por Agustín Gribodo
. . . En uno de sus libros, Ernesto Sabato apuntó que un buen escritor expresa grandes cosas con pequeñas palabras y que, por el contrario, un mal escritor dice cosas insignificantes con palabras grandiosas. En el mismo sentido puede ser tomada la recomendación de Horacio Quiroga cuando, en su Decálogo del cuentista, señala que si se quiere decir que “desde el río soplaba un viento frío”, lo mejor es hacerlo con esos términos, pues no hay en lengua humana más palabras que ésas para expresar con exactitud tal circunstancia.
. . . Ambos, Sabato y Quiroga, exponen dos rasgos de la escritura que muchos lectores agradecen: precisión y economía. Nadie en su sano juicio sería capaz de negar estas dos condiciones esenciales de la buena literatura en, por ejemplo, la obra de Jorge Luis Borges. Donde un poeta menor escribiría “la rosa imposible de alcanzar”, él escribe “la rosa inalcanzable”. Donde un narrador común necesitaría de al menos una carilla para describir la extraña sensación de haber visto el Aleph; Borges (el personaje de la narración), luego de haber presenciado el torbellino del universo, “el inconcebible universo”, simplemente piensa: “En la calle, en las escaleras de Constitución, en el subterráneo, me parecieron familiares todas las caras. Temí que no quedara una sola capaz de sorprenderme...”. Sin duda, eso es precisión y economía.
. . . En el periodismo, hermano menor de la literatura, nos encontramos con una situación similar. Cuántas veces leemos columnas políticas o editoriales de una prosa enrevesada, ardua, sinuosa. Los admiradores de este estilo “culturoso” piensan que el verdadero mensaje hay que saber leerlo entre líneas. A otros, en cambio, les queda la impresión de que en muchas de esas tortuosas columnas no se quiere decir nada o, en el peor de los casos, no hay nada que decir.
. . . En este punto, algunos escritores y periodistas tienen algo en común: creen que si no pueden ser claros, hay que ser definitivamente oscuros. Quizá su mediocre lógica los hace pensar que si los lectores no los entienden es porque poseen una estatura intelectual inferior. Por suerte, se puede echar mano a la relectura de artículos de Osvaldo Soriano, Tomás Eloy Martínez y Gabriel García Márquez, entre otros. De ese sano ejercicio surge la certeza de que en todo buen periodista hay por lo general un buen escritor.
. . . En el Curso de periodismo escrito, editado por Atlántida en el año 2005 y elaborado por Alfredo Serra y Edgardo Ritacco, hay un capítulo dedicado al estilo. En él se recomienda a los periodistas evitar el abuso de ciertas expresiones y frases hechas que enturbian la comprensión del texto. Esas construcciones pueden ser reemplazadas por otras con las que la lectura se vuelve más directa y ágil. Pues, dicen acertadamente Serra y Ritacco: cuando se escribe con claridad, el lector tiene una comprensión inmediata de lo que está leyendo.
. . .Entre los ejemplos que desaconseja el curso publicado por Atlántida está la rimbombante frase: lo que acontece en la vía pública. No está de más aclarar que un periodista y un escritor que se precien sólo se limitarían a decir: lo que pasa en la calle.
.
4 comentarios:
Muy bueno, Genio!!!!
Un abrazo Roberto
interesante artículo. Me gustaría conocer la opinión de José Saramago.
Un saludo
Saramago es, esencialmente, un escritor de estilo árido y de no fácil lectura. Sin embargo, no pondría en duda su sinceridad en cuanto a los recursos estilísticos que emplea. Los escritores y periodistas a los que me refiero en la nota son aquellos que adoptan la pose de "cultos" para disfrazar sus limitaciones expresivas.
Con todo, Ego-Sum, a mí también me gustaría saber qué opinaría al respecto Saramago.
Un abrazo interoceánico.
Lo que se entiende por claridad, en general, está basado en los lugares comunes, las zonas claras en las que todos nos superponemos y confundimos; en esos casos, se dice muy poco y la comprensión está basada en la experiencia de cada uno. La "cosa oscura" es simplemente el grito o alarido de nuestro núcleo, subjetivo, único, y no resulta tan oscura cuando nos preparamos para entender. Adhiero a la crítica negativa del periodismo rebuscado: las columnitas de Aulicino en Ñ, por ejemplo.
Publicar un comentario