En una de mis incursiones en un chat de cine descubrí gracias a un usuario al cineasta José Val de Omar, rápidamente me puse a ver su trilogía; ‘Tríptico elemental de España’ como el autor denominó a los tres cortos que lo componen: «Aguaespejo granadino» (1953–1955), «Fuego en Castilla» (1958–1960) y «Acariño galaico» (1961/1981–1982/1995) este último se montó después de su muerte. Al visionar el primer corto; ‘Aguaespejo granadino’ me recordó al cine surrealista de Buñuel, y también al cine de José Luis Guerín en su película ‘Tren de Sombras’, tal vez vino a mi memoria estos cineastas por la similitud en el tratamiento de las imágenes que intentan ir más allá de la realidad buscando otras realidades a partir de la creatividad. Pero esas similitudes partían de mi total ignorancia hacia la obra de Val de Omar. A medida que transcurría el film me sorprendió la poesía que lo impregnaba, intuí la carga poética de las imágenes y del sonido que las acompañaba; el murmullo del agua se podía sentir además de oír con sólo mirar las imágenes que se transformaban camaleónicamente. Este cine experimental, opino que adelantado a su tiempo, no fue entendido o comprendido en su momento, ya que poco se conoce de él, aunque Val de Omar poco a poco se convertirá en un icono de la filmografía andaluza a medida que transcurra el tiempo.
El corto 'Fuego en Castilla', abre con una cita de García Lorca: “En España todas las primaveras viene la muerte y levanta las cortinas”. Las imágenes tenebrosas de la Semana Santa en Castilla permiten ver la madera de los castellanos, la pasión de Cristo que para Val de Omar es fuego. Esta palabra tiene un sentido específico para él; con motivo de la proyección de películas en el colegio Pio XII en el año 65, antes de acabar el discurso hace referencia a esta palabra, y copio la frase literalmente: había que alumbrar los caminos de la pasión con nuestro propio fuego.
Una vez que descubro las imágenes plasmadas del artista, me intriga conocer a la persona y las inquietudes que le mueven en su creación, cuestión harto difícil, aunque sólo me conformaría con un acercamiento o unas pinceladas para poder comprender su trabajo. Y tratando de averiguar más datos sobre él, encuentro varios documentos y en uno de ellos descubro el discurso mencionado anteriormente y del cual transcribo un extracto: “…Cuando se han hecho muchas jornadas de peregrinación incierto, sin otra brújula que la íntima, satisface encontrar criaturas dispuestas a recoger algo de aquello que uno ha procurado que viva: la simiente de un arrebatado amor al prójimo (lo único digno de salvarse de esta civilización que padecemos). Por mi parte yo no os puedo dar ahora otra cosa que mi temperatura intencional… Las películas sí que son portadoras de mi verdadero lenguaje emocional…” (El subrayado es del autor)
Todo artista por medio de su arte trata de comunicarse, unos lo hacen por medio de la música, otros por medio de la palabra, y otros por medio de la imagen, y he aquí que este creador intenta fusionar las diferentes modalidades, que por un lado experimenta, y por otro justifica a tenor del mismo arte.
Pero desde el principio vi la mirada de un poeta, incluso en Fuego de Castilla, que presenta su lenguaje visual a través de las imágenes religiosas en diferentes perspectivas de luz y contrastes, detrás subyace la poética que escarba en el interior buscando nuestra empatía. Y es aquí donde descubro un documento en el que también busca la palabra para expresar ese fuego, algo que si no es un poema, se parece mucho.
“Son tus ojos las manos del espíritu
Y tus ojos tienen diez dedos”
y a tientas vas a realizar ahora
un desnudo viaje, bajo la ceniza
hacia la ardiente entraña
de la Castilla seca, nervuda, destemplada
sin color, sin melodía, sin timbres
y ya sin palabras
asiste al blanquinegro pálpito
de nuestro Duende que en vertical
delirio se desgarra en tu realismo
infrarrojo de los monocelulares
y la mística ultravioleta de la ingravidez.
Y al volver atrás, a su discurso que habla de la peregrinación incierta encuentro a un hombre que habla desde su experiencia, que viaja y le acompaña en sus Misiones Pedagógicas, en los cuales recoge la semilla de su arrebatado amor al prójimo. En estos trayectos además de llevar el cine a los lugares más remotos se dedica a fotografía las impresiones de las personas que por primera vez descubre la imagen en movimiento.
He de confesar que no entendí del todo ‘Acariño Galaico’, no sé si tiene algo que ver que se montara de forma póstuma por Javier Codesal, aunque él manifiesta que respetó el copión original que dejó Val de Omar y a partir de ahí intentaron plasmar el mismo lenguaje visual que en las dos obras anteriores. Reconozco que debió ser un arduo trabajo el de encajar las piezas en ese proceso de investigación sobre Acariño Galaico, buscando entre sus notas, guiones de sonido y demás elementos necesarios para tal fin. En la primera parte de este corto permanece el espíritu de las dos obras anteriores, si en Aguaespejo granadino el elemento principal es el agua, y en Fuego de Castilla es el fuego, en Acariño Galaico el elemento fundamental es el barro. ¿Y qué es el barro, sino una combinación de agua y de tierra? Una fusión casi bíblica y divina que conforman la naturaleza humana. De hecho el corto nos muestra la mano del hombre moldeando figuras de todo tipo como un creador más y con ella vuelve la luz y el movimiento con su lenguaje propio. Fue el final lo que no me quedó muy claro.
Y una vez completado el ‘Tríptico elemental de España’, me queda la sensación de que Val de Omar integra el norte con el sur pasando por el centro de España, fusiona los elementos como el agua, la tierra y el fuego dándole naturaleza a las imágenes, pero también integra la imagen, el sonido y la palabra que le da vida a su obra.
Para saber más: '
-Sin Salir del Jardín' de Javier Codesal.
-Fondo Filmográfico de Val de Omar.
-Maquinaria de la nube. 'Val de Omar: creyente del cinema.
(Las fotos y algunos documentos están sacados de las direcciones arriba indicadas, si violo algún derecho, me lo hacen saber y lo subsanaré en breve.)