El joven Papa (The young Pope, Paolo Sorrentino, 2016) es una de las mejores series que he visto. Una serie singular en sus contenidos, en sus actuaciones superlativas y en la delicadeza y preciosismo surrealista de sus imágenes, y también por su profundidad reflexiva.
El tema trata del acceso al papado de Lenny Belardo (un magnífico Jude Law) como Pío XIII, un joven cardenal de los Estados Unidos que revolucionará la imagen de esta figura esencial del catolicismo como es el Papa, así como el funcionamiento de un Vaticano presentado, como cualquier estado, presa de los movimientos de poder, los politiqueos y las finanzas, todo ello representado por la figura del cardenal secretario de estado Angelo Voiello (gran actuación de Silvio Orlando).
La serie nos ofrece distintos puntos de reflexión que van desde la personalidad del Papa a la imagen que Belardo considera que debe adoptar como tal, y que está estrechamente relacionada con su concepción de dios, y de cómo debe ser la relación del ser humano con él, de la espiritualidad, así como del poder y sus manejos. No obstante, todos estos puntos están, como veremos, intrínsecamente relacionados e irán evolucionando a lo largo de los capítulos. Creo, no obstante, que la serie está atravesada por una profunda reflexión sobre la herida del alma, la pérdida, el dolor y el amor, y de su relación con la evolución del concepto de contradicción al de contrariedad e integración, siendo inevitable ver en la propia evolución de Lenny algo parecido al cambio de actitud de una concepción de un dios que va del Yavhé del Antiguo Testamento al dios del amor proclamado por Jesucristo del Nuevo Testamento.
1. EL JOVEN PAPA PIO XIII: LA CONTRARIEDAD Y LA CONTRADICCIÓN.
Leny Belardo fue un niño abandonado a los siete años por sus padres, y dejado en un orfanato a cargo de religiosos, donde es recibido por la hermana Mary (Diane Keaton), quien realmente hará la función de madre substituta, como Leny reconoce: "La hermana Mary me acogió en el orfanato a los siete años, me crió y me dio cariño, me hizo buen cristiano". No obstante, ese abandono y el recuerdo idílico del tiempo que convivió con sus padres le persiguen como una herida que no cicatriza. La imágenes de su madre, de su padre, y las sensaciones de paz y belleza cuando iba con ellos al río conviven con el dolor de haber sido abandonado. Ese dolor y ese recuerdo irá acompañado siempre de la esperanza de reencontrarlos.
Por otro lado, la juventud del papa Pio XIII (el nombre que elige), vista por los estrategas del Vaticano, con el cardenal Voiello a la cabeza, ven en él la posibilidad de ejercer un acercamiento entre los sectores más conservadores y los más progresistas de la Iglesia. No obstante, pronto la actuación de Lenny Belardo parece moverse de una manera inesperada, observando en él un cierto tipo de acciones que se van desde posiciones de lo más conservadoras y retrógradas, a otras más místicas y esotéricas y otras, sobre todo a nivel más individual, en las que se siente atraído por personajes frágiles, aunque esencialmente de una fe incontestable. Su personalidad recuerda la figura contradictoria de Yahvé, donde su amor por el ser humano se veía también acompañado de las mismas características que Pío XIII destaca de sí mismo a Tomaso (Marcello Romolo), su confesor: "Desde pequeño he aprendido a confundir a la gente sobre lo que pasa por mi cabeza [...]" Tomaso declara que es un sabio, a lo cual Lenny asiente, y añade: "también soy intransigente, irritable, vengativo y tengo una memoria prodigiosa." Hablando del pasado y el presente, le dice a Voiello: "El pasado es un vasto lugar repleto de cosas en su interior. No así el presente. El presente es una estrecha rendija con espacio solo para mis ojos."
|
El presente es una estrecha rendija con espacio solo para mis ojos. |
En una primera instancia, su acción se asemeja mas a la del Yahvé del antiguo testamento, un dios receloso, amenazante, resentido y vengativo, que a la del Dios del Nuevo testamento, un dios más fundamentado en el amor y la compasión, actuando así como un personaje jerárquico, distante y engreído. Observamos como este distanciamiento se manifiesta por una preferencia por las relaciones formales a las más informales, mas ocupado en marcar a través de ella la autoridad y la ley que el amor y la compasión, así como un claro empeño en manifestar el misterio a través de la ausencia más que de la presencia. Veamos dos ejemplos de lo que acabo de decir:
- La relación formal-informal.
En una escena con una afectuosa monja cocinera que se manifiesta cariñosa con él le dice:
Madre, permítame que le explique algo que usted en su larga vida no ha tenido ocasión de entender. Las relaciones afectuosas son peligrosas, conducen a ambigüedad, malentendidos y conflictos, y siempre acaban mal. Las relaciones formales, en cambio, son claras como el agua, sus reglas están labradas en piedra, sin riesgo de malentendidos y duran para siempre. Tiene que entender que no aprecio las relaciones afectuosas y soy un gran admirador de las relaciones formales. Donde hay relaciones formales hay ritos, y donde hay ritos reina el orden de la Tierra.
Este tipo de relación la implicará a todo su alrededor, incluso a una de las personas más cercanas a él como es la hermana Mary, a quien hace secretaria personal.
- La relación ausencia-presencia
Su primera homilía a los fieles en una plaza de San Pedro a rebosar (y también ante los medios periodísticos internacionales), se realiza de noche y con su imagen refugiada en la oscuridad. Y es desde ese negar su imagen que su discurso adquiere ese tono duro y resentido que sorprende a todos:
¿Qué hemos olvidado? ¿¡Qué hemos olvidado!? ¿¡Qué hemos olvidado!? Hemos olvidado a Dios. ¡Vosotros! ¡Vosotros habéis olvidado a Dios! Os voy a ser muy claro, debéis estar más cerca de Dios que del prójimo. Yo estoy más cerca De Dios que de vosotros. Sabed que nunca estaré cerca de vosotros, porque todos estamos solos ante Dios. No tengo nada que decir a aquellos que alberguen la más mínima duda sobre Dios. Solo puedo recordarles mi desprecio y la desgracia que padecen. No tengo que demostrar la existencia De Dios, os toca a vosotros probar que no existe. ¿Sóis capaces de probar que Dios no existe? Si no sois capaces de demostrarlo significa que Dios si existe. Dios existe, y no se interesará por nosotros si nosotros no nos interesamos por él, por él, exclusivamente. ¿Entendéis lo que os digo? ¡Exclusivamente! Veinticuatro horas al día. Corazón y mente sólo llenos de Dios. No hay lugar para nada más. No hay lugar para el libre albedrío, ni para la libertad ni para la emancipación. "Libertad De Dios", he oído decir a la gente. "Libérate De Dios". Pero el dolor de esa separación es insoportable, agudo hasta ser mortal. Sin Dios, sois cadáveres, muertos, infelices vagabundos deambulando sin destino.
|
Hemos olvidado a Dios. ¡Vosotros! ¡Vosotros habéis olvidado a Dios! |
En esta homilía, muy lejos de las que parecerían ser las palabras de un papa joven del siglo XXI, podemos observar un tono admonitorio más propio de un intermediario de dios, resentido con el olvido del que acusa a los creyentes congregados ante él de haber caído.
De los tres primeros episodios, en los que Lenny parece instalado en esa ley de la contradicción de los opuestos considerados como un dualismo, asistiremos, progresivamente, a su integración como polaridades, integración que, como dijo Jung, se ve intermediada por el surgimiento del amor:
II. LA PROYECCIÓN EN DIOS DEL HIJO ABANDONADO: DE LA SOBERBIA Y LA MISERICORDIA,
No es difícil ver en esta homilía una cierta proyección en dios del abandono que Lenny sufrió por parte de sus padres. Si se reapropian las palabras de Pio XIII como una proyección del enfado por el abandono que el sufrió de ellos, podemos imaginar un discurso en los siguientes términos:
¿Qué habéis olvidado? Habéis olvidado a vuestro hijo. Os voy a ser muy claro, debéis estar más cerca de vuestro hijo que del prójimo.
Y en este sentido, el dolor insoportable de la separación es el dolor que él siente por el abandono de sus padres. Efectivamente, la falla de amor de los padres hacia él queda como una herida profunda en su alma. Es muy interesante la reflexión que le hace a Esther (Ludivine Sagnier), la esposa de un agente de la guardia suiza pontificia, una joven católica que desea quedarse embarazada y no puede porque es estéril, así como también lo es su esposo, atraída por Lenny desde el primer momento que le escucha en su homilía, y cuya atracción crecerá desde el momento en que éste se interesa por ella, y a la que le dice sentidamente:
Esther, yo amo a Dios porque es doloroso amar a los seres humanos. Amo a un dios que nunca me abandona o que siempre me abandona. A Dios o a la ausencia de Dios, pero siempre firme y decidido. Soy sacerdote, renuncié a un compañero o compañera porque no quiero sufrir, porque soy incapaz de soportar las tribulaciones del amor, porque soy infeliz como todo sacerdote. Sería maravilloso amarte como tú quieres ser amada, pero no es posible porque no soy hombre, soy un cobarde.
|
Sería maravilloso amarte como tú quieres ser amada, |
Este es un texto fundamental para entender a Lenny ante el dolor infringido por sus padres al abandonarle (las tribulaciones del amor humano). En este sentido la renuncia al amor humano viene acompañada por la del amor a dios, un amor que, por sus características, sólo se puede dar en su ausencia reconvertida en una forma de presencia siguiendo, como le dice Lenny en otra ocasión Esther, las palabras de Spinoza: "El que ama a Dios no puede esperar aspirar a que dios le ame a su vez" [1]. Lenny elige un amor que no se puede decepcionar puesto que, esencialmente, es un amor unidireccional, no recíproco, pues como añade Spinoza como demostración a su proposición: "Si un hombre se esforzase en ese sentido entonces desearía que ese Dios al que ama no fuera Dios y, por consiguiente, desearía entristecerse, lo cual es absurdo" [2]. Efectivamente , si el hombre que ama a dios esperara que éste le amara a él estaríamos en la dimensión del amor humano. Algo parecido encontramos también en Kierkegaard y su "amor a los muertos":
Cuando uno quiere convencerse de si el amor es completamente desinteresado, entonces hay que eliminar toda posibilidad de recompensa. Ahora bien, precisamente esta está eliminada en relación con los difuntos. Si a pesar de todo el amor continua, no cabe duda de que es verdaderamente desinteresado. [3]
Texto al que podemos añadir otro que se aplica también a Lenny. Dice Kierkegaard:
... el recuerdo amoroso de un difunto tiene que defenderse de la realidad circundante, no sea que esta, gracias a impresiones siempre nuevas, consiga poder absoluto para aniquilar el recuerdo. Y tiene que defenderse del tiempo. En una palabra, uno tiene que defender su libertad de recordar contra aquello que pretende compelerlo a que olvide. Y el poder del tiempo es grande. [4]
Si substituimos el recuerdo por la ausencia de Dios, el párrafo es perfectamente aplicable al amor a dios: "El amor a la ausencia de Dios tiene que defenderse de la realidad circundante, no sea que esta consiga poder absoluto para aniquilar la ausencia de Dios. En una palabra, uno tiene que defender su libertad de amar esa ausencia contra aquello que pretende compelerlo a que lo olvide." Es por ello que, en una inversión atípica, en su homilía, Pio XIII dice contundentemente acerca del principio científico que dice que hay que demostrar aquello que se sostiene: "No tengo que demostrar la existencia De Dios, os toca a vosotros probar que no existe. ¿Sóis capaces de probar que Dios no existe? Si no sois capaces de demostrarlo significa que Dios si existe. "
|
... pero no es posible porque no soy hombre, soy un cobarde. |
Es curioso que el Cardenal Voiello, quien le espía cuando está hablando con Esther, se ve interpelado por las palabras citadas de Lenny, además de que, curiosamente, profesa un gran amor por Girolamo (Edoardo Busi), un joven que sufre de parálisis cerebral.
|
Voiello y Girolamo. |
Observaremos, más adelante, como ese dolor insoportable de la separación de sus padres, se ve compensado por el cariño y la ternura que mostrará por el hijo de Esther. En términos psicológicos observamos como Lenny es muy distinto con los personajes vulnerables, con los que muestra una profunda misericordia, que aparecen en la serie, con la propia Esther, o con monseñor Gutierrez (excelente Javier Cámara), el maestro de ceremonias, o el padre Tomaso (su confesor). También el amor que profesa por la hermana Mary (quien fue su madre substituta), así como por el cardenal Michael Spencer (James Cromwell), a quien considera su padre espiritual, y a quien, a pesar de las fuertes diferencias, en especial después de haber sido declarado Papa en su detrimento, siempre mantiene en valor y amor. Todo lo contrario ocurre con personajes soberbios como el Cardenal Voiello y otros cardenales de la curia romana, o con el presidente de la república italiana, a los que trata también desde la soberbia.
|
La hermana Mary y el Cardenal Spencer. |
En cierta manera, Lenny representa una cierta dualidad. Por un lado, al Jesucristo de la misericordia propio de las bienaventuranzas con las almas frágiles y vulnerables (como la suya), al mismo tiempo que actúa como el Yahvé que soberbio se resiente y se venga (como la imagen que oculta esa vulnerabilidad suya), con las almas soberbias, interesadas y que abusan de su poder de las que tantas pueblan el Vaticano, haciéndose ejemplo de las palabras de San Mateo en el capítulo 23, cuando Jesús carga contra la hipocresía y ceguera de los escribas y fariseos, y que en sus versículos 9-12 dice:
9Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. 10 Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo. 11 El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo. 12 Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido." [5]
III. DE LA FE, LA HUMILDAD Y LA ESCUCHA DE DIOS.
No recuerdo donde leí unas palabras que decían que el hombre ya no ve a dios porque su soberbia le impide humillarse suficientemente ante él. Sorprende, en ese sentido, la relación de Lenny con dios. Toda su soberbia con la vanidad humana se transforma en humillación ante dios cuando le ora. En una conversación con Esther, le dice acerca de la oración: "Orar no es hacer una lista de peticiones, Esther. Debe ser una ocasión para el entendimiento. Mientras oramos reflexionamos del modo más elevado que podemos, para que alguien pueda susurrar pensamientos a nuestros oídos. Llamamos a eso Dios." Sin embargo, cuando es él quien ora observamos el marcado contraste entre la humillación con la que se postra ante dios y la fuerza con la que le habla, la exigencia con la que parece pedir ser escuchado que le deja exhausto del esfuerzo para lograrlo, para llegar a dios.
La película juega con este factor dejándonos ver como Lenny parece lograr exactamente ser escuchado y que, además, sus peticiones sean cumplidas. Sorrentino juega con la idea del milagro (por ejemplo, Esther queda embarazada cuando tanto ella como su pareja son estériles, o cuando provoca la muerte de una monja corrupta y abusiva que trabaja como misionera en África) aunque, no obstante, parece mostrar la característica fundamental de la verdadera fe, el convencimiento absoluto en la existencia de dios, a la vez que en su inescrutabilidad por parte de la comprensión humana. Realmente logra transmitirnos la idea de que dios sólo escucha cuando la fe, en su absoluto convencimiento, adquiere una gran fuerza, la suficiente fuerza como para que la voz de un anonadado ser humano llegue a ser verdaderamente oída por ese dios inescrutable, un dios que nos recuerda al que dirigiéndose a Job le increpa diciéndole quién es él para cuestionarle (Job 38):
2 ¿Quién es ese que oscurece el consejo con palabras sin sabiduría? 3 Ahora ciñe como varón tus lomos; yo te preguntaré, y tú me contestarás.
4 ¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia. 5 ¿Quién ordenó sus medidas, si lo sabes? ¿O quién extendió sobre ella cordel? 6 ¿Sobre qué están fundadas sus bases? ¿O quién puso su piedra angular, 7 Cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios? [6]
Es esa misma humildad la que llevará a Lenny a salir del camino del dogma y la regla para entrar en el camino del amor y, como veremos pronto, a tener esa fe como absoluto convencimiento que le hace proclamar que "Dios es amor y yo por tanto no os hablaré de Dios mientras no haya paz porque Dios es paz y la paz Es Dios. Dadme la paz y os daré a Dios."
IV. DE LA CONTRADICCIÓN A LA INTEGRACIÓN: EL CAMINO DEL AMOR.
¿Cuándo inicia Lenny su camino hacia el amor? ¿Cuándo Lenny aprecia que el amor a dios solo tiene sentido cuando también es amor a los seres humanos, y por extensión a toda la existencia? Observamos ese inicio del camino cuando Esther tiene a su hijo. Observamos en Lenny el cuidado con el que se relaciona con el bebé consciente, como él es, de lo que significa ser abandonado por los padres. Ese contacto con la extrema vulnerabilidad que encarna un bebé, despierta la dimensión más tierna en él, y el amor empieza su trabajo más alquímico, la de la integración de los contrarios, un camino hacia la templanza. Decía Jung: “En términos de energía, la polaridad significa un potencial, y donde existe un potencial existe la posibilidad de una corriente, un flujo de eventos, porque la tensión de los opuestos lucha por el equilibrio”. [7]
El bebé, casi como un "mediador evanescente", casi como el encuentro entre el dios inescrutable y su creatura mediada ese fragilidad y total vulnerabilidad de la criatura, acerca esa dimensión numinosa del dios de Lenny al inicio de la serie, a ese dios del amor que propone la joven beata Juana, que murió a los 18 años, y cuya historia le será transmitida por el Cardenal Michel Marivaux (Sebastian Roché). Sin renunciar a sus principios fundamentales de no hacer "Marketing Papal ni del Vaticano", la rigidez de sus convicciones se ira transformando progresivamente en una firmeza que, no obstante, va acompañada de su sensibilidad y ternura.
A ese contacto con la vida emergente de un bebé se une, posteriormente, la pérdida de seres queridos para él: su gran amigo de la infancia, el cardenal Dussolier (Scott Shepherd), es asesinado en un país centroamericano; la partida de Ester y su pareja con su hijo a Austria, o la muerte de su mentor y padre espiritual el cardenal Spencer. Esas pérdidas inciden sobre su herida de abandono cuando era niño, y así, la mayor consciencia de su propia herida interna le acerca a la herida de todos los seres humanos.
Observamos esta camino hacia el amor desde sus pequeñas y explícitas manifestaciones al personal de su servicio (les reúne a todos para emocionado decirles que les quiere), hasta ese equilibrio entre el amor y la firmeza cuando en un país africano se niega a sentarse al lado del dictador que lo rige, dejando, al mismo tiempo, una bella homilía que solo se escucha a través de los altavoces:
Es el vicario de Cristo, el papá Pío XIII, el que se dirige a vosotros hermanos y hermanas. Quiero ser muy claro con vosotros. He visitado vuestro país y he visto cadáveres tirados por las calles, hambre, sed y pobreza. Todas estas cosas son los frutos de la guerra y la violencia que atenaza a vuestra nación desde hace 12 años. No pronunciaré los nombres de los culpables, son demasiados. Todos somos culpables, todos somos culpables de la guerra y de la muerte. Todos. Del mismo modo podemos ser culpables de la paz. Todos. Os lo suplico de rodillas: Estoy dispuesto a morir por vosotros si con eso os hacéis culpables de la paz. Siempre digo a los niños que me escriben de todo El Mundo "piensa en todas las cosas que te gustan, eso es Dios". A los niños les gusta todo. pero ninguno me ha escrito todavía que le guste la guerra. Ahora mirad a quien tenéis al lado, mirarle con ojos de gozo y recordar lo que dijo San Agustín: "Si quieres ver a Dios tienes los medios para hacerlo". Dios es amor y yo por tanto no os hablaré de Dios mientras no haya paz porque Dios es paz y la paz Es Dios. Dadme la paz y os daré a Dios. No sabéis lo grandiosa que es la paz, no os hacéis idea de lo desconcertante que puede ser. pero yo sí porque la vi cuando tenía 8 años en la orilla de un río de Colorado.
Dios es paz y la paz Es Dios.
Mientras pronuncia esta última frase. las imágenes nos muestran una idílica escena de cuando era niño sentado al lado de su padre mientras contempla fascinado la imagen de su madre en "un río de Colorado". Y todo acompañado de la preciosa canción Halo de Lotte Kestner (Anna-Lynne Williams), que empieza diciendo:
¿Recuerdas esos muros que construí?
Bueno, cariño, se están cayendo.
No dieron pelea,
ni tan solo un ruído.
Encontré una manera de dejarte entrar.
También el mundo se sorprende cuando se publican sus cartas de amor jamás enviadas a una joven de la que se enamoró en su juventud, o como se caen sus actitudes inicialmente homófobas cuando le pide al cardenal Gutierrez que sea su secretario personal, y este le dice que no puede cometer la hipocresía de aceptar porque es homosexual, dándose la siguiente conversación
Gutierrez: ... soy homosexual Santo Padre, y usted quiere expulsar a los homosexuales de la Iglesia.
Lenny: Toda regla tiene su excepción.
Gutierrez: Pero yo no suscribo la excepción que hace conmigo, ni tampoco la regla. Es un tremendo error no aceptar a los homosexuales. Es un tremendo error compararlos con los pedófilos como hace usted. Una generalización inadmisible. ¿Pero como no puede ver usted, precisamente Santo Padre usted, el autor de estas conmovedoras cartas de amor, que en la pedofilia sólo hay violencia y en la homosexualidad solo amor?
Lenny: Dice que no quiere ser mi secretario personal, pero de hecho ya ha comenzado a ejercer. Me ofrece consejo, y eso es lo que hace un secretario personal.
Gutierrez: En este caso no sólo quiero darle un consejo, quiero que lo acepte.
Lenny: ¡Cuanta cosas acepto Gutierrez sin que nadie se de cuenta! Es el destino del Papa, el destino del poder. Intente razonar conmigo. ¿Pidiéndole que sea mi secretario personal no estoy ya revisando mi postura sobre la homosexualidad ¿O es que piensa que no sabía nada de su homosexualidad o de que abusaron de usted cuando era niño?
Dice la canción de Lotte Kestner:
Tengo mi ángel ahora.
Es como si me hubieran despertado.
Cada regla que te hice romper
es el riesgo que estoy tomando.
Nunca te dejaré fuera.
Y por último, tenemos su última homilía que realizará en la Plaza de San Marcos en Venecia, la antítesis de la primera que realizó en el Vaticano, toda una declaración de amor y de humildad, tomando como ejemplo ante el mundo a la joven Beata Juana que se convierte en su inspiración, y visiblemente emocionado y sonriente dice:
Una vez le preguntaron quién es Dios. Dios es una línea que se bifurca respondió la beata Juana. Tenía solo 14 años, y nadie entendió lo que intentaba decir. Y después, todos los niños hicieron a la beata Juana mil preguntas en su lecho de muerte: ¿Estamos vivos o muertos? ¿Estamos cansados o descansados? ¿Estamos sanos o enfermos? ¿Somos buenos o somos malos? ¿Tenemos tiempo o se nos ha acabado? ¿Somos jóvenes o viejos? ¿Somos limpios o inmundos? ¿Somos tontos o somos listos? ¿Somos sinceros o falsos? ¿Somos ricos o somos pobres? ¿Somos reyes o siervos? ¿somos valientes o cobardes? ¿Somos cálidos o fríos? ¿Somos felices o estamos ciegos? ¿Somos decepción o somos alegría? ¿Estamos perdidos o convencidos? ¿Somos hombre o somos mujer? No importa respondió la beata Juana mientras agonizaba a los 18 años, y luego añadió al borde de la muerte con lágrimas en los ojos: “Dios no puede dejarse ver, Dios no grita, Dios nos susurra, Dios no escribe, Dios no escucha, Dios no charla, Dios no nos consuela. Y los niños le preguntaron: ¿Y qué hace Dios? Y Juana respondió: “Dios sonríe”, y solo entonces todos entendieron. Y ahora os lo pido yo sonreíd, sonreíd… Sonreíd.
Emocionado, y con un catalejo que le regaló Gutierrez, mira a los files sonriendo hasta que se topa con dos caras serias, al volver a enfocarlas ve a sus padres jovenes, si bien luego les ve ya mayores abandonando la plaza ante el dolor que esto le causa... lo que le causa un dolor profundo en el pecho. Esta visión se relaciona con unas palabras que Voiello le dice acerca de ellos, como veremos en el próximo punto V. Aparentemente un poco más recuperado añade emocionado, con lágrimas en los ojos:
Un día moriré y por fin podré abrazaros a todos uno a uno. Sí, lo sé, tengo fe en que así será.
Dice la canción de Lotte Kestner:
En todas partes estoy mirando ahora.
Estoy rodeado por tu abrazo
Cariño, puedo ver tu halo,
eres cuanto necesito y más.
|
Y Juana respondió: “Dios sonríe”, |
Luego, de nuevo afectado por ese dolor en el pecho se desvanece entrando en un coma con el que abrirá la segunda temporada de la serie "El nuevo Papa", protagonizada por una también excelente actuación de John Malkovitch.
V. DE LA HERIDA, DE LA PÉRDIDA, DEL DOLOR Y EL AMOR.
Ya he citado en alguna ocasión un texto del filósofo Slavoj Zizek que dice:
… lo esencial de la afirmación de que incluso si llegara a tener todo el conocimiento, sin amor no sería nada, no es meramente que con amor, sea algo. Con amor, también soy nada, si así puede decirse, una nada humildemente consciente de sí, una nada que se enriquece por paradoja por el conocimiento mismo de su carencia. Sólo un ser menesteroso, vulnerable es capaz de amor: el misterio final del amor es así que la falta de completitud es en cierto sentido más alta que la completitud. Por un lado, sólo un ser imperfecto, menesteroso, ama: amamos porque no sabemos todo. [8]
Yo diría que desde nuestra consciencia de seres carentes amamos porque somos seres heridos, pero eso sólo sucede si la consciencia de nuestra herida nos devuelve a nuestra vulnerabilidad, una vulnerabilidad que compartimos todos los seres humanos. Todos. Cuando la herida con la que nacemos se expresa como dolor, y el dolor es compartido, eso nos lleva al amor. Sólo a través de ver y comprender el dolor del abandono y la pérdida propios Lenny, Pio XIII, puede ver a todos los seres humanos en su herida y su dolor, y sólo desde esa mirada que nos une en nuestra vulnerabilidad, desde esa compasión compartida surge el amor (el misterio final del amor es así que la falta de completitud es en cierto sentido más alta que la completitud), la comprensión profunda, como dice Zizek, de que vivimos en un misterio que es el de la existencia y del cosmos, y de que en ese misterio somos simplemente "una nada humildemente consciente de sí", que, no obstante, nos hace una nada capaz de amar y, parafraseando a Zizek, es así que la nada es en cierto sentido más alta que el todo.
Lenny sufre el dolor del desamor de unos padres que le abandonaron en un orfanato a los siete años, un dolor que no acogido escoge, como al principio, el endurecimiento, la regla, la exigencia y el rencor que se proyecta en ese dios tremendo de la primera homilía. Un dolor que acogido, y acrecentado con la muertes seres queridos, más le acerca a sí mismo, a su sensibilidad y al amor, al amor a los seres humanos y, en consecuencia, a un dios del amor y de la paz , a un dios que sonríe. Sólo la negación de esa herida nos aleja del amor porque nos convierte en seres endurecidos, soberbios, envidiosos, manipuladores, etcétera, y que fácilmente da paso al egocentrismo, al odio y a la violencia.
Quizá el momento más doloroso para Lenny surge de una observación que le hace el cardenal Voiello, y que se confirma desde el balcón De la Iglesia de San Marcos cuando mira a través de un catalejo, cuando hablando de sus padres le dice que seguramente no han fallecido y que, dado que es famoso, es extraño que no hayan buscado una reconciliación con él. Y a la pregunta de Lenny de entonces qué explicación le da, dice:
Eran unos hippies. Posiblemente tengan hoy las mismas opiniones libertarias y progresistas que tenían entonces y usted, Santo Padre, se ha convertido en el campeón mundial de las ideas diametralmente opuestas a las suyas.
Un escéptico Lenny se resiste a creer que le puedan rehuir por opinar políticamente diferente, a lo que Voiello advierte:
Sólo creo que quién quiera que tenga el coraje de abandonar a un niño, también podría encontrar la fuerza para decidir repudiarlo.
En la medida que su herida se ahonda su amor crece junto a su dolor. Acabo esta entrada dejandoos con la canción Halo de Lotte Kestner
NOTAS.
____________________
[1] Spinoza, Baruch. Ética según el orden geométrico. Parte Quinta, proposición XIX. pág. 262
[2] Ver nota [1], pág. 262
[3] Kierkegaard, Soren. Las obras del amor. Sígueme Ediciones, pág. 417.
[4] Ver nota [2], pág. 423
[5] Biblia Reina Valera (Rev. 1995), San Mateo, 23: 9-12
[6] Ver nota 5, Job 38, 2-7
[7] Jung, C. G. Dos escritos sobre psicología analítica. OC Vol. 7. ed. Trotta.
[8] Zizek, Slavoj. El frágil absoluto. Editorial Pre-textos, nro. 579, pág. 190 y 191