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La categoría de género

1999

Es una reflexión teórica sobre el concepto de género.

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Si durante el siglo pasado y más ck la mitad del presente, el feminism o se con ,entró sólo en la imagen de la igua ld ad de d"!re<:h J~ como también una mera igualdad de sexos y el estudio d e la sociedad como socie<lad patriarcal, el movimiento académico de los "estudios sobre la mujer" de los años o henta se caracteriza por el retorno al origen temático fundacional del feminismo. Pero esta vez, integrando algo que ya había sugerido la memorable frase de Simone de .Bea uvoir: "no se nace mujer, se llega a serl o". La intervenci ón del imaginario social en la configuración de la situación y constitución de las identidades femeninas.

Sin embargo, cabe todavía explicitar que, si bien los "estudios sobre la mujer" significaron el tránsito empírico decisivo hacia los estudios de género, hacía falta, por otra parte, una contribución teórica que marcara de manera rotunda una ruptura entre las aproximaciones reivindicativas de los derechos sociales, culturales y políticos de la mujer y las aproximaciones de género. Contrariamente a lo que se pudiera pensar, la antropología f eminista cumplió un papel muy importante en este sentido.

Su aparición en el escenario de las ciencias sociales, precisamente en la antropología social, se debió a la escasa consideración que la antropología en general prestaba a la mujer en sus investigaciones teóricas y_ empíricas. Fue así como alrededor de los años '70, una serie de antropólogas feministas llegaron a la con-clusión de que los informes demográficos se caracterizaban por tener un sesgo marcadamente androcéntrico, razón por la cual también se hacía evidente la incapacidad de los antropólogos para producir conocimientos sobre las actividades de las mujeres. Y ello "no sólo porque la mayoría (de los antropológos) son hombres y les es difícil introducirse en el mundo de las mujeres, sino también porque consideran que las actividades masculinas son más importantes que las femeninas para entender el sistema social y cultura1" 8 .

Aunque, por otra parte, algunas "investigadoras se orientarán a estudiar y describir lo que hacen las muj eres, para dar visibilidad a sus activid~des y dar voz a los silencios con que a menudo las mujeres expresan su resistencia a los patrones de dominación masculi-na9 . El principal problema no era, sin embargo, únicamente de origen empírico, sino más bien de carácter crítico o de "representación" d e la mujer por parte de la antropología, como diría Henrietta L. Moore 1 O . Así, sobre el fundamento de este tipo de críticas, nace, en 1970, la antropología de la mujer, no con el propósito explícito de realizar trabajos de campo, sino más bien para explicar cómo se represen taba a la mujer en la literatura antropológica producida hasta el momento.

En medio de certezas pero también de difíciles incertidumbres, el análisis de dicha lite-8 Dolors comas D' Argemir: op. cit., 19. Mis corchetes. 9 Ardener ( 1975) citada por Comas: op,cit. P• 19. 10 Op. cit., Lo De mocratización de los Elites ratura significó la localización de tres defectos de aproximación en la antropología ejercitada por los profesionales masculinos: "El primer nivel corresponde a la visión personal del antropólogo, que inserta a la investigación una serie de suposiciones y expectativas acerca de las relaciones entre hombres y mujeres, yacerca de la importancia de dichas relaciones en la percepción de la sociedad en un sentido m ás amplio. El segundo efecto distorsionador es inherente a la sociedad obj eto del estudio. En muchas sociedades se considera que la mujer está subordinada al hombre, y esta visión de las relaciones entre los dos sexos será l a que probablemente se transmita al antropólogo encuestador. El tercer y último nivel de androcentrismo procede de una parcialidad ideológica propia de la cultura occidental: los investigadores, guiados por su propia experiencia cultural, equiparan la relación asimétrica entre hombres y mujeres de otras culturas con la desigualdad y jerarquía que presiden las relaciones entre los dos sexos en la sociedad occidental" 11 .

Avanzando un poco más, la emergencia de la paradójica antropología de la mujer y su consolidación constituyó el tránsito definitivo hacia la dimensión teórica de la antropología feminista. Una orientación que termina por exceder la limitación del estudio teórico/crítico de la mujer en la antropología, para suscitar el último tramo hacia los estudios de géne-ro: " 1;1 reta ió 11 entre la lllujer y el vélrón, y d el papel del género en la slructuración de las ocieclélde l1t1111élnas, de su historia, ideologíél, sisl 111a conómico y organización política" 12 -A pmlir le ese momento, género pasa él coiw rtirse 11 1 1 rincipéll horizonte de visibilidad y parncligma teórico/crítico a partir del c ual la aproximación a lél situación de la realidad de la mujer incluirá, aunque con cierta m ed ioc rid ad, aspectos de carácter histórico, soc ial y c ull ural. Ya no se trata, ahora, simplem ente d -realizar aproximaciones a partir de las difere nc ias sexuales, pues ellas, como había estado ocurriendo hasta el momento, no ofrecían, a nivel empírico, una base lo suficientemente universal para la configuración de lecturas y teorías sociales. Fue así, por lo tanto, como el concepto d e mujer, único horizonte explicativo del feminismo, tendió a ser "desplazado" como categoría analítica y horizonte de visibilidad, debido a que no poseía el mismo potencial analítico que género. De modo que tambié n expresiones como "subordinación de la mujer", "situación de la mujer" o "hegemonía del hombre" pecaban de excesiva universalidad teórica como p2ra continuar siendo utilizéldos en el estudio de la mujer.

Esta paradójica antropología feminista, entonces, ya no podía pretender, como lo había intentado poco antes de la introducción de género en el área de los instrumentos explicativos, que las determinaciones biológicas, como ej e principal de su discurso liberador, se impongan como factores interpretativos de la realidad de las mujeres. Sin embargo, este movimie nto al darse cuenta de esta imposibilidad, en lugar de preocuparse por cómo se estructura y expresa la noción de género a través de la c ultura, se propuso aún la tarea de observar "cómo se manifiesta y se estructura la economía, la familia y los rituales a través de la noción de género" 13 . Se quiso, así, reiterar, "clandestinamente", los devaluados argumentos del feminismo radical para replantear la opresión sexual y patriarcal de las mujeres. Amén de su otro propósito de pretender describir de qué modo se manifestaba género (el concepto de mujer) dentro de contextos colonialistas, neoimperialistas y capitalistas.

Posteriormente, este particular discurso de transición se materializó en una reestructuración crítica de la categoría universal "mujer", acompañada de una evaluación igualmente crítica de la eventualidad de que las mujeres fueran especialmente aptas para estudiar a otras mujeres. Algunos de los efectos de esta posición fueron el replanteamiento de nuevos puntos de vista críticos, nuevas áreas de investigación teórica y, finalmente, la redefinición o, mejor, sustitución de su anterior proyecto de "estudio de la mujer" por el novedoso "estudio de género". La construcción de soportes teóricos que contribuyen a la configuración teórica de la diferencia racial (étnica) y social a través del género, terminará caracterizando este momento como uno de los principios que marca la ruptura entre las aproximaciones naturalistas a la realidad d e la mujer y las aproximaciones sociales a la misma.

De este modo, la antropología de la mujer se constituye a la vez en la causa de una antropología feminista, que adopta como tradición los estudios sobre la mujer p a ra adentrarse "en el estudio d el género, de la relación entre la muje r y el varón, y del papel del género en la estructuración de las sociedades humanas de su historia, ideología, sistema económico y organización política" 14 .

Es en estas búsquedas donde surge y se expande el concepto de género como una categoría que, en principio, denomina la construcción simbólica de las diferencias biológico-sexuales. El surgimiento del género como nuevo paradigma explicativo pudo haber significado un gran adelanto epistemológico. El carácter tantas veces reduccionistamente político desde el cual se lo empleó impidió que lograra tomar distancia de las especulaciones simplemente feministas. Más aún, reiteró directa o indirectamente la explicación de la subordinación de la mujer, estableciendo una correspondencia excesivamente mecánica entre la subordinación femenina y su determinación biológica. Estos estudios sobre la mujer, entonces, se caracterizan por marcar el retorno al origen temático fundacional de la academia feminista. Con la única salvedad de haber integrado a su discurso algo que ya había sugerido la memorable frase de de La Democ ratización de las Elites Beauvoir: "no se nace mujer, se llega a serlo" . Es decir, la intervención del imaginario social en la constitución de la marginación-dominación-su bordinación femeninas.

Con el surgimiento de la mencionada antr.opología feminista, el género logró establecer alguna distancia entre los estudios sobre la mujer y los discursos reivindicativos de la femeneidad y así constituirse como categoría a partir de la cual las aproximaciones a la sit u ación d e l a mujer incluirán, aunque artificialmente, aspectos de carácter histórico, social y cultural. Lo que a partir de este momento nos interesa poner de relieve, sin embargo, ya no es tanto la correspondencia que este nuevo recurso descriptivo-explicat ivointerpretativo pudiera guardar con la tradición reivindicativa de los feminismos, sino más bien las perspectivas desde las que continúa (des)construyéndose.

Para una t eoría de género

Las actuales reflexiones sobre género, cuando menos las elaboradas en la bibliografía desde los años 80 hasta 1995, no han logrado configurar una teoría en el más estricto sentido del término, sino tan sólo múltiples planteamientos al respecto. Partimos de la asunción que una teoría supone la organización de un lenguaje descriptivo u operacional en el cual formula las significaciones contenidas en el o los sujetos de estudio, y otro metodológico, para definir y verificar los conceptos descriptivos y la cohesión interna de los mismos. Después de haber agolado las posibilidades explicalivas de la categoría patriarcaclo, el deseo de organ izar la noción como algo m ás que una simple categoría clasificatori a que además se distinguiera del sexo biológicamente constitu ido, derivó en el empleo d e género, primero, corno un novedoso, eficaz y convincenle sustituto del concepto universal de mujer y, segundo, paradójicamente, como una estrategia para continuar (re)produciendo investigaciones re feridas al problema de la subordinación de la mujer. Prueba d e ello fue -y es aúnla frecuente publicación de trabajos denominados de género cuando en realidad son estudios que describen un determinado estado de la mujer y no, como las implicaciones de la noción sugieren, lecturas de la condición femenina considerando determinaciones simbólico-imaginarias. Demás está decir, en este sentido, que muchas investigaciones que se proyectan como genéricas arrastran el defecto de emplear esta noción únicamente como una versión ampliada del horizonte de visibilidad de sexo-mujer. No como una verdadera categoría analítica de carácter social, cultural, histórica y/o discursiva.

Creemos, no obstante, que si bien se experimentó el desplazamiento de uno de los presupuestos teóricos fundamentales del feminismo -el de patriarcado-este intento no dejó de constituirse como una simple sustitución nominal y no como lo que debía haber sido: cuando menos la reconfiguración del o los sujetos de estudio y la organización de una coherente interrelación de categorías de lectura, que fueran el soporte del nuevo modelo explicativo de género. En el fondo, por lo tanto, no es que este rechazo haya significado una reformulación teórica, sino más bien una tentativa que se encargó de fijar como tradición especulativa y empírica aquella contra la que se estaba yendo: la realidad de la mujer en el contexto de sociedades patriarcales, subordinadoras de la femeneidad.

Nos encontramos, entonces, frente a un consumo teórico sumamente permisivo, cuya epistemología se encuentra constituida por su correspondencia con la conocidísima referencia gramatical de "género" femenino y "género" masculino. La introducción de género en el terreno de las ciencias sociales, por lo tanto, no significó en el fondo más que una inte-La Democratización de las Elites ligente traducción de la dicotomía de sexo femenino versus sexo masculino a la dicotomía social de "género" femenino versus "género" masculino. Fue así como género se ancló en la necesidad de estudiar el mundo creado por el hombre y tratar de descubrir por qué las mujeres siendo parte de él eran marginadas a la hora de ocupar cargos de poder y dirección. Asimismo se buscó precisar la trascendencia de los roles sexuales, la construcción social de los sexos, en diferentes áreas temporales y espaciales y finalmente el valor operativo de género para la renovación de la sociedad. En otras palabras los estudios de género como los fundamentos de un futuro proyecto de liberación.

La versión relacional de género supuso, por otra parte, la sustitución premeditada del concepto mujer, en tanto categoría de análisis, para incluir también el estudio del hombre 15 . Este "primer" empleo de género se fundamentó, pues, en la necesidad de estudiar el mundo creado por el hombre y tratar d~ descubrir por qué las mujeres siendo parte de él son margi- ¿l l asl a qué punto fu e posible esto si género aún no lograba designar sino la relación de los sexos por encima de los procesos y cambios hislóri cos, sociales y culturales? Para ello, era necesario aún el desplazamiento de la acogida nominal y figurativo-política de género, para segu idamente organizar e l término en forma de modelo de análisis social, integrador de otros factores que no estuvieran supeditados a la determinación sexual de los sujetos femeninos, sino más bien a condiciones y circunstan c ias, insistimos, propiamente históricas.

Aquí nos referimos a la consideración de clase y etnia, básicamente, como rasgos distintivos y matizadores de la subordinación y desigualdad de las mujeres entre ellas mismas y de éstas en relación a los varones de una particular sociedad y/o cultura. Aquel problema, sin embargo, tendió a complejizarse aún más cuando género llegó a incluir en el terreno de discusión el tema de la identidad femenina, con el propósito de descubrir cuáles eran, precisamente, las circunstancias que la suscitaban y que determinaban un específico tipo de postergación femenina.

Es tas circ un. l ;rn ias, oru-J 1tizadas en lres .j e bás icos, el de l:i , raza y sexo, sugerían el dil ellrn ele l ener que sla ble er alguna co-1 -r spondencin enlre clase, n l anlo delcn n inación id nlil ari a, r su llado ele un sofisti cado proceso eco nómico histó ri co, y raza y sexo, m iis b ien como determinacio nes nal urales, libres de cualqu ier co nnol ació n hisl órica o económica.

A í, p ues, la calegorías m encionadas, para ex1 licar e inlerprelar la consti tución de las idenlictactes fe m eninas, llegaron a conslituir tan sólo una relación yuxtapuesta enlre ellas: una suerte d e pantallas d ispersas, a través d e las cu ales se proyecta ba una imagen fracturada (equívoca, cl aro) d e las identidad es y situaciones fem eninas . Y no, como debiera haber sido, exp licaci ones d iferenciad as de d ichas identidades, a partir de la diferenciación y definición de las m encionadas categorías socioculturales y categorías ahistóricas. Tod o lo cual traería consigo también la necesidad d e distinguir los atributos identi tarios imaginari os, de los atributos identitarios irreductibles o fundantes del sujeto, como son la ed ad, el sexo o el idioma d e origen . El mod elo d e género, así perfilado, p o r lo t a nto, se encontró también epistemológicamente fracturado entre una dim ensión simbólica, la categoría de clase, y otra inmediatamente opuesta a ésta y, por lo mismo, ahistórica, irreductible, asimbólica, inamovible: la dimensión configurada por raza y sexo.

Género ya no llegó a poseer, dadas estas implicaciones, utilidad para explicar la relación social de las sexualidades y las identidades femeninas, sino que se constituyó tan sólo en La Democra tizació n d e las Elit es una suerte de " fil tro críti co" para distinguir, cada vez con m ayor (im)precisión, entre las descripcio nes consciente o inconscientemenl e feministas (políticas) de la realidad de la mujer y las explicaciones sociales y culturales de la misma. Para ser aún más precisos, el estudio de la intervención de factores étnicos (no raciales) , so ciales (de clase) y discursivos e n l a po s t e rg ac ión, la dominación o marginación de la mujer.

Según la perspectiva que acabamos de trazar y d iscutir, género nos lleva, así, necesariam ente a explicitar un sistema aún más complejo d e posibilidades explicativas, razón por la cual ya no nos es posible reflexionarlo sino como un potencial e fecto teórico . Género como una estructura que ha intentado definirse a partir del fu ego cruzado de categorías "objetivas" (raza y sexo) y determinaciones subjetivas que exceden los significados básicos atribuidos a género, en lo que hasta el momento hemos estado exponiendo bajo la denominación de los empleos nominales, figurativos y/ o políticos de género. Ya dentro del marco de ciertas consideraciones que se van alejando cada vez más del feminismo, dichas representaciones tienen que ver con el intento de articulación de las nociones de etnia y clase para el redimensionamiento de género. . Estos primeros empleos " operativos" o metodológicos de género, al integrar en el terreno de debate la consideración de la identidad femenina tomando en cuenta particularidades de clase, raza-etnia y sexo, iniciaron la ruta definitiva de los estudios sobre la mujer a los estudios propiamente genéricos y, con ello, también el l ra nscurso de género sólo como relevnnle sinónimo de sexo o de mujer a gén ero co m o co n s tru cc ión simbólica y sociocultura l. Es decir, la consideración, por una parle, de la muj er y su dominació n recurriendo a fa -tores sociales, culturales e históricos y, por otra, género como un instrumento analítico, efecto de la interrelación entre procesos imagin arios (etnia y género) y realidades objetivas (raza y sexo).

Se tendió a rechazar, entonces, las explicaciones biologistas de la relación entre los hombres y las mujeres y a profundizar en el carácter histórico de la condición femenina. Este virtual desplazamiento y redimensionamiento de género, sin embargo, no logró ofrecer explicaciones unitarias, sino más bien lecturas fragm entarias de la realidad de la mujer, en el sentido de que género, en tanto construcción social o cultural de las diferencias sexuales, no lograba generar ni articular las explicaciones étnicas de la condición de la mujer y las de clase social también como efectos discursivoimaginarios.

Así, por otra parte, también se llegó a consolidar género como una metáfora topográfica, a partir de la cual el hombre fue mecánicamente relacionado con el espacio público y el poder y la mujer con el espacio privado y doméstico. Lo que no se llegó a determinar es que género no poseía, a nivel teórico, las mismas posibilidades explicativas respecto a la mujer localizada en el espacio público que respecto al hombre en el mismo espacio. Mientras éste último estaba siendo determinado y "necesariamente" explicado de acuerdo a atribulas simbólico-hi stóri cos, los ele c lase, etni a o id eología, aquélla sólo era eslucliada desde sus alribucion es y funcionalidades biológico-sexua les, aún si estas eran repensadas como construcciones imaginarias.

Dada la imposibilidad de operativizar, paralelamente a género, otras categorías que no fueran sólo la de sexo real o sexo imaginado, una d e las formas en que se resolvió el dilema fue volviendo a formular el proyecto de género como categoría analítica, tomando en cuenta que esto ya no era posible sino al nivel de la construcción simbólica de los sexos. Se da, así, la ruptura entre la inicial emergencia de género como proyecto que intenta denominar la construcción simbólico-imaginaria de los sujetos tomando en cuenta las determinaciones de sexo, etnia y clase y la concepción que plantea género también como categoría analítica, pero sólo al nivel de la construcción imaginaria de las diferencias sexuales.

Aquí se pone de manifiesto el fracaso crítico-teórico de género. Siendo el sujeto femenino el resultado cuando menos de una determinación sexual, étnica y de clase, sólo estaba siendo explicado a partir de una de sus causalidades: la de sexo. Como un sujeto red u cid o a una de sus determinaciones identitarias irreductibles. Un sujeto que no alcanzaba, como el masculino, a ser definido multiplicado e indefinido en su propia diversidad.

Vanos fueron, entonces, los intentos para constituir una teoría de género que medianamente ayudara a explicar la identidad sociocultural de los sujetos f cmen inos. El intento de relacionar conceptos, como hemos visto, más que tender a fortificar la capacidad hermenéutica de género, tendió más bien a debilitar su capacidad analítica y cayó en un error inverso: (des)construir género sólo por la descripción del comportamiento de las mujeres relacionado a un imaginario sexualdeterminado.

Los momentos descritos hasta ahora no sólo se han caracterizado por constituir los eslabones de una cadena más o menos unívoca y continua; sino sobre todo por haber configurado un particular proceso discursivo o ideológico que se ha ido d esarrollando bajo la forma de desplazamientos y articulación de horizontes de visibilidad 1 7 . Se ha intentado poner de relieve el momento en que las consid eraciones en torno a la dominación sexual de la mujer se tornan en aproximaciones teóricas y empíricas a la realidad de género. Es decir, la consideración de la situación femenina ya no como el efecto de su determinación La D e mocratización d e las Elites biológica, sino m ás bien como la consecuenci a de un especifico imaginario social 1 8 , cultural y/o histórico.

La constn,cción simbólica de género

El cuestionamiento "actual" de las mujeres negras a la posición homogeneizadora de las feministas blancas 1 9 , nos puede servir como nuevo punto de partida para referirnos a la necesidad en que posteriormente derivaron las teóricas de género al intentar constituir esta noción como una compleja estructura conceptual, un modelo descriptivo-explicativo-interpretativo integrador de presupuestos históricos, sociales, culturales y discursivoideológicos en el estudio de la mujer en el espacio público y en el espacio privado.

Tomando en cuenta sólo la producción bibliográfica de la última década, este proyecto dio lugar a una larga serie de investigaciones dirigidas a establecer, por una parte, la diferencia entre sexo y género 20 y, por otra, la recíproca autoimplicación de género e identisintetizada, en un específico término. 1 8 "Lo que h e denominado, desde I 964, el imaginario social ( ... ) Género pasó a ser de finido, de esta manera, corno "el conjunto de atributos simbólicos, sociales, económicos,jurídicos, políticos y culturales asi~nados a las personas de acuerdo a su sexo" 22 . Conviene explicitar, asimismo, que este tipo de planteamientos no estuvo exento de cierto disimulado intento de autorenovación del feminismo. El afán de reducir "todo" no específicamente a la construcción de una nueva ventana teórica, sino al estudio implícito de la subordinación simbólica, social, económica, jurídica, política y cultural de la mujer desde la ahistórica perspectiva de sexo, constituyó y constituye todavía el obstáculo fundamental en la organización de género como una estructura conceptual a nivel de los procesos his-tóricos, sociales, culturales y discursivos. Salvo raras excepciones, el intento de explicar la situación de la mujer no como sujeto femenino, sino simplemente como eso, como muj er23 , fu e tornándose cada vez más disperso.

Ello, porque ya no se estaba llegando a configurar género como lo que se había estado deseando que fuera al principio: un modelo conceptual explicativo-interpretativo de la forma sexo+clase+etnia+discurso(y otros); sino más bien y, otra vez, como una ordinaria categoría sinonímica de mujer, tendiente sólo a explicar la situación de la mujer por las desventajas atribuidas de acuerdo a su sexo; y no, más bien, a la mujer en tanto sujeto femenino efecto de interpelaciones externas a su esencialidad.

Argumentos como la tendencia disimulada de la sociedad a naturalizar las desigualdades de clase y etnia sobre el fundamento de lo eternamente sexual fueron cancelando las posibilidades teóricas de género hasta derivar en la sustitución de género en tanto modelo descriptivo/explicativo/interpretativo por género ya sólo en tanto categoría analítica. ¿Qué significó esto en el contexto general de las reflexiones sobre género? Primero la falacia de designar estudios de género a cu alq uier an terior investigación o estudio cuyo único y mínimo referente fu era el d

• 24 . -~ ~uJer _ y segundo -ademas de la resign a-c1 on mconc1ente a pensar género sólo como categoría analítica-la generación de un conjunto de comprensiones que, si bi en tend ieron a ser cada vez más ban ales, por otro lado, tend ieron a reflexionar género, la mayor parte de las veces, como una co nstrucción simbólica: las sexualidades como e l e fecto de una particular composición sociocultural o im aginario.

Para no recordar más que un ejemplo d el prime r efecto no deseado, en la transición de género como modelo a género como categoría analítica, basta re cordar la afirmación de Enrique Gomariz d e que "podría aceptarse que son reflexiones so bre género todas aquellas que se han hecho en la historia del pensamiento humano acerca de las consecuencias y significados que tien e pertenecer a cada uno de los sexos, por cu a nto esas co nsecuencias, muchas veces entendidas como "naturales", no son sino formulaciones d e género. ( ... ). Mediante este anclaje temático, puede hablarse así de forma amplia de "estudios de género " para referir el segmento de la producción cognitiva que se ha ocupado de este ámbito de la experiencia humana" 25

Lo D e mocratizac ión de lo s Eli tes Esta posición no trajo sólo el serio defecto de explicar o interpretar como idénticos y/o equivalentes los distintos conceptos o paradigmas crítico-teóricos de los feminismos, la antropología y las ciencias sociales, a partir de los cuales se abordó el probl ema de la mujer, como sujeto marginado, dominado y/ o subalterno . Esta visión homogeneizadora de los distintos discursos sobre la mujer estableció también la dificultad d e historiar (registrar, diferenciar y jerarquizar) el desplazamiento, la emergencia y articulación de conceptos, categorías y mod elos, considerados parte fundamental del transcurso crítico que hoy ha suscitado el género como "nuevo" instrumento analítico.

Aquí, deseamos poner de relieve el hecho de que género, ya significando el estudio de la mujer integrando determinaciones históricas y discursivas, haya tenido que servir tan sólo para nombrar y realizar lecturas político-ideológicas de la subordinación sexual de la mujer. Aproximaciones que durante más de tres siglos se habían estado resolviendo únicamente como posiciones feministas y no, absolutamente, como aproximaciones genéricas a la realidad, condiciones e identidad de la mujer.

Pensar género desde otro punto de vista, debería suponer marcar un límite entre las explicaciones involuntariamente feministas 26 24 Aunque •e1 empleo de 'gén ero' trata de subrayar la seriedad académica de un a obra porque 'género ' suena más neutral y objetivo que mujeres • (Joan W Scolt: op. cit.,, ello no deja de conducir inevitablemente a cancelar cualquier posibilidad de configurar género como algo más que una categoría analítica. 2 5 Enrique Oomáriz: op. cit.,p. 84. 26 No es paradójico, sin embargo, d escubrir que feministas contemporáneas como Henrieta L. Noore afirmen que *La critica f eminista no se basa en el estudio de la mujer, sino en el análisis de las re/adanes de género como principio estructural de todas las socie dad humanas •. Oµ. cit., p . 9. Ello se deb e a un simple proceso de autorenovadón, re(onnulación critico-teórica que busca enriquecer el debilitado, devaluado deberíamos decir, discurso feminista de este nuevo fin de siglo.

de la realidad de la mujer y las lecturas socioculturales de la situación de los sujetos femeninos. El valor d e analizar género como una construcción simbóli ca, así, se pondría d e manifiesto únicamente si una vez comprendido cómo se configuran los roles alrededor de los sexos, la categoría pu ede aún explicar "cómo se articulan socialm ente los hombres y las mujeres y cómo el resultado de esta articulación define y redefine la actividad social'' 27 .

Ahora bien, puesto qu e ya hemos derivado en el segundo resultado inesperado acerca de la construcción de género d entro de los reflexiones que apenas se han detenido en su consideración conceptual, ¿cuál es la consistencia de género en tanto categoría analíti-ca28 : género aún como construcción sociocultural y /o simbólica? La pregunta ya no sugiere género como una gran oportunidad para sustituir el devaluadísimo concepto de sexo y mujer, sino la composición del mismo a partir de una aleación de las categorías de clase y etnia, básicamente, para el estudio de los sexos en una sociedad o cultura determinadas. Desde esta perspectiva, género, en un primer momento, deviene en construcción sociocultural y/o simbólica que "transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad (imaginaria) humana" 29 .

Estas "actividades humanas", sin embargo, se limitaban a designar la clasificación de la sociedad "mediante la organización del parentesco, que al dividir v_arones y mujeres y casables de no casables".:>O tendía a concentrar el carácter analítico de género, junto con las restantes variantes de clase y etnia, una vez más en el ámbito de la identidad sexual. Demás está decir, al respecto, que la construcción simbólica de género no llegaba a contemplar también la construcción simbólica de las variantes de clase y etnia. Estas, en detrimento de gran parte de la categoría, permanecían abandonadas o como hipótesis conceptuales solamente auxiliares.

En otra dimensión, la (des)construcción de la categoría suponía el desfase, quizá todavía implícito, entre una de sus determinaciones naturales, construidas de modo social y cultural, y dos determinaciones históricas, carentes de un correlato biológico o natural. La estructura conceptual de género, por lo tanto, se encontraba dividida entre clase y etnia, ya en tanto construcciones imaginarias en sí mismas, y sexo en tanto inmediato correlato natural de la construcción simbólica, social y cultural de género. Género se convierte, así, solamente en un artificial recurso para generar explicaciones en torno a los roles del hombre y de la 2 8 #t:I interés en el género como categoría analítica ha surgido sólo a finales del siglo XX . t:stá ausente del importante conjunto de teorías sociales formuladas desde el siglo XVIII hasta comienzos del actual. ( ... ), algunas de esas teorías construyeron su lógica sobre analogías a la oposición de hombre y mujer, otras reconocieron una #cuestión de la muje~, y otras, por ú/Umo, se plantean la formación de la identidad sexual subjetiva, pero en ningún caso hizo su aparición el género como forma de hablar de los sistemas de relaciones sociales o sexuales#. Joan W. Scott: op. cit.,p. 42. 29 0ayle Rubín citada/o por Teres/ta de Barblerl: op. cit.,p. 57. Mis corchetes. 30 lbidem. mujer, considerados esta vez ya no en tanto resultado de condiciones biológicas, sino elaboraciones simbólicas generizadas. Es decir, imaginación de situaciones sociales y culturales distribuidas de acuerdo a una filiación sexual específica.

Si bien todo ello supuso, en alguna medida, la superación de la concepción de género como un mecánico correlato nominal de la identidad inamovible de sexo, queremos insistir en que a nivel operativo esto no trajo consigo la menor intención de nombrar directamente las nociones de clase y etnia, razón por la cual éstas quedaban a medio camino en la vertiginosa, laberíntica quizá, (des)constitución de género como categoría analítica, y de sexo como la categoría verdaderamente analítica. El valor de analizar género como construcción simbólica, entonces, no sólo pasó con esto a designar más bien la construcción sociocultural de las nociones de "hombre" y "mujer", sino el (re)establecimiento de género únicamente como una cáscara metodológica en relación a los términos de clase y etnia (amén de otras posibles categorías analíticas).

Frente a género, ahora despojado de sus constituyentes históricos, las construcciones simbólicas de lo femenino y lo masculino, entonces, se encuentran directamente definidos por el conjunto de condiciones y vivencias, relacionadas a las experiencias de pertenecer al "género" femenino o al "género" masculino .

Estos sistemas simbólicos definitivos, a los que anteriormente denominamos lo femenino y lo masculino, se refieren al conjunto de creencias, construcciones simbólicas, estereotipos, atribuciones funcionales sexuales, construidas por una sociedad o una cultura, en torno a las dos diferencias sexuales básicas: el ser biológicamente mujer y el ser biológicamente hombre.

Por otra parte, sin embargo, pensar género sólo como una metáfora topográfica no descartaría la posibilidad de nombrar, por lo menos, el permanente diálogo entre los dos ámbitos mencionados. Pero ello no porque cada uno corresponda directamente a la mujer o al hombre. Al contrario. Género denominando ambos espacios en la medida en que éstos, primero que nada, denominan un conjunto de prácticas, comportamientos y discursos fundacionales que producen, constituyen o determinan identidades.

Así, no sólo estaríamos poniendo en crisis la idea de que son los mismos sujetos la fuente de sus propias identidades, sino que género, en tanto construcción simbólica, denomina la fuente de las identidades femeninas o masculinas son el conjunto diferenciado de prácticas, estereotipos y comportamientos imaginados por los discursos de un determinado recorte histórico, por el imaginario de un particular momento sociocultura1 31 .

Las posibilidades analíticas de género, en este sentido, ya no tendrían que ver tanto con Sin m bargo, en m ed io d e esl a d isyuntiva, ele género o lam en l e com o sexos "reales" o ele gé nero co mo prácticas sexuales imaginari as, es reco n fortante advertir que reflexio nes com o la ele J o an W. Scott resuelven el probl em a reformul ando el p royecto d e gé nero como teo rí a a gén ero como categorí a analítica. Tom ando en c uenta que ello ya no es posible sino a un so lo nivel: p recisam ente la constitució n de género com o categoría de análisis d e las co nstrucciones sim bó lico-imaginarias que . determ inan o generan las identidades sex uales y n o al revés: d e la determinación de lo simbó li co-im aginario a partir de las realidades sexuales "reales", intrínsecas a cad a sujeto .

Así pues, sin o lvidar q ue Joan W. Scott prete nd e re dise ñar gén ero como instrume nto an alítico d e carácter histórico 32 , la definición que propon e está compu esta por dos partes y varias subpartes interre lacionadas y analíticam ente distintas. La relación entre género como constituyente d e las relaciones basadas en las diferencias sex uales y género como una forma primari a de r elaciones significantes de poder confor man el ej e central de su compren-s1on. La primera proposición d el mismo eslá compuesta, a la vez, por cuatro fragmentos interre lacionados . Éstos son los símbolos sexuales culturalmente construidos, los conceptos normativos que expresan las interpretacion es de los significados de los símbolos, l as nocion e s políticas y r e ferencias insti tucionales y, finalmente, la identidad subj etiva.

El primer componente denomina el imaginario de un específico espacio social o cultural respecto al orden de lo femenino o lo masculino. El segundo aspecto, en cambio, tendría m ás bien una función catalizadora de las comprensiones simbólicas anteriores, como la misma Joan W. Scott lo afirma, "en un intento de limitar y_contener sus posibilidades m etafóricas"..)..) . Específicamente, en un intento de limitar las comprensiones de las represe ntacion es simbólico-imaginarias de los sexos. El penúltimo elemento, a partir de las constantes que determinan la prolongación de la concepción binaria de género -mujer/hombre-incluye la revisión de las nociones políticas e institucionales pertinentes a las relaciones de género . La familia, la educación, el sufragio serían algunas de estas dimensiones. El último constituyente, basaqo en las propuestas de Gayle Rubin 34 , alude al hecho de la constante reproducción de la identidad de género, a "las formas en que se construyen De modo que a nivel operativo, la primera parte de la d efinición de género de Scott comprende cualro partes interdepe ndientes, lo cual, sin embargo, no implica el funcionamiento simultáneo de los mismos.

A nivel teórico, "género es una forma primaria de relaciones significantes de poder"36 . Aunque las relaciones de género no son las únicas dimensiones que se manifiestan también como relaciones de poder, las mismas aparecen como la instancia más sacudida por el poder, especialmente dentro de toda la tradición occidental judea-cristiana e islámica. Ello, debido a que prolongan el carácter asimétrico de dichas relaciones. No es casual, entonces, que los conceptos de género establecidos como un conjunto objetivo de refe-.35 Joa11 W. Scolt: op. cit.,p. 46 . .3 6 Joan W. Scott: op. cit .. p. 47 . .3 7 Joan W. Seo//: op. cit .. p. 48 . .3 8 lbidem . La Democratización de las Elites rencias estructuren "la percepción y la organización, concreta y simbólica, de toda la vida social" 37 . Ello se da hasta el punto de que estas referencias-diferencias también establecen relaciones de poder que se expresan en el desigual control de recursos materiales y simbólicos. Finalmente, en la legitimación del poder a partir de las desigualdades sexuales.

Una prueba de ello es, como lo demuestra Pierre Bourdieu, la organización de ciertas culturas para la explotación agrícola de acuerdo a "conceptos de tiempo y temporada que se asentaban sobre definiciones específicas de la oposición entre masculino y femenino" 38 .

El aporte de Scott 39 , en este sentido, es fundamental cuando el valor de su definición de género se concentra en la consideración de lo femenino y lo masculino como los únicos espacios de su jurisdicción, desplazando implícitamente las dimensiones que determinan la identidad de los sujetos como pertenecientes a una etnia (cultura) o una clase (sociedad).

En otras palabras y reiterando una idea ante- rior, Joan W. Scott intenta resolver el probl ema plantea ndo que gén ero y a no es posibl e como categoría sino a parlir de s u con ce ntración en un solo nive l: e l de la co nslrucción simbólica de las icl entid acl es sex ual es, las dimensiones que anleriormente habíamos denominado como lo feme nino y lo masculino.

Así pues, los restantes conceptos con los que se había traspuesto el umbral que separó el proyecto de un posible, casi remoto ya, proyecto teórico de género a género únicam ente como categoría analítica, quedan a medio camino d ebido a un exceso de peso epistemológico o a la imposibilidad d e los mismos de operar "simultáneamente" a la categoría de sexo. Género vien e a denominar la construcción social, cultural e histórica de las condiciones imaginarias que adscriben (fundan quizá) al sujeto a una determinada sexualidad; sólo con la dificultad de que este proceso no posibilita, como lo quiere suponer Scott, la construcción de una categoría analítica con valor aplicativooperativo u explicativo. a la ruptura e nlrc lr1s p rsre Li vc1 qu inl nln• ron (dcs)con Lruir q • n c r como alegoría annlíl ica, integran do del rmina io nes c 111 0 1 .-is e.le clase , rnza-elni a y la I i iérn c.l ' 'c:oll por r íormu lar g • nero tam b ién 0 111 al !-JOrÍél analílica, pero r Lo m ando ú11ic:;1111cnl un a d~ las dctcrmin;:inciones n olur,i les del suj eto: l,1 de

xo.

Por olro I do, pensamo qu una de las causas para argum entar sla nueva posición ír nle a gén ro, es que anteriormente no ex is-Lían reflexiones o empleos de ~énero que es-Luvieran aludiendo o poniendo de relieve, junto a la construcción ocial-simbólica del sexo, tam bién la construcción social-s imbólica de clase y e tnia o, en el peor de los casos, de raza .

Ciertamente, había un desfase m etodológico consistente en que si género estaba denominando las imaginaciones de una sociedad respecto a lo que debían ser y hacer un hombre y una mujer, paralelamente no había otro término alternativo para aludir la construcción imaginaria de clase y etnia, debido a que éstas sencillamente ya eran en sí mismas construccion es culturales, sociales, simbólicas, el producto de un p articu lar imaginario social.

De manera qu e género no lograba comprender ni teórica ni prácticamente otros conceptos que descubrieran una diferencia entre la clas e corno determinación equivalente a la de sexo y la clase corno determinación equivalente a la de género. Lo mismo, en menor o mayor medida, para la variable de etn ia. Aunque para este último concepto pod emos establecer la relación raza/etnia como m r liza Ión de las •lil -s sim ••t r i am nt c q11ivr1lenle c1 la de sc xo/yéncro. ;,Ln clifi c11llc1 cl ? e e ncuenlra e n qu e has-1 ;i e l 111 0 111 e nlo no h emos e ncontrado unn re-1 kxión o trctbél_jo •mpírico e n e l qu e se h aya m;ircmlo la clil erl'. nc ia e nlre la raza e n tant.o t l c rrnin ac ión n alurnl o biológi ca y clnia como la o nslru cció n social, simbólica o cul-Lu rn l de raza .

Vere n a Sl.oll~e estuvo muy cerca d e resolver esle problema de construcción y correspondencia, cuando sostuvo ex plícitamente que "sexo es a género lo que raza es a etnicidad". Queriendo manifestar con ello que si género era la construcción social de sexo, elni a o etn icid ad significaba la construcción soci al o cultural de raza. Así, Stolcke deriva en la formulación implícita de configurar las relacion es sexo/género y raza/etnia-etnicidad como dos in strumentos analíticos simultán eos o p aralelos para explicar, corno ella misma dice, las formas en que la sociedad d e clases "naturaliza" ideológicamente las desigualdades sociales y no la correspondencia raza/etnia como constitutiva de género en cuanto categoría analítica. Sin embargo, dichas relaciones serían particularmente operativas sólo si a partir de la interrelación de ambas, la determinación de clase hubiera derivado en la conclusión del proceso de naturalización de la situación y localización de las identidades femeninas y masculinas, fundadas en rasgos anatómico-biológicos, precisamente los de raza y sexo.

Fuera de esta coincidencia, ambas relaciones únicamente poseen la virtud de nombrar diferentes construcciones simbólicas, precisament e las d e gén e ro y etnia o etnicidad 4 0 Hemos intentado, entonces, "desenmarañar la forma compl ej a en la cual género, clase y raza se enlrecruzan en la reproducción de la sociedad d e clases como consecuencia de las contradiccion es inherentes a ella. La naturalización de las d esigualdades sociales es una dimensión ideológico-política fundamental de la sociedad de clases. Es esto lo que arraiga las relaciones de género en las diferencias de sexo y a la etnicidad en la raza. Las diversas experiencias de opresión de las mujeres, de-pendiendo de su clase y/o raza son un resultado de esto" 41 .

Género, por lo tanto, deviene en una categoría de an álisis que no es capaz de explicar la configuración de los sujetos femeninos, sino al precio de "multiplicarlos" aisladamente entre sus diferentes determinaciones identitarias: la mujer fragmentada entre las determinaciones d e etnia, de clase y de sexo . Para sólo mencionar algunas y sin incorporar los procesos identitarios que cada determinación conlleva. 40 f.n l a versi ón de Stolcke, dic/1as construcciones simbólicas se dan de la siguiente fonna: •1:.1 concepto de género nació para cuestionar el enunciado universa/isla y esencia/isla de que la biología es el destino, enfatizando más bien el significado social, cultural y psicológico impuesto sobre la identidad biológica sexual. En consecuencia es necesario distinguir entre género como una creación simbóllca, sexo que se refiere al hecho biológico de ser varón o hembra, y sexualidad que Uene que ver con las preferencias y la conducta sexual. Más aún en los estudios de género está Implícita una política de género nueva y subversiva que no sólo desafia el poder del varón sino también las raíces culturales d e la desigualdad de género. De esta manera, la teorización del género Impllca dos conjuntos de cuestiones analíticas. f.n vista de que desafia los esenclalismos biológicos anteriores, para centrar el análisis en el género como un sistema simbólico d e significados y relaciones, socialmente creado, problema/iza e inicia una nueva exploración de la forma en la cual los hechos n atural es de las diferencias sexuales se relacionan con las estructuras de género. Simultáneamente, el concepto de género como una fonna socio-histórica de desigualdad entre mujeres y hombres llama la atención hacia otras categorías de diferencia que se traducen en desigualdad, tales como raza y clase.

• f./ uso del tennino etnlcldad y del adjetivo étnico para designar una categoría de gente ligada por un número de rasgos comunes es reciente, en contraste con raza de origen muy anterior. Stolcke: op. cit.,pp,[69][70][71][72][73][74][75]cit.,