Revista
Portuguesa
de Educação
La educación desde la perspectiva
de John Stuart Mill
RESUMEN
En el presente artículo, por medio de una revisión bibliográfica, se intentará
mostrar algunos aspectos inherentes a la postura de John Stuart Mill sobre
la educación; estos siguen siendo importantes hoy día para la formación
de ciudadanos; igualmente se caracterizará, de manera general, lo denominado por él como “educación liberal”, la cual propicia el desarrollo de todas
las facultades del ser humano, esta no se restringe al cultivo del entendimiento sino que también enfatiza en la formación de lo moral, de lo estético.
La visión de educación propuesta por Mill está dirigida a que los hombres
y las mujeres se autocultiven y puedan servirse de sus propias capacidades,
esto podría traer beneficios a nivel individual y social: libertad, felicidad,
igualdad... Se concluye que la educación según Mill debe potenciar las
distintas capacidades del ser humano, propiciar el respeto al ámbito privado,
esto no implica la despreocupación por los asuntos públicos.
Vladimir Urueta Leóni
Universidad de
Cartagena, Colombia
Palabras clave: Mill; Educación; Ciudadanos; Igualdad;
Democracia.
1. INTRODUCCIÓN
Históricamente podríamos situar a John Stuart Mill (1803-1873) dentro
de la era victoriana (1837-1901)1. Resulta importante resaltar esto porque
él defenderá propuestas no muy bien vistas por la sociedad de aquella época:
agnosticismo, disminución de los métodos tiránicos de educación, control
de la natalidad, la defensa del voto femenino, la crítica a las leyes del matrimonio, el rechazo a que todos los bienes públicos deben dejarse al vaivén
del mercado. Mill podría ser considerado como un reformador social, como
alguien en que se conjuga una gran deferencia por lo individual, sin olvidarse
de las relaciones sociales; él profesa un profundo respeto por la razón sin proscribir lo sentimental, lo pasional. Mill es un gran pensador que está a ahorcajada entre lo ilustrado y lo romántico, un destacado intelectual que cree
en la importancia de cierta élite, de individuos preclaros con (derechos y)
la obligación de llevar a cabo lo requerido para la transformación de la sociedad. En la Inglaterra victoriana del siglo XIX existen varios pensadores que
podrían responder a esta caracterización y Mill es uno de los más conspicuos.
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1. Esta es una fecha
aproximada, ya que para
algunos la era mencionada
tiene sus precedentes entre
1811-1820 y 1832.
La educación desde la perspectiva de John Stuart Mill
Por cuestiones de espacio no podremos analizar detalladamente
las diversas influencias de las visiones utilitaristas de James Mill y de Jeremy
Bentham en la concepción de J. S. Mill sobre la educación2. Sin embargo, manifestemos lo siguiente: una de las influencias más cruciales recibida por Mill
tiene que ver con las conversaciones realizadas entre él y su padre sobre
psicología (y otros temas), estas contribuyeron a que el pupilo de James
Mill se convirtiera en “pensador original e independiente”; dichas conversaciones igualmente posibilitaron a que John Stuart alcanzara y desplegara la
costumbre de intentar entender un problema, y sus partes, de la forma más
cabal posible3. El influjo de la filosofía utilitarista de Bentham, propiciado por
James Mill, también fue muy fuerte, John Stuart (1986) llega a decir: tal filosofía iluminó su vida, se convirtió en su “religión”, pudo conformar “opiniones,
un credo, una doctrina” (p.86). Tanto James Mill como Bentham estaban
convencidos de que la educación es un elemento principal en la formación del
carácter, J. S. Mill será el “conejillo de indias” para demostrar lo anterior.
Mill padre y Bentham podrían catalogarse como “hombres de razón
y entendimiento”, la educación que prepararon para Mill hijo tuvo un excesivo
talante racional. Stuart Mill (1986) narra los desatinos (también los aciertos)
del tipo de educación recibida, estos, en parte, pudieron haber provocado que
cayera en la famosa crisis nerviosa de 1826; lo cual, de cierta manera, le llevó
a un alejamiento de algunos elementos doctrinales de sus preceptores4, estos
tenían poco aprecio por la poesía, por la imaginación, poseían una visión
restringida sobre el papel de los sentimientos. Mill pudo salir de la crisis
a través de aquello que era mirado con sospechas por sus maestros: la
poesía, esta le hizo caer en cuenta de que él “no era un leño o una piedra” (pp.
147-148); de la “depresión nerviosa” llegó a deducir: la felicidad se encuentra
de forma indirecta, “los hábitos analíticos” deben equilibrarse con lo pasional,
lo sentimental; en el enfoque milleano de la educación “el cultivo de los sentimientos” será un aspecto relevante que no fue ponderado suficientemente
por James Mill ni por Bentham.
Mill criticará la visión estrecha (la de Bentham) de concebir la naturaleza humana como un simple conglomerado de “atracciones y repulsiones”
productos de esos “dos amos” (placer y dolor) que rigen la vida; según él la
educación no estaría dirigida a crear “máquinas felices” ni individuos aislados
buscando satisfacer únicamente sus propios intereses. La educación ayuda
a la comprensión de que proceder en pro del bien común puede contribuir
igualmente en la consecución del bien propio.
Así, Mill no concibe (diferenciándose de otros pensadores liberales)
a la sociedad como un conjunto de individuos atomizados, en él esta no se
puede entender como un simple agregado de individuos, es decir, que lo social
no es meramente la suma de cuestiones individuales; si bien no se desvaloran
los hechos individuales (psíquicos o de cualquier índole) como elementos
primarios que ayudan a la constitución de lo colectivo, no se debe perder de
vista esto: lo colectivo adquiere sus propias características que no pueden ser
fácilmente reducibles a los hechos mentados.
J. S. Mill cree que por medio de la educación es factible cambiar
el carácter de los individuos (en esto sigue a su padre James Mill y a su
preceptor/amigo J. Bentham) con el objetivo, entre otros, de entender que no
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2
2. La narración del proceso
educativo cursado por Mill,
las influencias recibidas, el
distanciamiento de sus dos
más importantes maestros,
James Mill y Jeremy Bentham,
están en el texto de 1873:
Autobiografía (1986).
3. “Siempre he considerado
estas conversaciones como el
momento en que tuvo su inicio
mi verdadera inauguración
como pensador original e
independiente. Fue también
gracias a ellas como llegué
a adquirir o a desarrollar el
hábito mental al que atribuyo
todo lo que he hecho desde
entonces, y todo lo que pueda
hacer en el futuro, en el campo
de la especulación: ese hábito
de no aceptar como completas
las medias soluciones a los
problemas; de no abandonar
nunca una dificultad, sino
de volver a ella una y otra
vez hasta clarificarla; de no
dejar nunca sin explorar los
oscuros rincones de ningún
asunto, simplemente porque
no parecen importantes; de no
pensar que se ha entendido
ninguna parte de un problema
hasta haber entendido el todo”
(Mill, 1986, p. 132).
4. “El curso de mis estudios
me había llevado a creer
que todos los sentimientos y
cualidades morales, ya fuesen
buenos a malos, eran el
resultado de la asociación; que
el amor a una cosa y el odio a
otra, el sacar placer de acciones
y contemplaciones de un tipo,
y dolor de otras, mediante la
asociación de ideas placenteras
o dolorosas a esas cosas, era el
resultado de la educación o de
la experiencia. Como corolario
de esto, yo había siempre
oído sostener a mi padre que
el objeto de la educación
era formar asociaciones,
lo más fuertes posibles, de
tipo saludable: asociaciones
de placer con aquello que
resultara beneficioso para el
todo, y de dolor con aquello
que pudiese perturbarlo. Esta
doctrina parecía inexpugnable.
Pero pensaba yo ahora,
La educación desde la perspectiva de John Stuart Mill
es imposible que la felicidad se vuelta patrimonio común, la felicidad individual y colectiva, sin llegar a identificarse plenamente, tienen posibilidades de
coordinación mutua. Stuart Mill criticará a Bentham por su falta de amplitud
para apreciar otras escuelas de pensamiento distinta a las suyas, su aprecio
˗ el de Stuart Mill ˗ por la poesía, el arte permitirá valorar aspectos de otros
sistemas de pensamientos contrarios a los “afectos” intelectuales de James
Mill y Bentham (Copleston, 2003). Esto último pone a J. S. Mill en una postura
menos dogmática que la de sus maestros.
Aquí no haremos énfasis en el proceso educativo por el cual Mill
pasó ni se analizará la relación entre educación y sufragio censitario, educación y socialismo, esto se considerará en otro texto que está en preparación;
tampoco se examinará en profundidad su concepción sobre la mujer, esta fue
analizada en otro artículo (Urueta, 2018).
En estos momentos resulta importante, entonces, estudiar la posición de Mill sobre la educación puesto que esta favorece el desarrollo de las
capacidades intelectuales, morales, emocionales, estéticas de los individuos;
es una visión que apoya la participación en lo público y el respeto a la esfera
privada. En este escrito se proyecta, pues, estudiar ciertos aspectos5 de la
concepción milleana de la educación: cómo esta puede contribuir a hacerle
frente a algunas situaciones de la sociedad contemporánea, a la formación de
“ciudadanos del mundo”; también se esbozarán qué características tendría
una “educación liberal” y en qué consiste el talante liberador y conservador
de la educación milleana.
2. EDUCACIÓN, “DEMOCRACIA MORAL” Y SOCIEDAD
Una de las cosas más importante que puede hacer un gobierno por el bienestar de los individuos se relaciona con que estos reciban cierto tipo de educación, la cual propenda por la autonomía moral, el progreso, la ciudadanía; una
educación dispuesta a incentivar las distintas capacidades del individuo, las
diferentes formas de actuar. En Mill es clara la necesidad de la existencia de
una educación plural, afín a la diversidad de opiniones, de opciones de vida
sin caer en la homogeneización (Fuentes Jiménez, 2010). El enfoque de Mill
sobre la educación implica que los individuos cultiven lo emocional, lo sentimental tanto como el ejercitarse en el uso de la propia razón. La razón, en el
autor de marras, insta a ser dueños de sí mismos y no presas del dogmatismo,
del fanatismo, de la superstición (Fuentes Jiménez, 2010). Pensar por cuenta
propia deberá permitir la formación de individuos que conozcan y defiendan
sus derechos, que toleren la diversidad de opiniones y de costumbres, que
sometan a escrutinio la asunción acrítica de pautas morales, políticas, etc.; tal
uso haría ver, a los individuos, lo imprescindible que es el bien común para
la convivencia.
Según Mill la educación es un derecho fundamental, es la base con la
cual se podrá disfrutar de otros derechos individuales y colectivos, todos estos
se conquistan; la educación ayuda en ese proceso, cuyo resultado puede llegar
a ser la conformación de una sociedad libre en la cual lo individual contribuya
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3
en retrospecto, que mis
maestros se habían ocupado
muy superficialmente de
procurar los medios para
formar y conservar aquellas
asociaciones saludables” (Mill,
1986, pp. 143-144).
5. En el presente texto no se
abordará, en profundidad, qué
tema debe ser estudiado en
cada área del conocimiento.
Recomendaciones más
específicas, sobre los
contenidos de ciertas áreas del
conocimiento, las da Mill en la
conferencia de 1867 titulada
Contenido y alcance de la
educación liberal (2004-2005).
La educación desde la perspectiva de John Stuart Mill
con lo público y lo público facilite las opciones individuales.
La educación recibida por Mill (1986) fue una “educación para la
libertad”, para la formación de criterios propios. Él resalta la importancia
de adquirir una educación a muy temprana edad; esta ayudaría a la formación de ciudadanos, a que estos aprecien el gran valor de la diversidad de
opiniones, de formas de actuar; que sean constructores de sí mismos, sin
miedo de utilizar el propio entendimiento; ciudadanos que justiprecien las
opiniones de sus congéneres, que se saben falibles y no rechacen la utilización de sus propias facultades para hallar verdades, modos de vida; ciudadanos decididos a fortalecer los intereses individuales y colectivos. La educación
en Mill tendería a potenciar las facultades de los individuos, estos desarrollarían fuertes lazos con sus semejantes; esta abogaría por formar personas
autónomas y “no autómatas”, por “producir” personas solidarias, de “naturaleza enérgica” preocupadas por los demás y por sí mismas.
En Mill (2000)6 vemos el intento de formar individuos enérgicos
prestos a no cercenar su parte racional ni la emocional; individuos que
desplieguen su ser y hacer según sus propios criterios, capaces de elegir
por sí mismos lo que más les convenga y no ser simples “monos” (p. 130),
ni “máquinas de vapor” (p.133).
La educación es la clave para enfrentarse a un mundo –como el de
hoy– donde cada día hay más avances técnicos, tecnológicos y científicos7; un
mundo en el cual se dan grandes desajustes entre las instituciones políticas
y “las nuevas realidades”; un mundo donde los logros alcanzados pueden
ayudar a la destrucción del mismo. Frente a esto: la educación, como instrucción y como “educación política”, es la herramienta más importante a la hora
de enfrentarse a las circunstancias mencionadas. La educación contribuye con
la formación del carácter, lo cual permite afrontar la discriminación, las ansias
de riqueza, la desmesura en la satisfacción de deseos; la educación es sumamente importante en la formación de ciudadanos, quienes son los encargados
de dirigir la actividad científica, política, económica, etc., de la sociedad.
Los peligros afines a la sociedad industrial y comercial se enfrentan
con educación política; esa sociedad tiende a la homogenización de los individuos, a la disminución de las personalidades excéntricas, geniales, originales,
espontáneas. En esta situación el individuo queda dominado por la “tiranía de
la mayoría”, por la “sociedad de masa”, cae en la despreocupación de “la cosa
pública”, se retira a su “ciudadela interior” y se concentra exclusivamente en
satisfacer los “intereses siniestros”. Sin la educación adecuada los individuos
estarían condenados a un sistema político deplorable; ella debe contribuir a
la conformación de una “democracia verdadera”, a una “democracia moral”.
Esta, según la profesora Esperanza Guisán Seijas (2000), consiste, de manera
general, en “[…] preocuparse igualmente por todo el mundo, e igualmente por
que cada individuo crezca y se desarrolle de forma que se convierta en un
individuo más feliz, lo cual consiguientemente lleva a convertirlo en un ser
con capacidad para hacer felices a otros” (p. 202).
En la democracia los avances en las áreas científicas, económicas,
políticas son importantes mas no suficientes, es necesario, a su vez, “el
progreso moral”, este se lograría a través de la educación. La democracia:
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4
6. El texto Sobre la libertad,
publicado originalmente
en 1859, presenta una
interesante defensa de las
opciones individuales, cierta
caracterización de lo que sería
el ser humano y contiene, a
su vez, varias anotaciones
respecto a la cuestión de la
educación para el despliegue
de las potencialidades de los
individuos.
7. No se puede olvidar que
la educación también se ve
impactada por un fenómeno
que no necesariamente es tan
novedoso como a veces se
piensa, aunque sí tiene algunos
rasgos muy poco vistos en
otras épocas; ese fenómeno es
la globalización (Urueta, 2011).
La educación desde la perspectiva de John Stuart Mill
5
[…] depende inexcusablemente de una condición: que nuestra
sociedad sea capaz de producir <<auténticos individuos>>. Porque
no basta con dominar el mundo externo y las circunstancias externas,
las instituciones y las reformas sociales, sino que es preciso formar
y educar, reforzar y dirigir el mundo de la interioridad, el <<cultivo
interno del individuo>> […]. (Mercado, 2004, p. 172)
Para agenciar tal cultivo Mill (2000) nos propondría el respeto, la
promoción de la libertad. Sucintamente, él entiende por libertad el desenvolvimiento total de las facultades humanas, el límite de esto se hallaría en
la violación de la libertad de los otros; esta libertad involucra el respeto a
la esfera privada del individuo pero no queda allí, se respeta y promociona
igualmente la esfera pública. En este contexto la educación debe formar a las
personas de tal manera que puedan establecer cierto equilibrio entre aquellas
esferas; debe provocar “la independencia íntima”, la espontaneidad, y no solo
esto, también debe evitar que las personas se conviertan en seres apáticos,
solos, temerosos impulsando el interés por lo público, por lo social a través de
“la discusión política y de la acción política colectiva”.
Por medio de la discusión política, el trabajador manual [y no solo él],
cuyo empleo es rutinario y cuyo modo de vida no le pone en contacto
con una gran variedad de impresiones, circunstancia o ideas, aprende
que las causas y sucesos que tienen lugar a gran distancia ejercen un
efecto sumamente sensible aún sobre sus intereses personales, y por
medio de la discusión política y de la acción política colectiva, aquéllos cuyas ocupaciones diarias les obligan a concentrar sus intereses
en un pequeño círculo alrededor de sí mismos, aprenden a condolerse y a solidarizarse con sus conciudadanos, y conscientemente
se convierten en miembros de una gran comunidad8. (Mill, 1966,
p. 151)
La educación entendida como participación política es, pues, un
elemento valiosísimo al momento de contrarrestar los efectos nocivos anejos
a la sociedad industrial y comercial: la incitación a la satisfacción, a como dé
lugar, de los intereses egoístas.
Por otra parte, Mill (2000) nos habla de tres argumentos9 para limitar
la intervención del gobierno; el segundo argumento se refiere a la participación de los individuos en cuestiones que contribuyan a su “educación mental”;
probablemente el gobierno realice algunos asuntos de mejor manera que los
individuos, pero esto no contribuiría al despliegue de las capacidades de estos.
Estamos hablando, entonces, de una educación encaminada al afianzamiento
de lo individual sin proscribir lo político, lo público; enfilada a promover las
acciones colectivas, la participación en asuntos allende de la esfera privada;
que sirva de instrumento en la formación de ciudadanos preocupados por los
fines que unen a la humanidad, ciudadanos que se compadecen y solidarizan
mutuamente, que no estén centrados exclusivamente en “los estrechos límites
del egoísmo personal y de familia” (pp. 199-200).
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8. Mill teme el desarraigo
del individuo por esto se
necesita de lo público, de lo
social, pero también tiene
muchas reticencias con
aquello que intente domeñar
las opciones particulares,
teme la imposición que la
mayoría puede hacer por
distintos medios, verbigracia:
“una mayoría inculta” dirija el
gobierno de un país; en parte
esta es una de las razones
para proponer el “voto plural”,
la cualificación por medio de
la participación política, entre
otros asuntos; nuestro autor
abordará esas cuestiones en su
libro de 1861: Consideraciones
sobre el gobierno representativo
(1966).
La educación desde la perspectiva de John Stuart Mill
Una de las herramientas, además de la discusión, de la actividad política, con la que se puede contar para que los individuos vayan más allá de los
intereses personales, familiares, patrióticos y logren comprender otras realidades, es el conocimiento de la lengua, la literatura (y la historia) de otros
pueblos10; saber otra lengua resulta ser provechoso al intelecto11.
Si no conocemos la lengua de un pueblo nunca conoceremos realmente sus pensamientos, sus sentimientos y su carácter; y excepto
que poseamos este conocimiento de otros pueblos diferentes a nosotros, hasta la hora de nuestra muerte sólo habremos desarrollado a
medias nuestro intelecto. Observen a un joven que nunca ha salido
de su círculo familiar: nunca sueña con otras opiniones o maneras de
pensar distintas de aquellas en las que se crió; y si las ha escuchado,
las atribuye a un defecto moral o la inferioridad de la naturaleza o
de la educación. Si su familia es conservadora, no puede concebir la
posibilidad de ser liberal; y si es liberal, de ser conservador. Para un
joven que no ha tenido un trato más amplio que el de su familia, las
nociones y hábitos familiares son las nociones y hábitos de su país,
pues desconoce las de los demás. Estas nociones y hábitos son para
él la naturaleza humana en sí misma; lo que se aparte de ellas es una
aberración inexplicable que no puede entender mentalmente: le es
inconcebible la idea de que otras costumbres puedan ser correctas, o
tan cercanas a la verdad como las suyas. […] No es fácil corregir nuestras opiniones o reformar nuestras costumbres, a menos que empecemos por pensar que es posible enmendarlas: pero el solo hecho
de saber que los extranjeros piensan de modo diferente a nosotros,
sin entender por qué lo hacen, o qué piensan realmente, no hacen
más que confirmar nuestra arrogancia y enlazar nuestra vanidad
nacional a la preservación de nuestras propias peculiaridades. El
perfeccionamiento consiste en procurar que nuestras opiniones
guarden la mayor concordancia con los hechos; y no es probable que
lo logremos mientras observamos los hechos únicamente a través
de lentes teñidos por esas mismas opiniones. Pero puesto que no
podemos despojarnos de las nociones preconcebidas, no hay medios
conocidos para eliminar su influencia, excepto el uso frecuente de
cristales diferentes coloreados por otras personas, y los de otras
naciones, cuanto más diferentes, son los mejores (Mill, 2004, p. 220).
Lo citado presenta una vigencia significativa. La educación concebida
por Mill ayudaría en la formación de lo denominado por la profesora Martha
Nussbaum – y no únicamente por ella – como “ciudadanos del mundo”. Esta
filósofa manifiesta que en la formación de ciudadanos del mundo no se ha
dado la relevancia debida a “la enseñanza de las lenguas extranjeras”. En un
tono casi idéntico al de Mill (sin enfatizar, como él, en el griego ni en el latín)
Nussbaum Craven (2010) dice:
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6
9. El primer argumento señala:
quien posee algún interés
personal en cierto asunto es
la persona más indicada para
llevarlo a cabo (Mill, 2000, p.
198); y el tercer argumento,
u objeción en contra de la
intervención del gobierno,
advierte que incrementar las
funciones del gobierno sería
una nefasta forma de aumentar
el poder de este y ampliar su
círculo de influencia, lo cual
constituye un grave peligro en
el desarrollo de los individuos
(Mill, 2000, p. 200).
10. Mill da mayor relevancia
en ese objetivo a las lenguas y
a la literatura clásicas (griego
y latín).
11. Conocer otras lenguas
comprende no dejarse llevar
por la lengua propia y así
“confundir las palabras con
las cosas”, no confundir “los
accidentes de la lengua
[propia] con las relaciones
de la naturaleza” como cree
Mill (2004) que les pasó a los
griegos (p. 219).
La educación desde la perspectiva de John Stuart Mill
7
Todos los alumnos deberían aprender bien por lo menos una lengua
extranjera. Observar que otro grupo de seres humanos inteligentes
fragmentó el mundo de manera distinta y que toda traducción es en
realidad una interpretación imperfecta resulta fundamental como
lección de humildad cultural […]. (p. 126)
Así, el conocimiento de una lengua distinta a la propia está dirigido a la
compresión de cómo otras sociedades perciben el mundo, a tener una concepción más amplia de estas (y de todo lo demás) por medio de la diversidad de
puntos de vistas en distintas lenguas; de esta forma se halla un modo de frenar
“nuestra arrogancia”, “nuestra vanidad” cognoscitiva, interpretativa12.
3. “EDUCACIÓN LIBERAL”
La educación que promueve el vínculo entre los intereses individuales y colectivos, que incita a aprender otras lenguas, que posibilita una “visión amplia
y conectada de las cosas”, que enseña “[…] a generalizar […la] visión de los
recursos que posee la mente humana para explorar la naturaleza” (Mill, 2004,
p. 212) es llamada por Mill “educación liberal”; esta es la que debe ser impartida en la universidad. Mill (2004) concibe a la universidad no tanto como
el espacio donde los individuos deban formarse con el propósito de obtener
los recursos para la subsistencia; en su perspectiva ese no sería el objetivo
de la universidad, este sería la formación de “seres humanos capaces y cultivados” (p. 210).
Actualmente es difícil no mirar a la universidad como el lugar en
donde se adquirirá ciertas habilidades que permitan un nivel de vida por
encima de la mera subsistencia, en Colombia – y en otras regiones del mundo
– los estudios universitarios son vistos como una de las pocas posibilidades
que tienen algunas personas de mejorar su situación económica; sin embargo,
sigue teniendo relevancia –nos parece– apreciar a la universidad – y no solo a
esta –como el espacio para el cultivo de los intereses humanos más excelsos,
de individuos excelentes, de “personas capaces y sensatas” y no exclusivamente para la consecución de profesionales competentes. Estamos de acuerdo
con Mill (2004) cuando afirma:
Las personas son personas antes que abogados, médicos, comerciantes o fabricantes; y si se puede hacer de ellos personas capaces
y sensatas, serán por sí mismos abogados o médicos capaces y
sensatos. Lo que los profesionales deben extraer de la universidad
no es el conocimiento profesional [es difícil que esto no ocurra en las
sociedades contemporáneas], sino el que debe dirigir el uso de ese
conocimiento profesional y aportar la luz de la cultura general para
iluminar los tecnicismos de una ocupación particular. Se puede ser
un abogado competente sin educación general, pero de ella depende
formarlos como abogados filosóficos que exijan y sean capaces de
entender los principios en vez de atiborrar su memoria con detalles.
Y así sucede con los demás oficios provechosos, incluidos los oficios
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12. Arrogancia de la cual Mill
(2000) no se libró totalmente
al hablar de “comunidades
civilizadas”, al criticar a China…
La educación desde la perspectiva de John Stuart Mill
8
mecánicos. La educación lleva a que un zapatero sea más inteligente,
no porque le enseñe cómo hacer zapatos, sino por el ejercicio mental
que le exige y por los hábitos que le imprime. (p. 211)
Mill habla, entonces, de una educación liberal, esta se debe impartir
en la universidad después de haber conseguido la instrucción particular en
“las escuelas”; empero, ese tipo de educación no ha primado en las universidades13. La educación liberal consistiría en comprender los principios, esto
permitiría tener un enfoque más amplio de las cosas y entender su forma de
relacionarse; con dicha educación lograríamos, además de un conocimiento
en un área o actividad específica, acceder a cierta comprensión “de los grandes
temas de interés humano”.
Si bien la educación como un todo puede abarcar un gran campo, no
ocurre lo mismo con el sistema educativo formal (escuelas, universidades);
este tiene limitaciones: no puede controlar o “[e]stá más allá de su poder
educar moral o religiosamente” (Mill, 2005, p. 259). Tal sistema puede ejercer
mucha influencia en las personas, no obstante, según Mill (2005) la educación
del tipo moral y religioso proviene principalmente del ámbito privado:
Es el hogar, la familia, el que nos da la educación moral y religiosa
que realmente recibimos y ésta se complementa, y modifica, algunas
veces para mejor otras para peor, por la sociedad y por las opiniones
y los sentimientos que nos rodean. La influencia moral o religiosa
que pueden ejercer una universidad consiste menos en una enseñanza expresa que en el tono que prevalece en el lugar. Sea lo que
enseñe, debe enseñarlo compenetrado con un sentido del deber;
debe presentar todo el conocimiento principalmente como un medio
de dignificación de la vida con el doble propósito de hacer de cada
uno de nosotros un ser prácticamente útil a nuestros congéneres,
y de elevar el carácter de la especie misma, de exaltar y dignificar
nuestra naturaleza. (p. 259)
La universidad no existe para adoctrinar religiosamente a sus estudiantes; esta debe hacer accesible “el tesoro acumulado de los pensamientos
de la humanidad” (Mill, 2005, p. 260); debe ofrecer las herramientas que
permitan pensar por cuenta propia, brindar los conocimientos, la formación
para poder elegir la creencia, el plan de vida que debería llevar un ser con
“capacidades superiores”; debe ser una de las sedes principales de la libertad
de pensamiento, “lugar del libre examen”. La enseñanza en la universidad no
se debe hacer de manera despótica ni apelando inadecuadamente a la autoridad; la universidad no debe “conducir a las mentes aun al bien, por un exceso
de mal” (Mill, 2005, p. 262). La universidad no debe estar dirigida a:
[…] decirnos autoritariamente lo que debemos creer, y hacernos
aceptar la creencia como un deber, sino [a] darnos información y
formación, y ayudarnos a definir nuestra propia creencia de una
manera digna de seres inteligentes, que buscan la verdad contra
todo riesgo y exigen conocer todas las dificultades, para estar más
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13. La universidad escocesa
parece ser la excepción, dice
Mill.
La educación desde la perspectiva de John Stuart Mill
9
calificados para hallar, o reconocer, el modo más satisfactorio de
resolverlas. (Mill, 2005, p. 262)
Según Mill (2005) la educación liberal no es autoritaria, ella debe
tener en cuenta a la lógica, implica una educación científica (matemática,
astronomía, fisiología…), intelectual, precisa de la enseñanza del derecho
internacional. Dicha educación no solo se fija en lo intelectual sino también
en lo moral y en lo estético (literatura, poesía, pintura, escultura…). Mill está
proponiendo una educación estética enfilada a “calmar el alma”, a estimular
emociones, encauzada a instruir los sentimientos; tal educación se inclina por
“el cultivo de lo bello”, puede hacer posible que los seres humanos se sientan
mejores seres humanos. Formar a los individuos bajo los criterios anteriores
vendría a ser el objetivo primordial de la universidad.
Lo nombrado por Mill como educación liberal (incluye la formación
de un ser humano íntegro e integral, de un ciudadano comprometido con el
bien común, la preocupación por las importantes cuestiones humanas) puede
compaginar con lo que el filósofo colombiano Estanislao Zuleta llama “educación filosófica”; esta va más allá de la mera instrucción requerida para desempeñarse en el mercado laboral, busca la formación de ciudadanos, el cultivo
de la capacidad de reflexionar que impacte directamente a la democracia. De
acuerdo con el profesor Zuleta (1995) esa educación
[…] debe poner el acento en la formación. Eso significa que la enseñanza de todo lo que nosotros llamamos materias debe tender a
darse en forma filosófica, es decir, como pensamiento, y no como
conjunto de información. Cualquier materia se puede presentar, en
principio, en forma filosófica, no importando de cual se trate, como
también podría hacerse en forma perfectamente antifilosófica o […]
aconceptual, es decir, sin que sus temas se incluyan en la lógica de un
pensamiento propiamente dicho. (p. 102)
Mill (2000, 2011) denuncia cómo el individuo está siendo absorbido
por la masa, cómo se han ido debilitando las opciones individuales. Enfrentar
tal situación requiere de, según él (2011)14, “una mayor y más perfecta asociación entre individuos”; y para la formación del carácter individual, es necesario aumentar su vigor, “[…] el remedio se halla en instituciones nacionales
de educación y formas de gobierno […]” (p. 171) que potencien las facultades
de los individuos15. La educación liberal es la indicada para “formar grandes
mentes”; será menester, entonces, reformar las “viejas instituciones académicas”. Mill (2011) está pensando en la abolición de la educación que sólo
forma discípulos (p. 180), que propende por el sectarismo (p. 185). La educación debe estar dirigida al incremento de las “facultades brillantes”, a la formación de “grandes mentes”, a la inclinación por la verdad:
La piedra angular de una educación dirigida a crear grandes mentes
debe ser la aceptación del principio de que su objetivo ha de ser
producir la mayor cantidad posible de <<poder>> intelectual, e
inspirar el más intenso <<amor a la verdad>>; y esto, sin preocuparse
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14. En el ensayo La
civilización: señales de los
tiempos (2011), editado en
1836 (reeditado en 1837 y
en 1859), Mill brinda algunas
recomendaciones sobre
lo que se debe enseñar,
describe los peligros
de la homogeneización,
de la mediocridad, el
arrinconamiento del individuo,
lo anterior está en consonancia
con Sobre la libertad.
15. Aunque en el ensayo
“La civilización: señales
de los tiempos” no se hace
mención directa a la categoría
“educación liberal” sí se
puede colegir que Mill está
considerando elementos
anejos a esa educación:
robustecimiento, ampliación
del intelecto y del carácter de
las personas.
La educación desde la perspectiva de John Stuart Mill
10
en lo más mínimo de los resultados a que puede llevar el ejercicio
de tal poder, incluso si hace que el discípulo adopte opiniones
diametralmente opuestas a las de sus maestros. Decimos esto, no
porque pensemos que las opiniones no son importantes, sino por
la inmensa importancia que les atribuimos; pues en proporción al
grado de poder intelectual y de amor a la verdad que logremos crear,
es seguro que (independiente de lo que ocurra en un caso particular)
en el agregado total de casos el resultado serán opiniones conformes
a la realidad. Y tanto el poder intelectual como el amor a la verdad
son imposibles cuando al que razona se le dan sus conclusiones ya
hechas, y se le informa de antemano que se supone que debe llegar
a ellas. (p. 186)
El cultivo de los “poderes mentales” se puede hacer por medio del
estudio de las lenguas, de las matemáticas, de la historia, de la lógica, de la
filosofía, del derecho... No es nuestra intención decir aquí qué debe ser enseñado, de acuerdo con Mill (1986; 2000; 2004; 2005; 2010; 2011), en cada
campo del conocimiento, nos parece más pertinente enfatizar en el cómo:
la forma en que el maestro debe presentar la información, qué actitud debe
tener frente a los estudiantes, cómo no generar dogmatismo en el proceso de
enseñanza-aprendizaje:
No estamos diciendo nada absurdo cuando recomendamos que el
maestro debe abstenerse de presentar sus opiniones como verdaderas, y que no debe esforzarse en demostrar su verdad de la manera
más convincente. De lo contario, estará infundiendo en sus discípulos el peor hábito intelectual de todos: no buscar por sí mismos
la verdad en ninguna cosa. El maestro no debe adherirse a ningún
credo; la cuestión no debe ser la de si sus opiniones son o no son
las acertadas, sino la de si conoce bien las opiniones de otros, y si,
cuando presenta las propias, también expone honradamente los
argumentos contrarios. (Mill, 2011, p. 186)
Lo antedicho tiene relación y cierta diferencia16 con lo expuesto por
el profesor Adolfo Sánchez Vázquez:
En cuanto al enfoque filosófico, creo que por honestidad intelectual
no hay que ocultar el punto de vista propio. Ahora bien, no debe ser
presentado de manera demasiado ostensible, proclamándolo a cada,
momento. Pero en filosofía hay que tomar posición, y un maestro que
carece de ella o trata de ocultarla, no hará más que llevar la confusión
al alumno […] El profesor […] no solo no debe tratar de imponer su
tendencia al alumno, sino que debe proporcionarle con la presentación de otros puntos de vista y con la recomendación de las lecturas
correspondientes, la posibilidad de contrastar diferentes posiciones
y de llegar a una posición propia […] La clase no debe convertirse
en el escenario de una batalla ganada, aunque el profesor la considere ganada para sí, sino de una batalla de las ideas en la cual han de
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16. Mientras Mill dice que el
profesor no debe suscribirse
a algún credo, Sánchez
Vázquez prefiere, en aras de
no causar confusión, asumir
el credo cuidando la manera
de asumirlo; sin embargo,
ambos filósofos rechazan el
sectarismo. Nos parece más
adecuada la posición de
este último: asumir postura
y expresarla de manera
mesurada.
La educación desde la perspectiva de John Stuart Mill
participar los alumnos. El sectarismo consiste precisamente en creer
que lo que ya está ganado para uno lo está también, por eso mismo,
para los demás […] Aunque estemos convencidos del error de otras
posiciones y de la verdad de la nuestra, no perdamos nunca de vista
que no hay verdad absoluta, que la verdad es un proceso en el cual
nos acecha también a nosotros el error. Y de ahí la importancia –
tanto en la investigación como en la enseñanza filosófica– de someter
a crítica no sólo las posiciones ajenas sino también las afines a las
nuestras y de someter también las nuestras a una constante autocrítica […] La crítica y la autocrítica constituyen la garantía más firme
para que, al sostener nuestra posición filosófica, no se incurra en los
defectos antes señalados y, por consiguiente, para contribuir a que
esta filosofía que asumimos como nuestra sea, tanto para nosotros
como para nuestros alumnos, un pensamiento vivo. (Sánchez, 1979)
De acuerdo con Mill (2000) el ser humano es falible, por lo tanto,
necesita de la diversidad de opiniones, de varios modos de vida para intentar
formar las opiniones más verdaderas que un ser falible pueda constituir y
escoger el modo de vivir que esté más acorde con sus visiones de mundo.
Sin pluralidad, sin libertad de discusión la humanidad se estancaría en todos
los campos; la verdad en estos es un asunto de “conciliar y combinar contrarios”. Esto mismo puede ser llevado a las aulas de clase: presentar diversos
puntos de vistas sobre un mismo tema, propiciar la libertad de pensamiento,
de discusión, utilizar los errores de manera pedagógica, o sea, contrastarlos
con las opiniones, doctrinas que al momento se tienen como correctas. Mill
dirá: para que opiniones verdaderas no degeneren en “dogmas muertos” sino
que se conserven como “verdades vivas” se hace indispensable la libertad de
discusión; con esta las creencias, las opiniones se mantienen vivas, en guardia.
Negarse a discutir, creerse poseedor de la verdad absoluta, imponer la propia
tendencia a un estudiante estaría en la órbita de lo llamado por él (2000) infalibilidad: “[…] Ésta consiste en tratar de decidir la cuestión para los demás, sin
permitirles oír lo que pueda alegarse por la parte contraria” (p. 85).
La diversidad de puntos de vista, la discusión sobre los mismos se
constituyen en herramientas valiosas para enfrentar – dentro y fuera de los
salones de clases – al fanatismo, al sectarismo, al dogmatismo; son elementos
imprescindibles (la diversidad, la discusión) con que los individuos, seres
obviamente falibles y perfectibles, pueden alcanzar ciertas certidumbres,
algunas verdades. En todo este proceso no se puede olvidar el rol de la lógica
y de la filosofía, en otras palabras, en la formación de mentes fuertes, capaces,
autónomas aquellas formas de pensamiento tributarán en la utilización del
propio entendimiento (Mill, 2011, p. 189). Mill recibió una educación para
la mayoría de edad; ya es un lugar común hablar del sorprendente proceso
educativo trazado, dirigido por su padre (James Mill); pese a los errores
(exceso de racionalidad, descuido del arte, de la poesía…) padecidos en ese
proceso, el mismo Mill (1986) destaca haber recibido una educación que le
posibilitó pensar por cuenta propia, elegir por sí mismo, no ser un papagayo,
fortalecer sus facultades y no ahogarlas con una multitud de datos, creencias
muertas, sin contenido vital.
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La educación desde la perspectiva de John Stuart Mill
La concepción de Mill sobre la educación no ha estado exenta de
críticas: un liberal no debería exigirle al Estado la obligatoriedad de la educación, ni tampoco la posibilidad de que se pueda enseñar religión. Estas críticas
intentan poner en solfa el talante liberal de Mill (Guerreo Gutiérrez, 1994).
El profesor José L. Tasset (2009) hace una interesante y sensata defensa del
talante liberal de Mill y cómo tal talante no está en contradicción con la exigibilidad de una educación obligatoria y universal. Se presenta, pues, la dificultad que tendría la propuesta de Mill con relación a aquella circunstancia
afrontada por las sociedades contemporáneas: migraciones constantes; estas
no constituían un fenómeno tan común en el siglo XIX. En este contexto si se
pregunta cuál sería la posición de Mill sobre si los migrantes deben recibir,
por parte de un Estado en el que no nacieron, algún tipo de educación, la
respuesta podría ser negativa:
[…] Cuando Mill señala que la educación debe proporcionarse por
parte del Estado “a todo ser humano que nazca ciudadano suyo”,
también indica que el Estado no debe proporcionarlo a quienes no
sean ciudadanos suyos, lo que por una parte limita mucho las obligaciones de los estados con respecto a las políticas internacionales
de desarrollo de la educación y, por otra parte, plantea el interesante
problema de las garantías, de educación o sanidad, por ejemplo, que
los estados deben asumir respecto de quienes no son ciudadanos
suyos aún estando dentro de sus límites. Aquí obviamente podemos
saltarnos cualquier precaución respecto de los costes de los bienes
público y decir que simplemente el Estado debe garantizar la educación hasta un cierto nivel a todo el mundo (creo que esto probablemente es lo que hubiese sostenido Mill hoy en día como una simple
extensión de su argumento), o bien introducir un coste para estos
bienes en el caso de quienes no sean ciudadanos de un Estado, que
bien puede no ser directo sino simplemente a través del establecimiento de la obligación de contribuir con el pago de impuestos en el
Estado del que se demanda el bien público. (Tasset, 2009, p. 47)
Entonces, de acuerdo con el profesor Tasset, para Mill el Estado
no debe brindar educación a los individuos que no hayan nacido como
ciudadanos suyos. No obstante, de la educación liberal debe hacer parte el
estudio de las normas que permiten establecer las relaciones más adecuadas,
honestas entre países, Estados, naciones; Mill está abogando por la enseñanza
del derecho internacional, la cual “se extiende a todo ciudadano”; también
defiende una educación política, una educación orientada a ir más allá de “los
intereses siniestros”; una educación que mediante el conocimiento de otras
lenguas facilite la comprensión de las realidades allende al círculo familiar,
nacional. Aun cuando en Mill se presenta el escollo sobre si el Estado debería
dar educación a los individuos no nacidos en su seno, su enfoque de la educación no propicia la xenofobia ni el chovinismo.
La educación, desde la mirada de Mill, intenta tonificar las facultades
del individuo sin que esto lleve a su aislamiento; reiteramos: es una “educación para la libertad” y, ahora debemos agregar, para conseguir “la mayor feliRevista Portuguesa de Educação, 36(1), e23005. http://doi.org/10.21814/rpe.23369
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La educación desde la perspectiva de John Stuart Mill
cidad”, para intentar armonizar la felicidad colectiva y la individuad17:
[…] que la educación y la opinión pública, que tienen un poder tan
grande en la formación humana, utilicen de tal modo ese poder que
establezcan en la mente de todo individuo una asociación indisoluble
entre su propia felicidad y el bien del conjunto, especialmente entre
su propia felicidad y la práctica de los modos de conducta negativos
y positivos que la felicidad prescribe; de tal modo que no sólo no
pueda concebir la felicidad propia en la conducta que se oponga al
bien general, sino también de forma que en todos los individuos
el impulso directo de mejorar el bien general se convierta en uno
de los motivos habituales de la acción y que los sentimientos que
se conecten con este impulso ocupen un lugar importante y destacado en la experiencia sintiente de todo ser humano. (Mill, 1994, pp.
62-63)
Existe gran controversia sobre la dificultad de relacionar la idea de
libertad de Mill con su moral utilitarista. En este espacio no pretendemos
afrontar ese interesante debate (Carrasco, 1999; Montoya, 2001), solamente
queremos resaltar esto: en Mill (1994) la educación también tiene un papel
importante en la comprensión del tipo de felicidad de la que puede y debe
gozar un ser humano. La educación está dirigida a alcanzar la felicidad y esta
no se puede lograr sin ser libres, sin poder desarrollar todas las facultades
humanas; esta educación debe ayudar a pensar por cuenta propia, a ser libres
y felices.
Es importante destacar lo siguiente: Mill no restringe la posibilidad
de ser libre y feliz, utilizando la propia capacidad de elección, de atreverse
a pensar por sí mismo, al varón18. Su propuesta educativa intenta lograr
cierta igualdad entre hombres y mujeres, ambos deben llegar a ser personas
autónomas. Él defenderá una clase de educación contraria la educación
patriarcal19, una educación enfocada a ayudar en la formación de las mujeres
como personas autónomas, cuyo único fin no sea actuar en el espacio privado,
sino que puedan ejercitar sus capacidades de elección en el ámbito familiar y
más allá. Con este tipo de educación se podría disminuir las diferencias entre
hombres y mujeres; todos tendrían la posibilidad de ser libres, felices, originales, espontáneos, geniales, excéntricos; de poseer una vida activa, fecunda,
plena. Será la sociedad entera la beneficiada con el cultivo de una educación
configurada a partir de la igualdad entre hombres y mujeres, habría un gran
avance moral cuando todas las personas sean tratadas con justicia; si se
educa a la mujer con el objetivo de que ejerza la libertad, se duplicarían las
facultades mentales para el servicio de los intereses colectivos, el trato entre
iguales produce felicidad y ayuda a mejorar como ser humano. En esta situación la mujer vería que ella también es valiosa, que su dignidad es respetada
y esto le generaría felicidad (Mill, 2010).
La relación educación-igualdad entre hombres y mujeres tampoco
está libre de críticas20: Mill cae en incongruencias, paradojas, contradicciones.
Él argumenta a favor de la salida de las mujeres del ámbito privado, familiar
(administración del hogar, suavizar el carácter de los miembros de este) pero
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17. En El Utilitarismo (1994)
que salió a la luz, como
libro, en 1863 se observará
un énfasis en lo social, la
educación intentaría dirigirse,
entre otras cosas, a la
armonización de los intereses
individuales y colectivos, esta
tarea es bastante difícil.
18. John Stuart denuncia a
la educación que pretende
que las mujeres solo se
queden en el reducto
doméstico imposibilitando su
participación en lo público,
en la búsqueda de la propia
felicidad; estos temas son
abordados en el texto de 1869:
El sometimiento de la mujer
(2010).
19. En un ensayo de 1832,
Mill explica que la educación
patriarcal ha convertido a
la mujer en una persona
dependiente, incapaz de no
poder valerse por sí misma
(Mill & Taylor Mill, 2000, pp.
96-97).
20. “John Stuart Mill,
rompedor de las costumbres
universales y del sentimiento
popular, sin embargo perece
en la propia trampa de la
educación – socialización –
diferencial, aun cuando sus
propuestas hacia el modelo
educativo femenino fueran
pioneras y atrevidas para
la época. Y sorprende que
sucumbiera en las redes
de su propia socialización
«patriarcal» cuando, al menos,
en teoría, refiere tanto el
problema de la subjetividad
hipotecada de las mujeres
como las consecuencias
«lastrantes» para el
desenvolvimiento pleno de la
ciudadanía” (Gil, 2006, p. 84).
La educación desde la perspectiva de John Stuart Mill
esto es difícilmente compaginable con su creencia de que efectivamente hay
unas cuestiones que por naturaleza las mujeres realizan mejor: cuidar y administrar los asuntos de la familia. Mill no puede salir de “la ficción doméstica”
ni de “la ideología sexual, las normas sexuales y los estereotipos sexuales”
(Gil, 2006, pp. 72-74). Pese a las críticas sobre estas cuestiones nos parece
acertada la valoración de la profesora Juana Gil (2006) sobre el legado de Mill:
[…] no podemos ignorar el tremendo alcance y actualidad de los
planteamientos milleanos: sus reflexiones sobre las leyes del matrimonio, del divorcio, los cambios en educación, el deseable acceso de
la mujer al ámbito público mediante su participación en el sufragio, la
urgencia de nuevas formas de relaciones entre los sexos, que parten
de un individuo autónomo con capacidad de voluntad autónoma e
individual, libre de mermas o carencias a favor de la realización de
un ideal de carácter opuesto y complementario al del varón. Un individuo –hombre/mujer– libre e igual para decidir qué se quiere ser y
qué se quiere hacer. Ser y hacer se dan la mano, y convergen en un
proyecto de ser humano ahora sí completo, rico, diferente. (p. 84)
4. EDUCACIÓN COMO LIBERTAD Y CONSERVACIÓN
El profesor Eduardo Mendieta (2012) analiza aquella tradición pedagógica
que entiende “la educación <<como práctica de libertad>>”, esta tuvo un gran
impacto en Latinoamérica y él intentará examinar algunas de las propuestas
más importantes (Freire, Illich, Dussel, Fals Borda, Salazar Bondy); también
observa que las raíces de la tradición de marras vienen del siglo XIX y esta
se caracteriza por concebir “[…] la educación como expresión esencial de
la excentricidad del ser humano, como la característica que distingue al ser
humano tanto de los animales […] como de los dioses […]” (p. 341). Esta
primera característica de la tradición mencionada es compatible con la visión
filosófica y educativa de Mill (2000): el individuo debe ser excéntrico (pp.
141-142) como una manera de enfrentar los continuos intentos de homogeneización llevados a cabo por el Estado, la sociedad y la educación.
La segunda característica de la tradición en comento se refiere a ver a
la educación como arte (e institución), esto implica encomiar la libertad de las
personas y promover “[…] la renovación y descubrimiento de nuevos métodos
de enseñanza, métodos cuyo objetivo es facilitar que el ser humano adquiera
consciencia de su propia libertad y dignidad” (Mendieta, 2012, p. 342). Mill
(2000) hace una defensa de la individualidad frente a los continuos procesos
de nivelación emprendidos por la opinión pública y por cierto tipo de educación; esa defensa le lleva a concebir que las mejoras sociales pueden venir
del cultivo de la individualidad y esta comprende la posibilidad de elegir, el
respeto a un espacio privado, de no intervención donde cada quien sea soberano. La consecuencia de lo anterior será la formación de un ser humano libre,
digno y hermoso (p. 136), este necesita de la diversidad (política, económica,
educativa…) para cultivarse. Ahora, la educación entendida como institución
señala que
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14
La educación desde la perspectiva de John Stuart Mill
[…] el sistema educativo es el principal mecanismo por el cual culturas
y sociedades transmiten y perpetúan sus formas de entender el
mundo. Esta tarea de adaptación o asimilación al orden establecido
lleva consigo implícita una tendencia conservadora a la que la educación no puede abandonarse si quiere seguir definiéndose como práctica de la libertad. (Mendieta, 2012, p. 342)
Desde la posición de Mill (2000) lo que se quiere conservar (y
alentar) son precisamente aquellas personalidades fuertes, vigorosas, enérgicas, originales, excéntricas, espontáneas. Estas son cada vez más escasas.
El profesor Fernando Savater (2009) resalta el carácter conservador
del proceso educativo:
[…] La sociedad prepara a sus nuevos miembros del modo que le
parece más conveniente para su conservación, no para su destrucción: quiere formar buenos socios, no enemigos ni singularidades
antisociales [...] el grupo impone el aprendizaje como un mecanismo adaptador a los requerimientos de la colectividad. No sólo
busca conformar individuos socialmente aceptables y útiles, sino
también precaverse ante el posible brote de desviaciones dañinas
[…] la educación es ante todo transmisión de algo y sólo se transmite
aquello que quien ha de transmitirlo considera digno de ser conservado. (pp. 147-148)
La importancia de la tendencia conservadora de la educación radica
en lo que se quiere “perpetuar”: “modelos de excelencia”. En Mill estos podrían
entenderse como hombres y mujeres libres con facultades racionales y emocionales totalmente desplegadas, las cuales permitirán alcanzar la libertad, la
felicidad tanto a nivel individual como social; sin embargo, la sociedad no
es estática, igualmente no lo son los modelos que se quieren mantener. Los
individuos con sus capacidades óptimamente desarrolladas si bien son los
que la sociedad debe conservar y promocionar, serán, al mismo tiempo, los
que pondrán en tela de juicio algunas de las cuestiones establecidas por la
sociedad como “sagradas”, en otras palabras, los individuos geniales, excéntricos, espontáneo son, siguiendo a Mill (2000), “la sal de la tierra”, sin ellos
“la vida humana sería una gran laguna estancada” (p. 138).
5. CONCLUSIONES
La educación en Mill ayudaría a generar vínculos entre lo individual y lo
colectivo; esta abarcaría lo intelectual, lo moral, lo estético; permitiría a las
personas ser cultas, espontáneas y a conjugar deseos fuertes con conciencia
fuerte, con “voluntad poderosa”; coadyuvaría al fortalecimiento de las facultades mentales, intelectuales de los seres humanos. Contemporáneamente
esto último podría incluirse, seguramente haciendo varias salvedades, dentro
de las denominadas teorías o corrientes cognitivas de la pedagogía: los indiRevista Portuguesa de Educação, 36(1), e23005. http://doi.org/10.21814/rpe.23369
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La educación desde la perspectiva de John Stuart Mill
viduos pueden alcanzar niveles superlativos en el desarrollo de sus facultades mentales; los contenidos del proceso de enseñanza-aprendizaje deben
abordarse por medio de conceptos y relacionarse con las ciencias (educación
liberal, filosófica); la generación de habilidades cognitivas sirve para la interrelación.
En Mill la educación estimula e instruye (no sólo lo concerniente a las
cuestiones afines al entendimiento) lo sentimental (¿inteligencia emocional?);
la educación, según su parecer, intenta hallar cierto equilibrio entre lo racional
y lo sentimental, entre lo público y lo privado, busca “entrenar” a los individuos en todos esos aspectos; la educación abarca, pues, las diferentes facetas
de los seres humanos y coadyuva a que estos se ejerciten y/o intente alcanzar
el autocontrol.
De acuerdo con Mill la educación es necesaria para el fortalecimiento
de un sistema democrático, sin embargo, educar a las personas para que sean
ciudadanas es un proceso valioso en sí mismo que contribuye a dejar en su
justo puesto a los intereses egoístas, a dominar ciertas reacciones instintivas
y a promocionar hábitos afines a la vida en común; jugando en este proceso un
papel descollante el aprendizaje de otras lenguas, de la historia, del derecho
internacional… Los educados bajo estos criterios no serán meros discípulos,
serán personas dispuestas a usar sus inteligencias por “fuera de los surcos
que le fueron marcados” y no únicamente para responder exámenes. Los
ciudadanos educados desde esta perspectiva podrían razonar, argumentar
mejor, elegir de maneras más adecuadas y por cuenta propia.
No es fácil educar (y más difícil es educar en el uso del propio entendimiento), Mill lo sabe perfectamente; para él educar es “todo un arte”, un
proceso complejo con el cual se pueden lograr muchas transformaciones a
nivel individual y social; los gobiernos deberían sentirse obligados a incentivar la educación liberal, filosófica, una educación para la mayoría de edad.
Con una educación de este tipo sería muy difícil, y moralmente reprochable,
que el ciudadano se autoconciba –así lo hizo cierto exburgomaestre de Cartagena de Indias– como “caballo de cochero”; con una educación filosófica los
ciudadanos, hombres y mujeres, podrán llegar a ser los aurigas de sus propios
destinos.
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La educación desde la perspectiva de John Stuart Mill
i Universidad de Cartagena, Facultad de Ciencias Humanas,
Programa de Filosofía, Colombia
https://orcid.org/0000-0002-2086-6288
Toda a correspondência relativa a este artigo deve ser enviada
para:
Vladimir Urueta León
Universidad de Cartagena
130001, Claustro San Agustín, Carrera 6, Calle de la Universidad
#36-100, Centro Amurallado, Cartagena, Bolívar, Colombia.
[email protected]
Recebido em 05 de fevereiro de 2021
Aceite para publicação em 15 de novembro de 2022
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La educación desde la perspectiva de John Stuart Mill
Education from the perspective of John Stuart Mill
ABSTRACT
This article intends, through a bibliographic review, to show some aspects
inherent to John Stuart Mill's position on education, which are still important
today for the formation of citizens. Likewise, in a general way, it will be characterized what he calls “liberal education”. It is this one that promotes the
development of all the faculties of the human being, not only restricted to
the cultivation of the intellect but also contributing to the formation of the
moral and of the aesthetic. The vision of education proposed by Mill is aimed
at men and women self cultivation for them to be able to use their own
capacities, with benefits at an individual and social level: freedom, happiness, equality... We conclude that education according to Mill must enhance
the different capacities of the human being and propitiate respect for the
private sphere; however not implying disregard for public affairs.
Keywords: Mill; Education; Citizens; Equality;
Democracy.
A educação a partir da perspectiva de John Stuart Mill
RESUMO
Neste artigo, através de uma revisão bibliográfica, tentar-se-á mostrar alguns
aspectos inerentes à posição de John Stuart Mill sobre a educação os quais,
ainda hoje, são importantes para a formação dos cidadãos. Do mesmo modo,
será caracterizado, de forma geral, o que Mill chamou de “educação liberal”. É
esta que promove o desenvolvimento de todas as faculdades do ser humano,
não se restringindo ao cultivo do entendimento, mas também contribuindo
para a formação da moralidade e da estética. A visão de educação proposta
por Mill está voltada para o autocultivo de homens e mulheres de modo
a que estes possam usar as suas próprias habilidades. Com benefícios a
nível individual e social: liberdade, felicidade, igualdade... Conclui-se que
a educação segundo Mill deve promover as diferentes capacidades do ser
humano e propiciar o respeito pela esfera privada, não implicando, ainda
assim, desconsideração pelos assuntos públicos.
Palavras-chave: Mill; Educação; Cidadãos; Igualdade;
Democracia
Revista Portuguesa de Educação, 36(1), e23005. http://doi.org/10.21814/rpe.23369
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