Yo me caso contigo
Por Corín Tellado
4.5/5
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"—Es cierto que sólo lo sé yo, Fred —decía Patrick resignado—, y Nat y ahora tú… Y te aseguro que no lo sabrá nadie más, excepto nosotros. A Nat no le dije que venía a verte. Realmente la conversación definitiva la tuvimos ayer. Nat comprendió.
Fred se contuvo para no romperle la cara, pero sí dijo con voz ronca:
—Y aceptó la situación, en la cual tú le haces responsable de lo que no es.
—Ya sabía que ibas a decirme eso, Fred. Tú siempre has sido algo Quijote.
—Y tú no has querido jamás a Nat lo suficiente."
Corín Tellado
Corín Tellado es la autora más vendida en lengua española con 4.000 títulos publicados a lo largo de una carrera literaria de más de 56 años. Ha sido traducida a 27 idiomas y se considera la madre de la novela de amor. Además, bajo el seudónimo de Ada Miller, cuenta con varias novelas eróticas. Es la dama de la novela romántica por excelencia, hace de lo cotidiano una gran aventura en busca del amor, envuelve a sus protagonistas en situaciones de celos, temor y amistad, y consigue que vivan los mismos conflictos que sus lectores.
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Comentarios para Yo me caso contigo
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- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Me encantó de principio a fin. Historias de la vida real.
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Yo me caso contigo - Corín Tellado
CAPÍTULO PRIMERO
A Fred Harrison le extrañó en extremo que le advirtieran de la visita de su antiguo amigo Patrick.
Hacía más de un año que no se veían, porque si bien un año antes frecuentaban el mismo club, a raíz de las relaciones de Patrick con Nathalie Warner, el contacto entre ambos se había distanciado.
Y no por parte de Patrick, sino de él, que fue poco a poco hasta terminar desapareciendo del círculo de su antiguo amigo.
Realmente el asunto, visto así, no tenía la menor importancia, ya que al terminar él la carrera de económicas se puso a trabajar en el negocio familiar de conservas que hasta entonces había llevado solo su hermano Ernest. No podía, pues, extrañar que se distanciaran, aunque Fred sabía perfectamente que las causas fueron muy otras, pues si bien trabajaba con su hermano, le quedaba tiempo suficiente para pasar por el club Náutico suponiendo que quisiera y del que era socio, como el mismo Patrick y Nathalie.
Pero lo cierto es que dejó de frecuentar el club con el pretexto de su nueva ocupación y desapareció de aquel círculo de amigos entre los cuales se encontraba Patrick, el cual si bien tenía tres años menos que él y no había terminado Informática, había sido su amigo desde jovencito y aunque en distintas facultades, jamás dejaron de considerarse muy amigos.
Él apreciaba a Patrick, pero había cosas que no se superan con facilidad y él no había sido capaz de superar una muy importante de su vida.
Patrick sabía perfectamente que a él le gustaba muchísimo Nat y, sin embargo, no dudó en hacerle el amor y un día llegó diciéndole que Nat era su novia. Él no hizo objeción alguna, pero decidió hacer mutis por el foro, y así estaban las cosas cuando su secretaria le advirtió que un tal míster Ford deseaba verle.
Primero se quedó pensando que sería un cliente o un proveedor, pero después recordó a Patrick Ford y una intuición especial le indicó que tenía que ser él y ningún otro Ford.
Así que dio orden de que le condujeran a su despacho.
Y allí estaba pensando qué podía desear de él Patrick después de un año sin verse. Es más, hasta pensaba si se habría casado y dejado Norfolk, lo cual siempre decía que pensaba hacer cuando terminase la carrera, con destino a Nueva York, donde los abuelos poseían una emisora de televisión privada, y donde él desarrollaría su carrera.
También podía ocurrir qué Patrick decidiera irse al fin, se casara y viniera a invitarle a su boda, lo cual, de ser así, le molestaría en extremo e intentaría por todos los medios buscar un pretexto para excusarse.
Patrick podía pensar lo que quisiera, pero lo cierto es que él nunca dejó de pensar en aquella chica que empezaba psicología y que fue la única, hasta el momento, que dijo algo a sus sentidos y sentimientos, Pero mejor que Patrick siguiera creyendo que todo fue un capricho sin importancia y que él se la había llevado por ser más guapo y más arrogante.
Dejó de pensar al ver a Patrick en el umbral de su despacho.
—Fred —exclamó Patrick verdaderamente eufórico—. Tanto tiempo sin verte y al tenerte ahora delante me pareces todo un señor de negocios casi desconocido.
Fred se levantó y con un gesto despidió a su secretaria, la cual cerró la puerta tras de sí, y Fred se acercó a su antiguo amigo a quien dio un sincero abrazo.
El pasado, pasado, y pelillos a la mar. Con el tiempo y una buena voluntad seguro que él encontraría otra muchacha de quien enamorarse y llegaría a quererla mucho. Entendía sólo lo estaba pensando en aquel instante, después de un año, que una amistad a veces vale más que una mujer.
—Querido Patrick —decía Fred, apretándolo contra sí—, un año entero…
Le palmeaba la espalda y al fin lo separó de sí para mirarlo.
—Estás formidable.
—Y tú no digamos —miró en torno—. Estás instalado como un potentado.
—La fábrica de conservas no va mal, Patrick, y entre mi hermano Ernest y yo la llevamos de maravilla. Estamos muy bien relacionados, ocupamos juntos un precioso palacete y me llevo divinamente con mi cuñada Mag y mi sobrina Silvia.
—Y tú solterón—rió Patrick.
—Toma asiento, Patrick —pidió Fred y luego de sentarse él añadió—: No se me puede llamar solterón, amigo mío. He cumplido el otro día los veintiséis años y me queda tiempo de sobra para formar eso que se llama familia. No creas, ¿eh? Ando pensando en buscar novia y casarme. Precisamente estos días remato el palacete que me he construido para mí no lejos del de mi hermano. De momento vivo con ellos, pero un día se me ocurrirá independizarme y vivir a mi aire y es lógico que busque el refugio donde meterme.
—Estupendo, Fred, estupendo.
—Bueno, ¿y tú? —le alargaba un cigarrillo—. ¿Te has casado ya?
—De eso venía a hablarte. Pensé: «¿A quién puedo yo contar mis cosas?» Y decidí que a nadie como a ti. De modo que busqué en la guía telefónica tu fábrica de conservas. Tenía idea de que quedaba por estos lugares, no lejos del muelle y aquí me tienes. ¿Qué ha sido de tu vida todo este tiempo?
—¿Lo dices por haber dejado el ambiente de la «panda»? —se alzó de hombros fumando con lentitud—. Cuando uno se pone a trabajar en serio, se olvida un poco de sus locuras juveniles y cambia de ambiente, como si dijéramos.
* * *
Se repantigó en la butaca y lanzó una larga mirada sobre el rostro moreno y de ojos azules de su amigo Patrick. Seguía siendo tan guapo y tan llamativo. Él nunca le envidió la belleza y la arrogancia, es la verdad.
Pero sí que le condenó cuando, sabiendo que a él le gustaba Nat, se la llevó...
Pero las cosas estaban ya lejos y las iba olvidando poco a poco.
—Háblame de ti, Patrick —dijo amistoso—. Me alegro de verte. Te aseguro que me alegro mucho. Es seguro que al verte de nuevo, un día de éstos iré por el club. Norfolk no es ninguna urbe enorme y parece imposible que no nos hayamos encontrado en todo este tiempo.
—Eso no es nada difícil si tienes en cuenta que yo andaba por la facultad y tenía mi centro de reuniones en lugares determinados. Si tú andas por otros sitios… no te asombres que no nos hayamos visto.