25 ene 2009
18 ene 2009
El Fuego o Castilla.
Como disyuntiva...
De momento creo que prefiero quemarme bajo la luz del Sol.
No ha sido una experiencia extraordinaria. Al fin y al cabo son tiempos éstos en los que, la primera visita de regreso al origen, es vivida por millones de personas en el mundo. Muchísimos de ellos como resultado de circunstancias mucho más trágicas que las nuestras. Y aún más gente no puede ni regresar.
Pero sí que ha sido una experiencia en muchos momentos asfixiante. Lógico, todo el mundo quiere quedar, lo que es agradable... El problema se da cuando tus prioridades no coinciden con las de ellos.
Cristina es mi cielo. Mi hermano Ru es mi ídolo y Silvi es, sin lugar a dudas, la mejor. Me lo ha vuelto a demostrar de nuevo. Adoro desde que era una enana a mi hermano mayor, a pesar de todo y siempre. Ra se carga con demasiada responsabilidad. Algún día entenderá mi postura, confío en ello. ¡La enana está preciosa, vaya padrazos que son Ra y Moni!
También me entristece que apenas la veré crecer en estos primeros años, que están para comérselos.
Mi padre como siempre... En lo suyo.
Es un poco duro comprobar que eres egoísta y quieres volver cuanto antes a tu oasis...
Esta semana estoy sola en la isla lunar...bueno, está Audrey conmigo. Pero no está él...
A ver qué tal lo llevo.
Tengo el curso de formación por la mañana y saldré a dar largos paseos con la perra.
Pero no está él, que me hace subir la autoestima por tenerle a mi lado.
Lo bueno de la falta de control emocional es como vives el subidón del amor.
Tengo la suerte de llorar de felicidad con el roce de su piel.
Cuando tengo el día optimista lo bordo.
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Crónica de un ataque de ansiedad: Eviadas en Barajas
Viernes, 9 de Enero de 2009. 05:00 am.
Temperatura: -4ºC.
Es aún de noche en Burgos cuando Ru y Cristina llegan a recogernos a casa de Silvia, en Gamonal. Sin más dilación, cargamos el trasportín de Audrey y las maletas en la furgoneta del tato y montamos al vehículo para emprender el camino de regreso a casa.
El vuelo sale a las 10:55 am, lo que significa que llegaremos al menos tres horas antes, contando con tomar un par de cafés y con la climatología adversa para la conducción. No en vano, mi hermano lleva instaladas ruedas de invierno en la furgo, lo que nos haría ganar tiempo si nos topásemos con tramos en los que se hagan necesarias las cadenas. Chicos del norte previsores, ya veis, haberlos...¡hay los!
La carretera se nos hace fría y monótona, pero vamos cuatro y una perra, así que, aunque Rubén, Giorgio y yo apenas hemos dormido, hay entretenimiento para hacer el viaje más ameno. Entiéndanme, me encanta viajar, pero el trayecto Burgos-Madrid me lo sé de memoria.
Y además es de noche.
Las previsiones meteorológicas consultadas nos indicaban nieve en la carretera, poniendo énfasis en el particular mal estado que podíamos encontrar en Somosierra. Por eso se apreciaba, en el primer medio tramo, una cantidad considerable de sal que impedía la formación de placas de hielo. De nieve, ni una mota. Nosotros estamos sorprendidos por ello, repito que nuestras previsiones sí indican nieve. Pero claro, es que estamos bajo cero. Concretamente en Somosierra, el termómetro del vehículo indica -7ºC.
A partir de ese momento, la temperatura va aumentando paulatinamente... De manera que cuando tomamos la salida hacia el peaje para entrar a Barajas, el termómetro ha subido a -0.5ºC. La nieve empieza a caer abundantemente, a la vez que observamos la total ausencia de sal en el asfalto, lo que facilita una rápida acumulación de los copos, de manera que en pocos minutos vemos como el firme ya no lo es tanto: la carretera está blanca y peligrosamente deslizante. Evidentemente en Madrid no hay chicos previsores del norte trabajando en las áreas que se ocupan del mantenimiento de infraestructuras y accesos. "AQUÍ NO HAN ECHADO SAL", nos repetimos sin cesar mientras buscamos dónde aparcar en la terminal de salidas. Hay poca gente y encontramos sin problema plaza cerca de la entrada.
Como no podía ser de otra manera viajando con el archi-puntual tato Ru, hemos llegado a la hora prevista: son las 8:00 am.
Los mostradores de Spanair están cerquita, así que vamos a facturar de inmediato, porque hemos de llevar dos carritos: uno con maletas y otro con el trasportín de Audrey. Y como la perra estará con nosotros hasta 40 minutos antes del embarque, hay que librarse al menos del otro carrito para no parecer Mr.Bean y Sra. en la terminal del aeropuerto.
A esas alturas yo ya ando con la mosca tras la oreja...:
-¿Usted cree que volaremos a la hora prevista?.-pregunto a la señorita del mostrador de facturación.
-Si sigue nevando así, probablemente habrá problemas, pero AENA ya nos ha garantizado que saldrán los vuelos programados hasta las 11:15, con lo cual el suyo está a salvo de retrasos.
Son las 8:30. Nieva intensamente y ya hemos facturado. Hemos sido de los tempraneros.
La carretera tiene cada vez peor pinta. Así que, con todo el dolor de mi corazón, aunque lo planeado era que los tatos nos acompañaran hasta que llegara la hora del embarque, les digo que ya es hora de despedirse. Si no quieren tener problemas de tráfico y que yo me ponga nerviosa, deben regresar a Burgos cuanto antes.
Abrazo a Cristina con tristeza. Esta vez no sabemos cuándo volveremos a vernos. No hay nada concreto. Quizá en Semana Santa. Ella se despide de Giorgio y Audrey mientras beso a mi grande hermano pequeño. Otro abrazo más ¡Cuánto quiero a esta petarda! Está llorando... ¡yo no quiero que sufra! Mi niña. Mi niño... ¡Qué orgullosa me siento de los dos! Estos malos tragos nos serán recompensados porque son necesarios.
Audrey nos observa con curiosidad. Para ella no hay espacio temporal, no entiende que vivimos tan lejos de ella, de la persona que la rescató. Sólo sabe que la quiere. La expresividad emocional de "los de dos patas" la desconcierta e indica que algo va a pasar...¿Qué será?
Y se van. Nosotros buscamos un sitio donde acomodarnos hasta que nos avisen para embarcar a Audrey.
Nos sentamos y rompo a llorar. Giorgio me consuela con ternura, sabe que el momento es especialmente duro para mí.
En este estado emocional me hallaba en el peor momento. Quedaban un montón de horas por delante, en las que esa sala de facturación de la terminal de salidas de Barajas en concreto, sería el fatídico escenario en el que miles de personas desesperaban reclamando decencia.
A las 10:10 nos guían dos empleados de Spanair hasta la sala de equipajes nº5. En la entrada de la sala está el mostrador en el que se pone el agente de la benemérita de turno. El de este turno en concreto es idiota. No sólo se extralimita en sus funciones de manera chulesca, sino que encima no sabe cómo funciona el protocolo de seguridad del aeropuerto. Presten atención:
- Ese perro no puede ir suelto.
-Lo llevo con correa... .-contesto al primer bote.
-Ya, pero tiene que ir ahí dentro .-contesta gruñonamente, señalando el trasportín en el carro.
-Agente, hay que sacar al animal ahí mismo...los compañeros de seguridad tienen que revisar la jaula en ése control de embarque... .-explica uno de los operarios de Spanair que nos acompaña.
-...Bueno, continúen...
(¿¿continúen??)
Allí nos dirigimos hacia el puesto de seguridad donde se inspecciona el trasportín de la perra y se la embarca hacia el avión. Es en ése momento cuando sedo a Audrey con las dos pirulillas que me administró el veterinario. La metimos en el trasportín y observamos como se alejaba en la camioneta de Spanair, antes de pasar nosotros a la zona de embarque.
Por fin ante la puerta E-74 , empezamos a tener constancia real de cómo está la pista del aeropuerto. Son las 10:40 y, a través de la cristalera, vemos una situación más propia de Siberia o un país nórdico que de Barajas. Es acojonante, por la estampa cualquiera pensaría que lleva nevando una semana en lugar de unas horas. O eso, o se han estado tocando los bemoles y no han actuado para impedir que se cancelen al menos los vuelos que osaron asegurar su salida.
Efectivamente, al poco se anuncia el primer típico retraso de media hora. Comienzan los avisos por megafonía en los que ya se huele el cierre. De momento sólo se producen retrasos.
Vaya por delante que la información en los medios durante el viernes y el sábado no fue ni por asomo cercana a lo que se vivía en las terminales de Barajas. De hecho hubo un intervalo de cuatro horas en las que no cayó un sólo copo y no se vieron quitanieves a destajo ni operarios de Aena trabajando para deshacer la nieve ni el hielo. Fue un mamoneo en el que los pasajes afectados nos sentíamos secuestrados y engañados, mientras las aerolíneas hacían lo posible por echar la mierda a Aena y viceversa.
Volviendo al desarrollo de los hechos, nos dan las 12:00 aproximadamente sin que nadie de Spanair diga ni media. La chica del mostrador de la puerta de embarque se pira. Viene otra chica. Pasa otra media hora que, muy amablemente, eso sí, nos solicita al amparo de nuestra paciencia, para saber qué pasa con el JKK 5114 a Lanzarote, si va a volar o no. Nada, que ni idea oyes.
Al poco salen por el finger de nuestra puerta cuatro azafaifas. Se trata de la tripulación que sí ha llegado a tiempo, poniendo pies en polvorosa porque se la huelen gorda. A esto que caigo en que se están dando el piro, con lo cual es probable que la del mostrador también lo haga. Me levanto del asiento haciendo esfuerzos por no cabrearme antes de tiempo. Espero la cola de gente exigiendo información sobre lo que ocurre, preguntando dónde va la peña que ha salido del avión con tanta prisa... Me toca. Mi pregunta es simple:
-¿Y mi perra?
-¿Cómo? ¿Está embarcada?
-Dímelo tú (ante esta respuesta ya no me sale tratarla de usted, que queréis que os diga).
-Pero...¿la han llevado al avión?
-¿Tú qué crees?¿piensas que te pregunto dónde está por aburrimiento? ¿Dónde iba ésa gente?
-...De momento Aena no permite ningún despegue, sabremos algo más de...
-Vale, vale...ahora haz el favor de comunicar que saquen a la perra del avión y dime dónde la recojo.
-Oh! Sí, si...Baje a la sala de equipajes nº6, allí le dirán la cinta donde puede recogerla.
-Gracias.
13:00 pm en la terminal antigua de salidas del aeropuerto de Barajas.
Mientras bajamos a la sala de equipajes, todos los pasillos y estancias recorridas están llenos de personas desorientadas y nerviosas, que preguntan a todo aquel que vista uniforme, por distintas cuestiones. Es evidente que a estas horas está plenamente instaurado el caos. El ir y venir frenético de los pasajeros que no han volado tiene un color gris, aún no es negro pero ya se observa que el volumen de gente es muy considerable. Empiezo a preguntarme cuántos de ellos llevan ya cinco horas allí, como nosotros. Supongo que muchos.
Una vez en el mostrador de reclamación de equipajes, en la sala 6, donde atiende Spanair los requerimientos de sus clientes, mis nervios campan desatados a sus anchas, pues la muchacha me ha indicado una cinta que ni se mueve ni ná y la sala está llenándose de gente en busca de sus maletas. Regreso a preguntar. La tía contesta:
-Pues puede que la cinta 9 o la 10..., aunque los animales salen por la 6, o sea que puede que...
-Me cago en Dios! Mira maja, voy a montar un pollo aquí que flipas. Ya te estás enterando, ¡pero ya mismo, ¿eh?!...de dónde está mi perra, ¡tanto puto "puede que..."! Y no me mires con esa cara de asco que tenías que estar tú en el puto avión metida en una jaula y nevando. ¡Encima me mira mal porque pierdo los nervios, la lista del "puede que"!. Ten un respeto a los clientes cuando eres tú la que la estás cagando, que no eres capaz ni de coger el teléfono para preguntar.
Después del ataque de ira me disculpé con ella, pero seguía sin tener ni zorra de dónde estaba Audrey. Así fue como conocí a una de las dos únicas personas amables y competentes de Spanair en todo el aeropuerto. Esta chica me tranquilizó, llamando a sus compañeros de equipajes, que la informaron de que en breve tendríamos a la perra con nosotros y el número de la cinta por la que saldría.
También me dijo que esperaban poder volar en el día y que, de momento, era mejor que no recogiéramos los equipajes, sino que simplemente subiéramos de nuevo a los mostradores de la aerolínea para canjear las tarjetas de embarque y obtener los BONOS DE COMIDA.
Una vez recogida Audrey, que llevaba un colocón de pastillas en su punto álgido, pues ya hacía más de tres horas desde la ingestión, seguimos las indicaciones de la chica de inmediato. En los mostradores de Tickets de Spanair había cuatro empleados con cara de marrón atendiendo a unas colas de gente que evidenciaban la cantidad de vuelos que la aerolínea estaba manteniendo en vilo.
Cuando le tocó a Giorgio el turno, yo estaba tirada en el suelo tranquilizando a la perra, que no estaba en su mejor momento precisamente. En esto veo que me llama con la mano. El chavalín que le atendía estaba negándonos nuestro derecho a comida y alojamiento. Y no hacía ni una hora que una compañera suya nos había reconocido tal derecho y emplazado a que lo reclamáramos.
La excusa: "Uds. no son pasajeros en tránsito"(es decir, nuestro billete era un vuelo directo Madrid-Lanzarote, tócate los pies questosignifica que si no he volado de Burgos a Madrid ¡esmiproblemaaaa, ajooo y aguaaa!)
-Me da igual, yo no vivo en Madrid y necesito que Spanair me dé una solución a esto.
-Yo tampoco sé si voy a poder regresar a mi casa hoy...
(parece que en Madrid no hay metro ahora...que me lo digan a mí con el trasportín y un perro cómo lo hago para usar el medio suburbano)
- Mira majo, tú estás aquí para ganarte el sueldo y tu función es atender a los clientes e informar,
algo que haces muy mal porque nos estás negando lo que tenemos derecho a reclamar y que una compañera tuya nos ha reconocido hace un rato. Si le haces el juego a tu empresa incurriendo en injusticias, no esperes que me lamente por tu jornada laboral; eso se lo dices a tu jefe, no a mí.
Claro, luego la que queda como borde es una...¡pero ya me dirán!
Una vez canjeados los billetes, nos dicen que nos mantengamos a la espera o a la cola en los mostradores de facturación de Spanair, para bajar de nuevo a la perra en cuanto se anuncie la nueva hora programada para volar.
Los monitores no informan. Los empleados están completamente descoordinados e incurren en contradicciones constantemente. Por megafonía anuncian un vuelo a Menorca que posteriormente es denegado en el mostrador al facturar, y así con muchos otros vuelos.
Giorgio y yo estábamos pendientes de un pavo con walkie, que parecía ser quien más control tenía sobre el cotarro. Todo el tiempo histéricos por no perderle de vista, ya que nos había dicho que nos mantuviéramos alerta para avisarnos si había que embarcar a Audrey.
A las cinco de la tarde por fín nos llama: una compañera nos va a llevar de nuevo a la sala 6 de equipajes; parece que vamos a volar. La chica que nos acompaña en esta ocasión parece competente. Cercana y natural, nos da la impresión de que realmente lamente el caos y el desastre. Hace esfuerzos por disculpar a sus compañeros sin negarte que el que peor lo pasa es el usuario. Es la segunda y última persona de Spanair con la que tratamos que fue amable.
Esta vez Audrey se resiste a montar en el trasportín. Tuve que hacer un esfuerzo para que no notara mi preocupación. Es muy buena, no se opone tercamente...al final accedió resignada a entrar en la jaula. Por los agujeros del trasportín vemos desde el cristal cómo se tumba antes de que la camioneta arranque y se introduzca en la pista. Es una campeona. Esperemos que ésta vez la volvamos a ver en el aeropuerto de Lanzarote. En casa.
Desde allí, accedemos por ascensor de nuevo a la zona de embarque. La puerta es ahora la E-75.
Allí encontramos a Leandro, un niño de 10 años que vive en Lanzarote y vuela con su abuela madrileña, con quien ha pasado la navipeich. Es un chaval encantador, que ya por la mañana, hizo amistad con Giorgio. También está la típica parejita pija, ella con su HOLA y él mirando de reojo el Público y el Jueves que llevamos encima...¡en fin! Y hay un grupo de rock que van a tocar al estadio de fútbol (creo que dijeron, no fuimos a verlos por desgracia) de Arrecife. El saxofonista nos pone al corriente de las horas que hemos estado fuera(de la zona de embarque), enterándonos así de que el problema ha sido que nuestro comandante no ha llegado a tiempo a Barajas, de modo que el personal sospecha que también hay una huelga encubierta y, al estar Spanair en una situación que roza la quiebra, no va a haber sustituto y nos están dando largas pero no volaremos.
Son las 18:30 y se ha pasado la media hora de tregua tras el anuncio por megafonía en el que anunciaban media hora de retraso para el JKK5114 con destino a Lanzarote.
De nuevo se caldea el ambiente. Los chicos del grupo de rock y la abuela de Leandro insisten a la muchacha del mostrador para que se nos informe de la situación del aeropuerto. Es una chica rubia de rasgos dulces. No deja de sonreír. Uno de los chicos levanta la voz:
-¡Pero si hace 4 horas que no cae un copo! Si vais a cancelar el vuelo decídnoslo ya.
Ella, muy digna, sigue regalando sonrisas. Incauta, no comprende que a estas alturas de la película la peña está irritable y no entiende que ponga esas caras de felicidad. Por su expresión parece que la estuvieran metiendo fichas los del canto del loco, en vez de estarse comiendo el rapapolvo de un puñao de pasajeros mosqueados. La temperatura sigue subiendo.
Desde mi asiento empiezo de nuevo a preocuparme por Audrey otra vez. Están utilizando a la perra, ahora lo veo. Los compañeros de pasaje habían creído que volábamos cuando "los del perro" hemos regresado a la zona de embarque. Pero son las siete y han pasado casi dos horas, con lo que la gente se vuelve a mosquear y a dar problemas...
La chica ya no ríe tanto. Observo que el lenguaje corporal de las personas que la increpan es más exaltado. Muchos acusan a Spanair de mentir. Todo el mundo quiere saber qué pasa.
Aparecen entonces cuatro guardias civiles. La chica les ha avisado. La solidaridad con el grupo de rock, que lleva la batuta en las reclamaciones, es un clamor. Cuando intentan cachear al más nervioso e indignado de todos, los pasajeros se levantan envolviendo en una nube de reproches a los agentes:
-¿Venís para defender a éstos sinvergüenzas?¡Os pagamos nosotros!¡Defendednos de ellos que no nos dicen la verdad!
El mostrador se queda vacío entre la confusión. Otra vez se han dado el piro. De nuevo la espera. La peña coge el teléfono del mostrador para pedir información.
La pija dice por lo bajini:
-Ya la han liado éstos, que han hecho venir a la guardia civil. ¡Ahora sí que van a pasar de nosotros!
Me callo. No me apetece discutir también con una pasajera. Además estoy pensando en Audrey. Tengo que ir a buscarla y aquí no hay nadie.
Voy a buscar otro mostrador de Spanair: hoy está claro que no volamos.
Dejo a Giorgio con el resto y me recorro la zona de embarque buscando un empleado de Spanair...¡Coño! ¡Si ésta de ese mostrador de un vuelo a Tenerife es la rubia sonriente!
-¿Qué haces aquí que no estás informando al pasaje del 5114, al que has dejado allí tirado con los guardias civiles? Hum... Veo que este vuelo a Tenerife sí ha salido... ¿por qué no nos decís qué pasa? (a todo estooo...el aeropuerto está operando desde las seis de la tarde, puesto que desde la cristalera de la zona de embarque se ven aterrizar a dos aviones, desembarcar a la gente, embarcar y despegar vuelos a Tenerife y otro a Lanzarote de AirEuropa,etc.)
-Le repito que esa información depende del aeropuerto...no sabemos nada...
-Sí, si...eso ya lo has dicho muchas veces... A ver, dime dónde me pueden informar de dónde está mi perra, que me la habéis vuelto a embarcar y lleva ya casi otras tres horas en el avión...
-Vaya al mostrador de Spanair que se encuentra al final de este pasillo.
Así lo hice. No fue difícil identificar el mostrador de la aerolínea: después de andar un largo trecho, me topo con una algarabía de gente con cara de pocos amigos formando una cola que bien podía dar tres vueltas al inmenso puesto de desatención al cliente.
Allí estaban la abuelita de Leandro, la parejita del HOLA y cuatro integrantes del grupo de rock. El más reivindicativo de todos estaba diciéndole a la gente que el vuelo estaba cancelado desde primera hora del día y que nos estaban vacilando a todos. Estaba enfadado pero, sin embargo, tranquilo; habían llegado a Madrid desde Bilbao y no iba a tener que pasar la noche en el aeropuerto: eran pasajeros en tránsito.
En la cola teníamos pasajes variados: a Gran Canaria, a Lanzarote, a Menorca... La mayoría éramos gente que tenía que regresar a casa después de Reyes, a trabajar, estudiar... a pesar de que la mayoría de vuelos eran destinos turísticos.
Lo más lamentable era ver a niños pequeñitos en sus cochecitos o en brazos de los padres. Yo pensaba en la posibilidad de que llevaran desde las cinco de la mañana viajando, como nosotros, y me daban mareos de la impotencia. Cuando tengo que tratar con gente que es cómplice de estas joputeces, brota la hipersensibilidad emocional, el sentimiento misántropo que hace que me invada La Náusea por ser parte de la especie. Será que me comporto como una puta cría ingenua que piensa que a los que van con los churumbeles a cuestas, les van a tratar con un mínimo tacto y a respetar sus derechos mandando al pairo los criterios economicistas de la empresa.
Yo qué sé, todos tenemos canijos conocidos y hacemos "¡Ooohhh!" cuando un niño hace su gracieta más salá. O a lo peor tenemos hijos, también. Pues bien: también había pasajeros en tránsito con bebes.
Para colmo, se hicieron desear más que los Rolling, los muchachos de Spanair, y eso es lo único que puedo decir a su favor. Eran muchachitos. Gente muy joven puesta allí deliberadamente para comerse un marronazo de órdago. Saltaba a la vista que los más veteranos que sí habían acudido a currar, se estaban escaqueando. Y lo más triste es reconocer que has perdido los nervios con quienes menos peso tienen y que son los únicos dando la cara en la terminal. Pero aún así, su actitud impostada, preparada de antemano con la intención opuesta, produce una crispación aguda. No se puede evitar verles como cómplices.
Pero ellos actúan con una coartada subliminal:
LA PUTA CRISIS
Esto es: Que si el número de parados aumenta vertiginosamente, ya vendrá otro que quiera ocupar mi puesto.
Bonita frase de marcado corte neoliberal, en la que el trabajador asume que su ética y su culo están para que se lo pateen a uno, eso sís, dentro del mercado(o aeropuerto).
Y así estamos.
Total que llegan tres. Un chiquillo...y dos chic... ¡la rubia again!
Ya me lo huelo...
Pasa el primer pasajero al mostrador, le toca a la rubia y...
-El vuelo a Lanzarote se ha cancelado.
Es entonces cuando empiezo a jurar en hebreo de nuevo y en voz alta, puesto que llevan mareando la perdiz dos horas para decir lo que ya sabían desde las once de la mañana:
-¡Mi perra está embarcada!
Todos los de mi pasaje, excepto la del HOLA, me ceden solidariamente el turno.
"Lo que toca es pedir la hoja de reclamaciones pero yo tengo a la perra aún en el avión. Además me estoy imaginando ya haciendo noche en Barajas. Hay que recuperar las maletas y vamos a tener una movilidad penosa con los dos carros y Audrey drogada. Tendremos que cambiar de nuevo las tarjetas y cuanto antes, puesto que es primordial que nos metan en uno de los primeros vuelos de la mañana. ¡Llevamos sin dormir desde la noche del miércoles! La noche del jueves al viernes no pude hacerlo, siempre me pongo nerviosa cuando tengo que ir a Madrid a coger un avión...
Hay que volver a casa. Que me digan dónde está la perra."
Notaba que mi mente estaba operativa en cuanto a organizarnos de manera práctica. Pero mis emociones estaban al borde del abismo. Otra vez la rubia con las sonrisitas...
-No hemos tenido la información hasta ahora .- ni ella se lo creía oiga...¡pero si es que se estaba descojonando!
- Deja de mentir porque antes de que avisaras a la guardia civil, ya lo sabías.. .- contesta el portavoz de los rockeros.
- Yo la acabo de ver hace un rato en un mostrador de un vuelo de Tenerife. Entonces ya lo sabía y tampoco me lo ha dicho. Me ha hecho venir hasta aquí aún diciéndola que lo que quiero es sacar a mi perra del avión. .-hasta aquí sólo levanté el tono, pero al mencionar a Audrey, que ya pasaba de las tres horas embarcada para nada (salvo para hacer de señuelo de la aerolínea), me emocioné sin remedio y pasé a la hipérbole:
-¡Y que sepan todos ustedes, los pasajeros de Spanair, que es la segunda vez que embarcan a mi perra hoy, que en total ha pasado casi seis horas embarcada para hacer un vuelo de dos!
¡Y si quiero ir a mi casa la tengo que volver a embarcar! ¡Que sepan que estos señores han maltratado a mi perra!
Toda la gente me miraba flipada, momento en el que el rubor empezó a invadirme, aunque veía mayoría de expresiones de solidaridad. Igual la flipada era yo. Pero no, porque hasta el momento no había hecho caso a mi amiga Silvi. Ella estuvo en contacto telefónico conmigo todo el día. Percibió la escalada emocional que estaba sufriendo y me recomendó buscar una farmacia para comprar Lexatín. Así que estaba a pelo. Éso era lo malo, evidentemente, ni un mal porrillo con tanto vete y ven.
A esto que oigo discutir a la del HOLA con el rockero:
-...pero es que ellos no tienen la culpa (con un aura a lo rouco)
-Mira: A mí me parece que no tienen la culpa ellos, pero sí la tienen de su actitud. Y su actitud es la mentira sistemática.- replicó él.
-Eso es precisamente. Esa actitud de yo estoy aquí sentado dignamente, mientras los que nos ponemos en evidencia somos los pasajeros y nuestras crisis nerviosas. -completé mientras observaba cómo la del HOLA me pegaba un repaso en forma de ojeada de arriba a abajo.
Entonces me toca el turno. Tengo al muchachito delante y le exijo que localice raudo y veloz a Audrey...¡ah! ¡y con exactitud, por favor! De nuevo duda...la sala 5..., la sala 6...
¡Vale majete, te has lucido! Menos mal que recuerdo dónde y cómo ha sido el primer desembarque. Le dejo con la palabra en la boca y salgo pitando a buscar a Giorgio, que está aún en la puerta de embarque con el resto que esperan noticias allí sobre el vuelo. Todos pendientes del teléfono del mostrador de embarque. ¿Os lo imagináis? No, no sabían que se había cancelado el vuelo.
Bajamos a recuperar a Audrey y el equipaje aprovechando que no tenemos bultos aún...¡sí efectivamente, íbamos corriendo por la terminal!
Yo iba intentando quemar el exceso de energía. Algo me decía que aún iba a tener oportunidades para transformarlo en un soplamocos, si yo no lo remediaba desde la lucidez.
Una vez con dos carros y la perra k.o. de las pirulas, atada con la correa a uno de ellos (situaciónmegadiver), emprendemos el penoso periplo a los mostradores de facturación de Spanair. Esto consistía en pillar dos ascensores, uno cada uno, puesto que con el trasportín (dado la vuelta porque si no, no entraba por la puerta), no cabíamos el otro carro de maletas, Giorgio, Audrey y yo. ¡Y me cago en Tó, lo rápido que se cierran las puertas en esos putos ascensores!! . O eso o la rampa móvil en la que, bajando, el trasportín se te podía caer del carro...(Buf! lo estoy reviviendo mientras lo escribo y me agobio aún)
Llegamos por fín a la terminal de salidas: Cinco colas kilométricas canjeando billetes y recogiendo bonos de hotel...
Lo primero es buscar agua y comida para Audrey. No ha bebido desde que salió de casa. Tienen que estar sin beber ni comer cuatro horas antes del embarque y ella no tenía sed antes de salir.
Pero ahora sí: se bebe dos botellas de 1/2 l de agua. Voy a una cafetería del hostión y me cobran cuatro pavos por una mini baguette de queso. El queso la encanta, al menos.
Aprovechamos que somos dos para dividirnos en las colas. De hecho la gente no sabe para qué es cada una de ellas. Se piensa que una es para canjear billetes cancelados y la otra para el hotel y la comida. Se habla de la bola sobre los pasajeros en tránsito, en la cola. Hay gente que está realmente convencida de que, debido al temporal -que es causa de fuerza mayor, añaden- no tienen obligación de pagar hotel a los de los vuelos directos, independientemente de que hayan podido operar unas seis horas, echándolo por lo bajo, en que el aeropuerto ha funcionado y lo hayan retrasado 24 horas para salir hacia su destino.
Giorgio está en una cola más lenta, haciendo amistad con una pareja joven con un peque y con un argentino que se sube por las paredes, ya que le han hecho una faena bastante grave, al parecer.
En la mía, reconozco a una chica con su bebita. De esta madre tengo certeza sobre las horas que lleva en Barajas. Son las diez pasadas de la noche y a ella la ví en cuanto entré a la terminal por primera vez a las 8:00. La niña está dormida en el hueco superior del carro de equipajes. Es tan pequeñita que cabe cómodamente y está como un tronco, acolchada con una mantita. La chica es pasajera en tránsito, lo que le asegura poder darse una ducha y una cama para ella y su hija. Sin embargo la información que tenemos sobre el estado de los accesos a Barajas es de caos. Tiene miedo de salir del aeropuerto y no llegar a tiempo de coger su vuelo al día siguiente.
Todos los que estamos alrededor comprendemos su temor, pero intentamos convencerla de que tiene que descansar bien por la cría. Finalmente se fue al hotel. Ella viajó en los asientos delante de los nuestros en el avión que nos trajo a la isla lunar.
Como avanzaba mucho más rápido, Jorge se despide del argentino deseándole que todo vaya bien, y se traslada a mi cola. Sólo faltan dos turnos para saber si nos van a proporcionar transporte para movernos con la perra a un hotel.
-¿De qué vuelo son?
-5114 a Lanzarote.
- De acuerdo. Les canjeo sus tarjetas por otras para mañana a las 10:55 am. ¿Algo más? .- dijo con voz lánguida el clon de Deluxe. Mal empezábamos...
-Sí, claro. Queremos que Spanair nos proporcione alojamiento y medio de transp...
-Ustedes tienen un vuelo directo y, por causas de fuerza mayor, como es el caso, la aerolínea no está obligada a pagarles el hotel... .-me interrumpió sin que se le moviera un sólo músculo de la cara. La inexpresividad de su cuerpo me abofeteó sin compasión.
-Mire...estoy agotada y necesito una ducha...Estoy tan cansada ya de enfadarme y alterarme hoy, que sólo le voy a decir una cosa: trabajan ustedes muy mal y tienen una falta de humanidad heladora...
-Ésa es su opinión, Sra. .-contestó aún con mayor frialdad.
-Es mi opinión y la de toda esta gente, no se equivoque. Pero es igual... Dígame qué sugiere Spanair que hagamos para pasar la noche con dos carros y mi perra de una manera decente.
-El aeropuerto va a habilitar unas salas para los usuarios que se quedan aquí hasta mañana. Pregunte en los mostradores de Aena.
Ya está. Aquí está.
Las lágrimas brotan a borbotones mientras dejo el mostrador de facturación. Giorgio se retrasa, quiere decirle al zombie que conocemos nuestro derecho...cuando se gira y ve cómo me voy alejando con la cabeza de avestruz. Se percata entonces de lo que sucede y viene lo más deprisa que puede.
No puedo controlar el llanto ni la respiración, me siento tan pequeña como insignificante es la empatía del modernillo impertérrito. Ya estoy hiperventilando cuando caigo en la cuenta de que está cerca la farmacia. Pero antes doy una lamentable imagen ante el empleado de Aena al que Giorgio acude para preguntar por las salas habilitadas. Sólo sabe de la existencia de la sala Autogiro, que está de nuevo abajo, en la terminal de llegadas. Pero no le han informado de ningún plan especial. Hay que bajar de nuevo por los ascensores con los dos carros. Lo bueno es que la farmacia está enfrente de aquéllos. Entro llorando como María Magdalena y le explico a la farmacéutica como puedo, que estoy en medio de una crisis y no porto receta para ansiolíticos. Impresionada, me dice que no me preocupe mientras me da una bolsa para la hiperventilación. Me pregunta si estoy sola, ofreciéndome irme con ella a su casa. Haceos idea. Le digo que no, que sólo quería un calmante porque estoy con mi pareja y mi perra y he de pasar la noche en la terminal:
-Tranquila...¿has tomado ansiolíticos antes?
-Me los recetaron una vez pero no llegué a comprarlos...me parecía exagerado que los necesitara realmente. Posteriormente he tomado alguna vez Lexatín para dormir o subirme al avión (mentí).
-Vale, eso es lo que quería saber, por si sufres alergia a éstos fármacos...
-No tengo alergias descritas...
-Está bien...¿crees que con Lexatín será suficiente?
-Sí, gracias.
Llegamos a la sala. Cuatro sillones ortopédicos, aunque acolchados, estaban bien para los niños...
Suelo había mogollón. Y un montón de cajas que habían traído los de protección civil con mantas polares de color naranja. Una chica de Aena informaba sobre un catering a punto de llegar.
Yo vi un par de cajas vacías y las desmonté para tirarlas en el suelo. Acolché con un par de mantas encima del cartón y dispuse la cama de la perra, que estaba en el trasportín, para soltarla de la correa y darla de nuevo de beber. Se tumbó enseguida, con el hociquillo un poco más húmedo ya, y enseguida se quedó dormida. Parecía consciente de mi estado de nervios y se mantuvo tranquila ella, para compensar.
Giorgio me acercó una botella de agua de las que estaban repartiendo los dos chicos de Protección civil. Tomé una pildorilla y me tumbé. En la sala no había mucha gente. Un par de matrimonios de mediana edad, dos chicas jovencitas que parecían de vuelta de unas vacaciones juntas, una chica joven con un carrito y un niño pequeño... Todos hablaban de cómo habían transcurrido las horas, del tiempo, de las hijoputeces de las aerolíneas, de Aena y la pillada de toro y la falta de previsión... Yo no tenía ganas de participar...el sueño me vencía.
Dormí unas dos horas, porque desperté a las doce y media de la noche. Lo peor había pasado y Giorgio estaba observándome cuando abrí los ojos. Charlamos mientras comimos los típicos sándwiches de envase de plástico, que eran todo el catering anunciado. Ni un café ni un mal sopinstant. De lujo. Audrey seguía dormida.
La sala estaba ya mucho más llena, pero aún quedaba espacio. Entraron entonces una pareja negra con cuatro niños. Los dos mayores tendrían entre 6 y 10 años. Los pequeños eran bebés. Estuvimos observando cómo se lo montaban en el centro de la sala. No en vano, era donde quedaba más espacio libre.
-Uno de los mayores se está quedando dormido de pie... .-Me decía Jorge enternecido. Vaya padrazo va a ser el nene.
-Esto es increíble. ¿Cómo pueden dejar a esta gente sin hotel? Son unos mierdas.
Salí a echar un petilla mientras Audrey tomaba también el aire. Los de seguridad de la puerta me dijeron que en esas circunstancias, con tanta gente dentro haciendo noche, el aeropuerto no se cierra. De manera que me di una vuelta tranquila, sin miedo de quedarme a la intemperie. Pero Audrey no meaba. No estaba en su salsa. Parecía querer volverse a la cama.
Regresamos y Giorgio y yo fuimos a los aseos para prepararnos para dormir.
Al día siguiente, levantamos el campamento a las ocho para volver a facturar el equipaje cuanto antes. Todo tuvo una agilidad inusitada. Parecía un borrón y cuenta nueva. Los empleados en los mostradores de Spanair, comentaban las noticias que ellos sí habían podido seguir en la tele y la radio. Hablaban de las declaraciones de los políticos, sin ser conscientes de que no nos daban el pego intentando victimizarse.
Señores, la sociedad y sus bajezas la conformamos todos. Entérense y dejen de pedir cárcel para los niños de 16 años. Porque el ejemplo que han recibido los que han estado en Barajas durante el fin de semana pasado, es lamentable. Somos todos y son nuestros vástagos los que reiteran nuestras conductas más mezquinas.
Una vez en el avión, el comandante se disculpaba incluyéndose en la lista de afectados. Los pitos y abucheos hicieron posible que no volviera a abrir el pico. Por lo menos nos queda eso: el derecho al abucheo.
Y después del trago del aterrizaje-ya he dicho que no me gusta el avión- , una infinita sensación de felicidad...
Hemos llegado a casa.
FELIZ AÑO NUEVO A TODOS.
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