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Críticas ordenadas por utilidad
25 de mayo de 2023
305 de 350 usuarios han encontrado esta crítica útil
*El retorno de Jonathan Glazer
Jonathan Glazer no es un cineasta común. Gran maestro de la técnica y con un gusto particular por personajes heridos, se curtió en el teatro y en el mundo del videoclip antes de estrenar en año 2000 su primer largometraje: Sexy Beast. Cuatro años después, Birth. Y hubo que esperar nueve para su siguiente película: la aplaudida Under The Skin. Desde entonces, llevábamos una década sin noticias de un nuevo lanzamiento en la gran pantalla del director británico... Hasta que se confirmó su presencia en el Festival de Cannes con La zona de interés (The Zone of Interest), adaptación de la novela homónima del recientemente fallecido Martin Amis. Desde que se anunció su nombre, se situó su película como una de las más esperadas de esta edición del Festival. Y su estreno no ha dejado indiferente.
La novela de Martin Amis relata la historia de un oficial nazi en la II GM que se enamora de la mujer del comandante de su campo de concentración. Sin embargo, en la película de Glazer queda muy poco de esto, más allá de situar la acción en el mismo contexto. De hecho, el cineasta británico propone un enfoque muy distinto y particular: limitarnos a contemplar el día a día de la familia del comandante del campo de Auschwitz, Rudolf Höss (Christian Friedel) y su esposa (Sandra Hüller), pero sin salir de la casa y de los dominios que tienen situados en el propio complejo.
*Otra mirada hacia el horror
Resulta curioso que este año se hayan estrenado en el Festival de Cannes dos películas sobre la Segunda Guerra Mundial caracterizadas por la manera tan particular en la que enfocan el conflicto. Y aún más si consideramos que su tratamiento es, grosso modo, el mismo. Si Occupied City de Steve McQueen (de la que hablamos aquí hace unos días) optaba por hablar sobre la situación de Amsterdam durante el conflicto sin utilizar ni una sola imagen o audio de la época, La zona de interés (The Zone of Interest) nos presenta el horror de los campos de concentración sin alejar nunca su mirada de la familia nazi protagonista.
Sólo intuimos el horror a través de lo que se ve de fondo o mediante el ruido. Son, por lo tanto, dos películas unidas por en su apuesta por el fuera de campo. Una decisión formal que, si bien no hace por sí misma mejor a una película, sí que le otorga un rasgo distintivo. “No hay nada que dé más miedo que lo que no podemos ver”, parecen decirnos ambos cineastas británicos.
*Una precisión milimétrica
Jonathan Glazer ha ido puliendo con el paso de los años el apartado técnico de sus películas y La zona de interés (The Zone of Interest) es, hasta el momento, la mayor muestra de su virtuosismo en términos compositivos. La gran parte de los planos de la película, que parecen sacados de un sistema de videovigilancia, son de una precisión milimétrica. Los cambios de plano se suceden a raíz del movimiento de los personajes y mientras tanto la cámara órbita con lentas panorámicas y travellings. La cotidianeidad de la familia está rodada con una perfección casi asfixiante, que contrasta enormemente con lo que hay de fondo.
La casa de los protagonistas, como la de muchos altos cargos del ejército alemán, está ubicada en el mismo Auschwitz. Por lo tanto, en muchos de los planos de la película se perciben por detrás las fábricas y los edificios del complejo. Es la viva representación del contraste, acentuada más si cabe (y ahí es donde es más potente el resultado) a través del sonido.
Los dos primeros planos de la película sintetizan muy bien el modus operandi. Una larguísima pantalla en negro acompañada por una escalofriante melodía de Mica Levi (impecable la dupla que forma con Jonathan Glazer) que es interrumpida por una estampa de la familia nazi disfrutando del día en un río. El horror de lo que es simplemente sugerido, frente a lo vulgar de lo visible. Como decíamos, la película se dedica a repetir este proceso durante su metraje, generando situaciones realmente incómodas y escenas de logrado malestar.
*Un dispositivo medidísimo, pero con grietas
El problema, que lo hay, es que Jonathan Glazer no consigue ser totalmente constante a la hora de generar ese sentimiento. Si bien la desazón persiste, también lo es el tedio al no lograr ir más allá de su premisa. Si en Occupied City hablábamos de un efecto de pesar logrado por la acumulación de metraje, lo cierto es que en La zona de interés (The Zone of Interest), no hay una progresión en la generación de tensión. Hay secuencias cumbre, pero están seguidas por otras donde la nada (en el peor sentido) empieza a ser latente.
Tampoco ayudan algunas decisiones de guion que terminan llevando la acción a otro escenario. Se entiende su propósito argumental, pero también provoca un cierto sentimiento de traición con lo previamente establecido. Porque, si bien desde casi el primer momento sabemos que la acción se sitúa en el marco de la Segunda Guerra Mundial, pierde "gracia" si se abandona el contexto de la rutina familiar y se pasa a uno ejecutivo-militar. Y si bien en el tramo final llega una secuencia muy efectiva por lo rupturista que es en términos espaciales y sobre todo temporales (de nuevo el sonido, aquí en forma de silencio, es clave), la película ya se encuentra un poco mermada. El cierre (de nuevo, Mica Levi), eso sí, es muy potente por invitar de nuevo a la sugestión.
Volvemos a la oscuridad y frente la música-alarido de los créditos finales queda la sensación de haber visto una pieza peculiar, que pone de manifiesto el talento de su director y que nos acerca de una forma especial al horror del Holocausto, pero también una película que no consigue quitarse de encima la sensación de ser, antes de nada, un ejercicio de estilo. Un trabajo admirable en cuanto a dispositivo, pero quizás ineficaz a la hora de generar impacto. En cualquier caso, una obra digna de un director que alegra volver a ver en activo.
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Escrito por Juan Galarza López
Jonathan Glazer no es un cineasta común. Gran maestro de la técnica y con un gusto particular por personajes heridos, se curtió en el teatro y en el mundo del videoclip antes de estrenar en año 2000 su primer largometraje: Sexy Beast. Cuatro años después, Birth. Y hubo que esperar nueve para su siguiente película: la aplaudida Under The Skin. Desde entonces, llevábamos una década sin noticias de un nuevo lanzamiento en la gran pantalla del director británico... Hasta que se confirmó su presencia en el Festival de Cannes con La zona de interés (The Zone of Interest), adaptación de la novela homónima del recientemente fallecido Martin Amis. Desde que se anunció su nombre, se situó su película como una de las más esperadas de esta edición del Festival. Y su estreno no ha dejado indiferente.
La novela de Martin Amis relata la historia de un oficial nazi en la II GM que se enamora de la mujer del comandante de su campo de concentración. Sin embargo, en la película de Glazer queda muy poco de esto, más allá de situar la acción en el mismo contexto. De hecho, el cineasta británico propone un enfoque muy distinto y particular: limitarnos a contemplar el día a día de la familia del comandante del campo de Auschwitz, Rudolf Höss (Christian Friedel) y su esposa (Sandra Hüller), pero sin salir de la casa y de los dominios que tienen situados en el propio complejo.
*Otra mirada hacia el horror
Resulta curioso que este año se hayan estrenado en el Festival de Cannes dos películas sobre la Segunda Guerra Mundial caracterizadas por la manera tan particular en la que enfocan el conflicto. Y aún más si consideramos que su tratamiento es, grosso modo, el mismo. Si Occupied City de Steve McQueen (de la que hablamos aquí hace unos días) optaba por hablar sobre la situación de Amsterdam durante el conflicto sin utilizar ni una sola imagen o audio de la época, La zona de interés (The Zone of Interest) nos presenta el horror de los campos de concentración sin alejar nunca su mirada de la familia nazi protagonista.
Sólo intuimos el horror a través de lo que se ve de fondo o mediante el ruido. Son, por lo tanto, dos películas unidas por en su apuesta por el fuera de campo. Una decisión formal que, si bien no hace por sí misma mejor a una película, sí que le otorga un rasgo distintivo. “No hay nada que dé más miedo que lo que no podemos ver”, parecen decirnos ambos cineastas británicos.
*Una precisión milimétrica
Jonathan Glazer ha ido puliendo con el paso de los años el apartado técnico de sus películas y La zona de interés (The Zone of Interest) es, hasta el momento, la mayor muestra de su virtuosismo en términos compositivos. La gran parte de los planos de la película, que parecen sacados de un sistema de videovigilancia, son de una precisión milimétrica. Los cambios de plano se suceden a raíz del movimiento de los personajes y mientras tanto la cámara órbita con lentas panorámicas y travellings. La cotidianeidad de la familia está rodada con una perfección casi asfixiante, que contrasta enormemente con lo que hay de fondo.
La casa de los protagonistas, como la de muchos altos cargos del ejército alemán, está ubicada en el mismo Auschwitz. Por lo tanto, en muchos de los planos de la película se perciben por detrás las fábricas y los edificios del complejo. Es la viva representación del contraste, acentuada más si cabe (y ahí es donde es más potente el resultado) a través del sonido.
Los dos primeros planos de la película sintetizan muy bien el modus operandi. Una larguísima pantalla en negro acompañada por una escalofriante melodía de Mica Levi (impecable la dupla que forma con Jonathan Glazer) que es interrumpida por una estampa de la familia nazi disfrutando del día en un río. El horror de lo que es simplemente sugerido, frente a lo vulgar de lo visible. Como decíamos, la película se dedica a repetir este proceso durante su metraje, generando situaciones realmente incómodas y escenas de logrado malestar.
*Un dispositivo medidísimo, pero con grietas
El problema, que lo hay, es que Jonathan Glazer no consigue ser totalmente constante a la hora de generar ese sentimiento. Si bien la desazón persiste, también lo es el tedio al no lograr ir más allá de su premisa. Si en Occupied City hablábamos de un efecto de pesar logrado por la acumulación de metraje, lo cierto es que en La zona de interés (The Zone of Interest), no hay una progresión en la generación de tensión. Hay secuencias cumbre, pero están seguidas por otras donde la nada (en el peor sentido) empieza a ser latente.
Tampoco ayudan algunas decisiones de guion que terminan llevando la acción a otro escenario. Se entiende su propósito argumental, pero también provoca un cierto sentimiento de traición con lo previamente establecido. Porque, si bien desde casi el primer momento sabemos que la acción se sitúa en el marco de la Segunda Guerra Mundial, pierde "gracia" si se abandona el contexto de la rutina familiar y se pasa a uno ejecutivo-militar. Y si bien en el tramo final llega una secuencia muy efectiva por lo rupturista que es en términos espaciales y sobre todo temporales (de nuevo el sonido, aquí en forma de silencio, es clave), la película ya se encuentra un poco mermada. El cierre (de nuevo, Mica Levi), eso sí, es muy potente por invitar de nuevo a la sugestión.
Volvemos a la oscuridad y frente la música-alarido de los créditos finales queda la sensación de haber visto una pieza peculiar, que pone de manifiesto el talento de su director y que nos acerca de una forma especial al horror del Holocausto, pero también una película que no consigue quitarse de encima la sensación de ser, antes de nada, un ejercicio de estilo. Un trabajo admirable en cuanto a dispositivo, pero quizás ineficaz a la hora de generar impacto. En cualquier caso, una obra digna de un director que alegra volver a ver en activo.
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Escrito por Juan Galarza López
27 de mayo de 2023
231 de 269 usuarios han encontrado esta crítica útil
*La notoriedad de una vida
Otra de las grandes figuras del cine europeo que vuelve al Festival de Cine de Cannes es Wim Wenders, que presenta no uno, sino dos films en el festival. Perfect days supone, en cierta medida, la reinvención de su cine tras una constante búsqueda de nuevas formas de narrar, con una historia que llega directamente a nuestros corazones y nos conmueve con todos sus elementos.
El principal valor de esta obra reside en su trama, ya que se centra en la historia de Hirayama, un hombre mayor, que lleva una vida tranquila y rutinaria limpiando baños públicos en Japón. Disfruta de la música y de los libros que lee a diario y se queda obnubilado con los árboles, que fotografía cada día. Una vida sencilla que nos demuestra que, en la simpleza es donde encontramos la grandeza, un proceso de comprensión que ya ha realizado el personaje protagonista, solo falta que los demás acepten su forma de vivir.
Perfect days nos hace recuperar el valor de lo cotidiano, en ocasiones las cosas no deben cambiar, porque para uno, cada día supone una aventura en la que adentrarse y observar lo que le puede ofrecer el mundo. Quizá, la clave de la felicidad está en el goce y disfrute, en tiempo presente, de aquellos momentos de sencillez y de encuentro de uno mismo con el entorno que le rodea.
*El formato físico como salvación del alma
Wim Wenders lleva a la pantalla una historia llena de amor y cariño por los tiempos muertos, con momentos cargados de un silencio narrativo que nos acompaña a lo largo de la contemplación del día a día de Hirayama. Un silencio que se llena con la grandiosidad del entorno y las sutilezas de este, llevados a la pantalla con un tratamiento del sonido impecable.
Otro pilar importante dentro de la puesta en escena es el tratamiento de la imagen y la planificación, que se trabajan partiendo de una fisicidad estética que aporta cuerpo a la obra. Jamás en época reciente, un 1:33 había estado tan justificado, con un seguimiento de personaje impecable y una serie de planos generales que enmarcan a Hirayama en un entorno en el que cada elemento tiene su lugar, y si se mueve, modifica todo el ciclo.
Los objetos físicos se han quitado de la ecuación capitalista y han obtenido un valor mayor, algo que, las nuevas generaciones saben apreciar. En un mundo de extrema digitalización y globalización donde todo está vacío, todo cobra sentido gracias a lo físico y a la imperfección del analógico, que es un símbolo de que las cosas demasiado digitales acaban careciendo de alma, enfrentándonos a ellas con una pasividad extraña.
*Conclusión
Perfect days supone un punto y seguido en la carrera de Wim Wenders, que sigue experimentando con secuencias donde algunas imágenes se van superponiendo unas encima de otras a modo de un cuadro en constante mutación, en el que podemos contemplar desde la distancia los sueños y la asombrosa imaginación del protagonista.
Dentro de lo rutinario se esconde todo un mundo de posibilidades y de elementos bellos que podemos apreciar si nos acercamos lo suficiente. La perturbación de lo cotidiano no debe suponer un cambio de rumbo, sino el aprendizaje de algo que nos servirá para el futuro. Con el cambio debemos hacer igual y aceptarlo tal como venga, ya que, nada, ni nadie, permanece igual, todo cambia, todo muta, pero debemos apreciar la belleza del camino.
Escrito por Santi Vaan
Otra de las grandes figuras del cine europeo que vuelve al Festival de Cine de Cannes es Wim Wenders, que presenta no uno, sino dos films en el festival. Perfect days supone, en cierta medida, la reinvención de su cine tras una constante búsqueda de nuevas formas de narrar, con una historia que llega directamente a nuestros corazones y nos conmueve con todos sus elementos.
El principal valor de esta obra reside en su trama, ya que se centra en la historia de Hirayama, un hombre mayor, que lleva una vida tranquila y rutinaria limpiando baños públicos en Japón. Disfruta de la música y de los libros que lee a diario y se queda obnubilado con los árboles, que fotografía cada día. Una vida sencilla que nos demuestra que, en la simpleza es donde encontramos la grandeza, un proceso de comprensión que ya ha realizado el personaje protagonista, solo falta que los demás acepten su forma de vivir.
Perfect days nos hace recuperar el valor de lo cotidiano, en ocasiones las cosas no deben cambiar, porque para uno, cada día supone una aventura en la que adentrarse y observar lo que le puede ofrecer el mundo. Quizá, la clave de la felicidad está en el goce y disfrute, en tiempo presente, de aquellos momentos de sencillez y de encuentro de uno mismo con el entorno que le rodea.
*El formato físico como salvación del alma
Wim Wenders lleva a la pantalla una historia llena de amor y cariño por los tiempos muertos, con momentos cargados de un silencio narrativo que nos acompaña a lo largo de la contemplación del día a día de Hirayama. Un silencio que se llena con la grandiosidad del entorno y las sutilezas de este, llevados a la pantalla con un tratamiento del sonido impecable.
Otro pilar importante dentro de la puesta en escena es el tratamiento de la imagen y la planificación, que se trabajan partiendo de una fisicidad estética que aporta cuerpo a la obra. Jamás en época reciente, un 1:33 había estado tan justificado, con un seguimiento de personaje impecable y una serie de planos generales que enmarcan a Hirayama en un entorno en el que cada elemento tiene su lugar, y si se mueve, modifica todo el ciclo.
Los objetos físicos se han quitado de la ecuación capitalista y han obtenido un valor mayor, algo que, las nuevas generaciones saben apreciar. En un mundo de extrema digitalización y globalización donde todo está vacío, todo cobra sentido gracias a lo físico y a la imperfección del analógico, que es un símbolo de que las cosas demasiado digitales acaban careciendo de alma, enfrentándonos a ellas con una pasividad extraña.
*Conclusión
Perfect days supone un punto y seguido en la carrera de Wim Wenders, que sigue experimentando con secuencias donde algunas imágenes se van superponiendo unas encima de otras a modo de un cuadro en constante mutación, en el que podemos contemplar desde la distancia los sueños y la asombrosa imaginación del protagonista.
Dentro de lo rutinario se esconde todo un mundo de posibilidades y de elementos bellos que podemos apreciar si nos acercamos lo suficiente. La perturbación de lo cotidiano no debe suponer un cambio de rumbo, sino el aprendizaje de algo que nos servirá para el futuro. Con el cambio debemos hacer igual y aceptarlo tal como venga, ya que, nada, ni nadie, permanece igual, todo cambia, todo muta, pero debemos apreciar la belleza del camino.
Escrito por Santi Vaan
15 de abril de 2024
334 de 506 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Periodismo de guerra
Viendo los avances e imágenes de Civil War algunos podrían pensar que Alex Garland nos iba a entregar una película bélica. O directamente, que al tratar una segunda guerra civil estadounidense, podría llegar a alguna posición política (teniendo en cuenta la crispación que vive Estados Unidos desde hace años). Por suerte, Garland nos entrega algo muy alejado de todo lo que podríamos pensar de entrada.
Civil War se centra en cuatro fotoperiodistas encabezados por Lee (Kristen Dunst), que deberán recorrer un país sumido en el caos para retratarlo con sus cámaras. Partiendo de esta premisa Garland radiografía de una forma brillante el oficio y algunos de los debates que siempre han acompañado a los periodistas de guerra. Lo hace sin juicios morales, con una experiencia totalmente inmersiva y que se siente muy real.
Siguiendo al grupo de protagonistas Alex Garland examina la pasividad ante la violencia, aunque la tengamos delante. Aquí solo importa la foto, y sobre todo el que se sepa que tú estuviste ahí para inmortalizarlo. Con esto es inevitable pensar en las cuestiones éticas del periodista, en anteponer nuestra humanidad al supuesto cometido de informar ante todo. Civil War hace que pensemos en todo esto y más, recordando por momentos a la también terrorífica Nightcrawler.
*Road movie a través del horror
Además de girar en torno al periodismo Civil War ofrece una de las road movie más tensas y llenas de ansiedad que nos ha dado el cine en los últimos años. Aún con sus diferencias vienen a la cabeza títulos como Hijos de los hombres, donde la incertidumbre constante eran parte de la identidad de la propia película.
Desde que el grupo comienza su viaje por carretera somos testigos de diversas secuencias que nos ponen en un incesante nerviosismo. Al mismo tiempo somos testigos de un magnífico retrato de lo que sería un Estados Unidos moderno en guerra.
Alex Garland ofrece diversos escenarios que se quedan en la retina, siendo la carretera un personaje más de la cinta (cierta escena justifica esta afirmación, creedme). Todo ello culmina en una tercer acto que engrandece aún más el conjunto de la película, con una precisión en todos y cada uno de los departamentos que es apabullante.
Y es que desde el sonido, montaje o la propia dirección de Garland, Civil War muestra una sobriedad apabullante. No es de extrañar su factura, teniendo en cuenta que es la película más cara de la historia de A24 (50 millones de presupuesto). El director británico ya demostró lo que es capaz de hacer con semejante inversión con la excelente Aniquilación. Aquí vuelve a deslumbrar. Ojalá reconsidere retirarse de la dirección, porque 4 películas saben a poco tras este último trabajo.
*Apolítica
Llegamos al que seguramente sea el gran acierto de Civil War. Y es que además de todo lo comentado anteriormente, la última cinta de Alex Garland no tiene ninguna intención de meterse en líos políticos o lanzar ningún tipo de mensaje partidista.
Es de sobra conocida la crispada situación social y política que vive Estados Unidos desde la llegada de Donald Trump a la presidencia en 2016. Para cualquier otro director habría sido fácil posicionarse o adentrarse de lleno en las causas de esta guerra civil. En cambio, Garland decide que ciertas cuestiones queden a la imaginación del espectador, sin necesidad de decirle lo que debe o no pensar sobre lo que vemos en pantalla.
Dentro de esto encontramos a un reparto en estado de gracia, destacando a una Kristen Dunst que se sigue reafirmando como una de las mejores actrices de su generación. Su interpretación no necesita de palabras para impresionar. Tampoco se quedan atrás Cailee Spaeny, que sigue maravillando tras Priscilla, Stephen McKinley, en una maravilla de papel, o Jesse Plemons, que seguramente tenga ya no solo la escena más terrorífica de la cinta, sino de los últimos tiempos.
Conclusión
Es una pena que un cineasta como Alex Garland haya decidido retirarse, pero al menos nos queda el consuelo de que lo ha hecho con Civil War. A través del interminable debate sobre la moralidad del periodismo de guerra el británico construye una tremenda road movie llena de horror e incesante ansiedad. Sin lugar a dudas, estamos ante una de las películas del año.
Escrito por Víctor Pérez Cañete
Viendo los avances e imágenes de Civil War algunos podrían pensar que Alex Garland nos iba a entregar una película bélica. O directamente, que al tratar una segunda guerra civil estadounidense, podría llegar a alguna posición política (teniendo en cuenta la crispación que vive Estados Unidos desde hace años). Por suerte, Garland nos entrega algo muy alejado de todo lo que podríamos pensar de entrada.
Civil War se centra en cuatro fotoperiodistas encabezados por Lee (Kristen Dunst), que deberán recorrer un país sumido en el caos para retratarlo con sus cámaras. Partiendo de esta premisa Garland radiografía de una forma brillante el oficio y algunos de los debates que siempre han acompañado a los periodistas de guerra. Lo hace sin juicios morales, con una experiencia totalmente inmersiva y que se siente muy real.
Siguiendo al grupo de protagonistas Alex Garland examina la pasividad ante la violencia, aunque la tengamos delante. Aquí solo importa la foto, y sobre todo el que se sepa que tú estuviste ahí para inmortalizarlo. Con esto es inevitable pensar en las cuestiones éticas del periodista, en anteponer nuestra humanidad al supuesto cometido de informar ante todo. Civil War hace que pensemos en todo esto y más, recordando por momentos a la también terrorífica Nightcrawler.
*Road movie a través del horror
Además de girar en torno al periodismo Civil War ofrece una de las road movie más tensas y llenas de ansiedad que nos ha dado el cine en los últimos años. Aún con sus diferencias vienen a la cabeza títulos como Hijos de los hombres, donde la incertidumbre constante eran parte de la identidad de la propia película.
Desde que el grupo comienza su viaje por carretera somos testigos de diversas secuencias que nos ponen en un incesante nerviosismo. Al mismo tiempo somos testigos de un magnífico retrato de lo que sería un Estados Unidos moderno en guerra.
Alex Garland ofrece diversos escenarios que se quedan en la retina, siendo la carretera un personaje más de la cinta (cierta escena justifica esta afirmación, creedme). Todo ello culmina en una tercer acto que engrandece aún más el conjunto de la película, con una precisión en todos y cada uno de los departamentos que es apabullante.
Y es que desde el sonido, montaje o la propia dirección de Garland, Civil War muestra una sobriedad apabullante. No es de extrañar su factura, teniendo en cuenta que es la película más cara de la historia de A24 (50 millones de presupuesto). El director británico ya demostró lo que es capaz de hacer con semejante inversión con la excelente Aniquilación. Aquí vuelve a deslumbrar. Ojalá reconsidere retirarse de la dirección, porque 4 películas saben a poco tras este último trabajo.
*Apolítica
Llegamos al que seguramente sea el gran acierto de Civil War. Y es que además de todo lo comentado anteriormente, la última cinta de Alex Garland no tiene ninguna intención de meterse en líos políticos o lanzar ningún tipo de mensaje partidista.
Es de sobra conocida la crispada situación social y política que vive Estados Unidos desde la llegada de Donald Trump a la presidencia en 2016. Para cualquier otro director habría sido fácil posicionarse o adentrarse de lleno en las causas de esta guerra civil. En cambio, Garland decide que ciertas cuestiones queden a la imaginación del espectador, sin necesidad de decirle lo que debe o no pensar sobre lo que vemos en pantalla.
Dentro de esto encontramos a un reparto en estado de gracia, destacando a una Kristen Dunst que se sigue reafirmando como una de las mejores actrices de su generación. Su interpretación no necesita de palabras para impresionar. Tampoco se quedan atrás Cailee Spaeny, que sigue maravillando tras Priscilla, Stephen McKinley, en una maravilla de papel, o Jesse Plemons, que seguramente tenga ya no solo la escena más terrorífica de la cinta, sino de los últimos tiempos.
Conclusión
Es una pena que un cineasta como Alex Garland haya decidido retirarse, pero al menos nos queda el consuelo de que lo ha hecho con Civil War. A través del interminable debate sobre la moralidad del periodismo de guerra el británico construye una tremenda road movie llena de horror e incesante ansiedad. Sin lugar a dudas, estamos ante una de las películas del año.
Escrito por Víctor Pérez Cañete
Miniserie
2024
Ramón Campos (Creador), Gema R. Neira (Creadora) ...
24 de abril de 2024
175 de 204 usuarios han encontrado esta crítica útil
*La adopción que no debió ser
El caso Asunta se sirve de un cruento y muy famoso hecho real para armar una efectiva y vibrante true crime. El 21 de septiembre de 2013 dos padres denunciaban la separación de su hija en Galicia. No eran dos padres comunes. Ella, Rosario Porto (Candela Peña) era una abogada que provenía de una famosa y acomodada familia. Él, Alfonso Basterra (Tristán Ulloa) era un periodista freelance que había trabajado en diferentes diarios. Su hija Asunta, a la que poco después encontrarían fallecida en los márgenes de una carretera, tampoco era del montón. Asunta había sido la primera niña china que se adoptaba en Galicia. En teoría, una familia envidiable.
Famosas son ya las imágenes, de las que aquí se sirve la serie para dar comienzo a la historia, en la que unos sonrientes Rosario y Alfonso conceden una entrevista para hablar de su hija. Una niña que siempre aparecerá en la serie como una especie de ángel. Una niña risueña, obediente, educada y con talento para casi cualquier actividad. Lo que pasa es que pronto la idílica historia acaba ensuciándose. Porque los hijos no son juguetes. Y porque el matrimonio pronto se rompió de forma inevitable. Arrastrando con ellos a la inocente Asunta.
*Un caso enrevesado y turbio
Cumpliendo a la perfección El caso Asunta desde el inicio eso de las apariencias engañan. Porque en la familia Basterra Porto todo está contaminado. Ella, con sus problemas mentales. Siempre medio drogada y con toda una serie de episodios de internamiento e intentos de suicidio. Con un narcisismo tan grande que solamente le permite sentir pena por ella misma. Él con su mezcla de enamorado solícito y tóxico calculador. Con su gusto por el porno y su escaso poder económico. Una extraña combinación que acabará por explosionar con la infidelidad de ella y un divorcio que él nunca acaba de aceptar del todo.
Estando así Asunta en una situación de absoluta desprotección. Ya que por un lado, resulta lo único que termina por unir a Rosario con un hombre que ella no siente el adecuado. Porque se aburre. Porque en su narcisismo quiere sentir, siempre que las pastillas se lo permiten, un subidón de placer que junto a Alfonso es incapaz de experimentar. Y por otro lado, Asunta surge como la última opción de Alfonso para unirse de por vida a su mujer. Por eso el crimen aparece como un rebuscado, incomprensible y terrible desenlace.
*Sensacionalismo
Un hecho que El caso Asunta plasma desde la incomprensión y la constante pregunta que todo el mundo sano no para de repetirse. ¿Cómo pueden unos padres llegar a matar a su hija? Asombro ante lo innombrable, dudas por algunas partes del proceso y el constante amarillismo que la ficción quiere denunciar. Con una prensa carroñera dispuesta a todo por obtener la mejor foto o el mejor plano. Asombroso resulta contemplar como la Guardia Civil lleva a Rosario y Alfonso a registrar sus casas por segunda vez y una marea de prensa y gente les está esperando.
Algo constante durante los seis episodios que ponen en cuestionamiento la corrección moral del proceso que condenó a estos dos individuos. Que no la absoluta repulsión del crimen cometido. Cabe recordar que ambos fueron condenados a dieciocho años de prisión, tras rechazarse todos los recursos y constatarse que ambos idearon y ejecutaron el plan de acabar con la vida de su hija. Aunque respecto a las dudas, aún hoy se sigue sin haberse esclarecido completamente el motivo que les condujo a ello.
Y en esto surge la figura del juez José Antonio Vázquez Taín, que Javier Gutiérrez compone con su solvencia habitual. Un tipo que El caso Asunta muestra desde un cierto histrionismo. Siempre en duelo con el muchas veces poco colaborador con la justicia Alfonso. Así como muy obsesionado con tener la mano ganadora. Sin importarle si por el camino expone a los enjuiciados un proceso sin todas las garantías. Llegando a plantearse, en momentos, si muchas veces en este tipo de procesos lo que más placer genera es la verdad o la victoria.
*A los pies de Candela Peña
Aunque sin duda lo que más llama la atención de El caso Asunta es la magistral interpretación de Candela Peña. Es inexplicable lo que es capaz de hacer. Metiéndose en la piel de esta mujer enferma. De este ser repudiable que ella borda, haciendo imposible no dejar de mirarla. Siempre con esa voz aparentemente frágil, débil, muchas veces entrecortada y con tendencia al llanto. Permanentemente atontada, como drogada por tanto ansiolítico. Con un acento muy característico y una caracterización asombrosa, que Candela Peña magnifica con su gestualidad. Su cuerpo entre encogido y tímido. Sus ojos acuosos. Su mirada perdida. Impresionante.
Y junto a ella, un Tristán Ulloa impredecible. En un personaje huidizo. En ocasiones retador y en otras ratón de biblioteca. También acompañado de una caracterización muy solvente. Sin olvidar a la gran María León, como una de los policías judiciales que participaron en el caso. Siempre acompañada de esa paradoja que mezcla el horror de su trabajo con la felicidad que busca en su vida personal. Hace una pareja muy creíble y entrañable junto a Carlos Santos.
Interpretaciones que sumadas a un ritmo excelente, a una música utilizada de una forma precisa y a una buena conciencia de lo que se tiene entre manos hacen del conjunto una serie muy solvente. Sabiendo que el espectador ya conoce el caso de sobra, los creadores no arriesgan. Son fieles a lo sucedido y confían en que la realidad se sirve sola para armar un gran producto de ficción.
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Escrito por Laura Tabuyo Acosta
El caso Asunta se sirve de un cruento y muy famoso hecho real para armar una efectiva y vibrante true crime. El 21 de septiembre de 2013 dos padres denunciaban la separación de su hija en Galicia. No eran dos padres comunes. Ella, Rosario Porto (Candela Peña) era una abogada que provenía de una famosa y acomodada familia. Él, Alfonso Basterra (Tristán Ulloa) era un periodista freelance que había trabajado en diferentes diarios. Su hija Asunta, a la que poco después encontrarían fallecida en los márgenes de una carretera, tampoco era del montón. Asunta había sido la primera niña china que se adoptaba en Galicia. En teoría, una familia envidiable.
Famosas son ya las imágenes, de las que aquí se sirve la serie para dar comienzo a la historia, en la que unos sonrientes Rosario y Alfonso conceden una entrevista para hablar de su hija. Una niña que siempre aparecerá en la serie como una especie de ángel. Una niña risueña, obediente, educada y con talento para casi cualquier actividad. Lo que pasa es que pronto la idílica historia acaba ensuciándose. Porque los hijos no son juguetes. Y porque el matrimonio pronto se rompió de forma inevitable. Arrastrando con ellos a la inocente Asunta.
*Un caso enrevesado y turbio
Cumpliendo a la perfección El caso Asunta desde el inicio eso de las apariencias engañan. Porque en la familia Basterra Porto todo está contaminado. Ella, con sus problemas mentales. Siempre medio drogada y con toda una serie de episodios de internamiento e intentos de suicidio. Con un narcisismo tan grande que solamente le permite sentir pena por ella misma. Él con su mezcla de enamorado solícito y tóxico calculador. Con su gusto por el porno y su escaso poder económico. Una extraña combinación que acabará por explosionar con la infidelidad de ella y un divorcio que él nunca acaba de aceptar del todo.
Estando así Asunta en una situación de absoluta desprotección. Ya que por un lado, resulta lo único que termina por unir a Rosario con un hombre que ella no siente el adecuado. Porque se aburre. Porque en su narcisismo quiere sentir, siempre que las pastillas se lo permiten, un subidón de placer que junto a Alfonso es incapaz de experimentar. Y por otro lado, Asunta surge como la última opción de Alfonso para unirse de por vida a su mujer. Por eso el crimen aparece como un rebuscado, incomprensible y terrible desenlace.
*Sensacionalismo
Un hecho que El caso Asunta plasma desde la incomprensión y la constante pregunta que todo el mundo sano no para de repetirse. ¿Cómo pueden unos padres llegar a matar a su hija? Asombro ante lo innombrable, dudas por algunas partes del proceso y el constante amarillismo que la ficción quiere denunciar. Con una prensa carroñera dispuesta a todo por obtener la mejor foto o el mejor plano. Asombroso resulta contemplar como la Guardia Civil lleva a Rosario y Alfonso a registrar sus casas por segunda vez y una marea de prensa y gente les está esperando.
Algo constante durante los seis episodios que ponen en cuestionamiento la corrección moral del proceso que condenó a estos dos individuos. Que no la absoluta repulsión del crimen cometido. Cabe recordar que ambos fueron condenados a dieciocho años de prisión, tras rechazarse todos los recursos y constatarse que ambos idearon y ejecutaron el plan de acabar con la vida de su hija. Aunque respecto a las dudas, aún hoy se sigue sin haberse esclarecido completamente el motivo que les condujo a ello.
Y en esto surge la figura del juez José Antonio Vázquez Taín, que Javier Gutiérrez compone con su solvencia habitual. Un tipo que El caso Asunta muestra desde un cierto histrionismo. Siempre en duelo con el muchas veces poco colaborador con la justicia Alfonso. Así como muy obsesionado con tener la mano ganadora. Sin importarle si por el camino expone a los enjuiciados un proceso sin todas las garantías. Llegando a plantearse, en momentos, si muchas veces en este tipo de procesos lo que más placer genera es la verdad o la victoria.
*A los pies de Candela Peña
Aunque sin duda lo que más llama la atención de El caso Asunta es la magistral interpretación de Candela Peña. Es inexplicable lo que es capaz de hacer. Metiéndose en la piel de esta mujer enferma. De este ser repudiable que ella borda, haciendo imposible no dejar de mirarla. Siempre con esa voz aparentemente frágil, débil, muchas veces entrecortada y con tendencia al llanto. Permanentemente atontada, como drogada por tanto ansiolítico. Con un acento muy característico y una caracterización asombrosa, que Candela Peña magnifica con su gestualidad. Su cuerpo entre encogido y tímido. Sus ojos acuosos. Su mirada perdida. Impresionante.
Y junto a ella, un Tristán Ulloa impredecible. En un personaje huidizo. En ocasiones retador y en otras ratón de biblioteca. También acompañado de una caracterización muy solvente. Sin olvidar a la gran María León, como una de los policías judiciales que participaron en el caso. Siempre acompañada de esa paradoja que mezcla el horror de su trabajo con la felicidad que busca en su vida personal. Hace una pareja muy creíble y entrañable junto a Carlos Santos.
Interpretaciones que sumadas a un ritmo excelente, a una música utilizada de una forma precisa y a una buena conciencia de lo que se tiene entre manos hacen del conjunto una serie muy solvente. Sabiendo que el espectador ya conoce el caso de sobra, los creadores no arriesgan. Son fieles a lo sucedido y confían en que la realidad se sirve sola para armar un gran producto de ficción.
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Escrito por Laura Tabuyo Acosta
Miniserie
2020
21 de octubre de 2020
223 de 303 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Pfff, ajedrez, muy aburrido
Quizás muchos hayan pensado al ver el tráiler de la ficción o al leer la sinopsis como el nombre del subtítulo que da lugar a este párrafo de la crítica. Es correcto, lo entiendo, no a todos les va a gustar la temática de la serie y el desprestigio que a veces se le realiza a este maravilloso deporte mental tampoco ayuda. Pero antes déjenme decirles que deben de darle una oportunidad a Gambito de dama. Es un viaje de siete episodios increíble, vertiginoso, y muy emocionante.
Sin embargo, he de decir que Gambito de dama no va a nadar en el mundo del ajedrez, todo lo contrario, va a zambullirse y a bucear, quizás demasiado para los meros aficionados de este deporte. Pero no se asusten, la serie no va a dejar a nadie atrás, a pesar de que se citen numerosos maestros ajedrecistas, a la par de numerosos complicados nombres de jugadas, el espectador menos experto va a poder seguir con facilidad el transcurso de la historia. Y, es más, os aseguro que tras finalizar la serie alguno habrá aprendido un par de cosas que desconocía de este deporte, e incluso, le entrará el gusanillo de echar unas partidas.
La serie se siente como un producto serio y profesional que intenta aunar tanto a los que no practican este deporte, como a los que sí. Puedo suponer que los eruditos la van a disfrutar mucho mejor que cualquier espectador normal, ya que se hacen muchas referencias a los profesionales del mundillo, y se hablan mucho de tácticas y jugadas que alguien sin esos conocimientos no puede entender.
*Defensa siciliana en ‘Gambito de dama’
En Gambito de dama la defensa siciliana es una de las aperturas de ajedrez que más se nombran porque nuestra protagonista, Elisabeth, la juega excepcionalmente. Pero ¿por qué la va también a nuestra protagonista?
Pues bien, por regla general, según he leído la defensa siciliana no es para todo el mundo, suelen ser jugadores dispuestos a correr riesgos durante la partida y a ganar con las negras. Hay mucho caos en el tablero porque conlleva posiciones desequilibradas. Por lo tanto, los jugadores muy metódicos que calculan todo perfectamente y son muy posicionados no suelen jugarla. Con esta explicación pretendo resaltar lo bien que define a nuestra protagonista la defensa siciliana.
Elisabeth es alguien con un comportamiento algo irregular, muy lanzada hacia delante, atrevida, sin miedo, y, sobre todo, juega para ganar. Por eso creo que la defensa siciliana define perfectamente su carácter.
*Muy buen apartado técnico
Visualmente Gambito de dama resulta espléndida. Hay un gran trabajo en el diseño de época que consigue brillar a lo largo de toda la ficción. Otra cosa que destaco es el conseguido retrato del diseño artístico de las distintas localizaciones que veremos en la serie. París, México y Rusia lucen maravillosas con su propio diseño de época que capta la esencia y el estilo de cada zona.
Por otro lado, quiero destacar la dirección de Scott Frank y la perfecta fotografía de Steven Meizler. En cada capítulos veremos elegantes movimientos de cámara, tan precisos como si de los movimientos de una partida profesional de ajedrez se tratara. Un muy buen uso de la iluminación que otorga un bello contraste en determinadas escenas, un lujo como muchas veces el uso de la luz habla solo. Por ejemplo, en la escena del sótano, donde el contraste de las luces y las sombras es muy agresivo, se diría que esa oscuridad son los traumas del pasado de la niña, mientras que la luz narra el esperanzador futuro que le espera a nuestra protagonista que va a descubrir su pasión. Asimismo, comentar lo bien centradas y equilibradas que están muchas de las escenas.
Tampoco quiero dejar sin destacar los efectos especiales de la serie. En ningún momento estos tratan de otorgar una espectacularidad innecesaria a la acción. Se acude a ellos en momentos muy determinados y siempre para completar la narración, realmente se siente muy necesario el uso de estos para exteriorizar determinadas cosas. Destaco el gran uso de este recurso sin llegar nunca a ser excesivo, realmente quedé enamorado de esas imágenes visuales del ajedrez en el techo de la habitación.
*Las partidas de ajedrez
Al ser una serie de ajedrez veremos muchas y muchas partidas. Esto supone un verdadero peligro para la ficción, ya que una mala filmación de estas supondría una gran pérdida de ritmo, podrían sentirse demasiado repetitivas y cansar al espectador. Pero Gambito de dama salta estos obstáculos casi sin rozarlos. Cada partida se siente distinta, ágil, y suele innovar en la forma de filmarlas para evitar la sensación de repetición. He de decir que se realizan muy bien las elipsis temporales, tanto en las partidas como en el resto de la historia.
Me ha encantado que algunas veces opte por narrar con un plano/contraplano la partida de ajedrez a través de los rostros y miradas de los personajes. Simplemente con sus expresiones acompañadas del sonido que producen las piezas al chocar con el tablero el espectador es capaz de saber cómo va la partida.
*No todo es ajedrez
El guion de Gambito de dama tiene como elemento principal al ajedrez y los numerosos torneos que se suceden. Pero no solo se limita a eso. Desde el inicio hasta el final se va construyendo un gran personaje, el de Elisabeth. Una construcción que tiene como cimiento los traumas del pasado de la joven, estos golpearan intensamente en la vida de nuestra protagonista quien los exterioriza con la adicción al alcohol y a las pastillas tranquilizantes. Todo el rato parece darse un combate interior en la protagonista por superar sus problemas de adicción, pero no lo hará hasta que supere sus traumas.
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Escrito por Javier Atienza
Quizás muchos hayan pensado al ver el tráiler de la ficción o al leer la sinopsis como el nombre del subtítulo que da lugar a este párrafo de la crítica. Es correcto, lo entiendo, no a todos les va a gustar la temática de la serie y el desprestigio que a veces se le realiza a este maravilloso deporte mental tampoco ayuda. Pero antes déjenme decirles que deben de darle una oportunidad a Gambito de dama. Es un viaje de siete episodios increíble, vertiginoso, y muy emocionante.
Sin embargo, he de decir que Gambito de dama no va a nadar en el mundo del ajedrez, todo lo contrario, va a zambullirse y a bucear, quizás demasiado para los meros aficionados de este deporte. Pero no se asusten, la serie no va a dejar a nadie atrás, a pesar de que se citen numerosos maestros ajedrecistas, a la par de numerosos complicados nombres de jugadas, el espectador menos experto va a poder seguir con facilidad el transcurso de la historia. Y, es más, os aseguro que tras finalizar la serie alguno habrá aprendido un par de cosas que desconocía de este deporte, e incluso, le entrará el gusanillo de echar unas partidas.
La serie se siente como un producto serio y profesional que intenta aunar tanto a los que no practican este deporte, como a los que sí. Puedo suponer que los eruditos la van a disfrutar mucho mejor que cualquier espectador normal, ya que se hacen muchas referencias a los profesionales del mundillo, y se hablan mucho de tácticas y jugadas que alguien sin esos conocimientos no puede entender.
*Defensa siciliana en ‘Gambito de dama’
En Gambito de dama la defensa siciliana es una de las aperturas de ajedrez que más se nombran porque nuestra protagonista, Elisabeth, la juega excepcionalmente. Pero ¿por qué la va también a nuestra protagonista?
Pues bien, por regla general, según he leído la defensa siciliana no es para todo el mundo, suelen ser jugadores dispuestos a correr riesgos durante la partida y a ganar con las negras. Hay mucho caos en el tablero porque conlleva posiciones desequilibradas. Por lo tanto, los jugadores muy metódicos que calculan todo perfectamente y son muy posicionados no suelen jugarla. Con esta explicación pretendo resaltar lo bien que define a nuestra protagonista la defensa siciliana.
Elisabeth es alguien con un comportamiento algo irregular, muy lanzada hacia delante, atrevida, sin miedo, y, sobre todo, juega para ganar. Por eso creo que la defensa siciliana define perfectamente su carácter.
*Muy buen apartado técnico
Visualmente Gambito de dama resulta espléndida. Hay un gran trabajo en el diseño de época que consigue brillar a lo largo de toda la ficción. Otra cosa que destaco es el conseguido retrato del diseño artístico de las distintas localizaciones que veremos en la serie. París, México y Rusia lucen maravillosas con su propio diseño de época que capta la esencia y el estilo de cada zona.
Por otro lado, quiero destacar la dirección de Scott Frank y la perfecta fotografía de Steven Meizler. En cada capítulos veremos elegantes movimientos de cámara, tan precisos como si de los movimientos de una partida profesional de ajedrez se tratara. Un muy buen uso de la iluminación que otorga un bello contraste en determinadas escenas, un lujo como muchas veces el uso de la luz habla solo. Por ejemplo, en la escena del sótano, donde el contraste de las luces y las sombras es muy agresivo, se diría que esa oscuridad son los traumas del pasado de la niña, mientras que la luz narra el esperanzador futuro que le espera a nuestra protagonista que va a descubrir su pasión. Asimismo, comentar lo bien centradas y equilibradas que están muchas de las escenas.
Tampoco quiero dejar sin destacar los efectos especiales de la serie. En ningún momento estos tratan de otorgar una espectacularidad innecesaria a la acción. Se acude a ellos en momentos muy determinados y siempre para completar la narración, realmente se siente muy necesario el uso de estos para exteriorizar determinadas cosas. Destaco el gran uso de este recurso sin llegar nunca a ser excesivo, realmente quedé enamorado de esas imágenes visuales del ajedrez en el techo de la habitación.
*Las partidas de ajedrez
Al ser una serie de ajedrez veremos muchas y muchas partidas. Esto supone un verdadero peligro para la ficción, ya que una mala filmación de estas supondría una gran pérdida de ritmo, podrían sentirse demasiado repetitivas y cansar al espectador. Pero Gambito de dama salta estos obstáculos casi sin rozarlos. Cada partida se siente distinta, ágil, y suele innovar en la forma de filmarlas para evitar la sensación de repetición. He de decir que se realizan muy bien las elipsis temporales, tanto en las partidas como en el resto de la historia.
Me ha encantado que algunas veces opte por narrar con un plano/contraplano la partida de ajedrez a través de los rostros y miradas de los personajes. Simplemente con sus expresiones acompañadas del sonido que producen las piezas al chocar con el tablero el espectador es capaz de saber cómo va la partida.
*No todo es ajedrez
El guion de Gambito de dama tiene como elemento principal al ajedrez y los numerosos torneos que se suceden. Pero no solo se limita a eso. Desde el inicio hasta el final se va construyendo un gran personaje, el de Elisabeth. Una construcción que tiene como cimiento los traumas del pasado de la joven, estos golpearan intensamente en la vida de nuestra protagonista quien los exterioriza con la adicción al alcohol y a las pastillas tranquilizantes. Todo el rato parece darse un combate interior en la protagonista por superar sus problemas de adicción, pero no lo hará hasta que supere sus traumas.
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Escrito por Javier Atienza
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