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Desarrollo y evaluación de competencias en Educación Superior
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Desarrollo y evaluación de competencias en Educación Superior

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Este libro nace en un momento de grandes cambios y de importantes reformas sociales y educativas tanto en contextos de educación secundaria como en Educación Superior, de la mano del Espacio Europeo de Educación Superior (EEES). Estos cambios demandan un modelo de educación centrado en el aprendizaje y en la formación integral de los estudiantes, lo que implica un cambio de rol tanto para el docente como para el alumno, con el consiguiente replanteamiento de las competencias en Educación Superior. Los autores aportan una definición, desarrollo y evaluación de competencias genéricas que se pretenden desarrollar en el estudiante universitario. Se proponen como competencias clave, la planificación de objetivos, la responsabilidad, el pensamiento crítico, el trabajo en equipo, la comunicación oral, la creatividad y la innovación, la comprensión interpersonal y las habilidades comunicativas, así como, el uso de las TIC en la búsqueda y elaboración de la información, el manejo de la interculturalidad en el aula, la negociación y el manejo de conflictos.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento7 nov 2016
ISBN9788427721845
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    Muy interesante contenido. Es fácil de leer y muy bien estructurado en cada una de las competencias a estudiar.

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Desarrollo y evaluación de competencias en Educación Superior - Ascensión Blanco

Madrid

Introducción

El momento actual, sinónimo de globalización, sociedad del conocimiento y sociedad de la información, marcado por contextos muy diversos, cambiantes y por la reunión de múltiples culturas que tratan de convivir, han conformado una serie de cambios importantes y necesarios en la sociedad, en la economía y en la educación, lo que supone que desarrollo social y económico debe ir en paralelo al desarrollo en la educación superior (Tuning, 2003). La creación del Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) ha supuesto, un escenario educativo común, que permita la movilidad de nuestros estudiantes y la compatibilidad de los títulos universitarios. De ahí la necesidad de modificar las metodologías docentes, centrando la atención en el estudiante y en su proceso de aprendizaje, en la adaptación de los títulos, en la inclusión de los créditos europeos y en el desarrollo de competencias, con objeto de asegurar una educación de alta calidad, la formación integral y la coherencia entre los perfiles académicos de los graduados y los perfiles profesionales requeridos.

Este escenario multicultural marcado además, por el desarrollo creciente de las nuevas tecnologías, ha supuesto para las personas, las empresas y las universidades, nuevas formas de comunicarse, informarse y relacionarse y, en consecuencia, la necesidad de generar estrategias, herramientas y habilidades para adaptarse con eficacia a estos cambios. En este entorno ambiguo y cambiante, se imprime una radiografía social que precisa más que nunca, ahondar en un modelo de educación y formación basado en la tolerancia, en los valores, en el respeto a la diversidad y en el desarrollo de competencias para la vida académica y profesional. En definitiva el desarrollo de habilidades que garanticen la calidad profesional y el desarrollo de competencias a lo largo de la vida (Life long learning, Tuning, 2003).

El sentido y oportunidad de este libro, nace pues en un momento de grandes cambios y reformas sociales y educativas. El modelo de convergencia deriva en un cambio de paradigma y una variación profunda de las metodologías docentes, que en la Universidad Europea de Madrid, se concretan en tres tipos de metodologías: basadas en el aprendizaje cooperativo, aprendizaje basado en problemas y en una metodología basada en el análisis de casos.

En esencia, estos cambios suponen un modelo educativo centrado en el aprendizaje y en la formación integral del estudiante, que pretende fomentar la autonomía y la responsabilidad y asegurar la existencia de un seguimiento continuo del proceso con la ayuda de un tutor, que guía la planificación y consecución de objetivos académicos y profesionales. Este modelo, es el resultado de una larga trayectoria en el estudio y relevancia conferida a las competencias en la formación del alumno en las diferentes titulaciones, que en torno al año 2000 se inició en el Gabinete de Orientación Pedagógica (GOP) de la universidad, y basada en planteamientos cualitativos minuciosos como la realización de un estudio DELPHI, que contemplaba el análisis de las respuestas sobre la definición y el desarrollo de las competencias en los profesionales, y de este modo el establecimiento de unas bases para el desarrollo de las competencias del estudiante. La Universidad Europea, en su intento por construir un perfil propio de egresado con una formación profesional, creó un catálogo de competencias por titulaciones (Rivero y Oliván, 2006)¹ que dio como resultado el modelo educativo actual. También se preocupó por realizar una selección de competencias generales, definiéndolas y potenciando su presencia en los procesos de enseñanza-aprendizaje y en las metodologías docentes. La culminación de este trabajo supuso que se propusieran como competencias clave de nuestro modelo educativo: responsabilidad, autoconfianza, conciencia de los valores éticos, flexibilidad, comprensión interpersonal-habilidades comunicativas, trabajo en equipo, iniciativa, planificación e innovación y creatividad.

Con posterioridad, se ha seguido trabajando en el desarrollo de estas competencias y se han implementado otras, como el uso de las tecnologías de la información, el manejo de las diferentes culturas en el aula, el manejo de conflictos y la negociación, etc., con el objetivo de seguir progresando en el desarrollo de una formación integral de los individuos y de la formación universitaria de alta calidad.

Sin embargo, el desarrollo de competencias sólo se consigue mediante una implicación de la persona que aprende. En la medida en que las competencias se entienden como evidencias conductuales, se hace necesario poner al alumno, en múltiples situaciones en las que procedan de formas específicas, de tal manera que dé como resultado el desarrollo que se busca.

Pretender que el alumno alcance un progreso significativo en un desarrollo de esta índole, sólo es posible con un trabajo muy pensado en las aulas. Para que este propósito sea alcanzable, resulta no sólo conveniente, sino también necesario, que exista un itinerario competencial claramente especificado, en torno al cuál, se trabaje a lo largo de toda la titulación o estudios universitarios. Por otra parte, querer centrarse en un número ilimitado de competencias a desarrollar, también resultaría ilusorio y poco operativo. En esta línea argumental, las competencias que se presentan en esta obra, son una recopilación de aquellas que se han considerado básicas y fundamentales para el futuro egresado del s. XXI, inmerso en una sociedad del conocimiento y en el EEES como marco de referencia.

Se puede considerar que existen ciertas competencias generales, que bien podrían ganarse el atributo de ser universales porque el valor que aportan al estudiante contribuye a su desarrollo integral, a su enriquecimiento formativo como ciudadano, como profesional y en definitiva, como ser humano ubicado en la era que nos toca vivir.

Las competencias que se desarrollan en esta obra, son valiosas para contribuir a cualquier perfil profesional y superar así, las vinculadas exclusivamente al ámbito laboral. Un desarrollo competencial, en la línea de lo que se ha dado en llamar competencias clave, es lo que se pretende en este libro.

En su conjunto, constituyen una agrupación que pretende reforzar la dimensión social del individuo ubicado en un mundo global (comunicación oral, diversidad, multiculturalidad, negociación-manejo de conflictos, trabajo en equipo, etc.) que evoluciona y crece en su dimensión cognitiva (pensamiento crítico, creativo) que se manifiesta con eficacia (planificación) y con compromiso (responsabilidad), sin olvidarse del lugar que ocupan las TIC en el momento actual (uso de TIC para manejo de la información).

Por tanto, este paquete competencial, bien podría ser un perfecto combinado de aquello que se debe pretender desarrollar a lo largo de una titulación universitaria. En esta obra, se ha intentado pues, dar las claves para hacer viable este objetivo.

También, hemos contado con una selección de profesores, que a nuestro juicio, son buenos ejemplos de la puesta en práctica de los métodos docentes afines al EEES, en nuestro contexto educativo y, que de un modo u otro han sido copartícipes de este desarrollo en el seno de nuestro modelo de educación superior, porque se han comprometido y han liderado el proceso de convergencia, manifestando una gran responsabilidad y compromiso en conseguir que este proceso fuera una realidad, al menos en sus materias, aplicando metodologías innovadoras e incluso movilizadoras, sin perder la referencia de la repercusión en el aprendizaje del estudiante.

En este sentido, los autores aportan a la obra, con sus experiencias y reflexiones, una información muy valiosa para los docentes que deseen introducir en sus materias la formación en competencias y las nuevas metodologías afines al EEES. También, han aportado un gran valor no sólo en el cambio de paradigma docente, sino en el desarrollo de programas y guías, como referente para los profesores, basados en las directrices por ejemplo del modelo de aprendizaje cooperativo entre los estudiantes y la coordinación del profesorado. Por ello, la lectura de este texto, aportará un modelo de trabajo instructivo y muy práctico para las diferentes áreas académicas y universitarias, con indicadores y herramientas para el desarrollo de las competencias, algunas formas de evaluación del aprendizaje que, seguro, servirán a los que comienzan a trabajar con estas metodologías.

Por último, destacar que se ha tenido muy en cuenta la presencia de al menos una o dos experiencias docentes que se han ido implementando en los itinerarios académicos de las diferentes áreas de conocimiento. Así pues, aparecen un grupo de capítulos que representan el desarrollo de estas experiencias docentes en todas las facultades o escuelas de esta universidad. Esto aporta a la obra un carácter representativo de lo que se está trabajando en la Universidad Europea de Madrid en cuanto al desarrollo de competencias transversales y las metodologías afines al EEES.

¹ En Learreta, B.: La Coordinación del Profesorado ante las demandas del EEES, pp. 67-68.

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Desarrollo de Competencias en Educación Superior

El abordar el concepto de competencia supone inevitablemente transitar, por lo menos en algún momento, por fases de cierta confusión. En ocasiones aparece la sospecha de que, a la hora de descender a dimensiones operativas y concretas de manejo del concepto, nos encontramos con el mismo concepto con distinto significado en relación a conceptos utilizados tradicionalmente en el ámbito laboral o educativo o bien al contrario, con algunas concepciones de competencia que corren el riesgo de naufragar a la hora de transformarse en referentes concretos capaces de organizar la acción en estos ámbitos.

De entrada, resulta obvio que se trata de un concepto complejo que inicialmente se presta a múltiples interpretaciones y matices. De acuerdo con Le Boterf (2001) en el campo del desarrollo y formación de las competencias, los conceptos que se utilizan son conceptos evolutivos, en vías de desarrollo.

Esta plasticidad se explica por la interacción permanente entre las prácticas profesionales y los conceptos. En el caso de la competencia su vinculación estrecha con el ámbito profesional, en el que se fundamenta, hace que las necesidades pragmáticas, de aplicación y toma de decisiones en un contexto determinado sean prioritarias y determinen la variabilidad, multiplicidad de aproximaciones y en ocasiones la confusión que se hace evidente a la hora de abordar su estudio desde una perspectiva más academicista.

Sin embargo, el nuevo concepto, desde su ambigüedad, ha ido despertando una progresiva aceptación y se ha ido generalizando su uso, inspirando medidas institucionales en materia de empleo y formación. A pesar de sus limitaciones y múltiples y divergentes interpretaciones, parece complementar y/o sustituir a los anteriores conceptos (como habilidades, cualificación, valores etc.) y aparece como la opción necesaria para adaptarse al contexto económico-laboral que ha ido configurándose en estas últimas décadas.

Dentro del contexto académico y profesional ha habido escépticos que se han preguntado si el término de competencia no era más que una palabra de moda que no se corresponde con un concepto nuevo. Como ya ha sido comentado, compite con otros conceptos habituales dentro del ámbito de la ciencia psicológica y de la gestión de los Recursos Humanos. Así, se hace necesario diferenciarlo de otros como rasgos de personalidad o aptitudes, (especialmente de estos dos) además de actitudes, valores etc., tradicionalmente utilizados y con un mayor soporte proveniente de la investigación empírica.

Así, por poner un ejemplo, competencias puede incluir, según Spencer y Spencer (1993):

1. Motivos: la causa de las acciones, lo que hace que se comience, se dirija y se seleccione una conducta hacia determinadas metas y no otras.

2. Rasgos: modos consistentes de respuesta a situaciones.

3. Autoconcepto: autoimagen, actitudes y vxalores.

4. Conocimiento: dominio de los contenidos de las diferentes áreas.

5. Habilidades: destrezas para realizar una actividad física o intelectual determinada. Las habilidades mentales o cognitivas, incluyen el pensamiento analítico (procesamiento de información, determinación de causa y efecto, planificación) y pensamiento conceptual (reconocimiento de patrones en información compleja).

Definiciones de competencia

En el ámbito de las definiciones encontramos dos fuentes principales:

La competencia definida desde el mundo del trabajo . Aquí se concibe como una capacidad que sólo se puede desplegar en una situación de trabajo. Este despliegue tiene sus reglas, procedimientos, instrumentos y consecuencias.

La competencia definida desde el mundo de la educación . En las escuelas y universidades el concepto parece responder a la misma idea básica, pero se acepta que su demostración se lleve a cabo en situaciones de evaluación educativa.

Dentro del ámbito laboral es un concepto generalmente aceptado. La define como una capacidad efectiva para llevar a cabo exitosamente una actividad laboral plenamente identificada. La competencia laboral no es una probabilidad de éxito en la ejecución de un trabajo; es una capacidad real y demostrada. Si bien su conceptualización sigue siendo heterogénea, debido a la multiplicidad de enfoques, progresivamente se gesta un consenso razonable en torno a cuatro conceptos fundamentales que la sustentarían:

•Posibilita el dar cuerpo a un conjunto de capacidades informales y procedimentales, que son difícilmente traducibles a un repertorio si se utilizan las clasificaciones más tradicionales.

•Está ligada al desempeño profesional. La competencia no existe en sí misma, independientemente de una actividad, de un problema a resolver, es decir, del uso que de la misma se hace.

•Se vincula a un contexto determinado, a una situación concreta, lo que por otra parte plantea el problema de su transversalidad, su transferibilidad.

•Integra diferentes tipos de capacidades. No se trata de una suma de capacidades sino de capacidades estructuradas y construidas que constituyen un capital de recursos disponibles que se combinan entre sí, permitiendo la actividad-desempeño profesional y la consecución del rendimiento-resultados esperados.

Si bien se mantiene un debate intenso sobre el significado del concepto de competencia, reflejado en distintas perspectivas que pasaremos a describir a continuación, hay una serie de características que se encuentran implícitas en cualquier definición de competencia, incluidas también las que se enuncian desde el ámbito educativo (Malpica, 1996):

•Centrarse en el desempeño.

•Recuperar condiciones concretas de la situación en que dicho desempeño es relevante.

La conjunción de ambas características permite proponer una noción de competencia en la que se privilegia el desempeño, entendido como la expresión concreta de los recursos que pone en juego el individuo cuando lleva a cabo una actividad (en sentido amplio), y que pone énfasis en el uso o manejo que el sujeto debe hacer de lo que sabe (no sólo en términos de conocimientos, sino de enfrentamiento a situaciones, actitudes etc.) en condiciones en las que el desempeño sea relevante.

Otro componente fundamental en esta noción de competencia se refiere a su carácter de unidad. Es decir, la competencia tiene un sentido propio en la medida que conforma una totalidad, y aunque pueda descomponerse en los componentes, por separado ya no constituyen la competencia.

En esta idea estriba una diferencia clave entre los distintos enfoques del concepto de competencia. Así, pueden diferenciarse los siguientes (Gonczi, A., y Athanasou, 1997).

El primero concibe la competencia como la capacidad de ejecutar las tareas; por ejemplo, aplicar cuidados auxiliares de enfermería al paciente. El segundo la concentra en atributos personales (actitudes, capacidades); en esta categoría se encontrarían ejemplos como Autoestima, Integridad. Y el tercero, denominado holístico, incluye las dos anteriores. Por ejemplo, la definición adoptada en Australia: la competencia se concibe como una compleja estructura de atributos necesarios para el desempeño de situaciones específicas. Por atributos se entienden los conocimientos, actitudes, valores y habilidades que se ponen en juego para que los estudiantes interpreten la situación específica en que se encuentran y actúen en consecuencia.

Qué entendemos por Competencias generales en Educación Superior

El proceso de creación del Espacio Europeo de Educación Superior comenzó a generarse en el marco de un cuestionamiento del papel de las universidades en la sociedad. En este debate se planteó la necesidad de que éstas se responsabilizaran de la capacitación de los ciudadanos para hacer frente a los cambios derivados de la globalización y el desarrollo tecnológico (Dearing, 1997; Delors, 1996). Dicho de otro modo, se pedía a la universidad que realizara las reformas pertinentes para desarrollar ciudadanos capaces de contribuir a la sociedad y de adaptarse y anticiparse a sus nuevos requerimientos, esto es, de seguir aprendiendo el resto de la vida.

En respuesta a todo ello, el proceso de Convergencia Europea incorporó las sugerencias del proyecto Tuning (González y Wagenaar, 2003) que plantea una formación universitaria basada en competencias y que hace referencia explícita a la formación en competencias generales para garantizar la empleabilidad del nuevo profesional. La definición de empleabilidad que hacen Hager, Holland y Beckett (2002) es especialmente clara: consiste en la capacidad y seguridad a la hora de retener un empleo, de aumentar su productividad y ser competitivo y poder decidir y moverse dentro de las variadas opciones ocupacionales que pueden plantearse en su entorno laboral. Depende de la capacidad de aprender a aprender para adaptarse a cambios y nuevas oportunidades en un entorno muy cambiante.

Dentro del contexto académico, el proyecto Tuning (Gonzalez y Wagenaar, 2003) plantea que las competencias específicas son aquellas que se relacionan con cada área temática. Estas competencias son cruciales para cualquier situación porque están específicamente relacionadas con el conocimiento concreto de un área temática.

A los atributos compartidos que pudieran generarse en cualquier situación y que son considerados importantes por graduados y empleadores, el proyecto Tuning los denominó competencias generales

La distinción entre competencias generales y específicas es ampliamente aceptada. Así, previamente Mertens (1997), en el contexto laboral, la enunciaba del siguiente modo:

Competencias genéricas: se relacionan con los comportamientos y actitudes laborales propios de diferentes ámbitos de producción, por ejemplo, la capacidad para el trabajo en equipo, habilidades para la negociación, planificación, etc.

Competencias específicas: se relacionan con los aspectos técnicos directamente relacionados con la ocupación y no son fácilmente transferibles a otros contextos laborales (la operación de maquinaria especializada, la formulación de proyectos de infraestructura).

Aparece con frecuencia el término de competencias clave o competencias transversales refiriéndose a competencias generales. Por ejemplo, Fernando Vargas (2000) se refiere a ellas como sinónimos. Para él las competencias clave, transversales o genéricas tienen la ventaja de

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