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El camino de la rebelión del general Saturnino Cedillo
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El camino de la rebelión del general Saturnino Cedillo
Libro electrónico269 páginas3 horas

El camino de la rebelión del general Saturnino Cedillo

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Amparado en la tradición caciquil del país, Saturnino Cedillo mantuvo bajo su control el estado de San Luis Potosí: contaba con el apoyo del gobierno central y, a su vez, le ofrecía el apoyo de su región. Su poder se sustentó en sus bases campesinas a quienes concedió las colonias agrícolas militares en la zona que rodea a Ciudad del Maíz y mantuvo a raya a los ricos de la capital potosina.
Creyó que su alianza popular y su apoyo a los gobiernos revolucionarios le permitirían ser considerado en la elite del poder. Consiguió la cartera de Agricultura en dos ocasiones, la segunda ya con el presidente Lázaro Cárdenas. Cuando en junio de 1935 lo hizo parte del gabinete, ya albergaba cierto resentimiento. Cedillo, campesino al fin –el "general huarache" le llamó burlonamente José Vasconcelos–, no logró insertarse plenamente en el grupo en el poder y sus características lo hicieron idóneo para hacerlo aparecer como la quinta columna mexicana para representar los intereses del nazi-fascismo en México.
Conocedores de los orígenes, trayectoria y rebelión del general Cedillo se han reunido en este libro para darle coherencia al significado de su vida en la historia nacional como lo evidencia el rescate de un extraordinario acervo fotográfico que aquí se presenta.
IdiomaEspañol
EditorialOcéano
Fecha de lanzamiento15 feb 2013
ISBN9786074004724
El camino de la rebelión del general Saturnino Cedillo

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    El camino de la rebelión del general Saturnino Cedillo - Carlos Martínez Assad

    Presentación

    CARLOS MARTÍNEZ ASSAD

    NOTA: Para abrir las imágenes pulse dos veces sobre las mismas; para cerrarlas vuelva a pulsar dos veces.

    El general Saturnino Cedillo lee un diario nacional cuando en pleno levantamiento armado, se encontraba en un lugar de la serranía potosina, mayo de 1938.

    Colección: Archivo General de la Nación.

    Fondo: Díaz, Delgado y García (agn/ddg).

    Contaba don Rubén Bonifaz Nuño que en la secundaria 10, en Mixcoac, en la ciudad de México, donde él estudiaba siendo joven, cantaban con la música del Corrido del agrarista la estrofa que decía:

    Soy un pobre cedillista

    que me quieren fusilar

    por traidor al presidente,

    por no quererlo ayudar.

    Debían ser los últimos años de la década que culminaba con la expropiación petrolera y la rebelión del general Saturnino Cedillo, que comenzó en mayo de 1938 y terminó con su muerte, en circunstancias poco verosímiles, en enero de 1939. Desde entonces, como se demuestra con esos versos que entonaban alumnos de secundaria, el movimiento que encabezó debía ser desacreditado. Había muchos argumentos para sustentarlo: su reparto agrario en pequeñas propiedades enmarcadas en colonias agrícolas militares, en contraposición con el ejido que promovía el gobierno; su oposición a la expropiación petrolera y, sobre todo, la especie que se divulgó de estar apoyado por los países del eje Berlín-Roma-Tokio. Todo se articuló para representar la quinta columna en México.

    Los atenuantes también se dieron: Saturnino se levantó en armas junto con sus hermanos Magdaleno y Cleofas en contra de la usurpación de Victoriano Huerta en 1913. Su manifiesto hizo explícito su rechazo a los Reyes, los Díaz, los Orozco, los Terrazas, los Creel, y proclamaba que todas sus tierras y haciendas serían repartidas entre los campesinos que participaran en el movimiento para derrocar a los herederos de la oligarquía. Asimismo, hacía patente su simpatía por Pancho Villa, Emiliano Zapata y, por supuesto, por Francisco I. Madero.

    Para el momento de la institucionalización, Saturnino había perdido a sus dos hermanos; él solo dio su apoyo a Álvaro Obregón en el Plan de Agua Prieta; combatió a los disidentes durante la rebelión de Adolfo de la Huerta en 1923; y, pese a ser católico confeso, obedeció al presidente Plutarco Elías Calles y luchó en contra de los cristeros, a quienes infligió un fuerte golpe cuando liquidó a Enrique Gorostieta, el general en jefe del movimiento.

    Siguiendo la tradición caciquil del país, mantuvo bajo su control el estado de San Luis Potosí; contaba con el favor del gobierno central, al que, a su vez, le ofrecía el apoyo de su región. Su poder se sustentó en las bases campesinas, a quienes concedió las colonias agrícolas militares en la zona que rodea a Ciudad del Maíz. Esta región limita al norte con Tamaulipas, al este con el municipio de El Naranjo, al sur con el de Alaquines y al oeste con los de Ríoverde, Villa Juárez, Cerritos y Guadalcázar. Se trata de un sitio con una historia antigua; ya en el siglo XVIII, cuando la región fue repoblada por indios pames, se llamó la Purísima Concepción del Valle del Maíz. Desde 1787 pasó a ser propiedad de Felipe Barragán, uno de los mayores terratenientes de la Nueva España, por eso el palacio municipal se estableció en la finca de la Casa Barragueña. Durante la Independencia fue escenario de los combates de Francisco Javier Mina. Entre 1876 y 1910 la familia Díez Gutiérrez, con fuertes intereses económicos y participación en la política estatal, adquirió los terrenos. Allí nacieron varios potosinos destacados: Antonio y Joaquín Arguinzoniz, Carlos Díez Gutiérrez, Juan Barragán, Nereo Rodríguez Barragán y los hermanos Cedillo.

    Desde allí Saturnino mantuvo a raya a los ricos de la capital potosina, así como a los trabajadores urbanos. Creyó que su alianza popular y su apoyo a los gobiernos revolucionarios le valdrían para pertenecer a la elite del poder. Consiguió la cartera de Agricultura en dos ocasiones; a la segunda —ya con el presidente Lázaro Cárdenas— llegó tarde porque primero le fue ofrecida al líder tabasqueño Tomás Garrido Canabal, dejándolo de lado y sin compensarle por el gran apoyo que otorgó a Cárdenas para su postulación presidencial. Cuando en junio de 1935 lo hizo parte del gabinete, Cedillo ya albergaba un cierto resentimiento.

    Cedillo, campesino al fin —el general huarache, le llamó burlonamente José Vasconcelos—, no logró insertarse plenamente en el grupo en el poder y sus características lo hicieron idóneo para hacerlo aparecer como líder de la quinta columna mexicana que representaba los intereses de Alemania e Italia. Fue Vicente Lombardo Toledano quien se encargó de construir esa idea y divulgarla. Tenía una fuerza enorme entre el sector obrero —gremio al que Cedillo no le concedió importancia en San Luis Potosí— y fue secretario general de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), cuando surgió como una organización de avanzada que brindó su respaldo al gobierno cardenista.

    Con tino para entender la época, Lombardo fue un crítico contumaz del avance del nacionalsocialismo en Europa, y fue apoyado por un amplio espectro de la izquierda, incluido el Partido Comunista Mexicano. Participó en las conferencias en Bellas Artes donde hacían escarnio de Hitler y que reunían, además de los mexicanos, a exiliados judíos que habían llegado al país debido a la persecución en Europa.

    El presidente Lázaro Cárdenas, buscando el equilibrio entre Francisco J. Múgica y Saturnino Cedillo, ca. 1936. Colección: Archivo de la Familia Sánchez Gascón (AFSG).

    El secretario de Agricultura no podía encontrarse a gusto en ese ambiente, máxime cuando estaba en desacuerdo con el mismo presidente por el rumbo que le daba a la reforma agraria, en especial a la vía ejidal y más adelante al ejido colectivo, que no comprendió a cabalidad. Para entender el desprecio que le profesaban los ricos potosinos, en una ocasión le pregunté a uno de ellos cuán grande era la hacienda de Cedillo. Mi pregunta fue corregida de inmediato cuando en tono despectivo me respondió: Su propiedad ni a rancho llegaba.

    Varios elementos intervinieron para idear este libro que reúne a los autores que, haciendo frente al desafío de investigar a un personaje colocado por la historia oficial en el nicho de los traidores, nos acercamos para conocer sus objetivos y caracterizar el movimiento que encabezó y que culminó con la última rebelión armada en el país. Una rebelión armada se entiende como tal cuando un grupo se propone derrocar al gobierno y por lo general cuenta con el equipo porque está o estuvo vinculado con el ejército. Y este último responde igualmente con las armas en defensa del Estado. En la práctica las tropas de Cedillo habían sido pertrechadas de manera espontánea, al principio, por el Estado cuando lo necesitó. Ya en diferentes ocasiones, como sucedió con los otros ejércitos revolucionarios, el de Cedillo había depuesto las armas. El desarme más exitoso fue luego de la rebelión de los generales Francisco Manzo y José Gonzalo Escobar, cuando cerca de 14 mil hombres a caballo entregaron sus fusiles en San Luis Potosí.

    El cacique potosino, en tanto secretario de Agricultura del segundo gabinete cardenista, no estuvo de acuerdo con la expropiación de La Laguna, y sólo se enteró del hecho por la prensa. Fue Francisco J. Múgica quien dirigió el proceso, aunque fungía como secretario de Comunicaciones. No era la primera vez que se hacía evidente una tensión entre Cedillo y Cárdenas. El 17 de octubre de 1936, una semana antes de la expropiación de La Laguna que dio posesión provisional a los campesinos sobre 6,582 hectáreas, Cedillo entregó tierras que pertenecían a su rancho de Palomas en San Luis Potosí y que formaban parte del patrimonio que su padre, Amado Cedillo, comenzó a construir en 1905. Resultaba extraña la posición de un secretario de Agricultura al que se le otorga un plazo de 31 días para desalojar tierras de su propiedad.

    Los desacuerdos del presidente Cárdenas con el general Cedillo no podían seguir ocultándose, los rumores exacerbaron los ánimos y se le hizo aparecer como el instigador de un complot contra el mandatario. Acorralado y sin grandes luces, se vio obligado a renunciar el 15 de agosto de 1937. La dimisión representó para él un duro golpe que no esperaba, porque había visto cumplidas, al fin, sus aspiraciones de revolucionario al ocupar un cargo nacional de enorme responsabilidad. Para un ranchero potosino debió impresionarle que, en 1936, agasajaba a embajadores y comía en el restaurante Prendes como invitado, junto con el exprimer mandatario Emilio Portes Gil, entonces presidente del Partido Nacional Revolucionario (PNR), por el Bloque Nacional Revolucionario de la cámara de diputados. Los diarios elogiaban su gestión y antes de conocer el juicio posterior del presidente de la República, se calificaba como revolucionaria su labor.

    El 18 de marzo del año siguiente, después de un complicado proceso que involucró a las compañías petroleras inglesas y estadunidenses, el presidente expropió el petróleo para México. La respuesta fue de apoyo casi unánime. Entre quienes mostraron su desacuerdo se encontraba Cedillo y así lo hizo saber. Vicente Lombardo Toledano había encabezado, desde años atrás, la acusación —que no se ha logrado probar— de un entendimiento entre Cedillo y las compañías extranjeras e incluso de que estaba en contacto con la Alemania nazi que buscaba el petróleo mexicano. Lo más grave para el país fue que las naciones de las empresas expropiadas se negaron a comprar petróleo. La ruptura de relaciones entre México e Inglaterra causó consternación en el Departamento de Estado estadunidense, no obstante que la Unión Americana contribuyó al boicot al suspender la compra de plata a México, que entonces ascendí a 30 millones de dólares.

    Rubén Sánchez Gascón, el segundo de la derecha, encargado de comunicación de la Secretaría de Agricultura, muestra los planos de construcción de casas campesinas, ca. 1936. Colección: AFSG.

    Varios elementos se combinaron para hacer de Cedillo un rebelde aliado con las fuerzas conservadoras del país, en contradicción con su pasado como revolucionario combatiente, organizador de las colonias agrícolas militares en San Luis Potosí —asiento de sus milicias que fueron apoyo sustantivo para el gobierno en diferentes momentos críticos— y defensor armado del proceso de institucionalización. Como gobernador arremetió contra la oligarquía local e impulsó en el plano nacional la formación de la Confederación Campesina Mexicana. Además, fue miembro del gabinete cardenista en oposición al callismo, al que también había estado vinculado.

    El 18 de mayo de 1938 el presidente Lázaro Cárdenas decidió viajar a San Luis Potosí, debido a los rumores de una concentración de tropas cedillistas. El periodista Fernando Benítez elogió su valor por irse a meter a la cueva del lobo; Salvador Novo lo exhibió al afirmar que para ese día las vías del tren México-San Luis estaban rigurosamente vigiladas y Cedillo se encontraba copado en su casco de Palomas rodeado por un cuerpo del ejército federal.

    A pesar de haber formado parte de las fuerzas armadas, Cedillo nunca fue bien visto por el ejército, como lo hacen evidente las dificultades que hubo de sortear para el reconocimiento de su participación en la Revolución mexicana. Ya en la última fase de su vida no aceptó el nombramiento que Cárdenas le ofreciera como jefe de la XXI Zona Militar con cuartel en Michoacán. Era clara la intención de limitar su capacidad de acción al enviarlo al feudo cardenista y resultaba un cargo menor para quien había ocupado un ministerio en dos ocasiones. Prefirió solicitar licencia y logró separarse del ejército nacional el 16 de mayo de 1938. Su expediente en el Archivo de la Defensa apenas deja constancia de su vida como militar y no se ha tenido acceso (¿será posible que no exista?) al expediente de la rebelión que encabezó. Así, mientras gruesos legajos se dedican a la vida de los notables del ejército mexicano, no hay documentación suficiente de quien brindó tantos servicios durante más de veinte años a los gobiernos establecidos.

    Condenada su rebelión antes de que aconteciera, son interesantes algunos de los testimonios visuales a los que dimos especial relevancia en este libro. Es excelente el acervo de Enrique Díaz, en resguardo en el Archivo General de la Nación. Incluso la publicación de sus imágenes en Rotofoto, que permitieron ver al rebelde en algún lugar de la sierra potosina cuando el gobierno afirmaba que no había levantamiento alguno, le valió a José Pagés Llergo el cierre de su semanario.

    Se une a ese testimonio gráfico, el acervo que Rubén Sánchez Gascón reunió gracias a su cercanía con Cedillo, primero como jefe de redacción del diario Vanguardia, que divulgó el ideario del cedillismo; después, como director del Diario Político del Partido Revolucionario del Centro, que apoyó la candidatura presidencial de Pascual Ortiz Rubio, y, finalmente, como jefe de comunicación de la Secretaría de Agricultura, cuando tuvo ocasión de mantener una fuerte relación con el diario El Nacional, siendo Foto Carrillo quien le proporcionó gran parte de las imágenes. El acceso a su acervo fue posible gracias a su hija Gilda Sánchez Medina, quien rescató del olvido lo que su padre reunió pacientemente y ha mostrado su disposición a donarlo a la biblioteca de la Dirección de Investigaciones Históricas del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

    Rubén Sánchez Gascón no sólo fue un colaborador cercano del jefe Cedillo, sino que lo ayudó a fijar su posición respecto de los temas conflictivos de entonces, como su rechazo a la educación socialista, y fue su confidente cuando Cárdenas no lo incluyó en el primer gabinete. Debo decirte que, honradamente, estamos mejor así y nuestros amigos no deben desanimarse, sino muy al contrario deben tener confianza en que las cosas tomarán su debido lugar, le escribió Cedillo en una carta firmada en Palomas el 30 de diciembre de 1934. Participó en la rebelión y fue quien imprimió el manifiesto en el que el gobierno de San Luis Potosí, encabezado por Mateo Hernández Netro, declaró su soberanía y desconocía al gobierno de Cárdenas. Le contó a su hija Gilda que poco antes de la rebelión habían desaparecido unos gobelinos del palacio de gobierno y la policía los buscaba. Por azar don Rubén fue detenido en un auto y le pidieron abrir la cajuela para corroborar si estaban allí escondidos. En su lugar encontraron ejemplares de la proclama que estaban repartiendo entre los potosinos.

    Lázaro Cárdenas flanqueado por Graciano N. Sánchez, a su derecha, y Luis I. Rodríguez, a su izquierda, en el acto fundacional de la Confederación Nacional Campesina cuando Cedillo, quien la impulsó, se encontraba en armas, 1938. Colección: AGN/DDG.

    Fue presentado ante Cárdenas, quien lo dejó en libertad, como hizo con otros de los involucrados; sin embargo, decidió ir tras su jefe Cedillo que ya se había adentrado en la región. A Sánchez Gascón se le siguió causa por el delito de rebelión, según consta en un memorando de la Procuraduría de la República del 17 de agosto de 1938. No obstante, Ignacio García Téllez, secretario particular del presidente, se dirigió al licenciado Genaro V. Vázquez, procurador general de la República, para transmitirle, en nombre del general de división Manuel Ávila Camacho, las instrucciones del presidente, a efecto de que tenga usted la bondad de ayudarlo con sus atenciones, el 28 de marzo de 1939.

    La rebelión concluyó con la muerte de Cedillo, el 11 de enero de ese año. Sus restos se trasladaron con autorización presidencial al lugar de su querencia, Palomas. El presidente Cárdenas mostró benevolencia y reconoció así el arraigo que Cedillo tuvo a una tierra que consideraba resguardo de sus tradiciones y su fe en un país que estaba cambiando.

    Vino la segunda guerra mundial y la unidad nacional se hizo aún más necesaria. Cualquier disidencia era inoportuna si había que defender la soberanía nacional.

    El presidente Cárdenas acompañado por el secretario de Agricultura, Saturnino Cedillo, agasajados por campesinos, ca. 1936. Colección: AFSG.

    Introducción

    FRIEDRICH KATZ

    La presidencia de Lázaro Cárdenas en México (1934-1940) fue, sin lugar a dudas, la administración más radical que ha tenido México. Cárdenas distribuyó millones de hectáreas de tierra a cientos de miles de campesinos

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