El Jailli

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El jailli

Dios, origen del Universo,


creador de todo,
oro que arde tan slo entre la noche
del corazn.
Que la alegra de tu aliento
venga en el viento.
Que tu manomagnnima
siempre se extienda
y que tu sempiterna voluntad
sea la nica que florezca.

FRANZ TAMAYO (1879 LA PAZ -1956)

LAS KHANTUTAS

Regia flor escarlata


del Ande innata,
su tinte en que el sol brinca
consagra al Inca.
Toda doncella
de fiera sangre India
renace en ella!

Ricardo Jaimes Freyre 1872-1933

PEREGRINA PALOMA IMAGINARIA

Peregrina paloma imaginaria


que enardeces los ltimos amores;
alma de luz, de msica y de flores
peregrina paloma imaginaria.

Vuele sobre la roca solitaria


que baa el mar glacial de los dolores;
haya, a tu peso, un haz de resplandores,
sobre la adusta roca solitaria...

Vuele sobre la roca solitaria


peregrine paloma, ala de nieve
como divina hostia, ala tan leve...

Como un copo de nieve; ala divina,


copo de nieve, lirio, hostia, neblina,
peregrina paloma imaginaria...

Oscar Cerruto (1912-1981)

Altiplano
El Altiplano es inmensurable como un recuerdo.
Piel de kirquincho, toca con sus extremos las cuatro puntas del cielo,
sopla su densa brisa de bestia.
El Altiplano es resplandeciente como un acero.
Su soledad de luna, tambor de las sublevaciones,
solfatara de las leyendas.
Pastoras de turbiones y pesares,
las vrgenes de la tierra alimentan la hoguera de la msica.
Los hombres, en el metal de sus cabellos,
asilan el caliente perfume de los combates.
Altiplano rayado de caminos y de tristeza
como palma del minero.

El Altiplano es frecuente como el odio.


Ciega, de pronto, como una oleada de sangre.
El Altiplano duro de hielos
y donde el fro es azul como la piel de los muertos.
Sobre su lomo tatuado por las agujas speras del tiempo
los labradores aymaras, su propia tumba a cuestas,
con los fusiles y la honda le ahuyentan pjaros de luz a la noche.
La vida se les tiza de silencio en los fogones
mientras las lluvias inundan sus huesos y el canto del jilguero.
Altiplano sin fronteras,
desplegado y violento como el fuego.

Sus charangos acentan el color del infortunio.


Su soledad horada, gota a gota, la piedra.

Yolanda Bedregal 1016-1999


Elega humilde
Un auto ha arrollado a la vieja sirvienta
La pis como una hoja!
Era una flor del campo, toronjil, yerbabuena.
En la casa hubo duelo
por su muerte de plata.
Esta mujer oscura de noble cepa aymara
endulzaba la vida de seres y de cosas.
Llena est nuestra infancia de su imagen
de Mamita Copacabana;
debajo de su manta de castilla
siempre traa la sorpresa
de frutas, empanadas o juguetes.
Ay dulce abuela nuestra
de las macetas y del canario!
Tendida en su mortaja,
con uncin le besamos las santas manos toscas
quietas por fin del cotidiano afn.
Parecan avergonzadas del reposo;
dos angelitos blancos bajaron a cubrirlas.
Su nombre era Mama-Usta, y nada ms.
Las hadas humildes slo tienen un nombre
pero es varita mgica de gracia y bendicin.
De la mano llevaba a mi padre a la misa;
la conocieron los abuelos y bisabuelos.
Era lazo entre el ahora y lo perdido.
Todo lo daba, todo, su bondad y su alegra,
el cobre de la ddiva, el leo del consuelo.
Cual sombra milagrosa
colmaba de manjares la olla de cada da,
y con agua y con sol daba celajes
a los visillos y manteles.
Ella prenda el fuego del hogar.

Un auto la ha matado. Ay, Dios mo!


Su frente estaba herida
y su cuerpo, nunca tocado,
salpicado de barro.
Cuando llegaba al cielo,
con un solo zapato, la falda desgarrada
un coro de jilgueros le cantaba aleluyas.
Con humilde inocencia, debi de imaginar
que era fiesta pascual para nosotros.
-Como para ella el aleluya?
Como para ella nuestro llanto?Sencilla y limpia entr en la gloria
cuidando todava la canasta
para la cena de hoy.
Nuestra Mama Usta ha muerto.
Ay canario, ay macetas, patio y agua!

Pablo Neruda
El sol
YO entr en Florencia. Era
de noche. Tembl escuchando
casi dormido lo que el dulce ro
me contaba. Yo no s
lo que dicen los cuadros ni los libros
(no todos los cuadros ni todos los libros,
slo algunos),
pero s lo que dicen
todos los ros.
Tienen el mismo idioma que yo tengo.
En las tierras salvajes
el Orinoco me habla
y entiendo, entiendo
historias que no puedo repetir.
Hay secretos mos
que el ro se ha llevado,
y lo que me pidi lo voy cumpliendo
poco a poco en la tierra.
Reconoc en la voz del Arno entonces
viejas palabras que buscaban mi boca,
como el que nunca conoci la miel
y halla que reconoce su delicia.
As escuch las voces
del ro de Florencia,
como si antes de ser me hubieran dicho
lo que ahora escuchaba:
sueos y pasos que me unan
a la voz del ro,
seres en movimiento,
golpes de luz en la historia,
tercetos encendidos como lmparas.
El pan y la sangre cantaban
con la voz nocturna del agua.

Jaime Saenz 1921-1986

Como una luz


Llegada la hora en que el astro se apague,
quedarn mis ojos en los aires que contigo fulguraban
Silenciosamente y como una luz
reposa en mi camino
la transparencia del olvido.

Tu aliento me devuelve a la espera y a la tristeza de la tierra,


no te apartes del caer de la tarde
-no me dejes descubrir sino detrs de ti
lo que tengo todava que morir.

Blanca Wiethuchter 1947-2006


Reposo
Entro en mi casa
y me alojo en su centro
esperando la temperatura
que enmudece los ruidos intiles.
En un andar del silencio
comienza el mundo
en un olor a fuego
en una hoja
en un cambio de sbanas
en una gana de hacer cosas
no siempre precisas.
Ya no soy la misma
y mis pasos en la voz
resuenan ms oscuros.
Otro es el sol que arde
en los crepsculos que contemplo
viajera inmvil
pienso
slo quiero cuidar de lo vivo
y tener luz
para l
y mis nias.

Guillermo Bedregal Garca 1954-1974


Tengo una meditacin
Tengo una meditacin de ti
que me despide cada maana
desde el mirar penoso de una esquina.
Tuve que haber tocado el ruido del pjaro en la noche
para vencer el estar que mi piel habitaba,
para sorprenderme en la claridad que algn tejado olvid en m,
y partir definitivamente,
sin bagaje ni ausencia,
sin pasajero envuelto en lo antiguo de algn horizonte.
Ni siquiera te rob la memoria
pues necesito de tu evocacin sonmbula
para regocijarme del olvido de las montaas y el polvo
y saber que en alguna ventana
la muerte me espera,
con tus mismos ojos
con tu mismo recordar,
extraando el olor a ciudad que la distancia y mis habitantes derramados
han dejado en mi silencio.

Eduardo Mitre
Vitral del pasado

Nunca se qued atrs nuestro pasado:


tenaz, entre intervalos de aparente olvido,
nos fue siguiendo los pasos, furtivo
como un ladrn detrs de los rboles.

Pasajero invisible en los viajes,


se embarc con nosotros
en los trenes y aviones
que por deseo o fuga abordamos.

En los cuartos de los hoteles,


tras el azogue de los espejos
registr celestinamente
los cuerpos prohibidos que amamos.

A menudo, es cierto, perdi el sentido


(no las huellas) de nuestro trnsito,
pero sigui, indigente, recolectando
fragmentos de cuanto vivimos.

Slo bast que llovieran los aos


y nos volviramos lentos
para sentirlo sobre la espalda, con su talego
de calamidades y milagros.

Juan Carlos Orhuela


Retornos
Para amarte haba preparado un lienzo
y una cerbatana.
Haba tambin mirado el sesgo de tu falda
penltimo corcel de mi estampida
para que tus ojos inicien sus murmullos
y desciendan serenando las horas nuevas.
Algo as como un astro se apoyaba
en mis costados
algo as como una gara
descendiendo por las oquedades
de mi infancia.

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