Urdangarin, sé fuerte
I
Allí las conversaciones debían de ser de esta línea pueril: ‘cuelga tú’. ‘No, hazlo tú’; ‘No, tú, que yo te quiero más’. De cómo se iba a pagar el chalet en una de las zonas más caras de Barcelona, no se hablaba. Por cierto, el destrozo que se hizo con la reforma de la magnífica edificación tampoco se contó nada y eso fue una aberración arquitectónica.
Mal que le pese a muchos, Urdangarin era un deportista de élite antes de conocer a Cristina de Borbón. El jugador vasco ha sido uno de los mejores balonmanistas de nuestro país. De hecho, la hermana de Felipe VI parece que estaba buscando un hombre fuerte, atlético, guapo, con ojos claros y deportista. Es de sobra conocido que Urdangarin no era la primera opción, Cristina de Borbón buceó en la piscina, pero ahí le dieron calabazas. Lo mismo que unos años antes hizo el deportista de riesgo Álvaro Bultó.
Los que conocieron a Urdangarin en su época de deportista de élite siempre dicen de él que era un gran compañero, cercano, educado, gran rival y muy atento con los jugadores de categorías inferiores. Quedó deslumbrado con los destellos de la corona que lo cegaron y ahí empezó su declive. Durante los años que vivió bajo el paraguas de la Casa Real, salvo el despropósito del palacete de Pedralbes, no se le conocieron grandes lujos. Llevó una vida familiar, la misma que había visto en su casa de Vitoria. Urdangarin puede presumir de una familia unida. No es el caso de Cristina de Borbón, cuya familia, según se ha podido ir conociendo sobre las idas y venidas de Juan Carlos I y el aguante de Sofía de Grecia, estaría catalogada como desestructurada. Quizá por eso le gustaba tanto ir a la Infanta Cristina a Vitoria, porque allí pudo conocer el calor de hogar que en Zarzuela escaseaba.
Parece que la boda con Cristina de Borbón despertó en Iñaki Urdangarin una ambición desmedida por el dinero. Ansia por vivir bien que después de su paso por la cárcel de Ávila se ha desdibujado, porque vuelve a vivir con su madre en Vitoria, sin muchos lujos y procurando llamar la atención lo menos posible.
Este perfil bajo saltó por los aires el 19 de enero cuando se le vio de la mano con una mujer que no era la suya. Todas las miradas se posaron en Urdangarin por haber sido desleal a la Infanta Cristina. Ese mismo día era portada el rey emérito Juan Carlos I en su retiro dorado en el país árabe, que aparecía junto a amigos de armas tomar. Pero, el jaleo se armó por un romántico paseo por una playa francesa.
Urdangarin solo tiene cuatro razones para pensar que su matrimonio con la Infanta Cristina mereció la pena, porque si lo analiza con detenimiento, solo puede consolarse parafraseando a Rajoy con aquello que le dijo a Bárcenas: Iñaki, sé fuerte.
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