Bitacora 14 SOBRE EL ENSAYO COMO GÉNERO Fernando Cruz Kronfly

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Fernando Cruz Krony

DEL CONTEXTO SOCIAL Y CULTURAL QUE HIZO POSIBLE EL ENSAYO COMO GNERO
Texto ledo en el evento de premiacin de los concursos nacionales de cuento y poesa, en marzo de 2011.

Direccin Cultural

Coleccin Bitcora

Coleccin BITCORA N 14 Direccin Cultural Universidad Industrial de Santander Rector UIS: Jaime Alberto Camacho Pico Vicerrector Acadmico: lvaro Gmez Torrado Direccin Cultural: Luis lvaro Meja Argello Impresin: Divisin Editorial y de Publicaciones UIS Comit Editorial: Armando Martnez Garnica Luis Alvaro Meja A. Bucaramanga, agosto de 2011 Direccin Cultural UIS Ciudad Universitaria Cra. 27 calle 9. Tel. 6846730 - 6321349 Fax. 6321364 pgina web: http //cultural.uis.edu.co [email protected] Bucaramanga, Colombia Impreso en Colombia

antes en trminos de rigor y cienticidad. El ensayista sigue hablando consigo mismo, es cierto, tal como ocurri en los orgenes del gnero con Michel de Montaigne, pero se encuentra exigido hoy en da por una demanda de originalidad en medio de muy fuertes marcos de referencia cultural que operan como instancias de validacin desde afuera. El ensayista de nuestro tiempo se encuentra por tanto ubicado en el terreno tenso de tener que desarrollar un pensamiento original y propio, a partir de la cultura aceptada aunque de todos modos en permanente distancia o ruptura responsable con ella, ya sea para contradecirla o para adicionarla crticamente. Si alguna mxima pudiera elaborarse hoy en da como regla de oro del ensayo, no dudo al decir que podra ser la siguiente: originalidad de pensamiento en la marginalidad de la mirada crtica, as como responsabilidad intelectual absoluta en lo que se escribe.

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El gnero del ensayo consiste y al mismo tiempo exige que el autor se comprometa con la exposicin y defensa de un pensamiento propio, en absoluta libertad y autonoma. Pero el pensamiento de cada quien, irremediablemente hace parte del tejido de la cultura, de tal manera que la absoluta y autntica originalidad no slo es escasa sino incluso imposible, porque de llegar a darse implicara una supresin radical del ensayista respecto de todo tipo de tradicin y antecedente. Ciertamente, Montaigne mismo, quien dijo que l era el objeto de su propio libro, utiliz numerosas citas de autores clsicos que invoc como respaldo. Pero, an as, habl con originalidad por s mismo. El ensayista, pues, no prescinde del contexto cultural ni de los precedentes escriturales, que en el lenguaje de nuestro tiempo se denominan referencias bibliogrcas. Mucho menos podra intentarlo hoy en da, cuando el pensamiento ensaystico debe ser cientco e intelectualmente responsable de cuanto arma. De hecho, al ensayista no le es permitido decir alegremente todo aquello que se le venga en gana, sin rigor y sin ningn tipo de respaldo en la comunidad cientca correspondiente. El peso, los rigores y las exigencias impuestos por las comunidades cientcas o loscas tambin recae sobre los ensayistas contemporneos. El reto de los ensayistas de nuestro tiempo es entonces mayor que
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... Yago, Edmundo y Hamlet se contemplan objetivamente a s mismos en imgenes forjadas por sus propias inteligencias, y se les otorga la capacidad para verse como personajes dramticos y artces estticos. De este modo se les hace libres artistas de s mismos, lo que signica que son libres para escribirse a s mismos, para lograr cambios en su yo. Oyendo casualmente sus propios monlogos y sopesando sus reexiones, cambian y a continuacin contemplan esa otredad del yo, o la posibilidad de ser ese otro... Harold Bloom. El canon occidental

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El gnero del ensayo implica la capacidad y vocacin del autor de dialogar consigo mismo, de escuchar-se desde una especie de otredad reexiva situada en la interioridad del mismo Yo, otredad que empez a
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congurarse en el Renacimiento, punto de quiebre histrico que seala el comienzo de la modernidad en Occidente. A dicho perodo pertenece Michel de Montaigne, a quien se atribuye la paternidad del ensayo como gnero. De este modo, podra decirse que hubo un tiempo anterior al Renacimiento en que el ser humano no hablaba consigo mismo desde s mismo. No se escuchaba desde ninguna otredad interior ni se haca caso a s mismo para enderezar su vida, tal como empez a ocurrir con los personajes de Shakespeare. Antes de esta ruptura que signic la condicin humana renacentista, los seres humanos hablaban hacia afuera de s. Veamos: En las sociedades ancestrales prisioneras del animismo, hombres y mujeres se dirigan a los espritus o nimas, en cuanto fuerzas imaginarias del bien y del mal que habitaban el ms all, que tejan y destejan el mundo all afuera en lo invisible y que afectaban sus propias vidas por fuera de toda posibilidad de control. El hechicero o el chamn eran los individuos encargados de entrar en transacciones con tales fuerzas supremas, para ponerlas al servicio de la comunidad o neutralizarlas si acaso se haban puesto ya al servicio de otras comunidades enemigas o de otros poderes. El destino de las comunidades y de sus integrantes dependa del reino de las nimas y de los espritus del ms all. Era preciso, en consecuencia, hablar con estas fuerzas amenazantes
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locura, sin convertirse por ello para los dems, sin embargo, en alguien objeto de posesin diablica, enajenacin o disparate. Pronto, una vez a solas y sin interlocutor all afuera de s, Montaigne se hace a s mismo una pregunta fundamental: qu s yo?. Para poder responder esta pregunta que le viene de su nueva otredad inaugurada a partir de la intempestiva supresin por muerte del otro externo a su palabra que era Etienne de la Botie, Montaigne debe empezar un viaje introspectivo a su mundo mental interior. Y empieza a escribir para s mismo. Est naciendo el ensayo en cuanto gnero reexivo literario, como una derivacin del hablar consigo mismo y del escucharse desde la otredad del sujeto que, sin embargo, an as no enloquece. En medio de este proceso que impulsa el advenimiento de una nueva condicin humana en la modernidad, Montaigne dice algo conmovedor para su tiempo: Yo soy el objeto de mi libro. Me estoy reriendo a la condicin humana moderna antes inimaginable, la del hablante consigo mismo que hoy en da vemos por todas partes en calles, parques y avenidas pblicas, trenes subterrneos y bares donde se ensimisman los solitarios a conversar consigo mismos y a escucharse como Hamlets, Edmundos y Yagos de nuestro tiempo, de una manera tan normal y cotidiana que ya ni siquiera de ello nos damos cuenta. Porque cada uno de nosotros estamos tambin dedicados a lo mismo mientras corremos al trabajo o nos tomamos ya sea una copa, quizs un caf.
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Michel de Montaigne nace en Burdeos el 28 de febrero de 1533. En un determinado y afortunado momento de su vida conoce a Etienne de la Botie, con quien inicia una amistad personal e intelectual intensa alrededor de sus opiniones e ideas. Etienne de la Botie obra para Montaigne, en lo fundamental, como ese otro externo a l en quien se desahoga, a quien le habla y de quin escucha la voz que le viene de afuera. Mientras exista Etienne de la Botie, Montaigne no empezar a hablar propiamente consigo mismo, no podr escucharse desde su propia otredad an no nacida. Pero su amigo entraable muere de disentera, abruptamente, apenas a los 33 aos de edad, en 1554. Montaigne sufre un colapso. Se ha quedado sin interlocutor all afuera de s, sin a quien dirigirle la palabra y sin a quin escuchar. La muerte es siempre un acontecimiento doloroso pero demasiado corriente y cotidiano. No es la muerte misma de Etienne de la Botie el acontecimiento que dispara el s mismo en Montaigne. Si la muerte de Etienne de la Botie hubiese ocurrido en un contexto diferente del renacentista, preparatorio del advenimiento de una nueva condicin humana, nada especial habra ocurrido en Montaigne, diferente de su duelo y su plegaria a Dios por el alma del difunto. Pero Montaigne se queda solo, hablando a solas consigo mismo, en un contexto cultural que permita esta especie de
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e intervinientes, mediante los procedimientos de la hechicera y los ensalmos. Las nimas y los espritus eran ese Otro externo o Razn Objetiva a quien se diriga la palabra, ese T misterioso y enigmtico, poderoso, inquietante, impredecible e inasible siempre afuera del psiquismo humano y de donde provenan las lgicas y razones que afectaban su vida. En las sociedades teolgicas que desplazaron de su centro el animismo puro -los espritus y las nimas no son en realidad todava dioses-, de un modo relativamente anlogo los seres humanos ya no debieron dirigirse nicamente a los espritus y las nimas, sino a una fuerza ms concentrada y ubicable, poderosa y personalizada, menos impredecible e inasible que aqullos. Una fuerza sobrenatural que en cierto modo en su actuar obedeca a razones y calcaba la accin humana, as como sus motivos para la rabia y los buenos y malos sentimientos. Los seres humanos deban dirigirse ahora a un poderoso Otro bajo la forma de Gran Dios. En el caso de las creencias teolgicas politestas, el poder de los dioses o grandes Otros plurales se encontraba jerarquizado y especializado por reas de competencia. Algo as como el Dios del amor, del Vino, del Fuego. Estos dioses se representaron casi siempre en forma humana y actuaban bajo intrigas similares. Eran, casi en un todo, dioses antropomrcos.
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Los espritus y las nimas como fuerzas all afuera, en las comunidades ancestrales animistas, o los dioses siempre externos en las tradiciones teolgicas, tenan a los seres humanos encandilados hacia un foco siempre afuera de s, proyectados hacia l y atrapados por completo en sus redes externas. Afuera del cuerpo humano y de su mundo terrenal estaba el destinatario de la palabra que de manera privilegiada a ese mundo exterior se diriga. La palabra humana tena por destinatario principal un T externo, es decir un Otro siempre afuera situado en el reino del ms all, un Otro interviniente en el destino humano y que se expresaba como Razn Objetiva a toda hora all afuera en lo autnomo e incontrolable en su poder. En estas coordenadas culturales, la condicin humana proyectada siempre hacia afuera de s, no permita el aparecimiento histrico del gnero del ensayo, que, se repite, se atribuye a Michel de Montaigne en el Siglo XVI, como alguien que se pregunt a s mismo qu s yo, y a partir de dicha pregunta sin antecedentes pudo armar, a rengln seguido, que l era el objeto de su propio libro.

naciendo un diferente Otro que antes no exista. No es Dios, no es la comunidad-manada ni la sociedad civil, no son los otros que nos rodean sino alguien que se instala en nuestra propia intimidad, bajo la forma de una extraa otredad con la que se impone hablar y que se deja escuchar. Est naciendo el s mismo. Los seres humanos seguan hablando con el aplastante y Poderoso Gran Otro Dios, destinatario de su palabra desgarrada, con el Estado tambin y con los otros seres humanos aqu en la tierra concreta. Pero, adicionalmente, haban empezado a conversar consigo mismos de una manera que antes la condicin humana no haba conocido. Hamlet lo hace. Edmundo y Yago tambin por primera vez en la literatura. Shakespeare lleva a cabo lo que Harold Bloom denomina la invencin de lo humano. El momento es conmovedor. Los personajes de Shakespeare empiezan a hablar consigo mismos y, al hacerlo, empiezan a sentir que se transforman y se hacen caso a medida que se escuchan. Est naciendo la condicin psquica humana moderna, que hace posible el surgimiento del gnero literario del ensayo, de la mano de Michel de Montaigne.

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Entre tanto, Coprnico hace lo suyo. Se ha desprendido de la manada geo-centrista de un modo que no puedo dejar de considerar trgico. Con la ayuda de un pequeo telescopio y de la matemtica, Coprnico produce una de las rupturas paradigmticas ms fuertes en la historia de la cultura. El viejo Cielo habr de transformarse en Espacio matematizado, es decir secularizado. el Sol cambia de lugar y la Tierra, centro y ombligo del relato mtico de la Creacin, queda de un golpe degradada, secularizada, convertida en vil planeta. Coprnico se asombra, tambalea. No deja de orar al Gran Otro absoluto que es Dios, pero le acaba de propinar, en solitario y desde su pensamiento en libertad, un aterrador golpe a la tradicin de la que l mismo hace parte. El individuo Coprnico, se enfrenta desgarrado a siglos de delirio geocentrista. Muerto Coprnico y sin que l mismo se lo hubiera propuesto de manera deliberada, el mundo alrededor qued por completo copernizado. Ya no pudo ser nunca ms el mundo que fue durante los siglos que le precedieron. Faltaba, sin embargo, que el ser humano comenzara a hablar consigo mismo. Faltaba que empezara a escuchar-se como se escucha a alguien que entra a la alcoba de sorpresa, se instalada en una especie de no distancia en lo invisible y habla usando nuestra propia voz y se deja or valindose de nuestros odos. Est
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Al mismo tiempo, de manera adicional y ms ac del mundo que habitaban los espritus, las nimas y los dioses inasibles, invisibles, lejanos e inalcanzables, exista otro poderoso Otro diferente, ms prximo y cercano al contexto real humano en el reino de este mundo. Ese Gran Otro al que me estoy reriendo, adicional y coexistente con los espritus, las nimas y los dioses, era la comunidad misma. Dicho de otro modo, la manada humana, la colectividad como gran sujeto plural al que cada individuo perteneca y se deba, de la misma manera como la hoja se debe a la sustancia de la frondosa rama de la que cuelga. No exista el individuo suelto en deliberacin como artce de s, nadie se hablaba a s mismo ni tena posibilidad alguna de escucharse en el monlogo solitario, mucho menos se conoca la autonoma humana respecto del todo comunitario. Los seres humanos pertenecan a la manada y a ella estaban adheridos como a un todo hecho de la misma sangre. En la manada humana nadie pretenda hablar consigo mismo, no era pensable siquiera la soledad meditativa ni el fuero interior en autonoma. Se hablaba a los Espritus y a los Dioses a partir de la manada y en medio de la manada. Cuando uno no hablaba a los Espritus o a los Dioses, hablaba a la manada y de ella todo lo escuchaba. El s mismo autnomo de la modernidad an no exista. No estaban dadas
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las condiciones que Michel de Montaigne despus habra de tener y que le permitieron emprender el ensayo como nuevo gnero literario. Condiciones de ensimismamiento que Shakespeare habra de poner en boca de Hamlet, Yago y Edmundo. Hubo entonces otro tiempo en que el ser humano empez a dirigir-se la palabra y la atencin a s mismo, a conversar consigo mismo desde una otredad interior tan misteriosa como hermosa y trgica. Esto ocurri en el Occidente moderno, concomitante con el principio de individuacin y autonoma deliberativa del sujeto. El aparecimiento histrico de la dimensin individual del ser humano, por fuera de la manada comunitaria, hizo posible la mirada de los seres humanos sobre s mismos. A este proceso que opera como condicin que hace viable el aparecimiento del s mismo, el historiador George Duby vino a denominar emergencia del individuo. Por dos caminos histricos diferentes parece haberse dado histricamente la emergencia del individuo, que siendo la condicin de su existencia no se confunde con el s mismo. En Grecia, el individuo se hace posible mediante la deliberacin racional argumentativa, segn Jean Pierre Vernant. Pero, an as, se trataba de la argumentacin pblica en el gora, dirigida al Otro externo all afuera, que operaba como el destinatario del debate y del uso pblico de la razn. Al nal de la edad media, sin embargo, muchos siglos despus de
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esfumado el Otro con quien Montaigne mantena un dilogo permanente en la tierra, se encuentra a punto de empezar a conversar consigo mismo en solitario, de todo aquello de lo que antes hablaba con su amigo desaparecido. Nos encontramos en el lo de la emergencia histrica del ensayo como gnero. Entonces, Montaigne podr decir: yo soy el objeto de mi libro. Haba nacido el ensayo como gnero literario.

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tarde, otro tipo de palabras como las que hara circular la Enciclopedia, ahora absolutamente seculares. Los intermediarios de la verdad estaban ubicados cada vez ms lejos del sujeto humano, enfrentado l mismo a la palabra escrita y a la verdad en ella contenida, que la meditacin en solitario era capaz de sacar a ote. No obstante esta maravilla, propia de la nueva condicin humana camino de la modernidad mental, tal vez no pudiera concluirse que por ella misma fuera un hecho estar ya delante de algo mucho ms profundo en el tejido del sujeto moderno, en el sentido de estar ya hacindose posible una conversacin del sujeto consigo mismo desde la otredad interior aparecida, puesto que el destinatario del lector solitario del libro sagrado continuaba siendo el Gran Otro que de todos modos segua estando all afuera en los cielos lejanos e impalpables, a la manera de un poderoso electroimn de la palabra.. Dios distante, el mismo Gran Otro de siempre, en este caso interlocutado desde la intimidad solitaria de quien desde el silencio se escucha a s mismo hablando con Dios en murmureo, aunque no todava dirigindose a s mismo. An as, algo absolutamente extraordinario y nuevo estaba surgiendo en el corazn oscuro de este maravilloso proceso: el principio fuerte de individuacin y el aparecimiento del s mismo. Hamlet, Yago y Edmundo estn a punto de aparecer en escena y hacerse histrica y literariamente posibles. Montaigne, muerto prematuramente de disentera su entraable amigo Etienne de la Botie, es decir
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la Grecia socrtica, vuelve a despuntar el principio de individuacin, pero ahora mediante el clculo racional de nes y de medios en poder de los comerciantes, en cuanto nueva clase social emergente que puso en marcha aspectos sustanciales del Renacimiento, segn Alfred Von Martin.

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Lo que ocurre en el Renacimiento, entonces, en sus plurales dimensiones econmicas (capitalismo), ticas (Calvino y Lutero), politicas (Maquiavelo), plsticas (Leonardo), cientcas (Coprnico y Galileo), ideolgicas (nuevo sistema de valores), tcnicas (Gutemberg), literarias (Shakespeare y Cervantes), loscas racionalistas (Descartes) etctera, es en realidad el aparecimiento en bloque de una nueva condicin humana. La condicin humana es mucho ms que una simple condicin biolgica. En trminos de Boris Cyrulnik, los seres humanos somos ciento por ciento (100%) naturaleza y ciento por ciento (100%) cultura adquirida. No hay nada en nosotros que no sea natural, del mismo modo como no hay nada que no sea cultural. Y, si es cultural, es adquirido. Y, si es adquirido, es histrico. La nueva condicin humana aparecida en Occidente a partir del Renacimiento es, nada menos que la condicin humana ego-cntrica, en absoluto diferente de la condicin humana socio-cntrica y teo-cntrica que le precedieron. La condicin humana teo-cntrica hace que los seres humanos y su destino en este mundo giren por completo alrededor de Dios como centro, como Razn Objetiva Suprema siempre all afuera del mundo humano, considerado pecaminoso e inferior. La condicin humana socio-cntrica hace
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El trnsito no fue fcil, pero al n ocurri. Disuelta la comunidad-manada a manos de la sociedad, el habitante de la modernidad modic su condicin colectiva para hacerse ms ntimo, ms propiedad de s mismo, ms autnomo. El interlocutor Gran Otro que era Dios, sigui escuchando la palabra humana que le era dirigida desde la tierra, aunque ahora a partir de individuos que oraban hacia l, desde su intimidad solitaria y desgarrada por desmembramiento y disolucin del yo colectivo comunitario y ancestral. Tal vez no exactamente todava en el sentido de una conversacin de cada quien consigo mismo, porque de todos modos Dios, en cuanto Gran Otro externo, segua haciendo de imn capaz de atrapar la voz humana que brotaba desde la tierra hacia el Cielo all arriba en lo inalcanzable, sino tan slo en el sentido de que los intermediarios de la palabra que se diriga a los cielos estaban saliendo del circuito en el centro trgico de su desmembramiento. En esto, la invencin de la imprenta fue decisiva en cuanto hizo posible la lectura de la palabra sagrada en soledad. La imprenta vino a ser el brazo derecho de la Reforma en un mundo de diestros. Ciertamente, el descubrimiento de Gtemberg puso a disposicin de los seres humanos un libro de uso cada vez ms individual, personalizado y ms ntimo, delante del cual y a modo de espejo fue posible empezar a leer en solitario la palabra divina y, ms
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mismo y consigo mismo hacia el Dios. Se meditaba ya, es cierto, pero hacia afuera, sin que el interlocutor de la meditacin fuese todava uno mismo y sin que la meditacin estuviese hecha de preguntas dirigidas al s mismo, desde la otredad interna que estaba a punto de emerger. La palabra ocial dirigida a Dios, deba producirse y tramitarse ante todo en pblico, a travs de los intermediarios autorizados o sacerdotes, desde lugares sagrados y arquitecturas construidas para tal n. Nunca todava la oracin elevada al cielo desde el corazn de individuos en soledad meditativa, sino a travs de un ritual para la masa volcada encima de la conanza loca depositada en los intermediarios cargados de joyas y poderes. Sin embargo, al disolverse la comunidad-manada humana, para dar paso a los lazos sociales de orden civil, jurdico-polticos, del tipo laico y secular, se esfum de la cultura y del sujeto Reformado por Lutero y por Calvino la necesidad de un intermediario obligado en las relaciones con el ms all. El ser humano, antes apenas un msero grnulo de la manada, ya no fue ms propiedad de sta, que decida sobre su vida con argumentos de sangre y tradicin supra-subjetivos. Gradualmente, las culturas sociocntricas pasaron a convertirse en ego-cntricas, facilitadoras de la emergencia histrica de la dimensin individual del sujeto. Este proceso fue condicin del aparecimiento del s mismo dentro de uno mismo.
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que el individuo sea propiedad de la comunidad y est por completo a su servicio. En cambio, la condicin humana ego-cntrica moderna, que hace explosin a partir del Renacimiento para colonizar e invadir a Occidente, conduce a que el individuo sea concebido como el centro de todo y que la sociedad se ponga al servicio de la individualidad que irrumpe. Esa individualidad se expresa en trminos de riqueza econmica personal, audacia, deliberacin individual racional argumental, capacidad de aventura, autonoma de puntos de vista, modicacin tica en trminos de valores y algo ms. Tenemos entonces a la vista, en emergencia, una nueva condicin humana diferente de la condicin humana ancestral, medieval y, en trminos ms genricos, premoderna, en el sentido amplio de predominio en ella de la Razn Objetiva suprasubjetiva. Esta nueva condicin humana aparecida fue tan contundente que, al parecer, estuvo en capacidad de redenir por completo la red de relaciones del sujeto humano con el gran Otro que era Dios. Igual cosa sucedi con ese gran Otro que era la comunidad tradicional de sangre, relatos compartidos, creencias y tradiciones, que pas a disolverse para dar paso a la sociedad, caracterizada por vnculos humanos ahora del tipo jurdico y poltico entre iguales. Mediante la Reforma tica calvinista, Dios se transform en una especie de socio comercial de cada quien en
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los negocios y en el emprendimiento de proyectos individuales de todo orden. Especie de consejero de bolsillo. Alguien con quien cada uno de los seres humanos poda ahora conversar para lograr su propio bien y benecio con absoluta independencia e incluso de espaldas a los intereses de los dems. El mundo en Occidente se haba volteado al revs, y ese revs se expres como el triunfo de la Razn Subjetiva sobre la Razn Objetiva o apenas como su desplazamiento a otro plano. Slo en este contexto de aparicin histrica de una nueva condicin humana ego-cntrica se hizo posible que para el psiquismo humano moderno naciera un nuevo Otro, ahora dentro de s. Una otredad antes desconocida que irrumpe de su propio mundo interior, ahora centro de todo. Me estoy reriendo al s mismo que habla desde una maravillosa otredad que habita el espritu sin desquiciarlo del todo, y a quien se escucha hablar por casualidad cada vez que decide dirigirse a nosotros en la orilla de nuestro propio odo como si fuera un extrao ah mismo. Como consecuencia de este proceso en su conjunto, Dios en cuanto Gran Otro superviviente qued profundamente redenido al amao y a la medida del ego-centrismo moderno. Dicho de otro modo, Dios no pudo seguir siendo el mismo que antes era. Se hizo ms cercano, ms ntimo e interior a los seres humanos modernos, hasta
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Lo anterior no es ms que una rpida puntada de tipo sociolgico y cultural encaminado a entender el tejido histrico conducente al s mismo, bajo el supuesto de que el s mismo no aparece gratuitamente en el sujeto humano moderno, como una planta extica, de la nada social. Si el s mismo antes no exista para el sujeto humano, algo lo hizo existir. Pero, no obstante las profundas transformaciones que estaban despuntando en la sociedad y en la economa mercantil renacentista, el destinatario principal de la palabra humana segua siendo el Gran Dios nico, bajo la representacin monotesta catlica concentrada. Al mismo tiempo, se estaba ya disolviendo la comunidadmanada, ese Gran Otro situado ms ac del cielo con el que, de todas maneras, los seres humanos estaban obligados a entenderse en trminos comunitarios de parentesco y de unidad de tradiciones compartidas, mitos y leyendas. Comunidad-manada desde donde los seres humanos hablaban dirigindose a los cielos lejanos y sus potencias, como desde una plataforma de lanzamiento instalada en la tierra prosaica. Incluso, la arquitectura haba sido pensada de esta manera y para los nes de comunicacin con los Dioses. Por lo que se conoce al respecto, ninguna palabra se diriga a los Dioses, todava, desde la dimensin interior del sujeto en soledad, a la manera de una conversacin ntima y silenciosa del tipo oracin callada desde s
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se puso en marcha sobre el novedoso aceite tico que le proporcionaba la Reforma. Estamos en presencia entonces de una nueva condicin humana ego-cntrica que se ech al hombro el curso de la dimensin econmica de la modernidad, sin haber eliminado del todo la presencia de la Razn Objetiva. Esto es lo que conocemos como capitalismo, reino de la dimensin individual del sujeto en Occidente.

el punto de poder ellos dirigirse a l en silencio para pedirle ayuda y colaboracin respecto de las pequeas y prosaicas cosas personales e intereses individuales tan propios de este mundo nuevo en emergencia. La comunidad premoderna por su parte, ya lo hemos dicho, en cuanto Gran Otro en la tierra se disolvi para dar paso a la sociedad, ese Otro muy diferente de la comunidad ancestral, representado en este caso por los dispositivos del Estado y el Derecho, bloque respecto del cual cada ser humano en Occidente qued convertido en un ciudadano con deberes y derechos por igual, de tal manera que en trminos de exigencia ese nuevo Otro externo que fue la Sociedad debi ponerse al servicio de todos los seres humanos asociados, sin distincin. Ya no el ser humano al servicio de la comunidad sino ahora la sociedad al servicio del individuo. El contexto social y cultural moderno en Occidente cambi radicalmente, al redenirse por completo en trminos ego-cntricos, pero faltaba, a modo de broche de oro el aparecimiento de un nuevo Otro absolutamente indito, capaz de modicar de manera profunda la condicin humana del sujeto. Ese Otro absolutamente indito y novedoso al que la modernidad dio origen, es la enigmtica otredad dentro de uno mismo. De tal manera que el ser humano moderno pudo empezar a escucharse a s mismo, como si alguien dentro de
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l hubiera puesto otra silla invisible con voz propia delante suyo. Todo ocurri como si, de repente y por casualidad, alguien diferente de uno mismo se hubiese tomado la palabra, para empezar a opinar por cuenta propia sin llegar a confundirse con su fuente. Hablarse uno mismo, escucharse uno mismo para aprender de s. Y transformarse en este dilogo interior de la mano de uno mismo. Este Otro dentro de s, que naci en Occidente moderno, denitivamente ya no estaba afuera del sujeto como todos los diferentes Otros que le precedieron. Los Espritus y los Dioses no desaparecieron, sin embargo, sino que continuaron habitando el afuera de lo humano y actuando en la oscuridad de la cocina en las noches de misterio y espanto, en los patios oscurecidos, en los bosques sombros. Igual sucedi con los Dioses, que siguieron estando afuera de lo humano no obstante el proceso de apropiacin e interiorizacin a que fueron sometidos para adecuarlos a la nueva condicin humana moderna ego-cntrica. Pues, a pesar de sus profundas transformaciones, Dios jams dej de habitar su esplndida morada en el cielo innito. A los dioses y a los espritus los seres humanos modernos siguieron dirigindole la palabra en su delirio. Tambin al Estado y a los dems otros de al lado o ciudadanos, en la explosin de individuos que la disolucin de la comunidad-manada
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para pasar a convertirse en la demostracin visible de la gratitud de Dios para con los seres humanos emprendedores, prueba de la generosidad sobrenatural con ellos, del reconocimiento del esfuerzo humano material como parte de la Obra de Dios en el mundo. Dios qued convertido en algo irreconocible segn la tradicin y se produjo el cisma. El mandato de Dios, con quien los nuevos burgueses se seguan entendiendo y a quien le continuaban hablando como a ese poderoso Otro de repente devenido en socio, era precisamente el mandato de crear riqueza. La voltereta histrica era como para no crersela. De excremento del demonio, el dinero como riqueza amasada pas a convertirse en seal inequvoca de profesin de fe. De este modo, crear riqueza se convirti en un extrao mandato venido otra vez de afuera, de los cielos innitos, pero el sujeto que deba cumplir tal orden era el mismo ser humano armado ahora de la Razn Subjetiva de medios y de nes racionales. La actividad econmica no se independiz, de manera abrupta y radical, de la relacin del ser humano con ese Gran Otro que le enviaba rdenes desde el cielo para ser cumplidas en la tierra capitalista moderna. El proceso fue gradual y progresivo, aunque nunca denitivo, pues la Razn Objetiva exterior al mundo an sigue actuando desde el imaginario, sin haberse extinguido del todo. La culpa individual derivada de la relacin con el dinero y la codicia acumulativa, qued solucionada de tajo y una nueva clase social
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burguesa hubo entonces una aterradora incertidumbre cargada de ambivalencias. Todava en el Siglo XIII, en Del Gobierno de los Prncipes, Santo Toms condenaba como pecado el afn de enriquecimiento. Con seguridad los comerciantes se preguntaban si estaba mal acumular, pero una vez dado el primer paso era preciso seguirlo haciendo. Tal vez dentro de s, los comerciantes sintieron la ambigedad que los obligaba a dirigirse a s mismos la pregunta tica sobre sus prcticas, germen sociolgico adicional del s mismo psquico. El dinero malograba el proyecto de salvacin, se deca, pero era hermoso, poderoso y tentador. Se lleg a decir que el dinero no era ms que el excremento del demonio. Pero no por esto los comerciantes se iban a echar atrs, porque de ese dinero maloliente estaba hecho el poder plebeyo que se levantaba para enfrentar el poder de la nobleza y el linaje aristocrtico. En la acumulacin de dinero radicaba el secreto del poder burgus frente a la nobleza excluyente. Urga entonces una reforma tica religiosa a fondo, que cuando se produjo fue capaz de hacer trizas la condicin humana premoderna. Calvino y Lutero contribuyeron de manera decisiva a la aparicin de la nueva condicin humana moderna. Ellos se encargaron de poner en marcha dicha reforma tica que coloc las cosas al revs, para ponerlas de una vez por todas al derecho en trminos econmicos modernos. A partir de este momento, la riqueza dej de ser el escenario propicio de la perdicin del alma,
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no tard en producir. Pero hubo un momento en Occidente en que la palabra humana empez a tener otro destinatario an ms cercano e ntimo. Ese otro destinatario del verbo y de la escucha pas a ser uno mismo.

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No es fcil reconstruir este momento histrico, porque en rigor no se trata de un momento sino de un proceso plural que comprometi diversas y complejas dimensiones de la sociedad, el psiquismo y la cultura. Este proceso tiene como centro la denominada emergencia de la dimensin individual del sujeto. Los procesos econmicos mercantiles puestos en marcha al nal de la edad media, transformaron la mente de sus protagonistas para siempre y sin retorno. Las nuevas realidades materiales que los seres humanos debieron enfrentar, modicaron por completo el modo como empezaron a representarse el mundo y su manera de intervenir en l. Los comerciantes, nueva fuerza econmica puesta en marcha, en uso de la racionalidad de medios y de nes con fundamento en el clculo de su ecacia, debieron asumir por su cuenta su destino y su xito econmico. El tiempo y el espacio se redenieron y resignicaron alrededor del nuevo eje ego-cntrico. Ese destino de vendedores de feria en feria oblig a los nuevos burgueses plebeyos a representarse el tiempo y el espacio absolutamente de otro modo, es decir como instrumentos y medios para la accin mercantil puesta en marcha. Lo nuevo que hacan en cuanto seres humanos econmicos, estaba por completo inscrito en el orden del tiempo y el espacio materiales, representados ahora como aliados de sus prcticas mundanas. Era necesario usar
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del mejor modo el tiempo, calcularlo, meterse dentro de l hasta apoderarse de sus hendijas y secretos. El manejo racional del tiempo, oh descubrimiento!, produca riqueza. Igual debi hacerse con el espacio, que ya no era representado como una ldica extensin creada por Dios para el ejercicio de la caza y el disfrute de los ojos estancados en los imaginarios del linaje, sino la lnea tortuosa que las carretas cargadas de mercaderas deban superar a la mayor velocidad posible para llegar de una feria a la siguiente, segn Henry Pirenne. El control y el uso racional del tiempo y el espacio para nes humanos y mundanos, no era entonces asunto que poda dejarse en manos de los Espritus y los Dioses, que jams se preocuparon ni se interesaron por este tipo de pequeeces y banalidades. Los Espritus y los Dioses en este nuevo mundo moderno en formacin podan ayudar, por supuesto, pero era necesario que dicho control, clculo y uso brotaran ahora de uno mismo. Dios, los Espritus y las nimas seguan estando ah, pero no como decisores por anticipado del destino humano, sino como ayudantas y socios del proyecto de creacin de riqueza ahora por completo en poder de los seres humanos. Como se sabe, la religin catlica satanizaba la riqueza que los comerciantes acumulaban ya con ahnco en el nuevo mundo moderno en ciernes. Dentro del alma
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