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FARMACOCINÉTICA Y FARMACODINAMIA DEL DIÓXIDO DE CLORO
Pharmacokinetics and pharmacodynamics of chlorine dioxide
Alberto Rubio-Casillas
Laboratorio Clínico, Hospital Regional de Autlán, Secretaría de Salud Jalisco, México.
*Autor para correspondencia:
[email protected]
Pablo Campra-Madrid
Grupo de Investigación en Modelado Digestivo AGR152, Universidad de Almería, España.
Resumen
El dióxido de cloro (ClO2) se usa ampliamente como desinfectante de agua potable en muchos países. Por su
capacidad antibiótica y antiviral, ha despertado interés como potencial agente terapéutico con respecto a la
enfermedad de COVID-19, SIDA e Influenza. Como resultado de este debate en entornos científicos y
gubernamentales, se consideró muy oportuno proporcionar una evaluación actualizada de la farmacocinética y
farmacodinamia del ClO2. Los principales hallazgos indican que, debido a su alta reactividad química, el ClO2 se
reduce rápidamente en las secreciones orales y gástricas, produciendo el ión clorito (ClO2⁻) que se convierte en el
agente activo responsable de sus acciones sistémicas. El ClO2 también mostró potencial para actuar como oxidante o
antioxidante dependiendo de la concentración. De particular interés terapéutico son los hallazgos de que, a bajas
concentraciones, el ClO2⁻ puede proteger a los eritrocitos del estrés oxidante al mismo tiempo que inhibe la
producción excesiva de ácido hipocloroso (HClO) mediada por la mieloperoxidasa (MPO), revirtiendo así las
respuestas inflamatorias y la activación de macrófagos. Finalmente la taurina-cloramina representa el producto
funcional más relevante formado bajo la influencia del ClO2⁻ , dicha molécula activa el factor nuclear eritroide 2
(Nrf2), (este factor de transcripción regula la expresión inducible de numerosos genes para las enzimas
desintoxicantes y antioxidantes), aumenta la expresión de la hemo-oxigenasa (HO-1) , protege a las células de la
muerte causada por el peróxido de hidrógeno (H2O2), mejora la expresión y las actividades de las enzimas
antioxidantes, como la superóxido dismutasa, catalasa y glutatión peroxidasa, y contribuye a la resolución del
proceso inflamatorio.
Palabras clave: dióxido de cloro, clorito, hormesis, taurina-cloramina, mieloperoxidasa.
Abstract
Chlorine dioxide (ClO2) is widely used as a drinking water disinfectant in many countries. Due to its antibiotic and
antiviral capacity, it has aroused interest as a potential therapeutic agent with respect to the COVID-19 disease, AIDS
and Influenza. As a result of this debate in scientific and governmental settings, it was deemed highly timely to
provide an up-to-date assessment of the pharmacokinetics and pharmacodynamics of ClO2. The main findings
indicate that, due to its high chemical reactivity, ClO2 is rapidly reduced in oral and gastric secretions, producing
chlorite (ClO2⁻), which becomes the active agent responsible for its systemic actions. ClO2 also showed potential to
act as an oxidant or antioxidant depending on the concentration. Of particular therapeutic interest are the findings
that, at low concentrations, ClO2⁻ can protect erythrocytes from oxidative stress while inhibiting excessive
production of hypochlorous acid (HClO) mediated by myeloperoxidase (MPO), thus reversing the inflammatory
responses and macrophage activation. Finally, taurine-chloramine represents the most relevant functional product
formed under the influence of ClO2⁻, said molecule activates the erythroid nuclear factor 2 (Nrf2), (this transcription
factor regulates the inducible expression of numerous genes for detoxifying and antioxidant enzymes) , increases the
expression of heme-oxygenase (HO-1), protects cells from death caused by hydrogen peroxide (H2O2), improves the
expression and activities of antioxidant enzymes, such as superoxide dismutase, catalase and glutathione
peroxidase, and contributes to the resolution of the inflammatory process.
Key words: chlorine dioxide, chlorite, hormesis, taurine-chloramine, myeloperoxidase.
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Introducción
El ClO2 es un gas de color amarillo que se puede descomponer
rápidamente en el aire. Debido a que el ClO2 es muy reactivo,
puede inactivar virus, bacterias y otros microorganismos en el
agua. Aproximadamente el 5% de las grandes instalaciones de
tratamiento de agua (que atienden a más de 100.000
personas) en los Estados Unidos utilizan el ClO2 para tratar el
agua potable. Se estima que 12 millones de personas pueden
estar expuestas de esta manera al ClO2 y al ClO2⁻. En las
comunidades que usan ClO2 para tratar el agua potable, el
ClO2 y su subproducto, el ion ClO2⁻, pueden estar presentes
en niveles bajos en el agua del grifo (US-ASTDR (2004). La EPA
(Agencia de Protección Ambiental) ha establecido la
concentración máxima en el agua potable a 0,8 miligramos
por litro (mg / L) para el ClO2 y 1,0 mg / L para el ion ClO2⁻.
La FDA (Food and Drug Administration) de los Estados
Unidos de América y la COFEPRIS (Comisión Federal para la
Protección contra Riesgos Sanitarios) en México afirman que
el consumo del ClO2 provoca insuficiencia renal y hepática,
además destruye los glóbulos rojos. En el paradigma de la
administración de fármacos, determinar la dosis correcta de
un fármaco suele ser un desafío. Anteriormente, se ha
observado que varios fármacos demuestran efectos
contradictorios per se, a concentraciones altas y bajas. Esta
dualidad en el efecto de un fármaco a diferentes
concentraciones se conoce como hormesis (Bhakta-Guha y
Efferth, 2015). Durante varias décadas se creyó que la
dosificación del fármaco sigue un patrón lineal, generando un
enorme desconocimiento acerca de las respuestas en la zona
de concentraciones bajas (Calabrese y Baldwin, 2001). No
obstante, en los últimos años, varios estudios han mostrado
una respuesta inversa a distintas concentraciones de un
fármaco en el mismo individuo, descartando así por completo
los modelos de linearidad y respuesta umbral de
determinación de concentración (Calabrese et al., 2010). Esta
reacción, conocida como “respuesta bifásica a la
concentración”, ha mostrado importancia para establecer la
administración de un fármaco (Calabrese, 2001; Huang y
Zheng, 2006; Day y Suzuki, 2006; Calabrese, 2014).
Está bien documentado que el estrés ambiental leve como
resultado de dosis bajas de estímulos estresantes a menudo
incita a la respuesta adaptativa al estrés en los individuos para
mantener la homeostasis (Kuoda e Iki, 2010; Martins et al.,
2011). También cumple con el hecho de que, si bien dosis más
altas de una sustancia tóxica pueden ser claramente dañinas,
pequeñas dosis de la misma pueden promover la salud,
gobernada por el crecimiento y el desarrollo (Calabrese, 2001;
Schumacher, 2009). Los efectores externos (estímulos), como
los factores estresantes o agresores que inducen estrés en
concentraciones más altas, a menudo se denominan
hormetinas (Menendez et al., 2013; Mattson, 2008). En esta
coyuntura, resulta imperativo establecer que el término
"estrés" en sí mismo puede tener múltiples implicaciones. En
el contexto de esta revisión, nos referimos parámetro,
extrínseco o intrínseco, que puede inducir una desviación de
los procesos fisiológicos normales del cuerpo (Bhakta-Guha y
Efferth, 2015). La exposición al estrés a menudo provoca vías
destinadas a combatir el mismo, que se conocen como
respuestas al estrés (Dattilo et al., 2015). Varias de estas
respuestas a menudo requieren la estimulación de vías de
supervivencia (Rattan, 2006). Las hormetinas pueden ser de
origen biológico, físico o químico (Kouda e Iki, 2010;
Richardson, 2009). La generación de la respuesta adaptativa
a exposiciones leves continuas a tales factores estresantes es
un rasgo conservado evolutivamente, que a la larga protege
a un individuo contra futuros ataques de alta concentración y
estrés (Martins et al., 2011). A este respecto, una revisión
exhaustiva (Calabrese y Baldwin, 2003) recopiló una serie de
relaciones dosis-respuesta horméticas inducidas por agentes
inorgánicos, incluidos agentes tóxicos de gran interés
ambiental y de salud pública (por ejemplo, arsénico, cadmio,
plomo, mercurio, selenio y zinc).
Por ello, en este artículo revisaremos el estado del
conocimiento experimental sobre toxicidad, acción viricida /
antiviral, farmacocinética y farmacodinamia del ClO2/ ClO2⁻
con el objetivo de buscar mecanismos horméticos que
puedan inducir respuestas adaptativas al estrés que
expliquen sus supuestas propiedades terapéuticas.
2. Toxicidad
El perfil toxicológico del ClO2, y de su primer producto
reductor, el anión clorito (ClO2⁻), ha sido ampliamente
estudiado en ensayos con animales y revisado en sucesivos
informes técnicos de la administración estadounidense (USEPA, 2000; US-ASTDR, 2004). En estos estudios, se han
informado reacciones tóxicas por encima de diferentes
niveles de exposición, después de las vías oral y de
inhalación. Las reacciones adversas consistieron en irritación
de la vía oral y digestiva, anemia y metahemoglobinemia,
función tiroidea alterada, neurotoxicidad con retraso en el
desarrollo cerebral en cachorros. Después de una revisión
exhaustiva de los estudios en animales, la US-ASTDR (2004)
concluyó que la dosis máxima probada entre todos los
estudios revisados en los que no se han observado efectos
adversos (nivel NOAEL) debe fijarse en 3 mg (ClO2 / ClO2⁻) /
Kg/día. Se concluyó que el nivel más bajo de efectos adversos
observado en esta revisión fue de 5,7 mg / kg / día. Estos
niveles se obtuvieron después de un estudio final en animales
ordenado por la EPA de EE. UU. (Gill et al, 2000) en el que se
caracterizó la toxicidad en un estudio de 2 generaciones para
examinar los puntos finales reproductivos, del desarrollo,
neurológicos y hematológicos en ratas expuestas al clorito de
sodio (NaCIO2) en el agua potable, incluidos los grupos
sensibles.
Aunque hasta la fecha se han informado pocos reportes
clínicos de toxicidad en humanos, los estudios en animales
has mostrado efectos del ClO2 y el ClO2⁻ que son similares a
los observados en personas expuestas a cantidades muy altas
de estos químicos. En un ensayo en primates no humanos, se
estudiaron las crecientes toxicidades sub-crónicas de la
administración oral de ClO2, NaCIO2, NaCIO3 y NH2CI en
monos verdes africanos durante 30-60 días. Se registró una
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inhibición reversible del metabolismo de la tiroides a dosis
sub-crónicas de 9 mg/kg/día de ClO2, correspondientes a 100
mg / L en el agua potable, pero no se observaron efectos a 3
mg /kg/día (Bercz et al., 1982). La ingestión de ClO2⁻ en
primates a dosis elevadas provocó una disminución del
recuento de eritrocitos, así como un aumento de las
transaminasas. Curiosamente, la mayoría de las dosis de ClO2
indujeron un estrés oxidativo auto-compensante en la
hematopoyesis, ya que ocurrió un fenómeno de rebote en la
síntesis de hemoglobina y glóbulos rojos, lo que sugiere un
efecto hormético que se discutirá más adelante. Además, no
se detectó inhibición de la tiroides después del uso de ClO2⁻
en concentraciones de hasta 60 mg / kg / día (Bercz et al.,
1982). El efecto tiroideo selectivo de ClO2 fue paradójico ya
que el ClO2 se redujo rápidamente por las secreciones orales y
gástricas a especies no oxidantes, presumiblemente cloruro
(Cl⁻).
En uno de los primeros estudios en humanos ordenados por
la US-EPA (Lubbers et al., 1982), se evaluó la tolerancia aguda
a una dosis en aumento a partir de la administración oral de
diferentes desinfectantes de agua clorada. No se detectó
toxicidad sistémica por debajo de la dosis máxima de 24 mg /
L de ClO2 y de 2,4 mg / L de ClO2⁻, ingerida en dos tomas
diarias con 4 horas de separación. En otro experimento de
toxicidad sub-crónica, la ingestión oral diaria de ClO2 a una
concentración de 5 mg / L durante 12 semanas consecutivas
no produjo efectos adversos clínicos indeseables obvios. La
ausencia de toxicidad del ClO2⁻ en humanos por debajo de
este nivel de NOAEL establecido por la US-ASTDR se ha
informado en ensayos clínicos controlados recientes. En un
estudio de fase I, controlado con placebo, de seguridad y
tolerabilidad en pacientes con Esclerosis Lateral Amiotrófica
(ELA), Miller et al., (2014) probaron dosis únicas ascendentes
de 0,2, 0,8, 1,6 y 3,2 mg / kg de NaCIO2 endovenoso. Después
del tratamiento, los pacientes fueron monitoreados para una
variedad de variables de seguridad y estado clínico durante y
durante 8 h después de las infusiones, uno, cuatro y siete días
después de la dosificación. Todas las dosis fueron
generalmente seguras y bien toleradas y no hubo eventos
adversos graves relacionados con el tratamiento. En un
estudio adicional de fase II en pacientes con ELA, no se
observaron efectos adversos cuando se administraron 2 mg/
kg/día en exposiciones sub-agudas repetidas mensualmente
(3-5 días) (Miller et al, 2015).
En niveles extremos de exposición, se han descrito eventos
adversos por intentos de suicidio al ingerir dosis masivas de
ClO2⁻ . Después de la intoxicación por una dosis única de 10 gr
de NaCIO2, aproximadamente 142 mg / kg (Lin y Lim, 1993), el
estrés oxidativo excesivo provocó irritación en el tracto
digestivo acompañada de náuseas, vómitos e insuficiencia
renal. En otro intento de suicidio de un hombre adulto que
ingirió alrededor de 100 ml de solución de NaCIO2 al 28%
(Gebhardtova et al., 2014), las pruebas de laboratorio iniciales
revelaron 40% de formación de metahemoglobina e
insuficiencia renal aguda.
La toxicidad mínima observable (LOAEL) se esperaría a
partir de los 5.7 mg kg/día, equivalente a 420 mg/día para
un humano adulto promedio. En conclusión, no hay
evidencia experimental disponible para sostener que
administrando dosis inferiores a 3 mg/kg/día exista un
riesgo de toxicidad sistémica o variaciones en los
parámetros clínicos relevantes. Esta dosis es equivalente a
210 mg de ClO2 por día para un adulto promedio de 70 kg.
3. Actividad viricida/antiviral
Se ha descrito la actividad viricida del ClO2 in vitro frente a
diferentes virus humanos y animales (Ogata y Shibata,
2008; Sanekata et al., 2010). Por ejemplo, se informó que el
ClO2 fue capaz de inactivar el virus de la influenza humana
en un 99,9% a los 15 segundos usando 1 ppm, contra el
virus del sarampión esta inactivación se logró a los 30
segundos usando 10 ppm y contra el virus del herpes se
logró a los 15 segundos segundos usando 10 ppm (Sanekata
et al., 2010). Otros investigadores demostraron que el ClO2
es capaz de destruir el virus de la Poliomielitis usando 1-2
ppm, el de la Hepatitis A con 7.5 ppm, el Rotavirus con 0.2
ppm, 10 ppm para el virus VIH-1 y 2.1 ppm para el
coronavirus que causó el SARS (citado en Miura y Shibata,
2010).
El uso potencial como profiláctico contra infecciones virales
se demostró para la influenza A por inhalación en ratones
(Ogata y Shibata, 2008). En cuanto al mecanismo de acción
viricida directa de ClO2 / ClO2⁻, se han propuesto
mecanismos basados en la oxidación de residuos de
aminoácidos clave en la envoltura proteica viral, como la
desnaturalización del virus RBD (dominio de unión al
receptor), aboliendo así su capacidad de unión al receptor
(Ogata, 2007; 2012). Según estudios realizados con marcaje
radiactivo, el ClO2⁻ tiene una vida media de 3,5 horas (AbdelRahman et al., 1982), tiempo suficiente para producir efectos
antivirales plasmáticos directos, que consistirían en la
oxidación de los aminoácidos que se encuentran en la
envoltura proteica de los virus. En particular, es importante
la oxidación de residuos de tiol (-SH) de tirosina, treonina y
triptófano. La formación de puentes disulfuro tanto en la
proteína de pico del SARS-CoV-2 como en los receptores
ACE2 de las células alveolares humanas se ha propuesto
como un activador de un cambio conformacional que
promueve la unión del virus (Hati y Bhattacharya, 2020). Al
reducir el estrés oxidativo como uno de los mecanismos
patogénicos del virus, las dosis terapéuticas de ClO2 / ClO2⁻
podrían prevenir la formación de enlaces disulfuro y la unión
con ACE2 y la proteína de espiga.
Es importante destacar que recientemente se ha
informado del primer ensayo in vivo que describe un efecto
antiviral del ClO2 contra el coronavirus aviar (ZambranoEstrada et al., en prensa). El tratamiento con ClO2 tuvo un
impacto marcado en la infección viral. Es decir, los títulos
virales fueron 2,4 veces más bajos y la mortalidad se redujo
a la mitad en los embriones infectados que fueron tratados
con ClO2. La infección provocó anomalías en el desarrollo
independientemente del tratamiento. Se observaron
lesiones típicas de las infecciones por ese virus en todos los
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embriones inoculados, pero la gravedad tendió a ser
significativamente menor en los embriones tratados con ClO2.
No se encontró evidencia macroscópica o microscópica de
toxicidad causada por el ClO2 a las dosis utilizadas en este
estudio (Zambrano-Estrada et al., en prensa). Además,
recientemente se han publicado los resultados del primer
estudio clínico que demuestra la eficacia del ClO2 para el
tratamiento de la enfermedad por COVID-19. En esta
investigación se analizó el efecto del Cl02 en la evolución
clínica de 20 pacientes con infección activa por el virus SarsCoV-2. El grupo control consistió de 20 pacientes que no
recibieron ClO2. El grupo experimental consistió en 20
pacientes que recibieron una solución oral de ClO2 a una
concentración de 30 mg/L (muy por debajo del NOAEL)
durante 21 días. Al comparar el grupo experimental con el
grupo control al séptimo día después de la manifestación de
los síntomas, se encontró una diferencia significativa en el
grupo experimental con respecto al grupo control para los
síntomas Fiebre (p: 0000), Tos (p:0.0000), Escalofríos (p:
0,0000) y Disnea (p: 0,0006). Al realizar la comparación visual
análoga del dolor en el grupo control y en el grupo
experimental, se encontró que en todos los ítems que
componen la escala disminuyó significativamente en este
grupo con respecto al grupo control (p: 0.0000; p:00017). Al
día 14, la diferencia fue mayor (p: 0,000; p: 0,0043). Al
evaluar ambos grupos (Control y Experimental) en el
laboratorio, se encontró diferencia para los valores de los
parámetros proteína C reactiva (PCR) el día 7 (p: 0,0001) y la
LDH (Lactato Deshidrogenasa) (0,0036), con puntuaciones
más altas para el grupo experimental; Dímero-D el día 7 (p:
0,0194) y el día 14 (p: 0,0029); se encontró diferencia en
todos los parámetros. Los resultados en general (p <0,05)
confirmaron la hipótesis de que el dióxido de cloro es eficaz
en el tratamiento de COVID-19 (Insignares-Carrione et al.,
2021).
El ClO2⁻ también produce efectos antivirales/viricidas. Un
estudio realizado en los años 90 tuvo como objetivo
determinar los efectos del ClO2⁻ (WF10) sobre la replicación
del VIH y sobre la infectividad de las partículas libres del VIH
(Raffanti et al., 1998) Se demostró que el complejo WF10
exhibe una actividad antiviral significativa contra el VIH. Estos
investigadores demostraron que el complejo ClO2⁻-oxígeno
modifica la glicoproteína gp120 de la envoltura externa del
virión, inhibiendo así su unión a la molécula CD4 de las células
T CD4+. La inactivación del VIH está mediada por la actividad
oxidativa del complejo ClO2⁻-oxígeno (Raffanti et al., 1998).
Este mecanismo oxidativo es similar al mediado por el ClO2
para el virus de la influenza; una oxidación de un residuo de
triptófano (W153) en la hemaglutinina (una proteína de
espiga del virus), aboliendo así su capacidad de unión al
receptor. En otras palabras, esta modificación oxidativa
induce cambios estructurales en el sitio de unión de la
hemaglutinina y perturba su interacción con el receptor de la
célula hospedera (Ogata, 2012). La proteína espiga del nuevo
coronavirus SARS CoV2 contiene 54 residuos de tirosina, 12
triptófano y 40 residuos de cisteína (Tao et al., 2020. En un
trabajo reciente, se utilizaron reconstrucciones 3D realizadas
por computadora, uso de datos a través de estudios en criomicroscopía electrónica y trabajos previos basados en
software de realidad aumentada (Insignares-Carrione et al,
2020). Dichas simulaciones permitieron determinar las
posiciones de los aminoácidos susceptibles de ser oxidados
por el ClO2 y que permite inferir su posible mecanismo de
acción sobre el virus SARS-CoV-2. Estos investigadores han
postulado que el ClO2 podría oxidar a la cisteína Cys480Cys488, que son clave para la unión entre la espiga del SARSCoV-2 con el receptor de la ACE2 (Insignares-Carrione et al.,
2020).
4. Farmacocinética
Aún existen pocos estudios en humanos que nos permitan
caracterizar la farmacocinética del ClO2, es decir, los
procesos de digestión, absorción, distribución, metabolismo
y excreción a los que está sometido a través de su paso por
el organismo (US-ASTDR, 2004). En este trabajo
presentamos una hipótesis basada tanto en las propiedades
redox de este gas y sus metabolitos, como en estudios
realizados en animales y en dos ensayos clínicos controlados
publicados en humanos (Miller et al., 2014; 2015).
Químicamente, el ClO2 es un radical libre inestable, con un
electrón desapareado que lo convierte en un oxidante
fuerte, reduciéndose rápidamente a ClO2⁻ en presencia de
especies donantes de electrones, como proteínas y
aminoácidos, es decir, los procesos de digestión, absorción,
distribución, metabolismo y excreción a los que está
sometido a través de su paso por el organismo (US-ASTDR,
2004).
4.1. Degradación en la cavidad oral/gástrica
Los datos experimentales más relevantes para caracterizar la
farmacocinética provienen de estudios en animales. En
estudios in vivo en ratones basados en el marcaje radiactivo
de ClO2, Abdel-Rahman et al (1979a; 1984), utilizando cloro
marcado radioactivamente (Cl36 ), determinaron una rápida
absorción gastrointestinal y una amplia distribución en los
tejidos, con un pico plasmático después de una hora de
ingestión. La tasa de absorción y la vida media se estimaron
en 3,77 y 0,18 horas, respectivamente (Abdel-Rahman et al.,
1982).
Bercz et al. (1982) estudiaron el procesamiento oral de
soluciones de ClO2 y ClO2⁻ en primates no humanos. Se
demostró que la saliva es un poderoso reductor de ClO2, con
solo un 5-12% del contenido inicial restante después de 1
minuto de reacción in vitro. Se sabe que la saliva contiene la
enzima peroxidasa (Klebanoff y Luebke, 1965) que aceleraría
este proceso de reducción. Además, la saliva humana
contiene una amplia gama de biomoléculas, muchas de las
cuales son reactivas con el ClO2, incluidos los aminoácidos,
los últimos incluyendo la cisteína, triptófano y metionina
(Silwood et al., 1999). Bercz et al. (1982) también estudiaron
la digestión gástrica del ClO2 "in vivo", recuperando solo el
8% de la capacidad oxidativa inicial del ClO2 ingerido
después de 5 minutos de contacto con el contenido gástrico.
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Sin embargo, no estudiaron la variación en la distribución de
la capacidad oxidante entre las posibles especies oxidantes,
ni realizaron mediciones en plasma o excreción.
4.2. Metabolismo
El Cl 36 absorbido se elimina lentamente de la sangre.
Después de 72 h, el 80% del Cl36 residual encontrado en el
plasma estaba en forma de cloruro y el 20% en forma de
ClO2⁻. Después de 72 horas, el cloro marcado con un isótopo
radiactivo se detectó principalmente en plasma, intestino y
estómago, así como en varios tejidos como pulmón y riñón
(Abdel-Rahman et al., 1979a). Un pequeño porcentaje del
cloro radiactivo inicial (0,4-0,8%) se detectó en las células
sanguíneas, en especies no identificadas en el organismo
antes de su excreción, principalmente como cloruro y ClO2⁻.
Se estimó una tasa de excreción urinaria de 72 horas del
30-35% del Cl 36 que no fue fijado por los tejidos o que
permaneció en el plasma, con un pico entre 24 y 48 horas, y
una vida media de 44 horas. El Cl36 excretado se encontró
principalmente como cloruro (Cl-) (87%), ClO2⁻ (1,3%) y en
menor grado como clorato (ClO3-). En este mismo trabajo, el
clorito de potasio se redujo mediante plasma in vitro a
cloruro en un 100%, y el ClO2 oral se redujo mediante
plasma in vivo en un 82,3% a ClO2⁻ y un 17,6% a cloruro. Del
total eliminado, 72% fue en orina y 25% en heces. En la
orina, el cloro marcado en ClO2 y ClO2⁻ se excreta
principalmente como ion cloruro, 87% y 84%
respectivamente. No se detectó la formación de
trialometanos a las dosis bajas ensayadas (máximo 1,5 mg/
kg/día. No se detectó excreción por aire. La absorción y
eliminación del ClO2 y sus metabolitos fue más rápida que
para el hipoclorito, el componente activo de la lejía común.
El ClO2⁻ también se absorbe rápidamente en el tracto
gastrointestinal. Los niveles plasmáticos máximos de cloro
radiomarcado se alcanzaron 2 horas después de la
administración de una dosis única de 100 mg / L de 36 ClO2⁻
(aproximadamente 0,13 mg /kg) a ratas Sprague-Dawley.
Utilizando datos de excreción urinaria de 72 horas, se estimó
que se había absorbido el 35% de la dosis inicial (Abdel
Rahman et al., 1984). La constante de velocidad de
absorción y la vida media fueron 0,198 / hora y 3,5 horas,
respectivamente (Abdel-Rahman et al., 1982). Debido a la
extrema reactividad del ClO2, se reduce rápidamente a ClO2⁻
en la boca y el estómago cuando reacciona con alimentos,
sustancias orgánicas, tejidos u otros materiales que pueden
servir como donantes de electrones. Aunque es poco
probable que el ClO2 permanezca en el entorno del
estómago el tiempo suficiente para ser absorbido, el ión
ClO2⁻ puede absorberse y entrar en la sangre (Harrington et
al., 1986).
Estos trabajos (Abdel-Rahman et al., 1979b, 1982; Bercz et
al., 1982) vienen a apoyar nuestra hipótesis de la reducción
del ClO2 a ClO2⁻ y de este a cloruro en la sangre como base
del mecanismo de acción, a través de interacciones redox
intermedias con proteínas plasmáticas y enzimas celulares.
Abdel-Rahman et al. (1979b) encontraron que, en solución
acuosa, el clorito de potasio se reducía parcialmente a
cloruro (21%), pero en menor medida se oxidaba a clorato
(7%), hecho a tener en cuenta a la hora de controlar la
calidad y estabilidad de las formulaciones a base de ClO2⁻
como principio activo. Por tanto, dependiendo del entorno
redox y del pH, se puede desencadenar una rápida
interconversión entre estos metabolitos en soluciones
acuosas iniciales de ClO2 puro, intensificadas tras la
digestión oral, gástrica e intestinal (Bercz et al., 1982). El
procesamiento final del ClO2 y sus metabolitos consistiría
en su excreción por vía urinaria y fecal, principalmente
como cloruro, con menores cantidades de ClO2⁻ y clorato,
como se muestra en los trabajos antes mencionados de
Abdel-Rahman et al., (1979b; 1984).
5. Farmacodinamia
Asimismo, existen pocos trabajos que describen la
farmacodinamia del ClO2 y ClO2⁻ in vivo , es decir, los
efectos bioquímicos y fisiológicos de esta molécula, sus
mecanismos de acción y la relación entre la dosificación de
la solución del fármaco y su efecto sistémico terapéutico.
Teniendo en cuenta los datos farmacocinéticos, se puede
plantear la hipótesis de que el ClO2 administrado por vía
oral se reduce rápidamente a ClO2⁻ en la cavidad oral a
través de la saliva o en el estómago a través de secreciones
ácidas (Bercz et al, 1982). En el intestino delgado, el ClO2⁻
se absorbería a través de las vellosidades que están
abundantemente
vascularizadas,
absorbiéndose
principalmente como tal anión, sin descartar cantidades
menores de cloruro generadas por reducción parcial.
Posteriormente, tanto el ClO2⁻ absorbido por exposición
oral como administrado directamente por vía intravenosa
reaccionan oxidando los donantes de electrones de la
compleja matriz orgánica de plasma y células sanguíneas,
en particular proteínas y aminoácidos.
5.1. Interacciones entre el ClO2- y las enzimas hemo de las
células
de
la
sangre
periférica
Schempp et al. (2001) informaron que el producto de la
reducción de ClO2⁻ catalizada por hemoproteínas de
macrófagos es una especie de cloro-oxígeno,
probablemente ácido hipocloroso (HClO). La característica
común del par redox "H2O2 / hemoglobina" y " ClO2⁻hemoglobina" es la oxidación inicial del hemo por
transferencia de 2 electrones, dando lugar a un intermedio
de hemo oxidado llamado compuesto I. Por lo tanto, ambos
oxidantes se reducen, resultando en el anión hidróxido para
H2O2, mientras que el ClO2⁻ se reduce a HClO, es decir, el
ClO2 se convertiría por reducción en ClO2⁻, HClO y
finalmente en cloruro (Abdel-Rahman et al., 1979b).
Además, el HClO puede clorar los residuos de aminoácidos
de azufre generando cloraminas como la taurina-cloramina
(Tau-Cl), que ejercen una acción oxidante más atenuada y
estable que el HClO, modulando así la inflamación excesiva
(Schempp et al., 2001).
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5.1.1. Interacción del CIO2- con la hemoglobina
La exposición al ClO2⁻ puede causar metahemoglobinemia,
sin embargo este efecto se registró sólo con altas
concentraciones. Por ejemplo, los primeros informes
documentaron que concentraciones de ClO2⁻ de 100 mg /
L y más en la rata causaron una disminución en el número
de glóbulos rojos y hemoglobina a los 30 y 60 días de
exposición (Heffernan et al., 1979). Otro estudio (Moore y
Calabrese, 1982) evaluó la toxicidad del ClO2⁻ en 2 cepas
de ratones: una con niveles normales (A / J) y otra con
niveles bajos (C57L / J) de Glucosa-6-fosfato
deshidrogenasa. Las células deficientes en G6PD tienen
una capacidad reducida para producir NADPH, por lo que
sintetizan muy poco glutatión (el principal mecanismo de
defensa de los eritrocitos contra el estrés oxidativo). Los
resultados mostraron que cuando se expusieron a un nivel
máximo de 100 ppm de ClO2⁻ durante 30 días, hubo un
aumento en la fragilidad osmótica, el volumen corpuscular
medio y los niveles de G6PD para ambas cepas, sin
embargo, no se detectó metahemoglobinemia. En los
animales que fueron expuestos a 1.0 y 10 mg/L no hubo
ninguna de las anomalías antes mencionadas. Las dosis
administradas de NaClO2 (hasta 100 mg / L) en el agua de
bebida no causaron ningún daño tóxico a los riñones de
los animales a los 60, 90 y 180 días de exposición (Moore y
Calabrese, 1982).
A partir de estos datos, está claro que la destrucción de
eritrocitos mediada por el ClO2⁻ se observó solo a
concentraciones elevadas, lo que revela que los
eritrocitos tienen un sistema de protección antioxidante
eficaz. Sin embargo, cuando se administra una alta
concentración de ClO2⁻, este sistema ya no es capaz de
neutralizar el agente oxidante y se produce la hemólisis.
Los glóbulos rojos normales están sujetos a un alto nivel
de estrés oxidativo como resultado de la producción
continua del anión superóxido que acompaña a la autooxidación de la hemoglobina (Hb). El anión superóxido se
dismuta en peróxido de hidrógeno (H2O2), que luego se
convierte en el radical hidroxilo mediante la reacción de
Fenton en presencia de hierro. Para hacer frente al estrés
oxidativo, los glóbulos rojos están equipados con
superóxido dismutasa (SOD1), catalasa, glutatión
peroxidasa 1 (GPx1) y tres isoformas de peroxiredoxina
(Prx I, Prx II y Prx VI). SOD1 convierte el anión superóxido
en H2O2, que luego es eliminado por la catalasa, GPx1 y
Prxs (Rhee y Lee, 2017).
Se ha informado de que el CIO2, el CIO2⁻ y el C1O3 en el
agua potable disminuyeron la concentración de glutatión
en sangre y cambiaron la morfología de los eritrocitos en
ratas después de 2 meses (Abdel-Rahman et al., 1979a).
Sin embargo, las ratas se adaptaron gradualmente al
estrés por ClO2 aumentando la actividad de la glutatión
reductasa y catalasa (Couri y Abdel-Rahman, 1979). Estos
hallazgos son consistentes con el conocido papel
protector del glutatión contra el daño inducido por
oxidantes (Hill et al., 1964).
5.1.2. El ClO2- es un agente protector de los eritrocitos
Aunque la mayoría de las investigaciones han informado un
efecto hemolítico del ClO2⁻ en altas concentraciones,
recientemente se demostró que el ClO2⁻ a bajas
concentraciones
es
capaz
de
eliminar
la
metahemoglobina (Pichert y Arnhold, 2015; Flemming et
El transporte de oxígeno en nuestro organismo se realiza
mediante la hemoglobina tetramérica en los glóbulos rojos y
la mioglobina monomérica en el tejido muscular. En cada
subunidad de ambas proteínas se encuentra presente un
grupo protoporfirina IX con un ion hierro central que
puede presentar diferentes estados de oxidación. En ambas
proteínas, solo el hierro del grupo hemo en estado ferroso
(Fe2+) puede unirse al oxígeno. Por lo tanto, es importante
mantenerlos en un estado reducido. En los eritrocitos, esto se
logra principalmente mediante la metahemoglobina
reductasa, que convierte la metahemoglobina (que contiene
hierro férrico (Fe3+) en hemoglobina ferrosa (Fe2+). La
formación espontánea de metahemoglobina generalmente
ocurre a una tasa baja, sin generar un rendimiento de
metahemoglobina superior al 1% (Van Slyke et al., 1946;
Siggaard-Andersen et al., 1972).
De los ensayos clínicos realizados con el fármaco WF10 se
sabe que el ClO2⁻ interactúa con las hemoproteínas
(Schempp et al., 2001; Jakopitsch et al., 2008; Jakopitsch et
al., 2014; Pichert y Arnhold, 2015), que son degradadas por
el ClO2⁻ con la pérdida de la estructura del hemo (Pichert y
Arnhold, 2015). La solución de fármaco inmunomodulador a
base de ClO2⁻ (WF10) y la forma más diluida Oxoferin se
aplican para amortiguar estados inflamatorios severos y
mejorar los procesos de cicatrización de heridas (Raffanti et
al., 1998; McGrath et al., 2002; Veerasam et al., 2006;
Yingsakmongkol et al., 2011).
Se demostró que el ClO2⁻ contenido en WF10 reacciona de
tres formas diferentes con la hemoglobina y las formas
oxidadas de hemo (Pichert y Arnhold, 2015).
5.1.2.1. El ClO2- oxida la hemoglobina a metahemoglobina
Esto puede evidenciarse por el cambio en la absorbancia
máxima de 414 nm a 406 nm. El porcentaje de
metahemoglobina aumentó de 0 a 45% en presencia de
WF10 cuando se utilizó una dilución 1: 3 (correspondiente a
21 milimoles / L de ClO2⁻, equivalente a 140 mg/L). Cuando
se utilizaron diluciones superiores a 1: 200 (correspondientes
a 315 micromoles/L, equivalente a 21 mg / L), no se produjo
metahemoglobinemia (Pichert y Arhold, 2015).
Estos resultados demuestran claramente que la
metahemoglobinemia sólo se produce cuando se
administran concentraciones elevadas de ClO2⁻.
5.1.2.2. El ClO2- degrada a la metahemoglobina
Como lo demuestra la disminución continua en la banda de
Soret alrededor de 406 nm. Este efecto se obtuvo cuando se
utilizó una dilución 1: 500 (correspondiente a 126 µmoles de
ClO2⁻, equivalente a 8,40 mg / L). Esta disminución en la
formación de metahemoglobina mediada por ClO2⁻, que
también fue informada más tarde por Flemming et al. (2016),
el componente ClO2⁻ de WF10 inhibió la hemólisis inducida
por hemo de una manera dependiente de la concentración;
dichos autores concluyeron que los efectos beneficiosos de
WF10 están estrechamente asociados con la inactivación del
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del hemo libre. Además, a una alta concentración de WF10,
también se observó la liberación de hierro y la degradación
del anillo de porfirina del hemo. Una dilución de fármaco tan
baja como 0,1%, correspondiente a una concentración de
ClO2⁻ de 62,9 µM (4,19 mg / L), inhibió completamente el
efecto hemolítico provocado por 100 µM de hemo (Fleming et
al., 2016).
Por lo tanto, estos datos sugieren que un mol de ClO2- es
capaz de inactivar alrededor de dos moles de hemo, por estos
mecanismos, el hemo se inactiva y pierde su capacidad de
inducir eventos hemolíticos en glóbulos rojos intactos
(Flemming et al., 2016). El hemo libre es altamente tóxico
para las células y tejidos, especialmente en el bazo, el hígado y
el riñón (Schaer et al., 2013) a través de la activación del
receptor Toll-like 4, contribuye a la activación de células
endoteliales y macrófagos e induce reacciones inflamatorias
(Figueiredo et al., 2007; Belcher et al., 2014). La sepsis puede
evocar coagulación intravascular diseminada (como la que se
encuentra en pacientes con Covid-19), lo que resulta en
insuficiencia orgánica múltiple y muerte (Marchandot et al.,
2020). La hemo oxigenasa-1 (HO-1) y la hemopexina (HPx)
pueden mediar en los mecanismos citoprotectores contra
estos efectos deletéreos (Passainte et al., 2015). Sugerimos
que el ClO2⁻ derivado del metabolismo del ClO2 podría
disminuir la activación de la coagulación intravascular
diseminada en pacientes con Covid-19.
Otros investigadores (Pichert y Arnhold, 2015) encontraron
que el WF10 (diluido 1: 500) es capaz de reducir
eficientemente la producción de especies de hemoglobina
citotóxica que pueden aparecer después de una hemólisis
excesiva de glóbulos rojos en situaciones patológicas. Dado
que se registraron cambios casi idénticos al reemplazar WF10
con ClO2⁻ en la misma concentración, estos investigadores
concluyeron que el ClO2⁻ es el ingrediente activo en WF10
(Pichert y Arnhold, 2015). Muy recientemente, un grupo de
investigadores descubrió que los niveles elevados de glucosa
inducen directamente la replicación viral y la expresión de
citocinas pro-inflamatorias. La glucólisis es necesaria para la
replicación del SARS-CoV-2 y la producción de ROS
mitocondriales (especies reactivas de oxígeno) inducida por
este virus y activa al factor inducible por hipoxia (HIF-α), que a
su vez regula al alza los genes glucolíticos y la expresión de
IL-1b. Finalmente, demostraron que los monocitos infectados
con SARS-CoV2 promueven la disfunción de las células T y la
muerte de las células epiteliales pulmonares. Estos datos
pueden explicar por qué los niveles de glucosa en sangre no
controlados observados en pacientes diabéticos son un riesgo
importante para la gravedad de COVID-19 (Codo et al., 2020).
En este sentido, se demostró que el fármaco basado en ClO2⁻
(WF10) reduce constantemente los valores de hemoglobina
glicosilada (A1c) y mejora el control de la glucosa en pacientes
diabéticos (Maraprygsavan et al., 2016).
5.1.2.3. El ClO2- reduce (inactiva) la hemoglobina ferril (Fe4+)
a metahemoglobina (Fe3+):
La hemoglobina ferril es capaz de oxidar numerosos sustratos
biológicos como los lípidos, ácidos nucleicos, proteínas, ami-
noácidos y moléculas pequeñas (Everse y Hsia, 1997; Gebicka
y Banasiak, 2009). Estas reacciones citotóxicas contribuyen
significativamente a la destrucción de tejidos en una serie de
enfermedades en las que se produce una hemólisis masiva
(Rother et al., 2005). Además de los componentes
protectores plasmáticos haptoglobina y hemopexina, que
tienen la capacidad de unirse y eliminar especies de hemo
libres (Chiabrando et al., 2011), existen otros componentes
en la sangre y tejidos adyacentes que actúan como
antioxidantes contra la oxidación mediada por la
hemoglobina ferril.
El ascorbato, el urato y los flavonoides como la catequina,
la quercetina y la rutina reducen la hemoglobina ferril a
metahemoglobina (Gebicka y Banasiak, 2009; Giulivi y
Davies, 1990; Jia y Alayash, 2008). Pichart y Arnhold (2015)
demostraron que el ClO2- (WF10) tiene mayor potencia que
los antioxidantes naturales ascorbato y urato para reducir la
hemoglobina ferril, especialmente cuando se deriva de la
metahemoglobina. Esta evidencia experimental confirma que
un oxidante fuerte como el ClO2⁻ es capaz de actuar como
antioxidante cuando se administra en concentraciones bajas.
5.2. Inhibición de la actividad de la mieloperoxidasa
mediada por el ClO2Klebanoff (1968) descubrió que la mieloperoxidasa (MPO) es
una enzima que contiene un grupo hemo y se encuentra
principalmente en neutrófilos y macrófagos. En presencia de
superóxido, peróxido de hidrógeno y cloruro, la MPO cataliza
la formación de HOCl. El sistema MPO / HOCl juega un papel
importante en la destrucción de microbios por los fagocitos.
Sin embargo, la mieloperoxidasa también puede liberarse
fuera de la célula, aumentando el potencial de daño en la
ateroesclerosis, la enfermedad de Alzheimer, la ELA
(esclerosis lateral amiotrófica), la esclerosis múltiple, el
accidente cerebrovascular, la artritis reumática y la
enfermedad de Parkinson (Klebanoff, 2005). El HClO es
cinéticamente el oxidante de dos electrones más reactivo
producido en cantidades apreciables en nuestro cuerpo. Su
reactividad con la mayoría de sustratos excede la del
peróxido de hidrógeno, hidroperóxidos y peroxinitrito en
varios órdenes de magnitud (Winterbourn, 2008). Además de
estos efectos tóxicos directos, el HOCl puede modular la
función y la actividad de varias células inmunes. Por ejemplo,
los estudios in vitro demostraron que el HOCl puede activar
el factor nuclear kB (NF-kB) y la fosforilación de tirosina en
las células T y B, lo que aumenta la señalización de calcio y la
producción de factor de necrosis tumoral α (TNF- α)
(Schieven et al., 2002; Schoonbroodt et al., 1997).
Debido a que organizaciones como la OMS y la FDA han
afirmado que el ClO2 / ClO2⁻ son altamente tóxicos, casi
nadie ha investigado si podrían tener un efecto terapéutico si
se administran en concentraciones bajas. Hay muy pocos
estudios que hayan investigado los efectos terapéuticos del
ClO2⁻. Los medicamentos llamados NP001 y WF10 están
formulados en base a NaClO2 / ClO2⁻, respectivamente.
NP001, una forma estabilizada de pH ajustado y altamente
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purificada de NaClO2 (clorito de sodio), es una nueva
molécula efectora que representa una nueva clase de fármaco
para regular la función de los macrófagos inflamatorios tanto
en estudios in vitro como in vivo (McGrath et al., 2002). El
ClO2⁻ media su efecto antiinflamatorio en los macrófagos
mediante la creación de altos niveles intracelulares de taurina
cloramina, un factor conocido por regular negativamente las
vías inflamatorias inducidas por NF-κB (Joo et al., 2009; Giese
et al., 2004). En estudios clínicos previos con otra forma de
ClO2⁻ (WF10), esta regulación revierte la inflamación y hace
que los macrófagos sistémicos vuelvan a un estado fagocítico
normal (McGrath et al., 2002). Recientemente se presentaron
los resultados de un ensayo clínico de fase 2 aleatorizado de
un nuevo regulador inmunitario, NP001, en la esclerosis
lateral amiotrófica (ELA) (NCT01281631). Aunque los
resultados del ensayo fueron negativos, mostraron que los
pacientes tratados con NP001 cuyos niveles de PCR (proteína
C reactiva) basales estaban por encima de la mediana de toda
la población aleatorizada tenían una progresión más lenta de
ELA que los pacientes que recibieron placebo (Miller et al.,
2015).
Existen varias enfermedades relacionadas con la respuesta
inflamatoria anormal y la activación de macrófagos: ELA, SIDA,
Alzheimer y esclerosis múltiple (Minagar et al., 2002). Se ha
demostrado que la activación de macrófagos requiere una
alta actividad de mieloperoxidasa intracelular (Rodrigues et
al., 2002). Varios estudios mostraron que la formación de
HOCl mediada por MPO puede servir como una fuente
principal de daño oxidativo macromolecular (Winterbourn et
al., 1992; Hawkins et al., 2003; Kawai et al., 2004).
Claramente, la exposición celular a HOCl puede causar
muchos efectos deletéreos al alterar el estado redox celular
(Woods et al., 2009), por lo que es importante modular la
actividad excesiva de MPO para evitar una mayor producción
de HClO.
En este sentido, un estudio seminal demostró que el ClO2⁻
(WF10) a baja concentración (rango micromolar) inhibe
eficazmente la actividad de la mieloperoxidasa (Schempp et
al., 2001). Este efecto fue confirmado posteriormente por
Jakopitsch et al. (2014). Esta inhibición de la MPO está
directamente relacionada con el efecto anti-inflamatorio
reportado para este fármaco (Schempp et al., 2001; Giese et
al., 2004).
La inhibición de la actividad de la MPO con bajas
concentraciones de ClO2⁻ podría tener una aplicación
importante en medicina. La resolución de la inflamación
depende de que los neutrófilos experimenten apoptosis; sin
embargo, esto no siempre sucede y los neutrófilos continúan
promoviendo el proceso inflamatorio. Se ha informado de un
papel inesperado de la MPO para influir en el destino de los
neutrófilos y, en consecuencia, en la duración de la
inflamación. Al suprimir el programa de muerte celular
constitutiva (apoptosis), la MPO prolongó la vida útil de los
neutrófilos, retrasando así la resolución de la inflamación (El
Kebir et al., 2008). A partir de estos datos, está claro que la
inducción de la apoptosis de neutrófilos mejoraría la
resolución de la inflamación. Como el ClO2⁻ es un inhibidor
eficaz de la MPO, muchas afecciones inflamatorias agudas y
crónicas podrían mitigarse con el uso de esta molécula.
La resistencia a la apoptosis es una característica clave de
las células cancerosas y se cree que está regulada por la Snitrosilación inducida por el ión nitrosonio (NO + ) de
proteínas apoptóticas como la caspasa 3. El óxido nítrico
(NO), producido por la óxido nítrico sintasa inducible (iNOS),
es utilizado por la MPO para generar NO+. Se demostró que
el 65% de las muestras de carcinoma de ovario epitelial
invasivo analizadas expresan MPO e iNOS en las células
neoplásicas, sin expresión en el epitelio ovárico normal
(Saed et al., 2010). Estos autores también demostraron que
el silenciamiento genético de la MPO o la iNOS indujo
significativamente la apoptosis, destacando su papel como
un interruptor redox que regula la apoptosis. El ClO2- podría
inducir la apoptosis de las células cancerosas basándose en
su demostrado efecto inhibidor sobre la actividad de la
MPO.
5.3. La taurina-cloramina neutraliza la toxicidad mediada
por el HClO
Cuando los neutrófilos ingieren y destruyen bacterias, se
produce HClO dentro de la vacuola fagocítica que rodea a las
bacterias. Aunque es un poderoso bactericida, también
puede ser tóxico porque oxida a varias moléculas biológicas
(Kettle et al., 2014). Para evitar esta toxicidad, la taurina
reacciona químicamente con el HClO en los leucocitos para
formar taurina-cloramina (tau-clo), un oxidante más estable,
menos reactivo y más selectivo que el HClO (Weiss et al.,
1982; Schempp et al., 2001; Giese et al., 2004). Se acepta
comúnmente que la tau-clo funciona en sistemas biológicos
como un antioxidante general: puede proteger
específicamente a las células de la autodestrucción durante
los procesos que generan HClO de manera excesiva
(Marcinkiewicz et al., 1995).
El pre-tratamiento de ratas con taurina antes de la
exposición aguda al ozono da como resultado una
disminución del daño pulmonar inducido por oxidantes
(Schuller-Levis et al., 1994). Además, la taurina puede
prevenir la lisis de las células epiteliales pulmonares
mediada por HOCl / OCl al disminuir la cloración de los
componentes celulares en lugar de prevenir la oxidación de
los grupos sulfidrilo (Cantin, 1994). La tau-clo también
inhibe la generación de mediadores inflamatorios
producidos por macrófagos, como la proteína inflamatoria
de macrófagos-2 (MIP-2), proteína quimio-atrayente de
monocitos-1 y 2 (MCP-1 y 2), óxido nítrico, nitritos,
prostaglandina E2 (PGE2), factor de necrosis tumoral alfa
(TNF-α) e interleucina 6 (IL-6) (Kim et al., 1996; SchullerLevis et al., 1994; Marcinkiewicz et al., 1995, Barua et al.,
2001; Schempp et al., 2001; Quinn et al., 2003). Estos
mecanismos de regulación a la baja transforman a los
monocitos y macrófagos de un estado pro-inflamatorio a un
estado fagocítico basal (Lunetta et al., 2017).
Además, la tau-clo activa el factor nuclear eritroide 2 (Nrf2)
(este factor de transcripción regula la expresión inducible de
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numerosos genes para las enzimas desintoxicantes y
antioxidantes), aumenta la expresión de la hemo-oxigenasa
(HO-1), protege a las células de la muerte causada por el
peróxido de hidrógeno (H2O2) y mejora la expresión y las
actividades de las enzimas antioxidantes, como la superóxido
dismutasa, catalasa y glutatión peroxidasa (Jang et al., 2009).
El mecanismo de activación de NRf2 mediado por tau-clo
implica un efecto bifásico relacionado con la concentración
de HClO. Las concentraciones de HOCl bajas a moderadas
provocan una activación robusta de Nrf2 en macrófagos de
ratón cultivados que actúa para restaurar el equilibrio redox.
Concentraciones mucho más altas provocan respuestas de
estrés de segundo y tercer nivel que potencialmente pueden
terminar con la expresión del gen diana del Nrf2 (Woods et
al., 2009).
Otros estudios demostraron que los efectos transcripcionales
de la tau-clo en genes que regulan la expresión de iNOS
(óxido nítrico sintasa inducible) y TNF-α resultan, en parte, de
la reducción de la translocación de NF-κB al núcleo de células
activadas. La transcripción de los genes iNOS y TNF-α
depende críticamente de la vía de señalización del factor de
transcripción NF-κB (Murphy, 1999; Liu et al., 2000; Collart et
al., 1990). Se sabe que las expresiones genéticas de las
citocinas inflamatorias están reguladas por NF-κB (Lloyd y
Oppenheim, 1992; Cassatella, 1995). Se ha demostrado que la
tau-clo inhibe la producción de citocinas inflamatorias
(Marcinkiewicz et al., 1998; Kontny et al., 2000); el
mecanismo molecular de la inhibición de la activación de NFkB inducida por la tau-clo consiste en la oxidación de IκBα en
metionina45.
5.4. La taurina-cloramina contribuye a la resolución de la
inflamación
La información antes mencionada nos permite concluir que la
función biológica de la tau-clo en el neutrófilo no es solo la
reducción de la citotoxicidad del HClO, sino también la
mitigación de una reacción inflamatoria excesiva (Kanayama
et al., 2002). Después de destruir a los microbios, los
neutrófilos maduros sufren una muerte celular programada
constitutiva (apoptosis) que los hace insensibles a los quimioatrayentes y permite su reconocimiento y eliminación por los
macrófagos carroñeros (Savill et al., 1989), lo que conduce a
la resolución de la inflamación (Savill et al., 2002). Sin
embargo, la supervivencia y la apoptosis de los neutrófilos
están profundamente influenciadas por el entorno
inflamatorio y la supresión de la apoptosis de los neutrófilos
provoca una inflamación crónica (Simon, 2003; Gilroy et al.,
2004). De hecho, se detectó una marcada disminución en la
apoptosis de neutrófilos en pacientes con enfermedades
inflamatorias (Matute-Bello et al., 1997; Keel et al., 1997). La
regulación de la apoptosis de neutrófilos durante la fase
aguda de la inflamación está menos definida, sin embargo, es
fundamental para la expresión y resolución óptimas de la
inflamación.
Trabajos recientes confirmaron que la tau-clo contribuye a la
resolución de la inflamación estimulando la eferocitosis
(engullimiento fagocítico de neutrófilos apoptóticos por
macrófagos) (Kim et al., 2015) e inhibiendo la liberación de
MPO por parte de los neutrófilos (Kim et al., 2020). El
aumento en el nivel intracelular de MPO regula
negativamente la expresión de MIP-2 (una quimiocina
involucrada en el reclutamiento de neutrófilos en el sitio
de inflamación), contribuyendo así a un mecanismo de
retroalimentación negativa que asegura que los
neutrófilos no generen una respuesta inflamatoria
excesiva (Kim et al., 2020). Durante la eferocitosis, los
macrófagos aumentan su secreción de la citoquina antiinflamatoria e inmunorreguladora interleucina 10 (IL-10) y
disminuyen la secreción de las citocinas pro-inflamatorias
factor de necrosis tumoral-a (TNF-a), IL-1 e IL-12 (Voll et al.
1997). La eferocitosis estimulada por la tau-clo derivada
del metabolismo del ClO2⁻
debería estudiarse en
profundidad, ya que se ha observado una eferocitosis
alterada en muchas enfermedades inflamatorias y
autoinmunes humanas, incluyendo la fibrosis quística,
enfermedad pulmonar obstructiva crónica, asma, fibrosis
pulmonar idiopática, artritis reumatoide, lupus
eritematoso sistémico, glomerulonefritis, y aterosclerosis
(Vandivier et al., 2006).
5.5. El ClO2- restaura el equilibrio redox a través de
mecanismos horméticos
El ClO2⁻ es capaz de inducir efectos protectores a través de
la hormesis, que es un fenómeno de dosis-respuesta que
se caracteriza por la estimulación a concentraciones bajas
y la inhibición a concentraciones altas (Calabrese y
Baldwin, 2001; Mattson, 2008; Calabrese y Baldwin, 2002;
Calabrese y Mattson, 2017). La hormesis puede ocurrir
como resultado de la estimulación directa o como una
respuesta de compensación excesiva después de una
interrupción de la homeostasis o la inducción de una
toxicidad baja a moderada. (Calabrese, 2008; Calabrese,
2013). Como ya se mencionó anteriormente, las
concentraciones bajas de ClO2⁻ pueden inhibir la
producción de metahemoglobina, inactivar a la
hemoglobina ferril e inhibir la excesiva actividad de la
MPO. En términos generales, estos efectos protectores
son inducidos indirectamente por el ClO2⁻, estimulando la
producción de enzimas antioxidantes que protegen a los
eritrocitos del daño oxidativo. Además, el ClO2⁻ modula
indirectamente la síntesis del Nrf2, al inhibir la producción
excesiva de HClO (Woods et al., 2009). Aunque no
encontramos efectos bifásicos mediados por el ClO2- , una
estimulación indirecta podría resultar en el fortalecimiento
de los sistemas antioxidantes del cuerpo, equilibrando así
el balance redox para proteger contra el daño oxidativo.
6. Conclusión
Hemos encontrado que la principal molécula bioactiva
(derivada del metabolismo del ClO2) dentro del cuerpo es
el ClO2⁻, ya que, debido a su alta reactividad química, es
poco probable que el ClO2 permanezca en el cuerpo sin
reducirse durante mucho tiempo después de la ingestión.
El ClO2⁻ tiene una alta permanencia en plasma y tejidos
después de su absorción, antes de su eliminación por vía
urinaria y fecal, mayoritariamente en forma de cloruro. La
actividad antiviral de ClO2 y ClO2⁻ se ha descrito en
pruebas in vitro e in vivo, y se basa en la capacidad de
oxidar y desnaturalizar las proteínas de la cápside del
virus. El hecho de que ClO2/ ClO2⁻ no sean tóxicos si se
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ingieren a bajas concentraciones sugiere una interesante
aplicación terapéutica. Los estudios in vitro han demostrado
que el ClO2 puede inactivar el virus de la influenza humana, el
virus del sarampión y el virus del herpes (Sanekata et al.,
2010). Otros investigadores demostraron que el ClO2 es capaz
de destruir el virus de la poliomielitis, la hepatitis A, el VIH-1 y
el coronavirus que causó el SARS (citado en Miura y Shibata,
2010). La ingestión oral de soluciones acuosas de ClO2 en
concentraciones bajas (0,3-0,9 mg / kg / día) podría utilizarse
para la prevención y el tratamiento de infecciones virales
mortales, como la influenza, el COVID-19 y el SIDA.
Los procesos de acción inmunomoduladora más estudiados
son la interacción con hemoproteínas de los glóbulos rojos, en
particular la metabolización del exceso de metahemoglobina y
la regulación de la actividad enzimática de la MPO en
neutrófilos y macrófagos, transformando a los monocitos y
macrófagos de un estado pro-inflamatorio a un estado
fagocítico basal. Un intermedio clave en el control
inflamatorio es la generación de tau-clo inducida por el ClO2⁻
(Chinake y Simoyi, 1997; Schempp et al., 2001; Giese et al.,
2004) como un agente oxidante estable y moderado, que
neutraliza el exceso de HClO, mitiga la reacción inflamatoria
excesiva (Giese et al., 2004) y contribuye a la resolución de la
respuesta inflamatoria al inducir la apoptosis de neutrófilos
(Kim et al., 2020).
Por tanto, la tau-clo representa el producto funcional más
relevante formado bajo la influencia del ClO2⁻ (WF10)
(Schempp et al.,2001; Giese et al., 2004). De hecho, un
experimento in vitro mostró que el WF10 inhibe la activación
pro-inflamatoria del tipo M1 en macrófagos; los resultados
sugirieron que el ClO2⁻ es el principio activo en WF10 ya que
provocó los mismos cambios que el WF10 (Schönberg et al.,
2016). Dado que el ClO2⁻ es también el principal producto del
metabolismo del ClO2 después de su ingestión oral, sugerimos
que el uso de soluciones acuosas de ClO2 en bajas
concentraciones podría inducir los mismos efectos
terapéuticos que el WF10.
Estos efectos inmunomoduladores podrían tener relevancia
clínica para el tratamiento de algunas enfermedades, como el
Alzheimer, Parkinson, SIDA, artritis reumatoide y la esclerosis
lateral amiotrófica. El análisis de la literatura también reveló la
existencia de efectos opuestos mediados por el ClO2, un
efecto estimulante o beneficioso a bajas concentraciones y un
efecto tóxico o dañino en altas concentraciones, de acuerdo
con los principios horméticos. Esto contradice al paradigma
aceptado en torno al ClO2 y ClO2⁻, considerados solamente
como agentes tóxicos.
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