A lo largo de la historia de la literatura, muchos han sido los autores cuya pasión por los gatos ha hecho que éstos se conviertan en la principal fuente de inspiración para sus obras.
Karl von BetchenB afirmó que
“el gato se parece a lo que los buenos escritores quisieran ser: son independientes, puntuales, de carácter estable, limpios...”.
Aldous Huxley iba aún más lejos; a un joven que quería iniciarse en la carrera literaria y que le pedía consejo, le contestó:
“Si quiere usted escribir, tenga gatos”.
Lope de Vega es el poeta gatuno de nuestra literatura. Su obra épico-burlesca,
La gatomaquia, publicada un año después de su muerte (1634), da fe de su inagotable inspiración poética y de sus dotes de observación del mundo gatuno en pleno siglo XVII. Este poema de celos es una parodia llena de gracia y vitalidad de la épica italiana y describe los amores sinceros que provoca la hermosa gata Zapaquilda en los gatos
Marramaquiz y
Micifuz:
“Entre esta generosa, ilustre gente
vino un gato valiente,
de hocico agudo y de narices romo,
blanco de pecho y pues, negro de lomo
que Micifuz tenía
por nombre, en gala cola y gallardía
célebre en toda parte
por un zapinarciso y gatimarte.
Este, luego, que vio la bella gata
más reluciente que fregada plata,
tan perdido quedó, que noche y día
paseaba el tejado en que vivía,
con pajes y lacayos de librea;
que nunca sirve mal quien bien desea”.
La gata del gran novelista inglés
Charles Dickens se llamaba
Willemina y sobre ella se cuenta que le gustaba estar en la mesa revolviendolos papeles mientras su amo trabajaba incansablemente, sometido a la presión de sus entregas semanales y mensuales. Se narra que la gata, cuando llegaba cierta hora de la noche, apagaba con su pata la bujía que iluminaba la mesa donde trabajaba el escritor.
El músico
Domenico Scarlati (1685-1757) contaba a propósito del tema de su Fuga en sol menor:
“Mi gato mostraba una predilección muy clara por el clavicordio. Paseaba sobre las teclas de un extremo a otro, volviendo sobre sus patas. A veces se detenía un poco más sobre una nota y tendía una oreja hasta que la vibración cesaba. Una noche, me había dormido sobre un sillón cuando el sonido del clavicordio me despertó. Mi gato había vuelto a emprender su paseo musical, y realmente producía una frase melódica. Cerca de mí había una hoja de papel donde transcribí lo que estaba componiendo”.
Como veis, el gato es un entusiasta amigo de escritores (Goethe,
Chandler, Dante,
Hemingway, Gautier, Agatha Christie, Bernard Shaw o
Mark Twain, que casi siempre se fotografiaba fumando y con un gato en el regazo), de músicos (Wagner, Pau Casals), científicos (Isaac Newton)... ¡Por algo será!
Escuchar: Domenico Scarlatti, Sonata en fa menor K.466
Fuente: Royal Canin
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