PISTAS

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 205

Este libro nos relata una aventura real, protagonizada por la propia narradora: Una

travesa de ms de dos mil setecientos kilmetros de monte y desierto en compaa de cuatro


dromedarios y una perra y -con breves intermitencias- un fotgrafo del National Geographic
Magazine. Para llevar a buen trmino su proyecto, que muchos consideraban imprudente o
descabellado, Robyn necesit dos aos de preparacin: dos aos durante los cuales tuvo que
aprender a adiestrar y a curar dromedarios, a construir y reparar con sus propias manos toda
clase de enseres, a superar las burlas y reticencias de los escpticos y a conseguir que una
publicacin tan seria como el National Geographic Magazine no slo reconociese el inters del
proyecto sino que aceptase financiarlo y apoyarlo.
La historia de la travesa empieza en abril de 1977. Instalada en Alice Springs, pequeo
poblado en pleno corazn de Australia, Robyn emprende la marcha hacia el oeste:
aproximadamente, sigue en lnea ideal del trpico de Capricornio. A su paso hallar imponentes
paisajes, insidias de la naturaleza e inesperados personajes como Eddie, venerable anciano
perteneciente a una tribu aborigen, que la acompaar durante ms de trescientos kilmetros y
le revelar los mitos del tiempo del Sueo. Junto a Eddie, la intrpida viajera descubrir cmo
todos aquellos elementos -arena, animales, monte, tiempo- se integran en la percepcin global
del hombre del desierto. Y descubrir tambin de qu modo perspicaz los hombres como se
comprenden el universo paralelo de nuestra civilizacin.
As, sorteando climas y soledades y tambin encuentros no siempre positivos- Robyn
completa su viaje sobre las costas del ocano ndico. Se ha ganado el apodo de camel-lady,
divulgado por la prensa internacional, y, sobre lodo, ha superado los innumerables obstculos
que ella misma haba planteado. A este punto cabe preguntarse; que indujo a Robyn a fraguar y
ejecutar tan inslita hazaa? Cules son los significados ms hondos de la aventura?
Las respuestas no pueden ser univocas porque tampoco lo son las motivaciones. En Robyn
es patente el deseo de autoafirmacin, propio de todos los seres humanos, pero no menos
patente es el matiz femenino de dicha autoafirmacin. Hay tambin otros elementos: orgenes
familiares y culturales de la protagonista; atraccin de lo marginal y poco conocido, y, en
definitiva, una mezcla de audacia e hipersensibilidad que implica vigorosas tendencias hacia la
experimentacin directa y personal.
Apasionada, observadora, valiente y dotada de un lcido sentido del humor, Robyn
Davidson es la narradora ideal de su propia historia. Ha sabido transmitir sus experiencias con
amenidad y hondura, sintetizando admirablemente la objetividad del cronista con el calor del
testimonio. Tampoco faltan en su relato sorpresas e ironas. Inesperadas recompensas y
percances azarosos. Surgida tal vez como pura manifestacin de independencia, la aventura
relatada en PISTAS se dilata en un despliegue imponente e inolvidable.












Robyn Davidson








EDITORIAL ARGOS VERGARA, S. A.
Barcelona









Ttulo de la edicin original
TRACKS

Traduccin
Horacio Gonzlez Trejo


Cubierta
Fotografa Rick Smolan,
por cortesa de Contact from Colorlfic




Primera edicin: mayo de 1981

Copyright Robyn Davidson, 1980
Editorial Argos Vergara, S. A.
Aragn, 390, Barcelona 13 (Espaa)


ISBM: 84-7178-310-X
Depsito Legal: B. 18.849 -1981


Impreso en Espaa- Printed in Spain
Impreso por Chimenos, S. A., Dr. Severo Ochoa, s/n.,
Coll de la Manya, Granollers (Barcelona)









Para Nancy y los reyezuelos azules








Anna saba que tena que atravesar el desierto. Por
encima de ste, a lo lejos, haba montaas... purpreas,
naranjas y grises. Los colores del sueo eran
extraordinariamente hermosos y vvidos... El sueo
signific un cambio en Anna, en su conocimiento de s
misma. En el desierto estaba sola y no haba agua y se
encontraba lejos de los manantiales. Despert con la
certeza de que, para cruzar el desierto, deba descargarse.

Doris Lessing: El cuaderno dorado.








PRIMERA PARTE


EL SALTO DESDE ALICE



1


Llegu a Alice a las cinco de la madrugada con mi perra, seis dlares y una maleta pequea
llena de ropa que no me servira: El folleto deca: Sugerimos que traiga una rebeca para las
noches. Un viento helado agitaba el polvo del andn y me detuve temblorosa, abrazando el
cuerpo tibio de mi perra mientras me preguntaba qu locura me haba llevado hasta esa
misteriosa y solitaria estacin de ferrocarril situada en el corazn de la nada. Con el viento
golpeando mi espalda vi la hilera de montaas que se elevan en los lmites del pueblo.
Hay momentos de la vida que parecen ejes en torno a los cuales gira la existencia: breves
instantes de intuicin en los que sabes que, para variar, has hecho lo correcto, en los que piensas
que ests en la pista acertada. Al contemplar aquel plido amanecer que ti de colores brillantes
los peascos, comprend que viva uno de esos momentos. Fue un instante de confianza pura y
sin complicaciones... un destello de apenas diez segundos.
Dggity se apart de mis brazos y me mir con la cabeza ladeada y sus orejas de cochinillo
erguidas. Experiment esa sensacin de desastre inminente que sientes al saber que te has
convencido de que debes hacer algo difcil y que no hay camino de retorno. Es bueno largarse sin
dinero y coger un tren dicindote que, en realidad, eres una persona bastante valiente y
aventurera y que resolvers competentemente las situaciones a medida que se presenten. Sin
embargo, cuando realmente llegas a la otra punta y no hay nadie esperndote, ningn sitio al que
ir y nada que te sustente, salvo una idea delirante en la que ni siquiera crees de verdad, de pronto
parece mucho ms atractivo estar en casa, en la apacible costa de Queensland, analizando planes
y bebiendo ginebra en la terraza en compaa de amigos, leyendo libros sobre camellos y
haciendo interminables listas que acabarn en la papelera.
La idea delirante constitua, sobre todo, en conseguir el nmero indispensable de
dromedarios salvajes, entrenarlos para que transportaran mis pertrechos y a continuacin
recorrer el interior y los alrededores de la zona desrtica central. Saba que en esta regin
abundan los dromedarios salvajes. En la dcada de los cincuenta del siglo pasado fueron
importados con sus propietarios afganos y del norte de la India, a fin de explorar las zonas
inaccesibles, transportar alimentos y ayudar a construir el sistema telegrfico y las vas frreas,
que finalmente provocaran su ruina econmica. Cuando esto ocurri, los acongojados afganos
dejaron en libertad a sus dromedarios e intentaron conseguir otro trabajo. Como el desierto era
su nico oficio, no les result fcil. Tampoco tuvieron mejor suerte con el apoyo gubernamental.
Sin embargo, los dromedarios encontraron una salida fcil: era un territorio perfecto para ellos y
crecieron y prosperaron, de modo que ahora existen aproximadamente diez mil que recorren el
territorio libremente y fastidian en las granjas, son expulsados a balazos y, segn algunos
ecologistas, estn poniendo en peligro algunas especies vegetales por las que tienen predileccin.

Su nico enemigo natural es el hombre, estn prcticamente libres de enfermedades en la
actualidad se considera que los dromedarios australianos estn entre los mejores del mundo.
Pocos pasajeros viajaban en el tren y larga haba sido la travesa: ochocientos kilmetros
y dos das desde Adelaida hasta Alice Springs. Los modernos caminos principales que rodean Port
Augusta casi inmediatamente se redujeron a arrugadas y miserables pistas rosadas e inacabables
que conducan hacia el reluciente horizonte; despus no hubo ms que el pergamino seco y rojo
de la tierra muerta, el majestuoso escondite de Dios, donde los hombres son hombres y las
mujeres un complemento. Los fragmentos de la conversacin en el vagn an persistan en mi
mente.
-Buenos das. Le molesta que me siente aqu?
Suspir sin dejar de mirar a travs de la ventanilla o el libro que lea.
-No.
El hombre que me haba hablado baj la mirada hasta el nivel de mi pecho.
-Dnde est su hombre?
-No tengo hombre.
Hubo un dbil resplandor en sus ojos legaosos e inyectados en sangre, que seguan fijos
a la altura de mi pecho.
-Cielos, chica, no ir sola a Alice, verdad? Escuche, seorita, est irremediablemente
perdida. Sin duda, los negros la violarn. Ya sabe que all los malditos negros andan sueltos.
Necesitar que alguien la cuide. Le dir una cosa: la invitar a una cerveza, despus volveremos
a su compartimiento y nos iremos conociendo, eh? Qu le parece?
Esper hasta que la estacin se desocup de sus bulliciosos recin llegados, de pie en el
vaco del silencio de las primeras horas de la maana, luchando contra mi desasosiego, y despus
part con Diggity hacia la ciudad.
La primera impresin que tuve mientras bajbamos por la calle desierta fue la de la fealdad
arquitectnica del lugar, un desagradable contraste con la magnificencia del entorno. Todo
estaba cubierto de polvo, desde el enorme y destacado pub de la esquina hasta los escaparates
vulgares y sin imaginacin de la calle principal. Montones de insectos muertos se apiaban en las
farolas de arco, y los vehculos de traccin a cuatro ruedas salpicados de tierra roja, con slo dos
superficies transparentes gracias a los limpiaparabrisas, traqueteaban intermitentemente por la
ciudad de cemento y asfalto. Esa zona comercial de color verde hospital, gris y crema, daba paso
gradualmente a unos extendidos suburbios que se interrumpan en la inmensa cara roja y
perpendicular de los Montes MacDonnell, que bordea el sur de Alice y se extiende, sin solucin
de continuidad -exceptuando unos pocos kilmetros espectaculares-, a lo largo de varios
centenares de kilmetros al este y al oeste. El ro Todd, un cauce seco, blanco y arenoso bordeado

de elevadas columnas de eucaliptos plateados, serpentea por el pueblo y luego se adentra en las
montaas a travs de un estrecho desfiladero. Con el correr del tiempo descubrira que esta
cadena de montaas, que asoma amenazante como un monstruo prehistrico petrificado, ejerce
una profunda influencia psicolgica en las diminutas figuras de las gentes de abajo. Las enloquece.
Les recuerda las incomprensibles dimensiones del tiempo, que casi logran abolir con las casas de
ladrillos barnizados y los marchitos jardines de estilo ingls.
Pensaba acampar a orillas del riachuelo, con los aborgenes, hasta conseguir trabajo y un
lugar donde vivir; pero los presagios de desastre del hombre del tren me persuadieron de que era
una idea suicida. Todos, desde los borrachos crnicos hasta los hombres y mujeres insensibles,
de caras morenas y arrugadas y expresin mortecina, pasando por los camareros de esmoquin
que servan y consuman ingentes cantidades de alcohol, contribuyeron a que desechara esa idea.
Los negros eran, indudablemente, el enemigo: animales sucios, holgazanes y peligrosos. Con
sospechoso fervor se contaban historias de jovencitas blancas que por la noche se perdan
inocentemente Todd abajo, encontrando all un destino peor que la muerte. Era el nico tema
que haba enfurecido a toda la poblacin. Tambin en mi tierra haba odo otras historias acerca
de un negro joven que una maana fue encontrado en una cuneta de Alice pintado de blanco.
Hasta en la ciudad, donde era poco probable que el ciudadano corriente hubiese visto alguna vez
a un aborigen -menos an hablar con l-, ese mismo hombre poda hablar largo y tendido y con
extraordinario desdn acerca de cmo eran, de su pereza y su falta de inteligencia. Esto se deba
a la prensa -en la cual los tpicos sobre los borrachos sucios y de la edad de piedra en paro
constituan prcticamente la nica publicidad que reciban los aborgenes y a que, en la escuela,
todos habamos aprendido que no eran mucho mejores que monos especializados, carentes de
cultura, gobierno y derecho a la existencia en un mundo blanco muy superior; nmadas sin
destino, atrasados, primitivos y estpidos.
Cuando te encuentras en una nueva poblacin, es muy difcil distinguir la realidad de la
fantasa, el miedo de la paranoia y a los buenos de los malos. De todas maneras, este lugar tena
algo indiscutiblemente extrao. Pareca un sitio sin alma ni races, pero quiz fuera precisamente
eso lo que, en determinadas circunstancias, fomentaba lo extraordinario. Acaso todos hablan
intentado asustarme porque yo era una mujer urbana que se haba trasladado al monte? Haba
aterrizado sbitamente en territorio del Ku Klux Kan? Ya antes haba estado con aborgenes y, en
realidad, compart con ellos una de las mejores vacaciones de mi vida. Es verdad que el alcohol
haba corrido y que a veces se desat alguna pelea, pero eso tambin formaba parte de la
tradicin australiana blanca y ocurra en la mayora de los pubs o las fiestas del pas. Si los negros
de aqu eran como los de all, cmo era posible que un grupo de blancos estuviese tan
consumido por el miedo y el odio? Y si eran distintos, qu haba ocurrido para volverlos as?
Anda con cuidado, gritaban mis instintos. Ya haba percibido una violencia soterrada en esa
poblacin y tena que encontrar un lugar seguro donde estar. Los conejos tambin tienen
mecanismos de supervivencia.
Suele decirse que la paranoia atrae a la paranoia: en realidad, nunca conoc a nadie que
tuviera una opinin tan negativa de Alice Springs. De todos modos, yo lo aprendera desde la base,
lo cual pudo darme una perspectiva distorsionada. Se dice que todo aquel que ve fluir tres veces

el rio Todd se enamora de Alice. A finales del segundo ao, tras verlo fluir caprichosamente ms
veces, senta por l un odio apasionado y al mismo tiempo un apego inexplicable y devorador.
All viven catorce mil personas, de las cuales un millar son aborgenes. Los blancos, en su
mayora, son funcionarios del gobierno, inadaptados y aventureros diversos, propietarios de
granjas de ganado vacuno o lanar retirados, peones agropecuarios itinerantes, camioneros y
pequeos agentes comerciales cuya principal funcin en la vida consiste en esquilmar los turistas
que llegan en masa de Estados Unidos, Japn y la Australia urbana, deseosos de vivir grandes
aventuras en esta ltima avanzada romntica y de ver el extraordinario desierto que la rodea.
Hay tres pubs importantes, unos pocos moteles, un par de restaurantes de poca monta y varias
tiendas que venden camisetas con inscripciones como He escalado Ayers Rock, bumerangs
fabricados en Taiwn, libros sobre curiosidades australianas y paos de cocina con valientes
salvajes que sostienen las lanzas perfiladas contra el sol poniente. Se trata de una poblacin
fronteriza que se caracteriza por una agresiva moral masculina y graves tensiones raciales.
Desayun en una cafetera barata; despus sal a la calle, muy luminosa, donde todo
comenzaba a moverse, y ech un vistazo a mi nuevo entorno. Le pregunt a alguien dnde se
encontraba el alojamiento ms barato y me enviaron a un camping para remolques situado a
unos cinco kilmetros al norte del pueblo.
Fue una caminata calurosa y polvorienta, aunque interesante. El camino era paralelo a un
afluente del Todd. Las inmviles y rectas columnas de humo azul que se alzaban entre las hojas
de los gomeros sealaban los campamentos aborgenes. A la izquierda se encontraban los garajes
y los talleres de la Alice industrial; cobertizos de hierro galvanizado detrs de los cuales se
extendan los cuidados jardines y rboles de los suburbios. Cuando llegu, el dueo del camping
me inform de que slo costaba tres dlares s llevaba m propia tienda, y s no la tena, ocho.
La sonrisa se esfum de mis labios. Mir con ganas las bebidas frescas y sal a tomar agua
tibia del grifo. Ante la duda, no pregunt s el agua era gratuita. En una de las esquinas del camping,
unos jvenes de pelo largo y tejanos remendados levantaban una gran tienda de campaa. Como
parecan abordables, les pregunt si poda quedarme con ellos. Se alegraron de ofrecerme refugio
y simpata.
Esa noche me llevaron al pueblo en su destartalada camioneta con paneles de madera en
los costados, camioneta que contaba con todos los adornos que solemos relacionar con la
juventud urbana que se mueve libremente: un equipo estereofnico de cinco millones de
decibelios e incluso tablas de surf... pues se dirigan al norte. Nos introdujimos entre las
polvorientas luces del pueblo y nos detuvimos frente al pub, para comprar bebidas alcohlicas.
La muchacha, que era tmida y muy joven, sbitamente se volvi hacia m.
-Ah, mralos, no te parecen repugnantes? Cielo santo, parecen monos!
-Quines?

-Los aborgenes -su amigo estaba apoyado contra la pared de la taberna y esperaba-. Bill,
date prisa y largumonos de aqu. Son unos brutos horribles -se cruz de brazos como si tuviera
fro y se estremeci de asco.
Me llev las manos a la cabeza, me mord la lengua y supe que la noche sera largusima.
Al da siguiente consegu trabajo en el pub, para comenzar dos das despus. S, poda
hospedarme en una habitacin trasera de la taberna, cuyo alquiler sera descontado del salario
de la primera semana. Me proporcionaban comida. Perfecto. Eso me daba tiempo para resolver
el asunto de los dromedarios. Estuve un rato en la barra y convers con los parroquianos. Me
enter de que en el pueblo haba tres camelleros: dos de ellos relacionados con el negocio
turstico, y el tercero, un viejo afgano que llevaba dromedarios desde las tierras vrgenes para
venderlos a Arabia como carne. Conoc a un joven gelogo que se ofreci a llevarme en coche
hasta la casa del afgano para que le conociera.
En cuanto vi a Sallay Mahomet, tuve la certeza de que saba exactamente lo que haca.
Exudaba la confianza patizamba y del manejo de la soga de un hombre que lleva mucho tiempo
acostumbrado al trato con animales. Estaba reparando unas raras sillas de montar cerca de un
corral polvoriento ocupado por esas bestias extraas.
-S, en qu puedo servirla?
-Buenos da, seor Mahomet -dije confiadamente-. Me llamo Robyn Davidson y... bueno,
ver, he planificado un viaje al desierto central; quiero conseguir tres dromedarios salvajes y
adiestrarlos, y pens que quiz podra ayudarme.
-Hrrrmppph.
Sallay me observ desde debajo de sus espesas cejas blancas. Haba en l un seco
malhumor que me puso instantneamente en mi sitio e hizo que me sintiera como una idiota sin
remedio. -Supongo que tambin piensa que lo lograr mir al suelo, arrastr los pies y murmur
algo a la defensiva. Sallay agreg-: Qu sabe sobre dromedarios?
-Ah, bueno, a decir verdad, nada; quiero decir que, en realidad, stos son los primeros que
veo, pero... ah...
-Hrrrmppph. Y qu sabe del desierto?
Mi silencio puso dolorosamente de manifiesto que era muy poco lo que yo saba con
respecto a todo.
Sallay dijo que lo lamentaba, pero que crea que no poda ayudarme, y volvi a ocuparse
de sus asuntos. Mi engreimiento se derrumb. Las cosas seran ms difciles de lo que yo supona,
y eso que slo era el primer da.

A continuacin nos dirigimos al rancho situado al sur del pueblo, donde los turistas podan
montar en dromedario. Conoc al propietario y a su esposa, una amable mujer que me ofreci t
con pasteles. Se miraron en silencio mientras les expona mi proyecto.
-Bueno, venga siempre que quiera para ir conociendo a los animales -me dijo el hombre
jovialmente, si bien apenas logr disimular su sonrisa afectada.
De todas maneras, la intuicin me deca que sera mejor que me mantuviera lejos de all.
El hombre no me gust, y estaba convencida de que esa sensacin era mutua. Adems, cuando
vi cmo bramaban y peleaban sus animales, pens que probablemente no era una persona de la
cual poda aprender.
El ltimo lugar, la casa Posel, estaba a unos cinco kilmetros al norte y, segn algunos
parroquianos del bar, era propiedad de un manitico.
Mi amigo gelogo me dej en el pub y desde all camin hacia el norte por el lecho del rio
Charles. Fue una caminata deliciosa, a la sombra y el frescor de los rboles. Las jauras de perros
del campamento, que corran encolerizados para advertimos a Diggity y a m que abandonramos
su territorio, quebraron a menudo el silencio, y sus dueos aborgenes les arrojaron botellas, latas
y maldiciones, pero, de todas maneras, nos sonrieron y nos saludaron con la cabeza.
Llegu a la entrada de una casa de campo blanca y pulcra, situada en medio de rboles y
jardines. Se trataba de un chalet austraco en miniatura, hermoso aunque absurdo entre los
cantos rodados rojos y los diablillos del polvo. Los corrales eran de madera tallada a mano y de
cuerdas entrelazadas, obra de un maestro artesano. Las cuadras estaban decoradas con arcos y
geranios. No haba nada fuera de su sitio. Gladdy Posel sali a la puerta para recibirme. Era una
mujer madura y menuda, como un pjaro, con un rostro que hablaba de privaciones, de
preocupaciones y de una voluntad inquebrantable. Pero tambin contena una nota de recelo. De
todas maneras, de momento fue la primera persona que no recibi mi idea con protectora
incredulidad. O tal vez lo disimul mejor. Kurt, su marido, no estaba en casa, por lo que arregl
las cosas para verle al da siguiente.
-Qu te parece el pueblo? - me pregunt Gladdy Posel.
-Creo que apesta -respond, y en el acto me arrepent de lo que habla dicho. No deseaba
poner a Gladdy en mi contra.
Ella sonri por primera vez.
-En ese caso, es posible que todo salga bien. Recuerda que la mayora de la gente del lugar
est loca y que tendrs que cuidar de ti misma.
-Y los negros? -inquir.
El recelo volvi a su expresin.

-No hay ningn problema con los negros, salvo lo que les hacen los blancos.
Sonre. Al parecer, Gladdy era una rebelde.
Al da siguiente, Kurt sali a recibirme con todo el entusiasmo que le permiti su
naturaleza germnica. Vesta un inmaculado traje blanco y un turbante del mismo color, tambin
impecable. Salvo por sus ojos de color azul hielo, pareca un moro barbado y delgado pero fuerte.
Estar a su lado era como encontrarse junto a una lnea de conduccin elctrica cada: pura energa
peligrosa y crepitante. Era de piel oscura, duro, con las manos cubiertas de callos y agrandadas
por el trabajo; sin lugar a dudas, se trataba del individuo ms extraordinario que habla visto en
mi vida. Apenas haba pronunciado mi nombre, cuando me condujo a la terraza y comenz a
explicarme, con todo lujo de detalles, cmo sera la vida durante los prximos ocho meses,
sonriendo en todo el tiempo y mostrando su dentadura incompleta.
-Bien, trabajars para m durante ocho meses y entonces comprars uno de mis
dromedarios; te ensear a entrenarlos y conseguirs dos animales salvajes, y eso es todo. Tengo
el animal adecuado para ti... es fuerte y bastante manso.
-S, pero... -tartamude.
-Pero qu? -grit, incrdulo.
-Cunto costar?
-Ah, claro, quieres saber cunto costar. Ya, djame pensar. Te lo dar por mil dlares.
Una ganga.
Un dromedario tuerto por mil pavos, pens para mis adentros. Con esa suma podra
comprar un elefante.
-Vers, Kurt, es muy amable de tu parte, pero no tengo dinero. -Su sonrisa desapareci
como agua engullida por el sumidero -. Pero puedo trabajar en el pub, de modo que...
-Ya, exactamente -agreg-. S, trabajars en el pub, te quedars aqu como aprendiza a
cambio de la comida y vivienda desde esta misma noche, y veremos de qu pasta ests amasada.
Trato hecho. Tienes suerte de que yo haga esto por ti.
En medio de mi embotada incredulidad, comprend a medias que Kurt me estaba
atontando y embarcando en algo. Me llev hasta mi inmaculada habitacin de las cuadras y entr
a buscar mi nuevo traje de camellera. Me puse los enormes bombachos blancos y me acomod
el ridculo turbante encima de mi pelo rubio y mis ojos claros. Pareca una panadera
esquizofrnica. Sin poder evitarlo, re ante el espejo.
-Qu pasa? Eres demasiado fina?
-No, no -le tranquilic-. Ocurre que nunca me vi vestida de afgana.

Kurt me condujo junto a los dromedarios para darme la primera leccin.
-Bien, debes comenzar desde abajo e ir ascendiendo -dijo, y me entreg una escoba y un
recogedor.
Los dromedarios defecan como los conejos: copiosas cantidades de ordenados guijarros
redondos y pequeos. Parte de stos se encontraban en la direccin en que apuntaba el dedo de
Kurt. Slo en ese momento advert que no haba visto ningn excremento en los cinco acres, ni
siquiera una partcula. Teniendo en cuenta que Kurt tena ocho animales, aquello era, como
mnimo, sorprendente. Deseosa de impresionar a mi nuevo jefe con mi diligencia, me agach,
recog cuidadosamente los excrementos y me ergu para que me inspeccionara.
Algo le ocurra a Kurt. Pareca como si tuviese algn problema con los labios y suba y
bajaba las cejas. Su piel se ruborizaba bajo el tono pardo. Estall como un volcn y me salpic de
saliva al igual que si se tratara de lava caliente.
-QU ES ESO?
Baj la mirada confundida, pero no vi nada. Me arrodill, ms tampoco logr divisar nada.
Kurt se puso de rodillas a mi lado y, oculto bajo una brizna de hierba rastrera cortada, se
encontraba el ms minsculo y antiguo fragmento de mierda de dromedario que pueda
imaginarse.
-Lmpialo! -grit-. Crees que ests de vacaciones? No poda creer lo que estaba
ocurrindome; temblorosa, recog aquel excremento microscpico. Con el correr de los aos
prcticamente se haba convertido en polvo. De todas maneras, Kurt se seren y seguimos
haciendo la ronda por el rancho.
Despus de ese arranque, quiz deb pensarlo dos veces antes de quedarme; pero pronto
se hizo evidente que mi nuevo y demonaco amigo era un genio con los dromedarios. De una vez
y para siempre, destruir ahora algunos mitos relativos a estos animales. Con excepcin de los
perros, se trata de los seres ms inteligentes que conozco, y les dara un coeficiente de
inteligencia aproximadamente al de los nios de ocho nios. Son cariosos, descarados,
juguetones, ingeniosos -s, ingeniosos-, dueos de s mismos, pacientes, trabajadores e
incesantemente interesantes y encantadores. Tambin son muy difciles de adiestrar, pues
poseen una disposicin muy poco domstica, adems de ser extremadamente listos y perspicaces.
Por este motivo tienen tan mala fama. Si se les trata mal, pueden resultar muy peligrosos y
claramente rebeldes. Los de Kurt no eran ni lo uno ni otro. Parecan grandes perros curiosos. Y no
huelen muy mal, salvo cuando te regurgitan encima el bolo alimenticio verde y viscoso, en un
ataque de enojo o de miedo. Tambin dir que son animales muy sensibles, que se asustan pronto
si reciben malos tratos y que se echan fcilmente a perder. Son altaneros y estn claramente
convencidos de que configuran la raza elegida por Dios. Pero tambin son cobardes, y su porte
aristocrtico oculta un corazn delicado. Estaba atrapada.

Kurt procedi a explicar, en trminos generales, mis deberes. Los excrementos parecan
constituir el principal problema. Yo tena que seguir todo el da a los animales y recoger los
desagradables excrementos. En ese momento me cont que una vez tuvo la brillante idea de
introducirles en el ano las vejigas de goma, hinchables, de los balones de ftbol, pero durante ese
da defecaron gimiendo. Mir de soslayo a Kurt y me di cuenta de que no bromeaba.
Tambin tena que recoger a los animales a las cuatro de la maana, destrabarlos (estaban
atados con correas y con unos treinta centmetros de cadena alrededor de las patas delanteras,
para evitar que se fueran demasiado lejos y demasiado de prisa) y conducirlos hasta el rancho en
fila, morro con cola, listos para ensillar. Dos o tres seran utilizados para el trabajo del da -pasear
turistas por el ruedo a un dlar la vuelta- mientras los dems estaran guardados en los corrales.
Deba atar a los tres elegidos a sus recipientes con comida, limpiarlos con una escoba, pedirles
que whoosh (una antigua palabra afgana que aparentemente quera decir sentarse) y
colocarles las llamativas sillas de imitacin rabe, diseadas por Kurt. sa sera la mejor parte de
mi existencia durante los ocho meses siguientes. Kurt me arroj al centro de las cosas, lo cual
result excelente. No me dio tiempo a que los animales me asustaran. Pasaba la mayor parte del
resto del da manteniendo escrupulosamente limpia, ordenada y libre de maleza su estril
propiedad, donde ni una sola brizna de hierbo se atreva a crecer fuera de sitio.
Aquella noche, el muchacho que haba tenido la amabilidad de hacerme recorrer en coche
el pueblo vino a ver cmo estaba. Comuniqu a Kurt que tena un visitante y me fui con l a las
cuadra. Nos sentamos a charlar, contemplando el resplandor azul y naranja iridiscente de la cada
de la tarde. Estaba agotada despus de las tareas del da. Kurt me haba hecho trotar a paso rpido
del cobertizo de la comida a los dromedarios y vuelta a comenzar. Haba desherbado un huerto,
podado con una tijera, un kilmetro y medio de bordillo plagado de grama, conducido infinidad
de turistas inaguantables alrededor del ruedo, a lomos de los dromedarios, y tambin haba
limpiado, fregado, raspado y acarreado cosas hasta que pens que caera rendida. No haba
aflojado el paso un solo instante, y en todo momento Kurt examin mi trabajo y mi persona,
murmurando que quiz estuviese hecha de buena pasta, y en otros momentos insultndome
delante de los turistas, perplejos y azorados. Mientras trabajaba, estaba demasiado ocupada
para pensar si podra resistir ese trato durante ocho meses; sin embargo, al hablar con mi joven
amigo bull en mi interior toda la ira que senta hacia Kurt. Es un macho arrogante, pens, un
cerdo miserable, piojoso, tacao, obsesivo y quejica. Me odi a m misma por mi infernal cobarda
al tratar con la gente. Es un sndrome exclusivamente femenino, semejante a la debilidad de los
animales que siempre han sido vctimas. No haba sido lo bastante agresiva ni le haba hecho
frente como corresponda. Y ahora experimentaba ese impotente y furibundo tartamudeo
interno. Sbitamente, Kurt apareci en la esquina; un fantasma de blanco que avanzaba a grandes
pasos. Percib su furia antes de que llegara a nosotros y me puse el pie para hacerle frente. Seal
a mi amigo con un dedo tembloroso y sise con los clientes apretados.
-T, lrgate ahora mismo de aqu. No s quin demonios eres. Nadie est autorizado a
entrar aqu despus del anochecer. Probablemente, Fullarton te ha enviado aqu para espiar mis
diseos de la silla de montar-me dirigi una furiosa mirada-. Me he enterado por mis propias

fuentes de que ya has estado all. Si trabajas para m, no te acerques a ese lugar... Jams!
Comprendido?
En ese momento estall. Comparativamente, en el infierno no haba furia. Mi pobre y
joven amigo desapareci en la penumbra, con los ojos desorbitados, y me descargu con Kurt,
prefirindole todos los insultos que existan y gritndole que no exista la menor posibilidad de
que yo volviese a hacer su maldito trabajo. Antes prefera morir. Entr como una tromba en el
cuarto, presa de una ira apasionada, cerr violentamente la preciosa puerta del granero -la que
haba que tocar como si fuera de cristal- y prepar mis escasas pertenencias.
Kurt estaba estupefacto. Me haba evaluado mal y se pas de la raya. El signo dlar
desapareci de sus ojos. Haba perdido una loca y una esclava, pero era demasiado orgulloso para
disculparse. A primera hora de la maana siguiente me mud al pub.


2


El pub tena cuatro divisiones principales. El saln interior, donde yo trabajaba, atenda a
muchos de los parroquianos: camioneros, trabajadores agropecuarios -algunos de ellos con
alguna dosis de sangre aborigen- y el esquilador negro ocasional que acababa de recibir un
cheque por doscientos dlares que se hara efectivo en el pub, del cual quedara muy poco a la
maana siguiente. A pesar de las fciles ganancias, los negros estaban tcitamente mal vistos all
y no iban con frecuencia. El bar-saln albergaba a los turistas y a algunos parroquianos de una
posicin social ligeramente superior, aunque exista un intercambio general entre ambos bares.
La Sala de billar permita la entrada a los negros, aunque de mala gana. En el bar interior -una sala
acogedora y decorada con mal gusto- beban los policas, los abogados y la clase alta. Los negros
tenan la entrada prohibida en el bar interior. No se trataba de algo legal ni declarado, aunque,
de todos modos, se cumpla bajo el pretexto de los parroquianos deben vestir correctamente,
etctera. Los temerarios de la taberna lo apodaban el bar de los cacas. Este pub, al menos, no
contaba con un ventanuco, como la mayora de los otros del territorio del norte. En la parte
trasera haba pequeas ventanas a travs de las cuales se venda alcohol a los negros.
Yo viva en una casilla de cemento de la parte trasera, llena de corrientes de aire,
amueblada con una cama de aluminio provista de un fesimo y manchado cobertor de felpa color
rosa. Escriba alegres cartas a casa en las que contaba a todos que practicaba el entrenamiento
de animales con cucarachas gigantescas, que las azotaba hasta someterlas, pero que tema que
algn da se volvieran contra m, motivo por el cual me haba abstenido de introducir la cabeza
en sus fauces. De todas maneras, las bromas encubran una depresin cada vez mayor. Conseguir
dromedarios o informacin sobre ellos resultaba inenarrablemente ms difcil de lo que pensaba.
A esas alturas, la noticia de mi proyecto se haba difundido y provoc muchas risas burlonas de
los parroquianos y una informacin intil e incorrecta suficiente para abastecer una biblioteca del
absurdo. De repente, todo el mundo pareca saber todo lo necesario acerca de los dromedarios.
No hace falta profundizar demasiado para descubrir el motivo por el cual algunas de las
feministas ms furibundas del mundo respiraron el vigorizante y azul aire de Australia durante
sus aos de formacin, antes de preparar sus bolsos de piel de canguro y largarse a Londres,
Nueva York o cualquier lugar donde el machismo recalcitrante desaparecera suavemente de sus
conciencias con cicatrices de guerra, como una horripilante pesadilla al amanecer. Cualquiera que
haya trabajado en un bar exclusivo para hombres de Alice Springs comprender lo que quiero
decir.
Algunos hombres esperaban junto a las puertas a la hora de abrir y, tras doce horas de
libaciones, se iban de mala gana y con frecuencia a gatas a la hora de cerrar. Otros tenan horas
fijas, lugares fijos y amigos fijos, y durante un rato intercambiaban historias, siempre los mismos
comentarios, siempre las mismas reacciones. Otros se sentaban solitarios en un rincn y soaban

Dios sabr qu. Algunos estaban locos, otros eran mezquinos y un cierto nmero de ellos -oh,
esas pocas y raras gemas!- se mostraban amables, serviciales y joviales. A las nueve de la noche,
algunos lloraban por las oportunidades perdidas, las mujeres perdidas o las esperanzas perdidas.
Mientras lloraban y yo les coga la mano por encima del mostrador, pidindoles que se calmaran,
se orinaban muda y descaradamente contra la barra.
Para estudiar seriamente el culto australiano a la misoginia, es necesario remontarse a los
doscientos aos de historia australiana blanca y desembarcar en la orilla de la ancha tierra
parda con un puado de condenados destruidos y quejumbrosos. A decir verdad, el sitio donde
desembarcaron era relativamente verde y atractivo, y la historia de la ancha tierra parda surgira
ms tarde. Podemos suponer que, en la colonia, la vida no era demasiado fcil; pero los
muchachos aprendieron a mantenerse unidos y, una vez cumplida la condena, si es que an
estaban en sus cabales, se adentraron en el formidable territorio para tratar de arrancarle un
lastimero sustento. Eran resistentes y no tenan absolutamente nada que perder. Adems,
disponan de alcohol para ahogar las penas. En los aos cuarenta del siglo XIX, los residentes
comenzaron a notar que faltaba algo: ganado lanar y mujeres. Importaron el primero de Espaa,
una genialidad que hara figurar a Australia en el mapa econmico; a las segundas las trasladaron
en embarcaciones desde los asilos para pobres y los orfanatos de Inglaterra. Pues que nunca hubo
bastantes (me refiero a mujeres), es fcil imaginar el frentico asalto a los muelles de Sdney
cuando las muchachas desembarcaban airosamente. Es difcil borrar en slo un siglo una memoria
racial tan traumtica, y este culto se mantiene y revitaliza en todos los pubs del pas, sobre todo
en el campo, donde an persiste tan sentimentalmente la imagen estereotipada del macho
australiano. El ejemplar actual carece casi por completo de encanto. Es un hombre lleno de
prejuicios, intolerante, aburrido y, sobre todo, brutal. Sus entretenimientos en la vid a se limitan
a pelear, cazar y beber. Para l, un compinche abarca a todo aquel que no sea italiano, hind,
ingls, aborigen, mestizo, negro, oriental, judo, chino, japons, franchute, alemn, comunista,
afeminado, poli, pescador ni, claro, muchacha, chica, etc.
Una noche, en el pub, se acerc uno de los parroquianos ms amables y me coment en
voz baja:
-Chica, tendras que ser ms cuidadosa. Sabes que algunos de estos tipos te han
nominado para el prximo caso de violacin del pueblo? No debes mostrarte tan cordial.
Me hund en la tristeza. Qu haba hecho, salvo palmear un hombro, ayudar al paralitico
que apareca de vez en cuando o escuchar en silencio una desgarradora historia de mala suerte?
Por primera vez me sent realmente asustada.
En una ocasin reemplac a alguien en el bar interior. Haba all alrededor de seis hombres
que beban tranquilamente, incluidos dos o tres policas. De repente entr una vieja aborigen
despeinada y borracha y comenz a lanzar improperios e insultos a los polis. Un polica corpulento
y fornido se acerc a ella y comenz a golpearle la cabeza contra la pared.
-Cllate y lrgate, vieja aborigen -le grit.

Estaba a punto de poner en movimiento mis miembros, saltar por encima de la barra y
detenerle, cuando el polica la arrastr hasta la puerta y la arroj a la calle. Nadie se movi de su
taburete, y poco despus todos volvieron a sus copas e hicieron bromas sobre la estupidez de los
aborgenes. Aquella noche, cuando nadie me vea, derram algunas lgrimas detrs de la barra,
pero no fueron lgrimas de autocompasin, sino de ira y disgusto impotente.
Entretanto, Kurt haba superado su impetuoso orgullo y aparecido ocasionalmente para
decirme que volviera. Gladdy, a la que yo tena muchas ms ganas de ver, haca acto de presencia
de vez en cuando para comprobar mis progresos, y en secreto, me apremiaba para que aceptara
la propuesta de su marido. Despus de trabajar dos o tres meses en el pub, haba ahorrado lo
suficiente como para que la idea volviera a ser factible, aunque no atractiva. Evidentemente, el
rancho de Kurt era el mejor lugar para aprender, y aunque significara soportar sus excntricos
modales, tal vez sa fuera la mejor solucin. Adems, durante las visitas se haba mostrado
encantador e hizo que llegara a pensar que quiz yo haba cometido un error tctico.
En consecuencia, comenc a pasar los das libres en el rancho, a dormir all por las noches
-esta vez dentro de la casa, por insistencia de Gladdy - y a volver a trabajar temprano por la
maana. En una de esas ocasiones, el pub me dio su golpe definitivo.
Una madrugada regres a mi pequea mazmorra y en la almohada encontr unos
excrementos, grande y bien modelados, acomodados casi amorosamente, como si realmente
perteneciera a ese sitio, como s por fin hubieran encontrado su ltima morada. Tuve la delirante
idea de que deba dirigirme a ellos de algn modo, de que deba comunicar mi presencia, como
s yo fuese la intrusa. Por ejemplo: Disculpadme, creo que os habis equivocado de cama. Los
mir boquiabierta y con la mano apoyada en el picaporte al menos durante cinco minutos. Mi
sentido del humor, la confianza en m misma y la fe en la humanidad desaparecieron rpidamente.
Renunci y hui a la relativa cordura del rancho.
A partir de entonces, hasta los rigores de la compaa de Kurt parecan soportables. El
trabajo muscular al aire libre, el sol abrasador, los dromedarios que deba atender y Gladdy,
hicieron que la vida pareciera nuevamente prometedora. Adems, Kurt, aunque nunca fue del
todo bondadoso, al menos se mostraba cordial. Fue un maravilloso maestro. Me oblig a trabajar
con los animales de un modo que yo no me habra atrevido a intentar por cobarda, pero jams
me forz hasta el extremo de hacerme perder la confianza en m misma. Debido a su actitud, yo
era audaz. Nada de lo que esos seres pudieran hacer me asustaba en lo ms mnimo. El que
durante esa poca me salvara de sufrir graves daos fsicos seguramente tiene mucho que ver
con los ngeles de la guarda, las hadas madrinas, la inteligencia de Kurt y una excepcional buena
suerte. l pareca satisfecho de mis progresos con las bestias y comenz a introducirme en los
secretos de su manejo.
-No te olvides nunca de observar al animal; obsrvalo de da y de noche y sabrs cmo
piensa. Siempre, absolutamente siempre, las necesidades del dromedario ocupan el primer lugar.
Cada uno de sus ocho animales posea una personalidad inconfundible. Biddy era la gran
dama matronal de los dromedarios e infinitamente superior a lo meramente humano; Misch-

Misch era la aristcrata joven, presumida y altamente sensible; Khartoum era un simptico hato
de nervios; Al era el payaso triste y estoico; Fahan era una pobre viejecita senil; Aba era el nio
atrasado que tiene problemas al llegar a la pubertad, y Bubby, el eterno bromista. Dookie era el
dromedario nacido para reinar. Yo los amaba con devocin, como a seres humanos. Pese a todo
lo que descubra sobre ellos, siempre haba algo nuevo que aprender. Siguieron sorprendindome
y fascinndome hasta el da en que dej a mis cuatro animales en la costa del ocano Indico.
Pasaba horas mirndolos, riendo con sus gracias, hablndoles y tocndolos.
Ocupaban todos mis pensamientos y el poco tiempo libre que me quedaba. Por la noche,
en lugar de mirar la televisin con Kurt y Gladdy, me iba al corral iluminado por la luna, oa cmo
rumiaban y canturreaba mi soliloquio de los dromedarios. Mientras esta aventura amorosa dur,
no tuve que pensar demasiado en el viaje que me propona realizar: poda seguir siendo un seguro
resplandor al final de un largusimo tnel.
Kurt sigui gritndome y regandome cada vez que haca algo mal, pero poda aceptarlo
-incluso apreciarlo no sin cierto masoquismo- porque me mantena bien despierta, combata mi
pereza innata y me llevaba a aprender con rapidez. Adems, cuando l realmente me alababa o
esbozaba una rara sonrisa, me aliviaba y enorgulleca ms all de todo lo imaginable. Un cumplido
del maestro equivala a un milln de lisonjas pronunciadas libremente por cualquier otra persona.
Han existido muchos esclavos dichosos.
El rancho era fabuloso y extraordinario, y estaba emplazado en el corazn de las piedras
ms antiguas del mundo. Tal vez, el frio y desolado desamor del lugar pona claramente de relieve
las cualidades mgicas y rebosantes de vida del terreno que lo rodeaba. Ingresar en ese territorio
significa atragantarse con el polvo, ahogarse por las oleadas de calor palpitante y ser llevado a la
distraccin por la omnipresente mosca australiana; significa quedar azorado por el espacio y
sentirse humilde ante el paisaje ms antiguo, descarnado e impotente que existe sobre la faz de
la tierra. Consiste en descubrir el crisol mitolgico del continente, el grandioso interior, el nunca
jams, esa tierra decrpita y desrtica de infinito aire azul e ilimitado poder. Hablar ahora de mi
creciente sensacin de libertad en la situacin feudal en que viva parece ridculo; pero entonces
todo poda enmendarse y perdonarse, era posible oponerse a toda duda en una caminata por
esos intemporales cantos rodados o por el reluciente cauce del ro a la luz de la luna.
Trabajaba de sol a sol y a veces hasta bien entrada la noche, siete das a la semana. Si
alguna vez cerrbamos el rancho porque llova o porque Kurt haba decidido hacer fiesta, an
quedaban cosas por reparar y limpiar. Comenc a darme cuenta de que Kurt se relacionaba
conmigo exactamente del mismo modo que lo hara con un dromedario al que estuviera
instruyendo. Por ejemplo, no me permiti usar zapatos, por lo que sufr un proceso terriblemente
doloroso de endurecimiento de los pies, gracias al cual mi piel aprendi a resistir erizos con pas
de un centmetro y medio de ancho y cuya forma semejaba una maza. Algunas noches no poda
conciliar el sueo a causa del dolor de mis pies hinchados, pinchados e infectados. Si pona
reparos, lo consideraba una insubordinacin; adems, el orgullo no me permita quejarme
demasiado a menudo. Haba creado mi propia crcel y tendra que soportar lo que al guardin se
le ocurriera decidir. Ms tarde, cuando mis pies quedaron ennegrecidos endurecidos agrietados

y cubiertos de callos, Kurt me permiti usar sandalias. Tambin experimentaba un extrao placer
al verme comer.
-Come, come, chica, eso es -sola decir mientras yo me zampaba una comida colosal-.
Necesitars tus energas.
Y as fue. Me observaba como un halcn, me castigaba cuando cometa errores y me daba
palmaditas y me alimenta si me portaba bien. Me moldeaba como la arcilla para convertirme en
una buena sierva, afable y dcil, que no pateara, mordiera ni escupiera. Unidas por nuestro
enemigo comn y nuestra alianza con las gentes del riachuelo abajo, Gladdy y yo desarrollamos
una gran amistad. Sin ella, no habra aguantado a Kurt tanto tiempo como lo hice. Gladdy haba
conseguido trabajo en el pueblo, sobre todo para descansar de su marido y debido a que ste
siempre se inquietaba y se quejaba de la situacin econmica por la que atravesaban. El hecho
de que el rancho no fuera tan prspero como corresponda se deba fundamentalmente a dos
factores: uno era la enemistad, ya remota, entre Kurt y Fullarton, quien, segn Kurt, sobornaba a
todos los conductores de autobuses de turistas para que no se acercaran a su casa; el segundo
consista en el estrafalario desdn y descortesa de Kurt hacia las personas que iban a su rancho.
-Maldito idiota, qu ests haciendo en esa cerca? Pueteros turistas, no sabis leer?
Hoy el rancho est cerrado. Creis que aqu no gozamos de unas malditas vacaciones?
Era una de las pocas cosas de Kurt que me gustaban. Al margen de los asuntos de los
dromedarios, los nicos momentos en que realmente nos comunicbamos eran aquellos en que
maldecamos y nos reamos de lo horrorosos que eran aquellos a los que l llamaba los
terroristas. Cuando estaba de mal humor, Kurt se descargaba con todo el mundo, incluidos los
seres ms allegados. Era el nico indicio de cierta integridad innata. Atribu el hecho de que
durante esos meses desarrollamos algo casi equivalente a una amistad a que yo todava trabajaba
bajo el simptico engao tpico de la clase media, consistente en que, en el fondo, todo el mundo
es bueno si uno logra llegar al corazn de sus problemas; pero, a la larga, l tambin me despojara
de esa imbecilidad. Era mejor no meterse con su discurrir interior. En esa etapa de mi desarrollo
estaba atrapada en el deseo de comprender a alguien que se encontraba tan al margen de mis
conocimientos, hasta que me di cuenta de que uno puede comprender y perdonar hasta quedar
vaco de todo odio
Ahora que puedo recordar esos tiempos con relativa serenidad, me parece lamentable
que Kurt creara su propio infierno, pues con l compart momentos inolvidables: las largas y
serenas cabalgatas por el campo o los das en que ensebamos a correr a los dromedarios por
el cauce del ro. En tales ocasiones cabalgu a pelo, sin pensar en ningn momento en el terreno
que zumbaba debajo de las patas martilleantes. Era emocionante y superaba todo lo imaginable.
Por lo general montaba a Dookie, un macho joven, que era mi preferido y supongo que tambin
el de Kurt. Surge un apego muy especial por el animal que adiestras tras superar el miedo, la
tensin y las dificultades que acompaa la aparicin gradual de una bestia perfecta que haba
sido poco dcil, asustadiza y problemtica. Este apego aument porque yo tambin estaba
aprendiendo y porque Dookie y yo formbamos un equipo que pasara junto por el aro.

Haba una pega en la relacin de Kurt con los animales: si estaba de mal humor, poda ser
brutalmente cruel. Aunque es verdad que hay que tratar con firmeza a los dromedarios y que la
mala conducta debe contrarrestarse con serias reprimendas y algunos golpes resonantes, Kurt
casi siempre se pasaba de la raya. Sobro todo los dromedarios jvenes experimentaban terror
hacia l. La primera vez que presenci este trato infernal fue poco despus de mi llegada. Dookie
haba lanzado una coz a Kurt, que se desquit pegndole durante quince minutos en la pata con
una cadena hasta que cre que se la iba a romper. Entr en la casa, me reun con Glad y no pude
pronunciar palabra. Durante dos das no habl con Kurt, no por el deseo de castigarle, sino porque
no me atreva a mirarle a la cara. Por primera y nica vez en nuestra relacin, Kurt se mostr
contrito. No quera volver a perderme. Pero ocurrira muchas veces ms, y pareca que todos,
incluidos los animales, lo consideraban inevitable, algo que haba que soportar como cualquier
otra cosa.
Durante los primeros meses, a menudo me sent dominada por tal desesperacin que
pens en liar mis petates y volver, derrotada, a casa. Una maniobra singularmente ingeniosa de
Kurt contrarrest con eficacia esos sentimientos. Me haba concedido un da libre, recompensa
que acept con receloso agradecimiento. Sospech que haba gato encerrado. Despus de
felicitarme por mi trabajo, me explic que se le haba ocurrido un nuevo acuerdo econmico. Me
tendra trabajando all ocho meses y luego, durante dos o tres, me ayudara a construir las
monturas y el equipo y a hacer los preparativos del viaje, tras de lo cual me dara gratuitamente
los tres dromedarios que yo eligiera, que tendra que devolverle una vez concluido el recorrido.
Desde Juego, era una propuesta demasiado buena para ser cierto. Supe que estaba jugando
conmigo, lo supe, pero rechac esa certeza porque necesitaba creer en algo. Le mir a los ojos,
que brillaban de egosmo como una antorcha, y acept. Fue un acuerdo entre caballeros. Se neg
a firmar un documento y dijo que l no haca negocios de ese modo; sin embargo, como todo el
mundo saba -yo ms que nadie-, Kurt jams haba sido un caballero. Me tena con el agua hasta
el cuello, pero, si yo quera dar vida a mi sueo, no tena otro sitio donde ir.
A menudo le haba dicho a Kurt que adoraba los cuervos, que para m significaban el
fundamento de la libertad salvaje y la supervivencia inteligente. Deseaba tener un cuervo. No se
trata de un deseo tan egosta como parece. Si tienes cuidado, es fcil robar un polluelo de cuervo
de un nido sin perturbar a los dems o afligir a los padres. Puedes ensearle a volar y a que te
busque para conseguir alimento y afecto, y no es necesario enjaularlo ni cortarle las alas. Tras
pasar una infancia mimada contigo, comenzar a llevar a su casa a sus amigos salvajes pberes y
finalmente te abandonar para comenzar, en el monte, una nueva vida con los de su especie. Se
trata de un buen sistema por el cual todos viven felices. Kurt dijo que me conseguira un cuervo
aunque fuera lo ltimo que hiciese en su vida. Empezamos a observar los nidos del cauce del ro.
Los padres alimentaban varios grupos de cabezas hambrientas y graznadoras a doce metros de
altura, en los gomeros del ro. Un caluroso medioda en el que todos los seres vivientes parecan
dormitar o dormir, una grulla gris se pos en el rbol situado enfrente del de los nidos y empez
a dar cabezadas a causa del calor. Uno de los cuervos padre, que haba redo lacnicamente para
sus adentros y que sin duda ahora se aburra, vol hasta el rbol y se pos en una rama situada
debajo de la confiada grulla. A continuacin salt hasta la rama de sta y, serena e
indiferentemente, comenz a deslizarse. Cuando se detuvo junto a la grulla dormida, el cuervo

lanz un graznido estridente y agit las alas. La grulla sali disparada dos metros en un frenes de
plumas hasta que comprendi que haba sido el blanco de una broma pesada y recuper la
compostura. Cuando nos hartamos de rer a carcajadas imposibles de disimular, elegimos aquel
nido.
La caza del cuervo fue una expedicin importante: cuerdas, dromedarios de montar y
meriendas. Kurt me asegur que era un excelente escalador y que lograra llegar al nido. Hizo
varios intentos y, aunque pudo ver con toda claridad a los cuatro pollos, no logr llegar hasta ellos.
Se desliz por el tronco resbaladizo y anunci la puesta en marcha del plan B.
-Vamos, Kurt, no puedes hacer eso. No queremos cuatro cuervos y, adems, morirn al
caer.
-No digas tonteras. El nido es ligero y flotar. Por otra parte, la rama los proteger de la
cada, qu te pasa? No queras un cuervo?
Fue imposible convencerle de lo contrario. Enganch la cuerda en la rama, tir con todas
sus fuerzas y as cayeron rama y nido con dos pollos muertos, otro que muri en mis manos y un
cuarto con una pata quebrada. Llev a Akhnaton a casa a lomos de Dookie, envuelto en las plumas
del nido y dentro de mi camisa. Cabalgu delante de Kurt para que no me viera llorar.
En ese momento ya se haban producido dos acontecimientos importantes que tornaron
la vida un poco menos penosa. Mi hermana me envi una tienda de campaa que arm al otro
lado de una colina del rancho y que me proporcion cierta intimidad. Tambin me hice amiga de
nuestros vecinos. Eran ceramistas y artesanos del cuero: hippies arquetpicos con atractivas notas
de desesperacin, que se mostraron amistosos y hospitalarios y que me hablaron en un lenguaje
que casi haba olvidado. Vivian en el nico edificio de Alice Springs que pareca pertenecer al
lugar: una derruida y vieja casa de piedra llamada Bassos Farm, situada en medio de las colinas,
que yo quera tamo como a sus ocupantes. Polly, Geoff y su pequea vivan en un ala; la otra la
ocupaban Dennis, Malina y dos varones pequeos de Dennis. Manila era una escocesa pelirroja y
de tez blanca que tena soberbios cacharros y estaba cubierta de lceras tropicales, picaduras de
insectos y salpullidos. A diferencia de todos los dems, a ella le resultaba difcil elogiar las
maravillas del desierto.
Cada vez que tena un rato libre, iba a Basso's Farm, me apoyaba en las puertas con mi
traje de panadera, charlaba, rea u observaba a Polly coser y manipular el cuero o cambiar los
paales de su hija sin levantar la voz ni mostrarse atormentada. Era una excelente artesana. Los
bolsos que haca no estaban repujados, eran delicados, de hermoso diseo, con primorosos
detalles, y se ofreci a ensearme a hacerlos. Descubr que yo enrecia de su paciencia, destreza
y talento; no obstante, despus de muchos esfuerzos, logr terminar dos bolsos de piel de cabra
muy bonitos que durante el viaje resultaron totalmente intiles. De todos modos, las lecciones
fueron provechosas cuando un ao despus comenc a preparar mi equipo.
Ahora, mi vida social se centraba en torno a la casa de mis nuevos amigos. Casi todas las
noches pasaba una o dos horas all, me sentaba a beber con ellos, apartaba con la mano los

insectos voladores que se suicidaban alrededor de las lmparas, me quejaba de Kurt y conoc a
pequeos y raros grupos de comprensivos y amistosos habitantes de Alice Springs. A esas alturas,
ya me senta emocionalmente apartada de los desconocidos. Estaba ensimismada y me costaba
trabajo relajarme, sobre todo cuando tena que afrontar el hecho de que me presentasen como
alguien con una etiqueta, lo que siempre fomenta una crisis de identidad. Quiero que conozcas
a Robyn Davidson, que cruzar Australia en dromedario. No saba de qu modo resolver esa
situacin como no fuera aceptndola. Otra trampa, fue el desfavorable comienzo de la imagen de
la dama de los camellos, que hubiese debido cortar de raz en ese mismo momento.
Tambin estaba en Basso's Farm una fresca noche en que experiment mi primera y nica
visin... inducida por el alcohol. Durante la velada me haba echado al coleto media botella de
tequila y sal dando traspis para orinar. Ante m aparecieron tres dromedarios espectrales,
ensillados con un hermoso equipo beduino, que me miraban desde los limoneros. Uno de ellos,
un dromedario blanco, camin lentamente hacia m. Aunque proftica, en ese momento fue una
visin excesiva para mis ebrias neuronas. Me sub los pantalones con manos temblorosas y a la
carrera recorr los ochocientos metros que me separaban de mi tienda. En el camino tropec, ca
en una zanja y permanec all como un rbol talado, a medias consciente y cubierta de escarcha
durante el resto de la noche. Por la maana, el dolor de cabeza era del tamao y la potencia de
un camin Kenworth, que todo el da prosigui, cambiando de marcha dentro de mi crneo.
Durante esos largos meses descubr que constantemente proyectaba la imagen de los
dromedarios sobre todo lo que miraba ms de tres segundos seguidos. Las ramas agitadas por el
viento se convertan en cabezas de dromedario que mascaban, los dibujos del polvo, en
dromedarios al galope y las nubes que avanzaban a la deriva, en dromedarios sentados. Era un
indicio seguro de que mi dbil mente estaba obsesionada hasta la demencia y me preocup
ligeramente. Lo supieran o no mis nuevos amigos, el hecho es que me ayudaron a superar ese
momento sin demasiado dao cerebral, pues constituyeron un tenue vnculo con mi vida anterior
y me hicieron rer.
Hundida en el centro del sol del desierto, la tienda apenas resultaba cmoda, pero me
perteneca, era mi espacio. Akhnaton se acercaba bastante antes del amanecer, atacaba a Diggity
hasta que sta se levantaba, protestando y apartaba las mantas de mi cara, me picoteaba
suavemente las orejas y la nariz y graznaba hasta que yo me levantaba para darle de comer. Era
insaciable. Dios sabr dnde meta tanta comida. Cuando llegaba la hora de ir a trabajar, se
posaba en mi hombro o en el sombrero hasta que los tres llegbamos a lo alto de la colina y
veamos que abajo, el rancho se extenda como una falsa esmeralda. En ese momento se
preparaba para emprender el vuelo y planeaba hasta el tejado. Fue lo ms cerca que he estado
de conocer el vuelo por terceros; pero sin duda alguna, los rigores de su naturaleza exigente y de
su cleptomana crnica merecieron la pena.
Despus de preparar un cubo de leche dulce para los dromedarios jvenes, Diggity saltaba
dos metros en el aire para morder cualquier cuello largo que intentara robar lo que ella
consideraba su desayuno, y el cuervo se adelantaba a todos, lanzndose en picada. Era un
provocador incontrolable, y a Diggity le habra encantado aplastarlo, pero lo tena prohibido. Al
final aprendi a aceptado, aunque nunca le cay bien, e incluso toler acarrearlo sobre el lomo,

algo que al cuervo le gustaba muchsimo, canturreando y hablando para sus adentros sin cesar,
arreglando con egosmo sus brillantes plumas negriazules y picotendola de vez en cuando para
que apretara el paso. Por primera vez en mi vida, descubra que disfrutaba ms en compaa de
animales que de personas. Me mostraba cautelosa, estaba confundida en relacin con los de mi
propia especie y no confiaba en ellos. Tena la conviccin de que todos se proponan fastidiarme.
No comprenda el cambio, no me di cuenta de que me haba vuelto huraa, de que estaba siempre
a la defensiva y sin humor, no supe que estaba sola.
La muerte de la tienda fue algo lamentable. Dorma en ella una noche en que se desat
una impresionante granizada. Los cristales de hielo se acumularon en el techo hasta que se rasg
y arroj una tonelada de agua helada sobre les ocupantes. Tuve que regresar a casa de Kurt y,
gradualmente, la tensin volvi a aumentar. Como se quejaba de que no haba dinero, decid
trabajar unas pocas noches por semana en un restaurante del pueblo. Era un trabajo repugnante,
pero signific que de nuevo me relacionaba con seres humanos y que en la cocina intercambiaba
chistes con gente de carne y hueso. Tambin signific que al da siguiente, a la hora de trabajar,
estaba agotada. Kurt se haba vuelto cada vez ms agresivo y perezoso, y dej en mis manos la
mayor parte del funcionamiento del rancho, actividad que, segn descubr, poda realizar de
manera competente. Esto me convino, pues as no me pisaba los talones constantemente.
Sin embargo, una maana me comunic que deba levantarme dos horas antes para
recoger a los dromedarios. Le mir sin mir sin poder creer lo que deca y por segunda y ltima
vez en mi vida discut con l.
-Cabrn -susurr-. Eres un cabrn sin igual. Cmo te atreves a pedirme semejante cosa?
Haca ocho meses que estaba all y el da del ajuste de cuentas, el da en que l tendra
que empezar a ayudarme, se acercaba. ltimamente haba apretado cada vez ms las clavijas,
con la esperanza de que me diera por vencida y de que me largara por mi cuenta. Me haba hecho
infinidad de pequeas crueldades que slo acrecentaron mi decisin de no permitir que me
cogiera. Pero en aquel momento, debido al cansancio, ya no pude reprimir mis emociones. Kurt
se limit a guardar un silencio sepulcral y, cuando regres al cabo de una hora, estaba ms plido
que un muerto y sus labios formaban una lnea recta.
-Hars exactamente lo que te digo o te irs -sise mientras me coga y sacuda hasta que
me castaetearon los dientes.
Al da siguiente abandon el rancho, aturdida. Jams conseguira los dromedarios ni
ninguna otra cosa. Me asombr de la ceguera que me haba permitido permanecer tanto tiempo
vctima de Kurt. Durante unos das anduve alicada por la casa de los vecinos, llor a mares y me
golpe el pecho. Despus, aquel irascible y anciano caballero, Sallay Mahomet -que se convertira
en amigo-, gur de los dromedarios y salvador, me ofreci trabajo. Me dijo que toda persona
capaz de soportar durante tanto tiempo a Kurt mereca una oportunidad, y acto seguido me
mostr una garanta firmada de que, si trabajaba con l un par de meses, me dara dos de sus
dromedarios salvajes. Tuve ganas de cubrirle a besos de agradecimientos y de arrastrarme a sus

ples, diciendo gracias, gracias, gracias; pero ste no era el estilo de Sallay. Cerramos el trato con
un apretn de manos, y as comenz una nueva era.
Fue una propuesta absurdamente generosa por parte de Sallay, pues saba que era poca
la ayuda que yo podra prestarle en el tipo de trabajo que estaba haciendo. Se haba enterado de
mi difcil situacin a travs de un conocido que lleg de Brisbane, un camellero que, en dos
ocasiones, haba atravesado Australia central con tres animales propios, la primera persona que
lo hizo desde los primeros tiempos de exploracin. Ambos trabajamos para Sallay durante aquel
espantoso verano. Quiz se debi al insoportable calor de nuestra tienda de trabajo, tal vez a las
serpientes venenosas que sin cesar reptaban sobre la hierba, acaso a los mosquitos de tres
centmetros que por la noche te chupaban la sangre hasta dejarte anmica, o simplemente al
hecho de que todas las personas que tratan con dromedarios pierden un poco los cabales. Sea
corno fuere, tambin me las ingeni para perder las simpatas de Dennis, que antes haba estado
tan generosamente dispuesto a ayudarme, y a menudo se oyeron nuestras rias en la atmsfera
pesada y ardiente. No logr comprender esta nueva capacidad que haba desarrollado de crear
enemistad en el corazn de los seres humanos.
En el rancho de Kurt haba aprendido las sutilezas del manejo de los dromedarios. Con
Sallay y Dennis aprend el aspecto duro y violento, el hecho de que estos animales podan matar
y lo hacan si se les daba la oportunidad para ello. Con la ayuda de los nerviosos vigila y
cuidado de Dennis y el instinto de Sallay para proteger lo que siempre considerara el sexo dbil,
empec a vivir en un estado casi permanente de temor, al que no contribuy en nada mi propia
ansiedad por la forma en que me desenvolv delante de los dos hombres. Mientras estuve all, fui
pateada, golpeada y pisoteada; ca de un corcoveante dromedario salvaje y mi espinilla qued
aplastada entre la barra de hierro de uno silla de montar y un rbol. Se trata de un viejo truco de
los camellos para quitarse del lomo a la gente que no quieren: la aplastan o hacen que se araen
con la rama de un rbol, o se sientan y se revuelcan sobre ellos. Yo no era una amazona lo bastante
buena ni tena la suficiente fuerza fsica para afrontar esa situacin. Empec a sentirme intil y
torpe.
Las cosas ms importantes que Sallay me ense fueron cmo utilizar las cuerdas para
atar un dromedario, cmo cortar y tallar los tacos del morro con tulipero o mulga, cmo
empalmar cuerdas, cmo reparar sillas de montar... en realidad, la infinidad de pequeos
conocimientos que desempearan un papel tan importante para m supervivencia en el desierto.
Sallay fue una incesante mina de informacin de este tipo. Haba pasado toda su vida entre
camellos y, a pesar de que su relacin con ellos resultaba cualquier cosa menos sentimental y de
que los trataba con cierta brutalidad para mis refinados gustos, era el mejor camellero de la
comarca. Conoca a los animales como la palma de su mano y parte de esa sabidura se filtr en
m y surgi durante el viaje en los momentos ms inesperados. Haba conocido a Iris, su esposa,
que posea un extravagante y maravilloso sentido del humor y que me ayud a rerme de mis
apuros. Ella era el contraste y el complemento perfecto de Sallay. Son dos de las personas ms
agradables que he conocido en ese agujero dejado de la mano de Dios, y sigo querindolos,
admirndolos y respetndolos. Y, adems, les estar eternamente agradecida.

Una tarde en que dorma en mi catre baada en sudor, despert con la extraa sensacin
de que alguien me observaba. Supuse que haban llegado algunos lugareos y me levant a buscar
la ropa, pero haba desaparecido. Volv a acostarme, pero la sensacin persisti. Levant la mirada
y, a travs de un agujero de cinco centmetros en el techo de la tienda, vi los ojos pequeos,
redondos y de color azul brillante de Akhnaton, primero el derecho, luego el izquierdo,
observando fijamente mi cuerpo desnudo. Le arroj una bota.
El cuervo tambin se habla convertido en una compaa insoportable a causa de su
cleptomana. En el momento exacto en que me dispona a lavarme los dientes, volaba hasta un
rbol con el cepillo y no lo soltaba hasta que ya haba renunciado a gritarle y a amenazarlo con el
puo. Lo mismo haca con las cucharillas cuando me sentaba frente a la azucarera y una taza de
t.
Dispona de una pequea tienda de dormir auxiliar en forma de cono, amarrada a la rama
saliente de un rbol. Debido al intenso calor, dorma a medias dentro y a medias fuera de la tienda
y la rama quedaba a unos dos metros por encima de mi cabeza. Una maana, antes del alba, Ark
comenz a despertarme como de costumbre; pero yo ya estaba harta de este procedimiento. El
cuervo era capaz de alimentarse y mantenerse a s mismo e iba siendo hora de que dejara de
confiar en su madre sustituta. Tras sus infructuosos intentos por despertarme y de que lo
maldijera, dicindole que fuera l mismo a buscar su maldito desayuno, el pjaro salt hasta
aquella rama, camin por ella, apunt deliberadamente y arroj un babeante regalo blanco en el
centro de mi cara.
Haca casi un ao que estaba en Alice y me haba convertido en otra persona. Me pareca
que siempre haba vivido all, que todo lo que pude ser antes constitua un sueo que perteneca
a otra mujer. Mi dominio de la realidad era incierto. Deseaba volver a ver a mis amigos, pues me
di cuenta que estaba totalmente apartada de todo lo que no fueran camellos y locos. La
temporada que pas con Kurt ejerci un extrao efecto en m: me volv protectora de m misma,
recelosa; estaba a la defensiva ya tambin agresivamente dispuesta a saltar sobre todo aquel que
se mostrara decidido hacerme pasar un mal rato. Si bien es posible que esta cualidad parezca
negativa, para m era fundamental ms all del ser femenino arquetpico que desde la cuna era
educado para ser afable, dcil, indulgente, compasivo y servil. Aunque solo fuera por esto, poda
darle las gracias a Kurt. Tambin haba reforzado una firmeza que encubra con xito la cobarda.
No fue fuerza lo que gan, sino tenacidad, la tenacidad de un dogo. Decid volar a Queensland
para ver a Nancy, mi mejor amiga. Haca aos que nos contbamos nuestras cuitas; habamos
atravesado juntas el aburrimiento de las depresiones de Brisbane posteriores a los aos sesenta
y terminamos por desarrollar una amistad ntima, tolerante y cariosa, como solo puede existir
entre dos mujeres que se han esforzado por alcanzarla. Nancy era una vara con la cual yo poda
medir lo que haba aprendido y sentido. Era diez aos mayor y ms sabia que yo, y poda confiar
en ella para que interpretara lo que estaba pensando y para que me ayudara a verlo en
perspectiva. Sobre todas las cosas, yo valoraba esa perspicacia y calidez. Y en ese momento
necesitaba mantener una larga charla con ella ante la mesa de la cocina, como hacamos en otros
tiempos.

Vol en un avin pequeo por encima de los interminables yermos del desierto de
Simpson, lo que me llev a pensar dos veces en la temeridad de mi proyecto. Nancy y Robin vivan
en una granja dedicada al cultivo de frutas, en las colinas de granito del sur de Queensland. Ah,
la exuberante y verde humedad de la franja costera! Haca mucho tiempo que no la vea, pero
ahora me pareci apiada, encerrada y atestada.
Nancy repar inmediatamente en los cambios que se haban operado en m, y todas las
noches charlamos hasta la madrugada mientras compartamos caf, whisky y cigarrillos. Muchos
de mis amigos estaban presentes, y fue magnifico encontrarme una vez ms en un clima de
cariosa amabilidad. Los entretuve con historias y realidades del legendario oeste. Poder volver
a rer de ese modo fue como una medicina. La tarde anterior a mi partida, Nancy y yo nos fuimos
a charlar al campo. No dijimos mucho, pero, al final, ella coment:
-Rob, lo que ests haciendo me gusta realmente. Aunque antes no lo comprend, ponerte
en movimiento y hacer algo por ti misma es importante para todas nosotras. Si bien no puedo
dejar de decirte que te aorar muchsimo y que me preocupar por ti a menudo, puedo
asegurarte que lo que ests haciendo es grandioso y que te quiero precisamente por eso. Es
importante que nos separemos, que no tengamos el consuelo de nuestra compaa y que nos
alejemos, pese a que a veces es difcil, a fin de poder regresar e intercambiar informacin sobre
lo que hemos aprendido, aunque lo que hagamos nos cambie y corramos el riesgo de no
reconocernos tras el regreso.
Aquella noche celebramos una fiesta de despedida en el granero y bailamos, bebimos,
remos y conversamos hasta que despunt el alba.
En ningn lugar encontr los mismos lazos de amistad que descubr en algunos sectores
reducidos de la sociedad australiana. Tiene algo que ver con el viejo cdigo de la camaradera,
con el hecho de que las personas disponen de tiempo para ocuparse de los dems, con el hecho
de que los disidentes han tenido que mantenerse unidos, con el hecho de que la competencia y
los logros no son aspectos muy importantes de la cultura, con una generosidad espiritual que
puede darse el lujo de crecer dentro de ese sentido singular del espacio y las capacidades no
marcadas por tradiciones. Sea lo que fuere, es excepcionalmente valioso.
El viaje a mi tierra me devolvi la confianza en m misma y en lo que estaba haciendo. Me
senta tranquila, segura fuerte, y ahora en lugar de parecerme inconveniente el viaje y de
preocuparme por si era o no algo insustancial, vi con mayor claridad los motivos y las necesidades
que lo sustentaban.
Un par de aos antes, alguien me haba hecho la siguiente pregunta: Cul es la esencia
del mundo en que vives? Ocurri que no haba dormido ni comido durante tres o cuatro das, y
en su momento me pareci una pregunta muy profunda. Responderla me llev cerca de una hora,
y mis palabras parecieron surgir casi directamente del subconsciente: Desierto, pureza, fuego,
aire, viento clido, espacio, sol, desierto, desierto, desierto. Me sorprendi, pues ignoraba que
esos smbolos operaban con tanta fuerza en mi interior.

Haba ledo muchas obras sobre los aborgenes, y se era otro de los motivos por los que
quera recorrer el desierto; un modo directo y sencillo de llegar a conocerlos.
Tambin estaba un poco harta de mi vida y sus repeticiones, de los intentos inconclusos y
desganados de realizar diversos trabajos y estudios. Estaba hasta las narices de la delirante
negatividad que, de un modo extremo, expresaba el malestar de mi generacin, mi sexo y mi
clase.
En consecuencia, tom una decisin que inclua elementos que, en aquel instante, no logr
comprender. La eleg instintivamente, y slo ms tarde acced a su significado. Nunca me haba
planteado el viaje como una aventura, en el sentido de que tena que demostrar algo. Me
sorprendi el hecho de que lo ms difcil haba sido tomar la decisin de actuar; el resto fue mera
tenacidad... y los miedos, tigres de papel. Una poda hacer realmente lo que decida, ya fuese
cambiar de trabajo, mudarse a un lugar nuevo, divorciarse de un marido, o cualquier otra cosa;
una poda actuar realmente para cambiar y hacerse cargo de su propia vida. El procedimiento, el
proceso, era la recompensa.


3


Lleg el momento de elegir mis dos dromedarios. Escog una terca pero serena y vieja
viuda llamada Alcoota Kate y una hermosa y joven bestia salvaje, Zeleika. Sallay aprob mi
eleccin y me dese mucha suerte. Mis amigos de Basso's Farm se haban mudado a la ciudad y
me dejaron la casa para que la habitara hasta que fuese vendida. Constituy un golpe de suerte,
pues no haba nada que deseara ms en ese perodo. Basso's Farm signific la posibilidad de
manear a mis dromedarios y dejarlos en el salvaje territorio interior sin cercas, donde tendran
alimento en abundancia, y de vivir en un hogar propio, sin compaa humana.
El ltimo da que pase en la tienda fue un desastre. Mientras estaba afuera, Akhnaton
desapareci volando con sus amigos, y nunca ms volvimos a verlo; tuve que trasladar a dos
nerviosos dromedarios a hembra a lo largo de nueve kilmetros de una carretera principal sin que
nos matsemos; pocas semanas antes, Kate se haba sentado encima de una botella rota y se
haba lacerado el pecho, pero nadie hizo mucho caso de esa herida y nos limitamos a tratarla de
vez en cuando con alquitrn de Estocolmo; Zeleika tena una gran incisin infectada en la cabeza,
y Dennis y yo nos entregamos por ltima vez a nuestras hostilidades.
Tras unos traumas secundarios y un conato de crisis nerviosa, logr, por fin, llegar a
Basso's con los dromedarios. Ahora no haba nadie en quien confiar, salvo en mi misma; no
estaban los Kurt, los Sallay ni los Dennis para ayudar o estorbar. Limpi las heridas de los animales,
los mane y los observ, dichosa, mientras avanzaban, mascando por la pista de llena que
conduca a las colinas del este. Mis dromedarios. Mi hogar.
Era uno de esos das brillantes que slo pueden darse en el desierto en la poca de la
abundancia. El agua cristalina corra por el ancho lecho del ro Charles, alcanzando ms de medio
metro de profundidad en los lugares donde se arremolinaba en torno al tronco gigantesco de un
moteado gomero de ro; los milanos de hombros negros sobrevolaban su terreno de caza situado
en el huerto, absorbiendo la luz con sus relucientes y sus rapaces ojos de color rojo sangre; las
cacatas negras con llamativas plumas de color naranja en la cola chillaban su cancin a travs
de las copas delos rboles altos; la luz del sol estallaba y lo inundaba todo con su energa violenta
y apabullante; los grillos rechinaban intermitentemente desde los granados en flor y, con el
zumbido de las moscardas de la cocina, interpretaban un himno en honor de las calurosas tardes
australianas.
Nunca haba tenido un hogar propio, pues haba abandonado las ventanas con rejas y los
dormitorios regimentados del internado para ingresar inmediatamente en la vida comunitaria de
casas baratas, compartidas con amplios grupos de amigos. Sin embargo ahora estaba en Alice,
con todo un castillo del que poda ser reina. Esta transicin sbita de un exceso de mala compaa

a la perspectiva de estar sola fue una sorpresa agradable, semejante a abandonar el estrpito de
una calle concurrida para entrar en el denso silencio de una habitacin con los postigos cerrados.
Deambul y err por mis dominios, por mi espacio personal, oliendo su aroma, aceptando sus
exigencias para conmigo, sin renunciar a ninguna mota de polvo, a ninguna telaraa, en un frenes
de dicha posesiva. La extensa y destartalada ruina de piedra que se hunda graciosamente en el
terreno del que haba surgido, el delicioso montculo de roca sin techos, con higueras resistentes
y lozanas y altas hierbas asfixiantes, con sus invitados permanentes, las serpientes, las lagartijas,
los insectos y los pjaros, con sus dramticos juegos de luz y sombra, sus cuartos y huecos
secretos, sus puertas fuera de quicio y su acogedora correccin en la formacin rocosa de Arunta...
esto era mi primer hogar. En l experiment tal sensacin de alivio y tal sentimiento de
pertenencia que no necesitaba nada ni a nadie.
Hasta ese momento siempre haba credo que la soledad era mi enemiga. Pareca incapaz
de vivir sin estar rodeada de gente. Pero entonces comprend que siempre haba sido una solitaria
y que esta condicin era un don, ms que algo temible. A solas en mi castillo, poda ver con ms
claridad qu era la soledad. Por primera vez comprend que la forma en que haba dirigido mi vida
siempre me haba permitido esa lejana, siempre haba protegido ese lugar elevado y difano que
no era posible compartir sin correr el riesgo de su destruccin. Lo haba pagado una y otra vez
con instantes de desesperacin neurtica, pero vali la pena. Siempre me las haba ingeniado
para anular el deseo de un caballero de brillante armadura, relacionndome con hombres que no
me gustaban o con hombres que estaban tan en el aire que no haba posibilidad de establecer
una relacin permanente. No puedo negar que fuera as. Bajo los sentimientos de inadecuacin
y derrota, apareca, cristalino, el inteligente plan autodirigido que durante aos haba avanzado
hacia su cumplimiento. Estoy convencida de que el subconsciente siempre sabe lo que es mejor.
Es nuestra mente racional condicionada y excesivamente sobrevalorada la que lo enmaraa todo.
En consecuencia, por primera vez en mi vida, la soledad era un tesoro que protega como
una joya. S vea gente que vena en coche a visitarme, casi siempre me esconda. Esta poca
preciosa y feliz dur un par de meses; sin embargo, como todo lo dems, tuvo que atenerse a las
leyes del cambio.
Mi vecina ms prxima era Ada Baxter, una guapa aborigen de naturaleza salvajemente
apasionada y corazn clido y generoso. Adoraba los buenos momentos y beber grandes
cantidades de vino. Su cabaa situada en la parte trasera de Bassos era muy distinta de las pobres
chozas de sus parientes, que vivan al otro lado del riachuelo. La haba construido uno de su larga
serie de amigos blancos (para Ada, la relacin con los blancos significaba posicin social), y en ella
albergaba los estimados trastos y chucheras de una sociedad materialista que ella haba
adoptado parcialmente, pero que, en el fondo, no le perteneca. Ada me visitaba a menudo para
compartir un trago o dorma en el suelo cuando consideraba que yo necesitaba proteccin.
Aunque no logr comprender mi deseo de estar sola, su compaa jams significo una invasin a
mi intimidad, porque era serena, relajada y tena esa habilidad tpica de muchos aborgenes de
tocar y mostrarse afectuosos sin rigidez y de sentirse cmodos con el silencio. Adoraba a Ada.
Siempre me llamaba hija ma, y era una madre tan agradable y comprensiva como yo poda
desear.

Uno de los ceramistas que antes vivi all me haba contado una ancdota muy divertida
sobre esta mujer excepcional. Una noche en la que todos estaban en la casa, oyeron el alboroto
de una batalla entre borrachos, que el aire transportaba desde el campamento de Ada. De pronto,
los gritos crecieron y se volvieron ms apremiantes, y mi amigo se acerc para averiguar si haba
algn problema. Al llegar, vio que el amigo de Ada trastabillaba alrededor de la cabaa, vaciando,
al avanzar, una lata de gasolina, luego se agachaba y con dedos temblorosos intentaba encender
el combustible. A esas alturas, el polvo haba absorbido todo el lquido, por lo que no exista
ningn peligro grave, pero Ada no poda saberlo. La mujer se acerc al montn de lea, cogi el
hacha y de un solo golpe derrib al hombre. Este cay boca arriba y la sangre que manaba de la
herida empap la tierra que lo rodeaba. Mi amigo qued convencido de que Ada le haba matado,
y llam a gritos a los para que fueran a buscar una ambulancia sin prdida de tiempo. Convencido
de que no poda hacer nada por el cuerpo ensangrentado, ayud cuando pudo a Ada, que haba
sufrido una conmocin. Con manos temblorosas la envolvi en una manta y le dio a beber un
poco de tequila. Oy un quejido a sus espaldas. El herido logr apoyar un codo en tierra y la
cabeza en la mano; dirigi a mi amigo una mirada curiosa y persuasiva y dijo: Por Dios, hombre,
no se ha dado cuenta de que ella ya ha bebido bastante?
Poco antes de mudarme a Bassos, haba conocido a un grupo de jvenes blancos
defensores de los derechos de los aborgenes. Al igual que yo, albergaban el idealismo y la moral
indgena de sus diversas y buenas educaciones. Fue contra este reducido grupo que muchos de
los lugareos dirigieron la frase perturbadores bien intencionados de la ciudad. Si al principio
las cosas fueron as -y a menudo lo eran-, a largo plazo rara vez seguan siendo del mismo modo,
porque la vida en Alice Springs reemplazaba rpidamente la ingenuidad poltica y personal por la
astucia. Me agradaban aquellas personas, coincida con ellas y la apoyaba; pero no quera tenerlas
cerca. Me haba superado tanto, haba ganado tanto terreno por mi cuenta que, al menos
psicolgicamente, senta que me bastaba yo sola. No deseaba que posibles amistades
complicaran las cosas; al fin y al cabo, reclamaban toda la energa que yo necesitaba para los
viajes con dromedarios. Sin embargo, dos de ellos -Jenny Green y Toly Sawenko- me buscaron y
me ganaron con su ingenio, su ternura y su inteligencia hasta que, subrepticiamente, comenc a
esperar sus visitas y los quesos y vinos que traan, que haban convertido en un lujo para mi vida
austera y monstica. Gradual y discretamente quebraron mis reservas hasta que, meses despus,
llegu a depender totalmente de ellos para obtener estmulo y apoyo. Al final, quedaron tan
inseparablemente ligados a esa poca que no puedo pensar en ella sin recordarlos.
Los confusos recuerdos de los meses siguientes se han acumulado en mi cerebro como un
enmaraado nido de vboras. Slo s que, a partir de un comienzo tan maravilloso, la vida en
Basso's degener hasta convertirse en una farsa negativa, tan negativa que casi llegu a creer en
el destino. Y el destino estaba contra m.
Todava comparta algunos momentos con Kurt y Gladdy, ya que yo era lo bastante
manipuladora como para utilizar los corrales, los medios y los conocimientos de Kurt. Lo logr
mostrndome amable, disculpndome y simulando que posea todas las virtudes que Kurt
admiraba en un subordinado. Pero lo pagu. Vaya si me lo hizo pagar Kurt! Entre nosotros ya no
quedaba nada de la tambaleante camaradera anterior que fue reemplazada por una declarada

animosidad. Adems estaba Gladdy. Yo deseaba mantener mi amistad con ella, pues la necesitaba
muchsimo. Haba hablado de abandonar a Kurt, quien, sin entusiasmo, intentaba vender el
rancho por un precio astronmico. Gladdy quera aguantar un poco ms, al menos hasta que la
venta tuviera lugar, a fin de tener algn dinero... ms como smbolo de que no haba sido vencida
por su marido que por el deseo de conservarlo.
Tambin estaban Frankie y Joanie, dos nios indgenas del campamento de Mount Nancy
con los que Gladdy y yo habamos compartido muchos momentos.
Joanie era una bella jovencita de alrededor de catorce aos, que posea la elegancia y el
porte de una modelo nata. Muy inteligente y perspicaz, ya saba en qu consista la desesperacin.
Comprend su depresin, que corresponda al tipo que fomentaba un sentimiento de impotencia
ante desigualdades insuperables. Joanie quera conseguir algo de la vida... algo que siempre
estara fuera de su alcance a causa de color, de su pobreza.
-Qu puedo esperar de la vida?- sola decir-. Dedicarme a la bebida? Casarme con
alguien que todas las noches me dar una paliza?
Frankie no estaba tan desesperado. Al menos abrigaba la esperanza de una identidad
aceptable como trasquilador o bracero... en el mejor de los casos, trabajo temporero, pero que
le hara sentir cierto respeto de s mismo. Frankie era un payaso espontneo. Le contemplbamos
amorosamente mientras se transformaba de nio en joven, con sus botas demasiado grandes y
su pavoneo. Vena a visitarme a Basso's, hablaba y actuaba como un hombre; de repente, al notar
que oscureca, se demudaba rpidamente el nio y preguntaba;
-Oye, verdad que no te molesta acompaarme hasta la otra orilla del ro? De noche tengo
miedo.
Al principio, algunos hombres del campamento no comprendieron que una mujer viviera
sola. A veces aparecan a altas horas de la noche, junto a uno o dos desesperados del pueblo, con
la esperanza estimulada por el alcohol, de despertar algn coqueteo de mi parte. Me haba
comprado un arma, un rifle Savage .222 de gran potencia y escopeta de calibre 20 combinados,
uno de disparo superior y la otra inferior, un hermoso instrumento del cual lo nico que saba es
que la bala sale por un extremo y el arma se sostiene por el otro. Nunca, nunca lo cargu. De
todos modos, ver asomar el arma por la puerta acompaada de unas breves y secas palabras
jams dej de impresionarles. Cuando les cont que haba apuntado con el arma a alguien, mis
amigos quedaron horrorizados. Bien, me apresur a aclararles que no haba apuntado
directamente, sino a travs de la puerta y a oscuras. Not que pensaron que yo estaba perdiendo
el equilibrio, pero defend mi mentalidad montaesa en desarrollo, que pareca totalmente
sensata, dadas las condiciones en que viva y mi desarrollado sentido de la agresividad y la
propiedad. Ms tarde supe que los episodios con el arma provocaron en el campamento
interminables ataques de risa mezclada con respeto, y no volv a tener problemas. A decir verdad,
con el correr de los meses, su actitud cambi por completo. En todo caso, ahora me protegan,
me vigilaban y me cuidaban. Si pensaron que yo estaba algo chalada, lo hicieron con una dosis de

buen humor. A travs de Joanie, Frankie, Gladdy y Ada llegu a conocerlos mejor; empec a
superar mi timidez y mi complejo de culpa por ser blanca, y aprend cada vez ms a hacerme cargo
de los problemas inenarrablemente complejos -fsicos, polticos y emocionales- con que tienen
que luchar los aborgenes.
En Alice Springs y sus alrededores haba cerca de treinta campamentos situados en
parcelas, en las cumbres de las colinas o en reservas para acampar a las afueras. En el transcurso
de los aos, se haban constituidos en emplazamientos territoriales tradicionales para los
miembros de diversos grupos tribales circundantes, que visitaban el pueblo desde sus
asentamientos natales, ubicados incluso a varios centenares de kilmetros, en el territorio del
norte y en Australia del sur. Uno de los principales atractivos del pueblo consista en el fcil acceso
al alcohol, si bien no faltaban otros importantes recursos regionales. Entre stos figuraban la
Ayuda Legal a los Aborgenes, Servicios de Asistencia Mdica, el Centro de Artes y Oficios para
Aborgenes, las oficinas del Departamento de Asuntos Aborgenes, lugares de venta de coches
usados, especialmente dispuestos para aprovecharse de los nativos, y otras bondades por el estilo.
Exista un movimiento bastante regular entre estos emplazamientos domiciliarios de Alice Springs
y los asentamientos natales, aunque algunas personas se convertan en residentes permanentes
y se construan chozas con madera del monte, hierro galvanizado de segunda mano y cualquier
otro componente improvisado que encontraran en el vertedero municipal de basura. Habla cinco
grifos de agua para los treinta campamentos y muchas personas eran tan indigentes que vivan
de lo que contenan los cubos de basura, comida desechada que encontraban en el vertedero, y
de las limosnas que pedan por las calles. Muchos eran alcohlicos, de modo que el dinero que
conseguan se lo gastaban directamente en una botella de vino barato. Los nios y las mujeres
eran quienes ms sufran por la desnutricin, las enfermedades y la violencia.
Mount Nancy constitua el campamento del pueblo de mayor xito econmico, bien
organizado y socialmente cohesionado. Unas casitas (financiadas por el Departamento de
Asuntos Aborgenes) empezaban a reemplazar las chozas; y estaban construyendo lavabos.
Comparativamente, los peores campamentos eran los del cauce seco del Todd, situados en el
centro del pueblo. All, la gente careca de agua, higiene y refugio y no tena nada que la sustentara,
salvo el alcohol. Dada la ocupacin de las tierras del ro, fundamentalmente era un terreno de
acampada para los indgenas en trnsito. Estaban amenazados por el Ayuntamiento, que haba
intentado ampliar el arrendamiento de las propiedades que bordeaban el ro para incluir el cauce
propiamente dicho: una forma ordenada de quitarse de encima los campamentos y lograr que las
cosas fueran limpias y bonitas para los turistas, quienes, al fin y al cabo, gastaban bastante dinero
adquiriendo falsos objetos aborgenes en las tiendas.
Por lo que vi en Mount Nancy, la poblacin sobreviva compartiendo el dinero que poda
obtener del trabajo ganadero temporero, los subsidios para nios, las pensiones de viudas y de
esposas abandonadas y del raro, rarsimo, cheque de subsidio de paro. El juego era un modo de
redistribuir la riqueza ms que lograrla. Uno de los mitos relativos a los aborgenes es el de que
son ladrones en paro crnicos. En realidad, los negros que reciben servicios sociales son menos
que los blancos, pese a que el paro es diez veces superior.

Hasta las contadas personas con algo de sangre aborigen que, como los blancos, viven en
el pueblo, padecen sutiles formas de racismo. Para los negros de Alice Springs, se trata de una
experiencia cotidiana. Refuerza sus propios sentimientos de incapacidad y de odio hacia s
mismos. La frustracin constante de no poder cambiar de vida hace que muchos se desesperen;
los convierte en alcohlicos porque la bebida, al menos, le proporciona algn tipo de alivio en
una situacin insostenible y, por ltimo, les hace olvidar.
Como seala Kevin Gilbert en Because a While Manll Never Do It [Porque un blanco nunca
lo har]:
Sostengo que la Australia aborigen sufre una violacin
del alma tan profunda que actualmente la plaga persiste en la
mente de la mayora de los negros. Ms que cualquier otra
cosa, es esta plaga psicolgica la que provoca las condiciones
que vemos en reservas y misiones. Se repite generacin tras
generacin.
La educacin siempre constituy un problema. Las escuelas eran mixtas, blancos con
negros y tribu con tribu. Como si no resultara suficiente tener que leer libros sobre Dick, Dora y
su gato Fluff y estudiar en los textos de historia que el capitn Cook fue la primera persona que
pis Australia, o que los negros, que constituyen una de las razas humanas ms inferiores que
existen... desaparecen de prisa ante la marcha del blanco hacia el progreso -al margen, de tener
que llevar a la escuela ladrillos envueltos en papel de estraza, en lugar de merienda, porque no
haba dinero ni medios para prepararla; de que en la escuela les echaran una bronca por no hacer
los deberes (es posible hacer los deberes en la carrocera oxidada de un coche y a la luz de la
lumbre?); de tener los tmpanos perforados, infecciones oculares, llagas y desnutricin; de tener
que afrontar el racismo intrnseco de muchos profesores-, quiz tuvieran que sentarse con algn
chiquillo que poda ser un enemigo tribal tradicional.
No es extrao que los nios no quisieran padecer este ambiente totalmente ajeno y
amenazador. No les enseaban nada de lo que necesitaban saber, pues el nico trabajo que sin
duda conseguiran sera el de pen itinerante, para lo cual no era necesario saber leer ni escribir.
As mismo, no es extrao que los etiquetaran de intiles, de incapaces de aprender, de burros.
Los blancos meneaban la cabeza, apesadumbrados, y comentaban: Ah, claro, lo llevan en la
sangre. Jams se integrarn.
Antes de que las grandes corporaciones mineras comenzaran a codiciar las tierras de las
Reservas Aborgenes, la asimilacin prcticamente no exista como proyecto poltico. No tena
importancia la forma en que vivan realmente los nativos. Ahora es un medio de arrancar a los
pueblos aborgenes de sus tierras -lo nico que tienen y que les otorga algn ttulo de respeto por
si mismos -y llevarlos a la ciudad, donde no pueden encontrar trabajo y donde han de depender
cada vez ms de las instituciones blancas para sobrevivir. Tambin proporciona al gobierno un
til ejercicio de relaciones pblicas, por lo que el primer ministro puede hablar en contra del
apartheid en Sudfrica, conservar una limpia reputacin intencional y llevar a cabo una poltica

que superficialmente parece la anttesis del apartheid, pero que, analizada con ms detenimiento,
produce los mismos resultados. En consecuencia, se trata de una poltica que asegura que las
tierras aborgenes estn, una vez ms, en manos de los blancos (en ese caso, las multinacionales)
y que se dispone de mano de obra barata extirpando todas las caractersticas de la tica y la
cultura negra, manteniendo puras las razas blancas. Esto es exactamente lo que el apartheid trat
de lograr en Sudfrica. La asimilacin va en contra de derechos territoriales y de
autodeterminacin, y los negros no la desean. Vuelvo a citar a Kevin Gilbert:
Cuando se plantea la cuestin, todo aborigen repite
una y otra vez que el nico modo de llegar a una solucin
sobrevendr cuando la Australia blanca d a los negros un
justo territorio base y los medios financieros necesarios para
que las comunidades comiencen a autoabastecerse.
Como tantos otros, el problema de la educacin hubiese podido resolverse fcilmente
mediante unas pocas inversiones por parte del gobierno: la introduccin de una escuela
ambulante modificada. Como era de prever, en lugar de aumentar el presupuesto para abordar
este problema, el gobierno actual ha hecho considerables reducciones en el gasto dedicado a los
nativos.
ltimamente, el Departamento de Asuntos Aborgenes llev a cabo una investigacin
sobre los indgenas australianos. En la seccin dedicada a viviendas se preguntaba: cuntos
aborgenes carecen de hogar? En otra seccin se define la expresin falta de hogar, que no
incluye a quienes viven en chozas, cobertizos, refugios de hojalata o carroceras de coches.
Frankie tena una amigo llamado Clive, un muchacho ms joven pero con mucha ms
experiencia de vida. Era un ladrn incorregible y hbil, lo cual no me parcela mal; en realidad,
dada su situacin, lo que haca pareca bastante sensato, salvo que, ay!, me robaba a m. Pobre
indigente de m, que ahorraba un promedio de cincuenta cntimos semana para comprar cajas
de remaches, destornilladores, cuero y cuchillas, chucheras muy atractivas para los muchachos.
Me resultaba difcil afrontar esta situacin. Por un lado, saba que su actitud hacia la propiedad
era totalmente distinta de la ma; es decir, que los objetos materiales no podan pertenecer a una
persona, sino que se trataba de algo que se comparta. Por otro, cuando algo desapareca de
Basso's, en general se perda para siempre o era devuelto, estropeado y roto, por una madre que
se disculpaba. En consecuencia, persegua constantemente a Clive y a Frankie por ser manos
largas lo cual provoc algunas manifestaciones de arrepentimiento, si bien, en el fondo, no sirvi
de nada.
Un da, al regresar del pueblo, me encamin en silencio a mi habitacin tras pasar por la
cocina. Guardaba mis posesiones ms queridas en un cuarto cerrado con llave. Frankie y Clive
estaban intentando salir por la ventana. Hablaban en voz baja como ladrones de joyas. Apenas
pude contener la risa. Aguant hasta que logr dominarme, puse cara muy seria y pregunt:
-Qu demonios estis haciendo?

Juro que nunca haba visto a nadie que se llevara un susto tan grande. Fue como si
hubiesen tocado un cable de alta tensin. Se volvieron hacia m como mjoles atontados. A
Frankie se le salan los ojos de las rbitas y Clive baj culpablemente la mirada. Durante una
temporada no hubo ms robos.
Unos meses ms tarde, Clive sali de parranda. Ignoro el motivo, pero cometi varios
errores. Creo que rob cuchillos y un arma, y lo remat cogiendo una botella de whisky del
cuartelillo. A continuacin se larg a vivir por su cuenta en el monte durante un par de semanas...
sin duda aterrorizado por las posibles consecuencias de sus actos. Finalmente volvi a su casa; el
Departamento de Asistencia Social y la polica le declararon delincuente, fue separado de su
madre lisiada y de todos sus parientes -ya que, segn las autoridades, no eran capaces de cuidarle
correctamente- y enviado al sur, a un correccional de menores. Tena once aos.
Una cierta tristeza, una sensacin de derrota surgi de manera casi imperceptible en mi
mente durante esa poca. La alegra de ser independiente, de vivir en un lugar fantstico y de
soar con el viaje sin llegar a asumir su realidad comenzaba a perder sabor. Comprend que viva
en un crculo vicioso, que simulaba y representaba, y que se era el motivo de mi malestar.
Aunque todos creyeran que finalmente me ira al desierto con los dromedarios, yo no estaba del
todo convencida. Era algo que poda situar en el borde de la mente y jugar con ello cuando no
tena nada mejor que hacer. Me proporcionaba una identidad o estructura superficial que poda
utilizar cuando estaba deprimida y ponerme como un vestido.
El conjunto cotidiano de detalles pequeos problemas perpetuaba esa inquietud. Mis dos
dromedarias estaban enfermas y necesitaban atenciones constantes. Por las noches las
destrababa para que pastaran, me levantaba a las siete para rastrearlas (operacin que poda
durar horas), las llevaba a casa, las curaba, adiestraba a Zelly, hacia desganados intentos por
preparar sus aparejos, y as hasta que llegaba la hora de recorrer en bicicleta los casi cinco
kilmetros que me separaban del restaurante y de repetir el ejercicio a medianoche.
Zeleika estaba espantosamente delgada. Haba perdido su buen estado en el viaje en tren
que sigui a su captura. La metieron a la fuerza en el vagn con una docena de animales salvajes
asustados, la encerraron en un corral, fue empujada, maneada y le dieron unos das para que
pensara en su situacin. La haban aterrorizado y golpeado brutalmente y, por si esto fuera poco,
luego le colocaron un taco en el morro. Trasladar dromedarios desde el desierto es, en el mejor
de los casos, una crueldad; a veces la mitad de la manada muere por el agotamiento debido a la
persecucin o por cadas y por rotura de miembros.
Kate no haba sufrido esa experiencia. Aos antes fue utilizada como bestia de carga,
tratada abominablemente mal -algo que jams olvidara - y en su vejez la dejaron descansar con
una amiga en la Estacin de Alcoota. Sallay la recogi all, pero dej a su amiga. Ella recordaba a
los humanos y los odiaba. Como dromedario de monta resultaba intil, luchaba constantemente
por librarse de la cuerda del morro y era demasiado vieja y de costumbres fijas para cambiar. De
todas maneras, constitua un magnfico animal de carga, fuerte y paciente. Pens que podra
instruir a Zelly para cabalgar y utilizar a la vieja Kate como animal de tiro. Aunque jams se le

habra ocurrido patear, sus enormes y horribles colmillos amarillos se movan en todas
direcciones cuando estaba disgustada -es decir, en todo momento -, hasta que con unos cuantos
golpes firmes en los labios dej de hacer esa tontera. La pobre Kate ceda fcilmente y, a pesar
de lo amable o cariosa que yo intent ser con ella, jams confi en m ni le ca bien. Tena un
espacio personal de tres metros, y si algn homo sapiens se situaba dentro de ese radio, Kate
ruga hasta que la persona lo abandonaba. Permaneca plcidamente de pie, con la gran boca
abierta, y ruga y ruga como un len, detenindose tan slo para, respirar. Si permanecas dos
horas en su espacio, ruga dos horas. Tambin posea un manifiesto exceso de peso. Un da la
llev a la bscula para camiones y dio alrededor de novecientos siete kilos, lo cual no estaba mal
para una vieja hembra de patas rechonchas. Su joroba era una elevada montaa de cartlagos
deformes posados sobre su lomo y sus imponentes muslos se entrechocaban al andar. En
conjunto resultaba una bestia impresionante.
Durante la primera semana llam al veterinario para que examinara a mis chicas. Esa visita
significara el comienzo de una prolongada relacin con los veterinarios de Alice Springs.
Centenares de dlares pasaron a sus respectivas cuentas antes de mi partida, a pesar de que
muchos, por compasin, no cobraban las consultas. Llegara el da en que esos hombres
maravillosos correran a ocultarse al verme entrar en sus clnicas o, si los atrapaba, suspiraban y
decan; Rob, quin se muere hoy? A continuacin, ponan mala cara cuando les contaba los
ltimos acontecimientos sobre los problemas de las dromedarias. Pero en esa poca me
ensearon muchas cosas: cmo colocar agujas en los msculos, cmo clavar agujas en la yugular,
cmo abrir con una lanceta, hacer una incisin, suturar, desinfectar, castrar, poner un parche,
vendar y limpiar una herida. Me ensearon todo esto con la desenvuelta sangre fra de un
profesional aguerrido.
El veterinario hizo un minucioso reconocimiento a mis animales. Me inform que Zeleika
tena una costilla rota y, al ver mi expresin, se apresur a agregar que ya se haba soldado y que
slo creara problemas si el animal volva a caerse. Sus infecciones sanaran rpidamente con
polvos antibiticos. A continuacin acerqu la gran masa bamboleante de Kate y le mostr al
veterinario su pecho, que ahora chorreaba ingentes cantidades de pus. Esa parte del pecho,
llamada tambin pedestal, es un crecimiento cartilaginoso situado detrs de las patas delanteras.
Almohadillas semejantes de las patas delanteras y traseras forman los puntos de roce sobre los
cuales descansa el animal. Est cubierto por una piel dura similar a la corteza de un rbol. Yo haba
tratado la herida con lavajes mediante manguera, desinfectantes, polvos antibiticos y alquitrn
de Estocolmo. El veterinario examin la herida, se detuvo, hundi ms profundamente la mano
en ella y silb. El sonido del silbido no me agrad.
-Tiene mal aspecto comento-. La infeccin se ha extendido en bolsas a travs de la carne.
Dentro podra haber algn cristal. De todas maneras, le dar terramicina y veremos cmo
responde.
A continuacin cogi una enorme jeringa con una aguja del tamao de una paja para beber,
me la entreg, hizo que me situara a sesenta centmetros del cuello de Kate y que le arrojara la
aguja como si fuera un dardo. No la tir con bastante fuerza. Los rugidos de Kate subieron una

octava. Volv a situarme en posicin, apunt y dispar con todas mis fuerzas. La aguja se hundi
por completo y me sorprendi que no sobresaliera por el otro lado, como los tornillos del
monstruo de Frankenstein. Acopl la jeringa e inyect los diez centmetros cbicos del lquido
viscoso, dejando un gran bulto en forma de huevo.
-Muy bien! -dijo el veterinario-. Haz lo mismo cada tres das, dos veces ms, y vuelve a
ponerte en contacto conmigo De acuerdo?
Tragu saliva y logr murmurar que estaba de acuerdo mientras me temblaba el mentn.
Mi odio por las inyecciones estaba a punto de curarse definitivamente.
Todas las fantasas que me haba hecho con respecto a ganar la confianza de Kate
desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos. Todos los das vendaba la herida al menos dos veces
o le pona las inyecciones, causndole dolor y reforzando su odio por mi especie. Su territorio
personal aument a seis metros para m y continu siendo de tres para el resto de los mortales.
No hubo ninguna mejora. Cuando el veterinario la visit de nuevo, decidimos atontar a la
viejecita con Nembutal para practicar un corte en la herida y drenarla. Si no hubiese estado tan
preocupada por ella (nadie saba cul era la dosis correcta para un dromedario, de modo que
tuvimos que adivinarla), me habra redo del modo cmico en que reaccion a la droga. Se dej
caer poco a poco, con los labios ridculamente relajados y la mirada vidriosa, mientras observaba,
fascinada, pequeas briznas de hierba, hormigas y otras cosas, al tiempo que la baba manaba por
sus enormes mandbulas relajadas... estaba embotada.
La intervencin quirrgica fue cualquier cosa menos divertida. Aunque no logramos
encontrar ningn fragmento de cristal, la infeccin estaba mucho ms extendida de lo que el
veterinario supona, por lo que fue preciso practicar unas incisiones radicales, consideradas como
ltimo recurso. Una vez realizada la operacin y recetada otra serie de inyecciones, confi en que
todo saldra bien. Kate no mejor. Pas los meses siguientes de mi vida totalmente consagrada a
su bienestar: gast dinero en ella como si se tratara de agua y utilic grandes dosis de todos los
antibiticos, remedios de hierbas y curas afganas que existan. Intent todos los tratamientos que
me recomendaron los veterinarios del pueblo. Kate jams respondi a ellos.
Durante ese perodo, tambin empec a adiestrar a Zeleika para que transportara carga o
a un jinete. No fue fcil, pues no tena dinero para comprar avos ni una silla que colocarle en el
lomo, a fin de no caer cada vez que corcoveaba; adems, haba perdido casi todo mi valor en casa
de Sallay. Por eso la montaba a pelo, serenamente, la llevaba arriba y abajo por la blanca arena
del riachuelo, sin exigirle demasiado. Slo intentaba ganar su confianza, mantenerla serena y
proteger mi pellejo. Se encontraba en tal mal estado que constantemente tuve que reprimir la
necesidad de adiestrada, para evitar que se angustiara hasta convertirse en piel y huesos. Los
dromedarios siempre adelgazan en el perodo de adiestramiento. En lugar de alimentarse, pasan
el da pensando qu les vas a hacer.
Por otra parte, Zeleika tena un carcter afectuoso y manso que yo no quera echar a
perder. Estuviera maneada o no, poda acercarme a ella en cualquier lugar del monte y cogerla,

aunque senta que los msculos se le endurecan de tensin y miedo. Su nico defecto peligroso
era su predisposicin a patear. Los camellos pueden dar coces en cualquier direccin dentro de
un radio de un metro ochenta. Pueden golpear con las patas delanteras y con las traseras, patear
hacia delante, de costado y hacia atrs. Una de estas coces puede partirte por la mitad, como si
fueras una rama seca. No fue fcil ensearle a aceptar las maniotas o las cuerdas laterales. De
hecho, era una actividad capaz de producir una ulcera, si no muerte; exiga infinita paciencia y
coraje, caractersticas de las que yo no estaba especialmente dotada, pero no tuve otra opcin.
Para calmarla, tuve que atarla del cabestro a un rbol y estimularla a que comiera forraje
comprado a precio de oro mientras la acicalaba, le coga las patas, pona msica a todo volumen
en un magnetfono y la acostumbraba a que tuviera cosas alrededor de las patas y en el lomo,
sin dejar de hablar, hablar, hablar. Cuando soltaba una de esas coces terribles, se trataba de coger
el ltigo. Pronto aprendi que las patadas no la llevaban a buen puerto y que era mejor mostrarse
amable, aunque esa amabilidad no surgiera del fondo de su alma.
Un da la at a un rbol del terreno de Basso's y llev a Kate a casa de Kurt para lavarla con
la manguera. Cuando regres, Zeleika haba desaparecido y el rbol tambin, un gomero joven de
alrededor de cuatro metros y medio de altura y treinta centmetros de grosor en la base. El rbol
estaba arrancado de cuajo. A Zelly no le gustaba estar lejos de Kate.
Esta peculiaridad es la ms difcil de superar durante el entrenamiento. Los dromedarios
detestan separarse de sus compaeros y recurren a cualquier treta, estratagema o juego sucio
para regresar al hogar. Resulta bastante fcil trasladarlos a algn lugar en grupo, pero tener un
animal solo se convierte en una prueba y una lucha entre ingenios. Es comprensible, pues se trata
de un animal de manada que equipara la compaa con la seguridad. A un dromedario le parece
muy peligroso estar solo, sobre todo con un manitico en su lomo.
Puesto que el cuello del dromedario es muy poderoso, la rienda es imprescindible en un
animal de montar. Resulta casi imposible dominarlo con un simple cabestro, a menos que tengas
una fuerza extraordinaria. No pueden usar bocado, como los caballos, porque son rumiantes. La
nica opcin es la cuerda en la mandbula -arreo que a veces utilic durante el entrenamiento
antes de que se curara la herida del taco -, pero lastima su delicado labio inferior. En consecuencia,
el mtodo del taco en el morro es el mejor. En general slo se les coloca uno que sobresale a los
lados de las ventanas de la nariz. En el taco se engancha un trozo de cuerda lo bastante fuerte
para provocar dolor cuando se tira de l, pero no tanto como para impedir que se suelte antes de
llegar a arrancar el taco de la carne. Esta cuerda se ata a la parte exterior del taco, luego se pasa
por debajo de la mandbula y se utiliza como rienda. En cuanto la herida del taco se cura, este
mtodo no crea ms incomodidades que las que el bocado produce en el caballo.
Haba aprendido a colocar el taco del morro tanto con Kurt como con Sallay. Cada uno de
ellos aplicaba un mtodo totalmente distinto. Sallay pinchaba la carne desde el interior con una
vara de mulga afilada, a continuacin insertaba el taco de madera en el agujero y lo curaba con
gasolina y aceite. El mtodo de Kurt era ms complejo, aunque no mejor. Sealaba el lugar con
un rotulador, abra un pequeo orificio en la carne con un punzn para cuero, lo ensanchaba con

un pincho de carnicero empujado desde el interior hasta el fondo y a continuacin insertaba el
taco que, dicho sea de paso, se parece muchsimo a un pequeo pene de madera. Todos los das
curaba cuidadosamente la herida con antisptico diluido y polvos antibiticos durante un perodo
que poda prolongarse hasta dos meses. Haba practicado esa brutal operacin a uno de los
machos jvenes de Kurt, pero la odiaba. Me revolva el estmago.
Pese a los lavajes constantes, el morro de Zelly estaba tan infectado que supuse que poda
haber astillas de madera que impedan su cicatrizacin. Para nuestro mutuo horror, la at, saqu
el taco con un destornillador y examin la herida minuciosamente. Descubr que el taco se haba
astillado y que al girar abra la herida. Tuve que hacer otro taco y pasarlo a travs de esa carne
torturada. Jams entender por qu los animales nos perdonan lo que les hacemos.
Un da, Sallay vino a visitarme y a ver cmo me encontraba. Le llev hasta donde estaba
Zelly, la observ y coment que tena muy buen aspecto y que estaba muy tranquila. Retrocedi
unos instantes, se rasc pensativamente el mentn y me mir de soslayo.
-Muchacha, sabes lo que pienso?
-No, Sallay. Qu piensa?
Volvi a pasar sus manos de experto por el vientre del animal.
-Me parece que tienes una dromedaria preada.
-Cmo? Preada? -grit-. Es fantstico! No, un momento, no es fantstico. Y si lo tiene
durante el viaje?
Sallay se ech a rer y me palme la espalda.
-Te aseguro que tener una cra de dromedario durante el viaje sera la menor de tus
preocupaciones. Cuando nazca, mtela en un saco, sbela al lomo de su madre y a los pocos das
trotar detrs como el mejor. En realidad, sera bueno, ya que por la noche podrs atar a la cra y
estar segura de que la madre no se alejar demasiado. Podra resolver uno de tus principales
problemas, no? Bueno, por tu bien espero que est preada. Ser una hermosa cra si ese macho
negro salvaje con el que la vi correr es el padre.
Tuve que tomar una decisin con respecto a Kate. Sufra de envenenamiento de la sangre,
lo cual haba transmitido la infeccin hasta la rodilla; haba perdido la mitad de su peso, y ahora
sus rugidos eran las protestas de una anciana frgil y lastimera. Me ocupaba de ella tres o cuatro
veces al da; colocaba la manguera a un lado de la rodilla infectada y observaba el arco de suciedad
rosa que sala por un agujero del otro lado. Postergu la decisin de sacrificarla por dos motivos:
no poda creer que una simple herida pudiera matar a un dromedario y sin Kate no exista la
menor posibilidad de iniciar el viaje y volvera a estar muy cerca del punto de partida. Al final
llegu a la conclusin de que deba liberar a la pobre de sus sufrimientos. Me senta culpable. En

realidad, era demasiado vieja para soportar los rigores de los veterinarios y las sillas de montar,
adems de la separacin de su compaera de Alcoota. Estoy convencida de que Kate languideca
y perdi las ganas de vivir. A menudo haba pensado en enviarla de nuevo a la estacin, pero
ahora era demasiado tarde. Estaba decidida a no ponerme sensiblera. Se trataba de algo que era
necesario hacer e incluso fui lo bastante prctica como para afilar mis cuchillos, a fin de quitar su
bellsima piel y curtirla. Jams haba utilizado el arma y tena ms miedo de hacer una chapuza
que de sacrificarla, para lo cual estaba preparada. Jenny, que pasaba cada vez ms tiempo
conmigo en Bassos y que se haba convertido en una amiga insustituible, se ofreci a
acompaarme aquel da,
-Jen, no existe ningn problema. Todo est controlado; ahora bien, si quieres
acompaarme, me parece bien.
Me acompa. Me inund un sudor fro de inquietud. Mientras caminbamos juntas por
las colinas, el da ofreca una sensacin irreal y acabada. Slo cuando llegamos junto a Kate me di
cuenta de lo fuerte que haba apretado la mano de Jenny. Llev a Kate a un terreno erosionado,
le apunt a la cabeza con el rifle, preguntndome si el justo castigo divino hara que la bala
rebotara contra la ma, y apret el gatillo. Recuerdo que .hizo un ruido seco al chocar contra el
polvo, pero seguramente cerr los ojos. No haba previsto la pasajera oleada de histeria que me
recorri en ese momento. Jen prcticamente me llev de regreso a casa, me prepar una taza de
t y luego tuvo que irse a trabajar. Yo estaba profundamente trastornada. Nunca haba hecho
algo semejante; nunca destru nada que tuviera personalidad. Me senta como una asesina. La
idea de despellejar a Kate era inconcebible. Lo nico que logr fue regresar junto al cuerpo y
mirarlo fijamente, preguntndome qu haba hecho. De modo que eso era todo: ni Kate, ni viaje.
De nuevo el destino. Todo aquel tiempo, aquel dinero y aquella energa, las devociones y los
cuidados haban sido intiles. Por el sumidero se haban escurrido dieciocho meses para nada.


4


La depresin que sufr despus de sacrificar a Kate se combin con el miedo cada vez
mayor que me inspiraba Kurt. Pareca tan descontrolado y era tan irascible que llegu a creerle
capaz de matar, si no a Gladdy y a m, al menos a mis animales. Por este motivo me vi obligada a
seguirle el juego. Tuve que simular que yo no representaba una amenaza, que no mereca la pena
que se preocupara de m. Aunque nunca lo dijo, Kurt sospechaba que Gladdy y yo trambamos
algo. Su mente giraba como un molino, maquinando el modo de desbaratar cualquier plan que
se nos ocurriese concebir.
Este miedo paralizante -el reconocimiento del enorme odio de Kurt hacia m y la certeza
de que poda hacerme dao y de que me lo hara si yo le disgustaba -fue el catalizador que
convirti mi melancola y el sentimiento de derrota en una realidad abrumadora. Los Kurt, de este
mundo, siempre ganaran; no era posible resistirse a ellos ni protegerse de ellos. Al alcanzar esta
comprensin, sent que me derrumbaba. Todo lo que haba hecho o pensado careca de
significado y era trivial frente a la existencia de Kurt.
El miedo fue como un hongo que se apoder lentamente de m y me domin durante las
semanas siguientes. Ca en ese estado cuya existencia haba olvidado mucho tiempo atrs.
Incapaz de actuar, permaneca horas mirando por la ventana de la cocina. Recoga algn objeto,
lo miraba, lo haca girar en mi mano, lo dejaba y volva a la ventana. Dorma y coma en exceso. El
cansancio me abrum. Esperaba or el motor de un coche, una voz... cualquier cosa. Intent salir
de este estado de nimo, abofetearme; pero la energa y la fuerza que yo haba dado por sentadas,
se haban esfumado a travs del miedo.
Lo extrao era que me vea libre de esta melancola en cuanto llegaba algn amigo. Intent
hablarles de este estado de nimo; no obstante, como el lenguaje para describirlo perteneca a
los sentimientos, brome sobre la cuestin. Estaba desesperada por hacrselos comprender. Mis
amigos eran la prueba de que la razn y la cordura todava existan y me aferr a ellos como si me
estuviera ahogando.
Kurt sall un da festivo y Gladdy decidi marcharse en ese momento. Me alegre por ella,
que ya pareca estar mejor. Supe cunto la aorara y me asustaba quedarme sola con su marido.
Una noche fui a dormir con Gladdy, como ocurra a menudo los das que Kurt no estaba y el
fantasma de Kate an deambulaba por mi cuarto en Basso's. Hacia horas que nos habamos
acostado, pero yo no poda dormir. El sentimiento de fracaso haba vuelto a dominarme. No se
trataba slo del viaje, sino de una especie de fracaso personal, la imposibilidad absoluta de ganar
contra la fuerza bruta y la dominacin. Lo medit constantemente e intent buscar una solucin,
imposible alcanzar con aquel estado de nimo, debido a su propia naturaleza. Entonces pens

que slo exista una salida perfecta: el suicidio. No se trataba de un sntoma comn de golpearse
el pecho y preguntarse por qu nacemos para sufrir y morir, sino de algo nuevo. Era fro, racional,
objetivo. Ahora me pregunto si es as como la gente suele llegar al suicidio: framente. En realidad,
era una solucin muy simple. Caminara hasta el monte, me sentara en algn sitio y serenamente
me pegara un tiro en la cabeza. S, no era mala idea. Nada de jaleo ni complicacin es. Slo una
salida sencilla y ordenada. Vivir a medias no vala la pena. Pensaba en el lugar ms conveniente y
en el momento ms oportuno cuando, de pronto, Gladdy se irgui en la cama situada frente a la
ma y pregunt:
-Rob, ests bien? Quieres un caf?
Fue el equivalente de arrojar un cubo de agua encima de alguien que sufre un ataque de
histeria, lo que me llev a tomar conciencia del horror en que estaba pensando, de la enormidad
de mi pensamiento. Nunca haba llegado a tal extremo y supongo que nunca ms tendr que
hacerlo. A pesar de mis indecisiones, aquella noche resolv algunas cosas.
Gladdy se fue pocos das despus. Hered su perro, Blue, un animal acostumbrado a
trabajar con ganado y que pocas semanas atrs haba salvado de la perrera. Al darnos el abrazo
de despedida, Gladdy me dijo:
-Sabes una cosa? En cuanto te vi, supe que desempearas un papel importante en mi
vida. No te parece extrao?
Kurt regres poco despus y su venganza fue insuperable. Me tena tan aterrorizada que
dorma con un hacha pequea debajo de la almohada. Sigui tratando de vender el rancho o, al
menos, pareca que eso era lo que se propona. Mi cuado -un hombre con ms dinero que
sensatez y ms corazn que dinero- se enter y, para mi total desconcierto, telefone a Kurt y se
ofreci a comprar la propiedad en mi nombre. Al principio, esa propuesta pareci la solucin a
todos mis problemas; pero despus me di cuenta de que era una locura. Quiz no pudiramos
volver a vender el rancho durante aos, y yo quedara encerrada all, atendindolo. De todos
modos, sera bueno que lograra desviar la atencin de Kurt hasta que Gladdy se recuperara lo
suficiente como para consultar a un abogado.
As fue como se inici el juego del gato y el ratn con mi atormentador. Para convencerle
de que estaba decidida a comprarlo, tuve que pasar la mayor parte del tiempo en el rancho,
simulando que me preparaba para la toma de posesin. Ahora, Kurt no tena el menor cuidado
conmigo. Recuerdo que una maana, alrededor de las seis, vino a mi dormitorio en Basso's, quit
toda la ropa de cama, me hizo levantar de un tirn y me grit que, si cuando tuviera el rancho
dorma hasta esa hora, todo sera intil.
Durante aquellas semanas, el brillo asesino jams desapareci de sus ojos. Estbamos
empeados en una guerra tcita; los dos jugbamos y ambos estbamos desesperados por ganar.
Me oblig a adiestrar a Bubby, el joven macho blanco, sin la ayuda de la cuerda lateral o la silla,
algo que antes no se le haba ocurrido. Esto signific que el dromedario me arrojaba al suelo como

mnimo tres veces al da. Tena los nervios destrozados. La tensin del esfuerzo sumada a la de
mantener un juego tan peligroso ejerci su efecto en m.
Una maana despert y descubr que Kurt haba desaparecido en medio de una polvareda,
como un genio de los cuentos rabes. Sin decir nada, vendi el rancho a mitad de precio a alguien
de una estacin ganadera y se larg con todo el dinero. Dijo a los compradores que yo continuara
en el rancho y que les enseara todo lo concerniente sobre camellos. Aquella gente no saba
nada. Fui a verlos.
-Escuchen -expliqu-, no continuar en el rancho, pero si estn dispuestos a darme los dos
dromedarios que deseo, prometo ensearles todo lo que s.
Estaban muy confundidos. No saban quin timaba a quin ni en quin confiar. Aceptaron
de mala gana y postergaron la firma del documento. Yo saba exactamente qu dromedarios
quera: Biddy y Misch-Misch. Prefera dos hembras, porque los machos suponen una complicacin
y resultan muy peligrosos cuando estn en celo durante el invierno.
De nuevo estaba atada al rancho, y em1pec a pensar que el proceso de tratar de
conseguir dromedarios a travs de personas poco dispuestas a cooperar jams terminara.
Estpidamente, les ense lo suficiente sobre camellos como para que supusieran que no me
necesitaban, y a continuacin, como era de prever, se volvieron atrs en la propuesta. Me
ofrecieron dinero por mi trabajo y me despidieron. Pens: De acuerdo, cabrones. Esperemos
que algo falle y entonces veremos quin se arrodilla ante quin. Cuando sobrevino mi racha de
buena suerte, fue una pequea espiral ascendente del destino que compens todas las
depresiones juntas. El queridsimo Dookie, la ms gentil de las bestias, se revolvi y asust hasta
el alma al nuevo propietario.
Afortunadamente, yo estaba all. Llevaba casi todo el da en el rancho, discutiendo acerca
de documentos, dinero y ese tipo de cosas, mirando con aires de suficiencia los errores que el
hombre cometa. Mi corazn se haba endurecido. Ja, ja, sufre o firma, me deca para mis
adentros burlonamente.
Cuando aquella noche lleg el momento de manear a los dromedarios, consider que
deba ensearle a hacerlo, aunque slo fuese por los animales. Si las trabas de cuero quedaban
demasiado flojas, se deslizaran a travs de los jarretes y probablemente daaran las patas del
animal. En primer lugar, me ocup del querido y sereno Dookie.
-Mire, debe engancharlo en este agujero y asegrese de que no est tan flojo como para
que se deslicen por esta protuberancia, entiende?
-Hmmm, s, entiendo.
Dej ir al dromedario y me volv para ocuparme de los otros. En ese momento escuch un
extrao estruendo a mis espaldas; mir por encima de mi hombro y me qued de piedra. Tambin

logr ver el rostro del hombre. Toda la sangre se le haba bajado a los pies. Dookie estaba
transformado; avanzaba hacia m con una mirada del estilo de la de Kurt y giraba los ojos como si
fuesen canicas de vidrio. Dookie emita sonidos barboteantes y echaba espumarajos por las
comisuras de la boca. Intentaba excitar sexualmente a las piedras. Dookie estaba totalmente loco.
Yo me haba interpuesto entre l y sus amigas y, por primera vez, en su joven vida, se sinti
dominado por los incontrolables apremios de un macho en celo. Empez a agitar la cabeza y el
cuello como si fueran un ltigo. Intentaba galopar hacia m con las maniotas puestas. Procurara
derribarme y se sentara encima de m hasta matarme.
-Dookie? -pregunt al tiempo que retroceda-. Vamos, Dook, soy yo -jade mientras iba
derecho hacia la verja. Salt el metro y medio de verja del mismo modo que Popeye lo hara para
coger sus espinacas. Dookie ignoraba totalmente al hombre, que permaneca inmvil dentro de
la cerca, agachado contra el muro de piedra. Era a m a quien Dookie buscaba.
-Lrguese- grit mientras Dookie intentaba morderme el cuello-. Hombre, por Dios,
trigame el ltigo, la cadena de las maniotas y el punzn para ganado.
Grit como una loca cuando Dookie me apret contra la parte exterior de la verja con el
cuello retorcido e intent convertirme en una rplica de cartn. Estaba apoyado en la cerca e
intentaba derrumbarla para llegar hasta m. No poda creerlo. Se trataba de una pesadilla de la
que en cualquier momento despertara gritando. Mi Dookie era Jekyll y Hyde, un asesino, un
macho loco, loco, loco, loco.
El hombre se vio metido en la accin. Trajo los instrumentos de tortura. Un punzn para
ganado produce una enorme descarga de voltios, motivo por el cual lo coloqu en los labios
abiertos de Dookie mientras, con todas mis fuerzas, le golpeaba la nuca con la cadena de las
maniotas. Apenas oa mi lloriqueo en medio de semejante ria. Dookie no se enter de nada.
Pareca un molino de viento con dientes. Logr apartarme de la verja y mi mente volvi a
funcionar. Busqu a la carrera unas cuerdas, una tabla y una barra de hierro que pesaba siete
kilos. Al otro lado de la cerca, donde estaba Dookie, haba un eucalipto, aproximadamente a un
metro y medio de distancia. Camin hasta la parte exterior de la cerca y me situ en la lnea del
rbol. Dookie me sigui, bramando, bufando y revolvindose. Me agach junto a sus patas
delanteras, arroj la cuerda a travs de las maniotas, me apart de la cerca y rpidamente pas
la cuerda alrededor del rbol y tir con todas mis fuerzas. Ahora ya lo tena atado al rbol por las
patas y slo deseaba que el eucalipto resistiera. Me dedique qu a golpear la nuca del animal con
la tabla hasta que sta se parti, y luego le pegu con la barra de hierro. El dromedario cay un
tanto inconsciente y volvi a levantarse para atacar. Tuve la fuerza sobrehumana que slo se
alcanza cuando uno es presa de un puro pnico productor de adrenalina y lucha por su vida. De
repente, Dookie se sent, produciendo un ruido seco, movi un poco la cabeza y continu echado,
rechinando suavemente los dientes.
Esper unos instantes con la barra alzada en el aire.

-Dookie, te encuentras bien? -murmur. Me acerqu a su cabeza. No hubo la menor
reaccin-. Dookie, ahora te pondr la rienda y juro que te matar si vuelves a enloquecer.
Dookie me mir a travs de sus largas y elegantes pestaas. Pareca una mosquita muerta.
Le puse serenamente la rienda, le ped que se irguiera, me agach, desat la cuerda, le quit las
maniotas y lo conduje a su corral. Camin como un pequeo cordero, cojeando ligeramente.
Me reun con el nuevo propietario del rancho.
-Bueno, ya lo ha visto, as son los machos -coment, tratando de que mis mejillas
recuperaran un poco de color.
Estaba empapada en sudor y temblaba como una hoja en medio de un ventarrn. El
hombre segua con la boca abierta y pareca que papaba moscas. Nos dirigimos al interior de la
casa y bebimos un buen trago de coac.
-Ah, los machos suelen actuar as? -pregunt.
-Ah, demonios, ya lo creo! -respond, y comenc a ver la luz del final del tnel-. Santo
cielo, los machos siempre atacan as -tena atrapado al hombre y saba lo que ocurrira. No caba
en m de jbilo. Intent poner cara de fraternal preocupacin-. S, indudablemente querr
mantener a sus nios lejos de los machos.
A las nueve en punto corra hacia mi casa por el ro, gritando, saltando y riendo
histricamente. El nuevo propietario me haba vendido los dos machos por setecientos dlares,
suma que no tena, pero que poda pedir prestada. No eran los dos animales que yo habra elegido,
pero tampoco estaba en condiciones de hacerlo: a camello regalado no le mires el diente. Dookie,
rey de reyes, y Bub, aquel bromista incorregible, eran mos. Ahora tena tres dromedarios.
Este maravilloso giro de los acontecimientos me plante una nueva serie de problemas.
En primer lugar, aunque lo maneara a bastante distancia monte adentro, Dookie se las ingeniaba
para volver al rancho y aterrorizar a todo el mundo. Cuando estaba maneado y con las cuerdas
laterales, era inofensivo, y legalmente los propietarios del rancho no podan hacer nada; pero yo
saba que atravesaban un momento difcil y los compadeca. Durante el da ataba a mi muchacho
y por la noche dejaba que se internara varios kilmetros en las colinas con Bub y Zelly, con las
patas apretadas y cruelmente encadenadas. A las seis de la maana intentaba cogerlo antes de
que lo hicieran sus dueos anteriores. El hombre se neg a avenirse a razones. Dos veces lo atrap
conduciendo el coche a toda marcha hacia el trasero de Dookie, asustando al animal, volvindolo
ms agresivo y sin duda daando definitivamente aquellas patas maneadas. Furioso, un da el
hombre me grit:
-Usted est jugando durante sus malditas vacaciones mientras yo tengo que ganarme la
vida con estos infames animales. Le advierto que, si ese macho vuelve a acercarse al rancho, lo
matar.

Me puse roja de ira. Al fin y al cabo, yo le haba enseado a aquel imbcil todo lo que saba
y, si hubiese sido algo corts, le habra enseado ms cosas. A decir verdad, el acuerdo no le haba
perjudicado.
-Amigo, si a m Dookie le pasa algo, una maana despertar y descubrir que todos sus
dromedarios han desaparecido. Se habrn largado al monte de vacaciones.
A esas alturas me resultaba fcil devolver amenaza con amenaza, pese a que en mi fuero
interno crea, no sin culpa, que el hombre tena razn.
Haba desarrollado esa mentalidad montaesa a travs de los meses, aos ahora, hasta
que domin mi actitud hacia el mundo en general. Yo era una arpa, un producto de la frontera.
Y haba razones que me justificaban.
Fullarton me haba hecho una breve visita para comentarme que la poblacin no era lo
suficientemente grande como para contar con dos negocios de dromedarios, por si acuso yo
estuviera pensando en pasarme a la competencia.
Una vez, unos lugareos visitaron la casa donde viva con la esperanza de comprarla antes
de que el Consejo de Tierras Aborgenes posara sus negras manos en ella. Atravesaron mi
dormitorio, como si yo no existiera, sin siquiera decir hola ni adis. Me enfurec y les dije que se
largaran de mi casa y que la prxima vez tuvieran la amabilidad de pedir permiso antes de
recorrerla y tomar fotos. Me lanzaron bravatas y gritaron que haran que el Departamento de
Sanidad me expulsara.
Tambin tuve que luchar con las visitas ocasionales de la polica. Slo queremos
comprobar cmo se encuentra, solan decir mientras se ponan a sus anchas y registraban las
habitaciones sin techo buscando Dios sabr qu. Ccteles Molotov? Herona? Lo ignoro. Un par
de polis incluso me amenaz con impedirme hacer el viaje:
-Sabr que no tiene ninguna posibilidad. Puesto que all han muerto incluso hombres, por
qu habra de confiar usted en que los habitantes de la estacin y nosotros bamos a escalarla?
En esos momentos viva conmigo Julie, una amiga. Habamos aceptado el trabajo de
limpiar cristales en el pueblo e bamos en bicicleta, provistas de fregonas, rodillos de goma y
alcohol. Pronto, Jenny tambin vendra a vivir a Basso's. Ahora que Kurt se haba ido, no tena que
preocuparme por la seguridad de mis amistades, y comenzaba a comprender que estar sola
resultaba a veces muy aburrido y que necesitaba a la gente, que la quera.
Mi vida estaba cambiando. Las amistades me hablan vuelto ms flexible y orientado en
otra direccin; en realidad, ahora las cosas discurran tan bien que casi habla olvidado el viaje.
Anteriormente haba vivido en Basso's la vida de una salvaje mezquina. Coma arroz integral -que
siempre he detestado- y verduras de mi empobrecido huerto; por la noche, despus de trabajar,
cuando llevaba a casa la carne fra que me haban dado los cocineros del restaurante, Diggity,

Blue y yo la atacbamos como lobos hambrientos, comiendo juntos y luchando por los mejores
trozos. Con mis amigos presentes, tena motivos para mostrarme ms civilizada, serena y
agradable. Jen era una excelente hortelana; Toly, un fabuloso hombre orquesta, y Julie, una
formidable cocinera. Vivamos casi lujosamente. Adoraban Basso's tanto como yo, y cada uno
aadi una dimensin que lo asemej a un hogar. Al principio me result algo difcil aceptar esta
situacin. Cuando ests acostumbrada a ser reina, te resulta difcil pensar que la democracia
reemplace al gobierno en solitario.
Una tarde en que bebamos t en el huerto comprend hasta qu extremos haba llegado
mi resistencia al cambio. Aparecieron unos hippies que estaban de viaje. Haban odo hablar de
Basso's en el sur y pensaban pasar aqu unas breves vacaciones. Me indign en el acto y les dije
que no podan quedarse. Cuando se marcharon, me volv hacia los dems y Coment:
-Cmo se atreven a pensar que pueden meterse en la casa privada de alguien a pasar
unas vacaciones? Son una maldita hierba aburrida, inspida, oyente de msica, lectora de Juan
Salvador Gaviota y comedora de bocadillos de arroz integral. Jess!
Jenny y Toly me miraron de soslayo, con las cejas ligeramente enarcadas, pero no dijeron
nada. De todos modos, a veces las miradas son ms expresivas que las palabras, y me di cuenta
de que estaba pensando algo as: Eres una malhumorada intolerante e hipcrita; te has
convertido en lo que ms detestas.
Reflexion un rato sobre esta cuestin. Intent encontrar el origen de mi egosmo en algo
que no tuviera nada que ver con cosas tan obvias como, por ejemplo -al menos en Alice Springs-,
tener que combatir el fuego con fuego. Estaba rodeada de personas que, por algn motivo,
consideraban mi mera presencia como una amenaza. Si no hubiera logrado combatirlos segn sus
propios trminos, habra acabado en la costa este con el rabo entre las patas. Pero se trataba de
algo ms. Para muchas personas del interior, las consecuencias del aislamiento casi total, sumado
a esa lucha global con la tierra, son tan grandiosas que, una vez ganado el premio, sienten la
necesidad de erigir una fortaleza psicolgica en torno a los conocimientos y posesiones que han
obtenido a costa de deslomarse. Ese individualismo impetuosamente independiente se pareca a
lo que yo senta en ese momento: la rigidez, la incapacidad de asimilar a nuevas personas que no
haban compartido la misma experiencia. Entonces comprend una faceta de Alice Springs y la
juzgu menos duramente.
En las semanas posteriores a la partida de Gladdy, Blue se las ingeni no slo para ganar
mi corazn, sino el de Diggity. Era un viejecito encantador, un perro perro. Sus preocupaciones
primordiales consistan en comer y dormir; a continuacin se dedicaba, por orden de preferencia,
a perseguir a perras bien dispuestas de los campamentos y a pelear con perros de los
campamentos. Al principio, Dig y yo le ordenamos que se quedara afuera, pero nos ablandamos
gradualmente hasta que, en las heladas noches del desierto, Blue acab roncando, rascndose y
resollando en nuestro nido, junto a nosotras. Tena la vida perfectamente resuelta. Saba lo que
era importante y lo que era nimio. Su actitud combativa concluy bruscamente un da en que una
jaura de enfurecidos perros de campamento estuvo a punto de matarlo. Se lami las heridas

durante una semana y a continuacin, con la admirable sabidura de un perro que ha vivido
prolongadamente y ha experimentado muchas cosas, se retir a una digna y elegante ancianidad.
Una maana despert temprano y lo encontr agonizante en el portal trasero. Blue haba
sido envenenado con estricnina. Cuando logr serenarme, ya estaba muerto. Llor mientras lo
enterraba. El viejo y querido Blue no se mereca un fin tan cruel. Dos pensamientos ocupaban el
primer plano de mi mente: quin poda estar tan enfermo para semejante cosa y, gracias a Dios,
no le habla ocurrido a Diggity. Saba que era bastante comn que, en Alice Springs, los perros
fueran envenenados. Haca veinte aos que un desconocido lo haca y la polica an no tena la
menor pista sobre su identidad. Si no hubiese llevado tanto tiempo en el pueblo, acaso me habra
anonadado. Tal como eran las cosas, me limit a suspirar y pensar que, indudablemente, no poda
esperarse otra cosa de semejante lugar.
De nuevo era pleno verano -final del ao-, y mi habitacin en Basso's, que durante el
invierno haba sido tan fra, ahora era un horno. En realidad, la casa consista en una serie de
habitaciones de piedra semejantes a cuevas, con ventanas y entradas arqueadas, paja en el suelo
de cemento y prcticamente carente de muebles. Resultaba el refugio de las cucarachas ms
grandes con las que he tenido que luchar en mi vida. Eran audaces y, si les hacas frente se alzaban
sobre las patas traseras. Me tenan asombrada. Cuando entraba por la noche con una vela, las
cucarachas se escabullan y rascaban las superficies al entrar en los diversos agujeros,
produciendo un ruido que me pona la piel de gallina y me revolva el estmago. Adems de las
sanguijuelas, son los nicos animales que no puedo soportar. Coloqu grandes cantidades de
veneno en polvo, algo que normalmente no habra hecho, y les encant. Lo comieron, am, am,
como desayuno, almuerzo y merienda y siguieron desarrollndose en forma de monstruos en
mutacin.
Tambin haba serpientes. Basso's era el hogar de estas exquisitas criaturas; all se
cortejaban, se reproducan y moran, negndose a que los humanos intervinieran en sus asuntos.
Aunque venenosas, no me molestaban tanto como las cucarachas; me gustaban de una manera
respetuosa y distante, y siempre me mov con el convencimiento de que, si no te metas con ellas,
te dejaban en paz. Sin embargo, Diggity las odiaba con frenes. Me preocupaba por la perra,
porque les persegua e intentaba matarlas. Aunque era muy hbil para cazarlas, habra bastado
un solo mordisco para acabar con ella. Una noche sudaba a mares en mi pequea caverna y lea
un libro a la luz de una vela cuando Diggity inici su vibrato de las serpientes, una inequvoca seal
refleja. De debajo de mi cama sali un pequeo ofidio pardo que iba a ocuparse de sus asuntos
en el mundo exterior. No me molest demasiado, de modo que, poco despus, apagu la vela y
dorm. En algn momento de la noche fui nuevamente despertada por Diggity, que estaba rgida
a mi lado, con la pelambre tiesa como la de un jabal, los dientes al descubierto y gruendo.
Encend la vela. A los pies de la cama, encima de la sbana, dormitaba otra serpiente. Dig la
persigui. Se me pusieron los pelos de punta y tuve tanto miedo de pisar un ofidio, que no me
decid a levantarme y trabar la puerta. Tard varias horas en recuperar el sueo. Despert
alrededor de las diez de la maana y vi que Diggity estaba a punto de matar a una enorme
serpiente que se deslizaba bajo mi cama. Tres en una sola noche era demasiado. Tap todas las

posibles entradas de serpientes que haba en la pared; pero transcurrieron varias semanas hasta
que logr descansar realmente una noche.
Siempre se aprenden cosas en la vida, pero suelen olvidarse fcilmente. A esas alturas, yo
deba de saber que el orgullo siempre aparece antes de la cada. Empezaba a mostrarme engreda.
Empezaba a sentir que controlaba los acontecimientos, me felicitaba a m misma y me mostraba
complaciente. La vida era buena y generosa. Nada poda salir mal; las estadsticas estaban en
contra de esa posibilidad. Ya haba sufrido varias rachas de mala suerte. Mis amigos me rodeaban.
No corra peligro. Despus de todo lo que haba pasado, las molestias de no poder salir de Basso's
ni siquiera un da parecan un precio muy fcil de pagar. Toly pasaba casi todos los fines de semana
con nosotras, que le adorbamos. Trabajaba como maestro en Utopa, una estacin ganadera
propiedad de los aborgenes, situada a doscientos cuarenta kilmetros al norte, Pese a que a
veces llevaba a Jen durante varios das y a que yo jams poda acompaarlos porque estaba
encadenada a los dromedarios, me esforzaba en no ser envidiosa. Cuando desaparecan, dejaban
enormes espacios imposibles de llenar. Literalmente, centenares de veces organizamos la forma
de que yo pudiera ir a Utopa, pero siempre surga alguna dificultad que me lo impeda.
Una de las dificultades que se planteaba a menudo consista en que yo poda pasar el da
entero rastreando a los dromedarios. Sus huellas se mezclaban y resultaba difcil distinguirlas de
hoy de las del da anterior. Se dirigan en seis o siete direcciones para alimentarse, yendo en su
mayora a lugares rocosos, donde seguirles el rastro no resultaba fcil. Se ocultaban en valles
escondidos o en espesos matorrales, donde yo no poda verlos, se fundan maravillosamente con
los colores caqui y rojo del paisaje. Llevaban cencerro, pero jurara que mantenan el cuello
totalmente inmvil cuando me olan a travs del viento. Cuando me vean, parecan decir:
Hola, chica, me alegro de verte, clang, clang, por qu has tardado tanto? y Rob, me
alegro de verte, qu bocado de cardenal llevas en los bolsillos? Lleg un momento en que, en
lugar de cogerlos, poda destrabarlos y verlos galopar y corcovear hasta casa, o tambin
acomodarme detrs de una jiba y hacer que me llevara. A causa del calor, Dookie haba perdido
su impetuosa necedad, y ahora los tres formaban un equipo inseparable. Zelly engordaba y sus
ubres se hinchaban deliciosamente. En los camellos, la gestacin dura doce meses, pero yo
ignoraba cundo nacera la cra. Mis animales haban desarrollado relaciones bien definidas entre
s. Zeleika era la cabecilla conocedora de los caminos, astuta, imposible de desconcertar y duea
de s misma. Era ms sabia que los otros dos juntos en lo que respecta a las costumbres del
desierto. Era la primer ministro al tiempo que, nominalmente, Dookie era rey. Sin embargo, si
suceda algo funesto, l era el primero en ocultarse tras las falas de la hembra. Bub estaba
embobado con Dookie. ste era su hroe y se mostraba valiente siempre que tuviera el trasero
de Dookie delante de su morro. Careca por completo del deseo o la capacidad de dirigir. Si Dookie
era Hardy, Bub era indudablemente su Laurel.
Una de esas maanas, despus de rastrearlos ro abajo, ocurri algo que me llev a pensar
que el mundo haba dejado de girar. Bub se hallaba echado de lado. Pens que estaba tomando
el sol, de modo que me agach junto a su cabeza y dije:

-Arre, en marcha, perezoso, es hora de volver a casa.
Le puse un pirul en la boca. Lo que ms les gustaba eran los caramelos y las largas barras
de regaliz. En lugar de dar el salto para ver qu otras golosinas tena, Bub sigui echado y mastic
el pirul desganadamente. Supe que algo andaba muy mal.
Lo levant y vi que se apoyaba en tres patas. Alc la pata herida y examin la suave
almohadilla de debajo donde apareca una gran incisin con un trozo de cristal en su interior.
Kurt tuvo que sacrificar a uno de sus animales por una herida de este tipo. Dichas almohadillas
son adecuadas para la blanda arena, no para objetos puntiagudos, y constituyen la parte ms
vulnerable del dromedario. Dentro de la almohadilla hay una especie de vejiga elstica y
exprimible; en consecuencia, cuando el pie est sometido a presin, todo orificio que contenga
se ensanchar. Es imposible mantener a los dromedarios con una pata en alto, porque necesitan
esa presin para la circulacin. El corte ocupaba la parte inferior de la pata y suba por la peluda
superficie superior. Pens que Bub estaba acabado.
Me sent a la vera del ro y llore durante media hora. Aull y aull. Pens que los camellos
eran animales tan resistentes que esto haba ocurrido a causa de un destino cruel y perverso.
Quin est en lo alto y me odia? Sacud el puo y chill un poco ms. Diggity me lami la cara y
Zelly y Dook se agacharon para presentarme sus condolencias. La enorme y fea cabeza de Bub
estaba en mi regazo. El animal sigui comiendo caramelos, aceptando con entusiasmo las
atenciones que le dedicaba.
Me recuper; con todo cuidado extraje el cristal de la pata y lo conduje lentamente de
regreso a casa. Cuando me traslad a la clnica en bicicleta, me enter de que los veterinarios que
conoca no estaban en el pueblo y de que un muchacho nuevo y sin experiencia los haba
suplantado. Vino a Basso's para examinar a Bubby, permaneci a dos metros de distancia del
dromedario, coment que era indudable que tena una herida en la pata y me dio unas
inyecciones antitetnicas. No sirvi de mucho. En el restaurante haba conocido a Kippy y Cherie,
dos mujeres que eran acrrimas amantes de los animales y que tenan un consultorio de
veterinaria en Perth. Aquella noche fui en bicicleta hasta el restaurante y les cont lo que haba
ocurrido. Vinieron al da siguiente -el ltimo que pasaban en el pueblo-. Abrieron con una lanceta
el orificio superior para que drenara y recetaron agua caliente y cristales de Condy. Yo deba
sumergir la pata en un cubo lleno de este medicamento, masajear la herida y limpiarla a fondo.
Esas maravillosas mujeres me permitieron volver a abrigar esperanzas.
Con viejas estacas en forma de estrellas, restos de tela metlica y de red y otros elementos
variados que recogimos en diversos lugares, Toly y Jenny construyeron un gran corral en la parte
trasera de Basso's. Era magnfico. Encerr a Bubby all, le cur la pata tres veces al da y rec. Con
la ayuda del cirujano del pueblo modifiqu el tratamiento y le introduje una sonda nasal de
alimentacin para bebs en la parte superior del corte, a fin de mojar toda la herida con un fuerte
antisptico. Segu este tratamiento durante varias semanas y en ningn momento supe si la pata
estaba curando o si en su interior se desarrollaba carne en putrefaccin, como si se tratara de

hongos. Algunos das abrigaba esperanzas y otros volva a hundirme en los infiernos, gimiendo
para que Jenny, Toly, Julie o el cirujano del pueblo vinieran a rescatarme.
A Bubby no le divirti el tratamiento y a m tampoco. Sola decirle: Pequeo, deja quieta
esa maldita pata o te la cortar a la altura de la rodilla. Gradualmente se recuper. Poco despus
la pata pareca lo bastante sana como para permitirle que se reuniera con sus compaeros, que
haban permanecido cerca de su casa como almas en pena, asomando sus alargadas cabezas por
la cocina o expectantes, con los ojos glotonamente desorbitados cada vez que bebamos una taza
de t en el huerto. Mis amigos se haban encariado con los dromedarios tanto como yo, pese a
que me acusaban injustamente de adjudicarles atributos humanos. Nos reamos horas enteras de
las bestias, que eran ms divertidas que una pelcula de los hermanos Marx.
Sucedi un da brillante y soleado: desaparecieron en la salvaje y azul lejana. As de simple,
puf. Nada de dromedarios, nada de bestias adorables incapaces de hacer el mal. Aquellos
traidores desagradecidos, taimados, volubles y mentirosos me haban abandonado... me haban
jodido. Se encaminaron hacia las colinas tan rpido como lo permitan sus patas maneadas. Era
bastante corriente que recorrieran distancias cortas, pero esta vez la cosa iba en serio. Quiz
estaban aburridos y deseosos de aventuras. Sospech que Zeleika era la culpable. Volva a su
hogar, muchas gracias por los servicios prestados, y guiaba a los otros hasta su manada, donde
no existan cosas como sillas de montar y trabajos. No era tan fcil de engaar y de sobornar con
limosnas y mimos, como ocurra con los machos. No estaba tan malcriada. Adems, no haba
olvidado ni un solo instante la dulzura de la libertad.
Como siempre sal aquella maana con Dig en busca de sus rastros. Tard alrededor de
una hora en encontrarlos: se dirigan casi sin desviarse hacia el este, hacia las colinas salvajes.
Segu su pista durante tres kilmetros, convencida de que enseguida apareceran e imaginando
que oa el sonido de los cencerros no demasiado lejos. En esa zona hay un ave pequea de pico
cuneiforme que emite un igual al del cencerro de los camellos. Ese sonido me confundi a
menudo. Comenzaba a hacer mucho calor, de modo que me quit la blusa, la puse bajo un
matorral y le dije a Dig que me esperara all, segura de que como mximo tardara media hora. La
perra ya estaba jadeante y sedienta. Detestaba que la dejara, pero, como lo haca por su propio
bien, me obedeci. Me intern en un terreno accidentado y deshabitado: no haba nadie ni nada
durante infinidad de kilmetros. Me pregunt qu demonios haba inducido a los dromedarios a
irse tan lejos y a semejante velocidad.
De todos modos, no estaba preocupada. Me hallaba sobre su pista y vi que sus
excrementos an estaban hmedos. Vi por sus huellas que a uno de ellos se le haba roto una
correa y arrastraba la cadena. Camin, camin y camin. Cruc el ro Todd, sumerg mi cuerpo,
sofocado, en un pozo de agua fresca y beb tanto como pude. Empap mis pantalones y me los
enroll alrededor de la cabeza. Segu caminando. Empec a andar ms despacio, pues me
encontraba en una zona ms pedregosa. En todo momento pens: Qu ocurre? Los ha
perseguido alguien? Por Dios, qu pasa?

Atormentada por la idea de que slo me llevaban un minuto de delantera, aquel da
camin cuarenta y cinco kilmetros. De todos modos, no o nada, salvo falsos cencerros que
resonaban en mi cabeza, ni vi ningn dromedario. Regres tarde por la noche y encontr a la
pobre Diggity casi desesperada, esperando todava bajo el matorral, con su lengua rosa ms seca
que una piedra y un surco de preocupadas pisadas caninas que recorran cien metros en direccin
a casa y cien metros en la direccin que yo haba tomado. A pesar de lo que debi de ser una
inquietud insoportable y una sed igualmente terrible, la fiel Diggity esper. Se sinti tan dichosa
de verme que saltaba de alegra.
Al da siguiente part mejor preparada. Llegu al punto en que haba estado el da anterior
con bastante rapidez -slo estaba a unos doce kilmetros en lnea recta- y descubr que las pistas
desaparecan dos o tres kilmetros ms adelante, en medio de escarpaduras rocosas. Regres al
pueblo y telefone a todos los propietarios de estacin que haba en esa direccin. No, no haban
visto ningn dromedario. De todas maneras, generalmente los espantaban. Bien, estaran atentos
por s vean a los mos.
En el pueblo encontr a algunas personas generosas que tenan una avioneta y que se
ofrecieron a llevarme para que los buscramos desde lo alto. Julio me acompa. Saba
aproximadamente dnde estaban, pens; pero despus me di cuenta de que, s en un da podan
internarse tanto, en la semana que haba transcurrido podan recorrer siete veces esa distancia y
en cualquier direccin. Me sent desalentada. Volamos en cuadrcula, a una altura muy inferior a
la exigida por los reglamentos, durante cerca de una hora. No atisbamos el menor indicio de mis
animales.
-Ah estn -grit, y estuve a punto de estrangular al co-piloto desde atrs.
-No, son burros.
-Ah.
Mientras permaneca sentada y forzaba la vista para mirar a travs de la ventanilla del
avin, a la superficie aflor algo que haba permanecido enterrado desde el momento en que
decid hacer el viaje, ms de dos aos atrs. No tena que hacerlo. La prdida de los dromedarios
era la excusa perfecta. Poda liar mis petates, decir bueno, hice todo lo que pude y volver a
casa libre de esta obsesin, de este impulso. Desde luego, nunca haba pensado seriamente en
hacerlo. Me haba engaado a m misma hasta creer que lo hara; pero nadie estaba tan loco
como para llevar a cabo semejante cosa. Resultaba peligroso. Ahora, hasta mis dromedarios
seran dichosos, y eso era todo.
Entonces reconoc el proceso por el cual siempre haba intentado acometer empresas
difciles. Sencillamente, no me haba dado tiempo para pensar en las consecuencias, sino que
haba cerrado los ojos, dado el salto y, antes de saber qu terreno pisaba, ya era imposible
volverme atrs. Saba acerca de m misma que, en el fondo, era muy cobarde. El nico modo de
superarlo consista en engaarme a m misma con ese otro yo que viva en los sueos y las

fantasas y que era fastidiosamente indolente y poco prctico. Pura pasin, ni sensatez, ni orden,
ni instinto de conservacin. Eso era lo que haba hecho, y ahora ese yo cobarde descubri un
puente sin quemar a travs del cual retornar al pasado. Como escribe Renata Adler en Speedboat:
Creo que cuando ests realmente atascada, cuando
has permanecido demasiado tiempo en el mismo lugar,
arrojas una granada exactamente en el lugar donde estabas,
saltas y rezas. Es el impulso del ltimo recurso.
S, exactamente. Sin embargo, ahora, despus de tanto tiempo, yo haba descubierto que
la granada era un proyectil que no estalla y que poda altar a ese mismo y viejo lugar que
representaba la seguridad. Lo intolerable era que, ahora, esos dos yoes luchaban entre s.
Deseaba desesperadamente encontrar a los dromedarios y al mismo tiempo y con idntica
intensidad no encontrarlos.
El piloto me oblig a volver al dilema de aquel momento.
-Bueno, qu quieres hacer? Damos el da por concluido?
Yo habra respondido afirmativamente, pero Julie nos convenci de que diramos otra
vuelta.
Aparecieron en esa ltima vuelta. Julie los divis; apuntamos su posicin y regresamos a
la pista. En ese momento, todos mis yoes dispares se pusieron de acuerdo para llevar a cabo el
viaje.


5


Aunque desde el aire pareca relativamente fcil establecer la posicin de los dromedarios,
la empresa de encontrar a las bestias result sumamente difcil, un laberinto de pequeas
corrientes de agua, colinas y terrenos erosionados que desde el avin no haba visto se
interpusieron en la marcha. Me acompaaron Jenny y Toly. Utilizamos el sufrido y viejo Toyota
para internarnos tanto como pudimos en la zona pedregosa y cubierta de matas; luego
avanzamos a pie con los perros, que inmediatamente se dedicaron a perseguir leopardos
fantasmales y tigres creados por los juegos de luz y sombra de la luna. El deseo que Diggity tena
de cazar cualquier cosa menos dromedarios era nuestra manzana de la discordia. Yo haba hecho
esfuerzos para ensearle a que me ayudara a rastrearlos, pero la tarea no le interesaba en lo ms
mnimo. Su gran pasin la constituan los canguros y los conejos, a los que persegua durante
interminables horas, saltando por encima de las matas de plantas espinosas y volviendo la cabeza
hacia uno y otro lado como Nureyev. Era hermoso contemplarla y, en realidad, nunca atrap
ninguna presa.
Haba decidido cortar camino atravesando tantos riachos arenosos y terrenos erosionados
como pudiramos, con la esperanza de encontrar, sin dificultades, las pistas de los camellos.
Escalamos una colina hasta alcanzar la cima, para ver si los divisbamos; pero slo vimos los
matorrales inmviles de color verde oliva y kilmetros de piedra roja irregular y polvo. Yo quera
bajar al otro lado de la colina, con la intencin de encontrar el lecho de otro ro, de modo que
descendimos, tropezando en las curvas de las estribaciones, donde la marcha era menos
agotadora. El sol estaba casi sobre nuestras cabezas.
Cuando llegamos al pie de la colina y de ese nuevo ro que nos llevarla a las tierras ms
llanas situadas a lo lejos, sucedi algo muy extrao, en el lecho del ro haba huellas humanas
recientes que ascendan en direccin contraria. Nos detuvimos en seco. Durante un fugaz instante,
pens: quin demonios puede estar aqu, en el corazn de la nada, caminando por el lecho de
este ro en un medioda estival? La comprensin de que se trataba de nuestras huellas, de que
no slo habamos llegado al sitio que lgicamente y segn los clculos deba encontrarse a
noventa grados a nuestra derecha, sino tambin de que, de algn modo, habamos caminado en
direccin contraria, fue como un golpe en la nuca. Me sent. Tuve la sensacin de que, en
cualquier momento, de mis orejas surgiran trozos de cinta de computadora, humo y chispas.
Qu haba ocurrido con los puntos cardinales? Dnde estaban el norte, el sur, el este y el oeste?
Pocos segundos antes, yo haba tenido un claro y seguro dominio de ellos. A mis espaldas percib
algunas risas disimuladas y unos codazos poco encubiertos.
Tal vez fue una buena leccin, que, de todas maneras, me dej helada. Tuve la visin de
que acababa convertida en un cadver reseco, calcinado y crujiente, echada en algn foso del

corazn del desierto, o de que llegaba a Alice Springs despus de meses de deambular,
convencida de que me hallaba en Wiluna. Alguien acababa de darme un folleto sanitario sobre
los sntomas de la muerte por sed (un regalo sensato y bien pensado, opin, que siempre era til),
y esto pareca lo peor que poda ocurrirte, incluidas las torturas fsicas en las mazmorras
medievales. Yo no quera morir de sed. Comprend que antes habla confiado en el rastreo o en
que Diggity me llevara de regreso a casa, en lugar de aprender a hacer clculos mentales.
Indudablemente, tendra que resolver ste y otros muchos mecanismos de supervivencia.
Cuando, al final, encontramos a los dromedarios, estaban avergonzados, se sentan
culpables y deseaban volver a casa. Haban perdido casi todas las tiras de las maniotas, dos
cencerros y pasado dos o tres das recorriendo una serie de cercas que se interponan entre ellos
y el camino de Basso's. Los dromedarios son seres hogareos. Cuando se fijan en un lugar o un
territorio, puedes estar segura, en un noventa y nueve por ciento de los casos, de que siempre
intentarn regresar. Evidentemente, Dookie y Bub haban hecho caso omiso de Zelly, que no
estaba dispuesta a largarse sola. Me rodearon con entusiasmo, arrastrando las patas, mirando al
suelo con desconcierto o tmidamente a travs de sus elegantes pestaas, y se mostraron muy
arrepentidos y cariosos, Los conduje de regreso. La pata de Bub estaba curada casi por completo.
Ahora que el viaje era real, ahora que saba que realmente lo hara, me horroric ante la
cantidad de preparativos que tendra que hacer. Adems, ignoraba cmo conseguir dinero para
comprar equipo y otras cosas. Los dromedarios me ocupaban tanto tiempo que era imposible que
yo trabajara en el pueblo. Poda pedir prstamos a mi familia o a algunos amigos, pero decid no
hacerlo. Siempre haba sido pobre, siempre viv con muy poco y, si me prestaban el dinero, poda
tardar aos en devolverlo. Adems, me disgustaba tener deudas y me pareca injusto pedir a mi
familia que ganara dinero para un proyecto que, como saba, los tena enfermos de preocupacin.
Al margen de todos estos motivos, yo quera hacer el viaje por mi cuenta, sin interferencias ni
ayuda del exterior: intentar un acto puro de independencia.
Mientras estaba en Basso's con un amigo, atormentada, preocupada y comindome las
uas hasta el codo, lleg un hombre joven, un fotgrafo. Tom unas fotos de nosotros y los
dromedarios y, pese a ser un acontecimiento que traera consecuencias tan trascendentales, el
encuentro fue poco importante hasta el extremo de que al da siguiente yo ya lo haba olvidado.
Pero Rick volvi a visitarme; esta vez vino a cenar con un grupo de personas del pueblo,
En esa ocasin, yo estaba tan preocupada que slo recuerdo unas pocas cosas. Era un to bastante
agradable -le encontr un gran parecido con Jimmy Olsen-, uno de esos fotgrafos de revistas
amorales e inmaduros que saltan de un sitio conflictivo del globo a otro sin tener tiempo de ver
dnde estn, ni de sentirse afectados por lo que ven. Tena las manos ms hermosas que he visto
en mi vida: dedos largos y huesudos que sostenan las cmaras fotogrficas como si fueran patas
de rana. Recuerdo confusamente alguna desganada discusin acerca de la moralidad y la
justificacin de hacer, para la revista Time, fotos clsicas de los aborgenes en el lecho del ro
cuando no sabes absolutamente nada sobre ellos ni te interesa saberlo. Ah claro, recuerdo que
me miraba mucho, como si yo estuviera un poco chalada. Slo recuerdo estas pocas cosas, no
perdura ninguna otra imagen.

Tambin me propuso que escribiera a National Geographic, para que patrocinara mi viaje.
Lo haba intentado algunos aos atrs y, como respuesta, slo haba recibido una amable negativa.
Aquella noche, cuando los visitantes se fueron, escrib lo que en el estado de embriaguez en que
me hallaba consider ms brillante, y no pens ms en el asunto.
Antes de ir a Alice Springs, nunca haba dado un martillazo, cambiado una bombilla, cosido
un vestido, remendado un calcetn, cambiado un neumtico ni utilizado un destornillador. En toda
mi vida, nunca haba hecho nada que exigiera destreza manual, paciencia o cierto sentido del
diseo funcional.
Pero ahora estaba all y tena que afrontar el problema de disear y confeccionar un
equipo completo, para no hablar de las sillas de montar. Kurt, Sallay y Dennis me haban enseado
muchas cosas, pero esos conocimientos no bastaban. Pronto descubrirla que el mtodo conocido
con el nombre de tanteo era un modo excesivamente sobrevalorado de aprender a hacer algo.
Adems, no poda permitirme el derroche de materiales ni la prdida de tiempo y cordura. Segua
sin blanca; todava ahorraba para comprar los artculos de primera necesidad, de modo que hasta
un remache estropeado me golpeaba donde ms dola: en el bolsillo. Para hacerla funcionar, tuve
que soldar la armazn de una silla para Zeleika; a continuacin fabriqu tres almohadillas de cuero
rellenas de paja de cebada y las at a la armazn. Necesitaba cinchas, petrales, batcolas y diversas
barras y ganchos u los que enganchar los avos. Hubo que disear nuevamente las otras dos sillas
de montar y, por si esto fuera poco, haba seis bolsas de lona, cuatro de cuero, las cantimploras
para agua, sacos de dormir, cubiertas para el equipo especialmente diseadas, que podan atarse
de modo que lo cubrieran todo, soporte para los mapas y otras cosas. Todo esto me distrajo y me
desesper. Afortunadamente, Toly me rescat. Tena una espontnea capacidad para hacer que
funcionaran las cosas. Cmo envidiaba su inteligencia!
Yo pasaba horas enteras al aire libre, manoseando trozos de lienzo, lona, correas,
remaches de cobre, plstico y otros elementos; a menudo chillaba de frustracin y arrojaba las
cosas presa de una furia ciega, a causa de mi incompetencia e impaciencia. Un da, despus que
uno de esos ataques concluyera en una crisis de llanto que empap su hombro, Toly me dijo:
-Rob, el secreto de este asunto consiste en que debes aprender a que te guste la mecnica.
De todas las cosas que tuve que afrontar antes y despus de este viaje, lo ms atroz fue
aprender a hacer y reparar cosas. El proceso result lento y doloroso, pero las brumas de la
ignorancia y la torpeza se despejaron gradualmente. Empec a mirar las maquinas sin
experimentar un desvanecimiento instantneo y averiguar cmo funcionaban. Esta tierra de
ninguna mujer* de herramientas, maquinaria y otros objetos comenz a tener sentido para m.
Se trataba de una cosa neurotizante, todava aburrida y devoradora de tiempo, y an me produca
lceras, pero ya no resultaba totalmente ininteligible. He de dar las gracias a Toly por este
aprendizaje. Aunque nunca aprend a amar la mecnica, al menos aprend a tolerarla.
*Usualmente no-mans-land (tierra de nadie), pero la autora utiliza la expresin no-womans-land, que traducimos por tierra de
ninguna mujer. (Nota del traductor.)

Las diversas presiones a las que me vea sometida comenzaron a manifestarse en forma
de ataques de malhumor, desesperacin, quejas y retorcimientos de manos. Jen y Toly pensaron
que, si no descansaba, sufrira una crisis nerviosa, y al final me convencieron para que me tomara
una semana de vacaciones. Tardaron algunos das en hacerme ver que los dromedarios no
moriran por el simple hecho de que yo no estuviera presente para colmarlos de atenciones.
Metimos a Zeleika en el corral y acordamos que, mientras yo estuviera fuera, Jen y Toly iran todos
los das a llevarles forraje. Me convencieron de que no tena de qu preocuparme.
Tuve la desgracia de que, tras pasar tanto tiempo con los dromedarios sin tomarme ni un
solo da de descanso, sa fue la semana en la que Zeleika decidi parir. Recib un telegrama y
regres a Alice tan apresuradamente como si me persiguieran las avispas, para ver
tambalendose junto a su madre, a la cra ms encantadora, hermosa, brillante, negra y adorable
que poda existir. Zeleika se negaba rotundamente a permitir que alguien se acercara al pequeo.
Tard un par de das en convencer a Zelly de que no le hara dao a su primognito y un poco ms
con Goliath. Tena el cerebro d su madre y el buen aspecto de su padre y habla nacido peleador:
descarado, pesado, egocntrico, exigente, petulante, arrogante, malcriado y delicioso. Al final se
calm lo suficiente como para que yo pudiera colocarle en la cabeza, de manera permanente, el
cabestro que Jen le confeccion. A partir de ese da, me dediqu a levantarle las patas, hacerle
cosquillas, colocarle trozos de tela en el lomo y atarlo a un rbol del patio, aunque slo fuese por
un perodo de diez minutos. Dej suelta a Zelly y mantuve encerrada a la cra... un acuerdo
perfecto para todos, con excepcin de Goliath, que bramaba hasta que su madre volva para
alimentarlo.
Todo pareca encaminarse hacia su punto de reunin a un paso suicida, aunque irregular.
Fue necesario castrar a los dos machos, porque iba a viajar durante el invierno y no me interesaba
sostener otro combate con Dookie ni con Bub. Haba resuelto partir en marzo, a principios de
otoo. Como pareca que, finalmente, el Consejo de Tierras se hara cargo de Basso's, y como
Jenny y Toly tenan que regresar a Utopa, organizamos un recorrido de prueba hasta all con los
dromedarios y el equipo para el mes siguiente, es decir, enero. Sallay castr a los machos en ml
lugar. Lo llev a cabo sin anestesia, lo cual me hizo temblar y retorcerme las manos en un
sufrimiento solitario. Los machos fueron atados con cuerdas, como gallinas desplumadas, puestos
boca arriba, y despus corte, corte, grito, grito, y la espantosa tarea qued cumplida.
Dos semanas despus, era evidente que Dookie se encontraba al borde de la muerte, a
causa de una infeccin. Me puse en contacto con mi amigo el veterinario, que vino a extirpar al
camello las enormes masas de pus con unos instrumentos especiales. Lo drogamos como a Kate
hasta que perdi el conocimiento, y a continuacin el veterinario me mostr lo que haba que
hacer. Cogi los conductos, que estaban inflamados hasta alcanzar el tamao de un boniato, y los
cort tanto como pudo. Dookie recuper inmediatamente el conocimiento a causa del dolor.
Despus tuve que aplicarle las inacabables inyecciones de terramicina. El veterinario coincidi
conmigo en que la travesa hasta Utopa contribuira a que las heridas drenaran, por lo que
comenc a prepararme en serio.

Tanto los animales como yo carecamos de experiencia en lo referente a preparar el
equipo y realizar largos viaje. Mi pnico e irritabilidad llegaron a extremos insospechados. El clima
no ayud: cincuenta y cuatro grados bajo el sol. Bajo la luz cruel del sentido prctico, el equipo al
que yo haba prodigado tantos cuidados fetichistas pareca ridculo. Cuando decidimos partir, yo
farfullaba. Pensbamos hacerlo a las seis de la maana, hora en que el aire an era respirable y
no abrasaba los pulmones como colillas de cigarrillos. A las once, yo segua dando vueltas como
la proverbial gallina sin cabeza, y Toly y Jenny intentaban serenarme o se mantenan fuera de mi
alcance. Al final, todo pareca a punto. Las sillas de montar estaban puestas y perfectamente
acolchadas con pieles de oveja y mantas. El equipo estaba distribuido correctamente y parcela
bastante manejable.
At a los animales, que en ese momento estaban muy alterados, y entr en casa, para
tomar una taza de t y dirigir una ltima mirada de afecto a Basso's. Ada estaba con nosotros y
lloraba, lo cual no logr acrecentar en lo ms mnimo mi confianza.
-Ay, hija ma, por favor, no te vayas, qudate con nosotros. Es indudable que perecers en
el desierto.
Afuera estall una conmocin entre las bestias, y me separ de los brazos de Ada para ver,
horrorizada, que los tres dromedarios estaban completamente enredados y aterrorizados. La
confusin era total. Cuerdas, cabezas de dromedario y fragmentos del equipo destrozado se
acumulaban en un nudo de barrilete. Tard media hora en desatarlo. Al final emprendimos la
marcha, abrazamos a Ada y saludamos, confiados, mientras avanzbamos bajo el sol
resplandeciente.
Tres horas despus estbamos de regreso. Zeleika haba tropezado y casi le haba
arrancado la silla de montar a Dookie, que iba delante. Dos de las bolsas de lona se haban roto
porque no se me haba ocurrido reafirmar, con un trozo de cuero, el interior de las asas de anillas.
Dediqu un da completo a resolver cmo deba atar a los animales. La solucin consista en
hacerlo con una cuerda que fuera desde el cuello del primero hasta el cabestro del ltimo,
hacindola pasar por la cincha, y en un ronzal que slo estuviera atado a la silla de montar del de
delante, a fin de evitar que se rezagaran. En consecuencia, ese problema estaba resuelto. Toly me
ayud a arreglar las bolsas de lona. Emprendimos la marcha y volvimos a saludar confiadamente
a Ada, que otra vez lloraba.
Tardamos ocho das de inenarrable infierno en llegar a Utopa, en recorrer doscientos
cuarenta kilmetros durante aquel verano atroz y trrido. El primer da fue casi cmico por lo
absurdo de la situacin. El camino de salida de Alice era estrecho, tortuoso y peligroso, transitado
por grandes camiones. Si algo odian los dromedarios, es cualquier cosa mvil y de mayor tamao
que ellos. En consecuencia, decid acortar camino por el interior y volver a la carretera ms
adelante, donde no fuera tan diablicamente peligroso. Ahora bien, para hacerlo tuvimos que
atravesar densas matas, escalar escarpaduras rocosas, atravesar enormes cantos rodados y sudar,
forcejear y aterrarnos. Si Jenny y Toly se mostraron exasperadamente serenos y plcidos, slo se
debi a que no comprendieron plenamente lo poco probable que era que lo logrramos, ni que

la mayora de los cataclismos llegaban sin previo. Para mi profundo asombro y el regodeante
triunfo de ellos, aquel da recorrimos veintiocho kilmetros sin ninguna dificultad. Esta victoria
secundaria no logr atenuar mi pesimismo... an nos quedaba un largo trecho por recorrer.
Al da siguiente supe con toda certeza que tendra que modificar drsticamente dos de las
sillas de montar. El flanco de Dookie estaba blanco a causa del roce y una de las almohadillas de
la silla de Zelly se caa constantemente. A esas alturas la dromedaria era puro hueso y pareca
propensa a convertirse en un esqueleto. Yo ignoraba que nuestro mtodo de viaje era
sumamente difcil para los dromedarios. Levantbamos el campamento a las cuatro de la
madrugada, caminbamos hasta las diez, descansbamos a la sombra hasta las cuatro y luego
proseguamos el viaje hasta las ocho de la noche. Esto no slo resultaba agotador, sino que
rompa sus horarios de alimentacin favoritos. No estaban acostumbrados a caminar sin beber y
tomaban veinte litros de agua cada uno e incluso ms si se la dbamos. Empec a pensar que esas
historias sobre los animales del desierto eran mitos absurdos. Jenny y Toly se turnaban para cerrar
la retaguardia con el Toyota. No lo habramos logrado sin el vehculo. Met la silla de montar de
Dookie en el coche y el animal avanz fcilmente durante el resto de la travesa.
Vivir con los nervios de punta y esperar a cada momento que se produjera una catstrofe
horrible es una cosa... y otra muy distinta hacerlo con una temperatura de cincuenta y cuatro
grados. El infierno debe de ser parecido. A las nueve de la maana, el calor era tan terrible y
abrumador que ablandaba un poco los sesos; pero seguamos religiosamente hasta las diez, pues
sabamos que la temperatura que experimentbamos a dicha hora era relativamente suave.
Despus buscbamos un sitio en el que descansar -generalmente un tubo de desage de cemento
junto a una carretera de alquitrn fundida y reluciente-, y all jadebamos la cantidad de horas
asignadas, tapando nuestros cuerpos recalentados con toallas hmedas, comiendo naranjas y
bebiendo el agua tibia de las cantimploras. No es una experiencia fcil de olvidar. Toly y Jenny
fueron maravillosos. No se quejaron ni una sola vez (probablemente porque no les permit meter
baza) y, para mi constante desconcierto. Parecan disfrutar.
Llegamos a Utopa en medio de la acogedora gritera de los nios y el aullido de centenares
de perros flacos y sarnosos del campamento. La ltima parte del viaje fue casi agradable, pues
caminamos a lo largo de anchos ros de arena blanca con altos gomeros que nos daban sombra y
sumergimos nuestros asados cuerpos en pozos abiertos en el terreno. Aunque de la manera ms
difcil, estaban resueltos todos los problemas que existan con las sillas, con el equipo y conmigo,
y lo viv como un don del cielo. Comprend que el trabajo para readaptarlo todo sera mucho, que
tendra que hacer nuevos diseos, pero que nada sera insuperable.
Pas varias semanas en Utopa, una hermosa y rica propiedad ganadera de cuatrocientos
cuarenta kilmetros cuadrados que el ms generoso gobierno laborista haba entregado a los
aborgenes. En contra de los informes negativos de la Prensa, los aborgenes administraban muy
bien la propiedad, aunque ninguno poda abrigar la esperanza de enriquecerse, ya que sus
ganancias se dividiran entre cerca de cuatrocientas personas. Haba alrededor de seis blancos en
Utopa, la mayora dedicados a la enseanza o a la asistencia sanitaria. Era una de las
comunidades aborgenes ms prsperas de ese territorio. Se trata de una zona llana, rica en

hierbas, cubierta, en algunas partes, por altos matorrales, moteada de lagos y atravesada por el
do Sandover, un inmenso cauce blanco y arenoso que, con la llegada de las lluvias, se convierte
en un torrente rojo e incontenible.
Viv con Jenny y Toly en dos hornos plateados que jocosamente recibieron el nombre de
caravanas, repitiendo el fiasco de las semanas anteriores, aunque en un nivel ms alto y afinado
de, pnico rayano en la locura. Luch y me preocup por las sillas de montar hasta que las
consider perfectas o intiles. Perd los dromedarios, segu su rastro y los encontr. Me dediqu
a sostener mi ostentosa brjula cuando nadie me vea. Estudi, desconcertada, los mapas
topogrficos y procur no pensar en ciertos folletos sanitarios. Hice listas de listas de listas y volv
al punto de partida. Si realizaba algo que no figuraba en una lista, me apresuraba a escribirlo y a
tacharlo, para tener la sensacin de que, al menos, haba logrado algo. Una noche entr dormida
en la sala de Jenny y Toly y les pregunt si todo saldra bien.
Un poltico que estaba de visita me acus de ser una individualista burguesa. Oh, cielo
santo, una individualista burguesa, no, pens mientras me escabulla hasta mi cuarto para
meditar delante del espejo y comerme las uas. Para una persona que, durante aos, se haba
relacionado con la izquierda, esas palabras eran el equivalente poltico de una enfermedad
venrea. Aunque lo haba intentado, yo jams haba sido un animal poltico, ni siquiera en el
apogeo de los aos sesenta. Me faltaban dos ingredientes fundamentales: valor y conviccin. Esto
me haba dejado un difuso sentimiento de culpabilidad, remanente de cuando la gente (incluida
yo misma) haba portado pancartas en las que se afirmaba que, si no formabas parte de la solucin,
entonces eras parte del problema.
Aquella tarde celebr una prolongada sesin con el espejo e intente averiguar si era o no
una individualista burguesa. Si hubiese llevado una compaa de personas y hubiese hecho un
viaje comunal en dromedarios, habra sido aprobado? No, simplemente habra sido liberalismo,
verdad? Revisionista en el mejor de los casos. Dios no lo permita. No puedes ganar.
De acuerdo, qu es un individualista? Soy una individualista porque creo que puedo
hacerme cargo de mi propia vida? En ese caso, s, indudablemente lo era. Est bien, individualista
y burguesa. Una persona que prefiere la seguridad, el bienestar y la ilusin a los riesgos y las
aventuras de la revolucin. Supongo que todo dependa de lo que definieras como revolucin.
Y de lo que considerabas seguro y decente. Al menos, parte de la revolucin se haba convertido
en un intento de esclarecer la naturaleza misma de nuestra locura colectiva. No obstante, esto
estaba muy prximo a la neurosis y la paranoia, que, como todos saban, eran burguesas.
Esta preocupacin por si yo era o no una buena persona se desvaneci gradualmente
durante la semana siguiente mientras observaba, con las antenas sensibilizadas, la actuacin de
mi amigo marxista. Era inenarrablemente brillante con su cerebro, dos veces ms grande y ms
pesado que una calabaza. Me pareca atractivo y, simultneamente, me asustaba. Estaba
locamente celosa de su posicin intelectual y de la forma en que poda utilizar el lenguaje
tradicionalmente masculino de la inteligencia poltica para ganar una discusin y crear a su
alrededor un ambiente impenetrable de dominacin y poder. Consideraba cualquier entrada en

el mrbido paisaje interior como el reino femenino, al menos tradicionalmente. Pensaba que era
algo contraproducente.
Entonces comprend con toda evidencia: todo lo que oliera a conflicto mental, toda
confesin de debilidad que pudiera etiquetarse de indulgencia, era burguesa, reaccionaria y
contraria a la poltica. Quiz se era el motivo (y yo lo haba visto con mucha frecuencia, me haba
maravillado y lo haba meditado) por el cual muchos hombres orientados hacia la poltica -es decir,
hombres racionales, inteligentes, de expresin clara, intelectuales, competentes, dedicados,
revolucionarios y verbalmente agresivos- tenan tantas dificultades para afrontar, aceptar o
reconocer su propio sexo. Porque esto entraaba la dolorosa prueba de mirar en el interior de
cada uno, de reconocer en uno mismo al enemigo. Aunque yo saba que era fundamental que las
mujeres fuesen claras polticamente, tambin consideraba bueno que los hombres
comprendieran y utilizaran lo que hasta ahora ha sido el lenguaje perceptivo comnmente
atribuido a las mujeres.
La experiencia demostr que los planes que mi amigo hizo para Utopa toparon con xitos
y fracasos: los primeros correspondieron a que muchas de sus ideas a favor del cambio social eran
brillantes y aplicables; los segundos se debieron a que abord a los aborgenes y su situacin con
ardor de misionero y a que permiti que sus ideales polticos de convertir a Utopa en una utopa
no tuvieran en cuenta una profunda percepcin de lo que all ocurra y de lo que el pueblo quera
y necesitaba. Cuando la relacin con el pueblo se torn difcil y compleja para l, cuando los
mayores no confiaron en l ni le quisieron, mi amigo interpret estas actitudes como
reaccionarias. Debido a su sutil fanfarronera verbal no pudo adquirir la informacin valiosa
que concretamente poda proporcionarle Jenny, la cual, en lneas generales, guardaba un silencio
absoluto cuando l estaba presente, analizando el futuro de los negros de Utopa. Ella lleg a
sentirse como un vejestorio incapaz de expresarse, y nuestro amigo jams descubri la existencia
del canal de experiencias e ideas que poda aprovechar.
Se fue meses despus, derrotado, y me envi una extensa carta en la que deca que
finalmente comprenda lo que yo estaba haciendo y que, al fin y al cabo, estar sentado en un
montculo de arena mirndome el ombligo no estaba nada mal. Sin embargo, no era eso lo que
yo estaba haciendo. Una vez ms volv a experimentar esa desagradable sensacin de que algo se
deslizaba a mis espaldas y que significaba ms cosas de las que yo poda abarcar. Por qu
demonios todo el mundo se senta tan afectado por este viaje, fuese adverso o no? Si me hubiese
quedado en casa, estudiando de mala gana, trabajando en casas de juego o bebiendo en el Royal
Exchange Pub y hablando de poltica, les habra resultado bastante aceptable. No habra sido
juzgada por esas sorprendentes protecciones. Hasta ahora, la gente haba dicho que yo quera
suicidarme, que quera hacer penitencia por la muerte de mi madre, que me interesaba
demostrar que una mujer poda atravesar un desierto, que buscaba publicidad. Algunos me
suplicaron que les permitiera acompaarme; otros se sintieron amenazados, celosos o inspirados;
algunos lo consideraron una farsa. El viaje comenzaba a perder simplicidad.
Me encontraba en Utopa cuando recib un pasaje para un viaje de ida y vuelta en avin a
Sdney y un telegrama de National Geographic que deca: Evidentemente, estamos

interesados Bien, en todo momento haba sabido o, mejor dicho, una parte de m haba sabido
que mi propuesta sera aceptada. Acaso tenan posibilidades de rechazarla? Haba escrito una
carta muy tentadora y convincente. Desde luego, deba tomar el dinero y largarme. No me
quedaba otra salida. Necesitaba cantimploras hechas a mano, una nueva silla de montar y tres
pares de sandalias resistentes, por no hablar de alimentos ni de dinero de bolsillo. Tambin saba
que, a cierto nivel, significara el fin del viaje tal como yo lo haba imaginado: supe que era un
movimiento errneo, una traicin. Un error estpido, aunque inevitable. Significaba que una
revista internacional se entremetera... no, no lo hara abiertamente, pero tendra intereses
creados y, en consecuencia, sera un sutil factor de control en lo que haba comenzado como un
acto personal y privado. Tambin significaba que Rick tendra que presentarse de vez en cuando
a tomar fotos... algo que descart de inmediato, dicindome que slo estara uno o dos das y que
nicamente lo hara tres veces durante la travesa. Yo apenas reparara en su presencia. De todos
modos, supe que eso modificara de numera irrevocable todo el sentido de lo que me propona
hacer, que consista en estar sola, ponerme a prueba, insistir desatascar mi mente de los
elementos que le eran ajenos, no para ser protegida, sino despojada de todos los soportes
sociales, no para ser estorbada por cualquier interferencia exterior, fuese bien intencionada o no.
No obstante, la decisin ya estaba tomada. El sentido comn haba ganado la batalla. Por cuatro
mil dlares haba vendido una buena parte de mi libertad y casi toda la integridad del viaje. Qu
disparate!
La noche anterior a mi partida en avin al sur, todos nos reunimos en el remolque, a fin
de que me prepararan para el viaje. Tambin estaba presente Julia -una amiga de Jenny-, y jugu
a disfrazarme con la ropa de todos. Lo nico que tena eran viejos pantalones de hombre con las
rodillas marcadas, zapatos de baile de charol, de color rojo brillante, con diez aos de uso, camisas
con enormes agujeros, sarongs con rotos, botines de carrera deshechos y un par de vestidos
cubiertos con todo tipo de excrementos de dromedario. Coincidimos en que llegar as vestida a
un hotel de lujo para conversar con los directores de National Geographic sera demasiado
realista. Quiz ellos pensaran que yo era excesivamente temeraria, excesivamente chalada. Por
eso me acical con unos tejanos ceidos y unas elegantes y suicidas botas de tacn alto. Esto no
me permiti ganar la menor confianza en m misma. Reun mis mapas y los llev de manera eficaz
e impresionante bajo el brazo, a fin de parecer firme y segura de mi proyecto. Despus me di
cuenta de que no saba muchas cosas sobre el territorio que me propona atravesar y que podan
hacerme preguntas embarazosas. Decid inventar.
Sufr durante el ensayo general. Mis amigos se llevaban las manos a la cabeza y geman de
manera teatral. Todava no haba planeado una ruta coherente. Sufr. Sufr ese terror patolgico
anterior a los exmenes, que hace que te suden las palmas de las manos, durante el viaje basta
Sdney, y las dos horas que pas con Rick hasta el momento en que entr en el bar para conocer
a aquellos extraordinarios norteamericanos que me daran dinero a cambio de nada... y entonces
me convert en la fra, afable y pequea seorita que lo tiene todo resuelto y quiz tengis la
suerte de conseguir una de las noticias sensacionales de 1977. La entrevista se prolong por
espacio de quince minutos; todos coincidieron en que era una idea fascinante y en que,
evidentemente, yo saba muchas cosas sobre el pas, y s, Geographic me enviara muy pronto el
cheque, y me alegro de conocerla, querida; esperamos verla en Washington cuando venga para

escribir el relato, y sera un libro maravilloso, porque, querida, seguramente se le ha ocurrido
escribir un libro, y buena suerte, adis.
-Rick, de verdad que han dicho que s?
-S, han dicho que s.
-Rick, de verdad que es as de sencillo?
Rick me respondi, sonriente:
-Te aseguro que estuviste grandiosa. No parecas nada asustada.
Mi chchara neurtica se prolong por espacio de dos horas. Estaba insufrible. Me haban
brotado alas metafricas. El viaje era real. El ltimo obstculo se haba resuelto con colores
ondulantes. Grit y palme la espalda de Rick. Beb cocteles y di propina a los camareros. Sonre
a los ascensoristas. Sorprend a las camareras del hotel con mis alegres saludos. Camin por King's
Cross como una reina. Y despus me derrumb poco a poco, como un neumtico de bicicleta que
pierde aire lentamente.
Qu haba hecho?
Rick qued pasmado ante mi cambio de humor: desde las vertiginosas alturas de un gran
xito hasta las sombras honduras de dudas horribles y odio hacia m misma en slo una hora.
Rick intent consolarme, serenarme y razonar conmigo; mas, cmo explicarle que l formaba
parte del problema? Cmo decirle que era un tipo agradable para hablar, pero que no me
interesaban su persona, sus Nikon ni sus ideas totalmente romnticas durante mi viaje? Puedo
tratar sin dificultades a los cerdos, pero las personas agradables siempre me confunden. Cmo
puedes decirle a una persona agradable que te gustara que estuviera muerta, que .nunca hubiera
nacido, que deseas que desaparezca por algn agujero y se muera? No, no .se trata de eso;
simplemente deseas que el destino jams hubiera hecho que os conocierais. En retrospectiva,
nunca deb permitirme el lujo de considerar a Rick como un compaero humano. Tendra que
haberlo visto como una mquina necesaria pero carente de sentimientos; en realidad, como una
cmara. Sin embargo, no lo hice. Me gustara o no, Rick era parte integrante de mi viaje, y me
golpe la cabeza contra la pared por haberlo permitido. En ese preciso momento tendra que
haber establecido reglas. Deb decir: Rick puedes venir tres veces por perodos de tres o cuatro
das seguidos; quiero que te comprometas lo menos posible en esto, y ya est todo dicho. Como
de costumbre, dej que la situacin se resolviera por su cuenta. Dej que mi mente y mi voluntad
pospusieran para el da siguiente lo que deba de haber quedado resuelto el da anterior, y no dije
nada.
Rick no haba participado en los preparativos, y no comprendi lo que haba ocurrido
antes; no advirti que yo era un ser humano tan dbil como el que ms; no entendi por qu
quera hacerlo y, en consecuencia, proyect en el viaje sus propias necesidades emocionales.

Estaba atrapado por el aspecto romntico de la cuestin, por lo mgico, efecto secundario que
yo no esperaba, pero que habla visto en muchas personas, incluso en mis amigos ntimos, y Rick
quera registrar ese gran acontecimiento, mi recorrido desde el punto A hasta el punto B. Vi con
claridad el error que haba cometido al elegir a Rick. Tendra que haber escogido a un fotgrafo
tpico, duro e insensible con el que poder ser antiptica, desagradable y cruel sin el menor
remordimiento de conciencia. Adems de su experimentado encanto. Rick posea una cualidad
excepcional: ingenuidad. Una fragilidad, una especie de dulzura y percepcin introvertidas,
caractersticas bastante difciles de encontrar en los hombres y prcticamente nica en los
fotgrafos de xito. Rick me caa bien. Me di cuenta de que necesitaba ese viaje quiz tanto como
yo, y sa era la carga. En lugar de alejarme de todo tipo de responsabilidades con relacin a la
gente, no caba duda de que estaba a punto de asumir una muy grande. Me sent despojada.
Regres a Alice en avin en medio de una mezcla de emociones contrapuestas. Acaso era
demasiado minuciosa con respecto a lo que me propona hacer? Por qu no deba compartirlo
con otra gente? Era una nia egosta y demasiado circunspecta, incluso una individualista
burguesa? De pronto me pareci que el viaje perteneca a todo el mundo, salvo a m. No importa,
me dije, cuando abandones Alice Springs todo habr acabado. Basta de seres queridos de los que
preocuparse; basta de ataduras, de deberes; basta de que la gente necesite que seas una cosa u
otra, ya no habr ms enigmas; basta de poltica, slo el desierto y t, chica. As fue como lo
introduje todo en los oscuros huecos de mi mente, para que all supurara y se desarrollara como
el botulismo.
Volv a Alice en medio de una inundacin impresionante. Los doscientos cuarenta
kilmetros de distancia a Utopa se haban convertido en un ro rojo y agitado, y dos veces intent
llegar en vehculos de cuatro ruedas.
Por ltimo lo logr, caminando los diez kilmetros finales con el agua hasta los muslos.
Cuando en esa zona llueve, llueve de verdad. Los dromedarios haban desaparecido de nuevo, y
todo estaba demasiado mojado como para que alguien pudiera seguirlos. Esperamos unos das y,
despus de rastrearlos con el vehculo, los divisamos en la cima de una colina, asustados y
enloquecidos de miedo. Los dromedarios se mueven mal en el barro. El diseo de sus patas no es
adecuado. Se atascan totalmente, o bien las patas se deslizan, motivo por el cual pueden partirse
la pelvis. Las situaciones de este tipo siempre los inquietan. Adems, estaban lejos de casa, y estoy
convencida de que en momentos de tensin lo sentan claramente. Se haban dirigido hacia el sur,
hacia Alice Springs.
Lleg el cheque. Fij una fecha de partida. Encargu a Sallay una silla de montar afgana
tradicional para carga. Compr equipo y alimentos. Lo organic todo para que los dromedarios
regresaran a Alice Springs en un vehculo. Mi familia escribi para decir que vendran a
despedirme. La gente me hizo regalos para el viaje y todos, absolutamente todos, parecan
participar de un entusiasmo creciente. Como si, de repente, todos creyramos que era cierto, que
yo lo hara realmente despus de haber jugado durante dos aos al juego de la simulacin, o
como si hubisemos participado en un sueo y, al despertamos, nos hubiramos dado cuenta de
que era real. En cierto sentido, los preparativos hablan sido lo ms importante. Desde el da en

que pens recorrer el desierto con dromedarios hasta el da en que tuve conciencia de que
los preparativos estaban finalizados, constru para mi algo intangible pero mgico que se haba
transmitido a otras personas, y probablemente nunca ms tendra la oportunidad de hacer algo
tan absorbente ni satisfactorio.
Segu el rastro de los dromedarios hasta el rancho. Otras personas lo haban comprado y
estaban ms que dispuestas a permitir que las bestias pasaran unos das en los corrales. Puesto
que Dookie, Bub y Goliath nunca haban subido a un camin de transporte de ganado, fue
relativamente fcil cargarlos. Dej a Zelly para el final, convencida de que se plantara y con la
esperanza de que, a larga, seguira a los dems. Cuando todo acab, lanc un suspiro de alivio. Yo
tampoco haba cargado dromedarios con anterioridad, y no saba si deba atarlos o no. Cubr el
suelo con arena e imagin las patas quebradas de los animales asomando por barrotes de los
costados del camin. Ni siquiera habamos hecho quince kilmetros cuando Dookie decidi que
no le gustaban las sacudidas por accidentadas carreteras de tierra a ochenta kilmetros por hora,
e intent apearse de un salto. Caray! Pas el resto del viaje precariamente sentada en el techo
de la cabina, alternativamente golpendole la cabeza y gritando Joo, joo! acariciando su cuello
cubierto de sudor y arrullndolo por encima del silbido del viento: Tmalo con calma, pequeo,
pronto acabar; por favor, ahora deja de bramar, prtate bien.
AAAAHHHHHhh! JOO, JOO, CABRN!
Cuando llegamos, los animales estaban asustados. Yo tambin
Me haba dado un plazo de una semana en Alice para organizar todos los detalles de ltima
hora. Esto significaba reunir en una sola e inmensa pila mis cerca de setecientos kilos de equipaje,
recoger la silla de montar hecha por Sallay y comprobar que era adecuada y comprar todos los
productos alimenticios perecederos.
Tambin significaba pasar una semana con mi familia, a la que haca ms de un ao que
no vea, organizar con Rick en qu momento y cmo lo vera durante la travesa, y despedirme de
infinidad de personas. En resumen, fue una semana infernalmente ajetreada.
Rick lleg cargado con todos los arreos existentes bajo el sol. En Melbourne, la gente a la
que haba comprado el Toyota le vio llegar desde un kilmetro y medio de distancia. Eh, aqu
viene un to interesante. Le haban vendido todos los chismes adecuados para la supervivencia,
desde un torno del tamao de un toro hasta un bote de goma con remos que, para inflarlo,
necesitabas media hora.
-Rick, qu demonios para qu sirve ESO?
-Bueno, como me dijeron que aqu podra haber una inundacin, pens que sera mejor
traerlo. No estoy seguro de nada; nunca he estado en un desierto.

En ese momento estbamos en casa de Sallay y, despus de levantarnos del suelo, donde
nos habamos desternillado de la risa sealando a Rick, nos burlamos despiadadamente de l.
Tambin me haba comprado un aparato emisor y receptor y un enorme artefacto brillante
que pareca una bicicleta fija cromada, como la que usan los gordos.
-Richard, caminar treinta kilmetros diarios, para qu quiero una bicicleta fija?
Yo no quera un aparato emisor y receptor e, indudablemente, tampoco me interesaba la
bicicleta fija. sta era para generar energa, por si fallaban las pilas de la radio. Imagnate sentado
en el medio de la nada y pedaleando con todas tus fuerzas mientras gritas socorro por el
micrfono. Yo me sentira estpida.
Se desencaden una discusin en la que dije que me negaba a llevar cualquiera de esas
mquinas y en la que los dems dijeron cosas como: Pues debes hacerlo, Si no lo haces,
enfermar de preocupacin, oh, cielos, y si te rompes una pierna?, por favor, Rob,
llvatela por nosotros. Aunque slo sea para que nos sintamos mejor.
Chantaje emocional.
Haba pensado mucho en la posibilidad de la radio y decidido que no era correcto llevarla.
No me pareca bien hacerlo. No la necesitaba; no quera pensar en el aparato colocado entre el
resto de las cosas, tentndome; no quera ese apoyo mental o vinculo fsico con el mundo exterior.
Aunque supongo que era una tontera, no por ello dejaba de ser una opinin muy firme.
Al final acced de mala gana a llevarme el aparato emisor y receptor, pero me negu
tajantemente en lo referente a la bici. A esas alturas estaba furiosa conmigo misma por permitir
que otras personas me impidieran hacer las cosas tal como yo deseaba, cualesquiera que fuesen
sus motivos. Tambin estaba furiosa porque esa otra parte de m, la aburrida y pragmtica
conservadora del yo, haba dicho: Cgela, idiota, cgela. Acaso quieres morir en medio del
desierto?
Fue otro nfimo smbolo de derrota, de que el viaje en realidad no me perteneca. Lo
guard con los dems.
Mientras tanto, observ a mi familia: mi padre y mi hermana. Pareca que entre nosotros
siempre haban existido cuerdas y cadenas invisibles contra las cuales habamos luchado,
forcejeado, creyendo que habamos escapado de ellas slo para descubrir que eran tan firmes
como siempre. Desde la muerte de mi madre estbamos unidos por la culpa y la abrumadora
necesidad de protegernos, sobre todo de nosotros mismos. Fue algo de lo que nunca hablamos.
Eso habra sido demasiado cruel: la abertura de viejas heridas. En realidad, habamos logrado
ocultarlas con xito, esconderlas tras las relaciones fijas de parentesco. Si, a veces, alguno de
nosotros se derrumbaba a causa de las presiones de esta situacin, nos apresurbamos a
explicarla en trminos que no hicieran dao, que protegieran, que encubrieran. Sin embargo,

ahora, cierta conciencia suplic desde detrs de los ojos azules y pidi ser reconocida en las
facciones de tres rostros semejantes. Pareca electricidad. Supongo que se trataba de la necesidad
de conjurar a un fantasma antes de que fuera demasiado tarde (es decir, antes de que yo me
achicharrara en el desierto). Fue doloroso. Ninguno de nosotros quera cometer dos veces el
mismo error: dejar demasiadas cosas sin decir no intentar siquiera afirmar lo inexpresable.
En ese perodo, mi hermana y yo vivamos de manera totalmente distinta. Ella estaba
casada y tena cuatro hijos. Superficialmente parecamos muy distintas, pero compartamos esa
intimidad que slo puede existir entre dos hermanas que han vivido juntas una infanda
traumtica. Por eso, entre nosotras la conspiracin era ms fuerte y estaba ms claramente
establecida y aceptada: la necesidad de proteger a pap, el deber de evitarle sufrimientos a toda
costa. Lo extrao es que las dos habamos pasado la mayor parte de nuestras vidas haciendo
precisamente lo contrario.
Al observar nuestras reacciones, al ver que los ojos de pap se nublaban cuando pensaba
que nadie le miraba o se desviaban, confundidos, cuando saba que nadie le observaba, me hice
una ligera idea de cunta carga emocional se centraba en este viaje. Comenc a comprender
cunto significaba para l y cunto le agotara. No slo se trataba de que estuviera orgulloso del
viaje (en las dcadas del veinte y del treinta haba pasado veinte aos en frica, recorriendo y
haciendo la vida de un explorador victoriano. Ahora podra decirme de tal palo tal astilla).
Tampoco se deba simplemente a que estaba asustado, sino a que todo el sufrimiento estpido y
sin sentido que nuestra familia haba padecido, podra quedar, de algn modo, simblicamente
absuelto, enterrado, a travs de mi accin. Como si yo pudiera superarla en nombre de todos.
Estos pensamientos son puras conjeturas. De todas formas, ese perodo fue atrozmente
triste para m. En el aire reinaba cierto patetismo, aunque, como siempre, bien enmascarado, con
nuestros papeles, nuestras costumbres -ya algo vacilantes, ya un poco transparentes- y nuestras
bromas.
Sallay se ofreci a trasladar en camin a los dromedarios hasta Glen Helen una
espectacular garganta de arenisca roja situada a unos ciento doce kilmetros al oeste de Alice.
As, me evitara la carretera de asfalto, a los turistas y los lugareos curiosos. Acord encontrarme
con l en los aparcamientos para camiones al amanecer del ltimo da. Pap y yo nos levantamos
a las tres de la madrugada para trasladar a los animales hasta all. An era de noche y no
hablbamos mucho; simplemente disfrutbamos de la luz de la luna, de los ruidos nocturnos y de
nuestra propia compaa.
Aproximadamente media hora despus, pap: coment:
-Rob, sabes una cosa? Anoche tuve un sueo extrao sobre nosotros dos.
Me di cuenta de que pap, con anterioridad, nunca me haba hablado de algo tan personal
como un sueo. Saba que le resultaba difcil expresarse. Le abrac mientras caminbamos.

-S, cmo era?
-Bueno, bamos juntos en una embarcacin por el ms maravilloso de los mares tropicales
de color turquesa; estbamos muy contentos y nos dirigamos a alguna parte. No s exactamente
a dnde, pero era un lugar bonito. De pronto nos encontramos en un banco de barro, mejor dicho
en un mar de barro, y t te mostrabas muy asustada. Pero te dije: No te preocupes, querida; si
podemos flotar en el agua, tambin podemos flotar en el barro.
Me pregunt si, para l, el sueo tena el mismo significado que para m. Careca de
importancia; bastaba con que me lo hubiera contado. Apenas intercambiamos unas pocas
palabras ms.
La noche que pasamos en Glen Helen fue bastante normal. Sallay cocin chapates; Iris
nos hizo rer; pap y yo paseamos; los nios montaron en los dromedarios; Marg y Laurie mi
hermana y mi cuado- dijeron que les gustara ms tiempo en el monte, y Rick hizo fotos. Para
gran sorpresa ma, me qued dormida en cuanto apoy la cabeza en la almohada.
Ay, qu distinto fue todo al amanecer! Todos despertamos con sonrisas tensas y forzadas,
que poco despus se convirtieron en llanto encubierto y a continuacin manifiesto. Sallay carg
los animales. Yo no poda creer que tuviera tantas cosas ni que stas se mantendran en su sitio.
Era ridculo. Senta que la ansiedad y el entusiasmo pugnaban desde el fondo de mis ojos y
tocaban violines en mi estmago. Saba que todos experimentaban la macabra sensacin de que
no volveran a verme con vida, y yo tena la macabra certeza que ese mismo da tendra que enviar
mensajes desde Redbank George diciendo: Lo siento, fall en los primeros veintisiete kilmetros,
por favor recjanme.
Josephine empez a berrear y contagi a Andrea, que contagi a Marg, quien, a su vez,
contagi a pap. Hubo abrazos y expresiones de buena suerte. Sallay me dijo; Cuidado con esos
dromedarios machos de los que ya te he hablado. Tambin palmaditas en la espalda. Marg me
mir a los ojos y dijo: Sabes que te quiero, no? e Iris saludaba con la mano, y despus todos
la imitaron: Adis, querida, adis, Rob.
Y entonces cog la rienda con manos fras, sudadas y temblorosas y ascend por la colina.
Camino, me elevo, levanto el nimo, los ojos contemplan toda la gloria de ese magnfico
cielo.
No logr recordar cmo suba, pero las palabras sonaban en mi cabeza como el sonsonete
de un anuncio comercial o una cancin de Abba. As me senta. Como si estuviera hecha de una
sustancia delgada, luminosa, etrea y musical y en mi pecho albergara una fuente de energa que
en cualquier momento estallara, liberando millares de pjaros cantores.
Todo lo que me rodeaba era magnifico: luz, energa, espacio y sol. Y yo caminaba hacia all.
Dejara que me moldeara o me destrozara. Me quit un gran peso de encima. Tuve ganas de bailar

y de evocar al gran espritu. Las montaas empujaban y tiraban de m; el viento ruga por los
abismos. Segu a guilas suspendidas en horizontes nubosos. Dese volar en el azul ilimitado de
la maana. Lo vea todo como si fuera la primera vez, reciente y bailado en un resplandor de luz
y alegra, como si una humareda se hubiera despejado o mis ojos se hubiesen despegado, de
modo que quise gritar a la inmensidad: Te quiero. Os amo, cielo, pjaro, viento, precipicio,
espacio, sol, desierto, desierto, desierto.
Clic.
-Hola, cmo van las cosas? Te he hecho unas fotos magnficas mientras te despedas.
Rick haba estado sentado en el coche con las ventanillas cerradas, escuchando a Jackson
Browne, esperando que yo apareciera.
Casi lo haba olvidado. Ca en picado a tierra y mis grandiosas emociones se destrozaron
hasta convertirse en fragmentos de rebuscados detalles prcticos. La carga de Dookie estaba
torcida. Zeleika daba tirones a la rienda para ver dnde estaba Goliath, y ste tiraba de su cuerda
para tratar de llegar hasta su madre, lo cual tensaba la silla de montar de Bub.
Rick hizo centenares de fotos. Al principio me senta incmoda y la cmara me produca
vergenza. Si una voz vana dijo: Al sonrer no muestres ese empaste de oro o cuidado con la
doble papada, rpidamente qued ahogada por la imposibilidad absoluta de mostrarme
cohibida frente a la creciente cantidad de pelcula impresionada. La cmara pareca omnipresente.
Intent olvidarla. Casi lo logr. No se trataba de que Rick me pidiera que hiciera algo o se
entremetiera fsicamente, sino de que l estaba all y su cmara registraba imgenes y les
adjudicaba una importancia aislada de su contexto, lo que haca que mis acciones se volvieran
pomposas y forzadas, como si yo no estuviera en consonancia conmigo misma. Clic, observador.
Clic, observada. Al margen de cualquier otra cosa que pueda decirse en su favor, las cmaras y
Jackson Browne no encajaban en aquel desierto. A partir de ese momento estuve dividida en dos
con respecto a Rick. Por un lado, le vea como un cabrn chupa sangre que se haba metido en mi
vida, embaucndome, mostrndose amable y tentndome con cosas materiales. Por otro lado,
estaba frente a un ser humano muy clido y bondadoso que realmente quera ayudarme, que se
entusiasmaba ante la posibilidad de una aventura, que quera realizar un buen trabajo y se
preocupaba.
El calor comenz a apretar y la carga de Dookie se desequilibr cada vez ms, de modo
que tuve que detenerme constantemente para tratar de acomodarla. Tena tortcolis de tanto
mirar hacia atrs a los animales. El gran espritu haba desaparecido y me haba dejado entregada
a mis propios recursos. Moldearme o destrozarme, vaya idea. Saba tan pocas cosas! Era absurdo
suponer que lograra recorrer sin dificultades los tres mil doscientos kilmetros que me separaban
del ocano. Fuese o no la buena estacin, el desierto no es el lugar adecuado para una aficionada.
Luch contra estos sentimientos, pensando que slo se trataba de una serie de pasos, de das,
uno tras otro; si nada sala mal durante el primero, por qu habra de fallar al siguiente? Vaya
lo!

Haba acordado reunirme con Jenny, Toly y unos amigos del pueblo de Redbank George.
Sera el ltimo contacto que sostendra con seres humanos hasta llegar a Areyonga, un poblado
aborigen situado a ciento doce kilmetros de distancia. Al arribar a Redbank George, estaba
extenuada. Una cosa es caminar veintisiete kilmetros y otra muy distinta hacerlo cuando ests
tan tensa que tus msculos se han endurecido como el cemento.
Pasamos la noche y todo el da siguiente en ese lugar inenarrablemente bello. Acampamos
en la arena plateada prxima a la entrada del desfiladero anegado. La embarcacin de goma de
Rick fue til para trasladar el equipo fotogrfico por el barranco de kilmetro y medio de largo
mientras los dems intentbamos nadar en sus aguas negras, cristalinas y glaciales. Esa garganta,
en algunas zonas, slo tena unos sesenta centmetros de ancho y del agua surgan peascos rojos
y negros que alcanzaban una altura de ms de treinta metros. Tambin contena una caverna
oscura o una fisura donde el sol arrojaba lanzas amarillas en el agua verde y transparente. Rick
fue el nico que recorri a nado el kilmetro y medio y que lleg a los soleados peascos de la
otra entrada. A mitad de camino, en una de las minsculas playas del pozo de una cueva,
encendimos para l una fogata con madera flotante, a fin de que al regresar no se congelara.
Aquella noche regres en coche a Alice para coger el avin que le llevara a cumplir su prxima
misin en algn punto del ancho mundo. Quedamos en volver a reunirnos tres semanas despus
en Ayers Rock, ya que Geographic haba insistido en que se hiciera un reportaje fotogrfico
completo de este famoso lugar. Experiment cierta pesadumbre al pensar que tendra que volver
a verle tan pronto.
A la maana siguiente, perd dos horas y media desalentadoras para emplazar la carga.
Saba que llevaba demasiadas cosas, pero en ese momento estaba convencida de que lo
necesitaba todo.
Bub acarreaba cuatro bidones de petrleo que contenan el agua para los animales, cada
uno de los cuales pesaba veintitrs kilos. Encima de stos haba cuatro bolsas de lona llenas de
alimentos, todo tipo de herramientas, cencerros de repuesto, cuero de reserva, ropa, mosquitero,
impermeables para los animales, etc. Sujet m bullo a la parte trasera de la silla de montar.
Zeleika transportaba mucho menos peso que los otros dos, pues necesitara de todas las energas
de que dispusiera para alimentar a la cra. Dos bidones de agua de veintitrs litros de capacidad,
hechos a mano, haban sido diseados para colocarlos en la seccin delantera de su silla de
montar. Detrs, colgados de una barra, haba dos bales de hojalata llenos de comida y de las
diversas cosas sueltas que por la noche necesitara para acampar, por ejemplo, la lmpara de
petrleo y los utensilios para cocinar. Las bonitas bolsas de piel de cabra cubran los bidones de
agua y las galletas para perro de Diggity estaban atadas en la parte superior. Por ser el ms fuerte,
Dookie era el que acarreaba ms peso: cuatro bidones de agua; un gran saco de arpillera que
contena naranjas, limones, patatas, ajos, cebollas, cocos y calabazas; dos grandes bolsas de cuero
rojo con ms herramientas y elementos; otras dos bolsas de lona en las que guardaba el
magnetfono y el ofensivo equipo de radio y, en la parte trasera de la silla de montar, un cubo de
veinticinco litros de capacidad con elementos de limpieza. Todos los dromedarios transportaban
cuerdas, cinchas, maniotas, cabestros, pieles de oveja e infinidad de cosas ms de repuesto. Todo

se hallaba sujeto con cuerdas que rodeaban el equipo, que a su vez; quedaba ligado a la estructura
de la silla de montar.
Coloqu la almohada en la silla de Bub para cabalgar cmodamente y colgu de la parte
delantera de la silla el rifle y un pequeo bolso en que llevaba objetos preciosos, como cigarrillos
y dinero. Guard mis mapas topogrficos de la serie 1:250.000 en un tubo cilndrico y los guard
dentro de uno de los fardos de Bub. Llevaba la brjula colgada del cuello. Tena un cuchillo
enganchado en el cinturn y unas pocas riendas en el bolsillo. Hmmm. Slo me haba llevado dos
horas y media acomodar cerca de setecientos kilos pasara todo el viaje acarreando equipaje.
Decid poner a Bub delante; porque, s se me cansaban los pies, lo montara, dado que
tena la mejor silla para cabalgar. Adems, era el ms asustadizo y deseaba tenerlo en un sitio
desde el cual pudiera controlarlo totalmente s se espantaba. Zeleika iba a continuacin, a fin de
que yo pudiera vigilar su ronzal y regaarla si daba tirones. Dookie cerraba la fila, desaire e
ignominia que apenas poda soportar. Dej libre a Goliath, a fin de que se alimentara a medida
que caminaba. Tal como haba aconsejado Sallay, pensaba atarlo a un rbol por la noche. Esto
significaba que el peligro tan real de que los dromedarios desaparecieran por la noche, cuando
salan a pastar, se reducira al mnimo. Le dej puesto el ronzal, del que colgaba un trozo de cuerda,
para que fuera fcil cogerlo.
Estaba hecho. Me encontraba sola. Era verdad. Al fin. Jenny, Toly, Alice Springs, Rick,
National Geographic, familia, amigos, todo se diluy cuando me volv por ltima vez mientras el
viento de las primeras horas de la maana brincaba y silbaba a m alrededor. Me pregunt qu
poderoso destino me haba empujado hasta llegar a ese instante de locura genial. El ltimo
puente incendiado que me devolva a mi viejo yo se derrumb. Estaba sola.










SEGUNDA PARTE


DESCARGNDOME




6


Lo nico que recuerdo del primer da en solitario es una sensacin de liberacin; una
constante y optimista confianza que creca a medida que avanzaba con el ronzal de Bub en mi
palma sudada, los dromedarios en fila ordenada a mis espaldas y Goliath cerrando la retaguardia.
El amortiguado tintineo de sus cencerros, el suave crujir de mis pies en la arena y el dbil gorjeo
de las golondrinas eran los nicos sonidos que se perciban. Por lo dems, el desierto estaba
imperturbable.
Haba decidido seguir una pista abandonada que ms adelante se una con la principal
carretera de Areyonga. En Australia, la definicin de pista es una marca trazada en el paisaje por
el paso repetido de un vehculo o, con mucha suerte, trazada originalmente por una excavadora.
La calidad de estas pistas va desde un camino ondulado, cubierto de polvo, bien definido y
utilizado, hasta algo que apenas puedes discernir trepando a lo alto de una colina y mirando en
la direccin general en que se supone que se encuentra dicha pista. A veces ves dnde se
encuentra una pista gracias a los reveladores capullos de las flores silvestres. Las que crecen a la
vera de la pista lo hacen ms densamente o son de otro tipo. Otras veces uno logra seguir la huella
buscando el montculo dejado hace mucho tiempo por una excavadora. La pista puede rodear o
atravesar colinas, lomas y afloramientos rocosos, atravesar dunas en lnea recta, ser absorbida
por ros arenosos, perderse totalmente en el lecho pedregoso de un ro o confundirse con un
laberinto de pisadas de animales. Seguir una pista casi siempre es fcil, pero a veces resulta
frustrante y en ocasiones es verdaderamente espantoso.
S ests en zona de estaciones ganaderas o de ovejas, seguir una pista puede resultar muy
desconcertante, sobre todo porque uno siempre supone que la pista conduce a algn lado.
Esto no es necesariamente as, porque la gente de las estaciones no piensa de ese modo.
Tambin se trata de un problema de eleccin. Cuando ests frente a media docena de pistas que
conducen en la direccin general a la que quieres dirigirte, todas han sido usadas en el ltimo ao
y ninguna figura en el mapa; entonces, cul eliges? Si te equivocas, la pista puede acabar ocho
kilmetros ms adelante, por lo que tienes que retroceder, perdiendo medio da de viaje.
Tambin puede conducirte a un molino de viento y a un pozo abandonado y sin agua, o puedes
toparte de sopetn con una nueva lnea de cercas que, si las sigues, te conducir exactamente en
direccin contraria a la que suponas que queras seguir, slo que ahora no ests del todo segura
porque has hecho tantos giros y zigzags que empiezas a perder la confianza en tu sentido de la
orientacin. Tambin puede conducirte hasta una verja hecha por algn joven ingls que se
consideraba Charles Atlas y que no tienes la menor posibilidad de abrir; y si logras abrirla sin sufrir
una hernia, cerrarla resulta imposible sin utilizar a los dromedarios como torno, lo cual consume
media hora y t ya ests acalorada, incmoda y cubierta de polvo, y lo nico que quieres en la

vida es llegar al prximo abrevadero, tomar una aspirina y una taza de t y echarte una buena
siesta.
Esto se complica an ms por el hecho de que las personas que vuelan en avin y trazan
mapas de la zona necesitan gemelos, quiz estaban borrachos cuando lo hicieron, tal vez tuvieron
ganas de librarse de los reglamentos del Departamento y aadieron unos cuantos trazos de
topografa imaginaria o, en algunos caos, borraron ciertas caractersticas en un solitario ataque
de anarquismo. Una siempre espera que los mapas sean correctos en su totalidad y casi siempre
lo son. Pero son esas veces incluidas en el casi las que pueden provocarle un verdadero pnico.
Te hacen dudar incluso de tus propios sentidos. Te hacen pensar que, tal vez, la loma de arena en
la que juraras que estabas era un espejismo, Te hacen abrigar la idea de que has sufrido una
insolacin. Te hacen tragar saliva una o dos veces y rer nerviosamente.
De todos modos, el primer da no se plante ninguno de estos problemas. Si la pista se
desdibujaba en una cuenca de polvo en cuyo centro haba lugares para beber, era relativamente
fcil encontrar su continuacin del otro lado. Los dromedarios avanzaban a buen paso y se
portaban como corderos. La vida era grata. Dada su diversidad, la zona que recorra reclamaba
toda mi atencin. Este territorio especfico haba gozado sucesivamente de tres temporadas de
abundancia, estaba alfombrado de verde y moteado de flores silvestres blancas, amarillas, rojas,
azules. Despus encontr el lecho de un ro donde altos gomeros y delicadas acacias arrojaban
sombras profundas y frescas. Y pjaros, en todas partes haba pjaros. Cacatas negras, aves de
cresta azufrada, golondrinas, aguzanieves, cerncalos, bandadas de periquitos, pjaros de alas de
color bronce, pinzones. Tambin haba bayas de kunga, diversas solanceas, manzanas de mulga
y man de eucaliptos que poda comer sobre la marcha. Esta bsqueda y recogida de alimentos
silvestres es uno de los pasatiempos ms agradables y tranquilizadores que conozco. En contra
de lo que suele creerse, el desierto, en las buenas pocas, es generoso y rebosa de vida. Parece
un inmenso jardn pblico desatendido, lo ms prximo al paraso terrenal que puedo imaginar.
Esto no quiere decir que me gustara tener que sobrevivir a base de lo que produce el monte
durante la sequa. Reconozco que, incluso durante la buena estacin, prefiero una dieta
complementada por la ocasional lata de sardinas y la frecuente taza de t dulce preparado en un
cazo de hojalata.
Haba aprendido algunas cosas relativas a los alimentos silvestres de los amigos
aborgenes de Alice Springs y de Peter Latz, un botnico cuya pasin son los alimentos vegetales
del desierto. Al principio no me haba resultado fcil recordar y reconocer las plantas despus de
que me las ensearan, pero al final me quit las anteojeras. Las solanceas me confundan ms
que cualquier otra. Se trata de una vasta familia que incluye vegetales tan conocidos como las
patatas, los tomates, los pimientos, el estramonio y la hierba mora. Lo ms interesante sobre este
grupo es que muchas de ellas constituyen la dieta bsica de los aborgenes, al tiempo que otras,
casi idnticas, son mortalmente venenosas. Son unas diablillas tramposas. Peter haba llevado a
cabo algunas pruebas de diversas especies y descubierto que una minscula baya contena ms
vitamina C que una naranja. Como los aborgenes las coman por millares cuando tenan la
libertad de recorrer su propio territorio, es lgico pensar que su dieta actual, que carece casi
totalmente de vitamina C, es otro factor que aumenta sus desgarradores problemas de salud.

La primera noche que pas al raso estaba algo nerviosa. No se debi a que me asustara la
oscuridad (el desierto es benigno y hermoso por la noche; con excepcin de los ciempis rosados
de veinte centmetros de largo que duermen debajo del saco y que quiz intenten morderte
cuando lo enrollas al alba, del descuidado deambular de un escorpin bajo tu mano crispada por
el sueo o del solitario deslizamiento de una impresionante serpiente que quiz quiera enroscarse
y calentarse bajo las mantas y matarte de una dentellada cuando despiertas, no hay muchos
motivos de preocupacin). Ms bien me preguntaba si volvera a ver a los dromedarios. Al
anochecer les puse las maniotas, desatasqu los cencerros y at al pequeo Goliath a un rbol.
Dara resultado?, me pregunt. Recib una respuesta: No habr problemas, compaera, lo ms
prximo a una afirmacin zen que haya surgido en Australia, afirmacin que utilic
frecuentemente los meses siguientes.
El proceso de descarga fue infinitamente ms simple que el de acomodar los bultos, Slo
llev una hora. Despus haba que recoger lea, encender la fogata y la lmpara, echar un vistazo
a los animales, sacar los utensilios de cocinar, los alimentos y el magnetfono, dar de comer a
Diggity, controlar a los dromedarios, cocinar la comida y controlar de nuevo a los dromedarios.
Con excepcin de Goliath, todos mascaban, dichosos, El pequeo llamaba glotonamente a su
madre, que, por fortuna, no le haca el menor caso.
Creo que aquella noche prepar un plato deshidratado por congelacin. Un sustituto
acartonado y demasiado sobrevalorado de los alimentos comestibles. La fruta estaba bien, podas
comerla directamente como si se tratara de galletas; sin embargo, los platos de carne y verdura
eran sosos y pastosos. Ms tarde di todos los paquetes a los dromedarios y me ce a lo que sera
mi dieta bsica: arroz integral, lentejas, ajo, curry, aceite, tortitas hechas con todo tipo de cereales,
coco y huevo disecado, diversas races vegetales asadas a la brasa, cacao, t, azcar, miel, leche
en polvo y, a veces, el ltimo de los lujos, una lata de sardinas, algunos peperonis y queso Kraft,
una lata de frutas y una naranja o un limn. Complementaba esta dieta con pldoras de vitaminas,
diversos alimentos silvestres y ocasionalmente un conejo. Lejos de ser deficiente, dicha dieta me
permiti alcanzar un estado de salud tan bueno que me senta como una amazona
inquebrantable: cortes y heridas desaparecan en un da, de noche vea casi tan bien como
durante el da y se me desarrollaban los msculos de los brazos.
Finalizada aquella sosa primera comida, aviv el fuego, volv a echar un vistazo a los
animales y puse en el magnetfono las cintas para aprender pitjantjara. Nyuntu palya nyinanyi.
Uwa, palyarna, palu nyuntu, musit repetidas veces, observando el firmamento nocturno, que
ahora luca esplndido y cubierto por miles de millones de estrellas. Esa noche no haba luna.
Me dorm mientras Diggity roncaba en mis brazos, como de costumbre. A partir de la
primera noche, desarroll la costumbre de despertar una o dos veces para prestar atencin a los
cencerros. Me mantena despierta hasta escuchar un repique y, si no era as, llamaba a los
dromedarios para que giraran las cabezas y los cencerros sonaran; si eso no ocurra, me levantaba
y averiguaba dnde estaban. En general no se encontraban a ms de cien metros del campamento.
Volva a quedar dormida al instante y por la maana slo recordaba vagamente que me haba
despertado. Cuando me levantaba, bastante antes del amanecer, me vea libre, al menos, de un

temor: los dromedarios se apiaban alrededor de mi fardo, colocndose tan cerca cmo podan
hacerlo sin aplastarme. Se levantaban al mismo tiempo que yo, es decir, alrededor de una hora
antes del amanecer, para tomar la comida de primera hora de la maana.
Mis animales an eran jvenes y estaban en desarrollo. Yo calculaba que Zeleika -la mayor-
tena entre cuatro aos y medio y cinco. Dookie se aproximaba a su cuarto ao de vida y Bub tena
tres aos... simples cachorros, ya que los dromedarios pueden vivir hasta los cincuenta aos. En
consecuencia, los animales necesitaban tanto alimento como pudieran conseguir. Organizaba las
cosas de acuerdo con sus necesidades, nunca segn las mas. Aunque Sallay se habra burlado de
semejante idea, yo pensaba que acarreaban mucho peso, teniendo en cuenta que eran animales
jvenes. El afgano me haba dicho que un dromedario macho se haba mantenido en pie con una
tonelada sobre el lomo y que, en lneas generales, media tonelada era la capacidad de transporte.
Para los dromedarios, lo ms difcil era levantarse y agacharse. Una vez arriba, transportar peso
no resultaba tan difcil. De todos modos, el peso deba estar bien equilibrado, pues, de lo contrario
la silla rozaba la piel, provocando incomodidades y, a la larga, una irritacin. Por consiguiente, en
esa etapa yo comprobaba y volva a comprobar la operacin de carga. La segunda maana logr
reducirla a poco menos de dos horas.
Nunca coma mucho por la maana. Encenda una fogata para cocinar, herva uno o dos
cazos para el t y lo que sobraba lo guardaba en un pequeo termo. A veces ansiaba azcar, por
lo que verta dos cucharadas grandes en el cazo y a continuacin devoraba varias cucharadas de
cacao o de miel. Consuma rpidamente esas caloras.
Ahora, mi problema principal consista en saber si el equipo se mantendra en su sitio, si
las sillas lastimaran y de qu manera los animales asuman el trabajo. Estaba ligeramente
preocupada por Zeleika. Con Diggity no haba problemas; sin embargo, a veces se le irritaban las
patas. Yo me senta estupendamente bien, aunque, al final del da, quedaba patizamba de
agotamiento. Decid recorrer alrededor de treinta kilmetros diarios durante seis das por semana
(y al sptimo descanso). Bueno, no siempre. Deseaba cubrir una buena distancia por si acaso algo
sala mal y tena que pasar das o semanas en algn lugar. Existan unas ligeras presiones para que
no me tomara el viaje con tanta calma como me habra gustado. No quera viajar en verano y
haba prometido a los directivos de Geographic que la travesa tocara a su fin antes de que
concluyera el ao. En consecuencia, contaba con seis meses de cmodo desplazamiento, que
poda extender a ocho si se planteaba la necesidad de hacerlo.
En el momento en que todo estaba preparado y el fuego apagado, los dromedarios ya
haban dispuesto de un par de horas para alimentarse. Entonces los colocaba de manera que los
ronzales quedaran alineados con las colas, ataba a Bub del cabestro a un rbol y les peda que
tuvieran la amabilidad de permanecer quietos. Primero colocaba los paos y las sillas, de delante
hacia atrs, atando las cinchas al pasarlas por debajo del animal y detrs del pecho; separaba los
ronzales de la cola y los ataba a la silla. Luego proceda a la carga: primero un objeto y luego su
equivalente del otro lado. Cuando todo estaba comprobado y vuelto a comprobar, peda a los
animales que se irguieran y entonces ajustaba las cinchas y los rodeaba con las cuerdas de
contencin. Todo listo para partir. Una comprobacin final. Partida. En marcha.

Tuve la mala suerte de que al tercer da, cuando todava yo era una cachorra, una novata
en los vericuetos del monte y cuando an crea ciegamente que los mapas eran infalibles y sin
duda alguna ms fiables que el sentido comn, encontr un camino que no tena que estar all. Al
mismo tiempo, el camino que yo quera que estuviera all no apareca por ningn lado.
Has perdido todo un camino -dije para mis adentros sin poderlo creer-. No se trata de
una curva, un pozo o una loma, sino de un maldito camino.
Tmalo con calma, chica, sernate, no habr problemas, compaera, tranquilzate.
TRANQUILZATE
M corazoncito pareca un guacamayo en una jaula para canarios. Sent la inmensidad del
desierto en m estmago y en la nuca. No corra ningn peligro real... fcilmente podra haber
establecido con la brjula la direccin de Areyonga. Pero pens, y si esto ocurre cuando est a
trescientos veinte kilmetros de algn sitio? Qu pasar si...? Qu pasar si...? Sbitamente,
me sent muy pequea y muy sola en aquel inmenso, vaco. Poda trepar a una colina, mirar hacia
donde el horizonte se funda con el azul del cielo y no ver nada, absolutamente nada.
Volv a consultar el mapa. No me sirvi de nada. Slo me encontraba a unos veinticinco
kilmetros del poblado y all estaba aquella gigantesca carretera de tierra donde slo deba haber
arenisca y ondulaciones. Deba ele seguir la carretera o no? A dnde demonios conduca? Se
trataba de un nuevo camino minero? Busqu en el mapa zonas mineras, pero no estaban
sealadas.
Me sent y me vi actuar a m misma: De acuerdo. En primer lugar, no ests perdida; tan
slo te has desviado. No, no, sabes exactamente dnde ests, de modo que reprime ese impulso
de gritar a los dromedarios y patear a Diggity. Piensa racionalmente. Despus prepara el
campamento para pasar la noche aqu, donde el forraje abunda, y dedica el resto de la tarde a
buscar esa maldita pista. S no la encuentras, avanza a campo traviesa. Es muy fcil. Sobre todo,
no aletees como una paloma herida. Y t orgullo? Adelante.
Hice todo eso y luego sal de exploracin con el mapa en la mano y con Diggity pisndome
los talones. Encontr un antiguo sendero que serpenteaba, subiendo por el monte y, aunque no
estaba exactamente dnde figuraba en el mapa, se encontraba lo bastante cerca como para
concederle, al menos, un margen de confianza. Se desviaba alrededor de tres kilmetros de su
recorrido y luego se encontraba con s, con otra carretera principal que no tena derecho a existir.
Maldita sea! La segu durante cerca de ochocientos metros en la direccin general de
Areyonga hasta que me top con un rectngulo de hojalata perforado por las balas, doblado y
casi oxidado, en el que apareca una flecha que sealaba el suelo y en el que se distinguan las
letras A ON. Regres al campamento mientras caa la tarde, me deshice en disculpas ante mi
pobre squito animal y fij firmemente en mi cerebro la primera leccin, a fin de contar con ella
en el futuro: ante la duda, obedece a tu olfato, confa en tus instintos y no te bases en los mapas.

Llevaba tres das sola en un territorio que la gente rara vez visitaba. Ahora descenda por
una montona carretera desierta, ancha y polvorienta, y de vez en cuando una lata de cerveza o
de Coca-Cola centelleaba desde las matas. La caminata empezaba a surtir efecto en todos
nosotros. Las patas de Diggity estaban cubiertas de espinas, de modo que la sub a lomos de
Dookie. La perra detestaba montar en los dromedarios y mir a los lejos, suspirando
dramticamente, con esa expresin de resignacin caracterstica de los perros a los que les han
lavado el cerebro. Me dolan los pies, en los que tena ampollas, y se me acalambraban las piernas
en cuanto dejaba de moverlas. Zeleika presentaba un gran bulto que le hinchaba los conductos
galactforos y se le haba infectado el taco del morro. La silla de montar irritaba ligeramente a
Dookie, pero avanzaba con la cabeza erguida y, a diferencia de los otros a animales, pareca
divertirse. Me pareci que aquel dromedario siempre habla querido viajar.
Las preocupaciones relacionadas con los dromedarios eran implacables. Sin ellos no
llegara a ninguna parte y, en consecuencia, los trataba como si fueran de porcelana. Todo el
mundo dice que los dromedarios son animales resistentes y robustos y quiz los mos estaban tan
malcriados que se haban convertido en hipocondriacos. Aparentemente siempre tenan algn
problema que yo, sin duda, exageraba, De todos modos, ya me habla fastidiado una vez con Kate
y no estaba dispuesta a correr riesgos en lo que se refiera a su salud.
Areyonga es un reducido poblado misionero situado entre dos laderas de arenisca de los
Montes MacDonnell. Tal y como van ahora las cosas en los poblad os, se trata de un buen lugar.
Su trazado es tradicional; es decir, se trata de un pequeo conjunto de casas donde viven los
blancos, una tienda de todo que los aborgenes estn aprendiendo a administrar, una escuela, un
dispensario y los campamentos aborgenes extendidos por las afueras, semejantes a los centros
de refugiados del Tercer Mundo. La totalidad de los blancos -creo que cerca de diez- hablaban
fluidamente el idioma y eran partidarios de los nativos.
Tras ciento sesenta aos de guerra no declarada a los aborgenes -durante los cuales se
los extermin en nombre del progreso y mientras en 1930, en el territorio del norte, tena lugar
la ltima matanza brutal-, el gobierno colonialista organiz stas y otras reservas aborgenes en
tierras que no interesaban a los ganaderos ni a ningn otro grupo social. Como todo el mundo
estaba convencido de que finalmente los nativos moriran, el permitir que conservaran reducidos
sectores de sus tierras se consider una medida provisional que hara ms segura la vida de los
colonos. La polica y los ciudadanos de acaballo y armados reunieron a los negros como si fueran
ganado. A menudo, tribus distintas se vieron obligadas a compartir un reducido territorio; dado
que algunos de esos grupos eran tradicionalmente antagnicos, la situacin cre friccin y plant
la simiente de la decadencia cultural. El gobierno permiti que los misioneros gobernaran gran
parte de estas reservas y limitaran y controlaran a la gente. Los nios mestizos fueron separados
de sus madres por la fuerza y mantenidos apartados, ya que se consider que, al menos, tenan
la posibilidad de convertirse en humanos. Hasta hace muy poco, esto todava ocurra en Australia
occidental.
Estas reservas lamentablemente inadecuadas estn, incluso ahora, amenazadas, ya que
grandes empresas mineras -sobre todo Conzinc Riotinto- se han interesado por ellas para una

mayor explotacin. Se permiti que muchas empresas explotaran lo que habla sido territorio
aborigen, moviendo la tierra con excavadoras hasta convertirla en un terreno pelado y cubierto
de cicatrices y dejando a la poblacin desvalida con sus tierras agotadas. Muchas reservas han
sido clausuradas y sus habitantes enviados a las ciudades, donde no logran encontrar trabajo.
Aunque esto recibe el nombre de promocin de la asimilacin, se trata de otro mtodo de
transferir las tierras aborgenes a propietarios blancos. De todos modos, el pueblo pitjantjara est
ligeramente en mejores condiciones que la mayora de las restantes tribus del desierto central y
del norte, porque an no se ha explotado el uranio de su territorio y porque su regin est muy
aislada. Muchos de los ancianos no hablan ingls y la poblacin en su totalidad ha logrado
mantener intacta la integridad cultural. Tambin llegu a comprender que la mayora de los
blancos que ahora estn comprometidos con los aborgenes, luchan junto a ellos para conservar
lo que queda de sus tierras y sus derechos y para alcanzar el punto en el cual los negros sean
autnomos. La posibilidad de alcanzar esa situacin parece dudosa, dada la reaccin de los
blancos rurales, las actitudes racistas de los australianos en general y la poltica genocida del
gobierno actual, y tambin porque el resto del mundo no parece estar enterado ni tiene el ms
mnimo inters por lo que est ocurriendo con la cultura ms antigua del mundo. Los aborgenes
no disponen de mucho tiempo; estn muriendo.
Mediada la tarde, estaba a un kilmetro y medio del poblado, y fui recibida por hordas de
nios entusiasmados que rean, gritaban y chillaban en pitjantjara. Dios sabr cmo estaban
enterados de mi llegada; sin embargo, a partir de ese momento, desde Areyonga hasta el final, la
inexplicable red de comunicaciones, llamada radio macuto o pegar la oreja al suelo, inform
a la gente de que yo estaba en camino.
Minutos antes me senta acalorada, malhumorada y cansada; pero esos deliciosos nios
levantaron mi nimo con su cacofona risuea, Qu agradables eran! Siempre me haba sentido
ligeramente incmoda en presencia de nios, ms los chiquillos aborgenes me impresionaron de
otro modo. Nunca lloriqueaban, se quejaban ni exigan nada. Eran directos, estaban llenos de joie
de vivre y resultaban tan cariosos y generosos entre s que me enternecieron en el acto. Prob
hablar en pitjantjara. Un desconcertado silencio y a continuacin grandes carcajadas. Dej que
guiaran a los animales. Tena nios en las espaldas, nios abrazados a las patas y a las sillas de
montar de los dromedarios y filas de diez nios en fondo a ambos lados. Los dromedarios
adoptaron una actitud muy especial ante los chiquillos. Les permitan hacer cualquier cosa, de
modo que no tuve que preocuparme de que alguno se lastimara. Bub los adoraba. Recuerdo que
en Utopa, cuando durante el da estaba atado al rbol, vea que, al salir de la escuela, los nios
se acercaban a Bub y ste comenzaba a dormir ante la agradable probabilidad de que los cros se
le echaran encima, saltaran, le dieran tirones, le arrastraran y le pisotearan. Cuando llegu al
poblado propiamente dicho, todo el mundo haba salido a recibirme y me hacan preguntas en el
idioma vernculo, porque se habla corrido la voz de que la Kungka rama-rama (mujer loca) lo
hablaba fluidamente. No era verdad, pero no pareca tener importancia.
Los dromedarios fueron como una llave que me abri las puertas de las relaciones con los
pitjantjara. No podra haber elegido mejor modo de recorrer su pas. Fue una genialidad. Tenan
una relacin especial con estos animales, ya que fueron la nica tribu que los utiliz

constantemente para pasear hasta mediados de la dcada de los sesenta, cuando los coches y los
camiones ocuparon su lugar. Durante la primera parte del viaje atravesara su territorio tribal,
mejor dicho lo que les quedaba: una gran reserva controlada por burcratas blancos, salpicada
de caseros de las misiones y del gobierno.
Pas tres das en Areyonga, conviviendo con un maestro de escuela y su familia, hablando
con la gente y habitundome a l lugar, Me habra encantado pasarlos en el campamento, pero
era muy tmida para imponerme a personas que quiz no querran tener cerca a una blanca
metiendo la nariz en sus asuntos. Repar especialmente en una cuestin: en todas las colonias y
campamentos que vi, la mayora de los viejos eran ciegos. Tracoma, un tipo crnico de
conjuntivitis, diabetes, infecciones de los odos, problemas cardacos y sfilis son algunas de las
enfermedades que asolan a las poblaciones aborgenes que viven en viviendas inadecuadas y que
no disponen de medios sanitarios ni de una dieta correcta. Algunos informes sostienen que la
mortalidad infantil ronda el 200 por mil, aunque los clculos oficiales no son tan elevados. Las
cifras van en aumento. El profesor Hollows, especialista en oftalmologa, organiz una
investigacin nacional sobre las enfermedades oculares en los aborgenes. Declar: Es evidente
que de todos los grupos tnicos del mundo, los aborgenes australianos alcanzan la tasa ms alta
de ceguera.
Pese a estos datos, el actual gobierno Fraser ha considerado conveniente reducir
drsticamente el presupuesto dedicado a Asuntos Aborgenes. Dichas reducciones casi han
devastado la tarea de las organizaciones sanitarias y de ayuda legal a los aborgenes.
Resulta igualmente significativo que el Director General Federal de Sanidad solicitara a la
Comisin Australiana de Difusin que retirara una pelcula sobre la ceguera de los aborgenes en
el territorio del norte, porque poda influir negativamente en la industria turstica de dicha zona.
Cmo interpretar esto? El primer ministro de Queensland, el seor Peterson, solicit al
gobierno federal que impidiera que el equipo para la lucha contra el tracoma del profesor Hollows
trabajara all, porque dos de sus asistentes aborgenes alistaban a la poblacin aborigen para
que votara.
Dediqu el resto del tiempo a preocuparme por los dromedarios. El sospechoso bulto de
Zeleika haba crecido. Cuando revis el taco de la nariz, descubr que la parte inferior se haba
fracturado. Oh, no, de nuevo, no! La at, le gir la cabeza y le coloqu un nuevo taco. Apenas me
oa a m misma en medio de sus bramidos y no percib que Bub se aproxim a hurtadillas a mis
espaldas. Me mordi la nuca y se alej al galope detrs de Dookie, tan sorprendido como yo por
su audacia. Los dromedarios son solidarlos entre s.
Despus de que todos descansramos y cuando me pareci que la mayora de nuestros
problemas estaban resueltos, nos dirigimos a la estacin de Tempe Downs, situada a unos sesenta
y pico de kilmetros al sur, utilizando una senda poco transitada que atravesaba los montes. Me
senta un poco asustada con respecto a mi capacidad de navegar en medio de esa cadena. La
gente de Areyonga haba minado mi confianza al insistir en que me comunicara con ellos por radio

al llegar al otro lado. Haca diez aos que nadie utilizaba esa pista y en algunos tramos sera
invisible. La cadena se compona de una serie de montaas, abismos, caones y valles que
llegaban hasta Tempe, perpendiculares a mi itinerario.
Es difcil describir las montaas desrticas de Australia, pues su belleza no slo es visual.
Poseen tan impresionante grandeza que puede llenarte de exaltacin o de temor y, en general,
de una combinacin de ambos sentimientos.
La primera noche acamp en un terreno erosionado, cerca de las ruinas de una casa.
Despert en medio de la refunfuadura de un solitario cuervo que me observaba desde una
distancia inferior a tres metros. La luminosidad anterior al amanecer, de un azul pastel brumoso
y traslcido, se filtraba a travs de las hojas y creaba un lugar de ensueo. El carcter de ese
terreno cambia maravillosamente durante el da, y cada cambio influye en tu estado de nimo.
Emprend la marcha aferrada al mapa y a la brjula. A cada hora que pasaba, poco ms o
menos, se me tensaban los hombros y se me haca un nudo en el estmago cuando buscaba la
senda. Slo me perd una vez, que acab en un can sin salida y tuve que retroceder hasta el
sitio donde la pista haba sido borrada por una infinidad de pisadas de ganado Y de burros. De
todos modos, la tensin constante minaba mis energas, y sudaba y me esforzaba. Las cosas
transcurrieron as durante dos das.
Una tarde, tras la pausa de medioda, algo cay de los lomos de Bub, y el dromedario fue
presa de un pnico total. En ese momento, Zeleika iba delante, a causa de que tena el morro
infectado; Bub cerraba la fila. El animal corcove una y otra vez; cuanto ms corcoveaba, ms
cosas caan y ms frentico se pona. Cuando se detuvo, la silla colgaba bajo su barriga temblorosa
y haba cosas esparcidas a diestra y siniestra. Conect el automtico. Los dems animales estaban
dispuestos a dar el salto y a emprender el camino a casa. Goliath galopaba entre ellos y causaba
estragos. A la vista no haba ningn rbol al que atarlos. Si yo me equivocaba, los dromedarios
podan largarse y no volvera a verlos en la vida. Como no poda ocuparme de Bub, obligu a la
hembra que abra la fila a que se sentara y le at el ronzal a la pata delantera, de modo que,
aunque intentara levantarse, no tendra ms remedio que permanecer sentada. Hice lo mismo
con Dook, golpe a Goliath en el morro con una rama de mulga, para que se largara en medio de
una polvareda, y me ocup de Bub.
Tena los en blanco a causa del miedo y tuve que hablarle y apaciguarlo hasta que not
que confiaba en m y que no me pateara. A continuacin levant la silla de montar con las rodillas
y desat la cincha que tena en el lomo. Se la quite delicadamente e hice que se sentara, como los
dems. Un poco ms adelante encontr un rbol y azot a Bub hasta despojarlo de las ganas de
rebelarse. La operacin fue rpida, segura, equilibrada y exacta como un mecanismo de relojera:
perfecta. En ese momento, las toxinas agitadas por el flujo de adrenalina alcanzaron mi torrente
sanguneo como si fueran el ro Cayahogan. Me detuve junto al rbol, temblosa como Bub. Estaba
fuera de control cuando lo golpe y reconoc ciertos elementos a lo Kurt en mi conducta. Esa
debilidad mi incapacidad de aterrorizarme dignamente- a menudo se destac durante el viaje, y
mis animales soportaron la peor parte. Si, como sugiri Hemingway, el valor es la gracia

sometida a presin, el viaje demostr de una vez y para siempre que yo careca de ese temple.
Me avergonc.
Ese incidente me permiti aprender algo ms. Aprend a conservar las energas,
permitiendo que, al menos una parte de m misma, creyera que poda hacer frente a cualquier
emergencia. Tambin comprend que ese viaje no era un juego. No hay nada ms real que tener
que pensar en la supervivencia. Te libera de toda idea vanidosa. No hay ningn problema en creer
en los augurios y el destino mientras sabes con exactitud lo que ests haciendo. Me estaba
volviendo muy cuidadosa y volva a poner los pies en tierra, donde el desierto era ms amplio de
lo que yo poda abarcar. No slo el espacio resultaba un problema incomprensible, sino que mi
descripcin del tiempo exiga una nueva valoracin. Consideraba el viaje como un trabajo sujeto
a horario. Me levantaba temprano (ah, la culpa que experimentaba si me quedaba dormida!),
herva agua, beba t, date prisa que se hace tarde, bonito lugar para comer, pero no puedo
quedarme mucho tiempo lisa y llanamente, no lograba librarme de este rgimen estricto. Estaba
furiosa conmigo misma, ms dej que las cosas siguieran su curso. Era mejor vigilarlo ahora y
combatirlo ms tarde, cuando me, sintiera ms fuerte. Llevaba un reloj que segn me dije, slo
servira para saber en qu da viva, pero a ratos lo miraba furtivamente. Me gastaba bromas. En
medio del calor abrasador de la tarde, cuando estaba cansada, dolorida y triste, las manecillas del
reloj no se movan; transcurran horas entre el tic y el tac. En esa etapa reconoc la necesidad de
contar con esas estructuras absurdas y arbitrarias. Reconoc el motivo, pero saba que le tema al
caos. Era como si ste esperara a que yo bajara la guardia para golpearme.
Al tercer da y para mi gran alivio, encontr la muy utilizada pista que conduca a la
estacin de Tempe. Llam a Areyonga por radio, ese aparato no deseado, ese estorbo, esa
violacin de mi intimidada, esa gran mancha en la pureza de mi accin. Me desgait diciendo
que estaba bien, y como respuesta slo obtuve la quietud.
Al llegar a Tempe, compart una agradable comida con las personas que administraban la
estacin; llen m cantimplora con agua potable, la preciosa agua de lluvia que acumulaban en
tanques, y prosegu el viaje.

7


Poco despus de abandonar Tempe, cruc el lecho de un ancho rio golpeando mis pies
descalzos en los guijarros calientes y en ramas tiernas y deleitndome con el crujir de la arena
brillante entre los dedos de mis pies. Entonces vi las primeras colinas de arena. La temporada
anterior, esta regin haba sufrido incendios forestales seguidos de copiosas lluvias, de modo que,
ahora, los colores del paisaje eran naranja brillante, negro azabache y verde lima enfermizamente
intenso. Quin haba odo hablar alguna vez de semejante desierto? Por encima de todo eso,
apareca el intenso y ardiente sol oscuro de un cielo eternamente sin nubes. En todas partes haba
plantas nuevas, pistas y formas que yo no haba visto con anterioridad, manchas de matas
quemadas que sobresalan de las lomas agitadas por el viento como las plumas de un cuerpo viejo,
nuevos alimentos silvestres que buscar y recolectar. Era un territorio imprevisto y delicioso, pero
resultaba agotador. La arena se me pegaba a los pies y la repeticin de las dunas me provoc
somnolencia una vez agotado el entusiasmo inicial. La quietud de ese mar de arena pareca
ahogarme y asfixiarme.
De todas maneras, al menos haba aprendido a convivir con las moscas y ni siquiera me
molestaba en apartarlas de mis ojos, donde se acumulaban a millares. Formaban un manto negro
sobre los dromedarios y nos seguan en nubes. En las regiones ganaderas, siempre son ms
molestas que en el desierto. Las hormigas trabajan en turnos ms tardos. En esa bendita hora
que precede al momento en que los mosquitos ocupan el lugar de las moscas, masas de aquellos
horribles y pequeos insectos trepaban por mis perneras mientras yo beba una bien merecida
taza de t. Naturalmente, esto dependa del lugar que elega para acampar, y pronto aprend a
no meterme en las bonitas y planas hondonadas de arcilla. Las espinas constituan la otra molestia
con que me topaba al buscar un buen lugar para acampar. Las regiones secas cuentan con una
infinita variedad de espinas: hay unas, pequeas y peludas, que se enganchan en las mantas, en
los vestidos sin mangas y en los paos de las sillas de montar; hay otras, crueles y resistentes, que
se hunden en las patas de los perros; y tambin las hay gigantescas y monstruosas, que se clavan
en la piel desnuda como si fueran tachuelas.
Me faltaban aproximadamente dos semanas de viaje para arribar a Ayers Rock y, a decir
verdad, no estaba muy deseosa de llegar. Rick estara all para devolverme a la realidad. Saba que
la Roca estaba dominada, echada a perder por autobuses y ms autobuses cargados de turistas.
Cuando me acerqu a Wallera Ranch, a dos das de Tempe, los turistas comenzaron a
enloquecerme. Llegaban en manadas en vehculos cargados de aparejos para ver la maravilla
natural de Australia. Iban provistos de aparatos emisores y receptores, tornos, extraos
sombreros con corchos, botellas de cerveza y soportes de cuero para botellas de cerveza con
ems, canguros y mujeres desnudas repujados, para viajar por una carretera absolutamente
segura. Tambin llevaban cmaras. A veces pienso que los turistas llevan mquinas fotogrficas

porque se sienten culpables de estar de vacaciones y consideran que deben hacer algo til con el
tiempo. De cualquier modo, cuando determinadas personas, que en los dems sentidos son
agradables, se ponen el. Sombrero y se transforman en turistas, se convierten en imbciles mal
educados, ruidosos, insensibles, que lo ensucian todo.
Debo hacer una distincin entre viajeros y turistas. En la carretera conoc a algunas
personas maravillosas, pero eran ms raras que un elefante blanco. Al principio trat a todo el
mundo con simptica cortesa. Haba diez preguntas que invariablemente me hacan e
infaliblemente daba mi respuesta preparada. Pos para los inevitables chasquidos de las Nikon y
el zumbido de los tomavistas de sper 8. Las cosas llegaron a tal extremo que me detenan cada
media hora y a las tres de la tarde -hora peligrosa para m-, momento en que el sentido del humor
y la perspectiva me fallan, en que ni siquiera puedo ser amable conmigo misma, para no hablar
de esos cretinos que se asomaban, me interceptaban el paso, asustando a los animales, me
retenan, hacan preguntas estpidas y aburridas, me capturaban en el celuloide para poder
colgarme en las puertas de sus neveras al volver a casa o, peor an, venderme a los peridicos
cuando el asunto era interesante, para desaparecer en una nube de polvo asfixiante y cegador
sin ofrecerme si quiera un trago de agua... como deca, a las tres de la tarde empezaba a
mostrarme desagradable. Mi descortesa haca que me sintiera un poco mejor pero no mucho. La
mejor poltica consista, lisa y llanamente, en mantenerme alejada de la carretera o fingir que era
sorda.
Esas dos semanas fueron extraamente decepcionantes. El entusiasmo inicial haba
comenzado a desaparecer y unas dudas insignificantes se abran paso hacia mi conciencia.
Experimentaba cierta ambigedad con respecto a todo. En realidad, no me ocurra nada
prodigioso ni grandioso. Evidentemente, yo esperaba que se produjera algn cambio milagroso.
Claro que era agradable y a veces hasta divertido, pero, vamos, dnde estaba el gran estampido
del trueno de la conciencia, que, como todo el mundo sabe, golpea de lado a la gente en los
desiertos? Yo era exactamente la misma persona que al comenzar.
Esas noches, algunos campamentos eran tan desolados que se colaron en mi alma, y
anhel un refugio seguro que me libara de aquel viento frio y vaco. Me senta vulnerable. La luz
de la luna tornaba las sombras en formas hostiles y me alegraba tanto del calor de Diggity que
falt poco para que la abrazara hasta matarla. Los rituales constituan otra estructura necesaria.
Todo lo haca correctamente y de manera obsesiva. Antes de acostarme, lo dejaba todo tal como
quera encontrarlo por la maana. Antes de emprender el viaje, yo haba sido totalmente
imprecisa, olvidadiza y chapucera. Mis amigos haban bromeado, diciendo que, probablemente,
una maana me olvidarla de coger a los dromedarios. Ahora se daba la situacin opuesta. La
comida estaba guardada el cazo de hoja lata lleno de agua, el t, la taza, el azcar y el termo
preparado y los ronzales colgados del rbol. Me limitaba a desenrollar el saco de dormir junto al
fuego y lea mi libro de astronoma.
Ahora que viva bajo .las estrellas, stas haban adquirido sentido para m. Me decan la
hora cuando por la noche despertaba para orinar y prestar odo a los cencerros. Me indicaban
dnde estaba y a dnde me diriga; ms eran fras como la escarcha. Una noche decid escuchar

msica y puse en el magnetfono un cassette de Eric Satie. Pero la msica sonaba extraa e
inadecuada, de modo que apagu el aparato y me dediqu a la botella de whisky. Habl conmigo
misma y palade con la lengua los nombres de las estrellas y las constelaciones, Buenas noches,
Aldebarn. Hasta pronto, Sirio. Adis, Cuervo. Me alegr de que en el firmamento hubiera un
cuervo.
Wallera Ranch no era un rancho propiamente dicho, sino un punto de aprovisionamiento
de agua para turistas. Entr en el bar a tomar una cerveza y me top con un grupo de occidentales
tpicos que, como tienen por costumbre, slo hablaban de sexo y de mujeres. Pens: Fabuloso,
precisamente lo que necesito, un poco de estmulo intelectual. Uno de ellos, una horrible
bestezuela enclenque y granujienta, haba sido lechero en Melbourne y entretena a sus
compaeros con historias sin duda falsas y espantosamente detalladas acerca de sus infinitas
conquistas de amas de casa sexualmente insatisfechas. Otro haba sido conductor de un autobs
turstico y afirm que conducir era un agotador drenaje de los cojones, porque todas las
mujeres le perseguan. Era inverosmil. La barriga que tena de tanto tomar cerveza le haca saltar
los botones de la camisa. Me largu.
Estaba a punto de entrar en el territorio de los camellos salvajes. Sus rastros aparecan en
todas partes y los rboles quandong estaban prcticamente comidos. Sallay habla logrado
aterrorizarme con relacin a los camellos machos vagabundos, que en ese momento estaban
entrando en celo. Una y otra vez me haba aconsejado: Dispara primero y averigua despus. En
consecuencia, cargu el rifle y lo coloqu en la silla de montar de Bub. Despus pens: Cielo
santo, con la suerte que tengo se disparar y me herir el pie, as que retir la bala y guard unos
pocos cartuchos en el bolsillo.
Aquella tarde acamp en un terreno erosionado a los pies de las colinas. El forraje era
exuberante: mulga, hierba de pasto, espino de camello, acacias y otras delicias. Para m haba
yalka (parecen pequeas cebollas}, que poda desenterrar y asar en la brasa. Esto es muy
agradable, dije para mis adentros, e intent apaciguar una inquietud creciente. Pens que los
animales tambin estaban un poco nerviosos, pero decid que les estaba transigiendo mis
sentimientos. Aquella noche me cost trabajo conciliar el sueo y, cuando finalmente me dorm,
fui invadida por sueos psicodlicos.
Me despert ms temprano que de costumbre y solt a Goliath, para que fuera a pastar.
Cuando acab de preparar los fardos, los dromedarios se haban largado (se dirigan en lnea recta
a Alice; cuando los atrap tres kilmetros monte adentro, parecan asustados. Seguramente por
aqu hay camellos salvajes, inform a Diggity, pese a que no vi ninguna pisada. Durante el regreso,
me top con un campamento aborigen abandonado, construido con ramas de mulga y
prcticamente oculto por la maleza.
Pas esa noche en la estacin de Angus Downs, en compaa de los Liddle. Me metieron
en la ducha, me dieron de comer y, cuando me refer a la experiencia de la noche anterior, la
seora Liddle coment que en ese campamento no caba ni un alfiler entre los fantasmas.

A la maana siguiente me ocup de la carga; dise, para Zeleika, una cuerda elstica para
el morro, con la esperanza de que no se rezagara, situ a Bub en la delantera y me dirig hacia
Curtin Springs, donde pas un par de das, intentando volver a rellenar la silla de Dookie. La carga
todava no era perfecta.
A partir de ese momento, los turistas me resultaron insoportables, de modo que fij
rumbo hacia la Roca con la brjula y me encamin a ella a travs de las dunas. Atravesar con
dificultades ese mar me agotaba, de modo que decid montar a Bub. Entonces la vi. Qued atnita.
No poda creer que esa forma azul fuera real. Flotaba, me hipnotizaba, me reduca y pareca
demasiado grande. Era imposible describirla.
Me deslic por la colina de arena y presion a Bub para que atravesara rpidamente el
valle en medio de un bosque de robles del desierto y ascendiera por la siguiente pendiente.
Contuve la respiracin hasta que volv a verla. El poder indescifrable de esa roca haba hecho que
mi corazn latiera a todo ritmo. Yo no esperaba algo tan misterioso y primitivamente hermoso.
Entr en la aldea turstica por la tarde y fui recibida por el jefe de guardabosque de aquel
inmenso Parque Nacional. Era un hombre amable, cuya tarea no era tan envidiable como podra
pensarse a primera vista. Su misin consista en proteger ese territorio precariamente equilibrado
de un nmero cada vez mayor de turistas australianos y extranjeros, los cuales no slo ignoraban
la ecologa del desierto y el efecto que su mera presencia provocaba en l, sino que insistan en
recoger flores silvestres, arrojar latas por las ventanillas de sus coches, talar rboles para
utilizarlos como lea, encender fogatas en lugares poco convenientes y luego no apagarlas, y en
apartarse con el coche de la carretera en buenas condiciones, dejando en el terreno roderas que
duraran aos. Me ofreci una caravana en la que descansar, invitacin que acept; me ofreci
un buen sitio en el que manear a los animales y me dijo que no le molestara que, ms tarde, yo
acampara algunos das en los Olgas.
La inmensa roca monoltica estaba rodeada de llanos frtiles a lo largo de un radio de
ochocientos metros. Gracias a la mayor cantidad de agua que se dejaba correr, estaban cubiertos
por un exuberante forraje verde y por flores silvestres tan apretujadas entre s que era imposible
caminar entre ellas. Despus comenzaban las dunas, que se extendan ms all de donde
alcanzaba la mirada, fundindose el naranja con el azul ceniciento.
Los incendios forestales tambin haban recorrido este territorio y, aunque ahora haca
que pareciera ms bonito y verde, pens que eso podra crear problemas a los dromedarios.
Muchos vegetales desrticos, que al surgir de la tierra muestran un aspecto deliciosamente
comestible, se protegen a s mismos mediante diversas toxinas. Aunque saba que Zelly
reconocera lo que deba comer, no estaba tan segura con respecto a los dems. Muchas de las
primeras expediciones de exploracin haban fracasado debido a que los dromedarios se haban
envenenado. Para que mis animales no se alejaran demasiado, ahora Zelly y Goliath se turnaron
en quedar atados a algunos rboles con una cuerda de doce metros y con las maniotas puestas.
Hice esto porque, indudablemente, Zeleika era la cabecilla y los otros no iran a ninguna parte sin
ella. De todos modos, tambin signific que no estara al lado de ellos para ensearles lo que

deban comer, Abrigu la esperanza de que cerca tuvieran alimento suficiente y no intentaran
probar nada nuevo. Posteriormente descubrira que, en realidad, eran muy cuidadosos en este
sentido.
Me sent en la primera colina de arena a mirar la cada de la tarde, que converta los
fuertes y chillones colores diurnos en pasteles luminosos que llegaban a alcanzar los azules y los
morados de las plumas del pavo real. Siempre fue mi momento preferido del da en esa regin:
la luz, que posee una calidad cristalina que no he visto en ningn otro sitio, persiste durante horas.
La Roca no me decepcion. Ni siquiera todos los turistas del mundo podan deslucirla, porque era
demasiado inmensa, demasiado contundente, demasiado antigua para volverse corruptible.
All quedaban poqusimos pitjantjara. La mayora se haban trasladado a zonas tribales ms
aisladas, aunque quedaban unos pocos para proteger y cuidar lo que constituye un escenario
sumamente importante de su cultura mtica. Se ganaban modestamente la vida vendiendo
objetos a los turistas. Lo llamaban Uluru. El gran Uluru. Me pregunt cmo soportaban que la
gente pisoteara las cavernas de la fertilidad, trepara por la cuerda pintada de blanco y tomara
incesantes fotografas. Si a m me llev al borde de las lgrimas, no puedo ni pensar lo mucho que
debi de significar para ellos. En el lado occidental haba un sector lamentablemente pequeo y
cercado en el que se lea: No entrar. Emplazamiento aborigen sagrado.
Ped a uno de los guardabosques su opinin sobre los negros.
-Ah, estn bien -respondi-. Son, ms que nada, un elemento molesto.
Yo esperaba esa respuesta y no tena mucho sentido puntualizar la evidencia, es decir, que
los turistas eran el elemento molesto, que invadan tierras sagradas que no les pertenecan y
jams podran pertenecerles y que ni siquiera podan comprender. Por lo menos, el guardabosque
no los despreciaba.
Rick lleg al da siguiente, saltarn, entusiasmado y lleno de energas. Yo haba salido a
explorar y a caminar por los bosques de madera rojiza de la ladera sur. Rick declar que tena una
sorpresa para m y me llev a la caravana. En mi cama, con la pierna vendada y las muletas
apoyadas en la almohada, se encontraba mi querida amiga Jenny. Al principio, mi reaccin fue de
gran alivio, sorpresa y alegra, Luego, una vocecilla me dijo: Tus amigos te seguirn durante
todo el viaje? Hice ingentes esfuerzos por disimular lo que me ocurra. Jenny, que es una persona
sumamente sensible, lo advirti en mi expresin con tanta claridad como si lo hubiese gritado,
aunque me esforc desesperadamente por ocultarlo. Dicha situacin estableci el carcter del
resto de ese da difcil: una tensin sutil, compleja y tcita que ambas preferimos descargar en
Rick ms que en nosotras mismas.
Jenny se habla cado de la bicicleta en Utopa y haba permanecido un rato en el suelo,
imposibilitada de moverse, con la mirada fija en los huesos que sobresalan bajo la carne
desgarrada. Lgicamente, esto lo haba provocado varias ondas de choque y meditaciones sobre
la fragilidad de la vida humana, situacin de la cual todava Jenny no se haba recuperado. No

estaba en condiciones de controlar las diversas emociones que aquella noche resonaron en la
caravana como tambores en un can. Ninguno de nosotros estaba en condiciones de hacerlo.
Rick haba llevado el proyector y nos mostr las diapositivas de la salida de Alice. Jenny y
yo permanecimos inmviles como las cabezas de los payasos de las casetas de juego:
boquiabiertas y girando la cabeza. Las fotos eran magnficas; no puedo quejarme de nada; pero,
quin era aquella modelo de Vogue que avanzaba romnticamente por los caminos con un grupo
de camellos a sus espaldas, con los cabellos delicadamente arremolinados por brisas selvticas y
convertidos en un aura de oro gracias al contraluz? Quin demonios era esa mujer? Que no se
diga nunca que la cmara no miente. Miente descaradamente. Nunca capta la verdad, sino las
proyecciones del que la usa. Fue muy significativo ver que los grupos de imgenes cambiaban
radicalmente a medida que avanzaba el viaje.
Al principio me cost trabajo hablar y decirles algo, porque pareca que, en realidad, no
me haban ocurrido muchas cosas. Slo haba andado por un camino guiando unos dromedarios.
Sin embargo, cuando aquella noche nos reunimos en la atmsfera cargada de la caravana, mi
cerebro se abri y empez a arrojar trozos de cemento y de alambre de gallinero, y supe que el
viaje era el responsable. Me cambiaba de un modo que yo no esperaba en lo ms mnimo. Me
sacuda y yo ni siquiera me haba enterado. Me atacaba a traicin.
Los dos das siguientes zumbaron y chisporrotearon. Jenny lloraba mientras esperaba el
avin que la llevara de regreso a Alice Springs; yo me senta como una pasta aporreada, y Rick
nos fotografiaba. Le despreciamos por esto; lo consideramos una forma de parasitismo, de
voyerismo. Fuimos incapaces o no estuvimos dispuestas a comprender que simplemente se
trataba del modo de manejar una situacin sobre la cual Rick no entenda absolutamente nada.
Despus me qued sola con l.
De nada sirvi que la revista hubiera insistido en que l tomara fotos originales y
apasionantes de la Roca. Pos en las cuevas y camin de un lado a otro por los mdanos. Gui a
los animales por las escarpaduras y los mont en medio de flores silvestres. Qu me cuentas
del periodismo honesto?, grit e hice muecas de desagrado mientras avanzaba. Pobre Richard,
cmo le hice pagar esa situacin! Creo que a veces yo le asustaba realmente. Pero, sin duda
alguna, era valiente. Lo hice subir a Dookie para dar un paseo mientras yo montaba a Bub, que
se asust y empez a escarbar el suelo. Le grit a Richard que aguantara y, en medio de la gresca,
escuch los chasquidos constantes de su cmara. He notado esa caracterstica en muchos
fotgrafos: la capacidad de ser ms valientes cuando miran a travs de una lente. Es interesante!
Haca aos que deseaba ver los Olgas. Consistan en unas montaas hermanas de Ayers
Rock y parecan enormes barras de pan rojo que un gigante hubiese dejado caer desde el cielo.
Desde la Roca semejaban un grupo de guijarros de color lavanda situados a lo largo del horizonte.
Deseaba pasar unos das all, lejos de los turistas, deambulando, explorando y disfrutando de la
falta de presiones y del tiempo que tendra para pensar y resolver mis embrollos sin preocuparme
de tener que llegar a ningn sitio ni ocuparme de nadie. Deseaba ponerme de nuevo en marcha,

recuperar esa sensacin de libertad que, al salir de Redbank George, pens que sera permanente.
Pero las cosas no ocurriran de ese modo.
Recorr treinta kilmetros de un territorio que debi de hacer que me sintiera mejor, pero
al que ni siquiera permit que me penetrara. Estaba deprimida, me senta engaada y estafada y
mi cara estaba morada de furia. Odiaba a Rick y le responsabilizaba de todo. Adems, a l no le
gustaba el desierto, no era capaz de verlo. No perteneca al lugar y era incapaz de encender una
fogata, cocinar o reparar un camin. Era como un pez fuera del agua y el campo le resultaba
aburrido. Escuchaba msica o lea hasta que yo apareca, y en ese momento tomaba fotos
utilizando como fondo la magnfica tierra.
La otra dificultad consista en que, aunque mi reaccin ante la tensin es dejar que se
acumule y descargarla despus en un ataque de ira, la de Rick era enfurruarse. Jams he
conocido a una persona que pusiera tan mala cara. Hubiese preferido que me pegara, porque no
poda soportar sus enfurruamientos. Al final del da, prcticamente me arrastraba a sus pies en
un intento por lograr que hablara, discutiera o hiciera otra cosa. Cualquier cosa. Adems, Diggity
le adoraba. Perra traidora, y eso que generalmente tienes muy buen gusto para elegir a las
personas, pens.
Aquella noche llegamos a los Olgas en medio de un tenso silencio y acampamos
directamente bajo de los montes. stos se encendieron en naranjas, luego en rojo, ms tarde en
rosa iridiscente, despus en morado y por ltimo se convirtieron en una negra figura recortada
contra la brillante luz de la luna. Con el propsito de probar la radio, Rick llam al guardabosque
de Ayers Rock. No slo le fue imposible conectar con l, pese a que se encontraba apenas a treinta
kilmetros, sino que sostuvo una conversacin cantada de interferencias con un pescador de
Adelaida, poblacin situada a ochocientos kilmetros al sur.
-Ah, maravilloso. Es maravilloso. Por suerte trajimos los equipos de radio, no, Rick? Es
agradable saber que, cuando me est desangrando y reventando en medio del desierto a dos
kilmetros de la estacin ms prxima, podr sostener una amable conversacin con Alaska. No
te parece, Richard? Richard?
Richard permaneci en silencio.
Aquella noche me fue imposible seguir soportando. Cog a Rick de la mano, hice que se
sentara a m lado, delante del fuego, y dije:
-Est bien, compaero, t ganas. Ya no puedo soportarlo. Tendremos que encontrar una
solucin, porque esto es ridculo. Aqu estamos, en el corazn del ms mgico de los desiertos,
participando en algo que debiera darnos alegra y nos comportamos como nios.
Richard continu con la mirada fija en las llamas, manteniendo una expresin afligida en
la que apenas asomaba el labio inferior. Volv a intentarlo.

-Esto parece la historia de los dos monjes. No se les permite tener nada que ver con las
mujeres. De todos modos, van caminando juntos y ven a una mujer que se est ahogando en un
ro. Uno de los monjes se lanza al agua y la lleva hasta la orilla. Despus siguen caminando un rato
en silencio y, de repente, el segundo monje no aguanta ms y pregunta:
Cmo pudiste tocar a esa mujer? Entonces el primer monje levanta la mirada,
sorprendido, y responde: Ah, t todava acarrearas a la mujer? Bueno, Richard, supongo que
entiendes lo que quiero decir. Los dos nos comportamos como el monje tonto; esto es estpido
y destructivo y me est llevando a la bebida .Ya tengo bastantes cosas por las que preocuparme
y la vida es demasiado breve para tratarla como un ensayo general. En consecuencia, o te vas
ahora mismo, yo devuelvo el dinero a Geographic y nos olvidamos de todo este asunto, o llegamos
a una mayor comprensin de lo que los dos queremos y del modo de conseguirlo, de acuerdo?
Charlamos. Charlamos horas y horas sobre todo lo que exista balo el sol y acabarnos
riendo y amigos, lo cual supuso un gran alivio. Lo comprend mejor y me gust mucho ms: este
to iba a resultar bien. Pese a su modestia, contaba con muchos recursos.
Tambin haba dicho que podra acompaarme hasta Docker River, a cinco das de
distancia. Aunque deseaba desesperadamente volver a estar sola, me pareci grosero despedirle,
porque quera conseguir fotos de los aborgenes y probablemente se sera uno de los pocos sitios
donde tendra la oportunidad de hacerlas. Pese a que esa perspectiva me perturbaba (saba que
los aborgenes estaban hartos de que los turistas insensibles les acercaran las lentes hasta las
narices), pens que, a esas alturas, todo reportaje que se les hiciera sera positivo, siempre que
se realizara con su consentimiento. Adems, el alivio de ver que Rick volva a dirigirme la palabra
y de haber disipado la tensin mereca prcticamente cualquier concesin.
En ese momento no comprend que me estaba comprometiendo ms con un artculo
sobre el viaje que con el viaje propiamente dicho. No me di cuenta de que ya haba empezado a
considerado como una historia para otras personas un relato con principio y fin.
Pasamos algunos das en los Olgas, que, aunque fueron bastante agradables-cmo no
iban a serlo en semejante lugar?-, para mi estuvieron rodeados por la sensacin de estar obligada,
contenida e invadida. Constantemente imagin cmo habra sido, lo mucho mejor que habra sido,
si hubiese estado sola. De todos modos, ya no responsabilizaba a Richard, sino a m misma. Supe
que tena que hacerme plenamente responsable de que l estuviera all, que tena que aceptar el
hecho de que aquel viaje no poda ser ni seria tal como yo lo haba planificado y querido. En lugar
de captar el potencial presente en esa situacin, llor la prdida de mis queridas esperanzas.
Bast un da en la pista para que la tensin creciera. Se debi a que, despus de que yo
cargara cerca de ochocientos kilos de chatarra, caminara treinta kilmetros, descargar a la
chatarra, recogiera lea, encendiera el fuego, cocinara para dos y limpiara los utensilios de la
comida para dos, me sent un poquitn saturada. Quiz se debi al bajo nivel de azcar en la sangre,
aunque no puedo asegurarlo. Lo que s s es que cualquiera que se cruce conmigo despus de

una jornada semejante har bien en prepararse para mi estallido, sobre todo si el nico cometido
de esa persona ha sido tomar fotos de m realizando todas esas tareas, en lugar de ayudarme.
Una noche en que herva de ira interior arroj una cabeza de ajos a mi compaero y le
grit:
-Plalos s no tienes el brazo roto.
Estbamos como al principio: Richard se haba enfurruado y yo pensaba cmo matarle
sin que me descubrieran.
A la maana siguiente abandon el campamento m1entras Richard me deca que me
alcanzara una hora despus, a lo que respond con un monoslabo y segu caminando. Camin
una, dos horas, y luego dos y media. Richard no apareci. Cielo santo, tendr que retroceder,
seguramente el coche est averiado.
Haba desandado ocho kilmetros cuando el primer y nico coche que habamos visto se
acerc y se detuvo. Le pregunt a sus ocupantes si les molestara avanzar un poco ms para ver
si encontraban las huellas de Richard en los matorrales. Les ped que, en ese caso, me dijeran si
se encontraba bien. Fueron hasta la Roca y regresaron sin haber visto a Rick. Ya era bien entrada
la tarde y yo empezaba a preocuparme en serio.
Mordedura de serpiente, ataque cardaco?, pens.
Estaba a punto de separarme de esos nuevos amigos cuando el Toyota apareci colina
arriba con Rick en su interior, escuchando a Joan Armatrading.
-Dnde te habas metido?
Richard pase la mirada de un rostro a otro y cada vez con mayor comprensin y con cierta
timidez respondi:
-Estaba en el campamento, leyendo un libro, por qu?
Sent que los labios formaban una furiosa lnea blanca. Los dems se miraron, tosieron
delicadamente y se largaron. Rick se disculp. Me mantuve en silencio. La ira se haba fijado con
toda frialdad y lucidez. Pareca un puetazo en medio de mi pecho.
Entonces llegaron las lluvias. Enormes nubes atronadoras y ruidosas surgieron de la nada
y graniz y diluvi. Llovi a cntaros y avanc a tientas en medio del agua, aterida, empapada y
conteniendo la ira como un beb. Como de costumbre, estaba preocupada por los animales. Y
agotada. Agotada por el trabajo y las preocupaciones, agotada por la rabia y agotada por mis
pensamientos, que trazaban crculos y ms crculos, regresando siempre al hecho central de que
estaba comprometida en una farsa grotesca e intil.

Como era de prever, aqulla fue la noche en que el querido y pequeo Goliath decidi que
no le gustaba que le pillaran y lo ataran a un rbol. Lo persegu a la carrera durante ms de una
hora. Una vez ms regres al reino del agotamiento. Estaba cubierta de barro helado y, cuando
lo atrap, temblaba de cansancio. Regres a duras penas al campamento; en diez minutos beb la
tercera parte de una botella de whisky y, en medio de un llanto histrico sobre el cual no tena el
menor control, tron contra Richard antes de derrumbarme incoherente, hecha un guiapo.
Esa noche se agregaron dos nuevos elementos a nuestra relacin. El primero fue la
tolerancia, es decir, la necesidad de transigir. Plante las verdaderas bases de una amistad
inverosmil que a pesar de sus altibajos, perdurara. El segundo fue el sexo.
Ah, s, estpida de m. Supongo que fue inevitable, pero, visto en retrospectiva, constituy
uno de los ms graves errores que comet con respecto a mi libertad durante el viaje. Ahond mi
compromiso con Richard de un modo antiguo y sutil; ya no poda ignorar sus sentimientos con la
misma facilidad con que lo habra hecho en otra situacin. Rick Smolan, fotgrafo extraordinario,
defensor de la tradicin juda en Nueva York, estafador y manipulador por excelencia sin siquiera
saberlo: joven de talento, generoso y extrao que se senta violento y se ocultaba tras las Nikon.
se fue el ser con el cual mi viaje se estaba enredando inexorablemente; el ser que, segn sent,
me despoj de su significado y esencia originales, el que pas de ser alguien en quien yo apenas
reparaba para convertirse en la cruz que llevaba a cuestas. El primer elemento oscilatorio y
desconcertante que sera tan caracterstico de este viaje dio en el blanco. Permiti que Richard
se enamorara no de m, sino de la dama de los dromedarios.
De todos modos, a partir de esa noche fuimos mucho ms amables. Mientras Rick hacia
verdaderos esfuerzos por lograrlo, yo empec a aceptar el hecho de que l tena que estar
totalmente al margen de la cuestin o plenamente comprometido en ella. No poda ser de otro
modo. A partir de ese da, Richard fue cambiando lentamente y decidi que el desierto le influyera
hasta alcanzar un reconocimiento de ste y, en consecuencia, de s mismo.
Pasamos junto a la Caverna de Lassiter... pobre Lassiter, ese pelma sediento de oro que
perdi sus dromedarios y muri en las colinas de arena, asiendo un taco que seguramente arranco
del morro de uno de sus animales asustados y desbocados, y dej un misterio sin resolver relativo
al supuesto descubrimiento de un filn de oro tan abundante que, de haber logrado regresar a l,
habra obtenido miles de millones. Los pitjantjara, que hasta entonces prcticamente no haban
tenido ningn contacto con los blancos, intentaron mantenerle con vida. De todas maneras, al
igual que tantos otros exploradores desafortunados, Lassiter no fue capaz de mantener el paso y
muri miserablemente quince kilmetros antes de llegar a un sitio seguro. Muchos de los viejos
pitjantjara le recuerdan. Me esforc en no pensar en el taco que l haba aferrado con las manos.
Estbamos a uno o dos das de Docker cuando se produjo el primer desastre importante
del viaje. Guiaba cuidadosamente a los animales a travs de un rio que en otro tiempo haba sido
una pista cuando Dookie, que era el ltimo de la fila, resbal y cay al agua. Me acerque y le
orden que se levantara. Con la punta de los dedos lo toqu detrs de la espaldilla y volv a

pedrselo. Me mir penosamente y se puso de pie, gimiendo. La lluvia me cegaba y me recorra
en fros torrentes. El animal apenas poda mover la pata delantera derecha.
Esa noche acampamos en medio de una luz verde profundamente luminosa y vidriosa. No
tena la menor idea de lo que poda tener Dookie en la pata. La tante, la frot y la revis de la
espaldilla al pie. Aunque estaba sensible, no percib ninguna hinchazn. Prepar compresas
calientes, pero no saba qu ms poda hacer. Tena un hueso roto? Un ligamento distendido?
Qu le pasaba? El problema resida en que Dookie no poda caminar. Se sent deprimido en el
lecho del ro y se neg a moverse, Le corte forraje, se lo llev y volv a masajearle la espaldilla. Lo
abrac y me deshice en a tenciones con l, al tiempo que me senta enferma, cansada y vencida.
Me haba invadido una idea que intentaba mantener a distancia: quiz tendra que rematar de un
balazo a mi dromedario; tal vez terminase as el viaje; todo era una broma estpida y pattica.
Me alegr de que Richard estuviera all.
Al final, las lluvias cesaron. Todo qued limpio y brillante. Descansamos dos das y a
continuacin cojeamos hasta Docker, donde, como siempre, nos recibieron centenares de nios
entusiasmados. El consejero de la comunidad nos ofreci una caravana, en la que vivimos, y Rick
decidi quedarse hasta saber cul sera el destino de Dookie. Al final, yo esper seis semanas, sin
saber si la pata de mi animal curara o no. Rick pas una quincena en Docker. No fue una
temporada feliz.
Me sorprende el hecho de que los seres humanos puedan mostrarse superficialmente
serenos, dominados y sensatos cuando, en el fondo, estn destrozados, derrumbados y hundidos.
Ahora comprendo que esa temporada en Docker signific el comienzo de urna especie de
derrumbamiento mental, aunque entonces no lo habra descrito de este modo, Al fin y al cabo,
yo todava funcionaba. Los blancos eran amables e hicieron todo lo posible por entretenerme y
cuidarme; mas no podan saber que yo necesitaba todas mis energas para permanecer dentro de
la caravana y lamer mis heridas. No podan saber que yo era moralmente demasiado dbil para
rechazar sus invitaciones y que stas me dejaban vaca, que mi incesante sonrisa encubra una
agobiante desesperacin. Quera ocultarme; dorma muchas horas y, al despertar, me encontraba
en la nada. Una nada gris. Me hallaba enferma.
Ahora estaban plenamente abolidas todas las justificaciones que con anterioridad yo
haba planteado para fotografiar a los aborgenes. De inmediato qued claro que lo detestaban.
Saban que era una estafa. Ansi que Rick no lo hiciera. l sostuvo que tena que cumplir con su
tarea. Hoje un pequeo folleto que le haba dado Geographic para que apuntara los gastos.
Haba una seccin titulada Regalos a los nativos. Yo no poda creerlo. Le propuse que apuntara
cinco mil dlares de espejos y abalorios y que repartiera el dinero. Tambin me di cuenta de que
la aparicin del reportaje en una revista conservadora como Geographic no servira de nada a los
aborgenes, al margen del modo en que escribiera el artculo. Seguiran siendo pintorescos
primitivos que los lectores miraran tontamente, ya que les importaba un bledo lo que les estaba
ocurriendo. Acus a Rick de participar de un tipo de parasitismo y dije que, puesto que todo el
mundo lo consideraba m marido, sentiran por m lo mismo que sentan hacia l. Los nativos se
mostraron amables y respetuosos, como de costumbre, y me llevaron a cazar y recolectar

alimentos; pero el muro estuvo siempre presente. Rick plante los viejos argumentos, si bien me
di cuenta de que estaba atormentado porque reconoca que era cierto lo que yo deca.
Se aproximaba el momento de su partida y se senta frustrado: no habla realizado su
trabajo. Una noche escuchamos gemidos que provenan del campamento de abajo. Sin que yo
me enterara, a primera hora de la maana siguiente, Rick sali de la caravana y baj al
campamento para hacer fotos. Ignoraba que estaba registrando una ceremonia secreta y sagrada
y tuvo la suerte de que no le traspasaran la pierna con una lanza. No me enter de esto hasta
despus de su partida, pero sent que la gente se enemistaba con nosotros. No abiertamente,
nunca abiertamente, pero se trataba de una sensacin que estaba presente y que supuse que se
deba a que podan ver en mi interior. Pareca que uno de mis mayores objetivos estar con los
aborgenes- era ahora inalcanzable.
Haba maneado a los dromedarios a unos diez kilmetros de la poblacin, donde el
alimento era de mejor calidad. Dej suelto a Dookie. Todos los das me trasladaba en coche a
controlarlos, cortaba pienso para Goliath, al que haba construido una cerca de cuerdas, y
observaba a Dookie, que no pareca mejorar. Decid volver a Alice en el avin correo, a fin de
consultar a un veterinario, a Sallay o conseguir un aparato porttil de rayos X. Me es imposible
describir los sentimientos de derrota que experiment al aterrizar en el aeropuerto de Alice. Me
haba jurado no regresar jams y, en ese momento, me pareci que nunca conseguira librarme
de aquel lugar, ni siquiera fsicamente. Consult a todo el mundo e intent consegu un aparato
de rayos X en los departamentos de sanidad, los hospitales e incluso los consultorios
odontolgicos. No logr nada. Siempre obtuve la misma respuesta: lo nico que puedes hacer es
esperar a ver qu ocurre.
Volv tambin en un avin. Rick se fue y me dej el Toyota.
La rutina de las semanas siguientes fue profundamente aburrida. Por la maana me
obligaba a levantarme, tras haber pasado la noche leyendo un psimo libro de ciencia ficcin,
para no tener que pensar, y me iba en la furgoneta a ver a los animales. Si me llevaba hordas de
nios, a veces la tarea se haca ms agradable. De todos modos, estaba sola el da en que tuve mi
primer encuentro con un dromedario salvaje.
-Santo cielo, Diggity, de repente Dookie parece ms grande; seguramente se debe a todos
estos alimentos fres... Oh, no! Cielo santo, ha ocurrido.
All mismo, retozando con mi Zelly y agitando a mis muchachos haba... Mis animales
estaban tan agitados que pens que podan largarse con los otros si me demoraba.
Afortunadamente, carretera abajo se encontraba un joven aborigen. Condujo el Toyota alrededor
de los machos salvajes para que no pudieran alcanzarme mientras yo me lanzaba, aterrorizada, y
ataba rpidamente a Zelly a un rbol. De momento, todo iba bien. Regres al poblado a la
velocidad de la luz. Nada como un ligero peligro para que la sangre volviera a fluir. Cog el rifle,
reun a un par de hombres y regres. Apenas haba usado el arma y todava me asustaba, an

cerraba los ojos involuntariamente al apretar el gatillo. Apunt, dispar, err, dispar, her,
dispar, dispar, dispar, dispar, mat.
Despus perseguimos a los dems dromedarios con el vehculo, y los hombres les
dispararon con insignificantes armas calibre 22. Slo murieron despus de recibir muchas heridas
Y me pareci que cada proyectil me provocaba el mismo dolor que a ellos. Fue terrible y chocante
ver caer a bestias tan orgullosas. No logro comprender en modo alguno el que la gente mate por
placer. Para no hablar de los remordimientos.
Pocos das despus lleg Glenys, una enfermera que trabajaba para el servicio de sanidad
de los aborgenes. Me cay bien en cuanto la conoc. Salamos juntas a menudo; bamos a cazar
con las mujeres, excavbamos en busca de gusanos de maku, de miel de hormigas y
participbamos en caceras de conejitos. Esto ltimo consiste en que las mujeres buscan una
conejera hasta encontrarla, excavan la tierra con sus palancas y, si tienen suerte, extraen puados
de conejitos; a continuacin se les retuerce diestramente el pescuezo y se los cuelga en la parte
trasera del vehculo para llevarlos a casa y cocinarlos en las brasas. Me encantaban esas
expediciones: veinte mujeres y nios nos apibamos dentro y fuera del Toyota, riendo y
hablando, y recorramos los treinta y pico de kilmetros hasta llegar a un lugar especial. Los flacos
y sarnosos perros del campamento nos seguan al galope, ladrando y gaendo, y llegaban horas
despus medio muertos de agotamiento, en el instante en que nos disponamos a regresar.
Glenys y yo decidimos ir en coche a Giles, una estacin meteorolgica situada a ciento
sesenta kilmetros al oeste. All haba un populoso campamento aborigen y un grupo de blancos
que administraba la estacin. Cuando llegamos, algunos hombres jvenes salieron a la calle y nos
invitaron a entrar en su cantina. Sabamos que la conversacin tomara un derrotero ineludible,
y a ninguna de las dos nos interesaba volver a vivir esa experiencia. Por las venas de Glenys corra
sangre aborigen y sinti las bromas que hicieron sobre los negros ms vivamente que yo. Adems,
yo ya haba aprendido a hacerme la sorda. Comentamos con uno de los jvenes que bajaramos
al campamento.
-Mientras ests all, intentad derribar a algunos negros con ese chisme, ja, ja.
Puse la marcha atrs y le roci de grava mientras giraba el volante. Glenys se asom por
la ventanilla y le lanz una maldicin. El joven qued realmente boquiabierto.
Cuando llegamos al campamento, nos acercamos a charlar con algunas mujeres. Un rato
despus, intercambiaron algunos cuchicheos y se consultaron entre s. Luego se acerc una dama
y nos pregunt si queramos aprender a bailar. Naturalmente, respondimos que s.
Nos condujeron hasta un claro que desde el campamento no se vea. Las ms ancianas,
viejas brujas maravillosamente horribles, se sentaron en cuclillas delante mientras las mujeres
ms jvenes y las muchachas formaban un grupo detrs. Glenys y yo nos acomodamos delante.
Hubo muchos toques, risas y comentarios tranquilizadores. Yo no saba tanto pitjantjara como
para comprender todo lo que decan, pero no tena importancia. El estado de nimo se transmiti

igual. Entonces comenz el cntico. Lo interpretaban las ancianas y diversas mujeres lo dirigan
en distintos momentos. Otras buscaron ramas y golpearon rtmicamente con ellas sobre la tierra
roja. Yo no me decida a participar; ignoraba las reglas del juego. A medida que esa msica
ronroneante, meditabunda y entretejida con polvo se prolongaba, me sent transportada y al
borde de las lgrimas.
El sonido pareca surgir del suelo. Perteneca perfectamente al lugar; era un canto de
unidad y reconocimiento, y las viejas brujas parecan prolongaciones de la tierra. Sent deseos de
comprender. Por qu esas mujeres sonrientes hacan esto por nosotras? Me fund en un
sentimiento de pertenencia. Me dejaban entrar en su mundo. Me invitaron a bailar. Me sent
estpida y torpe y tuve miedo de levantarme. Despus una anciana me cogi de la mano y, al son
del ritmo extrao y chasqueante y de la meloda ronroneante, bail y me hizo repetir sus
movimientos. Me esforc al mximo. O carcajadas a mis espaldas. Las lgrimas rodaban por las
mejillas y se cogan las barrigas en un ataque de risa. Re con ellas y mi vieja profesora me abraz.
Volvi a ensearme el difcil temblor corporal que se repeta al final de cada cadencia. Al fin logr
repetirlo, y entonces bailamos en serio, saltamos, arrastramos los pies en el surco del polvo, nos
estremecimos al final y giramos y volvimos al principio, y despus formamos lentamente un
crculo. Las horas pasaron. Gradualmente, una decisin grupal tcita de que la danza haba
concluido redujo el nmero de mujeres en movimiento, Poco despus, todas se alejaron.
Glenys y yo permanecimos en el mismo sitio, sin saber qu se esperaba de nosotras.
Estbamos a punto de irnos cuando una de las viejas se acerc, frunci su boca desdentada y dijo:
-Seis dlares, tienes seis dlares.
Su nudosa mano de vieja estaba extendida, y las dems se haban acercado y miraban.
Permanec en silencio, pasmada. No se me haba ocurrido pensar en... recuper el habla y
expliqu que no llevbamos dinero. Me vaci los bolsillos para demostrrselo.
-Dos dlares, tienes dos dlares.
Glenys hurg en sus bolsillos y le dio toda la calderilla que tena. Promet a la vieja que le
enviara dinero y mi amiga y yo nos fuimos.
Apenas hablamos durante el regreso. Yo no saba que era una regla de etiqueta ofrecer
algn regalo al final de una danza. Ese fallo me pareci una derrota simblica una sntesis
definitiva de que jams lograra penetrar esa realidad, de que siempre sera una turista blanca
que miraba desde fuera.
As persisti ese desvanecimiento gradual de mis sueos y esperanzas. Mientras la
espaldilla de Dookie curaba lentamente (a esas alturas haba diagnosticado que tena un msculo
distendido), pregunt en Docker si a alguno de los ancianos le gustara acompaarme a
Pipalyatjara. Deseaba recorrer a campo traviesa los doscientos y pico de kilmetros siguientes,
pero saba que recorrera territorio sagrado moteado de lugares sagrados, donde las mujeres no

estaban autorizadas a entrar. No podra hacerlo sin la compaa de un anciano. Sera el peor tipo
de profanacin, pero al mismo tiempo deseaba desesperadamente apartarme de los caminos. Sin
decir claramente que s, tampoco dijeron que no, un tipo de cortesa comn entre los aborgenes
llamada desviacin corts.
Saba que, a pesar de que yo no tena una cmara fotogrfica, no confiaban en m. Me
haba enterado de lo que Rick haba hecho a travs del enfurecido consejero de la comunidad;
me senta cmplice de esa situacin y me costaba trabajo mirar de frente a los nativos. Tomar
fotos de una ceremonia secreta era mucho peor de lo que sera profanar una iglesia para el ms
fiel de los cristianos. Los aborgenes de esa zona dividan en dos categoras a los viajeros: turistas
y personas. Comprend que, para ellos, yo me haba convertido en una turista.
En Docker slo haba media docena de blancos. Eran buena gente. Desde el consejero de
la comunidad, pasando por los mecnicos hasta los administradores de la tienda, todos me
invitaron a barbacoas, excursiones y partidas de caza; pero ninguno logr apaciguar mi tristeza.
Cuando estuve preparada para marchar, se decidi que ninguno de los ancianos quera
acompaarme. Eso significaba doscientos cuarenta kilmetros de camino de tierra que no
esperaba hacer, aunque poda albergar la esperanza de que no vera ningn vehculo. No saba si
seguir adelante con m proyecto o no. Todo pareca bastante intil. Yo haba vendido el viaje,
comprendido y dirigido mal todo. No poda estar con los aborgenes sin convertirme en una
desmaada intrusa. La travesa haba perdido significado y su cualidad mgica e inspiradora era
una accin vaca y estpida. Deseaba renunciar. De todos modos, qu poda hacer a
continuacin? Regresar a Brisbane? Si esta empresa, la cosa ms ardua y valiosa que haba
intentado en m vida, era un desdichado fracaso, qu demonios se vera coronado por el xito?
Part de Docker ms desdichada, ms negativa y ms debilitada que nunca.


8


Cuando part sola del poblado, nicamente repar en una monotona, en la falta de
sentido de todo. Mis pasos eran dolorosamente lentos, cortos y pesados. No me conducan a
ninguna parte. Paso tras paso tras paso, la interminable caminata se arrastraba, haciendo
descender mis pensamientos en espiral. El territorio pareca extrao, descolorido, sordo, y el
silencio, .hostil, demoledor. Haba recorrido treinta kilmetros y estaba cansada y sedienta. Beb
cerveza. Estaba a punto de detenerme y preparar el campamento cuando, en pleno calor de la
tarde y en medio de las brumas de la cerveza, aparecieron tres grandes dromedarios en celo.
Pnico y temblores. Pnico y temblores. Recuerda que atacan y matan. Ahora recuerda.
Uno: ata firmemente a Bub; dos: haz que se siente; tres: retira el rifle de su vaina; cuatro: carga
el arma; cinco: amartilla el rifle, apunta y dispara. Slo estaban a treinta metros de distancia, y
uno de ellos arrojaba un arco de sangre roja. No pareca reparar en ello. Todos volvieron a avanzar.
Estaba asustada hasta la mdula. Al principio no poda creer en lo que estaba ocurriendo,
y despus cre que jams terminara. Los odos me latan con fuerza y el sudor fro se me peg a
la espalda. El temor distorsionaba mi visin. Despus me sobrepuse: ya no pensaba, simplemente
lo haca.
Zzzt. Esta vez le di detrs de la cabeza y gir, alejndose con paso vacilante. Zzzt. De nuevo
cerca del corazn, se derrumb, pero permaneci all. Zzzt. En la cabeza, muerto. Los otros dos
se perdieron en medio de la maleza. Temblor y sudor, temblor y sudor. De momento has ganado.
Desensill a mis dromedarios y les at en corto las patas, mirando constantemente a m
alrededor. Comenzaba a anochecer. Los otros regresaron. Con ms valor, dispar contra uno,
pero slo lo her. Oscureci demasiado aprisa.
La fogata parpadeaba en la arena blanca iluminada por la luna; el cielo era de nice negro.
El ruido sordo de los machos salvajes rode el campamento a muy poca distancia hasta que me
dorm. Despert y a unos veinte metros de distancia haba una bestia de perfil a la luz de la luna.
Me maravill y no quise hacerle dao. Era un animal bello, orgulloso. Yo no le interesaba en lo
ms mnimo. Volv a acostarme y me dorm con el sonido de los cencerros de las bestias que
rumiaban pacficamente su bolo alimenticio.
Al amanecer, yo ya estaba al acecho, con el rifle cargado y preparado. Ambos seguan all.
Tuve que sacrificar al animal herido. Lo intent. Otro arco de sangre y huy, mordindose la
herida. No poda seguirlo. Supe que morira lentamente, pero no poda seguirlo; deba pensar en
mi propia supervivencia. All estaba el ltimo macho joven, algo hermoso, haciendo horas extra.

Tom una decisin: de los tres, ste sera el nico al que le permitira vivir, a menos que pusiera
directamente en peligro mi seguridad. Fue una decisin dichosa.
-S, quiz nos siga a distancia hasta Carnarvon. Lo llamar Aldebarn. No te parece
magnifico, Diggity? Qu compaero para Dookie! No ser necesario que lo mate.
Di vueltas para coger a los animales. l me observaba. Slo me faltaba coger uno, Bub.
Galop con las maniotas puestas mientras el nuevo animal caminaba perezosamente a su lado.
No poda cogerlo mientras el otro macho estuviera tan cerca. Lo intent durante una hora y qued
agotada. Tuve ganas de matar a Bubby, de desmembrarlo, de arrancarle los cojones, pero ya no
los tena. Cog el rifle y me acerqu a unos diez metros del macho joven, ahora excitado y
gruendo. Dispar una posta al sitio donde saba que lo herira de muerte. No fue as, y el animal
se mordi la herida y bram. l no comprenda ese dolor y yo lloraba. Volv a dispararle a la cabeza
y cay, ahogndose con su propia sangre. Me acerqu a su cabeza y nos miramos: entonces
comprendi. El animal me mir y yo le dispar a quemarropa a los sesos.
Bubby estaba desconcertado. Se acerc al animal muerto y bebi un poco de sangre. sta
le cubri el morro, como si fuera carmn de labios de un payaso, y frunci los labios. Se dej coger.
No le pegu. Segu caminando.
Entr en un tiempo, un espacio, una dimensin nuevos. Un milenio encajaba en un da y
las pocas en cada paso. Los robles del desierto suspiraban y se inclinaban hacia m, como si
intentaran cogerme. Las colinas de arena aparecan y desaparecan. Las colinas se elevaban y se
perdan. Las nubes llegaban y partan, y siempre el camino, siempre el camino, siempre el camino,
siempre el camino.
Estaba tan cansada que dorm en el lecho del ro y slo pens en el fracaso. Ni siquiera
pude encender la fogata. Quera ocultarme en la oscuridad. Estaba convencida de que haban
pasado ms de dos das, haba caminado hasta tan lejos... Pero, aqu, el tiempo era distinto, se
estiraba paso tras paso, y en cada paso caba un siglo de pensamiento circular. No quera pensar
de esa manera, me avergonzaba de mis pensamientos, ms no poda evitarlos. La luna, mrmol
fro y cruel, me asalt, me sorbi los sesos y no pude ocultarme de ella, ni siquiera en sueos.
Y al da siguiente y al otro, el camino, las colinas de arena, el viento fro volvieron a sorber
mis sesos y no sucedi nada, salvo la caminata.
La regin era seca. Cmo era posible que los dromedarios estuvieran tan sedientos y
delgados? Por la noche venan al campamento e intentaban tumbar los bidones de agua. Como
no me sobraba, la racion. El mapa sealaba depresin rocosa. Gracias a Dios. En esa bruma
de tiempo elstico, en alguna parte me apart de la pista y me intern. Ms colinas de arena y
despus un tramo llano, ancho, seco y desolado, con un pjaro muerto y dos pozos vacos. En mi
interior, alguna cuerda empezaba a desenredarse. Una cuerda importante, la que mantena a raya
el pnico. Segu caminando. Aquella noche acamp en las colinas de arena...

El cielo estaba plomizo y brumoso. Durante todo el da se haba mostrado gris, tranquilo,
traslcido como la barriga de una rana. Las gotas de lluvia tamborilearon sobre m, pero no fueron
suficientes para asentar el polvo. El cielo me lavaba, me vaciaba. Estaba calada hasta los huesos
cuando me encorv sobre mi dbil fogata. En algn sitio entre las congeladas colinas de arena, en
un desierto olvidado y poblado de aparecidos, donde el tiempo siempre se mide segn el
interminable paso de las constelaciones o el frio reclamo de un cuervo al despertar, me acost en
mi sucio fardo de mantas. La escarcha se aferr como frgil telaraa a las matas negras que me
rodeaban, al tiempo que el cielo se cubri de brillos. Estaba inmvil. Me dorm. Despert
sbitamente una hora antes de que el sol derramara sobre la arena un acuoso color sangre e
intent recobrarme de un sueo que no lograba recordar. Estaba desgarrada. Despert en el
limbo y no pude encontrarme a m misma. No existan puntos de referencia, nada que mantuviera
controlada y unida al mundo. No exista nada, salvo el caos y las voces.
La firme, la que aborreca, la poderosa, se burlaba y se rea de m:
Esta vez has llegado demasiado lejos. Ahora te he atrapado y te odio. Eres repugnante,
no? No eres nada. Ahora te tengo; saba que tarde o temprano ocurrira. Es intil que luches
contra m, no tienes quin te ayude. Te he atrapado, te he atrapado.
Y haba otra voz serena, serena y clida. Me orden que me acostara y mantuviera la calma.
Me dio instrucciones para que no cediera, para que no me entregara. Me asegur que volvera a
encontrarme a m misma si resista, me mantena serena y me acostaba.
La tercera voz gritaba.
Diggity me despert al amanecer. Me encontraba a cierta distancia del campamento,
acalambrada y helada hasta la mdula. El cielo era fro, implacable y de color azul claro, como los
ojos de un psicpata. Volv a internarme en la deformada red del tiempo. Slo estaba a medias
all, como una autmata. Saba lo que tena que hacer. Debes hacer esto, es lo que te mantendr
viva. Recurdalo. Camin por ese mar maligno y lleno de susurros. Al igual que los animales,
percib una amenaza; todo estaba inmvil, pero amenazador y helado bajo el calor del sol. Sent
que me observaba, me segua, me esperaba.
Intent dominar la presencia con mi voz. Grazn algo en medio del silencio y fue absorbida
por ste.
-Lo nico que tenemos que hacer -dijo-, es llegar a Monte Fanny. All hay agua. Slo un
paso tras otro, es todo lo que tengo que hacer; no debo aterrorizarme.
A lo lejos, en la distancia ardiente y azul vi algo que tena que ser Monte Fanny y dese
estar all ms que cualquier otra cosa en el mundo. Protegida por esos peascos. Comprend que
me mostraba irracional. Haba agua ms que suficiente para llegar a Wingelinna. Pero los
animales... haba estado absolutamente segura de que se arreglaran cmodamente durante una
semana. No haba previsto la sbita aridez, la falta de alimentos frescos.

-Pero all habr agua, claro que habr. No es eso lo que me han dicho? Y si no hay agua?
Y si el molino se seca? Y si equivoco el camino? Y si se quiebra este delgado trozo de cuerda
que me mantiene unida a los dromedarios? Qu ocurrir entonces?
Caminar, caminar, caminar, siempre colinas de arena todas parecan iguales. Camin como
si cumpliera una rutina ni progresos ni cambios. El monte se acerc tan lentamente...
-A qu distancia est ahora? A una jornada? Este es el da ms largo. Cuidado, recuerda
que es slo un da. Aguanta, no debes ceder. Quiz aparezca un coche. No hay coches. Qu voy
a hacer si no hay agua? Debo acabar con esto, debo acabar. Slo seguir caminando. Un solo paso
por vez es lo nico que hace falta.
Ese dilogo sigui, sigui y sigui en mi cabeza. Una y otra vez, dndole vueltas y ms
vueltas.
Al caer la tarde, largas sombras se deslizaban. La montaa estaba cerca.
-Por favor, por favor, permteme llegar antes de que caiga la noche. Por favor, no permitas
que me quede aqu en la oscuridad. Me devorar.
Seguramente est despus de la prxima colina de arena. No, entonces de la siguiente. De
acuerdo, est bien, la siguiente; no, la siguiente, no, la otra. Por favor, Dios, estoy loca? La
montaa est all, casi puedo tocarla. Empec a gritar. Empec a gritar estpidamente contra las
dunas. Diggity me lami la mano y gimote, pero yo no poda detenerme. Haba hecho lo mismo
durante la eternidad. Caminaba a cmara lenta. Todo perda velocidad.
Y despus, al superar la ltima colina de arena, sal de las dunas. Me agach, llorando
sobre las piedras y palp su solidez con las manos. Trep firmemente por la escarpadura rocosa,
alejndome de ese terrible mar de arena. Las rocas eran pesadas, oscuras y poderosas. Se alzaban
como una isla. Me arrastr por esa gigantesca columna vertebral all donde emerga del mar de
arena y se internaba en una alfombra verde. Me volv para observar la inmensidad en la que haba
estado. El recuerdo ya se perda... el tiempo, el doloroso tiempo pasado all. Ya habla olvidado la
mayor parte de los das. Se haban disuelto en mi memoria, dejando slo unas pocas cumbres que
poda recordar. Estaba a salvo.
-Ser fcil encontrar el camino o la depresin rocosa, da igual. Por aqu cerca tiene que
haber agua. Todo saldr bien-el pnico se disolvi y me re de mi misma por ser tan absurda, tan
ridcula, consecuencia del agotamiento fsico y emocional, eso era todo. Me senta bien. Me
pondra bien. Los cabos estaban atados y acarici a Diggity-. Diggity est aqu, no hay ningn
problema. Dig, est muy oscuro para buscar el molino esta noche, pero all hay una mancha de
hierbas frescas que har felices a los dromedarios, no te parece, pequea? Maana
encontraremos el molino, los pjaros, y las pisadas nos conducirn hasta l. Entonces dar un
gran trago a las bestias; pero ahora mismo preparar una formidable fogata, preparar t y te
dar de comer, mi querida amiga.

Dorm profundamente y sin soar, despert temprano y me levant tan limpiamente
como un guila que sale de su nido. No habla indicios de la fatiga del da anterior ni del enemigo
de la noche anterior. Mi mente estaba purificada, resplandeciente y ligera. Todo lo que me
rodeaba rebozaba vida y vitalidad. Los colores danzaban y brillaban bajo la vigorosa luz del
amanecer. Centenares de pjaros madrugadores. Con un nimo excelente li rpidamente los
petates, incluso con habilidad, como si fuera una mquina de precisin. De algn modo me sent
ms grande, expandida. Camin cien metros y encontr el molino. Los dromedarios y Diggity
bebieron y yo me di un helado bao estimulante.
Aproximadamente a un kilmetro del molino me top con una manada de cuarenta
dromedarios. Prepar el rifle rpido y silenciosamente. Los haba visto descender desde su
abrevadero en lo alto de las colinas, como si fueran mudos fantasmas. Los mir y me miraron
mientras compartamos la misma celda. Supe que esta vez no tendra que disparar, pero deba
pisar terreno firme, sas son las reglas del juego. Les sonre. Eran tan hermosos que me resultaba
imposible describirlos. El gran macho jefe los mantena ligeramente adelantados y los miraba
constantemente, para valorar la situacin. Se detuvieron, yo me detuve: un atolladero. Grit, silb
y me re de ellos. Se mostraron ligeramente curiosos. Agit los brazos en direccin al gran macho
y lanc un grito estentreo y cargado de autoridad. El jefe de la manada se mostr simplemente
aburrido. Dispar al aire algunos escopetazos y el animal reconoci el sonido. Reuni a su familia
mordisquendoles los talones y ganaron impulso hasta que cuarenta hermosos dromedarios
libres y salvajes corrieron y galoparon valle abajo en un retumbo y un torbellino de polvo.
Desaparecieron. En ese momento recordaba con exactitud quin era yo.
Estaba a punto de acostarme aquella noche cuando, a lo lejos, o el ronroneo del motor
de coches. Fue un sonido sumamente extrao e incoherente. Ya no los necesitaba ni los quera.
Significaran una usurpacin. Incluso los tema porque saba que todava estaba medio loca.
-Dig, dices que s o rechazas la compaa humana esta noche? Dejemos que hable el
fuego. Tendrn sentido mis palabras? Y si me hacen preguntas? Qu responder? Lo mejor es
sonrer mucho y mantener el pico cerrado, no te parece, pequea? -Me devan los sesos,
intentando encontrar las agudezas del dilogo que la experiencia de la semana anterior haba
destrozado. Se las dije a Diggity en voz baja-. Cielo santo, han visto el fuego y se acercan -me
examin nerviosamente en busca de seales de demencia.
Aborgenes. Clidos, amistosos, sonrientes, entusiasmados y fatigados pitjantjaras que
regresaban a Wingelinna y Pipalyatjara despus de asistir a una reunin sobre derechos
territoriales en Warburton. No haba nada que temer: a los aborgenes les gustaba el silencio. No
era necesario fingir. Cazos de t para todo el mundo. Algunos se sentaron junto al fuego y
charlaron, y otros regresaron a sus casas.
El ltimo coche, un Holden antiguo y destartalado, se detuvo, traqueteante. Se apearon
de l un conductor joven y tres ancianos. Decidieron pasar la noche en mi campamento. Compart
el t y las mantas. Dos de los ancianos eran silenciosos y sonrean. Me sent junto a ellos sin
pronunciar palabra y dej que me transmitieran su fuerza. Uno me cay especialmente bien. Se

trataba de un hombre enano con manos danzarinas y la espalda recta; se cubra los pies con una
enorme zapatilla Adidas y un minsculo zapato de mujer, Me ofreci el mejor bocado de su conejo
apenas cocinado, chorreante de grasa y sangre, con la piel chamuscada y hedionda. Lo com
agradecida. Record que en los ltimos das no haba comido bien.
El que no me caa tan bien era el locuaz que saba un poco de ingls y todo lo que hay que
saber sobre camellos y probablemente sobre todos los temas. Era vocinglero y egosta; careca
de la serenidad de sus compaeros.
A primera hora de la maana herv agua y empec a preparar la carga. Convers un poco
con mis compaeros. Decidieron que uno de ellos deba acompaarme a Pipalyatjara, a dos das
de caminata de distancia, para cuidarme. Estaba tan segura de que sera el charlatn, el que
hablaba ingls, que se me cay el alma a los pies.
Cuando estaba a punto de partir con los dromedarios, quin se reuni conmigo? El
hombre pequeo.
-Seor Eddie -dijo, y se seal a s mismo.
Me seal a m misma y dije Robyn. Supongo que l pens que significaba conejo, ya
que as se dice en pitjantjara. Pareca una buena definicin. Entonces nos echamos a rer.









TERCERA PARTE


PEQUEO BREVE LARGO CAMINO




9


A lo largo de los dos das siguientes, Eddie y yo caminamos juntos, hicimos charadas,
intentando comunicamos, y tuvimos ataques de risa ante nuestras mutuas payasadas. Acechamos
conejos y no cazamos nada; recogimos alimentos silvestres y, en lneas generales, lo pasamos
bien. Era muy placentero estar con Eddie, pues rezumaba todas las cualidades tpicas de los viejos
aborgenes: fortaleza, ternura, dominio de s mismo, ingenio y una especie de raigambre, una
solidez que instantneamente despertaba el respeto. Mientras caminbamos, me pregunt cmo
era posible que la palabra primitivo, con sus connotaciones sutiles y desagradables, hubiese
llegado a relacionarse con un pueblo como el de Eddie. Si, como alguien ha dicho, estar
realmente civilizado significa abrazar la enfermedad, Eddie y los suyos no eran civilizados.
Porque eso era lo ms notable en l: era sano, ntegro, entero. Irradiaba esta cualidad y haba que
ser tonto para no verlo.
El terreno haba cambiado radicalmente. Me encontraba bastante lejos de los temidos
pozos y hondonadas de la zona arenosa. Enormes llanuras cubiertas de pastos amarillos parecidos
a trigales se extendan hasta el pie de las montaas rocosas de color chocolate y hasta los montes.
La base de estos estaba cubierta de matas y matorrales espinosos de color verde claro y amarillo,
que lentamente cedan el paso a los desnudos afloramientos de piedra de la parte superior. Unos
reducidos terrenos erosionados albergaban casi todos los rboles y, de vez en cuando, una
solitaria y desnuda colina de arena roja sobresala en medio del amarillo. De los valles y las grietas
surga un verde intenso, y todo estaba coronado por esa cpula infinita de color azul cobalto. El
sentido del espacio, del espacio lmpido, brillante e ilimitado, volva a acompaarme.
Sin embargo, despus de todo lo que me haba ocurrido, de tanta locura y tensin, estaba
desesperada por hablar a fondo con alguien. Aunque el pnico y el temor ahora se haban
demudado en una frentica dicha, todava estaba perturbada hasta la mdula. An titubeaba.
Tena que recuperar mi yo corriente y, de algn modo, darle sentido a la experiencia. Ya haba
cumplido la tercera parte del viaje, y Glendle -el consejero de la comunidad de Pipalyatjara- sera
el primer amigo y quiz el ltimo que iba a encontrar. Tena muchas ganas de verle y hablar en mi
lengua acerca de todo lo que haba sucedido. Eddie insista en que Glendle se haba ido. Ms
tarde descubr que aada la palabra ido al final de muchas frases; aluda aproximadamente a
la direccin, por lo que no deb preocuparme. Sin embargo, la idea de que Glendle no estuviese
me resultaba demasiado insoportable.
Cuando Eddie se rezagaba un poco, yo senta que me miraba con recelo, senta su mirada
de desconcierto en mi nuca.

Qu le ocurre a esta mujer? Por qu no se serena? No deja de repetir: Eddie, esta
Glendle aqu, est aqu ahora?
-Glendle iiiiido- deca, y agitaba en el aire su mano menuda.
Cada vez que pronunciaba estas palabras, Eddie alzaba las cejas y abra los ojos con una
expresin burlona de sorprendida seriedad; pero a m me costaba trabajo sonrer. Yo daba media
vuelta, segua caminando e intentaba controlar el temblor del mentn y las lgrimas que
amenazaban con saltar de mis ojos en cualquier momento y surcar mi rostro.
Por favor, por favor, Glendle, tienes que estar all, necesito hablar y aclarar todo esto.
Nunca en mi vida haba necesitado tanto a un amigo. Por favor, por favor, tienes que estar all.
Esa noche plantamos el campamento a cinco kilmetros de Wingelinna, el poblado natal
de Eddie. Me pidi que permaneciera all mientras l iba a buscar sus pertenencias. Regres con
una lata oxidada que contena un frasco de linimento, otro de aspirinas y algunas hierbas del
desierto, Ah, tambin traa un jersey rojo.
A la maana siguiente partimos hacia Pipalyatjara. Estaba preocupada y Eddie no dejaba
de canturrear. Como no me guiaba por los mapas, ignoraba a qu distancia estaba el poblado.
Repentinamente vi un cobertizo de hojalata a mi derecha. Seguramente haba mirado tan fijo
hacia adelante que estuve a punto de pasarlo por alto. Las paredes estaban cubiertas de dibujos
y pinturas infantiles.
-Es posible que eso sea una escuela? Pipalyatjara no tiene escuela, verdad? Glendle es
el nico blanco que vive aqu no?
Me detuve y parpade. Estaba totalmente desorientada. No poda recordar s los dibujos
en las paredes representaban o no una escuela. Ignoraba si estaba tan loca como para hacer
suposiciones absurdas. De todos modos, pareca una escuela rural. Si, por supuesto tena que ser
una escuela, qu otra cosa poda ser? Una sombra se acerc hasta la puerta, vacil y sali liando
un cigarrillo. Se trataba de un joven de caractersticas hippies que pregunt con voz serena y culta:
-Hola, te esperbamos. Cmo te ha ido?
Tragu saliva. Tuve ganas de abrazarle, de arrojarme a sus pies y bailar una giga. Hablaba
ingls. Sin embargo, yo todava no saba cun loca estaba. Y si lo estaba, no quera que l se diera
cuenta. Por eso le mir sin decir nada, con una gran sonrisa ladeada y hueca que me divida la
cara, y al final logr murmurar:
-Glendle?
-A la vuelta de la esquina vers algunas caravanas. Glendle est en una de ellas.

El joven sonri y me ofreci un cigarrillo. Como no quera que viera mis manos
temblorosas y tema delatarme diciendo o haciendo algo incomprensible, negu con la cabeza y
me alej, preguntndome si el muchacho habra notado algo.
Entonces comprend que, all, a la gente no le preocupa que ests loca. En realidad, casi
esperan que lo ests y ellos mismos suelen estar un poco chalados. Adems, no hay tanta gente
como para inquietarse si tratan con locos o no.
Reconoc inmediatamente la caravana de Glendle. Quin ms poda poner un juego de
campanas en un rbol del patio delantero? Era el nico rbol que haba en varios kilmetros a la
redonda y, para colmo, estaba seco. Naturalmente, tampoco exista el patio, sino esa
demarcacin invisible que irradian todas las moradas. Glendle sali, nos abrazamos, volvimos a
abrazarnos, nos abrazamos nuevamente; como no logr pronunciar palabra me ocup de
acomodar a los dromedarios y, por ltimo, entramos los tres para el ineludible ritual australiano
de tomar el t. En ese momento empec a farfullar y no dej de hablar en mi bendita lengua ni
un solo segundo... ni de rer.
La euforia dur cuatro das. Glendle era el anfitrin ms perfecto, sensible y carioso que
pueda imaginarse. Incluso me cedi su cama con sbanas impecables y durmi al raso con Eddie.
Me asegur que prefera dormir al aire libre y que slo por pereza no lo haca ms a menudo, lo
cual probablemente era cierto. En consecuencia, acept, agradecida, su invitacin. Tampoco se
trataba de que a esas alturas no me hubiera enamorado de mi saco de dormir. No obstante,
resultaba agradable volver a disfrutar de los lujos de una cama. Diggity no caba en s de alegra.
Aquella noche, Glendle prepar el t. Eddie haba montado el campamento cerca y los
viejos y las viejas acudan constantemente a visitarlo y a charlar con Glendle y conmigo. Una vez
ms, los ancianos me sorprendieron. Hablaban con voz pausada, sonrean siempre y parecan
dominar plenamente sus actos. Me hubiera gustado saber ms pitjantjara. Aunque a menudo
captaba la palabra camello y distingua el principal motivo de la mayora de las conversaciones,
no poda entender temas abstractos. Pero puedo asegurar que esa noche se contaron muchas
historias relativas a camellos.
A lo largo de los das siguientes, me pareci que, en todo momento, la gente se acercaba
a la caravana para saludar, pedir prestadas tazas y cazos, compartir un jarro de t, ventilar y
resolver quejas o hablar de poltica. Era agradable, ms me pregunt cmo se las ingeniaba
Glendle para hacer las cosas. Estaba agobiado por el interminable papeleo que le enviaban los
burcratas y que detestaba. Es posible que el trabajo de consejero de la comunidad sea envidiable
en algunos sentidos, pero, en el fondo, se trata de una tarea ingrata. Su papel principal consiste
en dar forma al reparto de dinero entre individuos, tarea que, por lo general, se cumple a travs
de una tienda donde los habitantes hacen efectivos los cheques y compran mercancas a precios
excesivamente elevados. Los beneficios se utilizan para adquirir, con destino a la comunidad,
aquellas cosas que el Consejo de Aborgenes considera necesarias. Por ejemplo, camiones o
recambios para perforadoras. El consejero de la comunidad coordina sistemas como los servicios
de sanidad y educacin y sirve de enlace entre las burocracias y la poblacin. Ni que decir tiene

que semejante actividad le convierte en el principal chivo expiatorio de los aborgenes, que no
poseen una idea clara acerca de los presupuestos ni del modo y el motivo que explican la llegada
del dinero, ni como de los burcratas, que no saben nada sobre el estilo de vida de los aborgenes.
A travs de Glendle, supe que el trabajo incluye otros aspectos destructores del alma.
Ningn blanco puede penetrar plenamente en la realidad de los aborgenes; cuanto ms aprende,
ms consciente es de esa enorme brecha de conocimientos y de comprensin. Se necesita mucho
tiempo para captar las diversas complicaciones y reglas que configuran el cargo de consejero de
la comunidad y, a esas alturas, generalmente ests consumido. Algunos consejeros de esta zona
fueron iniciados por los ancianos. Pensaron que as se acercaran mucho ms al pueblo y llegaran
a comprenderlo. Claro que fue as, pero tambin surgieron otros problemas. Una vez iniciados,
descubrieron que tenan deberes y responsabilidades hacia diversos grupos y que stos se
oponan entre s, lo que haca difcil ser justo con todos.
La tarea se torna an ms difcil por el hecho de que el consejero es ms consciente que
los aborgenes con respecto a las posibles consecuencias de sus decisiones y quiere protegerlos.
No convertirse en un protector de estilo paternal significa ver como se cometen errores
catastrficos y no poder hacer nada, salvo aconsejar, porque sabes que el nico modo de que la
poblacin pueda aprender y tratar con el mundo blanco consiste en cometer tales errores. No
siempre tendrn cerca a blancos de buen corazn que salven la papeleta y hagan de moderadores.
En algn momento, el pueblo debe ser autnomo. Una sutil diferencia.
Glendle estaba cansado, agotado.
A veces se deprima y se frustraba al tratar de lograr cosas, a pesar de las presiones
gubernamentales y de la falta de dinero, apoyo y medios. Aunque el pas y su poblacin le
embelesaban y a pesar de que sostena con los habitantes una relacin de mutuo respeto, la tarea
influa en l, como le ocurra prcticamente a toda persona relacionada durante algn perodo
con los derechos de los aborgenes, sea en un poblado o en un bufete de abogados de la ciudad.
Siempre existen demasiadas cosas por las que luchar, de modo que los pasos positivos Son harto
cortos e insignificantes frente a las atrocidades que se estn cometiendo.
A diferencia de muchos otros poblados, Pipalyatjara tena la suerte de no contar con una
poblacin multitribal. All no se produca el fenmeno de los regulares combates tribales entre
individuos y grupos. Tradicionalmente, a lo largo y ancho de Australia, cada tribu tena varios
vecinos tribales. Algunos eran importantes compaeros econmicos y rituales y a otros se les
consideraba adversarios, debido a que exista una historia de conflictos o costumbres y creencias
distintas. De todos modos, los socilogos del gobierno no tuvieron en cuenta sus relaciones
tradicionales cuando establecieron los primeros puestos de avanzada y colonias. Dada la
homogeneidad, en Pipaltyatjara el conflicto entre individuos se rega estrictamente por las leyes
tradicionales y sus mtodos de resolucin. En principio, la colonia alternativa de Wingelinna, que
entonces era centro minero. Se esperaba que, una vez creada Pipalyatjara, surgieran otras
estaciones remotas a la manera de satlites.

La verdadera importancia de este planteamiento relativo a la colonizacin aborigen reside
en que permite que los grupos se aparten de la presin institucionalizadora de las zonas de
mximo impacto occidental: las colonias de las misiones y del gobierno. Este movimiento entraa
un elemento de retirada: la gente regresa por voluntad propia al estilo de vida tradicional y las
tierras tradicionales, en las que pueden llevar a cabo ceremonias tradicionales y ensear a sus
hijos habilidades y conocimientos tradicionales; sin embargo, si lo desean, al mismo tiempo
pueden incorporar aquello que consideran importante de la cultura occidental. Se trata de un
estilo de vida que fomenta al mximo la identidad y el orgullo y reduce al mnimo los problemas
de conflicto cultural. La tpica estacin remota va de un campamento sin ningn objeto occidental
-ni siquiera un arma- a un campo que cuenta con los servicios elegidos por sus ocupantes. Entre
stos pueden figurar pistas de aterrizaje, pozos de agua, medios de radiocomunicacin y
caravanas que albergan instalaciones pedaggicas y mdicas en las que puede haber de uno a
varios blancos. El movimiento de las estaciones remotas parece cobrar impulso en la Australia
tribal all donde es polticamente factible.
Mientras estuve en Pipalyatjara, me enter de que los pitjantjaras intentaban que sus
tierras pasaran de una situacin de arrendamiento a otra de propiedad absoluta. Al principio, su
actitud de los mayores habla consistido en desestimar la cuestin. En lo que a ellos se refera, no
posean la tierra sino que la tierra los posea a ellos. Crean que, en la noche de los tiempos, la
tierra fue recorrida por seres ancestrales que posean energa y poderes sobrenaturales. Dichos
seres eran biolgicamente distintos del hombre contemporneo; algunos eran una sntesis de
hombre y animal, de vegetal o de fuerzas como el fuego y el agua.
Los viajes de los hroes de la noche de los tiempos constituan la topografa del suelo y
sus energas permanecieron en la tierra, encarnados en las pistas que siguieron en lugares
especiales donde haban acontecido hechos importantes. El hombre contemporneo recibe parte
de esas energas a travs de una compleja relacin con y de un deber hacia esos lugares. Se trata
de lo que los arquelogos llaman ttems: la identificacin de individuos con determinadas
especies animales, plantas y otros fenmenos naturales. As, determinados rboles, piedras y
otros objetos naturales estn dotados de un poderoso significado religioso para el pueblo que
posee una determinada zona del territorio y conoce las ceremonias y las historias de dicho
territorio.
Los aborgenes no se confunden con respecto a quines son los y guardianes tradicionales
del pas. La propiedad y la responsabilidad de la tierra se transmite tanto por la lnea paterna
como la materna. Las personas tambin tienen algn derecho sobre la tierra en que han nacido o
fueron concebidas, y tambin existen las relaciones ms complejas entre los clanes, por las cuales
la responsabilidad de la tierra se comparte.
La relacin entre noche de los tiempos, pas y guardianes tradicionales del territorio se
manifiesta en las complejas ceremonias que realizan los miembros del clan. Algunas son
ceremonias de aumento, que aseguran la existencia continua y abundante de vegetales y
animales y mantienen el bienestar ecolgico del medio ambiente (ciertamente, del mundo); otras
se dedican especficamente a la iniciacin de los jvenes del sexo masculino (la formacin de los

hombres); otras fomentan la salud y el bienestar de la comunidad, y as sucesivamente. De este
modo, se conserva y mantiene vivo este detallado conjunto de conocimientos, leyes y sabidura
transmitido al pueblo desde la noche de los tiempos, que pasa de generacin en generacin
mediante la realizacin del ritual. Todo miembro de una tribu conoce las ceremonias de su
territorio y est obligado a respetar los lugares sagrados que le pertenecen o, mejor dicho, al que
pertenece.
Las ceremonias son el vnculo visible entre los aborgenes y su tierra. Una vez despojados
de esas tierras, la vida ceremonial se deteriora y el pueblo pierde fuerza, significado, esencia e
identidad.
En el caso de los pitjantjaras, los ancianos consideraron una frivolidad la cuestin del
arrendamiento y de la propiedad absoluta, y probablemente los burcratas del gobierno no
tienen la menor idea del motivo por el cual adoptaron esa posicin. Para esos ancianos, el
concepto de posesin de la tierra es mucho ms incomprensible de lo que nos resultara a
nosotros la idea de poseer una estrella o una racin de aire.
Al margen del hecho de que no soy una autoridad en la materia, tratar de describir
sucintamente la cosmologa aborigen es como pretender explicar en cinco segundos la mecnica
cuntica. Adems, ningn detalle; antropolgico puede dar una idea acerca del sentimiento de
los aborgenes hacia su tierra. Es todo; su ley, su tica, el motivo de su-existencia. Sin esta relacin,
se convierten en fantasmas, en semipersonas. No estn separados de la tierra. Cuando la pierden,
se pierden a s mismos, su espritu, su cultura. Por este motivo se ha vuelto tan importante el
movimiento a favor de los derechos territoriales. Al negarles su tierra cometemos, pues, un
genocidio cultural y, en este caso, racial.
Como de costumbre, aquella noche cen con Glendle tortitas hechas con harina integral
llena de impurezas, huevos y leche: algo pesadsimo que, despus de tomar dos bocados, te
hinchaba la barriga. A veces meta esa pasta horrible en su molde, la pona en el horno y la llamaba
souffl. Souffl al neumtico.
La aventura con la harina integral fue uno de los fracasos de Glendle en Pipalyatjara. Desde
la intervencin de los blancos, la harina refinada, el t y el azcar se han convertido en elementos
bsicos para muchos aborgenes. Pese a que no reverenciaba las propiedades mgicas de los
bocadillos de arroz moreno e integral con manteca de soja del doctor Suzuki, dado que los
habitantes caan como moscas a causa de la diabetes, la desnutricin y las enfermedades
cardacas, Glendle pens que, con la incorporacin de harina integral, lograra conferir algn
poder nutritivo a la dieta. Sin embargo, la detestaban. En consecuencia, Glendle mezcl harina
integral con harina refinada para que la vendieran en la tienda de los aborgenes. Siguieron
odindola. Al final, algunos ancianos fueron a ver a Glendle y le dijeron que se guardara su mezcla,
que ellos preferan sus pastelitos sin levadura, esponjosos y a la vieja usanza. Fue una derrota,
aunque no absoluta: una anciana se volvi adicta a la harina integral.

Pasamos la mayora de las noches sosteniendo prolongadas y francas conversaciones.
Sent que me rehaca, que resolva las cosas, las pona en perspectiva, que aclaraba mi confusin.
Habl de Richard. An no me haba librado de esta carga, y el pobre Glendle soport la peor parte.
Al final de una charla especialmente prolongada y mordaz, me mir y coment:
-De acuerdo, pero no tienes en cuenta un dato importante. Rick es un buen amigo y ha
hecho muchas cosas por ti. De todos modos, fuiste t quien le invit, y no a la inversa. Sabes que
no puedes nadar y guardar la ropa.
Dios sabe que era una sencillsima confirmacin de la realidad, pero me influy. A partir
de esa charla, mi obsesin por Rick y Geographic y mi rabia hacia ellos empezaron a desaparecer.
La temporada pasada all era tan agradable, tan relajante, y estaba aprendiendo tantas
cosas, que tuve la poderosa tentacin de quedarme hasta fin de ao; a decir verdad, de pasar
todo el verano y proseguir el viaje cuando retomara el tiempo fresco. Tena que sopesar muchas
cosas. En principio, haba quedado en encontrarme con Rick en Warburton y, adems, qu dira
la gente de Geographic? No me preocupaba demasiado. Sin embargo, aquel forraje no era muy
bueno y los dromedarios se alimentaban principalmente de unos arbustos que les producan una
horrible diarrea verde. Me senta inquieta y deseaba continuar; al final, estos factores pesaron
ms que el placer de estar con personas que me interesaban.
Eddie no se separaba por nada del mundo de dos cosas: del rifle y de m. Su vista era tan
mala que no habra podido usar correctamente el arma, pero no se separaba de ella. Me haba
comunicado con Rick por radio y le haba pedido que llevara a Warburton un rifle igual que el mo.
Por la tarde, el viejo me acompaaba a inspeccionar los animales; llevaba el rifle en el hombro y
cantaba para sus adentros. Me senta... bueno, supongo que me halagaba el hecho de que l
quisiera cuidarme de ese modo. Una de esas tardes nos cruzamos con un grupo de mujeres que
caminaban en nuestra direccin. Una viejecita enjuta con un vestido desteido que le quedaba
demasiado grande se separ del grupo y se detuvo a unos dos metros y medio de nosotros. Eddie
entrecerr los ojos y sonri deleitado. Sostuvieron una charla amable y respetuosa, sonrindose
con la mirada y los labios. No entend lo que decan, pero me imagin que la mujer era una vieja
y querida amiga junto a la cual haba crecido Eddie. Seguimos nuestro camino y Eddie continu
con esa sonrisa especial de felicidad. Le pregunt quin era la mujer. Se volvi hacia m radiante
de alegra y respondi:
-Era Winkicha, mi esposa.
Su expresin estaba llena de orgullo y placer. Nunca antes haba visto esa cualidad
amorosa mostrada tan abiertamente entre un hombre y su esposa. Me sorprendi.
Ese encuentro entre Eddie y su esposa fue la primera de una serie de ideas que me llevaron
a comprender que, en contra de lo que quieren hacernos creer la mayora de los antroplogos
blancos del sexo masculino, las mujeres tienen una posicin muy firme en la sociedad aborigen.
Aunque hombres y mujeres desempean papeles distintos que el medio ambiente exige, stos

forman parte de una nica funcin -sobrevivir- y se respetan mutuamente. Gracias a su hbil
recoleccin de alimentos, las mujeres desempean un papel ms importante que los hombres -
con cuyas caceras slo muy de vez en cuando se obtiene algn que otro canguro- en la
alimentacin de la tribu. Tambin celebran sus propias ceremonias y desempean un papel
importante en la proteccin de la tierra. Estas ceremonias existen paralelamente a las de los
hombres, a quienes corresponde hacer que se cumpla la ley y ser los guardianes del
conocimiento, conocimiento puesto de manifiesto en objetos sagrados que reciben el nombre
de tjuringas. Si actualmente existe machismo entre los aborgenes, se debe a que han
aprendido la leccin de sus conquistadores. La diferencia de posicin social entre las negras de
Alice Springs y las de aqu era impresionante.
Recuerdo una historia que no he podido verificar pero que parece cierta. Se refiere al mito
en que cree una tribu de Australia occidental. En el principio, las mujeres lo tenan todo. Posean
el poder de procrear, sustentaban a la tribu, la mantenan viva con su conocimiento de los
alimentos silvestres y gozaban de una superioridad natural. Tambin posean el conocimiento,
que ocultaban en una cueva secreta. Los hombres conspiraban para robar ese conocimiento a fin
de que las cosas estuvieran ms equilibradas. (Aqu aparece el momento decisivo.) Las mujeres
se enteraron y, en lugar de impedirlo, comprendieron que as tenan que ser las cosas para que
los sexos se mantuvieran en armona. Permitieron que los hombres robaran ese conocimiento,
que hasta hoy permanece en sus manos.
Pregunt a Eddie si le gustara acompaarme a Warburton, la siguiente colonia, situada a
trescientos veinte kilmetros al oeste. Me sent amargamente decepcionada cuando al principio
pareci poco deseoso de hacerlo y se quej de que ahora era demasiado viejo. Adems, no tena
calzado adecuado. Ese no era un problema, pues yo poda comprrselo en la tienda. Pens que
quiz tuviera razn con respecto a la edad. Era muy mayor y me pregunt si los treinta kilmetros
diarios no seran excesivos para l. Claro que podra montar a Bub. Cuando expres mis dudas a
Glendle, ste ri y me asegur que Eddie poda caminar ms que nosotros dos juntos Agreg que
estaba seguro de que el viejo me acompaara, pues haba advertido un claro brillo en sus ojos
ante la sugerencia, y dijo que me consideraba una mujer muy afortunada, ya que Eddie era un
respetado anciano de la tribu. A la maana siguiente, Eddie vino a decirme que, al fin y al cabo
haba decidido acompaarme. Necesitaba algunas cosas, de modo que fuimos a la tienda a
comprarlas: calzado y calcetines nuevos y una lona alquitranada para Winkicha. La tienda era un
tpico cobertizo pequeo de metal galvanizado que venda productos bsicos: t, azcar, harina,
a veces frutas y verduras, gaseosas, paos, cazos. Era aprovisionada cada quince das mediante
un convoy de carretera o una avioneta que llegaba de Alice.
A la maana siguiente nos preparamos para la caminata hasta Warburton. En Pipalyatjara
me haba librado de gran parte de la chatarra, de modo que ahora los bultos eran ms livianos y
fciles de cargar. El proceso de reducir mis pertenencias dur lo mismo que el viaje, hasta que
slo me qued con los elementos ms imprescindibles. Glendle me regal paquetes de cosas
lujosas que haba encargado a Alice: bolsitas de plstico con vino blanco y paquetes de tabaco.
Eddie no llev nada, salvo su lata de medicamentos. Durante el tiempo que habamos pasado
juntos en las pistas, not que sufra de un dolor en el hombro. Deduje que era artritis, pero la

maana de nuestra partida, mientras Glendle permaneca enfermo en cama y Eddie y yo dbamos
vueltas alrededor de la caravana, haciendo los arreglos de ltimo momento, un anciano se acerc
y habl con mi compaero de viaje. Caminaron hasta un lugar situado a unos cincuenta metros
de distancia y, delante de m y de todos los que haban venido a despedirnos, Eddie se agach
sobre un bidn de doscientos litros de capacidad mientras el anciano agitaba sus manos por
encima del cuerpo de Eddie, le frotaba el hombro, etctera. Entr en la caravana para preguntar
a Glendle qu estaban haciendo. Me explic que el nunkari (mdico aborigen) estaba preparando
a Eddie para el viaje. Dijo que probablemente extraera, chupando, un guijarro del hombro de
Eddie, que tal vez se lo haban cantado ah un enemigo. Eddie regres cinco minutos despus
y me mostr el guijarro que le haban extrado.
Hay muchos casos de aborgenes que enferman y mueren porque creen que han sido
cantado. Cuando esto ocurre, la persona cantada debe consultar a un nankari para que la
trate. Es su nica esperanza.
Aunque me resultaba imposible salir de las limitaciones impuestas por la descripcin que
mi cultura hace de lo que es posible, no me cabe la menor duda de que, en la cura de los enfermos
en una situacin tribal, los nankaris tienen la misma proporcin de xitos que los mdicos
occidentales en el restablecimiento de las personas que han perdido sus esencias tribales.
Actualmente, los asistentes sanitarios blancos ms cultos estn trabajando de comn acuerdo
con los nankaris y las comadronas, para tratar de hacer frente a las diversas enfermedades y
malestares que afectan a los aborgenes.
Una vez ms, las comprobaciones y los ltimos ajustes necesarios para la partida me
haban agotado; sin embargo, cinco minutos despus de salir de la colonia, el ritmo sosegante de
la caminata, el sonido tranquilizador de los cencerros a mis espaldas y la presencia de Eddie me
serenaron.
Nos detuvimos en Wingelinna para despedirnos de la poblacin, lo cual nos llev una hora.
Me mora de ganas de salir, atrapada todava en mis redes occidentales, intentando combatirlas
casi sin xito. Al final concluimos con las despedidas y comenzamos a caminar bajo el sol de la
tarde. No habamos recorrido dos kilmetros cuando se detuvo un coche con algunos jvenes:
otra media hora. Ganas de avanzar, ganas de avanzar, ganas de avanzar. De nuevo en marcha,
otro coche y as al infinito. Ms tarde, Eddie me inform de que necesitaba pituri, una planta
parecida al tabaco que mascan los aborgenes. Seal un valle de las montaas situadas a dos o
tres kilmetros de la pista.
Caminamos en silencio por el valle plcido y exuberante. Eddie recogi las plantas
mientras yo observaba. La ligera inquietud y el nerviosismo de ver que el proyecto del da
cambiaba pronto desaparecieron, gracias a la forma reflexiva en que buscamos pituri. Aquel valle
era tan delicioso y tranquilo que no pronunciamos palabra mientras lo recorramos
reverentemente. Sin embargo, en cuanto lo abandonamos y regresamos al brutal sol de la tarde,
que me quemaba la cara por mucho que me bajara el sombrero, volv a experimentar hasta cierto
punto ese desgaste mental. Hice esfuerzos por combatirlo, por apartarlo para siempre de mi

mente, pero me senta dividida entre dos conceptos distintos del tiempo. Aunque saba cul tena
sentido, el otro se esforzaba por sobrevivir. Estructura, reglamentacin estricta, orden, que no
tenan absolutamente nada que ver con nada. Segu pensando irnicamente: Cielo santo, si esto
sigue as, tardaremos meses en llegar. Y qu? Ests en una maratn o algo por el estilo? Esta
ser la mejor parte del viaje y tendrs a Eddie contigo, de modo que estrala, idiota, estrala.
Pero pero... y la rutina...? Y as al infinito.
El torbellino se prolong durante todo ese da y desapareci gradualmente a medida que
me internaba relajadamente en el tiempo de Eddie. Me estaba enseando algo acerca del fluir,
acerca de la eleccin del momento adecuado para cada cosa, acerca del goce del presente. Dej
que l asumiera la situacin.
Pocos das despus, mi pitjantjara mejoraba, ms an no serva para una conversin fluida.
Al parecer, esto no tena la menor importancia. Es sorprendente lo bien que puedes comunicarte
con un compaero humano cuando no hay palabras que se interpongan. Nuestra mayor
comunicacin consista en el puro goce de lo que nos rodeaba: el canto de los pjaros que me
ense a imitar, el mirar a las colinas, las carcajadas ante las cabriolas de los dromedarios, la
cacera para comer carne, el descubrimiento de alimentos. A veces cantbamos juntos o en
solitario y otras compartamos una piedra a la que dbamos puntapis camino abajo: todo era
tcito y profundamente claro. Eddie hablaba en voz baja y gesticulaba para s mismo, las colinas
y las plantas. Los forasteros haban considerado que ramos un par de locos.
Aquella tarde abandonamos la pista: Eddie haba decidido llevarme a travs de su
territorio. Deambulamos durante una semana por esas tierras y, a cada paso, Eddie pareci crecer
en estatus. Era un hombre soador como los perros salvajes del lugar y su vnculo con los lugares
especiales que atravesamos le proporcionaron una especie de energa, de alegra, un sentimiento
de pertenencia .Por la noche, cuando acampbamos, me contaba una y otra vez mitos e historias.
Conoca cada partcula de aquella regin como su propio cuerpo. Estaba totalmente a sus anchas
all, formaba una unidad con esa tierra y comenz a contagiarme este sentimiento. El tiempo se
disolvi, perdi significado. Creo que nunca en mi vida me he sentido tan bien. Eddie me hizo
percibir cosas que antes no haba notado: sonidos, huellas. Comenc a comprender cmo
encajaba todo. La tierra no era salvaje, sino mansa, generosa, benigna, dadivosa, mientras
supieras verla, formar parte de ella. Este reconocimiento aborigen de la importancia y el
significado de la tierra sorprende a muchos blancos que trabajan en esa regin. Como escribi
Toly hace poco en una carta:
En este territorio hay un poder y una fuerza peculiares
que se expresan de muchas maneras en los aborgenes y que
siento que tambin puede pertenecerme. Se despliega y se
despliega, y es inagotable. Lo que hagas con esto depende de
ti.
Ahora recuerdo esa poca como una temporada de deliciosa serenidad. Pero es un retazo
indiferenciado. Intento separar los das y descubro que no puedo hacerlo. Recuerdo con toda

claridad determinados incidentes, mas no tengo la menor idea de cundo o dnde ocurrieron.
Descubr que la vieja cabra poda caminar ochenta kilmetros en comparacin con mis quince.
Cuando me sent cansada, Eddie me dio a mascar pituri, que tena un gusto horrible pero me daba
ganas de correr los mil metros siguientes, como si hubiese fumado ochenta cigarrillos a la vez.
Con determinados arbustos, Eddie preparaba una ceniza que mezclaba con esa planta para que
formaba una gota mientras la masticaba. Se pegaba la gota detrs de la oreja para usarla ms
tarde como si fuera goma de mascar. Una noche le ofrec vino, pero lo rechaz, sonriente, y
despus imit a un viejo borracho. Me dijo que yo me bebiera el vino y que l se ocupara de su
pituri.
Eddie jams intervino en el manejo de los dromedarios, lo cual me produjo una gran
satisfaccin. A decir verdad, los camellos son animales de un solo dueo (duea) y no les gusta
recibir rdenes de desconocidos. Adems, yo los trataba como si fueran de cristal, los malcriaba
y me preocupaba por ello. Saba que los sentimientos de Eddie hacia los animales no seran tan
tiernos como los mos. La nica vez que me molest un poco con el anciano fue cuando insisti
en que deba detener a Bub para que lo montara durante diez minutos, hacer que se sentara de
nuevo, para que pudiera bajarse y repetir la operacin dos kilmetros despus. l tambin se
molest porque no poda comprender que uno tuviera dromedarios y no los hiciese trabajar en
provecho propio. Poda parecer una posicin bastante sensata, pero no tena en cuenta el hecho
de que, al menos a mis ojos, eran adorados animales de compaa ms que bestias de carga.
Por la noche, mientras yo me ocupaba de desensillar a los dromedarios, Eddie eriga una
wilcha, una proteccin provisional contra el viento. Lo haca hbil y rpidamente, con un desgaste
mnimo de energa. Supongo que destreza es la palabra correcta. Arrastraba rboles viejos hasta
disponerlos como los tres lados de un rectngulo, o como un semicrculo, despejaba de espinas
el espacio en que bamos a dormir y encenda una fogata para entrar en calor. Al margen de la
cantidad de mantas que le diera, jams se cubra con ellas, si no que las colocaba debajo de su
cuerpo. Despus de comer y charlar, Eddie se cercioraba de que yo estaba cmoda y
prcticamente me arropaba en m petate. A continuacin se enroscaba con la cabeza apoyada en
las manos y se dorma. Por la noche se despertaba, me echaba un vistazo y avivaba el fuego.
Aceptaba la lamentable comida que yo llevaba, pero estoy convencida de que le habra encantado
saborear un canguro asado a medias en la brasa. Se trata de una carne deliciosa que se prepara
quemando la piel y quitndola por frotacin. A continuacin se entierra en una mezcla de arena
y brasa y se la deja una hora. Las tripas quedan ensangrentadas y rojas, la carne y los menudos
blandos y jugosos: Existen reglas estrictas relativas a la matanza y la preparacin de un canguro;
en realidad, de todos los alimentos del desierto. Abundan las historias de personas que
transgredieron la ley al no matar correctamente y que a causa de ello sufrieron terribles
accidentes.
Yo llevaba dos cuchillos, uno para trabajar el cuero y otro para despellejar y cortar carne.
Un da, Eddie me pregunt por qu llevaba dos cuando con uno era suficiente. Le expliqu que el
azulado, el que llevaba en el cinturn, serva para la caza.
-Marlu, kanyala -dije, e hice como que cortaba carne.

Juro que el anciano estuvo a punto de sufrir un ataque cardaco.
-Wiya wiya, mulapa wiya. Tsc tsc tsc tsc.
Eddie mene la cabeza horrorizado. Despus me cogi de la mano y me explic que jams,
bajo ninguna circunstancia, deba cortar carne d canguro, despellejado o cortarle la cola.
Lo repiti hasta el cansancio y promet que jams hara semejante cosa. Aquella noche,
volvi a hacer que le prometiera que jams transgredira la ley de ese modo. Le tranquilic. De
todos modos, era casi imposible que matara a un canguro para m. Es demasiada carne para una
persona y una perra y detestaba sacrificar a esos hermosos animales. Dispar contra las
numerosas manadas con las que nos cruzamos para satisfacer a Eddie, pero siempre err el tiro.
No tena reparos en matar conejos, que fueron introducidos por los europeos, junto con
las moscas; haban alcanzado las proporciones de una plaga y estaban destruyendo regiones
enteras. Aunque opinaba que el conejo era el menos comestible de los alimentos salvajes, Dig y
yo lo probbamos a menudo. Por lo que saba, no existan reglas estrictas relativas a la caza del
conejo, porque se trata de un animal que no proviene del tiempo del sueo, o de la noche de los
tiempos.
Lamentablemente haba llegado el momento en que tenamos que regresar a la carretera.
Nos cruzbamos con uno o dos coches por da. En general, eran aborgenes que visitaban a sus
parientes y amigos en las dos colonias. Resultaba divertido ver el otro lado de la moneda. Si alguna
vez apareca un coche con blancos, ante la duda, Eddie se colocaba subrepticia y recelosamente
junto al arma. Si en el vehculo viajaban negros, todo consista en rer, charlar y compartir
alimentos, tabaco o pituri. En general sabamos si los que venan eran aborgenes porque el coche
haca el mismo ruido que una lavadora defectuosa. La venta de destartalados coches usados a los
aborgenes a un precio exorbitante es en Alice Springs, un negocio lucrativo. Afortunadamente,
los aborgenes son excelentes mecnicos rurales y en general logran que un coche funcione con
trozos de cuerda y alambre. En Docker River se contaba la historia de un grupo de jvenes que
compraron un coche en Alice; a seiscientos kilmetros de all y a mitad de camino del punto de
destino, la carrocera del coche cay literalmente hecha pedazos. Los muchachos se apearon
(eran diez), se quitaron los cinturones, ataron la carrocera y llegaron felizmente a su destino.
El hecho de que Eddie me acompaara era mgico en lo tocante al hecho de ser aceptada
por los aborgenes. Todo el mundo le conoca y le adoraba. Tambin me adoraron porque l
estaba conmigo y porque yo tena dromedarios .Un da nos detuvimos en un pequeo
campamento situado junto a un pozo, en el que haba alrededor de veinte personas. Nos
sentamos a la puerta de una choza y hablamos durante horas, bebiendo t suave, fro y muy dulce
directamente del cazo y comiendo panecillos sin levadura. Como yo era la invitada, me dieron un
jarro de hojalata para que bebiera, en lugar de hacerlo directamente del cazo, como los dems.
Dado que lo haban utilizado para mezclar harina y agua, en la parte superior flotaban grandes
terrones de pasta. No tena importancia. A esas alturas, mi actitud hacia la comida haba

cambiado radicalmente. Los alimentos se haban convertido en algo que te llevas a la boca para
tener energas con que caminar.
Eso es todo. Poda comer y coma cualquier cosa. En ese momento, la higiene tambin se
haba convertido en un proceso innecesario. Estaba sucia y maloliente y me encantaba. Incluso
Eddie, que no era un dechado de limpieza, sugiri un da que deba lavarme la cara y las manos.
Tambin era remilgado con respecto a Diggity y jams le permiti beber de su jarro.
Despus del tiempo pasado en tierra virgen, a ninguno de los dos nos gustaba estar en la
carretera, porque tena que tratar una vez ms con una extraa raza animal: el turista. Un tarde
terriblemente canicular en que las moscas eran infinitas, yo tena ese mal humor tpico de la siesta
y Eddie tarareaba para sus adentros. Una columna de polvo rojo quebr el horizonte y se
arremolin hacia nosotros, avanzando a velocidad de turista. Nos arrojamos sobre las matas
espinosas, ya que a esa hora del da preferamos pincharnos los pies antes que aguantar a los
idiotas. Pero nos vieron: era inevitable. Se trataba de todo un convoy de turistas que se atrevan
a atravesar juntos el gran yermo como si estuvieran en un western de pacotilla. Todos se apearon
cmara en mano. Yo estaba irritada y slo quera llegar al campamento, beber algo y que me
dejaran en paz. Aquella gente era muy tosca e insensible. Como de costumbre, me acosaron a
preguntas e hicieron groseros comentarios sobre mi aspecto, como si yo fuese una atraccin
secundaria de su espectculo. Es posible que en esa poca yo pareciera algo excntrica. El ao
anterior me haba hecho perforar una oreja en Alice Springs. Necesit meses para reunir el valor
que me permitiera participar de esa brbara costumbre y, una vez hecho el orificio, no estaba
dispuesta a permitir que se cerrara. Como haba perdido el arete, me coloqu un imperdible de
tamao grande. Estaba mugrienta, mis cabellos sobresalan del sombrero en mechones
grasientos y desteidos por el sol y me pareca a un dibujo de Ralph Steadman. En ese momento
repararon en Eddie. Uno de los hombres le cogi del brazo y le empuj para colocarle en posicin,
dicindole:
-Eh, negrito, ven y ponte junto al camello, chico.
Qued muda de asombro; no poda creer en lo que el hombre haba dicho. Era posible
que existiera alguien tan bestia como para llamar a una persona de la talla de Eddie chico? O
negrito? Pas furiosa junto al imbcil y Eddie y yo nos alejamos juntos. Su expresin no revel
nada, pero coincidi cuando le propuse que nadie ms nos hara fotos y que, todos podan
pudrirse en el infierno antes de acercamos a ellos. Los ltimos miembros del convoy llegaron poco
despus. Volv a mi viejo truco de taparme la cara con el sombrero y de gritar fotografas no.
Eddie hizo lo mismo que yo. Sin embargo, al pasar, o los chasquidos de las mquinas.
-Cerdo desgraciado! -grit.
Yo arda, herva de ira. De repente, Eddie se alz en su metro cincuenta y cuatro de
estatura y regres pavonendose hasta los turistas. Siguieron tomando fotos. Eddie se detuvo a
unos ocho centmetros del rostro de una de las mujeres y organiz un espectculo realmente
extraordinario. Hizo una parodia perfecta de un negro idiota delirantemente peligroso, agit su

bastn en el aire, les trin en pitjantjara, reclam tres dlares, ri como loco, salt y los confundi
y aterroriz hasta que perdieron la poca sensatez que tenan. Probablemente, en Perth les haban
dicho que los negros eran unos salvajes asesinos. Los turistas retrocedieron, le entregaron todo
el dinero que llevaban en los bolsillos y huyeron despavoridos. Eddie se acerc recatadamente a
m y en ese momento estallamos, Nos palmeamos la espalda y apretndonos la barriga, remos a
ms y mejor con la risa inevitable, frentica y llorosa de los nios. Nos tambaleamos, nos
revolcamos de risa. Las carcajadas nos paralizaron.
Lo que ms me impresion fue que Eddie tendra que haberse sentido amargado, pero no
fue as. Aprovech el incidente para su propia diversin y para la ma. Ignoro si tambin lo utiliz
para mi educacin. Pero entonces pens en el viejo y su pueblo. Pens en el modo en que les
hablan asesinado, casi aniquilado, obligado a vivir en colonias que eran como campos de
concentracin; en que luego fueron marcados, aguijoneados y medidos; sus conversaciones,
grabadas; las fotos de sus ceremonias sagradas, impresas a todo color en voluminosos libros
acadmicos de antropologa; sus objetos sagrados y secretos, robados y llevados a los museos;
en que siempre que pudieron los despojaron de su energa e integridad; y en que se vieron
injuriados e incomprendidos por casi todos los blancos del pas y finalmente dejaron que se
pudrieran con sus baratas bebidas alcohlicas, nuestras enfermedades y sus muertes. Mir a este
maravilloso vejete casi ciego que se desternillaba de risa, como si jams hubiera experimentado
ninguna de esas afrentas, como si nunca hubiera sido el blanco de un desdn cruel, ignorante y
fantico, como s jams hubiese tenido una preocupacin, y pens: de acuerdo, amigo, si t
puedes, yo tambin.
Casi habamos llegado a Warburton. No haba utilizado mapas, pues estaban de ms al
tener a Eddie a mi lado. Deseosa de conocer la distancia exacta, pregunt a algunos aborgenes
jvenes que pasaron en un coche s el poblado estaba muy lejos.
-Hmmm, Warburton puede estar un pequeo breve largo camino. Puede que uno o dos
sueos; pero seguro que est a un pequeo breve largo camino.
-Ya entiendo, gracias, a un pequeo breve largo camino, no? Claro que s.
Parecan existir varias categoras de distancia, divididas del siguiente modo: pequeo
breve camino, pequeo breve largo camino, largo camino y largo largo camino, demasiado lejos.
Utilizaba esta ltima para describir la distancia que me separaba del mar. Deca a la gente que iba
al mar (uru pulka, gran lago), que ellos no hablan visto nunca, e invariablemente alzaban las cejas,
meneaban lentamente la cabeza y respondan:
-Largo, largo laaaaaargo camino, demasiados sueos, demasiado lejos ese uru pulka, no?
Tsc tsc tsc tsc.
A continuacin volvan a menear la cabeza y me deseaban suerte o rean entre dientes,
me cogan del brazo y me miraban sorprendidos.

Una tarde, mientras yo ataba a Goliath a un rbol de una colina de arena situada por
encima de nuestro campamento y mientras Eddie se ocupaba de levantar una wilcha, aparecieron
dos muchachos en bicicleta. Me divisaron y se acercaron para pasar un rato conmigo en la colina
de arena. Despus de las dos semanas pasadas con Eddie, yo era una persona distinta. Haba
conversado con l en pitjantjara y con mmica, y entrado en un mundo distinto, un universo
paralelo. Me costaba bastante trabajo pasar de la realidad aborigen a la europea. Exiga un
conjunto distinto de conceptos y otro tipo de conversacin. Notaba que las oxidadas y viejas
palancas de mi cerebro cambiaban de marcha y me las arreglaba bastante bien. Los dos jvenes
eran muy agradables. En el preciso momento en que lograba sostener una conversacin casi
normal, Eddie carg colina arriba con el rifle en la mano y expresin beligerante y de profundo
recelo. Se sent a mi izquierda, frente a los jvenes, con el arma sobre las rodillas y pregunt en
pitjantjara quines eran y si se poda confiar en ellos.
En ese momento se desencaden la ms ridcula de las escenas. Intent serenar a todo el
mundo (indudablemente, los muchachos parecan estar incmodos) diciendo que todo andaba
bien y que nadie disparara contra nadie. Pero los idiomas distintos se mezclaron y confundieron
de tal modo que me dirig a los ciclistas en dialecto y luego dije a Eddie en ingls: Son buena
gente, de verdad, slo les preparar una taza de t, frase que traduje apresuradamente al
pitjantjara.
Simple y tajantemente, Eddie respondi:
-Wiya.
No es necesario dominar un idioma para captar una nega-tiva, sobre todo si la dice un
caballero de aspecto muy severo con un rifle en la mano. Los jvenes bajaron la colina como
cangrejos y se perdieron en el crepsculo.
El proceso de desocializacin -la cada, como si se tratara de la piel de una serpiente, de
las preocupaciones inutiles y las pautas de la sociedad que habla dejado y el desarrollo de las
nuevas, que estaban ms en consonancia con mi actual ambiente comenzaba a notarse. Me
alegre de que los jvenes se fueran, pues me habra costado trabajo intentar que me
comprendieran, intentar recordar las sutilezas de la conversacin, la trivialidad de esas casi
olvidadas pautas de mi interaccin con los de mi especie, que parecan animales que trazaban
crculos alrededor de los dems, inseguros, con la guardia levantada. La persona que surgi de
ese proceso me gustaba y an me gusta mucho ms que la que exista antes... o despus. En mi
opinin, me estaba volviendo cuerda, normal, sana; pero a los ojos de cualquier persona deb de
parecer, si no loca de atar, al menos irrecuperablemente extraa, excntrica, afectada por el sol
y feliz de estar en aquel medio.
La noche siguiente acampamos ms tarde que de costumbre. Desensill a los animales, el
corazn se me fue a los pies y despus golpe mi pecho como un canguro, compensando el
tiempo perdido. Dnde estaba mi arma? MI ARMA? EDDIE, TIENE USTED MI ARMA? No

haba arma. Me haba vuelto muy dependiente del rifle. Mentalmente imagin que era asaltada
por una manada de gigantescos dromedarios.
Eddie dijo que esperara mientras yo me iba en dromedario a buscar el arma. Por algn
motivo inexplicable, haba colgado la vaina de la silla de Zeleika, que no estaba diseada para esa
funcin, y el rifle se haba cado. Ensill a Bub y avanc por la pista en el delicado resplandor azul
y rosa del horizonte oriental. Recorr cerca de ocho kilmetros, preguntndome en qu momento
Bub me arrojara al suelo y me quebrara el cuello. Se espantaba ante las piedras, los pjaros y los
rboles, en realidad ante cualquier cosa que el imbcil poda aprovechar como excusa. A menudo
me he interrogado sobre la capacidad cerebral de Bub.
Se acerc un Toyota y, como era de prever, Bub dio un salto lateral de dos metros. En el
coche viajaba un gelogo que no slo tena mi rifle Savage .222, sino varias barras de chocolate
Mars y una gaseosa. Maravilloso! En medio de deliciosos, jugosos y repugnantes bocados de
chocolate, durante media hora discut con ese hombre sobre la explotacin de uranio en medio
de la nada, mientras una enorme luna se hinchaba sobre el horizonte.
Bubby deseaba retornar al campamento. Lo hice andar al paso.
-De acuerdo, cabrn, si tantas energas tienes, maana podrs acarrear la mitad de los
fardos de Zelly.
Era, con mucho, el menos fiable de los tres dromedarios adultos. Quiz porque yo lo haba
adiestrado mal; tal vez porque an era joven y tonto o porque el ser descerebrado ya estaba en
su estructura gentica. Un da estuvo a punto de hacer volar a Eddie por los aires. Empez a
empacarse porque si y, pese a que yo lo guiaba, fue difcil volver a dominarlo. Eddie se asi al
dromedario como un mono. No pude dejar de rer, pero Eddie no perdi ni un pice de su dignidad.
La gente me preguntaba a menudo por qu no mont ms veces a los dromedarios
durante la travesa. Por tres motivos. Uno de ellos era Bub. Cuando ests a quinientos kilmetros
de la persona ms prxima, no es conveniente que un animal te arroje al suelo, que te rompas
una pierna y que veas cmo desaparecen tus bestias en la polvorienta distancia. Hubiese
preferido montar a cualquiera de los otros dos, pero las sillas no eran adecuadas para esta funcin.
El segundo motivo, y el ms estpido, consista en que consideraba que mis animales acarreaban
ms peso del debido sin agregar cincuenta y siete kilos ms. El tercer motivo corresponde a que,
pese a que los pies pueden llegar a estar muy doloridos, los traseros pueden sufrir an ms.
Entr triunfante en el campamento. A esas alturas, ya le haba dicho a Eddie que un rifle
le esperaba en Warburton. Nuestras conversaciones nocturnas siempre acababan por centrarse
en torno al tema del rifle. Le regalara realmente un rifle? Sera exactamente igual que el mo?
Estaba segura de que era para l y no para otra persona? Repeta una y otra vez esas preguntas
y se echaba a rer cuando yo le aseguraba que era verdad. Todas las noches ocurra lo mismo.
Tambin intent hablarle de Rick y del Geographic, pero, cmo se dice revista norteamericana
en pitjantjara? Me preocupaba la idea de ver a Richard en Warburton. Saba que Eddie no

comprenderla por qu era realmente necesario tomar mil y una fotos. Saba que no le gustara.
No quera poner en peligro esta relacin con mi nuevo amigo. Por un lado, deseaba volver a ver
a Rick. Warburton estaba cerca.
Aquella noche, Eddie se mostr excepcionalmente locuaz. Habl sobre el territorio que
habamos recorrido, los lugares de los relatos, las cosas que nos haban ocurrido. Repiti una y
otra vez los incidentes graciosos y analizamos todas las cosas que haban salido bien o mal. A
continuacin, la charla inevitable sobre el rifle, Rick y as sucesivamente, Despus silencio. Estaba
a punto de acostarme cuando el anciano me oblig a que me sentara nuevamente a su lado e
hizo aparecer un pequeo guijarro desgastado por el agua. Dobl mis dedos encima de la piedra
y pronunci un largo monlogo del que slo comprend algunos fragmentos. Ese guijarro me
proteger de la muerte, o al menos eso entend. Lo guard en un lugar seguro. Despus me
entreg un pequeo fragmento de mineral de hierro. Yo ignoraba para qu serva y Eddie apenas
hizo comentarios. Despus nos fuimos a dormir.
La noche siguiente fue la ltima que pasamos juntos en la pista. Eddie insisti en que
Warburton encontrara a un anciano de su confianza para que me acompaara a la estacin de
Carnegie. Dijo que deba ser un viejo, un anciano, un wati pulka (literalmente, hombre grande),
alguien de barba gris, nada de jvenes. stos estaban definitivamente excluidos. Yo tena mis
ambivalencias con respecto a esta cuestin. Me encantaba estar con Eddie, pero el tramo
siguiente, a partir de Warburton, sera a travs del desierto totalmente salvaje y quera hacerlo
sola, poner a prueba esa confianza recin encontrada. Seiscientos cuarenta kilmetros de
territorio con matas espinosas conocido como Desierto de Gibson, que, por lo que saba, no
contena una sola gota de agua. Adems, cmo regresara ese anciano a Warburton? Con Eddie
no haba problemas, porque Glendle ira a recogerle. Aunque no fuese as, habra suficientes
conocidos viajando de un lado a otro para que cualquiera lo llevara. Sin embargo. Carnegie era
una estacin ganadera y Warburton, el ltimo puesto avanzado aborigen de ese territorio.
Rechac la propuesta. Eddie acept mi decisin, aunque no le gust.
Richard lleg a nuestro campamento alrededor de las tres de la maana. Escapa a mi
comprensin el entender cmo se las ingeni para encontrarnos. Es uno de esos seres envidiables
a los que la buena suerte les cae encima como si fuera nieve. Siempre se las ingeni para
encontrarme, en general mediante una serie de casualidades increbles. Toda su vida es as. Las
coincidencias que se producen constantemente dan al traste con las estadsticas. Haba
conducido dos das seguidos, no haba dormido y rebosaba energa y entusiasmo. Cada vez que
apareca, estaba igual. El choque cultural que debi de experimentar al concluir algn reportaje
candente para Time y zambullirse luego en este desierto silencioso seguramente habra atontado
por completo a cualquier otra persona. A l sola durarle un da. Haba trado la correspondencia
y el rifle para Eddie. Empezamos a charlar y a rer, pero qued claro que Eddie quera seguir
durmiendo y que no se enteraba de lo que ocurra. Decidimos postergar el reparto de regalos
hasta la maana.

Todos madrugamos. Pareca la maana de Navidad. Eddie estaba fascinado con su nuevo
rifle. Yo le febrilmente las cartas de los amigos. Rick tom fotos. Haba preparado lo suficiente a
Eddie para que esperara alguna fotografa rara.
Pero le haba preparado para esto? Rick se sentaba, se arrodillaba, se agachaba, se
acostaba, clic, clic, clic, clic, clic. Eddie me mir y se rasc la cabeza.
-Quin es? Qu quiere? Por qu tantas fotos?
Intent explicrselo, pero no haba palabras.
-Est bien, Rick, ya est bien.
Rick hizo aparecer otra cmara y dijo:
-Mira, he encontrado la solucin perfecta.
Era una S. X. 79, una Polaroid instantnea. Tom una foto a Eddie y se la entreg.
Me enfurec.
-Ah, ya entiendo, como si fueran abalorios para los nativos. Oye, Rick, a l no le gusta que
le fotografen, as que lrgate.
Era injusto. Saba que no era eso lo que Rick se haba propuesto y que se sinti herido.
-El nico motivo por el que la traje reside en que los fotgrafos siempre prometen enviar
fotos y nunca lo hacen -explic-. Adems, se trata de un intercambio... un modo de compartir
inmediatamente la imagen.
Fuera como fuese, comprend que Eddie lo considerara un truco sucio. Y as ocurri. No
le gust Rick, no le gust que le fotografiara y, a decir verdad, tampoco le gust que le entregara
ese trozo intil de papel en el que apareca su rostro como soborno. Empez la tensin.
Rick condujo tres kilmetros pista arriba, y Eddie y yo liamos los bultos en silencio. Volvi
a preguntarme por qu ocurra eso, y yo hice un nuevo intento por explicrselo. No sirvi de nada.
Lo que yo haba temido que sucediera estaba ocurriendo descontroladamente.
Subimos juntos por la carretera. Encontramos el coche de Rick y a mi amigo en el techo,
con una larga lente que le sobresala de un ojo. Dej que Eddie manejara la situacin. Cuando nos
acercamos al coche, levant la mano y dijo en ingls:
-Fotografas no a continuacin agreg en pitjantjara-: Me enferman.

Me ech a rer. Rick captur ese instante y luego desisti de seguir haciendo fotos. Cuando
mucho despus revelamos esa foto, apareci una mujer que le sonrea a un viejo aborigen que
haba alzado la mano a modo de saludo. Ya est bien en lo que se refiere al ojo perspicaz de la
cmara. Ese negativo dice una enormidad de cosas. Mejor dicho, miente una enormidad. Cada
vez que lo miro, sintetiza para m todas las imgenes de la travesa. Son imgenes brillantes,
estimulantes y excelentes, pero tienen muy poco que ver con la realidad. Aunque adoro las fotos
que Rick tom, corresponden principalmente a su viaje, no al mo. Creo que el querido Richard
nunca ha entendido esta sutil diferencia.
Ms tarde, en Warburton, Glendle pregunt a Eddie qu hara con su foto.
-Bueno, probablemente la quemar -respondi con indiferencia.
Glendle y yo nos partimos de risa.
Pero todo lo que he dicho es injusto en lo que respecta a Richard. Era amable y haca
verdaderos esfuerzos por no entrometerse. Jams presion ni se impuso, como habra hecho la
mayora de los fotgrafos. Era comprensible que no entendiera el motivo de que las fotos toparan
con una negativa tajante. Nunca haba pasado una temporada con los aborgenes y, si por
momentos se sinti excluido y frustrado, lo soport bien. La situacin difcil se resolvi por si
misma con mucha ms facilidad de lo que yo esperaba.
Warburton era un lugar deprimente. Despus de la belleza del territorio y el encanto de
los minsculos poblados que haba atravesado, signific una sorpresa desagradable. Haban
talado los rboles en varios kilmetros a la redonda para usarlos como lea. El ganado haba
devorado los vegetales que rodeaban el pozo de agua y el polvo se elevaba en nubes asfixiantes
y ondulantes. A pesar de que estbamos a mediados de invierno, las moscas cubran cada
centmetro cuadrado de piel. En el centro de esa desolacin, rodeada por los cobertizos y las
chozas de los aborgenes, se alzaba una colina en la que se amontonaban los edificios de los
blancos, fortificados con elevadas vallas contra ciclones y alambre de pas (supuestamente para
protegerlos de la violencia de los aborgenes). Pero all haban nios, como siempre rebosantes
de vida. A diferencia de los mayores, a ellos les encantaba que les hicieran fotos. Rick reparti
docenas de instantneas.
Pese a la penetrante melancola del lugar, mientras estuve all rein una atmsfera festiva.
Lleg Glendle y tambin estaban el maestro de Warburton y Rick. Eddie me llev constantemente
al campamento para presentarme a sus amigos y conocidos. Nos sentbamos en el suelo
polvoriento y dejbamos que el tiempo transcurriera lentamente hablando durante horas sobre
el viaje, sobre el sitio al que me diriga, sobre lo bien que lo habamos pasado y sobre camellos,
camellos, camellos. Un viejo me pregunt si haba dormido con Eddie. Me desconcert, pero
despus comprend que lo deca literalmente. Dormir junto a alguien en la misma wilcha implica
amistad, solidaridad. Estos seres eran muy sensibles.

Cuando lleg la hora de separarnos, Eddie me mir por el rabillo del ojo, me cogi del
brazo, sonri y mene la cabeza. Envolvi su rifle en una camisa, lo coloc en la parte trasera del
camin, cambi de idea y lo puso delante, pero volvi a cambiar de idea y lo dej cuidadosamente
en la parte de atrs.
Salud por la ventanilla y a continuacin Eddie, Glendle y el wala kamka (cuervo rpido)
amigo de Glendle se perdieron en la polvareda.
Pas una semana en Warburton, plena de felicidad. No recordaba haber asociado jams
esa emocin conmigo. Una parte tan considerable del viaje haba sido errnea, nimia y minscula;
y tantos elementos de mi vida anterior haban sido aburridos y previsibles que ahora, cuando la
felicidad brotaba en mi interior, me pareca que estaba flotando en el aire tibio y azul. Tambin
se gener una especie de halo de felicidad que se irradiaba a los dems. Creci y fue compartido.
De todos modos, en los ltimos cinco meses nada haba ocurrido tal, como yo lo imagin. Nada
sali segn los planes, nada satisfizo mis esperanzas. No habla existido ningn momento en el
que pudiera decir: S, por esto lo hice, o Si, esto es lo que quera para m. A decir verdad, casi
todo haba sido simplemente tedioso y agotador.
Sin embargo, ocurren cosas extraas cuando cubres treinta kilmetros diarios, da tras da
y mes tras mes. Cosas de las que slo eres totalmente consciente cuando miras hacia atrs. En
primer lugar, haba recordado, con minuciosidad y en tecnicolor, todo lo que me haba sucedido
en el pasado y a todas las personas que pertenecan a esa poca. Haba recordado cada una de
las palabras de las conversaciones que haba sostenido u odo, incluso en la infancia. As, haba
podido analizar esos acontecimientos con una especie de objetividad emocional, como si le
hubiesen ocurrido a otra persona. Estaba volviendo a descubrir y conocer a personas que haban
muerto mucho tiempo atrs y estaban olvidadas. Haba desenterrado cosas cuya existencia
ignoraba. Personas, rostros, nombres, lugares, sentimientos, conocimientos fragmentarios que
esperaban una inspeccin. Fue una limpieza gigantesca de toda la basura y la suciedad que se
haban acumulado en mi cerebro. Una delicada catarsis. Supongo que, debido a esto, ahora poda
ver mucho ms claramente mis relaciones presentes con las personas y conmigo misma. Y era
feliz; simplemente no existe otra palabra para expresar lo que senta.
Richard calific de mgico este cambio. Me re de lo que deca y me burl de l porque
empleaba un lenguaje muy sospechoso. Pero estaba profundamente afectado. Ahora recuerdo
esa poca con una especie de tierna incredulidad. Realmente comenzbamos a hablar en
trminos de magia, de destino. Ambos creamos interiormente en un poder exterior que podas
aprovechar si estabas en armona con los acontecimientos. Oh, santo cielo!


10


Abandon Warburton en julio. Tena aproximadamente un mes de caminata antes de
poder ver a otro ser humano. Pese al hecho de que en esta etapa pondra por primera vez y
realmente a prueba mi capacidad de supervivencia, y tambin de que, si iba a morir en algn sitio,
probablemente sera en este solitario y traicionero tramo de vaco, deseaba hacerlo con una
calma recin encontrada, una falta de temor, una frrea confianza en m misma.
La Carretera Can de Escopeta (as es el extrao sentido del humor australiano) consista
en dos surcos paralelos que a veces desaparecan, si bien, por lo general, durante cientos de
kilmetros avanzaban en lnea recta y derecho hacia el oeste a travs de la ms inhspita y rida
zona de la nada. Se haba construido como una ruta de supervivencia, y en esa poca poda
esperarse el paso de seis vehculos por ao como promedio.
Me puse unas sandalias nuevas. Haba probado todo tipo de calzado y las sandalias eran,
con mucho, el mejor. Las botas resultaban demasiado pesadas y calurosas y las zapatillas eran
cmodas durante la primera hora de la maana, hasta que el sudor y la arena formaban
ondulaciones bajo las eminencias metatarsianas. Aunque las sandalias flojas no me protegan los
pies de las ramas, las pas y las espinas de las matas, bastaban uno o dos das de agona y ampollas
para que quedaran curtidos. Adems, a esas alturas estaba en tan buena forma que era
prcticamente insensible al fro y al dolor. Mi resistencia haba alcanzado lmites insospechados.
Siempre haba respetado celosamente a las personas (sobre todo a los hombres) que podan
hacerse dao y simular que no lo sentan, Ahora, yo era as. Poda herirme o desgarrarme un buen
trozo de piel, murmurar caramba y olvidar rpidamente el asunto. En general, estaba
demasiado preocupada por lo que haca para darme el lujo de meditar sobre la cuestin.
Rick haba decidido conducir por la Carretera del Can de Escopeta antes de que yo la
recorriera y dejar el coche en Wiluna, nuestro prximo lugar de encuentro. Le ped que en el
camino me dejara un par de bidones de agua. Necesitara hasta la ltima gota. El terreno sera
seco y caluroso y probablemente habra poco forraje para los camellos. Aunque los aborgenes
podan haberme dirigido hasta las depresiones rocosas, en los mapas no figuraba nada. Pese a
que me consider estpida por sentir lo que senta, no quera ver las huellas recientes de los
neumticos del coche de Rick a lo largo de todo el camino. Estaba ms preocupada por su
seguridad que por la ma. Si el coche se averiaba... me cercior de que llevara suficiente agua para
l, de modo que, si eso ocurra, poda encontrarle a lo largo de la pista y llevarle conmigo. Glendle
tambin haba insistido en que Rick me dejara dos bidones de agua a mitad de camino. Para
hacerlo, tuvo que conducir un total de mil doscientos horrorosos kilmetros sobre matas
espinosas y arena: sa es la calidad de los amigos.

Part con mis sandalias nuevas y, pocas horas despus, decid cortar a campo traviesa en
lugar de seguir la pista. Slo haba colinas de arenas, matas espinosas y un espacio interminable.
Tal vez en ese momento me internaba en un territorio que nunca antes haba sido pisado, el
espacio era tan grande... desierto puro y virgen, sin ganado que lo estropeara y ni una sola
partcula de algo humano en aquella inmensidad. All, las colinas de arena no formaban las olas
paralelas que haba recorrido antes, sino que se mezclaban, entrechocndose como el chapoteo
del mar contra el viento o las grandes olas contra las aguas revueltas. Como no las haban
quemado, eran diferentes de las que yo conoca. No se vean tan despejadas ni tan
engaosamente verdes y exuberantes. Las matas espinosas pardas e incomibles las cubran y las
mantenan inmviles.
A lo largo del viaje, a medida que aprend a confiar en la tierra, alcanc una conciencia y
una comprensin de ella. La franqueza y el vaco que al principio me haban amenazado, ahora
constituan consuelo que permita el desarrollo de mi sentido de la libertad o mi gozoso errar.
Este sentido del espacio influye profundamente en la conciencia colectiva australiana. Es
aterrador, y la mayor parte de la poblacin se amontona en la costa oriental, donde la vida es fcil
y el espacio, un concepto comprensible. De todos modos, produce un sentido de potencialidad y
de posibilidades que en la actualidad probablemente no existe en ningn pas europeo. Sin
embargo, no pasar mucho tiempo antes de que la tierra sea conquistada, cercada y sometida.
Pero all... all era libre, no estaba estropeada y pareca indestructible.
A medida que caminaba por esa regin, me funda con ella de un modo muy intenso, pero
del que todava no era plenamente consciente. Los movimientos, las pautas y las relaciones de
las cosas se volvan evidentes de un modo corporal. No vea las huellas de los animales, las conoca.
No vea el ave, la conoca con relacin a sus actos y consecuencias. El entorno comenz a
ensearme cosas sobre s mismo sin que yo fuera plenamente consciente del proceso. Se
convirti en un ser animado del que yo formaba parte. La nica forma en que puedo explicar
cmo se cumpla el proceso consiste en dar un ejemplo: vea en la arena las huellas de un
escarabajo. Lo que en otro momento slo habra sido un bonito diseo visual al que adjudicaba
pocas relaciones, ahora se convirti en una seal que produca en m asociaciones instantneas:
el tipo de escarabajo, en qu direccin se diriga y por qu, cundo dej las huellas, quines eran
sus depredadores. Como al principio del viaje haba aprendido algunos rudimentos sobre la
estructura de las cosas, ahora dispona de lo suficiente para tener una base en la que aprender a
aprender. Apareca una planta nueva y la reconoca de inmediato, pues poda percibir sus
relaciones con otros vegetales y animales de la estructura general, su sitio. Reconoca y conoca
la planta sin darle nombre ni estudiarla aislada de su ambiente. Lo que antes babia sido una cosa
que meramente exista se convirti en algo en lo que todo lo dems influa y tena una relacin,
y viceversa. Al coger una piedra, yo no poda decir: Es una piedra. Ahora poda decir: Esta
forma parte de una red o, hilando an ms fino, esto, sobre lo cual influye todo lo dems,
acta Cuando este modo de pensar se hizo comn para m, yo tambin me perd en la red y los
lmites de m misma se extendieron hasta la eternidad. Al principio, en cierta medida haba sabido
que esto poda ocurrir. Entonces me haba asustado. Lo haba considerado un principio catico y
lo combat con uas y dientes. Me haba concedido las estructuras del habito y la rutina para
fortificarme, y en aquel momento eran muy necesarios, porque, s ests fragmentada e insegura,

resulta aterrador descubrir que los lmites de ti misma se disuelven. La supervivencia en el
desierto exige que te libres de esa fragmentacin... y de prisa. No se trata de una experiencia
mstica o mejor dicho, es peligroso adjudicarle estas palabras. Son demasiado trilladas y
propensas a una interpretacin incorrecta. Es algo que ocurre, as de simple. Causa y efecto. En
lugares distintos, la supervivencia requiere cosas diferentes en el marco ambiental. Tal vez, la
capacidad de supervivencia consiste en la habilidad de dejarse cambiar por el ambiente.
Llegar a esta imagen de la realidad haba costado una lucha prolongada y difcil contra los
viejos condicionamientos. No se trataba de una batalla consciente, sino que ms bien me era
impuesta y yo poda aceptarla o rechazarla. Al rechazarla, prcticamente haba cruzado el lmite.
En el desierto y en unas circunstancias distintas, la persona interior en cual yo haba confiado
anteriormente para la supervivencia se haba convertido en el enemigo. Esta lucha interior casi
me haba hecho perder el equilibrio. Las facultades intelectuales y crticas hicieron todo lo posible
por mantener los lmites donde ya estaban trazados. Apelaron a la memoria. Se obsesionaron con
el tiempo y las mediciones. Pero tuvieron que ocupar un segundo lugar, porque, lisa y llanamente,
ya no eran necesarias. El inconsciente se torn mucho ms activo e importante en la forma de
sueos sensaciones Experiment una creciente conciencia del carcter de un determinado lugar,
ya fuese un buen sitio que me proporcionaba una influencia serena o me pusiera la piel de gallina.
Todo esto se relacionaba con la realidad de los aborgenes, su visin del mundo como algo de lo
que jams podran estar separados, lo cual se expresaba en su lengua. En pitjantjara y supongo
que tambin en todas las lenguas vernculas, la palabra existir no est presente. En el universo,
todo se halla en constante interaccin con lo dems. No puedes decir: esto es una piedra. Slo
puedes decir: all se encuentra, se apoya, se alza, cae, yace una piedra.
El yo no pareca una entidad que viviese en algn lugar del interior del crneo, sino una
reaccin entre mente y estmulo. Cuando el estmulo no era social, el yo tena dificultades para
definir su esencia y comprender sus dimensiones. En el desierto, el yo se parece cada vez ms al
desierto. Tiene que ser as para sobrevivir. Se vuelve ilimitado y sus races estn ms en el
inconsciente que en la conciencia: se despoja de los hbitos no significativos y presta ms
atencin a las realidades relacionadas con la supervivencia. Dada su naturaleza, desea
desesperadamente asimilar y dar sentido a la informacin que recibe, que en el desierto casi
siempre se traducira en el lenguaje del misticismo.
Lo que intento decir es que, cuando caminas, duermes, te pones de pie, defecas, te
revuelcas, eres cubierta y comes la tierra que te rodea, y cuando nadie te recuerda cules son las
reglas de la sociedad y no hay nada que te mantenga unida a esa sociedad, es mejor que te
prepares para algunos cambios sorprendentes. Del mismo modo que los aborgenes parecen
sostener una relacin perfecta consigo mismos y con el territorio, en m se estaban produciendo
los principios embrionarios de esa relacin. Me encant.
Ahora, mi miedo tambin haba adquirido una cualidad distinta. Era directo y til. No me
incapacitaba ni se meta con mis actos. Era el miedo natural y saludable que una necesita para
sobrevivir.

Pese a que hablaba constantemente conmigo misma, con Diggity o con el terreno que me
rodeaba, no estaba sola.
Todo lo contrario; si sbitamente hubiese topado con otro ser humano, me habra
escondido o lo habra tratado como si fuese otro arbusto, otra piedra o una lagartija.
Las colinas de arena resultaron agotadoras. Suba reptando, bajaba deslizndome, y as al
infinito. Los dromedarios iban cargados a tope y trabajaban como demonios. Jams cedan o se
quejaban, ni siquiera cuando uno tropezaba con una gigantesca mata de arbustos espinosos y
tiraba del ronzal del de atrs. Vaya animales estoicos! Los arbustos espinosos, esa omnipresente
hierba del desierto, bastaban para que a uno le dieran ganas de incendiar todos los matorrales
que quedasen a la vista. En lneas generales, los matorrales tenan unos dos metros de ancho por
un metro veinte de altura y entre uno y otro slo haba una estrechsima brecha. Volvan, difcil
agotadora y dolorosa la caminata. La mata se compone de espigas, y los minsculos filamentos
que stas tienen en las puntas se adhieren a la piel y producen picor y ardor. Pronto dejara la
regin de las colinas de arena y me internara en los interminables yermos llanos, calurosos y
homogneos de arbustos espinosos, interrumpidos solo ocasionalmente por un barranco poco
profundo que contiene mulgas y, con suerte, algn otro bocado para los camellos. Me preguntaba
cmo tratara el desierto a los animales.
Tras recorrer kilmetro tras kilmetro, incontables, despus del montono color pardo de
esas dunas interminables llegu a la conclusin de que las energas necesarias para atravesar ese
territorio pesaban ms que lo agradable de estar lejos de todo lo humano. Haba perdido la
brjula y retroced sin aterrorizarme hasta encontrarla. De todas maneras fue un error estpido.
En ese territorio incluso era difcil ceirse al rumbo marcado por la brjula. Sbitamente apareca
en mi camino un espeso bosquecillo de mulgas impenetrables y espesas. Si intentaba atravesarlo
en lnea recta, las ramas se enganchaban en los bultos y en m y tiraban de nosotros hasta que
me vea obligada a renunciar. Esto significaba que deba hacer un rodeo que a veces me desviaba
un kilmetro y medio del camino. Tambin poda aparecer un monte cubierto de arcilla
ferruginosa puntiaguda y destrozada que no haba ms remedio que rodear. Resolv volver a la
pista. Ignoraba si sera muy visible y si decidira atravesarla por algn lugar pedregoso donde no
se distinguiesen las marcas de los neumticos del coche de Rick.
Aquel da camin cuarenta y ocho kilmetros con la esperanza de encontrar la pista antes
del anochecer. Fue fatal. Me dola la cadera como si me la hubiera dislocado y caminar resultaba
atrozmente doloroso. La cojera me quit ms energas incluso que el sol, que me quemaba y
abrasaba la cara y me secaba y agrietaba los labios. Pero fue fcil divisar la pista y organice el
campamento en cuanto la vi.
Al amanecer descubr que la Carretera del Can de Escopeta se extenda en lontananza
hasta donde abarcaba la mirada. A ambos lados aparecan los inacabables llanos ondulantes
cubiertos de arbustos espinosos, delicadas frondas doradas y rosadas que a medida que el sol
subiera se convertiran en un horror verdigrs opaco. Las espigas con las semillas le daban un
aspecto atractivo e incluso frgil cuando se inclinaban y ondulaban con la fresca brisa matinal.

Qu engaosa era esta regin! Los extremos de temperatura eran algo que haba que sentir para
creerlo. De los plidos y glidos amaneceres bajo cero, pasando por el hirviente medioda, para
llegar al estabilizado y desecado fresco de la tarde y volver de nuevo al fro cristalino de la noche.
Ahora slo vesta pantalones, una blusa ligera y una chaqueta de piel de oveja que generalmente
me quitaba para cargar, tarea que ahora slo me llevaba meda hora. Aprend a temblar hasta
entrar en calor. Tambin aprend a no beber durante el da. Por la maana tomaba cuatro o cinco
jarros de t; a veces beba un trago corto (media taza) a medioda y no volva a probar nada hasta
que acampaba por la noche, momento en que beba ocho o nueve tazas de lquido. Es extrao
que durante el da, cuando el sol y el aire seco te extraen litros de sudor, cuanto ms bebes ms
sed tienes.
Dada la igualdad de los llanos, acoga de una manera absurda toda caracterstica
geogrfica distinta. Me extasiaba ante un pequeo y lastimero barranco que slo puede
considerarse atractivo en comparacin con el terreno que lo rodeaba .Una vez acamp en un
terreno pelado por la erosin, bajo unos pocos rboles dispersos y que no daban sombra, pero
que influyeron en mi sentido esttico mucho ms de lo que lo habra hecho el Taj Mahal. All haba
forraje para los animales y un lugar donde podan revolcarse hasta quedar satisfechos. Los
desensill a media tarde e inmediatamente comenzaron a jugar.
Durante un rato los observ y me re de ellos, y sbita y espontneamente me desnud y
me reun con los dromedarios para retozar. Nos revolcarnos, pataleamos y nos cubrimos de polvo.
Diggity qued extasiada de deleite. Yo qued cubierta por una gruesa capa de polvo naranja y
tena el pelo enmaraado. Fue el rato ms sincero de diversin sin inhibiciones que he vivido.
Estoy segura de que la mayora de nosotros hemos olvidado cmo se juega. En su lugar hemos
inventado juegos. La competencia es la fuerza que mantiene unidos esos juegos. El deseo de
ganar, de derrotar a otra persona ha suplantado al juego, el hacer algo por el slo placer de
hacerlo.
A la maana siguiente, en el momento de partir, me quit el reloj, le di cuerda, puse el
despertador para que sonara a las cuatro y lo dej con su tictac en el tocn de un rbol prximo
al sitio donde nos habamos dado un bao de polvo. Un final digno y adecuado para ese
instrumento insidioso, pens, y otra preocupacin resuelta. A modo de celebracin, di torpes
pasitos como una bailarina con pies de plomo. Con mis sandalias demasiado grandes, los sucios
pantalones bombachos, la camisa rota, las manos y los pies cubiertos de callos y la cara mugrienta,
probablemente pareca un desecho senil.
Me gustaba a m misma en ese estado y experiment un gran alivio al sentirme libre de
enmascaramientos, gracias y atractivo. Por encima de todo, de ese atractivo horrible, falso y
debilitador tras el cual se ocultan las mujeres. Me cal el sombrero, dejando las orejas fuera para
que sobresalieran. Al regresar, debo recordar esto. No debo volver a caer en la misma trampa.
Dejar que la gente me vea tal como soy As? S, por qu no as? En ese momento comprend
que las reglas que se basan en un conjunto de circunstancias no corresponden necesariamente a
otras. Cuando regresara, esto slo sera otro enmascaramiento. En el sitio al que regresara no
haba desnudez, nadie poda permitrsela. Todos mantenan bien fortificadas sus mscaras

sociales hasta que se embriagaban tanto y se mostraban tan estpidos que su desnudez resultaba
horrible. Por qu las cosas eran as? Por qu la gente rodeaba a la gente, consumindose de
temor o de envidia, cuando lo nico que tema o envidiaba era la ilusin? Por qu se rodeaban
de fortalezas y barreras psicolgicas que, para cruzarlos, sera necesario un doctor en fracturas
de caja de caudales, que ni siquiera ellos mismos lograban penetrar desde el interior? Una vez
ms, compar la sociedad blanca con la aborigen. La primera, tan arquetpicamente paranoica,
codiciosa y destructiva, y la segunda, tan cuerda. Dese no abandonar jams aquel desierto. Saba
que olvidara.
Estaba casi en la mitad de la Carretera del Can de Escopeta. No poda saber cundo
ocurri, porque a esas alturas ya haba comprendido que, en el desierto, el tiempo se negaba a
estructurarse. Prefera fluir en florituras, torbellinos y tneles. Adems, no tena la menor
importancia. Me encontraba a unos ocho kilmetros de unas colinas. Calos, haca calor. Haca das
que no vea ms que piedras y arbustos espinosos. Ah, cmo deseaba llegar a las colinas. Vea
rboles en ellas y en las proximidades. RBOLES. De repente, qu veo flotando como espectros
hacia m, surgidos del tenue resplandor producido por el calor? Ni uno, ni dos, ni siquiera tres,
sino cuatro dromedarios salvajes cubiertos de espumarajos y buscando ria y hembras.
Perfecto. No te asustes. Domina el sudor fro que recorre tu columna y se acumula en las
cejas. Ponte a cubierto (servir una mata de arbustos espinosos?) y dispara a matar.
De acuerdo. El problema consiste en que me gustan los camellos y no me agrada hacerles
dao. Soy amiga de ellos. Primero dispar un tiro de advertencia, deseosa de que huyeran en
medio de un despreciable terror. Uno de los dromedarios salvajes pregunt: Qu fue eso? Un
mosquito? y sigui avanzando. Vaya cabrn arrogante. Bueno, tendr que disparar contra uno
de ellos. Cuando los otros huelan la sangre, se largarn.
Me acerqu, me arrodill en el suelo y apunt a la cabeza. Pero, cuando apret el gatillo,
no pas nada. Paf. El arma se haba encasquillado y no serva. Santo cielo!, dije al sentir que la
cobarda me acometa y corra hasta Warburton, gritando socorro, socorro. Cielo santo, cielo
santo, dije cuando los camellos se acercaron. Golpe el rifle contra el suelo, le grit e intent
arreglarlo con el cuchillo, pero no logr nada. Divis el tocn quemado de un balso al que poda
atar a Bub y despus, como precaucin adicional, le enganch la rienda a la pata, sabiendo que,
si se asustaba de verdad, la partira como si fuera mi hilo de algodn, arrancara el tocn y
emprendera el camino a casa. No tuve tiempo de pensar en Diggity ni en Goliath, porque los
dromedarios estaban tan slo a tres metros de distancia y eran ENORMES. Dookie y Zel suban y
bajaban como yoys y estaban claramente nerviosos. Lanc una piedra a uno de los machos. Hizo
gorgoritos y desembuch su vescula bucal (un globo espantosamente repugnante de color
rosado, morado y verde, cubierto de baba y con un olor inenarrablemente desagradable, que las
camellas encuentran perversamente atractivo); movi la cabeza delante de m y jugamos al
tiovivo. Le arroj otra piedra y lo amenac con mi vara de hierro, la de excavar. El animal
retrocedi y me mir como si yo fuese estpida. Para librarme de esos animales estuve media
tarde jugando al gato y al ratn y aplicando otras maosas maniobras contra los dromedarios.
Para mi gran alivio, al fin se hartaron de aterrorizarme y se perdieron en el horizonte como de

pegamento, cargado de espejismos. Ninguno de ellos atac realmente -bueno, si lo hubieran
hecho, ya estara muerta- y pens que haba sido exagerada al disparar contra los machos en otras
ocasiones. Entonces record el numerito de Dookie y me di un golpe en la mueca.
Fue una tarde muy larga, una de las ms prolongadas que he vivido. Pero la super bien.
No sufr ningn golpe, salvo algunas ligeras alteraciones de los circuitos cerebrales y la prdida
del arma y el cuchillo. El ingenio me salv all donde el arma no sirvi de nada.
La diferencia principal entre un aventurero y un suicida reside en que el
aventurero se concede un margen de escapatoria (cuanto ms estrecho el margen,
mayor la aventura). Un margen cuya anchura y amplitud puede estar determinado
por factores desconocidos, pero cuya navegacin venturosa est decidida por la
medida del valor y el ingenio aventurero. Siempre es estimulante vivir de los
propios nervios o hacia la culminacin del propio ingenio.
Tom Robbins, Even Cowgirls Get the Blues.
S, exactamente.
Aquella noche prepar el campamento bajo la proteccin de dos hermosas colinas y me
dispuse a escribir cartas. Eran gozosas, positivas y serenas. No dejaba de pensar en que debera
escribir para tranquilizarme, debera escribir porque necesitaba a las personas para que me
protegieran. No dejaba de pensar en que debera experimentar el deseo de hallarme donde
estaban ellas, en un lugar seguro. En cambio, descubr que les deca que por nada del mundo me
cambiara por ellas, que la seguridad era un mito y un demonio rastrero. Aqu incluyo una de las
cartas escritas a lo largo de varios das, porque, de todo cuanto hice, la correspondencia fue lo
ms parecido a un diario. Narran lo que ocurra con mucha ms claridad de lo que ahora podra
recordar desde mi pequeo apartamento londinense.

Querido Steve:
Estoy sentada junto a mi hermosa fogata a 240 kilmetros de alguien o de algo. El
cazo entona las salomas del t; los dromedarios vuelven despus de haber pasado la
noche mascando; Diggity pedorrea silenciosa pero letalmente a mi lado, en las mantas. He
hallado un lugar mgico bordeado por delicados encajes de mulga, cubierto de mullida
arena roja y protegido por dos mesetas rojas y amarillas. Un pequeo lugar celestial en el
solitario sendero del desierto, en el que pasar algunos das para fortalecer mi w. Esta
maana, antes de que amaneciera (cielo gris sedoso y Venus), vi un cuervo que tallaba
corrientes de viento por encima de las colinas. Sal de caza con el sol, vi un kanyala y err
el tiro. Gracias al cielo. Pero estamos hambrientos de carne. Regres, prepar un panecillo
dorado y crujiente y despus me lav... la primera agua, jabonosa o no, que toca mi ftida

piel desde hace varias semanas. Viiiiiiivaaaaa. Me sorprendi no encontrar un grupo de
hongos creciendo por alguna parte.
Me he alejado un rato y reprendido a los dromedarios, que de nuevo asaltaron las
bolsas de los alimentos. Son unas bestias descaradas e impertinentes. A pesar de todo, los
adoro.
Ahora, el fro se eleva desde el suelo y se arremolina en mis pies protegidos por los
calcetines y las sandalias. Estn mascando rtmicamente los bolos alimenticios y la fogata
de madera rojiza y sndalo hace cabriolas a causa del fro. Oh, tarar, suenan mis fibras
sensibles, me alegro de estar viva. Es imposible explicar con palabras cmo es esto. Las
palabras son el recuerdo que persiste tras la realidad de la danza...
Pocos das despus. Bueno, aclaremos, pocos das despus segn tu tiempo. Segn
el mo, podra decir que lo escrib maana o hace mil aos. Sabrs que aqu el tiempo no
es como ah. Quiz he atravesado un agujero negro. Pero no nos enredemos con
conceptos temporales... podra perder realmente el hilo si lo hago.
Hoy fue un da infernal... a decir verdad, an lo es. Aunque ahora, mientras miro
las piedras centelleantes y los rboles secos... ser mejor que empiece por el principio.
Hoy fue un da como la mayora, salvo que aparecieron nubes en el cielo. Para ser
exacta, dos, rosadas, asomadas al horizonte septentrional. Llueve, fue lo primero que
pens cuando las primeras luces se deslizaron bajo mis prpados y mantas. Las nubes se
evaporaron en pocos segundos y a continuacin pens: No oigo los cencerros de los
dromedarios. Tienes razn, montaero, los dromedarios tambin se haban evaporado.
Bueno, al menos dos. Rpidamente descubrira que el otro no se haba evaporado porque
no poda caminar.
Una vez, un amigo muy inteligente me dijo en Alice: Cuando algo vaya mal en las
pistas, en lugar de aterrorizarte pon a calentar el cazo con agua, sintate y piensa con
serenidad.
As que puse a calentar el cazo con agua, me sent y analic con Diggity los puntos
principales.
1. Estamos a 160 kilmetros de algo.
2. Hemos perdido dos dromedarios.
3. Tenemos un dromedario con un orificio tan grande en la pata que podras
enroscarte y dormir en su interior.
4. Tenemos agua suficiente para seis das.

5. An me duele atrozmente la cadera hecha polvo.
6. Este es un sitio espantoso donde pasar el resto de nuestras vidas, que, segn mis
clculos matemticos, durar alrededor de una semana.
Tras aclarar todas estas cuestiones, me aterroric. Muchas horas despus,
encontr a mis bestias perdidas y las hice volver al redil. Fueron castigadas. Slo quedaba
pendiente el problema del lisiado. Bien, normalmente Dookie es una criatura tranquila,
reservada y te puedes fiar de l. Sin embargo, cuando tiene una herida en la pata se
convierte en un demonio incontenible. Bien, se agit, patale, gir, gru, vomit, se
revolc, abri la boca, borbote y al final tuve que atarlo como a un pavo para examinarle
la pata, acto que suena fcil, pero te aseguro que en esa lucha perd cinco litros de sudor.
Recuerda que antes hablaba (creo que en el punto principal 5) de mi pobre cadera, la
pobre cadera que estaba dislocada en 7 zonas; bueno, no poda ser de otro modo, sa fue
la cadera que Dookie golpe con una de sus patas delanteras. Sintetizar este prolongado
lamento: lo cog, lo at, extraje del orificio de la pata cuatro colinas de arena y seis cantos
rodados, la limpi con algodn hidrfilo y terramicina, la tap con un parche y la bes para
que se curara. Al final emprendimos la marcha.
Santo cielo, montaero, EN ESTE PRECISO MOMENTO, una manada de
dromedarios se acerca a mi campamento. Mientras escribo. Como no puedo hacer nada,
escribo para calmar mi pnico. Ay, por qu me ocurre esto precisamente a m? Al parecer
no hay ningn problema, gracias al cielo no hay machos en esta manada. Pero por si acaso
he cargado el rifle. Ya sabes, el rifle que no funciona. Nunca se sabe, puede producirse un
milagro. Bueno, dnde estaba? Tengo que escribir porque estoy desesperada. Levant el
campamento alrededor del medioda y llegu al lugar ms hermoso que haya visto: la
depresin arcillosa de Mungilli.
Intentar describirla. Bajas por una cuesta y sbitamente lo encuentras en otra
zona. Hay sombra por todas partes y la arena es de un suave rosa salmn. Gigantescos
gomeros espectrales brillan y se balancean y hay algunas aves que pian y gorjean. A la
derecha, como un enorme estuario que hace siglos que no ve el mar, aparece la
hondonada de arcilla. Es yerma, llana y est bordeada por un bajo oleaje de dunas, rboles
y hierbas de pasto de bayas rojas. Algunos rboles tienen troncos lisos de color rosa, como
seda tornasolada que con el sol de la tarde se tornan de un brillante carmes y sus hojas
son de un profundsimo verde brillante. Bueno, s que la mayora de las personas
recorreran esos cinco kilmetros celestiales sin siquiera sorprenderse y no hablemos ya
de extender la alfombra de los rezos, pero a m me estremeci la boca del estmago. Qu
lugar tan conmovedor, tan sutilmente poderoso! De todos modos, no me detuve mucho
rato. El orificio de la pata de Dookie creca en mi conciencia como un trfido en los trpicos.
De modo que ahora estoy aqu, con un odo atento al borboteo de los camellos
(lamentablemente, donde hay mams suele haber paps).

Te contar algo extrao sobre este viaje. Un da me hace volar por las nubes llena
de xtasis (despus de haber estado en las nubes puedo decir sinceramente que es un
bonito lugar para visitar, pero no me gustara vivir all; el costo de la vida es muy elevado)
y al siguiente...
Ahora, mientras miro las piedras centelleantes y los rboles secos, si quieres que
sea totalmente sincera, montaero, y que esto quede entre nosotros, no me gustara que
se corriera la voz, estoy un poquitn cansada de esta aventura. En realidad, con toda
sinceridad, las fantasas comienzan a abrirse paso entre las matas de arbustos espinosos,
los planes y las piedras... fantasas que pertenecen a donde me gustara estar ahora mismo.
En un lugar donde los frescos trboles te lleguen casi a los muslos, donde no haya
olas gigantescas, tifones, meteoros perdidos, dromedarios, desagradables, sonidos
nocturnos, sol estruendoso, tamborileaste y cancergeno, ni resplandor tenue por el calor
y las rocas peladas, ni arbustos espinosos ni moscas; en un lugar donde haya montones de
aguacates, agua, personas amistosas que por la maana te traigan tazas de t, pias,
palmeras que se mezan, brisas marinas, nubecillas inflamadas y arroyuelos espejeantes.
Tal vez una granja sedera, en la que puedas sentarte a escuchar a los gusanos que tejen
dinero para ti mientras perezosamente haces campanillas de viento para algunos amigos
selectos; que cuando te hartes, puedas caminar hasta tu enorme baera situada en una
casita shoji del jardn y comer sanda rosada muy fra, cortada de manera exquisita,
mientras un esbelto esclavo de un metro ochenta deja caer cubitos de hielo por tu espalda
y...
Lo siento, Stevie, lo siento. Me exalt.
Pero t me comprendes.
Santo cielo, en este momento dara cualquier cosa a cambio de un rostro amigo.
Incluso de un rostro hostil. Hasta sera agradable un sonido humano. S, incluso bastara el
resonante y bajo estallido de un pedo humano desde detrs de esa hierba reseca. Debo
de estar loca. Aqu estoy, preguntndome si saldr de esto con vida, preguntndome si
volver a ver las luces de Sidney, escribiendo como una loca a personas que slo existen
en los deformados recovecos de mis recuerdos y que podran estar muertas, y slo soy
capaz de rer y de hacer bromas despreciables. Si en este sitio parto de este mundo, Que
se sepa que me ir sonriendo y amndolo. AMNDOLO.
Terminar una carta es ms difcil que comenzarla. La dorada luna llena acaba de
hincharse por encima del lmite oriental de la vegetacin. Todo esto vali una salida de
la luna? A estos alturas, s. Tengo la piel tan reseca como las galletas para perros; es posible
que mi pierna izquierda haya pasado a mejor vida; mis labios estn agrietados y
ampollados; se me ha acabado el papel higinico y he de utilizar arbustos espinosos; el
cncer de piel intenta apoderarse de mi nariz (cmo logras mantener la serenidad en los
cocteles de Geographic cuando se te cae la nariz dentro de una copa de martini?); me

estoy volviendo chalada lenta pero eficazmente; tengo tanto miedo de morir que por las
maanas me despierta el golpeteo de las rodillas; y ha valido la pena? S, montaero,
claro que s.
No puedo dormir. El t me sale por las orejas, los ojos y los bolsillos y me siento
TAN BIEN. Aqu podra aullarle a la luna (y a Arcturus, Aldebarn, Espiga, Antares, etc.) y
realmente quiero contrselo a alguien. Steve, me escuchas? ME SIENTO
MARAVILLOSAMENTE BIEN. La vida es tan placentera, tan triste, tan efmera, tan delirante,
tan carente de significado, tan endemoniadamente divertida. Qu es lo que falla en m
para sentirme tan bien? El despoblado me ha enloquecido? Estoy afectada por la luna?
Probablemente ambas cosas a la vez, y no me preocupa. Esto es el paraso y me gustara
darte una parte.

El acto de escribir cartas en medio de la nada puede parecer algo extrao, sobre todo
porque transcurriran meses antes de que pudiera enviarlas y probablemente vera a mis amigos
antes de recibir una respuesta. De todos modos, contribuy a registrar los acontecimientos y las
emociones de cada momento. Mi diario era una mezcla de esas cartas, la mayora de las cuales
nunca envi, y de frases poco interesantes, como corre el mes de julio o de agosto y, de todos
modos, esta maana perd los dromedarios. Despus haba un mes entero sin ninguna anotacin.
La jocosidad de esas cartas reflejaba el penetrante estado de nimo del mes que haba
pasado en la Carretera del Can de Escopeta. No se trataba de que me estuviera volviendo
temeraria ni de que estuviera libre de temores, sino simplemente de que estaba aprendiendo a
aceptar mi destino, fuera cual fuese.
El incidente de la prdida de los dromedarios result algo ms espeluznante de lo que
dejan entrever las cartas. Unos dromedarios salvajes los asustaron por la noche y yo dorma
mientras todo ocurra. Por la maana, las huellas me permitieron saber lo que haba sucedido.
Haba adquirido la costumbre de mancar flojamente a los animales o no mancarlos por la noche.
De haberlo sabido, Sallay me habra fusilado all mismo por esto. Pero mi razonamiento era el
siguiente: estbamos en una rida zona desrtica; los dromedarios trabajaban intensamente y
tenan que alejarse bastante del campamento para encontrar la comida que necesitaban. Goliath
siempre estaba atado con firmeza y tena la seguridad de que Zeleika jams lo abandonara (un
par de meses despus, la dromedaria dara por tierra con mis presunciones). Tambin estaba
convencida de que ahora poda rastrearlos en cualquier terreno.
El rastreo es una combinacin de sexto sentido, conocimiento sobre la conducta de los
dromedarios, buena vista y prctica. Aquella tarde acampamos en una zona pedregosa y con
hondonadas de arcilla dura a como el cemento. Se hubiese podido pasar una almdena por el
suelo y apenas dejara marca. En consecuencia, encontrar la direccin en que se haban marchado
me oblig a trazar crculos, alejndome del campamento hasta que encontr las huellas (que se
haban mezclado con otras pisadas de tipo camelloide). Intent seguir esa direccin general,

buscando las marcas de sus pasos, vegetales recin comidos y escudriando atentamente para
descubrir excrementos (distingua las boigas de mis animales de las de todos los dems). Fue
una larga caminata circular y frustrante. Los encontr a pocos kilmetros de distancia, agitados,
nerviosos y regresando al campamento. Como nios errantes, se acercaron en lnea recta hasta
m y me suplicaron que los perdonara. Sus amigos se haban largado. En lugar de atemorizarme,
este incidente consolid mi confianza en los dromedarios y segu dejndolos sin maniotas por la
noche. Aunque parezca una tontera, durante ese mes los dromedarios aumentaron literalmente
de peso.
Como si caminar treinta kilmetros diarios no fuera suficiente, por las tardes a menudo
sala de cacera o de exploracin con Diggity en cuanto terminaba de desensillar a los animales.
Una vez me perd ligeramente, no del todo, sino un poquito, lo suficiente como para que mi
estmago diera un vuelco en lugar de revolverse. Desde luego, poda retroceder, pero era algo
que quera que Diggity me guiara hasta casa, le deca: A casa, muchacha, frase que ella
consideraba un castigo. Aplastaba sus delirantes orejas contra la cabeza, mova sus ojos
ambarinos, meta el rabo entre las patas y miraba por encima de la espaldilla al tiempo que cada
parte de su ser preguntaba: Por qu me haces esto? En qu he fallado? Aquel anochecer, sin
embargo, la perra hizo un importantsimo progreso: capt inmediatamente la situacin y casi
podas ver cmo se encenda una lamparilla sobre su cabeza. Me ladr, se adelant unos pocos
metros, gir, ladr, corri, me lami la mano, correte y as al infinito. Fing no comprender.
Estaba fuera de s de preocupacin. La perra repiti esos movimientos y empec a seguirla. Se
mostr feliz, llena de alegra. Haba entendido algo y estaba orgullosa. Cuando regresamos al
campamento, la abrac y la mim, y jurara que el animal ri. Y su mirada de orgullo, ese placer
inconfundible por haber comprendido algo, percibido la razn por la que haba de realizarlo y la
necesidad de hacerlo, la llev al desenfreno, la colm de alegra. Cuando estaba satisfecha con
algo o con alguien, la cola de Diggity no iba de un lado a otro, sino que giraba, trazando un crculo
completo, y su cuerpo se contorsionaba trazando eses, como el de una serpiente.
Estoy segura de que Diggity era algo ms que un perro o, mejor dicho, algo distinto de un
perro. A decir verdad, a menudo he pensado que tal vez su padre fuera veterinario. Combinaba
las mejores cualidades de los canes y los seres humanos y saba escuchar. A esas alturas del viaje
era una bola negra y brillante de salud y msculos. Dados sus correteos constantes y su
persecucin de lagartijas entre las matas espinosas, cubra unos ciento cincuenta kilmetros
diarios. Por necesidad, el viaje me haba acercado muchsimo a los animales; pero mi relacin con
Diggity era algo especial. Existen muy pocos seres humanos con los que podra relacionar tan
fcilmente la palabra amor como lo haca con esa perra maravillosa. Resulta muy difcil describir
esta interdependencia sin parecer neurtica. Pero la amaba, la adoraba y podra habrmela
comido con mi irresistible afecto. Por muy refunfuona, mala o furiosa que me mostrara, ella
jams, ni siquiera una vez, me retir su devocin. Jams comprender por qu los perros eligen
a los seres humanos.
-Est bien, viejos freudianos chapados a la antigua y loables laingnianos, mi psique est
libre. He reconocido un punto dbil: los perros.

Suele acusarse a los que aman a los animales sobre todo a las mujeres- de ser neurticos
e incapaces de relacionarse bien con otros seres humanos. Infinidad de veces los amigos haban
reparado en mi relacin con Dggity y, con esa mirada siniestra que suele asociarse con los
psiquiatras, me hacan la siguiente pregunta: Nunca pensaste en tener un hijo? Es una
acusacin que siempre produce una respuesta explosiva, porque me parece que, con su infinita
sabidura, el buen Dios nos dio tres cosas que vuelven soportable la vida: esperanza, bromas y
perros. De todos modos, la ms grandiosa son los perros.
Ahora me daba por satisfecha con acampar en la pista o junto a ella. La idea de que
apareciera alguien en un vehculo haca mucho tiempo que se haba fundido en lo imposible. Sin
embargo, no haba tenido en cuenta a los lunticos y a los iluminados. Una noche fui despertada
por el rugido de un motor. Los furiosos ladridos de Diggity me arrancaron de un sueo profundo
y o una voz que preguntaba en la oscuridad:
-Eh, es usted la dama de los camellos? Yo soy Todo Terreno. Me permite entrar en el
campamento?
-Qu demonios...?
Ante mis ojos surgi una aparicin en la que Dig morda las perneras. En realidad, Todo
Terreno era un chalado que probaba un Suzuki, conducindolo tan rpido como poda por la
parte ms ancha de Australia, atravesando matas espinosas, arena y piedras. Estaba batiendo un
rcord. Tambin era maniaco y probablemente estaba loco por la velocidad.
Los glbulos oculares le colgaban de las mejillas y no dejaba de palmearse los brazos,
haciendo comentarios sobre el frio y dando a entender que no le molestara acampar all. Yo no
tena el menor inters en que acampara cerca de donde estbamos y Dig tampoco. Lo manifest
sin mostrarme del todo descorts. Se qued y habl durante media hora mientras Diggity grua
a los pies de la cama y yo bostezaba notoriamente y slo abra la boca para decir: Hmm, claro,
est bien, hmm, no me diga. A continuacin, el tipo me inform de que haba seguido mis huellas
durante kilmetros, hecho que, s tenemos en cuenta que haba llegado en direccin contraria,
era toda una hazaa.
Al final se fue. Me rasqu la cabeza durante un rato, la sacud para cerciorarme de que no
haba sufrido una alucinacin y volv a dormirme. Olvid el encuentro. Si hubiese sabido lo que se
propona hacer cuando regresara a la civilizacin, habra retorcido all mismo su gordo pescuezo.
Nos acercbamos a Carnegie. Por un lado, no deseaba estar en ninguna parte que no fuera
aquel desierto y a solas; por otro, me quedaban muy pocas provisiones y la ltima comida que
hice antes de llegar se compuso de galletas para perro generosamente rociadas con natillas en
polvo, azcar, leche y agua. El hecho de volver a ver gente me pona nerviosa. A esas alturas
estaba totalmente desprogramada. Sola caminar desnuda, pues la ropa no slo estaba asquerosa,
sino que era innecesaria. Mi piel haba adquirido un fuerte color ladrillo y tena la consistencia del
cuero para arneses. El sol ya no la penetraba. Conservaba el sombrero porque la nariz se me haba

pelado tan a menudo que pens que podra desaparecer y que su lugar sera ocupado por una
desnuda protuberancia de cartlago muy caliente. Sinceramente, no lograba recordar la etiqueta
ni incorporarla al contexto. Tena alguna importancia que hubiesen desaparecido todos los
botones de mi blusa y mis pantalones?, me preguntaba. Lo notara o se preocupara alguien por
esto? Y qu decir de la menstruacin? Desde mi posicin, no tena la menor importancia que
siguiera las leyes naturales de la gravedad y se deslizara por mi pierna, tal como tiene que ser;
pero, opinaran otros lo mismo? Acaso los confundira y los hara desdichados?
Por qu demonios tena que ser as? Nadie se tapara, avergonzado, una herida, verdad?
Estaba terriblemente confundida porque NO SABIA. Me sorprenda la rapidez y la forma absoluta
en que me haba abandonado el sentido de la importancia de las costumbres sociales. En realidad,
la conciencia de lo absurdas que eran nunca me haba abandonado. Lentamente he recuperado
cierto sentido de la sutileza, pero creo y espero que siempre considerar la obsesin por las
delicadezas sociales y la modestia femenina como la locura maligna y paralizante que en realidad
es.
Resulta extraordinario que las dos preguntas que ms comnmente me plantean con
respecto al viaje (tras por qu lo hiciste?) sean: uno, qu hiciste cuando se acab el papel
higinico?, y dos (siempre preguntada en un aparte por mujeres que ren mucho), qu hiciste
cundo se te acabaron las compresas? Qu demonios creen que hice, correr hasta la farmacia
ms cercana para hacer un trueque? Bueno, para los que se muestran morbosamente curiosos
con respecto a las funciones orgnicas, dir que cuando se me acab el papel higinico utilic
piedras lisas, hierbas y, cuando pude, una suave planta del desierto conocida con el nombre de
cola de gato, Cuando se me acabaron las compresas, no me preocup.
A decir verdad, hasta hoy sigo pensando que uno de los principales descubrimientos que
realic en ese viaje consisti en aprender el delicado arte de tirarse pedos. Nunca lo haba hecho.
Bueno, quiz me tir pedos una o dos veces, pero slo fueron patticos pfffttt. Sabr Dios qu
pasaba con todos esos gases. Supongo que por la noche se colaban a travs de los poros de la
piel. Ah, pero ahora, ahora poda pedorrear como el mejor: rasgueos firmes y bajos que asustaban
a los camellos y hacan levantar el vuelo a las bandadas de palomas de las matas espinosas. Diggity
y yo competamos: ella siempre ganaba en toxicidad y yo en sonoridad.
Al llegar a Carnegie, descubr que estaba abandonado y ms desolado y deprimente de lo
que es posible imaginar. Al aproximarme a la cerca limtrofe, sbita y dramticamente el territorio
apareca arruinado, quebrado, carcomido por el ganado, destruido. Haba estado tan en armona
con la maravillosa regin intacta que acababa de cruzar que ese cambio fue una bofetada. Cmo
podan hacer semejante cosa? Cmo podan sobrecargar el territorio con ms ganado del que
poda soportar y dejarlo pelado gracias al gran apremio de los australianos por enriquecerse
rpidamente? No haba absolutamente ningn alimento para mis camellos. Pens que haba
atravesado la peor parte y slo encontr el comienzo del verdadero desierto, el desierto humano.
No debera ser tan inflexible con los ganaderos. Haca cuatro aos que sufran una sequa y gran
parte de sus cabezas de ganado haban muerto. Sin embargo, existen la gestin buena y la mala,
y yo opinaba que todo el que sobrecarga sus territorios mereca lo que reciba. Algunas especies

vegetales se han extinguido de las regiones ganaderas simplemente a causa de una gestin mala
y voraz. Unas plantas comestibles y venenosas (como el terebinto) han ocupado su lugar. Antes
slo haba visto unos poqusimos ejemplares de esa especie, pero ahora se encontraban en todas
partes. Era la nica cosa verde que se mantena con vida y prosperaba. Hasta las mulgas, la nica
vegetacin que permitira avanzar a mis dromedarios, pareca parda y reseca.
Despus, como llovidos del cielo, aparecieron dos jvenes muy saludables. Haban ido a
Carnegie a recoger un viejo jeep que haban visto en el vertedero. Ellos tampoco saban que el
lugar estaba abandonado. Al parecer, el xodo se haba producido haca poco tiempo. Eran la mar
de simpticos. Uno de ellos fabric una bota de cuero para la pata de Dookie y ambos me
ofrecieron grandes cantidades de comida. Les di dinero, pero, al principio, se negaron a aceptarlo.
Cuando les expliqu que, si no lo cogan, lo usarla como papel higinico o para encender las
fogatas, lo aceptaron. Luego empec a bramar sobre la liquidacin de esta regin. Habl sobre la
diferencia, que para m era como el da y la noche, que exista entre un lado y otro de la cerca. No
se haban dado cuenta. Me sorprende No lo haban notado? No. Es necesario tener ojo avizor y
sentirse parte de la tierra para reparar en las diferencia. Es posible que seis meses antes yo
tampoco la hubiese advertido.
No esperaba encontrarme con el cariz que haban tomado las cosas, pensaba que, a partir
de Carnegie, la caminata sera como unas vacaciones. Haba hecho planes para dirigirme
directamente a Wiluna a travs del territorio ganadero. Cambi de idea y consult los mapas.
Decid ir directamente hacia el norte hasta la estacin de Glenayle y coger entonces la ruta
ganadera de Canning, en la cual supuse que estara libre de ganado y, mejor an, de personas.
Haba odo historias espantosas acerca de esa ruta ganadera. La haban abandonado aos atrs,
pues demasiadas cabezas de ganado haban muerto en su recorrido. Y dromedarios. Atravesaba
uno de los peores desiertos de Australia. En el camino haba pozos de agua, pero, como no los
haban cuidado, la mayora estaran inutilizados. De todos modos, yo slo intentara seguir la
parte ms meridional y menos difcil. Adems, alguien me haba dicho que era una zona
maravillosa. Me dirig a Glenayle.
Todos necesitbamos descansar. Aunque el interior de Glenayle estaba un poco mejor (de
este hecho deduje que quienes administraban el lugar estaban ms en armona con la naturaleza
y probablemente seran la sal de la tierra), los dromedarios an tenan dificultades para satisfacer
su apetito. En realidad, mi preocupacin por ellos era exagerada, ya que sobreviven donde nadie
lo hace; pero Zeleika se haba convertido en un saco de huesos. Su joroba se haba convertido en
un lastimoso penacho que coronaba una serie de costillas sobresalientes.
Repart su equipaje entre los dems animales; pero se no era el problema. Zeleika estaba
hecha una idiota a causa de Goliath. ste nadaba en grasa y estaba malcriado ms all de toda
redencin posible. Cuanto ms frgil se volva la dromedaria, ms se estropeaban mis relaciones
con el pequeo parsito. Yo no poda hacer nada para poner fin a la lactancia. Intent disear un
cubreubres, pero Goliath siempre se las ingeni para meter el morro. Adems, por muy pegado
que lo atara a un rbol, por la noche ella siempre iba y le proporcionaba grandes cantidades de
leche. Cuando a medioda nos detenamos, siempre situaba a los dromedarios a la sombra, para

que descansaran una hora. Se lo merecan; lo acogan bien y se sentaban, mirando a lo lejos y
mascando el bolo alimenticio, absortos en una profunda especulacin camelluna acerca del
significado de la vida. De todos modos me costaba mantener a Goliath lejos de su madre. Cuando
yo no lo vea, se acercaba a hurtadillas y la rozaba con las patas, exigiendo que lo amamantara. Si
Zeleika se negaba, el pequeo agarraba con la boca la rienda, y tiraba de ella. La dromedaria
bramaba, se levantaba de un salto y el muy cerdo se diriga como un rayo a sus ubres. Quiz fuera
un mocoso, pero no tena un pelo de tonto. Otra desagradable costumbre que desarrollo consista
en pasar junto a los dromedarios a todo galope y lanzarme una coz lateral. Finalmente puse fin a
esta costumbre sosteniendo junto a mi cuerpo una gran vara de mulga y descargndola con todas
mis fuerzas sobre su pata cuando pasaba peligrosamente cerca, un golpe corto y enrgico que le
haca detenerse en seco y le llevaba a tramar venganzas. Aunque admiraba de mala gana el
sacrificio de Zeleika, tambin consideraba que era un poco servil con su primognito.
Hasta los animales salvajes estaban muriendo. Seguan viviendo en la regin de las
estaciones, donde abundaba el agua en forma de pozo, molino, depsito y abrevadero; pero el
ganado se haba alimentado del poco forraje que quedaba. Rara vez acampaba de noche junto a
pozos. Siempre eran depresiones polvorientas cubiertas de reses muertas y disecadas, retorcidas
en horrorosas actitudes de dolor. No era un lugar adecuado para levantar el nimo. Por lo general
intentaba pudieran beber y yo lavarme; luego avanzaba unos quince kilmetros ms y acampaba
donde el forraje era un poco mejor. No siempre era posible, y una noche, antes de llegar a
Glenayle, prepar el campamento a unos ochocientos metros del pozo.
Nunca haba castigado a Diggity por perseguir canguros, ya que estaba segura de que
nunca lograra cogerlos. Pero esa noche me despert y la vi dando tirones a un pobre y esqueltico
canguro de gran tamao que iba a beber. Antes de poder llamarla, Dig haba desaparecido entre
las sombras. Me dorm de nuevo. Regres a mi saco de dormir un rato despus, me lami hasta
despertarme y gimi, apremindome para que me levantara y la siguiera.
-Santo cielo, Diggity, no lo habrs cogido, verdad?
Gemido, gruido, rasguo, lengetazo. Cargu el rifle y la segu. Me condujo derecho hasta
su presa. Era un enorme canguro macho de color gris que se encontraba al borde de la muerte.
Creo que estaba demasiado dbil para soportar la cacera. Diggity no lo haba tocado -supongo
que no habra sabido cmo hacerlo-, y el pobre haba sufrido un ataque. Yaca de lado y jadeaba
dbilmente. Le dispar a la cabeza. A la maana siguiente, me acerqu al animal muerto y me
agach, cuchillo en mano, para coger los perniles y el rabo. Luego qued inmovilizada. Qu me
haba dicho Eddie en lo referente a cortar carne? Pero eso no se aplica a ti, eres blanca.
Seguro que no? Cmo lo sabes? Me resultaba imposible llevarme el canguro entero, porque
era demasiado pesado, y dejar que esa carne tan deliciosa se pudriera pareca una locura. Tras
cinco minutos de indecisin, guard el cuchillo y prosegu el viaje.
Cuando las creencias de una cultura se traducen al lenguaje de otra, a menudo surge la
palabra Supersticin. Tal vez fue la supersticin lo que me hizo dejar intacto aquel canguro, o
quiz el hecho de que haba visto demasiadas cosas para estar totalmente segura de dnde se

encontraban lo verdadero y lo falso. Como no estaba segura, consideraba que tampoco estaba
en condiciones de correr riesgos.
Estaba acertada en mi evaluacin de la gente de Glenayle. No slo eran la sal de la tierra,
sino encantadores, amables, generosos; adems, simularon no reparar en mis excentricidades;
charlaron amigablemente mientras yo eructaba, me rascaba, deba t a grandes sorbos y coma
tortas caseras como un cerdo voraz.
Me detuve ante la cerca de su casa a media tarde. En el interior se encontraba una mujer
canosa y distinguida con un fresco vestido de verano planchado. Estaba regando el jardn y lo
nico que dijo, sin levantar siquiera las cejas, fue:
-Hola, querida, me alegro de verte. Quieres pasar a tomar una taza de t?
Eileen, Henry y su hijo Lou me invitaron a pasar una semana con ellos. Estaba encantada.
No slo eran una agradable compaa, sino que me alimentaron y me cuidaron con la autntica
hospitalidad caracterstica de la gente del interior. Esta generosidad y franqueza forma parte del
cdigo tico del monte, y estoy segura de que es un fenmeno universal. Va acompaada de una
creencia en la honestidad, el trabajo duro, la simplicidad y el amor por la tierra.
Mis dromedarios necesitaban recuperarse un poco antes de intentar recorrer la Canning.
Henry me cedi el prado de los caballos para guardar a mis animales. Este prado consista en cinco
kilmetros cuadrados de rocas, arbustos espinosos grises e incomibles y polvo. Sin embargo,
haba unas pocas mulgas vivas, contados rboles de madera rojiza y una acacia de color verde
oscuro que aparentemente no necesitaba agua o que sus races penetraban cientos de metros en
tierra. Ese sera el sostn principal de mis dromedarios durante el mes siguiente.
A medida que fi conociendo a aquellas personas, ms impresionada quede por su estoico
e incontenible buen humor. Les sobraban motivos para retorcerse las manos, llorar y lamentarse
de su destino. El ganado mora en todas partes, los caballos se haban convertido en sacos de
huesos y aire que ahora intentaban comer arbustos espinosos y no apareca una sola nube.
Glenayle era la estacin ms remota del desierto y quiz fuera precisamente esa lejana lo que
converta a los Ward en una familia tan unida. Esto, ms el hecho de que Henry era un excelente
campesino, de que amaban la tierra y de que ninguno de ellos habra ocupado el lugar del
habitante de una ciudad a cambio de toda la lluvia del mundo. Me llevaron de recogida mientras
estuve all, pues intentaban reunir unos pocos novillos antes de que murieran. El dinero que
obtuvieran por esas carnes apenas cubrira, en el mejor de los casos, el precio del transporte. Por
la noche acampbamos, comamos carne, reamos y cantbamos junto con Slim Dusty, diciendo
a la tirolesa lo maravillosas que son las madres.
Para los que no lo saben, dir que Slim Dusty es el ms grande bardo contemporneo de
la regin occidental de Australia. Aunque la mayora de mis amigos ponen cara de asco cuando le
escucho, adjudico esta actitud a que jams han estado en el rodeo de Monte Isa. Slo puedes
comprender realmente toda la fuerza emocional de este poeta del monte australiano si has

asistido a un espectculo tan campestre y a las cuatro de la madrugada te ha despertado la voz
de Slim por los altavoces, arrancando a la gente de un sueo embotado por el alcohol para que
se ocupen de las cosas importantes de la vida, como montar potros cerriles, enlazar novillos y
beber; si lo has odo hablar gangueando y tararear todo el da durante una semana, si te has
atrevido a bajar a la taberna local conocida como El Nido de Serpientes para beber con tus
compaeros y amigos occidentales, cazadores de cuervos y veloces con el ltigo, y si has bailado
al son del metlico rasgueo de la guitarra elctrica de un vaquero y del equipo de apoyo, sucio y
de oropel, de su vaquera interpretando Urandangi Dandy ; y despus, prodigio entre los prodigios,
si has formado parte de un pblico totalmente borracho durante la ltima noche del rodeo,
cuando Slim aparece en carne y hueso, ataviado con un sombrero chulo, camisa de seda morada
y msicos sorprendentemente buenos, y le has cantado con lgrimas en los ojos y en la cerveza
Un hombre alto y moreno en la silla de montar.
Durante el ltimo da que pas all, fui a recoger a los dromedarios. Aunque no haban
engordado, estaban ms llenos y Zeleika ya no pareca un saco de huesos. En lneas generales,
estaban en tan buenas condiciones como pudiera desear. Como de costumbre, Bub fue el primero
en acercarse y en olisquear en busca de limosnas. Le di su parte y no me ocup de mirar qu
hacan los otros. Dookie, que siempre haba mostrado una vena celosa y se haba considerado el
jefe de la pandilla -yo incluida-, introdujo mi cabeza entre sus mandbulas, que encaj como un
casco protector. Me babe el pelo durante unos instantes y despus gir sobre las patas traseras,
dio un salto y se alej corcoveando, con cara de estar muy satisfecho consigo mismo. Si hubiese
querido, me habra podido aplastar el crneo como si se tratase de una uva. Normalmente no
permita estas transgresiones a mis animales, pues no poda saber en qu momento iban a decidir
que no les gustaba ser arrastrados a travs de un continente y a rebelarse. Pero no poda decir
nada, pues Dookie me miraba coquetonamente, intentando descubrir si yo haba entendido o no
la broma.
Henry estudi los mapas conmigo, me mostr en qu lugar del Pozo 10 encontrara la
Canning y me dijo cules eran las pistas que existan y las que no y en qu lugar girar al sur.
Tambin me inform de los pozos que poda utilizar a lo largo de la carretera. Carretera? Me
sorprend. Esperaba encontrar una pista dbil o invisible. Haba pensado que tendra que confiar
en la brjula. Las explotaciones mineras eran uno de los motivos del rastreo a que se haba
sometido a los lugares deshabitados. Las carreteras aparecan de la nada y desaparecan en la
nada.
En cierto sentido me sent decepcionada. La Canning sera el ltimo tramo de territorio no
dedicado a la ganadera que vera, y mientras ensillaba los dromedarios pens con pesar que la
parte principal del viaje se aproximaba a su fin. Calcul que tardara unas tres semanas en llegar
a Wiluna, la primera ciudad desde Alice Springs.
Los dos primeros das de viaje fueron espantosos. La tierra estaba reseca y desnuda, un
horrible polvo gris lo cubra todo y enferm dos veces. Fueron los nicos problemas de salud que
sufr durante toda la travesa. Por la tarde me haba dado un bao en un pozo de agua helada y
haba caminado desnuda para secarme. Aquella noche despert con un fuerte ataque de cistitis.

Pero tena pldoras para combatirla; gracias a Dios las haba llevado. De todos modos, pas la
noche en vela.
Uno o dos das despus, sufr unos agudos calambres estomacales, seguramente porque
haba bebido agua en mal estado. Se apoder de m con un torrente sbito e incontrolable y
mientras luchaba por quitarme los pantalones, lanzando puafs de asco, fui vencida por... la
vergenza. El proceso de desocializacin slo haba llegado hasta cierto punto. Quem los
pantalones y desperdici cerca de cinco litros de agua para higienizarme.
A partir de ese momento, la zona comenz a animarse. Las lluvias que se haban originado
en los cuatro ltimos aos haban recorrido esta regin desrtica ms septentrional, evitando las
estaciones ganaderas del sur, Aunque era cualquier cosa menos abundante, al menos exista una
magra seleccin para las bestias. Lo que en un momento anterior del viaje me habra llevado a
hacer una mueca de desprecio, ahora me pareca exuberante. Era un paisaje magnifico de una
manera fosilizada y primordial. Un yermo retorcido y monstruoso de desprendimientos de
arenisca, silencioso y aparentemente apartado del resto de la evolucin de la tierra. Tal vez fuera
la tierra de Dios, pero result extremadamente agotadora para los dromedarios. Las escarpaduras
rocosas los agotaban y heran sus patas. Llevaban una carga casi completa de agua y saba que
tendra que hacerlos descansar en cuanto encontrara agua y alimentos adecuados.
Despus de analizar los mapas, decid que el Pozo 6 pareca prometedor. Estaba acalorada
y frustrada porque esperaba que el riachuelo sealado en el mapa se encontrara un poco ms
adelante, pero no fue as. La colina que se elevaba a mi derecha era interminable. Le grit a Diggity
y le di una patada cuando asust a mis dromedarios. Yo arda de mal humor y la pobre Dig no
saba qu error haba cometido y avanzaba desconsolada, con el rabo entre las patas.
ltimamente haba soportado muchos castigos o, al menos, lo que ella consideraba castigos. Los
Ward me haban regalado un bozal de cuero que tena que ponerle para protegerla de los
seuelos con estricnina, seuelos que arrojaban en el desierto con avionetas, a fin de exterminar
al dingo, el perro nativo australiano. Pero Dig detestaba el bozal: haba gemido, lo haba rascado
y puesto tal expresin de desdicha y congoja que al final se lo quit. No tena la costumbre de
mordisquear reses muertas y la mantena bien alimentada, para que no sintiera la tentacin de
hacerlo.
Por fin llegu al final de la colina y descend por el borde de los elevados mdanos
ondulantes. Al llegar a la cima, vi una cuenca que se extenda hasta el infinito de bruma azul pastel
en cuyo interior flotaban y relumbraban colinas retorcidas y medialunas y unas dunas de color
fuego que acariciaban sus pies; a lo lejos se divisaban algunas montaas mgicas de color violeta.
Alguna vez has odo rugir y llamar a las montaas? stas lo hacan, como si fueran gigantescos
leones. Un sonido que slo estaba destinado a los odos de los orates y los sordomudos. Esa
panormica me dej paralizada.
Jams haba visto algo tan salvajemente hermoso, ni siquiera en los paisajes de mis sueos.

All tena lugar la confluencia de varias regiones importantes: los llanos y las mesetas
ondulantes cubiertos de arbustos espinosos y las brumas azules y lejanas, los mdanos de
vibrantes colores, los montes de arenisca estriada de color rojo oscuro, todo lo cual est
atravesado por ese riachuelo serpenteante verde y blanco slido y reluciente. Descendimos por
el ltimo mdano y nos dirigimos hacia el pozo. Los dromedarios vean la vegetacin y se
esforzaban por llegar. Fue difcil encontrar el pozo, que estaba cubierto de acacias. Se hallaba
unos cinco metros ms abajo y ola como una cinaga putrefacta, pero estaba hmedo y nos
permitira defendernos los pocos das que necesitbamos. El agua tena un sabor espantoso...
pareca sopa de barro, pero logr tragarla aadiendo bastante caf. Encima del pozo colgaba un
cubo de ltigo que no tuve la menor posibilidad de usar. Tirar de mi bidn de hojalata de veinte
litros de capacidad para sacarlo del pozo estuvo a punto de costarme una hernia triple.
Aquella tarde, los dromedarios jugaron en el polvo blanco y levantaron bolas de tierra que
el redondo y rojo sol poniente atrap, revent y convirti en oro. Me ech sobre un colchn de
treinta centmetros de hojas cadas que dispers doradas lenguas de luz en mil direcciones. Las
llamadas nocturnas y los suspiros de las hojas flotaron hasta m con la brisa y a m alrededor se
alzaba una catedral de gigantescos y espectrales gomeros negros y plateados cuyas ramas
acunaban al delgado trocito de la luna de platino. Haba encontrado el corazn del mundo. Me
dorm en ese palacio y dej que las montaas se desdibujaran a lo largo del borde de m mente.
El corazn del mundo, el paraso.
Decid permanecer en aquel lugar mientras durara el agua. En ese momento, Rick y las
responsabilidades estaban tan lejos de m, tan apartados, que no pens ni un instante en ellos.
Pensaba entrar en las colinas de arena y llegar hasta las lejanas montaas. Pero primero los
animales deban descansar. Aqu haba forraje de sobra: hierba de pasto, espinas de camello,
mulgas, todo lo que pudieran desear. Diggity y yo salimos de exploracin. En Pine Ridge
encontramos una caravana cubierta con pinturas aborgenes. Despus trepamos por un estrecho
desfiladero rocoso mientras el viento nos aullaba Y nos silbaba. Subimos hasta la parte ms alta,
donde monstruosos estratos rocosos formaban enormes estribaciones y jalones gigantescos. All,
el rugido del viento haba anudado los rboles, dotndolos de formas mutiladas. En el lejano
horizonte distingu una tempestad de arena que se converta en una nube rojiza surgida de Beau
Geste. Ms al oeste descubrimos antiguas palmeras del desierto. Eran toscos tocones negros que
en la parte superior arrojaban fuentes de agujas verdes apiadas, como una raza extraa dejada
en el planeta olvidado. El lugar tena una cualidad obsesiva y alucinante. Me inflam me elev
como una cometa. Fui dominada por una emocin que no haba sido alimentada con anterioridad:
jbilo.
Esos das fueron como una cristalizacin de todo lo bueno del viaje. Fue lo ms prximo a
la perfeccin que puedo abrigar la esperanza de alcanzar. Analic lo que haba aprendido. Haba
descubierto las capacidades y fuerzas cuya existencia no haba imaginado en los lejanos das como
de ensueos anteriores al viaje. Haba redescubierto a las personas de m pasado y aceptado lo
que senta por ellas. Haba aprendido qu era el amor, que el amor quera lo mejor para los que
te importaban, aunque esto significara tu exclusin; que antes haba querido poseer a las
personas sin amarlas, y que ahora poda amarlas y desearles lo mejor sin necesitarlas. Haba

comprendido el significado de libertad y seguridad; la necesidad de hacer temblar los cimientos
de la costumbre; que, para ser libre, uno necesita vigilar implacable y constantemente las propias
debilidades. Esta vigilancia requiere una energa moral que la mayora de nosotros ramos
incapaces de forjar. Nos relajamos en los patrones del hbito porque son seguros, nos atan y nos
contienen a costa de la libertad. Salirse de los patrones y hacer caso omiso de los atractivos de la
seguridad es una lucha imposible, pero una de las pocas cosas que vale la pena. Ser libre significa
aprender, ponerte a prueba constantemente, arriesgar. No es seguro. Haba aprendido a utilizar
mis temores como trampolines ms que como escollos y, sobre todo, haba aprendido a rer. Me
senta invencible, intocable, me haba ampliado y estaba convencida de que ahora me poda
cruzar de brazos, pues el desierto no tena ms que ensearme. Quera recordar todo esto,
recordar este sitio, lo que significaba para m y cmo haba llegado. Deseaba fijarlo firmemente
en mi memoria para no olvidarlo jams.
En el pasado, mis ataques de pesimismo y melancola me haban conducido, como
barrancos erosionados por el agua, hasta el mismo Jugar. Y pareca que en ese lugar haba un
letrero que deca aqu est: aqu est la cosa por la que debes pasar, de la que debes librarte,
para poder seguir aprendiendo. Era como si el yo me llevara constantemente a ese lugar,
aprovechara toda oportunidad que se le presentaba para mostrrmelo. Era como si all hubiese
un botn que podra apretar con slo que tuviese valor. Con slo que recordara. Ay, pero siempre
olvidamos, o somos demasiado perezosos, o estamos demasiado asustados o demasiado seguros
de que disponemos de todo el tiempo del mundo! Y as regresamos por los barrancos hasta los
lugares cmodos (los cuerdos?), donde no tenemos que pensar demasiado. Donde, al fin y al
cabo, la vida consiste en pasar y donde sobrevivimos semidormidos.
Pens que lo haba logrado. Cre que haba generarlo para m una magia que nada tena
que ver con las coincidencias; cre que formaba parte de una extraa y poderosa serie de
acontecimientos llamados destino y que estaba ms all de necesitar algo o alguien. Aquella
noche recib la ms profunda y cruel de las lecciones: que la muerte es sbita y definitiva y surge
de la nada. Haba aguardado mi momento de mxima autosuficiencia para golpearme. Aquella
noche, tarde, Diggity comi un seuelo envenenado.
Quedaba muy poca comida para perros y yo era demasiado perezosa, demasiado cmoda,
para cazarle algn animal. En consecuencia, le racion la comida. Me despert metindose
tmidamente en el saco de dormir.
-Qu pasa, Dig? Dnde has estado, picarona?
Me lami la cara, se acomod bajo las mantas y, como de costumbre, se acurruco junto a
mi barriga. La acarici. Sbitamente sali del saco y empez a vomitar. Se me hel el cuerpo. Oh,
no, no puede ser, por favor, Jess, esto no. La perra regres a mi lado y volvi a lamerme la cara.
-Est bien, Dig, slo ests un poco malita. No te preocupes, pequea. Ven aqu, entra en
calor y por la maana estars bien.

Poco despus sali nuevamente del saco. Lo que estaba ocurriendo no era posible. Era mi
perra y no poda estar envenenada. Eso era imposible, a ella no poda ocurrirle. Me levant para
revisar lo que haba vomitado. Recuerdo que yo temblaba sin poderme controlar y que
murmuraba una y otra vez:
-Tranquila, Dig, todo est bien, no te preocupes.
Haba comido algn animal muerto, pero, como no ola a podrido, me repet para mis
adentros que no era posible que estuviera envenenada. Me obligu a creerlo pese a que saba
que no era cierto. Pens frenticamente en lo que haba que hacer ante un envenenamiento con
estricnina. Tienes que hacer girar al animal por encima de tu cabeza para que lo devuelva todo,
pero, aunque lo hagas en el acto, prcticamente no existen posibilidades de supervivencia.
-Bueno, de todos modos no lo har, porque no ests envenenada, no ests envenenada.
Eres mi Dig y eso no puede ocurrirte.
Diggity comenz a deambular presa de unas violentas nuseas y regres a m para que la
tranquilizara. Ella lo saba. Sbitamente se alej hasta unas matas de acacia negra y se gir para
mirarme. Me ladr y me aull y comprend que deba de tener alucinaciones, comprend que
estaba muriendo. Sus ojos brillantes grabaron en mi cerebro una imagen que no se me borrar.
Se acerc a m y me puso la cabeza entre las piernas. La alc y la hice girar alrededor de mi cabeza.
La hice girar y girar y girar. Dig pataleo y forceje. Intent fingir que era un juego. La solt y cay
sobre la maleza, ladrando como un perro rabioso. Corr a buscar el arma, la cargu y regres.
Diggity estaba de lado, presa de convulsiones. Le vol la cabeza. Permanec arrodillada e inmvil
durante largo rato. Luego logr arrastrarme hasta el saco de dormir y me acost. Mi cuerpo se
estremeca a causa de unos espasmos incontrolables. Vomit. El sudor empap la almohada y las
mantas. Pens que yo tambin estaba muriendo. Pens que, cuando Dig me lami, haba
absorbido un poco de estricnina. Es esto lo que se siente al morir? Estoy muriendo? No, no,
es slo una conmocin, basta, debes dormirte. Nunca antes ni desde entonces he podido hacer
lo que hice en ese momento: desconect mi cerebro y lo obligu a desentenderse
inmediatamente de todo.
Despert bastante antes del alba. Me bast con la luz enfermiza y alterada anterior al
amanecer para buscar las cosas que necesitaba. Recog a los dromedarios y les di agua. Guard
mis pertenencias, prepar la carga y me obligu a beber agua. No senta nada. Sbitamente lleg
el momento de abandonar aquel lugar y no supe qu hacer. Sent un profundo deseo de enterrar
a la perra. Me dije que resultaba ridculo, que lo natural y lo correcto era que el cadver se
pudriera sobre la superficie de la tierra. Pero yo senta una abrumadora necesidad de ritualizar,
de volver real y tangible lo que haba sucedido. Camin hasta el cadver de Diggity, lo mir e
intent que todo mi ser hiciera frente a lo que haba all. No la enterr, pero me desped de un
animal que haba amado incondicionalmente y sin exigencias. Le dije adis, le di las gracias, llor
por primera vez y cubr el cuerpo con un puado de hojas secas. Camin hacia la maana y no
sent nada. Estaba embotada, vaca. Todo lo que saba era que no deba dejar de caminar.






CUARTA PARTE


DEL LADO LEJANO




11


Aquel da deb de caminar ms de cuarenta y cinco kilmetros. Tena miedo de detenerme;
tena miedo de que los sentimientos de prdida, culpa y soledad me agobiaran. Al final me detuve
en un terreno erosionado y encend una hoguera. Esperaba estar tan agotada como para
dormirme sin tener que pensar. Me encontraba en un estado extrao. Haba pensado que sufrira
una falta de control de mis emociones, pero me senta fra, racional, serena y lo aceptaba todo.
Tom la decisin de concluir el viaje en Wiluna, no porque quisiera huir de l, sino porque me
pareca que el viaje haba acabado por s mismo, alcanzando alguna conclusin psicolgica;
simplemente haba terminado como la ltima pgina de una novela.
Esa noche y casi todas durante los meses siguientes so que Diggity estaba bien. Reviva
en sueos la serie de acontecimientos, salvo que en stos Dig siempre sobreviva y me perdonaba.
A menudo era humana y me hablaba. Fueron unos sueos perturbadoramente vvidos. Yo
despertaba a la realidad de la soledad y me sorprenda de la fortaleza que me permita aceptarla.
Puede parecer extrao que la simple muerte de una perra haya podido tener un efecto
tan profundo en alguien, pero ha de recordarse que, debido a mi aislamiento, Diggity se haba
convertido en una amiga muy querida en lugar de ser slo un animal de compaa. Estoy segura
de que si el incidente se hubiese producido en la ciudad, donde yo habra estado rodeada de mi
gente, el efecto no habra sido ni remotamente tan intenso. Pero en el monte y en virtud de ese
estado de nimo distinto y ampliado, fue tan traumtica como la muerte de un ser humano,
porque en gran medida se haba convertido en humana, haba ocupado el lugar de las personas.
Henry Ward me haba mostrado en el mapa en qu lugar debla girar al sur. Dada la marca
que yo hice en el mapa, el lugar pareca encontrarse a unos pocos kilmetros ms all de cierto
pozo de agua. Sin duda alguna haba cometido un error, pues; aun avanzaba directamente hacia
el oeste a travs de montonos llanos, viendo cmo se reduca a mis espaldas lo que deba de ser
el desfiladero entre las colinas. Aquella noche acamp en una pequea colina de arena que
semejaba una isla creada por la marea. Me hallaba en una regin extraa y opresiva. Era muy
llana, estaba cubierta de polvo de yeso blanco y moteada de matas de una planta carnosa y salada
a intervalos de tres metros y medio. En esa vasta extensin se elevaban intermitentemente fijas
ondulaciones de arena cubiertas de rboles ms altos y de arbustos achaparrados. Tena cierto
aire de abandono y me pona la piel de gallina.
Aquella noche decid utilizar el odiado equipo de radio para comunicarme con Henry y
controlar el rumbo. Estaba ms inquieta que asustada. Deseaba hablar con alguien. Todo
permaneca absolutamente inmvil y Diggity no estaba para jugar, charlar o abrazarla. Me llev
media hora armar el maldito aparato; situ un largo cable en lo alto de un rbol y otro a lo largo

del terreno. No funcion. Haba acarreado aquel monstruo durante dos mil cuatrocientos
kilmetros, lo haba cargado y descargado centenares de veces y la nica vez que lo necesit no
funcion. Probablemente estaba averiado desde el principio.
El ruido ms espelznate que o en mi vida me despert aquella noche. Era un suave y
agudo lamento fnebre que creca cada vez ms. Nunca me haba asustado la oscuridad y, si oa
un ruido cuyo origen no lograba situar, tampoco me preocupaba demasiado. Adems, Dig
siempre haba estado a mi lado para protegerme y consolarme. Pero, a qu corresponda este
sonido? los escalofros me recorrieron la espalda. Me levant y deambul por el campamento.
Todo estaba inmvil, y ahora el ruido se haba convertido en un gemido continuo y sin
modulaciones. Empec a reconocer los primeros indicios reveladores del pnico: ese ruido deba
tener una explicacin racional. O la tena, o yo volva a enloquecer o algn espritu se propona
hacerme perder la cabeza En ese momento sent los primeros revuelos de la brisa. El ruido que
oa corresponda al viento que siseaba a travs de las copas de los rboles bajo los cuales me
encontraba. A ras del suelo no habla existido la menor turbulencia, y ahora el viento que precede
al amanecer -ese frente slido e infatigable de aire fresco- me helaba hasta los huesos y encenda
las ascuas de la fogata. Me met temblando en el saco de dormir e intent conciliar el sueo. En
ese momento habra dado cualquier cosa por poder abrazar la familiar y clida forma de la perra:
la necesidad era como un dolor fsico. Sin ella, sbitamente yo era propensa a esos sentimientos
abrumadores e irracionales de vulnerabilidad y temor.
Casi todo lo que quedaba de esa semana o de esos diez das era una mancha intemporal.
El suelo pas inadvertido bajo mis pies hasta que alguna caracterstica de la regin logr
sustraerme de mis maquinaciones mentales. Tena la extraa sensacin de que, en realidad,
estaba totalmente inmvil y de que el mundo giraba bajo mis pies.
Llegu a una charca casi seca, verde y podrida, llena de cadveres putrefactos de ganado
vacuno, caballos y canguros. En torno a la orilla de la charca se alzaban tramos de murallas de
piedra. Deduje que se trataba de escondrijos de caza de los aborgenes y que probablemente
tenan varios miles de aos. Lo ms seguro era que los cazadores esperaran pacientemente detrs
de los muros, situados de modo que los animales que bajaban a beber no percibieran su olor
contra el viento, y que luego saltaran lanza en mano. Sin duda alguna, aos atrs haban
mantenido limpia la charca. Ahora que no quedaba nadie para conservar y atender este lugar de
recogida de agua que poda ser hermoso, hasta mis animales hicieron una mueca de asco. Era una
cloaca espantosa y ola a muerte y a descomposicin. Por si acaso, esa noche me ocupe de que
los dromedarios bebieran suficiente agua de los bidones antes de soltarlos. Afortunadamente,
estaba demasiado fra para que mis animales quisieran darse un revolcn.
En ese momento ingres en lo que probablemente fue el fragmento ms impresionante y
surrealista de paisaje que vi durante toda la travesa. Dediqu un da a explorarlo A partir de la
meseta quebrada se haba formado una enorme depresin. Peascos de todos los colores
imaginables bordeaban el horizonte. Algunas de sus superficies eran tan lisas y brillantes como la
mejor porcelana. Habla algunas de un blanco puro y deslumbrante, otras rosadas, verdes, malvas,
castaas, rojas, y as al infinito. La depresin estaba cubierta de hinojo marino, que -entonces

pens que era fuego de arena. *Un nombre perfecto. Cuando esta planta se secaba, adquira
infinidad de colores... los colores del arco iris, que reflejaban el brillo y la iridiscencia de los
peascos. Este mundo perdido estaba salpicado de montculos extraamente esculpidos de
piedras y guijarros. Un paisaje marciano visto a travs de cristales multicolores. Recog una
piedrecita y la guarde: arenisca de color rosa plido tachonada de brillos, con una faceta ondulada
por minsculas estras puntiagudas.
*En ingles, juego de palabras entre samphire (hinojo marino) y sand-fire (aprximadamente fuego de arena). (N. del T.)
Incluso esa caminata de exploracin pareca intil. Tuve que obligarme a hacerla. Ahora,
todo era as: poco espontneo, obligado. Incluso haba renunciado a cocinar por la noche.
Revolva los bultos en busca de algo comestible y me obligaba a picar algo aunque no tuviera
hambre.
Las otras monstruosidades topogrficas que me llevaron a detenerme fueron las
hondonadas de arcilla. Estas superficies euclidianas perfectamente llanas, pardas y resecas,
recorran kilmetros tras kilmetros sin una brizna de hierba, ni un rbol, ni un arbusto espinoso,
ni un animal... nada salvo elevadas columnas delgadas, torcidas y pardas de polvo arremolinado
que un cielo ardiente y casi blanco absorba. Observar esas depresiones de arcilla era como mirar
un ocano en calma, con la nica salvedad de que podas caminar sobre ellas. Junto a una
inmensa hondonada apareca una rplica en miniatura de unos cen metros de ancho. Un saln
de baile del desierto, un anfiteatro del interior. At a los animales para el descanso del medioda
y, en medio de ese calor abrasador, limpio, brillante y seco, me quit la ropa y bail. Bail hasta
que no pude ms... lo bail todo: Diggity, el viaje, Rick, el artculo, absolutamente todo. Grit,
aull, llor, salt y contorsion mi cuerpo hasta que se neg a responder. Cubierta de mugre y
sudor y temblorosa de cansancio, volv junto a los dromedarios con las orejas, la nariz y la boca
llenas de polvo y dorm alrededor de una hora. Al despertar me sent curada, ingrvida y dispuesta
a todo.
Me haba adentrado nuevamente en el territorio de las grandes estancias ovejeras. Aqu,
las pistas estaban muy usadas. Me di un bao y nad en el pozo siguiente. Me lav el pelo y
despus la ropa y la colgu de la silla de montar para que se secara. En este lugar tarda unos cinco
minutos en secarse. Mientras avanzaba, me promet a m misma que aquella noche comera
correctamente. Estaba demasiado delirante, demasiado prxima al lmite para seguir as y
necesitaba serenarme.
Divise un vehculo que se acercaba, levantando un reguero de polvo rojo que se extenda
hasta el horizonte. Pens que seguramente serian habitantes de la estacin que iban a controlar
los pozos de agua. Me vest rpidamente e intent centrar mi mente para sostener una charla
breve y sencilla con esa gente del interior. En lneas generales eran personas de pocas palabras,
pero la llegada del coche me asust realmente.
No eran gentes del interior, sino los chacales, las hienas, los parsitos y los parias de la
prensa popular. Cuando vi el teleobjetivo apuntado hacia m, ya era demasiado tarde para

ocultarme, para coger el arma y liquidarlos o incluso para comprender que estaba lo bastante
loca como para hacer semejante cosa. Se desparramaron por el camino.
-Te daremos mil dlares por el artculo.
-Largaos y dejadme en paz. No me interesa.
Mi corazn lata como el de un conejo acorralado.
-Bueno, de todas maneras no estara mal que te acercaras a beber una cerveza fra.
Saban explotar tan bien la mente humana que podan sobornarme con una sorpresa all
donde no podan comprarme ni con mil pavos. Acept el soborno tanto para averiguar qu
suceda en el mundo y por qu haban venido como por cualquier otro motivo. Como quien no
quiere la cosa, me hicieron unas pocas preguntas. Respond superficialmente a algunas y me
negu a hacer comentarios sobre otras.
-Dnde est tu perra?
No supe esquivar a esa gente... Haba vuelto a olvidar las reglas del juego. Se trataba de
volarles los sesos y huir o de convertirse en un borrn condescendiente y tembloroso que se
esforzaba por dominarse.
-Ha muerto. Por favor, no lo publiquis, pues esto acongojara mucho a algunos viejecitos
que hay en mi tierra.
-S, de acuerdo, no lo haremos.
-Me lo prometis, me dais vuestra palabra?
-Claro, claro.
Naturalmente, lo publicaron. Regresaron en avin a Perth con una noticia sensacional en
exclusiva, fabricaron un artculo y as se cre el mito de la romntica y misteriosa dama de los
camellos.
Aquella noche acamp lejos de la carretera, en medio de un espeso bosquecillo. El asunto
publicitario era algo que no haba previsto. Las avionetas que haba visto revolotear todo el da y
que despertaron ligeramente mi curiosidad, me buscaban a m. Qu demonio se haba
apoderado de esas personas? Haba reparado en una especie de frenes en los periodistas que
mencionaron los artculos aparecidos hasta ese momento. Mundial, haban dicho. Yo no poda
creerlo. Regresaron de prisa a sus casas y desempearon su papel en la gran y horrible farsa
llamada el pblico tiene derecho a estar informado. Decid quedarme all un par de das. Si los

periodistas realmente me buscaban, sera mejor ocultarme hasta que las aguas volvieran a su
cauce.
A decir verdad, fue Todo Terreno quien me delat. Deseoso de hacerse notar, cont la
historia de esa mujer maravillosa con la cual haba pasado una noche en el desierto. La cita
deca algo as: Fue romntico. Sus hombros desnudos sobresalan del saco de dormir; sonaban
los cencerros sobre los fardos y convers muchas horas con ella a la luz de la luna. No le pregunt
por qu lo haca ni ella me lo pregunt a m. Nos comprendimos. No era una mala descripcin
de una chalada obnubilada por el sol dentro de un saco de dormir empapado en sudor, manchado
por los dromedarios y mugriento, que por aquel entonces haba intentado inocentemente librarse
de la depresin. Vaya cabrn! Quiz pens que me haca un favor.
Corr haca los arbustos cuando aparecieron los primeros coches provistos de cmaras de
televisin y todos los dems aparatos. Los idiotas haban contratado a un rastreador negro. Pero
ahora empezaba a recuperar mi espritu combativo. Eran unos seres muy estpidos y pesados, no
pertenecan al lugar y, al menos, les llevaba ventaja. Re para mis adentros y emit mudos gritos
de guerra indios desde m escondite. Trace un circulo a travs del bosquecillo y me situ a slo
seis metros de ellos. El sitio donde haba acampado era arenoso, por lo que hasta un idiota ciego
me poda haber rastreado. Mis pisadas se destacaban como letreros de nen, como las roderas
de un camin en una colina de arena.
Uno de ellos, el gordo con la camiseta roja manchada de sudor y el ceo fruncido por el
calor en su cara tambin enrojecida, se dirigi al rastreador negro:
-Est bien, to, dnde est?
-Caray, jefe, esa dama de los camellos quiz sea lista, quiz est cubriendo sus pistas. No
veo adnde ha ido -mene la cabeza y se frot el mentn, pensativamente desconcertado.
Yupi y viva, viva! Habra dado un salto y le habra besado por esa respuesta. El rastreador
saba exactamente dnde me encontraba, pero estaba de mi parte. El gordo lanz una maldicin
y de mala gana le entreg los diez dlares por el trabajo. El aborigen sonri y se guard el dinero
en el bolsillo. Ellos se largaron... unos doscientos cuarenta kilmetros de camino de tierra para
llegar a Wiluna.
Regres a mi campamento, aviv el fuego y me sent con los nervios a flor de piel, invadida,
como si me hubieran arrancado el pellejo. Me senta vulnerable y en el estmago se me habla
formado una fra bola de tensin. Por todos los cielos, qu pasaba aqu? Otras personas ya
haban hecho viajes similares, por qu motivo yo me haba ganado la atencin de todos? Aun
ignoraba el alcance del inters que despertaba la noticia. Pens en cubrir mis huellas, pero eso
no engaara a ningn aborigen y, a la larga, alguno me encontrara. Pens en asustar a todo el
mundo disparando algunos perdigones, pero abandon inmediatamente esa idea porque slo
servida para otro artculo.

Entonces vi pasar el coche de Rick a la velocidad de la luz, perseguido por otros vehculos.
Oh, Dios mo, qu OCURRE? Rick regres cinco minutos despus, sigui mis huellas y se detuvo
a mi lado. Slo pudo hacerme un resumen impreciso de la situacin antes de que todos se apearan.
Haba periodistas de la prensa londinense, otros de televisin y algunos de los peridicos
australianos. Yo silb, les gru y rechin los dientes. Me intern en medio de los arbustos y, desde
detrs de un rbol, les orden categricamente que retiraran las cmaras. Ms tarde, Rick me
dijo que pareca una loca y que me comport como tal. Eso era precisamente lo que ellos
esperaban. Me haba lavado el pelo en un pozo de agua salada y ahora formaba un halo rizado,
desteido y electrizado. Yo estaba agotada y ennegrecida por el sol y, dado que durante la ltima
semana no haba dormido mucho, mis ojos parecan pequeas aberturas de cerdito, con bolsas
de color pardo debajo. Adems, estaba desequilibrada. No me haba recuperado de la prdida de
Diggity y no poda hacer frente a la invasin de los que entonces me parecieron jefes militares
intergalcticos. Me mostr tan inflexible y loca que arrastraron los pies incmodos y me
obedecieron. Sal del bosquecillo. A continuacin, como una tonta, ced un poco. La curiosidad
mat al gato. Al recordarlo, me maravillo de mi misma, de lo que me lleva a pedir
espontneamente disculpas a las personas que he rechazado en el momento en que estaban
dispuestas a tratarme a patadas. No permit que me fotografiaran, por lo que uno de ellos
fotografi el fuego del campamento y dijo:
-No puedo volver con las manos vacas, me despediran.
Un hombre incluso se disculp despus diciendo haber defendido la televisin como
medio de comunicacin y me castig ligeramente por no compartir mi persona con el pblico.
Coment:
-Lo ms gracioso es que la verdad siempre parece interponerse en el camino.
Otros justificaron mi disgusto por la publicidad, diciendo -y publicndolo luego- que yo
estaba comprometida con una revista, que haba hecho el viaje para la revista y, en consecuencia,
no poda hablar con nadie sobre este asunto. Por qu no podan comprender que algunos no
queremos ser famosos y que, una vez perdido, no hay precio que permita comprar el anonimato?
Richard hizo de protector. Me alegr, pues me senta demasiado dbil y confundida para hacerlo
por mi cuenta. Adems, hablaba el lenguaje de ellos. Al final se fueron y Rick y yo pudimos hablar
libremente.
Me cont sus sufrimientos. En algn oscuro peridico extranjero haba ledo que la dama
de los camellos estaba perdida, que no haba dormido durante cuatro das, intentando
contactarme antes de que lo hiciera el aluvin de reporteros y que se haba preguntado si yo
estaba muerta. En Wiluna, los periodistas le haban asaltado y haba intentado quitrselos de
encima, pero no lo logr. Me mostr algunos peridicos que habla recogido. Aparecan algunas
fotos mas en las que le sonrea a la cmara.
-Cmo demonios las consiguieron? -estaba azorada.

-Los turistas las han vendido a los peridicos.
-Jeeeeess.
Al menos haba algunos artculos divertidos. Decan cosas como sta: La seorita
Davidson se aliment de bayas y pltanos (?) Y dijo que, en caso de estar famlica, matarla a los
dromedarios para comer su carne; una noche, la seorita Davidson se encontr con un
aborigen solitario y misterioso que viaj con ella durante un trecho y luego desapareci tan
silenciosamente como haba llegado, o (corresponde a una revista norteamericana de
exploradores) esta semana Robyn Davidson, la dama de los camellos, no tiene puntos por
destruir deliberadamente al dromedario nativo (?) Australiano. Quiz pens que estaba
participando en una montera.
Idiotas!
Repentinamente, los enemigos haban cambiado de bando. Las personas de Alice Springs,
que en aquellos das modestos y annimos no habran movido un dedo por m, se subieron de
repente al carro de la publicidad. Dijeron: Claro que la conoc. Le ense todo lo que sabe sobre
camellos.
Entonces comprend en qu me haba metido y en lo tonta que haba sido al no preverlo.
Al parecer, la combinacin de los elementos -mujer, desierto, dromedarios, soledad-haba tocado
alguna fibra sensible de la psique desapasionada, inhumana y dolorida de esta poca. Dispar la
imaginacin de las personas que se consideran alienadas, impotentes e incapaces de hacer algo
con respecto a un mundo que ha enloquecido. Tuve la mala pata de reunir precisamente esa
combinacin. La reaccin fue totalmente inesperada e imprevisible y muy, muy extraa. Ahora,
yo era de dominio pblico. Ahora era una especie de smbolo. Ahora era objeto de ridculo para
los machistas de miradas estrechas y una aventurera loca e irresponsable (aunque no tan loca
como lo habra sido si hubiera fracasado). Peor an, ahora era un ser mtico que haba hecho algo
audaz y que estaba fuera de las posibilidades de lo que esperaba la gente comn y corriente. Pero
esto era la anttesis de lo que yo quera compartir: el hecho de que cualquiera poda hacer
cualquier cosa. Si yo lograba atravesar un desierto a tropezones, entonces cualquiera poda hacer
cualquier cosa. Y esto se aplicaba sobre todo a las mujeres que durante tanto tiempo han
empleado la cobarda para protegerse, de modo que sta se ha convertido en un hbito.
El mundo es un lugar peligroso para las niitas. Adems, las niitas son ms frgiles, ms
delicadas y ms susceptibles que los varoncitos. Cuidado, presta atencin, ten cuidado. No
trepes a los rboles; no te ensucies el vestido; no aceptes que los desconocidos te lleven en coche.
Escucha, pero no aprendas; no lo necesitars. As crecen las antenas del caracol, buscando esto,
atentas a aquello, la parte inferior de las cosas. La amenaza. As desperdicia ella tantas energas,
intentando romper esos circuitos, apartar los millones de minsculos pulgares que han procurado
sofocar la energa, la creatividad, la fortaleza y la confianza en s misma, que con tanta eficacia la
han llevado a erigir defensas contra la posibilidad, la osada, que con tanta eficacia la han
mantenido prisionera dentro de las ideas de su propia desvalorizacin.

Y ahora se estaba creando un mito en el que yo apareca como un ser distinto, excepcional.
Ocurra porque la sociedad necesitaba que fuera as; porque si las personas comenzaban vivir sus
fantasas y se negaban a aceptar el estril aburrimiento que se les ofrece como normalidad, sera
difcil controlarlas. Para no hablar de la frase DAMA de los camellos. Si yo hubiese sido hombre,
con suerte me habran mencionado en el Wiluna Times, y no hablemos de aparecer en la prensa
internacional. Tampoco poda imaginarlos acuando la frase caballero de los camellos. Dama
de los camellos, tena un deje agradable, protector y despectivo. Etiquetas y encasillamientos,
Vaya truco!
En la ciudad, Rick haba conocido a un hombre llamado Peter Muir. Ex pescador y
excelente rastreador, result ser uno de los campesinos ms fabulosos y de ms talento que he
conocido, perteneciente a una raza en vas de extincin. Vino a visitarnos en compaa de Dolly,
su esposa, y sus hijos. Me alegr de estar con personas serenas y agradables. Conversamos sobre
la regin que yo acababa de atravesar. Probablemente, Peter la conoca mejor que nadie. Haba
pasado la vida oscilando entre las culturas blanca y aborigen y combinaba los mejores elementos
de ambas. Nos cont lo que ocurra en Wiluna. Los periodistas haban invadido la ciudad y ofrecan
dinero a todo aquel que pudiera encontrarme: una especie de acoso; la polica reciba llamadas
internacionales durante la noche y, como era lgico, estaba dispuesta a retorcerme el pescuezo;
la radio del mdico estaba tan saturada que no lograba recibir las llamadas que correspondan a
verdaderas urgencias. En ese momento me enfurec en serio, con una ira profunda y ardiente.
Extraamente, todos los habitantes de la ciudad (en Wiluna haba unos veinte blancos y un
numeroso grupo de negros que vivan en chozas de la afueras) estaban de mi parte. En cuanto
supieron que yo no quera publicidad, se desvivieron por protegerme. La ciudad call como un
muerto.
Peter y Dolly me ofrecieron su segunda casa, situada a varios kilmetros de Wiluna, para
que me ocultara. La gente de Cunyu me invit a dejar los dromedarios en su prado para caballos
y sigui hacindose la tonta con respecto a mi paradero.
-La dama de los camellos? Lo siento, compaero, no tengo la menor idea.
Rick me llev en coche a Wiluna y entonces me cont que haban organizado las cosas de
modo que Jenny y Toly vinieran a visitarme. Querido Rick! Eso era precisamente lo que
necesitaba.
Tras llenar de lujos nuestro escondite, fuimos en coche a Meekatharra -una poblacin
ligeramente mayor situada a ciento sesenta kilmetros al oeste- para recoger en el aeropuerto a
Jenny y a Toly. Al verlos no pude hablar, pero los abrac con todas mis fuerzas. Fuimos al pueblo
a tomar caf y a intercambiar nuestras formidables historias. Verlos y tocarlos fue como una dosis
de tnico. Comprendieron. Acariciaron mis plumas erizadas y me obligaron a rer ante tanta
locura. Dej de sentirme como un criminal perseguido para parecerme un poco ms a un ser
humano normal. Como ya he dicho, en algunos subsectores de Australia la amistad equivale casi
a una religin. Esta intimidad y capacidad de compartir es imposible de describir a cualquier grupo
cultural para el cual amistad equivale a cenas donde uno habla con agudeza sobre el trabajo y la

carrera o reuniones de personas interesantes, todas las cuales se muestran recelosas,
cautelosas y temerosas de no ser interesantes.
Tambin haba correspondencia. Kilos de correspondencia. Haba cartas de amigos, de
seres queridos y cientos de notas de personas annimas cuyo mensaje, en general, era: Has
hecho algo que a m me habra gustado hacer, pero jams tuve valor para intentarlo. Casi me
pedan disculpas, y sus cartas fueron lo que ms me desconcert y me hizo sentir fracasada, pues
lo que yo deseaba era sacudirlos y decirles que, ms que con el valor, tena que ver con la pura
buena suerte y la capacidad de resistencia. Tambin recib mensajes de hombres jvenes que en
la pgina tres hacan una minuciosa descripcin de s mismos (en general eran altos, rubios y
guapos) y decan que conocan una gran selva en Per y me preguntaban si deseaba explorarla
con ellos. Me escribieron viejos pensionistas, y nios, y un porcentaje sorprendentemente
elevado de cartas correspondan a personas que se encontraban en hospitales psiquitricos. Estos
mensajes eran, simultneamente, los ms interesantes y los ms difciles de descifrar. Incluan
muchos diagramas, flechas y extraos mensajes enigmticos que, estoy segura, una semana antes
habra comprendido a la perfeccin. Recib un telegrama de un viejo amigo que deca: Aseguran
que las arenas del Ryo-an son an ms infinitas... Me gust.
Ese da remos, bromeamos y derramamos algunas lgrimas. Fuimos a jugar al billar a la
taberna local y una mujer (la mensaje era local del ABC) repar en las cmaras de Rick y le
pregunt si saba dnde se encontraba la dama de los camellos. Mi amigo respondi que se haba
enterado de que aproximadamente dentro de una semana llegara a Meekatharra y de all viajarla
hacia el sur, pero que, por favor, no lo publicara, pues saba que la dama de los camellos estaba
sumamente molesta con la publicidad. Respondi que s, que todo era espantoso para la
pobrecita, etctera, y se fue inmediatamente a su casa para mecanografiar la noticia, que despist
a todo el mundo y que a nosotros nos hizo revolcar de risa por los pasillos. Rick haba dado esa
respuesta con la expresin ms perfecta de inocencia y le haba pedido que, en nombre de la
decencia, hiciera lo que corresponda, sabiendo en todo momento que la mujer no lo hara.
Comenc a apreciar lo brillante que era Richie y su mucho talento en el delicado arte de la
manipulacin. Cargamos el Toyota con ms alimentos y regresamos a nuestro escondrijo en el
muro de Wiluna.
Acampamos todos juntos en una sola habitacin y encendimos un fuego formidable. Nos
sentamos envueltos en mantas, tostamos malvaviscos y charlamos, charlamos y charlamos;
bebimos caf de verdad y tomamos Bailey, cocinamos pasteles de espinaca y otras delicias
culinarias y fuimos a Cunyu a visitar a los dromedarios. Como yo estaba tan extasiada con la zona
que acababa de recorrer y como, en cierto sentido, me pareci que no la haba visto realmente
por el estado en que me encontraba a causa de la muerte de Diggity, decidimos recorrer un trecho
de la Canning en coche.
La primera parte estaba bastante bien y los caminos de la estancia se encontraban en buen
estado. Sin embargo, una vez que nos internamos en el desierto, avanzamos a ocho kilmetros
por hora. En el preciso instante en que yo elogiaba el desierto, esa cualidad pura y salvaje, la

magia, la soledad y la libertad de ese territorio, giramos en una curva y, posado en el ro, vimos
un helicptero: buscadores de uranio. No haba nada sagrado?
Pasamos dos o tres das de felicidad en la Canning y regresamos a Wiluna, donde
celebraban una gymkhana. Asistan casi todos los estancieros en un radio de varios centenares de
kilmetros. Como en el interior del ms all no hay muchos acontecimientos sociales, todo el
mundo hace un esfuerzo concertado por ir, aunque est padeciendo una sequa. Esta vieja ciudad
fantasma con sus edificios vacos -otrora suntuosa gracias al alud del oro y ahora cubierta de
inscripciones y de cristales rotos- normalmente albergaba a los policas, tabernero, el
administrador de correos y el tendero. Ahora con una metrpoli rural, un sombro recuerdo de
su yo antao bullicioso. Aquella noche se organiz un baile al que mis amigos y yo fuimos
cordialmente invitados. Cuando llegamos, nos topamos en la derruida entrada con un trajeado
portero encargado de echar a los alborotadores, No saba quines ramos y dijo que no podamos
entrar porque no bamos vestidos de etiqueta. Era un modo elegante de impedir la entrada de
los aborgenes. Los grupos de negros se apiaban a las puertas del saln
Fue una situacin difcil para m. Jenny y Toly se indignaron ante el trato que reciban los
negros y yo qued atrapada entre dos versiones de la verdad. Los estancieros me caan bien y
saba que no se consideran racistas. Cuando contemplan los srdidos campamentos que rodean
la poblacin, slo ven la violencia, la suciedad y la incomprensible falta de tica protestante en el
trabajo. Aunque en lneas generales muestran un respeto protector por los aborgenes ancianos,
son incapaces de ver ms all de lo inmediato y de sus propios valores, de comprender por qu
se produjo esa degradacin y cul es el papel que ellos han desempeado, tanto tradicionalmente
como en el presente. Wiluna tena un caudal de problemas sociales y era un buen ejemplo de lo
que puede producir la destruccin de la cultura.
Dejamos Wiluna al da siguiente. La ltima noche que pas con Jen y Tom en la pista los
convenci de que los dromedarios son virtualmente humanos. Los mos tenan la costumbre de
mantenerse cerca del campamento, buscando limosnas o esperando a que yo no los viera para
meter sus caras de labios alargados en los morrales. Aquella noche, mientras cenbamos, Dookie
nos divirti, intentando llegar hasta el gran frasco de miel que saba que estaba oculto en un bulto
cerca de donde yo me encontraba. Le dije que se largara. As comenz el juego de veamos hasta
qu punto puedes fastidiar a Rob sin recibir un tortazo. Avanz indiferentemente centmetro a
centmetro. De haber sido humano, su conducta habra consistido en tener las manos a la espalda,
mirar al cielo y silbar, Simulando comer, pero todos lo observbamos por el rabillo del ojo. Dookie
se lanz hacia el morral, le di un golpe en los labios y retrocedi unos quince centmetros.
Seguimos comiendo. Para diversin incontrolable de Toly, a continuacin Dookie fingi comer un
arbusto totalmente seco y pase la mirada para poder vigilar la miel con sus ojos pequeos,
redondos y brillantes; cuando crey que ya nos tena engaados con su inocencia y su tctica de
distraccin, se lanz en directo hacia el morral e intent llevrselo.
-Est bien, Rob, retiro lo dicho. No es verdad que les adjudiques un carcter
antropomrfico.

Haba aprendido a guardar correctamente la comida por la noche de la manera ms
dolorosa, tras un incidente protagonizado por Bub en la Carretera del Can de Escopeta. Haba
abierto una lata de cerezas (el ltimo de los lujos en el desierto) y, con el propsito de prolongar
el placer, dej la mitad de la lata junto al saco de dormir, para tomarla de desayuno. Por la maana
despert con la cabeza de Bub en mi regazo y unas sospechosas manchas de cereza en sus labios.
Era imposible quitarles esa costumbre. Adems, hasta cierto punto me gustaba, me haca rer y la
reforzaba constantemente regalndoles todo lo que poda. No discriminaban entre las diversas
cosas que les daba. Yo poda coger un trozo de mulga, que era lo que estaban comiendo, y se
peleaban por cogerlo sencillamente porque vena de mi mano.
Las dos semanas siguientes las pas con Rick y fueron tranquilas y agradables. Lo extrao
de estar con una persona en un desierto reside en que acabas siendo su peor enemigo o su mejor
amigo. Al principio haba sido difcil. Ahora, libre yo de las presiones de sentir que Rick me haba
despojado de algo o, mejor dicho, dada mi aceptacin de las cosas tal como ocurran, ms el
hecho de que Rick era una persona distinta, la amistad se ciment firmemente. Contaba con una
base slida llamada experiencia compartida o con la tolerancia surgida de ver a alguien en sus
mejores y en sus peores momentos, despojado de todo valor social: los descamados huesos que
otro ser humano. Rick haba aprendido muchas cosas del viaje; a veces pienso que le sac mucho
ms jugo que yo. Habamos compartido algo milagroso que a los dos nos modific de raz.
Supongo que nos conocimos muy bien. Adems, Rick ya no estaba situado detrs de la cmara y
haba pasado a formar parte del viaje.
Durante ese perodo, la cuestin comida para los animales fue peor de lo q te yo esperaba.
No tena demasiada importancia teniendo cerca a Rick. Se port maravillosamente bien. Hubo de
conducir unos mil quinientos kilmetros ms para traerme desde Meekatharra balas de avena o
alfalfa.
Rick se haba sentido muy mal por la muerte de Diggity. Creo que nunca haba tenido un
animal de compaa y que sta era la relacin ms estrecha que haba sostenido con un can. Se
queran muchsimo. Nunca vi a Diggity tan encariada con una persona. Un par de semanas
despus de salir de Wiluna, una noche, Rick regres tarde al campamento, despus de haber
conducido caritativamente unos cientos de kilmetros de ms para recoger forraje. Estaba muy
cansado y no se senta bien. Me despert de un sueo especialmente perturbador en el que
Diggity daba vueltas alrededor del campamento y gema, pero no se acercaba cuando yo la
llamaba. Rick estaba agobiado por el agotamiento y, cuando se acerc, dijo:
-Eh, qu hace Diggity all? Estuve a punto de atropellarla cuando llegu al campamento...
Lo haba olvidado. No s cmo explicado y ni siquiera lo intentar, pero no fue el nico
incidente de este tipo que ocurri a lo largo de aquellas semanas.
A esas alturas nos turnbamos para guiar a los dromedarios. Mejor dicho, de mala gana y
nerviosamente permita que Rick lo hiciera. Se las ingeniaba bastante bien, a pesar de que Dookie
le detestaba con una pasin celosamente ardiente. Ah, como me re! Si Rick intentaba hacer algo

con l, Dookie pona los ojos en blanco, alzaba la cabeza, hinchaba el cuello y grua
amenazadoramente tal como apenas recordaba que hacan los machos.
Era como si dijera: T no eres mi jefe y, si me tocas, te partir en dos como a una rama,
cero a la izquierda. Saba que Dookie no hara dao a Rick -bueno, estaba segura en un noventa
y nueve por ciento- y ste prefera que lo manejara yo. Era realmente divertido. Me situaba cerca
de Rick y le peda que intentara colocarle la rienda a Dookie; el animal interpretaba su papel y
despus bajaba la cabeza hacia m y resollaba, me mordisqueaba y se pona carioso para
demostrar a aquel advenedizo entrometido en quin volcaba su afecto.
No acabara de contar excelencias acerca de los dromedarios. Y a la larga se ganaron las
mieles. Rick y yo fuimos en coche a una estancia para enviar un mensaje a Geographic y al regresar
encontramos el campamento revuelto y copiosas cantidades de miel por todas partes: carga,
sacos de dormir, labios de dromedarios, pestaas de dromedarios, traseros de dromedarios por
todas partes. Los animales saban lo que haban hecho y se esfumaron en cuanto me vieron.
Los estancieros que conoc en esa zona eran inenarrablemente amables. Resultaba
imposible saber por sus expresiones que la sequa los estaba arruinando. Nos alimentaron a
nosotros y a los dromedarios hasta que quedamos como pequeos budines. Me dijeron que,
indudablemente, un comit de bienvenida me recibira en Carnarvon, la ciudad costera a la que
pensaba llegar. Caramba! Tendra que cambiar de planes. Algunos meses atrs, en la carretera,
haba conocido a un grupo de personas, uno de los pocos que me cayeron instantneamente bien.
Eran propietarios de una estancia de ganado lanar a unos trescientos kilmetros al sur de
Carnarvon, cerca del mar, y me haban pedido que pasara por all. Decid hacerlo. Como estaban
dispuestos a acoger los dromedarios, uno de mis mayores problemas quedara resuelto.


12


Me quedaban por recorrer menos de trescientos kilmetros cuando tuvo lugar el ltimo
desastre. La compaa de Rick haba llegado a infundirme una falsa sensacin de seguridad. Tras
haber pasado por tantas dificultades y recorrido tanto camino, por supuesto que nada poda salir
mal. El resto sera fcil. Avanzbamos a travs de las estaciones que bordean el ro Gascoyne; el
forraje pareca mejorar; Rick estaba all y aparentemente todo marchaba bien. En ese momento,
Zeleika sufri una hemorragia interna.
No supe si la sangre sala por la vagina o por la uretra. Hice un diagnostico provisional de
infeccin de las vas urinaria y le di diariamente cuarenta pastillas de las que haba llevado para
m. Las ocultaba en una naranja. Tambin le di inyecciones con grandes dosis de terramicina y
esper que ocurriera lo mejor. Haba alimentado a Goliath durante todo el viaje y ahora solo era
piel y huesos. Rick fue en automvil hasta la estacin siguiente, Dalgety Downs, para tratar de
conseguir forraje especial y medicamentos. Zeleika se negaba a comer y pens que seguramente
morira.
La gente de Dalgety envi a Rick cargado de provisiones y con un camin de transporte de
ganado a fin de que cargramos a Zelly para que llegara cmodamente a la estancia. All podra
descansar como corresponda y ser cuidadosamente alimentada. Hospitalidad de las estancias.
La testaruda y vieja hembra se neg a acercarse siquiera al camin. Lo intentamos de todas
las maneras posibles. Colocamos una rampa para que subiera, pero no sirvi de nada. La atamos
con cuerdas, la engatusamos, la sobornamos y la golpeamos, pero no estaba dispuesta a poner
un pie en el vehculo por nada del mundo. Decid ensillar y caminar hasta Dalgety, dejando libre
a Zelly para que pudiera seguirnos. Fue en ese momento cuando me sorprendi totalmente.
Goliath, o no, Zeleika enfil hacia Alice Springs. Lo intent dos veces y las dos se fue derecha hacia
el este, hacia el hogar La at en la retaguardia de la fila y caminamos lentamente hasta Dalgety.
La primera tarde acampamos junto a un pozo de agua y escuchamos el zumbido de una
avioneta. Traz algunos crculos sobre nosotros, inclin las alas y, para nuestro desconcierto,
aterriz en la ondulada pista de tierra. Rick se acerc en coche para ver quin era el piloto valiente
y manitico.
Regres diez minutos despus acompaado de un hombre con sombrero, botas de montar
y espuelas. El to se ape de un salto, me aplast clidamente los nudillos y se present. Dijo que
se haba enterado de que yo tena un dromedario enfermo y que decidi dejarse caer para
averiguar si necesitaba a algo. Posea una estancia por la que habamos pasado antes, pero,

cuando lo hicimos, l estaba fuera. Le llev a ver a los dromedarios mientras me contaba
afanosamente que saba algo sobre estos animales, pues su padre haba tenido algunos.
-S, la pobre vieja est bastante fastidiada -coment, utilizando sin dificultades la jerga del
interior-. En realidad, como un cuervo en botes de mermelada. S, nada ms que cebo para los
cuervos, pobrecita.
Zeleika, que ahora pareca una superviviente de Auschwitz, se encontraba junto a los dos
sanos machos castrados. El hombre se acerc a paso lento a Dookie, lo mir con atencin, mene
lenta y pesarosamente la cabeza y coment:
-S, caramba, es verdad que tiene una camella enferma. Pobre y vieja sinvergenza. Tsc tsc
tsc tsc tsc. De todas maneras, no s qu se puede hacer por ella.
Con elegancia, Richard y yo intentamos dominar nuestros balbuceos y risas mientras el
hombre segua hablndonos de los dromedarios. Richard le llev en el vehculo hasta la avioneta
y el hombre despeg levantando una nube de polvo, inclin las alas y desapareci en el cielo. Aun
nos reamos de este incidente.
Un da despus llegamos a Dalgety. Margot y David Steadman se enamoraron de los
dromedarios a primera vista y los malcriaron descaradamente. Tras pasar una semana en la
estacin, Zeleika mejor hasta tal punto que pens que no tendra dificultades en llegar a la costa.
Estaba convencida de que un bao en el mar le hara mucho bien. La mantuve alejada de Goliath
gracias a la ayuda de los corrales para ganado y esto aceler su recuperacin. El pequeo no dej
de gritar, de quejarse ni de maldecir, pese a que le di un cubo tras otro de leche y melaza. Vaya
cerdo! Tambin fue traumtico para Zeleika, que no dej de tratar de pasar las ubres a travs de
la valla, para que l mamara. Al cabo de otra semana de atenciones tena mejor aspecto que
durante el viaje. Incluso logr producir uno o dos cubos de leche a primera hora de la maana.
Decid llevarlos a la estacin de Woodleigh, donde Jan y David Thomson esperaban,
impacientes, nuestra llegada. La finca slo se encontraba a ochenta kilmetros del ocano y a
unos benditos ciento sesenta kilmetros de Carnarvon, el comit de bienvenida y la prensa. Como
los periodistas an me ponan nerviosa, para cerciorarnos de que no me perseguiran, decidimos
que, a travs del aparato emisor y receptor de los Steadman, yo enviara a Rick un falso telegrama
que dira: Zeleika sigue enferma, llegar Carnarvon mediados noviembre. Fue un sucio truco, pero,
como descubr ms tarde, result eficaz. Deseaba recorrer en solitario ese ltimo tramo corto, y
Rick y yo acordamos reunirnos en Woodleigh pocas semanas despus.
El tiempo estaba cambiando. En el desierto no existen ni la primavera ni el otoo definido.
El clima es fro, caluroso, muy caluroso o infernalmente caluroso. Se estaba volviendo
infernalmente caluroso. Mientras las estaciones que rodeaban Dalgety contaban con tierras
buenas y frtiles, las que encontr ms al sur eran totalmente distintas: lomas rojas y ondulantes
de arena cubiertas de rboles achaparrados de color caqui llamados wanyu, una especie de mulga
que constitua un forraje bastante aceptable para los dromedarios, pero que los mos se negaron

a probar. Jams lo haban visto. En pocos das perdieron la buena forma que haban recuperado
en Dalgety. Intent convencerlos de que era un alimento delicioso, pero no me creyeron; no
confiaron en m. Prcticamente lo nico que haba era wanyu. Cuando llegu a Callytharra, la
ltima estacin anterior a Woodleigh, de nuevo estaba preocupada por ellos.
En esta ocasin me rescataron George y Lorna. Llegu a su granja, un pequeo cobertizo
de metal ondulado lleno de encanto, aunque emplazado en una ardiente depresin polvorienta
y rodeada de maquinaria rota e irreparable y de cabras salvajes domesticadas. Estos dos seres
humanos me sorprendieron. No tenan nada, ni electricidad ni dinero, y la sequa los haba
perjudicado profundamente. Eran extraordinarios. Compartieron conmigo todo lo que tenan.
Con ocasin de mi llegada, hicieron aparecer una vieja botella de cerveza que Lorna haba
guardado bajo el colchn Dios sabr durante cunto tiempo, para utilizarla en un caso de clico
de los caballos. Me dio forraje del caro para los dromedarios y me cuid como a su hija perdida
haca mucho tiempo. Ambos eran un ejemplo perfecto de lo que en Australia se conoce como los
verdaderos luchadores. Lorna, mujer de cincuenta o sesenta aos (era difcil saberlo), an
montaba a pelo. George mantena en funcionamiento los pozos y la maquinaria de su estacin
con trozos de alambre y patadas. Se las ingeniaban para resistir y seguan siendo amables,
generosos, cariosos y no se quejaban, pese a que no tenan absolutamente nada. La noche de
mi partida, me alcanzaron en su viejo cacharro para darme an ms forraje para los animales y
una botella de limonada tibia. El coche se haba averiado durante el trayecto, pero George era
capaz de reparar cualquier cosa y llegaron al campamento a ltima hora. De todas las personas
del interior que conoc durante el viaje, creo que George y Lorna personificaban mejor que nadie
el espritu rural de lucha por la vida.
Slo me encontraba a dos das de distancia de Woodleigh y, naturalmente, todo comenz
a desintegrarse. De pronto aparecieron agujeros y desgarrones en la carga, de la noche a la
maana las sillas irritaron los lomos de los animales y mis ltimas sandalias dignas de confianza
se rompieron. Como no poda andar descalza, tuve que arreglarlas con un cordel, que me hiri y
lastim los pies. Era posible frer un huevo sobre la arena. El terreno resultaba todo igual, los
pozos eran de agua salada y tibia y yo slo quera llegar a Woodleigh, sentarme a la sombra y
beber litros de t. Me haba quitado la ropa a causa del calor cuando tropec con la granja. Estaba
mal sealada en el mapa y apareci diez kilmetros antes de lo que haba previsto. Me vest a
toda prisa y me acerqu a la casa.
Es difcil decir si Jan y David se sintieron ms contentos de verme a m o a los dromedarios.
Saba que all mis animales disfrutaran de un retiro dichoso y mimado. Hasta hoy, mis amigos de
Woodleigh son los nicos con los que realmente puedo analizar ad nauseam la conducta de los
dromedarios y saber que comprenderan. Los adoran tanto como yo y prcticamente son esclavos
de todos sus caprichos. Dookie, Bub, Zelly y Goliath haban entrado con el pie derecho. Este era
su nuevo hogar y lo ocuparon en el acto.
Rick lleg pocos das despus, veloz, enrgico e indominable tras sus tratos con el mundo
exterior. Esta vez se haba asomado peligrosamente desde varios helicpteros en Borneo. Me
cont que el da anterior, cuando hizo reparar el coche en Carnarvon, el mecnico del garaje le

coment: Eh, se ha enterado de lo que le ha ocurrido a su amiga? La dromedaria est enferma
y llegar aqu a mediados de noviembre.
Jan y David se ofrecieron a llevar en camin a los animales hasta un lugar situado a unos,
veinte kilmetros del ocano. Me pareci perfecto, pues no era purista. Adems, haca calor. Esta
vez, at a los dromedarios e hice subir en ltimo lugar a Goliath. Entr de un salto en el camin
sin plantear problemas. No estaba dispuesto a permitir que se llevaran su provisin de leche.
Me ape con los dromedarios. Jan y David prometieron venir a buscarnos una semana
despus. Ensill a los animales y recorr los ltimos kilmetros llena de temores. No quera que el
viaje terminara. Deseaba regresar a Alice, a la Canning o a cualquier parte. Me gustaba viajar as.
Disfrutaba. Incluso lo haca relativamente bien. Me imagin a m misma pasando el resto de la
vida como una gitana, deambulando por el desierto con una manada de dromedarios a mis
espaldas. Adems, los amaba. La idea de separarme de ellos era insoportable. Tampoco quera
que Rick me esperara en el ocano. Deseaba estar sola en ese momento. Le ped que, al menos,
no tomara fotos. Me dirigi esa mirada petulante y atravesada. Sonre y pens irnicamente para
mis adentros: bueno, est bien, al final ser igual que al principio. No era tan importante; en
realidad slo se trataba de justicia potica.
En ese momento divis el sol de la tarde destellando sobre el ocano Indico, detrs de la
ltima duna. Los dromedarios lo olan y estaban endiabladamente sobresaltados. Ah estaba yo,
al final del viaje, con todas las cosas tan borrosas e irreales como al principio. Me resultaba ms
fcil verme a travs de la lente de Rick, cabalgando por la playa durante esa puesta de sol tpica,
del mismo modo que me resultaba ms fcil permanecer junto a mis amigos y despedirme de la
turulata mujer de los camellos, el olor picante del polvo que nos rodeaba y en nuestra mirada el
temor de que era demasiado lo que no habamos dicho. Senta un jbilo indescriptible y una
profunda tristeza. Todo haba ocurrido demasiado deprisa. No crea que fuera el final de todo.
Seguramente haba algn error, en alguna parte alguien me haba robado un par de meses. No
era tanto la cualidad decepcionante de la llegada al ocano como la abrumadora sensacin de
que me haba equivocado al situar la penltima escena.
Descend por ese litoral del pleistoceno asombrosa y gloriosamente fantstico, con el
regordete sol sobresaliendo por encima de un horizonte plano, y lo nico que logr experimentar
fue la sensacin de que todo haba acabado tan bruscamente que no poda darme cuenta de que
estaba terminado, que probablemente pasaran aos hasta que volviera a ver a mis amados
animales y el desierto. No tuve tiempo de prepararme para la serie de ondas de choque. Qued
paralizada.
Los dromedarios quedaron atnitos al ver el ocano. Jams hablan visto tanta agua. Las
gotas de espuma corrieron por la playa y les hicieron cosquillas en las extremidades, por lo que
saltaron con sus cuatro patas. Bub estuvo a punto de hacerme volar por los aires. Se detenan,
giraban para observarlo, saltaban de lado, se miraban entre s con sus narices alzadas y ridculas,
volvan a mirarlo y nuevamente se adelantaban. Se apiaron en una temerosa confusin de
cuerdas. Goliath fue derecho a darse un bao. Aun no saba lo que era la prudencia.

Pas una semana de delirio en esa playa. El azar quiso que concluyera la travesa en un
lugar del litoral nico en el mundo. Bordeaba el brazo interior de una cala conocida con el nombre
de Hamelin Pool. Puesto que una capa de hierbas marinas obstrua la entrada al mar, el agua de
ese estanque enorme y relativamente poco profundo era muy salina, hecho afortunado para los
estromatolitos, primitivas formas de vida que durante quinientos millones de aos haban vivido
all. Aquellas extraas piedras primitivas se alzaban desde la orilla como una serie de Lon Chaney
petrificados. La playa se compona de pequeas conchas de coquinas perfectas y delicadas como
las uas de un beb. A cien metros de esta capa suelta apareca otra compacta y combinada con
cal hasta formar un bloque solido que descenda ms de doce metros y que los lugareos cortaban
con sierras abrazaderas, a fin de construir sus hogares. Esta capa estaba cubierta de rboles
nudosos y achaparrados y plantas carnosas -excelente forraje para camellos- y detrs aparecan
los llanos de yeso y las ondulaciones de arena roja del desierto. Pesqu jureles y nad en las aguas
turquesas ms transparentes que haya visto en mi vida; con excepcin de Zeleika, que se neg
firmemente incluso a chapotear, llev a nadar a los animales; camin por la playa que de tan
blanca resultaba cegadora y observ las pequeas plantas verdes y rojas semejantes al cristal y
me relaj frente a la fogata bajo un cielo sanguinolento. Los dromedarios seguan deslumbrados
por el agua e insistan en que era potable, pese a que cada vez que la probaban hacan una mueca
de asco y la escupan. A menudo bajaban a la playa durante el crepsculo para detenerse y mirar.
Nuevamente, y por ltima vez, me dej volar. Haba reducido mis pertenencias casi a la
nada: un equipo de supervivencia, eso era todo. Tena un sarongs viejo y sucio para el calor y un
jersey y calcetines de lana para el frio; dispona de algo para dormir y algo para comer y beber, y
eso era todo lo que necesitaba. Me senta libre sin lmites y ligera, y deseaba seguir as. Ojal
pudiera aferrarme a eso. No quera quedar atrapada en la locura del exterior.
Pobre tonta, me crea realmente todas esas idioteces. Olvidaba que lo que es verdad en
un lugar no necesariamente lo es en otro. Si paseas por la Quinta Avenida con olor a mierda de
camello y hablando contigo misma, te evitan como a la peste. Hasta tus mejores amigos
norteamericanos se negaran a reconocerte. Los ltimos y frgiles fragmentos de mi ingenuidad
romntica estaban a punto de ser quemados definitivamente por Nueva York, ciudad a la que
llegara cuatro das despus conmocionada, intimidada por los caones de cristal y cemento,
sintiendo que mi nuevo equipo de identidad de aventurera me sentaba mal y me resultaba
incmodo, respondiendo a preguntas necias que hacan que experimentara el deseo de tener una
tienda de animales de compaa, defendindome de personas que me decan cosas como bueno,
querida, y ahora qu? Los Andes en patn? y soando con otro tipo de desierto.
La ultima maana, antes del amanecer, mientras preparaba el desayuno, Rick se agit,
dormido, levant la cabeza apoyndola en un brazo, me mir acusadoramente y pregunt:
-Cmo demonios lograste que los dromedarios llegaran aqu?
-Qu?
-Mataste a sus padres, no?

Se burl y se regode malignamente unos instantes. Volvi a dormirse y despus no
recordaba nada. En ese sueo se ocultaba algn tipo de verdad indefinida.
Jan y David llegaron con el camin, cargaron a mis bestias, y las llevaron a su lugar de retiro.
Contaba con muchos kilmetros cuadrados para vagabundear, con personas que las amaban y las
mimaban, y no tendran nada que hacer, salvo pasar la vejez mirando a la Meca y contemplar el
desarrollo de sus jorobas. Pas muchas horas despidindome de ellos. La separacin me produjo
un autntico dolor fsico y volv a acercarme para apoyar mi frente en sus espaldillas lanudas,
decirles lo maravillosos, inteligentes, fieles y sinceros que eran y lo mucho que los extraara. A
continuacin, Rick me llev en coche a Carnarvon, situado a unos ciento sesenta kilmetros al
norte, donde cog el avin que me llev a Brisbane y luego a Nueva York. No recuerdo nada de
ese viaje en coche, salvo que intent disimular las cantidades embarazosamente copiosas de agua
salada que surgan de mis ojos.
En Carnarvon, ciudad aproximadamente del mismo tamao Alice Springs, sufr la primera
conmocin del choque cultural que me estremecera durante los meses siguientes y del cual creo
que nunca me he recuperado por completo. Dnde estaba la valiente Boadicea de las playas?
Traed Nueva York. Traed Geographic, soy invencible, haba dicho. Ahora se haba metido en su
concha a causa del ataque violento de todos esos seres de aspecto estrafalario, coches, postes de
telgrafo, preguntas, champan y alimentos demasiado fuerte. El alcalde y su esposa me invitaron
a cenar y descorcharon una botella de champn de dos litros. A mitad de la cena me sent mal,
logr salir y vomitar junto a un inocente camin de bomberos. Rick me sostena la frente y deca:
-Clmate, clmate, todo saldr bien.
Entre un jadeo y otro, yo responda:
-No, no es as, es horrible, quiero regresar.
Cuando ahora recuerdo el viaje, cuando intento deslindar la realidad de la fantasa,
recordar cmo me sent en un determinado momento o durante un incidente concreto, cuando
intento revivir esos recuerdos que han estado enterrados y distorsionados tan implacablemente,
de la confusin slo surge un hecho claro: el viaje fue sencillo. No result ms peligroso que
atravesar la calle, ir en coche a la playa o comer cacahuetes. Las dos cosas importantes que
aprend consisten en que eres tan poderosa y fuerte como te permites serlo; y que la parte ms
difcil de todo empeo reside en dar el primer paso, en tomar la primera decisin. Incluso
entonces supe que las olvidara una y otra vez y que tendra que retroceder, repetir esas palabras
que haban perdido significado e intentar recordar. Incluso entonces supe que, en lugar de
recordar la verdad, caera en una nostalgia intil. Como sospech en todo momento y como
estaba a punto de confirmar, los viajes con dromedarios no comienzan ni terminan, simplemente
cambian de forma.









AGRADECIMIENTOS


Quisiera expresar mi agradecimiento a Rick Smolan por permitirme incluir catorce
fotografas tomadas por l: las nmeros 2, 13 a 23, 30 y 31. Tambin es suya la foto en color
reproducida en la sobrecubierta por cortesa de Contact de Colorific. Toly Sawenko y Jenny Green
me cedieron generosamente sus fotos, que aparecen con los nmeros 1, 3 a 11, 28 y 29. La
espectacular fotografa de los Montes MacDonnell (numero 12) fue proporcionada por Colour
Library International y el Daily Mirror de Sidney, cuyo reportero se encontraba entre los que me
hallaron en el camino a Wiluna y tuvo la amabilidad de enviarme las nmeros 26 y 27. Las
restantes corresponden a las pocas fotos que tom personalmente.
El mapa fue realizado por Ray Manin, de Art Services.




NDICE
Portada
Texto de la solapa Pg. 03
Dedicatoria Pg. 09
Prlogo Pg. 11
PRIMERA PARTE El salto desde Alice Pg. 13
Captulo 1 Pg. 15
Captulo 2 Pg. 25
Captulo 3 Pg. 39
Captulo 4 Pg. 53
Captulo 5 Pg. 67
SEGUNDA PARTE Descargndome Pg. 85
Captulo 6 Pg. 87
Captulo 7 Pg. 99
Captulo 8 Pg. 115
TERCERA PARTE Pequeo breve largo camino Pg. 123
Captulo 9 Pg. 125
Captulo 10 Pg. 147
CUARTA PARTE Del lado lejano Pg. 171
Captulo 11 Pg. 173
Captulo 12 Pg. 185
Agradecimientos Pg. 193
Fotos Pg. 197
Mapa Pg. 211
Contraportada











FOTOS
(Estn ubicadas entre las pginas 112 y 113 del libro)






























































.TRACKS.
robyn davidson

También podría gustarte