(2012)
LA HORA DE LOS NAIPES
A Eduardo
A Eduardo
Cómo alcanzar el cabo de este ovillo.
Cómo
erguirme y escapar de la cárcel que me tejo,
si no se
va esta angustia, si no cede,
si el
dolor oprime todas mis fronteras.
Escapé: no hay sombra
Volví: falta la luz
Tomé el pincel: se nublan los colores
Ya recorrí a oscuras el pasillo, y ahora…
me
derrumbo en esta cama, empapada
del
llanto de mis poros, de mi llanto. Ay,
que no declina,
no, que me estrangula, que me asfixia. Me taladra
como una
línea gris directo a los cipreses.
Apagué
el teléfono:
no
quiero oír la voz de las demandas.
¿Cuántas veces así, para mañana
siempre?
Llegó la
noche a las ventanas: ahora,
ya se
igualó la calle con mis sienes;
no hay
adverbio de lugar que me socorra.
no hay
Madrid ni Toledo que calmen.
¿Dónde el punto de fuga de este cuadro triste?
¿Dónde el punto de fuga de este cuadro triste?
El
sinfín, el no retorno, ¿quién impuso el castigo
de
ganarse la vida, embrutecerse?
Mis
deseos solo alcanzan a mis lienzos, a mis libros,
la
enciclopedia y una lámpara:
absorber
lo
aprendido por los hombres y los años.
También
necesito de una madre, pero es tarde,
tengo
que acallar mi pálpito, salir
de este
embudo oscuro en que no quepo, silenciarme.
Ya
cubren los naipes el tapete:
sólo sentiré un frío tremendo en
mi garganta.
Tal vez, ni oiga el ruido
estrepitoso de La Nada.
Todos los derechos©Ángeles Fernangómez (texto y foto)