Residencia del fuego, de María José Maeso, fue galardonado con el Premio Gerardo Diego 2007. Una poesía que fluye con caudal generoso donde las palabras son capaces de arder, se inflaman, se exaltan, se enardecen y emocionan. Gusta María José Maeso del verso largo y libre, del versículo, incluso de la prosa poética en algún caso. La forma extensa, pues, que requiere la residencia donde se alojan las palabras es aquí, sin duda, un bello palacio ardiendo.
Como ejemplo, les presento el siguiente poema “Canto de paraíso”, fantástico caso de transtextualidad entre el cuadro de Millais (Ofelia) y la obra de Shakespeare.
...from her melodious lay to muddy death
Hamlet, act IV, sc VII
Canto de paraíso
(Ofelia)
Entre jirones grises senos oculta el día como se apaga el sol…
Estas son las medidas del alma, así anida en el pecho
ese oscuro e impotente recuerdo de aquella tierna música,
esa hermosa y primitiva música de la puerta entreabierta,
con la luz y el sonido del herido animal proclamando la fiesta,
el desvarío futuro,
los pasillos en sombras de la loca existencia…
Acaso no fui yo la loca de la casa,
parada al borde al pie de una charca violeta,
murmurante de insectos en el marco lunar,
no son esos mis ojos vidriados de pantano
los que miran despacio fijándose en tu rostro,
alzándose en tu cara peregrina,
tu blanca carne de óvalo de luna
como tenue fantasma de la niebla…
Aquí en lo umbrío ya no es tiempo de flores
—de esas flores carnívoras—
ni de árboles cruentos de fronda inexplorada…
Quién será bajo el palio del sol
esa desnuda y bella criatura sin lengua,
frágiles huesos y flor violeta
y el aire que le toca corazón deshojado…
(y después qué va a ser… ¿una gota de lluvia?)
…Pero en lo hondo aquí,
bajo barbas musgosas, aun estoy viva,
herida y reluciente, plena de cantos,
plena de fango, de rumores de aguas y de esplendor dorado…
todo es posible aquí, a dos pies del vacío…