Nadie quiere estoSerie
2024
Erin Foster (Creadora), Hannah Fidell ...
1.514
Serie de TV. Romance
1 temporada. 10 episodios. Una agnóstica con un podcast sobre sexo y un rabino recién separado se enamoran, pero ¿Sobrevivirá su relación a unas vidas tan radicalmente opuestas y a sus entrometidas familias?
26 de setiembre de 2024
13 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
*El rabino moderno y la comunicadora descreída
Nadie quiere esto sabe perfectamente lo que hace y lo que buscan sus potenciales espectadores. En primer lugar, sabe que tiene una buena premisa. Una premisa original, atractiva y que despierta interés. Porque la relación entre un rabino a punto de alcanzar la jefatura de su templo en Los Ángeles y con una reciente ruptura, y una mujer que lidera un podcast con su hermana hablando sobre sus vidas sexuales y otros temas tiene tirón. Más allá de que la verdadera historia real entre su creadora, Erin Foster, y Simon Tikhman allá sido adaptada pensando, seguramente, en el futuro próximo de la ficción.
Y por otro lado, sabe también que la gente está falta de refugios. De lugares confortables en los que dejarse ir y recuperar fuerzas para así afrontar los desastres, retos y otras situaciones que continuamente presentan la vida. Porque no es tan habitual encontrarse ante una serie o una película que desde una vertiente adulta, divertida y chispeante trate el tan manoseado tema del amor. En general, hoy día ocupan gran parte de los estrenos historias oscuras, no por ello opciones tremendamente recomendables. Y cuando se aborda la comedia romántica, demasiadas veces se tira por el camino más corto. Es por eso que aquí el espectador se encuentra con esa mantita y ese sofá tan asociados con el gigante del streaming.
*Ágil, divertida y con la capacidad de enganchar
Así que Nadie quiere esto sabe brillar por su capacidad de hablar de lo de siempre con agilidad, humor y bastante naturalidad. Poniendo sobre la mesa claves del género, como eso de que los opuestos se atraen, pero desde la madurez que le aportan unos personajes que ya han soplado las cuarenta velas. Con un hombre que siempre se ha dejado llevar por aquello que su familia esperaba de él. Y con una mujer, cuya familia disfuncional, parece haber provocado en ella grandes dificultades para amar desde la calma. Lo que le ha conducido a toda una serie de relaciones amorosas o citas totalmente infructuosas que, sin embargo, le han servido para emprender una exitosa aventura con un podcast de autoficción junto a su hermana.
Aunque, por supuesto, lo más llamativo de la propuesta es el choque cultural que propone. Siempre desde la ligereza. El choque o más bien, sopetón, entre un rabino y una mujer imaginamos agnóstica o, seguramente, con esa relación con la religión ausente que tienen tantas personas. Una mujer que en una de sus primeras citas acaba llevando, por temas de investigación eso sí, a su intachable rabino a un sexshop donde, curiosamente acabarán encontrándose con un generoso donante del templo. En un ejemplo de supuesta inmadurez de ella, que poco a poco iremos descubriendo que no es tal. Y es que las apariencias no dicen siempre la verdad. Y las profesiones por muy alejadas que parezcan, no quitan o ponen prestigio y madurez.
*Los hermanos pringados reclaman con acierto su cuota de protagonismo
No obstante, más allá del atractivo de las historia y sus dos protagonistas: Kristen Bell (Joanne) y Adam Brody (Noah), Nadie quiere esto tiene a dos secundarios de esos que dan ganas de seguir. Se podría decir que la pareja que forman Justine Lupe (Morgan) y Timothy Simons (Sasha) es de un humor absurdo que te saca una sonrisa y te hace querer ver más. En definitiva, saber más de esos hermanos tan altos como perdidos en el mundo de las relaciones y la vida adulta. Dos hermanos que al principio parecen haberse añadido, como de costumbre, sin demasiado propósito argumental, pero que poco a poco van haciéndose con su lugar de privilegio. Especialmente Justine Lupe, la Willa de Succesion que aquí se descubre como una muy válida futura protagonista.
Dicho todo lo anterior, es cierto que la serie muestra un Los Ángeles para la élite, de casoplones, cenas en terrazas de ensueño, coches caros, teléfonos de última generación y demás. Y también es real los derroteros un tanto peligrosos que la trama acaba tomando, con relación al futuro de la relación de los protagonistas. Ya que la religión de su futura pareja es tema crucial para el futuro laboral de Noah. En relación a lo primero, seguramente casi nadie osará criticar la poca accesibilidad de lo retratado, al tratarse de un producto de evasión y confort. Y respecto a lo segundo, afortunadamente la serie sabe dar un giro crucial al final.
*Conclusión
En resumen, Nadie quiere esto es una comedia romántica que merece el beneficio de la duda. Por partir de una historia real y original que empareja a un rabino con una creadora de podcast sobre sexo. Desde luego eso ya despierta cierta curiosidad. Una serie de amor para aquellos que buscan un refugio, unas horas de descanso de tanta oscuridad y crisis. Una propuesta rápida, sencilla y de humor muchas veces acertado sobre, a pesar de las muchas barreras propias o ajenas, dejarse llevar y ver como sale.
Escrito por Laura Tabuyo Acosta
Nadie quiere esto sabe perfectamente lo que hace y lo que buscan sus potenciales espectadores. En primer lugar, sabe que tiene una buena premisa. Una premisa original, atractiva y que despierta interés. Porque la relación entre un rabino a punto de alcanzar la jefatura de su templo en Los Ángeles y con una reciente ruptura, y una mujer que lidera un podcast con su hermana hablando sobre sus vidas sexuales y otros temas tiene tirón. Más allá de que la verdadera historia real entre su creadora, Erin Foster, y Simon Tikhman allá sido adaptada pensando, seguramente, en el futuro próximo de la ficción.
Y por otro lado, sabe también que la gente está falta de refugios. De lugares confortables en los que dejarse ir y recuperar fuerzas para así afrontar los desastres, retos y otras situaciones que continuamente presentan la vida. Porque no es tan habitual encontrarse ante una serie o una película que desde una vertiente adulta, divertida y chispeante trate el tan manoseado tema del amor. En general, hoy día ocupan gran parte de los estrenos historias oscuras, no por ello opciones tremendamente recomendables. Y cuando se aborda la comedia romántica, demasiadas veces se tira por el camino más corto. Es por eso que aquí el espectador se encuentra con esa mantita y ese sofá tan asociados con el gigante del streaming.
*Ágil, divertida y con la capacidad de enganchar
Así que Nadie quiere esto sabe brillar por su capacidad de hablar de lo de siempre con agilidad, humor y bastante naturalidad. Poniendo sobre la mesa claves del género, como eso de que los opuestos se atraen, pero desde la madurez que le aportan unos personajes que ya han soplado las cuarenta velas. Con un hombre que siempre se ha dejado llevar por aquello que su familia esperaba de él. Y con una mujer, cuya familia disfuncional, parece haber provocado en ella grandes dificultades para amar desde la calma. Lo que le ha conducido a toda una serie de relaciones amorosas o citas totalmente infructuosas que, sin embargo, le han servido para emprender una exitosa aventura con un podcast de autoficción junto a su hermana.
Aunque, por supuesto, lo más llamativo de la propuesta es el choque cultural que propone. Siempre desde la ligereza. El choque o más bien, sopetón, entre un rabino y una mujer imaginamos agnóstica o, seguramente, con esa relación con la religión ausente que tienen tantas personas. Una mujer que en una de sus primeras citas acaba llevando, por temas de investigación eso sí, a su intachable rabino a un sexshop donde, curiosamente acabarán encontrándose con un generoso donante del templo. En un ejemplo de supuesta inmadurez de ella, que poco a poco iremos descubriendo que no es tal. Y es que las apariencias no dicen siempre la verdad. Y las profesiones por muy alejadas que parezcan, no quitan o ponen prestigio y madurez.
*Los hermanos pringados reclaman con acierto su cuota de protagonismo
No obstante, más allá del atractivo de las historia y sus dos protagonistas: Kristen Bell (Joanne) y Adam Brody (Noah), Nadie quiere esto tiene a dos secundarios de esos que dan ganas de seguir. Se podría decir que la pareja que forman Justine Lupe (Morgan) y Timothy Simons (Sasha) es de un humor absurdo que te saca una sonrisa y te hace querer ver más. En definitiva, saber más de esos hermanos tan altos como perdidos en el mundo de las relaciones y la vida adulta. Dos hermanos que al principio parecen haberse añadido, como de costumbre, sin demasiado propósito argumental, pero que poco a poco van haciéndose con su lugar de privilegio. Especialmente Justine Lupe, la Willa de Succesion que aquí se descubre como una muy válida futura protagonista.
Dicho todo lo anterior, es cierto que la serie muestra un Los Ángeles para la élite, de casoplones, cenas en terrazas de ensueño, coches caros, teléfonos de última generación y demás. Y también es real los derroteros un tanto peligrosos que la trama acaba tomando, con relación al futuro de la relación de los protagonistas. Ya que la religión de su futura pareja es tema crucial para el futuro laboral de Noah. En relación a lo primero, seguramente casi nadie osará criticar la poca accesibilidad de lo retratado, al tratarse de un producto de evasión y confort. Y respecto a lo segundo, afortunadamente la serie sabe dar un giro crucial al final.
*Conclusión
En resumen, Nadie quiere esto es una comedia romántica que merece el beneficio de la duda. Por partir de una historia real y original que empareja a un rabino con una creadora de podcast sobre sexo. Desde luego eso ya despierta cierta curiosidad. Una serie de amor para aquellos que buscan un refugio, unas horas de descanso de tanta oscuridad y crisis. Una propuesta rápida, sencilla y de humor muchas veces acertado sobre, a pesar de las muchas barreras propias o ajenas, dejarse llevar y ver como sale.
Escrito por Laura Tabuyo Acosta
26 de setiembre de 2024
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Erin Foster crea una de las series más simpáticas y agradables de este 2024 y lo hace con la originalidad de una historia que funciona desde su primer instante con la astucia de saber entregarle lo que el espectador viene a buscar cuando decide verla.
Se abastece de dos grandes protagonistas como Kristen Bell y Adam Brody, quienes encajan perfecto, desbordando una química absoluta en pantalla y el carisma necesario para brindarnos a una pareja con la cual empatizar y creer desde sus primeros momentos. A su vez, también nos encontramos con secundarios que agregan un plus más de acierto como lo son Justine Lupe, Timothy Simons, Tovah Feldshuh o Jackie Tohn que con su carisma y perfectos personajes logran agregar más diversión a la historia central y que por momentos invita en el caso de los dos hermanos de los protagonistas a tener su propio show de lo bien que van construyendo sus momentos durante la serie.
Es una serie divertida que tiene los condimentos bien pensados para brindar un entretenimiento liviano y fácil de llevar, pero que no cae en ser simplista, por qué también se atreve a poner temas interesantes, quizás referenciadas por la creadora y su propia experiencia de vida. La serie sabe sacar partido a su originalidad de los polos opuestos, de cuanto creamos y cuanto estamos dispuestos a entregar por amor y cuando parece que se enreda en como resolver todo, de forma inteligente sabe ocupar los giros para abrir un nuevo aspecto donde cautivar.
Una apuesta agradable que merece darle una oportunidad que viene a cumplir con la sencillez de una comedia romántica, pero que ofrece muchas más cosas interesantes y agradables para un espectador que la pueda mirar con indiferencia, es una serie que se te pasa volando y que ejecuta a la perfección la originalidad de su premisa.
Netflix brinda un grato pasatiempo para este fin de semana y una de las gratas sorpresas de este 2024.
Se abastece de dos grandes protagonistas como Kristen Bell y Adam Brody, quienes encajan perfecto, desbordando una química absoluta en pantalla y el carisma necesario para brindarnos a una pareja con la cual empatizar y creer desde sus primeros momentos. A su vez, también nos encontramos con secundarios que agregan un plus más de acierto como lo son Justine Lupe, Timothy Simons, Tovah Feldshuh o Jackie Tohn que con su carisma y perfectos personajes logran agregar más diversión a la historia central y que por momentos invita en el caso de los dos hermanos de los protagonistas a tener su propio show de lo bien que van construyendo sus momentos durante la serie.
Es una serie divertida que tiene los condimentos bien pensados para brindar un entretenimiento liviano y fácil de llevar, pero que no cae en ser simplista, por qué también se atreve a poner temas interesantes, quizás referenciadas por la creadora y su propia experiencia de vida. La serie sabe sacar partido a su originalidad de los polos opuestos, de cuanto creamos y cuanto estamos dispuestos a entregar por amor y cuando parece que se enreda en como resolver todo, de forma inteligente sabe ocupar los giros para abrir un nuevo aspecto donde cautivar.
Una apuesta agradable que merece darle una oportunidad que viene a cumplir con la sencillez de una comedia romántica, pero que ofrece muchas más cosas interesantes y agradables para un espectador que la pueda mirar con indiferencia, es una serie que se te pasa volando y que ejecuta a la perfección la originalidad de su premisa.
Netflix brinda un grato pasatiempo para este fin de semana y una de las gratas sorpresas de este 2024.
28 de setiembre de 2024
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una serie para ver de un tirón, ya que son capítulos de media hora, de esas que la elegís porque no sabes qué mirar entre tantas opciones.
La serie plantea el inconveniente de elegir el amor o la religión cuando el actor principal es judío y tiene las dificultades de la aceptación de su familia y los problemas que puede acarrear en su trabajo como rabino.
Si bien tiene unos leves toques de comedia, no alcanzan a sacarte una carcajada, creo que lo más gracioso lo llevan adelante los hermanos de los personajes principales.
No es una serie que recuerdes con el tiempo ni te deje la sensación de querer ver una próxima temporada, es simpática, llevadera y creo que en mi caso la terminé por la duración de los capítulos, no porque me haya enganchado.
Como puse en el título de la crítica, es una serie para un domingo a la tarde.
La serie plantea el inconveniente de elegir el amor o la religión cuando el actor principal es judío y tiene las dificultades de la aceptación de su familia y los problemas que puede acarrear en su trabajo como rabino.
Si bien tiene unos leves toques de comedia, no alcanzan a sacarte una carcajada, creo que lo más gracioso lo llevan adelante los hermanos de los personajes principales.
No es una serie que recuerdes con el tiempo ni te deje la sensación de querer ver una próxima temporada, es simpática, llevadera y creo que en mi caso la terminé por la duración de los capítulos, no porque me haya enganchado.
Como puse en el título de la crítica, es una serie para un domingo a la tarde.
1 de octubre de 2024
8 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un momento en el cual la opinión pública está tentada de asociar al judaismo con las atrocidades bélicas que está cometiendo el estado de Israel en Oriente Medio, surge una serie que explica el impacto beneficioso de un rabino en la gestión emocional de una joven que parece el epítome de la modernidad. Una mujer occidental, joven, empoderada, que trabaja en un podcast sobre sexo, la cual remarca los beneficios que le genera relacionarse con una persona, el rabino en este caso, sosegada, tradicional, familiar y de arraigados valores religiosos.
Lo verdaderamente sorprendente es que, pese a que podriamos considerar la serie un velado intento de "product placement" religioso, es quizás este su aspecto más interesante. Destaca la capacidad de la serie de dialogar con el modelo de sociedad occidental que estamos construyendo, y mostrar ejemplos de cómo se puede intentar conciliar la modernidad, con aspectos positivos de la tradición como pueden ser la familia, los valores, o las comunidades de cuidado. Un debate interesante y necesario, pero que, desgraciadamente, en la serie pierde la modernidad, convirtiendo a la nuestra empoderada protagonista en una tradwife que anima a su amorcito en los partidos de baloncesto dominicales de la liga de la parroquia.
Finalmente, y pese a lo brillante y original del citado debate, la serie decae en sus capítulos finales por la constante necesidad de las series estadounidenses de mostrar a los personajes en un nivel de renta muy por encima del resto de los mortales. Con protagonistas que trabajan como religiosos, o productores de un podcast, pero que muestran un nivel de vida propios de altos cargos del IBEX, con casas de diseño y fiestas para adolescentes que parecen la MET Gala. Este aspecto acaba generando un distanciamiento entre el espectador y la narración, que trastabilla un debate que resulta interesante como punto de partida. ¿Cómo podemos conciliar los principios progresistas de marcado corte individualista que rigen a las nuevas generaciones, con estructuras socioeconómicas que han resultado tan importantes en nuestro estado de bienestar, como la familia y las tradiciones?
Lo verdaderamente sorprendente es que, pese a que podriamos considerar la serie un velado intento de "product placement" religioso, es quizás este su aspecto más interesante. Destaca la capacidad de la serie de dialogar con el modelo de sociedad occidental que estamos construyendo, y mostrar ejemplos de cómo se puede intentar conciliar la modernidad, con aspectos positivos de la tradición como pueden ser la familia, los valores, o las comunidades de cuidado. Un debate interesante y necesario, pero que, desgraciadamente, en la serie pierde la modernidad, convirtiendo a la nuestra empoderada protagonista en una tradwife que anima a su amorcito en los partidos de baloncesto dominicales de la liga de la parroquia.
Finalmente, y pese a lo brillante y original del citado debate, la serie decae en sus capítulos finales por la constante necesidad de las series estadounidenses de mostrar a los personajes en un nivel de renta muy por encima del resto de los mortales. Con protagonistas que trabajan como religiosos, o productores de un podcast, pero que muestran un nivel de vida propios de altos cargos del IBEX, con casas de diseño y fiestas para adolescentes que parecen la MET Gala. Este aspecto acaba generando un distanciamiento entre el espectador y la narración, que trastabilla un debate que resulta interesante como punto de partida. ¿Cómo podemos conciliar los principios progresistas de marcado corte individualista que rigen a las nuevas generaciones, con estructuras socioeconómicas que han resultado tan importantes en nuestro estado de bienestar, como la familia y las tradiciones?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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9 de octubre de 2024
10 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
De vez en cuando caigo en estas trampas que son las series, aguardando algo que me haga cambiar de opinión sobre ellas. Pocas veces sucede.
Altamente predecible, con las tópicas incursiones de secundarios que no aportan nada. La duración de los capítulos es muy breve, curiosamente se hacen largos... repetitivos. Según mi opinión, no son buenos tiempos para la comedia. Un género donde la necesidad de novedosa diversión, encorseta sus pretensiones, anulándolas.
Altamente predecible, con las tópicas incursiones de secundarios que no aportan nada. La duración de los capítulos es muy breve, curiosamente se hacen largos... repetitivos. Según mi opinión, no son buenos tiempos para la comedia. Un género donde la necesidad de novedosa diversión, encorseta sus pretensiones, anulándolas.
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