Este documento presenta una carta de José María Vergara y Vergara dirigida a Ricardo Silva. La carta describe tres tazas, una de chocolate, otra de café y otra de té, invitando a Ricardo a elegir una y vaciar las otras dos. Luego procede a describir varios eventos sociales del pasado en Bogotá a través de invitaciones y esquelas que ha recolectado, reflexionando sobre la mortalidad humana y la búsqueda de inmortalidad. Finalmente, describe un refresco ofrecido en 1813 en la casa del marqu
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Este documento presenta una carta de José María Vergara y Vergara dirigida a Ricardo Silva. La carta describe tres tazas, una de chocolate, otra de café y otra de té, invitando a Ricardo a elegir una y vaciar las otras dos. Luego procede a describir varios eventos sociales del pasado en Bogotá a través de invitaciones y esquelas que ha recolectado, reflexionando sobre la mortalidad humana y la búsqueda de inmortalidad. Finalmente, describe un refresco ofrecido en 1813 en la casa del marqu
Este documento presenta una carta de José María Vergara y Vergara dirigida a Ricardo Silva. La carta describe tres tazas, una de chocolate, otra de café y otra de té, invitando a Ricardo a elegir una y vaciar las otras dos. Luego procede a describir varios eventos sociales del pasado en Bogotá a través de invitaciones y esquelas que ha recolectado, reflexionando sobre la mortalidad humana y la búsqueda de inmortalidad. Finalmente, describe un refresco ofrecido en 1813 en la casa del marqu
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Este documento presenta una carta de José María Vergara y Vergara dirigida a Ricardo Silva. La carta describe tres tazas, una de chocolate, otra de café y otra de té, invitando a Ricardo a elegir una y vaciar las otras dos. Luego procede a describir varios eventos sociales del pasado en Bogotá a través de invitaciones y esquelas que ha recolectado, reflexionando sobre la mortalidad humana y la búsqueda de inmortalidad. Finalmente, describe un refresco ofrecido en 1813 en la casa del marqu
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J os Mara Vergara y Vergara
"LAS TRES TAZAS"
2003 - Reservados todos los derechos
Permitido el uso sin fines comerciales
Jos Mara Vergara y Vergara
"LAS TRES TAZAS"
Al Seor Ricardo Silva Mi querido Ricardo: Te dedico estas tres tazas, llenas la una de chocolate, la otra de caf y la tercera de t. Tmate la que quieras; lo dejo a tu eleccin; pero no creo que seas eclctico hasta el punto de tomarte todas tres. Debes escoger una y vaciar las otras dos. Tu paisano, AREIZIPA (Postdate (en latn). Hombre! no derrames las otras: ofrcele la una a tu esposa y la otra a Manuel Pombo). (Fecha ut supra, igualmente en latn.)
TAZA PRIMERA SANTAF
Soy coleccionador, biblimano o anticuario; no s cul de las tres cosas ser; pero, sea lo que fuere, le confieso con rubor, porque no se me oculta el ridculo que sigue a estos oficios serviles en nuestra tierra. Si en lugar de eso fuera revolucionario como don N... que est graduado ya de doctor en revoluciones, y que es muy bien recibido en la sociedad; o si fuera militar, profesin que imprime carcter; o agiotista, profesin que idealiza al individuo, lo confesara en alta voz y andara con la frente tranquila y la conciencia erguida como dicen algunos que se retiran a la vida privada. Creo que como dicen es "con la frente erguida y la conciencia tranquila", y si yo he dicho al revs, no te afanes. Sera equivocacin del cajista, que de sas he visto yo.
Pues iba diciendo que yo soy biblifilo o cosa parecida; y por esta razn poseo impresos en abundancia y variedad. Una de estas variedades es la de esquelas de convites a entierros y bautismos: de ofrecimiento de nuevo estado y de despedida. Qu cosas he visto! Sobre cuntas boletas han cado lgrimas que se me han saltado a traicin e impensadamente! "Dionisio Rodrguez y Zoila Daz se ofrecen a usted en su nuevo estado", dice una esquela fechada en 1841. "Dionisio Rodrguez y su seora ofrecen a usted un nuevo servidor", dice otra, fechada en 1842. "Ha muerto la seora Zoila Daz, dice otra. Su inconsolable esposo y sus hurfanos suplican a usted que asista a las exequias maana a las once". La fecha es 1853. Estas esquelas recibidas a largos intervalos no causan sino una impresin sencilla; pero unidas as en un libro! sin ms distancia entre el matrimonio y la muerte que una hoja de papel, y sin ms tardanza que la necesaria para volver una foja! As, amigo mo, la impresin es completa y el sabor que queda en el alma, es un sabor a asco de la vida. La vida es una canallada, es un robo cuatrero, es una miseria! Esa vendi su derecho de primer nacido por un plato de lentejas; si hubiera sido su nacimiento el que venda debiera haberlo vendido por el plato solo: darlo como lentejas hubiera sido un despilfarro horrible.
Quieres que sigamos fojeando? Mira lo que sigue. Un amigo mo me convida en 1849 a comer en su tornaboda, y en la foja siguiente me convida su esposa a acompaar el cadver de mi amigo al cementerio! Yo acept ambas cosas: brind en el convite y llor en el entierro. Quieres que sigamos fojeando? Mira lo que sigue! Es un convite para unos certmenes de nias. Una de las sustentantes es Clementina Forero, de edad de ocho aos. Sabes quin era la abuela de esta nia? Zoila Daz, a quien vi casar yo, que, segn mi fe de bautismo y mis barbas negras que peino, soy joven todava; pero que segn el estudio de estas boletas soy un Matusaln detestable. Y yo mismo, qu ser maana para el que me herede estas colecciones, sino una antigualla curiosa, un ente mitolgico que existi? Quin har vivir mis ideas, mis sentimientos? Nadie! nadie! "Un hombre al agua" gritan en un buque cuando cae por descuido un marinero. Se ve a la vctima debatindose con las olas, se ven sus movimientos, se oye su voz, que invoca a Dios, que nombra a su madre, a su esposa, que ofrece el oro que tiene en tierra al que lo salve. Pasa un momento; qu hay sobre el mar? Nada. El buque se aleja: qu deja atrs? Nada. Un hombre es nada despus de que se consume. Las generaciones son buques! de ellas se desprende un hombre que iba con ellas, y cae a la tumba. Las generaciones siguen: qu dejan atrs? Nada!
La vida, si no es ms que este tutilimundi, en que pasan y repasan figurillas, no vale ni el plato vaco de Esa. No vale nada, absolutamente nada. Cualquier negocio es a pura prdida, mientras no haya negociantes que garanticen la perpetuidad. Lo que ms humilla al hombre es la muerte; es vivir de arrendatario de la vida; es no tener nada propio. Cuando menos lo piense, viene el dueo y le pide lo que posee. Esta es una humillacin por excelencia
Dichosos los que dicen, quitando as a la muerte su humillacin sin nombre: "La vida es una prueba, es un recodo del camino, es un tambo en la ruta para descansar a su sombra un momento. Nadie se va a vivir a un tambo; pues bien, la vida no ha sido nunca de cal y canto tambo. Venimos de Dios, hacemos un viaje alrededor de la tierra y nos volvemos a Dios. No hay franceses que salen de Pars, viajan, y vuelven a los diez o doce aos a Pars? Pues as sucede al hombre respecto de Dios". Oh! esta sed de inmortalidad del hombre, si no hubiera Dios, sera un veneno delante del cual el cido prsico sera un caramelo pectoral y calmante. Si los volcanes rugen como rugen y braman como braman, ser porque se les ha figurado que no hay Dios. Yo en pellejo de ellos, y con tal idea, no me estara ni una hora sin un terremoto: me divertira en matar al mundo a fuerza de estrujones.
Pero hay Dios! Aguantemos humildes la prueba de la vida. Padezcamos la prueba de las boletas y djame divertir un poco la imaginacin, porque all alcanzo a ver al principio del tomo una esquela en papel florete que me sonre. Mrala, qu cuca! E1 papel es un florete, espaol de lo ms florete que puede hacer el hombre, criatura nacida para hacer siempre papel. E1 largo de la esquela es una cuarta, medida espaola: el ancho, media; y el margen tiene cuatro dedos. Quieres que la lea?
Doa Tadea Lozano
saluda a Ud. y le ruega que venga esta noche a tomar en sta su casa el refresco que ofrece en obsequio de algunos amigos. Seor don Cristbal de Vergara. Santaf y mayo 13 de 1813.
He odo contar en casa que este refresco fu de lo sonado, de lo grande. Asistieron cincuenta personas de lo ms escogido que haba en la ciudad: Nario, Baraya, Torres, Madrid y otros personajes por el estilo. Nario estaba en vsperas de marchar al Sur con su valiente ejrcito; y la marquesa de San J orge quera darle por despedida, lo que se llamaba entonces un refresco, es decir, una taza de chocolate.
E1 palacio de la marquesa, era, t lo sabes, la misma hermosa slida y opulenta casa que queda en la esquina de Lesmes, y en que vive hoy don Ruperto Restrepo. Era y es una casa cien veces mejor que lo que hoy se usa, estas casuchas que se vengan en altura de techos de lo que pierden en extensin de terreno; fbricas de tifos y de tristezas; copia exacta de la generacin actual; casas de gran fachada y sin huertas ni jardines: con salas de veinte mil varas de alto y corrales de vara en cuadro; casas que, en lugar de aquellas andaluzas y espaciosas albercas en que corra a chorros la rica agua del Boquern, tienen bombas que pujan y brotan por la fuerza una agua que sabe a magnesia y sdlitz. La casa de la marquesa ah est a la vista: es cien veces mejor que las de hoy. Su dueo no debe cambiarla si no le dan doscientas casuchas de stas que la moda levanta.
Pues en uno de sus salones fu donde se reuni la sociedad que iba a tomar un refresco la noche del 13 de mayo de 1813. Treinta caballeros y veinticinco seoras y seoritas, asistan. Era el traje de los caballeros, zapato de hebilla, media de seda, pantaln rodillero con hebilla de oro, chaleco blanco y casaca sin solapas, segn la ltima moda, y que era llamada Bonapartina. El traje de las seoritas consista en camisn de seda de talle muy alto y descotado, mangas corridas, falda estrecha.
La gran sala estaba colgada de tela de seda recogida en profusos pliegues. El mobiliario consista en tres canaps con prolija obra de talla dorada, y cuyos brazos semejaban culebras que mordan una manzana. Fuera de los canaps haba unas cincuenta sillas de brazos, tambin doradas y forradas como aqullos, de damasco de Filipinas. Del techo colgaban tres grandes cuadros dorados en que se vean los retratos del conquistador Alonso de Olaya, fundador del marquesado; de don Beltrn de Caicedo, ltimo marqus de San J orge, por la rama de Caicedos; y de don J orge de Lozano, poseedor del marquesado en 1813.
El refresco tuvo lugar a las ocho de la noche, en el vasto comedor. La mesa, cubierta con un mantel de alemanisco de resplandeciente blancura, soportaba el enorme peso de los platos de colaciones, las botellas de aloja y los botellones de vino espaol. Sobre las servilletas dobladas reposaban grandes platos: entre stos haba platos pequeos; y entre los pequeos haba pozuelos en que haca visos azules y dorados la espuma de un chocolate que estaba guardado en pastillas haca ocho aos, en grandes arcones de cedro. El cacao haba venido desde Ccuta, y para molerlo se haban observado todas las reglas del arte, tan descuidadas hoy por nuestras cocineras. Se haba mezclado a la masa del cacao canela aromtica, y se haba humedecido con vino. En seguida cada pastilla haba sido envuelta en papel, para entrar en el arcn en que iba a reposar ocho aos. Para hacer el chocolate no se haban olvidado tampoco las prescripciones de los sabios. E1 agua haba hervido una vez cuando se le echaba la pastilla; y despus de esto se le dejaba hervir otras dos, dejando que la pastilla se desbaratara suavemente. E1 molinillo no serva para desbaratar la respetable pastilla a porrazos como lo hacen hoy innobles cocineras; no, en aquella edad de oro el molinillo no serva sino para batir el chocolate despus de un tercer hervor, y combinando cientficamente sus generosas partculas, hacerle producir esa espuma que haca visos de oro y azul, que ya no se ve sino en las casas de una que otra familia que se estima. Preparado as el chocolate, exhala un perfumeun perfume! Musa de Grecia, la de las ingeniosas ficciones, hzme el favor de decirme cmo diablos se pudiera hacer llegar a las narices de mis actuales conciudadanos el perfume de aquel chocolate colonial ! Esto en cuanto al olfato; pero en cuanto al sabor! Es de advertir que la regla usada entonces por aquellas venerables cocineras, era la de echar dos pastillas por jcara, y ninguna de aquellas sabias cocineras, se equivocaba. Si los convidados eran diez, se echaban veinte pastillas. Hoy llanto cuesta el decirlo! quis talia fando temperet a lacrymis! Hoy hay cocineras que echan a pastilla por barba. Qu digo? Hay casas en que con una pastilla despachan tres vctimas!
Pero el sabor de aquel chocolate era igual a su perfume; la cucharilla de plata entraba en el blando seno de la jcara con dificultad. No se hacan buches de chocolate como ahora, no; ni se tomaba de prisa, ni con los ojos abiertos y el espritu cerrado. Cada prcer de aqullos cerraba un poquillo los ojos, al poner la cucharita de plata llena de chocolate en la lengua: le paladeaba, le tragaba con majestad; y don Camilo de Torres dijo al gran Nario al acabar de vaciar su jcara: digitus Dei erat hic.
Bene dixisti, contest el presidente de Cundinamarca, depositando respetuosamente su pocillo sobre el plato. Es sabido que Torres y Nario eran hombres de muchsimo talento.
Con tales jcaras de chocolate fu que se llev a cabo nuestra gloriosa emancipacin poltica. Si hubiera sido el t su bebida favorita, el acta del 20 de julio de 1810 no hubiera tenido ms firmas que la del Virrey Amar, que nunca quiso firmarla.
Olvidaba decir que la vajilla en que se sirvi aquel chocolate de que vengo hablando, era toda de plata de martillo y que no era prestada. En el fondo de cada plato estaba grabado el blasn de aquella ilustre casa con el nombre de "Marqus de San J orge", que diez aos ms tarde haba de cambiar su dueo por el ttulo de "Say Bogot", haciendo as de sus blasones un bodoque y tirndoselos a la cara a Fernando VII al travs de esos mares, que recorrieron sus altivos antepasados armados de todas sus armas.
El aristocrtico refresco haba terminado. Los agraciados volvieron al saln precedidos por el gran Nario que daba el brazo a la marquesa de San J orge.
Apenas llegaron al saln rompi la msica de cuerda que estaba prevenida, con una alegre contradanza que hizo saltar de alegra a todos los que la escuchaban. Puso la contradanza el elegante Madrid con la hermosa doa Genoveva Ricaurte. Las figuras fueron paseo, cadena y triunfo, en la primera parte; y en la segunda alas cruzadas, paso de Venus y ruedas combinadas. Tras de la contradanza se bailaron un capitus, un zorongo, un ond y dos caas.
Eran las doce de la noche, dadas en el gran reloj de cuco que sonaba en la recmara, y los convidados se prepararon para retirarse. Los hombres pidieron a sus pajes sus ricas capas de pao de grana, su espada y su sombrero de castor: las mujeres pidieron a los caballeros sus mantos y sus pastoras, y salieron precedidos de sus lacayos que llevaban grandes faroles para alumbrar las calles solitarias por donde se retiraban los elegantes tertulianos.
Cuatro aos despus todos los hombres de aquella tertulia, menos dos, haban sido fusilados: todas las mujeres, menos tres, haban sido desterradas.
Morillo hizo su cosecha de sangre. Pas aquella tempestad y vino Bolvar. Con Bolvar vinieron los ingleses de la legin britnica, y con ellos, cosa triste! el uso del caf, que vino a suplir la taza de chocolate.
SEGUNDA TAZA SANTAF DE BOGOT
"J uan de las Vias saluda a usted y le ruega que concurra esta noche a su casa a tomar una taza de caf"
Esta boleta, en papel azul, de carta, con una vieta que representa un amor dormido, tiene, como lo ves, la fecha 1848. La impresin es de Cualla: los tipos no dejan duda.
El caf me era conocido como un remedio excelente, feo como todo remedio; mas no lo conoca bajo la faz de bebida tan deliciosa que mereciese un convite. En un jueves santo, da de ayuno y de abstinencia, haba solido tomar una tacita de caf; y en una que otra indisposicin de estmago, se me haba propinado una tacita de agua en que se haban hervido tres granos de caf. Me pareca que aquella solucin de calamaco, que aquella agua de cbica, que aquel cocimiento de filaila no se poda prestar a gran cosa para los placeres de la amistad y de la reunin. No comprenda, cmo mi amigo el seor de las Vias y sus convidados, mozos de excelente humor y mejor salud, que de seguro no haban ayunado ese da, ni se haban abstenido de carnes, fueran a gastar una noche tomando caf. Mi estmago sollozaba con la idea de renunciar esa noche a mi chocolate de media canela, aromtico y alimenticio; pero mi espritu novelero se exaltaba con la idea siempre mgica de ir a penetrar lo desconocido. El chocolate era para m un amigo de infancia; pero me halagaba la idea de ir a conocer aquel extranjero a la moda. Perra naturaleza humana! Qu necesidad tena yo de nuevas amistades?
Sea como fuere, yo no renunci al convite. A las siete de la noche me dirig a la casa de Vias, armado de punta en blanco. E1 traje de baile que se usaba en aquel tiempo, y era el que yo llevaba, consista en zapato sin tacn, pantaln con ancha trabilla, lleno de pliegues en la cintura y sumamente angosto en su parte inferior. Presenci una vez el caso de que un dandy tuviera que colgar sus pantalones sobre una viga, y meterse en ellos para que el peso del cuerpo hiciera entrar las piernas en aquellos tarros. E1 chaleco era de seda y tena enormes solapas. La casaca de pao negro era tan angosta y puntiaguda que cuando el caballero se inclinaba para ponerse a los pies de una dama, la falda se levantaba recta y formaba un ngulo de setenta y un grados con las piernas del hroe. La corbata era muy ancha y se echaba con doble vuelta, y los cuellos de la camisa, muy anchos tambin, volteaban, dando a las caras un aire de candor que enga a muchos y a muchas. No hay que fiarse en el candor de las caras que tienen cuellos volteados, ni en la gravedad que ostentan las que usan cuellos parados: uno y otra son engaosos y falaces.
La sala del seor y la seora Vias era de una sencillez patriarcal. Las blancas paredes no tenan ms adorno que el que le ponen a los difuntos cuando su inconsolable viuda, sus afligidos hurfanos y sus inconsolables amigos les dicen: quede usted con Dios. Ya se entiende que hablo de la cal.
La cal, triste presente Que el hombre rinde al hombre, Como un lauro postrer que da a su frente. De esto nadie se asombre. Que al decir los poetas lloradores: "Yo regar de flores, Dulce amigo, tus restos adorados Entre la negra y triste sepultura, Usan de una figura Retrica, de un tipo as tal cual: Lo que riegan no es flores sino cal.
Sobre la blanca cal de las paredes (que el papel no era de lo ms comn en esa poca) haba lminas que nada tenan de homogneas: eran San J os al leo, obra de Figueroa; un cuadro que representaba la muerte de Napolen y dos lminas en cristal: la una figuraba a Cleopatra escondindose en el seno un lagarto y la otra a Matilde cerrndose un ojo con un dedo para indicar que lloraba a Malek Adel. Pobre Malek Adel! Cunto llor por tu suerte entonces, que me crea yo tan rico de lgrimas! Y cuando lleg la hora de llorar sobre mi mismo, no encontr ni una en mis ojos: todas haban cado sobre tu sepulcro, sobre Corina, sobre Atala y otros personajes que no eran de mi parroquial. Las cosas que uno hace de muchacho! Y el inters que se toma por scar y Amanda, Numa Pompilio y otros sin generales! Pero, a decir verdad, esta sensibilidad no est por dems: ello se debe a que uno debe aprender la historia romana y la griega al dedillo y obtener una calificacin de "sobresaliente con aclamacin", como la obtuve yo en un certamen en que recit de pe a pa todas las guerras pnicas. Qu tal si entonces me examinan en la historia de mi misma patria, que nunca me ensearon en la universidad! Indudablemente me habran calificado rprobo sobresaliente, porque hasta hace poco fu que supe que haban existido un tal Gonzalo J imnez de Quesada y otros varones. Esto lo supe mucho despus que aprend a tomar caf. Y a propsito del caf, me haba olvidado de que estaba describiendo una sala.
Los canaps forrados en zaraza, los taburetes de vaqueta, las mesas pintadas de mala mano, todo indicaba una mediana de esas que se llaman con el adjetivo decentes. Para mi no hay ni puede haber mediana que no sea indecorosa. Un lujo haba en la sala, y eso no perteneca al amigo Vias: las parejas. Veinte muchachas que ni bajaban de los diez y ocho ni pasaban de los veinticuatro aos: veinte muchachas rollizas, de caras ovaladas llenas de hoyuelos, de mejillas pintadas por la salud y la juventud, de ojos pcaros pero inocentes, amorosos pero seoriles, de bocas frescas que se perecan por hablar, pero que callaban modestas; de cuerpos rollizos vestidos con humildes camisones de zaraza, y sin ms adornos en las cabezas que dos trenzas de abundante pelo; veinte doncellas listas para ser buenas esposas y buenas madres; con ausencia total de lectura de novelas de Dumas y de romanticismo y de jaranas; tales eran las parejas con que se puso una contradanza que hizo estremecer la tierra en sus ejes, y se bailaron unos sendos valses que hicieron estremecer los ejes entre sus bocines.
Las parejas hombres, o sean parejos, eran de lo ms disparejo que puede darse en vestidos y en figuras. Unos gastbamos casaca; pero yo vi a uno que bail con chaqueta. Era una tertulia casera. La contradanza, gloria de nuestros padres y gloria nuestra, de que se han privado nuestros hijos por. . . pepitos, era y es (si se vuelve a bailar) el ms decoroso y galante, el ms vistoso y caballeresco de todos los bailes. Cuando la pareja que iba poniendo la contradanza llegaba al fin de la hilera, era de verse aquel concertado desorden, aquella sistemtica anarqua, aquel arreglado movimiento con que se movan cuarenta personas ejecutando a un tiempo las vistosas figuras. Y si la contradanza era obligada, es decir, compuesta de figuras muy difciles, haba un momento, aquel en que se ejecutaba el paso ms obligado, en que hasta el espectador gozaba como no han soado gozar estos pepitos que corcovean hoy en las alfombradas salas. E1 registro de los clarinetes despertaba los corazones: el redoble en la tambora los haca saltar, y al romper la msica con la primera parte de la contradanza, los haca hablar. S, seor, como usted lo oye; los corazones hablaban, que yo los o. A sacar parejas! gritaban los ms alegres, y todos nos precipitbamos a sacar la que estaba comprometida. Puestos en hilera, el afortunado mortal a quien tocaba poner la contradanza aguardaba a que la msica tocase la primera parte para romper el baile, y mientras tanto deca algunas palabras a su compaera, que bien gratas haban de ser, puesto que la veamos remilgarse bajando los prpados sobre sus alegres ojos. El que estaba de segunda pareja aguardaba con los dedos pulgares metidos entre el chaleco, y haciendo abanico con la mano abierta; y otros de los que haban quedado ms abajo divertan su impaciencia llevando con los pies el comps de la retumbante msica de viento, que aquella noche era de vendaval.
Unas dos contradanzas y unos tres valses redondos se habran bailado cuando en un interregno se apareci en la sala mi amigo el de las Vias, y con su misma cara de alma de cntaro que conserv hasta la muerte, adornada en ese momento con sonrisa de gala, dijo en voz alta: Zeores, vamoz a tomar caf!
E1 golpe estaba dado, la situacin era dramtica. Por pronunciar dos zetas y la palabra caf haba gastado Vias cincuenta pesos redondos. Nos lanzamos a tomar los brazos de las hermosas convidadas, y nos dirigimos al comedor. Vias nos preceda llevando del brazo a su esposa, Magdalena Parra, que ya es muerta. Un manojo de plumas se necesitaran para describir aquel comedor, acostumbrado a ser teatro de juntas pacficas, y que esa noche iba a servir de campo de batalla; qu digo, servir! que haba servido ya en los aprestos del refresco, pues se haba removido este mundo y el otro para ponerlo decente. Un bao de tierra blanca haba enlucido las paredes. Donde la pared por su altura estaba inclume, corriente; pero cmo habra sentado la blanca tierra en la zona hmeda, es decir, en dos varas de altura, donde el verde de la humedad atropellaba las frmulas, saltando a la cara como un cigarrn. Cmo habra quedado en todos los puntos en que se habra hecho hoyo por las puntas de las mesas, por los palitroques de los taburetes, por los saltos del perro Medoro a coger la pelota que lanzaban los chicos, saltos que haban dejado en la pared una especie de pentagramas curvilneos formados por sus garras? La mesa en que coma todos los das el seor de las Vias, rodeado de sus hijos como una via de sus vstagos, era a propsito para aquella parra y aquellas vias, pero insuficiente para los convidados, y se haba tomado el partido de agregarle varias mesitas. Las que eran muy bajas se haban alzado sobre ladrillos, y aunque tambaleaban como Edda delante de su amado, ste no era mucho inconveniente; pero las que haban quedado altas tenan la ventaja de la solidez en cambio de la abominable joroba que impriman al mantel. Vias me consult sobre esta abominacin un poco antes de llamar a los convidados; y yo, viendo que no haba remedio en lo humano, le dije: el mar es lo ms plano que se conoce, y sin embargo, se desnivela cuando se agita, y as es ms solemne. Vias qued tranquilo con esta explicacin. Haba taburetes de todas formas, platos de todos colores, gente de todas clases y nios de todas edades; porque las seoritas convidadas haban ido con sus padres, stos con sus hijos chiquitos, y stos ltimos con todas las criadas de la casa. Los convidados eran cuarenta y los asistentes cuarenta mil. Nos sentamos, s; aunque me pese el decirlo, nos sentamos cuarenta personas en treinta taburetes. E1 cmo, se ignora y se ignorar siempre. Magdalena Parra de Vias, que no se sentaba haca tres das, bien hubiera querido sentarse, aunque no fuera sino para poder llorar con descanso; pero, qu sentarse en aquella Babilonia! E1 refresco empez por ajiaco, el modesto, el irreemplazable ajiaco, que si figurara en algn lenguaje debera tener por significado: mrito slido. Tras del ajiaco siguieron unos hermosos pollos asados, dignos de un prncipe convaleciente. Tras de los pollos hubo vinos: vino tinto, vino dulce y vino de consagrar. Tomamos ms de lo justo, aunque no tomamos con injusticia: nos alegramos y nos enternecimos. En esta delicada situacin de nimo se oy en la cercana cocina un ruido de molinillos, y acto continuo entraron tres criadas bien vestidas, trayendo en tres grandes azafates pastusos, muchos pozuelos blancos llenos de caf.
Fu el segundo momento solemne. Todos mirbamos con curiosidad aquel licor negro y espeso que vena entre sus sepulcros blancos, como las almas de los fariseos. Nos pusieron por delante a cada convidado nuestro pocillo de caf hervido y batido, y cada uno dio el primer sorbo. Oh Silva! oh Silva! qu sorbo! qu sorbo!
Si este artculo llevara nmeros romanos, qu bien divididas quedaran las situaciones dramticas. Figrate los nmeros: Antes de "J uan de las Vias" un I. Despus del "zeores, vamoz a tomar caf", el II; y tras de los "pozuelos blancos llenos de caf", el III. E1 drama estara hecho; no faltara sino ponerle un nombre bien romntico, como el Confteor, o Angel del crimen, o El pual santo, o Una borrasca en las uas, o La segunda foja de un libro, o cualquiera otra cosa romntica, significativa y sonora. Todava le faltara algo: ponerlo en verso, y esto no sera muy difcil; por ejemplo, este dialoguito:
No os parece, el de Cardona, Que el cat est muy cargado? Est requetecargado Y hace dao a mi persona. Que le falta azcar creo, No os lo parece, Cardona ? No lo nota mi persona, Ms s lo creo de recreo.
Cuando el consolante es as, muy rebuscado y poco vulgar, sera algo ms difcil; pero echando mano de consonantes ms socorridos se andara muy aprisa. Pero sigamos con el caf.
Apurado el primer sorbo, apartamos respetuosamente el pocillo, y yo volv la cara, para escupir con maa y sin que nadie notara, el puado de afrecho que me haba quedado en las fauces; pero no pude hacer este acto de polica, porque mi vecino iba a hacer lo mismo, y ambos nos recatamos para ocultar el secreto; es decir, cada uno trag lo mejor que pudo, y otro tanto suceda a cada convidado. Pasado el primer momento, hablamos todos para engaarnos. J uliana, la seorita que estaba a mi derecha, y que pretenda tener un gusto muy delicado y estar siempre a la moda, quiso hacerme creer que aquella bebida que tomaba por primera vez, no le era extraa. Me gusta tanto el caf! deca haciendo gestos de horror. Clotilde, que estaba un punto ms adelante, deca tambin: Es tanto lo que me gusta el caf! Pero no puedo tomarlo sin que se me resientan los nervios.
Yo estaba excitado por el vino de consagrar que haba tomado, y no pude contenerme: J uan de las Vias, dije en voz alta, cunto te abonan por tiles de escritorio en tu oficina? Poca cosa, contest con sorpresa el interpelado; ocho pesos al ao; pero por qu me lo preguntas? Porque no puedo explicarme el despilfarro que haces de tinta, hombre. Qu quieres decir? Que nos has dado tinta de uvilla con trtaro en este impdico brebaje que acabas de propinarnos. Caballero, me parece que. . . Que me debes dar chocolate. Ahora no soy caballero, no soy sino un hombre herido en lo ms caro que tiene, en su guargero; soy un len enfurecido; y si no me das chocolate, te despedazo aqu en presencia de tu tierna esposa y de tus tiernos hijos. Eres un hombre sin civilizar, un brbaro, un indio bravo. No sabes tomar caf, la bebida de moda. Cmo! Me llamas indio bravo despus de tomar caf batido, servido con queso y retoritas? Te despedazo. Caballero, mire usted en qu casa est, dijo Magdalena Parra de Vias. Mi seora, estoy en una casa donde se bate el caf: pido chocolate. S, chocolate! chocolate! clamaron todos los hombres, insolentes por el vino, e incitados por mi mala crianza.
La escena se convirti rpidamente en una escena de confianza. Todos se rean, todos gritaban, J uan de las Vias me pidi una satisfaccin.Como quieras, le contest. Estoy dispuesto no slo a satisfacerte, sino a probarte que el caf ha sido hecho en chorote. . . Vias estaba un poco serio; pero otro de los conmilitones propuso: bauticmoslo con caf y pongmosle otro nombre.
Por no recibir el caf en la crisma y tambin porque vio que todo el pueblo estaba contra l, se ech a rer al fin, y dijo subindose sobre un cajn, y tomando el pocillo de chocolate que estaba apurando su inocente esposa. Pido la palabra!La tiene Vias, con tal que no hable de caf, contest el insolente.
Seores, dijo sin zeta ninguna y en el ms puro castellano el buen Vias, que haba estado a la moda, durante un momento, y que por un accidente volva a su lenguaje, a su tono y a su felicidad habitual: seores, propongo un brindis con chocolate contra el caf. Bravo, bravo! Bien! Magnfico! Admirable! Hurra! Hucha perro! gritamos todos enternecidos, sorprendidos, vencidos, conmovidos, mientras que Vias aguardaba parado, encajonado, encantado, admirado, ruborizado.
Y en nuestra feroz alegra palmotebamos, y bajbamos a Vias de su cajn en nuestros brazos, y lo estrechbamos, y llorbamos sobre su faz. Hubo alguno que, no pudiendo moderar su entusiasmo, le haca tambora en la cabeza.
Vias qued resarcido de sobra con aquel triunfo oratorio y aquella ovacin fraternal, del fracaso de su caf.
Tomamos buen chocolate improvisado y nos fuimos a la sala para que vinieran a cenar los msicos. La mitad de los hombres se volvi con ellos, y la otra mitad se dividi por mitades: una que se qued en la sala, y la otra que se vino con los msicos. De la mitad que qued en la sala, una mitad se apareci a pocos momentos en el comedor. Comimos ms, bebimos ms, y fumamos con un furor homrico. A los msicos los cuidamos con un furor intermitente: los hacamos tomar ajiaco despus del dulce, o interrumpir una jcara de chocolate, para contestar a un brindis con vino seco. Les alcanzbamos cigarro encendido cuando empezaban a tomar frito, y les hacamos tomar agua despus de tomar aguardiente. Concluyeron al fin, volvieron sumamente complacidos a tomar sus instrumentos musicales y tocaron con una fuerza descomunal durante dos horas seguidas. A las tres de la maana gritbamos durante el baile: odo! viva mi pareja! viva el buen humor! viva quien baila! Los peinados de las mujeres, que se mantenan modestas y tolerantes, era lo nico descompuesto que haba en ellas, porque cada media cadena obligada les haca una borrasca sobre el crneo, al revs de lo que dice Vctor Hugo.
Hubo un momento sublime de reposo y de respetuoso silencio, durante el cual acezamos. Habamos bailado tres horas seguidas sin intermisin, y era la una y media de la maana. Dejar acabar el baile hubiera sido delito: prolongar el interregno, atrocidad; seguir bailando, suicidio. Qu hizo el buen de Vias? Fue e invent una cosa que no estaba en el programa de la fiesta; sac una guitarra, mudo testigo de sus ex-amores con su esposa cuando sta no lo era an, y propuso a J uliana que cantara.
Pero si yo no canto! exclamaba aquella adoradora del caf.
Cmo no ha de cantar! le decamos todos; y sin ms razn que sta, y una vaga sospecha que circul a ese tiempo de que efectivamente cultivaba aquel arte encantador, le dejamos la guitarra en el regazo. Media hora se pas en templarla, y en registrarla, al cabo de la cual tosi disimuladamente y empez en voz baja, algo acatarrada, aquella cancin que entonces era de moda:
Hermosa, ven, y sulcaremos juntos El mar inmenso de la triste vida. Hermosa, ven, y mi fatal herida Cirrala ya por el eterno Dios. Tin, pin, tin, pin, pin, pin, pin. Cirrala yaaaaay, por el eterno Dioooos ! La, ra, la, ra, la, ra, la, Hermosa, ven, y sulcaremos juntos . . .
Iba a repetir la romntica cantora todo el convite a navegar; iba ya a llegar a la curacin de la herida, cuando al hacer un trino en la voz y un arpegio en la guitarra, pao! hizo la prima, reventada en el quinto traste. La pobre prima, adelgazada durante los amores de Vias con su Parra, no pudo empezar con salud la segunda poca de sus glorias. Ay, qu difcil es que una prima alcance para dos amores! Dicen que las primas limeas resisten hasta cuatro; pero las nuestras quedan exhaustas en el primero. No habiendo otra prima a mano, fu menester renunciar al placer de or por tercera vez el convite a "sulcar" juntos, y pasamos a otra cosa.
Esa otra cosa no poda ser sino volver a bailar, y lo hicimos con gozo hasta las cuatro de la maana, en que empezamos a despertar a los chiquitos que dorman en los canaps, a rebullir a las criadas que dorman en el corredor para que encendieran las linternas, y a buscar los paolones perdidos o confundidos.
Las madres se cobijaron la cabeza con el paoln y se pusieron los sombreros amarrndose el barboquejo. Las seoritas buscaron los brazos de sus galanes, y salimos bien arropados todos a la fra atmsfera de la calle, cantando a voz en cuello los hombres:
Hermosa, ven, y sulcaremos juntos.
Hoy son hurfanos de padre y madre los hijos de Vias; de aquellas hermosas jvenes con quienes tom o iba tomando una taza de caf, once han muerto; una (J uliana) est hace aos loca; tres son ricas y felices; seis piden limosna vergonzante; dos son monjas y estn expatriadas.
Triste campo es el de los recuerdos! Cada vez que entra uno entre su triste memoria, se espanta de ver tantas lpidas. Aqu yace aqu yace es lo que va leyendo. Como en el cementerio, no se mide un paso sin que uno vea la boca de una bveda.
TAZA TERCERA BOGOT
Todo ha variado! deca yo no hace muchos das, reclinado de codos sobre mi mesa, y teniendo por delante una esquela de convite. Amigos, costumbres, esquelas, alimentos; todo ha variado! Qu triste es quedarse uno poco a poco atrs! Qu triste y qu desolador es encontrarse uno de extranjero en su patria!
Tales reflexiones las haca yo sobre un cuadro de papel porcelana, duro como los corazones de hoy, fro como las almas de hoy, inmaculado como los corazones de antes, que deca as en lindsimos y pequesimos tipos:
Los marqueses de Gacharn hacen sus cumplimientos a J os Mara Vergara, caballero, y le avisan que el 30 del mes entrante, siendo el cumpleaos de seora la marquesa, se har msica en el hogar y se tomar el t en familia. (Traje de etiqueta.)
Qu demonios es esto? repeta yo, aludiendo a un estribillo de bambuco, y llorando sobre m y sobre mi patria: qu demonios es esto? Yo que he jurado no salir de Bogot y morir aqu encerrado entre las retrgradas costumbres de mis cariosos amigos, cmo me encuentro de repente trasladado a un puerto de mar?
Quines son estos marqueses? Qu idioma es ste? Por qu hacen msica? Por qu toman el t en familia y no en taza? Y sobre todo, por qu toman el t en lugar de tomar agua de borraja, que era de sudorfico que enantes se usaba? Y gabn (en lugar de decir otra vez y sobretodo) por qu sudan o quieren sudar?
Ay, mi Bogot! Dnde ests, arrabal de mis entraas? Quin me diera que en vez de este t fuera un chocolate en casa de Samper, con asistencia de Carrasquilla, Marroqun, Quijano, Valenzuela, Pombo, Guarn, Salvador Camacho y otros que no sudan?
Y esta lista la haca yo por buscar algunos de esos nombres entre la lista de convidados que me acompaaban los marqueses, seguramente para que viera yo con quin tena que habrmelas, pues no haba de ser para que escogiera, como quien escoge plato en la carta de un hotel. Los convidados eran:
Seor el Duque de la Peniere, correo de gabinete de S. M. el Emperador Napolen. Seor el barn Planagenet Dikswhy, cnsul de Inglaterra. Seor el general Patricio Can de Lero. Seor Bndix Matallana, artista. Seor A. Bedghilmnpqrst, dilitantti alemn.
Todos son por el estilo, Dios eterno! exclamaba yo cuando, despus de veinte nombres ms entre los que haba algunos de mujeres, divis ste:
Seor Casimiro de la Vigne, caballero. Un paisano! grit alborozado.
Mis lectores no saben quin es Casimiro de la Vigne; pero si recuerdan mi artculo de la taza de caf, recordarn igualmente al hijo mayor de J uan de las Vias que se llamaba Casimiro. En 1848, poca en que empezamos a tomar caf, era nio de ocho aos; en 1865, en qu pasaba la escena de la taza de t, tena veinticinco. Cuando l tena ocho y yo veinte, l era un nio y yo un joven y l me llamaba de usted y seor don.
Ahora que l tiene veinticinco y yo treinta y siete, ambos somos jvenes y el me trata de t y me llama J os Mara a secas, como conviene entre personas de una misma edad. La edad, pues, nos ha apartado y nos ha juntado: esos doce aos de diferencia que le llevo se acortan o se alargan. Hoy somos iguales; pero volver otra poca en que vuelvan a aparecer los doce aos en cuestin; cuando l tenga cincuenta y yo sesenta y dos, l ser apenas un hombre maduro y yo un viejo achacoso. Quin sabe si entonces vuelva a llamarme seor y don y a tratarme de usted. Pero como ahora somos de la misma edad, al encontrar su nombre sent grande alborozo; iba a tener un compaero, y por eso grit un paisano! Falta explicar por qu siendo hijo del seor de las Vias, se llama de la Vigne. En el colegio, en que se ponen apodos todos los muchachos, apodos que a veces se inmortalizan, Casimiro, que no tena ninguno, entr a la clase de francs. Los muchachos que aprendan entonces el bonjour, traducan al francs todo lo que encontraban por delante: tradujeron al catedrtico, al pasante y se tradujeron as mismos.
E1 doctor Herrera Espada se convirti en Mr. La Forgue de l'Espe; el pasante, Mateo Castillo, se transfigur en Mathieu Chateau, y andando el tiempo vino a quedar con el nombre de Chato, como corruptela de Chateau; y Chato Castillo se llama y se llamar hasta el da del juicio, a pesar de que tiene unas narices descomunales. Casimiro Vias fue llamado Casimiro de la Vigne, y como no tena antes sobrenombre alguno, le qued ste para saecula saeculorum. E1 mozo era de talento y se hizo el bobo; se estuvo un semestre enfadndose cada vez que le quitaban su ridculo apellido y le daban su elegante apodo. Los otros muchachos por llevarle la contraria no le llamaban sino de la Vigne. Al fn del semestre fingi el bribn de Casimiro que aceptaba el apodo por darles gusto, y comenz a firmar con l. H aqu cmo logr bautizarse a su gusto. Provisto de aquel apellido, de una buena figura y de un carcter simptico, ha penetrado en todos los salones de lo que se llama entre nosotros alta sociedad y que no es alta de ninguna manera. Por estos motivos, su nombre estaba inscrito en la carta de los marqueses, y por eso iba yo a tener un amigo, un paisano, en aquella tierra de moros.
E1 marqus de Gacharn es un francesito, natural de Sutamerchn. De edad de veintin aos, logr ir a Pars; vivi en un quinto piso, devorando escaseces dos aos mortales; volvi a Bogot, donde se cas con una inglesa nacida en el barrio de Santa Brbara, y que tena su dote consistente en dos casas que le dej su padre or J uan de Dios Almanza. Ella era vana y l vano; ella amaba lo extranjero, y l se pereca por lo europeo: ella era flaca y l flaco; ella tena dos casas y l no tena ninguna; pero en cambio l haba hecho un viaje a Pars y ella no haba salido de la calle del Rodadero.
Ella se estremeci de amor cuando Miguel le present su primer homenaje en francs, y l se turb de gozo cuando ella le tendi en respuesta, su mano, que por lo blanca, lo flaca y lo transparente, pareca un pisapapeles de pasta de arroz. Una vez casados, fue vendida una de las casas, y con su valor abri Miguel un hermoso almacn de ropas, introduciendo en el comercio el nombre de Gacharn and Company, y a las pocas vueltas fue introductor por mayor con buen crdito. Se pasaron a la otra casa y empezaron una vida a lo extranjero. No reciban a nadie, porque as no se vulgarizaban; porque as podan romper con algunos parientes y antiguos amigos, cuya sociedad muy cordial no les convena; y ltimamente porque as podan vivir con suma economa, padeciendo hambres para poder ahorrar; y cuando a fuerza de privaciones haban ahorrado trescientos pesos, daban un t, o una soire, no convidando sino muy pocas personas de lo ms extranjero que les era posible, y uno que otro nacional que les sirviera de intrprete. Siendo tan raras las soires que daban, y siendo tan refinada su elegancia, todos deseaban concurrir a aquella casa que no se abra sino tres veces al ao; por este motivo sus convites eran recibidos con gratitud. Tal sistema de vida, adems de hacerlos felices, influa notablemente en los negocios. Cuando uno entra en el almacn de un paisano que habla y re, a buscar camisas y el paisano lo recibe cordialmente, se siente uno irritado y muy dispuesto a pedir rebaja. Encuentra uno all camisas de lino a cuatro pesos, ofrece a dos, rebajan a tres, y se sale el comprador indignado. Pregunte en el vasto y solitario almacn de Gacharn and Company: tiene usted camisas? Un hombre pequeo y muy flaco provisto de unas patillas cuyas puntas se le enredan en las rodillas, arropado con un enorme gabn de pao color de cobija, se desprende de su escritorio y llega al mostrador, con un lapicero de oro en la mano. Se hace repetir la pregunta de si hay camisas: se dirige sin contestar el saludo a un estante y baja una caja de camisas de algodn.
A cmo? A seis pesos chemise. No da menos? El seor Gacharn se encoge de hombros, vuelve a cerrar la caja y se dirige a su escritorio. Aguarde usted: las tomo. El seor Gacharn tira la caja sobre el mostrador. Cuntas tiene esta caja? Una media docena. Tome usted la plata. No admito sino moneda fuerte. Pero, seor, estas pesetas son de 0,900 Moneda fuerte. Pues si no le gustan, tome usted oro, dite el comprador, abriendo otro bolsillo del portamoneda. Mr. de Gacharn cuenta dos cndores y medio, y tres fuertes; para el pico de ochenta centavos alarga uno cuatro pesetas, y l las rechaza diciendo con aspereza: Moneda fuerte.
El comprador alarga un fuerte, escandalizado; Monsieur de Gacharn devuelve una peseta, guarda su plata, vuelve la espalda, sin despedirse y se dirige a su escritorio. El comprador repasa sus seis camisas de finsimo algodn ordinario, que le costaron $ 28.80 moneda fuerte y se sale ms contento que si hubiese comprado a su cordial paisano seis camisas de ordinario lino fino, que le hubiesen costado $ 14.40 en pesetas.
Monsieur de Gacharn es el hombre que ms vende en toda la calle real.
A las cinco de la tarde en que los mortales nos dirigimos a pasear los pies por el camelln y los ojos por el campo, Monsieur de Gacharn cierra su vasto almacn y se va solo y todo morno a pasearse de prisa en el altozano, porque a los inmortales se les enfran mucho los pies. All camina solo y de prisa hasta las seis de la noche, en que es hora de comer, y se va a su casa a comer papas asadas en el horno, que ese no es alimento vulgar como las papas cocidas que comemos los hijos de los hombres. A veces se le junta en el altozano algn valiente que no le tiene miedo a su grave aspecto y se toma la libertad de conversarle. E1 otro, que es un joven talentoso, y espiritual hablador, despilfarra su rica imaginacin; y Monsieur de Gacharn contesta de vez en cuando Oh! - Si! Bah! - Yes! - Pues! Of- Not!
H aqu cmo Monsieur de Gacharn ha adquirido la fama de hombre profundo en economa poltica.
Vindolo tan inofensivamente bestia, un cnsul de Noruega lo propuso para sucesor suyo cuando tuvo que regresar a Europa; y el gobierno de Noruega, teniendo informe de que era tan bestialmente inofensivo, le acredit cnsul noruego en esta ciudad. Monsieur de Gacharn contest aceptando el destino, renunciando el sueldo que pudiera tener, pidiendo su carta de naturaleza en Noruega y ofreciendo comprar un ttulo, si tenan a bien drselo. E1 gobierno de Noruega le contest remitindole un ttulo de marqus y la condecoracin del Aguila Coja, que consiste en una cinta negra con puntadas de seda azul. E1 gozo de Monsieur de Gacharn al saber que ya no era colombiano, fue limitado, como su entendimiento, pero profundo como su gravedad. H ah cmo Monsieur de Gacharn logr hacerse extranjero en su misma patria .
Tal era el hombre de quien deca una ta suya, cuando le vio recin llegado de Europa: "Miguel no ha crecido; pero ha enflacao".
Por lo que hace a la seora marquesa, pasaba su vida encerrada para no vulgarizarse. Gastaba las maanas en estropear un piano de buen carcter y en alarmar a la vecindad cantando la casta diva. Lea francs y le haca piedad ver procesiones u or hablar espaol.
La estirpe originaria de Sutamerchn y aclimatada en Noruega no deba extinguirse. Naci un angelito bello como todos los nios, hijo de aquel par de cucarrones; y aunque naci robusto, se iba debilitando porque estaba encerrado todo el da en un cuarto interior, en los brazos de su bona, que era una india a quien aquella vida sedentaria haba hechizado. La bona Claudia se aprovech de aquel interregno de su suerte para desquitarse de sus madrugadas en el campo; dorma todo el da y descansaba toda la noche; pero como tena mal dormir, nico defecto de que se haba acusado cuando se present de postulante; unas veces dorma sobre el nio y otras le quedaba de cabecera. Es decir, su defecto no era precisamente mal dormir sino buen dormir, y hasta en esto minti la india, amn de otros defectos que ocult, siendo uno de ellos la creencia que se haba arraigado en su alma de que el hombre ha nacido para beber chicha y la mujer para acompaarlo.
Serva de compaero a la india y al nio un lebrel de casta, que dorma, sin exageracin, tanto como la india. A la hora de comer se diriga a la cocina con un trotecito zurdo; la cocinera le pona mazamorra en un tiesto y l la despachaba en un santiamn. Si la mazamorra estaba caliente, le ladraba al tiesto mientras se enfriaba.
Todos estos pormenores y algunos otros ms, los tena yo de la Vigne, que era muy amigo de los marqueses; y algo haba visto yo en las pocas visitas que tena hechas en aquella casa sutanoruega.
Lleg por fin el 30 del mes entrante. A medio da me hice afeitar y peinar por Saunier, y a las ocho de la noche comenc a vestirme. Calc botn de cabritilla: siete centmetros ms angosto que la planta de mi pie, vest pantaln negro de satn, camisa de holn batista, chaleco y corbata blancos y casaca negra abrochada de un botn. Ech violette en mi paizuelo que no resista inclume un estornudo; suspend de un cordn de oro un French, parado por costumbre, y me calc unos guantes tan blancos, que delante de ellos se haca negro el marfil y morenita la nieve. Me abstuve de refrescar, puesto que iba a tomar t y en familia nada menos, que as deba tocarme gran cantidad. Eran las diez de la noche y me dirig a la casa de seores los marqueses, sita en el boulevar del Cuartillo de Queso, abajo del malecn de la Carnicera. E1 zagun estaba de par en par, y entr hasta la galera de cristales, en donde encontr un ujier que recibi mi carta. Penetr al saln e hice tres saludos: uno en la puerta, otro en la mitad del camino y el tercero al tomar asiento. Haba diez o doce convidados; pero los dems no acabaron de entrar hasta las doce de la noche. Estuvimos dos horas en una tertulia deliciosa; nadie hablaba. Los hombres estbamos en medio taburete esterilla, el cuerpo echado hacia adelante y el sombrero sobre las rodillas, todo a la ltima moda. Las seoras y seoritas conservaban igual postura, y haban dejado sus boas en la galera. Cada hora deca por turno una palabra algn convidado, y todos nos reamos de prisa para volver a quedar en silencio. La palabra que se deca y que haca rer era sta u otra semejante: esta noche hace fro. A1 cabo de una hora deca otro convidado: no ha llegado el paquete; y volvamos a rernos en tres notas: do, re y sol.
E1 traje de las seoras era muy notable. Gastaban camisn de largusima cola, lo que, unido al peinado, les daba aspecto de un endriago. E1 peluquero francs haba hecho aquel edificio sobre sus cabezas vacas. Con almohadas y colchones haba abultado dos cachos que corran por encima de la oreja, terminando en puntas muy adelante de la frente; y detrs haba otro promontorio sin modelo conocido. Una vez que la dama est peinada, hacen caminar por encima de su peinado un gato, para que quede despelucada y tome la dandy un airecillo de mulata.
Esa noche cuando seora la marquesa concluy su toilette, fue a dar un beso a su hijo, antes de venirse a la sala; y el marquesito al ver a mam con aquellos cachos y aquella cola, se tap la cara gritando: el coco! el coco!
A las doce se pusieron las mesas de juego: dos tomaron un ajedrez, cuatro un domin, que es uno de los juegos ms complicados que se conocen; y otros nos pusimos a jugar ecart. Yo ignoraba ese juego; pero lo afront con valor, porque Casimiro me advirti en voz baja que era burro sin figuras.
A la una de la maana entr un caballero vestido a la ltima moda, y con guantes blancos. Yo me levant para saludarlo; pero todos los otros se quedaron quedos, y Casimiro me dijo en voz piansima; no seas bruto! Yo le repliqu en piansimo que no comprenda, y l me contest en flautinsimo que era el criado que entraba a servir el t. Acabramos, dije en do mayor. Todos volvieron a mirarme sorprendidos de aquella inconvenence y yo me ruboric como una novicia. El caballero vestido de criado volvi a entrar trayendo la tetera de plata alemana, y los marqueses se levantaron gravemente a servir el t humeante. Un terrn de azcar refinado, ms blanco que mis guantes, estaba en el fondo de una taza ms blanca que el azcar; y sobre el terrn cay un chorro de agua hirviendo y un poquillo de leche tan blanca como el azcar o la taza. Yo apur mi taza, y como el agua estaba caliente y yo en ayunas, comenc a sudar prodigiosamente, que bien lo necesitaba, y un suave calor me subi hasta el cerebro. Tena un hambre tirnica, y dirig la vista buscando a quin comerme. Los dueos de la casa estaban muy flacos, y me lanc sobre una bandeja que contena bizcochuelos extranjeros marcados con el sello de la fbrica. Aunque saban a enfermedad, me com con disimulo catorce docenas, que vienen a ser tanto como un cuartillo de nuestros biscochuelos bogotanos. Al rebullir el t con la cuchara tuve la imprecaucin de dejarla dentro de la taza, por lo cual el criado me la volvi a llenar en dcame estas pajas: tom la segunda taza sin quitar la cuchara y el criado me la volvi a llenar mientras me limpi un ojo. No atrevindome a rehusar; de miedo de que me desafiaran, me tom la tercera taza; pero comprendiendo que en la cuchara estaba el misterio de aquella insistencia, la separ de la taza y para que no quedara duda, la puse debajo del plato. El criado ces entonces en su furor, y yo me qued inmoble, lleno de lquido y de bizcochuelitos que saban a alcoba de enfermo; todava hambre y sin embargo lleno; con gana de arrojar todo lo que me sobraba, y sin embargo con gana de comer todo lo que faltaba. Tormento superior al tonel de la fbula. En seguida nos sirvieron astillas de helados y cucuruchos llenos de llorones y uchuvas verdes.
Monsieur de Gacharn nos sirvi en copas chatas licor de oro. Este licor es un aguardiente de Europa, blanco, blanqusimo, en el cual nadan unas partculas de oro que producen muy bello efecto a la vista y ninguna diferencia en el sabor. Como el licorcillo aquel es sabrosito, y yo estaba en ayunas y sudando, me achisp como un qudam, y ejecut mil impertinencias que fueron miradas con bondad hasta por el seor duque de la Peniere, correo de gabinete de su majestad. El alemn haba cantado ya al piano; los hombres se haban separado en corrillos a conversar con alguna animacin; y yo recordando mis tiempos de la taza de caf, le cantaba a una nia de mi conocimiento este verso:
Hermosa, ven, y sudaremos juntos. . . !
De repente me qued sin auditorio, porque un pepito vino a sacar a la seorita para un strauss que ejecutoriaba en ese momento el diletanti alemn. El espectculo que pas entonces por mis ojos era sumamente animado y campesino: seis pepitos y tres extranjeros corcoveaban un strauss, de tal manera, que yo, de acuerdo con un autor ilustre que se oculta bajo el velo del annimo, calculaba que ellos solos podran trillar veinte cargas de trigo en un da. Cuando los bailarines acabaron de echar parva, se bail un muy indecente baile, cuyo nombre ignoro y que consiste en bailar extremadamente abrazados, con otras circunstancias deplorables.
Hice algunas consideraciones cientficas, entre las cuales merecen lugar especial las siguientes:
Todas las mujeres hablaban de la guerra de Austria y de la poltica de Napolen como de una cosa familiar. Todos los hombres hablaban de las modas de Pars para mujeres, como de una ciencia conocida. Cada tres palabras, se atravesaba algn equvoco insoportablemente libre, y las mujeres se rean de l acaso ms que los hombres. Las noticias de la Colomb, como ellos llamaban a la patria, las tenan de buena tinta, de los peridicos franceses que all se leyeron. A cada cuatro palabras en mal espaol, se decan tres en mal francs.
No haba ni una sola mam ni un solo pap, si se exceptan los pepitos bailarines. Las seoritas haban ido solas con sus hermanitos pepitos. Una seora casada haba ido con un general de la Colomb, muy amigo suyo y poco amigo de su marido.
Las despedidas no eran aquellas largas pero divertidas escenas que "El Duende" ridiculiz con mucha gracia. En lugar de aquellos cordiales abrazos de antao, haba slo reverencias. La despedida se limitaba a un Bonne nuit, madame Bonne nuit, monsieur - Bonmadam - Bonmosie.
Salimos a las cuatro horas menos un cuarto de la maana, segn dijo Monsieur de Gacharn viendo su muestra. Soplaba un remusguillo del Boquern, de lo ms sutil que ha podido inventarse, y como yo estaba en cuerpo, con camisa de holn batista, y las libaciones con t me haban hecho derretir en sudor, atrap una pulmona que fue considerada por los mdicos como una obra maestra en su gnero: llegaron hasta desear que no me salvara para ver cmo estaban mis pulmones. Sin embargo, a despecho de la ciencia atraves aquella crisis con felicidad y me he alegrado de no haber fallecido, por varias razones: una de ellas, porque as me libro de que me entierren al son de la Bell alma inamorata, en lugar del Miserere mei, Deus, que es lo que conviene a un difunto que no va a bailar ni a leer un libreto muy romntico. Otra de las razones es porque tengo curiosidad de llegar a la cuarta poca de Bogot, para ver a qu se convida entonces.
En 1813, se convidaba a tomar una taza de chocolate, en taza de plata. y haba baile, alegra, elegancia y decoro.
En 1848, se convidaba a tomar una taza de caf, en taza de loza, y haba bochinche, juventud, cordialidad y decoro.
En 1866, se convida a tomar una taza de t en familia, y hay silencio, equvocos, indecentes, bailes de parva, ninguna alegra y mucho tono.
Espero que as como en 1866 se me ha convidado a tomar el t en familia, en 1880 se convidar a tomar quinina entre amigos. Estn de moda los sudorficos y antiespasmdicos; por qu no les ha de llegar su sanmartn a los febrfugos y antihepticos?
Cuadros de costumbres. Cal, Colombia: Carvajal & Compaa, 1969
FACILITADO POR ANTOLOGA DEL ENSAYO
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