Cuentos Infantiles

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CUENTOS CLSICOS.

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LA BUJIA Y LA VELA Autor: Hans Christian Andersen (1805 1875) Tomado del libro: Cuentos. Mxico: Editorial Porra, 1992. Versin completa. Leer el cuento y dibujar las escenas. Erase una hermosa buja de cera, que estaba infatuada por su elevado rango. Soy de cera, deca; las abejas me han amasado con el jugo de las flores ms fragantes, y los hombres me han hecho con molde. Alumbro mejor y duro ms que todos los luminares conocidos. Mi puesto est en los suntuosos candelabros, en las araas de cristal o cuando menos en los candelabros de plata. Fastuosa es en efecto tu existencia, lo reconozco, le contest una vela de sebo. En cambio yo s muy bien que soy pobre y vulgar: que me formaron con grasa de carnero; que no me han fabricado con molde, como a ti, sino hacindome cuajar alrededor de una mecha; pero, qu importa? Estoy contenta y resignada. Ocho veces mojaron la mecha en el sebo para darme el grueso necesario, mientras que para hacer una candela no la mojan ms que dos veces. Estoy contenta de mi suerte, y si bien reconozco que es mucho ms distinguido ser de cera que de sebo, ya sabes t que nadie en el mundo est en el caso de escoger su nacimiento. Por lo tanto, si t te pavoneas en el saln instalada en un candelabro o en una araa de cristal, el lugar que a m me asignan es la cocina, y no es tan despreciable la cocina, puesto que sin ella cmo podra subsistir la casa? cmo comeran nuestros amos? Comer! repuso la buja. Y qu significa comer? Comer es uno de los detalles ms insignificantes de la vida. Lo esencial es la sociedad, son las visitas, las reuniones, los bailes, las tertulias, esta es la verdadera existencia: brillar y ver brillar a los dems; para esto hemos nacido, y ste es el espectculo que yo presencio a todas horas. As, en el baile de esta noche, yo permanecer en el saln con todas mis hermanas.

En efecto, aquel da echaron mano de todo el repuesto de bujas; pero tambin se llevaron la vela, y por cierto que fue la duea de la casa, una gran seora, una condesa, quien se dign tomarla con sus delicadas manos y llevarla a la cocina, en cuyo sitio esperaba un pobre nio con un cesto, que la dama mand llenar de patatas, agregando a esta provisin una libra de manteca y algunas frutas. Llvalo a tu madre, hijo mo, y entrgale, adems, esa vela: he sabido que trabaja hasta una hora muy avanzada de la noche, y no dudo que le vendr bien. A estas palabras penetr en la cocina la nietecita de la seora y exclam llena de alborozo: Tambin yo estar despierta hasta muy tarde, pues debo ir al baile y me pondrn un cinturn adornado con bollos de seda encarnada. Cunta alegra irradiaba el hermoso semblante de la nia! No hay buja en el mundo, cuya luz pueda compararse con el brillo de unos ojos infantiles. La vela repar en ello y se dijo: Qu destellos de alegra! Nunca ms llegar a olvidarlos, nunca ms volver a ver otra cosa parecida.

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La colocaron en el cesto y el muchacho se la llev a su casa con todo lo dems. A dnde me llevarn? pensaba. De fijo que no me escapo de ir a parar a una pobre vivienda, donde tal vez no hallar ni un triste candelero de cobre, en tanto que la buja, brillando orgullosa entre oro y plata, tendr el honor de difundir su luz sobre las personas del ms alto linaje. As lo quiere la suerte; no en vano yo soy de sebo y ella de cera. La vela fue llevada a una reducida habitacin enfrente de la suntuosa morada de que acababa de salir. Viva en ella una pobre viuda, madre de tres hijos, que exclam al recibir el donativo: Bendiga Dios a la generosa condesa. Oh, qu magnfica vela! Y qu bien me vendr! Lo menos durar hasta media noche. Al oscurecer la encendieron. Fi!... fi!.... fi!... dijo chisporroteando de despecho. Qu fsforos gastan en esta casa! Y qu mal huelen! Al propio tiempo encendieron las bujas en la rica casa de enfrente, y al poco rato a travs de los balcones se llen de luz toda la calle, luego rodaron los carruajes que conducan a los convidados y por ltimo resonaron los acordes de una orquesta. Ahora empiezan, se dijo la vela. Con qu gozo debe brillar en estos momentos el semblante de la nia! Apuesto a que sus ojos oscurecen a la buja que est tan pagada de s misma. Oh, no: yo no he de ver nunca un espectculo semejante al brillo de aquellos ojos!

En este instante penetr en la habitacin la hija menor de la viuda, que era tambin una hermosa nia quien despus de abrazar a sus hermanitos les dijo al odo con gran misterio: Adivinad qu vamos a comer esta noche, ahora mismo... Patatas fritas con manteca! Y el jbilo ms intenso ilumin su semblante. No estaba ms alegre la nia de la opulenta morada cuando dijo: Debo ir al baile y me pondrn un cinturn adornado con bollos de seda encarnada. Ser sin duda una gran cosa eso de comer patatas fritas, pens la vela, la cual estaba no poco encantada de haber vuelto a ver el brillo luminoso de unos ojos infantiles, y para atestiguar su satisfaccin volvi a chisporrotear, tal como lo haba hecho anteriormente, al dar suelta a su disgusto, pues las velas no tienen ms que un lenguaje para expresar sus sentimientos. Pusieron la mesa y aparecieron las patatas fritas. Qu suculento festn! Por postres recibi cada nio una manzana, y cuando acabaron de comer la pequeita recit una oracin: Dios mo: te damos las gracias por tus dones y bondades. Amn. Mam, aadi, no es verdad que hoy la he dicho bien?

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No has de hablar de ti, ni has de pensar ms que en Dios nuestro Seor, que esta noche se ha dignado concedernos una cena tan deliciosa.~~ La viuda llev a sus hijos a la cama y despus de dar un beso en la frente de cada uno se durmieron como unos ngeles. Volvi ella a sentarse al velador, y hasta una hora muy avanzada trabaj en la costura, llena de bro pensando en sus hijos. En la rica casa de enfrente, araas y candelabros centelleaban; continuaban oyndose los acordes de la alegre y animada orquesta; en cambio desde el cielo la luna reparta su luz por un igual sobre la morada de los ricos y la de los pobres. Agradable ha sido la noche, se dijo la vela, y hasta dudo que la buja la haya pasado mejor, metida en su recipiente de plata. Esto es lo que quisiera saber antes de que aca be de consumirse mi ltimo cabo. Al apagarse tuvo una visin. Se le aparecieron los ojos de ambas nias animados del mismo resplandor, a pesar de que en los de la una se reflejaban los soberbios fulgores de cien bujas, y en los de la otra slo la modesta luz de una humilde vela.

Y aqu termina la historia.

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BARBA AZUL CHARLES PERRAULT. (1628-1703) ESCRITOR FRANCES Tomado de Cuentos. Mxico: Porra, 1997

Haba una vez un hombre que posea casas magnficas, tanto en la ciudad como en el campo, vajilla de plata y oro, muebles tapizados de brocado, carruajes relucientes de oro y cuantas riquezas puedan imaginarse. Pero tena la desgracia de que le creciese una barba azul, dndole un aspecto tan espantosamente feo, que todas las mujeres y muchachas le huan. Una de sus vecinas, que era dama de alto linaje, tena dos hijas de singular belleza, y el rico hombre pretenda que le diese en matrimonio a una de ellas, dejando a eleccin de la madre cul de las dos beldades haba de ser su esposa. Como ninguna de las dos quera serlo, cada una se esforzaba en persuadir a la otra a que aceptase; pero entre ambas se horrorizaban por igual al pensar que haban de casarse con un hombre de barba azul. Pero ms que por la barba, estaban dispuestas a rechazarlo porque ya se haba casado varias veces y nadie saba el paradero de sus mujeres. Para conquistar el afecto de las bellezas, Barba Azul las invit a que, en compaa de su seora madre, tres o cuatro de sus mejores amigas y otras personas de la vecindad visitasen una de sus posesiones, donde pasaran una semana de recreo, cazando, pescando, bailando, banqueteando y divirtindose. La primera noche se les pas en continuo regocijo, sin que ninguno pensara en acostarse, y todo iba tan bien, que la me nor de las hijas empez a decirse que la barba del dueo de la casa no era muy azul, despus de todo, y que l mismo resultaba un caballero muy agradable. De regreso a la ciudad, se celebr la boda. Un mes despus, Barba Azul dijo a su mujer que negocios de gran importancia le obligaban a realizar un viaje a provincias que durara al menos seis semanas, y desendole que se divirtiese en su ausencia, le aconsej que, si ello haba de complacerle, invitase al campo a sus parientes y amigos y que ni un momento dejase de sentirse alegre. Aqu le dijo tienes las llaves de los dos grandes cuartos donde guardo mis mejores muebles; stas son las de los fuertes armarios donde guardo los cubiertos de plata y la vajilla de oro que usamos slo en das extraordinarios; stas abren las arcas donde guardo el dinero, plata y oro; stas los escrios de las joyas, y sta es la llave maestra de mis habitaciones particulares. Pero sta pequeita es la llave del gabinete que est al extremo de la galera de la planta baja. Abre todo lo que quieras, excepto este gabinete donde te prohbo entrar, y de tal manera te lo prohbo, que si te atreves a abrirlo, mi justa clera e indignacin no conocern lmites. Despus que ella le prometi cumplir exactamente sus rdenes, la abraz, subi a la carroza que le esperaba y emprendi el viaje. Los amigos y vecinos de la recin casada apenas esperaron que sta los invitase; tal era su impaciencia por ver el lujo de que viva rodeada, aunque no se atrevieron a visitarla mientras estuvo all el marido, porque su barba azul les infunda miedo. Recorrieron todas las salas, habitaciones interiores, gabinetes y guardarropas, encontrndolo todo tan lujoso, que cada pieza les pareca superar a las otras en riqueza. Por fin pasaron a los guardamuebles, y los invitados no salan de su asombrada admiracin al contemplar tanta belleza en tapiceras, lechos, divanes, sillones, armarios, repisas, mesas y enormes espejos donde podan verse de cuerpo entero; los haba con marcos de cristal, de plata, ya sencillos, ya primorosamente labrados en oro; nunca haban visto cosa tan magnfica. No hallaban palabras con que expresar su admiracin ni cesaban de envidiar la felicidad de la casada; pero sta no hallaba complacencia en la contemplacin de tan inestimables riquezas, por el anhelo que la consuma de abrir el gabinete de la planta baja. De tal modo la domin su curiosidad, que sin pararse a reflexionar que cometa un acto de descortesa dejando a sus invitados, se precipit por una escalerilla excusada, con tanta prisa, que estuvo a punto de torcerse el cuello. Al llegar ante el gabinete se detuvo un momento a pensar en las rdenes de su marido, reflexionando en la desgracia que aquel acto de desobediencia podra aca rrearle; pero tan fuerte era la tentacin, que no pudo vencerla. Cogi la llave y abri la puerta, temblando, pero al entrar no pudo distinguir nada, porque estaban echadas las persianas. Al cabo de un rato not que el suelo estaba completamente cubierto de sangre coagulada, y

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ante ella, colgaban de la pared, en hilera, cadveres de mujeres de diferentes edades. No le caba la menor duda: all estaban las mujeres que se haban casado con Barba Azul y a las que ste haba degollado una tras otra. Crey morir de espanto y la llave que haba sacado de la cerradura se le cay de la mano. Apenas fue duea de sus sentidos para recogerla, cerrar la puerta y subir a su habitacin para serenarse; pero no pudo, porque estaba muerta del susto. Al advertir que la llave estaba manchada de sangre, trat de limpiarla dos o tres veces; pero la sangre no desapareca; fue en vano; cuanto hizo para lavarla, pues aunque la freg y restreg con jabn y arena, la sangre no se iba, ya que la llave estaba encantada y al quitar la sangre de un lado apareca por otro. Barba Azul regres de su viaje aquella misma noche, diciendo haber recibido cartas en el camino asegurndole que los negocios estaban ya resueltos a favor suyo. Su mujer se esforz en convencerlo de la extraordinaria alegra que le causaba su regreso inesperado. Al da siguiente le pregunt l por las llaves, que ella le entreg, pero con mano tan temblorosa, que fcilmente comprendi el marido lo que haba pasado. Cmo no est la llave de mi gabinete en el manojo?- pregunt Barba Azul. Seguramente me la habr dejado arriba sobre la mesa contest ella. Tremela inmediatamente orden el marido. Despus de grandes esfuerzos por distraerlo de esta idea, se vio obligada a entregarle la llave. Barba Azul la examin atentamente y pregunt a su mujer: Cmo se ha manchado de sangre la llave? Lo ignoro dijo la desgraciada mujer, ms plida que la muerte. Conque lo ignoras! replic Barba Azul. Pues yo lo s demasiado. Has entrado en el gabinete, verdad? Perfectamente, all volvers y ocupars tu puesto entre las damas que viste. La infeliz se arroj a los pies del marido llorando e implorando su perdn con las ms vivas manifestaciones de arrepentimiento por su acto de desobediencia. Tan hermosa estaba en su afliccin, que hubiera enternecido a una roca; pero el corazn de Barba Azul era ms duro que una roca. Has de morir irremisiblemente! grit l. Y sin tardanza! Ya que he de morir contest ella mirando a todos lados con los ojos baados en llanto-, concdeme algn tiempo para rezar mis oraciones. Te concedo replic Barba Azul medio cuarto de hora, pero ni un momento ms! Cuando se qued sola, fue a buscar a su hermana, y le dijo: Hermana Ana, hermana Ana pues as se llamaba por favor, sube a la torre ms alta y mira s vienen mis hermanos. Me prometieron que vendran hoy. Si los ves venir, hazles seas para que se den prisa. La hermana Ana ech a correr hacia lo ms alto de la torre, desde donde estuvo atalayando con ansiedad, mientras la pobre afligida le gritaba angustiosamente desde abajo: Hermana Ana, hermana Ana! Ves si alguien viene? Y hermana Ana le responda: No veo ms que el polvo que el sol oscurece y la hierba que en el suelo crece. Entretanto, Barba Azul se haba armado de una enorme cimitarra y llamaba a grandes bramidos: Mujer, baja en seguida o subo a buscarte! Un momento, slo un momento, por amor de Dios! contest su mujer. Y luego se dirigi a su hermana en voz baja: Ana, hermana Ana! Ves si alguien viene? Hermana Ana contest: No veo ms que el polvo que el sol oscurece y la hierba que en el suelo crece. Baja inmediatamente grit Barba Azul o subir a buscarte! Voy en seguida __contest su mujer. Y volvi a gritar: Hermana Ana, hermana Ana! Ves si alguien viene? Veo contest hermana Ana una gran nube de polvo que se acerca en esta direccin. Son mis hermanos? Ay! No, querida hermana; es un rebao. __ An no bajas? profiri Barba Azul. Slo un momento __ dijo su mujer, y grit: Hermana Ana! Ves si alguien viene? Veo dos jinetes que vienen en esta direccin, pero estn muy lejos. Alabado sea Dios! exclam al cabo de un momento-. Son mis hermanos. Voy a hacerles seas para que corran cuanto puedan. Barba Azul daba tales gritos que haca retemblar la casa. Su desventurada esposa baj y se arroj a sus plantas derramando lgrimas, con su cabellera suelta sobre la espalda.

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Es intil cuanto hagas -dijo Barba Azul, porque vas a morir. Y cogindola por los cabellos con una mano y esgrimiendo la cimitarra con la otra, se dispona a cercenarle de un tajo la cabeza. La desgraciada se agarr a sus piernas y dirigindole una mirada de mortal angustia, rog que le concediera un momento para concentrarse en s misma. De ninguna manera! rugi el marido, encomindate a Dios... Y volvi a levantar el ....... Pero en aquel instante llamaron a la puerta con tal estrpito, que Barba Azul se qued como paralizado. La puerta se abri y penetraron dos jinetes que, desenvainando la espada, se lanzaron enfurecidos contra Barba Azul. Reconoci l enseguida a los hermanos de su mujer, dragn el uno y mosquetero el otro, y busc su salvacin en la huda, pero los hermanos lo perseguan tan de cerca, que al llegar a las gradas del prtico lo atravesaron con las espadas y lo dejaron muerto. La pobre esposa, casi tan muerta como su marido, permaneca en el suelo, sin fuerzas para levantarse y abrazar a sus hermanos. Como Barba Azul no tena herederos, su viuda entr en posesin de todas sus riquezas. Destin parte de ellas a dotar a su hermana Ana, que cas con un joven hidalgo que la amaba haca tiempo; otra parte a obtener el grado de capitn para sus hermanos, y el resto a casarse con un hombre de bien, que le hizo olvidar los horrores que haba sufrido viviendo con Barba Azul. Moraleja La curiosidad, pese a sus atractivos, causa a menudo muchos pesares; todos los das vemos ejemplos de ello. No obstante que sois mujer, pensad que es un placer tan pasajero que cuando se satisface deja de ser y cuesta siempre demasiado caro. Otra moraleja Por poco juicioso que seas y que conozcas las consejas del vulgo, comprenders que esta historia es un cuento del tiempo pasado. No hay marido tan terrible ni que pida lo imposible, aunque sea exigente y celoso. Cerca de su mujer hilan delgado, y sea cual fuere el color de su barba, es difcil juzgar cul de los dos es el amo.

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LA NIA DE LOS FSFOROS Autor: Hans Christian Andersen (1805 1875) Tomado del libro: Cuentos. Mxico: Editorial Porra, 1992. Versin completa. Este cuento inspir la pelcula La vendedora de rosas Qu fro tan atroz! Caa la nieve, y la noche se vena encima. Era el da de Nochebuena. En medio del fro y de la oscuridad, una pobre nia pas por la calle con la cabeza y los pies desnuditos. Tena, en verdad, zapatos cuando sali de su casa; pero no le haban servido mucho tiempo. Eran unas zapatillas enormes que su madre ya haba usado; tan grandes, que la nia las perdi al apresurarse a atravesar la calle para que no la pillasen dos carruajes que iban en direcciones opuestas. La nia caminaba, pues, con los piececitos desnudos, que estaban rojos y azules de fro; llevaba en el delantal, que era muy viejo, algunas docenas de cajas de fsforos y te na en la mano una de ellas como muestra. Era muy mal da: ningn comprador se haba presentado, y, por consiguiente, la nia no haba ganado ni un cntimo. Tena mucha hambre, mucho fro y muy msero aspecto. Pobre nia! Los copos de nieve se posaban en sus largos cabellos rubios, que le caan en preciosos bucles sobre el cuello; pero no pensaba en sus cabellos. Vea bullir las luces a travs de las ventanas; el olor de los asados se perciba por todas partes. Era el da de Nochebuena, y en esta festividad pensaba la infeliz nia. Se sent en una plazoleta, y se acurruc en un rincn entre dos casas. El fro se apoderaba de ella y entumeca sus miembros; pero no se atreva a presentarse en su casa; volva con todos sus fsforos y sin una sola moneda. Su madrastra la maltratara, y, adems, en su casa haca tambin mucho fro. Vivan bajo el tejado y el viento soplaba all con furia, aunque las mayores aberturas haban sido tapadas con paja y trapos viejos. Sus manecitas estaban casi yertas de fro. Ah! Cunto placer le causara calentarse con una cerillita! Si se atreviera a sacar una sola de la caja, a frotarla en la pared y a calentarse los dedos! Sac una. Rich! Cmo alumbraba y cmo arda! Despeda una llama clara y caliente como la de una velita cuando la rode con su mano. Qu luz tan hermosa! Crea la nia que estaba sentada en una gran chimenea de hierro, adornada con bolas y cubierta con una capa de latn reluciente. Arda el fuego all de un modo tan hermoso! Calentaba tan bien! Pero todo acaba en el mundo. La nia extendi sus piececillos para calentanos tambin; mas la llama se apag: ya no le quedaba a la nia en la mano mas que un pedacito de cerilla. Frot otra, que ardi y brill como la primera; y all donde la luz cay sobre la pared, se hizo tan transparente como una gasa. La nia crey ver una habitacin en que la mesa estaba cubierta por un blanco mantel resplandeciente con finas porcelanas, y sobre el cual un pavo asado y relleno de trufas exhalaba un perfume delicioso. Oh sorpresa! Oh felicidad! De pronto tuvo la ilusin de que el ave saltaba de su plato sobre el pavimento con el tenedor y el cuchillo clavados en la pechuga, y rodaba hasta llegar a sus piececitos. Pero la segunda cerilla se apag, y no vio ante s mas que la pared impenetrable y fra. Encendi un nuevo fsforo. Crey entonces verse sentada cerca de un magnfico nacimiento: era ms rico Y mayor que todos los que haba visto en aquellos das en el escaparate de los ms ricos comercios. Mil luces ardan en los arbolillos; los pastores y zagalas parecan moverse y sonrer a la nia. esta, embelesada, levant entonces las dos manos, y el fsforo se apag. Todas las luces del nacimiento se elevaron, y comprendi entonces que no eran ms que estrellas. Una de ellas pas trazando una lnea de fuego en el cielo. Esto quiere decir que alguien ha muerto pens la nia; porque su abuelita, que era la nica que haba sido buena para ella, pero que ya no exista, le haba dicho muchas veces: Cuando cae una estrella, es que un alma sube hasta el trono de Dios. Todava frot la nia otro fsforo en la pared, y crey ver una gran luz, en medio de la cual estaba su abuela en pie y con un aspecto sublime y radiante. Abuelita! grit la nia Llvame contigo! Cuando se apegue el fsforo, s muy bien que ya no te ver ah! Desaparecers como la chimenea de hierro, como el ave asada y como el hermoso nacimiento! Despus se atrevi a frotar el resto de la caja, porque quera conservar la ilusin de que vea a su abuelita, y los fsforos esparcieron una claridad vivsima. Nunca la abuela le

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haba parecido tan grande ni tan hermosa. Cogi a la nia bajo el brazo, y las dos se elevaron en medio de la luz hasta un sitio tan elevado, que all no haca fro, ni se senta hambre, ni tristeza: hasta el trono de Dios. Cuando lleg el nuevo da segua sentada la nia entre las dos casas, con las mejillas rojas y la sonrisa en los labios. Muerta, muerta de fro en la Nochebuena! El sol ilumin a aquel tierno ser sentado all con las cajas de cerillas, de las cuales una haba ardido por completo. Ha querido calentarse la pobrecita! dijo uno. Pero nadie pudo saber las hermosas cosas que haba visto ni en medio de qu esplendor haba entrado con su anciana abuela en el reino de los Cielos.

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LAS HADAS CHARLES PERRAULT. (1628-1703) ESCRITOR FRANCES Tomado de Cuentos. Mxico: Porra, 1997 Una vez era una viuda que tena dos hijas. La mayor se le pareca tanto fsica y moralmente, que era el vivo retrato de su madre. Entre ambas eran tan orgullosas y antipticas que no haba manera de tratarlas. La menor, que era la verdadera imagen de su padre, por su dulzura y su bondad, era tambin una de las ms hermosas doncellas que se han visto. Pero como la gente ama por lo general a sus semejantes, la madre amaba con exceso a la hija mayor, al propio tiempo que detestaba a la otra, hacindola trabajar continuamente y obligndola a comer en la cocina. Entre otras cosas, la pobre muchacha haba de hacer dos viajes diarios a la fuente, que estaba a milla y media de la casa, para traer un cntaro lleno de agua. Un da, apenas lleg a la fuente, se le acerc una mendiga y le pidi que le diera de beber. Oh! Con mil amores, abuela! dijo la hermosa nia. Y enseguida lav el cntaro y despus de coger agua de la parte ms clara de la fuente, se la ofreci, aguantando abocado el recipiente para que la pobre bebiese con ms comodidad. Luego que hubo bebido dijo la buena mujer: Eres tan hermosa, tan corts y tan buena, hija ma, que no puedo dejar de concederte una gracia. Porque era un hada que haba tomado la forma de una pobre campesina para saber hasta dnde llegaba la bondad de la hermosa doncella. Te conceder esta gracia dijo el hada: a cada palabra que profieras saldr de tu boca una flor o una piedra preciosa. Al llegar a casa la muchacha, su madre la reprendi por haber estado tanto tiempo en la fuente. Te ruego que me perdones, madre dijo la pobre nia, si he tardado un poco. Y mientras hablaba brotaron de su boca dos lindas rosas, dos perlas y dos diamantes. Cmo es posible? exclam la madre, muy sorprendida. No puede negarse que las perlas y los diamantes han salido de tu boca! Hija ma! Cmo se explica esta? Era la primera vez que la llamaba hija ma. Entonces la hermosa doncella le cont lo que haba sucedido en la fuente del bosque y, mientras hablaba, iban cayendo perlas y diamantes de su boca. Es prodigioso! exclam la madre. Voy a mandar tambin all a tu hermana. Fanny, Fanny, ven! Mira lo que cae de la boca de tu hermana cuando habla! No te gustara, querida, que a ti tambin te otorgasen el mismo don? No tienes ms que ir a buscar agua a la fuente, y cuando una vieja mendiga se te acerque y te pida un poco de agua, ofrcesela con buenos modos. Oh! replic con todo descaro aquella hija malcriada. Bonito espectculo sera yerme acarreando agua! Pues quiero que vayas dijo su madre, y enseguida! Y tuvo que ir, aunque rezongando todo el camino y llevndose el mejor canjiln de plata que hall en casa. Apenas lleg a la fuente, vio salir del bosque a una seora magnficamente vestida, que se le acerc, pidindole de beber. Ya habris comprendido que se trataba de la misma hada que apareci a su hermana, pero que tomaba el aspecto de una hermosa Princesa, para ver adnde llegaba la grosera de la muchacha. Pero te has credo contest la malcriada con todo el orgullo de que era capaz que he venido aqu a servirte agua? Te figuras que traigo para esto mi hermoso vasija de plata? Pero si tienes sed, llnalo t misma y bebe! En verdad, no eres nada amable dijo el hada sin mostrarse en manera alguna resentida. Bueno, pues; ya que eres tan adusta y poco complaciente, te otorgar esta gracia: a cada palabra que hables saldr de tu boca una culebra o un sapo. Y dicho esto desapareci, y la muchacha volvi a casa. En cuanto su madre la vio acercarse, grit: Qu tal, hija ma? -- Qu tal, madre? contesto, y de su boca saltaron dos vboras y dos sapos. Cielos! exclam la madre. Qu es lo que veo? Ah! Tu hermana es la maldita causante de todo! Pero la pagar! Y cogiendo un bastn fue a poner en obra su amenaza. Pero la pobre muchacha, que lo haba odo todo, huy de casa corriendo y fue a esconderse entre los rboles del bosque.

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El hijo del Rey, que regresaba de una cacera, pas por el lugar en que ella estaba escondida, y descubriendo entre matorrales a tan singular belleza, le pregunt qu haca all y cul era la causa de su llanto. Ah! Seor! contest ella. Mi madre me ha obligado a huir de casa. Y mientras hablaba, el hijo del Rey, que se haba prendado de su belleza, vio las perlas y diamantes que caan de su boca. Manifest deseos de saber toda la historia, y ella le cont su aventura. El hijo del Rey se prend de ella, y considerando que tal don vala ms que todo lo que otra pudiera aportar en dote, la llev al palacio del Rey su padre, donde la despos. En cuanto a su hermana, se hizo odiar tanto, que su propia madre la ech de la casa, y la desgraciada, despus de vagar sin hallar a nadie que la recibiera, fue a morir en un rincn del bosque.

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LA BELLA DURMIENTE DEL BOSQUE CHARLES PERRAULT. (1628-1703) ESCRITOR FRANCES Tomado de Cuentos. Mxico: Porra, 1997 Erase una vez un Rey y una Reina que estaban muy tristes porque no tenan hijos, tanto, como no podis imaginaros. Visitaron todas las aguas curativas del mundo, hicieron votos, peregrinaciones, novenas; todo lo probaron, mas nada les daba resultado. Cuando, despus de mucho esperar, les lleg por fin una nia, el Rey quiso poner de manifiesto su alegra celebrando el bautizo con una solemnidad nunca vista hasta entonces. Invit a las hadas de sus dominios, que eran siete entre todas, para que fuesen madrinas de la Princesita, en la confianza de que cada una le otorgara un don, como acostumbraban hacerlo las hadas de aquellos tiempos. As, la Princesita poseera todas las virtudes imaginables. Despus del bautizo, todos los invitados volvieron al palacio, donde les esperaba un gran banquete. Para cada hada se haba puesto un cubierto magnfico: cuchara, cuchillo y tenedor eran de oro puro con primorosas incrustaciones de diamantes y rubes. Cuando ya todos estaban sentados a la mesa, se present en la sala un hada muy vieja, que no haba sido invitada porque haca ms de cincuenta aos que no haba salido de una torre, y se la crea muerta o encantada. El Rey orden que le pusieran un cubierto, pero no pudo ser ste de oro como los otros, porque slo haba mandado fabricar siete. La vieja hada se lo tom a desaire y refunfu ciertas palabras de amenaza que llegaron a odos del hada ms joven que a su lado se sentaba. Y temiendo que pudiera sobrevenir algn dao a la tierna criatura, la joven hada se ocult detrs de un cortinaje de la sala. Lo hizo para que todas las otras hablasen antes y, si de sus palabras resultase algn maleficio para la nia, poder conjurarlo con su vir tud. Y he aqu que las seis hadas primeras empezaron a otorgar sus dones a la Princesa. Segn stos, haba de ser la ms hermosa doncella del mundo, haba de poseer un carcter tan bondadoso como un ngel, haba de tener todas las gracias terrenales, haba de cantar como un ruiseor y bailar como una hoja movida por la brisa y haba de saber tocar perfectamente toda clase de instrumentos musicales. Luego le toc el turno al hada vieja, la cual, echando atrs la cabeza con desprecio, expres su deseo de que, cuando la nia llegase a doncella, se pinchase el dedo con un huso y muriese de la herida. Al or tan horrible prediccin, todos los huspedes se estremecieron y algunos se pusieron a llorar. Los padres, que hasta entonces se haban mostrado tan felices, cayeron en un estado de doloroso abatimiento. Pero entonces sali la joven hada de su escondrijo y habl en tono alegre: Anmense sus Majestades y srvales de consuelo saber que la Princesa no morir. No tengo virtud para conjurar por completo la desgracia que acaba de desearle mi anciana hermana. Nada de este mundo impedir que la Princesa se pinche un dedo con un huso, pero, en vez de morir, caer en profundo sueo que durar cien aos y del que, al cabo de este tiempo, el hijo de un rey vendr a despertarla. Apenas se hubieron pronunciado estas palabras, todas las hadas desaparecieron. El Rey, en su deseo de que nunca llegara a cumplirse el maleficio, public un bando prohibiendo a todo el mundo hilar y hasta tener husos, tornos o devanaderas en sus casas, bajo pena de muerte inmediata. Un da, ya cumplidos los quince aos, la princesa acompa a sus padres a uno de los castillos, donde la dejaron a sus anchas, y discurriendo por las varias dependencias, lleg a lo alto de una torre, donde encontr a una ancianita muy vieja, y tan sorda que no haba odo el bando del Rey muy atareada con el huso, al que daba vueltas y ms vueltas. Qu haces aqu, buena mujer? pregunt la Princesa. Estoy hilando, hermosa niale contest. Ah! Qu trabajo tan bonito! Cmo lo hacis? Dejadme probar. Apenas haba cogido el huso, como lo hizo atropelladamente y con cierta torpeza, se dio una punzada en el dedo con la punta, y aunque la herida apenas era perceptible, se desmay inmediatamente y cay al suelo. La pobre anciana se asust mucho y pidi socorro, y enseguida acudieron las damas de compaa, que hicieron cuanto les fue posible por reanimar a la Princesa, rocindole la cara, desabrochndole el corpio,

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golpendole las palmas de la mano y frotndole las sienes con agua de la reina de Hungra; pero todos sus esfuerzos fueron intiles. Entonces el Rey, que haba acudido a ver qu suceda, record la prediccin de las hadas, y juzg que el hecho era inevitable, pues las hadas lo haban anunciado. Dispuso que se colocase a la Princesa en la mejor habitacin del palacio, sobre un lecho cubierto de bordados de oro y plata, donde sigui durmiendo y conservndose tan hermosa como un ngel, pues su desmayo no le haba quitado los vivos colores de la tez; sus mejillas eran sonrosadas y sus labios parecan de coral. Tena los ojos cerrados, pero se la oa respirar suavemente, lo que demostraba que no estaba muerta. El Rey orden que se la dejara dormir en reposo, hasta que llegara la hora de su despertar. Cuando sucedi lo que acabamos de relatar, la joven hada que haba salvado la vida a la Princesa cambiando su sueo de muerte en un sueo de cien aos, se hallaba a doce mil leguas de distancia, en el reino de Mataqun, pero fue avisada por un enano que tena botas de Siete leguas (eran botas con las que se recorran siete leguas de una sola zancada). En cuanto le lleg la noticia, abandon aquel reino y, una hora despus, llegaba al palacio en una carroza de fuego tirada por dragones. El Rey sali a la puerta y ayud al hada a bajar de la carroza. El hada aprob cuantas disposiciones se haban tomado. Y como tena mucho sentido comn y era previsora como ninguna otra hada, pens que al despertar la Princesa de su sueo de cien aos en aquel viejo castillo, podra hallarse en una situacin engorrosa y aburrida a causa de la soledad que la rodease. Y obrando en con secuencia, sin pedir permiso a nadie, fue tocando con su varita mgica a todo ser viviente que habitaba en el palacio, a excepcin del Rey y de la Reina. Ayas, cocineros, pajes, lacayos, caballos de las cuadras y palafreneros, todos recibieron el golpecito mgico, y hasta Puf, la perrita de la Princesa, que se haba echado a los pes de su duea, qued dormida al mo mento. Los mismos asadores, que estaban llenos de perdices y faisanes, cesaron de dar vueltas ante el fuego, y ste se extingui. Todo esto ocurri en un momento, pues las hadas son muy diligentes en sus cosas. El Rey y la Reina, despus de besar a su hija, abandonaron pesarosos el castillo, ordenando que nadie se acercara a l. Esta orden era innecesaria, pues en un cuarto de hora creci en torno al castillo todo un bosque de zarzas y espinos tan espesos y compactos, que ni las alimaas podan atravesar aquel muro de vegetacin que protega el edificio y por el cual apenas sobresala el capitel de las torres del castillo, y eso desde muy lejos. Nadie puso en duda que esto era obra del hada, para que la Princesa, durante su sueo, nada tuviese que temer de los curiosos. Al cabo de cien aos, el hijo del Rey que entonces reinaba, y que, era de otra familia que la Princesa durmiente, fue de cacera cerca del castillo y pregunt qu eran aquellas torres que vea asomar por encima de aquel grande y espeso bosque. Cada cual le respondi segn lo que haba odo decir. Unos decan que era un viejo castillo donde se reunan los fantasmas; otros, que los hechiceros de la regin celebraban all su aquelarre. La opinin ms comn era que un ogro viva all, y que all tambin tena a los ni os que poda capturar, para comerlos a sus anchas, sin que pudiera ser perseguido, pues l solo tena el poder de abrirse paso a travs del bosque. El Prncipe no saba a quin dar crdito, hasta que se encontr a un viejo campesino que recordaba haber odo cmo su abuelo contaba a su padre que en aquella torre haba una hermosa Princesa condenada a dormir durante cien aos hasta que el hijo del Rey, destinado a ser su esposo, la despertase. Cuando el joven Prncipe hubo odo esto, sinti inflamarse su corazn, no dud ni por un instante que llevara a feliz trmino tan hermosa aventura, y animado por el amor y la gloria, decidi comprobar personalmente si era verdad. Se ape del caballo y empez a abrirse paso por aquellos densos matorrales. Le pareca empresa difcil, pero con indecible admiracin por su parte, vio que las robustas ramas se apartaban, las feroces espinas se embotaban por s mismas para no daarle, y las retorcidas zarzas se sepultaban bajo tierra para dejarle paso, pero renacan otra vez ms erizadas a su espalda, para que slo l pudiera seguir avanzando. Aunque estaba solo, no por ello dej de seguir adelante: un Prncipe joven y enamorado es siempre valeroso. Entr en un amplo patio, donde todo lo que vio bastaba para llenar de miedo al corazn ms esforzado y valiente. Ante l yacan por el suelo hombres y animales como si estuvieran muertos; pero los rostros encarnados de los hombres y los picheles medio llenos de vino que estaban a su lado, demostraban que los haba sorprendido el sueo haca tiempo, mientras beban. Luego pas el Prncipe a un ancho patio pavi mentado de mrmol, subi una escalera y entr en la sala de los guardias, donde hall filas de ellos con la carabina a la espalda y roncando a sus anchas. Continu avanzando de sala en

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sala y en todas partes encontraba damas y caballeros vestidos con los trajes que llevaban cien aos antes y abismados en profundo sueo, sentados unos y de pie otros. Por fin lleg el Prncipe a una habitacin toda de oro donde le sorprendi el cuadro ms hermoso que en su vida vieran sus ojos. Sobre un lecho cuyas cortinas estaban descorridas por todos lados, estaba una Princesa que pareca tener quince o diecisis aos, y cuya belleza tena algo de luminoso y divino. Temblando de gozo y lleno de admiracin, el Prncipe se acerc a la cama y se arrodill. Como el fin del hechizo haba llegado, la Princesa se despert inmediatamente, y mirando al joven con ternura, dijo en tono sooliento: Eres t, Prncipe mo? Te estaba esperando hace ya mucho tiempo. Embelesado por estas palabras y aun ms por el acento con que fueron dichas, el Prncipe contest que la amaba ms que a su vida. Sus palabras brotaban mal hilva nadas, y por ello gustaron ms an a la Princesa: poca elocuencia, mucho amor. Pero el Prncipe sentase ms confuso que la Princesa, porque ella haba tenido mucho tiempo para soar con l durante cien aos de incesante dormir, mientras que l no haba odo hablar de ella hasta entonces, pues parece (aunque la historia no dice nada sobre ello) que la buena hada le haba proporcionado a la Princesa sueos agradables. Estuvieron hablando durante ms de cuatro horas, y aun as no se haban dicho ni la mitad de las cosas que sentan en su alma. Entretanto, haban salido de su encantamiento todos los dems habitantes del castillo; cada cual pensaba en cumplir con sus obligaciones y, como no estaban enamorados, se sentan desfallecer de hambre. La dama de honor, hambrienta como las dems, anunci a la Princesa que la comida esperaba en la mesa, y el Prncipe, ofreciendo el brazo a la Princesa, la acompa a la sala del banquete. La Princesa no tuvo necesidad de vestirse para comer, porque llevaba ya los ms ricos atavos, aunque bastante pasados de moda. El Prncipe era lo bastante corts para no recordarle este pormenor y observar que iba vestida exactamente igual que su abuela, con esclavina, aunque no menos bella por ello. Pasaron luego al saln de espejos, donde cenaron, servidos por los oficiales de la Princesa. Durante la comida los violines y oboes tocaron piezas antiguas, pero excelentes; si se tiene en cuenta que haca cien aos que no tocaban sus instrumentos, hay que confesar que hicieron prodigios. Despus de cenar, sin prdida de tiempo, el gran Limosnero los cas en la capilla del castillo, y la dama de honor les corri las cortinas. Durmieron poco, pues la Princesa no tena mucha necesidad de hacerlo y el Prncipe la dej por la maana para regresar a la ciudad, donde su padre deba de estar intranquilo por su ausencia. El Prncipe le dijo que se haba extraviado en el bosque durante la cacera y que haba dormido en la choza de un carbonero, quien le haba dado de comer pan negro y queso. El Rey su padre le crey, pero su madre no qued muy convencida, y viendo que casi todos los das se iba de caza y que siempre tena una buena excusa cuando dorma fuera, la Reina no dud ya de que tena algn amor secreto, pues el Prncipe vivi con la Princesa ms de dos aos, en los cuales tuvieron dos hijos. El primero fue una nia, a la que se bautiz con el nombre de Aurora, y el segundo un varn, a quien se llam el Da, porque pareca an ms bello que su hermana. La Reina dijo muchas veces a su hijo, para hacerlo hablar, que era necesario adaptarse a las cosas de la vida, pero el Prncipe no se atrevi jams a confiarle su secreto, pues la tema aunque la amaba, a causa de que la Reina era de raza de ogros, y el Rey se haba desposado con ella slo a causa de las grandes riquezas que posea; incluso se cuchicheaba en la corte que tena las inclinaciones de los ogros, y que cuando vea pasar cerca de ella nios pequeos, a duras penas poda contenerse para no arrojarse sobre ellos; por esa razn el Prncipe no quera decir nada. Pero cuando muri el Rey, dos aos ms tarde, y el Prncipe se convirti en el amo, declar pblicamente su matrimonio, y con gran ceremonia fue a buscar a la Reina a su castillo. Se le hizo una magnfica recepcin en la ciudad capital, a donde entr en medio de sus dos hijos. Poco tiempo despus el Rey fue a hacer la guerra al Emperador Cantalabutte, su vecino. Dej la regencia del reino a la Reina madre y le recomend mucho a su mujer y a sus hijos. Deba permanecer en el campo de batalla durante todo el verano, y desde el momento en que parti, la Reina madre envi a su nuera y sus nietos a una casa de campo en el bosque, para poder satisfacer con mayor facilidad su horrible deseo. Algunos das despus fue a la casa y dijo una noche a su mayordomo: Quiero comer de almuerzo a pequea Aurora. Oh, seora! dijo el mayordomo. Lo quiero! replic la Reina. Lo dijo con un tono de ogresa que tiene deseos de comer carne fresca; y aadi:

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Y quiero comerla en salsa de cebolla. El pobre hombre, comprendiendo que con una ogresa no se juega, tom un gran cuchillo y subi al cuarto de la pequea Aurora. sta tena entonces cuatro aos, y cuando vio al mayordomo, se le acerc saltando y riendo para arrojarse a su cuello y pedirle caramelos. El mayordomo se puso a llorar, el cuchillo cay de sus manos y se dirigi luego al corral a degollar a un corderillo. Al cocinarlo, le hizo una salsa tan buena, que su ama le asegur que nunca haba comido nada tan delicioso. Al mismo tiempo, haba llevado a la pequea Aurora con su mujer para que la escondiera en sus habitaciones, que estaban al fondo del corral. Ocho das despus, la malvada Reina dijo a su mayordomo: Quiero comerme en la cena al pequeo Da. El mayordomo no replic nada, resuelto a engaarla como la vez anterior; fue a buscar a Da, a quien encontr con un pequeo florete en la mano, esgrimindolo contra un gran mono. Entonces el nio slo contaba tres aos de edad. El mayordomo lo llev con su mujer, quien lo escondi con la pequea Aurora, y le sirvi a la ogresa, en lugar de Da, un cabrito muy -tierno, que la Reina encontr admirablemente sabroso. Hasta aqu todo iba perfectamente; pero una tarde la malvada Reina dijo al mayordomo: Quiero comerme a la Reina en la misma salsa que sus hijos. Entonces el pobre mayordomo no crey poder engaarla otra vez. La joven Reina tena veinte aos pasados, sin tomar en cuenta los cien que haba dormido; su piel era un poco dura, aunque hermosa y blanca. Cmo encontrar en los establos un animal tan duro? El mayordomo tom entonces la decisin, para, salvar su vida, de degollar a la Reina, y subi a su habitacin con la intencin de acabar de una vez. Tratando de enfurecerse entr, pual en mano, al cuarto de la joven Reina. Sin embargo, no quera matarla por sorpresa, y le comunic con gran respeto la orden que haba recibido de la Reina madre. Cumplid con vuestro deber le dijo ella tendiendo eh cuello; ejecutad la orden que se os ha dado; ir a reunirme con mis hijos, mis pobres hijos, a quienes tanto he amado. (Pues la Reina los crea muertos desde que los haban separado de su lado sin decirle nada.) No, no, seora le respondi el pobre mayordomo, enternecido; vos no moriris tampoco, y no dejaris, empero, de reuniros con vuestros queridos nios, pero ser en mi casa, donde los tengo escondidos. Engaar una vez ms a la Reina, sirvindole una cierva joven en vuestro lugar. Acto seguido la llev a sus habitaciones, y dejndola abrazar a sus hijos y llorar con ellos, se dirigi a preparar una cierva, que la Reina madre comi a la hora de la cena, con el mismo apetito que si le hubieran servido a la joven Reina. Estaba muy satisfecha de su crueldad, y se preparaba para decir al Rey, a su retorno, que los lobos rabiosos haban devorado a la Reina su mujer y a sus dos hijos. Una noche en que haca su paseo ordinario por los corredores y patios del castillo para olfatear carne fresca, oy en una de las habitaciones bajas al pequeo Da que lloraba, a causa de que la Reina su madre quera mandarle azotar porque se haba portado mal y oy tambin a la pequea Aurora que peda perdn para su hermanito. La ogresa reconoci h voz de la Reina y de sus hijos, furiosa por haber sido engaada orden al da siguiente muy temprano, con voz terrible que haca temblar a todos, que se llevara a medio del patio una gran cuba que hizo llenar de sapos, vboras culebras y serpientes, para arroja all a la Reina con sus hijos, a mayordomo. su mujer y la sirvienta, a los que haba ordenado traer con las manos atadas a la espalda Estaban en el patio, y los verdugos se preparaban ya a arrojarlo a la cuba, cuando entr el Rey a caballo. No se le esperaba tan pronto; haba llegado en posta. Pregunt asombrado qu significaba aquel horrible espectculo. Nadie osaba contestarle cuando la ogresa, furiosa de ver lo que vea se arroj de cabeza a la cuba, fue devorada al instante por las inmundas bestias que all haba mandado poner. El Rey no dej de sentirlo, pues al fin y al cabo era su madre; pero pronto se consol con su hermosa mujer y sus hijos. Moraleja Esperar algn tiempo para tener esposo rico, galante y tierno es muy natural; pero esperarlo cien aos durmiendo es raro, pues no hay mujer que duerma tan tranquilamente.

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La fbula nos ensea tambin que retardar los agradables lazos del himeneo no nos impide hallar la felicidad, y que nada se pierde con esperar. Pero las doncellas aspiran con tanto ardor a la fe conyugal que no tengo la fuerza ni el valor de predicar esta moraleja.

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MESE GATO O EL GATO CON BOTAS CHARLES PERRAULT. (1628-1703) ESCRITOR FRANCES VERSIN ORIGINAL. Tomado de Cuentos. Mxico: Porra, 1997 Un molinero reparti sus bienes antes de morir entre sus tres hijos. Pronto estuvo hecho el reparto, pues slo tena un molino, un asno y un gato; de modo que ni hizo testamento ni llam al notario, que a buen seguro se hubiera llevado la mejor parte de su escaso patrimonio. Al mayor de sus hijos e dej el molino, al segundo, el asno, y el tercero hubo de conformarse con el Gato. Este ltimo no poda resignarse de haber recibido tan pobre herencia. Mis hermanos deca, podrn ganarse la vida honradamente si saben avenirse; pero a m, despus de matar el Gato, comrmelo y hacerme una zamarra con la piel, que por cierto me vendra muy estrecha, no me quedar ms recurso que morirme de hambre. El Gato, que oy el monlogo del joven, se le puso delante y, mirndolo con aire de persona formal e inteligente, le dijo: No os aflijis, mi amo. No tenis ms que darme un saco y un par de botas para andar por las malezas, y ya veris cmo no tenis tantos motivos para quejaros. Aunque el joven molinero no pona mucha fe en las palabras del Gato, pens que ya era bastante sorprendente que un Gato hablase, y eran tantas las habilidades que le haba visto desplegar para cazar ratas y ratones como colgarse por las patas o esconderse en la harina hacindose el muerto, que no le pareci del todo descabellado tener en l un poco ms de confianza, para ser socorrido en su miseria. Cuando el Gato recibi las botas, se las calz dndose aires de importancia, y echndose el saco a la espalda y las ataduras al cuello, se encamin, resuelto, a un coto donde haba gran cantidad de conejos. Puso un poco de salvado y unas hierbas dentro del saco y, tumbado como si estuviera muerto, esper que algn conejo tierno y poco experimentado se metiera en el saco para comerse lo que dentro haba. No tard mucho en ver satisfechos sus deseos, pues en todos los cotos abundan los conejitos necios, y cuando un atolondrado de stos, gordo y lucido, se meti en el, saco, maese Gato tir de las cuerdas, y lo cogi en la trampa. Enseguida lo mat sin misericordia. Luego, orgulloso de su presa, se dirigi al palacio y pidi permiso para hablar con el Rey. Lo condujeron a las habitaciones de Su Majestad, donde, despus de hacer una profunda reverencia, dijo: Seor, he aqu un magnfico conejo del coto de mi seor el Marqus de Carabas, que me encargado ofreceros humildemente de su parte. Di a tu amo contest el Rey, que acepto su obsequio y le quedo muy agradecido. Otra vez, fue a esconderse con su saco abierto en un campo de trigo y cogi dos hermosas perdices de la misma manera que al conejo. Cuando las present al Rey con el mismo mensaje, Su Majestad se mostr tan contento, que orden que se llevasen al Gato a la cocina y le dieran algo de comer y de beber. El Gato continu durante dos o tres meses llevando de vez en cuando al Rey piezas cazadas, segn deca, en el coto de su amo. Un da, enterado de que el Rey saldra a pasearse por la orilla del ro con su hija, que era la Princesa ms hermosa del mundo, maese Gato dijo a su amo: Seor, si queris seguir mi consejo, tenis la fortuna asegurada. Lo nico que habis de hacer es ir a baaros al ro en el lugar que yo os indicar, y lo dems corre de mi cuenta. Tened slo presente que ya no sois el hijo del molinero, sino mi seor el Marqus de Carabas. El hijo del molinero acept, no porque tuviera fe en la promesa del Gato, sino para ver qu pasara. Y mientras se estaba baando, he aqu que el Rey y toda la corte, que pasaban por all cerca, se asustaron mucho oyendo gritar a voz en cuello: Socorro! Socorro! Que se ahoga mi seor, el Marqus de Carabas! El Rey sac la cabeza por la ventanilla de la carroza y no vio a nadie ms que al Gato que varias veces le haba trado obsequios de caza; pero orden a sus criados que corriesen en auxilio del seor Marqus de Carabas. Mientras aquellos sacaban del agua al desgraciado Marqus, el Gato se acerc a la carroza y cont al Rey la historia de unos ladrones, que, mientras su amo se estaba baando, le haban robado la ropa; en realidad, el Gato la haba escondido debajo de una roca. El Rey orden inmediatamente a uno de los oficiales que fuera a toda velocidad al palacio y trajese uno de sus mejores vestidos para el joven caballero, que esper escondido entre la hierba de la ribera. Cuando estuvo vestido, ofreca un aspecto tan

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distinguido y elegante (pues el molinero era guapo y esbelto) que la hija del Rey lo encontr de su agrado y ste lo recibi gentilmente. Apenas el Marqus de Carabas le dirigi a la Princesa dos o tres miradas tiernas y respetuosas, ella se enamor locamente de l. El Rey lo invit a subir con ellos a la carroza para dar un paseo. El Gato estaba loco de contento, al ver que sus planes marchaban tan bien, y con aquella alegra se adelant a la carroza, tomndole mucha ventaja. Anda que andars, encontr a unos campesinos que trabajaban en un prado. Buenas gentes les dijo-, el Rey va a pasar muy pronto por aqu y si no le decs que este campo es de mi seor el Marqus de Carabas, os mandar trinchar a todos hasta dejaros como picadillo. As, pues, cuando el Rey pas y pregunt de quin eran aquellos prados donde creca un heno tan hermoso, los campesinos contestaron a una, pues la amenaza del Gato los haba atemorizado, que pertenecan al seor Marqus de Carabas. Poseis unas tierras magnficas, Marqus dijo Su Majestad al hijo del molinero. S, seor; no es un mal prado; todos los aos rinde abundantemente. Luego lleg maese Gato a un campo de trigo donde los campesinos estaban segando, se les acerc y les dijo: Hoy pasar el Rey y si no decs que este campo de trigo pertenece a mi seor, el Marqus de Carabas, os har cortar a todos hasta convertiros en picadillo. El Rey, que pas un momento despus, quiso saber a quin perteneca el trigo que cosechaban. Pertenece al Marqus de Carabas respondieron los, segadores, y nuevamente el Rey se regocij de ello con el Marqus. Siguieron andando y el Gato, que iba delante, deca lo mismo a todos los que encontraba, y el Rey se qued asombrado de la gran hacienda del Marqus de Carabas. Y he aqu que maese Gato lleg a un gran castillo habitado por un ogro riqusimo a quien pertenecan en realidad todas las tierras por donde el Rey acababa de pasar. El Gato, que tuvo el cuidado de informarse quin era este ogro y de sus habilidades, solicit hablar con l, diciendo que no haba querido pasar tan cerca del castillo de tan noble seor sin entrar a ofrecerle sus respetos. Cuando as lo anunciaron al ogro, ste sali a la puerta a recibir al viajero con la cortesa de que es capaz un ogro, y le rog que entrase a descansar. Gracias, seor dijo el Gato. En pases lejanos ha llegado a mis odos la fama de las extraordinarias dotes de vuestra persona, especialmente de la virtud quetenis para transformaros a voluntad en una bestia o una fiera, como por ejemplo, en len o en elefante. No os han dicho ms que la verdad contest el ogro bruscamente y para que no os quede la menor duda, ahora mismo me convertir en un len. As lo hizo, y el Gato se espant tanto, que salt al tejado y se escondi en el canaln, medida un poco peligrosa a causa de las botas, que no eran lo bastante apropiadas para andar por las tejas. Por fin, viendo que el ogro haba vuelto a su forma primitiva, baj disimuladamente del tejado y confes que haba pasado mucho miedo. Pero, seor dijo, tambin me han asegurado, y apenas puedo creerlo, que poseis, adems, el poder de convertiros en un animalito en rata o ratn, por ejemplo. Os confieso que, por mi parte, lo creo imposible. Imposible? grit el ogro con indignacin. Ahora vais a ver! E inmediatamente desapareci el ogro a la vista del Gato, que no vio ms que un ratn que corra por el suelo. Apenas vio el Gato al ratn, se arroj sobre l y se lo comi. Entretanto, el Rey pasaba por delante del castillo y le asaltaron unos deseos irresistibles de visitarlo. Al or el Gato el ruido de las ruedas de la carroza, corri a su encuentro, y desde la puerta salud gritando: Bien venido, seor, al castillo del Marqus de Carabas! Cmo! exclam Su Majestad. Tambin el castillo es vuestro? En verdad, Marqus, no he visto nada tan esplndido como este patio y estas construcciones. Entremos, os lo ruego. El Marqus ayud a la Princesa a bajar de la carroza sin decir palabra y apartndose para que el Rey pasara delante, pues haba adquirido todas las maneras corte sanas; sigui a Su Majestad hasta una gran sala donde esperaba un magnfico almuerzo que haban preparado para el ogro y algunos amigos que tena invitados, pero que no haban osado entrar al saber que el Rey estaba all. Encantado el Rey de las excelentes prendas del Marqus de Carabas, as como su hija, que estaba loca por l, y viendo los grandes bienes que posea, le dijo, despus de haber bebido cinco o seis copas:

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Slo de vos depende, Marqus, el que seis mi yerno. El Marqus, con grandes reverencias, acept el honor que le haca el Rey, y ese mismo da se cas con la Princesa. En cuanto al Gato, se convirti en un personaje de importancia y ya no tuvo necesidad de correr tras los ratones, salvo cuando quera divertirse. Moraleja Por grande que sea la ventaja de gozar de una rica herencia dejada por nuestros antepasados, a los jvenes, por lo comn, les es ms til la industria y el ingenio. Otra moraleja Si el hijo de un molinero gan tan pronto el corazn de una Princesa y pudo atraer sus lnguidas miradas, fue porque el traje, la buena presencia y la juventud ayudan siempre.

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EL SAPO Juan Jos Arreola Escritor mexicano Tomado de Obras. Mxico. Fondo de Cultura Econmica, 1996
[JULES RENARD]

NACI de una piedra. Vive debajo. Y bajo ella cavar su tumba.

Lo visito con frecuencia. Y cada vez que levanto su piedra tengo miedo de encontrarlo y miedo de que ya no est. Est. All escondido en su yacija. Seca, limpia, estrecha y a su gusto. La ocupa plenamente, hinchado como una bolsa de avaro. Si la lluvia lo hace salir, viene y se coloca delante de m. Unos cuantos saltos pesados. Luego se detiene sobre sus muslos y me mira con ojos enrojecidos. Si el mundo injusto lo trata como a leproso, yo no temo ponerme en cuclillas frente a l, y aproximo al suyo un rostro de hombre. Para acariciarte, sapo, slo me hace falta vencer el ltimo escrpulo asqueroso! Cosas peores hay que tragarse en la vida. Pero ayer me falt el tacto. Sus verrugas haban estallado y el sapo fermentaba y sudaba. Le dije: Pobre amigo, no quiero ofenderte. Sin embargo, vlgame Dios! Eres feo... Abri con clido aliento la boca pueril y desdentada, y me respondi con un ligero acento ingls: Y t?
(ACTIVIDADES POSIBLES. Leer en voz alta el cuento y dibujarlo en una historieta. Seleccionar frases del cuento para analizar significados o funciones de las palabras. Leer el cuento para desarrollar la imaginacin sin limitaciones. Inventar otras actividades en clase. Inventar otro cuento, dibujarlo en historieta, Representarlo teatralmente, Dibujarlo en un solo cuadro. Hablar con un personaje, Cambiar el final, compararlo con la pelcula. Compararlo con otro cuento. Subrayar las frases ms bellas y profundas, otras inventadas entre todos.Escribir una carta a un personaje. Cambiar el final o el comienzo. Escribir lo que imagin al leerlo. Hacer una exposicin de afiches sobre el tema del cuento. Hacer un foro sobre el cuento. Compararlo con otros cuentos. )

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