Primeros Capítulos NDT
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tentacin
rika Gael
Y en esta angustia que no cesa, que toca el alma y no la toca, besar la sombra de otra boca en cada boca que se besa. Jos ngel Buesa.
Captulo I El Cielo
Principios de Verano. 5.900 aos despus de la Cada.
Anglica! Se despert sobresaltada. Una vez ms. El grito, presente slo en su pesadilla, reson unos segundos en su mente antes de resbalar por las paredes de la habitacin y esfumarse en un charco de malos recuerdos sobre el suelo. Los jadeos no se fueron tan pronto; tardaron algunos minutos en desaparecer. Era su voz, y sonaba tan desgarradora en sueos que, casi seis mil aos despus, an la haca estremecerse Su excelencia la Duquesa Anglica, arcngel de la Tercera Esfera, Guardiana Sagrada, se sec el sudor de la frente con la precisin habitual y trat de infundirse calma. Haba aprendido a recuperar el sosiego con rapidez a costa de aos de experiencia. Ms tranquila, se levant y se dispuso a comenzar una nueva jornada lejos de esa cama donde hallar la paz se converta cada noche en una quimera. Despus de asearse, se visti con una tnica limpia y almidonada y se sent livianamente frente al escritorio. Afil y orden la hilera de lapiceros uno a uno; recogi algunos esquivos desperdicios de papel de la jornada anterior; abri su cuaderno por una pgina en blanco y lo situ en un perfecto paralelo respecto a la tabla de madera. Incluso se permiti el lujo, con la mirada perdida en el vaco de su austera habitacin, de emitir un bostezo, breve pero sonoro, mientras replegaba y desperezaba sus alas onduladas. Mucho ms despejada, comenz a trabajar. No haba hora de luz que Anglica no pasara transcribiendo actas asamblearias recluida en su pequeo cuarto del Alczar Central: un cubculo de apenas tres metros cuadrados, paredes sencillas y decoracin espartana, donde el nico mobiliario lo constituan una estrecha cama sin cabecero, una mesilla de noche coronada por un quinqu, un armario de madera con dos puertas de espejo y el mismo escritorio de pino frente al que se encontraba ahora. Transcriba porque, le haban dicho, era una lstima que una caligrafa tan hermosa se viera desperdiciada. En su fuero interno, ella nunca dud que dicha tarea fuese ms bien una treta para mantenerla ocupada y encumbrar su autoestima. Eran tantos hermanos, y haba tan poco con lo que entretenerse all arriba, que la Asamblea Celestial haba optado por otorgarles, a ella y a los dems ngeles femeninos, puestos puramente simblicos, mientras que los varones desempeaban los asuntos importantes. Fuera de las horas de oracin y pleitesa, el tiempo en su mundo transcurra lento, muy lento, y cualquier labor, por nimia que sta fuera, era recibida con jbilo y casi desesperacin. Anglica suspir con gesto aburrido; de hecho, lo que haba comenzado como un trabajo anecdtico haba
terminado por convertir a la arcngel en el ms complaciente y manejable procesador de textos que Sus Excelencias pudieran llegar a necesitar. La maana transcurri sin contratiempos acaso caba alguna duda al respecto?, hasta que, al medioda, una notificacin de la Asamblea hizo acto de presencia en su dormitorio, lista para descerrajar su rutina. La arcngel la recibi de manos de un mensajero, un ngel menor de complexin menuda y sonrisa perpetua. Buenas tardes, hermana la salud con una ligera inclinacin de la cabeza mientras le tenda un sobre lacrado. La Asamblea le enva esto con carcter urgente. Anglica cogi el pliego de papel con delicadeza. Extraada, hizo memoria; hasta donde ella saba, no estaba prevista ninguna reunin para ese da. Gracias, Zuriel. Esperan respuesta? La sonrisa del mensajero se nubl. No lo s, creo que no. Su hermano slo me indic que deba leerlo cuanto antes. Usted sabr qu hacer, Su Excelencia. Por favor, no me llames as. Resulta cargante, y absurdo. Pero Usted est por encima de m, hermana. Es una arcngel. Le debo respeto. Ella frunci el ceo. se era el tipo de detalles que tanto agradaban a Gabriel y que a ella solan sacarla de quicio. Olvida esas tonteras. Nadie est por encima de nadie. Somos hermanos, de acuerdo? su conviccin logr que Zuriel recuperara poco a poco la sonrisa, a pesar de que, en su interior, ese innovador concepto de las jerarquas no estuviera an del todo claro. Puedes avisar a Su Excelencia aadi con retintn que ya he recibido el mensaje y que acatar cualquier orden que tenga a bien dictarme. Como siempre, pens de forma fugaz mientras cerraba la puerta tras el muchacho. Una vez a solas, observ el inquietante pliego cerrado un rato ms; quera posponer el inexorable momento de desdoblarlo y encontrarse slo los astros saban con qu. Lo toquete varias veces, intentando deducir su contenido en funcin de criterios tan banales como el peso o el grosor. Si no hubiese tenido tantas ganas de romperlo en pedazos, puede que incluso se hubiera echado a rer. Ella, Anglica, el dulce y virtuoso ngel femenino, la pulcra y reverenciada gemela del arcngel Gabriel, al borde del pnico por un mensaje misterioso de su propio hermano. El temblor progresivo en sus manos la oblig a dejar el papel sobre la mesilla de noche. Pero no. Tampoco all pareca menos amenazante. Se oblig a serenarse. Por el amor del Cielo, no exista ninguna explicacin racional que justificara semejante prdida de papeles ante un acontecimiento tan anodino como recibir una carta; las comunicaciones entre la Asamblea y el resto de criaturas celestiales eran frecuentes. Adems, la tarde anterior haba coincidido con Gabriel a la hora de la cena, y ste se haba comportado como el hermano protector y carioso que era. Desde un punto de vista objetivo, no exista ni una sola evidencia de que el contenido de aquella misiva fuese a perjudicarla de algn modo. A pesar de eso, Anglica estaba hecha un manojo de nervios. Todas sus apropiadas conclusiones podan irse de cabeza al cubo de la basura, y ella saba muy bien por qu. Su caprichosa memoria vol lejos de all, de visita a otra Anglica lejana e irreal. Durante un tiempo, remoto y oxidado como el almagre, su existencia haba sido muy diferente. Ella
haba sido muy diferente. Barajas de naipes esparcidas entre nctar y sonrisas furtivas. Charlas improcedentes hasta el amanecer. Aquella sensacin de libertad. Aquella omnipotencia desleal pero abrumadora Planes truncados. Besos. Anglica dio un suave respingo, y todos sus borrosos recuerdos se evaporaron como el humo de una vela recin apagada. Tena que desterrar todo aquello. Tena que lograrlo. En una ocasin, la infinita piedad de su gemelo la haba salvado de un castigo inminente y ms que merecido. No les honraba, ni a l ni a su Creador, perder el tiempo en evocar la insensata conducta de una chiquilla alocada que no saba lo que haca. Respirando con profundidad, se acerc de nuevo a la mesilla de noche y despeg el lacre con cuidado. En la cara interna del papel nadaban tres renglones caligrafiados a plumilla. Tengo buenas noticias para ti. La Asamblea quiere que te presentes esta misma tarde en el Gran Saln. No te retrases; se trata de la oportunidad que hemos estado esperando. Te quiero. Y, en la esquina inferior, la rbrica de su querido Gabriel, encabezada por aquella g minscula y cursiva que conoca tan bien. Los pulmones de Anglica soltaron, de golpe, todo el aire que haban comenzado a retener en el momento en que Zuriel apareci ante su puerta. El peso que acababa de quitarse de encima la haca sentir tan etrea como la pluma ms corta y suave de su ala izquierda. Todo iba bien. Los nubarrones negros se disiparon para mostrarle un horizonte despejado, tan nveo como el Universo que la rodeaba. Todo iba estupendamente bien. Fuera lo que fuese aquello que quera comunicarle la Asamblea, sera algo maravilloso, juicioso y benevolente. Al igual que cada uno de sus miembros. Se sinti estpida y cobarde. Cmo se le haba ocurrido siquiera pensar lo contrario? Emocionada por lo que habra de venir, se contempl en el espejo y se prepar para la cita. Sus cabellos ureos ondeaban a la altura de los hombros; sus ojos azules lucan brillantes y cristalinos. Limpios de toda culpa. Ella era Anglica, la dulce y virtuosa arcngel a quien todos admiraban y respetaban; la gemela de Gabriel, cuyo afecto constitua, y constituira siempre, su principal pilar. Era perfecta, tal y como la vida que tan venturosamente le haba sido otorgada. Y eso, nadie podra cambiarlo. ***** El Gran Saln era la ms amplia y difana de todas las dependencias celestiales. Su majestuosidad sola producir en Anglica una sensacin contradictoria, a medio camino entre la grandeza y el miedo. Como si el mero hecho de encontrarse bajo su bveda la convirtiese en parte de algo magnfico y, al mismo tiempo, no fuera ms que carne de can a punto de ser engullida. En esa ocasin, cuando el prtico se abri, un escalofro recorri su espalda desde las lumbares hasta el inicio de la nuca. Sus dedos, sudorosos, aletearon con disimulo; su respiracin se entrecort, pero mantuvo la compostura y confi en s misma. Se situ justo detrs del ngel anunciador, quien le dirigi un guio de calma. La voz cantarina de ste reverber a travs de cada segmento del techo.
Su Excelencia la Duquesa Anglica se encarg de presentarla ante la Asamblea y su audiencia, arcngel de la Tercera Esfera, secretaria honorfica de esta Asamblea, Guardiana Sagrada, legtima sangre de nuestro muy amado hermano Gabriel. Tantos ttulos y tanta pompa, a los que no terminaba de acostumbrarse, la hicieron enrojecer. Sin embargo, cuando el mensajero se retir y la dej sola frente a la Asamblea, todo color desapareci de sus mejillas. La bveda marmrea, seccionada por cordones dorados de escayola, emergi ante ella en todo su splendor, al igual que lo hicieron los enormes ventanales que, desde el suelo hasta el techo, se sucedan a travs de los muros. El aspecto de la sala era vaporoso y sublime. Una gran lmpara de araa colgaba en el centro de la estancia despidiendo destellos iridiscentes, y columnas jnicas con cuerpo de listones se erguan en el espacio como nubes alargadas sobre un cielo despejado. Sus pies, prcticamente descalzos en el interior de las sandalias, dieron un paso al frente. El silencio que se apoder del Gran Saln era escandaloso. Sus Excelencias tartamude. Anglica se sinti sobrecogida. El Coro Celestial en pleno estaba all representado. A lo largo de las dos extensas filas de butacas que rodeaban el espacio central del saln, tomaban asiento delegados de las tres Esferas, hasta un total de tres por cada Orden. Al fondo de la estancia, encopetados tras un estrado de madera maciza, se hallaban las mximas autoridades, los representantes individuales de las Nueve rdenes. Y all, en esa misma tribuna y como portavoz de los Arcngeles, estaba Gabriel con una sonrisa henchida de orgullo. Por ella. Ese gesto fue suficiente para que toda la flaqueza de Anglica se esfumara. Que su hermano se sintiese orgulloso de ella vala ms que cualquier don que la Asamblea tuviese intencin de ofrecerle. Convencida, se dirigi discretamente a Enoc, el poderoso entre los poderosos, el Prncipe entre los Serafines, quien ocupaba el asiento central. He sido solicitada por esta Asamblea y ante ella me postro. Estoy a su disposicin pronunci. Enoc aprob sus palabras con un leve asentimiento. Querida hermana, s bienvenida a esta casa que tambin es la tuya la frmula, tan mecnica como la de un sacerdote en su iglesia, retumb en los cristales por efecto de la gravedad de su voz. Hace ya muchos siglos que te fue encomendada la tarea de servir a esta Asamblea, la cual has venido realizando cada da desde entonces. Anglica no se movi, no parpade. He de decirte prosigui l, que a todos los presentes nos resulta muy grato tu empeo y tu devocin en el trabajo. A lo largo de todos estos siglos su protocolaria voz se dulcific, ni un da has fallado en tu tarea; ninguno de nosotros ha escuchado jams una queja de tus labios ni has experimentado el ms mnimo retraso en tus quehaceres. Siempre te has dedicado a aquello que se te ordenaba con rotunda abnegacin. Una punzada de placer brot en su pecho, pero Anglica permaneci impasible. Aunque siempre resultaba agradable escuchar alabanzas, se negaba a que sus hermanos pudieran interpretar su emocin como vanagloria. Tan slo me he limitado a velar por aquello que con tanta generosidad me fue concedido.
El serafn sonri, complacido. Y no slo eso. Tambin hemos comprobado que tus virtudes no se limitan a tu desempeo en la Asamblea. Tu forma de conducirte a lo largo de este tiempo ha sido intachable Anglica le dedic una mirada fugaz a Gabriel, pero ste la esquiv. Si lo haba hecho a propsito o no, no logr averiguarlo. Eres un ejemplo a seguir, y todos te admiran por tu calidez y cercana. Tu comportamiento es discreto y honrado; trabajas por el bien de la comunidad y de tu espritu con el mismo esfuerzo con que te vuelcas en tus tareas. Enoc guard silencio, y, durante unos instantes, nadie dijo nada. Aunque all dentro la temperatura era clida, Anglica poda sentir el aleteo de la brisa en las grandiosas cristaleras. Los miembros de la Asamblea tenan los ojos fijos en su figura, pero ella no poda apartar la vista del serafn. Nunca hasta entonces haba sido tan consciente de la relevancia de su poder ni del brillo regio que desprendan sus alas. No son pocas tus cualidades, Anglica, al igual que tampoco lo han sido las ocasiones en que nuestro querido hermano Gabriel nos ha hablado de ellas. Y Anglica le estaba infinitamente agradecida por ello. De no haber sido por su gemelo... Contuvo un escalofro. De no haber sido por l, no era capaz de imaginar dnde y en qu deplorable situacin se encontrara ahora. Tienes suerte de contar con un apoyo como el suyo le record Enoc, aunque ella ya lo tena muy presente. Ni en tus sueos hallaras un ngel de la guarda mejor. Un murmullo de diversin se extendi por la sala. Por ello, amada Anglica, esta Asamblea ha decidido recompensar tu dedicacin y tu buen hacer. Queremos brindarte la oportunidad que mereces, y tambin creemos que no hay nadie ms valioso que t para el asunto que nos ocupa Enoc realiz una pausa dramtica. Enhorabuena, tu prxima misin ser en la Tierra. De no haber estado tan estupefacta, Anglica probablemente hubiese roto a llorar. Desde luego, si haba existido un momento en sus ms de seis mil aos de existencia para hacerlo, era se. Las palabras de Enoc reverberaron en su cabeza. Una misin en la Tierra era el premio ms prestigioso y apreciado para los de su especie. Tanto, que rara vez esa oportunidad le era concedida a un ngel femenino. Ella misma no haba tenido nunca la oportunidad de viajar en solitario; sus visitas a la Tierra siempre haban sido como acompaante de Gabriel en alguna de sus misiones. Un regalo as slo poda significar una cosa: sus hermanos confiaban en ella a ciegas. La emocin burbuje en su interior. No traicionara su fe. Les demostrara a todos lo acertado de su decisin, y tambin se demostrara a s misma de lo que era capaz. Le haban encomendado un diamante en bruto, robusto pero delicado, y se iba a encargar de pulirlo con tesn y disciplina. Anglica, creo que la Asamblea espera que digas algo la voz risuea de Gabriel la trajo de vuelta a una realidad en la que decenas de ojos la miraban expectantes. Sus mejillas se ruborizaron cuando se dio cuenta de que llevaba varios minutos quieta y sin decir nada. Por supuesto, mis disculpas. Ha sido la impresin del momento apunt, radiante . Conozco muy bien cul es la tarea que me ha sido asignada y me siento muy honrada por ello. No s si merezco tanta confianza, pero prometo ante cada uno de los aqu presentes
que no la traicionar. Enoc dio una palmada. Es loable tu modestia, pero ese premio lo has ganado por tus propios mritos. Jams se nos ocurrira encomendarte una misin de este calibre de no estar seguros de tu xito le dirigi una mirada penetrante, una como las que slo l, el ms elevado en la cspide anglica, tena la capacidad de dirigir. Recibirs una nueva misiva con las instrucciones necesarias para tu misin. Ve y satisface nuestras expectativas, hermana. Anglica supo que la conversacin tocaba a su fin. Se inclin de nuevo, con una alegra y una seguridad en s misma que haban brillado por su ausencia en la reverencia anterior. Gracias por el honor. Eso har. Esta reunin queda disueltaremarc el serafn con ademn solemne. Gracias a todos por asistir. El saln en pleno prorrumpi en aplausos, y Anglica se sinti la estrella ms rutilante del firmamento. Lo que esa misma maana le haba causado temor, se haba transformado en un sueo hecho realidad. Tras tantos siglos, tantos milenios intentando escapar de la vergenza y la culpa, al fin haba logrado alcanzar la meta. Su sacrificio haba sido recompensado. Y todo se lo deba a l. Anglica sonri para s al ver cmo, a pesar de que el Gran Saln se iba quedando vaco, Gabriel no poda borrar de su rostro una expresin de xtasis. Cuando se quedaron solos en la estancia, el arcngel descendi de la tarima de un salto y se acerc a ella, preso de la euforia. An no la haba alcanzado, y Anglica ya estaba girando en el aire entre sus brazos. Me siento tan orgulloso de ti los susurros cayeron en su odo a travs de la melena dorada. Anglica chill, feliz. Cuando eran pequeos, Gabriel y ella haban estado tan unidos que sus emociones y pensamientos se conectaban de una forma que ninguna ley metafsica hubiese sido capaz de explicar. Podan pasarse horas jugando a atrapar nubes, o entrelazando palabras en lenguas que slo ellos dos conocan. Despus crecieron, y todo cambi. Desde su perspectiva actual, resultaba imposible tratar de ubicar el momento en que todo se torci; aquel nfimo pero crucial segundo en que sus destinos se separaron. Por suerte, l la haba ayudado a encontrar el camino de vuelta. Se contempl en aquellos ojos, tan idnticos a los suyos, que la miraban llenos de gozo. Gracias por todo lo que has hecho por m reconoci, conmovida hasta las lgrimas. No slo hoy, sino siempre. Desde que... Calla, no lo digas advirti Gabriel. Una vez estuviste muy perdida, pero, gracias al Cielo, yo te encontr a tiempo y te rescat de las zarpas de la confusin. Eso es todo. Tena razn. l siempre la tena. Anglica se limit a asentir, y eso devolvi la sonrisa al hermoso rostro de su hermano. Se dej envolver por su ternura hasta sentir de nuevo esa calidez familiar que se apoderaba de su pecho cuando l andaba cerca. Hoy, delante de todos, te has comportado como lo que eres: una duquesa. La digna hermana de Gabriel la bes en la frente y, a continuacin, agit ante sus ojos impacientes el sobre que haban ocultado los pliegues de la tnica. Mordindose el labio, Anglica intent arrancrselo de las manos. No poda esperar para conocer los detalles de su misin.
Esto es todo lo que debes tener en cuenta antes de partir precis l, jubiloso, al tendrselo. Partir. Algunos verbos sonaban tan bien Ella lo sostuvo, lo vir, lo observ y lo volvi a inclinar, pero esta vez no como una bomba en su cuenta atrs, sino como un pastel delicioso al que estaba a punto de hincarle el diente. Lo abri despacio, intentando prolongar una eternidad aquel momento irrepetible. Las anotaciones eran escuetas, rpidas, pero cada una de ellas le recordaba la belleza de los brotes en primavera. Estimada hermana Anglica: La misin que te ha sido encomendada debe ser realizada sin demora y con la confidencialidad que nuestro trabajo requiere. Un alma extraviada necesita una gua de luz para encontrar de nuevo el camino; tememos consecuencias fatales para ella si este caso no es intervenido a la mayor brevedad. Se trata de Cristian Sellier, joven de buena familia, criado en un pequeo pueblo de Auvernia y residente en Pars. Ingres en el seminario sacerdotal hace un par de lustros, pero nunca complet sus estudios y, desde entonces, ha ido poco a poco apartndose del dogma. En los ltimos meses, adems, creemos que no ha recibido el asesoramiento adecuado, y sus compaas dejan mucho que desear. Se le ha visto frecuentando lugares poco decorosos del norte de Pars, y su consumo cada vez ms reiterado de alcohol empieza a resultar preocupante. Debemos actuar antes de que sea tarde, y t has sido ecunimemente asignada como su Guardiana. Nuestra fe en ti es absoluta, Anglica. Sabemos que no nos defraudars en una labor tan relevante. Es imprescindible que partas muy pronto, a ser posible con el nuevo sol. Gabriel te dar el resto de indicaciones acerca de tu estancia en la Tierra, donde permanecers como mximo un mes, antes de rendir cuentas de nuevo ante la Asamblea. Afectuosamente, S. E. Enoc, Prncipe entre los Serafines de la Primera Esfera. En el membrete aparecan serigrafiados con finos trazos de oro los blasones de las Tres Esferas, seguidos de la runa emblemtica que la sealaba a ella como arcngel de primera lnea. Y, unido al papel mediante lacre, el retrato de un joven desaliado, con aspecto dulce y pusilnime, que identific como Cristian Sellier. Anglica inspir hondo. Repleg la carta con mimo y levant la vista. Gabriel haba guardado silencio durante su lectura y ahora esperaba su reaccin con una ceja enarcada. Y bien? inquiri, aunque ella intua que su hermano ya estaba al corriente de todos los pormenores. Pars se limit a responder, con un suspiro de ilusin. Le encantaba Pars. Haba visitado la ciudad varias veces todas bajo la tutela de su hermano, claro est, pero, aunque haca menos de una dcada de su ltimo viaje a la Tierra, si no recordaba mal, a la capital francesa no haba regresado desde haca por lo menos dos siglos. As es confirm el arcngel. Viajars maana mismo y te hospedars en el convento donde pernoctamos la ltima vez, lo recuerdas? Por supuesto que se acordaba. Era frecuente que los Guardianes, en sus viajes al mundo
humano, se alojasen en recintos religiosos donde encontraban la calma y la proteccin que buscaban. El halo bondadoso que despedan, incluso desprovistos de su brillo celestial, sola bastar para que cualquier monasterio o abada se sintiera halagado con su mera presencia, de tal modo que se esmeraban en ofrecer un buen servicio. Normalmente, cuando las partidas angelicales regresaban al hogar, premiaban a sus anfitriones como corresponda: con salud y buenaventura. El convento mencionado por su hermano era uno de esos lugares. Se trataba de un priorato en una zona poblada de viedos, en la orilla izquierda del Sena; cerca de ste, pero lo bastante apartado como para no verse atosigado por el bullicio del centro. El nico ruido proceda de las risas de muchachos acaudalados que, desde todos los rincones de Francia, asistan a clases en la flamante Universidad, a menos de una milla del convento. Alojada all, Anglica se haba sentido como en casa, y estaba deseando regresar para espiar, con una pizca de envidia, a los estudiantes cargados de libros que charlaban y rean en las calles empedradas. Cmo sabr llegar? le pregunt a su hermano. Despus de tanto tiempo, la ciudad resultar irreconocible. No necesitas preocuparte por eso. Detrs de la carta tienes las claves indispensables para el viaje. Una vez all el arcngel se encogi de hombros, debers arreglrtelas sola. Recuerda que durante tu estancia ah abajo est terminantemente prohibido que hagas uso de tus poderes anglicos. Todos? al principio resultara difcil acostumbrarse a los modos humanos, pero Anglica sola adaptarse rpidamente a los cambios. Correcto. No podrs desplazarte a velocidades celestiales, usar la telequinesia, desmaterializarte ni emplear el borrado de recuerdos. Te comunicars con los dems en francs; nada de emplear otras lenguas, y mucho menos las angelicales. No debes correr ningn riesgo. Si te descubren, nos acarrears a todos serios problemas Gabriel se ajust a la perfeccin a su rol de instructor. No en vano era la criatura que en ms ocasiones haba bajado a la Tierra. Tus procesos fisiolgicos se mantendrn constantes, igual que ahora, pero trata de no llamar demasiado la atencin, de acuerdo? Una visita a los lavabos de vez en cuando despeja muchas sospechas entre los humanos. Ah! Y recuerda que la temperatura all abajo vara constantemente, por lo que tendrs que estar preparada. Dora y Celeste la mencin de sus amigas y vecinas de dormitorio le record que tendra que despedirse de ellas antes de salir ya se estn encargando de organizar tu equipaje con la ropa adecuada. Y, por supuesto, no hace falta que te diga que tu aura perder brillo en cuanto comiences a descender, y que tus alas debern mantenerse siempre ocultas. Si surge cualquier complicacin o necesitas ayuda urgente, no dudes en emplear la runa Gabriel hizo referencia al pequeo tatuaje que luca en la nuca, esbozado con el smbolo de los arcngeles. Slo t tienes el poder de activarla, pero si llegas a hacerlo podremos ubicarte all donde ests y acudir en tu auxilio. Lo has entendido todo? Por toda respuesta, Anglica esboz una sonrisa condescendiente. Te voy a echar de menos, hermano al parecer, Gabriel an no haba comprendido que ya no era una nia y que perda el tiempo dndole consejos que conoca tan bien como l. El arcngel correspondi a su sonrisa. Yo tambin te echar de menos. Es la primera vez que viajas sola y... Ten mucho
cuidado, por favor. Ya sabes a qu me refiero enfatiz. Un par de ojos tan azules como el medioda se clavaron en los suyos. Ten siempre presente quin eres continu, y comprtate como tal. Despus, se dio la vuelta y desapareci. Anglica tambin se march, precipitndose por los pasillos del Alczar hasta el ala de los arcngeles. Quera dejar todo listo para partir lo antes posible, y an quedaban muchos cabos por atar. Cuando gir el picaporte de su dormitorio, todo su ser temblaba de exaltacin. An no poda creer su buena suerte.
Captulo II El Infierno
Tercer Trimestre. Ao 5.900 despus de la Cada.
Quieres ver por dnde me paso tus sugerencias, Mod? la voz, antao meldica, de Lucifer cay sobre la pesada tranquilidad de la sala de msica como un azulejo roto en diez pedazos, interrumpiendo el glorioso estupor postembriaguez de Asmodeus, Archiduque de la Divisin Oriental del Imperio. De verdad quieres verlo? Sus tmpanos resollaron como el pecho de un viejo decrpito. Su cabeza, subida en alguna extraa atraccin de feria desde esa maana, palpit al unsono. No jodas, Luc, coge el puto mando a distancia y bjate el volumenrog, con una mano sobre la frente y voz cavernosa. La vibracin de la moqueta le indic que el Emperador se acercaba, pero ni siquiera entonces se molest en ladear la cabeza. All, tumbado en la estrambtica chaise-longue, tena unas vistas cojonudas de los frescos del techo, donde un Paolo sonrosado se cepillaba por detrs a una Francesca bien entrada en sus barrocas carnes. Lucifer, la alegra de la huerta, se col en su campo visual para arruinar la enternecedora imagen pictrica de la bveda. Y levntate de mi silln agreg el Emperador, tan cerca de su odo que la frase pareci extenderse por sus meninges como un cortocircuito a travs de un tanque de gelatina. Asmodeus no parpade. Sus ojerosas pupilas, enrojecidas por el alcohol y las horas de vigilia, permanecieron clavadas en la boca de Francesca, entreabierta por la lujuria. Eres un fetichista amargado. Acabars vomitando sobre el terciopelo. No voy a vomitar sobre tu precioso sof de mierda, cierra el pico de una vez. Lucifer hizo odos sordos. Prosigui con la tediosa labor de abrocharse los botones negros que engalanaban los puos de su camisa; una tarea que el propio Asmodeus haba obstaculizado media hora antes, cuando irrumpi en su pacfica y reconfortante sala de msica. Apestando a vodka, se haba arrastrado hasta desplomarse en la chaise-longue de su querida Marie Antoinette y haba pedido a gritos un salvoconducto para viajar a la Tierra. Detesto el terciopelo manchado de vmito. Es repulsivo. Y yo detesto tu puta paranoia. Djame en paz. El Emperador lo mir con socarronera. Te ofrezco algo de beber? Asmodeus puso los ojos en blanco. Paolo y Francesca se convirtieron en un borrn abstracto cuando se incorpor con dificultad y apoy los codos sobre las rodillas. Su pelo rubio, revuelto, caa a ambos lados de la frente como una maraa de paja seca. Sabes qu, Luc? rezong. Eres un maldito afortunado. Hace exactamente un ao, cuatro meses, cinco das, nueve horas y veintids minutos que yo no me despierto de buen humor. Es ms, hace tanto que no tengo un jodido buen despertar que ni siquiera s si me he ido a dormir en algn momento a lo largo de todo este tiempo.
Lucifer no le prest atencin. No aguanto ms, Lucsu voz sonaba ridcula y desesperada, pero los residuos del vodka alentaron al Archiduque a seguir adelante. Me estoy ahogando. Nos ests ahogando a todos. Necesito salir de aqu, respirar ah fuera. Los das pasan, y cada uno es jodidamente ms vaco y deprimente que el anterior. Si pudiese volarme los sesos, te juro que hace mucho que lo hubiese hecho sus ojos, vidriosos, clamaban a gritos un poco de comprensin. Por favor, Luc. Si se supone que somos amigos, o algo que se le parezca, detn esto ya. Por favor. A pesar de su derroche de pueril sinceridad, el Emperador guard silencio. Asmodeus esper una respuesta mientras su aturdido cerebro haca cbalas entre todas las posibilidades. Luc era un puetero caos impredecible. Podra apuntar, por ejemplo, que l llevaba mucho ms tiempo en las mismas condiciones y que, sin embargo, no se haba vuelto tan quejica o eso se crea l. Tambin podra comentar, como al descuido, que el hecho de que fuesen amigos no le restaba un pice de poder sobre un simple Archiduque, y que dejara ya de tocarle las pelotas. O incluso podra, simplemente, aceptar. Dejar que se largara, que hiciera lo que le saliese de los cojones, y ordenarle que no volviera a molestarlo en los prximos tres o cuatro siglos. Pero lo cierto es que no dijo ninguna de aquellas cosas. Prefiri quedarse callado, contemplando de un modo impasible los botones de su camisa, as que la determinacin suicida de Asmodeus opt por lanzarle la ltima granada. Yo no soy Astaroth, Luc. El Emperador peg un brinco. Le dirigi una mirada llameante. No vuelvas a pronunciar ese... cuando se dio cuenta de lo cerca que haba estado de exponerse, su rictus retorn a su acostumbrada pasividad, como una tortuga que se repliega dentro del caparazn sin hacer el ms mnimo gesto de rendicin. A qu te refieres? Asmodeus se puso en pie. S, s, en pie. Tambaleante, y un poco mareado, como si el universo girase a su alrededor con banda sonora incluida. Pero en pie. Yo nunca te traicionara, Luc. Ninguno de nosotros te cambiara por una zorrita humana, y lo sabes. No lo pagues con los que an seguimos aqu, a tu lado. Aunque un rato antes haba bromeado al respecto, ahora fue el propio Lucifer quien se sirvi una copa de la bandeja sobre el piano. Bebi con solemnidad y calma, pero sus dedos crispados en torno al vaso hablaban un idioma muy diferente. No sabes lo que ests diciendo dio un segundo trago al licor. No tienes ni idea. Por supuesto que lo saba, no era un maldito imbcil. Aquellos das de marzo, ms de un ao atrs, nadie podra olvidarlos nunca. El revuelo que haba levantado aquella humana endeble y manipuladora, los gritos de Ast en la cmara de torturas, el asfixiante silencio posterior; todo eso era imposible de borrar. l tambin era mi amigo, Luc. Yo tambin lo echo de menos; yo tambin me pregunto cada da por qu demonios se larg, dejndonos tirados como si le importramos una mierda. Joder, Luc, de haber podido, yo hubiese sido el primero en alzar el ltigo y descargar mi rabia contra esa perra no haba tenido ocasin de conocer en persona a la mujer por la que Astaroth los haba vendido a todos, pero s conoca a las arpas de su calaa. El tiempo se ha ido, y Ast tambin. En cambio, nosotros seguimos aqu, al pie del can.
Nada haba vuelto a ser igual despus de que el bastardo de Ast se saliera con la suya. Lucifer se haba ido enterrando poco a poco en una ampolla de desconfianza y sospechas infundadas y pretenda arrastrarlos a todos con l a esa tumba supurante. Ninguno de los Prncipes haba salido del Infierno desde entonces. No importaba cuntos chantajes, artimaas o mentiras idearan; los permisos de Luc para viajar a la Tierra se haban terminado. Y eso era ms de lo que su demonaca paciencia poda sobrellevar. Durante un segundo, Asmodeus crey que el Emperador iba a decir algo. Lo dese. Borracho como estaba, an le escoca su dignidad, y poda sentir la minscula fisura que amenazaba con resquebrajar la impenetrable fachada de Luc. Sin embargo, el segundo pas, cay en el olvido, y sus facciones recuperaron su inescrutabilidad. Eres tan blandengue que a veces me asustas, Mod coment al fin, con una sonrisa de superioridad sabiamente entrenada. Siempre lo has sido Asmodeus capt el mensaje al instante, y le doli como un puetazo en el cuadrante inferior del escroto. Regresa a tu palacio y duerme la mona hasta maana. Tal vez as dejes de decir tonteras. Fue su gesto, todava ms que sus palabras, lo que encendi su furia. Por una jodida vez, una vez tan slo en todos esos aos, lo nico que haba esperado era que su amistad de milenios primase por encima de su puto egosmo. Y el muy cabrn se la haba tirado a la cara, escupiendo cido sobre la estela corrupta de lo que un da haban sido sus emociones. El Archiduque se dirigi como una tromba de rabia y vodka hacia la puerta. Ni siquiera se molest en volverse hacia el Emperador antes de salir a trompicones. Espero que nunca llegues a arrepentirte de lo lejos que has llevado tu reinado, Robespierre murmur con atropello. Espero que nunca te quedes solo. Porque nadie, y mucho menos t, me va a impedir hacer lo que me d la real gana. Hace mucho que dej de ser un ttere manejado por las rdenes de otros. Despus, en los odos de Lucifer qued tan slo el eco de su portazo.
rika Gael