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Catalogo Giovanna Pezzotti, la mirada rev (b) elada

2022, Giovanna Pezzotti, la mirada rev (b) elada

La fotógrafa Giovanna Pezzotti (Medellín 1942- 2019) fue una de las primeras reporteras gráficas de Colombia. Su lente dio cuenta de la marginalidad social de los años 60, especialmente del barrio Moravia, donde se asentaba el basurero de la ciudad y trabajaban los sacerdotes del grupo Golconda, seguidores de la Teología de la Liberación y de la linea de Camilo Torres. En la década de los 70 se sumergió en la cárcel La Ladera donde produjo un intenso registro de la criminalidad urbana de la época. En los 80 se ocupará del ascenso de la narco-política en el país haciendo un cubrimiento tanto de victimarios como el capo de la mafia Pablo Escobar, como de algunos héroes inmolados (el médico Héctor Abad Gómez y miembros de la exterminada Unión Patriótica. Santos, criminales, ilusos, mafiosos, mártires… Siguiendo estos hilos personales, paradójicamente se podía bordear buena parte de la historia reciente de Medellín y Colombia. Giovanna Pezzotti sin embargo ha sido hasta ahora un personaje borrado de la memoria del país y de la reportería gráfica. Este es el catálogo de la exposición "Giovanna: la mirada rev(belada)", la primera revisión que se hace de sus fotografías. The photographer Giovanna Pezzotti (Medellín 1942-2019) was one of the first female photojournalists in Colombia. Her lens gave an account of the social marginalization of the 1960s, especially in the Moravia neighborhood, where the city garbage dump was located and the priests of the Golconda group, followers of Liberation Theology and the line of Camilo Torres, worked. In the 1970s, she was submerged in La Ladera prison where produced an intense record of the urban crime of the time. In the 80s, she dealt with the rise of drug-politics in the country, covering both victimizers such as the mafia boss Pablo Escobar, as well as some immolated heroes (Héctor Abad Gómez and members of the exterminated Patriotic Union. Criminals, gangsters, martyrs... Following these personal threads, paradoxically one could skirt a good part of the recent history of Medellín and Colombia.Giovanna Pezzotti, however, has until now been a character erased from the memory of the country and from photojournalism. This is the catalog of the exhibition "Giovanna: la mirada rev(b)elada)", the first review of her photographs.

1 En la vida hay dos maneras de plasmar lo que sucede a tu alrededor. Una es tu memoria. Otra es la fotografía. Yo he utilizado una cámara fotográfica para conocer todo, para vivir todo, con intensidad, con realismo. Yo, detrás de una cámara, he desafiado los cánones sociales. Yo me he vestido de cámara fotográfica para vivir todo de cerca. No me he contentado con lo que me cuentan. No. Yo lo he vivido. No creo en mitos porque la gente que está en escena te cuenta su verdad a su modo y agresivamente te obliga a digerirlo a su manera. Por eso, cogí la cámara desde que tuve edad de razonar y digerir. La verdad te la pueden dar disfrazada, trucada, escondida, dependiendo de quien te la dé y de los intereses que tenga. Pero a mí la vida no me pudo engañar, porque no solo la quise conocer, sino que la fotografié. A mí la vida no me castró. Me arriesgué para conocer la verdad, la plasmé desde todos los ángulos. Tengo fotografiada la verdad de la vida. Giovanna Pezzotti, Bérgamo 14 de abril de 1989 2 Fotografía restaurada por Liliana Correa. 3 P r i m e r a e d i c i ó n : E d i t o r i a l E AF I T , 2 0 2 2 ISBN: 978-958-720-800-9 Ag o s to d e 2 0 2 2 Un i v e r s i d a d E AF I T Cra 49 N.° 7 Sur - 50 www.eafit.edu.co Re c to r a : C l a ud i a Pat r i c i a Re s t re p o Mo ntoy a Directora de Narrativas y Cultura: Va l e r i a M ej í a E c h e v e r r í a Coordinador de Extens ión Cultural: J u a n A n t o n i o A g u d e l o Vá s q u e z Edición, curaduría y textos: Sol Astr id G i r aldo E s c oba r Diagramación y diseño: A n d r é s Vá s q u e z M o n t aj e : Manuel Cataño Impresión: Ta l l e r Ar t e s y L e t r a s S . A . S . _ Diaporama: L i l i a n a C o r r e a y C o l e c t i v o E a t R a i n ( E d w i n Vé l e z - J a d e r C a r t a g e n a ) P a i s aj e s o n o r o : A l ej a n d r a L o p e r a , c o o r d i n a d o r a L a b o r a t o r i o S o n o r o Ac ú s t i c a y E n F e m e n i n o ( U n i v e r s i d a d E A F I T ) Ag r a d e c i m i e nto s : G i a nc a r l o Pe z z ott i Giampiero Piezzotti B i b i a n a Pe z z ott i Fa m i l i a P e z z o t t i L u i s Al b e r to , Ju l i a n a Ar a n g o y L i b r e r í a Pa l i nu r o Raúl He nao Re i na l do S p i t a l e tt a G ab r i e l a Re s t re p o C o n e l a p o y o d e S a l a d e Pa t r i m o n i o D o c u m e nt a l y l a E d i t o r i a l d e l a Un i v e r s i d a d E AF I T 4 L a m i rad a r e b (v) e l a d a La C árcel y e l b a n di d o G i o v a nn a e n l a c i u da d R e po rt e r a d e l a vi d a L a p a y a sa d a p o l í t i ca G i o v a nn a nó m a d a M i vi d a C r on ol og í a 5 Entre 1968 y 1987, una pequeña rubia desestabilizó la imagen oficial de Medellín. Con su paso corto y sus tacones, se las arregló para estar siempre en las heridas y fiestas de la historia. Sola, sin padrinos ni paraguas, persiguió los bordes, las zonas prohibidas, lo que le oliera a vida real. Se “vistió de cámara”, y se atrevió a los abismos sociales. Allá, adonde no iban las damas. Husmeó en el Basurero Municipal, donde centenares de desplazados de la violencia se inventaban una vida digna entre los detritos urbanos. Se acercó al santo de la basura y le ofreció sus ojos. Después, se inmiscuyó en la cárcel de hombres, cruzó las rejas de la exclusión. Confraternizó, esta vez, con los desechados de la sociedad. Mirándolos a los ojos, descubrió que tenían alma y no eran monstruos. Estos los encontró, más bien, en las palestras de los políticos a los que también persiguió con su lente curioso. Por esta vía, se topó al capo de los capos que andaba en negociaciones con ellos. Le pareció bajito e insignificante. Registró el magnetismo de su carnaval desquiciado al que se acercaban los desheredados de los tugurios, las monjas, los curas, los senadores, los periodistas, las divas, antes de que todo volara por los aires. Vestida de blanco, acompañó y enterró, uno a uno, a los idealistas caídos de la UP. Rodeó con misericordia al apóstol que fue acribillado por defender precisamente a los acribillados y desaparecidos. La llamarada violenta de los tiempos la envolvió, la amenazó. Se exilió en Europa. Buscó allí se refugio de las balas y las bombas, pero también indagó por su origen después de que el hilo umbilical con su tierra natal se había roto. Persiguió en el sur de Italia el fuego fatuo de una herencia paterna. En esta lucha se enfrentó con mafiosos, esta vez calabreses, solo para perder una vez más su lugar en el mundo. Le dio un infarto. Se apaciguó. Mientras desempeñaba trabajos menores, escribió y escribió en Scalea, en Bérgamo, en Roma. Quería recuperar el hilo de su vida impetuosa y fragmentada. Le salió un texto impetuoso y fragmentado. Volvió al país. La habían olvidado. Se retiró a sus cuarteles de invierno con sus cientos de negativos empolvados y su autobiografía incompleta. Se dedicó a hacer ejercicio, a nadar y a estudiar literatura. Ganó un pequeño concurso, mostró sus fotos en Moravia. Dio unas cuantas entrevistas, consintió a sus sobrinos. Celebró la vida. Murió. Se llamaba María Giovanna Pezzotti Villegas (1942 – 2019). Fue la pionera de las reporteras gráficas de Antioquia y una de las primeras del país. Los libros de historia de la fotografía de Colombia la han ignorado. Hoy recordamos aquí su nombre, sus imágenes, sus palabras. Honramos y revelamos su mirada rebelada. 6 Giovanna Pezzotti: La mirada reb(v)elada Por Sol Astrid Giraldo Escobar, curadora El detonante fue esta imagen. Estaba exhibida sobre una pared de Palinuro, una librería donde los libros usados piden otra oportunidad. La foto, como aquellos, parecía buscar lo mismo: nuevos ojos para su antigua y ajada belleza. Misteriosa, se colaba fuera de tiempo y de lugar. Había sido la ganadora de un concurso en 2008, con el tema de la lectura, que había convocado la librería. En ella se ve un racimo de cuerpos masculinos desnudos. Los hombres han dejado sus vestidos sobre un muro de ladrillos que los rodea en un ángulo abierto. Están bajo el agua de una ducha que no alcanza mojarlos a todos. Aunque un rostro se eleva risueño al sol y a las gotas que los refresca, los personajes no se ven del todo relajados. Una muralla de espaldas tapa a los cuerpos del fondo, aunque algún pene no logra esconderse. Detrás, emerge el rostro del único personaje que mira directamente a la cámara. Uno de los bañistas se cruza de brazos en un gesto mínimo de protección, otro se coge las manos sobre las nalgas expuestas. Y el de más allá se restriega la nuca, mientras esquiva el lente fotográfico. Sin embargo, cierta risa y complicidad emergen del remolino de pieles. A la derecha, hay todavía otro personaje que le da un carácter surrealista a la imagen: un hombre, este sí vestido, concentrado y serio que les lee un libro a los participantes del apretujado baño. Ante las preguntas de los visitantes de la librería acerca de esta exótica fotografía, Luis Alberto Arango, su administrador, contaba que la autora se llamaba Giovanna Pezzotti y había tomado esa imagen en la Cárcel La Ladera de Medellín en la década de los años 70. La información ayudaba a aclarar algunos enigmas. La fecha, por ejemplo, explicaba el corte pasado de moda del cabello y de la ropa del hombre vestido. Y también algunos aspectos técnicos de la imagen como su composición clásica, el manejo del blanco y negro, la óptica de una cámara analógica. Mientras, la ubicación del lugar de la toma da luces sobre la incomodidad de los cuerpos: aunque estaban desnudos y bajo el sol, eran unos cuerpos presos. Por su parte, el género femenino de quien había congelado este momento privado habla de la tensión luces sobre la tensión que templaba la desconcertante historia. Es que hay una transgresión mayúscula en la escena: una mujer de la década de los 70 había fotografiado sin pudores a unos reclusos desnudos quienes, a pesar de una última reticencia visible en cierta incomodidad en sus gestos, lo habían consentido. Después de esta información las dudas persistían. ¿Cómo había logrado esta mujer en una época tan conservadora meterse en las entrañas de una cárcel masculina? ¿Por qué lo había hecho? ¿Cómo se había establecido esa complicidad entre fotógrafa y fotografiados que permitía aquella inusual mirada horizontal y sin censura? ¿Quién era Giovanna Pezzotti? Este no era un nombre estudiado en las clases de periodismo, tampoco aparecía en las historias de la fotografía o de la reportería gráfica en Colombia. No era firma reconocida. Sobre ella solo circulaba una mínima información en algunos artículos recientes que se habían escrito después del concurso, como dos magníficas crónicas del escritor Fernando Mora1. Según estas, se trataba de una mujer antioqueña de 70 años, de ascendencia italiana, quien había trabajado en El Colombiano y otros medios, luego había viajado a 1.“El Capo en la cámara”, Fernando Mora, Bogotá, El Malpensante, Edición 102 https://elmalpensante.com/articulo/1447/el-capo-en-la-camara). “Retrato de dama con bandido”, Fernando Mora, Medellín, Universo Centro. https://centrodemedellin.co/ArticulosView.aspx?id=280&type=A&idArt=281 7 Europa y recientemente había vuelto discretamente a la ciudad. En estas entrevistas ella solía contar que tenía 7.000 negativos guardados en su casa y una biografía sin publicar. A la participación en este concurso, le siguió una estremecedora exposición en el Centro Cultural de Moravia en 2010, curada por Carlos Uribe y Yeison Henao, donde se exhibieron algunas de las fotografías que había tomado en este barrio, cuando era el basurero de la ciudad a finales de la década de los 60. Estas salidas tímidas a la escena, además del intento de donar su archivo a una institución de la ciudad, dejaban ver que Giovanna estaba intentando dar nuevamente la cara. Sin embargo, no tuvo tiempo. En enero de 2019, Giovanna muere y su deceso apenas si es registrado por la prensa local. El álbum secreto En 2021 se inicia la presente investigación con estas escasas referencias. Como toda vida, la de Giovanna tenía picos vistosos que la definían, para ella misma y los demás, a expensas de periodos silenciosos y sub-registrados. La poca información que se tenía insistía indefectiblemente en tres planetas mayores del sistema solar de sus imágenes. Uno era aquel del que ya se habían recibido los primeros destellos: su meteórico paso por la cárcel de hombres La Ladera en 1970. La perturbadora foto de “El baño” era el interruptor que prendía la luz sobre un conjunto de imágenes sofocadas hacía 50 años. Acompañaba a esta historia el recuerdo del escandaloso romance que entonces había tenido la fotógrafa con “Toñilas”, un famoso ladrón de la época, con quien se había escapado. Hay otro pico reconocido de su trabajo que tuvo lugar dos años antes de su paso por la cárcel y que fue, igualmente, dramático. Se trata de su exploración de las montañas de basuras y de pobreza del norte de la ciudad. Giovanna había llegado allí -más exactamente a Fidel Castro, un sector de lo que después sería el barrio Moravia-, en 1968, cuando un amigo poeta le presentó al padre Vicente Mejía. Este era un sacerdote fuera de lo común, quien como integrante del mítico grupo Golconda, hacia parte de “La revolución de las sotanas”.2 Se trataba de unos prelados que se estaban atreviendo a poner a dialogar, inspirados en Camilo Torres, la ancestral Biblia de Jerusalén con la contemporánea y política de las doctrinas marxistas, en unos tiempos de subversiones. Giovanna quedó prendada de este cura de la basura, de su rebeldía y sed de justicia. También, por supuesto, de la comunidad de los tugurianos, de su fuerza, dignidad y resistencia. Y del inédito paisaje lunar de los desechos que la ciudad no podía digerir. El último pico es igualmente extremo. Desde él atisbó una de las mayores crisis de la sociedad colombiana: la guerra del narcotráfico y el ascenso de la narcopolítica. En la década de los años 80, Giovanna, quien siempre trabajó como reportera freelance, había sido contratada como la fotógrafa oficial del Directorio Liberal de Antioquia. En estas correrías, terminaría (¿cómo no?) por encontrarse con la estela de la mafia que empezaba a enrarecer el ambiente político. A su lente saltó entonces el cada vez más visible Pablo Escobar, como el carismático auxiliador de los descastados de la ciudad. Es decir, de los mismos olvidados en la montaña de desperdicios que años antes la fotógrafa había conocido de la mano del padre Mejía. Atenta, su cámara fue testigo de la transformación del exótico filántropo, primero en honorable diputado y, luego, en monstruo descontrolado cuando le declaró la guerra a la ciudad, al Estado y al mundo. Así, Giovanna asiste a su ascenso en el corazón de los parias urbanos, a su creación mediática y después a la estela de inmolados y a las ruinas 2. Restrepo, Javier Darío (1995). La Revolución de las Sotanas. Golconda 25 años después. Bogotá, Planeta , 347 páginas. 8 que dejaron los furiosos coletazos del dragón de la coca. Este incendio le estalló en las manos. Sin embargo, lo que terminaría por quemarla fueron los asesinatos de amigos como el defensor de derechos humanos, el doctor Héctor Abad Gómez o el representante de la Unión Patriótica, el periodista Alberto León Muñoz. El cerco era cada vez más estrecho, hasta que un día la amenaza fue directa cuando le dejaron un sufragio en la puerta de su estudio. Entonces, vendrían los años del exilio en Italia. Y la ciudad no volvería a saber de ella hasta el concurso de Palinuro y la exposición en Moravia. El lado incorrecto de la historia A grandes rasgos es la historia de Giovanna, una que empieza a dibujar la línea de su horizonte y a definir el cariz de su mirada: nuestra reportera siempre parecía estar atenta al lado incorrecto de la historia. Su viaje iba también estableciendo una temporalidad: la marginalidad social de los años 60, la criminalidad urbana de los 70, la narcopolítica desenfrenada de los 80. Su mapa bosquejaba además una geografía: Moravia, La Ladera, la Medellín explotada por las balas y las bombas de la guerra urbana. Al tiempo, en su vida privada se definían los personajes protagónicos: el padre Vicente Mejía, los sacerdotes izquierdistas de Golconda, el bandido romántico y marihuanero “Toñilas”, los escritores nadaístas, el gran capo de la mafia Pablo Escobar, los héroes inmolados Héctor Abad Gómez y sus amigos de la Unión Patriótica. Santos, criminales, ilusos, mafiosos, mártires… Siguiendo estos hilos personales, paradójicamente se podía bordear buena parte de la historia reciente de la ciudad y del país. Es que Giovanna no había distinguido entre su esfera laboral y privada. Se había lanzado sin paracaídas a abismos insondables y desafiado leyes no escritas sin calcular las consecuencias. Al final, había terminado refugiada en el último piso de una ferretería en Belén donde tenía su apartamento, al calor de su familia, anónima, dedicada a leer. Apenas, con el tesoro de una novela descuadernada bajo el brazo y un cajón lleno de los negativos que ahora a nadie le interesaba mirar. Archivo de sí “La manera más profunda de conocer a un ser sigue siendo escuchar su voz, comprender el canto y el tono del que está hecho. Hay que establecer esas relaciones para seguir hablándonos a través de los siglos”. Marguerite Yourcenar La familia Pezzotti, heredera del archivo personal de Giovanna, generosamente le permitió a la Universidad EAFIT acceder a sus negativos que son, sin duda alguna, un eslabón perdido en la cadena de las imágenes de Colombia. También de la historia de las mujeres. Respecto a este material había muchos interrogantes. ¿Cómo se había vuelto fotógrafa aquella jovencita rubia? ¿Cómo había logrado abrirse un camino en la reportería gráfica, esa profesión tan eminentemente masculina, incluso en nuestros días? ¿De verdad era hija de un conde, heredera de tierras en el sur italiano? ¿Cómo se había involucrado sentimentalmente con un bandido? ¿Hasta qué punto fue la fotógrafa de Pablo Escobar, como se rumoró en una época? ¿Por qué se había exiliado? ¿Había logrado trabajar como reportera en Venezuela y Europa? ¿Se había enfrentado a la mafia calabresa? ¿Cómo conciliar la imagen de esa abuelita simpática de los últimos días con aquella mujer de leyenda? ¿Qué tanto de su vida era real y qué tanto inventado, por ella misma y sus contemporáneos? 9 Este era un hallazgo, pero también todo un reto. Faltaban palabras y contexto para estas fotos. Aunque empezaban a salir tumultuosamente del vientre de un maletín y de la oscuridad del olvido, el austero contraste blanco-negro mostraba un camino con la misma intensidad con la que lo escondía. Las imágenes continuaban siendo una incógnita, apenas unas sombras, unos fantasmas. ¿Quiénes eran las personas que allí aparecían?, ¿quiénes, esos hombres sonrientes y despeinados con maletas en una playa desierta?, ¿quiénes esas mujeres que se besaban en la boca?, o ¿ese personaje mueco y con lentes de espejo con quien Giovanna se tomaba una cerveza debajo de un árbol tropical? ¿En qué fiordos brumosos se doblaba como un junco al viento aquella bailarina insistentemente retratada? En fin, las preguntas básicas para la catalogación de un archivo: ¿quién?, ¿dónde?, ¿cuándo?, no las respondía ese bulto de negativos indiferentes y apeñuscados, apenas unas imágenes mudas, huérfanas, sin datación. Solo presentaban un germen rudimentario de catalogación, que fue la primera ruta que se exploró. Giovanna, durante sus últimos días había intentado donar sin éxito sus fotografías a alguna institución de la ciudad. Y para ello, había empezado a agrupar sus negativos en sobres que ella misma realizaba doblando hojas de cuadernos. Cada paquete estaba marcado por su propia letra, muchas veces ilegible. Los sobres, algunos, estaban acompañados de alguna fecha o descripción. Después de descifrar su escritura se alcanzaba a leer con dificultad: “Antonio bonito”, “Cárcel”, “Vicente”, “Pablo”, “Lesvianas” (sic), “niños”, “Directorio liberal”, “Scalea”, “Bérgamo”. La mayoría de las fotos eran negativos de 6 x 6 en blanco y negro, aunque también había algunos de 35 mm y filminas, estas últimas sobre todo registraban su viaje a Europa. El archivo contaba también con copias en papel, que suplían algunos importantes negativos perdidos. Fueron estos sobres la brújula pimera para navegar a través del mar agitado de las imágenes que sus ojos capturaron incansablemente durante al menos 50 años de su vida. Sin embargo, había que contrastar estas fotos, tejerlas a su historia personal y a la colectiva del país. En el legado de Giovanna se encontraron otros documentos que fueron fundamentales: sus recortes de prensa. Algunos correspondían a reportajes de su autoría que van desde una oda al blujean, hasta las correrías tras los políticos en sus campañas o un artículo sobre ovnis, entre muchos publicados en medios de Colombia y Venezuela. Estos recortes, además de la valiosa información que suministran, hablan de la manera como ella se narraba a sí misma. La construcción del personaje Giovanna, quien adoraba ver su nombre escrito en letra de molde, había coleccionado a lo largo de toda su vida cualquier mención que se hiciera sobre ella. Y allí estaban guardados desde los reportajes en los que ocupó la primera plana hasta una que otra foto en la que aparece en eventos sociales. Incluso, también guardaba reportajes que habían borrado su nombre, como un especial sobre Pablo Escobar en un diario de amplia circulación, donde sus comprometedoras fotos fueron publicadas sin darle a ella el crédito correspondiente. Atesorar todos estos rastros de su imagen podría semejarse a sus largas sesiones de maquillaje frente al espejo donde se inventaba a sí misma como un personaje: el de la reportera. Es que la prensa también funcionó para ella como un espejo, no solo uno que le permitía exaltar su ego, sino sobre todo un tinglado que le ayudaba a reafirmar su identidad. Ella no solo era una mujer. Era una mujer fotógrafa. Los recortes, como pedazos de este espejo roto, se lo repetían. 10 La caja de Pandora A pesar de la importancia de esta fuente documental, algunos problemas subsistían. Muchos de estos recortes de periódico no incluían la fecha, a veces ni siquiera el nombre del medio donde fueron publicados. Había muchas imágenes sin referente alguno. Cuando el archivo ya parecía explorado y definidos sus alcances, apareció de repente un nuevo elemento que le dio un giro a la investigación. Si bien, la voz de Giovanna se había podido escuchar a través de las pocas entrevistas que dio en vida, faltaba su testimonio en primera persona. ¡Qué importante hubiera sido haber podido revisar las fotos en su compañía para escudriñar las historias y los secretos de su álbum perdido! Y aquí fue cuando, intempestivamente se abrió una caja de Pandora. Giovanna había repetido en sus últimas entrevistas que desde que había decidido exiliarse en Europa, la fotografía había pasado a un segundo plano y se había dedicado a escribir “una novela”. Este fue su último proyecto, también, el más frustrado pues nunca pudo publicarlo. Y, ahora su texto aparecía como una sirena varada en un rincón de su cuarto. Las páginas escritas desde 1988 en la Casa de las Misioneras en Scalea, en un castillo de Bérgamo, en los alrededores del Capitolio Romano, donde revisaba su pasado y comentaba su presente de paria internacional, ahora estaban acumuladas en una cajita de cartón. Se trataba de un texto en girones, escrito con mala ortografía, en mayúscula, sin puntuación. No era precisamente una novela, sino una desesperada confesión. ¿Verdad? ¿Fantasía? En cualquier caso, guardaba el peso de su vida, más que sus cenizas ahora enterradas. ¿Qué había exactamente allí? Se encontraron varias versiones. Una escrita en computador y anillada, que permitía inferir que había sido editada. Sin embargo, el documento más revelador fue un borrador original, adonde no había llegado ni siquiera su autocensura. En este centenar de páginas, el corazón de Giovanna nos palpita en las manos. Son hojas y hojas escritas a máquina, tachadas con xxxxx, o con un lapicero azul, subrayadas y comentadas por un marcador rosado. Páginas escritas, reescritas, sobrescritas, con numeraciones cambiantes, sin continuidad. Giovanna, incipiente escritora, no acababa de encontrar una estructura. A veces un relato iba al principio, en una siguiente ocasión lo ubicaba al final. Reformaba párrafos. Revelaba nombres, que luego tachaba. Contaba distintas versiones de los mismos hechos. Pero aquí y allá, de una prosa básica y simple, emergían súbitamnte perlas magníficas que hablaban de su autoconciencia y de la visión crítica del mundo que conoció. Una narración algunas veces estereotipada de pronto es interrumpida por una indomable voz propia, un lenguaje osado, un apunte sensible, una observación extremadamente aguda, que permitían asistir a sus profundos conflictos. También a sus ficciones y desvaríos. En general se trata de una narración en primera persona que da cuenta de la joven que exploró su ciudad y su cuerpo, antes de recorrer el mundo. El sujeto político que se interesó visceralmente por sus tiempos. La mujer que buscó la vida donde no la buscaban las damas de su época. La fotógrafa que vio lo que los otros ignoraban. La realista descarnada y la surrealista delirante. La admiradora de Fidel Castro y la perseguidora de ángeles. La cazadora obsesiva de cábalas esotéricas y de rostros de niños abandonados. La testigo que como Oriana Fallaci, personaje que admiraba, le hizo una entrevista a la historia, en todo caso, un retrato en primer plano. La trotamundos que siempre volvía a casa. Son páginas que permiten conocer a una mujer desafiante, sensual, apasionada. A Giovanna, la incorrecta, la de la mirada rebelada. Y que dan una clave invaluable para entender el conjunto de su vida y de sus fotografías. Estos escritos permiten caminar a su lado, porque desde ellos nos habla sin prejuicios al oído, en susurros urgentes y antes de que ella misma eliminara sus demonios. 11 El descubrimiento de esta autobiografía resolvía indudablemente un problema técnico.3 Al hacer el ejercicio de cruzar los negativos mudos con estos relatos, ambos, imágenes y palabras, se potenciaban. Los retratos anónimos se convertían ahora en personajes con nombre propio. Las escenas incomprensibles se iluminaban por anécdotas concretas que permitían ubicarlas en el espacio-tiempo. Los instantes congelados tomaban forma, color y carne. Los hechos sueltos se insertaban en una línea cronológica. Y ya con esta primera trama, fue posible continuar el tejido al contrastarlo con los acontecimientos históricos nacionales. La fotonovela de la vida Sin embargo, la autobiografía de Giovanna excede su papel de documento para investigar un archivo fotográfico. No es solo una fuente primaria. En estas páginas está la vida de Giovanna, o al menos lo que ella consideró digno de contarse. Ante la importancia de este otro archivo, ahora textual, se tomó la decisión de darle un papel protagónico en la exposición. Y así se llegó a la estrategia de reconstruir su vida como páginas de una fotonovela, porque muchos de sus momentos decisivos están relatados tanto por las imágenes como por sus palabras. La fotonovela es una publicación destinada al gran público, una narración sentimental con personajes definidos, presentada en una serie de viñetas fotográficas acompañadas de diálogos sobrepuestos a cada fotografía. Tuvo su origen en Italia a mediados del siglo XX y se hizo muy popular en Latinoamérica en la década de los 70. Desarrolla estrategias narrativas tomadas del cine y el cómic, en las que fotos en blanco y negro se combinan con diálogos breves insertos en bloques o globos. Suelen relatar historias de amor.4 A Giovanna no le faltó la suya, y así en esta exposición y catálogo se cuenta en formato de fotonovela su relación con el bandido Toñilas, pero también su amistad con el Padre Vicente Mejía, Héctor Abad Gómez, Alberto León Valencia, entre otros personajes fundamentales de nuestra historia reciente, quienes sin embargo para ella fueron, más que cualquier cosa, sus entrañables amigos. Las fotonovelas de Giovanna permitieron resaltar la perspectiva de unos ojos reales y la voz cálida de una primera persona que encarna la historia del país y la vive como un presente urgente, apasionado, impredecible. Es decir, nos dejan asistir a momentos seminales de múltiples acontecimientos decisivos en la vida nacional cuando todavía no se habían congelado en la historia oficial, sino que eran un presente por hacerse. En ellas, sus protagonistas no son dioses ni diablos, sino seres humanos arrojados a sus circunstancias: el sacerdote revolucionario vestía camisas muy limpias, el líder político tenía una mirada tierna y dientes perfectos, el mafioso sanguinario era bajito y tímido… Este complejo periodo que narra Giovanna nos da un fuerte mensaje en estos tiempos de exaltación de la memoria histórica que estamos viviendo los colombianos. Y es que, como dice María Wills, nuestras violencias no son una maldición ni un destino, sino el resultado de un cúmulo de decisiones individuales y colectivas. Lo que en los años narrados por Giovanna estaba sucediendo, modificaría el futuro que es hoy nuestro presente. Al igual que todo lo que hagamos ahora se convertirá en el buen o mal futuro de otros. Por todo esto, el formato de fotonovela era el más adecuado para evocar el ritmo agitado, impredecible que tienen esencialmente los acontecimientos y que caracteriza el testimonio vivo de Giovanna. La fotonovela también sirve para enfatizar esa zona indeterminada entre imagen y texto, que no es lo uno ni lo otro y que tiene unos alcances mayores que el texto o la imagen por separado. Y, finalmente permite sobrevolar los múltiples fragmentos de esta historia, llena de huecos y periodos no registrados. Por eso, era preferible contar 3. La fuente de todos los testimonios en primera persona de Giovanna que se citan en esta publicación fueron extraídos de su autobiografía inédita. 4. Simón, Emilio. “¿Qué es una fotonovela?”. https://emiliosimon.com/que-es-una-fotonovela/ 12 múltiples relatos, episódicos, breves, a tratar de construir falsamente una narración total. La curaduría se decidió por estas esquirlas de acontecimientos que a su vez están hechos de los vacíos que hay entre los fotogramas al interior de las fotonovelas. Los vacíos siempre insuperables de la historia. Otra estética a la que se acudió en la exposición fue a la del periódico impreso. En estas piezas, las fotografías de Giovanna, hechas precisamente para circular en este medio, acompañan los datos históricos fundamentales para entender sus imágenes. La exposición intenta así un acto múltiple de memoria. En primer lugar, había que recordar a Giovanna para poder acceder a todo lo que ella recordó y se perdía con su olvido. Pero, al tiempo, se trató de recuperar este recuerdo a través de formatos de la época caídos en desuso como las fotonovelas, los periódicos, los álbumes de fotografías, los collages. Dice Lev Manovich que cada imagen está atada a su tiempo, a su tecnología, a sus soportes . Estos la hacen posible, pero al mismo tiempo le imprimen un carácter esencial e irrepetible a la imagen de cada época. Las décadas de los 70, 80 y 90 tienen un color único que lo da la cultura material, la moda, etc., pero también la tecnología fotográfica, las posibilidades de los lentes, las características de los químicos de las imágenes con las que las registramos. No se trataba entonces solo de romantizar una estética, sino de reencarnar en ella la memoria. Esta tiene que ver con lo que se recuerda tanto como con los medios con los que se recuerda: la memoria es también su soporte. Archivo de sí Se hizo de esta manera un tejido con varias voces: la de sus fotografías, las del relato que hace de sí misma en las entrevistas, la que surge de su novela (el documento editado, corregido y anillado), pero también la del material en bruto, íntimo y primario de un centenar de páginas sueltas, escritas con la desinhibición de un diario. Estas distintas voces en ocasiones se complementan, pero otras, se contradicen. Por ejemplo, cuando estaba viviendo en Bogotá, refugiada en una pensión de mala muerte y con la cámara empeñada, da unas declaraciones a El Espectador donde aparece como una suerte de glamurosa Jackie Kennedy de Medellín, recién desempacada en la capital. O, publica un reportaje, poético y pomposo sobre Stromboli en El Colombiano, sugiriendo que está viviendo en un mítico destino donde habla tête à tête con los dioses del Olimpo, mientras en realidad en ese momento estaba trabajando en un hotel y reuniendo dinero para volver a Scalea, donde la hostigaba la mafia calabresa. La propuesta entonces es: tejer estos hilos narrativos, escucharlos, asistir a sus epifanías, pero también a los laberintos y contradicciones. de las memorias del subsuelo de Giovanna Pezzotti. 13 Giovanna, mujer “¡Qué atrevidas resultaron las mujeres! Con qué ánimo de superación y combate se presentan ahora. Nada les parece irrealizable. Están entrometidas en todos los campos. Tratan con habilidad la política, la economía y los problemas sociales. De manera inteligente tratan de darles soluciones. Lo anterior atormenta constantemente a los hombres quienes temen perder muchas posiciones ante la superación del sexo débil. Están celosos, se muestran egoístas, y quizás hayan meditado profundamente en el futuro de las mujeres. El Colombiano siempre ha creído en las capacidades mentales de las mujeres y por ello tiene en su nómina de empleados a más de una veintena: entre ellas no podía faltar ´la fotógrafa´. Su nombre es Giovanna”. 1 Estas palabras, publicadas en la década de los 70, dan el marco preciso del universo que le tocó capotear a Giovanna en sus inicios como reportera gráfica. De su inusual aventura, hacían parte también otras pocas profesionales en el país, como estas que por los mismos años registra El Espectador: “En Bogotá, Inés de Rosse se dedica con éxito a la fotografía. La joven barranquillera Vicky Villalba de Ospina ha ingresado a este mundo de los negativos. Libia de Quintero se dedica a la reportería social en el club de la FAC. Se les suma ahora la fotógrafa antioqueña Giovanna Pezzotti”. 2 Es decir, estas pioneras del “sexo débil” eran calificadas de “atrevidas”, “superadas”, con alguna “capacidad mental” y “entrometidas” en una profesión masculina, donde se les miraba con “egoísmo” y “celos”. No obstante, había quienes podían llegar a “creer” en ellas. Así, El Colombiano acoge a la joven “combativa” que tocó a sus puertas. Giovanna narra así su aparición en la escena periodística de Medellín en 1969, cuando recién había llegado de su primer viaje a Europa: “El periodista que me sirvió de guía me mostró las rotativas. Le conté que yo era fotógrafa. Me condujo a la dirección. El director me echó una mirada inteligente y dijo: ´nunca hemos tenido una reportera gráfica mujer, ¿quieres colaborar con nosotros? ´. Esa misma tarde me bauticé y fui a tomar las fotos de la candidata al Reinado Nacional de Belleza”. 1. “Giovanna, una fotógrafa con alma de filósofa”, periódico El Colombiano, década de 1970 2.”La mujer en la reportería gráfica: ¿compañera o cómplice del hombre?”, periódico El Espectador, 1973 14 Es decir, el hecho de ser mujer de alguna manera facilitó su entrada al medio, pero también al tiempo la limitó. Si iban a probar una fotógrafa mujer, lo más lógico parecía ser perfilarla en “temas femeninos”. Lo que no sabía el periódico era que Giovanna llevaba ya un año haciendo un registro sistemático del Basurero Municipal, un planeta rudo, adonde se había adentrado como no lo habían hecho los reporteros hombres más curtidos. Ella se alegra con este primer encargo y no siente que las reinas sean un tema menor. Es que estaba ávida de vida y la buscaba en todas partes. Agradece sus primeras publicaciones (las fotos del basurero circulaban de otra manera, al interior del círculo de Golconda y sus aliados internacionales, pero no en los grandes medios de comunicación). Entonces, se apropia plenamente de su personaje de fotógrafa. Para esto, echa mano de todo tipo de recursos, incluso algunos teatrales: el cabello rubio teñido (“quería diferenciarme y me volví rubia como Marilyn Monroe”), su cara maquillada (“he hecho del acto de pintarme la cara un rito antes de salir a trabajar”), sus pantalones blancos forrados, su carné de periodista donde se le autorizaba la “libre movilización” y su cámara. Ahora tenía licencia para ir a todas partes. Y fue a todas partes. Después de las páginas femeninas y sociales, saltaría a las deportivas, las del espectáculo y las políticas. La vemos entonces recorriendo la ciudad, hombro a hombro con sus compañeros varones: “Me enfilé en uno de los carros que nos llevarían a un evento importante. Allí me encontré a los colegas. El Negro me invitó a un aguardiente en el bar del frente. Ni corta ni perezosa me mandé uno doble con mango verde de pasante. Y comencé a payasear con tanta espontaneidad que el político de turno me llamó al palco escénico y me explicó las fotografías que le servían. Este acto aumentó mi ego”. En este contexto se pueden empezar a hacer algunas preguntas: ¿Qué tan determinante fue el género en la carrera y el tipo de imágenes que realizará Giovanna? ¿Será un limitante o le abrirá posibilidades? ¿Condicionará sus intereses, perspectivas, formas? ¿Se regirá ella por las normas de la mirada androcéntrica o logrará quitarse estos lentes y encontrar otros paradigmas? Esta reportera, tan interesada siempre por las 15 personas a las que les han vulnerado sus derechos, ¿desarrollará alguna mirada política sobre la situación de las mujeres? O, al contrario, ¿buscará, más bien, estrategias para “entrometerse” y camuflarse en el mundo masculino? Giovanna, personaje de ruptura, debió lidiar con estas contradicciones, que son las que les dan precisamente unas características muy propias a sus fotografías. “Dispuse de mi libertad…” Sin duda, la primera rebeldía de Giovanna se da frente a los mandatos de género de su época. En estos, no estaba previsto ni una vida ni una profesión como la suya. Este desacomodo aparece ya en esa niña que vivió “libre y salvajemente” su infancia, según nos cuenta. Y es, ante todo, esa libertad la que busca y defiende el resto de su vida: su absoluta independencia social, sexual, económica. Jamás se casa. Ya como fotógrafa, también prefiere ser freelance. Para esto, monta un estudio fotográfico, que hasta donde se sabe, es el primero de una mujer en la ciudad. Este le permite hacerse cargo de todo el proceso fotográfico (toma, revelado, copia), pero se convierte, además, en su espacio íntimo, su refugio. Es decir, es el “cuarto propio” del que hablaba Virginia Wolff, necesario para que las mujeres puedan crear. En su búsqueda de la libertad, llega a hacerse fotógrafa, pero esta meta profesional es secundaria frente a aquella decisión vital. Por esto, a veces cambia la máquina de fotografía por una de coser o por un pasaje a Europa. Cuando la vida se lo requiere no tiene problema en dedicarse a oficios varios: vende discos en el barrio Las Cabañitas, hace vestidos para niños en Caracas, trabaja en un restaurante en Roma, atiende un hotel en Stromboli, cuida a una condesa anciana en Bérgamo, es extra de películas en Cinecittá. Lo importante es continuar su camino “libre y salvajemente”, apropiarse del espacio. Y esto va en contra de la gran prohibición patriarcal que insiste en la inconveniencia de la circulación de las mujeres afuera. Giovanna rompe este mandato y logra con su cámara salir a comerse el mundo y ser ciudadana plena. Sin embargo, su rebelión, tiene un precio alto. En su vida personal es víctima de agresiones sexuales que en últimas lo que hacían era llamarla al orden por haberse atrevido a estar donde las mujeres no debían. Y en su vida laboral, es castigada por fuerzas oscuras que la obligan a exiliarse. En todas estas acciones, Giovanna está marcando claramente su desobediencia a las normas escritas y no escritas del género. Sin embargo, a pesar de que siempre defendió los derechos de los más vulnerables de la sociedad no se interesó particularmente por los conflictos, caídas o victorias de las mujeres de su época. Su archivo está decididamente enfocado al mundo de los hombres. Algo comprensible ya que la política y la esfera pública, que fueron sus grandes pasiones, eran territorios entonces decididamente masculinos. Una excepción sería el personaje de María Helena de Crovo, ministra y embajadora, que Giovanna observó y retrató, pero en su mitología solo suelen aparecer héroes y villanos hombres. Al margen de este panorama, su archivo sin embargo está lleno de transgresiones que vale la pena revisar. Por ejemplo, en la serie del basurero, donde tanto recalcó el liderazgo masculino, hay una fotografía (ver página 18) excepcional que mira hacia otro lado. En ella, una joven con su hijo en brazos, camina por un sendero semi rural del barrio Caribe, con una fuerza y actitud que contradice la maternidad débil y burguesa, inspirada en las madonas católicas, celebrada entonces por fotógrafos como los Rodríguez. Quizás el antecedente de la imagen de esta mujer que sostiene su destino y el de los suyos en sus propias piernas solo pueda encontrarse en las barequeras del pintor Pedro Nel Gómez. En los registros de la vida íntima del tugurio, también se rebela frente a la tradición, de la fotografía antioqueña que solo se había interesado por las familias de las élites. Giovanna, en cambio, mira otras cotidianidades, otras maneras de habitar, de agruparse y cuidarse. Así, en estas fotos ya no consagra aquella célula ejemplar de la sociedad que debía ser la familia, sino que denuncia precisamente los bordes de este ideal. Lo hace con “rabia y ternura”, viendo las injusticias y cantando las resistencias, que es el pathos emocional que destilan sus dramáticas imágenes. Y que también marcará su tratamiento de los niños 16 abandonados, uno de los motivos más recurrentes, casi obsesivo, de las fotografías de una mujer que, paradójicamente, decidió conscientemente no tener hijos. Deseo en la cárcel Su registro de La Ladera obviamente también pareciera ser una historia exclusivamente de hombres. Sin embargo, al revisar sus memorias nos enteramos de que realmente, de principio a fin, esta es una aventura concebida y ejecutada por mujeres, aunque ellas no aparezcan en las fotos. Es “la doctoresa”, su jefe en El Colombiano, quien programa el curso de fotografía y decide que sea Giovanna, la única reportera del periódico, quien lo dicte. La aventura de la joven profesora en un penal masculino obviamente tendrá implicaciones más allá de las filantrópicas intenciones iniciales y se verá atravesada todo el tiempo por una fuerte y omnipresente tensión de género. La situación era toda una provocación. Así se lo recalcaba “Toñilas” cuando a su paso le decía al oído: “...ramerita intelectual...”, O, se lo hacían sentir sus alumnos en la oscuridad del laboratorio de fotografía: “Había uno que era el más sobón. Me quería meter mano por todas partes”, recuerda en una entrevista que le haría décadas más tarde el periodista Fernando Mora. 3 Sin embargo, no se trata solo de cómo podía ser percibida por los presos, sino de cómo Giovanna los percibía a ellos. En la fotografía de “El baño” (ver página 53), por ejemplo, se establece una inédita relación visual donde la mujer es un sujeto activo de la mirada y no ya solo un objeto pasivo y “mirable”, para usar los términos de Laura Mulvey. El interés que le causaba esta imagen puede medirse por el número de tomas que hizo de la escena y por las experimentaciones a las que somete posteriormente a estos negativos. En estos, juega con unas formas que le parecen atractivas y mira con placer desinhibido unos cuerpos masculinos. (ver página 52) Herejía para una sociedad católica que ha privado a las mujeres de su instinto sexual y también una transgresión visual. Dice Tamar Garb 4 que en la historia occidental de las imágenes hay una mirada culturalmente prohibida porque invierte las relaciones tradicionales de poder en el campo visual: la de una mujer contemplando a un hermoso cuerpo masculino desnudo que proporciona un espectáculo no amenazador. 5 En esta fotografía de Giovanna se ha trastocado la clásica mirada del hombre sobre un cuerpo femenino inerme. Ahora es una fotógrafa quien se arroga el derecho de mirar con deseo a unos cuerpos masculinos desnudos. Es una de las primeras en hacerlo en la historia de la fotografía en Colombia. La mayor rebeldía de Giovanna será su fuga con el bandido “Toñilas”. Una anécdota, que más allá de su contenido picante, como habitualmente se percibe, es una declaración de principios. Para ella este personaje no es un monstruo. Al contrario, es un hombre caído a quien quiere redimir. Hay aquí nuevamente misericordia y horizontalidad. Las fotografías de “Toño” lo muestran así: un hombre humano, demasiado humano. Un personaje de los márgenes que, por lo tanto, no tenía tampoco derecho a la imagen, pero a quien ella decide dársela como emperatriz y señora de su universo visual. Giovanna, fotógrafa y mujer. 3. Mora, F. “Retrato de dama con bandido”, Medellín, Universo Centro https://centrodemedellin.co/ArticulosView.aspx?id=280&type=A&idArt=281 4 . Tamar, G. 2007). “La contemplación prohibida: las artistas y el desnudo masculino a fines del siglo XIX en Francia”, en CORDERO, Karen y SAÉNZ Inda (compiladoras). Crítica Feminista en la Teoría e Historia del Arte, México, Universidad Iberoamericana, página 223. 5. Mulvey, L. (2007). “El placer visual y el cine narrativo”, en CORDERO, Karen y SAÉNZ Inda (compiladoras). Crítica Feminista en la Teoría e Historia del Arte, México, Universidad Iberoamericana, página 86. 17 Giovanna Pezzotti, Comunidad del Basurero Municipal, 1968, Archivo familia Pezzotti 18 Entre las etapas que recuerdo con más gusto es esa de 1968 por sus grandes cambios. Transcurría en medio de protestas idealistas y mi compromiso con la política de los marginados. Fue mi realización como fotógrafa. Anónimo, Comunidad del basurero municipal, 1968, Archivos digitales, Centro de Desarrollo Cultural de Moravia 19 La fascinación de la modernidad ¿Contra qué se rebeló la mirada de Giovanna? Básicamente contra la imagen oficial de la ciudad que ya se había institucionalizado para la década de los 60. Así lo anota muy precisamente el historiador Juan David Sandoval Carvajal: “...las fotografías de Pezzotti se apartarán del canon de fotógrafos reconocidos como Jorge Obando y Gabriel Carvajal, quienes otorgaban un punto de vista más institucionalizado y estético de una Medellín rebosante de cambios urbanos, de consolidación de centros empresariales y turísticos ”.1 Sin embargo, Giovanna tampoco fue indiferente a estos hitos urbanos, como se puede ver en algunas de sus primeras fotografías. En ella reitera los iconos arquitectónicos del Medellín moderno como el Hotel Nutibara, infaltable motivo de los fotógrafos de su generación. Incluso, la Feria de las Flores, ese gran símbolo de antioqueñidad alimentado por la narrativa turística emergente, es tema de fotografías en las que también enaltece el mito local del “silletero” manso y rústico, caminando descalzo por la ciudad moderna. Este interés es comprensible teniendo en cuenta los años de formación de Giovanna. Aquí hay que recordar que ella tuvo su primer contacto con la fotografía cuando trabajó como vendedora en el almacén Fotoelectro de Mario Posada. Este empresario tuvo un papel fundamental en la creación de la imagen turística de la ciudad desde su editorial Movifoto. Allí Posada se propuso crearle una imagen reconocible y vendible a cada región de Colombia. Contrató para ello a varios fotógrafos que recorrieron el país y realizaron imágenes que se vendían como postales en todo el país. Estas empezaron a consolidar los clichés visuales que las definirían: el mar de “los siete colores” representaba a San Andrés, el cerro Monserrate a Bogotá, el monumento de Sebastián Belalcázar a Cali, el Palacio de la Gobernación a Medellín. Giovanna inicialmente replica esta mirada estereotipada y comparte la fascinación complaciente con el progreso y la vida moderna de la estética fotográfica de la época. 1.Sandoval Carvajal, Juan David. A todo color. Turismo, urbanización y usos urbanos de la fotografía en Medellín 1940-1980, p. 155. 20 Giovanna Pezzotti, Junín, década de 1970, 35 mm, archivo Familia Pezzotti 21 Palacio de la Gobernación Desfile de Silleteros Giovanna Pezzotti, década de 1970, negativos blanco y negro, 6 x 6 cm, Archivo Familia Pezzotti 22 Escultura La Bachué Seminario Mayor de Medellín 23 La fotógrafa contra el canon La perspectiva triunfalista que Giovanna aprendió en Fotoelectro y en la práctica de sus contemporáneos se horadaría profundamente, y para siempre, cuando se acerca al Basurero Municipal. Ella no fue la primera en llegar a esta zona residual y estigmatizada de la ciudad. Ya lo había hecho, por ejemplo, Carlos Rodríguez, quien según Sandoval, se interesó por los tugurios, su demolición, reubicación y rehabilitación “con la intención de identificar problemas urbanos, dotarse de información sobre ellos, para finalmente dar cuenta de su proceso de intervención y supuestamente mejoramiento”1. Es decir, la fotografía de la época miraba los tugurios como un tumor que debía extirparse, no tanto por justicia con los desheredados del Estado, sino para no empañar la piel lustrosa de Medellín. La sensibilidad de Giovanna, en cambio, es atrapada precisamente por lo que la imagen oficial pasaba por alto: los tugurianos, sus vidas, sus dolores, sus procesos. En el basurero no solo encuentra un tema poco explotado, sino un compromiso político y una mirada social que ya nunca abandonaría. Desarrolla entonces como un proyecto personal al margen de las fotografías que vendía a la prensa (como las del Reinado de belleza Nacional), una innovadora exploración decididamente documental. Se podría decir que es el padre Mejía quien le enseña a mirar de otra manera. Mejía se ha comprometido con el proceso social de los tugurianos y, como recuerda insistentemente Giovanna, “no hacía paternalismo, sino que concientizaba a la gente para que reclamara sus derechos”. Su intención, fuera de mesianismos o asistencialismos, era apoyar el empoderamiento y resistencia que había encontrado en esta comunidad. Giovanna decide secundarlo con una cámara que se adentra en la sociedad de la basura. En ella ve las injusticias más atroces como el desamparo de los niños que sus madres deben amarrar a las mesas para que no los arrolle el tren o el de los ancianos olvidados, pero por otro lado también la fuerza ante las agresiones de la fuerza pública. y el empeño en defenderse. Y es que, como explica el sociólogo Eberhar Cano, era muy distinto lo que se vivía allí a lo que se percibía desde afuera: “La visión externa iba en contravía de lo que se vivía en estos terruños. Los tugurios eran algo despreciado por los habitantes de la ciudad, mientras que para los que vivían allí era algo que afirmaba su lugar en el mundo. Era una condición de orgullo, de verraquera”.2 1. Sandoval Carvajal, Juan David. A todo color. Turismo, urbanización y usos urbanos de la fotografía en Medellín 1940-1980, tesis, Maestría en Historia, Universidad de Antioquia, 2017, p. 154. 2. Cano Naranjo, Eberhar. Memorias desde un tugurio, Tesis Maestría en Ciencias de la información con énfasis en Memoria y Sociedad, Medellín, 2019, p.16. 24 Es este “orgullo y verraquera” lo que registran los primeros planos de Giovanna que no se quedan en la visión panorámica y desapasionada de sus colegas, sino que llegan hasta las entrañas vitales del tugurio. En sus fotografías este ya no será una llaga marginal que afea la ciudad, sino una demostración de fuerza, de solidaridad y un estandarte simbólico de resistencia. Si bien, hay una serie de imágenes dantescas, que por su monumentalidad y crudeza se acercan a los registros apocalípticos del brasileño Sebastião Salgado, como la de los niños peleándoles la basura a los gallinazos, el lente de Giovanna celebra en sus imágenes, sobre todo, la vida. Y en esto, sigue la lección aprendida de los sacerdotes de Golconda y del “amor eficaz” del padre Camilo Torres. Como otra ruptura con el canon, para Giovanna la ciudad es también la gente y no solo los edificios, como apunta el investigador Esteban Duperley. En este punto, se podría hacer un parangón con el descubrimiento del sujeto urbano y sus dramas por parte de Débora Arango en las décadas de los años 40 y 50. Esta mirada que entonces ella inaugura en la pintura iba en contravía de los hitos arquitectónicos que interesaban por entonces a Luis Bernardo Vieco, Eladio Vélez o Pedro Nel Gómez. Y será la que retomará nuestra fotógrafa 30 años después. Sin embargo, Giovanna a diferencia de Débora, quien se concentró en las caídas y sin salidas de los excluidos, insiste en su fuerza. Los tugurianos no aparecen en sus imágenes como víctimas inermes, sino como sujetos con poder sobre las circunstancias adversas e injustas a las que están sometidos. Buscan una segunda oportunidad en la basura, hacen cadenas humanas, impiden que les tumben los ranchos. Estas fotos son, además de una denuncia radical, una exhibición de fortaleza y un reconocimiento a su organización comunitaria. Como dice Sandoval: “Si las fotografías institucionales se enmarcaban en una representación del tugurio como problema urbano, en Pezzotti este es más bien una redención, un lugar donde se originaba la esperanza”.3 Hay pues afirmación en estas fotografías que Giovanna hizo con “rabia y ternura”, según cuenta en sus memorias. La belleza urbana no la buscó en las líneas de las montañas, las silletas en las espaldas dobladas, los rostros dóciles de las mujeres, los brazos fuertes de los arrieros, las estructuras monumentales de los palacios institucionales, los orgullosos edificios industriales o las ambiciosas obras urbanísticas de la época, sino en la creatividad, el cuidado solidario y la resistencia de “un barrio que se hizo entre todos”.4 Sin el testimonio gráfico de Giovanna, no conoceríamos hoy esta inédita épica visual de la supervivencia. 3. Sandoval Carvajal, Juan David. A todo color. Turismo, urbanización y usos urbanos de la fotografía en Medellín 1940-1980, tesis, Maestría en Historia, Universidad de Antioquia, 2017, p. 156. 4. Cano Naranjo, Eberhar. Memorias desde un tugurio, Tesis Maestría en Ciencias de la información con énfasis en Memoria y Sociedad, Medellín, 2019, p.13. 25 1 96 8 La fotógrafa de los tugurios Giovanna Pezzotti eternizó las memorias en torno a las luchas tugurianas Hijos del tren Renacer de la basura C a mp e s i no s qu e l l e g a r o n a l a c i u d a d f u e r o n p ob l a nd o l a s l a d e r a s Apuesta de la Iglesia por la transformación E S PE C TÁC ULO S • C ULT URA • C I UDAD • E C LE S IÁS T ICAS • VIAJE S • DE P ORT E S • N E G O C IO S • P OLÍ T ICA CRÓNICA URBANA Anónimo, Giovanna en el basurero municipal, 1968, copia sobre papel. Archivo Familia Pezzotti “ E l c o mp r o m i s o y t r ab aj o d e s c o mu n a l d e G i o v a n n a Pe z z o tt i e te r n i z ó l a s me mo r i a s e n to r no a las luchas libradas p e l í c u l a e r a p a r te d e l a acción política de los c u r a s p a r a b u s c a r a p o yo d e l e x te r i o r . L o s p o c o s r e g i s t r o s fo to g r á f i c o s p o r l o s t u g u r i a no s c o n e l f r ate r n a l a c o mp a ñ a m i e nto d e Vi c e nte Mej í a y e l mo v i m i e nto G o l c o nd a . Cada revelado de una qu e e x i s te n d e e s te proceso se deben a su l e nte c o mp r o me t i d a” . Renacer de la basura “ F r e nte a l o qu e ho y e s l a Te r m i n a l d e t r a n s p o r te d e l no r te , e s t ab a ub i c a d o e l basurero de la ciudad, 26 E b e r h a r C a no Na r a nj o , Me mo r i a s d e s d e e l t u g u r i o , Me d e l l í n , 2 0 1 9 El Basurero, una mo nt a ñ a de luchas o e l Mo r r o , como le decían coloquialmente. Entre 100 y 150 familias comenzaron a rehacer sus vidas entre montañas de basura”. E b e r h a r C a no Na r a nj o , Me mo r i a s d e s d e e l t u g u r i o , Me d e l l í n , 2 0 1 9 Giovanna Pezzotti, Basurero municipal, 1968, Archivos digitales, Centro de Desarrollo Cultural de Moravia. El refugio del río hormigueaban alrededor del río seres anónimos “Durante las décadas de 1960 y 1970, hormigueaban alrededor del río seres anónimos que, por la atroz violencia en sus veredas, o las promesas de un buen trabajo en una fábrica, arribaban a la ciudad”. Construir los ranchos “ Co n l o s m ate r i a l e s r e s c at a d o s y c o n e l e s tó m a g o l l e no d e a l i me nto s p ut r e f a c to s e nc o nt r a d o s b aj o l o s e s c o mb r o s c o me n z ó l a construcción d e l o s r a nc ho s . Se armaron de esperanza y c o me n z a r o n a revivir sus s u e ño s . E s te f u e e l e p i c e nt r o d e l o qu e s e c o me n z ó a l l a m a r c o mo los tugurios de Me d e l l í n” . E b e r h a r C a no Na r a nj o , Me mo r i a s d e s d e e l t u g u r i o , Me d e l l í n , 2 0 1 9 Eberhar Cano Naranjo, Memorias desde el tugurio, Medellín, 2019 Giovanna Pezzotti, Vicente Mejía en el Basurero Municipal de Medellín, 1968, Archivos digitales, Centro de Desarrollo Cultural de Moravia E s te f u e e l e p i c e nt r o d e l o qu e s e c o me n z ó a l l a m a r c o mo l o s t u g u r i o s d e Me d e l l í n” . Se armaron de esperanza y c o me n z a r o n a r e v i v i r s u s s u e ño s e l e s tó m a g o l l e no d e a l i me nto s p ut r e f a c to s “ Mo r a v i a n a c i ó g r a c i a s a qu e e l p u e nte E l M i c o qu e d ab a c e r c a a l a E s t a c i ó n Vi l l a d e l Fe r r o c a r r i l d e Ant i o qu i a . Mu c ho s c a mp e s i no s qu e llegaron a la ciudad fueron p ob l a nd o l a s l a d e r a s p o r d o nd e p a s ab a e l t r e n” . Hijos del tren Anó n i mo , “ Mo r a v i a , u n a mo nt a ñ a d e l u c h a s ” , E l Pe qu e ño Pe r i ó d i c o , j u l i o 2 0 1 9 Giovanna Pezzotti, Basurero Municipal de Medellín, 1968, Archivos digitales, Centro de Desarrollo Cultural de Moravia. Giovanna Pezzotti, Basurero Municipal de Medellín, 1968, Archivos digitales, Centro de Desarrollo Cultural de Moravia. 27 1 96 8- 1 970 Los curas rebeldes Sacerdote a la cárcel La opción por los pobres P r e s e nc i a d e G o l c o nd a e n Me d e l l í n E s c á nd a l o n a c i o n a l Apuesta de la Iglesia por la transformación E S PE C TÁC ULO S • C ULT URA • C I UDAD • E C LE S IÁS T ICAS • VIAJE S • DE P ORT E S • N E G O C IO S • P OLÍ T ICA CRÓNICA ECLESIÁSTICA Los curas rebeldes de la opinión pública, las clases dirigentes y la jerarquía de la iglesia católica frente al espectáculo de los llamados “curas rebeldes”. Javier Darío Restrepo, Camilo, el inspirador Anónimo, Giovanna, Vicente Mejía e Isabel Restrepo, madre de Camilo Torres, década 1970, negativo 6 x 6 cm. Archivo Familia Pezzotti “Inspirado en la experiencia de Camilo Torres Restrepo, de la mano de su madre Isabel Restrepo y de académicos como Germán Zabala y Germán Guzmán Campos, Golconda surge como una expresión de la experiencia cristiana latinoamericana comprometida con un pueblo oprimido y empobrecido”. Eberhar Cano Naranjo, Memorias desde el tugurio, Medellín, 2019 E l p a d r e Vi c e n t e pertenecía a Golconda. En ese grupo de sacerdotes, debajo de cada sotana había un hombre dispuesto a luchar por los derechos humanos. Bogotá, 1995 “A finales de los 60, Colombia se vio sorprendida por la irrupción de grupos contestatarios de sacerdotes católicos en el campo social y político. Hasta entonces el clero había estado asociado a la lucha entre los partidos conservador y liberal. De ahí el desconcierto Giovanna Pezzotti, Sacerdotes de Golconda: Luis Currea, Juan de la Cruz Sánchez, Alfonso Vanegas, Noel Olaya, René García, Manuel Alzate, Roberto Becerra y Luis Zabala. 1969, negativo 6 x 6 cm. Archivo Familia Pezzotti Ser tuguriano “El grupo de sacerdotes de Golconda emprende un camino de compromiso radical con las comunidades marginadas del país y por ende con las comunidades tugurianas de Medellín. Deseaban desligar a la iglesia de la riqueza y el poder político económico y social. El cristianismo para Golconda era estar en medio de la pobreza. Vivir y ser tuguriano para asumir el compromiso con la transformación de esa realidad”. Eberhar Cano Naranjo, Memorias desde el tugurio, Medellín, 2019 Giovanna Giovanna Pezzotti, Sacerdotes del grupo Golconda, Manuel Alzate, Vicente Mejía, Luis Currea y René García, ca 1969, 6 x 6 cm. Archivo Familia Pezzotti 28 La Revolución de las sotanas. Planeta, Giovanna Pezzotti, Vicente Mejía con la comunidad el Basurero Municipal, 1968, Archivos digitales, Centro de Desarrollo Cultural de Moravia. Sacerd o te s a la c á r c e l “En 1969, cuando René García, Manuel Alzate y Luis Currea se desplazaron a Medellín a participar junto a Vicente en un evento en la Universidad de Antioquia, fueron detenidos y golpeados por agentes de seguridad del Estado. Esto generó polémica en la prensa nacional y un debate en el Senado. Después fueron liberados”. Óscar Calvo, “Vicente Mejía, el sacerdote que levantó a Medellín”, Periódico Universo Centro, Medellín, Número 57, julio 2014 Giovanna Pezzotti, René García y Manuel Alzate sacerdotes de Golconda, ca 1969, negativo 6 x 6 cm. Archivo Familia Pezzotti La opción por los pobres “La experiencia del Grupo Golconda surgió en 1968 en el contexto de la Teología de la Liberación, el Concilio Vaticano II y la Conferencia Episcopal de Medellín. Fue la apuesta de sectores de la iglesia por la transformación social y su opción por los pobres”. Cristhian Aguirre, “El grupo Golconda: inspirador de una nueva forma de hacer Iglesia”, Universidad Pedagógica Nacional, 2015. Giovanna Pezzotti, Vicente Mejía con René García (extrema derecha) y otros sacerdotes del grupo Golconda, ca 1969, negativo 6 x 6 cm. Archivo Familia Pezzotti El obispo renovador Giovanna Pezzotti, Gerardo Valencia Cano, Obispo de Buenaventura, ca 1969, negativo 6 x 6 cm. Archivo Familia Pezzotti “El escándalo mayor lo provocaba la presencia del obispo de Buenaventura a la cabeza del grupo Golconda. Monseñor Gerardo Valencia Cano El cristianismo para Golconda era estar en medio de la pobreza. no tenía amplios conocimientos, pero sí una aguda intuición alimentada por una caridad sin límites. Respaldaba al grupo por entender que allí se gestaba una acción renovadora de la iglesia inspirada en la preferencia por los más pobres”. Javier Darío Restrepo, La Revolución de las sotanas. Planeta, Bogotá, 1995 29 DE ESE CURA Me encantaba su aire de libertad En esos deliciosos años 68, un amigo poeta me llevó a conocer a Vicente Mejía, el apóstol que hablaba el idioma del amor, llevaba el evangelio a los tugurios, se batía por la libertad de los otros y desafiaba sin miedo a los poderosos. A su regreso de Bélgica, le habían dado una parroquia en el basurero municipal de Medellín. Tomé allí algunas fotos. Al otro día el padre revolucionario llegó a mi estudio. Ojeó las fotos. Le dije: “Son suyas, se las regalo”. Me dijo avergonzado que me las pagaba, pero le contesté: “No, padre. Quiero colaborar con usted. Cuente conmigo”. Y me quedé con el apóstol. De él me encantaban sus ojos azules, su cabello rebelde y su aire de libertad. Vestía una camisa muy blanca, con clériman. No escondía nada. Imitaba a Cristo. Me pidió que lo acompañara a los tugurios y me invitó a luchar por los niños sin futuro, los ancianos con rostros de piedra, las viudas cansadas de vivir. El padre estaba feliz de llevar una voz de aliento a esta gente a la que le faltaba todo. A la vez, la gente se sentía feliz de ver a alguien que los defendía sin miedo. Les decía que Cristo había venido a la tierra a salvar a los pobres. Él no hacía paternalismo, concientizaba a la gente para que reclamara sus derechos. Pertenecía al grupo de Golconda. 30 Al otro día el padre revolucionario llegó a mí. Finalmente, al párroco Vicente las altas esferas de la Iglesia lo degradaron tanto, que tomó la decisión de irse a vivir con los tugurianos. Le ayudamos a construir un rancho en el basurero municipal, donde vivió. Allí fundó la Cooperativa de Recicladores. Un médico amigo nos dijo que nosotros no podíamos trabajar en el basurero ni vivir en los tugurios porque no teníamos defensas. El padre se quedó hasta que se enfermó. Después, le prohibieron regresar. A él lo humillaron, lo criticaron, lo atacaron. El sistema se había encargado de dividirnos y calumniarnos. Como un boomerang, la justicia por la cual habíamos luchado se volvió en nuestra contra. Marginados, satanizados y destruidos, cada cual cogió su camino. Y esta fábula se quedó sin concluir... Giovanna Pezzotti, Serie El Basurero Municipal y el padre Vicente Mejía, 1968, negativos blanco y negro, 6 x 6 cm. Archivo Familia Pezzotti y Centro de Desarrollo Cultural de Moravia. 31 Giovanna Pezzotti, Serie El Basurero Municipal y el padre Vicente Mejía, 1968, negativos blanco y negro, 6 x 6 cm. Archivo Familia Pezzotti y Centro de Desarrollo Cultural de Moravia. 32 33 34 Giovanna Pezzotti, Serie El Basurero Municipal y el padre Vicente Mejía, 1968, negativos blanco y negro, 6 x 6 cm. Archivo Familia Pezzotti y Centro de Desarrollo Cultural de Moravia. 35 Íbamos al restaurante del basurero. Un día el plato era sancocho de gallina. Cuando terminamos, el padre le dijo a Carmen: -Muy bueno. ¿Cómo lo hiciste? Ella contestó: -Padre, sencillo. Esas gallinas las botan casi buenas. Yo pregunté. -¿Y las salchichas? -También, señorita. Las recojo, las lavo y las cocino. Usted sabe… hirviendo las cosas se mueren los microbios 36 Antes de terminar la eucaristía, nos avisaron que la fuerza pública estaba tumbando los ranchos. El Padre dijo: “¡Vamos, y hacemos una cadena humana para que no los puedan tumbar!”. Llegó con su sotana, con los niños, las viudas, los ancianos. Nos pusimos al frente. Cuando llegaron los policías y no pudieron pasar, retrocedieron, pero nos pidieron acompañarlos a la inspección. Después nos soltaron. Llegué a mi casa a ponerme paños de agua caliente sobre los morados de los bolillazos que recibí. Giovanna Pezzotti, Serie El Basurero Municipal y el padre Vicente Mejía, 1968, negativos blanco y negro, 6 x 6 cm. Archivo Familia Pezzotti y Centro de Desarrollo Cultural de Moravia.37 Giovanna Pezzotti, Patios y celdas de La Ladera, 1970, negativo 6 x 6 cm. Archivo Familia Pezzotti 38 El día de la inauguración del curso en La Ladera yo hice una exposición de fotografías sociales y hubo una rueda de prensa. En ella participaron algunos de los reclusos y todo el patronato carcelario. Hubo música, bebidas, pasabocas. Al día siguiente, el periódico destacaba mi nombre y mi labor altruista en letras de molde con una gigantesca foto, donde se veían apartes de la inauguración y una leyenda alusiva. Total, ya me había comprometido o me habían comprometido. No tenía alternativa. Anónimo, Cárcel La Ladera, 1970, negativo 6 x 6 cm. Archivo Familia Pezzotti 39 Memorias de la prisión Y es esta mirada rebelada, moldeada en el extremo paisaje visual y social del basurero, la que Giovanna lleva a la cárcel dos años después, en 1970. Cuando, como colaboradora del periódico El Colombiano, le ofrecen dar allí un curso de fotografía, no duda en aceptarlo. Siente que va a hacer algo extremo y, no es casual, que se lo cuente al padre Mejía, quien le dice: “Giovanna, pierdes tu tiempo. ¡Allí no hay nada que hacer!”. Pero, nadie tuvo nunca la potestad de dirigir a Giovanna. Y ella, al contrario, sentía que había mucho por hacer. Entre clase y clase realizada al interior del penal, la joven fotógrafa tiene una total licencia para moverse entre los patios y las rejas, pudiendo explorar el mundo oculto de la cárcel, al que ni siquiera otros periodistas varones habían llegado. Así logro registrar algunas de sus grietas oscuras, pero también algunas luminosas, vitales. El resultado fue un conjunto de sorprendentes imágenes que nos llegan a través de las rejas y las décadas como una suerte de cartas desde la prisión. Documentos descarnados y sin censura realizados por el atrevido ojo de la profesora de fotografía. Entre sus tomas y las de sus alumnos, lograron una inédita y perturbadora bitácora de la cárcel, orquestada por la mirada misericordiosa de Giovanna, quien se sintió acogida entre los excluidos. Y, por su parte, tampoco los estigmatizó. Pocas personas la habían precedido en esta inmersión en las cloacas de la ciudad: un lugar donde los derechos humanos no existían, con un hacinamiento del 400 %, dejado a su suerte detrás de los candados de las rejas. Un caso muy sonado había sido el del escritor nadaísta Gonzalo Arango, quien fue recluido allí una década antes, como represalia por su ataque al Encuentro de Intelectuales Católicos en Medellín en 1960. Después de pasar cuatro días en la cárcel, escribió un famoso libro de 16 capítulos llamado Memorias de un presidiario nadaísta. Sin embargo, su aventura heroica se desdibujaría años después, cuando el también escritor Alberto Aguirre, entonces su abogado, hizo público algunos detalles desconocidos por sus lectores: “Estuvo en la Ladera de sábado en la mañana a martes en la mañana. Él, después, en la revista de Jaime Soto que se llamaba Contrapunto, escribió dizque sus memorias de presidiario, pero como le pagaban 500 pesos por entrega fue alargando y acabó estando como quince días en la cárcel. Y cuenta unas historias raras, pero yo había logrado que lo pasaran al patio segundo, que era el bueno, y no le pasó nada”.1 Las memorias que infló Arango, por motivos prácticos y pecuniarios se caracterizan, sobre todo, por el físico terror que el poeta estaba sintiendo y que le hace sentir al lector (“Fui por él a la Ladera. Allá lo encontré, estaba como un pajarito”, recuerda Aguirre). Este temor paraliza su olfato de escritor y permea la visión de un entorno que percibe amenazante (“un infierno”), lo mismo que a sus habitantes a quienes describe como “procesión de haraposos”, “chusma hambreada”, “mutilados de guerra”, “más miserables que mendigos”.2 Es otra la actitud y el ojo de Giovanna quien, aunque reconoce que está “con los más temidos asesinos de la ciudad, los más atroces atracadores y tumbadores”, no tiene 1. Gonzalo Arango.com (https://www.gonzaloarango.com/vida/aguirre-alberto-1.html) 2. Arango, Gonzalo. Memorias de un presidiario nadaísta (1991). Medellín, Ediciones Autores Antioqueños, Secretaría de Educación y Cultura, 218 páginas. 40 problema en sentarse con ellos a chupar helado, comer carne con cebolla o, simplemente, a hablar. En cambio, a Gonzalo Arango, la comida de la cárcel solo le inspira asco: “Los presos estiraban los tarros que se llenaban de una sustancia pegajosa, de sabor indefinible, de olor repulsivo, que me puso al borde del vértigo”.3 Por supuesto, que la posición de Giovanna era otra. Había llegado allí como profesora y se la percibía inofensiva. Característica de la que siempre se aprovechó en su trabajo, como cuando décadas después logró infiltrarse en el círculo interno del gran capo de la mafia, según ella, por las mismas razones. Sin embargo, sabe manejar su situación, de alguna manera privilegiada, y se deja llevar por la más genuina curiosidad que le provocaron siempre las fronteras de la legalidad. Las recorrió y las fotografió siempre que pudo, sin rechazar a las personas que allí conoció y que consideró precisamente eso: personas. Y es esto lo que exhala cada una de sus fotografías de la cárcel: humanidad. Los monstruos, diría, los encontró después en la política. Lo que había aquí era buenas historias. Giovanna no veía la horda de “haraposos, hambreados, miserables, mutilados y mendigos” que describía despectivamente Arango. Al contrario, observaba con empatía a personas, dramas, resistencias, caídas. Y eso es visible en sus retratos, donde los enterrados en vida se asomaron a la ciudad que los daba por muertos. Estaba allí el criminal, claro, pero también el preso filósofo, los niños encarcelados al lado de los adultos que sin embargo aún jugaban, los “maricas” que le posaron con sus mejores galas, los guardas que le sonreían. Gracias a su inmersión, sus fotos de La Ladera se diferencian diametralmente de las aéreas realizadas por Gabriel Carvajal desde un avión, donde solo queda constancia del emplazamiento del edificio en un extra muro de la ciudad, cuya lejanía exorciza a la sociedad de la perturbación de un problema social que no puede resolver. Sus imágenes también van en otro sentido de las que hizo allí el reportero Carlos Rodríguez. Aunque este sí entra en la cárcel, no se sumerge ni entabla las relaciones de confianza que logra Giovanna. Esto es visible en las fotos del baño de los reclusos que ambos toman. El muro de ladrillo y el cielo abierto nos dan pistas de que se trata del mismo lugar y la misma actividad dentro de la cárcel. Sin embargo, el pathos de las imágenes es completamente diferente. Los personajes en la foto de Rodríguez, con su toalla a la cintura, están posando. Es decir, representan su rol de presidiarios frente a un reportero mirón. En la imagen de Giovanna (ver página 53), en cambio, la cámara desaparece. Sus personajes la han olvidado. O, al menos, han hecho las paces con la agresión que esta Carlos Rodríguez, La Ladera, 1958. Archivo Histórico de Antioquia siempre supone. Los bañistas simplemente siguen adelante con su ritual diario. Mientras la fotografía de Rodríguez es políticamente correcta y devuelve la imagen controlada y esperada de lo que debe ser el baño en una prisión, la de Giovanna es provocadora, inusual, fresca. Un dedo hundido suavemente y sin temor en la profunda intimidad del cuerpo recluido. 3. Arango, Gonzalo. Memorias de un preso nadaísta (1991). Medellín, Colección de Autores Antioqueños, p. 78. 41 AG O STO 1 970 Giovanna en La Ladera Pa r t i c i p a r o n a l g u no s d e l o s r e c l u s o s y to d o e l p at r o n ato c a r c e l a r i o . D i c t a c u r s o d e fo to g r a f í a Música, bebidas y pasabocas en la inauguración del curso Apareció el infierno Por Cristo que todo lo que quise fue caer muerto E S PE C TÁC ULO S • C ULT URA • C I UDAD • E C LE S IÁS T ICAS • VIAJE S • DE P ORT E S • N E G O C IO S • P OLÍ T ICA CRÓNICA JUDICIAL Curso de fotografía dicta Giovanna en La Ladera La Ladera, la cárcel que se construyó en el barrio Enciso en 1921 para solucionar los problemas penitenciarios de Medellín, terminó cerrando en 1976 en medio de un enorme problema. El crecimiento de la población reclusa y el abandono estatal para su terminación acentuaron la inseguridad, con fugas sensacionales. El hacinamiento llegó a superar el 400 por ciento. Para la época de su clausura albergaba 3.400 presos, aunque su capacidad era para 800 hombres. Otro factor fue la indisciplina interna, con constantes riñas, heridas y muertes dentro del plantel. En general, se dieron todo tipo de violaciones a los derechos humanos de los detenidos. Te x t o a d a p t a d o d e Po s a d a , J . D . y Ac e v e d o , L . M . , P r i v a c i ó n d e l i b e r t a d e n l o s e s t ab l e c i m i e nt o s d e M e d e l l í n , Ág o r a U . S . B . v o l . 1 2 n o . 1 M e d e l l i n Fe b r e r o / Ab r i l , 2 0 1 2 . “Curso de fotografía dicta Giovanna en La Ladera”, periódico El Colombiano, Medellín, sábado 1 de agosto de 1970. Apareció el infierno “Sacudida de cadenas, la puerta rechinó y lentamente apareció el infierno. En comparación con el espectáculo que se ofrecía a mis ojos, lo de Dante era el sueño de una noche de bodas. Por Cristo que todo lo que quise fue caer muerto. El guardia al verme vacilar desintegrado por el terror, me empujó por la espalda suavemente para hacerme entrar”. Gonzalo Arango Giovanna Pezzotti, Requisa en La Ladera, 1970, negativo, 35 mm. Archivo Familia Pezzotti 42 El presidiario y el novelista mentirosos Me comprometí G i o v a n n a Pe z z o t t i , C á r c e l L a L a d e r a , 1 9 7 0 , n e g a t i v o , 3 5 m m . Ar c h i v o Fa m i l i a Pe z z o t t i . El día de la inauguración del curso yo hice una exposición de fotografías sociales y hubo una rueda de prensa. En ella participaron algunos de los reclusos y todo el patronato carcelario. Hubo música, bebidas, pasabocas. Al día siguiente, el periódico destacaba mi nombre y mi labor altruista en letras de molde con una gigantesca foto, donde se veían apartes de la inauguración y una leyenda alusiva. Total, ya me había comprometido con el curso de fotografía a los presos, o me habían comprometido. No tenía alternativa. Ladrón que roba ladrón En la década de los 60, el escritor Gonzalo Arango escribió la novela Memorias de un presidario nadaísta, donde contaba su experiencia en La Ladera. Unos años más tarde, Alberto Aguirre reveló que este testimonio era falso. Arango había plagiado a otro novelista, Mauro Álvarez, quien sí había estado detenido en uno de los patios más peligrosos. Al final de sus días, Álvarez se quejó de este robo intelectual. Sin embargo, lo que no contaba era que las fotos que acompañaban su novela no las había tomado él. Es que Álvarez, a su vez, había usado imágenes de Giovanna Pezzotti, a quien nunca le dio los créditos. G i o v a n n a Pe z z o t t i , Re c l u s o s l e y e n d o e n L a L a d e r a , 1 9 7 0 , n e g a t i v o , 3 5 m m . Ar c h i v o Fa m i l i a Pe z z o t t i 43 MI VIDA EN LA CÁRCEL Un día me llamó Mary, mi jefe en el periódico, y me dijo: “Estoy preparando un reportaje de la cárcel y necesito que tomés unas fotos. Abajo nos está esperando el carro. Y agregó: “querida Giovanna, te cuento que desde hoy hago parte del Patronato Carcelario. Y quería consultarte si querés dictar un curso de fotografía a los reclusos”. Esa misma tarde buscamos un lugar en la cárcel donde pudiéramos poner un laboratorio. En un cuarto organizamos todo lo necesario para hacer un curso de fotografía. Dispuse de todo mi tiempo y libertad… y me fui a vivir a la cárcel de los hombres, de los bandidos. 44 Me quedaba con los presos, almorzaba con ellos en los caspetes. Toñilas me invitaba a comer carne asada con cebolla picada. Tomábamos aguapanela caliente de sobremesa. En la tarde, con otros presos, nos reuníamos en el patio a chupar helados. Compartía de cerca con los más temidos asesinos de la ciudad los más atroces atracadores, tumbadores, chanchulleros, y toda clase de delincuentes. Estaba sentada en una banca del patio hablando con Bruno, un recluso filósofo. Yo me preguntaba: ¿cómo un hombre tan serio, tan honesto, tan moral está en la cárcel? Pagaba el abuso de la inteligencia, la burla al sistema. Me quedaba hasta que llegaba un soldado y me decía poniéndose la mano en la frente: “Señorita, que el comandante le manda a decir que es muy tarde para que una mujer esté aquí”. Entonces me acompañaba hasta la puerta. Fijé mis ojos en un preso que estaba fumando marihuana. Bruno me dice: “sí Giovanna, aquí es donde más se consume, pero los vicios no son tan malos. Mi abuela decía que uno debe cabalgar sobre los vicios, no los vicios sobre uno. Murió de 96 años”. Giovanna Pezzotti, Serie Cárcel La Ladera, 1970, negativos 6 x 6 cm y 35 mm. Archivo Familia Pezzotti. 45 EL BANDIDO Por las mañanas mi amiga gozaba las mieles del amor en brazos de Antonio José Medina, mientras a mí me tocaba enseñarles a más de diez bandidos en un cuarto oscuro a revelar las fotos que tomábamos dando vueltas dentro de la cárcel. La idea del curso de fotografía en la cárcel era una treta de mi jefe que se había enamorado de un recluso, llamado Toñilas. Quería estar cerca de él sin despertar sospechas. Ella, una doctora y escritora, ahora caía en las garras de un vulgar bandido que estaba pagando una condena por robo a mano armada, atraco de bancos y dos asesinatos. Toñilas era un hombre alto, flaco, de una belleza particular. Parecía un príncipe oriental. Tan bello que te hacía soñar, con una sonrisa que te invitaba a pecar. Yo era cómplice de mi amiga que tenía 20 años más que yo… y 20 años más que él. Mientras mi amiga se preparaba a escaparse con él, el día que le dieran su boleta de libertad, en mí crecía la ansiedad del amor. Sería yo la que escaparía con él. Entonces vivía en una casa de la Calle El Palo y una noche sentí que tocaron a la puerta. Era él. Entre él y yo había una afinidad. Ese hombre me desafiaba con la sonrisa. Éramos jóvenes. Yo no le tenía miedo al bandido y surgió una atracción 46 Sabíamos que nos destruiríamos, pero nos necesitábamos. Había una razón. Él tenía que cobrarle a la vida sus errores. En cambio, yo tenía que cobrarle a la vida las injusticias. ¡Cómo lo amaba! Viajamos por montañas, ríos, llanuras, mares. Al día siguiente compramos dos pasajes para un pueblo medio salvaje que está en el mar Caribe. Mi felicidad era plena. Me estaba escapando con él. Ay, tenía mi bandido junto a mí. ¿Quién ha dicho que amar es pecado? La naturaleza vistió a la novia de blanco con un velo más puro que el agua. Y como regalo nos dio un océano azul. Nunca quise representar en primera persona esa payasada tan ridícula del matrimonio. A nosotros nos unió la naturaleza. No necesitamos de curas ni de jueces pagados, ni de ritos, ni de vestidos, ni de yugo de flores. Antonio después se metió a la mafia y viajó a Estados Unidos. Él tuvo una alternativa, pero prefirió el dios dinero. Siguió su camino, yo, el mío. Un tiempo después regresó. Algún día me contaron que lo habían matado. Sin embargo, nuestro idilio duró apenas unos meses. Volvimos a Medellín. Me di cuenta de que era un drogadicto, que estaba acabado. Me fui por mi cuenta y empecé a recuperar lo mío. Mi vida. Mi alma. Giovanna Pezzotti, Serie Antonio, 1970, negativo, 6 x 6 cm. Archivo Familia Pezzotti. 47 Giovanna Pezzotti, Garita de La Ladera, 1970, negativo, 6 x 6 cm. Archivo Familia Pezzotti Giovanna Pezzotti, Cárcel Hacinamiento en La Ladera, 1970, negativo, 6 x 6 cm. Archivo Familia Pezzotti 48 Giovanna Pezzotti, Maricas en La Ladera, Medellín, 1970, negativo, 6 x 6 cm. Archivo Familia Pezzotti Giovanna Pezzotti, Cárcel La Ladera, 1970, negativo, 6 x 6 cm. Archivo Familia Pezzotti 49 50 Giovanna Pezzotti, Serie Cárcel La Ladera, 1970, negativos 6 x 6 cm y 35 mm. Archivo Familia Pezzotti. 51 Giovanna Pezzotti, El baño, 1970, negativos, 6 x 6 cm. Archivo Familia Pezzotti 52 Giovanna Pezzotti, El baño, 1970, copia en papel,. Archivo Familia Pezzotti 53 Giovanna Pezzotti, Presidente Alfonso López Michelsen en la inauguración de los Juegos Centroamericanos y del Caribe en Medellín, 1978, negativo 35 mm, blanco y negro. Archivo Familia Pezzotti 54 Yo había conocido idealistas, poetas, escritores, artistas, luchadores en los tiempos en que acompañaba al padre Vicente Mejía en su trabajo con los tugurianos del basurero, pero no me había acercado a los políticos, esos monstruos de la corrupción. Tenía curiosidad y un día decidí vestirme de cámara y participar de su payasada. Comencé a ver cómo inflan personajes sin mérito, títeres que se dejan manejar. Hombres que poseen el don de la palabra, el dominio de las masas, pero que son pobres marionetas movidas por otras manos. Idiotas útiles de algunos intereses. Vi como allí el fin justifica los medios. Miraba a los candidatos de arriba abajo y pensaba: “Si estos son los que nos van a conducir, estamos perdidos”. 55 Los políticos, esos monstruos Con los políticos tradicionales, Giovanna es decididamente iconoclasta. Es en ellos donde encuentra a los monstruos. Los desacraliza. No parecen interesarle mucho ni ideológica ni visualmente. Sus fotos de políticos encargadas suelen ser estereotipadas, planas, de composición descuidada. Pocas veces se trata de retratos propiamente dichos, realizados con el ánimo de hurgar almas o historias de vida. Son fotos hechas en el fragor de la plaza pública. Allí desfilan candidatos, alcaldes, presidentes y expresidentes, indolentes, fríos y desconectados. Aunque dice que se esfuerza por encontrar el mejor ángulo, que se sube a tarimas y árboles para lograr la mejor toma, estas no son las mejores imágenes de su archivo. Al contrario, vemos a estos personajes detrás de micrófonos, con actitudes retóricas, en serie. Las fotos encargadas por el Directorio Liberal, en particular, muestran un momento específico de la política local en la década de los 80. Aparecen allí caudillos como Bernardo Guerra Serna o el gobernador Iván Duque, en sus visitas a pueblos, en sus arengas multitudinarias. Con el mismo descuido, registra a personajes del otro lado del espectro como los conservadores J. Emilio Valderrama o Misael Pastrana Borrero en sus convites de aldea. Sin embargo, hay mayor empatía con el candidato presidencial de la ANAPO, Gustavo Rojas Pinilla, mucho más cercano a sus intereses políticos, con quien posa sonriente, al lado de su nieto, el joven Samuel Moreno. Es un modelo repetido, como si todos estuvieran representando el mismo papel, sin variación, uno que ella conoce muy bien y no le genera sorpresas ni atención. Por eso, sus encuadres suelen ser igualmente estereotipados y aburridos. Una excepción es la magnífica foto de Alfonso López Michelsen en los Juegos Centroamericanos de Medellín en 1978. (Ver página 54). En ella lo retratado, más que el entonces presidente de Colombia, es la puesta en escena del “político” como personaje, su tinglado, su parafernalia. Ficción creada precisamente por los medios de comunicación y los reporteros que son aquí realmente el foco de atención de su mirada. La tarima era una fiesta En este contexto es en el que empieza a emerger el exótico Pablo Escobar, quien sí parece encender su interés visual. El olfato periodístico de la sabuesa que fue Giovanna detecta allí algo noticioso, aunque al principio no sepa exactamente qué es. Le atraen las masas que aquel moviliza. Observa el séquito servil de monjas, sacerdotes, políticos, futbolistas, tugurianos, detrás del rastro del dinero y los favores de Escobar. Capta las pancartas donde la gente le expresa su adoración. Va a sus movilizaciones. Lo analiza. Baila con él. Lo ve tímido, insignificante, pero también reconoce su sagacidad y misterio. Llega a su intimidad en la Hacienda Nápoles. Lo retrata sin camisa rodeado de políticos áulicos y acalorados en las noches tropicales y aguardientosas del Magdalena Medio. No termina de comprenderlo. La intriga. Lo más interesante de las pocas fotos de Escobar que se salvaron de su archivo perdido son las tarimas. Giovanna cuenta que el mafioso, entre todos los reporteros, solo la dejaba subir a ella. Seguramente por verla inofensiva, vivaracha, atenta. La tarima es una puesta en escena milimétricamente controlada. Se hace para emitir signos de poder. Siempre está llena de letreros, micrófonos, cables, invitados. Todo lo que sucede allí está coreografiado. El caudillo de turno se ubica al centro y sus comparsas alrededor. La altura de la tarima les ofrece poder a quienes se encaraman en su potencia simbólica. Los que están arriba tienen la palabra y la visibilidad. El político se muestra, habla y encanta. Arrastra. El pueblo está abajo, escucha, repite, corea lo que se le pide. Es la parte visible del guión de un espectáculo que se hace para los ojos, los oídos, 56 las emociones. Detrás están las fuerzas oscuras que desde abajo no se ven. Sin embargo, la mirada entrenada de Giovanna capta también esta tras escena con toda la suspicacia posible. Las tarimas más icónicas que registra son aquellas en las que aparece el senador Alberto Santofimio Botero, el candidato de Renovación Liberal, en sus visitas a Antioquia. El político local Jairo Ortega lo había puesto en contacto con el “filántropo” Pablo Escobar. Aunque ambos han sido expulsados del Nuevo Liberalismo por sus vínculos con la mafia, aquí eso no parece importar. La tarima es una fiesta. Adelante está Santofimio en su campaña presidencial representando su papel de inflamado mesías. Atrás, sus compinches en camisetas y mangas de camisa. La diva Virginia Vallejo presenta el circo, luego escucha, mira con desconfianza. La tensión es extrema. Escobar, al lado de su esposa, ocupa un lugar marginal. Aparece y desaparece. No se muestra demasiado. Lo suficiente para que quede claro su apoyo, pero discreto para no llamar demasiado la atención. Son los títeres los que deben verse en la función teatral que dirige. Hay una foto fundamental en esta serie (ver página 66). En ella, los políticos se han bajado de la tarima. Aunque se repiten los personajes, algo sutil y definitivo ha cambiado en la escena. El senador está en el centro, como siempre. Viste una camisa roja y parece susurrarle algo a Jairo Ortega, también de rojo. Con este color alardean de su adscripción al partido liberal que ya sospecha de ellos. Muy juntos, todos tratan de escuchar una palabra en tono bajo, que es la que los conecta. Guardan silencio para atrapar el susurro. Solo hablan sus miradas, pero estas nunca se cruzan. A la extrema derecha, una mujer se integra. Está de perfil, atenta. Es quien viste más elegantemente. Sin embargo, la dura expresión de su rostro, el gesto decididamente agresivo de su boca, contradice la liviandad del vestido, el delicado collar y la flor. La seda pareciera querer contener infructuosamente algo oscuro que allí se está cocinando y desbordando. Acentúa la farsa que expele la imagen. Atrás, a la izquierda, Escobar, con la mirada de lince que tanto le impresionaba a Giovanna, no se esfuerza por escuchar. Mientras todos tienen un rostro adusto y ceñudo, el capo esboza una ligerísima sonrisa, mientras sube la ceja. Con la perspectiva histórica actual, sabemos que no tenía que esforzarse. El sartén lo tenía por el mango: era el verdadero director de la coreografía, el verdadero emisor de la palabra. Giovanna, a quien no vemos, pero hemos de imaginar allí, está presenciándolo todo. Los protagonistas de la foto no parecen intimidados por su cámara. No reparan en ella. De ahí la fuerza de la imagen, porque los participantes del conciliábulo no están posando. Se han quitado la máscara que se ponen en la tarima. En este momento, solo están siendo descaradamente ellos. Giovanna, invisible, se ha metido adentro de la escena privada. Dispara sin pudor. Congela la componenda, el tejemaneje, los pactos bajo cuerda. Alguien está vendiendo su alma al mejor postor. Alguien está comprando a un mesías. Una fotógrafa ha registrado la transacción. Ha retratado la maldad. Por las subterráneas conexiones entre las imágenes, hay una de la historia del arte que es arrastrada por esta escena oscura. La inquietante fotografía de Giovanna de la década de los 80 es un eco casi literal de la escena de Judas en la Última Cena de Leonardo Da Vinci. Los gestos, los rostros de perfil, las miradas de reojo, el secreto, el susurro, la desconfianza son casi los mismos. También la perspectiva del testigo que inmortaliza el suceso. Giovanna, dos milenios después, retrata como el pintor renacentista, más que a personajes, la traición misma. Esa que le torcería como pocas el rumbo al destino de nuestro país. La narcopolítica había nacido. Y la fotógrafa había asistido al momento en que fue engendrada. Nos dejó su testimonio. 57 Década de 1 980 De políticos, mafiosos y mártires G i o v a n n a s e p e r f i l a c o mo r e p o r te r a p o l í t i c a El alcalde que no fue Representantes bajo sospecha Ap o y a l a c a mp a ñ a a l a a l c a l d í a d e l d o c to r Hé c to r Ab a d G ó me z Por Cristo que todo lo que quise fue caer muerto E S PE C TÁC ULO S • C ULT URA • C I UDAD • E C LE S IÁS T ICAS • VIAJE S • DE P ORT E S • N E G O C IO S • P OLÍ T ICA CRÓNICA POLÍTICA De políticos, mafiosos y mártires Durante la década de los años 70 y 80, Giovanna se perfila como reportera política y cubre las actividades de algunos de los protagonistas de la época. Publica sus fotografías en diversos medios de la ciudad. Giovanna Pezzotti, Cecilia Caballero, Alfonso López Michelsen y Julio César Turbay Ayala, 1978, negativo 35 mm., blanco y negro. Archivo Familia Pezzotti. Representante bajo sospecha Giovanna Pezzotti, Gobernador de Antioquia Iván Duque Escobar, 1982, negativo 35 mm., blanco y negro. Archivo Familia Pezzotti Giovanna es nombrada fotógrafa del Directorio Liberal de Antioquia. Por su lente desfilan algunos de sus 58 más poderosos miembros como Bernardo Guerra Serna y el entonces Pablo Escobar es elegido como representante por Antioquia a la Cámara y apoya al senador Alberto Santofimio. Como fotógrafa de la campaña del Directorio Liberal, Giovanna se encuentra con el Movimiento de Renovación Liberal, en el que militaba Jairo Ortega, después de que él y Pablo Escobar fueron expulsados del Nuevo Liberalismo debido a la sospecha de sus conexiones con el narcotráfico. Ambos son elegidos como representantes por Antioquia a la Cámara y apoyan al senador Alberto Santofimio. gobernador, Iván Duque Escobar. Giovanna Pezzotti, Pablo Escobar, senador Alberto Santofimio y el representante Jairo Ortega en una manifestación del Movimiento de Renovación Liberal, 1982, negativo 35 mm., blanco y negro. Archivo Familia Pezzotti Los que van a morir, te saludan Giovanna Pezzotti, Gonzalo Álvarez, Mario Arango, Alberto León Muñoz y militantes de la Unión Patriótica, 1987, negativo color 35 mm. Archivo Familia Pezzotti Al t i e m p o , Giovanna se ocupa de otra ala del espectro político, y cubre algunas de las actividades de los m ie mb ro s del partido izquierdista d e l a Un i ó n Pa t r i ó t i c a (UP). El archivo perdido A la muerte de Pablo Escobar, Giovanna vende el archivo de las fotografías que le ha realizado al capo a un periódico local, perdiéndoles el rastro. Algunas de estas saldrían a la luz unos años después, en una nota publicada por ese medio con gran despliegue en 2006, cuando Virginia Vallejo da su testimonio ante la DEA acerca de las relaciones entre la mafia y la clase política colombiana. Sin embargo, el periódico que publica este histórico documento gráfico, no le da el crédito a Giovanna, su autora. Juan Guillermo Palacio, “La bella, el capo y el reo”, periódico El Colombiano, Medellín, domingo 30 de julio de 2006, página 1C. (Fotografías de Giovanna Pezzotti) El alcalde que no fue Ta mb i é n a p oy a l a c a mp a ñ a a l a a l c a l d í a d e l d o c to r Hé c to r Ab ad G ó me z ( 1 9 8 7 ) p o r e l p a r t i d o l i b e r a l , e nt r e o t r o s s u c e s o s e n l a p r i me r a p l a n a d e e s t a c o mp l ej a y a g i t ad a é p o c a . G i o v a n n a Pe z z o t t i , H é c t o r Ab a d G ó m e z , c a n d i d a t o a l a Alc ald í a de Me del l í n , 1 9 8 7, ne gativo bl a nc o y ne g ro 3 5 mm . A r c h i v o Fa m i l i a P e z z o t t i 59 UN CAPO EN EL OJO Vi un afiche que anunciaba la visita del senador candidato a la presidencia de la República. Invitaba el Directorio Liberal. Cuando llegué, senadores, diputados, periodistas y cámaras de televisión ya estaban en la tarima. El “Negro”- mi colega-, me dijo: - Monita, mirá. ¿Ves a ese que está a la derecha del senador? Se llama Pablo Escobar. Es un mafioso muy rico. -¡No jodás!, voy a tomarle fotos. Desde ese día empecé a seguir las actividades públicas del hombre al que llamaban el Robin Hood de la época. Le vendía las fotos, y él me pedía rebaja. Pablo era blanco, de cabello oscuro, se peinaba de lado con crespo en la frente. Tenía los ojos grandes y astutos. Misterioso. Siempre alerta como un felino, de pocas palabras y escasas sonrisas. Pasé mis ojos por su estatura. No parecía tan rico. No parecía grande. No tenía reloj de oro. Vestía de tenis y blue jean sin marca. 60 Esos políticos oportunistas utilizaron al mafioso para que les patrocinara la campaña. A cambio lo nombraron Diputado de la Cámara de Representantes. Había regalado un barrio a la gente del basurero y tenía un programa llamado “Medellín sin tugurios”. Ese domingo llevé la cámara y, con curiosidad, me fui a ver. Los artistas hacían una auténtica fiesta, pero tampoco faltaban monjas, curas y políticos que llegaban a pedirle plata al mafioso. Una tarde de lluvia, iba en el carro de Jorge, mi colega, cuando escuchamos en la radio la noticia: a Pablo le habían quitado la inmunidad parlamentaria. Jorge frenó en seco, se orilló y se puso pálido. Fue el comienzo del fin. Giovanna Pezzotti, Serie Pablo Escobar, negativos 35 mm. Archivo Familia Pezzotti. 1 y 2, Alberto Santofimio Botero y Virginia Vallejo en manifestación del movimiento Renovación Liberal, 1982. 61 EL APÓSTOL En un sistema así, hay que ser político por obligación. Uno no puede ser sordo ni ciego ante tanta injusticia. Y me metí otra vez hasta el culo. Con agresividad, sin miedo, lo acompañaba por los tugurios, los barrios. No se sabía quién estaba matando a quién. La vida no valía nada. No nos permitían llorar a nuestros muertos. Si nos solidarizábamos, nos ponían en la lista. Comenzó la campaña para elegir alcalde popular. No tenía intención de participar, pero oí en las noticias que un apóstol del pueblo, Héctor Abad Gómez, médico, presidente de los Derechos Humanos, se había lanzado como candidato para la alcaldía. El día que mataron al presidente de los maestros de ADIDA, Luis Felipe Vélez, estaba en mi estudio. Por el frente pasó el desfile que lo acompañaba al cementerio. Vi el féretro con rabia. Salí a la tienda de la esquina. Allí me encontré con un amigo que me dijo: “Giovanna, ¡mataron a Héctor Abad y a Leonardo Betancourt! A una cuadra de aquí, cuando estaban en el velorio de Luis Felipe”. 62 ¡No lo podía creer! No, a Héctor no. Lo conozco desde hace 20 años. Es muy bueno. A él no. ¡Asesinos! . Me dio un ataque de histeria. Mi amigo trataba de calmarme, pero era más fuerte que yo. No sé cuántas horas lloré. Al otro día fui al Directorio a llevar una linda foto que le había hecho el sábado pasado con el fondo de la bandera nacional. Giovanna Pezzotti, Serie Héctor Abad Gómez, 1987, negativos 35 mm. Archivo Familia Pezzotti. 63 ¡ESA COSA QUE SE LLAMA MIEDO DEL MIEDO! En esos días mataron a Jaime Pardo Leal, candidato de la Unión Patriótica a la presidencia. Lo llamaron “Crónica de una muerte anunciada”. Me preguntaba: ¿quién los está matando?, ¿por qué? Con mucho miedo me puse un vestido blanco y fui a apoyar a la Unión Patriótica, a solidarizarme con ellos y a llorar sus muertos. Comencé a sentir el régimen de terror. Pensé: “Ya no quiero hacer más política”. Pero teníamos rabia y seguimos la campaña con Mario Arango, un intelectual, abogado, escritor, poeta y loco. Un día, invitaron a nuestro candidato Mario Arango a un debate con Gonzalo Álvarez, el candidato de la Unión Patriótica a la alcaldía. Pobrecitos, los estaban exterminando. Allí conocí a Alberto León Muñoz, el coordinador de la UP, y me hice su amiga. Él estaba llevando un proceso a los pobres tugurianos de Villa Tina que habían perdido lo poco que tenían en un deslizamiento que se había podido evitar. Yo tenía unas fotos que había tomado para las Empresas Públicas de Medellín en ese sector y se las regalé. Giovanna Pezzotti, 1987, negativos color 35 mm. Archivo Familia Pezzotti. 1. Mario Arango. 2. Entierro simbólico de Jaime Pardo Leal en Medellín. 3. Gonzalo Álvarez, Mario Arango y militantes de la Unión Patriótica. 64 Alberto León era un hombre muy tierno. Los ojos, negros, grandes. Su mirada, alegre, maliciosa, inteligente. Los dientes perfectos, la risa descomplicada. Tenía miedo de que lo asesinaran. Pasé por su oficina y me invitó a almorzar. Me dijo mientras caminábamos por Junín: “Giovanna, tranquila, a las 12 del día no matan”. Me volví su ángel de la guarda. No lo desamparaba. Una noche lo invité a mi estudio y en compañía de amigos nos emborrachamos. Al otro día, amanecí enguayabada. Me estaba bañando, cuando escuché una noticia en la radio: “Atención, otro crimen político: Acaban de asesinar al doctor Alberto León Valencia”. ¿Qué se siente? No sé. ¡Esa cosa que se llama miedo del miedo! Fue lo más cruel, lo que me destrozó el alma. Se me helaron los huesos. No podía coordinar lo que estaba haciendo. Las fotos se me quemaban. Me fui adonde lo estaban velando. Comencé a gritar: ¡asesinos! Sentía dolor, por él y por los que quedábamos. No podía creer que también a él me lo habían matado. 4. Barrio Villa Tina. 5, 6, 7, 8. Alberto León Muñoz, periodista y Secretario Ejecutivo de la Unión Patriótica en Medellín. 65 Giovanna Pezzotti, Pablo Escobar, el senador y candidato a la presidencia Alberto Santofimio y el representante Jairo Ortega, 1982, negativo color, 35 mm. Archivo Familia Pezzotti 66 Giovanna Pezzotti, María Elena Jiménez de Crovo, representante, senadora y ministra de Trabajo, s.f., negativo 6 x 6 cm. Archivo Familia Pezzotti Anónimo, Samuel Moreno, Giovanna y el candidato presidencial Gustavo Rojas Pinilla, 1970, negativo 35 mm, blanco y negro. Archivo Familia Pezzotti Giovanna Pezzotti, Cecilia Caballero de López, primera dama, 1974, negativo blanco y negro 35 mm. Archivo Familia Pezzotti Giovanna Pezzotti, Presidente Belisario Betancourt y gobernador de Antioquia Nicanor Restrepo en la inauguración del Aeropuerto José María Córdoba de Rionegro, 1985, negativo 35 mm, color. Archivo Familia Pezzotti Giovanna Pezzotti, Ernesto Samper, 1982, negativo 35 mm, blanco y negro. Archivo Familia Pezzotti 67 Giovanna Pezzotti, Festival de Ancón, 1971, negativo 6 x 6 cm., blanco y negro. Archivo Familia Pezzotti 68 Tenía el mundo en mis manos. Acababa de entrar por la puerta grande del periodismo, por mis propios medios. Estaba viendo premiado mi esfuerzo, veía estimulado mi talento. Desde ese día fui una persona importante. Era joven y bella. Me mandaban a cubrir los principales eventos. Conocí el poder de la prensa. Me hacían entrevistas. Salía retratada en periódicos y revistas. Hacía exposiciones de fotografía. Comencé a destruir mitos, a perderle el miedo a los personajes de turno, a conocer sus pensamientos, debilidades. Los fotografiaba con mi cámara y con mis ojos. Los archivaba en negativos y positivos. Anónimo, Giovanna y el humorista Montecristo, s.f. Archivo Familia Pezzotti 69 Giovanna Pezzotti, Serie Niños, década de 1970, negativo, 6 x 6 cm. Archivo Familia Pezzotti 70 71 Giovanna Pezzotti, Serie Niños, década de 1970, negativo, 6 x 6 cm. Archivo Familia Pezzotti 72 73 Giovanna Pezzotti, Totó la Momposina, negativo 6 x 6 cm., blanco y negro. Archivo Familia Pezzotti Giovanna Pezzotti, José Barros, músico, s.f., negativo 6 x 6 cm. Archivo Familia Pezzotti 74 Giovanna Pezzotti, Jaime Botero, director de teatro, s.f., negativo 35 mm, blanco y negro. Archivo Familia Pezzotti Giovanna Pezzotti, Julio Cortázar y Mario Benedetti, encuentro de escritores en Mérida Venezuela, decáda de 1970, copia sobre papel, blanco y negro. Archivo Familia Pezzotti Giovanna Pezzotti, Michel Arnau, publicista, negativo 6 x 6, blanco y negro. Archivo Familia Pezzotti. 75 Giovanna Pezzotti, Festival de Ancón, 1971, negativo 6 x 6 cm., blanco y negro. Archivo Familia Pezzotti 76 77 Giovanna Pezzotti, Reinado Nacional de Belleza en Cartagena, 1969, negativo 6 x 6 cm., blanco y negro. Archivo Familia Pezzotti 78 Giovanna Pezzotti, “Marica” en La Ladera, 1970, negativo blanco y negro, 35 mm. Archivo Familia Pezzotti Giovanna Pezzotti, Lesbianas en Bogotá, ca. 1973, negativo, 35 mm. Archivo Familia Pezzotti 79 Giovanna Pezzotti, Giovanna en Europa, ca 1966, copia en papel. Archivo familia Pezzotti 80 Giovanna creció escuchando historias de viajes y de mares de la boca de su padre, un conde italiano que se había radicado en Colombia. Por eso, desde muy pequeña quiso conocer el mundo. Después de la muerte de este, viajó en barco a mediados de los años 60 a Scalea, en el sur de Italia, a reclamar infructuosamente la herencia paterna, junto a su madre y sus dos hermanos menores. Aprovechó esta oportunidad para estudiar fotografía en Milán y Bayer. Regresaría después de cuatro años. A mediados de la década de 1970, va a Venezuela, donde se establece en Caracas y Mérida. En la década de los años 80 se radica en Medellín hasta 1987, cuando es amenazada y decide volver a Italia. En este viaje también vuelve a reclamar la herencia familiar que nunca recuperaría, debido a que sus parientes de la mafia calabresa se la habían apropiado. En 2003 regresa a Colombia a cuidar a su madre enferma. Se establece en la ciudad, ya retirada del periodismo, dedicada a escribir y a estudiar literatura con Reinaldo Spitaletta, hasta el final de sus días en 2019. Anónimo, Giovanna en su viaje de regreso a Colombia desde Italia, finales década de los 60. Archivo Familia Pezzotti 81 Mi papá era un conde italiano que había llegado a Colombia en un barco, en el que comerciaba piedras preciosas. Se enamoró de la hija del dueño de la pensión donde se hospedaba en el barrio Buenos Aires. Ella era una elegante maestra de Aguadas, de dulce mirada y tiernos silencios. El conde era valiente, decía lo que pensaba, no dejaba que nadie se metiera con la educación de sus hijos. Un día llegó diciendo que tenía mucho dolor en el pecho, que llamáramos a un médico. Y se murió de un infarto. Teresa Villegas y Francisco Antonio Pezzotti Yo tenía 9 años. Éramos una familia compuesta por cinco hombres y yo, la única mujer. Quedamos en la miseria. Mi lógica infantil me decía que desde ese momento me quedaría sola y que había llegado la hora de entrar al teatro de la vida. Esta situación también me liberó. Todos vivían muy ocupados. No tenía quien me regañara. Me iba a jugar lejos, caminaba por el centro de la ciudad. Salvajemente, pasaba mi infancia en el barrio San Diego. No respetaba peligros, ni tenía miedo de nada ni de nadie. Mis amigos eran la oscuridad, los caminos, la soledad. Me tocó desarrollar la inteligencia, el talento, la astucia. Me matriculé en un colegio nocturno y al tiempo comencé a trabajar. Una amiga me llevó a Fotoelectro, el almacén más elegante y bien ubicado de la ciudad. Allí vendía artículos fotográficos. Me llamaba la atención mi jefe, bello, elegante, auténtico. Hizo una huelga y lo echaron. Me quedé sola y tuve que aprender el arte fotográfico. Era un reto que me ponía la vida y lo acepté. 82 Un día nos llegó una carta de Italia. Decía que podíamos reclamar una herencia en Scalea. Después de 10 años de la muerte de papá, habíamos olvidado que él tenía allá unas propiedades familiares. Esta noticia era un respiro, una esperanza. Pensé: ¡También es la oportunidad de ir a Europa a hacer un curso de fotografía! Nos lanzamos a la aventura de recuperar la herencia, mi mamá, mis dos hermanos menores y yo. Viajamos, pero no pudimos reclamar la herencia porque un pariente se había quedado con todo. Mi mamá se devolvió para Colombia con el hijo menor. Yo me quedé en Italia con mi otro hermano. Trabajé para conseguir el dinero para podernos devolver: limpiaba vidrios, cuidaba niños, sacaba perros a pasear. Y me acordé de que tenía una meta. Escribí a casas fotográficas y con becas pude asistir a un curso de fotografía a color en Milán y otro en Bayer. Cuando regresé a Colombia a finales de los años 60, transcurría en medio de protestas idealistas, conferencias, museos, cine-foros, exposiciones. Un día tocó a mi puerta un poeta. Me ofreció su mano. Me invitó a conocer un mundo surrealista. Me enseñó cómo se violaban los astros. Me mostró el misterio. Me llevó por caminos de libertad. Me regaló su mundo. Me dio sus alas transparentes para que las usara cuando estuviera cansada de caminar. El poeta se llamaba Raúl Henao, el más grande y puro de los poetas colombianos. Restrepo Margarita , Giovanna, ijo), en ao (h z en le H l Roca, Raú ando Gonzá l rn ue Fe , an z) M le Juan Gonzá Fernando Raúl Henao (esposa de o). Archivo ad ig nv (E te ar ap tr O Raúl Henao y Fernando González (hijo) 83 Puse un pequeño estudio fotográfico. También fui a un periódico. El director me dijo: “...Nunca hemos tenido una reportera gráfica mujer, ¿quieres colaborar con nosotros?”. Ese día me bauticé y fui a tomar las fotos de la candidata al Reinado Nacional de Belleza. Yo misma revelé y copié la película en mi laboratorio. ¡No podía creer! ¡Esas fotos en blanco y negro de un rostro perfecto de mujer las había tomado yo! Serían publicadas en uno de los periódicos más vendidos de Colombia y vería mi nombre en letras de molde. ¡Era reportera! María Luis Riascos, Reina de Belleza, 1969 Tomaba las fotos y con ansiedad, con curiosidad, con vanidad, entraba al laboratorio a cualquier hora, después de quién sabe cuánto tiempo de trabajo, en condiciones difíciles o en peligro de muerte. No podía soportar la ansiedad de ver el resultado. Plasmaba lo que buscaba. Era un momento importante. Nada me podía desconcentrar. 1985 fue el año de mi purificación. No sabía qué hacer. No tenía trabajo. Me habían intentado matar tres veces, pero no estaba derrotada. En Navidad hice un propósito: dedicarme solo a mi laboratorio. Un amigo me alquiló un local y el 2 de enero estaba haciendo un paradisíaco espacio para soñar. En dos años no quise saber nada de política ni de la prensa, solo hice fotos artísticas. 84 En 1987 volví al ruedo. Cubrí la campaña del Directorio Liberal y de algunos compañeros de la UP. Mientras revelaba en mi estudio las fotos, tenía la radio prendida para saber a quién le había tocado el turno, a cuál de mis amigos debía llorar. La paranoia no me dejaba vivir. Me daba miedo ir al estudio, mi antiguo refugio, testigo de tantas noches bohemias… Le conté a un amigo mi decisión de irme para Italia. Para poder comprar el pasaje, le vendí mi equipo fotográfico. Cuando fuimos a recogerlo, vi un sobre en el suelo. Decía “Funeraria Betancourt”. Estaba dirigido a mí. Temblando se lo mostré. Él me dijo: “Saquemos el equipo rápido que me estoy orinando del miedo”. No volví nunca. Viajé ese 24 de diciembre. Me refugié en Italia y otra vez intenté recuperar la herencia en Scalea. En Italia me enfrenté con capos de la mafia calabresa que se habían apoderado de nuestra herencia. Me amenazaron, intentaron envenenarme y sufrí un infarto que me tuvo al borde de la muerte. Viví en Scalea, Stromboli, Bérgamo, Milán, Roma. Viajé mucho. Volví a Colombia. Colgué la cámara por miedo. Era otra. Entendí que había llevado una vida inconsciente y que por ello fui tan atrevida e irreverente. Decidí dedicar mi vida a escribir una novela, a hacer gimnasia y a estudiar literatura. 85 Cronología MARIA GIOVANNA PEZZOTTI VILLEGAS 1942 •Valida en el horario nocturno del colegio María Auxiliadora tercero y cuarto de bachillerato y hace un curso de mecano - taquigrafía en la Escuela Remington. fotográfica a color en la sede de Kodak de Milán. •Termina bachillerato en el Colegio La Milagrosa. 1964 •Nace en Medellín María Giovanna, la única mujer de los seis hijos de la familia Pezzotti Villegas. Su padre es el conde italiano Francesco Antonio Guanzitto Pezzotti, oriundo de Scalea (Calabria), comerciante establecido en Colombia como importador de encajes, fantasías, piedras preciosas, las cuales vende en los pueblos antioqueños. Su madre es Teresa Villegas, quien se dedica a coser. Viven en el barrio Colón, cerca de la Estación Cisneros del tren, donde Giovanna pasa sus primeros años. 1951 •Muere su padre de un ataque al corazón. Giovanna tiene 9 años. Su familia se traslada al barrio San Diego, donde termina de crecer en medio de las dificultades económicas causadas por la ausencia de su padre. 1953 •Estudia en el Colegio de las Carmelitas Descalzas en Sabaneta. 1962-1963 •Su familia recibe una carta del estado italiano, en la que les informan que pueden hacer posesión de tierras de su padre en Scalea (Calabria). Giovanna viaja con su mamá y sus dos hermanos menores. Para su supervivencia, llevan una máquina de coser. Vuelan en avión a Cartagena, de cuyo puerto salen en el barco Donizzetti. Este hace la ruta La Gaira (Venezuela), Curazao, Islas Canarias, Barcelona, Nápoles. De allí viajan en tren a Scalea. •Al llegar, son amenazados por la mafia local, que se ha apoderado de sus propiedades y les hace renunciar a la herencia, pero no tienen dinero para devolverse. En un principio solo se regresan a Colombia su madre y hermano menor. Giovanna permanece en Milán con su otro hermano. Se dedican a realizar trabajos varios para sobrevivir y poder reunir el dinero para volver. Giovanna entonces retoma el sueño de estudiar fotografía que ha incubado en sus tiempos de vendedora de Fotoelectro y aplica a varias becas. 1965 •La industria Ferrania de Fabricación de Productos Sensibles de Milán le da una certificación como especialista en manejo del color. 1966 •Obtiene una certificación de formación teórica y práctica en el manejo de materiales fotográficos de Agfa – Color en una escuela autorizada de esta marca en Leverkussen – Bayer (Alemania). •Toma un curso de impresión 86 •La compañía Ferrania le financia un viaje de turismo a Francia. 1967 •Desde Colombia, un conocido le ofrece pagar su tiquete de regreso a cambio de traer algunos equipos de laboratorio. Giovanna acepta y toma un barco en Hamburgo para volver a su país. 1968 •A su regreso está decidida a convertirse en fotógrafa. Conoce al poeta Raúl Henao, quien la pone en contacto con el grupo de nadaístas y escritores como Jaime Espinel y Juan Manuel Roca. Asiste a conferencias, museos, cine-foros, exposiciones. Por su cuenta –dice- “estudiaba sicología, sociología, antropología, idiomas, historia, geografía, economía, política, literatura”. •Instala un pequeño estudio fotográfico. •Un amigo la invita a los tugurios del asentamiento Fidel Castro en el basurero municipal que después se llamará Moravia. Conoce allí al padre Vicente Mejía, quien pertenecía al grupo de sacerdotes izquierdistas Golconda y era el líder espiritual y social de este barrio. Giovanna comienza un sistemático registro fotográfico del lugar, su vida cotidiana, sus personajes, sus luchas y resistencias. También, de la labor incansable del padre Mejía. Giovanna, además, lo acompaña, junto a otros simpatizantes de la causa, a las visitas que este hace a sindicatos y pueblos que registra con su cámara. •Retrata a los integrantes del grupo Golconda: el obispo Gerardo Mosquera, René García, Luis Currea, Alfonso Vanegas, Manuel Alzate y Noel Olaya. 1969 •Se forma como guía de turismo local en el SENA (materias: organización del tour, geografía e historia, relaciones humanas, castellano, folklore, cívica, inglés, ética). •En octubre presenta la exposición Los tugurios en la Biblioteca de la Universidad de Medellín. •Ofrece sus servicios al periódico El Colombiano. En noviembre, junto a la periodista Gloria Cecilia Arango, Giovanna (quien es presentada en una nota de El Colombiano como “una consagrada reportera gráfica, suficientemente experimentada”) viaja a Cartagena para cubrir “las informaciones en el desarrollo del Concurso Nacional de Belleza” como enviada especial de este diario. “Embajada informativa de El Colombiano viaja a Cartagena”, 7 de noviembre de 1969, periódico El Colombiano. Década 70 https://ia801908.us.archive. org/2/items/memorias-desde-eltugurio/%28Digital%29%20Memorias%20 desde%20el%20tugurio%20completo%20 %281%29.pdf •Como reportera independiente hace colaboraciones para el periódico El Colombiano y otros medios de la ciudad. •Trabaja en su “Foto-studio Giovanna”, ubicado en el barrio Las Cabañitas (Bello). También participa en eventos como el Festival de Ferias realizado en el Coliseo Aurelio Mejía. hombre?”, 1973 •Retrata a políticos de la vida nacional, presidentes y expresidentes de Colombia. •Escribe artículos para algunas revistas de esa ciudad. •Se matricula en la Universidad Hispanoamericana de Bogotá en la Facultad de Derecho, No continúa con estos estudios. 1975 1970 •En agosto, dicta un curso de fotografía en la Cárcel Distrital de Medellín La Ladera. La inauguración del curso se hace con una recepción en la que exhibe sus fotografías del Basurero Municipal. Giovanna aprovecha su estancia en la cárcel para realizar fotos de su interior como nadie antes que ella lo había logrado. •El Centro Educativo Francisco de Paula Santander le otorga un reconocimiento de “Honor al Mérito” por “su labor desarrollada en la campaña en pro de la rehabilitación del recluso durante el año de 1970”. 1971 •Cubre el Festival de Ancón (junio 18 – 21), evento de rock realizado en La Estrella (Antioquia). •El periódico Órbita 75 de Medellín le expide un carnet de periodista autorizándola como su “representante”. 1978 “En los XIII Juegos Centroamericanos y del Caribe, Giovanna Pezzotti se consagra como una magnífica reportera gráfica”. Anselmo Quiroz, Revista Órbita, Medellín, julio 1978 1976 – 1979 1972 •Sus fotografías del Basurero Municipal circulan en Europa, gracias a los viajes del padre Vicente Mejía en los que buscaba apoyo para estas comunidades: “Uno de los grandes logros del trabajo de Giovanna Pezzotti estuvo representado en el destino de sus fotografías. Cada revelado de una película fotográfica era parte de la acción política de los curas que hacían parte de Golconda para buscar ayuda y apoyo del exterior. En el caso de Medellín, las fotos eran un material crucial en las dinámicas organizativas y de acción política para el movimiento de la ciudad”. Eberhar Cano Naranjo, 2019. Memorias desde el tugurio, Medellín, Tesis Ciencias de la Información, Universidad de Antioquia, página 9. •Homenaje del Circulo de Periodistas de Antioquia (CIPA) y de la Sociedad Antioqueña de Ingenieros (SAI) a los reporteros gráficos Hernando Vásquez, Henry Molano, Ely Martínez, Juan Lastra, José Betancur y a la reportera gráfica Giovanna, participantes de la primera exposición de fotografía informativa convocada por el CIPA. 1973 •Viaja a Bogotá “Giovanna Pazzotti (sic), con su cámara al hombro y un cúmulo de ambiciosos anhelos, ha llegado a Bogotá a hacer suerte”, reseña la prensa capitalina. “Los horizontes de Medellín se le hicieron demasiado estrechos y circunscritos”. Bogotá, domingo 18 de marzo, El Espectador, “La mujer en la reportería gráfica. ¿Compañera o competidora del •Realiza varios viajes a Venezuela, estableciéndose intermitentemente en Caracas y Mérida. •Trabaja en el almacén de productos y equipos fotográficos Fotoflash, en el periódico Venezuela Empresarial y la Revista Zeta de Caracas, entre otros medios de ese país. En Mérida, cubre el Encuentro de Escritores Latinoamericanos, donde retrata a Julio Cortázar y Mario Benedetti. 87 1980 1988 •Al principio de la década de los 80, Giovanna continúa con su estudio fotográfico en el barrio Las Cabañitas, que después trasladará a Boston, en el centro de la ciudad. Colabora con varios medios como el periódico El Colombiano, la revista Juicios de Fedempresas, el radioperiódico Mundo al día, para el que realiza crónicas sobre diversos temas. •Es nombrada fotógrafa oficial del Directorio Liberal en Antioquia. En 1982 cubre, además, los eventos proselitistas del Movimiento de Renovación Liberal al que pertenecen los diputados Jairo Ortega y su suplente Pablo Escobar. También registra los eventos públicos del programa “Medellín sin tugurios” y del movimiento Civismo en Marcha del exótico personaje conocido entonces como el “Robin Hood” paisa. •Es candidata a la Cámara de Representantes por el Partido Blanco Colombiano, pero no es elegida. 1985 •Se retira por un tiempo del periodismo político y se dedica a experimentar con la fotografía a color en su estudio. •Toma cursos de empresarismo ofrecidos por la Universidad Pontificia Bolivariana a afiliados a la Corporación Microempresas de Antioquia. •Cubre la inauguración del Aeropuerto José María Córdoba de Rionegro. 1987 •Vuelve a la reportería política para registrar la campaña a la alcaldía del defensor de los derechos humanos Héctor Abad Gómez. Cuando éste es asesinado, acompaña a Mario Arango, al igual que algunas actividades de los miembros de la Unión Patriótica.Otros amigos suyos también son asesinados. Diciembre 24 •Ante amenazas y hostigamientos, viaja nuevamente a Italia huyendo de la violencia en Medellín. Tiene, además, la intención de volver a reclamar la herencia de su familia en Scalea (Calabria). 88 varias veces al archivo con el ánimo de recuperarlas. No se resigna a creer que ya no figuren en el inventario. Jamás las ha visto publicadas”. Fernando Mora. “El capo en la cámara: Pablo Escobar en política”. Revista El Malpensante, edición 102, octubre 2009. https://pabloescobargaviria.info/el-capo-enla-camara/ 2000 •De 1987 a 2003 vive en Italia en las ciudades de Roma, Scalea, Bérgamo, Stromboli y pasa algunas temporadas en Venecia, Milán y Florencia. •Cuando llega a Roma, le lleva una carta de recomendación del Directorio Liberal de Antioquia a Julio César Turbay Ayala, embajador de Colombia en la Santa Sede del Vaticano. •Trabaja en el laboratorio de un reportero gráfico iraní. •Comienza a escribir su autobiografía, proyecto en el que trabaja hasta el final de sus días. 1990 •Participa en el “Hermanamiento artístico Calabria–Campania”, con la conferencia “Linea, Luce, Colori e piano” en el Hotel Santa Caterina de Scalea. 1994 •“Stromboli, La Perla Negra”, textos y fotos de Giovanna Pezzotti, especial de turismo desde Italia, El Colombiano, domingo 4 de septiembre de 1994, página 12 D. •A la muerte de Pablo Escobar, vende el archivo de sus fotografías a un periódico de Medellín. •“Ante el revuelo de la noticia de la muerte de Pablo Escobar, Giovanna tuvo miedo de seguir guardando por más tiempo la colección de fotos más numerosa y codiciada en ese momento por cualquier prensa del mundo. Confundida, llevó los mil quinientos negativos al jefe de redacción de un diario antioqueño. Este de inmediato le entregó una suma irrisoria que ella no pudo rechazar. Como si se tratara de la pérdida de un tesoro familiar, Giovanna regresó una y •Exposición “La otra realidad” en el Centro Mujer de Scalea, ubicado en su sector histórico durante la temporada de Navidad. “La muestra está dividida en paneles temáticos: los niños, los niños explotados, los ancianos, los detenidos, las personas que viven en los tugurios en las enormes villas periféricas de las ciudades latinoamericanas. El consejo es dejarse llevar mientras se miran estas tomas…”. Laura Luongo, “Muestra fotográfica de una reportera incómoda”, Diario La Provincia, Scalea (Italia), martes 5 de diciembre de 2000. 2003 •Vuelve a Colombia a acompañar a su madre enferma y se queda a vivir en Medellín. 2006 •Se publican en El Colombiano varios reportajes sobre Pablo Escobar con fotos de Giovanna, pero sin su crédito. •José Guillermo Palacios, “La bella, el capo y el reo” (página 1C), “Matar a Galán: lo oí doce o diecisiete veces” (página 2 C) y “Veintipico de años de dineros calientes” (3 C), periódico El Colombiano, Medellín, domingo 30 de julio de 2006. •Asiste al Seminario Literatura y Artes Visuales, colegio Comfama (Medellín) 2008 •La foto Baño o Libertad en la cárcel, presentada por Giovanna con el seudónimo Scalea, es la ganadora del Concurso de Fotografía Librería Palinuro. El fallo fue entregado en el marco de la Fiesta del Libro por los jurados Jorge Mario Múnera, Juan Fernando Ospina y Fernando Mora. Este premio fue uno de los primeros eventos que ayudaron a poner nuevamente en circulación las imágenes de Giovanna en la ciudad, después de sus años de exilio. “El proceso vital del barrio Moravia le permitió a Giovanna formarse como artista al registrar al ser humano vulnerable, en medio de su trabajo y su lucha”. Yeison Henao, promotor cultural, Centro de Desarrollo Cultural de Moravia. “Yo soy como el Deportivo Independiente de Medellín que se demoró casi 50 años para conseguir una estrellita. Siempre había soñado una exposición, pero no creí vivir para ver mis fotografías colgadas en estos muros construidos por el arquitecto Rogelio Salmona, en esta comunidad que tanto quiero que es la de Moravia”. Giovanna 2013 “Giovanna Pezzotti: A blanco y negro”. El pequeño periódico, Medellín, septiembre–octubre 2006 •Es por segunda vez candidata a la Cámara de Representantes de Antioquia, en esta ocasión por el Polo Democrático. Tampoco es elegida. En la publicidad política se le presenta así: •Toma cursos de literatura con el escritor Reinaldo Spitaletta, hasta el año de su muerte. Cundinamarca del Museo de Antioquia, realiza en noviembre de este año el mural: “Giovanna, fotógrafa de revoluciones” sobre la pared de la Casa del Encuentro en la calle Calibío. “A finales de 1960 surgió un movimiento católico militante en América Latina, basado en el legado de Camilo Torres, que adquirió una fuerza inusitada en Medellín. Conocemos imágenes de estos procesos gracias a Giovanna Pezzotti, una mujer que andaba siempre con sus cámaras colgadas al cuello y que tomó la decisión de acompañar al padre Vicente Mejía y otros militantes de la época, a registrar todo lo que estaba sucediendo donde se luchaba por derechos fundamentales en la ciudad”. https://www.facebook.com/ museodantioquia/photos/ a.156669324372780/2865915763448 109/ 2022 •Exposición “Giovanna: La mirada reb(v)elada”. Centro de Artes Universidad EAFIT. 2010 •“Fotógrafa profesional, militante del movimiento Golconda en los años 70, participante del proceso de la UP y reconocida intelectual y artista de Medellín”. 2019 Enero •Giovanna muere en Medellín. •Entre noviembre 12 – 28, se realiza la exposición “Memoria del barrio Moravia a través de la lente de Giovanna Pezzotti (1968 – 1987)”, en el Centro de Desarrollo Cultural de Moravia, recientemente construido por Rogelio Salmona y operado por Comfenalco. Esta muestra redescubrió a la ciudad un proceso histórico y social, un personaje olvidado como el padre Vicente Mejía y una fotógrafa borrada como Giovanna. “Esta exposición nos reivindica como seres históricos, pero dignos en la construcción del futuro”. Carlos Uribe, director del Centro de Desarrollo Cultural de Moravia. •La artista Gabriela Pinilla, como invitada del programa Residencias 89 Exposición “Giovanna Pezzotti: La mirada reb(v)elada”. Centro de Artes Universidad EAFIT. 90Fotografías: Robinson Henao 91 Diaporama: L i l i a n a C o r r e a y C o l e c t i v o E a t R a i n ( E d w i n Vé l e z - J a d e r C a r t a g e n a ) 92