Una de las cosas que menos soportan las dictaduras que ha habido
a lo largo de la Historia es el humor. Nada se lleva peor con el poder que la
risa, la ironía o el sarcasmo. Con el humor el poderoso queda despojado de
solemnidad, desnudo frente a su (a menudo) ridículo reflejo. Por esa razón, no
ha habido dictadura que se precie que no haya intentado poner coto a los
chistes contra ella. Bien lo sabían los bufones de la Edad Media, a quienes una
burla demasiado feroz podía llevarles directamente al patíbulo. O un personaje
tan ilustre como Quevedo, al que una sátira despiadada contra el Conde-Duque de
Olivares le costó la prisión en la Torre de San Marcos en León. O el conde de Villamediana, cuya afilada pluma se cobró su vida.
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Fotograma de la película "El gran dictador" |
La Alemania nazi no fue una excepción a este fenómeno. Si
bien a lo largo de sus 12 años de existencia el régimen trató de poner coto a
los chistes contra el régimen o la situación de la guerra, los alemanes
siguieron haciendo gala de un gran humor negro. Y es que prohibir la risa por
decreto nunca funciona, por mucho que contar un chiste pudiese costar la
prisión, el traslado a un campo de concentración o incluso la muerte. El humor
fue una de las formas que los alemanes tuvieron de evadirse del sufrimiento de
la guerra, y a veces de rebelarse contra la difícil situación en la que Hitler
y su régimen los puso. En este artículo narramos algunas de esas
manifestaciones de rebeldía en forma de chistes.
El humor contra el
régimen
La Alemania nazi tuvo una relación con el humor contra ella
bastante ambigua. Por un lado, se promulgaron leyes bastante duras en las que
se reprimían los chistes contra el régimen y sus jerarcas (los chistes
anti-Hitler podían ser castigados con la muerte). Por otro lado, los nazis se
dieron cuenta de que los chistes eran válvulas de escape y no una forma de
resistencia activa, por lo que en gran medida eran tolerados. Así, Rudolph
Herzog, en su libro “Heil, Hitler. El
cerdo está muerto” donde analiza el humor político bajo la Alemania nazi,
sostiene que “aquel que ventilaba su
rabia con bromas mordaces no se echaba a la calle ni desafiaba a la autoridad
de otra manera”, por lo que muchos de los que contaban chistes y llegaban a
los tribunales eran castigados de forma más bien leve.
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Caricatura soviética de Hitler enviando tropas a la URSS |
No obstante, sí que hubo algún caso de condenas duras. El
caso más famoso es de Marianne Elise K, una viuda de guerra que durante una
jornada de trabajo en una fábrica de armas le contó a su compañero el siguiente
chiste: “Hitler y Goering están en la
torre de radiodifusión de Berlín. Hitler dice que quiere darles una alegría a
los berlineses. Goering le responde: salta de la torre”. El compañero de trabajo
la denunció ante las autoridades, y el caso fue visto el 26 de junio de 1943
ante el Tribunal del Pueblo. La pobre Marianne fue condenada a muerte por el
delito de “intentar socavar nuestra
sólida moral de defensa”. Curiosamente, en la sentencia se menciona que la
rea se comportó “como una checa, a pesar
de ser alemana”.
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Tribunal Popular del Reich |
En este sentido la gente comentaba las bromas con frases como
“esto son tres años de trabajos forzados…”.
Cuando dos amigos se encontraban por la calle lo primero que hacían era mirar
alrededor para comprobar que nadie pudiera escucharles, algo que pronto fue
conocido por la Gestapo como “la mirada
alemana”. Además, como tampoco se tenía la total seguridad de que el
interlocutor no fuera a denunciarle, las conversaciones se terminaban con
frases como “usted también ha dicho unas
cuantas cosas…”, a lo que solía responderse “niego rotundamente haber hablado con usted”, con lo que ambos se
curaban en salud. Y curiosamente, se contaban chistes sobre el miedo a contar
chistes, como uno que decía que los alemanes no acudían al dentista porque
tenían pánico de abrir la boca.
Los chistes contra
los jerarcas nazis
Los blancos preferidos de los chistes políticos en Alemania
durante ese periodo eran Hermann Goering y Joseph Goebbels, dos de los máximos
dirigentes del partido nazi. Al primero, mariscal del Reich y jefe de la
Luftwaffe (Fuerza Aérea Alemana), se le tenía por un gordo vanidoso al que le
gustaba vestir excéntricos uniformes llenos de medallas. Al segundo, ministro
de la Propaganda, se le tenía por un sátiro cojo y bajito que sólo decía
mentiras. Los chistes sobre ambos aprovechaban esa imagen que se tenía de
ellos, sobre todo por estar en las antípodas del ideal ario que el régimen
preconizaba.
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Goeebels y Hitler |
Así, a Goebbels empezó a llamársele “Mahatma Propagandi”, “Enano
venenoso” o “Teutón encogido y sin
blanquear”. Se hacían muchos chistes sobre su incansable actividad sexual.
Uno de ellos decía que la estatua de un ángel que remataba la Columna de la
Victoria en Berlín era la única virgen de la ciudad, ya que Goebbels no podía
subir hasta ella. Durante los últimos días de la guerra empezó a circular otra
broma afirmando que Goebbels sería depuesto como gauleiter (líder de zona) de
Berlín y sustituido por Rommel, ya que éste al menos conocía los desiertos.
Como sea que en esa época Rommel ya se había suicidado hacía tiempo, el chiste
es también un indicador de que los alemanes echaban de menos líderes capaces.
En cuanto a la fama (justificada) de mentiroso y su tendencia a abrir mucho la
boca cuando hablaba, circulaba uno sobre un inmenso poste que se había quitado de
un parque de atracciones de Berlín para hacerle una armónica.
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Caricatura de Goebbels y Hitler |
Sin embargo, el blanco favorito de las bromas era Goering y
su vanidad. Por ejemplo, se decía que Berlín se quedaba sin gasolina cuando
mandaba sus uniformes a la tintorería (tal era la cantidad de ellos que tenía).
En cuanto a su afición a coleccionar medallas, circulaba uno que afirmaba que
había mandado hacer las medallas de goma para poder llevarlas cuando se bañaba,
y otro que decía que había diseñado una de una flecha a la derecha para poder
ponerse más a la espalda. Con respecto a su afición a la buena mesa frente al
racionamiento que sufría la población civil, al final de la guerra se decía que
ésta acabaría “cuando Goering quepa en
los pantalones de Goebbels”. Había también chistes sobre su megalomanía,
como el siguiente: “Goering es enviado al
Vaticano en una delicada misión diplomática para intentar atraer a la Iglesia
al bando nazi. Una vez en Roma, Goering manda el siguiente telegrama a Hitler:
‘Misión cumplida. Papa depuesto. La tiara me queda perfectamente. Firmado: tu
santo padre’.”
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Goering |
De Hitler también se contaban algunos chascarrillos, aunque
no tantos como de los dos anteriores. Al contrario de Goebbels, la sexualidad
de Hitler era inexistente, por lo que en la campaña de pleno empleo se contaba
que apretaba su gorra contra su bajo vientre para “proteger al último desempleado de Alemania”. Un chiste muy
revelador sobre lo que pensaban algunos alemanes es el que dice que “Hitler y Goering van en un barco y se hunde,
¿quién se salva? Alemania”. Otro de los blancos favoritos de las bromas era
Musssolini y los italianos, que más que aliados eran auténticos estorbos para
las fuerzas alemanas. Por ejemplo, se decía que las medallas italianas se
llevaban en la espalda para mostrar el valor al huir, o que los tanques
italianos tenían 5 marchas hacia atrás y una para adelante, y ésta era por si
atacaban por la retaguardia.
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Caricatura de Goering |
Las SS causaban tal temor que apenas se hicieron bromas sobre
ellos. Paradójicamente, en el seno de la propia organización empezaron a
circular chistes de humor negro sobre ellos, los judíos y los campos de
concentración. Uno de ellos decía que un guardián de un campo le ofreció a un
judío perdonarle la vida si adivinaba cuál de sus ojos era de cristal y el
judío respondió enseguida que el derecho; el asombrado guardián preguntó como
lo había sabido tan rápido y el judío contestó que “era el único en el que había un destello de bondad”. Los propios
judíos hicieron también gala de humor negro sobre el tema. Algunos de los chistes
que se contaban entre ellos es que cuando les cambiaban la pena de fusilamiento
por la de horca era buena señal, ya que indicaba que a los alemanes se les
estaban acabando las balas, o que a Hitler le daría un infarto cuando le
llegara la factura del gas.
Los chistes y la
guerra
Conforme la guerra iba avanzando y la suerte de las armas de
la Wermacht se volvía más adversa, los alemanes iban haciendo gala de un humor
cada vez más sombrío. Así, mientras que en la campaña de Francia de 1940 se
contaba que “los franceses plantan
árboles en los lados de las carreteras para que los soldados alemanes puedan
descansar” (haciendo alusión a la fácil victoria alemana), en la posterior
defensa contra la invasión aliada de Normandía los soldados decían que “si en el cielo se ve un avión verde es
británico, si es plateado es americano, y si no se ve ningún avión es alemán”
(haciendo alusión al absoluto dominio del aire de los aliados). Y ante la ineficaz acción de los
aviones alemanes, los soldados se mofaban de las supuestas armas milagrosas que
Hitler prometía constantemente diciendo “Entre
el arsenal de nuevas armas supersecretas del Reich están los aviones invisibles
de la Luftwaffe”.
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Caricatura rusa de Mussolini |
Los bombardeos que sufrieron las ciudades alemanas fueron un
fecundo caldo de cultivo para que la población civil sacara su humor negro.
Anthony Beevor, en su libro “Berlín, la
caída”, cuenta que en la Navidad de 1944 los alemanes se felicitaban con la
frase “Sea práctico, regale un ataúd”.
Otro bastante popular era interpretar las siglas LSR (Luftschutzraum o refugio
antiaéreo) como “Lernt schnell Russich”
(Aprenda ruso enseguida). Y también se contaba el chiste de alguien magullado
al que le preguntaban qué le había pasado, si había sido una bala, la metralla
o los escombros; el hombre contestaba “Nada
de eso, entré a un refugio antiaéreo
y grité Heil Hitler”.
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Viñeta satírica sobre "Los tipos arios" |
El cada vez más reducido Reich, embutido entre el avance
angloamericano en el oeste y el soviético en el este, fue objeto también de
burlas por parte de los alemanes. Se contaba que Goering tendría que ponerse a
dieta para caber entre los frentes occidental y oriental. Incluso entre los
mandos alemanes se hacían bromas al respecto, ya que cuando Hitler llegó a
Berlín el 16 de enero de 1945 para dirigir la defensa, un coronel de las SS
dijo “Berlín será el más práctico de
nuestros cuarteles generales, ya que pronto podremos ir en tranvía al frente
del Este y al frente del Oeste”. Todos, incluso Hitler, celebraron el
chiste con una carcajada. Y uno de los más conocidos era uno en el que un amigo
le preguntaba a otro qué hará cuando termine la guerra. “Me tomaré unas vacaciones y haré un viaje en bicicleta por la Gran
Alemania”, contestaba el primero. “¿Y
qué harás por la tarde?”, respondía el primero.
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Caricatura británica sobre Hitler |
La desesperada defensa de Berlín por parte de tropas de niños
y ancianos también tuvo su lugar en el ácido humor berlinés. Así, un hombre
llamado a filas para la defensa pregunta al médico que le reconoce a qué rama
del ejército debería optar; el médico le pregunta donde sirvió en la anterior
guerra (la Primera Guerra Mundial) y el hombre contesta “Oh, entonces no me llamaron. Era demasiado viejo”. Asimismo, se
contaba que el mariscal Hindenburg (héroe de la Primera Guerra Mundial) bajó
del cielo para intentar arreglar la situación, y cuando llegó le dijeron: “Rápido mariscal huya, están llamando a los
de la quinta de 1847”. Por último, a las barricadas que se preparaban para
intentar detener el ataque soviético se las llamaba “las barricadas de las dos horas y cinco minutos”, ya que las tropas
rusas estaban dos horas riéndose al verlas y tardaban cinco minutos en desmantelarlas.
Y acabo con una muestra típica de humor negro alemán, que desgraciadamente fue cierta
en algunas partes: “Disfrute de la
guerra, la paz será terrible”.
Excelente trabajo. Muy interesante.
ResponderEliminarMuchas gracias, Juanjo
EliminarMuy buen articulo, un saludo.
ResponderEliminarMuchas gracias
EliminarBuen articulo
ResponderEliminarHabia una gorra alemana tropical (tenia una tela para proteger el cogote del sol como las japonesas) a los que los alemanes llamaban la Herman Mayer en burla a Herman Goering cuando dijo que se cambiaba de apellido si veia bombarderos sobre Alemania, el apodo vino al introducirla la Div Herman Goering