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Voto de Lukas:
7
2024
Rodrigo Sorogoyen (Creador), Paula Fabra (Creadora) ...
7,8
5.815
Serie de TV. Drama. Romance
Miniserie de TV (2024). 10 episodios. Ana cumple 30 años el día de Año Nuevo con la vida aún por resolver: vive en un piso compartido, no le gusta su trabajo, cambia a menudo de amigos... Óscar cumple 30 años el día de Nochevieja con la vida casi resuelta: médico vocacional, amigos fieles y una relación que va y viene. Justo cuando los dos llegan a la treintena se conocen, se enamoran y comienzan una relación que se alargará diez años.
12 de enero de 2025
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El otro día me llegó una noticia, con el siguiente titular: “Nos une la querencia por contar todo lo banal de la vida”. Era una entrevista a Rodrigo Sorogoyen y Marta Jiménez Serrano, en La Nueva España, el 9 de enero de 2025. La firma era de Inés Martín Rodrigo. Ella es escritora, y ha publicado “No todo el mundo”, una colección de relatos, en Sexto Piso. Su tema: el amor.
«Escritos con deliciosa osadía y un deslumbrante sentido de la velocidad, estos relatos de Marta Jiménez Serrano conforman un retrato lúcido, compasivo y divertidísimo del amor contemporáneo». (Alejandro Zambra).
Parece ser que Rodrigo Sorogoyen invitó a la escritora al estreno de su serie, porque le gustó el libro, se sintió de alguna forma identificado con ese mundo de relaciones fluidas, ese amor liquido contemporáneo, de la generación millennial. Tal vez éste sea el mejor intro para esta serie en diez episodios, de unos cuarenta y cinco minutos cada uno, con guión del director, Paula Fabra y Sara Cano. También ellos han tratado aquí de narrar la banalidad de una relación a lo largo de una década. La idea es excelente: cada episodio se sitúa en la Nochevieja o el Año Nuevo, y en esas pocas horas vemos el avance, o retroceso, o lo que sea, de esta relación entre dos treintañeros.
Vi la serie poco a poco, entre el 12 y el 18 de diciembre de 2024, a razón de dos episodios por noche. Creo que es lo mejor, porque así es como si vieras un largometraje, y no te empachas con la historia. Pero claro, si la quieres ver de un tirón, adelante…, pero vas a salir un poco mareado. La historia hay que ir digiriéndola poco a poco, pero merece la pena.
El arranque es magnífico, y ya me enganchó. Cuenta, como ya uno puede imaginarse, cómo se conocen Óscar y Ana: un médico internista, una camarera. Dos jóvenes en la treintena, él que parece tenerlo todo más o menos estable, y ella que va a su aire, dando tumbos. Ya había visto “Estocolmo”, que me gustó, a pesar de lo irregular que es. Sorogoyen construye una buena atmósfera, y lo mejor, presenta todo con una gran naturalidad, como si estuviésemos en la vida misma. El problema viene a partir del segundo episodio, pues la cosa ya no marcha tan bien. Y empieza el aburrimiento. El episodio 3 me gustó un poco más, pero tampoco es para tirar cohetes. Es en el episodio 5 que la serie remonta un poco el vuelo, al cambiar Madrid por Berlín. Aquí pasan cosas, que ya contaré en la zona spoiler. La segunda tanda de episodios se estrenó por esos días, creo que el 12, así que ya podía ver los cinco restantes. Por desgracia, esos episodios de la segunda parte son mucho más flojos y hasta aburridos. El problema es que, el arma con que cuentan los guionistas, se les vuelve en contra: ese retrato de la naturalidad / banalidad de las relaciones actuales, choca con la dinámica de la ficción, que requiere de tensión dramática, brillo, alzarse por encima de la mediocridad cotidiana. Y es ahí donde el espectador empieza a cabrearse, a perder la paciencia. No es extraño que muchos espectadores se quejen de lo mismo: actores con poca química, guión fallido, todo muy plano y sin color. Por no hablar de que el mundo que se describe, que se muestra, es el pijo progre de ciertos barrios de Madrid…
Pero, a pesar de todo, la serie acierta en su discurrir por la realidad de unos jóvenes, que ya no son tan jóvenes, y que luchan por establecerse y encontrar su lugar en el mundo. Y, lo mejor de todo, acierta cuando nos cuenta la realidad sin disfrazar, sin tonterías: que el amor, en su lugar, es decir, por fuera del matrimonio, de las relaciones formales, de los compromisos y el trabajo y la vida estable y aburrida. Óscar y Ana siguen su camino, los vemos ir y venir, hasta ese último episodio, que es un magnífico cierre a la serie, y que supone además un juego con el virtuosismo técnico, al salir de los lugares cerrados en que transcurre casi toda la acción, y estar rodado en un plano secuencia de casi cincuenta minutos, en un despliegue maravilloso de saber hacer y romanticismo que alza el vuelo. Si el episodio 9 es una inmersión en la banalidad de la vida, los problemas que nos machacan, la preocupación por el amigo…, en el episodio final asistimos a un tour de force técnico y a un enfrentamiento con la gran pregunta que nos acucia: ¿existe el amor? ¿Es posible mantener la chispa a través del tiempo, los años que no perdonan?
En cuanto a la interpretación, que otras críticas han discutido bastante, decir que me pareció bastante buena. Tanto Francesco Carril (a quien ya había visto en “Tenéis que venir a verla”, de Jonás Trueba) como Iria del Río, que no conocía de nada, se meten muy bien en sus respectivos papeles, y hacen creíble el devenir de esta pareja, a lo largo de los años. Son un poco sosos los dos, más él que ella, pero es que la juventud actual es así, tal vez… El resto son secundarios, y cumplen bastante bien. El único que desentona es Benjamín Prado, que hace de padre de Óscar, y que chirría cada vez que aparece.
Por lo que respecta a la banda sonora, la música, las canciones que acompañan en los distintos episodios, pues qué se puede decir: música de pijos, que va bien para las distintas secuencias, pero que no deja de ser un capricho más del director y sus guionistas.
Decir que, aunque tengo más de cincuenta años, y por lo tanto no pertenezco a esta generación que se retrata, de alguna forma puedo entender algunos de sus problemas y vivencias. Algunos, pocos en realidad. Lo demás me parece muy lejano, incluso de otro planeta.
«Escritos con deliciosa osadía y un deslumbrante sentido de la velocidad, estos relatos de Marta Jiménez Serrano conforman un retrato lúcido, compasivo y divertidísimo del amor contemporáneo». (Alejandro Zambra).
Parece ser que Rodrigo Sorogoyen invitó a la escritora al estreno de su serie, porque le gustó el libro, se sintió de alguna forma identificado con ese mundo de relaciones fluidas, ese amor liquido contemporáneo, de la generación millennial. Tal vez éste sea el mejor intro para esta serie en diez episodios, de unos cuarenta y cinco minutos cada uno, con guión del director, Paula Fabra y Sara Cano. También ellos han tratado aquí de narrar la banalidad de una relación a lo largo de una década. La idea es excelente: cada episodio se sitúa en la Nochevieja o el Año Nuevo, y en esas pocas horas vemos el avance, o retroceso, o lo que sea, de esta relación entre dos treintañeros.
Vi la serie poco a poco, entre el 12 y el 18 de diciembre de 2024, a razón de dos episodios por noche. Creo que es lo mejor, porque así es como si vieras un largometraje, y no te empachas con la historia. Pero claro, si la quieres ver de un tirón, adelante…, pero vas a salir un poco mareado. La historia hay que ir digiriéndola poco a poco, pero merece la pena.
El arranque es magnífico, y ya me enganchó. Cuenta, como ya uno puede imaginarse, cómo se conocen Óscar y Ana: un médico internista, una camarera. Dos jóvenes en la treintena, él que parece tenerlo todo más o menos estable, y ella que va a su aire, dando tumbos. Ya había visto “Estocolmo”, que me gustó, a pesar de lo irregular que es. Sorogoyen construye una buena atmósfera, y lo mejor, presenta todo con una gran naturalidad, como si estuviésemos en la vida misma. El problema viene a partir del segundo episodio, pues la cosa ya no marcha tan bien. Y empieza el aburrimiento. El episodio 3 me gustó un poco más, pero tampoco es para tirar cohetes. Es en el episodio 5 que la serie remonta un poco el vuelo, al cambiar Madrid por Berlín. Aquí pasan cosas, que ya contaré en la zona spoiler. La segunda tanda de episodios se estrenó por esos días, creo que el 12, así que ya podía ver los cinco restantes. Por desgracia, esos episodios de la segunda parte son mucho más flojos y hasta aburridos. El problema es que, el arma con que cuentan los guionistas, se les vuelve en contra: ese retrato de la naturalidad / banalidad de las relaciones actuales, choca con la dinámica de la ficción, que requiere de tensión dramática, brillo, alzarse por encima de la mediocridad cotidiana. Y es ahí donde el espectador empieza a cabrearse, a perder la paciencia. No es extraño que muchos espectadores se quejen de lo mismo: actores con poca química, guión fallido, todo muy plano y sin color. Por no hablar de que el mundo que se describe, que se muestra, es el pijo progre de ciertos barrios de Madrid…
Pero, a pesar de todo, la serie acierta en su discurrir por la realidad de unos jóvenes, que ya no son tan jóvenes, y que luchan por establecerse y encontrar su lugar en el mundo. Y, lo mejor de todo, acierta cuando nos cuenta la realidad sin disfrazar, sin tonterías: que el amor, en su lugar, es decir, por fuera del matrimonio, de las relaciones formales, de los compromisos y el trabajo y la vida estable y aburrida. Óscar y Ana siguen su camino, los vemos ir y venir, hasta ese último episodio, que es un magnífico cierre a la serie, y que supone además un juego con el virtuosismo técnico, al salir de los lugares cerrados en que transcurre casi toda la acción, y estar rodado en un plano secuencia de casi cincuenta minutos, en un despliegue maravilloso de saber hacer y romanticismo que alza el vuelo. Si el episodio 9 es una inmersión en la banalidad de la vida, los problemas que nos machacan, la preocupación por el amigo…, en el episodio final asistimos a un tour de force técnico y a un enfrentamiento con la gran pregunta que nos acucia: ¿existe el amor? ¿Es posible mantener la chispa a través del tiempo, los años que no perdonan?
En cuanto a la interpretación, que otras críticas han discutido bastante, decir que me pareció bastante buena. Tanto Francesco Carril (a quien ya había visto en “Tenéis que venir a verla”, de Jonás Trueba) como Iria del Río, que no conocía de nada, se meten muy bien en sus respectivos papeles, y hacen creíble el devenir de esta pareja, a lo largo de los años. Son un poco sosos los dos, más él que ella, pero es que la juventud actual es así, tal vez… El resto son secundarios, y cumplen bastante bien. El único que desentona es Benjamín Prado, que hace de padre de Óscar, y que chirría cada vez que aparece.
Por lo que respecta a la banda sonora, la música, las canciones que acompañan en los distintos episodios, pues qué se puede decir: música de pijos, que va bien para las distintas secuencias, pero que no deja de ser un capricho más del director y sus guionistas.
Decir que, aunque tengo más de cincuenta años, y por lo tanto no pertenezco a esta generación que se retrata, de alguna forma puedo entender algunos de sus problemas y vivencias. Algunos, pocos en realidad. Lo demás me parece muy lejano, incluso de otro planeta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Hay episodios y momentos que destacan sobre el conjunto. El episodio 1, como ya dije antes, está construido en estado de gracia, y alza unas expectativas que luego no mantiene. El episodio 3 muestra muy bien la típica resaca de Año Nuevo, con todos los efectos secundarios, internos y exteriores. Es un episodio gracioso, porque todo parece ir mal, es un problema detrás de otro… El episodio 5, ambientado en Berlín, tiene dos secuencias magistrales, que denotan el saber hacer de Sorogoyen y sus guionistas. El primero, es la secuencia larga entre el encargado del guardarropa en la discoteca berlinesa, un templo del tecno, y Ana, totalmente perdida. Este diálogo entre ambos es tal vez de lo mejor de la serie, diría incluso. El extraño personaje aparece como una especie de cancerbero, en el umbral entre la Tierra y el Infierno… Y luego, la secuencia final, dentro del taxi que los lleva al hotel primero, y luego al aeropuerto. Esa discusión entre Ana y Óscar es tan real y dramática como en la vida misma, y asistimos, de alguna manera, a un episodio de la vida, en vivo y en directo. En el episodio final, ambientado en la mañana del 31 de diciembre de 2024 (un momento futuro, aún), Sorogoyen construye de nuevo una atmósfera enrarecida, para dar cuenta de la extrañeza del amor, y la fuerza que tiene, a pesar de todo, más allá de las circunstancias vitales del cada uno. Está rodado con un brío tremendo, y es el mejor final posible para una historia maravillosa.