Antología - Vanguardias

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 20

ANTOLOGÍA DE POESÍA VANGUARDISTA ARGENTINA

Leopoldo Lugones (1874-1938)

A MIS CRETINOS ​(1909)

Che cotesta cortese opinione


Ti fia chiavata in mezzo della testa​.
DANTE. Purgatorio, VIII

I
Señores míos, sea
La luna perentoria,
De esta dedicatoria
Timbre, blasón y oblea.

De ella toma, en efecto,


Con exclusivo modo,
Tema, sanción y todo
Mi lírico proyecto.

A ella da en obra pingüe


Poéticos tributos.
Por sus dobles cañutos
Mi zampoña bilingüe.

Hada fiel que mi dicha


Con sus hechizos forja,
Es moneda en mi alforja
Y en mi ruleta es ficha.

Astronómica dama,
O íntima planchadora
Que en milagro a deshora
Plancha en blanco mi cama.

Oca entre sus pichones,


Con las estrellas; joya
Del azar; claraboya
De mis puras visiones.

En mi senda rehacía,
Filosofal borrica;
O bien pilula mica
Panis de mi farmacia.
II

Dando en tropo más justo


Mi poético exceso,
Naturalmente es queso
Para vuestro buen gusto.

Como deidad ovípara.


Por manjar dulce y nuevo,
Su luminoso huevo
Nos dará en cena opípara.

Echaos a comerla,
Y así mi estro os consagre;
O bebedla en vinagre
Cual Cleopatra a su perla.

Mas con mueca importuna


No desdeñéis el plato,
Porque mi estro y mi gato
Tienen muy mala luna.

Si lo hacéis, por remedio


De tan tosca dispepsia,
Os pongo en catalepsia
Durante siglo y medio.

Vuestra paz escultórica.


Dará, en rasgo específico.
Un silencio magnífico
De academia y retórica.

Y la luna en enaguas.
Como propicia háyade
Me besará, cuando haya de
Abrevarme en sus aguas.

III

¿Qué tal? ¿La hipermetría


Precedente os sulfura ?
Os la doy limpia y pura.
Pulverizadla. Es mía...

Yo lo aprendí en el Dante,
Abuelo arduo y conciso,
Por cuyo Paraíso
Jamás pasó un pedante.

Sé que vuestro exorcismo


Me imputará por culpa,
Algo que vuestra pulpa
Define en sinapismo.

Me probaréis que, esclavo


De mi propia cuarteta.
No fui ni soy poeta,
Ni lo seré. ¡Bien! ¡Bravo!

Inventando un proverbio
Sutil, en bello cuadro.
Demostraréis que ladro
A la luna. ¡Soberbio!

Para que no me mime


La gente que me odia.
Haréis de mi prosodia
Mi Calvario. ¡Sublime!

Mas, en verdad os digo.


Que, líricos doctores,
Están los ruiseñores
Con la luna y conmigo.

IV

Para la controversia
Que me ofertáis, adversos
Os tenderé mis versos
Como un tapiz de Persia.

Pero sabed que tildo


Con alegre modestia,
De vero mala bestia
Vuestro grave cabildo.

(Con vuestro beneplácito,


Bien que no sea el uso.
Me decido a este abuso
De latín y de Tácito.)

No obstante, mi estro arbitra


Que la luna descienda
A vuestra reverenda
Virtud, como una mitra.

Y ante el solemne rubro


Que vuestra Nada oculta,
Entre la turbamulta
Me inclino y me descubro.

Si a mi débil arcilla,
Vuestra sacra instituta,
Impone la cicuta
Docente, de Hermosilla;

Con arroz y con apio,


(Más próvidos que el griego)
Cazuela haremos luego
Del gallo de Esculapio.

Largamente vibradas
Por sus rayos de estrellas.
Cantan mis noches bellas
Como liras sagradas.

Pero trae el encanto


Lunar que las dilata,
Un silencio de plata
Más lírico que el canto.

Y en mi triste persona.
Palpita, grave y tierno,
El himno del eterno
Ruiseñor de Verona.

Él tiene en su riqueza
De musical estuche,
Lleno de luna el buche
Como yo la cabeza.

Así, en astral fortuna,


Por mayor regocijo,
Para mi pena elijo
Como celda, la luna.

Allá, en vida rechoncha


Y a vuestros dogmas sordo.
Lo pasaré cual gordo
Caracol en su concha.

Y agriando los reproches


De vuestro real concilio,
Os doy por domicilio
La luna.
BUENAS NOCHES

​ 909)
(en ​Lunario sentimental 1
Oliverio Girondo (1891-1967)

Nocturno
(en ​Veinte poemas para ser leídos en el tranvía​ 1922)

Frescor de los vidrios al apoyar la frente en la ventana. Luces trasnochadas que al apagarse nos
dejan todavía más solos. Telaraña de los alambres tejen sobre las azoteas. Trote hueco de los
jamelgos que pasan y nos emocionan sin razón.

¿A qué nos hace recordar el maullido de los gatos en celo, y cuál será la intención de los papeles
que se arrastran en los patios vacíos?

Hora en que los muebles viejos aprovechan para sacarle las mentiras, y en que las cañerías tienen
gritos estrangulados, como si se asfixiaran dentro de las paredes.

A veces se piensa, al dar la vuelta la llave de la electricidad, en el espanto que sentirán las sombras,
y quisiéramos avisarles para que tuvieran tiempo de acurrucarse en los rincones. Y a veces las
cruces de los postes telefónicos, sobre las azoteas, tienen algo de siniestro y uno quisiera rozarse a
las paredes como un gato o como un ladrón.

Noches en las que desearíamos que nos pasaran la mano por el lomo, y en las que súbitamente se
comprende que no hay ternura comparable a la de acariciar algo que duerme.

¡Silencio! -grillo afónico que nos mete en el oído-. ¡Cantar de las canillas mal cerradas! -único grillo
que le conviene a la ciudad-.

Buenos Aires, noviembre, 1921.


Espantapajaros
(en ​Espantapájaros (Al alcance de todos)​ 1932)
Jorge Luis Borges (1899-1986)

RUSIA​ (1920)

La trinchera avanzada es en la estepa un barco al abordaje


con gallardetes de hurras
mediodías estallan en los ojos.
Bajo estandartes de silencio pasan las muchedumbres
y el sol crucificado en los ponientes
se pluraliza en la vocinglería
de las formas del Krem (sic);
el mar vendrá nadando a esos ejércitos
que envolverán sus torsos
en todas las praderas del continente
en el cuerno salvaje de un arco iris
clamaremos su gesta
bayonetas
que portan en la punta las mañanas.

(en ​Textos recobrados​ ​1919-1929)​

​CALLE CON ALMACÉN ROSADO ​(1925)

Ya se le van los ojos a la noche en cada bocacalle


y es como una sequía husmeando lluvia.
Ya todos los caminos están cerca,
y hasta el camino del milagro.
El viento trae el alba entorpecida.
El alba es nuestro miedo de hacer cosas distintas y se nos viene
[encima.

Toda la santa noche he caminado


y su inquietud me deja
en esta calle que es cualquiera.
Aquí otra vez la seguridad de la llanura
en el horizonte
y el terreno baldío que se deshace en yuyos y alambres
y el almacén tan claro
como la luna nueva de ayer tarde.
Es familiar como un recuerdo la esquina
con esos largos zócalos y la promesa de un patio.
¡Qué lindo atestiguarte, calle de siempre, ya que miraron tan pocas
[cosas mis días!

Ya la luz raya el aire.


Mis años recorrieron los caminos de la tierra y del agua
y sólo a vos te siento, calle quieta y rosada.
Pienso si tus paredes concibieron la aurora,
almacén que en la punta de la noche eres claro.
Pienso y se me hace voz ante las casas
la confesión de mi pobreza:
no he mirado los ríos ni la mar ni la sierra,
pero intimó conmigo la luz de Buenos Aires
y yo forjo los versos de mi vida y mi muerte
con esa luz de calle.
Calle grande y sufrida,
eres la única música de que sabe mi vida.

(en ​Luna de enfrente)​

FUNDACIÓN MÍTICA DE BUENOS AIRES ​(1929)

¿Y fue por este río de sueñera y de barro


que las proas vinieron a fundarme la patria?
Irían a los tumbos los barquitos pintados
entre los camalotes de la corriente zaina.

Pensando bien la cosa, supondremos que el río


era azulejo entonces como oriundo del cielo
con su estrellita roja para marcar el sitio
en que ayunó Juan Díaz y los indios comieron.

Lo cierto es que mil hombres y otros mil arribaron


por un mar que tenía cinco lunas de anchura
y aún estaba poblado de sirenas y endriagos
y de piedras imanes que enloquecen la brújula.

Prendieron unos ranchos trémulos en la costa,


durmieron extrañados. Dicen que en el Riachuelo,
pero son embelecos fraguados en la Boca.
Fue una manzana entera y en mi barrio: en Palermo.

Una manzana entera pero en mitá del campo


expuesta a las auroras y lluvias y suestadas.
La manzana pareja que persiste en mi barrio:
Guatemala, Serrano, Paraguay, Gurruchaga.

Un almacén rosado como revés de naipe


brilló y en la trastienda conversaron un truco;
el almacén rosado floreció en un compadre,
ya patrón de la esquina, ya resentido y duro.

El primer organito salvaba el horizonte


con su achacoso porte, su habanera y su gringo.
El corralón seguro ya opinaba yrigoyen,
algún piano mandaba tangos de Saborido.

Una cigarrería sahumó como una rosa


el desierto. La tarde se había ahondado en ayeres,
los hombres compartieron un pasado ilusorio.
Sólo faltó una cosa: la vereda de enfrente.

A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires:


La juzgo tan eterna como el agua y el aire.

(en ​Cuaderno San Martín​)

Raúl González Tuñón​ (1905-1974)

ECHE VEINTE CENTAVOS EN LA RANURA ​(1926)

Eche veinte centavos en la ranura

A pesar de la sala sucia y oscura

de gentes y de lámparas luminosas,

si quiere ver la vida color de rosa

eche veinte centavos en la ranura.

¡Y no ponga los ojos en esa hermosa

que frunce de promesas la boca impura!

Eche veinte centavos en la ranura

si quiere ver la vida color de rosa.

El dolor mata amigo, la vida es dura

y ya que usted no tiene ni hogar ni esposa,

si quiere ver la vida color de rosa

eche veinte centavos en la ranura.

(en ​El violín del diablo​ 1926)


LA CALLE DEL AGUJERO EN LA MEDIA​ (1930)

Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad


y la mujer que amo con una boina azul.
Yo conozco la música de un barracón de feria
barquitos en botellas y humo en el horizonte.
Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad.

Ni la noche tumbada sobre el ruido del bar


ni los labios sesgados sobre un viejo cantar
ni el afiche apagado del grotesco armazón
telaraña del mundo para mi corazón.

¡Ni las luces que siempre se van con otros hombres


de rodillas desnudas y de brazos tendidos!
-Tenía unos pocos sueños iguales a los sueños
que acarician de noche a los niños dormidos-.
Tenía el resplandor de una felicidad
y veía mi rostro fijado en las vidrieras
y en un lugar del mundo era un hombre feliz.
¿Conoce usted paisajes pintados en los vidrios?
¿Y muñecos de trapo con alegres bonetes?
¿Y soldaditos juntos marchando en la mañana
y carros de verduras con colores alegres?

Yo conozco una calle de una ciudad cualquiera


y mi alma tan lejana y tan cerca de mí
y riendo de la muerte y de la suerte y
feliz como una rama de viento en primavera.
El ciego está cantando. Te digo: ¡Amo la guerra!
Esto es simple querida, como el globo de luz
del hotel en que vives. Yo subo la escalera
y la música viene a mi lado, la música.
Los dos somos gitanos de una troupe vagabunda
alegres en lo alto de una calle cualquiera.
Alegres las campanas como una nueva voz.
Tú crees todavía en la revolución
y por el agujero que coses en tu media
sale el sol y se llena todo el cuarto de luz.

Yo conozco una calle que hay en cualquier ciudad,


una calle que nadie conoce ni transita.
Solo yo voy por ella con mi dolor desnudo
solo con el recuerdo de una mujer querida.
Está en un puerto. ¿Un puerto? Yo he conocido un puerto.
Decir, yo he conocido, es decir: Algo ha muerto.

(en ​La calle del agujero en la media ​1930​)


Nicolás Olivari

La negra olvidada en la lechería

¡Ja, ja, una negra olvidada en una lechería!


¡Si será chusca esta ocurrencia mía:
la negra en la lechería!

Tenía dos ojos lacrimosos, borrosos, fastidiosos;


quizás hambre, frío y ganas de llorar... 5
el cráneo puntiagudo, el cuero motoso...
¿no serías, ¡oh! tú, Juana Durval?

(Putativo hermano Baudelaire, el de los cabellos verdes


y la boca tumular,
mi sitio te corresponde: viernes, 10
tu día, y este es tu lugar...)

Pobre cosita negruzca y exótica,


-bibelot de fango en mi gran ciudad-
púrpura en retazos de mi regia manía erótica,
amorosa insalubridad. 15

La lengua de mis ojos lame en tu mirada un reproche;


tu nebuloso mirar de antílope cegado
recoge la lengua de mis ojos. ¿A tu costado
sientes mi solidaridad de desplazado
y en sábado a la noche? 20

¿Vamos? ¿Vienes?... El festín será para los dos


la solitaria, muda, espantosa orgía,
del fondo de los días,
¿no oyes el reclamo del tambor?

Tu abuelo, bronce tenebroso, alza su clava 25


destrozando los huecos cráneos de las mesnadas;
tú tienes a una blanca, ¡tan bella!, como esclava
púnzale los ojos con tus uñas anilladas.

¿Oyes? Nos reclama el tambor


con insistencias de Historia: 30
...tum-turumtum-tum-turumtum...
civilizó a tu abuelo el Civilizador
con la elegante trayectoria
de la bala dum-dum...

Dame tu lengua ofídica y palpitante 35


-lanza del deseo entre el escudo
de tus dientes rutilantes...
¡ah tu negro cuerpo desnudo!
Mientras la flámula del primus dora
los muslos blancos de las bellas presas, 40
apréstate al festín, ya es la hora
de devorarnos la civilización burguesa...

Para desalar los hipogrifos de mi torturada sensibilidad


ha bastado tan sólo, ¡oh!, injerto del Congo
en mi gran ciudad, 45
¡tu presencia en la lechería
donde mi hipocondría
entreabre el paraguas de mi enhiesta soledad de hongo!
de hongo de humedad...

Por diez minutos y a tu gran conjuro, 50


-negra miserable de mi ciudad-
fui dichoso ¡te lo juro!,
¡olvidé un instante a la realidad!
Ha venido un ciudadano, alto, desgarbado,
y dejó caer en tu oreja la clásica palabra, 55
vete, negra, esto ha terminado,
la vida, negrita, no tiene abracadabra.

Los amores albinos

¿Qué sol blanco cegó tus pupilas?


¿Qué absurda niebla pintaba tu faz?
¿Quién diablos te hizo los dientes lilas
y te recompuso ese antifaz?

¡Cómo te quiero, albina! Porque eres diferente; 5


porque el arco amarillo de tus cejas es tal,
que parece un paréntesis donde cabe la gente
que felizmente ya no es normal...

Tu cuerpo tiene el blanco de los muertos extraños


de los que se aburrieron de melancolía; 10
tu blancor es un filtro de quién sabe qué daños
y ciudadanos son los ritos de tu hechicería.

¡Cómo te quiero, albina! ¿Con qué letra de tango


celebraremos nuestros absurdos esponsales?
¡Eres la única musa de tan alto rango 15
y dignificas hasta los orinales!

¡Qué bello es pasear junto a tu flanco


y ver la cara de pasmo de los burgueses!
¡Ah! si no saben que eres el sol blanco
que, Josué borracho, detengo con mis eses... 20

Tus cabellos, con el color ámbar de mi boquilla,


son la cosa más triste de aqueste mundo;
tus cabellos me sirven de presilla
para que no se me caiga el dolor vagabundo...

Tu voz es amarilla como las cubiertas 25


de las novelas francesas «vient de paraitre»
tu voz es mi rabia que me tiene alerta
de la estupidez constitucional del medio ambiente.
Musa amarilla, barro de puertos 30
que vuelcan la angustia viajera,
la angustia de todos aquellos que han muerto
y no tienen más corona que tu pelambrera.

¡Eppa de los muertos anónimos y no hay caso!


de aquellos que tuvieron el lujo siniestro 35
de estirar en la Morgue sus cuatro retazos
de miembros simiescos...

Repliego en tu helada constancia postrera


-constancia que agría tu faz de rodaja-
el agrio limón de mi loca manera: 40
grotesco descarte de inútil baraja.

¿Verán mis hermanos, los líricos locos,


la mordaz preceptiva que ayunta
mis rizos rebeldes a tus pajisos copos
para seguir por la vida tirándola en yunta? 45

¡Albina! destiñe tu humor ceniciento,


agrupa tu aurora boreal en mi nuca,
yo soy el orgullo tenaz, macilento,
que de falsa modestia contigo se estuca.

¡Albina! acopla tus miembros helados al cuerpo, 50


que ha tiempo olvidaba el ingrato rescoldo
del bello ideal, el pobre está muerto
debajo de un toldo:
la roja bandera...

Cómo sube el frío de tu cuerpo en mi cuerpo, ¡oh! albina,


¡Oh vivir infeliz! 55
¡Qué frío!... Esto, amiga, termina...
dormir...
dormir...

(en ​La musa de la mala pata,​ 1926)


Leopoldo Marechal

NOCTURNO 2

En el gastado corazón del Tiempo


se clavan las agujas de todos los cuadrantes.

Hay un pavor de soles que naufragan sin ruido:


la noche se cansé de enterrar a sus mundos.

¡Llora por los relojes que no saben dormir!


Las campanas se niegan a morder el silencio.
Tras un rebaño do horas
gastaron sus colmillos de bronce las campanas...

¡Ahora comprendo el viaje de tus cosas!


El sol ya no quería romperse en tus banderas.
Para mullir tu fuga, en el camino,
se desplumaron todas las águilas del viento.
Tus pasos clavetean
un gran tapiz de lejanía...

Son pájaros furtivos tus recuerdos:


amaban grandes ríos arbolados de muerte.

¡Estuche de palabras
donde guardar el roto muñeco de los años!
Nuestras anclas no muerden el fondo de las horas.

Los péndulos cabeceantes


dibujan negativas en la noche.

¡Tierra que nunca se gastó en mis pasos!


¿Qué historia contaremos a los días?
¿Cómo arriar el velamen
de las mañanas, ávido remero?

¡Todo está bien, ya soy un poco dios


en esta soledad,
con este orgullo de hombre que ha tendido a las cosas
una ballesta de palabras!

Poema sin título

En una tierra que amasan potros de cinco años


el olor de tu piel hace llorar a los adolescentes.

¡Yo sé que tu cielo es redondo y azul como los


huevos de perdiz
y que tus mañanas tiemblan,
gotas pesadas en la flor del mundo!

Yo sé cómo tu voz perfuma la barba de los vientos...

Por tus arroyos los días descienden como piraguas.


Tus ríos abren canales de música en la noche;
y la luna es un papagayo más entre bambúes
o un loro que rompen a picotazos las cigüeñas.

En un país más casto que la desnudez del agua


los pájaros beben en la huella de tu pie desnudo...

Te levantarás antes de que amanezca


sin despenar a los niños y al alba que duermen todavía.
(El cazador de pumas dice que el sol brota de tu
mortero
y que calzas al día como a tus hermanitos.)

Pisarás el maíz a la sombra de los ancianos


en cuyo pie se han dormido todas las danzas.

Sentados en cráneos de buey


tus abuelos fuman la hoja seca de sus días;
chisporrotea la sal de sus refranes
en el fuego creciente de la mañana.
(Junto al palenque los niños
han boleado un potrillo alazán...)

En una tierra impúber desnudarás tu canto


junto al arroyo de las tardes.
Tú sabes algún signo para pedir la lluvia
y has encontrado yerbas que hacen soñar.

Pero no es hora, duermen


en tu pie los caminos.

Y danzas en el humo de mi pipa


donde las noches arden como tabacos negros...
(en ​Días como flechas​, 1926)

Álvaro Yunque

UNA FAMILIA DE INMIGRANTES POR LA AVENIDA DE MAYO

Rumbo al oeste va por la Avenida


Esta ruda familia de italianos.
A la cabeza el padre, un hombrachote
Que lleva un chiquitín entre los brazos,
Detrás de él dos muchachas, dos gringuitas
De trenzas rubias y de ojos garzos,
Detrás la madre cuyo vientre elévase
Con la promesa de algún nuevo vástago
Y aun detrás cansadamente, marchan
Dos chicuelos cogidos de la mano;
Y golpean los rudos zapatones
Y exhiben los vestidos aldeanos
Aquellos inmigrantes que contemplan
Todo con grandes ojos asombrados.
Y hay no se qué simpática energía
En esos rostros por el sol tostados,
En esos montañeses animosos
Que del norte de Italia se arrojaron;
Y se hunden ahora en Buenos Aires,
Rumbo al oeste, con tozudo paso,
Tal vez a dar con la fortuna, hallada
En lustros de dolores y trabajo,
O en lustro de trabajo y de dolores
Tan sólo a dar con la miseria acaso.

TACHO MUNICIPAL

Solo, en la calle se halla el tacho,


Herméticamente cerrado.

Porque encierran en él la cosa fea


Que algún político en su cráneo encierra.

EL CHICO LUSTRABOTAS

El cajón a la espalda,
Roto, sucio, descalzo;
Va el chico lustrabotas.
Se me ofrece el muchacho:
"¡Se lustra, caballero,
se lustra: diez centavos!"
Yo saco la moneda,
Se la doy y me aparto.
El, con cara de asombro,
Se me queda mirando.
¿Qué sabe el inocente
De mi afán trasnochado
De hacer creer a los niños
Que aún existen milagros?

PROHIBICIONES EDILICIAS

"Es prohibido escupir", dice un letrero,


"Es prohibido" (reparad
como concuerda es con prohibido,
la sintaxis municipal).

Aquí un cartel prohíbe los carteles.


Otro prohíbe transitar.
¿Por qué no plantan éste?: "Ciudadanos:
Se prohíbe pensar".

(en ​VERSOS DE LA CALLE,​ 1924)

Roberto Mariani

El cabaret de Pepita

Después de poner una moneda en la pianola,


los mozos y muchachas
en parejas soldadas
dibujan geometrías sobre el piso.
Ahora la pianola
un fox-trot ametralla,
y es como si danzaran las parejas
sobre una diabólica
chapa electrizada.

En la villa

Tras de la montañas
el sol se hundió ya.
Se apiñan las sombras
en el roquedal.
El silencio es grave;
casi miedo dá
tanta sierra enorme,
tanto campo y paz.
Pone su ironía
blanca el salitral.
Al Norte, está el pueblo.
En la estación hay
una luz, tan corta,
tan corta, que dá
la impresión que nada
queda* iluminar.
Dentro de la villa
otra luz está,
igualmente corta.
Se la vé temblar.
un* instante, y luego
como que se infiltra
en la obscuridad.
Pero al pronto vuelve
su lengua a temblar.
Esta luz pregona
taberna y solaz
con cuatro mujeres
de cetrina faz,
pómulos salientes
y gangoso hablar.
“Chinanga”; es la casa
del amor venal.

Tennis

La pelota que salta y rebota,


la pelota que viene y que va;
se prolonga la mano en la recia raqueta:
—Allá va!…
Mi adversaria, ¡qué linda,
qué esbelta al saltar!
Ah… le he visto un poquito la pierna…

—Que perdí?
—Sí, señor!
—(Claro está…)

(en ​Las acequias​, 1921)


Clara Beter (César Tiempo)

AMORÍO CIUDADANO

Saloncito reservado
de lechería de barrio.
Este pobre muchacho
pálido
me cree una novia ingenua
que va a brindarle sus encantos
—un anticipo del estío
para la primavera de sus años—
y unta de miel sus palabras,
viste de seda sus manos,
me quema la boca impura
con el lacre de sus labios
(máscara de castidad:
mis labios no están pintados)
y perfumándome de promesas
—con salacidad de fauno—
ante mi leve abandono
y mi fingido recato
comienza a desabrocharme
la bata con torpes manos.

Acariciándome el pecho
refulgen sus ojos claros
y me prodiga adjetivos
dulzones de enamorado.

Fiesta de los sentidos


impúdicos y castos:
mutuamente
nos hemos engañado.

VISIÓN

Cae sobre la ciudad


la ceniza minúscula y tenue de la lluvia.
¡Qué grato es en un día como éste acariciar
un inocente sueño de ventura!

Mientras cae la lluvia, yo acaricio mi sueño:


un día las mujeres serán todas hermanas;
la ramera, la púdica,
la aristócrata altiva y la humilde mucama.

Irían por las calles llevando como emblema


una sonrisa alegre y una mirada franca,
y así, sencillamente,
se ofrecerían a todos los hombres que pasaran.

Ellos se tornarían
tan buenos como el sol, como el pan, como el agua:
su dicha cantarían todos los oprimidos
suavizadas sus manos, su gesto y sus palabras.

Bajo los cielos límpidos, banderas de alegría,


desplegados sus paños como alas
cual si quisieran cobijar a todas
las mujeres que un día supieron ser humanas.

(Sigue cayendo sobre la ciudad


la ceniza minúscula y tenue de la lluvia.
¡Qué grato es en un día como éste acariciar
un inocente sueño de ventura!)

(en ​Versos de una …,​ 1926)

También podría gustarte