El documento narra la historia de un caballero llamado don Dionís que disfrutaba de la caza. Un día, mientras cazaba con su hija Constanza, el zagal Esteban les contó que podía hablar con los ciervos. Más tarde, el montero Garcés esperó ver las corzas blancas pero se encontró con un grupo de mujeres bañándose. Al intentar disparar a una corza, resultó ser Constanza, a quien hirió mortalmente.
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El documento narra la historia de un caballero llamado don Dionís que disfrutaba de la caza. Un día, mientras cazaba con su hija Constanza, el zagal Esteban les contó que podía hablar con los ciervos. Más tarde, el montero Garcés esperó ver las corzas blancas pero se encontró con un grupo de mujeres bañándose. Al intentar disparar a una corza, resultó ser Constanza, a quien hirió mortalmente.
El documento narra la historia de un caballero llamado don Dionís que disfrutaba de la caza. Un día, mientras cazaba con su hija Constanza, el zagal Esteban les contó que podía hablar con los ciervos. Más tarde, el montero Garcés esperó ver las corzas blancas pero se encontró con un grupo de mujeres bañándose. Al intentar disparar a una corza, resultó ser Constanza, a quien hirió mortalmente.
El documento narra la historia de un caballero llamado don Dionís que disfrutaba de la caza. Un día, mientras cazaba con su hija Constanza, el zagal Esteban les contó que podía hablar con los ciervos. Más tarde, el montero Garcés esperó ver las corzas blancas pero se encontró con un grupo de mujeres bañándose. Al intentar disparar a una corza, resultó ser Constanza, a quien hirió mortalmente.
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Belleza implacable
La corza blanca de Gustavo
Adolfo Bcquer Rangel Alfaro Yahir B.
Introduccin En un pequeo lugar de Aragn; y all por los aos de mil trescientos y pico, viva retirado en su torre seorial un famoso caballero llamado don Dions, el cual despus de haber servido a su rey en la guerra contra infieles, descansaba a la sazn, entregado al alegre ejercicio de la caza, Aconteci una vez a este caballero, allndose en su favorita diversin acompaado de su i!a, cuya belleza singular y e"traordinaria blancura le aban gran!eado el sobrenombre de Azucena, que como se les entrase a ms andar el da engolfados en perseguir a una res en el monte de su feudo, tuvo que acogerse, durante las oras de la siesta, a una caada por donde corra un riacuelo #ecostado sobre la menuda grama a la sombra de una copera, departiendo amigablemente con sus monteros sobre las peripecias del da, y refiri$ndose unos a otros las aventuras ms o menos curiosas que en su vida de cazadores les aban acontecido Empezaron a saltar por entre las apiadas matas de cantueso y tomillo, y a descender a la orilla opuesta del riacuelo, asta unos cien corderos blancos como la nieve, detrs de los cuales, con su caperuza calada para libertarse la cabeza de los perpendiculares rayos del sol, y su atillo al ombro en la punta de un palo, apareci el zagal que los conduca% Desarrollo &A propsito de aventuras e"traordinarias &e"clam al verle uno de los monteros de don Dions, dirigi$ndose a su seor&' a ten$is a Esteban el zagal de quien se dice que saba asta el lengua!e de los p!aros%y lo !ura y per!ura por todo lo ms sagrado del mundo, los ciervos los a sorprendido concertando entre s las burlas que an de acerle% &(o abi$ndome colocado en otro escondite por donde indudablemente aban de pasar los ciervos para dirigirse a la caada, all al filo de la media noche me rindi un poco el sueo, aunque no tanto que no abriese los ojos en el mismo punto en que cre percibir que las ramas se movan a mi alrededor. br los ojos, seg!n dejo dicho" me incorpor con sumo cuidado, y poniendo atencin a aquel confuso murmullo que cada vez sonaba ms pr#imo, o en las rfagas del aire como gritos y cantares e#traos, carca!adas y tres o cuatro voces distintas que ablaban entre s, con un ruido y algaraba seme!ante al de las mucacas del lugar, cuando riendo y bromeando por el camino Enteramente a mis espaldas, tan cerca o ms que me encuentro de vosotros, o una nueva voz fresca, delgada y vibrante, que di!o) *+,or aqu, por aqu, compaeras, que est a el bruto de Esteban-*&e"clamo Al llegar a este punto de la relacin del zagal, los circunstantes no pudieron ya contener por ms tiempo la risa que aca largo rato les retozaba en los o!os, y dando rienda a su buen umor, prorrumpieron en una carca!ada estrepitosa% .omo a esta sazn notase don Dions que entre unas y otras las oras del calor eran ya pasadas dio orden a su comitiva para que aderezasen las caballeras que andaban paciendo sueltas por el inmediato soto" y cuando todo estuvo a punto, hizo sea a los unos para que soltasen las trallas, y a los otros para que tocasen las trompas, y saliendo en tropel de la chopera, prosigui adelante la interrumpida caza. As pensando y discurriendo pas /arc$s la tarde, y cuando ya el sol comenz a esconderse por detrs de las vecinas lomas y don $ions mand volver grupas a su gente para tornar al castillo, separse sin ser notado de la comitiva y ec en busca del zagal por lo ms espeso e intrincado del monte% %a noche haba cerrado casi por completo cuando don $ions llegaba a las puertas de su castillo. Acto continuo dispusi$ronle una frugal colacin y sentse con su i!a a la mesa% &( /arc$s 0dnde est1 &pregunt .onstanza &2o sabemos &se apresuraron a contestar los otros servidores En este punto lleg /arc$s todo sofocado, cubierta a3n de sudor la frente &,erdonadme, seora &e"clam, dirigi$ndose a .onstanza&, 4e averiguado que es verdad que la corza blanca e"iste% A ms de Esteban, lo dan por seguro otros varios pastores, que !uran aberla visto ms de una vez, y con ayuda de los cuales espero en Dios y en mi patrn 5an 4uberto que antes de tres das, viva o muerta, os la traer$ al castillo% 6ientras dur la colacin prolongse esta escena, en que la credulidad del !oven montero, fue por decirlo as, el tema obligado del general regoci!o; de modo que cuando se levantaron los paos, y don Dions y .onstanza se retiraron a sus abitaciones, y toda la gente del castillo se entreg al reposo &+7u$ diantre- &e"clam saliendo del estado de incertidumbre &sto diciendo, arm su ballesta, y colocndosela a la espalda se dirigi a la poterna del castillo para tomar la vereda del monte% .uando /arc$s lleg a la caada y al punto en que, seg3n las instrucciones de Esteban, deba aguardar la aparicin de las corzas, la luna comenzaba a remontarse con lentitud por detrs de los cercanos montes% 8culto tras los mato!os, con el odo atento al ms leve rumor y la vista clavada en el punto en donde seg3n sus clculos deban aparecer las corzas, /arc$s esper in3tilmente un gran espacio de tiempo% Despu$s de mecerse un instante en ese vago espacio que media entre la vigilia y el sueo, entorn al fin los o!os, de! escapar la ballesta de sus manos y se qued profundamente dormido% .uando de repente entreabri el o!o sobresaltado, e incorporndose a medias lleno a3n de ese estupor del que se vuelve en s de improviso despu$s de un sueo profundo% .rey percibir un e"trao rumor de voces delgadas, dulces y misteriosas que ablaban entre s, rean o cantaban Este e"trao rumor slo se de! or un instante, y despu$s todo volvi a quedar en silencio% &5in duda soaba con las ma!aderas que nos refiri el zagal &e"clam /arc$s restregndose los o!os con muca calma 9ba a reclinar de nuevo la cabeza sobre el c$sped, cuando torn a or el eco distante de aquellas misteriosas voces que, acompandose del rumor del aire, del agua y de las o!as cantaban as' '&l arquero que velaba en lo alto de la torre ha reclinado su pesada cabeza en el muro. l cazador furtivo que esperaba sorprender la res, lo ha sorprendido el sueo. &l pastor que aguarda el da consultando las estrellas, duerme ahora y dormir hasta el amanecer. (eina de las ondinas, sigue nuestros pasos. )en a mecerte en las ramas de los sauces sobre el haz del agua. )en a embriagarte con el perfume de las violetas que se abren entre las sombras. )en a gozar de la noche, que es el da de los espritus.* .on muca precaucin apart un poco las ramas, y no sin e"perimentar alg3n sobresalto vio aparecer las corzas cogi la ballesta entre los dientes, y arrastrndose como una culebra por detrs de los lentiscos, fue a situarse obra de unos cuarenta pasos ms le!os del lugar en que antes se encontraba% :na vez acomodado en su nuevo escondite esper el tiempo suficiente para que las corzas estuvieran ya dentro del ro, a fin de acer el tiro ms seguro /arc$s comenz a levantarse poquito a poco y con las mayores precauciones, apoyndose en la tierra primero sobre la punta de los dedos, y despu$s con una de las rodillas% (a de pie, y cerciorndose a tientas de que el arma estaba preparada, dio un paso acia adelante, alarg el cuello por encima de los arbustos para dominar el remanso, y tendi la ballesta; pero en el mismo punto en que, a par de la ballesta, tendi la vista buscando el ob!eto que aba de erir, se escap de sus labios un imperceptible e involuntario grito de asombro% ;as corzas aban desaparecido% &n su lugar, lleno de estupor y casi de miedo, vio +arcs un grupo de bellsimas mujeres, de las cuales unas entraban en el agua jugueteando, mientras las otras acababan de despojarse de las ligeras t!nicas que a!n ocultaban a la codiciosa vista el tesoro de sus formas. ;a mirada del atnito montero vagaba absorta de un lado a otro, sin saber donde fi!arse, asta que, crey ver el ob!eto de sus ocultas adoraciones' la i!a del noble don Dions, la incomparable .onstanza% Conclusin /arc$s, que permaneca inmvil, sinti al or aquellos cantares misteriosos que el spid de los celos le morda el corazn, y obedeciendo a un impulso ms poderoso que su voluntad, deseando romper de una vez el encanto que fascinaba sus sentidos, separ con mano tr$mula y convulsa el rama!e que le ocultaba, y de un solo salto se puso en la margen del ro &+8-, bien di!e yo que todas estas cosas no eran ms que fantasmagoras del diablo &e"clam entonces el montero& ;a corza blanca, deseando escapar por el soto, se aba lanzado entre el laberinto de sus rboles, y enredndose en una red de madreselvas, pugnaba en vano por desasirse% /arc$s la encar la ballesta; pero en el mismo punto en que iba a erirla, la corza se volvi acia el montero, y con voz clara y aguda detuvo su accin con un grito, dici$ndole' &/arc$s, 0qu$ aces1 &El !oven vacil y, despu$s de un instante de duda, de! caer al suelo el arma, espantado a la sola idea de aber podido erir a su amante% ;a corza blanca aba aprovecado aquellos cortos instantes para acabarse de desenredar y uir ligera como un relmpago &+A- condenado engendro de 5atans &di!o $ste con voz espantosa, recogiendo la ballesta con una rapidez indecible De! volar la saeta, que parti silbando y fue a perderse en la oscuridad del soto, en el fondo del cual son al mismo tiempo un grito, al que siguieron despu$s unos gemidos sofocados%
&+Dios mo- &e"clam /arc$s al percibir aquellos lamentos angustiosos&% +Dios mo, si ser verdad- .onstanza, erida por su mano, e"piraba all a su vista, revolcndose en su propia sangre, entre las agudas zarzas del monte% Leyenda que nos relata la belleza y sus alucinaciones onstanza! e"piraba all#! revolc$ndose en su propia sangre %uente& http&''duodecimoportal.(ordpress.com