Subcomandante Marcos & Taibo II - Muertos Incómodos. Capitulo 1 y 2

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MUERTOS INCOMODOS
(falta lo que falta)
NOVELA A CUATRO MANOS
por
SUBCOMANDANTE

MARCOS Y PACO IGNACIO TAIBO II


PRLOGO

Hace una semana Paco Taibo II recibi una carta del subcomandante Marcos
en la que le propona escribir una novela policiaca a cuatro manos, se
fijaron las reglas, y este es el resultado. Una novela que se est escribiendo,
diseada como un juego de ping pong en el que cada autor y su personaje
reaccionan a lo que el otro escribe, en una historia que promete meterse en
las tripas del desastre nacional.
El libro, que hoy comienza a presentar La Jornada por entregas, ser editado
posteriormente en todo el mbito del idioma espaol por Planeta, y en los
prximos das se cerrarn convenios de edicin en Italia, Francia, Estados
Unidos, Grecia y Turqua.

CAPTULO I
A VECES TOMA MS

A
5

d e

d i c i e m b r e

d e

20 0 4

Todo lo que tarde ms de seis meses, o es


un embarazo o no vale la pena
A S ME DIJO EL SUP. Yo me lo
qued mirando por ver si estaba bromeando o lo deca en serio. Y es que a
veces al Sup como que se le cruzan los
cables. O sea que a veces los bro- mea
a los ciudadanos pero con nues- tro
modo, y a veces hace bromas con
nosotros pero con el modo de los ciudadanos. Y entonces como que
noms no le atina. Aunque no se ve
que mucho le importe. El se re.
Pero no, esa vez no era as. El Sup
no bromeaba. Bastaba ver que tena la
mirada seria, fija en la pipa mientras
le daba fuego con el encendedor. La
miraba a la pipa como si esperara que
ella, y no yo, le diera la razn.

DE

500 AOS

El me haba dicho que me iba a


mandar a la ciudad, que tena que
hacer unos trabajos para la lucha,
que primero iba a pasar un tiempo
agarrando el modo de la ciudad y ya
luego iba a hacer los trabajos. Fue
entonces que yo le pregunt que
cunto tiempo iba a estar agarrando
el modo ciudadano y l me contest
que seis meses, y yo le pregunt si
abastaba con seis meses y el Sup dijo
entonces lo que dijo.
El Sup me dijo eso despus de
tardar hablando con un tal Pepe
Carvalho que haba llegado a La
Realidad, trayendo un mensaje de
Don Manolo Vzquez Montalbn y
pidiendo verlo al Sup. Bueno, eso
me dijo el Max, que fue el que lo

recibi. Yo tambin que lo conoc a


Don Manolo. Ya tiene das que vino
a hacerle una entrevista al Sup. Trajo
un montn de butifarras, o sea de
carnes, en su mochila. Yo no conozco qu cosa es butifarras, pero cuando lo fui a alcanzar con el caballo, lo
vi que tienen rodeado los perros al
Don Manolo. Le pregunt si trae
algo de carne en su mochila y l me
dijo traigo butifarras, pero son para
el Subcomandante Insurgente Marcos, as dijo. Ah claro lo mir que
lo respetaba mucho al Sup, porque
as slo le dicen los ciudadanos que
mucho lo respetan y lo carian. Pero
les deca que qu cosa es butifarras,
porque yo le pregunt si traa carne
y l respondi que traa butifarras,

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as que las butifarras son unos modos de cmo


hacen la carne en su pas de Don Manolo.
A Don Manolo no le gusta que le digan
Manolo, sino Manuel. Eso me lo dijo cuando
bamos camino a la comandancia. Tardamos en
llegar. Primero porque Don Manolo no saba de
caballos y tard un buen rato en subirse a la montura. Y aluego pues le toc un caballo muy pajarero y l digamos que no muy se le da lo de la
jineteada y entonces el caballo agarra para el
potrero en lugar de irse por el camino real. Como
tardbamos en enderezar los caballos, lo platicamos con Don Manolo y creo que hasta nos hicimos amigos. As fue como supe que no le gusta
que le digan Manolo, pero a m me abasta con
que me digan que una cosa no, para que yo terco
en que s. No lo hago por malora, es que creo que
as me hicieron, o sea que es mi modo, o sea que
contreras. As me dice el Sup, Elas Contreras,
pero no porque as me
llame. Elas es mi nombre de lucha y
Contreras pues as me puso el Sup
porque dijo que yo tambin necesitaba un apellido de lucha, y que
como siempre llevaba la contra
en lo que fuera pues me queda- ba
bien el apellido Contreras. Esto
pas un buen tiempo antes de
que yo fuera a Gua- dalajara, a
recoger un correo en los baos
pblicos La Mutualista y conociera al
chino Fuang Chu. Y s, tambin
mucho antes de que me encontrara
con el comisin de
investigacin que
se llama
Belascoarn, en el Monumento a la
Revolucin, all en la Ciudad de Mxico.
Yo le digo comisin de investigacin, pero
el Belascoarn dice detective. En nuestras tierras zapatistas no hay detectives, hay
comisiones de investigacin. El Belascoarn dice
que en la Ciudad de Mxico no hay comisiones de
investigacin, hay detectives. Yo le digo que
cada quien su modo. Pero les deca que todo esto
fue ms despus de que el Sup me dijo eso de los
seis meses. Y ms despus fue tambin que encontr a la Magdalena en la Ciudad de Mxico. Ah la
Magdalena! Pero de eso les platico ms luego o a
lo mejor ni les platico porque hay heridas que no
sanan manque uno las platique. Al contrario, ms
sangran cuando se visten de palabras.
Pero mucho tiempo antes de que el Sup me

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dijera lo de los seis meses, yo ya haba investigado algunas cosas que pasan en los municipios
autnomos rebeles zapatistas. Se dice casos, no
cosas, me dijo aluego el Belascoarn que se la
pasaba dndome carrilla porque segn l yo
hablaba muy otro y, siempre que le daba su gana,
se la pasaba corrigindome el modo de hablar.
Pero yo, en lugar de corregirme, pues ms le
daba. Contreras, pues. Uno de esos casos fue el
que ahora le da ttulo a este captulo de esta
novela que, ah lo van a mirar, es muy otra.
Pero djenme y les platico un poco de quien
era yo. S, era. Porque ahora ya estoy finado. Yo
fui miliciano cuando nos alzamos en 1994 y combat con las tropas del Primer Regimiento de

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Infantera Zapatista, que comandaba el Sup


Pedro, en la toma de Las Margaritas. Ahora tendra yo unos 61 aos pero no los tengo porque ya
estoy muerto ya. O sea que soy finado. Al Sup
Marcos primero lo conoc en 1992, cuando se vot la
guerra. Ya despus lo volv a ver en 1994 y jun- tos
nos cotorreamos cuando los federales nos ata- caron
en febrero de 1995. Yo andaba con l y con el
Mayor Moiss cuando nos echaron encima los
tanques de guerra, los helicpteros y las tropas
especiales de los ejrcitos. Estuvo un poco duro,
s, pero ya ven que no nos pepenaron. Nos pelamos, como quien dice. Aunque todava tardamos
das oyendo el chaca-chaca de los helicpteros.

Bueno, ya es mucha vuelta. Yo slo quera


presentarme. Yo me llamo Elas, Elas Contreras, y
soy comisin de investigacin. Pero antes no era
comisin de investigacin, era noms base de
apoyo del Ejrcito Zapatista de Liberacin
Nacional, aqu en Chiapas que est en nuestro
pas que se llama Mxico. Qu nde mero queda
eso? Bueno, pues ah mrenlo en una mapa que
est en la
COMANDANCIA GENERAL DEL EZLN
Un tucn solitario saca lustre a su pico en lo alto del
tronco de un bayalt. Abajo el Teniente Hilario revisa si los caballos no han acabado con la pequea
milpa y la insurgenta Martina termina de repasar los
nombres de las capitales de los estados La guardia
limpia su arma, sentada a la puerta de una champita.
A un lado, y prendida de una varita, ondea una vieja
bandera de tela negra, con una estrella de cinco puntas y las siglas EZLN. La estrella y las letras son de
un rojo desteido. En la puerta aparece el Sup. La
guardia se cuadra.
Llmalo al Teniente Coronel Jos dice el Sup.
Jos llega. El Sup le entrega unos papeles dicindole:

Acaba de llegar esto. Despus de leer, el


Teniente Coronel le regresa los papeles con una pregunta.
Y qu vas a hacer?
No s dice el Sup, y se quedan los dos pensando Se va el tucn con un ruidoso aleteo y distrae
la mirada de ambos. Despus de un momento se
miran y, al mismo tiempo, dicen, se dicen:
Elas.
Ya parpadea la tarde cuando en la punta del cerro
se dibuja la figura del Teniente a caballo. Recorre la
orillada del pueblo, evitando lodo y miradas extraas.
Llega hasta donde Adolfo tiene su posta.
Y el Mayor? pregunta.
Est en la reunin con las autoridades del
municipio.
Va el Teniente.
El Mayor recibe y lee: Localiza a Elas y dile
que se d su vuelta donde ya sabe para hablar
con el viejo. Si puede maana, est bien, si no
pues cuando tenga chance. Es todo.
En el radio, el Mayor transmite:
Gama, Gama. Si copias dile al del ojo
grande que compre su anteojo maana o cuando pueda.
En lo alto de un cerro, el operador recibe y a su vez trasnsmite:
Tortolita, tortolita, si copias, hay
un 40 para Elas, que dice Nube
que vaya maana.
En el pueblo, el encargado de la
posta lo va a hablar al responsable:
Que lo busques a Elas y le digas
que maana vaya para La Realidad.
Ya tiene rato que el sol se tap con la
ondulada cobija de los cerros, cuando aparece Elas en la puerta de su champa, cargando un bulto de calabazas con el
mecapal.
En una mano lleva la chimba y en la otra
EL MACHETE
S, el Sup no mero me ense el papel pero s me
dijo que de qu se trababa el asunto. Era una
desaparicin. Que en el papel le avisaban que
desapareci una compaera y que el Sup hiciera
un comunicado acusndolo al mal gobierno.
Que de por s es su trabajo del Sup pero que la
problema es que la gente de la ciudada o sea que
los ciudadanos ya estn hallados a que los zapatistas les hablamos con la verdad o que sea que
no les mentiramos. Y entonces que la problema
es que qu tal que el Sup hace el comunicado de
denuncia y arresulta que la compaera no est
desaparecida o que no fue el mal gobierno el que
la perjudic y entonces pues vamos a echar
nuestra mentira y entonces pues nuestra palabra
como que se hace dbil y entonces aluego no nos
van a creer. Y entonces que mi trabajo era que
tena que investigar si la compaera sa estaba
desaparecida de veras o lo que sea y entonces yo
le avisaba al Sup qu mero pas y l ya vea
entonces qu hacemos.
Le pregunt al Sup que cunto tiempo tengo y
l me dijo que tres das noms. Yo no le pregunt
por qu tres das y no uno o diez o quince. El lo
sabr. Yo me fui a ensillar la mula y, esa misma
tarde, enrrumb para Entre Cerros, que as se

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llama el pueblo donde desapareci la compaera


que se llama o se llamaba Mara, porque qu tal
que ya estaba finada, y es o era esposa del responsable zapatista local de ese pueblo.
En llegando al pueblo lo habl al compa responsable que su nombre es Genaro, y que es o era su
esposo de la finada Mara. Bueno, no es finada
todava. El Genaro me dijo que l cree que sali por
lea y aluego pos ya no regres. La busc, s. No la
encontr, que si la hubiera encontrado pues no avisaba a la Comandancia. Que eso fue hace unas tres
semanas. Que por qu no avis luego. Que porqu
pens que aluego apareca. Que si no saba p
dnde haba jalado. Que no. Que la buscara yo.
Que tal vez la haban robado los ejrcitos o los paramilitares o ya estaba finada. Que quin le iba a
hacer su pozol y sus tortillas. Que quin le cuidaba a
los hijos.
Yo me desped. Como que lo vi ms preocupado por quin le haca la comida que
por la suerte de la finada. O sea
que no la acordaba bien, que sea con
amor que dicen, sino que la acordaba para los trabajos. Entonces pos
mejor me fui al arroyo, a donde
lavan las mujeres y ah la encontr a
la comadre Eulogia.
Ella estaba con mi ahijado, el
Heriberto, y taba lavando
saber qu. Y entonces la habl a mi
comadre Eulogia porque ella es
de por s muy averigua- dora. Y
ella me dijo que, antes de
desaparecerse, la finada Mara
que no era finada todava, haba dejado
de ir a las reuniones de la Cooperativa
Mujeres por la Dignidad, mero cuando la
iban a nombrar autoridad, y que ella, la Eulogia, la fue a ver a la
supuesta finada para ver por qu ya no iba a las
reuniones, y que ella, la Mara, le dijo Acaso me
mandan, y que no le dijo ms porque ah noms
lleg el Genaro y la Mara se qued callada,
moliendo el maz. Le pregunt si tal vez se perdi
en el monte la Mara, y entonces la Eulogia dijo:
Qu se va a perder, si mero se conoce todas
las trillas y todos los piques!
Tons no se perdi le digo.
No me dice.
Y entonces? le pregunto.
Pos yo creo que fue el Sombrern que se la
llev me responde.
No chingue comadre le dije usted tan
grandota y todava cree en los cuentos esos del
sombrern.
Pos ya ve que aluego pasan cosas compadre, como lo de la mujer de Ruperto insiste la
Eulogia.
Ah que comadre!, pero eso no fue el
Sombrern, fue el Miguel. A poco no se acuerda
que los encontraron debajo del fogn a los dos,
bien desnudos? le insist.
Bueno dijo la Eulogia , pero aluego hay
otras historias del Sombrern que se me afigura
que s son ciertas.
Yo noms no tena tiempo de explicarle a mi
comadre Eulogia que los cuentos del Sombrern

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eran eso, cuentos, as que me fui rumbo a la trilla


que va a donde sacan lea. Ya iba saliendo del
pueblo cuando escucho una voz que dice:
Ese Elas Contreras! lo volte a mirar
quin me habla y era el Comandante Tacho que
iba llegando al pueblo, creo que a dar pltica.
Idiay Tacho? lo salud.
Yo me iba a quedar a hablar con l del neoliberalismo y de la globalizacin, de esas cosas,
pero me acord de que slo tengo tres das para el
asunto de la tal finada Mara y ah noms me
desped del Tacho.
Ya me voy ya le dije.
Ah, andas de comisin? me pregunt.

S le dije
Vaya con dios Don Elas me despidi.
Vaya usted Don Tacho le dije y agarr
camino.
En llegando al acahual, empez a llover. Yo no
llevaba nylon, as que noms ah empec a decir
groseras, que no tapan de la lluvia pero cuando
menos algo calientan. Segu la trilla de la lea por
todos lados. Y es que la caminadera de la lea se
parte muchas veces, como si fuera la rama de un
rbol. Onde quiera anduve y nada me encontr
nada pa saber qu haba sido de la supuesta finada Mara. Me arrim al arroyo y tom mi pozol
sentado en una piedra. Se anocheci entonces.
Aunque la luna era una pelota, tuve que usar mi
focador para regresar al camino real. Haba
seguido una picada vieja. Y ora?, me qued
pensando y mirando como baboso las ramas cortadas por el machete machete Machete!
Eso mero! No haba encontrado por ningn lado el
machete con el que la pretendida finada Mara se
haba ido a cortar lea. Entonces me record que
en el sitio del Genaro haba visto un mache- te al
lado de los tercios de lea que se apilaban

contra la pared de la champa. Haba un buen


tanto de lea, as que, para qu haba ido por
ms lea la entonces ya no tan finada Mara si ya
tena como para un buen rato? Se me ocurri
entonces que a la Mara no la haban desaparecido y que ella misma se haba desaparecido. O sea
que, como luego decimos ac, se haba huido.
Hecho la raya agarr el camino real pa Entre
Cerros y, despus de un caf donde mi comadre
Eulogia, me acomod a dormir en la troje. Acaso
pude dormir. Con el chaquiste y la preocupacin
noms no entr mi sueo. Cuando no entra mi
sueo pienso mucho. La Sara me regaa porque
mucho pienso. Yo le digo que ni modos, que as
me hicieron. Lo qued pensando mucho. Que si
la Mara no est finada, que si no la desaparecieron, que si ella se autodesapareci, que si pa
dnde jal, que si se autodesapareci era porque no quera que la aparecieran, que si
entonces tal vez estaba donde nadie la
apareciera.
Amaneci lloviendo, as que lo
emprest un nyln con mi compadre Humberto. Le dej la mula cargada y me fui para el Caracol de La
Realidad. En llegando, lo ped hablar
con la Junta de Buen Gobierno.
Me pasaron primero con la
Comisin de Vigilancia. Ah
estaban el Mster y el Brusli. Les dije
que andaba de comisin de
investigacin y lo quera hablar
a la Junta de Buen Go- bierno.
Me pasaron luego. A la Junta le
ped que si tenan informa- cin de
los colectivos de mujeres en los
pueblos. Me pasaron una lista.
Tard un
buen rato. No me cuadr nada de la lista. Se
las devolv.
Qu buscas pues? me preguntaron.
No s les dije, porque la mera verdad,
que sea que yo mero no saba qu buscaba, pero
saba que lo sabra cuando lo encontrara.
T muy revuelto tu pensamiento me dijeron los de la Junta.
De por si les dije.
Entonces, no lo encontraste lo que buscabas? me preguntaron.
Pos no les respond.
Pos en esa lista estn todos los colectivos de
mujeres me dijo uno de la Junta.
S, todos menos uno que apenas se est

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formando dijo otro.
Ah s!, pero es en una nueva regin que
apenas se est naciendo, todava no tienen municipio autnomo, pero ya las mujeres se estn
organizando en colectivo dijo el primero.
Pos s, de por s las mujeres son las ms primeras en organizarnos, si estamos tardando en
la lucha es por los hombres que tienen muy chiquito su pensamiento dijo la nica compaera
que hay en la Junta. Los varones nos quedamos
callados.
Yo sent que ya mero encuentro lo que no s
que estoy buscando, as que pregunto:
Onde mero est ese colectivo que se est
formando?

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Es en la regin Ceiba, en el pueblo Tres


Cruces, por all de la carretera de Comitn dijo la
compaera.
Emprest su yegua con el Brusli y jal para Tres
Cruces. En el camino se anocheci y la yegua se
espantaba con cualquier sombra, as que la dej
encargada en una ranchera y me segu a pata. Ya
se estaba acabando el segundo da, as que casi me
correti. Llegu al pueblo cuando la luna ya llevaba ms de la mitad de su carrera. Fui donde le responsable local y me present. El se fue un rato. Me
imagino que a checar por radio si yo era quien
deca que era, porque al poco regres muy contento y hasta me ofreci de cenar. Echamos caf y guineo. En acabando le pregunt de los trabajos y l
me dijo que ah noms iban un poco bien, que el
colectivo en veces de desanimaba, pero con la pltica poltica se levantaba otra vuelta y as.
El que va un poco mejor es el colectivo de mujeres, pero es que mucho le echa
ganas Abril dijo el responsable.
Abril?, y se quin es? le
pregunt.
Acaso es un se, es una
sa me respondi.
Yo le di otro sorbo al caf y
esper. El responsable continu:
Abril es una compae- ra
que lleg hace como tres
semanas, dijo que era comi- sin
de mujeres. La acomoda- mos en
casa de Doa Lucha, que est
sola desde que el Aram
se pas a ser difunto. Ah se vive esa
Abril y yo creo que tiene bueno
su pensamiento porque mucho la
quieren las mujeres del pueblo. Cada
semana se renen para la poltica y los trabajos. Y creo que ya hasta pidieron registrar su
colectivo en la Junta de Buen Gobierno.
Me desped del responsable y le dije que iba a
tomar posada en la iglesia. Como no queriendo le
pregunt dnde mero viva Doa Lucha. Me dijo
que en la orilla del pueblo que da al cerro. Me fui,
pero en lugar de ir a la iglesia, me segu de largo.
Slo haba una champa del lado del cerro, as que
supuse que sa era la casa de Doa Lucha. Qued
un rato esperando. No mucho. Se abri la puerta y,
lo que primero fue una sombra, a la luz de la luna
llena se hizo una mujer.
Buenas noches Mara le dije saliendo de

4
detrs de la pileta de agua.
Ella se qued como engarrotada. Despus de
un momento, se agach para agarrar una piedra y
me encar diciendo:
Acaso me llamo Mara, yo me llamo Abril. Yo
la mir en silencio, pensando que cual- quier
otra mujer se hubiera espantado y hubiera
gritado o corrido, o las dos cosas. Ella, en
cambio, estaba dispuesta a enfrentarse a un
desconocido. Una mujer as no se queda
callada si algo no le parece. Tampoco se queda
a vivir con alguien que la maltrata. Sin dejar de
vigilar la mano donde
llevaba la piedra, le habl despacio:
Yo me llamo Elas y soy comisin de investigacin. Ando viendo qu pas con una mujer

que se llama Mara que se desapareci del pueblo


Entre Cerros y es que est muy preocupado su
marido.
Ella, sin soltar la piedra:
Acaso conozco el pueblo Entre Cerros, no a la
Mara sa, ni a su marido Genaro.
Ah noms le avent:
Yo no dije que el marido se llama Genaro. Yo
me imagino que se puso plida, porque la
mera verdad s alcanzaba a ver su cara, pero no
mero me daba cuenta si cambiaba de color.
Despus de un largo silencio, ella dijo con firmeza, agarrando ahora un palo con la mano libre:
No me voy a dejar que me lleven a la mala.

Yo no vengo a llevar a nadie compaera, ni a


la buena ni a la mala. Slo ando investigando
le dije y me di la vuelta para retirarme.
Apenas di unos pasos y escuch su voz:
No quiere pasar a comer algo? Doa
Lucha hizo tamales.
Despus de comer, mientras Mara-Abril, o
Abril-Mara me contaba su historia, Doa Lucha
me ofreci
UN CAF
El Sup te est esperando de por s, me dijo el compaero insurgente que estaba en la posta, a la
entrada de la Comandancia.
Y s, ah noms donde amarran los caballos
estaba el Sup, fumando su pipa. Me abraz, me
ofreci caf y nos sentamos en un tronco. Estaba
tambin el Teniente Coronel Jos. Yo les inform
todo. Porque resulta que a la Mara, que sea a la
Abril, el marido, que sea el Genaro, mucho la
maltrataba, y no la dejaba participar, y mucho la
celaba. Que cuando el Genaro, que sea el marido,
supo que la iban a nombrar autoridad en el colectivo de mujeres pues hasta le peg. Que ella pas

la problema a la asamblea de su pueblo, pero que


no hubo acuerdo y las cosas seguan igual. Que sus
hijos ya estn grandes y no la necesitan. Que la Ley
Revolucionaria de Mujeres dice que ella tiene derecho para avanzar. Que cada tanto, escuchndola
hablar, la Doa Lucha mova la cabeza como estando de acuerdo y cerraba los puos como si estuviera muy brava. Que la Abril, que sea la Mara, se
cans noms de que la trataran como perro. Que
antes de autodesaparecerse le haba dejado un
buen tanto de lea al Genaro, noms pa que viera
que no se iba por haragana. Que se haba autodesaparecido porque noms ya no aguantaba. Que la
Ley Revolucionaria de Mujeres dice que ella puede
escoger a su pareja o si tiene o no pareja. Que se fue
para Tres Cruces porque ya haba conocido en una
reunin de mujeres a Doa Lucha y que saba que
ella la iba a apoyar. Que aceptaba que era un su
delito el echar mentiras de que era Comisin de
Mujeres, pero que as se le ocurri para que la
dejaran entrar en el pueblo. Que se cambi
de nombre y se puso Abril, porque as se
llama el mes de las mujeres que luchan.
Que yo no le aclar que el mes de las
mujeres que luchan es marzo y no
abril, porque estaban muy bravas las
dos. Que mejor se los aclarara otro
cuando ya estuvieran ms calma- das.
Que Abril aceptaba su castigo por estar
mentirando de eso de que era comisin
de mujeres, pero que no iba a regresar
a que la maltrata- ran. Que ella era
zapatista y que se estaba portando
como zapatista.
El Sup y el Teniente Coronel me
escucharon en silencio, el Sup slo relle- naba
la pipa y la encenda cada tanto. Cuando
acab de informar me dijo:
Pues es una sorpresa. A ese compa
Genaro lo conoc en una reunin de responsables,
hablaba bien y pareca muy zapatista.
Yo le dije:
O Sup, acaso conoce a alguien que no
pueda ser zapatista por un rato?
El movi la cabeza como pensando.
Cunto se toma para ser zapatista pues?
me pregunt mientras me ayudaba a ensillar la
mula.
A veces toma ms de 500 aos le dije y
me apur a agarrar camino porque mi pueblo de
por s queda retirado.
Arriba el sol se iba como si algo le hiciera
FALTA
A mordiscos, el cielo arranca la oscuridad que ya florece en las copas de los rboles. Distrado con el vuelo de
una nube, el Sup mordisquea la pipa ya apagada.
En la cuestin de mujeres falta mucho dice el
Teniente Coronel.
Falta dice el Sup y mete los papeles del caso en
una abultada carpeta que dice: Elas: Comisin de
Investigacin.
Alguien, lejos de ah, recibe un sobre cerrado cuyo
remitente advierte:
Desde las montaas del Sureste Mexicano.
Subcomandante Insurgente Marcos.
Mxico, noviembre del 2004.

MUERTOS INCOMODOS
(falta lo que falta)

NOVELA A CUATRO MANOS


por
SUBCOMANDANTE MARCOS Y PACO IGNACIO TAIBO II

CAPTULO II
VAMOS

12 de diciembre de 2004

aba ms antenas o haba menos?


Haba muchas ms, se dijo. Muchas ms antenas de televisin.
Muchas ms que cundo? Que
antes, claro. Y dej que ese
antes se desvaneciera. Cada
vez aparecan ms antes en su
conversacin o en las imgenes
que le cruzaban por la cabeza, se
estaba volviendo un adulto prejubilado. Pero, la verdad, lo de
las antenas, lo tena bastante
claro. Haba muchas ms que
antes, y no hay duda que formaban la cpula de una selva. La
selva de las antenas de televisin
del DF. La selva de antenas y
postes de luz y arbotantes, que
se enlazaban con rboles, surgan de azoteas, colgaban de tendederos, se izaban sobre palos
de escoba, gloriosas, arrogantes.
La selva del DF, con todo y sus
montaas, los cerros contaminados del Ajusco.
La tarde se estaba desvaneciendo, Belascoarn encendi el
ltimo cigarrillo y se dio de
tiempo los siete minutos que

DEJANDO UN RECUERDO

haba de durarle, para dejar el


observatorio. En los ltimos meses le gustaba ver la ciudad de
Mxico desde arriba. Desde los
ms altos techos, azoteas, puentes elevados, que poda encontrar. Era menos daina, ms ciudad, de una sola pieza hasta
donde la vista abarcara. Le gustaba, le segua gustando.
Cuando iba por el minuto
cinco y medio de su cigarrillo,
su compaero de oficina, el
tapicero Carlos Vargas, apareci
chiflando por la puerta metlica
que daba acceso a la azotea.
Chiflaba Volver empezar, aquella
cancin que haba hecho famosa
la orquesta de Glenn Miller, y
en el DF los bailes de quince
aos de los aos 60. La silbaba
sin desafinar, con notable precisin.
Jefe, tengo media idea de
que estas desapariciones de
usted a la azotea se deben a que
ha empezado a fumar mota a
escondidas. Se ha vuelto pacheco, motorolo, fumarolas.

Te la vas a pelar y te vas a


desengaar dijo Belascoarn
ofrecindole la casi colilla mordisqueada de su delicado con
filtro.
Carlos neg con la cabeza.
Lo busca un funcionario
progresista.
Y esos cmo son?
Igual que los otros, pero no
aceptan mordidas, ste trae la
corbata manchada de chocolate
y trae a un perro cojo con l.
Hctor Belascoarn Shayne,
detective independiente, acostumbrado a los enigmas absurdos,
porque viva en la ciudad ms
maravillosamente absurda del
planeta, descendi los siete pisos
preguntndose qu significara
un perro cojo en el crptico
lenguaje del tapicero, tan slo
para descubrir que un perro
cojo era un pinche perro cojo,
con la pata delantera derecha
entablillada, rostro sufridor y
unas orejas que le llegaban al
suelo. El perro reposaba dcil y
triste a los pies del funcionario

12 de diciembre de 2004

progresista. Carlos, ignorndolos, se dirigi a su esquina del despacho donde estaba


trabajando en las tripas de un silln de peluchn cuasi rosa.
Belascoarn se dej caer en su silla y las
ruedas se deslizaron elegantemente hasta
hacerlo topar con la pared. Mir al funcionario progresista fijamente y alz las cejas, o
ms bien alz una ceja, porque desde que lo
haban dejado tuerto tena problemas de
movilidad con la otra.
Usted es un hombre de izquierda?
pregunt el funcionario y quin sabe por
qu a Belascoarn no le pareci un arranque
inesperado en tiempos como aquellos
donde las monjas de la inquisicin volvan
en sus escobas al conjuro del gobierno del
tal Fox, que de zorro no tena ni los pelos.
Tom aliento:
Mi hermano dice que soy de izquierda
natural, pero pinchemente inconsciente
respondi Hctor sonriendo. O sea, como
que de izquierda pero sin haber ledo a
Marx a los 16, sin haber ido a las manifestaciones suficientes y sin tener en mi casa
pster del Che Guevara. O sea, pues s,
de izquierda, yo.
El alegato pareci convencer al
personaje
Me garantiza que esta
conversacin ser confidencial?
Si lo sabe Dios,
que lo sepa el mundo
respondi Hctor, que
no garantizaba nada desde
haca mucho tiempo.
Es usted creyente? pregunt
el progresista desconcertado.
Un amigo mo dice que dej la religin catlica por dos razones, por culpa de
que le pareca una mentada de madre lo de
los tesoros del Vaticano en un mundo de
pobres y porque no dejan fumar en las iglesias. Supongo que eso se extiende a todas las
religiones. Yo me sumo. La idea de Dios me
da geva remat Hctor muy serio.
Aprovechando el silencio observ al funcionario progresista, que contra lo que le
haba informado Carlos Vargas no tena corbata, aunque s una mancha de chocolate en la
camisa amarilla, una barba medio descuidada
y lentes de miope terminal. Era alto, muy alto.
Cuando se excitaba mova la cabeza de lado a
lado, como negando. Pareca un hombre
honesto, eso que su mam llamaba una
buena persona, refirindose siempre a los
obreros, los lecheros, los plomeros, los jardineros, los vendedores de lotera. Que Hctor
recordara, su mam nunca haba llamado
una buena persona a ningn burgus, ni
grande ni pequeo. Algo debera saberles.
Me habla un muerto dijo el hombre
rompiendo la revisin de l y de su pasado
que estaba haciendo Hctor.
Hctor opt por el silencio. Haca un par
de meses haba rentado en un videoclub la
serie de Alec Guinness sobre una novela de Le
Carr, El topo, producida por la BBC, y haba
contemplado, fascinado durante seis horas

seguidas, como SmileyGuinness usaba el


mtodo de interrogatorio ms eficaz del
mundo: pona cara de idiota (si no fuera ingls
se atrevera decir que era la mejor cara de pendejo que haba visto en su vida) y miraba fijamente a las personas, lnguido, como sin
mucho inters, desinteresado, como hacindoles el favor, y la gente hablaba, y hablaba, y
l slo de vez en cuando, muy de vez en cuando, soltaba una lacnica pregunta, como
quien no quiere la cosa, noms por no dejar.
El mtodo surti efecto.
Llevo una semana escuchando mensajes
en el contestador telefnico de un cuate,
pero ese cuate muri en 1969. Lo mataron. Y

ahora me habla, me deja recados. Me cuenta historias. Pero no s qu quiere, bien a


bien, no s qu quiere. Y yo creo que llama
cuando sabe que no estoy en casa, para que
se quede grabado... A lo mejor es una
broma. Pero si es una broma es una broma
muy pinche.
Hctor mantuvo su rostro de Alec
Guinness.
Me llamo Hctor dijo el hombre.
Yo tambin respondi Belascoarn
como disculpndose.
Hctor Monteverde.
Y el muerto?
El muerto se llama Jess Mara Alvarado. Y era a toda madre.
Hctor pas al silencio.
Usted cunto cobra?
Poco dijo Belascoarn. El tipo pareci
darse por satisfecho. El perro tambin.

Aqu estn las cintas. Total, la oye en


cinco minutos, decide y nos vemos luego.
No tengo contestador en esta oficina. Si
me las presta, maana...
No, maana, no, al rato. Aqu le dejo mi
direccin dijo Monteverde tendindole un
papelito que tena ya preparado. Y aqu hay
unas notas que prepar sobre cmo conoc al
muerto. Estar en mi casa... Yo no duermo.
Yo tampoco dijo Hctor.
Y vio cmo el homnimo Monteverde se
pona en pie, y seguido por su perro cojo
dejaba la oficina.
Qu pinche historia! dijo Carlos
Vargas con la boca llena de tachuelas y sacudiendo su pinche martillo sobre el silln
rosa.
Me viene a la cabeza la frase esa de que
la realidad se est poniendo muy rara contest Belascoarn.
Horas ms tarde, en su casa, Hctor escuch la voz del muerto que hablaba desde
una cinta.
Hola, soy Jess Mara Alvarado. Ya te
llamar de nuevo, mano.
La voz no le resultaba familiar, era de
un hombre ronco y no pareca haber
ansiedad, premura, nada, en esa
voz afnica que deca un nombre. Desde luego no era cavernosa ni le haban metido efectos especiales,
no pretenda ser la
voz de un muerto.
Cmo eran las voces de
los muertos? Hablar con los
muertos...
Pero Jess Mara Alvarado
estaba muerto, aunque no en el 69
como haba dicho el funcionario progresista Monteverde, sino en el 71. O sea, pura
prehistoria, haca 34 aos. Lo haban asesinado al salir de la crcel. Un tiro en la nuca
para el primer preso poltico que dejaba la
prisin despus del movimiento de 68. Ley
fuga. Sin explicaciones oficiales.
Monteverde y Alvarado se haban conocido en una preparatoria donde ambos
daban clase de literatura. Conocido brevemente, de lejos. Un par de cafs juntos, un
par de reuniones del colegio de profesores.
Las asambleas del 68, la creacin de la
Coalicin de maestros en apoyo al movimiento estudiantil. Monteverde era despistado, enamoradizo, tmido, hijo de un
empresario de pompas fnebres que haba
hecho su fortuna con el lujo de la muerte,
cosa que a Hctor Monteverde (siempre
segn las notas que estaban inteligentemente redactadas) le pareca no slo amoral, sino
vergonzosa y ocultable en el ao del movimiento. La literatura universal era por tanto
el antdoto a las agencias funerarias. Alvarado era un hijo de campesinos poblanos
que haba llegado a la literatura por inexplicables razones de patriotismo, a fuerza de
recitar la Suave Patria y aprenderse versos de
Daz Mirn, Gutirrez Njera y Sor Juana
para recitarlos en su pueblo. Eternamente
miserable, llegaba a fin de mes sin dinero

se disfraz el muy puto. Y medio que averiguo que Juancho era un amigo de stos,
taquero all en Jurez, que se cans de la
mala vida y haca unos tres aos se fue de
mojado para poner una carnicera en
Burbank, California. Y yo no sala del sacn
de onda y volte a la tele y s, all estaba el
pinche Bin Laden, y cuando gir la cabeza
para preguntarle al par de beodos si saban
ms sobre Juancho y si seguro que era l y
qu a qu horas Juancho se haba dejado
barbita de chivo, los dos pinchurrientos
briagos se haban hecho ojo de hormiga. Y
por ms que los busqu dentro de la cantina
y hasta la salida, ya no los pude hallar. Y me
dije: qu pinche casualidad, el alter ego de

Bin Laden es un taquero de Jurez. Pero


luego se me juntan los cables y me digo:
Alvarado, qu sabes de Burbank? Y resulta que algo s, porque Burbank es la capital
del cine porno de Estados Unidos, un pueblucho cerca de Los ngeles, moteles y
empresas triple x, coge y coge, filma y
filma, viva el capitalismo salvaje. Y junto
todo y me digo: A poco estos culeros de
Bush y sus amigos estn haciendo los
comunicados de Bin Laden, los mensajes
del demonio, en un estudio porno en
Burbank, California, que hasta desierto tienen por all? A poco todo es un montaje,
una fbrica de sueos de mierda, con un ex
taquero mexicano llamado Juancho de personaje central? Yo, de verdad, no me lo tragaba, me deca: cmo vas creer? Pero, a
poco no es bonita la historia?
Hctor apag la contestadora telefnica.
Fue al bao, se mir en el espejo y se lav la

cara con agua fra. Como todas las gentes que


viven solas, sola hablar con su propia imagen reflejada, pero ahora no se le ocurri
nada que decir. Lo pens de nuevo y comenz a rerse a carcajadas. Kafka en calzoncillos
en Xochimilco. Bin Laden Juancho en Burbank. Claro, en los ratos libres que le dejaban
los comunicados, como deca Alvarado,
Juancho se dedicaba a coger y dejarse filmar.
Las mil y una noches en versin taquera de
Ciudad Jurez, cachondos pero simpticos, el
pito ms menso de la frontera.
La tercera cinta empezaba como siempre:
Habla Jess Mara Alvarado, como si
se tratara una y otra vez de dejar en claro
que el muerto haba vuelto del valle de las
sombras. Tras el nombre segua una pausa.
Luego una frase crptica: Mejor no hubiera
vuelto, luego un largo silencio y el clic del
final de la llamada.
Haba una cuarta llamada que empezaba
con el Habla Jess Mara Alvarado, y luego
sin ms recitaba unos versos:
Donde yo slo sea/ memoria de una piedra sepultada entre ortigas/sobre la cual el
viento escapa a sus insomnios.
Y ya. El poema le sonaba, pero no
lograba saber de quin o de dnde.
El progresista Monteverde viva en la colonia Roma Sur, a
una docena de cuadras de
su casa, de tal manera
que Hctor Belascoarn se fue dando un
paseo, caminando por el
camelln de Alfonso Reyes,
que era mejor cuando se llamaba Juanacatln y estaba lleno de
putas sindicalizadas o intentndolo.
Se detuvo en una de las taqueras a
comerse dos de arrachera con queso y
mucha salsa verde, y prosigui el paseo sonriendo a desconocidos, dando de vez en
cuando las buenas noches por el placer de
ver cmo los educados mexicanos del DF
recuperaban su educacin bsica y le contestaban.
Por lo visto, el personaje viva solo. Solo
con el perro de la pata entablillada que cuando Belascoarn cruz la puerta se acerc a
lamerle la mano en signo de reconocimiento,
de identidad o simplemente de solidaridad
entre cojos. No haba signos de nios en la
casa, no haba fotografas, slo en las paredes
reproducciones de cuadros de montaas y
volcanes, desde un Velasco, hasta el Paricutn
de Atl, pasando por fotos muy buenas del
Everest a lo National Geographic.
Monteverde tena la misma camisa con
mancha de chocolate de unas horas antes.
Hctor le pidi permiso para pasar al bao.
Estaba reluciente, brillaba. Monteverde en
sus ratos libres debera ser un fantico del
detergente y el limpiavidrios. Un toque de
sentido del humor incongruente en tanta
sobriedad higinica lo conmovi: un pster
sobre una de las paredes deca: El estreimiento promueve la lectura. Decidi poner
uno as en su casa. La idea no era nueva, y
no era su caso, pero constitua una justificacin ms para leer sentado en el retrete.

12 de diciembre de 2004

para lavarse la ropa, con deudas en la tienda


de la esquina y enfurecido.
Por lo visto, Hctor Monteverde, en
aquellos aos mgicos y terribles, sigui a la
distancia la historia de Alvarado y sus huellas, hasta el asesinato del hombre.
Hctor dijo que haba que pensarse el
asunto con calma, dej de lado la contestadora, las notas y el jugo de durazno que se
estaba tomando, y subi a la azotea de su
casa con el paquete de cartas que haba
encontrado en el buzn. Con toda paciencia
se dedic a fabricar avioncitos de papel, que
iba colocando en el pretil del cuarto piso.
Abajo el nuevo bullicio de la colonia Condesa, los motociclistas, los adolescentes jolgoriosos.
Soplaba poco viento, pero de vez en cuando los avioncitos de papel lograban despegar
y flotaban haciendo giros maravillosos, escapndose uno de vez en cuando en la brisa.
Cuando se le acabaron regres a su cuarto.
Haba dejado todas las luces encendidas, el
mejor antdoto contra la soledad, convertir tu
casa en un pinche rbol navideo. Rebobin
la cinta del contestador. Lo que haba odo
era lo que haba odo, la voz dijo de
nuevo:
Oye, soy Jess Mara Alvarado. Ya te llamar de nuevo,
mano.
Otro Jess Mara
Alvarado, el hijo de
Jess Mara Alvarado,
el fantasma de Jess
Mara Alvarado, el alter ego
homnimo de Jess Mara
Alvarado, un bailarina de table
dance que quera llamar la atencin,
los de la Secretara de Gobernacin que
queran volver loco a Monteverde por
quin sabe qu razones ocultas, resumi.
La segunda llamada era mejor:
Mira, mano, habla Jess Mara Alvarado. Espero que tu cinta dure un rato porque te voy a contar una historia que me
pas. Una historia bien pendeja, bien loca.
Estaba yo en Jurez en una cantina, y como
todas las mesas estaban ocupadas, me
qued parado tomndome una cerveza frente a la pinche tele. Haba un ruido cabrn y
no oa nada, pero ah estaba el Bin Laden
con cara de palo en uno de esos comunicados que manda a travs de la tele; a m ese
gey me caga y no estaba haciendo mucho
caso, pero entonces, atrs de m, unos cuates
gritaban, algo as como: El Juancho, el
Pinche Juancho! Volte la cabeza para ver
qu pedo con el pinchejuancho. Y vi a dos
cabrones musculosos y medio pedos que
seguan con la letana: El Juancho, el pinche
Juancho!, mientras sealaban a la tele. Gir
la cabeza para checar que no estaba en el
error, como uno acostumbra, y segua el Bin
Laden muy mono con una metra en la mano
y el turbantn y la cara de menso. Gir de
nuevo para ver a los promotores del
Juancho y me les encar. Qu pedo con el
Juancho?, les digo, y ah, medio tartajas por
el chupe, me dicen que ese es su cuate el
Juancho, ese mero, que mira noms de qu

12 de diciembre de 2004

El pasillo estaba lleno de libros en el


suelo, a falta de libreros los haban acomodado de canto apoyados contra la pared, de
manera que con tan slo agacharse, poda
uno escoger. Reconoci muchas de sus propias lecturas: Remarque, Fast, Haefs, Ross
Thomas, Neruda, Hemingway, Cortzar
completito.
A poco no est rarsimo tocayo?
Sin responder, Belascoarn lleg a la conclusin de que tena que posponer el mtodo Alec Guinness. Era el momento de las
preguntas. Se dej caer en un silln gris rata
y sin esperar a que Monteverde hiciera lo
mismo solt:
Reconoce la voz?
No, pues vaya usted a saber. Han pasado tantos aos.
Eran ustedes muy amigos? Tan amigos
como para que si estuviera vivo...
Yo fui al velorio, est muerto. Lo vi muerto en el atad, con un parche que le asomaba
de la parte de atrs de la cabeza, en donde le
dieron el tiro interrumpi Monteverde.
Y eran muy amigos?
Pues amigos. l era muy aventado
para todo, yo era ms tmido, pero ah
andbamos en el movimiento y dbamos clases de literatura en las
prepas y tuvimos una novia a
medias, primero l y luego
yo, y comamos comida
corrida en la calle, de
la ms barata.
Lo de dar clase de literatura en las prepas le record a Belascoarn el poema:
Donde yo slo sea/memoria
de una piedra sepultada entre ortigas/ sobre la cual el viento escapa a sus
insomnios...
Donde habite el olvido/ en los vastos
jardines sin aurora/ donde yo slo sea...
dijo Monteverde.
Claro, Cernuda, Donde habite el olvido,
me sonaba, pero no lograba... dijo Belascoarn palmeando, aplaudiendo a su memoria recuperada.
Maravilloso poema dijo Monteverde, y
remat: Donde penas y dichas no sean ms
que nombres,/cielo y tierra nativos en torno
de un recuerdo;/donde al fin quede libre sin
saberlo yo mismo; disuelto en niebla, ausencia/ausencia leve como carne de nio.
All, all lejos;/ donde habite el olvido
remataron a coro.
Mucho poema, de esos que te agarraban
de los huevos y apretaban suavemente hasta
que el dolor iba convirtindose en una idea.
Mucho poeta el viejo espaol exilado en
Mxico. Hctor encendi un cigarrillo, aprovech la pausa para ordenar sus ideas, el
perro que debera ser un antitabaquista de
mucho cuidado se alej del humo cojeando.
Eso me asust ms que los otros mensajes, era el poema favorito de Jess Mara, a
cada rato se lo recitaba a sus alumnos, yo
empec a hacerlo por su culpa.
Hctor encendi un nuevo cigarrillo con
la colilla del anterior, el perro ya ni protest.
Por qu Alvarado, el fantasma de
Alvarado o alguien que se quiere hacer pasar

por l le enviara estos mensajes? Quin es


usted, Monteverde? Qu hace en la vida?
Trabajo en el Gobierno del DF, soy
investigador especial de la Contralora. Un
trabajo medio delicado y ms en estos tiempos, por eso me mosque. Si no, hubiera
pensado que era una broma. Pero sabe, ltimamente las cosas estn tan turbias...
Y en qu est trabajando ahora?
Lo siento, es confidencial y adems
parece que no tiene que ver con esto de las
llamadas del muerto. Parezco polica chino
remat Monteverde sonriendo Verdad?
Pero es que es delicado, con tanta pinche
corrupcin que haba de la poca prista y
que esos culeros nos heredaron...

Y usted no es corrupto? Perdn que se


lo pregunte, pero como no nos conocemos.
Monteverde produjo una sonrisa triste.
Noms se puede comprar a quin se pone
a la venta. Yo soy de acero, amigo, inoxidable,
incorruptible, un poco pendejo y muy de
izquierda. Yo no insulto a mis muertos.
La mirada tristona se le fue transmutando y echaba una que otra chispita por los
ojos. Hasta el perro se anim y levant la
cabeza.
Y usted se pone a la venta? le pregunt al detective.
Para los das que vamos a vivir, amigo,
no me gustara despertar con un gey que
huele a podrido todos los das. Noms que
yo si me oxido, aunque no me pandeo respondi Belascoarn tocndose la pierna
donde tena un clavo de acero que haca
danzar a todos los detectores de metal de los
aeropuertos.

A quin le ha contado esta historia?


A Tobas dijo Monteverde sealando al
perro.
Y esa historia de Bin Laden, usted se la
cree?
No, pero est pocamadre. Me hubiera
gustado contarla a m.
Belascoarn volvi al Alec Guinness
silencioso, pero esta vez no produjo efecto,
Monteverde se qued pensando en algo que
estaba lejos, muy lejos.
Y usted, a qu hora se volvi insomne? pregunt finalmente el detective.
Cuando perdimos las elecciones del 88,
el da en que se cay el sistema, cuando el
fraude electoral. No s por qu me dio en la
cabeza la idea de que en la noche iban a
venir por nosotros, nos iban a matar a
todos... Y usted?
Hace unos meses, una noche en la que la
mujer que a veces iba a dormir conmigo no
lleg, me qued esperando y ahora no duermo de noche dijo el detective un poco avergonzado. Su argumento resultaba pobre al
lado del de Monteverde, poco vala su insomnio desamoroso al lado del insomnio histrico del profesor de literatura de preparatorias devenido funcionario progresista.
Quin le dio mi direccin?
Quin le sugiri que hablara
conmigo?
En la oficina de Cuauhtmoc Crdenas trabaja un cuate que
tenemos en comn. Mario Marrufo Larrea. Le dije
que me estaba pasando un
rollo muy raro y me dijo que
usted se especializaba en rollos
raros.
En Mxico no soy el nico.
Para celebrarlo se tomaron dos cocacolas
con limn, la de Belascoarn sin hielo.
Ya se vuelve un lugar comn eso de decir
que uno est prendido como por un cordn
umbilical a esta ciudad, atrapado en una
mezcla de amor y odio. Belascoarn insomne, contemplando la noche de nen por la
ventana, repasa sus propias palabras. Se
siente el ltimo de los mohicanos. Constata,
confirma: No hay odio. Slo una enorme,
una infinita sensacin de amor por la ciudad
mutante en la que habita y lo habita, suea
y lo suea. Una voluntad de amor que ms
que definirse en la rabia, la posesin o el
sexo, se desliza a la ternura. Deben ser las
manifestaciones, el color dorado de la luz en
el Zcalo, los tenderetes de libros, los tacos
de carnitas, los ros de solidaridad profunda, los amigos del taller mecnico de enfrente que lo saludan al paso. Ser esa maravillosa luna de invierno. Ser.
Hctor se sent a fumar en un silln. Pas
la noche fumando y escuchando los ruidos de
la calle. Sin saber por qu, le vino a la imagen
el rostro del perro cojo de Hctor Monteverde.
Al amanecer, se qued dormido.
Desde la Ciudad de Mxico.
Paco Ignacio Taibo II.
Mxico, diciembre del 2004.

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