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256 pages, Paperback
First published January 1, 1927
Steppenwolf was a man nearing fifty who one day some years ago called at my aunt’s block of flats in search of a furnished room. Having rented the attic room up under the roof and the small bedroom next to it, he came back a few days later with two suitcases and a large book chest, and lodged with us for nine or ten months.
For a short time I can stand to inhale the lukewarm, insipid air of the so-called good days, free of desire and pain. But, childish soul that I am, I then get so madly sore at heart and miserable that I fling my rusty thanksgiving lyre in the smug face of the drowsy god of contentment and opt for a true, devilish pain burning inside me rather than this room temperature so easy on the stomach.
Gothic doorway and the mysterious sign above it, mocking me with its flickering neon letters. What message had they spelled out? ‘Admission not for everybody.’ And: ‘For mad people only.’
Had I not been enough of an outsider, mad enough, for years? And yet, deep down inside me, I fully understood this summons, this invitation to go mad, to jettison all reason, inhibition and bourgeois respectability, and to surrender myself to the fluctuating, anarchic world of the soul, of the imagination.
“… era Armanda como la vida misma: siempre momento… Y lo mismo da que fuese todo ello alta sabiduría o sencillísima candidez. Quien sabía vivir de esta manera el momento, quien vivía de este modo tan actual y sabía estimar tan cuidadosa y amablemente toda flor pequeña del camino, todo minúsculo valor sin importancia del instante, éste estaba por encima de todo y no le importaba nada la vida…. se entregaba sencillamente al momento de tal suerte, que estaba abierta por entero, lo mismo que a toda ocurrencia placentera, también a todo fugitivo y negro horror de lejanas profundidades del alma y lo gustaba hasta el fin.”La novela, de estilo directo y sencillo, es simbólica y filosófica, un recipiente dónde Hermann Hesse encarnado en Harry Heller vierte sus achaques morales y vitales para quemar a fuego lento sus contradicciones.
“Al que ha experimentado la descomposición de su yo le enseñamos que los trozos pueden acoplarse siempre en el orden que se quiera, y que con ellos se logra una ilimitada diversidad del juego de la vida.”Porque una cosa tiene clara Hess, “sin amor de la propia persona es imposible el amor al prójimo”, y, por tanto, ese debe ser el objetivo, quererse a sí mismo, estar conforme con quién la fortuna ha dispuesto que seamos.
“Es verdad que este inteligente e interesante señor Haller había predicado buen sentido y fraternidad humana, había protestado contra la barbarie de la guerra, pero durante la guerra no se había dejado poner junto a una tapia y fusilar, como hubiera sido la consecuencia apropiada de su ideología, sino que había encontrado alguna clase de acomodo, un acomodo naturalmente muy digno y muy noble, pero de todas formas, un compromiso. Era, además, enemigo de todo poder y explotación, pero guardaba en el Banco varios valores de empresas industriales, cuyos intereses iba consumiendo sin remordimientos de conciencia. Y así pasaba con todo. Ciertamente que Harry Haller se había disfrazado en forma maravillosa de idealista y despreciador del mundo, de anacoreta lastimero y de iracundo profeta, pero en el fondo era un burgués…”Reconciliar estos opuestos se presenta ante él como la solución a todos sus problemas existenciales. La solución que propone el mismo autor, vuelvo a estar seguro, no termina de creérsela, al fin y al cabo, además de que sigue sin estar exenta de contradicciones, no deja de ser un escapismo de igual calibre que el que promete la religión del burgués.
“Vivir en el mundo, como si no fuera el mundo, respetar la ley y al propio tiempo estar por encima de ella, poseer, «como si no se poseyera», renunciar, como si no se tratara de una renunciación”Propone ser fiel a lo que se es, como lo son los animales, las flores las estrellas en el cielo, aunque no nos diga como lidiar con el ser que somos y que aborrecemos. Propone no abandonar la lucha aunque se sepa que esta es estéril. Propone creer firmemente en esa eternidad, ese “reino de lo puro”, “lo que está fuera del tiempo, el mundo del valor imperecedero, de la sustancia divina” al que se podrá acceder aunque no se llegue a la genialidad de un Mozart, basta con un noble actuar, con la pureza de sentimiento.
“Es el reino más allá del tiempo y de la apariencia. Allá pertenecemos nosotros, allí está nuestra patria, hacia ella tiende nuestro corazón, lobo estepario, y por eso anhelamos la muerte. Allí volverás a encontrar a tu Goethe y a tu Novalis y a Mozart… Hay muchos santos que en un principio fueron graves pecadores; también el pecado puede ser un camino para la santidad, el pecado y el vicio”En fin, propone “acostumbrarse a la vida y aprender a reír”, “venerar el espíritu que lleva dentro y reírse de la demás murga”. Nada más fácil, ¿no creen?
“El burgués es consiguientemente por naturaleza una criatura de débil impulso vital, miedoso, temiendo la entrega de sí mismo, fácil de gobernar. Por eso ha sustituido el poder por el régimen de mayorías, la fuerza por la ley, la responsabilidad por el sistema de votación.”Lo que sí queda claro es que el autor era partidario de la ingesta de sustancias susceptibles de abrir la mente a otras dimensiones, como si para encontrar la verdad no hubiera otra forma que estar intoxicado o quizás soñar. Tan claro como la consideración en la que tenía a las mujeres: si para Harry el objetivo era ser un Mozart o un Goethe, para Armanda, hija del diablo como él, la mayor ambición sería “ser la mujer de un rey, la querida de un revolucionario, la hermana de un genio, la madre de un mártir”.
“Obedecer es como comer y beber. El que se pasa mucho tiempo prescindiendo de ello, a ése ya no le importa nada.”