Las preguntas sencillas merecen respuestas sencillas. Lo difícil es encontrarlas.
Un día se acercó una niña curiosa (esto suena redundante...) a Bicefalepena y le preguntó sobre la muerte y por qué nos morimos...
Estaba preparado para responder de dónde vienen los niños, los ciclos de la luna, el color de las flores... Pero dar respuesta a algo tan sencillo, de forma compleja..., como para niños, era todo un reto.
Empezó a darle vueltas en sus cabezas, lo que generó más y más dudas aún, sobre las cosas que quedan por hacer cuando la muerte se presenta de forma repentina en plena juventud, o cuando viene avisando a gritos, para llegar callada...
La impaciente niña (otra redundancia) no estaba dispuesta a aburrirse más con las cavilaciones de Bicefalepena, que como habla mientras piensa, suele tener una conversación muy aburrida entre pena y alegría.
Y le espetó:
Mira, déjalo. Seguro que morimos porque estamos vivos, como las plantas.