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165 pages, Hardcover
First published December 1, 1980
Where civilization entailed the corruption of barbarian virtues and the creation of dependent people, I decided, I was opposed to civilization.
It may be true that the world as it stands is no illusion, no evil dream of a night. It may be that we wake up to it ineluctably, that we can neither forget it nor dispense with it. But I find it as hard as ever to believe that the end is near.
I was the lie that Empire tells itself when times are easy, he the truth that Empire tells when harsh winds blow. Two sides of imperial rule, no more, no less.
With the buck before me suspended in immobility, there seems to be time for all things, time even to turn my gaze inward and see what it is that has robbed the hunt of its savour: the sense that this has become no longer a morning's hunting but an occasion on which either the proud ram bleeds to death on the ice or the old hunter misses his aim; that for the duration of its frozen moment the stars are locked in a configuration in which events are not themselves but stand for other things.
“You think you know what is just and what is not. I understand. We all think we know." I had no doubt, myself, then, that at each moment each one of us, man, woman, child, perhaps even the poor old horse turning the mill-wheel, knew what was just: all creatures come into the world bringing with them the memory of justice. "But we live in a world of laws," I said to my poor prisoner, "a world of the second-best. There is nothing we can do about that. We are fallen creatures. All we can do is to uphold the laws, all of us, without allowing the memory of justice to fade.”
“… una situación en la que investigo para dar con la verdad, en la que tengo que presionar para encontrarla. Al principio solo obtengo mentiras, así es, primero solo mentiras, entonces hay que presionar; después más mentiras, entonces hay que presionar más; luego el desmoronamiento, tras este seguimos presionando, y por fin la verdad. Así es como se obtiene la verdad.”Los interrogatorios de la CIA, de la misma forma que los de la novela, fueron del todo ineficaces, y en ambos casos consta que los interrogados terminaban confesando, si es que contaban algo, cualquier cosa con tal de detener la tortura, con el consiguiente y posterior consumo de recursos en la comprobación y seguimiento de las pistas falsas. Lo más terrible de todo, si es que algo puede ser más terrible, es que informes parecidos realizados con anterioridad habían llegado a las mismas conclusiones y no se tuvieron en cuenta. Los psicólogos se embolsaron 81 millones de dólares por el asesoramiento.
“Al observarle me pregunto qué sentiría la primera vez que lo invitaron como aprendiz a retorcer los alicates o apretar las tuercas o hacer lo que tengan por costumbre: ¿se estremeció siquiera ligeramente al saber que en ese mismo instante estaba traspasando el límite de lo prohibido?”Otro punto importante que aborda Coetzee es la utilización del miedo como arma del Poder para su subsistencia, un miedo que infunde directamente mediante la represión e indirectamente mediante la demonización de un supuesto enemigo exterior, que ni siquiera tiene por qué existir o ser una amenaza, y para el cual ellos se reivindican como la única protección posible.
“No existe a lo largo de la frontera mujer que no haya visto en sueños la mano morena de un bárbaro surgiendo bajo su cama para agarrarle el tobillo. Ni tampoco hombre que no se haya atemorizado con visiones de los bárbaros celebrando orgías en su hogar, rompiendo los platos, incendiando las cortinas y violando a sus hijas.”Y paralelamente a todo ello, están las reflexiones de un miembro civil de ese poder, un miembro bien intencionado, amable, que se enfrenta a la dura represión del ejército y que termina siendo consciente de su antigua participación en el juego del poder.
“Yo era la mentira que un Imperio se cuenta a sí mismo en los buenos tiempos, él la verdad que un Imperio cuenta cuando corren malos vientos. Dos caras de la dominación imperial, ni más ni menos.”Un magistrado que es testigo de los injustos desmanes que comete el poder y al que tarda en enfrentarse, con el consiguiente sentimiento de culpa, para terminar sufriéndolo en sus propias carnes.
“Desde entonces nunca volvió a ser enteramente humana, dejó de ser hermana de todos nosotros. Se rompieron ciertos vínculos, su corazón no pudo volver a abrigar ciertos sentimientos. Yo también, si vivo lo bastante en esta celda con los espíritus no sólo del padre y de la hija sino además con los del hombre que ni siquiera a la luz de la lámpara se quitaba sus discos negros de los ojos y del subordinado cuyo trabajo consistía en mantener la parrilla encendida, me contagiaré y me convertiré en un ser que no cree en nada.”Toda esta reflexión está realmente bien, con momentos de gran dramatismo que se leen sin respirar. Pero después hay otra parte de la novela, bastante extensa, con cavilaciones sobre el deseo, la vejez, las cosas importantes de la vida…, muy al margen de todo lo anterior, que se me hicieron pesadas. Tampoco me gustó como concluye la historia y el optimismo que ella refleja, ni el buenismo excesivo de esa declaración del protagonista, “Creo en la paz, y tal vez incluso en la paz a cualquier precio”, que es justo la actitud que el poder necesita y a la que le puede poner un precio demasiado alto.