el hombre es capaz
cia de que ste
porque debe, le abre el fundarnento de sus divinas
disposiciones que, por as decirlo, le penniten sentir la
con#
1
!\CERCA l1EL
109
puede exigir. En efecto, toda esa experiencia en nacla lo auxiliara cuando se trata de sustraerse al precepto de la teora, sino que, por el contrario, lo ayudar<'i a aprender cmo r:al teora puede ponerse en obra de
un modo mejor y m::'is universal, una vez que sus principios hayan sido
admitidos. Pero ahora. no trarbamos de scrnejanre habilidad pr;t~rmi
tica, sino de tales nciminim
M~!:\..:UEL KAKI
ACERCA DEL REFRA~:
CIERTO..
f FH.OSOFA nE LA
HbTOE!A
lll
ciudadano.
Estos principios no son leyes dadas por el Estado ya constituido,
s no prirtcipns segn los cuales nicamente es posible la constitucin
de un Estado, conforme a principios puros de la razn, acerca del dere~
cho externo del hombre en
Luego:
l. La li'berwd en cuanto hombre. Expresar formalmente el princi~
pio para la constirucin de una cornunidad del siguiente modo: Nadie
me puede
a ser feliz segn su propio criterio de felicidad (tal
como se
d bienestar de los otros hombres), sino que cada
cual debe buscar esa condicin por el camino que se le ocurra siem~
pre que al
a semejante fin no perjudique la libertad de los dems, para
~1s que su libertad coexista con la de los otros, segn
una posible
universal (es decir, con el derecho de los dems). El
mayor
pensable (el de una constitucin que anule la libcr~
tad de los sbditos, despojndolos de todo derecho) es el que est
dado por un
constituido sobre el principio de la benevolcn;
1
112
cia para con el pueblo) comportndose como un padre: con sus hijos;
es decir, por un gobierno paternal ( im;eriwn l)aternale) en el que los
sbditos -como nios menores de edat't que no pueden distinguir lo
que verosmihnente es til o daoso- estn obligados a comportarse
de un moJo meramente pasivo, para esperar del juicio del jefe de Estado la manera en que deben ser felices, y slo de su benevolencia, el
que ste tambin quiera que lo sean. El nico gobierno pensable para
hombres capaces de derechos y referido, al mismo tiempol a la benevolencia del gobernante no es el Jmtental sino el J>atriticn (imJJeriurn
non paternale, sed patriaticum). Un modo de pensar es f)ctlritico cuando cada uno, dentro del Estado (sin exceptuar a su jefe), considera a la
comunidad como un regazo materno o al pas corno el suelo paterno,
desde el cual y por el cual ha nacido. El hombre tiene una pesada
hipoteca que legar: asegurar el derecho del mismo mediante leyes de
la voluntad comn, sin atribuirse la facultad de someterlas al empleo
incondicionado del propio capricho. Al miembro de la comunh.--h1d,
en cuanto hombre le corresponde este derecho de la libertad, puesto
que es un ser capaz de derechos en generaL
2. La igualdad de los sbditos. Su frmula sera la siguiente: Cada
miexnbro de la comunidad tiene con respecto a los dems, derecho de
coaccin, del que slo se excepta el jefe de la misma (porque no es
mie111bro de ella, sino su creador o conservador): nicamente l tiene
la atribucin de obligar, sin someterse a s mismo a la ley de coaccin.
Pero todo el que se encuentre en un Estado bajo leyes es sbdito, por
tanto! est sometido al derecho de coaccin~ lo mismo que los denuls
miembros que le son coetneos (Mitgliedem]. Uno solo se excepta (persona fsica o moral): el jefe de Estado. nicamente por l puede ejcrci~
tarse la coaccin jurdica de todos. En efecto, si tambin ste pudiese
ser coaccionado, ya no sera jefe de Estado y la serie de los subordina~
dos llegarla al infinito. Pero si entre ellos hubiese dos (personas libres
de coaccin) ninguna de las mismas estara bajo tales leyes de coac~
cin, y una no podra hacerle a la otra injusticia algunaf lo que es imposible.
Pero esa igualdad universal de los hombres dentro del Estado, en
cuanto sbditos del mismo, convive perfectamente bien con la mayor
desigualdadr en cantidad o en grados, de sus propiedades, sea por ven~
tajas corporales o espirituales de un individuo sobre los derns, o por
1
"Lo QUE
1 1.3
114
lMMA~lJEL KAN'T
"Lo QUE
!!5
ll6
hlM:\~UEL KANT
Luego, no ser posible otra voluntad que la del pueblo todo (y puesto
que todos deciden sobre todos~ cada uno decidir sobre s mismo), puesto
que slo con respecto a s mismo nadie puede ser injusto. Pero al tratar~
se de otro, la mera voluntad de ste no puede decidir nada sobre uno
que pudiera ser justo. Por tanto, su ley exigira otra, capaz de limitar su
legislacin, por lo que ninguna voluntad particular podra ser legisladora para una comunidad. (Rigurosamente considerado) en ia consti~
tucin de este concepto contluyen los de la libertad externa, la igual~
dad y la unidad de la voluntad de todos. La condicin de esto ltimo,
puesto que, cuando se h.an reunido ias dos primeras, exige la emisin
del voto, es la independencia.) A esta ley fundamental, que slo puede
nacer de la voluntad general (reunida) del pueblo se llama contrato
originario.
Dentro de esta legislacin se denomina ciudadano (cito)'en), es decir,
habitante del Estado y no vecino de la ciudad (bourgeois), al que tiene
derecho de voto. La cualidad que se exige para ello, fuera de la natural
scfi.or
(no ser nio o mujer} es esta nica: que el hombre sea su
(sui juris), por tanto, que tenga alguna propiedad (abarcando bajo este
trmino cualquier habilidad, oficio, talento para las bellas artes o ciencia) que los mantenga; es decir, que en los casos que tenga que ganarse
la vida por medio de otros lo haga slo por enajenacin de lo que es
uso de ellas.
suyo9 y no por concesin de sus fuerzas para que otro
Por consiguiente es necesario que el ciudadano no sin/a, en sentido
riguroso de la palabra, ms que a la comunidad. Al respecto, Ios artesa1
Los que fabrican una obra (oms) pUt:dcn pasarla a otro mediante cn.qjcnncln, corno
siendo algo que les pertenece en propiedad. Pero la pra.estariv ox:me no es una enaje~
nacin. El domstico, el ayudante J.c tienda, el jornalero e, incluso el peluquero, son
ran slo otJera.rii, no anifice.s {en el amplio sentido dt~ la palabra) y no son rniembros
dd Estado ni se deben calificar como ciudadanos. Sin emb~1rgo, aquel a quien le
un traje,
encargo mi lea, y el sastre, a quien le doy mi pao para que me
parecen encontrarse con relacin a m en un estado de total semejanza. Pero nqul
se diferencia de ste como d peluquero del fabricante de pelucas (al que puedo darle
el cabello para que haga pducas), es decir, tal como el jornalero se distingut:> dd
artista o artesano que hace una obra que le pertenece rnientras no le sea pngada. Ei
el primero, el uso de
llltimo, como industrial, cambia su propiedad con orro
sus fuerzas, que otorga a otro (o;eram). Confieso que es diffc!! determinar los requisitos que debe llenar la condicin de un hombre que pretenda ser su propio sd'ior.
ACERCA DEL REFRN:
"Lo QUE
117
,,
'
118
Conclusin
He aqu un contrato originario; slo sobre l se puede fundar una
constitucin civil, es decir, enteramente legtima y capaz de establecer
una comunidad. Por este contrato (llamado comractus originarius o
pacturn sociale), entendido como b coalicin de cada voluntad particu~
lar y privada, en un pueblo, con una voluntad social y pblica (con el
fin de una legislaci6n meramente jurdica), no ha de ser supuesto como
un ltecho (acaso ni siquiera sea posible); como si ante todo hubiese que
probar por la historia que un pueblo, en cuyo derecho y obligaciones
hemos ingresado en tanto descendientes, haba realmente ejecutado
un da semejante acto del cual, oralmente o por escrito, nos ha legado
algn informe o instrumento para comprometernos a la obedienci.a de
una constitucin civil ya existente. Por el contrario se trata de una
simple idea de la razn, pero que tiene indudable realidad (prctica), a
saber, la de obligar a cada legislador para que diere sus leyes tal como si
stas mdiesen haber nacido de la voluntad reunida de todo un pueblo y
para que considere a cada sbdito, en cuanto quiera ser ciudadano;
como si hubiera estado de acuerdo con una voluntad tal. sta es en
efecto, la piedra de toque de la legitimidad de una ley pblica capaz de
regir para todos. Si estuviera constir.uida de tal modo que le fuera im[>o~
sible a la totalidad de un pueblo prestarle acuerdo (como sera el caso,
por ejemplo, de que cierta clase de sbditos deban tener hereditariamente
el privilegio de la nobleza) no sera legtima; pero si es slo {Josible que
un pueblo le preste acuerdo, sen un deber tener a la ley por legtinla,
incluso suponiendo que el pueblo hubiera llegado ahora a una situa~
cin o una disposicin de su manera de pensar por cuya ndole en caso
de ser interrogado! verosmilmente rehusara su asent miento. 10
1
w Si, por ejemplo, se impusiese un tributo de guerra proporciona! a wJos los sbditos,
stos, porque sea gravoso, no podrn decir, sin embargo, que sea injusto por creer que
la guerra era intil, pues no estn facultados para juzgar sobre semejante cosa. Ese
que la
tributo, a juicio del sbdito, regir.l como justo, porque seguir siendo
guerra sea inevitable y el impuesto inJispensnHe. Pero si dumntc la gocrra se gravara
a ciertos propietarios con detenninados suministros y se perdonase a otros de la misma
condicin, se adviene claramente que la totalidad de un pueblo no podra concordar
con semejante ley y estar autorizado, al menos idenlmemc, a actuar contra la misma,
puesto que ese desigual reparto de las cargas no se puede considerar como justo.
lMMANUEL KMH
ACERCA DEL REFRN:
"Lo QUE
ES CIERTO .
f F!LOSOFr\ DE LA Hb"TOR!A
l j9
Dt.sde este punto de vista, h.-:ty cierras prohibiciones de importar que favorecen la
produccin en beneficio de los intereses de los sbditos, y no en provecho de los
;
lMt-.-1:\NUEL KANT
121
11
No existe ningn casus necesswtis, fuera Jcl caso en que los deberes: estn en
mutuo coni1icto, a ::;;[x:r cuando t..:stos se producen L'ntrc un deber lktmdicionmlo y
otro (qui::;\ grandioso, pcru sin embargo) condicionado, por ejemplo, cuando se tra~
ta dt prevenir un desastre dt:l Estado por medio Je la traicidn de un hombre a otro,
con d cu;<l est;' en una relacin semejante a la que hay entre padre e hijo. Prevenir
el mal que arncna:a 3l Estado es un deber incondicionad o, mientras que prevenir
el que amena:a la desdicha dd homhrt es condicionado (a saber, en cuanto no sea
culpable de un crimen contra el Estado). Si el hijo denunciara el intento del padre
al gobierno, lo har;i con grm1 repugnancia, ptro por necesidad (moral). Si alguien,
para salvar su propia vida, en cnmbo, le dijese a otro n:iufrag:o, quitndole el m~
bln a que se nfcrw, q\1e tiene derecho de hacerlo por su necesidad (fsica), dir
algo por entt:-ro falsn. La conservacin de mi vida slo es un deber condicionado
(si puede acontecer sin crilncn}; pero constituye un deber incondiciondo no qui~
tar la de otro, :si ste no me hiere, y no me 1wne en peligro de perder la m fa. Sin
embargo, el terico dd derecho civil universal procede de manera muy canse~
cuentl" con l<l facultad jurdica cuando confiesa este auxilio de emergencia, pues la
autoridad pblica [Obrigkcirl no puede unir ningn castigo cvn la J>rohibicin, ya que
e:Sl" castigo tendra que ser d de la muerre. Pero sera una ley disparntada la de
arnenazar de muerte a alguien que, en situaciones peligrosas, no se entregara voluntariamente a la muerte.
nrano
anterior soberano} el pueblo retorna al estado de naturaleza".
Creo sincerament e que ni Achenwall n nnguno de los honrados
hombres que racionalmen te esnn de acuerdo con l hubiesen dado su
consejo o asentmiento llegado el caso para tan peligrosa empresa.
Adems) apenas es dudoso que si hubiesen fracasado los levanmmien~
tos por los que Suiza, los Pases Bajos o Gran Bretaa akanzaron las
constitucion es tan felizmente ensalzadas que en b actualidad tienen,
el lector de la historia ele tales rebeliones hubiese vi.sro en la ejecucin
de sus autores, ahora tan exaltados, el merecido castigo por enormes
crmenes contra el Estado. Pues, en nuestra estimacin de los funda~
mentas del derecho habitualmen te introducimo s el desenlace, y mien~
tras que ste era incierto, los fundamentos eran cienos. Pero es claro
que en lo concernient e a estos ltimos -si concedemos que mediante
tal levantamien to no se comete injusticia contra el prncipe reinante( cuya joyeuse entre habra violado el contrato con el pueblo, que tiene
un fundamento realL el pueblo, con este modo de buscar su derecho
habra hecho injusticia en altsimo grado, porque una vez aceptada h~
mxima del levantamien to se tornara insegura toda constitucin jur~
dica Y se introducira una condicin de completa ausencia de ley ( sta~
ws natumlis), en el que el derecho, cualquiera que fuese, dejara de
tener el ms mnimo efecto. Trat<lndose de la propensin, que halla~
mos en tantos autores bienintencio nados, de hablar a favor del pueblo
(para su perdicin), slo quiero advertir que, en parte, la causa de la
confusin est en el engao por el que, al hablar, suplantan en sus
juicios el principio del derecho por el principio de la felicidad; y, en
parte, porque, al no haber encontrado un contrato realmente propues~
toa la comunidad -aceptado por el jefe de la misma y sancionado por
ambos- admiten la idea del contrato originario, que siempre est en !a
razn como fundamento, como algo que tiene que acontecer realmente,
1
122
IMMA~UEL K:\NT
ACERCA DEL REFR....\N:
12.3
Aunque d contrato real dd pueblo con el soberano siempre pueda ser violado,
no se le opondr.i en ramo comunidad, sino slo en cuanto coalicin
dicho
perturbadora. En efecto, como la constitucin hasta entonces existente ha sido
des.truida por el pueblo, cs. preciso ante toJo organi::::ar una nueva comunidad. Si
no fuera as, se introducira la anarqua con todos sus horrores o, al menos, estara
por esa situacin; lo injusto es, en ese caso, la injusticia qw:, dentro
del pueblo, c::1da partido comete contra otro. T:unbin el ejemplo mencionado
aclara el hecho de que cuando los alborotados stbditos: de un Estado quieren im~
poner por la violencia otra constirucin, s:ra los oprimir con mayor rigor que la
que destruyeron, llegando a estar consmndos por los cclcsi<lsticos: y aristcratas,
que domin:.ua sohre todos, hubieran podido esperar una
mientras que hajo un
en el reparto de las cargas del Estado.
m~1yor
14
124
lMMANUEL KANT
; Dentro del Estado, ningn derecho puede ser silenciado ptrfidnmcnte, por as
decirlo, mediante una restriccin sccrem, y menos an, el derecho que se arrogn d
pueblo pm pertenecer a un estado constitucional en el que todas las leyes se deben
pensar como nacidas de una voluntad pblica. Por lo ranto, si la constitucin pt."r*
mitiera b insurreccin, -tendra que explicar pblicamente el derecho que b asste
y el modo de hacer uso del mismo.
"Lo QUE
12.5
perdura bit~, o sea, si podra ser considerada surgida de la propia voluntad del legislador (segn su intencin}, tendra que interrogarse anteriormente esto: sera lciw que un pueblo se diese a s mismo una ley
por ht cual ciertos artculos de fe, alguna vez adrnitidos, tanto como
algunas formas de la religi6n externa, debieran permanecer para siempre, de ta! modo que se le impidiera a la posteridad un progreso de las
concepciones religiosas o un abandono de pas~u:los errores? Es claro
que un contrato originario del pueblo, por el que se establecera semc~
jante le}'t sera en s nulo y se aniquilara, por contrariar el destino y fin
de la humanidad. Por tanto, una ley dada en ese sentido no debe ser
considerada como propia de la voluntad del monarca, a la que se le
podra oponer una idea contraria. Pero, en todos tos casos, si ella u otra
semejante fuese facultada por la suprema legislacin, podr;:l ser juzgada
de modo universal y pblico, pero nunca atacada con resistencia de
palabras o hechos.
En toda comunidad tiene que haber obediencia, regida por el mecanismo de la constitucin estatal segn leyes de coaccin (referidas al
todo); pero, al mismo tiempo, un es;ritu de libertad, puesto que cada
uno, en lo concerniente a los deberes universales del hornbre, neccsit<l
estar convencido por la razn de que esa coaccin es conforme al derecho y que no se contradice a s misma. La obediencia sin la libertad
constituye la causa ocasional de rodas las sociedades scnews. En efecto,
es una vocacin natural de la humanidad enconrrarse en mutua comunicacin, principalmente en lo que se refiere al hmqbre en general, por
lo que aquellas sociedades se derrumbaran si se favoreciera esa liber~
tad. Y mediante qu otra cosa podra el gobierno llegar al conod~
miento que fomente su propio y esencial propsito si no la de permitir
que se extienda el espritu de libertad, tan digno de respeto por sus
orgenes y efectos?
***
En ninguna parte una prctica, que descuide los principios puros de la
mz6n, niega la teora con ms arrogancia que en lo referente a la necesidad de una buena constitucin estatal. Este hecho se debe a que una
constitucin legal subsistente por mucho tiempo, llega a habituar al
pueblo a juzgar tanto su felicidad como su derecho segn la regla dada
por la condicin que posibilit que todo estuviese hasta entonces en
pacfica marcha; pero, en cambio, no lo habitu a estimar ese estado
1
126
IMMt\NUEL KANT
t27
Eneida,
!28
l, ver~os
seilnla a b
No es evidente de inmediato cmo un supuesto
constitucin cosmOJlOita y cmo sta funda un derecho inrcrnacimwl, emend!do
como In (mica c~ndicin que permite el desarrollo conveniente de las di-sposiciones de la humamdad, que hacen a nuestra especie digna de ser amada. La conclu~
en evidencia dicha conexin.
sin del presente pan:igrafo
17
htMANUEL KANT
ACERCA DEL REHtAN:
"Lo QUE
12')
~ 1 e c:m: stgno
"K am nusmu
te
a na,_
130
!M);AA!"UEL KANT
"Lo QUE
ES CIERTO. / F!LOSOF[t\ DE
u, HISTORIA
131
!32
lMi.tA;..;un. K:\NT
rias que nacen de las guerras constantes por las cuales los Estados rra~
tan de perderse mutuamente o de someterse unos a los otros, obtigar<.1n
a ingresar en contra de la propia voluntad! o en una constitucin cosmo)olita; o, si la condicin de una paz universal (tal como tm1s de una
vez ha ocurrido con Estados demasiado grandes} es aun tm'is peligrosa
para la libertad, porque produce el ms espantoso despotismo, en ton~
ces las penurias tcndFdn que coaccionar a los Estados a un estado que
no es ciertamente una comunidad costnopolita, regida por un jefe, sino
en una federacin segn un derecho imemacional convenido en comn.
Ahora bien, el progreso cultural de los Estados, junto a la creciente
propensin a aumentar a costa de los otros, crnpleando la astucia o la
violencia, multiplicar las guerras y producin' g<tstos cada vez mayores,
ocasionados por ejrcitos sien1prc en aumento. Para mantenerse en buc . .
nas relaciones y disciplina, los ejrcitos se pcrtrcchann de instrumentos de guerra cada vez ms numerosos, con lo que los gastos crccen1n
constantemente. Entretanto subirc..n cada vez m::s los precios de los
artculos necesarios, sin que se pueda esperar un crecimiento progresivo y proporcionado a ellos del dinero met;lico que los representan.
Por otra parter ninguna paz dura lo suficiente como para que el ahorro
realizado durante ella iguale al gasto que demanda b prxima guerra.
La invencin de la deuda pblica constituye un medio auxiliar cierta~
mente ingenioso pero que acaba por aniquilarse a s mismo. Por eso, lo
que hubiera dcbdo hacer la buena voluntad, pero que no hizo, rendn.
finalmente que realizarlo la itnpotencia: que cada Estado se organice
en lo interior de tal modo que d jefe de Esrado a quien la guerra en
verdad nada le cuesta (porque hace recaer los gastos en tJtro, a saber en
el pueblo) no tenga la voz decisiva para determinr si habn o no gue~
rra, sino que eso lo decidin. el pueblo, que la paga. (Como es naruralf
se tiene que suponer necesariamente la realizacin de in idea tic un
contrato originario.) En efecto, el pueblo dcjan. de ponerse en riesgo
de pobreza personal por seguir un mero apetito de expansin o en virtud de presuntas ofensas snplemcnte verbales, como lo hara un jefe.
Y tambin la posteridad (sobre la que no se pueden descargar vicios de
la que es inocente) podr;i progresar siempre a lo mejor, ii1cluso en sentido moral, sin que la causa de ese progreso est en el amor a la misma,
sino en d egosmo de cada poca, en cuanto una comunidad en parti~
cubr, impotente para daar a otra tms poderosa} se tendr que atener
1
F!I.OSOFiA DE L\ ! 1!::-!0R!A
l J3
***
La naturaleza humana nunca parece menos amable que cuando la
vemos en las relaciones que sostienen los pueblos entre s. En lo que se
refiere a la autonoma o la propiedad, ningn Estado tiene un inst"ante
de seguridad con respecto a otro. La voluntad de someterse unos a otros,
o de anexarse, siempre est all, y jams desmayarn los preparativos
para la defensa que) con frecuenci<.1, oprimen la paz y tienen mayor
poder destructivo para la salud interna que la misma guerra. Contra
esto no hay otro medio posible que un derecho internacional fundado
sobre una ley acompaada del poder pblico, al que todo Estado se
tendra que someter (en analoga con el derecho civil o poltico que
rige a los hombres indviduales). En efecto, una paz duradera y general,
lograda mediante el llamado equilibrio de las potencias en Euro[la, es una
simple quimera: algo as como la casa de Swift, que un arquitecto habra
134
lMM:\NUEL KANT
DE LA ! !t~TORIA
i 35
13 7
Los das son como hijos del tiempo, porque el da que sigue, con
todo lo que trae, es engendro del anterior. As como el benjamn es el
hijo ms nuevo para sus padres, el da ltimo del mundo (ese momento
del tiempo que lo cierra) se puede llamar novsimo. Este da final pertenece an ai tiempo, pues en l sucede todava algo (que no pertenece a
la eternidad, donde nada sucede, pues ello significara perduracin del
tiempo) a saber, rendicin de cuentas que harn los hombres de su
conducta durante roda su vida. Es el dfa del juicio la sentencia absolutoria
0 condetHtoria del juez del mundo constituye el autntico fin de todas
las cosas en el tiempo y, a b vez, el comienzo de la eternidad (beata o
rproba} en la que la suerte que a uno le cupo permanece tal como fue
en el momento de la sentencia. Por eso el da final es. tambin, el da
dd juicio final. Pero en el fin de rodas las cosas habra que incluir asimis. me el fin del mundo, en su forma actual, es decir, la cada de las estre~
!las del cielo como de una bveda, la precipitacin de este mismo cielo
(o su enroHarniento como un libro), el incendio de cielo y tierra, la
creacin de un nuevo ciclo y una nueva tierra, sedes de los santos, Yde
un infierno para los rprobos; en ese caso, el da del juicio no sera el
da novsimo o final, pues le seguiran otros das. Pero como la idea de
un fin de rodas las cosas no tiene su origen en una reflexin sobre el
curso fsico de las mismas en el mundo, sino de su curso moral y slo as
se produce, tampoco puede ser referida ms que a lo suprasensible (no
comprensible ms que en lo moral), que es a lo que corresponde la idea
de eternidad; por eso la representacin de esas cosas ltimas que han
de llegar despus del novsimo da hay que considerarla como sensibil~
zacin de aquella con todas sus consecuencias morales, por lo demas
no comprensibles tericamente por nosotros.
Hay que observar. sin embargo, que, desde la ms remota Antigedad,
encontramos dos sistemas referentes a la eternidad venidera: uno, el de
los unitarios, que reservan a todos los hombres (purificados por expiaciones ms o menos largas) la beatitud eterna; otro el de los dualistaS, 1 que
reservan la beatitud para unos cuantos elegidos, mientras al resto la eter~
1
us
lM~-1:\~UEL KA~T
alemanas al nombrar a esos seres. Recuerdo haber ledo en Sonnemt que en A va (la
tierra de los burachmanes), el principio del bien se llama Gmleman (palahra que
parece hallarse en el nombre Darius Codomannus); y que la palabra Ahriman suena
muy parecida a arge {vfann, y que el actual persa contiene una gran cantidad de
palabras de origen alemn; as que para los estudiosos de la Antigedad puede ser
una tarea perseguir, con el hilo conductor de los parentescoslin:,-'fsficos, el origen
de los actuales conceptos religiosos de muchos pueblos.
EL FlN DE TOD..\S Lr\S COSAS/ F!LOSOFL..._ DEL\ Hl:-TOR!A
139
140
lM!.tANUEL K:\NT
uno es husped en su percgrnacin por la vida, para ser pronto desplazado por
otro; 2) como una crcel, opinin sow.::nida por los bramanes, los tihetanos y otros
sabios de Oriente (aun por el mismo Platn): un lugar de enmienda y purificaci{m
de los espritus cndos dd cielo, ahora nimas humanas o animales; .3) como mmli~
comio, donde no slo cada cual arruina su propio propsito, sino que hace a los
dcm:.\s todo el dai1o imaginable, y considera la destreza y el poder para hacerlo con
mayor honra; 4) como cloaca, donde v<:~n a parar !a inmundicia de los otros munH
dos. La ltima ocurrencia es original, en cierto modo, y se la debemos a un ingenio
persa que coloc t:l paraso, morada de la primera pareja, en el cielo; en el cual
haba un jardn provisto de rboles, cuyos frutos una vez dcsgusrados no dejaban
residuo alguno, porque ste se perda misteriosamente: slo haba un <1rbol en el
medio del jardn que no tena esa virtud. Nuestros primeros padres comieron de l,
a pesar de la prohibicin, as que, para no ensuciar el cielo, un ngel tuvo que
sealarles la tierra, alhllejos, con las palabras: "he ah la cloaca de todo el univer~
so", y all los condujo por su necesidHd, volviendo despus al cielo. De ahf surgi e!
gnero humano en la tierra.
EL
14 l
***
Observacin. Como acu slo nos las habemos con ideas (o juga~
mos con ellas.) que la misma razn se crea, cuyos objetos (si es que los
tienen} radican fuera totalmente de nuestro horizonte, y como. aun~
que hay que consiclerarlas vanas para el conocimien to especulativo ,
no por eso tienen que ser vacas en todos los sentidos, sino que la
misrna razn legislaJora nos las pone a nuestro alcance en sentido
prctico~ no para que nos pongamos a cavilar sobre sus objetosr sobre
lo que sean en s y segn su naturaleza, sino para que las pensemos en
provecho de los principios morales, enderezados al fin ltimo de to~
das las cosas (con lo cual, esas ideas, que de otro modo seran rotal~
mente vacas, reciben pnctica realidad objetiva), asf tenemos delan~
te de nosotros un campo de trabajo libre: dividir este producto de
nuestra propia razn, el concepto general de un fin de todas las cosas,
segn la relacin que guarda con nuestra facultad cognoscitiva y es~
rablecer la clasificncin subsiguiente .
Por dio, d todo lo dividimos en: 1) el fin natural' de todas las cosas,
segn el orden de los fines morales de la sabidura divina, que podemos
comprender muy bien (en sentido pr{lctico); 2) el fin mstico (sobrenatural} de las rnismas, segn el orden de las causas eficientes, del que no
1
cierto orden, cualquiera que sea y, por lo tamo, mmbin del moral (no siempre,
por consiguiente, slo de-l fsico). A esto se opone lo innatural que puede ser !o
lMM/I.NUEL KANT
***
Dice el Apocalipsis (X, 5-6): "Y el ngel que vi estar sobre la tierra
levant su mano al cielo, y jur por el que vive. para siempre jams, que
ha criado el cielo,,etc.: que el tiempo no ser msn. De no suponer que el
ngel "con su voz de siete rruenos v. 3) ha proclamado una insensa~
tez, ha querido decir que ya no habr, en adelante, ningn carnbio; pues:
de haber todava algn cambio en el mundo seguira existiendo el tiempo, ya que aquel no se puede dar rmh que en ste. y no es posible pen~
sarlo si no presuponemos el tiempo.
En este caso tenemos un fin de todas las cosas figurado como objeto
de los sentidos, de lo cual ningn concepto podem.os forrnarnos:: porque nos vemos tomados en contradiccio nes en el mismo rnomcnto que
intentamos dar el primer paso del mundo sensible al inteligible; lo que
ocurre porque el momento que constituye el fin del primero constituye
tambin el comienzo del otro, lo que quiere decir que fin y comienzo se
hallan colocados en la misma serie temporaL lo cual es contradictor io.
Pero tambin decimos que pensamos una duracin como infinita
(como eternidad): no porque poseamos algn concepto determinabl e
de su magnitud -cosa que es imposible! ya que le falta por completo el
tiempo como medida de dicha magnitud-i sino que se trata de un con~
cepto negativo de la duracin eterna, pues donde no hay tiempo ram~
poco hay fin alguno, concepto con el cual no avanzamos ni un solo
paso en nuestro conocimient o, sino que expresa nicamente que la
razn, al propsito (prctico) del fin ltimo, no puede obtener sarisfac~
cin por la va del perpetuo cambio; aunque, por otra parte, si tantea
con el principio del reposo y la inmortalidad del esrado del mundo,
encontrar igual insatisfaccin por lo que respecta a su uso terico, y
desembocar en una total ausencia de pensamiento : como no le queda
otro remedio que pensar en un cambio que se prolonga indefinidamen~
te (en el tiempo) como progreso constante hacia el fin lrimot en el
cual se mantiene y conserva idntico el sentir (que no es como el cambio, un fenmeno, sino algo suprasensible, que, por lo tanto, no cam~
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bia en el tiempo). La regla del uso prctico de la razn, segn esta idea,
no quiere decir otra cosa que: tenen1os que tomar nuestra m;hima como
si en todos los infinitos cambios de bien a mejor, nuestro estado moral,
atenindose al sentir (el hamo noumenon {!cuya peregrinaci6n est en
el cielo"), no estuviera sometido a ninguna mudanza en el tiempo.
Pero figurarse que llegar un momento en el que cesar todo cambio
(y, con ello, el tiempo mismo), he aqu una representacin que irrita a
la imaginacin. Porque, segn ella, toda la Naturaleza quedar rgida y
como petrificada, el ltimo pensamiento, el ltimo sentimiento, per~
duran'in en el sujeto pensante, sin el menor cambio, idnticos a s mis~
mos. Una vida seme1ante, si es que puede llamarse vida, para un ser
que slo en el tiempo p~1ede cobrar conciencia de su existencia y de la
magnitud de sta (como duracin), tiene que parecerle igual al aniquilamiento: porque, para poderse pensar a s mismo en semejante estado,
tiene que pensar en algo; ahora bien, d {Jensar contiene al ref1exionar1
que no puede ocurrir tm.s que en el tiempo.
Por esto los habitantes del otro mundo suelen ser representados entonando, segn el lugar que habitan (el cielo o el infien1o), el sempiter~
no Aleluya o la interminable lamentacin (XIX, 1-6; XX, 15): con lo que
se quiere dar a entender la ausencia total de cambio en su estado.
Sin embargo, por mucho que exceda a nuestra capacidad de comprensin, esta idea se halla muy emparentada con la razn en el as~
pecto prctico. Aunque admitamos que el estado fsico-moral del
hombre en la vida presente descansa en el apoyo m;;ls firme, a saber,
un progresar y acercarse continuos al ben sumo (que le ha sido fijado
como mera); no puede, sin embargo (aun con la conciencia de la
invariabilidad de su sentir), unir el contento a la perspectiva de un
cambio perdurable de su estado (tanto moral como fsico). Porque el
estado en que se encuentra en el presente es siempre un mal por comparacin con el estado mejor al que se prepara a entrar; y la representacin de un progreso indefinido hacia el fin ltimo equivale a la
perspectiva de una infinidad de males que, aunque son rns que contrapesados por bienes mayores, no permiten que se produzca el con~
rento, que no se puede pensar sino en el caso de que el fin ltimo sea
logrado, por fin, alguna vez.
Sobre este panicular el hombre caviloso da en la mstica (porque la
razn, que no se contenta fcilmente con su uso inmanente es decir,
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pi icarios como si se tratara de los mviles para cumplir con sus manda~
mientas: pues en ese mismo momento dejara de ser amable. hr1as bien
hay que interpretarlos como amorosa advertencia, que surge de la be~
nevolencia del legislador, para que nos guardemos de los males que
tienen que seguir inevitablemente a la transgresin de la ley (porque:
lex est res surda et inexorabilis, Livius); pues no es el cristianismot como
moixima de vida libremente escogida, quien amenaza, sino la ley que,
como orden inmutable radicado en la naturaleza de las casas, no deja
ni al arbitrio del Creador que las consecuencias sean stas o aqullas.
Cuando el cristianismo promete recomJJensas (por ejemplo "sed ale,
gres y contentos, que todo os ser contado en el cielo'~) no hay que
interpretarlo! contrariamente al espritu liberal, como si se tratara de
un ofrecimiento para interesar a los hombres en el buen comportamiento:
pues, en ese rnismo n1amento dejara el cristianismo de ser digno de
amor. Slo la propuesta de aquellas acciones que proceden de mviles
desinreresados puede inspirar respeto por parte de los hombres hacia
aquel que las propone; y ya sabemos que sin respeto no hay verdadero
amor. Por lo tanto, no hay que prestarle a esa recomendacin el scnti~
do de tomar las: recompensas como mviles de las acciones. El amor
que liga a un espritu liberal con un benefactor no se inspira en el bien
que recibe el necesitado sino en la bondad de la voluntad del que est
dispuesto a repartirlo aunque fuera incapaz de llevarla a efecto u otros
motivos, que pueden surgir de la consideracin del bien csmico uni#
versal, le impidieran la realizacin.
He aqu algo que no hay que olvidar jams: la amabilidad moral que
el cristianismo lleva consigo, la cuat a pesar de las varias imposiciones
que le han sido aadidas de fuera en el frecuente cambio de las opinio#
nes, se trasluce siempre 'l lo mantiene contra la aversin que de otro
modo hubiera provocado Y1 lo que es mt'.s asombroso se patentiza con
mayor brillo en la poca de la mxima ilustracin que conocieron los
ara sus corazones.
hombres y es lo nico que, a la
Si ocurriera alguna vez que el cristansmo dejara de ser dgno de
amor (lo cual puede ocurrir si en lugar de su dulce espritu se armara de
autoridad imperativa), en ese caso, ya que en cuestiones de moralidad
no cabe lugar a la neurralidad (y menos coalicin de principias contra~
rios), d pensamiento dominante ::.!:: t0~ hombres habra de ser la ani~
madversin y la oposicin contra l; y el Anticristo, que se tene como
precursor del da del juicio, comenzara su breve reinado (probablemente asentado en el temor y el egosmo); pero, entonces, como el
cristianismo, destinado a convertirse en relgin universal, no sera fa,
vorecido por el destino para llegar a serlo, se producira el fin (inverso)
de todas las cosas en el sentido moraL
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El
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ca eternamente en.el, gradg._quc por su valor tico ocupa hoy entre los
miembros de la creacin ~lo que es idntico a la eterna rotacin en
crculo alrededor de un mi~mo punto).
A la primera afirmacin se la puede llamar telTorismo moral; a la
segunda, eudemonismo (que tambin se podra denominar milenarismo
[Chiliasmus], por cuanto ve la meta del progreso en lejana perspectiva};
a la tercera., abderltismo, porque dado que no es posible una verdadera
detencin en lo moral, un ascenso perpetuamente cambiante y una
cada igualmente honda y profunda (por as decirlo una eterna oscila~
cin) no produciran ms beneficios que los que se obtendran si el
sujeto permaneciese en el mismo puesto y en reposo.
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condicin superior a la anterior. Pero (como dice el abare Coyer ): "Pobres mortales! Entre vosotros, fuera de la inconstancia, no hay nada
constante 11
Sin embargo, quiz el curso de las cosas humanas nos parezca tan
absurdo porque lo vemos desde un punto de vista elegido errneamente. Contemplados desde la tierra, los planetas a veces parecen re troce,
der otras, se detienen y quedan en reposo; otras, avanzan. Pero obser~
vados desde el punto de vista del sol -lo cual slo puede hacerlo la
razn- vemos que siguen constantemente una marcha regular, de acuer,
do con la hiptess de Coprnico. Sin embargo} algunas personas, por
lo dems no carentes de saber, encuentran agrado en aferrarse a su
modo de explicar los fenmenos y en permanecer dentro del punro ele
vista que adoptaron, aunque se confundan hasta lo absurdo con los
ciclos y epiciclos de Tyco Brae. Pero la 'desdicha consiste en que nosotros no podemos trasladarnos a ese punto de vista cuando se trata de la
previsin de acciones libres. En efecto, esa perspectiva correspondera
a la Providencia, que sobrepasa roda sabidura humana y que tambin se
extiende a las acciones libres del hombre, a las que ste puede ver pero
no prever con certeza. (Para el ojo divino no hay en ello diferencia
alguna.) Para lo ltimo, el hombre necesitara conocer la conexin de
las leyes naturales; pero esa direccin o indicacin falta ncccsariamcn~
te cuando se trata de futuras acciones libres.
Si le atribuysemos al hombre una voluntad innata e invariable~
mente buena, aunque limitada, podramos predecir con seguridad el
progreso de su especie a lo mejor, porque se tratara de un aconteci,
miento que l mismo producira. Pero como el mal y el bien se mezclan
en sus disposiciones en una medida que desconocemos, no sabn qu
efectos puede esperar.
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greso hacia lo mejor, sino que ste ya existe, en tanto la fuerza para
lograrlo es ahora suficiente.
La revolucin de un pueblo pleno de espritu, que en nuestros das
hemos visto efectuarse, puede tener xito o fracasar; quiz<:l acumule
tales miserias y crueldades que aunque algn hombre sensato pudiese
esperar tener xito en producirla por segunda vez, jams se resolvera,
sin embargo, a hacer un experimento tan costoso -esta revolucin,
digo, encuentra en los espritus de todos los espectadores (que no estt:ln
comprometidos en ese juego) un deseo de: ;artici[Jacin, rayano en el
entusiasmo, y cuya manifestacin, a pesar de los peligros que compor~
tar no puede obedecer a otra causa que no sea la de una disposicin
moral del gnero humano-.
Esta causa, que interviene moralmente, es doble: en primer lugar, la
del derecho: un pueblo no debe ser impedido por ningn poder para
darse la constitucin civil que le parezca conveniente en segundo lu~
gar, la del fin (que, al mismo tiempo, es deber): la constitucin de un
pueblo nicamente ser en s conforme al derecho y moralmente buc# .
na si su naturaleza es tal que cvita segn principios. la guerra agresiva,
lo cual al menos segn la dea slo puede hacerlo una constitucin
republicana/ es decir, capaz de ingresar en la condicin que posibilita
el alejamiento de la guerra (fuente de todo mal y de roda corrupcin de
las costumbres). De este modo, a pesar de su fragilidad, desde un punto
de vista negativo, el gnero humano tendnl asegurado el progreso ha;
cia lo mejor, puesto que al menos no ser perturbado en ese avance.
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No por eso debemos pensar que un pueblo que tiene una constitucin momrqui~
ca pretenda ni nutra secretamente el de&eo de modificarla, pues qui:r d puesto tan
extendido que sta ocupa en Europa la haga recomendable para que un Estado st
conserve entre poderosos vecinos. Tampoco las quejas de los sbditos -que no se
deben al r;gimen interno del gobierno, sino a In conducta que d mismo sigue con
el extranjero, impidindoles la repub!icanizadn- prueban en modo alguno la in~
s:misf<iccin del pueblo con la constitucin que poseen, sino, por el contrario el
amor a la misma, porque cuanto mayor es el nmero de los pueblos que alcanzan
estado republicano, tanto ms se afim1a esa constitucin contra sus propios peligros. Sin embargo, para d<lfSC importancia, cienos calumniadores sicofantes han
tratado de presentar estas inocentes charlas sobre poltica como afi-in Je novcda~
des, como jacobinismo y como revueltas facciosas qut' amenazan al Esmdo. Sin
embargo, no haba el menor fundamento para ese- pretexto, sobre todo traundose
de un pas que esul alejado en ms de cien millas del teatro de la revolucin.
REITERACIN PE LA PREGUNTA DE S! EL GNERO . /fiLOSOFA !1E LA HISTORIA
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ser, debe tocnr. Pero ese derecho slo es una idc;l cuya realizacin estti.limitada por
la condicin de que sus medios estn de acuerdo con la moralidad. El pueblo no
debe rebasar tales lmites, ni tampoco apelar para ello a la revolucin, que siempre
es injusta. Dominar autocrticamente y, sin embargo, gobernar de un modo repu,
blicano, es decir, dentro del espritu del republicanismo y en analoga con l, es lo
que hace que un pueblo est satisfecho con su constitucil'in.
RE!TERACI"-1 DE LA PREGUNTA PE S! EL GENERO. / Fn.OSOFfA DEL\ H!STOR!A
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HISTORIA
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si el pueblo dice que no, no la hay. En efecto, la guerra es una condicin en la que
todas las fuerzas del Esrado tienen que estar a disposicin del gobernante. Ahora
bien, el monarca de Gran Bretaa ha hecho muchas guerras sin haber requerido el
consentimiento necesario para ello. Luego, este rey es un monarca absoluto y se~
gn la constitucin no debiera serlo; pero siempre puede eludirla, porque le es
posible asegurarse b aprobacin de los representantes del pueblo, ya que cuenta
con las fuerzas del Estado para disponer de todos los cargos y dignidades. Para que
tal sistema de corrupcin alcance xito no debe, como es natural, tener publicidad. Por eso se ocuitn tras el muy transparente velo del secreto.
'Sin embargo, hay cierto deleite en imaginar constituciones po!tkas que corn:s~
ponden a exigencias de la razn (principalmente desde d punto de vista dd dere~
cho); pero es temerario proponerlas, y culpable incitar a un pueblo a que derogue la
existente.
La Atlnrida de Platn, la Utopa de Moro, la Oceana de Harrington y la Setx:ramhia
de Al!ais han sido sucesivnmente llevadas a escena, pero jam<is (si t.xceptuamos t::l
desdichado aborto de la repblica desptica de Cromwell) fueron ensayadas. Acon~
tece con estas creaciones de Estados lo nlis1no que con la creacin del mundo:
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Conclusin
Un mdico consolaba todos los das a su paciente, espcranz~tndolo
con una prxima curacin. Hoy le deca que el pulso lata mejor; mn#
ana, que la excrecin haca prever su restablecimiento; pasndo, era el
sudor lo que sealaba mejora, ere. Ahora bien, lo prirncro que le prc~
gunt un amigo que lo visitaba fue: "Cmo va esa enfermedad, amigo
mor' nCmo ha de ir! Me estoy muriendo a fuerza de mejorar!n Nada
tengo en contra de los que, advirtiendo los males del Estado, empiezan
a desesperar de la salud de la humanidad y de su progreso hacia lo
mejor; pero confo en el remedio heroico dado por Hume, y que podra
conducir a una rpida curacin. ~~cuando -nos dice- veo ahora a h.1s
naciones en mutuas guerras, es como si viese a dos ebrios que se pelean
con garrotes en un almacn de porcelanas: no slo necesiran:n nmcho
tiempo para curarse los chichones que se hicieron recprocamente, sino
que tambin tendrn que pagar los desrrozos." Sera 5a{Jiant Phryges. Sin
embargo, las dolorosas consecuencias de la guerra actual pueden obliw
gar a que el profeta poltico haga esta confesin: el gnero humano se
orienta hacia lo mejor, que ya est en perspectiva.
ningn homhn: estuvo presente ni poda estarlo porque, de mro modo, tendra que
haber sido $U propio creador.
que: un prcxiucto de creacin poltica mi
como aqu !o pensamos se cumpla algn da, por remo ro que fuese, constituye un
deleitosn cnsuei'io; pero e! J>ensamienw de una aproximacin a esas constituciones
con el convencimiento de que pueden existir en tanto estn regidas por leyes
morales, no slo es deher Jd ciudadano, sino tambin del gobernante.
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