Líneas: Una breve historia
Por Tim Ingold
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Líneas - Tim Ingold
Título original en inglés: Lines. A brief history
© 2007 Tim Ingold
All Rights Reserved / Todos los derechos reservados
Authorised traslation from the English language edition published by Routledge, a member of the Taylor & Francis Group.
Traducción autorizada de la edición inglesa publicada por Routledge, miembro de Taylor & Francis Group.
© De la traducción del inglés: Carlos García Simón, 2015
© De la imagen de cubierta: TfL from the London Transport Museum collection
Cubierta: Juan Pablo Venditti / vendittigraphics
Primera edición: abril de 2015, Barcelona
Derechos reservados para todas las ediciones en castellano
© Editorial Gedisa, S.A.
Avda. Tibidabo, 12, 3º
08022 Barcelona (España)
Tel. 93 253 09 04
www.gedisa.com
Preimpresión:
Editor Service S.L.
Diagonal 299, entresol 1ª – 08013 Barcelona
www.editorservice.net
eISBN: 978-84-9784-801-5
Depósito legal: B.4392-2015
Queda prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio de impresión, en forma idéntica, extractada o modificada, en castellano o en cualquier otro idioma.
Índice
Agradecimientos
Introducción
1 Lenguaje, música y notación
2 Trazos, hilos y superficies
3 Sobre, a través y a lo largo
4 La línea genealógica
5 Dibujo, escritura y caligrafía
6 De cómo la línea se hizo recta
Referencias bibliográficas
Agradecimientos
Este libro se concibió en julio del 2000 tras recibir la invitación de Fionna Ashmore, en aquel entonces directora de la Society of Antiquaries of Scotland, a dictar las Rhind Lectures de 2003. Pronunciadas desde 1876, versan cada año sobre un tema de historia, arqueología o antropología. Se celebran en conmemoración de Alexander Henry Rhind of Sibster (1833-63), destacado anticuario escocés nacido en Wick al que se recuerda, sobre todo, por su pionero trabajo sobre las antiguas tumbas egipcias de Tebas. La invitación a dictar tales conferencias fue para mí todo un privilegio y, considerando que la notificación enviada con tres años de antelación me daba un amplio margen de reacción, acepté entusiasmado. Ya andaba buscando una excusa que me permitiera reservar tiempo para trabajar sobre un tema por el que llevaba tiempo fascinado pero del que sabía poco, a saber: la historia comparada de la relaciones entre habla, canción, escritura y notación musical. Escogí como título «Las líneas del pasado. Hacia una arqueología antropológica de las prácticas de inscripción».
Evidentemente, el tiempo que pensaba tener para preparar las conferencias jamás llegó a materializarse. Nunca lo hace. Los años que fueron desde el 2000 al 2003 fueron febriles. Acababa de llegar el año anterior a la Universidad de Aberdeen con el encargo de constituir un nuevo programa de enseñanza e investigación en antropología, y esto había absorbido ya la mayor parte de mis energías. De hecho, el programa comenzó con muy buen pie y en 2003 contábamos ya con nuestro propio Departamento de Antropología, núcleo que aglutinaba a un personal comprometido con una corte creciente de investigadores. Los primeros estudiantes de la universidad con honours degrees en Antropología se graduaron el verano de ese año. El tiempo voló, y de repente caí en la cuenta —sería como marzo de 2003— de que me quedaba poco menos de un mes para preparar las conferencias. Aparqué todo lo demás y, sin una idea muy clara de cómo desarrollar mi tema, me puse a trabajar en la cuestión del lenguaje, la música y la notación.
El comienzo fue lento, pero por alguna razón, y para mi sorpresa, la idea «cuajó» de una manera que nunca hubiera imaginado: lo que en un principio se presentaba como acabado pasó a ser el punto de apoyo de una indagación más amplia y ambiciosa sobre la creación humana de líneas en todas sus formas. Era como si accidentalmente hubiera hallado un filón de oro intelectual. Desde ese momento no estoy seguro de si era yo el que escribía las conferencias o eran las conferencias las que me estaban escribiendo a mí. Parecía que todo se iba a ir al garete: ya en el tren hacia Edimburgo, y habiendo de comenzar esa misma tarde la serie de conferencias, todavía seguía tomando notas. Tenía escritas todas ellas menos la última, así que, una vez se me acabaron las notas me vi obligado a improvisar. Por fortuna creo que nadie se dio cuenta. Así pues, durante tres días, del 2 al 4 de mayo de 2003, se dictaron debidamente las conferencias en el Royal Museum de Escocia. Poder exponer mis ideas «en crudo» ante una agradecida audiencia en seis conferencias de cincuenta minutos a lo largo de una intensa semana fue una experiencia única e inolvidable. Es del tipo de congreso con el que sólo se puede soñar: ser el único ponente, que todo el mundo haya venido a escucharte a ti y a nadie más y tener todo el tiempo deseable para exponer tus ideas. Me gustaría expresar mi agradecimiento a Fiona Ashmore, a la entonces presidenta de la Society of Antiquaries of Scotland, Lisbeth Thoms, y a la propia asociación por esta oportunidad así como por la hospitalidad dispensada a mí y a mi familia.
Una vez se finalizaron las conferencias comencé a pensar en su publicación. Siendo consciente de que hacerle justicia al tema supondría décadas de trabajo y que, de todos modos, la cosa estaba más allá de mis posibilidades, decidí en un primer momento transcribir las conferencias más o menos como tuvieron lugar, a modo de esbozo, sin siquiera tratar de limarlas. Sabía que había lagunas que llenar y que necesitaba volver a ordenar parte del material, pero que no sería más que eso. Pero una vez más llegaron las habituales presiones de la vida académica. Al principio pensaba realizar el trabajo durante el verano de 2003, luego tuve que aplazarlo hasta el verano siguiente y después hasta el otro. Siempre había algo más urgente que hacer. Y, entretanto, mis ideas fueron avanzando.
Tuve ocasión de presentar lo que con el tiempo pasó a ser el capítulo 1 de este libro al Laurence Seminar sobre percepción sensorial en la Facultad de Filología de la Universidad de Cambridge en mayo de 2003 y, algún tiempo después, al Seminario de Antropología de la London School of Economics. Un primer boceto del capítulo 2 fue presentado en el Institute of Social and Cultural Anthropology de la Universidad de Oxford y, posteriormente, en mayo de 2005, como conferencia para el Departamento de Arqueología de la Universidad de Oporto, Portugal, por lo que le estoy especialmente agradecido a mi anfitrión, Victor Jorge. El capítulo 3 tomo su forma y título actuales presentándose como parte de una serie de seminarios en la School of Anthropological Studies en la Universidad de Queen’s, Belfast, para posteriormente presentarse en el congreso «Culture, Nature, Semiotics: Locations IV», en Tallin y Tartu, Estonia (septiembre de 2004) y en el Fifth International Space Syntax Symposium, Universidad Técnica de Delft (junio de 2005). Aunque el material de los tres capítulos restantes (del 4 al 6), por su parte, no se presentó, no puedo dejar de señalar que el capítulo 5 se concibió originalmente como una Munro Lecture de la Universidad de Edimburgo allá por 1995, y aunque prácticamente se ha cambiado por completo desde entonces, creo que fue allí donde mi interés por la «tecnología de la escritura», el tema de la conferencia, comenzó a dar sus frutos.
Mis ideas de los últimos cinco años se han visto influenciadas por mi implicación en un importante proyecto de investigación creado por la antigua Arts and Humanities Research Board (AHRB) durante los años que van de 2002 a 2005, que llevaba, irremediablemente, el retorcido título de «Learning is understanding in practice: exploring the interrelations between perception, creativity and skill».¹ De hecho, en más de un sentido, este libro es resultado del proyecto y por tanto me gustaría reconocer mi gratitud al AHRB por su apoyo. El proyecto se llevó a cabo en colaboración con el Departamento de Antropología de la Universidad de Aberdeen y la School of Fine Art de la Universidad de Dundee. Durante el proyecto se llevó a cabo un estudio etnográfico sobre las prácticas cognoscitivas en las Bellas Artes dirigido por estudiantes de Dundee, estudio que fue complementado con otro, coordinado desde Aberdeen, sobre el campo de aplicación de las Bellas Artes en la enseñanza y el aprendizaje de la Antropología. Para ofrecer un marco general a este último estudio, diseñé e impartí un curso llamado «The 4 As: Anthropology, Archeology, Art and Architecture»,² que presenté por primera vez a algunos estudiantes de diplomatura aventajados en el semestre de la primavera de 2004 y repetí durante los siguientes dos años. No es sólo que los estudiantes que lo cursaron oyeran infinidad de cosas sobre las líneas sino que también contribuyeron con muchas ideas propias, de las que me he beneficiado directamente. Les estoy agradecido a todos ellos.
Estoy en deuda, además, con Murdo Macdonald, que codirigió el proyecto junto a mí, con Wendy Gunn, que llevó a cabo gran parte del trabajo y cuyas ideas me han calado profundamente a lo largo de los años, y con Ray Lucas, cuya investigación doctoral en la AHRB fue parte integrante del proyecto. La investigación de Ray, un estudio amplio e interdisciplinar sobre las prácticas de inscripción y notación como herramientas del pensamiento, engranaba de modo perfecto con mis intereses en la construcción de líneas. Ha sido un privilegio trabajar con él. Dos más son los frutos del proyecto que he de mencionar, ambos han influido en el presente libro. El primero fue la exposición «Fieldnotes and Sketchbooks»,³ ideada por Wendy Gunn y exhibida en la Aberdeen Art Gallery de abril a junio de 2005. La exposición exploraba los usos de la línea en la notación y la descripción y atravesaba disciplinas como el arte, la arquitectura y la antropología. El segundo fue el congreso de la Association of Social Anthropologists sobre «Creativity and Cultural Improvisation»,⁴ que mi colega Elizabeth Hallam y yo convocamos en la Universidad de Aberdeen en abril de 2005. Fue un placer trabajar con Liz, y muchas de sus ideas, junto a las ideas surgidas del mismo congreso, tienen su reflejo en este libro.
Está claro que la gente no sólo dibuja líneas cuando gesticula con las manos sino también paseando. Ése es el tema del capítulo 3 de este libro, que con cierta extensión encarna los resultados de un proyecto llamado «Culture from the ground: walking, movement and placemaking»,⁵ financiado con una ayuda del Economic and Social Research Council (ESRC) (de febrero de 2004 hasta abril de 2006) en el que exploramos el modo en que caminar vincula tiempo y lugar a la experiencia de la gente, a sus relaciones y a sus historias de vida. Estoy en deuda con el ESRC por su apoyo así como con Jo Lee, que llevó a cabo la investigación etnográfica del proyecto y fue constante fuente de ideas y apoyo. Sin embargo, no son las únicas razones por las que debo estar agradecido al ESRC, y es que en 2005 el Council me otorgó una beca destinada a profesorado de tres años para desarrollar un programa de trabajo llamado «Explorations in the Comparative Anthropology of the Line».⁶
A largo plazo, este prolongado permiso de investigación me permitió el lujo de desarrollar más intensamente algunas ideas que en este libro sólo se esbozan. A corto plazo, sin embargo, he de confesar que sin este permiso nunca hubiera sido capaz de acabar el libro. Aplazado ya durante dos años, mi idea era acabarlo para el verano de 2005, antes de que comenzara mi beca. Pero, irónicamente, fue el mismo ESRC el que saboteó mi plan exigiéndome —a mí junto a muchos otros colegas de todo el país— una dedicación exclusiva de nuestro tiempo de investigación a compilar datos y rellenar formularios que acreditaran la formación en posgrado. De hecho, entre, por una parte, la enorme cantidad de burocracia y la pérdida de tiempo que implicaban los procesos para conseguir financiación para la investigación y, por otra, las evaluaciones, no quedaban apenas huecos para poder llevar a cabo el trabajo. Cualquier mínima posibilidad de abrir uno de esos huecos era siempre bienvenida. ¡Incluso mientras escribo estas líneas, y dado que llevo un mes dejando todo de lado para poder acabar el libro, me veo impelido por la entrega, ahora ya retrasada, del borrador para la incorporación de nuestro departamento en el próximo ejercicio de evaluación de las investigaciones!
Pero no quisiera acabar apostillando una queja. Prefiero agradecer, y en verdad celebrar, el apoyo que he tenido la suerte de recibir de mucha gente. Ideas, información, sugerencias de lectura y demás llovían literalmente de todas partes. Son muchas las personas que me han ayudado, demasiadas como para ser capaz de enumerarlas a todas, así que en vez nombrarlas voy a enviarles a cada una de ellas un sincero agradecimiento. Sabéis quienes sois. Un sincero agradecimiento va para todos mis colegas del Departamento de Antropología de la Universidad de Aberdeen, el más conseguido grupo de colegas que se podría desear, otro para mis estudiantes, de los que tanto he aprendido, y otro a todos los miembros de mi familia, que me han mantenido con vida. Una persona, en particular, jugó un papel crucial al, en primer lugar, traerme a este mundo. Ahora con 101 años de edad, será el primero en leer este libro. Ha sido su línea la que he seguido. Sabe bien quién es y que a él dedico este libro.
Tim Ingold
Aberdeen, septiembre de 2006
Notas:
1. «El aprendizaje es la práctica del conocimiento. La exploración de las interrelaciones entre percepción, creatividad y destreza.» Las notas no señaladas como notas de traducción son del propio Ingold (Nota de Traducción).
2. «Los 4 ases: antropología, arqueología, arte y arquitectura.» (N. de T.).
3. «Notas y cuadernos de campo.» (N. de T.).
4. «Creatividad e improvisación cultural.» (N. de T.).
5. «Cultura de la tierra: caminar, desplazarse y crear lugares.» (N. de T.).
6. «Análisis de antropología comparada de la línea.» (N. de T.).
Introducción
¿En qué se parecen caminar, tejer, observar, narrar, cantar, dibujar y escribir? La repuesta es que, de uno u otro modo, todo lo anterior se lleva a cabo a través de líneas. En el presente libro trataré de esbozar las bases de lo que podríamos llamar una antropología comparada de la línea. Hasta donde sé, nunca hasta ahora se había intentado hacer nada similar. De hecho, cuando les mencionaba el tema a mis colegas, la primera reacción solía ser de total incredulidad. ¿Había dicho leones o es que me habían entendido mal? «No —les respondía—. He dicho líneas, no leones».⁷ Su desconcierto era comprensible. ¿La línea? No es precisamente del tipo de cosas que suelen atraer nuestra atención. Contamos con estudios antropológicos de arte visual, de música y baile, de habla y escritura, de artesanía y cultura material, pero no de la producción y significado de las líneas. No obstante, basta con pensarlo un instante para darse cuenta de que las líneas están por todas partes. Como criaturas que caminan, hablan o gesticulan, los seres humanos generan líneas allá por donde van. No se trata tan sólo de que crear líneas sea una práctica tan generalizada como el uso de la voz, las manos y los pies —respectivamente en el habla, la gesticulación y los desplazamientos— sino que incluye todos estos aspectos de la actividad humana cotidiana aglutinándolos en un único campo de investigación. Éste es el campo que pretendo delinear.
No fue, sin embargo, movido por tan grandiosas preocupaciones por lo que comencé a emprender esta ruta. Muy al contrario, me tenía perplejo un asunto concreto que, a primera vista, no tenía nada que ver con las líneas. Se trataba de saber cómo hemos llegado a diferenciar entre habla y canción. El hecho es que tal distinción, al menos en la forma en que hoy en día la conocemos, es relativamente reciente en la historia del mundo occidental. Durante gran parte de esta historia la música se ha entendido como arte verbal; es decir, se entendía que la esencia de una canción reside en la sonoridad de sus palabras. Incluso hoy en día, en cierto modo, hemos llegado a la noción de música como «canción sin palabras», desvestida⁸ de sus componentes verbales, y, complementariamente, a la de lenguaje como sistema de palabras y significados que se da independientemente de su expresión sonora en el habla. La música se ha quedado sin palabras, se ha silenciado el lenguaje. ¿Cómo ha llegado a ocurrir? La búsqueda de una respuesta me llevó de la boca a la mano, de las declamaciones vocales a los gestos manuales y a la relación entre estos gestos y las marcas que deja sobre diversos tipos de superficies. ¿No podía ser que el silenciamiento del lenguaje tuviera algo que ver con cambios relacionados con la escritura entendida como un arte de composición verbal y no de inscripción manual? Mi investigación sobre la creación de líneas había dado comienzo.
Sin embargo, pronto descubrí que no bastaba con centrarse únicamente en las líneas, tampoco en las manos que las producían. También tenía que tener en consideración la relación entre las líneas y las superficies sobre las que se dibujan. Como la sola profusión de diferentes tipos de líneas ya me intimidaba, decidí esbozar una taxonomía provisional. Pese a los caminos sin salida a los que esto me llevó, parecía haber dos tipos de líneas que destacaban sobre el resto. Las llamé hilos y trazos.⁹ Incluso tras un examen más atento, hilos y trazos no parecían ser categóricamente demasiado diferentes en tanto unos se transformaban en los otros. Los hilos habían encontrado la forma de transformarse en trazos y viceversa. Es más, cada vez que los hilos se convertían en trazos se formaban superficies, cada vez que los trazos se convertían en hilos, éstas se diluían. La pista de estas transformaciones me condujo de la palabra escrita, sobre la que comencé mi investigación, a los vericuetos del laberinto y las artes del bordado y la confección. Y fue sólo a través de la confección de tejidos que finalmente regresé, rodeo mediante, al texto escrito. Ya aparezca como un hilo tejido, ya como un trazo escrito, la línea no deja de percibirse como un movimiento y un desarrollo. ¿Entonces, cómo es que muchas de las líneas con las que nos topamos hoy en día parecen tan estáticas? ¿Por qué la sola mención de la palabra línea o linealidad conjura para muchos pensadores contemporáneos tanto la imagen de una presunta esterilidad y estrechez de miras como la lógica de vía única del moderno pensamiento analítico?
Los antropólogos tienen la costumbre de insistir en que las sociedades occidentales entienden el paso de la historia, las generaciones y el tiempo de un modo esencialmente lineal. Tan convencidos están de ello que cualquier intento de encontrar linealidad en las vidas de los no occidentales es susceptible de ser, en el mejor de los casos, tachado de ligeramente etnocéntrico y, en el peor de ellos, de colaborar con el proyecto de ocupación colonial por el que Occidente impone¹⁰ sus líneas al resto del mundo. La alteridad, nos dicen, no es lineal. Sin embargo, la otra cara de la moneda es suponer que la vida se vive realmente en lugares, en sitios concretos y no más bien a lo largo de senderos, junto a ellos.¹¹ Incluso me pregunto si podrían existir lugares sin que la gente pudiera ir y venir por ellos. La vida en un sitio puntual no puede producir la experiencia de un lugar, de estar en parte alguna. Para ser un lugar, toda parte debe estar situada entre uno o varios trazados desde y a cualesquiera otras partes. La vida, pensaba yo, se vive por senderos, no sólo en lugares, y los senderos son un tipo de línea. Es también a lo largo de senderos que la gente adquiere conocimiento del mundo que les rodea y describe ese mundo en historias que después cuentan. Colonialismo no es, por tanto, la imposición de un mundo lineal sobre uno no lineal sino la imposición de un tipo de línea sobre otro: primero se transforman los trazados por los que transita la vida en fronteras bajo las que ésta se contiene para después unir estas comunidades, ahora cerradas y confinadas cada una a un lugar, en formaciones verticales cerradas. Vivir juntos es una cosa, vivir conectados es otra muy distinta.
Así pues, la línea de movimiento y de desarrollo me llevó a su opuesto: la línea de puntos; una línea que no es una línea sino una sucesión de instantes en los que nada se mueve ni se desarrolla. ¡Y ello me trajo a la mente inmediatamente el famoso diagrama de Charles Darwin en El origen de las especies en el que representa la evolución de la vida a lo largo de miles y miles de generaciones y en el que cada línea sucesoria se muestra con una secuencia de puntos! Darwin inscribía la vida dentro de cada punto, no entre las líneas. Los antropólogos hacen lo mismo cuando dibujan sus diagramas genealógicos de parentesco y descendencia. Las líneas de los diagramas de parentesco están unidas, conectadas, pero no son líneas de vida, siquiera historias de vida. Pareciera como si lo que el pensamiento moderno hizo con los lugares —fijarlos en localizaciones espaciales— lo hubiera hecho también con la gente: presentar sus vidas como una sucesión de momentos discretos. Si pudiéramos revertir este proceso y comenzar a imaginar la vida no como una dispersión de puntos —al modo del diagrama de Darwin— sino como una multitud de tejidos de incontables hilos confeccionados por seres de todo tipo, tanto humanos como no humanos, buscando su camino a través de una maraña de relaciones en la que están enredados, se alteraría irreversiblemente toda nuestra idea de la evolución. Nos forzaría a una visión abierta