Antología - Vanguardias
Antología - Vanguardias
Antología - Vanguardias
I
Señores míos, sea
La luna perentoria,
De esta dedicatoria
Timbre, blasón y oblea.
Astronómica dama,
O íntima planchadora
Que en milagro a deshora
Plancha en blanco mi cama.
En mi senda rehacía,
Filosofal borrica;
O bien pilula mica
Panis de mi farmacia.
II
Echaos a comerla,
Y así mi estro os consagre;
O bebedla en vinagre
Cual Cleopatra a su perla.
Y la luna en enaguas.
Como propicia háyade
Me besará, cuando haya de
Abrevarme en sus aguas.
III
Yo lo aprendí en el Dante,
Abuelo arduo y conciso,
Por cuyo Paraíso
Jamás pasó un pedante.
Inventando un proverbio
Sutil, en bello cuadro.
Demostraréis que ladro
A la luna. ¡Soberbio!
IV
Para la controversia
Que me ofertáis, adversos
Os tenderé mis versos
Como un tapiz de Persia.
Si a mi débil arcilla,
Vuestra sacra instituta,
Impone la cicuta
Docente, de Hermosilla;
Largamente vibradas
Por sus rayos de estrellas.
Cantan mis noches bellas
Como liras sagradas.
Y en mi triste persona.
Palpita, grave y tierno,
El himno del eterno
Ruiseñor de Verona.
Él tiene en su riqueza
De musical estuche,
Lleno de luna el buche
Como yo la cabeza.
909)
(en Lunario sentimental 1
Oliverio Girondo (1891-1967)
Nocturno
(en Veinte poemas para ser leídos en el tranvía 1922)
Frescor de los vidrios al apoyar la frente en la ventana. Luces trasnochadas que al apagarse nos
dejan todavía más solos. Telaraña de los alambres tejen sobre las azoteas. Trote hueco de los
jamelgos que pasan y nos emocionan sin razón.
¿A qué nos hace recordar el maullido de los gatos en celo, y cuál será la intención de los papeles
que se arrastran en los patios vacíos?
Hora en que los muebles viejos aprovechan para sacarle las mentiras, y en que las cañerías tienen
gritos estrangulados, como si se asfixiaran dentro de las paredes.
A veces se piensa, al dar la vuelta la llave de la electricidad, en el espanto que sentirán las sombras,
y quisiéramos avisarles para que tuvieran tiempo de acurrucarse en los rincones. Y a veces las
cruces de los postes telefónicos, sobre las azoteas, tienen algo de siniestro y uno quisiera rozarse a
las paredes como un gato o como un ladrón.
Noches en las que desearíamos que nos pasaran la mano por el lomo, y en las que súbitamente se
comprende que no hay ternura comparable a la de acariciar algo que duerme.
¡Silencio! -grillo afónico que nos mete en el oído-. ¡Cantar de las canillas mal cerradas! -único grillo
que le conviene a la ciudad-.
RUSIA (1920)
NOCTURNO 2
¡Estuche de palabras
donde guardar el roto muñeco de los años!
Nuestras anclas no muerden el fondo de las horas.
Álvaro Yunque
TACHO MUNICIPAL
EL CHICO LUSTRABOTAS
El cajón a la espalda,
Roto, sucio, descalzo;
Va el chico lustrabotas.
Se me ofrece el muchacho:
"¡Se lustra, caballero,
se lustra: diez centavos!"
Yo saco la moneda,
Se la doy y me aparto.
El, con cara de asombro,
Se me queda mirando.
¿Qué sabe el inocente
De mi afán trasnochado
De hacer creer a los niños
Que aún existen milagros?
PROHIBICIONES EDILICIAS
Roberto Mariani
El cabaret de Pepita
En la villa
Tras de la montañas
el sol se hundió ya.
Se apiñan las sombras
en el roquedal.
El silencio es grave;
casi miedo dá
tanta sierra enorme,
tanto campo y paz.
Pone su ironía
blanca el salitral.
Al Norte, está el pueblo.
En la estación hay
una luz, tan corta,
tan corta, que dá
la impresión que nada
queda* iluminar.
Dentro de la villa
otra luz está,
igualmente corta.
Se la vé temblar.
un* instante, y luego
como que se infiltra
en la obscuridad.
Pero al pronto vuelve
su lengua a temblar.
Esta luz pregona
taberna y solaz
con cuatro mujeres
de cetrina faz,
pómulos salientes
y gangoso hablar.
“Chinanga”; es la casa
del amor venal.
Tennis
—Que perdí?
—Sí, señor!
—(Claro está…)
AMORÍO CIUDADANO
Saloncito reservado
de lechería de barrio.
Este pobre muchacho
pálido
me cree una novia ingenua
que va a brindarle sus encantos
—un anticipo del estío
para la primavera de sus años—
y unta de miel sus palabras,
viste de seda sus manos,
me quema la boca impura
con el lacre de sus labios
(máscara de castidad:
mis labios no están pintados)
y perfumándome de promesas
—con salacidad de fauno—
ante mi leve abandono
y mi fingido recato
comienza a desabrocharme
la bata con torpes manos.
Acariciándome el pecho
refulgen sus ojos claros
y me prodiga adjetivos
dulzones de enamorado.
VISIÓN
Ellos se tornarían
tan buenos como el sol, como el pan, como el agua:
su dicha cantarían todos los oprimidos
suavizadas sus manos, su gesto y sus palabras.