La Gallina Degollada

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La gallina degollada.

Narradora (Jaqui): Les contaron alguna vez la historia de los cuatro idiotas de los Mazzini?
Narradora (Sandra): Esos! Todo el da sentados en el patio, en un banco, los cuatro hijos idiotas del
matrimonio Mazzini-Ferraz. Con la lengua entre los labios, los ojos estpidos y volvan la cabeza con
la boca abierta. No los vieron?
Narradora(Fernanda): El patio era de tierra, cerrado al oeste por un cerco de ladrillos. El banco
quedaba paralelo a el, a cincuenta centmetros, y all se mantenan inmviles, fijos los ojos en los
ladrillos. Como el sol se ocultaba tras el cerco al declinar, los idiotas tenan fiesta.
(Haciendo ruidos de retrasados, mientras La narradora dice todo lo siguiente)
Narradora (Fernanda): La luz enceguecedora llamaba su atencin al principio; poco a poco sus ojos
se animaban; se rean al fin estrepitosamente (risas estpidas), congestionados por la misma
hilaridad ansiosa, mirando el sol con alegra bestial, como si fuera comida.
(Se hacen ruidos de tranva durante lo siguiente)
Narradora (Gloria): Lo recuerdo! Y otras veces, alineados en el banco, zumbaban horas enteras
imitando al tranva elctrico.
(Unos momentos mas de ruido, Jaqui hace un ruido fuerte y todas se callan)
Narradora (Jaqui): Los ruidos fuertes sacudan as mismo su inercia (vuelven a hacer ruidos de
retrasados, con mucho entusiasmo), y corran entonces, mordindose la lengua y mugiendo,
alrededor del patio.
Narradora (Fernanda): Pero casi siempre estaban apagados en un sombro letargo de idiotismo
(Ruido de retrasados, mas suave que en lo anterior), y pasaban todo el da sentados en su banco, con
las piernas colgantes y quietas, empapando de glutinosa saliva el pantaln.
El mayor tena doce y el menor ocho. En todo su aspecto sucio y desvalido se notaba la falta absoluta
de un poco de cuidado maternal.
Narradora (Sandra): Estos cuatro idiotas, sin embargo, haban sido un da el encanto de sus padres.
A los tres meses de casados Mazzini y Berta orientaron su estrecho amor de marido y mujer y muje r
y marido hacia un porvenir mucho mas vital.
Berta (Gloria): Estoy embarazada!
Narradora (Fernanda): Qu mayor dicha para dos enamorados que esa honrada consagracin de su
cario, liberado ya del vil egosmo de un mutuo amor sin fin ninguno y, lo que es peor para el amor
mismo, sin esperanzas posibles de renovacin?
Narradora (Jaqui): As lo sintieron Mazzini y Berta (Llanto de nio al nacer), y cuando el hijo lleg, a
los catorce meses de matrimonio, creyeron cumplida su felicidad. (sonidos de beb) La criatura
creci bella y radiante hasta que tuvo ao y medio. (Llanto de beb) Pero en el vigsimo mes
sacudironlo una noche convulsiones terribles y a la maana siguiente no conoca mas a sus padres.
Narradora (Fernanda): Despus de algunos das los miembros paralizados recobraron el
movimiento, pero la inteligencia, el alma, an el instinto, se haban ido del todo; (sonidos de beb
idiota) haba quedado profundamente idiota, baboso, colgante, muerto para siempre sobre las
rodillas de su madre.

Berta (Gloria): Hijo, mi hijo querido!


Narradora (Fernanda): El padre, desolado, acompa al mdico afuera.
Mdico (Sandra): A usted se le puede decir: creo que es un caso perdido. Podr mejorar, educarse
en todo lo que le permita su idiotismo, pero no mas all.
Mazzini (Jaqui): Si!... si!... Pero dgame: Usted cree que es herencia, que...?
Mdico (Sandra): En cuanto a la herencia paterna, ya le dije lo que cre cuando vi a su hijo. Respecto
a la madre, hay un pulmn que no sopla bien. No veo nada ms, pero hay un soplo un poco rudo.
Hgala examinar bien.
Narradora (Fernanda): Con el alma destrozada de remordimiento, Mazzini redobl el amor a su hijo,
el pequeo idiota que pagaba los excesos del abuelo. Tuvo asi mismo que consolar (Berta solloza),
sostener sin tregua a Berta, herida en lo mas profundo por aquel fracaso de su joven maternidad.
Mazzini: Amor... ya no llores. (Llora mas fuerte).
Narradora (Fernanda): Como es natural, el matrimonio puso todo su amor en la esperanza de otro
hijo. Naci este, y su salud y limpidez de risa reencendieron el porvenir extinguido. Pero a los
dieciocho meses (Llanto de beb) las convulsiones del primognito se repetan, y al da siguiente
amaneca idiota.
Narradora (Jaqui): Esta vez, los padres cayeron en honda desesperacin.
Berta: Nuestra sangre, nuestro amor estn malditos! Nuestro amor sobre todo! Veintiocho aos
el, veintids yo, y toda nuestra apasionada ternura no alcanza a crear un tomo de vida normal! Ni
siquiera pido belleza o inteligencia, pero un hijo, un hijo como todos! (Solloza)
Narradora (Jaqui): Del nuevo desastre brotaron nuevas llamaradas de dolorido amor, un loco anhelo
de redimir de una vez para siempre la santidad de su ternura. (Llanto de dos bebs) Sobrevinieron
mellizos y punto por punto repitise el proceso de los dos mayores.
Narradora (Sandra): Mas por encima de su inmensa amargura quedaba a Mazzini y Berta una gran
compasin por sus cuatro hijos. Hubo que arrancar del limbo de la mas honda animalidad ya no sus
almas, sino el instinto mismo, abolido.
Berta: Antes no saban deglutir, cambiar de sitio, ni aun sentarse. Aprendieron al fin a caminar, pero
chocan contra todo.
Mazzini: Es que no se dan cuenta de los obstculos.
Narradora (Fernanda): Cuando los lavaban mugan hasta inyectarse de sangre el rostro (ruido de
retrasados)
Berta: Basta nios! Con cuidado Por favor!
Narradora (Fernanda): Animbanse solo al comer o cuando vean colores brillantes (Se escucha un
trueno, rien y hacen mas sonidos) u oan truenos. Se rean entonces, echando afuera lengua y ros de
baba., radiantes de frenes bestial. Tenan en cambio cierta facultad imitativa, pero no se pudo
obtener nada mas.

Narradora (Jaqui): Con los mellizos pareci haber concluido la aterradora descendencia. Pero
pasados tres aos desearon de nuevo ardientemente otro hijo, confiando en que el largo tiempo
transcurrido hubiera aplacado la fatalidad.
Narradora (Gloria): No satisfacan sus esperanzas. Y en ese ardiente anhelo que se exasperaba en
razn de su infructuosidad, se agriaron. Hasta ese momento cada cual haba tomado sobre s la parte
que le corresponda en la miseria de sus hijos.
Narradora (Sandra): Pero la desesperanza de redencin ante las cuatro bestias que haban nacido de
ellos ech fuera esa imperiosa necesidad de culpar a los otros, que es patrimonio especfico de los
corazones inferiores. Inicironse con el cambio de pronombre: tus hijos. Y como a ms del insulto
haba la insidia, la atmsfera se cargaba.
Mazzini: Me parece que podras tener mas limpios a los muchachos.
Narradora (Fernanda): Berta continu leyendo como si no hubiera odo.
(Indiferencia de parte de Berta, despus de un ratito responde)
Berta: Es la primera vez que te veo inquietarte por el estado de tus hijos.
Mazzini: De nuestros hijos Me parece?
Berta: Bueno, de nuestros hijos, te gusta as?
Mazzini: Creo que no vas a decir que yo tenga la culpa, no?
Berta: Ah no! Pero yo tampoco, supongo!... No faltaba mas!...
Mazzini: Que no faltaba mas?
Berta: Que si alguien tiene la culpa no soy yo, entiendelo bien! Esto es lo que te quera decir.
Mazzini: Dejemos!
Berta: Como quieras; pero si quieres decir...
Mazzini: Berta!
Berta: Como quieras!
Narradora (Sandra): Este fue el primer choque, y le sucedieron otros. Pero en las inevitables
reconciliaciones sus almas se unan con doble arrebato y locura por otro hijo.
Narradora (Jaqui): Naci as una nia. Vivieron dos aos con la angustia a flor de alma, esperando
siempre otro desastre. Nada pas, sin embargo, y los padres pusieron en ella toda su complacencia,
que la pequea llevaba a loas mas extremos lmites del mimo y la mala crianza.
Narradora (Gloria): Si an en los ltimos tiempos Berta cuidaba siempre de sus hijos, al nacer
Bertita, olvidse casi del todo de los otros. Su solo recuerdo la horrorizaba como algo atroz que la
hubieran obligado a cometer. A Mazzini, bien que mal, le pasaba lo mismo.
Narradora (Fernanda): Ah, pero no por eso la paz haba llegado a sus almas. La menor indisposicin
de su hija echaba fuera, con el temor de perderla, los rencores de su descendencia podrida. Haban
acumulado hiel sobrado tiempo para que el vaso no quedara distendido, y al menor contacto el
veneno se verta afuera. Desde el primer disgusto emponzoado habanse perdido el respeto; y si

hay algo a que el hombre se siente arrastrado con cruel fruicin es, cuando ya se comenz, a
humillar del todo a una persona.
Narradora (Jaqui): Antes se contenan por la mutua falta de xito; ahora que este haba llegado,
cada cual, atribuyndolo a s mismo, senta mayor la infamia de los cuatro engendros que el otro
habale forzado a crear.
Narradora (Gloria): Con estos sentimientos no hubo ya para los cuatro hijos mayor afecto posible. La
sirvienta los vesta, les daba de comer, los acostaba, con visible brutalidad.
Sirvienta (Fernanda): Mocosos del demonio! A la cama! Es hora de dormir engendros! No me
hagan ir por la escoba! (Sonidos de los retrasados, asustados)
Narradora (Sandra): No los lavaba casi nunca. Pasaban casi todo el da junto al cerco, abandonados
de toda remota caricia.
Narradora (Jaqui): Pero Recuerdan la noche del cumpleaos 4 de Bertita? Comi tantas golosinas...
Narradora (Gloria): Y es que la consentan tanto que les era imposible negrselas...
Narradora (Jaqui): La criaturita tuvo algn escalofro y fiebre.
Narradora (Sandra): Y el temor a verla morir o quedar idiota torn a reabrir la eterna llaga.
Narradora (Fernanda): Haca como tres horas que no hablaban y el motivo fue, como casi siempre,
los fuertes pasos de Mazzini.
Berta: Mi Dios! No puedes caminar mas despacio? Cuntas veces...?
Mazzini: Bueno, es que me olvido; Se acab! No lo hago a propsito.
Berta: No, no te creo tanto!
Mazzini: Ni yo jams te hubiera credo tanto a ti... Tisiquilla!
Berta: Que! Qu dijiste?
Mazzini: Nada!
Berta: Si, te o algo! Mira: No se lo que dijiste; pero te juro que prefiero cualquier cosa a tener un
padre como el que has tenido t!
Mazzini: Al fin! Al fin, vibora, has dicho lo que queras!
Berta: Si, vibora si! Pero yo he tenido padres sanos Oyes? Mi padre no ha muerto de delirio! Yo
hubiera tenido hijos como los de todo el mundo! Esos hijos son tuyos, los cuatro tuyos!
Mazzini: Vbora tsica! Eso es lo que te dije, lo que quiero decir! Pregntale al mdico quien tiene la
mayor culpa de la meningitis de tus hijos: mi padre o tu pulmn picado, vbora!
Narradora (Sandra): Y continuaron cada vez con mayor violencia, hasta que un gemido (gemido,
nia llamando a sus padres) de Bertita sell instantneamente sus bocas. A la una de la maana la
ligera indigestin haba desaparecido y, como pasa fatalmente con todos los matrimonios jvenes
que se han amado intensamente alguna vez siquiera, la reconciliacin lleg, tanto mas efusiva
cuanto hirientes fueron los agravios.

Narradora (Fernanda): Amaneci un esplndido da y mientras Berta se levantaba escupi sangre (se
escucha alguien tosiendo). Las emociones y mala noche pasadas tenan, sin duda, gran culpa.
(Llanto de Berta)
Mazzini la abraz durante largo rato y ella llor desesperadamente, pero sin que ninguno se
atreviera a decir una palabra.
Mazzini: Querida Qu tal si salimos a eso de las 10, despus del almuerzo?
Berta: Apenas tenemos tiempo... Bueno! Ordenar a la sirvienta que mate una gallina.
Narradora (Fernanda): El da radiante haba sacado a los idiotas de su banco. De modo que mientras
la sirvienta degollaba en la cocina al animal, desangrndolo con parsimoni a, (se escuchan las
respiraciones escandalosas de los idiotas) crey sentir algo como respiracin detrs de ella.
Volvise y vi a los cuatro idiotas (sonidos de retrasados), con los hombros pegados uno al otro,
mirando estupefactos la operacin. Rojo... Rojo...
Sirvienta: Seora! Los nios estn aqu en la cocina!
Berta: Que salgan Mara! chelos! chelos le digo!
Narradora (Sandra): Las cuatro pobres bestias, sacudidas, brutalmente empujadas (se escucha
barullo, las mujeres gritando y los idiotas tambin) fueron a dar a su banco.
Narradora (Jaqui): Despus de Almorzar salieron todos . La sirvienta fue a Buenos Aires y el
matrimonio a pasear por las quintas. Al bajar el solo volvieron, pero Berta quiso saludar un
momento a sus vecinas de enfrente. Su hija se escap en seguida a casa.
Narradora (Gloria): Y ese da los idiotas no se haban movido en todo el da de su banco. Estaban
mirando el atardecer, cuando algo se interpuso entre sus miradas y el cerco. Su hermana, cansada
de cinco horas paternales, quera observar por su cuenta. Detenida al pie del cerco miraba pensativa
la cresta. Quera trepar, eso no ofreca duda.
Narradora (Fernanda): Los cuatro idiotas, la mirada indiferente, vieron como su hermana lograba
pacientemente dominar el equilibrio y como en puntas de pie apoyaba la garganta sobre la cresta
del cerro, entre sus manos tirantes. Vironla mirar a todos lados, buscar apoyo con el pie para
alzarse ms.
Narradora (Sandra): Pero la mirada de los idiotas se haba animado; una misma luz insistente estaba
fija en sus pupilas. No apartaban los ojos de su hermana, mientras creciente sensacin de gul a
bestial iba cambiando cada lnea de sus rostros. Lentamente avanzaron hacia el cerco.
Narradora (Gloria): Lentamente avanzaron hacia el cerco. La pequea, que habiendo logrado calzar
el pie iba ya a montar a horcajadas y a caerse del otro lado, seguramente, se sinti cogida de la
pierna. Debajo de ella los ocho ojos clavados en los suyos le dieron miedo.
Bertita (Fernanda): Soltadme! Dejadme! (Ruido de retrasados durante todo el tiempo desde aqu)
Mam! Ay, mam! Mam, Pap! (Llorando) (Ruido sordo en el momento en que la nia cae al
suelo) Mam! Ay Ma...!
Narradora (Jaqui): No pudo gritar ms. Uno de ellos le apret el cuello, apartando los bucles como si
fueran plumas, y los otros la arrastraron de una sola prerna hasta la cocina, donde esa maana se
haba desangrado a la gallina, bien sujeta, arrancndole la vida segundo por segundo.

Narradora (Gloria): Mazzini en la casa de enfrente, crey or la voz de su hija.


Mazzini: Me parece que te llama Berta.
Narradora (Sandra): Prestaron odo, inquietos, pero no oyeron ms. Con todo, un momento despus
se despidieron, y mientras Berta iba a dejar su sombrero, Mazzini avanz en el patio:
Mazzini: Bertita! (Empieza a alterarse) Bertita! (Momento de silencio) Mi hija, mi hija!
Narradora (Fernanda): Corri ya desesperado hacia el fondo. Pero al pasar frente a la cocina vio en
el piso un mar de sangre. Empuj violentamente la puerta, entornada. (Grito de Mazzini).
Berta: (Berta grita al escuchar el grito de Mazzini, se precipita a la cocina) Qu pasa? Qu ha
pasado?
Mazzini: No entres, no entres!
Narradora (Sandra): Berta alcanz a ver el piso inundado de sangre. Solo pudo echar sus brazos y
hundirse a lo largo de el, con un ronco suspiro.

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