Literatura Española
Águeda C. Pérez.
Sancho Panza y el cronotopo de la novela de caballerías
1.
Propuesta de trabajo
El presente trabajo se plantea como un recorrido de lectura de Don Quijote de la Mancha
cuyo eje es el análisis del personaje de Sancho Panza y su relación con las características
del cronotopo de la novela de caballerías, tal como lo ha definido Mijail Bajtín.
Nuestra finalidad es describir en qué medida el escudero acomoda sus acciones a este
cronotopo, cómo se caracteriza el nexo que establece con él y de qué modo lo incluye en el
mundo “histórico – real” que sirve de marco a la novela. Además, se determinará la forma
en que la relación entre Sancho y su amo se ve mediatizada por la vinculación con el
tiempo y el espacio caballerescos.
A modo de eje transversal, se incorpora la observación de diversos saberes que circulan en
la obra y las valoraciones de que son objeto. De este modo, se ponen en evidencia las
concepciones ideológicas que subyacen a ciertas actitudes del escudero a lo largo de la
novela.
Finalmente, se determina de qué modo la combinación de los elementos trabajados pone
en funcionamiento el procedimiento de la parodia, como característica constitutiva del
personaje en el que centramos nuestro análisis.
1
2.
Sancho establece un pacto
El ingreso de Sancho Panza en el mundo de Don Quijote se produce al comienzo de la
segunda salida. Cuando el protagonista de la novela decide iniciar sus aventuras, no
considera condición indispensable para su tarea contar con un escudero: “Limpias, pues,
sus armas, hecho del morrión celada, puesto nombre a su rocín y confirmándose a sí
mismo, se dio a entender que no le faltaba otra cosa sino buscar una dama de quien
enamorarse...” (I, 1). Armas, celada, caballo y dama son los atributos con los que debe
contar todo caballero que se precie de tal. Con ellos don Quijote realizará la primera salida,
durante la cual será armado caballero, aunque por medio de una imitación grotesca de la
ceremonia correspondiente. En consecuencia, la propia esencia del héroe queda constituida
a partir de la burla. Este episodio hace evidente que Don Quijote no es capaz de subsistir en
el mundo valiéndose sólo de la ideología que profesa, pues está sujeta al escarnio. Por lo
tanto, necesita un nexo que comparta sus códigos y los del mundo real a la vez, un
mediador que esté libre del estigma de la burla y, al mismo tiempo, no lo haga víctima de
ella. (Debe destacarse que la salida que el protagonista realiza solo es la más breve de
todas, tanto en lo que respecta a su duración cronológica - tres días - como en relación con
la cantidad de capítulos que se le dedican - 2 a 5 -, lo cual enfatiza la idea de la
imposibilidad de su desenvolvimiento en soledad, en un mundo que se le presenta hostil
desde el inicio.)
En consecuencia, cuando Don Quijote decide salir por segunda vez, lo hace acompañado
de un escudero, Sancho Panza, quien está libre de la mancha que la burla ha impreso al
amo, ya que no participó de la ceremonia. Sin embargo, esta única condición no será
suficiente. Para ingresar en el ámbito de las aventuras, Sancho necesita establecer un pacto
de adhesión con los códigos de la caballería. La estrategia que Don Quijote utiliza para
convencer al labrador de que lo acompañe en sus aventuras es la promesa del gobierno de
una “ínsula”: “En resolución, tanto le dijo, tanto le persuadió y prometió, que el pobre
villano se determinó de salirse con él y servirle de escudero. Decíale, entre otras cosas, Don
Quijote que se dispusiese ir con él de buena gana, porque tal vez le podía suceder aventura
que ganase, en quítame allá esas pajas, alguna ínsula y le dejase a él por gobernador
2
della”(I, 7). La aceptación de la propuesta por parte de Sancho aparece como verosímil por
dos razones. En primer lugar, el escudero desconoce los libros de caballerías (y toda clase
de libros, ya que no sabe leer ni escribir: “... yo no he leído ninguna historia jamás, porque
no sé leer ni escrebir...”; I, 10), razón por la cual no es capaz de imaginar que la empresa de
su amo está condenada al fracaso y piensa como posible la obtención del gobierno de una
ínsula. En segundo lugar, Sancho Panza se nos presenta como “un labrador vecino (...), de
muy poca sal en la mollera”(I,7), incapaz de ver un poco más allá de lo que se presenta
delante de sus ojos. Evidentemente, Don Quijote puede dominar a Sancho porque es el
poseedor de un saber ignorado por el escudero y, además, porque se constituye en el dador
de ese saber: “Has de saber, amigo Sancho Panza, que fue costumbre muy usada de los
caballeros andantes antiguos hacer gobernadores a sus escuderos de las ínsulas o reinos
que ganaban...”(I,7). La posesión de estos saberes da sustento a su promesa y lo hace
aparecer como un amo legítimo al que Sancho sigue con devoción: “- No haré, señor mío –
respondió Sancho – y más teniendo tan principal amo en vuestra merced...”(I, 7).
La promesa de Don Quijote se sustenta en la certeza de que se mueve en un mundo
maravilloso y en el tiempo de las aventuras que define el cronotopo de la novela de
caballerías, pero la aceptación del escudero no tiene la misma base. En efecto, Sancho no
pacta en un primer momento con los códigos de la caballería sino con lo desconocido, ya
que ignora por completo cuál es la ideología de su futuro amo, de dónde proviene y qué
relación se establece entre ella y el mundo “real”.
La salida en busca de aventuras pondrá a Sancho frente a la verdadera situación de Don
Quijote. Es parte del fracaso de la aventura de los molinos de viento (I, 8) donde por
primera vez confronta el mundo de la caballería por el que se rige el protagonista con su
propio mundo: “- Válame Dios - dijo Sancho -. ¿No le dije yo a vuestra merced que mirase
bien lo que hacía que no eran sino molinos de viento, y no lo podía ignorar sino quien
llevase otros tales en la cabeza?”. Sin embargo, no contradice las posteriores explicaciones
que su amo le da acerca de que sus enemigos “han vuelto estos gigantes en molinos de
viento por quitarme la gloria de su vencimiento” y, además, en el mismo capítulo ataca a un
fraile, quitándole los hábitos, argumentando que “aquello le tocaba a él ligítimamente como
despojos de la batalla que su señor don Quijote había ganado.” Asimismo, será testigo del
triunfo de Quijote frente al vizcaíno (I, 9) lo cual colabora para que, seducido por la
3
promesa original y la victoria, no sea capaz de poner en juego su sentido común. En este
punto, se ha establecido el pacto de Sancho con el cronotopo de la novela de caballerías:
aunque con algunas reservas, acepta que se mueve en un tiempo de aventuras que se mezcla
con el tiempo “histórico”, es decir, que “surge en los puntos de ruptura (en el hiato
surgido) de las series u órdenes regulares, allí donde esta regularidad (sea esta cual fuere) se
altera repentinamente y los hechos reciben un giro inesperado e imprevisto.”1
El pacto establecido se pone en evidencia con claridad en un episodio del capítulo 16 de la
primera parte cuando, al llegar a una venta y presentarse, tiene lugar el siguiente diálogo:
“-
¿Cómo se llama este caballero? – preguntó la asturiana Maritornes.
Don Quijote de la Mancha –respondió Sancho Panza -; y es caballero aventurero, y de
los mejores y más fuertes que de luengos tiempos acá se han visto en el mundo.
-
¿Qué es caballero aventurero?
-
¿Tan nueva sois en el mundo que no lo sabéis vos? – respondió Sancho Panza -. Pues
sabed, hermana mía, que caballero aventurero es una cosa que en dos palabras se ve
apaleado y emperador(...).”
En este pasaje vemos cómo Sancho ha tomado posesión de tal modo de las ideas de la
caballería que es capaz de expresar sorpresa frente al desconocimiento de la muchacha,
pues cree que todo el mundo debe compartir esas ideas o, de lo contrario, es tan ignorante
como él lo era antes de entrar en contacto con Don Quijote. En este momento de la novela,
Sancho está seguro de que “el mundo es único y lo colman la misma gloria y la misma
concepción de la hazaña y la deshonra” y que “en todas partes son gloriosos esos nombres
llenos de gloria”2, o al menos deberían serlo.
El establecimiento de este pacto tiene como consecuencia que Sancho sea capaz de seguir
a Don Quijote en todas sus acciones, e incluso imitarlo. De este modo, se constituye uno de
los rasgos cómicos que presenta el personaje. Por ejemplo, podemos citar el episodio del
capítulo 17 de la Primera Parte, en el que Quijote afirma conocer la receta del bálsamo de
Fierabrás (que curará todos sus males). Sancho no sólo consigue los ingredientes necesarios
para la preparación, sino que además toma él mismo el brebaje que ya ha causado a su amo
grandes trastornos físicos, pensando que ellos son el paso previo para la curación. La
1
Bajtín, M: “Formas del tiempo y del cronotopo en la novela”, en: Problemas literarios y estéticos, La
Habana, Arte y Literatura, 1986.
2
Idem.
4
consecuencia de esta actitud fue tan terrible para el siervo que “comenzó el pobre escudero
a desaguarse por entrambas canales con tanta priesa, que la estera de enea, sobre quien se
había vuelto a echar, ni la manta de anjo con que se cubría, fueron más de provecho” y “no
solamente él, sino todos pensaron que se le acababa la vida”. Podemos aplicar al Sancho de
este episodio las palabras que Hauser hace válidas para Don Quijote: “Si el sentido del
humor es la aptitud de ver al mismo tiempo las dos caras opuestas de una cosa, el
descubrimiento de estas dos caras en un carácter significa el descubrimiento del humor en
la literatura...”3. En estos primeros tramos de la novela, el escudero pacta con la caballería y
reniega de ella, ve la locura de su amo pero lo sigue en sus aventuras.
Una muestra de la dualidad del personaje es el hecho de que actúa como su amo pero se
anima a contradecirlo cuando se hallan a solas. Tal es lo que sucede cuando, luego de
haberse retirado de una venta sin pagar, el escudero recibe un manteamiento. Como Sancho
es quien sufre en su propio cuerpo el castigo se atreve a afirmar: “...tengo para mí que
aquellos que se holgaran conmigo no eran fantasmas ni hombres encantados, como vuestra
merced dice, sino hombres de carne y de hueso como nosotros...”(I, 18). En este punto el
personaje se nos muestra lejos del héroe de la novela de caballerías para quien cada suceso
“tiene todo el atractivo de lo maravilloso y lo misterioso ”4. La diferencia entre Don Quijote
y Sancho radica en que mientras para el primero las aventuras constituyen parte
fundamental de su mundo y su código “se constituye sobre las desviaciones del curso
normal de la vida (...), sobre acontecimientos y situaciones tan excepcionales que no
pueden existir en una biografía típica, normal, habitual” 5, el segundo ha sido arrastrado por
una promesa y por la valoración extrema que da a los saberes de los libros. Don Quijote
“puede vivir sólo en ese mundo de casualidades maravillosas y conservar en ellas su
identidad”6 (léase su locura), mientras que Sancho se incorpora a este mundo sólo cuando
renuncia a su esencia, el sentido común del hombre de pueblo, lo cual sucede cada vez que
se le recuerda el lugar que ocupa en relación con el saber sobre el que se sustenta el pacto:
Hauser, A.: “La segunda derrota de la caballería”, en: Historia social de la literatura y del arte, Barcelona,
Labor, 1994.
4
Idem nota 1.
5
Bajtín, M.: “La novela de educación y su importancia en la historia del realismo”, en: Estética de la
creación verbal, México, Siglo XXI, 1999.
6
Idem nota 1.
3
5
“- ¡Qué poco sabes, Sancho – respondió Don Quijote -, de achaque de caballería! Calla y
ten paciencia(...).
- Así debe ser – respondió Sancho – puesto que yo no lo sé; sólo sé que, después que
somos caballeros andantes, o vuestra merced lo es (que yo no hay para qué me cuente en
tan honroso número), jamás hemos vencido batalla alguna (...); que después acá todo ha
sido palos y más palos, puñadas y más puñadas, llevando yo de ventaja el manteamiento, y
haberme sucedido por personas encantadas, de quien no puedo vengarme(...)”. (I, 18).
No obstante, a medida que avanzamos en la lectura de la novela observamos cómo
Sancho continúa confrontando el mundo que Quijote desea hacerle ver con el que él ve
realmente. Esta confrontación de los dos mundos es uno de los pilares sobre los que se
apoya la parodia a la novela de caballerías. Esta, según Bajtín, es una subclase dentro de la
novela de aventuras y en ella “el tiempo carece de parámetros reales (históricos o
biográficos), le falta una ubicación histórica, es decir, fijación en una determinada época
histórica, relación con sucesos y condiciones históricas. El problema mismo de la
ubicación histórica aún no existía para la novela de pruebas.” 7 En el texto que nos ocupa,
es el propio Sancho quien hace ingresar de un modo explícito el anclaje en el mundo
histórico. Él plantea abiertamente el conflicto entre los dos mundos que Don Quijote no ve
pues se mueve en el universo de la novela de caballerías, que es el que quiere ver, le sirve
de parámetro, y le ofrece explicaciones con las cuales quedarse satisfecho. Esto no le
sucede a Sancho ya que, por más que desee seguir a su amo, no pierde de vista el mundo
histórico, que ha constituido desde siempre su parámetro.
Como se ha dicho, Don Quijote se constituye en un amo legítimo porque basa su saber
en la lectura, el conocimiento erudito. En el momento en que el escudero descubra que
hay otros saberes provenientes de los libros que se oponen a los de su amo, comenzará a
dudar un poco más, o al menos, a prestar más atención al desarrollo de los
acontecimientos. Esto sucede en el capítulo 32 de la primera parte, cuando es testigo de
una conversación sobre libros entre el cura y el ventero Palomeque. Allí, Sancho escucha
al cura decir acerca de personajes como Felixmarte de Hircania o don Cirongilio de Tracia
que “nunca tales caballeros fueron en el mundo, ni tales hazañas ni disparates
acontecieron en él” y desear a los dueños de la venta en que se hallaban, quienes
7
Idem nota 5.
6
admiraban los libros de caballerías, “quiera Dios que no cojeéis del pie que cojea vuestro
huésped Don Quijote”. Pero Sancho no solo oye que estos personajes no han existido
nunca sino que además escucha la evaluación que hace el ventero: “...no seré yo tan loco
que me haga caballero andante, que bien veo que ahora no se usa lo que se usaba en aquel
tiempo, cuando se dice que andaban por el mundo estos famosos caballeros.” Acerca de
estas dos opiniones que escucha Sancho, debemos señalar dos aspectos que las hacen
relevantes. En primer lugar, la afirmación de que tales caballeros no han existido proviene
del cura, fuente del saber legitimado por una institución tan importante en España como
la Iglesia Católica. En segundo lugar, la evaluación que hace el ventero está formulada en
términos “cronotópicos” (“en aquel tiempo” – “por el mundo”) con lo cual Sancho
escucha en boca de otro la contradicción que él mismo ya se ha planteado pero que ha
tratado de ignorar por dar crédito a los saberes de su amo. Sancho, quien “quedó muy
confuso y pensativo de lo que había oído decir que ahora no se usaban caballeros
andantes, y que todos los libros de caballerías eran necedades y mentiras”, se planteará por
primera vez abandonar a su amo ante la posibilidad cierta del fracaso "... propuso en su
corazón de esperar en lo que paraba aquel viaje de su amo, y que si no salía con la
felicidad que él pensaba, determinaba de dejalle y volverse con su mujer y sus hijos a su
acostumbrado trabajo".
Hasta el final del Quijote de 1605, Sancho se mantiene en esta doble postura que lo lleva
a dudar de su amo y a la vez alentarlo en sus aventuras constantemente. En esta situación
lo hallamos en el último capítulo. Después de que Don Quijote ha sido atrapado por el
cura y el barbero y mientras es conducido a la aldea, los personajes se cruzan con una
procesión de disciplinantes, que Don Quijote confunde con unos maleantes que han
secuestrado a alguna dama. Ante esta suposición, decide atacarlos y es entonces cuando
vemos nuevamente a Sancho desconocer los términos del pacto que ha establecido y
anclarse en la “realidad” del mundo histórico en el que le ha tocado vivir: “- ¿Adónde va,
señor Don Quijote? ¿Qué demonios lleva en el pecho que lo incitan a ir en contra de
nuestra fe católica? Advierta, mal haya yo, que aquella es procesión de disciplinantes, y
que aquella señora que llevan sobre la peana es la imagen benditísima de la Virgen sin
mancilla; mire, señor, lo que hace; que por esta vez se puede decir que no es lo que sabe.”
Esta advertencia de Sancho incluye, además del quiebre del pacto con el cronotopo
7
propuesto por el amo, un aspecto que se ha mencionado superficialmente en el presente
análisis: la dimensión ideológica. La confusión de Quijote no es menor, lo conduce a
atacar la fe que profesa el pueblo, que debe profesar Don Quijote también, “nuestra fe
católica”, y el pacto no puede cruzar ese límite. Pero además, Sancho está poniendo en
duda aquello que lo hacía sentir inferior, el conocimiento que sostiene la ideología del
protagonista. Así lo expresa a través de la ambigüedad de la última frase que se ha
transcripto. ¿Sancho dice “no es lo que sabe” porque las cosas no son lo que parecen o
porque es precisamente el saber de Don Quijote el que lo conduce al desatino?
Pero a pesar de estos momentos de lucidez, Sancho culmina el recorrido sin haber roto el
pacto establecido al comienzo. Por esta razón, cuando al llegar a la aldea se encuentra con
su esposa, recuerda que sigue en pie la promesa que su amo le ha hecho al comienzo de
las aventuras: “-...siendo Dios servido de que otra vez salgamos en viaje a buscar
aventuras, vos me veréis presto conde o gobernador de una ínsula, y no de las de por ahí,
sino la mejor que pueda hallarse.” Además, el pacto sigue en pie en relación con el tiempo
de aventuras del cronotopo de la novela de caballerías, pues considera lo inesperado como
algo habitual en su mundo: “...no hay cosa más gustosa en el mundo que ser un hombre
honrado escudero de un caballero andante buscador de aventuras. (...)Sélo yo de
experiencia, porque de algunas he salido manteado, y de otras molido; pero, con todo eso,
es linda cosa esperar los sucesos atravesando montes, escudriñando selvas, pisando
peñas...”. (I, 52).
En la segunda parte de Don Quijote observamos a Sancho en la misma postura que en la
primera. El pacto se conserva aún a partir de la aceptación de la posibilidad del tiempo de
aventuras y la promesa del gobierno. En el quinto capítulo de esta segunda parte Sancho
dice a su mujer: “...no vamos a bodas, sino a rodear el mundo, y a tener dares y tomares
con gigantes, con endriagos y con vestiglos, y a oír silbos, rugidos, bramidos y baladros;
Y aún todo esto fuera flores de cantueso si no tuviéramos que entender con yangüeses y
con moros encantados”. Y luego, agrega: “...si no pensase antes de mucho tiempo verme
gobernador de una ínsula, aquí me caería muerto.” Sin embargo, el pacto comenzará a
resquebrajarse muy pronto.
8
3.
El pacto se quiebra
Podemos establecer que el punto que marca el primer quiebre importante en la adhesión
de Sancho a su amo se encuentra en el capítulo 10 de la Segunda Parte, en el episodio de
la “Dulcinea encantada”. Cuando el escudero insiste para que Don Quijote crea que las
labradoras que se aproximan por el camino son Dulcinea y sus doncellas, es porque ha
podido tomar distancia con respecto a la ideología de Don Quijote. Sancho se “apropia”
de los saberes del amo para manipularlos y hacerlos funcionar en su beneficio, “crea” el
tiempo de los hechizos y las maravillas, engaña y no es engañado, hace creer al otro y no
cree. Además, Sancho se ríe de su amo, situación que jamás se había planteado hasta el
momento en la novela, aunque Sancho se hubiera dado cuenta en más de una oportunidad
de la falta de juicio de Quijote: “Harto tenía que hacer el socarrón de Sancho en disimular
la risa, oyendo las sandeces de su amo, tan delicadamente engañado”(II, 10). Asimismo, el
escudero demuestra que es capaz de manejar hábilmente la jerga de los caballeros
andantes y construye un discurso según sus reglas: “- Reina y princesa y duquesa de la
hermosura, vuestra altivez y grandeza sea servida de recebir en su gracia y buen talante al
cautivo caballero vuestro, que allí está hecho piedra mármol, todo turbado y sin pulsos de
verse ante vuestra magnífica presencia(...)”. De este modo, vemos cómo Sancho se ha
ubicado fuera del cronotopo, porque ha descubierto la ficción del mundo en que se mueve
Don Quijote y ha podido dominarla.
A partir del episodio mencionado, Sancho no volverá a pactar en forma absoluta, ni
siquiera temporalmente, con el cronotopo de la novela de caballerías. El cambio del
escudero se hace evidente en el capítulo 16, cuando Sansón Carrasco se presenta ante Don
Quijote como el “Caballero de los espejos” con el propósito de vencerlo y hacerlo regresar
a su aldea, pero es derrotado. Sancho descubre que el caballero desafiante y su escudero
son simplemente el bachiller y su vecino Tomé Cecial y se lo hace saber a Don Quijote,
quien insiste en que todo es producto de encantamientos. Esta vez, Sancho ya no creerá las
explicaciones del amo, porque ha comenzado a comprender que el mundo de Don Quijote
no tiene validez universal; hay otros que se ubican fuera de ese mundo y pueden
manipularlo tal como él lo hizo: “Y como él sabía que la transformación de Dulcinea
9
había sido traza y embeleco suyo, no le satisfacían las quimeras de su amo; pero no le
quiso replicar, por no decir alguna palabra que descubriese su embuste” (II, 16).
Sancho ha puesto a prueba el cronotopo de la novela de caballerías y este no ha resistido,
por lo tanto, ya no existen las bases para seguir adelante con el viaje en el que está
embarcado Don Quijote. El escudero expresará nuevamente su deseo de abandonarlo todo:
“...harto mejor haría yo, vuelvo a decir, en volverme a mi casa, y a mi mujer, y a mis
hijos, y sustentarla y criarlos con lo que Dios fue servido de darme, y no andarme tras
vuestra merced...”(II, 28). Si Sancho prefiere conformarse con lo que Dios le ha dado es
porque ya no tiene fundamentos para creer en las promesas de su amo de ganar un
gobierno y dinero; todos los elementos que constituían el pacto establecido al comienzo de
la segunda salida de Don Quijote se han caído y este ha dejado de ser visto como un amo
legítimo a partir del descubrimiento de que los saberes sobre los cuales construye su
mundo carecen de validez.
Sancho se halla anclado en el mundo “histórico” o “real” cuando amo y escudero se ven
de repente incluidos en el cronotopo de la novela de caballerías, gracias al “universo” que
los Duques crearon para ellos. Este universo concuerda perfectamente con las expectativas
de Quijote y las ideas que Sancho ha recibido de su amo porque los Duques ya han leído
la primera parte de Don Quijote de la Mancha. Sancho fue dominado al comienzo de la
novela por un saber que Quijote poseía y él desconocía. Ahora, ambos caen en la trampa
tendida por quienes saben todo acerca de ellos: una vez más el saber es fuente de poder.
Frente a la evidencia del mundo que se presenta ante sus ojos, Sancho restablece el pacto
con el cronotopo y vuelve a creer en la promesa: “Yo me he arrimado a buen señor, y ha
muchos meses que ando en su compañía, y he de ser otro como él, Dios queriendo; y viva
él y viva yo: que ni a él le faltarán imperios que mandar, ni a mí ínsulas que gobernar”(II,
32), dice en el castillo. Sin embargo, esta vez el pacto se establece con características
diferentes. Sancho da crédito a lo que ve, a lo que le presentan los Duques, pero no vuelve
a juzgar a Don Quijote con la mirada ingenua de la primera parte. Por esta razón, confiesa
a la Duquesa que tiene a “Don Quijote por loco rematado” y que ahora él está en una
posición de dominio: “me atrevo a hacerle creer lo que no lleva pies ni cabeza”(II, 33).
Asimismo, manifiesta que ya no sigue a Don Quijote porque adhiera a su ideología y se
mueva en su mundo sino porque luego de tanto tiempo junto a él le ha tomado cariño:
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“... días ha que había de haber dejado a mi amo. Pero esta fue mi suerte y esta mi
malandanza; no puedo más, seguirle tengo: somos de un mismo lugar, he comido su pan,
quiérole bien, es agradecido y, sobre todo, yo soy fiel...”(II, 33).
Dentro del marco de este nuevo pacto de Sancho con el cronotopo de la novela de
caballerías, consideramos importante analizar dos episodios que muestran claramente
hasta qué punto el escudero ha modificado su visión. Ellos son la aventura de Clavileño y
el gobierno en la ínsula Barataria.
En el primero, la “condesa” Trifaldi pide a Don Quijote que vaya a la isla de Candaya a
desencantar a la infanta Antonomasia y a don Clavijo. Para realizar esta hazaña es
necesario montar un caballo de madera, Clavileño, que volará hasta el lugar indicado. En
el capítulo 41, Don Quijote y Sancho suben al caballo con los ojos vendados y emprenden
el “viaje”. Todos los trucos que los Duques aplican para hacerles creer que han levantado
vuelo surten efecto inmediato en el amo, pero siempre presentan un margen de duda para
el escudero. Al escuchar gritos de asombro de los presentes por la altura que alcanza el
caballo Sancho se pregunta “¿Cómo dicen estos que vamos tan altos, si alcanzan acá sus
voces, y no parecen sino que están aquí hablando, junto a nosotros?”. Cuando comienza a
soplar un fuerte viento Sancho sostiene que “parece que con mil fuelles me están
soplando”, lo cual era así en realidad. Las explicaciones que Don Quijote le da durante el
“vuelo” acerca de estas circunstancias no lo satisfacen pues este punto de la novela,
Sancho cree sólo lo que ve, ya no lo que le dicen, y confía más en su parecer que en las
aseveraciones de otros (sobre todo si, como en este caso, el que quiere convencerlo de que
suceden hechos maravillosos es su amo). A tal punto desconfía, que quiere ver realmente
dónde se encuentra: “...estoy por descubrirme y ver en qué parte estamos”.
Pero lo más relevante sucede cuando el viaje culmina y Sancho explica lo que ha
experimentado. Asegura que se destapó los ojos durante el viaje y cuenta lo que vio e hizo
recurriendo a una explicación que hace concordar la experiencia con la subjetividad del
espacio (“alteración de las relaciones y perspectivas espaciales elementales”)
característica de la novela de caballerías: “...por allí miré hacia la tierra, y parecióme que
toda ella no era mayor que un grano de mostaza, y los hombres que andaban sobre ella,
poco mayores que avellanas; porque se vea cuán altos debíamos de ir entonces”. Cuando
la Duquesa pone en duda que sea verdad lo que cuenta, Sancho sostiene que todo fue obra
11
del hechizo: “...será bien que vuestra señoría entienda que, pues volábamos por
encantamento, por encantamento podía yo ver toda la tierra y todos los hombres por
doquiera que los mirara; y si esto no se me cree, tampoco me creerá vuestra merced cómo,
descubriéndome junto a las cejas, me vi tan junto al cielo, que no había de mí a él palmo y
medio(...)”. Asimismo, recurrirá al juego subjetivo con el tiempo: “Y sucedió que íbamos
por parte donde están las siete cabrillas(...). Sin decir nada a nadie, ni a mi señor tampoco,
bonita y pasitamente me apeé de Clavileño, y me entretuve con las cabrillas, que son
como unos alhelíes y como unas flores, casi tres cuartos de hora...”. Evidentemente,
Sancho ya se ha apropiado de todos los elementos del cronotopo y no puede leerse esta
fabulación como una señal de que se ha quijotizado. Por el contrario, toma los elementos
de la caballería para manipularlos a su antojo. Participa de la farsa que han organizado los
Duques pero no como una víctima sino en forma activa; conoce las reglas del juego y las
pone en práctica.
En estas condiciones se hace cargo Sancho del gobierno de la ínsula Barataria. En este
episodio no deberá adaptarse a los códigos que imponen otros (Don Quijote o los
Duques), sino que puede hacer valer sus propios códigos, adquiridos en el mundo “real”.
Esto es posible debido a que se halla solo y su comportamiento ya no pone en evidencia
por contraste la locura de su amo. Además, el inicio de sus actividades como gobernador
lo obliga a poner en práctica sus propios saberes, que corresponden a la sabiduría popular.
Aunque los Duques han preparado un universo relacionado con la caballería, los tres
problemas iniciales que se le exponen al nuevo gobernador no tienen características
maravillosas. En la cuestión del sastre y las cinco caperuzas, del préstamo de los diez
escudos y del pleito entre la mujer y el ganadero, ya no entran en juego ni la casualidad, ni
lo maravilloso, ni las aventuras. Lo mismo sucede con los asuntos que debe resolver al
salir de ronda por el pueblo durante la noche. Por lo tanto, Sancho no necesita recurrir a
los saberes aprendidos de su amo sino que puede poner a prueba los suyos propios. La
experiencia es tan exitosa que recibe el juicio aprobatorio de todos los que son testigos de
estos hechos, quienes habían esperado un personaje del cual burlarse: “- Dice tanto vuestra
merced, señor gobernador- dijo el mayordomo -, que estoy admirado de ver que un
hombre tan sin letras como vuesa merced, que, a lo que creo, no tiene ninguna, diga tales
y tantas cosas llenas de sentencias y de avisos, tan fuera de todo aquello que del ingenio
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de vuesa merced esperaban los que nos enviaron y los que aquí venimos. Cada día se veen
cosas nuevas en el mundo: las burlas se vuelven en veras y los burladores se hallan
burlados”(II, 49). La posibilidad de la burla queda anulada – e invertida – porque los
Duques habían preparado la farsa sobre la base del Sancho que ellos conocían, es decir, el
de la Primera Parte; pero en estos momentos el personaje está perdiendo la ambigüedad y
la mirada sobre el mundo filtrada por la ideología de la caballería.
El tiempo y espacio caballerescos se pondrán en juego solo al final del gobierno de
Sancho en la ínsula. El último episodio que tiene lugar allí presenta las características de
la aventura: los enemigos de la “isla” la invaden y desean apoderarse de ella. Según el
modo de actuar de Sancho hasta el momento, que ha demostrado su manejo de los códigos
de la caballería, podríamos esperar una respuesta acorde con la situación que se le
presenta. Sin embargo, el personaje dará un paso más. Durante todo su gobierno ha tenido
la oportunidad de poner a prueba con éxito sus propios saberes y con ellos enfrentará el
mundo, más allá de las características con que este se presente. Por esta razón, no desea
salir a luchar contra los enemigos de su territorio y no acepta la gloria cuando ellos son
vencidos. Contrariamente, busca salir de la situación en que se encuentra pero no para
volver con Don Quijote, que es el símbolo de lo que quiere abandonar, sino para retomar
su vida anterior, aquella que constantemente se desarrollaba en el mundo “real”: “- Abrid
camino, señores míos, y dejadme volver a mi antigua libertad; dejadme que vaya a buscar
la vida pasada, para que me resucite de esta muerte presente. Yo no nací para ser
gobernador, ni para defender ínsulas ni ciudades de los enemigos que quisieren
acometerlas. Mejor se me entiende a mí de arar y cavar, podar y ensarmentar las viñas,
que de dar leyes ni de defender provincias ni reinos. Bien se está San Pedro en Roma:
quiero decir, que bien se está cada uno usando el oficio para el que fue nacido...”(II, 53).
Sancho ha roto definitivamente el pacto con el cronotopo de la caballería y ya no volverá a
retomarlo, ni siquiera cuando se encuentre con su amo nuevamente. Esta ruptura absoluta
con los códigos de la caballería hace desaparecer el rasgo humorístico que caracterizaba a
Sancho, pues el personaje ya no presenta dos caras opuesta en convivencia; una de ellas ha
sido anulada.
Incluso Don Quijote reconoce las virtudes del escudero momentos antes de su derrota
frente a Sansón Carrasco, caracterizado como el “Caballero de la Blanca Luna”. Este
13
hecho constituye una muestra de que Sancho ha cambiado también ante los ojos de su
amo, quien ya no se refiere a él como ignorante y tonto, ni desprestigia sus opiniones
como lo había hecho sobre todo en la primera parte de la novela. Así, nos informa el
narrador que Quijote obedecía a Sancho “pareciéndole que las razones de Sancho más
eran de filósofo que de mentecato”(II, 59). Vemos cómo la revalorización que el escudero
ha hecho de sus propios saberes tiene como correlato la anulación de su lugar de
subordinación y el reconocimiento del amo.
La descripción de la reacción de Sancho frente a la derrota del protagonista parece
mostrar que el pacto se ha retomado: “Sancho, todo triste, todo apesarado, no sabía qué
decirse ni qué hacerse: parecíale que todo aquel suceso pasaba en sueños y que toda
aquella máquina era cosa de encantamento. Veía a su señor rendido y obligado a no tomar
armas en un año; imaginaba la luz de la gloria de sus hazañas escurecida, las esperanzas
de sus nuevas promesas deshechas, como se deshace el humo con el viento”(II, 64). Esta
descripción está poblada de palabras que nos remiten nuevamente al cronotopo
caballeresco (“sueños”, “encantamento”, “gloria”, “hazaña”). ¿Sancho se ha dejado
seducir nuevamente por la propuesta de Don Quijote? ¿Ha vuelto a creer que se mueve en
un mundo de hechizos y aventuras? Inmediatamente el discurso da respuestas. La
descripción continúa del siguiente modo: “Temía si quedaría o no contrecho Rocinante, o
deslocado su amo; que no fuera poca ventura si deslocado quedara.” Sancho siente tristeza
al ver a su amo derrotado y maltrecho, pero además presiente que será “deslocado”, es
decir, sigue consciente de la locura de Quijote y así como ha comprendido que su propia
esencia es la vida “real” y de trabajo en el campo, sabe que la esencia de la vida de
Quijote es esa locura que lo lleva a verse rodeado de aventuras y le permite gozar con
pequeños y hasta inexistentes triunfos (como la aventura de los leones de los primeros
capítulos de la segunda parte). La última frase del fragmento presenta una característica
ambigua en lo que respecta al sujeto de enunciación. Debido a la ausencia de un verbo
introductorio delante del “que”, no podemos saber si la evaluación realizada es enunciada
por Sancho o por el narrador. En cualquier caso, es relevante que se considere no “poca
ventura” que Quijote vuelva a moverse según los parámetros del mundo “histórico”, a los
que Sancho adhiere.
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En el final de la novela, sucede lo que el escudero ha temido en este episodio. Don
Quijote “deslocado” no tiene razón de ser en el mundo, ha perdido su esencia y está
condenado a morir. Sancho Panza comprende la situación y busca convencerlo de que
puede volver a salir en busca de aventuras, pero sin resultado La muerte de Don Quijote
es el corolario de la ruptura del pacto por parte de Sancho. En la ínsula Barataria, Sancho
pide resucitar de “esta muerte presente” que para él implica el mundo de la caballería. En
consecuencia, para que él viva, el último lazo que lo une al cronotopo caballeresco debe
desaparecer. Al mismo tiempo, Quijote no tiene quien lo siga ni quien le sirva de nexo
con el mundo real para sobrevivir; en soledad ha sufrido las burlas más grandes a lo largo
de la novela: la ordenación como caballero por escarnio y los episodios del castillo de los
Duques. Sancho ha sido siempre la “bisagra” entre el cronotopo de la novela de
caballerías y el mundo “real”, pero a partir del capítulo décimo de la Segunda Parte se ha
ido alejando del primero y su ubicación definitiva en el segundo señala el fin de las
aventuras del amo.
15
4.
Conclusiones
El análisis que precede pone de manifiesto que Sancho se convierte en un personaje
conflictivo cuando establece su contrato con Don Quijote. Si el escudero puede constituirse
en nexo entre el protagonista y la “realidad”, es porque incorpora una nueva visión de
mundo, basada en el cronotopo de la novela de caballerías, que no concuerda con su
esencia de hombre de pueblo pero tampoco la anula. En tales condiciones sale a recorrer la
España del siglo XVII. En este recorrido, tiene la oportunidad de descubrir la validez que
poseen para el mundo “real” las ideologías que conviven en él y qué relación se establece
entre ellas y las de otros personajes.
Esta característica nos presenta a Sancho como un personaje singular, diferente de todos
los demás que circulan en la novela. En el universo de la obra, cada ser se identifica con un
solo saber, que no cuestiona: Don Quijote se guía sólo por las ideas que ha extraído de sus
lecturas y rechaza cualquier otra explicación del mundo; el cura, el barbero, Sansón
Carrasco, los Duques y toda la serie de personajes que atraviesan la obra se ubican por
fuera del cronotopo de la novela de caballerías y adhieren a la ideología de la Iglesia, de la
Universidad, de la aristocracia o del pueblo, en forma absoluta. Sólo el escudero aparece
atravesado simultáneamente por dos visiones de mundo y, además, poniéndolas a prueba.
Por lo tanto, es posible afirmar que Sancho Panza es el único personaje de la novela cuya
esencia se define en términos dialógicos. A la vez que toma en cuenta las voces ajenas
(como la del cura o la del ventero cuando opinan acerca de los libros), en su interior se
desarrolla la lucha entre los lenguajes que caracterizan sus dos ideologías: el discurso
heroico de los caballeros y el discurso cargado de sentido común del pueblo. (Cabe aclarar
que si bien Don Quijote también presenta “dos caras”, da opiniones sensatas a la vez que
comete atrocidades, “ es santo y loco en una persona” 8, estos dos aspectos conviven sin
conflictuarse, no se rechazan mutuamente.)
El escudero se apropia del código que Don Quijote le entrega como un saber consolidado,
cristalizado y prestigioso. Aunque ese saber sea considerado decadente por todos los
personajes, Sancho lo valora, se subordina a él y ve a su portador en un lugar de poder.
8
Idem nota 3.
16
Pero luego, cuando lo hace funcionar, comprueba su agotamiento. En esa instancia,
revaloriza sus propios códigos “realistas” y comienza a considerar que son los únicos
válidos. En consecuencia, vemos que dentro del personaje se hacen acto los mecanismos de
la parodia del saber ajeno, pues Sancho parte de su imitación (tanto por medio de la palabra
como por medio de las acciones), se instala luego en la risa y la burla, y culmina en su
destrucción.
El final de la novela nos devuelve un Sancho monológico. Ha anulado la lucha interna de
que fue escenario y sobrevive junto a los otros personajes que no problematizan el mundo,
mientras Don Quijote, causa de su conflicto, muere.
Evidentemente, Sancho comprende en forma definitiva que no se mueve en el tiempo y el
espacio de la novela de caballerías. Sin embargo, es posible afirmar que construye un nuevo
cronotopo caracterizado también por la puesta a prueba y la “aventura”: se ponen a prueba
los discursos y sus valoraciones, los procedimientos y las ideologías; se plantea una lucha
entre fuerzas antagónicas. En conclusión, se hace evidente que están dadas las condiciones
para que múltiples voces comiencen a polemizar entre sí.
17
Bibliografía
I.
*
II.
Analizada:
Cervantes, Miguel de: Don Quijote de la Mancha, Barcelona, RBA, 1994.
Retomada:
*
Auerbach, Eric: “La dulcinea encantada”, en: Mímesis.
*
Bajtín, Mijail: “Formas del tiempo y del cronotopo en la novela”, en: Problemas
literarios y estéticos, La Habana, Arte y Literatura, 1986.
“La novela de educación y su importancia en la historia del realismo”,
en: Estética de la creación verbal, México, Siglo XXI, 1999.
*
Hauser, Arnold: “La segunda derrota de la caballería”, en: Historia Social de la
Literatura y del Arte, Barcelona, Labor, 1994.
*
Pauls, Alan: “Tres aproximaciones al concepto de parodia”, en: AA. VV., Lecturas
críticas, Año 1, nº 1, 1980.
18
ÍNDICE
1.
Propuesta de trabajo
1
2.
Sancho establece un pacto
2
3.
El pacto se quiebra
7
4.
Conclusiones
12
Bibliografía
14
Índice
15
19