La caída de una red corrupta organizada en torno al Ayuntamiento de Santa Coloma de Gramanet, en las cercanías de Barcelona y dentro del antaño llamado Cinturón Rojo metropolitano barcelonés, ha sacudido la sociedad catalana como un verdadero trallazo. Motivos de sobra hay para semejante reacción.
En realidad, lo que nos ha dejado con la boca abierta a los catalanes no es tanto la existencia de otro agujero negro en la vida municipal española por el que se cuelan los millones de euros como si nada, sino la digamos calidad -es una forma de hablar- de los implicados y sobre todo, las interconexiones entre tramas integradas por personas de orígenes sociales, culturales y hasta (según algunos) étnicos en principio distintos y distantes. Por último lo que a muchos nos tiene en un pasmo es que hasta esta semana nadie hubiera caído en la cuenta de los clamorosos delitos (presuntos, faltaría más) cometidos por esta panda de golfos apandadores, que al igual que el sargento Arensibia llevaba escrito en el casco de combate aquello de "nasío pa matar" en su caso llevan inscrita en la frente con rotulador grueso la divisa "nasío pa robar".
El nombre que a primera vista llama más la atención entre los chorizos recién recolectados por el juez Baltasar Garzón es el del alcalde de Santa Coloma de Gramanet. Había que oír al compañero José Zaragoza, secretario de organización del PSC, expresar todo compungido su absoluta sorpresa porque Bartomeu Muñoz, aún alcalde colomense, haya salido un ladrón de tomo y lomo, circunstancia de la cual dijo textualmente haberse enterado por los periódicos. Parece mentira que un secretario de Organización se haya de enterar de estas cosas por los periódicos, máxime cuando Bartomeu Muñoz es un personaje del que hace décadas se podía esperar cualquier cosa en materia de dinero negro, paraísos fiscales, "promociones inmobiliarias" salvajes y fraudulentas y demás delicias producidas por nuestra sin par economía de mercado, aderezadas eso sí con unas gotas de social-liberalismo bien entendido.
Porque resulta que Bartomeu Muñoz es hijo de Blas Muñoz Blaya, último alcalde franquista de Santa Coloma de Gramanet, antiguo inmigrante sureño que de paleta de andamio pasó directamente a constructor inmobiliario sin freno; de Blas Muñoz Blaya se decía que era propietario de mil pisos sólo en Santa Coloma. Bartomeu heredó el imperio de papá y siguió en la brecha, levantando tocho a tocho su propio tinglado. Un día le dio por la política, como les ocurre últimamente a tantos "emprendedores", y apareció como concejal en Santa Coloma nada menos que del PSC; es decir Bartomeu Muñoz era, presuntamente, de izquierdas ¡Qué cosas!.
Tan de izquierdas era Bartomeu Muñoz, que en una escalada fulgurante llegó a alcalde de Santa Coloma tras la retirada de Manuela de Madre y pronto a Primer Secretario de la Federación del Barcelonés Nord, la tercera en importancia del PSC tras Barcelona y el Baix Llobregat, además de a vicepresidente de la Diputación provincial. Según contaba la edición catalana de El País hace un par de días, al parecer Bartomeu Muñoz compatibilizaba a la perfección su supuesta ideología de izquierdas con el vivir como un rey en el exclusivo Turó Park de Barcelona, desde donde se desplazaba cada día a su despacho de alcalde a bordo de un estupendo Mercedes de su propiedad que dejaba aparcado antes de entrar en Santa Coloma, siendo recogido allí por un coche oficial del consistorio que presidía a bordo del cual proseguía camino hasta el ayuntamiento colomense. Detalles entre otros que aluden a un estilo de vida que a un secretario de Organización tan avispado y eficiente como José Zaragoza no deberían habérsele escapado hace ya mucho tiempo.
Con todo, el cabecilla de la trama -presunto cabecilla, faltaría más- no es Muñoz sino un tal Luis García, alias Luigi. De este sinvergüenza un servidor tiene noticias desde hace casi 30 años, cuando el caballero en cuestión y algunos otros como él mangoneaban la UGT de Catalunya y sus nombres ya salieron a relucir entonces en las primeras tramas de corrupción, como por ejemplo en cierto negocio de compraventa de coches. No pasó nada, eran apenas los primeros escarceos y comparado con lo que ha venido luego las cantidades eran de risa. Luigi y compañía fueron dejando la UGT catalana, o la UGT catalana les fue dejando a ellos poco a poco, aunque Luis García fue diputado autonómico del PSC un buen puñado de años, mientras comenzaba a hacer negocios a lo grande. Ya se pueden hacer una idea de la clase de negocios en los que andaba el tal Luigi: promociones inmobiliarias, naturalmente, Sus negocios eran tan bestias, que Luis García fue expulsado del PSC en 2001. Aquí José Zaragoza sí que anduvo más fino, tal vez porque Luigi ya no tenía ningún poder en el PSC (antaño sus apoyos eran los llamados "obreristas", los militantes provenientes de la Federación catalana del PSOE más irreductiblemente españoleros), y sus negocios entraban de lleno en la pura "mafia del ladrillo".
Aún más asombroso resulta que estos mindundis venidos a más conectaran con personas tan selectas y miembros de la mejor "sociedad civil catalana", como son Macià Alavedra y Lluís Prenafeta. ¿Que quiénes son estos dos señores? Macià Alavedra fue durante años el número dos de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) sólo un paso por detrás de Jordi Pujol, de quien fue mano derecha en el partido. Macià Alavedra es un verdadero patricio, un "senyor de Barcelona", un miembro eminente de una de esas 30 familias catalanas que según Lluís Millet, el del caso Palau de la Música, no es que manejen Catalunya es que "son" Catalunya: sus intereses coinciden sencillamente con los del país, y viceversa. A Macià Alavedra le sostuvo la cabecita infantil durante su bautizo nada menos que el presidente Francesc Macià; su propio nombre de pila fue un guiño para halagar al presidente Macià.
Lluís Prenafeta es otro personaje quizá de un lustre y peso específico ligeramente inferior al de Alavedra, pero no mucho menos: durante décadas fue el secretario particular y hombre para todo de Jordi Pujol. Si Prenafeta escribiera unas memorias a tumba abierta el escándalo en la política, la sociedad y la economía catalana sería monumental, y probablemente al menos un hijo de Jordi Pujol acabaría en la cárcel. Prenafeta, al igual que Alavedra y otros compañeros de pandilla en CDC, tuvo que retirarse de la primera línea ya en los años ochenta, cuando algunos fiscales y periodistas comenzaron a husmearle la bragueta financiera a la burguesía catalana. Desde entonces se habían vuelto muy discretos. Pero mira por dónde reaparecen, asociados ahora a una trama de "xarnegos" politicastros de medio pelo aunque al parecer hábiles comisionistas. Según se empieza a decir estos días, a los emprendedores "de izquierdas" les han pillado porque sus nombres salieron a relucir en ciertas investigaciones sobre cuentas opacas en el paraíso fiscal que es la isla Jersey. Uno se barrunta que estos tipos, que habían acumulado multimillonarias cantidades de euros gracias a la libertad de mercado inmobiliario ejercida en la periferia barcelonesa, requirieron los servicios de una experimentada red de doctorados en la evasión de capitales, que formarían los Alavedra, Prenafeta y resto de compañeros mártires de la causa del catalanismo bien entendido y mejor financiado. Todo presunto, naturalmente.
Y en fin, más allá de todo esto lo que a algunos nos tiene pasmados es que espíritus tan selectos y preocupados por la defensa de los intereses de la Catalunya Catalana se avengan a colaborar con unos robagallinas llegados allende la frontera del Ebro. Un hecho tan absolutamente novedoso señala cambios tremendos en las relaciones sociales en Catalunya: seguramente es que el famoso "ascensor social" catalán, del que tan satisfecho se mostraba Jordi Pujol, funciona a todo vapor. O tal vez, que el dinero, y más si es robado, no tiene patria ni bandera ni siquiera idioma (doy fe de que en sus tiempos de dirigente "psoero" en el PSC, Luigi era castellanohablante militante y furibundo anticatalán).
Está visto que la sociedad civil catalana ya no es lo que era. Si Macià (don Francesc) y Cambó levantaran la cabeza, se morían del susto.
La fotografía que ilustra el post está tomada del blog de Bartomeu Muñoz, todavía alcalde de Santa Coloma de Gramanet, y acompaña una entrada del 9 de febrero de este año en la que el antetítulo dice literalmente:"El mercado inmobiliario privado está pasando por el peor momento de los últimos decenios, con costosas consecuencias para el sector y, sobre todo, para las numerosas familias trabajadoras que de él dependen".