Los enormes bloques de piedra que
formaban los torreones de la catedral cayeron estrepitosamente sobre algunos
ciudadanos, incluso algunas gárgolas, con una ira escarlata en la mirada, se
desprendieron de ellos y empezaron a levantar los cuerpos de los caídos, como
queriendo protegerlos de ser aplastados por las rocas. El polvo y la
destrucción lo inundaba todo… Los cuernos de aviso no dejaban de sonar,
llamando así a la lucha a un nuevo grupo
de guerreros cada vez, a medida que sus compañeros iban cayendo…
Mirase donde mirase solo veía
destrucción y sangre, los gritos de todos los ciudadanos se ahogaban entre el
estruendo de la devastación. Aquellos gigantescos tentáculos lo estaban
arrastrando todo hacía el abismo…