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Las fuerzas de la decadencia
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Las fuerzas de la decadencia es continuación y complemento de la obra Del sufrimiento a la paz, uno de los libros de Ignacio Larrañaga que ha alcanzado mayor difusión en numerosos países y en diversos idiomas. El P. Larrañaga se adentra en esta obra en el misterio del hombre doliente, que, ante situaciones como el olvido, el cansancio, el fracaso, la ansiedad, la enfermedad, el dolor, el miedo, la soledad, la ancianidad o la perspectiva de la muerte, alcanza a entrever el propio misterio de Dios, que se hace impotente y débil en el mundo para estar con nosotros y ayudarnos.
Autor
Ignacio Larrañaga Orbegozo
Ignacio Larrañaga (1928-2013) nace en España, pero casi toda su vida sacerdotal ha transcurrido en América Latina. Maestro de oración y espiritualidad, sus libros llevan el sello típico de lo vital: claridad, profundidad y realismo. Se ha convertido en un instrumento del cual Dios se ha servido para la transformación de las comunidades religiosas en América Latina y en España, mediante sus numerosas obras de espiritualidad, muchas de ellas editadas en SAN PABLO.
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Las fuerzas de la decadencia - Ignacio Larrañaga Orbegozo
Índice
Portada
Portadilla
Créditos
Aviso
1. El misterio del hombre
2. Olvido
3. Cansancio
4. Fracaso
5. Ansiedad
6. Enfermedad
7. Dolor
8. Miedo
9. Soledad
10. Ancianidad
11. Muerte
Epílogo. Canto a la vida
portadilla© SAN PABLO 2004 (Protasio Gómez, 11-15. 28027 Ma drid)
Tel. 917 425 113 - Fax 917 425 723
E-mail: [email protected]
© Ignacio Larrañaga 2004
Distribución: SAN PABLO. División Comercial
Resina 1. 28021 Madrid * Tel. 917 987 375 - Fax 915 052 050
E-mail: [email protected]
ISBN: 978-84-285-6536-3
Depósito legal: M. 1.301-2004
Impreso en Artes Gráficas Gar.Vi. 28970 Humanes (Madrid)
Printed in Spain. Impreso en España
«No dejes nunca de empezar
y no empieces nunca a dejar»
(HIPÓCRATES)
Si no puedes derrotar al enemigo,
únete a él.
Aviso
Las fuerzas de la decadencia abordan las siguientes materias:
– Olvido
– Enfermedad
– Cansancio
– Dolor
– Fracaso
– Ancianidad
– Ansiedad
– Muerte
– Temor
– Soledad
– Otros asuntos laterales
Como puede advertir el lector, son muchos asuntos, y cada materia, de gran complejidad. No he pretendido agotar ningún tema; tan sólo abordarlos con suficiente amplitud, a fin de que los diferentes capítulos puedan aportar al lector fuerza y claridad.
Este libro ha sido escrito para los que no tienen fe y para los que la tienen. Conseguir este equilibrio ha resultado para mí un arduo trabajo.
He evitado escribir un libro piadoso, cosa que habría sido tarea fácil. En los momentos más álgidos mis ojos han estado fijos en los no creyentes o poco creyentes.
Pero hay fenómenos humanos que, sin Dios, resultan insoportables, por no decir imposibles de sobrellevar. Por eso, largas páginas avanzan sobre presupuestos de fe.
Este libro es una continuación y complementación de mi libro Del sufrimiento a la paz.
IGNACIO LARRAÑAGA
Año Nuevo de 2004
1
El misterio del hombre
1. Objetivo de este libro
En Estados Unidos prácticamente se ha eliminado la palabra muerte del vocabulario corriente. Otro tanto sucede en Francia. En su lugar se usan eufemismos.
En Holanda existen poderosas empresas funerarias. Una vez que el médico ha certificado la defunción de un individuo, la familia llama a una empresa funeraria que, de inmediato, entra en funciones. Preparan decorosamente al difunto y se lo llevan, eso sí, con gran dignidad. Lo retienen durante 24 horas en un recinto especial. Al día siguiente lo incineran o lo entierran. En suma, desde que expiró el individuo, los familiares ya no lo ven más. La misma funeraria prepara para los familiares una reunión social en la que se ofrece un cóctel en un cierto ambiente sobrio. Y con esto se acabó todo.
En una palabra, la sociedad mira para otro lado y no sabe qué hacer con los «caídos», con los que han entrado en la esfera de la decadencia. No sabe qué hacer con los fracasados, solitarios, conflictivos, enfermos crónicos, ancianos... nadie les tiende una mano. Y, sin que nadie les empuje, ellos mismos se van al «rincón» y se ponen al margen de la sociedad, sin que a nadie le conmueva esto ni le importe.
Es verdad que los países ricos disponen de establecimientos públicos para atender a los enfermos y ancianos; sin embargo, el hombre de esta sociedad progresivamente se va haciendo más individualista, quizá como nunca, con un individualismo despiadado y sin compasión.
Sólo el que triunfa ocupa un lugar en esta sociedad. Pero, ¡ay del fracasado!: será olvidado, abandonado y arrinconado: No hay lugar para la compasión en esta sociedad satisfecha y hastiada.
Hasta los que caminan por el túnel de la noche se dan cuenta de que el desarrollo económico deja en el sendero un rastro de innumerables muertos; que el gran comercio avanza rampante arrastrándose por la selva de sutiles engaños; que todas las guerras son fruto de patrañas y embustes, y que la sociedad capitalista sólo puede mantenerse de pie apoyada en falacias, vagando entre la arena y la espuma.
* * *
¿De dónde les vendrá auxilio y salvación, fuerza y sentido vital a todos los que han sido atrapados en el círculo fatal de la decadencia? ¿Quién se aproximará con una copa de bálsamo en la mano a los marcados por la soledad existencial y la carencia afectiva, a los doloridos y solitarios de la tierra que un día morirán en silencio?
Este libro pretende extender la mano a los que están abatidos y rendidos. Se dispone a caminar junto a los desolados infundiéndoles aliento y esperanza. Quiere constituirse en compañero de ruta para los fatigados de la vida, cantándoles melodías que despierten en ellos energías desconocidas.
Este libro se propone primeramente hacer radiografías exactas de fenómenos como la ansiedad, el fracaso, la soledad, el miedo, el dolor, la enfermedad..., y en segundo lugar, entregar para cada caso fuerzas de liberación, luz para el camino y bálsamo para las heridas.
Quiere también abrir pistas inesperadas de fecundidad para los que se debaten en la última vigilia de la vida, a fin de que los jóvenes puedan contemplarlos revestidos de serenidad.
Más aún; este libro se dispone a acompañar al hombre hasta la frontera final, demostrándole que la muerte no es catástrofe sino alborada.
En suma, este libro se ha escrito para dar fuerzas a la decadencia.
2. ¿Dónde estamos?
Estamos en un planeta insignificante en la inmensidad del universo, envueltos en interrogantes de gran peso que no sabemos si sólo atañen a la filosofía y astrofísica, o también a la humanidad que puebla el planeta.
– ¿Hubo un principio en el tiempo? ¿Habrá un final?
– ¿El universo es infinito o tiene fronteras?
– Si se colapsa el universo en expansión, ¿correrá el tiempo en sentido contrario?
– Si un día todo fue caos, ¿cómo es que ahora existe orden?
– Todas las galaxias están alejándose de nosotros, y cuanto más lejos está la galaxia, a mayor velocidad se aleja de nosotros. No sólo eso: la distancia entre las diferentes galaxias está aumentando continuamente.
– Si desde el principio del mundo, desde el big-bang (la «gran explosión»), las galaxias están expandiéndose, alejándose mutuamente, eternamente alejándose, ¿hay fronteras o no hay fronteras exteriores, y dónde están? Dicho de otra manera: ¿Cesará algún día el universo en expansión y comenzará a contraerse, o se expandirá siempre más?
Cuando nuestro sol haya consumido todo el hidrógeno y otros combustibles nucleares, la tierra descenderá a temperaturas bajísimas a las que la vida será imposible en la tierra. En todo caso, el sol dispone de combustible para otros cinco mil millones de años.
* * *
Vivimos en un mundo diminuto y frágil, perdido en la inmensidad, navegando a la deriva por el infinito océano cósmico, punteado por centenares de miles de millones de galaxias y por mil millones de billones de estrellas.
Realmente, somos polvo de estrellas. Pero en su ascenso y evolución, el hombre ha acumulado propensiones hereditarias a la agresión, sumisión a los líderes y hostilidad a los extranjeros, cuando las fronteras de las naciones ni siquiera se divisan mirando la tierra desde el espacio.
Hay muchos mundos que quedaron abrasados por catástrofes cósmicas. Nosotros hemos sido afortunados, pues hemos sobrevivido a los posibles choques de terribles meteoritos o grandes cometas.
Pero las naciones, hipnotizadas por la mutua desconfianza, se amenazan con destruirse mutuamente. La onda expansiva de una bomba nuclear arruina, a muchos kilómetros a la redonda, edificios fuertemente construidos, en medio de una tempestad de fuego, rayos gamma y neutrones. He ahí el peligro para la humanidad: la autodestrucción.
Sin embargo, Somerset Maugham afirma que «la verdadera tragedia no será que los hombres perezcan, sino que dejen de amarse». Ahora bien, lo que se opone al amor es el egoísmo. Toda civilización que promueva el individualismo engendra el egoísmo, asfixia el amor; y por este camino avanzamos hacia la autodestrucción. Es el caso de la actual civilización economicista, en la que el único ideal es ganar y ganar dinero en medio de una feroz competitividad y de un individualismo despiadado. Esperemos que la humanidad despierte y tome rumbos más humanos.
La tierra se desplaza a más de dos millones de kilómetros por día alrededor del sol.
Somos, pues, desde siempre, viajeros del espacio, eso sí, habitando en este hogar que se llama tierra. Sería una catástrofe de terribles proporciones arruinar este único hogar que tenemos.
3. De dónde venimos
Al contrario de las leyes físicas por las que, en el espacio, todo lo inerte avanza hacia la entropía y el desorden, en cambio las moléculas de ADN (ácido desoxirribonucleico) conducen la materia hacia la organización y la vida.
En el núcleo de las células del cuerpo humano, en 23 pares de cromosomas, hay una compleja información genética conocida como el genoma humano. Se trata de un ambicioso esfuerzo para interpretar la información hereditaria que hace de cada uno de nosotros un ser único y singular. Los genes, que son sencillamente pequeños segmentos de ADN, son paquetes de instrucciones que indican a las células cómo deben comportarse.
El ADN es como una enciclopedia que contiene las instrucciones para la organización de la vida en numerosos tomos que llamamos cromosomas. Esta información es común a la vida, desde una pequeña maleza hasta el ser humano. Y unos pocos genes marcan la diferencia entre un hombre y un chimpancé.
Los científicos hace poco que han comenzado a entender el funcionamiento del código genético; aún se ignoran sus intrincadas reglas. Pero se calcula que con el tiempo el código genético será manipulado a voluntad del hombre para potenciar su capacidad mental, organizar su estructura psíquica y neutralizar de raíz muchas enfermedades. En todas las enfermedades están involucrados los genes, incluyendo una simple infección, que desarma el normal comportamiento de las células.
Una amplia variedad de genes participan, por ejemplo, en el origen del cáncer, el Alzheimer, la hipertensión, la diabetes..., pero a la vez estos genes interactúan con diversos factores del ambiente.
* * *
El desafío mayor de la biología molecular, hoy por hoy, es cómo decodificar un ADN. Esto requerirá muchos años, y sucederá en la medida en que se descifren las funciones que desarrollan los treinta mil genes del hombre.
Mientras tanto los científicos se adelantan a lo que será el ADN personal, registro que identificará los caracteres, los coeficientes intelectuales, las tendencias de personalidad y casi todas las enfermedades.
Los genes con su mensaje codifican también la producción de las proteínas, gigantescas moléculas que sirven para organizar la vida y fabricar células, tejidos y órganos. Los científicos se dieron cuenta de que podrían intervenir en estas moléculas, y de ahí se originó la ingeniería genética en las plantas; y así hoy tenemos alimentos más nutritivos, vegetales más resistentes a las plagas...
Los científicos confían en que un día no lejano podrán manipular los genes en los huevos fecundados; y, a partir de las células germinales, podrán eliminar patologías futuras o, también, dotar a la persona, todavía en embrión, de facultades intelectuales hasta ahora desconocidas, temperamentos armoniosos, personalidades ideales.
3.1. Un mundo fascinante
Los avances de la biología molecular ponen ante nuestros ojos un mundo admirable, constituido por organismos microscópicos que trabajan con gran precisión. Esto lleva a los biólogos a hablar de un funcionamiento «inteligente» de las células.
Desde el momento en que el óvulo es fecundado, las diversas células pasan a ocupar sus respectivos lugares: así, por ejemplo, unas células van a instalarse al hígado, otras al páncreas, otras a los riñones, otras al cerebro... cada una para desempeñar su función específica, y esto desde los primeros días del embarazo.
Mientras comienza a desarrollarse el organismo en el seno materno, las células se mueven y emigran en constante dinamismo, siguiendo complejas estrategias, y acaban por asociarse para constituir tejidos especializados. ¡Una maravilla! Y hay que tener presente, sin embargo, que todas las células son portadoras de unos mismos genes o códigos informativos.
Si nacen criaturas lisiadas, ciegas o paralíticas, significa que algunos genes se han equivocado. Se llaman genes erróneos. Los científicos calculan que llegará el día en que podrán identificar a tiempo esos genes erróneos y neutralizarlos, reemplazándolos por otros genes para que la criatura nazca normal. Hoy por hoy este es uno de los mayores desafíos: cómo identificar los genes erróneos, neutralizarlos y sustituirlos por otros. Como se ve, es un mundo prodigioso.
Dicho de otra manera: estos genes contienen el programa que regula la formación de diferentes células, según la función que cada una va a desempeñar. Pero aquí comienzan a surgir los interrogantes: ¿Puede haber un programa sin un programador? Nosotros no hemos programado los genes ni los controlamos. Por tanto, esa programación sólo puede atribuirse a alguien que está por encima de la misma naturaleza; es decir, alguien que sea el autor de la naturaleza, o sea, Dios.
Hay autores, sin embargo, que niegan esta conclusión y explican todos los fenómenos naturales mediante la combinación del azar y de la necesidad; porque, dicen, la naturaleza tiene autonomía propia. Sin embargo, una de las características más notables de la organización de la materia es, precisamente, que esta organización se realiza mediante la transferencia de instrucciones o información entre seres que no tienen conocimiento o conciencia.
* * *
Lo admirable es que la naturaleza viene utilizando información, codificación, interpretación y transmisión, operaciones enormemente sutiles y de alta complejidad. Para que haya información, debe haber un mensaje, un receptor del mensaje y un «sistema de referencia» acerca del cual comunicar el mensaje al receptor. Lo que demuestra que la naturaleza realiza prodigiosas operaciones «inteligentes».
Una naturaleza que manifiesta semejante dinamismo hasta conducirnos hacia nuevas estructuras de orden nos lleva a la evidente conclusión de que necesariamente tiene que haber una causa superior y exterior a la naturaleza: Dios mismo.
En todo caso, esta manipulación masiva de genes para producir tipos humanos ideales es un proyecto de futuro en el que sueñan los especialistas en ingeniería genética. Sin embargo, nadie piense en un determinismo automático. El resultado definitivo de tipo humano que emerja de esta biotecnología dependerá también de circunstancias ambientales como la alimentación, la educación, los hábitos y costumbres..., en suma, del libre albedrío.
* * *
Los avances en la decodificación y posterior manipulación de los genes con la finalidad de constituir nuevos códigos genéticos han generado en la comunidad científica la esperanza de mejorar la vida de los enfermos hereditarios y también de generar determinados individuos con rasgos eminentes.
Se abre, pues, un mundo de posibilidades reemplazando o suprimiendo genes en el óvulo fecundado, en las células embrionarias, y así la humanidad puede llegar a tener más genios en ciencias y en artes. Esto ya se ha practicado con notable éxito, por ejemplo, en la biotecnología agraria.
Los científicos suponen que en un futuro próximo la selección de los genes no tendrá límites, no sólo para reemplazar los genes erróneos, responsables de una determinada enfermedad, sino también, eventualmente, para generar una figura más bella, una talla mayor, una vida más larga, caracteres más armónicos, temperamentos más sociables, inteligencia más sobresaliente y un largo etcétera. Pero esta manipulación genética puede también acarrear efectos negativos; por ejemplo, una considerable longevidad puede traer consecuencias desfavorables para el sistema de salud, previsión o ayuda social.
En algunos países ya están surgiendo grandes industrias biotecnológicas que van teniendo un explosivo desarrollo, y se considera que, en el futuro, estas compañías tendrán preponderancia fundamental.
3.2. El río de la vida
Nos hemos preguntado: ¿De dónde venimos? Hemos hecho un amplio rodeo por las fuentes originales del misterio radical de la persona: el mundo genético. De allí venimos.
Estamos intentando, en este libro, descender a los abismos de la decadencia humana; sorprender al hombre en sus últimas fragilidades, cuyas raíces están instaladas precisamente en el terreno genético.
No podremos disfrutar de los horizontes halagüeños que nos ofrece la futura ingeniería genética. Nos hemos encontrado con este sujeto que soy yo, organizado con determinados códigos genéticos, que nos acompañará hasta las fronteras finales.
No podemos volver al óvulo materno, para seleccionar o manipular nuestro genoma. Estamos ante una situación límite, una frontera absoluta: yo soy un «hecho consumado».
La pregunta es: ¿Qué hacemos con este sujeto que soy yo? Este libro se ha escrito para responder a esas preguntas: quiere ser mano y «fuerza» para todas las situaciones de la decadencia. Quiere sacar a los caídos en el barranco, tomarlos de la mano y devolverlos al torrente de la vida.
Sí. Vendrá la primavera. Las nieves se derretirán; y nuestras decadencias buscarán el río de la vida y acabarán en el vasto mar.
4. Genética y homosexualidad
Intercalamos aquí este tema por considerarlo perteneciente, en cierto modo, a lo que en este libro llamamos decadencia; y, por cierto, sin pretender agotar materia tan compleja; simplemente iluminarla con algunos enfoques genéticos.
Dean Hamer, doctor en biología molecular y sus colegas del Institut Bethesda publicaron en la revista Science (1993) la evidencia de que algunos individuos tendrían una predisposición genética a la homosexualidad y que ella estaría condicionada por un gen que está en el cromosoma «X» y más específicamente en la región que ellos denominan «XQ28».
La homosexualidad es un asunto dramático (quizá no tanto hoy día) primero para los homosexuales y también para los familiares y sobre todo para sus padres. He conocido padres para los cuales la tendencia sexual de alguno de sus hijos constituyó una tragedia que arrastraron hasta el fin de sus días, sin asumirla y sin poder perdonarles.
A lo largo de mis años de sacerdocio han venido a consultarme numerosos homosexuales (varones; nunca mujeres, ¿por qué será?) y llegué a la conclusión de que muchos de los que me consultaron, no tenían solución. Lleno de compasión me refugié en las ciencias genéticas para estudiar esta «enfermedad» (?).
Llegué a la convicción de que en algunos casos, la homosexualidad es un algo que viene inferido no sólo en la estructura hormonal, sino en las últimas estribaciones de sus células. Para la mayoría es una desgracia el haber nacido con esta tendencia. En todo caso, son dignos de comprensión. Según las estadísticas, cerca de un 10% de la humanidad (tanto de hombres como de mujeres) nacieron con la tendencia sexual invertida, variando mucho, eso sí, el grado y matices de esa tendencia de unos a otros.
Muchos (¿la mayoría?) disimulan al máximo esta tendencia, en los años de adolescencia y aún más de la juventud. Otros muchos, sobre todo los procedentes de las familias piadosas, luchan a brazo partido para no dejarse arrastrar, pero, al final, sucumben. La mayoría lleva esta inclinación como una profunda herida, un trauma doloroso, como una vergüenza social, hasta que lentamente se hacen a la idea de que fatalmente nacieron así.
Muchas veces he quedado sorprendido al comprobar que muchos de ellos son piadosos. La mayoría son exquisitamente delicados, cariñosos y sumisos con sus padres. Y muchos de ellos trabajan en su profesión con gran responsabilidad.
* * *
Las ciencias genéticas estarían confirmando el planteamiento de que la conducta sexual desviada de los «gays» no se debe sólo a que ellos decidieron comportarse de esa manera, sino que, además, existiría una exigencia biológica, en algunos casos invencible, que los impulsaría en esa dirección.
La información genética que regula el sistema biológico y determina toda la herencia que se transmite de padres a hijos está contenida en los 23 pares de cromosomas, ubicados en el interior del núcleo de cada una de las células. Esta enorme masa de información está contenida en unos treinta mil genes distintos; uno de ellos, un gen erróneo, es suficiente para condicionar la conducta homosexual.
Los investigadores que se dedican a individualizar los genes y descubrir el rol que cumplen ya han sido capaces de descubrir varios genes anómalos que transmiten información errónea y que, a consecuencia de ello, son causantes de enfermedades o anomalías como el alcoholismo, la depresión, la diabetes, la esquizofrenia y ahora también
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