PERIFÉRICOS Y CENTRALES
La extrema polarización que vive el país desde al menos mediados de los años noventa y el cansancio ante el discurso victimista de las organizaciones políticas de las burguesías periféricas, ha llevado a éstas últimas a padecer un severo revés en las elecciones generales del pasado 9 de marzo.
Especialmente los partidos de las izquierdas burguesas de carácter nacionalista (CHA, ERC, BNG...) han sufrido duros retrocesos, tras una etapa anterior con avances de cierta notoriedad . Ahora desaparecen en Aragón y Baleares, retroceden fuertemente en Catalunya y sólo alcanzan cierta estabilidad de resultados en Galicia. Los partidos nacionalistas de derechas, en cambio, aguantan mejor el golpe (caso del PNV, CiU y CC), y mantienen casi intacta su representación parlamentaria, aunque son ampliamente batidos en sus respectivos territorios por las organizaciones locales socialistas.
El más llamativo varapalo en este grupo de fuerzas lo recibe ERC, que pierde la mayoría de los escaños obtenidos en 2004 y más de la mitad de los votos obtenidos entonces. Es obvio que la inmadurez y cierto espíritu amateurista -reconocido estos días por los propios dirigentes del partido- en buena parte de en sus actuaciones tanto en la política catalana como en la española, han perjudicado a los independentistas catalanes de forma notable, pero su espectacular descenso cabe atribuirlo también -y principalmente- a factores de orden general que han jugado en contra suya. El drama central de ERC es que parece haber perdido toda credibilidad para los dos sectores ciudadanos que conforman sus apoyos electorales: de un lado, quienes siendo puramente independentistas consideran que ERC ha ido demasiado lejos en sus concesiones al sistema de juego político español; del otro, quienes reclamándose "de izquierdas" y más autonomistas que independentistas, consideran que éste partido no ha sido capaz de tener una presencia seria y respetable en las isntituciones.
En el caso de CiU por contra, aún perdiendo apoyos electorales, sobrevive mejor gracias al sabio manejo por sus dirigentes y estrategas de esa masa de "catalanes emprenyats" (catalanes airados) que constituye la fuerza de choque de las clases medias nacionalistas en Catalunya. Algunos errores del gobierno Zapatero y la idea de que en una situación de empate entre PSOE y PP ellos, la burguesía representada por CiU, tienen mucho que ganar negociando con unos u otros, ha llevado a las urnas a un número suficiente de seguidores del pujolismo como para que finalmente se haya minimizado lo que prometía ser un descalabro histórico de esta fuerza política.
Como trasfondo, el hartazgo de la sociedad catalana tras casi tres décadas de hegemonía ideológica nacionalista, que en todo caso nunca ha cuajado en otra cosa que en palabrería huera y un -eso sí- eficiente control social, económico y cultural del país.
El PNV por su parte ha aguantado el tirón mejor o peor, aunque al igual que CiU en Catalunya se ha visto desbordado por el avance del PSE en las tres provincias vascas. Queda en la irrelevancia política EA, el partido originado en la escisión peneuvista de finales de los años ochenta, y con el que el PNV ha mantenido una larga y singular relación de amor, odio y comunidad de intereses. Rápidamente el PNV se ha ofrecido al PSOE para lo que sea menester en la próxima legislatura, lo cual augura muy poco futuro al lehendakari Ibarretxe y a sus planes soberanistas.
Por lo que hace al entorno etarra, entraba en lo previsible que inmediatamente de celebradas las elecciones se arrogaran sin pestañear esa cifra mágica para ellos de 185.000 abstencionistas que supuestamente habrían seguido su llamado al boicoteo de las elecciones; y aún que se conformaron con esa cifra, en vez de hacer suya toda la abstención. Sorprende mucho más el entusiasmo conque su diario portavoz, Gara, acogía al día siguiente de los comicios la victoria del PSOE en España pero sobre todo en "su" Euskadi, remarcando con fruición el modo humillante para el PNV en que ésta se había producido en todo el territorio de la Comunidad Autónoma Vasca.
Por lo que hace a los partidos franquicia del PP -ése modelo de creación y uso de organizaciones políticas interpuestas que la derecha española ha imitado precisamente del mundo político etarra-, la suerte que han corrido ha sido diversa, pero siempre muy lejos de las expectativas generadas a priori.
En el caso de Ciutadans se confirma el absoluto desinflamiento de ése globo político que ya tuvo lugar en las municipales del año pasado; en esta ocasión Ciutadans ha recogido apenas 27.000 votos en Catalunya (el 0,75% de los votos en ésa comunidad), y 15.000 más en el resto de España. La disolución de Ciutadans a corto plazo se hace inevitable.
Los resultados obtenidos por UPyD, el partido de Rosa Díez destinado a arrebatar a los socialistas su electorado en el País Vasco y Catalunya son, salvo en Madrid, espectacularmente malos: 6.000 votos en Catalunya (0,16%) y 10.000 en el País Vasco (0'90%). En muchas otras provincias los escasos votos de UPyD se corresponden casi milimétricamente con las bajadas en votos del PP, con lo que no es aventurado deducir que éste partido pueda haberle restado a los "populares" votos imprescindibles para haber alcanzado algún escaño más. Sólo en Madrid UPyD ha tenido un resultado medianamente aceptable, 130.000 votos y 1 escaño (en todo el resto de España ha obtenido otros 170.000 votos). El escaño de Madrid lo logra UPyD con votos del PSOE y del PP en barrios y poblaciones de clases altas, zonas en las que ha habido -una vez más- una altísima participación electoral.
Ninguna otra fuerza de carácter "central" o vinculada al nacionalismo español ha obtenido un solo diputado. Llama la atención la fragmentación grupuscular del presunto espacio "verde", que como tal se ha demostrado de nuevo inexistente en España, y la absoluta irrelevancia representativa de la constelación de grupos fascistas organizados, cuyo potencial electorado es otra vez fagocitado sin piedad por el PP.