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De la felicidad en las pequeñas cosas
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Libro electrónico90 páginas1 hora

De la felicidad en las pequeñas cosas

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¿Cuándo puedo estar satisfecho con mi vida? ¿Qué necesito realmente para ser feliz y qué no? Y con frecuencia, ¿qué es lo que me impide estar en consonancia con lo que es?
Anselm Grün reflexiona en este libro sobre los diferentes aspectos de la satisfacción. Muchas veces es suficiente con ver las cosas desde otra perspectiva para sentirse cómodo con uno mismo y con su vida. Para esto juega un papel importante la actitud ante la gratitud: quien está agradecido por el día de hoy, también puede encontrar la felicidad en las pequeñas cosas, sin importar lo difícil que sea el momento.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento24 oct 2019
ISBN9788499887388
De la felicidad en las pequeñas cosas
Autor

Anselm Grün

Anselm Grün, OSB is a German Benedictine monk, Cellerar of Münsterschwarzach Abbey. He teaches courses and lectures, offers spiritual direction, and is author of approximately 300 books focusing on spirituality, which have sold more than 15 million copies in 30 languages.

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    Es un libro que te muestra desde distintos puntos claves lo que se trata ser feliz, me parece adecuado para todo tipo de personas sobre todo aquellas que buscan respuestas.
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    Revelador y especial para aquellos que buscamos mayor paz y fortalecer la fe

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De la felicidad en las pequeñas cosas - Anselm Grün

satisfacción.

1.

La paz interior como condición previa para la satisfacción

La palabra [alemana] Zufriedenheit [satisfacción] comparte raíz con la palabra Frieden [paz], que pertenece a la familia léxica de frei [libre] y procede de la raíz léxica indogermánica prai, que significa «proteger, cuidar, estimar, amar». Libre es la persona a la que cuidan, el amigo al que se estima, al que se ama. En consecuencia, la paz representa el espacio protegido en el que las personas libres se relacionan como amigas y se interrelacionan con buena voluntad. Por eso, en la lengua alemana, no hay paz [Frieden] sin amor. Solo cuando nos amamos podemos vivir en paz.

Esto también es así para la paz interior. Estamos en paz con nosotros mismos cuando nos cuidamos, en lugar de evaluarnos y juzgarnos de forma constante. Y logramos la paz con nosotros mismos cuando nos relacionamos amistosamente y con buena voluntad con nosotros mismos y nos sentimos libres. Mientras nos dejemos dominar por nuestras necesidades, mientras nos enfademos con nosotros mismos y con nuestras debilidades, no podremos encontrar la paz interior. La paz significa –si tomamos en serio el significado alemán– que todo puede ocurrir en el espacio protegido de nuestra alma y de nuestro cuerpo. Todo nos pertenece. Pero no nos domina. Todo lo que dejamos estar en nuestro interior nos facilita una vida en libertad. No nos encontramos bajo la presión de obligarnos a ser de una manera determinada. Contemplamos con libertad todo lo que hay en nosotros. Y lo cuidamos y protegemos, no lo juzgamos.

Este significado de la palabra paz [Frieden] no está muy lejos de la senda hacia la paz interior, hacia la paz del espíritu. La paz del espíritu es un concepto religioso. Significa que la persona ha encontrado la paz interior. Esta paz del espíritu significa que estamos en consonancia con nuestra alma, que nos relacionamos amistosamente con los sentimientos de nuestro espíritu, que pueden ser de todo tipo. No luchamos contra ellos, sino que los mantenemos todos en el espacio protegido de nuestro ámbito pacificado. Los alemanes consideran que la paz [Frieden] y la libertad [Freiheit] solo son posibles en un espacio protegido, pacificado [be-friedeten].

Los místicos cristianos han retomado esta idea. Creen que en el fondo de nuestra alma se encuentra un espacio protegido y pacificado. Allí todo está permitido. Allí somos libres ante todas las emociones, ante todo lo que se mueve en nuestro espíritu. Porque en ese espacio interior de la libertad reina Dios. En consecuencia, somos libres del dominio de nuestros padecimientos y de nuestras necesidades, y del dominio de las expectativas de otras personas.

La palabra griega para paz, eirene, procede del ámbito de la música y significa «armonía», la consonancia de los diferentes tonos. También se trata de una imagen hermosa para la paz interior: cuando armonizamos los tonos fuertes y los silenciosos, los agudos y los graves, los desafinados y los hermosos, entonces estamos en consonancia con nosotros mismos. Y cuando estamos en armonía con nosotros mismos, también llegamos a estar en consonancia con otras personas. Entonces podemos estar en paz con los demás. Cuando dejamos que todos los tonos se armonicen en nuestro interior, estamos en paz con nosotros mismos, con el sonido interno. No se trata de que sea un sonido perfecto, sino uno que provoca que todo resuene en nuestro interior para que se pueda armonizar. Pero el concepto eirene tiene más significados en griego: sirve para designar a una de las tres Horas, las diosas que marcan las horas de nuestra vida. En el trasfondo también se halla la imagen de que la paz en nuestro interior solo es posible con la ayuda divina. Debemos confiar en que Dios podrá armonizar todo lo que se encuentra en nuestro interior y que con frecuencia nosotros no conseguimos unir. Le pedimos a Dios que, como si fuera un director de orquesta, haga sonar en consonancia todos los tonos de nuestro interior, de manera que se emita una sonoridad armoniosa para todos los que están escuchando.

La palabra latina para paz es pax. Deriva de pascisci, que significa «llegar a un acuerdo, hablar entre nosotros». Los romanos también estaban convencidos de que la paz siempre se consigue a través de la conversación entre las partes del conflicto. En consecuencia, al final de las negociaciones de paz se encuentra un tratado de paz. Esto también lo podemos comprender como imagen interior: hablamos con todas las emociones y con todas las pasiones que aparecen en nosotros, con todas las voces que se comunican a través de la palabra. Les dejamos el espacio que necesitan y tomamos en serio sus necesidades. Pero también permitimos que hablen entre ellas para que puedan acordar un tratado de paz. Así, esta paz, que es el resultado del diálogo, resulta vinculante para todos. Cuando aplicamos la idea latina de la paz a la paz interior, significa que converso con las diversas necesidades en mi interior, con mis emociones y mis pasiones, con todo lo que aparece dentro de mí. Y hablo con los que considero que son mis enemigos interiores, es decir, con las partes dentro de mí que me gustaría ocultar, que no me resultan agradables.

Jesús explicó esta situación en una hermosa parábola: «¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil? Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz» (Lucas 14, 31-32). Esta comparación la podemos aplicar a nuestra situación interior: con frecuencia luchamos contra nuestros errores y debilidades. Nos gustaría borrarlos. Nos molestan, ponen en cuestión la imagen que nos hemos labrado de nosotros mismos. Nos gustaría estar llenos de confianza, nos gustaría reaccionar de una manera menos quisquillosa ante algunas críticas, tener más autodisciplina.

Nos enfadamos cuando comemos o bebemos demasiado, cuando hablamos demasiado sobre los demás. Entonces nos proponemos superar estas debilidades. Pero con frecuencia se trata de una batalla perdida. Tenemos la imagen profundamente arraigada de que en gran parte estamos libres de defectos. Pero la lucha por esta ausencia de debilidades nos conduce a no estar en paz con nosotros mismos, porque sentimos que los defectos no se dejan erradicar con facilidad.

Conozco a muchas personas que no están satisfechas consigo mismas porque no encajan en la imagen que se han hecho de ellas mismas. Consideran que pueden superar todas sus debilidades a través de la disciplina y la espiritualidad. Pero se trata de una batalla perdida. Para seguir con la imagen de Jesús: sienten que los defectos tienen a su disposición veinte mil soldados, mientras que ellas solo pueden llamar a diez mil hombres al combate, pero no quieren aceptar que en

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