El Monte de Las Ánimas
El Monte de Las Ánimas
El Monte de Las Ánimas
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Los servidores acababan de levantar los guerreras, sus hábitos sencillos y El acento helado con que Beatriz -¿Por qué no? -exclamó ésta llevándose la
manteles; la alta chimenea gótica del patriarcales sé que no te gustan; te he pronunció estas palabras turbó un mano al hombro derecho como para
palacio de los condes de Alcudiel despedía oído suspirar varias veces, acaso por algún momento al joven, que después de buscar alguna cosa entre las pliegues de
un vivo resplandor iluminando algunos galán de tu lejano señorío. serenarse dijo con tristeza: su ancha manga de terciopelo bordado de
grupos de damas y caballeros que oro… Después, con una infantil expresión
alrededor de la lumbre conversaban Beatriz hizo un gesto de fría indiferencia; -Lo sé prima; pero hoy se celebran Todos de sentimiento, añadió:
familiarmente, y el viento azotaba los todo un carácter de mujer se reveló en los Santos, y el tuyo ante todos; hoy es día
emplomados vidrios de las ojivas del aquella desdeñosa contracción de sus de ceremonias y presentes. ¿Quieres -¿Te acuerdas de la banda azul que llevé
salón. delgados labios. aceptar el mío? hoy a la cacería, y que por no sé qué
emblema de su color me dijiste que era la
Solas dos personas parecían ajenas a la -Tal vez por la pompa de la corte francesa; Beatriz se mordió ligeramente los labios y divisa de tu alma?
conversación general: Beatriz y Alonso: donde hasta aquí has vivido -se apresuró a extendió la mano para tomar la joya, sin
Beatriz seguía con los ojos, absorta en un añadir el joven-. De un modo o de otro, añadir una palabra. -Sí.
vago pensamiento, los caprichos de la presiento que no tardaré en perderte… Al
llama. Alonso miraba el reflejo de la separarnos, quisiera que llevases una Los dos jóvenes volvieron a quedarse en -Pues… ¡se ha perdido! Se ha perdido, y
hoguera chispear en las azules pupilas de memoria mía… ¿Te acuerdas cuando silencio, y volviose a oír la cascada voz de pensaba dejártela como un recuerdo.
Beatriz. fuimos al templo a dar gracias a Dios por las viejas que hablaban de brujas y de
haberte devuelto la salud que viniste a trasgos y el zumbido del aire que hacía -¡Se ha perdido!, ¿y dónde? -preguntó
Ambos guardaban hacía rato un profundo buscar a esta tierra? El joyel que sujetaba crujir los vidrios de las ojivas, y el triste Alonso incorporándose de su asiento y
silencio. la pluma de mi gorra cautivó tu atención. monótono doblar de las campanas. con una indescriptible expresión de temor
¡Qué hermoso estaría sujetando un velo y esperanza.
Las dueñas referían, a propósito de la sobre tu oscura cabellera! Ya ha prendido Al cabo de algunos minutos, el
noche de difuntos, cuentos tenebrosos en el de una desposada; mi padre se lo interrumpido diálogo tornó a anudarse de -No sé…. en el monte acaso.
que los espectros y los aparecidos regaló a la que me dio el ser, y ella lo llevó este modo:
representaban el principal papel; y las al altar… ¿Lo quieres? -¡En el Monte de las Ánimas -murmuró
campanas de las iglesias de Soria -Y antes de que concluya el día de Todos palideciendo y dejándose caer sobre el
doblaban a lo lejos con un tañido -No sé en el tuyo -contestó la hermosa-, los Santos, en que así como el tuyo se sitial-; en el Monte de las Ánimas!
monótono y triste. pero en mi país una prenda recibida celebra el mío, y puedes, sin atar tu
compromete una voluntad. Sólo en un día voluntad, dejarme un recuerdo, ¿no lo Luego prosiguió con voz entrecortada y
-Hermosa prima -exclamó al fin Alonso de ceremonia debe aceptarse un presente harás? -dijo él clavando una mirada en la sorda:
rompiendo el largo silencio en que se de manos de un deudo… que aún puede ir de su prima, que brilló como un
encontraban-; pronto vamos a separarnos a Roma sin volver con las manos vacías. relámpago, iluminada por un -Tú lo sabes, porque lo habrás oído mil
tal vez para siempre; las áridas llanuras de pensamiento diabólico. veces; en la ciudad, en toda Castilla, me
Castilla, sus costumbres toscas y llaman el rey de los cazadores. No
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habiendo aún podido probar mis fuerzas Las viejas, en tanto, continuaban en sus doliente. El viento gemía en los vidrios de
en los combates, como mis ascendentes, -¡Oh! Eso de ningún modo. ¡Qué locura! cuentos de ánimas aparecidas; el aire la ventana.
he llevado a esta diversión, imagen de la ¡Ir ahora al monte por semejante friolera! zumbaba en los vidrios del balcón y las
guerra, todos los bríos de mi juventud, ¡Una noche tan oscura, noche de difuntos, campanas de la ciudad doblaban a lo -Será el viento -dijo; y poniéndose la
todo el ardor, hereditario en mi raza. La y cuajado el camino de lobos! lejos. mano sobre el corazón, procuró
alfombra que pisan tus pies son despojos tranquilizarse. Pero su corazón latía cada
de fieras que he muerto por mi mano. Yo Al decir esta última frase, la recargó de un III vez con más violencia. Las puertas de
conozco sus guaridas y sus costumbres; y modo tan especial, que Alonso no pudo alerce del oratorio habían crujido sobre
he combatido con ellas de día y de noche, menos de comprender toda su amarga Había pasado una hora, dos, tres; la sus goznes, con un chirrido agudo
a pie y a caballo, solo y en batida, y nadie ironía, movido como por un resorte se media noche estaba a punto de sonar, y prolongado y estridente.
dirá que me ha visto huir del peligro en puso de pie, se pasó la mano por la frente, Beatriz se retiró a su oratorio. Alonso no
ninguna ocasión. Otra noche volaría por como para arrancarse el miedo que volvía, no volvía, cuando en menos de una Primero unas y luego las otras más
esa banda, y volaría gozoso como a una estaba en su cabeza y no en su corazón, y hora pudiera haberlo hecho. cercanas, todas las puertas que daban
fiesta; y, sin embargo, esta noche… esta con voz firme exclamó, dirigiéndose a la paso a su habitación iban sonando por su
noche. ¿A qué ocultártelo?, tengo miedo. hermosa, que estaba aún inclinada sobre -¡Habrá tenido miedo! -exclamó la joven orden, éstas con un ruido sordo y grave,
¿Oyes? Las campanas doblan, la oración el hogar entreteniéndose en revolver el cerrando su libro de oraciones y aquéllas con un lamento largo y crispador.
ha sonado en San Juan del Duero, las fuego: encaminándose a su lecho, después de Después silencio, un silencio lleno de
ánimas del monte comenzarán ahora a haber intentado inútilmente murmurar rumores extraños, el silencio de la media
levantar sus amarillentos cráneos de entre -Adiós Beatriz, adiós… Hasta pronto. algunos de los rezos que la iglesia noche, con un murmullo monótono de
las malezas que cubren sus fosas… ¡las consagra en el día de difuntos a los que ya agua distante; lejanos ladridos de perros,
ánimas!, cuya sola vista puede helar de -¡Alonso! ¡Alonso! -dijo ésta, volviéndose no existen. voces confusas, palabras ininteligibles;
horror la sangre del más valiente, tornar con rapidez; pero cuando quiso o ecos de pasos que van y vienen, crujir de
sus cabellos blancos o arrebatarle en el aparentó querer detenerle, el joven había Después de haber apagado la lámpara y ropas que se arrastran, suspiros que se
torbellino de su fantástica carrera como desaparecido. cruzado las dobles cortinas de seda, se ahogan, respiraciones fatigosas que casi
una hoja que arrastra el viento sin que se durmió; se durmió con un sueño inquieto, se sienten, estremecimientos
sepa adónde. A los pocos minutos se oyó el rumor de un ligero, nervioso. involuntarios que anuncian la presencia
caballo que se alejaba al galope. La de algo que no se ve y cuya aproximación
Mientras el joven hablaba, una sonrisa hermosa, con una radiante expresión de Las doce sonaron en el reloj del Postigo. se nota no obstante en la oscuridad.
imperceptible se dibujó en los labios de orgullo satisfecho que coloreó sus Beatriz oyó entre sueños las vibraciones
Beatriz, que cuando hubo concluido mejillas, prestó atento oído a aquel rumor de la campana, lentas, sordas, tristísimas, Beatriz, inmóvil, temblorosa, adelantó la
exclamó con un tono indiferente y que se debilitaba, que se perdía, que se y entreabrió los ojos. Creía haber oído a cabeza fuera de las cortinillas y escuchó
mientras atizaba el fuego del hogar, desvaneció por último. par de ellas pronunciar su nombre; pero un momento. Oía mil ruidos diversos; se
donde saltaba y crujía la leña, arrojando lejos, muy lejos, y por una voz ahogada y pasaba la mano por la frente, tornaba a
chispas de mil colores: escuchar: nada, silencio.
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los perros se dilataban en las ráfagas del boca; blancos los labios, rígidos los
Veía, con esa fosforescencia de la pupila aire, y las campanas de la ciudad de Soria, miembros, muerta; ¡muerta de horror!
en las crisis nerviosas, como bultos que se unas cerca, otras distantes, doblan
movían en todas direcciones; y cuando tristemente por las ánimas de los IV
dilatándolas las fijaba en un punto, nada, difuntos.
oscuridad, las sombras impenetrables. Dicen que después de acaecido este
Así pasó una hora, dos, la noche, un siglo, suceso, un cazador extraviado que pasó la
-¡Bah! -exclamó, volviendo a recostar su porque la noche aquella pareció eterna a noche de difuntos sin poder salir del
hermosa cabeza sobre la almohada de Beatriz. Al fin despuntó la aurora: vuelta Monte de las Ánimas, y que al otro día,
raso azul del lecho-; ¿soy yo tan miedosa de su temor, entreabrió los ojos a los antes de morir, pudo contar lo que viera,
como esas pobres gentes, cuyo corazón primeros rayos de la luz. Después de una refirió cosas horribles. Entre otras,
palpita de terror bajo una armadura, al oír noche de insomnio y de terrores, ¡es tan asegura que vio a los esqueletos de los
una conseja de aparecidos? hermosa la luz clara y blanca del día! antiguos templarios y de los nobles de
Separó las cortinas de seda del lecho, y ya Soria enterrados en el atrio de la capilla
Y cerrando los ojos intentó dormir…; pero se disponía a reírse de sus temores levantarse al punto de la oración con un
en vano había hecho un esfuerzo sobre sí pasados, cuando de repente un sudor frío estrépito horrible, y, caballeros sobre
misma. Pronto volvió a incorporarse más cubrió su cuerpo, sus ojos se osamentas de corceles, perseguir como a
pálida, más inquieta, más aterrada. Ya no desencajaron y una palidez mortal una fiera a una mujer hermosa, pálida y
era una ilusión: las colgaduras de brocado descoloró sus mejillas: sobre el desmelenada, que con los pies desnudos y
de la puerta habían rozado al separarse, y reclinatorio había visto sangrienta y sangrientos, y arrojando gritos de horror,
unas pisadas lentas sonaban sobre la desgarrada la banda azul que perdiera en daba vueltas alrededor de la tumba de
alfombra; el rumor de aquellas pisadas el monte, la banda azul que fue a buscar Alonso.
era sordo, casi imperceptible, pero Alonso.
continuado, y a su compás se oía crujir
una cosa como madera o hueso. Y se Cuando sus servidores llegaron
acercaban, se acercaban, y se movió el despavoridos a noticiarle la muerte del
reclinatorio que estaba a la orilla de su primogénito de Alcudiel, que a la mañana
lecho. Beatriz lanzó un grito agudo, y había aparecido devorado por los lobos
arrebujándose en la ropa que la cubría, entre las malezas del Monte de las
escondió la cabeza y contuvo el aliento. Ánimas, la encontraron inmóvil, crispada,
asida con ambas manos a una de las
El aire azotaba los vidrios del balcón; el columnas de ébano del lecho,
agua de la fuente lejana caía y caía con un desencajados los ojos, entreabierta la
rumor eterno y monótono; los ladridos de