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Críticas ordenadas por utilidad
5 de agosto de 2009
47 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
I COMO ICARO es una película subversiva como pocas.
JFK es una joya de montaje y guión, pero, con exquisita claridad y simplicidad, la obra de Verneuil, protagonizada por Yves Montand, va al meollo del asunto, sin tanto atochamiento de datos, describiendo, además, el experimento de Stanley Milgram acerca de la autoridad y la obediencia en la sociedad civilizada, experimento realizado en los 50 y luego silenciado de manera misteriosa y 'oportuna'.
La peli no estaba hasta ahora en FA y pedí a los directivos que la subieran. Es una joya en cuanto a la manera de exponer hechos, hipótesis y al mismo tiempo el drama humano que subyace a toda información dura.
Mucho ganaría si se vieran I COMO ICARO y JFK de manera sucesiva. Ambas películas arrojan luz, más que sobre el hecho del asesinato de Kennedy en sí, sobre las oscuras motivaciones que a veces guían al alma humana, cuando esta se ve acosada por fuerzas innombrables.
Además, veríamos el mismo tema tratado por dos escuelas diferentes de cine, de teatralidad, de iluminación...en el film de Verneuil no hay un solo gesto que obstaculice el flujo de la información contenida en el diálogo, y no hay una sola palabra que impida la narración visual, que es esquemática y minimalista.
En JFK está todo lo que puede hacerse en la escuela norteamericana del último tiempo, y también algunas cosas que estaban fuera del alcance de Verneuil. Pero ambas películas ganan, repito, en un visionado conjunto.
JFK es una joya de montaje y guión, pero, con exquisita claridad y simplicidad, la obra de Verneuil, protagonizada por Yves Montand, va al meollo del asunto, sin tanto atochamiento de datos, describiendo, además, el experimento de Stanley Milgram acerca de la autoridad y la obediencia en la sociedad civilizada, experimento realizado en los 50 y luego silenciado de manera misteriosa y 'oportuna'.
La peli no estaba hasta ahora en FA y pedí a los directivos que la subieran. Es una joya en cuanto a la manera de exponer hechos, hipótesis y al mismo tiempo el drama humano que subyace a toda información dura.
Mucho ganaría si se vieran I COMO ICARO y JFK de manera sucesiva. Ambas películas arrojan luz, más que sobre el hecho del asesinato de Kennedy en sí, sobre las oscuras motivaciones que a veces guían al alma humana, cuando esta se ve acosada por fuerzas innombrables.
Además, veríamos el mismo tema tratado por dos escuelas diferentes de cine, de teatralidad, de iluminación...en el film de Verneuil no hay un solo gesto que obstaculice el flujo de la información contenida en el diálogo, y no hay una sola palabra que impida la narración visual, que es esquemática y minimalista.
En JFK está todo lo que puede hacerse en la escuela norteamericana del último tiempo, y también algunas cosas que estaban fuera del alcance de Verneuil. Pero ambas películas ganan, repito, en un visionado conjunto.
24 de marzo de 2009
42 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
El sexo es un "numinosum", al decir del psiquiatra suizo C.G.Jung. Un numinosum es una poderosa energía que posee dos caras, una oscura y una brillante. Su poder radica en que ambas caras se mezclan, produciendo un fenómeno que Jorge Luis Borges llama "coalescencia", es decir, dos cosas se funden manteniendo su individualidad, pero forjando un tercer poder, de modo que es imposible diferenciar cual es el elemento continente y cual el contenido.
Los pueblos culturalmente evolucionados, como los griegos, los romanos, los egipcios, los hindúes, los chinos, y también los de la america precolombina, prestaban especial cuidado a la observación y canalización de la energía sexual, conscientes de que podía ser un pasaje de ida tanto al cielo como al infierno. Así surgieron los llamados MISTERIOS, ceremonias donde la mente racional era puesta en jaque, a través de una serie de ejercicios de integración psico-espiritual, permitiendo el despliegue de las pulsiones profundas del inconsciente, pero siempre bajo la supervisión de un Myste (sacerdote iniciado). Todos los grandes sabios de la antigüedad eran activos participantes de esos rituales mistéricos.
En la misma España, las corridas de toros pueden considerarse como remanentes de los MISTERIOS MITRAICOS (cuyo símbolo era justamente ese animal). Incluso hay quien ha llegado a aventurar la hipótesis de que la Guerra Civil española tuvo una causa oculta en la prohibición que dictó Franco sobre ese espectáculo.
Luego, la civilización suplantó los viejos dioses por la diosa razón, que impone a la realidad sus modelos fríos y calculistas. Pero los viejos dioses, al ser fuerzas profundas de la naturaleza, ascendieron a la consciencia desde sus abismos trepidantes e invadieron la realidad psíquica del hombre bajo la forma de neurosis, complejos, perversiones, y toda clase de males 'sutiles'. Sigmund Freud, a finales del siglo XIX, intentó destapar la olla y casi empeña su inmortalidad literaria, por no decir su nombre y su fortuna en el pabellón de los Héroes.
La primera vez que vi Ojos Bien Cerrados, pensé: "este es un intento contemporáneo por resucitar los Misterios Antiguos en el seno de la sociedad postfreudiana". Pues lo cierto es que sin una manifestaciòn profunda no-racional, el espíritu del hombre decae y produce los sueños de la razón que ampliamente ya florecen en nuestro alrededor, desde hace una centuria.
De ahí lo extraordinario, para empezar, de este filme. Luego está la música y lo implícito, lo que no se cuenta. El poder de ocultar es en sí un fabuloso afrodisíaco, en el arte, y Kubrick logra crear una atmósfera de hermosa pesadilla, de intensidad desafiante y pulcra, con poquísimos elementos, sin entregarnos más información que la recogida por la cámara misma.
(sigue en spoiler)
Los pueblos culturalmente evolucionados, como los griegos, los romanos, los egipcios, los hindúes, los chinos, y también los de la america precolombina, prestaban especial cuidado a la observación y canalización de la energía sexual, conscientes de que podía ser un pasaje de ida tanto al cielo como al infierno. Así surgieron los llamados MISTERIOS, ceremonias donde la mente racional era puesta en jaque, a través de una serie de ejercicios de integración psico-espiritual, permitiendo el despliegue de las pulsiones profundas del inconsciente, pero siempre bajo la supervisión de un Myste (sacerdote iniciado). Todos los grandes sabios de la antigüedad eran activos participantes de esos rituales mistéricos.
En la misma España, las corridas de toros pueden considerarse como remanentes de los MISTERIOS MITRAICOS (cuyo símbolo era justamente ese animal). Incluso hay quien ha llegado a aventurar la hipótesis de que la Guerra Civil española tuvo una causa oculta en la prohibición que dictó Franco sobre ese espectáculo.
Luego, la civilización suplantó los viejos dioses por la diosa razón, que impone a la realidad sus modelos fríos y calculistas. Pero los viejos dioses, al ser fuerzas profundas de la naturaleza, ascendieron a la consciencia desde sus abismos trepidantes e invadieron la realidad psíquica del hombre bajo la forma de neurosis, complejos, perversiones, y toda clase de males 'sutiles'. Sigmund Freud, a finales del siglo XIX, intentó destapar la olla y casi empeña su inmortalidad literaria, por no decir su nombre y su fortuna en el pabellón de los Héroes.
La primera vez que vi Ojos Bien Cerrados, pensé: "este es un intento contemporáneo por resucitar los Misterios Antiguos en el seno de la sociedad postfreudiana". Pues lo cierto es que sin una manifestaciòn profunda no-racional, el espíritu del hombre decae y produce los sueños de la razón que ampliamente ya florecen en nuestro alrededor, desde hace una centuria.
De ahí lo extraordinario, para empezar, de este filme. Luego está la música y lo implícito, lo que no se cuenta. El poder de ocultar es en sí un fabuloso afrodisíaco, en el arte, y Kubrick logra crear una atmósfera de hermosa pesadilla, de intensidad desafiante y pulcra, con poquísimos elementos, sin entregarnos más información que la recogida por la cámara misma.
(sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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23 de marzo de 2009
47 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi el Padrino cuando niño. Lamentablemente, vi también Érase una vez en América, en el cine, varias veces, en rotativo, y he de reconocer que un niño que ve ambas películas, se decide por la de Leone, que trata de mafiosos que alguna vez fueron niños. El Padrino es una película para adultos, que un niño no debería ver sino entre líneas o, para ser más exactos, entre planos. Me hice fanático de Érase una vez en América, que hasta hoy es una de mis pocas superfavoritas, junto a Harakiri de Kobayashi, Vértigo de Hitchcock y El Espejo de Tarkovski.
Pasaron años y escuchaba comentarios acerca de que El Padrino era la mejor película de la historia, o una de las mejores. No quería volver a verla, pensando que encontraría sangre y violencia, sudor y lágrimas, pero no mucho más. Hoy decidí alquilarla y verla. Al mismo tiempo, enciendo el computador y empiezo a revisar las críticas de filmaffinity (costumbre que se me va haciendo casi una manía, ver películas mientras compulso las críticas correspondientes). Estaba terminando la película, cuando me topo con una crítica de Lupo, una crítica valiente y sensible, el testimonio de un auténtico cinéfilo y de una persona muy interesante. No voy a hablar de esa crítica, recomiendo que la lean y la disfruten. Sólo diré que si El padrino se convirtió hoy en una de mis grandes películas favoritas, es gracias a que ya estoy adulto, puedo comprender las pasiones y las oscuridades humanas, pero también gracias a algo que leí en la crítica de Lupo, a algo que dijo su madre cuando pidió ver la trilogía de Coppola en sus horas postreras. Y gracias a filmaffinity por permitirnos acceder no sólo a los pensamientos de los amantes verdaderos del cine, sino también a la magia de su cotidianeidad y a su humanidad íntegra.
Así que Lupo, un brindis de corazón por esta página maravillosa, y gracias por mostrarnos la grandeza de aquellos que te dieron la vida.
Pasaron años y escuchaba comentarios acerca de que El Padrino era la mejor película de la historia, o una de las mejores. No quería volver a verla, pensando que encontraría sangre y violencia, sudor y lágrimas, pero no mucho más. Hoy decidí alquilarla y verla. Al mismo tiempo, enciendo el computador y empiezo a revisar las críticas de filmaffinity (costumbre que se me va haciendo casi una manía, ver películas mientras compulso las críticas correspondientes). Estaba terminando la película, cuando me topo con una crítica de Lupo, una crítica valiente y sensible, el testimonio de un auténtico cinéfilo y de una persona muy interesante. No voy a hablar de esa crítica, recomiendo que la lean y la disfruten. Sólo diré que si El padrino se convirtió hoy en una de mis grandes películas favoritas, es gracias a que ya estoy adulto, puedo comprender las pasiones y las oscuridades humanas, pero también gracias a algo que leí en la crítica de Lupo, a algo que dijo su madre cuando pidió ver la trilogía de Coppola en sus horas postreras. Y gracias a filmaffinity por permitirnos acceder no sólo a los pensamientos de los amantes verdaderos del cine, sino también a la magia de su cotidianeidad y a su humanidad íntegra.
Así que Lupo, un brindis de corazón por esta página maravillosa, y gracias por mostrarnos la grandeza de aquellos que te dieron la vida.
3 de febrero de 2009
34 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una de las películas que no me canso de ver. No me canso, porque para verla debo olvidarla una y otra vez. El olvido, como dice San Agustín, es no solo lo contrario de la memoria, sino un contenido de la memoria. De ahí su paradoja. El Hotel donde se desarrolla la película de Resnais se asemeja a uno de esos gloriosos palacios mnemotécnicos cantados en las Confesiones del Obispo de Hipona, y es también el habitáculo a la deriva cantado por Barthes, pero vistos ambos como en un corte transversal que les guillotina el pasado y el futuro, dejándolos en posición colgante sobre una dimensión única que gira y gira sobre sí misma.
Recomiendo un artículo sobre esta película, escrito por Vila Matas en su libro Aunque no entendamos nada. Recomiendo verla suspendiendo el juicio y disfrutando el mero transcurso de la cámara y los sonidos. No es una película acerca de algo ni a partir de algo. Tampoco es una superchería, ni un artificio. Es una película sobre el misterio de las imágenes y es ella misma una de las imágenes más misteriosas. Hecha con toda la seriedad y la fascinación que provocan las cosas innominables. Aún así, si se mira desde el fondo hasta el borde de la pantalla (y no al revés, como por lo general suele hacerse), veremos que la película es como una ecuación pulida, un acertijo laberíntico, algo imposible y dinámico, a la manera de una pintura de Magritte o un grabado de Escher.
Un verdadero bocado para mirones visionarios, pacientes y atentos.
Recomiendo un artículo sobre esta película, escrito por Vila Matas en su libro Aunque no entendamos nada. Recomiendo verla suspendiendo el juicio y disfrutando el mero transcurso de la cámara y los sonidos. No es una película acerca de algo ni a partir de algo. Tampoco es una superchería, ni un artificio. Es una película sobre el misterio de las imágenes y es ella misma una de las imágenes más misteriosas. Hecha con toda la seriedad y la fascinación que provocan las cosas innominables. Aún así, si se mira desde el fondo hasta el borde de la pantalla (y no al revés, como por lo general suele hacerse), veremos que la película es como una ecuación pulida, un acertijo laberíntico, algo imposible y dinámico, a la manera de una pintura de Magritte o un grabado de Escher.
Un verdadero bocado para mirones visionarios, pacientes y atentos.
19 de febrero de 2010
29 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con una sorprendente economía de medios y un sorprendente despliegue de imaginación y sensibilidad artística, Alexander Sokurov nos presenta en ese film la narración, indecisa, tierna, monologante, de un viaje en sueños, desde el invierno ruso hasta la intimidad de un oscuro museo de Rotterdam, donde el autor se encontrará con un cuadro de Pieter Saenredam, en cuyo interior continúa el viaje subjetivo del narrador.
En verdad la película, de apenas 46 minutos, es una joya inclasificable que pondría al lado de La Jetée, de Chris Marker, como esos 'chispazos' que, de cuando en cuando, se salen de los rieles convencionales del cine para hacernos ver horizontes ocultos entre las brumas de la historia del arte.
La voz en off del narrador (Sokurov mismo) nos va sumergiendo con breves pinceladas, en un mundo de sombras, de aguaceros, de esperas, de bautizos, de alegrías y terrores, de autos rodando en la noche caótica, para finalmente detenerse en esa inmensa tela de Saenredam, de la cual va explicando sus diversos detalles, hasta convencernos de que él mismo participó en la escena que registra el cuadro, conoció al autor, y ahora se concentra en comentar las deliciosas 'imprecisiones' en que el pintor ha incurrido.
El protagonista pasa la mano extendida a escasos centímetros de la tela, como si quisiera hallar una entrada en el cuadro, fusionarse con él. "La tela está tibia..." dice, con voz trémula.
He ahí la clave del sueño, de la sensación de estar en un universo paralelo donde todas esas cosas extrañas están ocurriendo, pues, además, el cuadro de Pieter Saenredam está fechado (en la película) en el año 1765, cuando en la realidad ese pintor falleció más de un siglo antes.
El eterno retorno, los anhelos perdidos, la intuición de mundos maravillosos y terribles que están ahí mismo, al alcance de la mano, la disponibilidad de todas las escenas y situaciones en una región cualquiera de la Noosfera (pues el cine es esencialmente el arte de la Noosfera), se presentan en esta intensa pieza con una delicadeza y una fuerza que sólo de un gran artista pueden emerger.
Una película imprescindible para todo aquel que guste de explorar las conexiones ocultas entre el arte y la vida.
En verdad la película, de apenas 46 minutos, es una joya inclasificable que pondría al lado de La Jetée, de Chris Marker, como esos 'chispazos' que, de cuando en cuando, se salen de los rieles convencionales del cine para hacernos ver horizontes ocultos entre las brumas de la historia del arte.
La voz en off del narrador (Sokurov mismo) nos va sumergiendo con breves pinceladas, en un mundo de sombras, de aguaceros, de esperas, de bautizos, de alegrías y terrores, de autos rodando en la noche caótica, para finalmente detenerse en esa inmensa tela de Saenredam, de la cual va explicando sus diversos detalles, hasta convencernos de que él mismo participó en la escena que registra el cuadro, conoció al autor, y ahora se concentra en comentar las deliciosas 'imprecisiones' en que el pintor ha incurrido.
El protagonista pasa la mano extendida a escasos centímetros de la tela, como si quisiera hallar una entrada en el cuadro, fusionarse con él. "La tela está tibia..." dice, con voz trémula.
He ahí la clave del sueño, de la sensación de estar en un universo paralelo donde todas esas cosas extrañas están ocurriendo, pues, además, el cuadro de Pieter Saenredam está fechado (en la película) en el año 1765, cuando en la realidad ese pintor falleció más de un siglo antes.
El eterno retorno, los anhelos perdidos, la intuición de mundos maravillosos y terribles que están ahí mismo, al alcance de la mano, la disponibilidad de todas las escenas y situaciones en una región cualquiera de la Noosfera (pues el cine es esencialmente el arte de la Noosfera), se presentan en esta intensa pieza con una delicadeza y una fuerza que sólo de un gran artista pueden emerger.
Una película imprescindible para todo aquel que guste de explorar las conexiones ocultas entre el arte y la vida.
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