domingo, 29 de agosto de 2010

Reconciliación

Cuando por fin se callaron, la pasión se apoderó de sus lenguas y, otra vez, los ideales quedaron enceguecidos ante la irresistible atracción de los cuerpos.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Ejercicios de elongación

Tengo una capacidad que mi hermano envidia: tocarme la nariz con la punta de lengua. No me sale nunca en el primer intento pero, alrededor del tercero, es como el músculo logra una mayor elongación y alcanza el objetivo. Tengo también otras destrezas; llegar a tocar el piso sin flexionar las rodillas, por ejemplo. Ahora estoy practicando, dale que dale, una y otra vez. Me estiro tan lejos como puedo, ya hasta me duele; me duelen los músculos y la razón. Decime, ¿para qué te habré puesto allá arriba, tan alto, tan en ese pedestal?

sábado, 21 de agosto de 2010

Identidad

Ni siquiera el amor que se tenían pudo salvarlos de perderse a sí mismos.

Lo que queda

Tras tanto andar compartido, mi sombra se confundió con la suya; mi reflejo no es más que el recuerdo de lo que fuimos.

domingo, 15 de agosto de 2010

Pronóstico rabioso

Habían hablado de ella durante toda la semana, la esperaban para el sábado y decían que traería la solución al agobio.
Llegó con timidez pasadas las seis de la tarde del viernes y, con ella, en la ciudad comenzaron a despuntar los primeros paraguas que no eran muchos. La mayoría de los peatones utilizaba el recurso como un buen refresco, caminaban distendidos y gustaban de las gotitas que se depositaban en sus labios.
Al igual que una canción, la lluvia, que hasta el momento había mantenido un ritmo constante, comenzó a acelerarse; lo que antes se oía como una negra, se transformó en una melodía de corcheas increyente.
El primer signo de advertencia se vio en las alcantarillas desbordadas por la gran cantidad de agua, la que al no encontrar circulación, se acumulaba en las esquinas y formaba remolinos en los que se hundían tacos y zapatos de todo tipo.
Las paredes comenzaron a chorrear. Por cualquier hendija la lluvia se abría paso desafiando puertas y filtrándose a través de los trapos de piso que intentaban detenerla. Iba usurpando y haciendo posesión de todo cuanto estaba a su paso. Con violencia, quebraba ramas que caían desplomadas sobre vehículos inmovilizados por el temporal y los abollaba.
Aquellos que en un principio la esperaban con ansias, no veían la hora de que se evaporara o absorbiese. Era la perfecta materialización del odio que invadía aquella ciudad. Era la puteada en boca del taxista, la ira en el pasajero que llegaba tarde al trabajo, la bronca en el empleador que debía reducir al personal, la furia de aquel, que en esa tarde de viernes, había perdido su empleo y su último par de zapatos gracias a una tormenta llena de rabia.

jueves, 29 de julio de 2010

Inconsistencia

Estás aguandometoda; correte. Veo cada vez menos, ahora sos sólo una mancha y ya no escucho nada, me chorrea la vida por las manos y me pierdo. Correte, correte que me ahogo en la inconsistencia de mí misma y no puedo permitir que seamos dos los difusos.

domingo, 25 de julio de 2010

Aviso

Gente querida, visitantes de paso, curiosos:
Tuve que sacar algunos posts porque los voy a presentar a concursos.. Perdón por descuartizar el blog. Prometo escribir pronto cosas exclusivas para uds.
Gracias por el aguante!

martes, 20 de julio de 2010

La bailarina

La tenía dentro de la cajita de música con forma de piano de cola y cada tanto la sacaba para que vieran cómo bailaba. Al son de Chopin, giraba sobre sí misma y formaba círculos sobre el piso de espejo. Era perfecta; nunca una queja, una opinión. En puntitas de pie se desplazaba silenciosa por la casa y recibía a los invitados con la sonrisa perfecta. Dominaba, con gran habilidad, el arte de la conversación trivial; él, maravillado. Cuando la visita se retiraba ella volvía a la cajita, donde las paredes negras brillaban y el orden guardaba rigurosa simetría, y allí pasaba sus días. Todo marchó bien hasta que el disco se rayó. Él intentó esconderla, poniéndola lo más lejos posible de la gente, pero ella aprendió a escaparse. Dentro de la cajita, y luego fuera, la armonía se había perdido, el caos se sucedía continuo e interminable y ella bailaba descontrolada, sin orden, sin ritmo. Bailaba fuera del espejo, a los saltos, por encima de los sillones, colgada de las lámparas y de la baranda de la escalera. Bailaba, ridícula, la vida que había cobrado.

viernes, 9 de julio de 2010

Cena de amigos

Había comprado en el supermercado una botella de merlot, que bien maridaría con la carne, aunque prefería los vinos blancos. Pero como Joan era conocedor, no quise disgustarlo ni darle pie a pensar que ignoraba las leyes que rigen el mundo de los que saben tomar. Cuando llegué a casa, Sabrina había acabado de bañarse y salía del baño con una toalla en la cabeza y una nube de vapor perfumada que llegaba hasta a la cocina. Tuve

sábado, 26 de junio de 2010

Fuga en la blonda cabellera

(A Pitta con cariño, por enseñarme a tratar a las palabras como seres)
No tuvo mejor idea que soltarme el gancho que sujetaba el rodete; así se desató la fuga. La que primero huyó fue la vergüenza, tras ella, siempre atolondrado, escapó el miedo y, algo escabullida, con timidez, la sensualidad. Como si fuera poco, me lo separó de a mechones y el resto aprovechó el alboroto para huir más de prisa. De a saltos, la picardía tomó la delantera y detrás el humor, siempre cuidándole las espaldas, la siguió. Y ya comenzaba a sentirme vacía cuando asomó su cara la paciencia y él, viendo que podía llegar a resultar peligroso, improvisó rápidamente una trenza y, con el gancho, volvió a sujetarme.

Historia del arte de la fuga (de Eduardo Galeano)

Más de los que saben..

Vea, Primero.
—Diga, Segunda.
Ella le alcanzó los prismáticos. Desde lo alto del mirador, el señor del Tucumán divisó un insecto chueco que parecía perdido en la vasta tierra roja. El insecto crecía, y los prismáticos no tardaron en revelar a un hombrecito que venía malandando malandanzas.
Y entonces don Primero descubrió que su hija Dolores estaba

Historia de la resurrección del papagayo ( de Eduardo Galeano)

Un poco de literatura de los que saben..

El papagayo cayó en la olla que humeaba. Se asomó, se mareó y cayó.
Cayó por curioso, y se ahogó en la sopa caliente.
La niña, que era su amiga, lloró.
La naranja se desnudó de su cáscara y se le

domingo, 6 de junio de 2010

Tarte au chocolat et noix (Tarta de chocolate y nueces)

Para los que dejaron de creer en el amor, esta es la auténtica prueba de que existen las almas gemelas. Chocolate y nueces, dos seres concebidos para estar juntos.


Para la masa: Formar una corona con 250gr de harina 0000 y colocar en el centro 200gr de manteca a punto pomada con 100gr de azúcar impalpable. Integrar la manteca con el azúcar y luego agregar 1 huevo y una yema. Ahora sí, armar la masa formando un bollo y dejarla reposar 2hs en heladera.
Forrar con la masa una tartera (mejor si es desmoldable) y cubrirla con papel aluminio. Sobre este volcar porotos o algo que ejerza peso sobre la masa. Llevar todo a la heladera por 1hs más. Hornear (con el papel y los porotos inclusive) a 170º por 25 minutos aprox. Una vez dorada, retirar los porotos y el aluminio y dejar enfriar la masa.


Para el relleno: Realizar una ganâche de chocolate de la siguiente manera: trozar 150gr de chocolate para taza y volcar sobre esto 250cc de crema de leche caliente (no dejar que hierva). Con un batidor de metal o espátula, mezclar la preparación hasta homogenizar. Dejar enfriar unos 15 minutos.
 
Armado: Sobre la base de la tarta, colocar unas cucharadas de la ganâche, sobre esta colocar 150gr de nueces groseramente picadas o en mitades. Llevar a heladera 20 minutos, retirar y colocar el resto de la ganâche, cubriendo las nueces, hasta llegar al borde de la masa. Dejar enfriar en heladera por 3 horas.

Vacío

Vos me completás, le dijo Melina, y levantó el mentón para mirarlo a los ojos. Mariano no pudo evitar pensar en cómo ella también lo completaba; lo completaba hasta agotarlo, hasta dejarlo sin aire y provocarle arcadas. Melina y Mariano habían sido diseñados para no funcionar. Él bien lo supo cuando la conoció; era una organizadora sagaz y Mariano detestaba que se entrometieran en sus asuntos, y sobre todo, que intentaran darle un orden. Aun así, le dio cabida; lo hizo a fin de tentar, de desafiar al destino (en el que no creía), y para cerrarle la boca a Lorena, su amiga, que tanto presumía de conocerlo. Yo te conozco Marian; esa mina no es para vos. Éstas eran las cosas que más lo irritaban, y Melina había aparecido inmaculada de mañas de este estilo. Llegó sin referencias ni preconceptos sobre él, como quien entra en el aula de un colegio nuevo, y le pareció tan poco prejuiciosa y permeable, que pese a saber que no resultarían, ató sus amarras. Mariano la quería y con ella se sentía cómodo, pero la rutina del amor no había tardado en hacerle notar su peso. Por momentos, temía que esto se repitiera hasta convertirse en un patrón común para sus relaciones. ¿Existiría alguien capaz de sostener ese peso para que no lo asfixiara? Y se imaginó a una mujer que, con los brazos extendidos, cargaba el techo a punto de desplomarse, protegiéndolo. Se sintió culpable. Quizá el amor fuera eso, lo que tenía, y la literatura y el cine se habían encargado de engrandecerlo para hacerle frente a la infelicidad del mundo y volverlo más pretencioso. No lo sabía, pero muy dentro de sí, aunque no quisiera reconocerlo, había esperado un poco más de él.
Pensó en las piernas de Lorena, en sus pechos y en ese perfume en el huequito donde termina el cuello y empieza la cabeza, debajo del pelo, que una noche, por casualidad, como todo lo bueno que ocurría en su vida, había descubierto y que, felizmente, siempre encontraba cuando necesitaba consuelo. Ella era su remanso, su frase para quedar bien, su lugar seguro. Recordó un enero, años atrás, en que tocó el timbre de su departamento buscando refugio. Lorena bajó a abrirle en pijama y preparó café con leche para los dos. ¿Cómo me imaginás de acá a quince años?, le preguntó. Lorena tenía eso, le gustaba imaginarse en un escenario específico y jugar a que la vida se daba vuelta. Con hijos, capaz, y el pelo largo; con pantalones de jogging, porque te hartaste de hacer dieta y te molestan los jeans ajustados, y con un marido que habla mucho y opina de todo, sabiendo o no. ¿Y vos, cómo te ves?, inquirió ella nuevamente. Mariano se vio solo, pero le mintió para continuar con su fantasía y evitar que se pusiera densa. Yo te veo con una neurótica, anticipó Lorena. Puede ser, dijo él, pero tiene que estar muy buena. Con chicos, supongo, qué sé yo. Dejate de joder, son las cuatro ya; tengo sueño.
Ella le dio un beso en la frente y se llevó las tazas. Él se acostó en el sofá y perfeccionó (para consigo) lo expuesto segundos atrás. Se vio con hijos y con la neurótica, se vio también saliendo de la oficina para encontrarse con Lorena en un hotel, cuanto menos a charlar, y temió realmente necesitar de escapadas como esas en el futuro.
De inmediato volvió a Melina, que lo miraba con ojos limpios y desinteresados. Por qué no seré más simple, se reprochó. Vos también me completás amor, le dijo, y en un movimiento rápido le estampó un beso para cerrar el momento, temiendo quedar en evidencia.

viernes, 28 de mayo de 2010

Éxodo

Desde que Esther decidió dejarlo, la casa parecía deshabitada. Las flores del macetón estaban secas, las hojas del árbol de adelante habían tapado la canaleta, y la última lluvia esperaba inútilmente ser absorbida por la tierra del jardín convertido en pantano.
Adentro, el olor a humedad golpeaba en la cara al que entrara. Una pila de ropa sin doblar amenazaba al gato que se paseaba arriba de la mesa, olfateando los restos de comida de la cena del día anterior. Los ácaros daban un festín en la alfombra del living y en la cortina marrón, mojada por lo que se había filtrado de la lluvia. Él leía el diario y Esther miraba la tele, demostrando, sin esfuerzo, que hay muchas maneras de abandonar a un hombre.

Perversa inocencia

Le levantó la pollera de florcitas y le estiró las piernas hasta dejárselas completamente abiertas. Con violencia, la arrojó por la escalera; en el otro extremo la recibió Daiana. Notó que conservaba la sonrisa, aunque se había manchado la cara, tenía el pelo revuelto y, como era de esperar, había perdido la pierna izquierda en la caída. Daiana que, a pesar de sus siete años, conocía mucho de actitudes, sabía que los celos de su hermano eran producto de la preferencia de sus padres por ella. Recogió la muñeca tuerta y le colocó la pierna que había quedado suspendida en el sexto escalón. Los hombres, incluso a esa edad, tienen mecanismos de defensa muy extraños.

jueves, 27 de mayo de 2010

Vulgar desconcentración

Había quedado instalado entre el segundo y el tercer molar. Siempre se atascaban ahí, pensó Matías. Con la punta de la lengua comenzó a hacer presión, aquella fibra de carne parecía más resistente de lo que había imaginado. Su jefe le hablaba y Jackeline, la gerenta, asentía todo lo que decía. Estaba rodeado y era imposible meterse el dedo en la boca para quitarlo con la uña. Pensó en ir al baño pero significaba demasiado esfuerzo. Era sólo un trozo de carne. Si empujo un poco más lo saco, resolvió. Le empezó a doler la punta de lengua, por lo que, cambió de entrada; el hueco que se abría desde el lado que daba a la mejilla quizá funcionaría. Fue inútil, no lo logró. Tomó agua e hizo una especie de buche flojo mirando hacía abajo, pero tampoco así pudo extraelo. Su jefe ahora les pedía una opinión sobre lo expuesto; comenzó a hablar, pero cada vez  que se detenía en una pausa, la lengua, insistente corría tras aquel pedazo que, a estas alturas, lo estaba enfermando. El mozo se acercó con la ensalada de fruta. Un momento de distención, consideró Matías. Ahora hablaba Jackeline, llevaba un ritmo armonioso y movía las manos con gestos delicados. Se acordó de un artículo que decía que la gente que mueve las manos al hablar tiene problemas para expresarse. Se preguntó si él movería mucho las manos al hablar; nunca se había fijado. Eso no le molestaba de la gente; le parecía una manera de acaparar más atención, sobre todo cuando lo hacían las mujeres. Dudó, ¿más atención en el discurso o en ella misma? Terminó la ensalada de fruta y la alejó hacia el centro de la mesa. Volvió tras el trocito; ya no estaba. De inmediato recordó, la manzana te limpia los dientes. Qué genia la manzana, pensó. 

viernes, 30 de abril de 2010

Desencanto

  Su mamá la despertó a las nueve del sábado porque ella se lo había pedido. Ese era el único día de la semana en que el despertador no sonaba y era libre de dormir hasta las doce si quería, aunque éste no era el caso. Lucía quería acompañar a su papá al supermercado y controlar lo que se podía tachar de la lista que prepararon juntos la noche anterior. Probó varios changuitos y cuando encontró uno al que no se le trababan las ruedas, fue a chequearlo con el experto.
  Los dos se abrieron paso por las góndolas, ella revisaba las fechas de vencimiento de lo que Osvaldo elegía; si alguien sabía de compras, ése era él. Mamá cocinaba, hacía la listita (a veces) pero, para comprar, nadie como él. Ella estaba re contenta, papá la había dejado agarrar una barra de chocolate del oscuro que tanto le gustaba por haber sido tan buena compañera de supermercado. Ahora sólo quedaba ir a la caja, lo que más la aburría y, después, a casa.
  Llegaron pasadas las doce y media, mamá los vio llegar y se sacó el delantal. Era raro, nunca se lo quitaba los sábados hasta después de almorzar. Entraron y ella dijo: Osvaldo, llamó tu mamá, falleció tu abuela. Le pareció que él estaba por llorar, pero era el más fuerte de los hombres que conocía, y ahora se había ido a la pieza y ella solita iba a seguir con la tarea encomendada. Bajó las bolsas del baúl y empezó a guardar la fruta y las cosas que van en la heladera. Dejó el chocolate para otro día, uno mejor.
  Por la tarde la dejaron con la otra abuela, la mamá de su mamá, y se quedó a dormir. Jugó con sus primos y comió pastel de papas, dos porciones, y le hizo un dibujito a papá. El domingo volvió a casa. A la nochecita Osvaldo llegó con los ojos hinchados y rojos. Decidió darle el dibujo después; no quería verlo llorar. Él se acercó, la saludó y le preguntó cómo se había portado con la abuela. Cuando terminó la frase se dio cuenta; porque ella era chiquita pero astuta, y encima mamá siempre decía que el olfato lo había heredado de él. ¿Vos estuviste fumando?, le preguntó, y él, intentado resultar agradable, respondió: sabés que yo no fumo. Pero Lucía conocía ese olor, era el que tenían los papás de Camila en la boca cada vez que hablaban; no era tonta, qué se pensaba.
  Osvaldo quiso saber cómo lo había descubierto, pero no se animó a preguntarle. Lucía sintió por primera vez qué se sentía al ser defraudada y, por muchos meses, se quedó durmiendo los sábados hasta las doce.

sábado, 24 de abril de 2010

Relación de dependencia

Malena. Malena te dije que me llamo. ¿Cuándo lo vas a aprender, pedazo de zorra? ¿No te alcanza con joderme la vida desde el mediodía? Hoy tempranito, clavadas las diez pidiendo café descafeinado. Qué ridícula. Sos así en todo, hasta al café le llevás la contra. No hay nada que te venga bien.
Si lo abrocho porque lo abrocho; si le pongo clip porque se sale; si lo tiro sin romperlo, alguien puede leerlo; si lo rompo antes de tirarlo, es posible que después lo necesitemos. Nada, nada de lo que haga o deje de hacer puede hacerte sentir satisfecha. Y, oh casualidad, que en esa última palabra radican todos tus problemas: satisfacción. Mirá que soy de las que se oponen a esa idea absurda de que cuando una mina se queja es porque le falta un tipo. Para mí, cuando una mina se queja es porque el que tiene le está sobrando. Pero querés que te diga, vos sos la excepción a mi regla. Y ahora estás ahí, sentadita con las piernas cruzadas, con tu mejor cara de gata y tu acento de cheta gestionando el ascenso. Eso sí, seguro que al Sr. CEO no le cortás las frases antes de terminarlas, como hacés conmigo, ni le decís que el perfume que lleva puesto es la muestra barata del tuyo. ¿Sabés lo que sos? una groncha. A la señorita háblenle de Channel, pero no le pregunten por Randazzo. De qué te la das. Sos guaranga hasta en la forma de fumar. No te soporto más. Ni bien aparezca algo mejor me. Señor, un cortado para usted y por acá un descafeinado. Si necesitan algo más me avisan. Me voy, aparece algo y me voy. ¡Qué escena te armaría! los demás me verían susurrarte: perra. Y vos te quedarías ahí, quietita, quizá indiferente; con ganas de decir algo con peso, pero te darías cuenta de que no contás con esa habilidad, entonces gritarías, gritarías fuerte como quien no puede hacerse oír y te encerrarías. ¿Terminaron? ¿Puedo retirar las tacitas?

martes, 30 de marzo de 2010

Retorno al primer placer

Cerró la puerta de la habitación y corrió la cortina para que no la vieran del edificio de enfrente. Se paró delante del espejo, se quitó la blusa y se desabrochó el corpiño.
Nunca le había dolido tanto el sentirse rechazada. Quizá fuera porque a raíz de él había conocido una nueva dimensión del amor... No lo sabía. Sólo tenía claro que su cuerpo, ese que ahora lucía algo cansado y fuera de línea, era lo único que podría saciarlo. También se supo reemplazable, pero no era de las que se rendían fácilmente. Decidida, se acercó hasta donde él ahora dormía, lo tomó entre sus brazos y le quitó el chupete; y así en la intimidad más íntima de los dos, como en un acto de generosidad, él se prendió a su teta con hambre voraz.

viernes, 26 de marzo de 2010

Intimación

La cazó de los pelos y le hundió la cabeza en el plato. La revelación le cayó antes de poder abrir los ojos; la comida balanceada, de ahora en adelante, sería su única opción.

Delicia conyugal

Puso la pava al fuego, prendió la radio y mientras observaba de qué manera él despertaba a los niños, lo supo; la felicidad era frita, rellena de dulce de leche y venía por docena.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Delicia

Era lo más rico que había probado en su vida. El merengue, firme, le llenaba la boca de aire y azúcar. El chocolate había tomado el dominio y se deslizaba como una alfombra elegante sobre su lengua. Todo lo empalagoso del dulce de leche era neutralizado por las frutillas: totalmente ebrias de coñac, danzaban amalgamando los sabores. Esa noche, la chica del pastel había resultado el manjar más exquisito.

viernes, 15 de enero de 2010

De este otro lado

Lapendeja tiene el pelo virgen y lo lleva suelto. No sabe lo que es ir a buscar a la peluquería ese cambio que no llega. No sabe lo que es teñirse por un tipo ni raparse porque resultó ser un hijo de puta. Lapendeja ignora que “estaba” se escribe con B y “estuvimos” con V, desconoce las excepciones a la regla, pero agregando un emoticón al final de cada frase se exime de culpas.
Lapendeja nunca se preocupó en pensar si entre el sueldo de él y el sueldo de ella se podría pagar el alquiler de un departamento. Lapendeja habla de zapatitos de cristal y cierra los ojos para que él venga a abrírselos. Habla de cuerpos, del suyo, del de él y del de la otra; e ignora que sus tetitas de durazno dejarán en unos años de verse atractivas y necesitará de un comentario inteligente para brillar en una reunión.
Lapendeja hace silencio cuando en la mesa hablan de un tema que desconoce. Lapendeja no le preguntó en la primer salida a quién había votado y por qué. A ella no le interesa la ley de medios mientras pueda seguir escuchando por la radio el tema que ya eligió para sus quince. Lapendeja no le teme al amor, le gusta gritarlo; Cortázar diría de ella “cómo te gusta usar el verbo amar, con qué cursilería lo vas dejando caer sobre los platos y las sábanas y los autobuses”, y aun así no le asusta que él no lo grite.
Lapendeja no se maquilla, no se pinta las uñas, no se cuida del sol. Concibe su adolescencia como eterna y desearía tener 18. Se cree todo lo que le dicen, le gusta recorrer con su príncipe castillos de cristal y huir de la vida a galope sobre un caballo blanco. Desconoce la desilusión y nunca la traicionaron.
Lapendeja no elige el lugar ni la mesa ni la película. Disfruta cuando él la conduce, disfruta de ser arcilla. Lapendeja no tiene definidos sus gustos en el amor. Todavía no sabe dónde ni cómo prefiere que la besen; es él quien la lleva a descubrirse. Lapendeja tiene todo por delante, la otra, todo por detrás. Lapendeja tiene toda su confianza puesta en él, la otra, toda en sí misma.