Caminos de esperanza…
Juan Daniel Navarrete González.
Se dice que la fe y la esperanza mueven montañas, que son dos cosas esenciales que
debe de tener cualquier persona para poder alcanzar sus metas, o para poder levantarse
de sus caídas y errores, pero ¿qué pasa cuando esas caídas son muy dolorosas?; es ahí
cuando debemos de sacar fuerzas para poder sobrellevar cualquier situación difícil, a
veces parece que se puede tener todo en la vida, y ¿qué es “todo”? dinero, éxito, una
casa linda, las personas olvidamos lo que es verdaderamente importante en la vida por
cosas materiales, olvidamos pasar una tarde de domingo con la familia, dar un abrazo,
decir un “te quiero”, eso y muchas cosas son las que debemos de apreciar como si fueran
un tesoro y luchar como guerreros sin importar cuantos obstáculos existan, porque es tan
efímera la vida que debemos de disfrutarla a cada instante con fe y esperanza hasta el
último soplo.
Era una mañana de octubre y la joven escritora Jimena Nonell se disponía a llegar a su
editorial, ella era una dama distinguida, hermosa y elegante con una belleza
incomparable, sus rubios cabellos la hacían parecer un ángel perdido entre la multitud de
este mundo terrenal, su vida era como la de una estrella de cine, rodeada de éxito,
riquezas, fiestas, lo tenía todo; esa mañana el tráfico era enloquecedor y la bella escritora
comenzó a sentirse mal y a desvanecerse en un oscuro entorno, hasta caer desmayada.
Al despertar estaba rodeada de aparatos médicos en un frio hospital, su madre la señora
Nonell entro a la habitación con angustia y preocupación por la salud de su hija, casi
inmediatamente entro el doctor Augusto Ferrer un joven doctor egresado con honores de
la escuela de medicina un medico brillante para su corta edad, se acerco a las dos
mujeres e inicio una charla:
-¿Cómo se siente señorita Nonell?-pregunto el joven doctor
-Algo débil doctor, dígame ¿qué tengo?-dijo con preocupación la bella escritora.
-Si doctor díganos ¿qué tiene mi hija?-dijo en seguida la señora Nonell
-Ambas deben de ser muy fuertes, a la Srta. Nonell se le ha detectado una enfermedad
muy rara que daña algunos órganos vitales como el corazón rápidamente, temo que le
queda muy poco tiempo de vida –Contesto el doctor con un aire de serenidad.
Inmediatamente las lágrimas rodaron en las mejillas de madre e hija, Jimena sintió que su
mundo se desmoronaba como un puñado de arena, entre sus manos, la joven se levanto
débilmente de su cama y comenzó a dar vueltas sin rumbo fijo por toda la habitación, su
madre se encontraba consternada y derrumbada a tan inesperada y triste situación.
Pasaron los minutos, eternos minutos que después se convirtieron en angustiantes horas,
y más tarde en deprimentes días en aquel hospital, el joven médico se sentía afligido por
aquella bella joven, ya que desde el día en que la vio por vez primera sintió algo diferente
que le decía que la protegiera, fue una sensación que no había tenido nunca antes con
ningún otro paciente, así que fue sin esperar más hacia la habitación de Jimena, y su
sorpresa fue grande ya que la encontró sola, tirada renegando de la vida y con una rabia
inesperados, Augusto le pregunto:-Pero ¿qué le ha sucedido?, ¿Dónde está su madre?-¡Déjeme!, de una buena vez en paz, ya no podré salir a esas galas de caridad, mis
viajes, mis planes, todo se ha ido-contesto agresivamente la joven escritora.
-¿viajes?, ¿galas?, ¿eso es lo más importante para usted en la vida?, habiendo tantas
cosas por las cuales disfrutar de la vida-contesto indignado el medico
-Y, ¿de qué sirve la vida?, si no se tiene lo que se desea, si no se puede disfrutar, dígame
doctor-dijo Jimena.
-Acompáñeme, a dar un recorrido por el hospital-Prosiguió diciendo el joven doctor.
Jimena se levanto débilmente con ayuda del médico y se puso una bata, juntos caminaron
por algunos pasillos hasta llegar a un área adornada con figuras infantiles y con gran
variedad de juguetes, confundida pregunto Jimena:
-¿Dónde estamos doctor?, ¿Por qué me trajo hasta aquí?-Estamos en el área
de oncología infantil, y el motivo de traerla hasta aquí, es para que conozca a una
personita muy especial- respondió Augusto.
Pronto se acercaron a una habitación en donde se hallaba una encantadora pequeña niña
de preciosos ojos azules, de no más de 4 años, la cual se encontraba recostada en una
cama abrazando a un pequeño oso café.
-¡Buenos días! , ¿Cómo se encuentra mi princesa favorita?-dijo el joven doctor.
-¡Muy bien!, doctor, ayer soñé con unicornios azules y enormes castillos, y ¿quién es ella
doctor?, ¿es su amiga?-pregunto la simpática niña
-Sí, es una amiga ella es Jimena- dijo el doctor
-Mucho gusto señorita Jimena, yo soy angelita, y estoy aquí porque dicen que tengo
cáncer, pero yo sé que mis papitos me cuidan desde el cielo-dijo con una tierna e
inocente voz, la pequeña niña.
De inmediato la joven escritora sintió un nudo en la garganta el cual inundo sus ojos de
lágrimas, y salió corriendo en seguida.
El doctor Ferrer se despidió de Angelita y alcanzó a Jimena hacia el pasillo central, lugar
donde la encontró llorando de tristeza.
-¿Qué tiene Angelita doctor y que le pasó a sus padres?-pregunto con desconsuelo la
señorita Nonell
-Mire Jimena, la niña tiene leucemia, sus padres murieron en accidente hace meses, y no
tiene a nadie en el mundo, una casa hogar y una pequeña herencia cubren sus gastos
hospitalarios-respondió el doctor.
-¡Qué mal me siento, he sido muy egoísta doctor!- dijo Jimena y de nuevo comenzó su
llanto.
Rápidamente Augusto la abrazo para consolarla, pero con aquel pequeño roce de piel
sucedió algo impredecible, los corazones de ambos empezaron a latir mas y mas fuerte,
los dos se habían contagiado del más bello y puro sentimiento que puede existir aun en la
propia existencia y era nada más que amor, aquel abrazo termino sellado con un delicado
beso.
Conforme avanzaron lo días ese sentimiento de amor fue creciendo con el tiempo y
haciéndose mas y mas fuerte como fue avanzando el padecimiento de Jimena, por ratos
se sentía mareada, pero al verlo a él cualquier malestar desaparecía.
Jimena regreso con la pequeña Angelita con quien fue haciendo una gran amistad, en una
ocasión en que las dos se hallaban jugando con un par de muñecas, Angelita alzo la
mirada y le pregunto a Jimena que si creía en Dios, a lo que Jimena respondió que no,
que nunca ha creído en nada; la pequeña le dijo que sacara un momento las manos por
una pequeña ventana que se encontraba en la habitación y le pidió que le dijera que
percibió, la joven confundida hizo todo lo pedido por Angelita y le pregunto:
-Ya hice lo que me pediste, y ahora ¿qué sigue?-pregunto con extrañeza la joven
-Dime, ¿qué fue lo que sentiste?-dijo la pequeña
-Solo el frio viento que sopla por la calle-contesto Jimena
-Y, ¿viste el viento?-pregunto la pequeña
- No, pero a todo esto, ¿qué clase de juego es este?-pregunto Jimena
-Ningún juego, solo que Dios es como el viento, nos permite respirar, vivir, lo podemos
sentir, pero no lo podemos ver, así es Dios.
Después de escuchar tan profunda reflexión acerca de tan majestuosa figura como lo era
Dios, Jimena quedo impactada al ver la sabiduría que poseía una niñita de tan escasa
edad, aquel día la joven tuvo en su pensamiento las palabras y el mensaje que había
recibido de la pequeña, ya nada era igual para ella, su panorama comenzó a verse
diferente, fue un cambio repentino que la lleno de esperanza.
Cada mañana desde aquel día la Srta. Nonell, daba gracias a Dios y a la vida por un
nuevo día, era tal su actitud positiva que el doctor empezó a mirarla de una forma
diferente, pues la joven además de irradiar belleza, reflejaba mucha bondad, parecía ser
otra totalmente. Todos los días visitaba a Angelita y a los ancianos para leerles algunos
libros y darles palabras de aliento.
De regreso a su habitación, la joven escritora se encontró con un agradable matiz floral,
todo su cuarto estaba repleto de flores y el autor intelectual de tan linda sorpresa era el
mismísimo doctor Augusto.
-¡Muchas gracias!, pero no es mi cumpleaños- exclamo la joven
-Ya lo sé, es solo que quiero hablar contigo, si ¿puedo tutearte verdad?- pregunto
Augusto.
-Claro, pero, a ¿qué viene este lindo detalle?-respondió con emoción Jimena.
-Es solo que tengo un asunto del que no puedo callar más, mi corazón esta ahogado de
amor por ti, Jimena, perdón por juzgarte mal he visto tus verdaderos sentimientos-dijo
nervioso el doctor.
-No digas más, te perdono, tú tenías razones suficientes para juzgarme- dijo Jimena
-¡Te amo y siempre estaré contigo!-dijo Augusto
Ambos se abrazaron cariñosamente, en medio de la habitación.
Parecía ser que la vida caminaba hacia rumbo mejor, pero no era así, la joven se sentía
mas y mas débil conforme transcurría el tiempo, pero lo único que la hacía sobrevivir a tan
cruda realidad era el amor que sentía por el doctor Augusto y la fe que le transmitía
Angelita.
Llego la noche y un fuerte estruendo despertó a la mayor parte de los pacientes, médicos
y enfermeras corrían por doquier con gran miedo y desesperación, Jimena se levanto de
su cama y fue a investigar lo sucedido,
-¿Qué ocurre?, ¿Por qué tanto bullicio?-pregunto la joven a una enfermera.
-¡Es una guerra!, un país extranjero nos declaro la guerra y nos han invadido, ¡corra y
sálvese! – advirtió aquella enfermera.
Sin pensarlo dos veces la joven escritora fue en busca de Angelita y Augusto, pero solo
había encontrado a la pequeña llorando inconsolablemente; la tomo de la mano y juntas
salieron del hospital, encontrándose con un fúnebre y rojo resplandor de tristeza y muerte.
Ambas muy atemorizadas, corrieron en busca de algún refugio cercano, pero sus intentos
fueron fallidos, la mitad de la ciudad estaba destruida, la editorial que su abuelo había
levantado con tanto esfuerzo estaba en pedazos; para la joven eso era algo muy triste
que la lleno de nostalgia, pero era más la incertidumbre que sentía por el paradero de
Augusto su amado. Después de horas de una larga caminata por fin salieron de la ciudad
cuando apenas amanecía, hacia un lugar más seguro.
-¡De prisa, corre de prisa!, veo un pequeño local a lo lejos- dijo la pequeña con la
esperanza puesta como bandera.
-Tienes razón, parece ser que ese lugar es seguro, y yo ya no puedo más, me siento muy
débil, entonces vayamos hacia haya-dijo Jimena.
Las dos caminaron cargando en sus espaldas un cansancio que se hacía notable en sus
secos labios y en sus ropas empapadas en sudor, pronto se encontraron en un viejo
hostal, donde pidieron posada para resguardarse del tenue sabor de la guerra y sangre; a
la entrada se encontraron con una anciana que las recibió gustosa y amable y las llevo
hacia una pequeña habitación.
-¡Muchas gracias por su amabilidad!, sin usted estaríamos en la calle, ella es mi amiga
Angelita y yo soy Jimena-dijo la joven
-¡Mucho gusto!, yo soy María, y lo que necesiten no duden en pedírmelo.
Con dos camas improvisadas la pequeña niña y la joven escritora cayeron rendidas. Llego
la noche acompañada de un olor a comida casera, el cual hizo despertar a las dos
señoritas, bajando hacia la cocina; la amable anciana las esperaba con una deliciosa
cena.
-Deben tener hambre, les prepare algo de cenar para que se sientan mejor, por favor
siéntense-dijo la anciana.
-Sí, muchas gracias, estoy hambrienta, desde ayer no hemos comido nada-dijo Jimena.
Y al ver la generosidad, en aquella dulce y humilde mujer, recordó a su madre, pues no
sabía ya mas nada de ella desde el atentado, comió rápidamente y subió a observar las
estrellas del cielo, esperando reunirse rápidamente con su madre y con su amado.
Aquella mujer vivía solitaria como una sombra en la oscuridad, por tal motivo era tan dulce
y cariñosa con ambas; se mantenía vendiendo flores en la plaza central, todas las
mañanas se levantaba casi de madrugada para cortar unas cuantas flores de su pequeño
invernadero, su trabajo se vio interrumpido por la guerra, pero no sus ganas de salir
adelante, por ello atendía gustosa a sus inquilinas, Jimena inicio una conversación con
ella para conocerse un poco más:
-Doña María ¿porque vive usted sola?, ¿no tiene algún familiar?-preguntó Jimena.
-No señorita, vivo sola, y mis familiares más cercanos han muerto, alguna vez estuve
enamorada de un marinero que desapareció en la nada, entonces enferme de amor
durante años, y mi única cura desde entonces mi única cura han sido los colores y
fragancias de mis flores.
-Y, ¿no se siente usted sola?-Dijo la joven.
-Antes si pero ahora ya no pues el tiempo me ha hecho ver que la soledad es la más fiel
compañera de vida.
Jimena entendió el sentimiento de aquella dama, y se compadeció de ella, regalándole
una sonrisa y un abrazo.
Pasaron días que parecían eternos, y la incertidumbre que sentía la joven por la ausencia
de sus seres queridos se agrandaba con el tiempo, y ya que no podía salir de aquella
pensión, se entretenía ayudando en las labores domesticas y cuidando a la pequeña
Angelita; Un soldado arribaba a la puerta principal de aquel acogedor lugar.
-Soy el soldado 201, tengo órdenes del general Mondragón para llevarme a mujeres y
niños a una isla cercana- dijo tajantemente aquel frio hombre.
Sin más que hacer Jimena y Angelita siguieron a aquel soldado, debido a que la anciana
se quedo aferrada a su hogar y a sus recuerdos. Llegaron hasta un barco militar repleto
de niños cuyas edades eran variadas al igual que las mujeres que se encontraban ahí
presentes, recorrieron durante horas gran territorio dejando atrás todo.
Llegaron a una isla semi-poblada, con gran vegetación y todos bajaron de aquel barco,
para ser alojados en una zona protegida, Jimena se sentía muy mal, su enfermedad se
propagaba rápidamente como un caudaloso y peligroso río, su cara empalidecía día tras
día y su corazón latía lento y más lento, pero sus fuerzas las obtenía de la fe en que
volvería a verse con su amado.
En aquel lugar, se sentía más apartada del mundo y de todo lo existente, por las noches
lloraba de angustia y de tristeza, pero en el día Angelita su única compañía hasta ese
momento la mantenía entretenida, con sus juegos y bromas.
Una de esas noches, mientras observa el manto estelar desde una ventana, una
misteriosa dama, cuya cara estaba cubierta por un negro velo la llamó, y ella se acerco
confundida, ante su llamado.
-¿Qué es lo que desea señora?-preguntó Jimena.
-Sé quién eres, y lo que haz vivido, pero no eres la única que sufre en este mundo, ¿me
permites aconsejarte algo?-dijo la misteriosa mujer.
-Claro, dígame-respondió con extrañeza la joven.
Y aquella rara dama le susurró en el oído:
-¡Vive!, ¡vive!, porque nada es eterno y todo al final se acaba- exclamo aquella mujer.
-Pero, y ¿quién es usted?, descúbrase el rostro por favor-dijo Jimena.
Y para su sorpresa era la muerte, un escalofrío recorrió cada centímetro de su cuerpo,
mientras la fúnebre dama se desvanecía e la obscuridad. Su reacción fue tanta que casi
llega a un desmayo, por suerte, Angelita la tranquilizó y velo su sueño.
Cuando todo en su vida se considerara del todo mal, llegaron buenas noticias sobre un
tratado que el país invasor había hecho llegar, para establecer un acuerdo que pudiese
acabar con el gris ambiente de guerra, poco a poco las cosas, fueron mejorando, y con
ello aumentaba la ilusión de Jimena de ver a su amado, y poder abrazarlo, olerlo, sentirlo.
Después de varias semanas de discusiones, la guerra culminó dejando como resultado
cientos de muertos, miles de lágrimas derramadas y edificaciones destruidas. Jimena y
Angelita regresaron a el hospital con la esperanza de reencontrarse con Augusto-, cuando
se retornaron en aquella ciudad se percataron que solo seguían unas cuantas personas,
entraron a lo que quedaba del hospital, en el cual funcionaban apenas unos cuantos
espacios, y solo una pequeña planilla de médicos laboraban presurosamente, atendiendo
a una multitud de heridos, entre esos valientes hombres se encontraba Augusto con una
mirada desolada y triste, pero aquella contemplación cambio cuando vio entrar a Jimena,
ambos corrieron a abrazarse.
-Pero ¿Dónde estaban?, me imagine lo peor, pensé que te había perdido-exclamo con
emoción el joven médico.
-Estuvimos en un lugar de resguardo, donde estuvimos sanas y salvas, te extrañe mucho,
amor-Llorando de emoción dijo Jimena.
-¿Amor?, suena tan perfecto de tus suaves labios, me he dado cuenta que no puedo vivir
sin ti, te propongo algo, vayamos de viaje hasta donde nos lleve el viento, porque me he
dado cuenta que la vida es tan corta, que hay que disfrutarla a cada porción de segundodijo Augusto
-Claro que sí, yo quiero estar contigo siempre-respondió conmovida la joven escritora.
Al siguiente día Angelita fue llevada a una casa hogar, donde estaría hasta que el hospital
fuera arreglado en su totalidad, ambos la acompañaron y se despidieron de ella con un
fuerte abrazo.
Llego el fin de semana y por fin partieron a su esperado viaje; a la entrada del hospital el
joven médico aguardaba con un ramo de rosas, con olor a amor y con un color que
reflejaba los más puros sentimientos de un enamorado. Los dos abordaron el auto y
viajaron un par de horas hasta llegar a un sitio hermoso, repleto de arboles flores y con un
lago de aguas cristalinas, ambos bajaron del auto y contemplaron el paisaje, un reflejo de
luz que se expandía en aquel lago, los dejo sorprendidos, era algo hermoso, sobre el
mismo una extraña carta apareció flotando sobre la superficie, Jimena sorprendida la
tomo entre sus manos y la comenzó a leer, al terminar sus ojos se inundaron de lagrimas
pues el contenido de aquella carta estaba dirigido para ella:
- Amiga mía , gracias por compartir momentos tan agradables conmigo, me la pase muy
bien contigo y con el doctor, hoy me encuentro de nuevo aquí en esta bella colina sin fin a
la que muchos llaman cielo, espero y hayas comprendido lo que en verdad importa en la
vida y a tener fe siempre, porque con fe y esperanza se logran cosas gigantes, yo los
cuidare siempre, pero recuerda que aunque ya no me veas estoy siempre detrás de ti
guiando tus pasos en este enredado camino lleno de obstáculos y espinas que te harán
tropezar, te pido que siempre sigas, no te detengas jamás, anda de nuevo tranquila, tu
cuerpo sanara rápidamente pues haz aprendido la lección más importante a valorar los
pequeños detalles que nos da la vida y a valorar la vida misma, se feliz hoy mañana y
siempre.
Atte. Angelita tu Ángel de la guarda.Jimena sentía que un fuerte aire soplaba de entre sus entrañas, mientras que un
sentimiento de conmoción y alivio inundaban su ser.
Uno y otro enamorados, se quedaron contemplando al ocaso, y posteriormente a las
estrellas demostrándose el más sincero sentimiento de amor y ternura.
“El mayor obstáculo para la felicidad, es pensar que no existe, y no intentar seguir por
cobardía, es como suicidarse por miedo a la muerte, todo se puede lograr con una actitud
de fé apostándole todo a la esperanza de vida”
FIN.