Ese es el tiempo que tengo sin poner una entrada. No crean que no tenía remordimientos, claro que sí, sobre todo cuando hay tanto que contar.
Pero hoy he entrado en consciencia de por qué le huyo al publicar en el blog. Se acaban de cumplir 4 horas desde que comencé a organizar las cosas para esta entrada, sin tomar en cuenta por supuesto el tiempo invertido en tomar las fotos y que estoy comenzando a escribir. Se imaginan que una señora como yo, madre de una universitaria y una preescolar, con maridito, con madre, que se está cayendo a piñas con una tesis de Maestría, que tiene un trabajito (desde casa, gracias a Dios) y además tiene que ocuparse de labores tales como cocinar, lavar, ordenar y mantener limpieza (además de la plancha ocasional que la odio a muerte) no es que esas 4 horas me sobren precisamente.
Sé que es una banal excusa, pero algo que debería ser grato se convierte en un maratón de edición de fotos, subida, acomodada, escritura y eso.
De repente soy yo, que juro que aún escribo para un noticiero y me exijo como que mucho, pero tengo que encontrar la manera de agilizar este asunto.
Pero bueno, ya basta de quejadera y análisis de-por-qué-nunca-tengo-tiempo y vamos a grano. Hoy he venido mostrarles una cosa gratísima y de vieja deuda además.
Resulta que en febrero, ¡¡¡PORRRR FIIIINNNN!!! (disculpen el alarido virtual) pude visitar una tienda que llevaba meses con ganas de visitar.
Se llama
Manoarte y queda en el pueblo de El Hatillo, cerca de Caracas. Acompáñenme a visitarla.
Comencemos por esta belleza de fachada, que parece hecha con cremita de pastel de nena:
Con esa puertesita siempre abierta que te invita a entrar y caray, cómo cuesta salir de allí.
Una vez traspasado el umbral te encuentras en un espacio que te atrapa y para donde fijes la mirada es difícil retirarla y no se diga concentrase en cosas como saludar y presentarse. Es difícil, de verdad, es difícil. Veamos por qué:
Primero su decoración, describirla con palabras es complicado porque aunque es bella a la vista, lo más importante en cómo te sientes allí. Es así como antigua, acogedora, casera.
Por todos los espacios vas viendo detalles, fotos de sus dueñas, marcos, portaretratos, la máquina antigua, el mueble, el baúl con las telas, el armario (aquí le llamamos escaparate, era lo que todos usabamos antes de la idea de los closets), el maniquí, las cestas, en fin una cantidad de cositas que así que te las llevas todas, hasta las de adorno.
Ajá, ¿vamos Yay, qué sitio es ese, para qué sirve, qué hacen?
Pues Manoarte es una tienda-escuela-club-centro de reuniones-paraiso terrenal. Es ese concepto hermoso de las manualidades, donde este se convierte en un arte compartido, es una pasión que te hace entrañable amiga automática de quien comparte tu sentido del gusto y la belleza del arte manual.
Lo primero que atrajo mi mirada (por supuesto) son las dos paredes dedicadas al punto de cruz, con telas, gráficos, accesorios, herramientas y ese laaaaaargo etcétera, que tanto nos gusta tener en casa, a manito.
No podían faltar los hilos, casi que agarro el carrusel, me lo echo al hombro y me voy corriendo por la calle, dejando a mi pequeña Sabrina en prenda jejejejeje.
Por supuesto no pueden faltar los botones, qué botones.
Y por si queda duda, por todos lados hay cuadros bordados.
Como no es suficiente con enloquecer con el PX, también tenemos en
Manoarte, lo que te puedas imaginar de Scrapbook, (suspiro) ese arte con papel que es taaaaan fascinante y bello.
En este sentido tenemos accesorios, herramientas, cintas, papeles, perforadores, sellos, tintas, en fin todo lo que puedas necesitar, porque no es querer, una vez que vez toda esa maravilla, necesitas esas cosas.
Entre todo lo que me mostraron está una maquina que se llama
Cricut y que corta cualquier cantidad de cosas bellas en papel, cartulina, algunos modelos en tela y fondant para tortas. Les sugiero vean la página, porque lo que pueda contarles me quedo corta. Para una pequeña muestra, miren estos muñequitos con los que jugó mi Sabri mientras duró la visita:
Y por si fuera poco también dan clases de todas estas maravillas y tienen un club de bordadoras y "scrapbuseras" que se reúnen semanalmente, miren donde:
En este acogedor salón aprendes, ríes, trabajas y haces cosas hermosas, acompañada de mujeres cheverísimas.
jajajaja que me gusta la intriga, ¿no? Pues conozcamos a las dueñas y artífices de todo esto.
Aquí estamos las cuatro. Katiana es una chica estupenda, divertidísima y que después descubrimos que fue profesora de mi hija mayor. María Belén es una encantadora mujer que borda como los dioses y que tiene un gusto y encanto difícil de describir, solo se puede disfrutar.
Aunque ambas le meten a todo, Katy se va más al Scrap y MariBe a las cosas con telas, bordado, patch, bisutería.
He ido sólo dos veces y ambas he tenido que salir a empujones de allí casi.
Gracias por hacernos sentir tan bien con ustedes y le auguro un éxito perenne porque cuando las cosas se hacen con las ganas y el amor como lo hacen ustedes, solo les queda triunfar.