Historia tópica pero visible; interpretaciones sencillamente antológicas, en especial Jose Bódalo (que se merecía mucho más una nominación y, por qué no, el Oscar, mucho más que la peli propiamente dicha) y Agustín González. No es ni la maravilla que algunos ven ni el bodrio que otros masacran. Es un melodrama bastante normalito que pretende apelar a la nostalgia y a los buenos sentimientos, y mayormente lo consigue.

El problema es que es una película que nació vieja, porque ese era su objetivo, homenajear el melodrama más clásicote, y más de cuarenta años después partes de ella no es que hayan envejecido, es que se han quedado podres: la escena de la llamada del rey, por ejemplo, que chirría por los cuatro costados, o las escenas del partido en El Molinón, que ilustran pero no aportan. Y ahora llegamos al mayor problema: Garci, o consciente de que el argumento no da para un largometraje o en un ejercicio de onanismo cinematográfico, alarga interminablemente las escenas de ambientación, que vale, son necesarias para establecer ese aspecto nostálgico que se busca, pero duran demasiado. El trabajo de fotografía es más que correcto, consiguiendo que la gris y cutre Xixón de la época llegue a parecer bonita, pero la peli se hace muy lenta, demasiado lenta.

Recorten unos cuantos planos de ambientación, eliminen algún diálogo cansino y habría quedado la cosa en un telefilm de una horita mucho mejor, sin Oscar pero igual hasta con Emmy, vayan ustedes a saber. Y por favor, con mucho menos Canon de Pachelbel, una de las melodías más hermosas que ha dado la Historia de la Música y que de tanta repetición se llega a hacer insufrible...

Me quedo, sobre todo, como he dicho, con una fotografía muy hermosa y con un trabajo actoral de campanillas, destacando, como todo el mundo hace, la famosa escena de Bódalo y Ferrandis, una auténtica lección de interpretación sobre todo por el primero de ellos.